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Hechos relevantes
Asimismo, el decreto limita a los médicos para que puedan consultar los motivos de la
interrupción del embarazo, por lo que existe una contradicción entre el decreto y la ley,
ya que la ley permite el derecho de objeción de conciencia de manera amplia, pero el
decreto la restringe.
Argumentos
Por ello debemos afirmar que la posibilidad de objetar, sobre la base de la conciencia,
arguyendo que un deber jurídico se considera contrario a una creencia religiosa o
ideológica lejos de fortalecer el Estado lo pone en riesgo de un constante
cuestionamiento (Pelayo, 2010, p. 124).
En palabras del profesor Ángel Pelayo: “[…] si la garantía de los derechos es la ley, hay
que ser muy cuidadosos a la hora de admitir una excepción. Excepción que puede
intentar respetar la conciencia individual pero que lo que no puede es suponer una
desatención del fin público que la norma persigue” (Pelayo, 2010, p. 124). En el caso
concreto, la discusión se centra en la posibilidad de admitir la objeción de conciencia en
las etapas previas al aborto. La primera objeción presentada por los representantes del
grupo de médicos afirma lo siguiente:
“[...] el decreto reglamentario limita la objeción de conciencia solamente al ‘personal
médico y técnico que deba intervenir directamente en una interrupción de embarazo’”.
De acuerdo a la descripción detallada que la OMS realiza sobre las fases primera y
cuarta son momentos en donde la paciente recibirá la información necesaria sobre la
viabilidad de los procedimientos y métodos para llevar a cabo el aborto, así como
posibles riesgos posteriores a su ejecución. Esto revela que lo que los médicos solicitan
es poder abstenerse de la obligación de informar las opciones médicas que sus
pacientes necesitan antes de tomar una decisión tan importante; lo cual linda con la
negligencia médica.
Al analizar ambos derechos en controversia, bajo esta luz, podemos tomar por ejemplo
legislaciones de otros países que han establecido estándares para casos tan complejos
como el presente. Por ejemplo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH),
define que el objetor de conciencia no es un infractor, sino alguien a quien la norma
general debe hacer excepción. Dicha excepción puede ser absoluta o relativa,
dependiendo de la relevancia de la convicción en juego y de la intensidad de la
normativa que se le quiere imponer al objetor. Pero dicha objeción no opera libremente,
toda vez que debe respetar los principios bioéticos y los derechos de las personas. Ya
que, cuando se le usa en forma inadecuada puede atentar contra los principios bioéticos,
principalmente la autonomía y la no maleficencia; además de los derechos a la vida y la
salud de las pacientes y puede conducir a problemas legales a los médicos y a las
instituciones en donde laboran.
Después de todo, no existen los derechos absolutos, ya que todos tiene un límite. Así,
incluso el mismo derecho a la vida puede ser vulnerado en casos de legítima defensa.
De igual manera, la mayor parte de legislaciones del mundo reconocen el derecho de la
mujer de abortar en ciertos supuestos, por ejemplo, en nuestro país, Perú, lo es por fines
terapéuticos. Por lo mismo, en el caso del conflicto entre el derecho de objeción de
conciencia se debe considerar cómo la libertad de los profesionales de la salud, afecta
a las personas sobre las que tiene una responsabilidad, en este caso, sus pacientes.
Los derechos sexuales y los derechos reproductivos, son parte integral de los derechos
humanos. Por lo mismo, tenemos el deber ético de defender el cuidado de la salud de
las mujeres, teniendo en cuenta la vulnerabilidad de las mismas, que se refleja en el día
a día en los casos que sufren de discriminación y violencia de género. De hecho,
diversos órganos internacionales de derechos humanos, como la OACDH (Oficia del
Alto Comisionado de Derechos Humanos) han calificado las leyes que penalizan el
aborto como discriminatorias y como un obstáculo para que las mujeres tengan acceso
a la atención médica.
Por esto, consideramos que las pautas para una adecuada ponderación de estos dos
derechos en disputa se han realizado más extensivamente en la jurisprudencia de otros
países donde ya se ha legalizado el aborto. Así, el Tribunal Europeo estableció las
características de la objeción de conciencia adecuada en los servicios médicos en su
propuesta de Resolución del 14 de octubre del 2008, titulada “El acceso a las mujeres
a los tratamientos médicos legales: el problema del uso desregulado a la objeción de
conciencia”.
Es a raíz del escenario post guerra durante la segunda mitad del siglo XX que la
comunidad internacional celebra el cuarto Convenio de Ginebra y la Asociación Médica
Mundial propone una adaptación del juramento hipocrático conocido como la
Declaración de Ginebra, en donde, entre otras cosas, se indica textualmente que “En el
momento de ser admitido como miembro de la profesión médica (...) No permitiré que
entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión,
nacionalidad, raza, partido o clase”. Esta expresión marca el inicio de un nuevo
paradigma médico caracterizado por una democratización como consecuencia del
reconocimiento del pluralismo social. Este nuevo esquema brinda un margen más
amplio para la participación del paciente en tanto que reconoce aquellas libertades de
decisión que tiene sobre su integridad. De ahí que, el profesor Pelayo entienda a este
nuevo paradigma como una legitimación democrática de la técnica médica.
Por tanto, la fase pre abortiva en el nuevo paradigma no puede estar dirigida a negar
las libertades del paciente ni excluirlo de la toma de decisiones. Por ello, es necesario
que el médico cumpla un deber asistencial, y es que sin él no se podrá optimizar las
libertades con las que cuenta el paciente. En consecuencia, permitir una objeción de
conciencia sanitaria en esta fase pre abortiva limita en su totalidad el margen de ejercicio
de estas libertades sobre el propio cuerpo.
Conclusiones