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La India, de Mumbay a Varkala. Un mundo aparte, que vive en su propio tiempo.

Un
país inventado hace un siglo, con una complejidad que el concepto de nación no
puede abarcar. Kerala no tiene nada que ver con Mumbay, y el trabajo febril y la
explotación en las megaurbes nada tien que ver con la calmada vida rural y fluvial
de Kerala. No es su pobreza lo que sorprende, pues también aquí la tenemos (en
medidas distintas) y contra ella estamos vacunados; sorprenden más sus hábitos y
el modo de socializarse de los indios. Sorprende una vida tan convencional,
marcada por el ritual religioso, sea el Hindú, Musulmán, Budista o Cristiano.
Sociables hasta lo invasivo, no prueban su comida sin antes ofrecerte, pero
tampoco conocen el concepto de "espacio propio" ni la intimidad, no la pueden
conocer en un país hiper-poblado. Sorprende la sutilidad de su sistema de castas,
que uno no comienza a entender hasta pasado un tiempo: cuanto más en contacto
está uno con la suciedad más abajo está en el sistema de castas; cuando menos en
contacto está, más puro es y más arriba está. La casta aprisiona a cada persona en
su función, dice Naipaul en su novela sobre la India, y por eso quien se sale de su
papel está destinado a una mala reencarnación: esa es la base del orden social en
un país super-poblado y extremadamente plural. Intenso y a veces desesperante,
justo cuando uno está a punto de tirar la toallala India te pone algo delante para
que vuelvas a confiar en que existe un futuro posible allí, y que de momento tú
puedes ser su huésped.

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