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Estudio-vida de Levítico
CONTENIDO
1. PALABRAS DE INTRODUCCIÓN
2. DEFINICIÓN GENERAL DE LAS OFRENDAS
3. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (1)
4. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (2)
5. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (3)
6. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (4)
7. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (5)
8. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (6)
9. EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (7)
10.EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS (8)
11. LA OFRENDA DE HARINA: EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO
DE DIOS Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS (1)
12. LA OFRENDA DE HARINA: EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO
DE DIOS Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS (2)
13. LA OFRENDA DE HARINA: EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO
DE DIOS Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS (3)
14. LA EXPERIENCIA Y EL DISFRUTE PRÁCTICOS QUE TENEMOS DE
CRISTO COMO LAS OFRENDAS
15. LOS ELEMENTOS DE LA OFRENDA DE HARINA PARA LA VIDA
CRISTIANA Y LA VIDA DE IGLESIA
16. LA VIDA DE IGLESIA COMO OFRENDA DE HARINA
17. LA OFRENDA DE PAZ: CRISTO COMO PAZ ENTRE DIOS Y EL PUEBLO
DE DIOS PARA QUE AMBOS DISFRUTEN EN MUTUA COMUNIÓN
18. LA OFRENDA POR EL PECADO: EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ
MISMO POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS (1)
19. LA OFRENDA POR EL PECADO: EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ
MISMO POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS (2)
20. LA OFRENDA POR EL PECADO: EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A
SÍ MISMO POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS (3)
21. LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES: EL CRISTO QUE SE
OFRECIÓ A SÍ MISMO POR LOS PECADOS DEL PUEBLO DE DIOS (1)
22. LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES: EL CRISTO QUE SE
OFRECIÓ A SÍ MISMO POR LOS PECADOS DEL PUEBLO DE DIOS (2)
23. LA LEY DEL HOLOCAUSTO
24. LA LEY DE LA OFRENDA DE HARINA
25. LA LEY DE LA OFRENDA POR EL PECADO
26. LA LEY DE LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES
27.LA LEY DE LA OFRENDA DE PAZ
28. LA CONSAGRACIÓN DE AARÓN Y SUS HIJOS (1)
29. LA CONSAGRACIÓN DE AARÓN Y SUS HIJOS (2)
30. LA CONSAGRACIÓN DE AARÓN Y SUS HIJOS (3)
31. EL INICIO DEL SERVICIO SACERDOTAL DE AARÓN Y SUS HIJOS
32. EL RESULTADO DEL SERVICIO SACERDOTAL
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33. LA LECCIÓN Y LAS NORMAS PARA LOS SACERDOTES (1)
34. LA LECCIÓN Y LAS NORMAS PARA LOS SACERDOTES (2)
35. PALABRAS DE CONCLUSIÓN ACERCA DE LAS OFRENDAS Y EL
SACERDOCIO
36. EL DISCERNIMIENTO EN LA DIETA
37.LA ABSTENCIÓN DE TODA MUERTE
38. LA INMUNDICIA PRESENTE EN EL NACIMIENTO HUMANO
39. LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR DEL HOMBRE
(1)
40. LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR DEL HOMBRE
(2)
41. LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR DEL HOMBRE (3)
42. LA PURIFICACIÓN DEL LEPROSO (1)
43. LA PURIFICACIÓN DEL LEPROSO (2)
44. LA LEPRA EN UNA CASA
45. PURIFICARSE DE LOS FLUJOS DEL CUERPO DEL VARÓN Y DE
LA MUJER
46. LA EXPIACIÓN (1)
47. LA EXPIACIÓN (2)
48. CUIDAR DEBIDAMENTE DE LOS SACRIFICIOS Y LA SANGRE
49. EL VIVIR SANTO DEL PUEBLO SANTO: DESPOJARSE DE LA
VIEJA VIDA Y VESTIRSE DE LA NUEVA
50. EL VIVIR SANTO REQUERIDO PARA EL SACERDOCIO Y SER
DESCALIFICADO DE EJERCER EL SACERDOCIO
51. LA SANTIDAD EN CUANTO A DISFRUTAR DE LAS COSAS SANTAS Y LA
MANERA ACEPTABLE DE PRESENTAR UNA OFRENDA POR VOTO Y
UNA OFRENDA VOLUNTARIA
52. LAS FIESTAS (1)
53. LAS FIESTAS (2)
54. LAS FIESTAS (3)
55.LA DISPOSICIÓN DEL CANDELERO Y DE LA MESA DEL PAN DE LA
PRESENCIA Y EL JUICIO DE MUERTE POR HABER BLASFEMADO EL
NOMBRE SANTO
56. EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO (1)
57.EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO (2)
58. EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO (3)
59. PALABRAS DE ADVERTENCIA (1)
60. PALABRAS DE ADVERTENCIA (2)
61. PALABRAS DE ADVERTENCIA (3)
62. LAS DEDICACIONES POR VOTO (1)
63. LAS DEDICACIONES POR VOTO (2)
64. PALABRAS DE CONCLUSIÓN
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ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE UNO
PALABRAS DE INTRODUCCIÓN
Lectura bíblica: Lv. 1:1; 27:34
En este mensaje daremos unas palabras de introducción al Estudio-vida de Levítico.
En Génesis vemos que el hombre cayó volviéndose de la presencia de Dios a ser regido
por su conciencia, de ser regido por su conciencia al gobierno humano, del gobierno
humano a la rebelión, y de la rebelión al mundo. El mundo actual es la expresión de la
caída del hombre en el nivel más bajo, ya que el mundo es la máxima expresión de los
pasos de la caída del hombre.
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El primer versículo de Génesis dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y
el último versículo dice que José “fue puesto en un ataúd en Egipto” (50:26). En el
primer versículo se menciona la creación efectuada por Dios, y en el último versículo
encontramos el resultado de todos los pasos de la caída del hombre: un hombre puesto
en un ataúd en Egipto. Ésta es la clara revelación hallada en Génesis.
En Éxodo, a todos los que fueron llevados de regreso a Dios se les encargó edificar un
tabernáculo, una morada, para Dios. Esto indica que Dios es poderoso no solamente
para sacar de la muerte al hombre caído, sino también para usar a este hombre a fin de
que le edifique una morada en la tierra. Mientras que al final de Génesis tenemos un
ataúd que contiene un cadáver, al final de Éxodo tenemos un tabernáculo que contiene
al Dios vivo. ¡Qué gran avance es éste!
En Génesis tenemos la creación efectuada por Dios y la caída del hombre, mientras que
en Éxodo tenemos la redención lograda por Dios y la morada de Dios. Alabamos al
Señor que debido a la obra redentora de Dios, ya no estamos en la caída. Por medio de
la redención, hemos sido introducidos en la morada de Dios, la cual es la iglesia en la
actualidad. El tabernáculo como morada de Dios en Éxodo tipifica a la iglesia. La
morada de Dios hoy en día es la iglesia, y nosotros estamos en ella.
Éxodo 40 habla del tabernáculo, pero Levítico 1:1, que es la continuación de Éxodo,
habla de la Tienda de Reunión. Estas dos expresiones se refieren a lo mismo. El
tabernáculo es una morada, y la Tienda de Reunión es un lugar de reunión. El
tabernáculo se refiere al lugar donde Dios mora, donde Él habita, mientras que la
Tienda de Reunión se refiere al lugar donde Su pueblo se reúne. El tabernáculo es la
morada de Dios y, al mismo tiempo, esta morada es también el centro donde se reúne
el pueblo de Dios. De ahí que se le llame la Tienda de Reunión. La Tienda de Reunión
es el lugar donde Dios se reúne con Su pueblo redimido. Hoy en día la iglesia es el
tabernáculo y la Tienda de Reunión. Dios tiene una morada en la tierra, y esta morada
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es también el lugar donde nos reunimos los unos con los otros y con Dios. ¿Qué es
entonces la iglesia? La iglesia es la reunión que tienen las personas salvas con el Dios
que salva.
Inmediatamente después que el tabernáculo fue edificado y erigido, Dios vino a morar
en él (Éx. 40:2, 33-35). El Dios que mora en el tabernáculo ha llegado a ser el Dios que
mora entre los hombres. Dios ya no está únicamente en los cielos. A nosotros nos era
imposible ir a los cielos para reunirnos con Dios, pero Dios vino a fijar tabernáculo
entre nosotros (Jn. 1:14). Esto significa que Dios se encarnó para hacerse hombre, y
este hombre vino a ser el tabernáculo de Dios en la tierra. Dios bajó de los cielos y tomó
forma de hombre, y ahora le podemos tocar.
Los cuatro Evangelios revelan que el Dios que estaba en los cielos y que no se podía
tocar, un día vino a ser un tabernáculo, un hombre en la tierra. Al haber descendido a
la tierra, Él se presentó a nosotros no en forma de Dios, sino en forma de hombre.
¿Quién es esta persona? ¿Es un hombre o es Dios? Él es el Dios-hombre. Hoy nuestro
Dios está en los cielos no solamente en calidad de Dios, por cuanto Él, el Dios-hombre,
vino a la tierra en forma de hombre para ser un tabernáculo.
C. En Levítico: la adoración
y el vivir propios de los redimidos
En Levítico vemos la adoración y el vivir propios de los redimidos. No debemos prestar
atención al entendimiento común que se tiene acerca de la adoración. Según el
entendimiento común, adorar consiste en postrarse o realizar un servicio con rituales.
Sin embargo, esto no es lo que significa adorar según la Biblia. Conforme a la Biblia,
adorar denota tener contacto con Dios para disfrutar con Dios de una porción común
a fin de tener comunión con Él. En Levítico, la adoración consiste en tener contacto
con Dios al disfrutar juntamente con Él de una porción común. Como resultado,
tenemos comunión con Él y los unos con los otros en Su presencia. Hacer esto equivale
a adorar a Dios.
Por muchos años hemos procurado practicar esta clase de adoración. Pero debo
decirles francamente que no hemos tenido mucho éxito. Tal parece que por nacimiento
hemos adquirido el concepto de la adoración religiosa. Además, muchos de nosotros
fuimos criados en una atmósfera de adoración religiosa y aprendimos esta clase de
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adoración. Finalmente, la adoración religiosa llegó a formar parte de nuestro ser. Esto
nos ha impedido ofrecer la clase de adoración revelada en la Biblia.
Debemos ofrecer una adoración que sea viviente, real y rica en Cristo. Esta clase de
adoración requiere que experimentemos y disfrutemos a Cristo todos los días. También
requiere que ejercitemos nuestro espíritu para liberar todo lo que hay de Cristo en
nuestro espíritu a fin de que podamos compartirlo con los demás santos. En tal
adoración, Dios disfruta a Cristo, y nosotros también lo disfrutamos. Éste es un aspecto
de la revelación divina contenida en el libro de Levítico.
Supongamos que en una reunión tenemos contacto con Dios al disfrutar a Cristo como
nuestra porción común juntamente con Dios y los unos con los otros. Después de tal
reunión seremos santos, ya que el resultado de esta clase de reunión es una vida diaria
santa. Así, no solamente seremos adoradores santos, sino un pueblo santo que cada día
lleva una vida santa. Esto también constituye parte del avance de la revelación de Dios
hallada en Levítico.
El avance de la revelación divina que vemos en Génesis, Éxodo y Levítico nos lleva de
la creación a la caída y a la redención, y de la redención a la morada de Dios, donde
adoramos a Dios al tener contacto con Él mediante Cristo como nuestra porción y al
disfrutar de esta porción juntamente con Él y los unos con los otros. Esta adoración
redundará en que cada día llevemos una vida santa. De este modo, en Levítico Dios no
sólo obtiene una morada sobre la tierra, sino también un pueblo que le adora, un
pueblo que tiene contacto con Él y disfruta a Su Cristo como porción común
juntamente con Él y los unos con los otros, y que, como resultado de ello, lleva una vida
santa que expresa a Dios. Esto ciertamente es un avance en la revelación divina.
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A. Dios habla sobre el monte Sinaí,
y Dios habla en el tabernáculo
Existen algunas diferencias significativas entre Éxodo y Levítico. La primera diferencia
que quisiéramos hacer notar tiene que ver con el lugar donde Dios habla. En Éxodo
Dios habló sobre el monte Sinaí, un monte desolado; en Levítico Dios habla en el
tabernáculo, el cual es un edificio.
El primer y el último versículo de Levítico indican que el libro entero es una crónica
del hablar de Dios. El hablar iniciado en 1:1 tuvo lugar no en los cielos ni en el monte
Sinaí, sino en el tabernáculo. Hoy en día Dios también habla en Su tabernáculo, y este
tabernáculo es la iglesia. Según el principio que establece la tipología aquí, Dios habla
en la iglesia, Su tabernáculo, la Tienda de Reunión. Esta Tienda de Reunión es el
oráculo, el lugar donde Dios habla.
Según la tipología, donde estaba la Tienda de Reunión, allí estaba el hablar de Dios.
Los hijos de Israel acampaban en miles de tiendas, pero Dios hablaba únicamente en
una sola tienda, una tienda única: la Tienda de Reunión.
La única señal que distinguía a la Tienda de Reunión era que allí Dios hablaba. La
tienda y todo su mobiliario era algo que se podía copiar o reproducir, mas no el hablar
de Dios. El hablar de Dios no puede ser imitado, copiado ni reproducido. Este mismo
principio se aplica hoy en día. En la iglesia hay muchas cosas que pueden ser imitadas,
copiadas o reproducidas, pero hay una sola cosa que no se puede imitar: el hablar de
Dios. El hablar de Dios es único; dicho hablar depende exclusivamente de Dios y no
del hombre.
Supongamos que un día Aarón se molestara con Moisés, quien tomaba la delantera en
la Tienda de Reunión, y que, con la ayuda de un grupo de israelitas, hiciera otro
tabernáculo. En todo sentido el tabernáculo de Aarón era una réplica del original; los
dos tabernáculos eran idénticos en color, materiales, diseño y confección. Si usted
hubiera estado allí, ¿a cuál tabernáculo habría acudido: al que erigió Moisés o al que
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erigió Aarón? Tal vez usted diría: “Yo jamás iría al tabernáculo de Aarón, sino
únicamente al tabernáculo de Moisés”. Esta respuesta no sería la correcta. La forma
correcta de contestar esta pregunta es decir: “Yo nunca iría a un tabernáculo donde no
esté presente el hablar de Dios; únicamente iría al tabernáculo donde Dios habla. De
hecho, no acudiría a un tabernáculo, sino a recibir el hablar de Dios. Sin el hablar de
Dios, el tabernáculo carecería de todo valor”.
El tabernáculo era precioso no por el oro que contenía; de hecho, había más oro en
Egipto que en el tabernáculo. Lo que hacía al tabernáculo precioso era el hablar de
Dios. Esto mismo se aplica a la iglesia hoy. La preciosidad de la iglesia es el hablar de
Dios o, dicho de mejor manera, el Dios que habla. ¡Alabado sea el Señor porque en la
iglesia se encuentra el hablar de Dios! Este hablar es un tesoro para nosotros.
En Éxodo vemos que Dios habló desde el fuego, pero en Levítico Él habla en Su gracia.
Lo que encontramos en Levítico no es las llamas de fuego, sino la presencia de Dios
como gracia única dada a Su pueblo redimido.
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redimidos de Dios pueden tener comunión con Dios, servirle y ser el pueblo santo de
Dios que lleva una vida santa, la cual expresa a Dios. Tener comunión con Dios equivale
a celebrar banquete juntamente con Dios, disfrutar a Cristo juntamente con Dios. Esto
es posible mediante el tabernáculo, con las ofrendas y a través de los sacerdotes, todo
lo cual para nosotros hoy en día tiene que ver con Cristo. Disfrutar a Cristo juntamente
con Dios redunda en que venimos a ser el pueblo santo de Dios que lleva una vida santa.
Este vivir santo es el resultado del disfrute que tenemos de Cristo. Cuando disfrutamos
a Cristo juntamente con Dios, hay un resultado, y este resultado es un vivir santo, un
vivir en el cual todo en nuestra vida diaria es santo. Como pueblo redimido por Dios,
nosotros —mediante el tabernáculo, con las ofrendas y a través de los sacerdotes—
somos hechos aptos para tener contacto con Dios, para tener comunión con Él al
disfrutar a Cristo, para servir a Dios en Cristo y para ser un pueblo santo en Cristo que
lleva una vida santa.
V. LAS SECCIONES
El libro de Levítico se puede dividir en cinco secciones: las ordenanzas relacionadas
con las ofrendas (caps. 1—7), las ordenanzas relacionadas con el servicio (caps. 8—10),
las ordenanzas relacionadas con el vivir (caps. 11—22), las ordenanzas relacionadas con
las fiestas (cap. 23) y otras ordenanzas y advertencias (caps. 24—27).
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DOS
DEFINICIÓN GENERAL DE LAS OFRENDAS
Lectura bíblica: Lv. 1—7
En este mensaje daremos una definición general de las ofrendas.
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A. El tabernáculo es edificado y erigido,
y las ofrendas con el sacerdocio son establecidas
En Éxodo el tabernáculo es edificado y erigido. El tabernáculo no se erigió solamente
para que Dios morara en él, sino también para que nosotros moráramos en él. En
Levítico se establecen las ofrendas (caps. 1—7) con el sacerdocio (caps. 8—10).
Juan 1:29 dice que el Cristo, el tabernáculo, es también el Cordero de Dios: “¡He aquí
el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Cristo, como Cordero de Dios, es
la totalidad, la suma, de todas las ofrendas.
Por una parte, Cristo es el tabernáculo; por otra, Él es las ofrendas. En calidad de
tabernáculo, Él trajo a Dios a nosotros, y en calidad de ofrendas, Él ahora nos lleva a
todos nosotros a Dios. El hecho de que Cristo sea el tabernáculo guarda relación con la
encarnación. El hecho de que Él sea las ofrendas guarda relación con la crucifixión y la
resurrección. Cristo vino en la encarnación, y Él se fue por medio de la crucifixión y la
resurrección. Éste es el tráfico de doble sentido que trae a Dios a nosotros y que nos
lleva a todos nosotros a Dios, a fin de que Dios sea uno con nosotros y nosotros seamos
uno con Él.
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discípulos fueron introducidos en Él, en el Dios encarnado. Así pues, el tabernáculo
trae a Dios a nosotros para que experimentemos a Dios, entremos en Él, nos unamos a
Él.
Cristo como las ofrendas tiene por finalidad nuestro disfrute debido a que las ofrendas
son comestibles. Dios no es el único que puede comerlas, sino también nosotros.
Nosotros podemos disfrutar y comer a Cristo juntamente con Dios. Este disfrute mutuo
puede compararse al disfrute que se experimenta en un banquete donde nos animamos
unos a otros a disfrutar de los diferentes platillos. El disfrute mutuo que
experimentamos en un banquete es un cuadro descriptivo del disfrute que tenemos de
Cristo juntamente con Dios. Al disfrutar a Cristo en algún aspecto particular, tal vez
digamos: “Padre, quisiera que Tú también disfrutes de esta porción de Cristo”. Luego,
el Padre podría decirnos: “Hijo, quisiera que disfrutes de lo que Yo estoy disfrutando”.
Ésta es la comunión del disfrute mutuo, la comunión del co-disfrute.
La Biblia revela que el Dios creador llegó a ser hombre, el Dios-hombre, y que este
hombre llegó a ser las ofrendas: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz,
la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, la ofrenda mecida y la
ofrenda elevada. Estas ofrendas han llegado a ser nuestra comida. Esto significa que
Dios en Cristo es comestible. Dios se hizo comestible al llegar a ser las ofrendas. Al
comer nosotros estas ofrendas, el elemento divino se mezcla con la humanidad. Por
consiguiente, Cristo no es solamente nuestra morada, sino también nuestra comida
mediante la cual disfrutamos a Dios y nos mezclamos con Él.
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A diario podemos disfrutar no solamente la presencia de Dios, sino también Su
elemento, Su esencia, incluso Su sustancia comestible. Las epístolas de Pablo indican
que Cristo es comestible, pero no nos proporcionan detalles de cómo comer a Cristo.
Para conocer estos detalles, debemos acudir al libro de Levítico. El Cristo revelado en
Levítico es un Cristo al que se puede comer. Levítico no sólo nos proporciona los
“víveres”, sino también la “receta” para “cocinar” a Cristo.
Todas las ofrendas nos permiten no sólo disfrutar a Dios, sino también asimilarlo en
nuestro ser. Esta asimilación redunda en una mezcla. Debemos comprender que
estamos mezclándonos con Dios y que Dios está mezclándose con nosotros. El Señor
Jesús como Espíritu está en nuestro espíritu, y a diario Él se mezcla con nosotros. Pero
dicha mezcla depende de que nosotros comamos a Cristo, digiramos a Cristo y
asimilemos a Cristo. Además, tal vez nos sirvan una comida muy buena, pero si no la
comemos como se debe, podría causarnos indigestión. De igual manera, si no comemos
a Cristo como es debido, esto podría causarnos indigestión espiritual. En dado caso, no
asimilaríamos a Cristo. Debemos aprender a comer a Cristo, digerir a Cristo y asimilar
a Cristo. Entonces seremos nutridos, fortalecidos y nos mezclaremos con Dios.
El tabernáculo no sólo tiene como finalidad que nosotros entremos en él, sino también
que Dios more en él. El tabernáculo es Dios mismo que viene a nosotros en Cristo y por
medio de Cristo. Este tabernáculo es la morada de Dios, en la cual Dios mora en Cristo.
Esto significa que la corporificación de Dios es la morada de Dios. Dios mora en Cristo,
quien es Su corporificación.
El Cristo que es las ofrendas no sólo tiene como finalidad nuestro disfrute, sino
también el disfrute de Dios. El holocausto tiene como finalidad ser comido por Dios,
ser disfrutado por Él. El objetivo de las ofrendas no es únicamente que nosotros
disfrutemos a Dios y nos mezclemos con Él, sino también que Dios las disfrute. Por
consiguiente, Dios no solamente mora en Cristo, sino que también disfruta a Cristo.
La finalidad del tabernáculo es que Dios more en él, y la finalidad de las ofrendas es
que Dios las disfrute. ¿Significa esto que Dios mora en Sí mismo y se disfruta a Sí
mismo? La respuesta a tal pregunta guarda relación con el misterio de la Trinidad. El
Señor Jesús dijo: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (Jn. 14:10). El libro de
Hebreos revela que Cristo se presentó a Dios para satisfacción de Dios. Allí vemos el
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misterio de que Dios se hizo hombre para morir en la cruz y que luego se levantó en
resurrección por causa de Dios y de nosotros.
Las ofrendas tienen como finalidad ser disfrutadas por Dios juntamente con nosotros
en virtud de nuestro aprecio por ellas y al ser presentadas por nosotros. Si nosotros no
apreciamos al Cristo que es las ofrendas ni lo presentamos como tal, Dios no obtendrá
ningún disfrute de las ofrendas. Dios vino a nosotros en Cristo y, de este modo, llegó a
ser el tabernáculo, la morada, en beneficio Suyo. Además, Él llegó a ser todas las
ofrendas, en beneficio nuestro y Suyo. No obstante, si nosotros no apreciamos las
ofrendas ni las presentamos a Dios, Dios no obtendrá ningún disfrute de ellas.
Tal como los israelitas debían laborar en la buena tierra para luego ofrecer el producto
a Dios, de la misma manera nosotros debemos laborar en Cristo para ofrecérselo a
Dios. Laborar en Cristo es esforzarnos por disfrutarle y experimentarle. Cuanto más
disfrutemos y experimentemos a Cristo, más le apreciaremos. Luego debemos ofrecer
Cristo a Dios para Su disfrute.
Las cinco ofrendas principales tienen como objetivo que nosotros podamos tener
comunión con Dios. Los capítulos del 1 al 7 de Levítico hablan de la comunión que los
hijos de Dios tienen con Dios. Para que esta comunión pueda efectuarse son necesarias
las dádivas.
Cuando asistimos a las reuniones de la iglesia, no debemos venir con sacrificios, sino
con dádivas para Dios. Los sacrificios son para redención, para propiciación, mientras
que las dádivas son regalos que fomentan una íntima comunión entre nosotros y Dios.
Las dádivas que traemos para esta comunión deben ser el propio Cristo que hemos
experimentado. Este Cristo por el cual sentimos tanto aprecio es el que debemos
ofrecer a Dios como dádiva. Incluso la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las
transgresiones pueden ser dádivas que traemos a Dios.
Ofrecer un sacrificio por el pecado es un acto solemne. Traer una dádiva a un amigo
íntimo no es un acto solemne, sino algo dulce. Cada vez que asistamos a una reunión,
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debemos tener la dulce sensación de que venimos a presentarle a Dios preciosas e
inestimables dádivas a fin de disfrutarlas con Él. Debemos ofrecer Cristo a Dios no
meramente como sacrificios por nuestros problemas, sino también como dádivas para
que Él las disfrute y para que nosotros las disfrutemos juntamente con Él.
¿Se había dado cuenta usted alguna vez de que las reuniones de la iglesia son reuniones
en las que se cocina, reuniones donde se come? En ocasiones pasadas hemos hablado
de venir a las reuniones a comer, y en nuestras reuniones hemos cantado un breve
himno que dice: “¡A comer!” (Himnos, #228). Sin embargo, es posible que nunca nos
haya cruzado por la mente el pensamiento de que debemos cocinar. Los víveres están
listos, y los comensales también, pero ¿quiénes son los cocineros? Puedo afirmarles
con toda certeza que Dios y el Espíritu no son los cocineros, sino que los cocineros
somos nosotros. Por tanto, todos debemos aprender a cocinar.
Si examinamos los tipos contenidos en Levítico, podremos ver que Dios ciertamente
desea disfrutar a Cristo. Él desea disfrutar al Cristo que nosotros apreciamos y le
ofrecemos. Sin embargo, hasta ahora seguimos siendo demasiado viejos, tradicionales,
superficiales y religiosos. Que todos veamos que nuestro Dios desea disfrutar a Cristo.
Cristo no sólo debe ser nuestra comida, sino también la comida de Dios, la cual
nosotros le cocinamos al apreciar a Cristo y presentárselo. Todos debemos cocinar a
Cristo para que podamos alimentar a Dios con Cristo.
A. El holocausto
El holocausto es el Cristo que satisface a Dios (1:1-17; 6:8-13). El holocausto es el
alimento de Dios que le trae disfrute y satisfacción. Esta ofrenda debía ser ofrecida
diariamente, en la mañana y en la noche.
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B. La ofrenda de harina
La ofrenda de harina es el Cristo que satisface al pueblo de Dios y que éste disfruta
juntamente con Dios (2:1-16; 6:14-23). El holocausto es el alimento de Dios, y la
ofrenda de harina es nuestro alimento. Sin embargo, comemos la ofrenda de harina
juntamente con Dios. Cristo primero debe ser disfrutado absolutamente por Dios, y
luego debe ser disfrutado por nosotros a fin de que disfrutemos a Cristo juntamente
con Dios. Según Levítico 2, una parte de la ofrenda de harina es ofrecida a Dios, pero
la parte principal de esta ofrenda es para nosotros. Esto indica que Cristo es dado para
nuestro disfrute a fin de que lo disfrutemos juntamente con Dios.
C. La ofrenda de paz
La ofrenda de paz es Cristo en calidad de paz entre Dios y el pueblo de Dios, del cual
ambos disfrutan mutuamente en comunión (3:1-17; 7:11-38). El holocausto es el Cristo
que Dios disfruta, la ofrenda de harina es el Cristo que nosotros disfrutamos
juntamente con Dios, y la ofrenda de paz es Cristo en calidad de paz entre Dios y Su
pueblo. Cristo, como tal ofrenda, llega a ser el disfrute mutuo que comparten Dios y Su
pueblo. En este disfrute hay comunión.
Los tipos contenidos en los capítulos del 1 al 7 de Levítico nos muestran cuánto Cristo
es para nosotros. Estos capítulos nos muestran muchos puntos detallados acerca de
Cristo. Debemos aprender a ser precisos al experimentar a Cristo en relación con todos
estos detalles.
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F. El holocausto provee la base
para la ofrenda por el pecado
El holocausto provee la base para la ofrenda por el pecado. Cristo, como holocausto,
estaba absolutamente entregado a Dios. Si Cristo no hubiera llevado una vida de
absoluta entrega a Dios, no habría sido apto para ser nuestra ofrenda por el pecado.
Adán cayó porque no estaba absolutamente entregado a Dios. Si él hubiera llevado una
vida de absoluta entrega a Dios, no habría sido engañado. Adán fue engañado porque
no estaba absolutamente entregado a Dios. Finalmente, Cristo vino, y Él sí llevó una
vida de absoluta entrega a Dios y nunca fue engañado. Esta Persona absoluta era
perfecta y apta para ser nuestra ofrenda por el pecado a fin de hacerse cargo del pecado
en nuestra naturaleza. La entrega absoluta de Cristo a Dios lo hizo apto para ser la
ofrenda por el pecado.
El holocausto tiene como finalidad la ofrenda por el pecado. Ésta es la relación que
existe entre estas dos ofrendas. Asimismo, la ofrenda de harina tiene como finalidad la
ofrenda por las transgresiones. Ésta es la relación que existe entre estas dos ofrendas.
Si Cristo no hubiera llevado una vida de absoluta entrega a Dios, no habría podido ser
nuestra ofrenda por el pecado para hacerse cargo del pecado en nuestra naturaleza. Y
si Él no hubiera sido perfecto en Su humanidad, no habría podido ser nuestra ofrenda
por las transgresiones para quitar nuestras transgresiones. Cristo llevó una vida de
absoluta entrega a Dios y fue perfecto en Su humanidad. Por tanto, Él era apto para
poner fin a nuestro pecado y quitar nuestras transgresiones.
Debemos aplicar a nuestra vida de iglesia todos estos puntos referentes a Cristo como
las ofrendas, y cocinar a Cristo y presentárselo a Dios en las reuniones de la iglesia.
Todos debemos aprender a cocinar a Cristo detalladamente, comerlo detalladamente
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y presentarlo detalladamente. Ésta es la manera en que debemos estudiar el libro de
Levítico. No sólo debemos poseer un conocimiento doctrinal de los puntos detallados
con respecto a Cristo, sino que también debemos aprender a cocinar a Cristo, presentar
Cristo a Dios y disfrutar a Cristo juntamente con Dios en calidad de holocausto, ofrenda
de harina, ofrenda de paz, ofrenda por el pecado y ofrenda por las transgresiones. Si
hacemos esto, seremos plenamente constituidos en personas que desean entrar al
tabernáculo y moran allí para disfrutar todo el contenido del Dios Triuno.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TRES
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(1)
Lectura bíblica: Lv. 1:2-6; He. 10:5-10; 9:14
En este mensaje comenzaremos a considerar el holocausto, el cual es el Cristo que
satisface a Dios.
Los tipos más finos y detallados de Cristo se encuentran en el libro de Levítico. Sin el
capítulo 1 de Levítico, no podríamos explicar ni definir a Cristo como holocausto. Es
correcto afirmar que el holocausto es el Cristo que satisface a Dios, pero ¿cómo pudo
Cristo ser tal ofrenda? Esto no es fácil de explicar. Si queremos conocer a Cristo como
holocausto, necesitamos estudiar Levítico 1.
Sin embargo, antes de estudiar este capítulo quisiera que consideráramos primero
Hebreos 10:5-10. El versículo 5 dice: “Por lo cual, entrando en el mundo, dice:
‘Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo’”. Aquí “sacrificio y
ofrenda” se refiere al conjunto total de los distintos sacrificios y ofrendas.
Existe una diferencia entre los sacrificios y las ofrendas. Los sacrificios se ofrecen por
los pecados, y las ofrendas se ofrecen en calidad de dádivas. Si sentimos que somos
pecaminosos y que debemos ofrecerle algo a Dios, esta ofrenda por el pecado, hablando
con propiedad, es un sacrificio. En cambio, si le traemos algo a Dios no por nuestro
pecado, sino para tener comunión con Él, lo que traemos no es un sacrificio sino una
ofrenda.
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Hebreos 10:5 dice que Dios no quiso sacrificios ni ofrendas; mas bien, le preparó un
cuerpo a Cristo. Esto indica que Dios deseaba que Cristo remplazara todos los
sacrificios y ofrendas antiguotestamentarios.
Los versículos del 7 al 10 dicen además: “Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios,
para hacer Tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de Mí’. Habiendo dicho
antes: ‘Sacrificios y ofrendas y holocaustos y sacrificios por el pecado no quisiste, ni te
complacieron’ (cosas que se ofrecen según la ley), y diciendo luego: ‘He aquí que vengo
para hacer Tu voluntad’; quita lo primero, para establecer lo segundo. Por esa voluntad
hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez
para siempre”. El “rollo del libro” mencionado en el versículo 7 se refiere al Antiguo
Testamento. ¿A qué se refiere la voluntad mencionada en los versículos 7, 9 y 10, y qué
significan las palabras: “Vengo, oh Dios, para hacer Tu voluntad”? Algunos maestros
de la Biblia dicen que esto significa que todo lo que el Señor Jesús hizo y dijo se
conformaba a la voluntad de Dios. Sin embargo, esta interpretación no concuerda con
el contexto. “Esa voluntad” en el versículo 10 se refiere a la “voluntad” mencionada en
los versículos 7 y 9. En estos versículos, la voluntad de Dios consiste en quitar lo
primero, los sacrificios animales del antiguo pacto, para establecer lo segundo, el
sacrificio de Cristo del nuevo testamento. Por consiguiente, aquí la voluntad de Dios es
que Cristo viniera a reemplazar las ofrendas y sacrificios antiguotestamentarios.
Cuando Cristo vino, Dios quería que Él quitara los sacrificios antiguotestamentarios —
los sacrificios de ovejas, cabras y novillos— y estableciera los sacrificios
neotestamentarios, que son el propio Cristo.
Hebreos 10:5-10 revela además que la ofrenda principal es el holocausto. Esto también
se muestra en Levítico, donde el holocausto es mencionado primero. Si hemos de
entender qué es el holocausto, debemos considerar Hebreos 10, que nos dice que Cristo
—en calidad de holocausto— hizo la voluntad de Dios. No debemos interpretar la
palabra “voluntad” en este capítulo de manera común, natural o humana. Dios deseaba
que Cristo reemplazara todas las ofrendas y sacrificios antiguotestamentarios. A esto
se refiere la voluntad de Dios aquí, y Cristo vino a cumplirla.
No fue nada sencillo que Cristo reemplazara consigo mismo las ofrendas y los
sacrificios. ¿Cómo podía un hombre reemplazar todas las ofrendas y los sacrificios?
Consideren los requisitos que debía cumplir y la clase de persona que debía ser. La
persona que reemplazara las ofrendas y los sacrificios tenía que ser alguien
absolutamente entregado a Dios, aun en cada cosa pequeña. Todo aquel que no vive
absolutamente entregado a Dios en todas las cosas pequeñas no es apto para cumplir
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la voluntad de Dios respecto a reemplazar los viejos sacrificios y ofrendas con los
nuevos, es decir, quitar lo primero y establecer lo segundo. Quitar lo primero y
establecer lo segundo equivale a quitar el antiguo pacto y establecer el nuevo pacto. La
voluntad de Dios en Hebreos 10 consiste en reemplazar todos los sacrificios y ofrendas
antiguotestamentarios con los sacrificios y ofrendas del nuevo pacto, y para hacer esto,
uno tenía que vivir absolutamente entregado a Dios.
I. REPRESENTA A CRISTO
NO PRINCIPALMENTE COMO AQUEL
QUE REDIME AL HOMBRE DEL PECADO,
SINO COMO AQUEL QUE LLEVA UNA VIDA
PARA LA SATISFACCIÓN DE DIOS
El holocausto representa a Cristo no principalmente como Aquel que redime al hombre
del pecado, sino como Aquel que lleva una vida para Dios y para la satisfacción de Dios.
Como ofrenda por el pecado, Cristo redime al hombre de su pecado, pero como
holocausto, Él lleva una vida de absoluta entrega a Dios para Su total satisfacción.
Durante toda Su vida en la tierra, el Señor Jesús siempre llevó una vida que satisfizo
plenamente a Dios. En los cuatro Evangelios Él es presentado como Aquel que era
absolutamente uno con Dios. Sus atributos divinos se expresaron en Sus virtudes
humanas, y a veces Sus virtudes humanas se expresaron en Sus atributos divinos y con
ellos. Cuando fue confrontado, examinado e interrogado por Sus malignos y astutos
opositores —los escribas, los fariseos, los saduceos y los herodianos— durante Sus
últimos días en la tierra, en algunas ocasiones Sus virtudes humanas se expresaron por
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medio de Sus atributos divinos, y en otras ocasiones, Sus atributos divinos se
expresaron en Sus virtudes humanas.
En la vida del Señor Jesús no había ninguna mancha, defecto o imperfección. Él era
perfecto, y llevó una vida perfecta y de absoluta entrega a Dios. Él era completamente
apto para ser el holocausto. Puesto que mediante la encarnación le fue preparado un
cuerpo para que fuese el verdadero holocausto (He. 10:5-6), Él hizo la voluntad de Dios
(vs. 7-9) y fue obediente hasta la muerte (Fil. 2:8). En la cruz Él ofreció Su cuerpo a
Dios una vez para siempre (He. 10:10).
A. Conforme al aprecio
que tiene el oferente y su capacidad
El tamaño del holocausto dependía del aprecio que tuviera el oferente y de su
capacidad, y se conformaba a dicho aprecio y capacidad. Tal vez apreciemos mucho la
ofrenda, pero puede ser que no tengamos la capacidad de preparar una ofrenda grande,
un novillo, sino solamente una ofrenda pequeña, una tórtola o un palomino. Esto, por
supuesto, no significa que Cristo como holocausto sea de diferentes tamaños. En Sí
mismo, Cristo es siempre igual; no existe tal cosa como un Cristo grande, un Cristo
pequeño y un Cristo mediano. No obstante, en términos de nuestra experiencia, el
tamaño de Cristo puede variar. Conforme a nuestra experiencia, Cristo puede ser un
holocausto pequeño o mediano, pero conforme a la experiencia de Pablo, Cristo era un
holocausto grande, un novillo, ya que la experiencia que él tenía de Cristo era mucho
más grande que la nuestra, y su aprecio por Cristo y capacidad de ofrecerlo a Dios eran
mayores. Por consiguiente, en Sí mismo, Cristo es el mismo, pero conforme a nuestra
experiencia, Él puede ser de diferentes tamaños.
B. Capaz de moverse
y actuar según su propia voluntad
Todos los holocaustos mencionados en Levítico 1 eran animales vivos, capaces de
moverse y actuar según su propia voluntad. Esto indica que un holocausto tiene que
ser algo que posea vida. Una persona muerta no puede ser obediente a Dios; sólo una
persona viva puede serlo. Sin embargo, para obedecer a Dios, se requiere que ella sujete
su voluntad a la de Dios. A fin de que Cristo pudiera ser un holocausto para Dios, Él
tenía que ser una persona viviente y con una voluntad férrea, pero cuya voluntad
estuviese sujeta a la voluntad de Dios.
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La mejor manera de ser protegidos es sujetar nuestra voluntad a la voluntad de otro.
Esto se aplica especialmente a los jóvenes. La mejor forma en que un joven puede estar
protegido es que tenga una voluntad subyugada. Puesto que la voluntad del Señor
estaba sujeta a la voluntad de Dios, Él fue resguardado y protegido en Su perfección,
sin defecto alguno. Una vida capaz de conducirse y actuar por su propia voluntad es
una vida que se puede contaminar. A medida que el Señor Jesús vivió y se movió en la
tierra, Él jamás tuvo defecto alguno, pues Su voluntad siempre estuvo sujeta a la
voluntad de Dios.
D. Fuerte y joven
El holocausto debía ser un animal fuerte y joven. Esto significa que debía estar lleno de
fuerzas y lozanía, sin ninguna señal de debilidad ni vejez. En Levítico 1 el macho
representa fuerzas, y el hecho de que fuese joven representa lozanía. En un sentido
espiritual, Cristo era macho, lleno de fuerzas, y también era joven, lleno de lozanía. Él
era fuerte y lozano. Aunque Cristo es longevo, Él nunca envejece. Él es siempre fuerte
y lozano. En Él no hay debilidad ni vejez.
E. Sin defecto
El holocausto tenía que ser sin defecto. Esto significa que no podía tener ninguna tacha
ni mancha. Como holocausto, Cristo no tiene defecto ni mancha alguna (1 P. 1:19; He.
9:14).
IV. EL OFERENTE
Levítico 1:4-6 también habla del oferente.
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A. Pone su mano sobre la ofrenda
Levítico 1:4 dice del oferente: “Pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, el cual
será aceptado a favor suyo para hacer expiación por él”. El oferente no sólo debía traer
la ofrenda, sino también poner su mano sobre ella.
Al poner nuestras manos en Cristo como nuestro holocausto, somos unidos a Él.
Nosotros y Él, Él y nosotros, llegamos a ser uno. Tal unión, tal identificación, indica
que todas nuestras debilidades, deficiencias, faltas y defectos son llevados por Él y que
todas Sus virtudes llegan a ser nuestras. Esto no es un intercambio, sino una unión.
Tal vez nos percatemos de que no somos aptos y de que somos un caso perdido; ésta es
nuestra verdadera condición. Pero cuando ponemos nuestras manos sobre Cristo,
nuestros defectos son llevados por Él, y Sus cualidades, Sus virtudes, llegan a ser
nuestras. Además, en un sentido espiritual, en virtud de tal unión Él se hace uno con
nosotros y vive en nosotros. Y al vivir en nosotros, Él repite en nosotros la vida que
llevó en la tierra, la vida de holocausto. En nosotros mismos no podemos llevar esta
clase de vida, pero Él sí puede vivirla en nosotros. Al poner nuestras manos sobre Él,
le hacemos uno con nosotros y nos hacemos uno con Él. De esta manera, Él repite en
nosotros la misma vida que Él llevó. Esto es lo que significa ofrecer el holocausto.
Anteriormente teníamos problemas con Dios, y Dios tenía problemas con nosotros.
Pero Cristo hizo propiciación por nuestra situación ante Dios y se ocupó de todos estos
problemas. Ahora simplemente necesitamos poner nuestras manos sobre Él. Una vez
que pongamos nuestras manos sobre Cristo, los problemas que existan entre nosotros
y Dios y entre Dios y nosotros, quedarán resueltos. Por consiguiente, la imposición de
nuestras manos sobre el holocausto también tiene como finalidad hacer propiciación.
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B. Degüella la ofrenda delante de Jehová
“Degollará el novillo delante de Jehová; y los hijos de Aarón, los sacerdotes,
presentarán la sangre, y la rociarán sobre el altar y alrededor del mismo, el cual está a
la entrada de la Tienda de Reunión” (v. 5). La ofrenda era degollada para que la sangre
fuese derramada y así hubiera perdón. La sangre era rociada sobre el altar y alrededor
del mismo a fin de que Dios aceptara la ofrenda incinerada sobre el altar.
1. Desuella la ofrenda
La piel del holocausto es la expresión externa de su belleza. Por tanto, desollar tal
ofrenda es despojarla de su expresión externa. La acción de desollar el holocausto
indica que Cristo estuvo dispuesto a permitir que se le despojara de la manifestación
externa de Sus virtudes. Cuando Cristo fue crucificado, le despojaron de Su ropa. Esto
indica que Él fue “desollado”.
Si Cristo no fuese nuestro holocausto, nosotros tendríamos que sufrir la muerte, ser
desollados y ser cortados en trozos. Debemos tener esto presente cada vez que
ofrezcamos Cristo a Dios como holocausto. También debemos tener presente que Él
fue inmolado, despojado de Su expresión externa y cortado en trozos. Todos estos
sufrimientos eran necesarios para que Cristo hiciera la voluntad de Dios. Cristo hizo la
voluntad de Dios al ir a la cruz para ser inmolado, desollado y cortado en trozos.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUATRO
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EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(2)
Lectura bíblica: Lv. 1:2-6
El holocausto es el Cristo que lleva una vida de absoluta entrega a Dios para Su
satisfacción. En este mensaje, basándonos en el texto de Levítico 1, veremos cómo
ofrecer a Cristo en calidad de holocausto.
Levítico 1—7 no nos proporciona detalles respecto a lo que Cristo es como las ofrendas;
más bien, estos capítulos nos muestran la manera en que podemos ofrecer a Cristo.
Aunque Levítico 1—7 nos dice que Cristo es el holocausto, la ofrenda de harina, la
ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones, en realidad
estos capítulos no nos dicen cómo Cristo es dichas ofrendas, sino que presentan cómo
ofrecer a Cristo en calidad de ofrenda. Levítico 1—7 no habla de todo lo que Cristo es
como las ofrendas. Por ejemplo, Levítico 1 no presenta todo lo que Cristo es como
holocausto, sino que presenta la manera de ofrecer a Cristo como holocausto. Si estos
capítulos únicamente nos hablaran de todo lo que Cristo es como las ofrendas,
entonces sólo nos enseñarían doctrinas objetivas. Sin embargo, estos capítulos no
contienen meras enseñanzas objetivas, sino que nos revelan las experiencias subjetivas
que podemos tener de Cristo. El capítulo 1 no nos enseña todo lo que Cristo es como
holocausto, sino cómo podemos experimentar a Cristo y cómo podemos presentar a
Dios nuestra experiencia de Cristo. Esto guarda relación por completo no con la
doctrina, sino con la experiencia.
En Levítico 1 vemos a Cristo en calidad de holocausto primero como un novillo (v. 5),
en segundo lugar, como una oveja o una cabra (v. 10), y finalmente, como una tórtola
o un palomino (v. 14). Cuando yo era joven, esto me inquietaba mucho, pues me
preguntaba cómo podíamos tener a un Cristo de distintos tamaños. Por supuesto, en
Sí mismo y en Su totalidad Cristo tiene un solo tamaño. El tamaño de Cristo es
universal; Sus dimensiones son la anchura, la longitud, la altura y la profundidad (Ef.
3:18). Ni siquiera un novillo puede representar a Cristo en Su grandeza universal, en
Sus dimensiones.
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supongamos que el apóstol Pablo estuviera presente en la reunión y también ofreciera
Cristo a Dios como holocausto. A los ojos de Dios, la ofrenda de Pablo tal vez sería
comparable a un novillo. Luego, supongamos que en la misma reunión otro creyente,
quien ha estado en el Señor durante quince años y ha tenido muchas experiencias con
el Señor, ofrece a Cristo como su holocausto. Quizás a los ojos de Dios esa ofrenda sería
semejante a un cordero. Así pues, en la misma reunión veríamos a Cristo como
holocausto en tres tamaños. Por supuesto, esto no significa que Cristo en realidad sea
de diferentes tamaños. En Sí mismo Cristo tiene un solo tamaño. La diferencia, por
tanto, no radica en lo que Él es, sino en lo que nosotros experimentamos.
Al leer Levítico 1 debemos tener presente que este capítulo no nos enseña respecto al
verdadero tamaño de Cristo en Su totalidad; más bien, este capítulo nos enseña acerca
del Cristo que nosotros experimentamos. Cristo es eternamente grande, pero en
términos de nuestra experiencia, Él quizás sea del tamaño de un palomino. Después de
algunos años, tal vez podríamos ofrecer a Cristo como cordero; y si continuamos
creciendo, con el tiempo podríamos ofrecer como holocausto a un Cristo semejante al
que ofreció Pablo: un novillo. Esto guarda relación con la experiencia, no con la
doctrina. El hecho de que en Levítico 1 el holocausto sea de distintos tamaños indica
que este capítulo no enseña algo relacionado con la doctrina, sino con la experiencia.
Supongamos que un israelita que ha heredado una porción de la buena tierra es una
persona indisciplinada y perezosa, que no labra la tierra, ni siembra semilla en ella ni
la riega. Cuando llegue el tiempo de la cosecha, esa persona no tendrá nada que segar.
Como resultado, no tendría nada que llevar a la fiesta; él se presentaría con las manos
vacías. Al igual que las vírgenes insensatas de Mateo 25, las cuales quisieron que las
vírgenes prudentes les prestaran de su aceite, este israelita perezoso procuraría pedir
algo prestado o comprar algo de otros para ofrecerlo a Dios.
Hoy en día muchos santos son así. Son indisciplinados y perezosos y no laboran sobre
Cristo, en Cristo, con Cristo y para Cristo. Sin embargo, Pablo era diferente. Él declaró
que trabajaba, luchaba (Col. 1:28-29), laboraba (1 Co. 15:10), y aun combatía por causa
de Cristo. Pablo era una persona muy activa; él trabajó más que todos los demás
apóstoles, pero no él, sino la gracia de Dios que estaba con él. Al igual que Pablo,
debemos laborar en Cristo a fin de obtener algo de Cristo que presentarle a Dios.
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Por supuesto, en nosotros mismos y por nosotros mismos no somos nada ni podemos
hacer nada. Ciertamente tenemos que depender de la lluvia del cielo. Supongamos que
los cielos enviaran lluvia, pero que nosotros no laboráramos. ¿Qué sucedería? No
segaríamos nada de Cristo y, por ende, no tendríamos nada de Cristo que presentarle
a Dios. Debemos laborar en Cristo para poder presentarle algo de Cristo a Dios. Esto
no guarda relación con la doctrina de Cristo como holocausto, sino con la experiencia
de presentarle Cristo a Dios.
EL HOLOCAUSTO ES DEGOLLADO
La manera en que se ofrecía el holocausto es una demostración de nuestra experiencia
de Cristo; es una demostración de cómo hemos experimentado la experiencia de Cristo.
La manera en que se presenta la ofrenda es, por tanto, una demostración de la
experiencia que hemos tenido de la experiencia de Cristo y también de la manera en
que hemos experimentado esa experiencia de Cristo.
“Degollará el novillo delante de Jehová” (Lv. 1:5a). Esto indica que Cristo, como
holocausto, fue degollado. Ser degollado es una experiencia personal que Cristo tuvo
en la tierra. Como personas que aman a Cristo y desean tomar a Cristo como
holocausto, debemos experimentar Su degollación. ¿Ha sido usted degollado alguna
vez? ¿Ha experimentado alguna vez la degollación de Cristo? ¿Alguna vez ha hecho
suya la experiencia de la degollación de Cristo? Debemos hacer nuestra la experiencia
que tuvo Cristo al ser degollado.
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Si experimentamos la degollación de Cristo, vendremos a la mesa del Señor y le
alabaremos, quizás con lágrimas, diciendo: “Señor, gracias por darme la oportunidad
de experimentar Tu degollación. ¡Cuán dulce fue el ser uno contigo al ser llevado al
matadero!”. En esto consiste ofrecer a Dios el Cristo que es nuestro holocausto. Esto
también es una demostración de cómo hemos experimentado a Cristo en Su
experiencia de ser degollado.
Si todos los que estamos en las iglesias tenemos esta experiencia, no habrá riñas ni
contiendas entre nosotros, sino que únicamente experimentaremos el ser llevados al
matadero. En la mesa del Señor se ofrecerán muchas alabanzas al Señor, quizás con
lágrimas, por las oportunidades que Él nos haya dado para experimentar la degollación
de Cristo.
A veces argumentamos con los hermanos o con nuestro cónyuge. Cada vez que
hacemos esto, nos alejamos de la cruz. Argumentar no es otra cosa que alejarnos para
no ser degollados. Si hacemos esto, no podremos ofrecerle alabanzas al Señor en Su
mesa. Todo cuanto digamos en nuestra oración o alabanza será vacío debido a que no
hemos experimentado verdaderamente a Cristo en Sus sufrimientos. Por consiguiente,
no tendremos holocausto que ofrecer. En tales circunstancias, no estaremos viviendo
absolutamente entregados a Dios ni estaremos tomando a Cristo como nuestro
holocausto para experimentar lo que Él experimentó al ser degollado. Es por ello que
en la mesa del Señor acostumbramos cantar los mismos cánticos y ofrecer las mismas
oraciones y alabanzas de una manera repetida, común y rutinaria, sin experimentar
verdaderamente lo que es apreciar y ofrecer al Cristo que hemos experimentado.
EL HOLOCAUSTO ES DESOLLADO
La primera parte de 1:6 dice: “Desollará el holocausto”. Que el holocausto fuese
desollado significa que Cristo estuvo dispuesto a ser despojado de la manifestación
externa de Sus virtudes. En los cuatro Evangelios vemos que Cristo fue difamado,
despojado de la belleza de Sus virtudes. Por ejemplo, algunos decían: “¿No decimos
bien nosotros, que Tú eres samaritano, y que tienes demonio?” (Jn. 8:48). Otros decían
de Él: “Demonio tiene, y está loco; ¿por qué le oís?” (10:20). Esto indica que el Señor
Jesús, en calidad de holocausto, fue “desollado”.
Pablo también experimentó esta desolladura. Él fue desollado por los corintios,
quienes lo acusaron de enviarles a Tito con el propósito de obtener dinero de ellos.
Pablo se refirió a esta acusación en 2 Corintios 12:16-18. “Pero, “¡así sea! Yo no os he
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sido carga, sino que, según algunos de vosotros dicen, como soy astuto, os prendí por
engaño, ¿acaso he tomado ventaja de vosotros por alguno de los que os he enviado?
Rogué a Tito, y envié con él al hermano. ¿Acaso se aprovechó de vosotros Tito? ¿No
hemos procedido con el mismo espíritu y en las mismas pisadas?”. Algunos de los
corintios acusaron a Pablo de ser astuto. Dijeron que él era astuto para obtener
ganancia, que aseguraba su provecho enviando a Tito con el fin de que éste recibiera la
colecta para los santos pobres. El versículo 15 expresa la verdadera actitud de Pablo:
“Yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor
de vuestras almas. Si amándoos más abundantemente, ¿seré yo amado menos?”. Él
estaba dispuesto a gastarse completamente por amor de ellos; con todo, lo acusaron de
engañarlos y de usar a Tito con el fin de robarles dinero. ¿No es esto una desolladura?
En 2 Corintios 6:3-13 Pablo enumera muchas señales que demuestran que él era un
siervo, un ministro, de Dios. El versículo 8 dice: “A través de gloria y de deshonra, de
mala fama y de buena fama”. Quizás nos resulte difícil creer que la propagación de
rumores malignos en cuanto a Pablo fuera señal de su apostolado. Estos rumores
demostraban que Pablo era un siervo de Dios. Un rumor maligno es una manera de
desollar a alguien, de despojarlo de su belleza externa.
A nadie le gusta ser desollado. En los años que llevo en la vida de iglesia, muchos se
han acercado a mí para pedirme que les volviera a “pegar la piel” que les fue quitada.
Si su cónyuge lo desollara a usted, ¿no haría todo lo posible por volverse a “pegar la
piel”? ¿No intentaría restaurar su buena fama, es decir, recobrar la expresión externa
de sus virtudes?
Supongamos que usted intentara volverse a pegar la piel que le fue quitada. Al venir a
la mesa del Señor, ¿podría alabar al Señor por ayudarle a recobrar la piel desollada?
No creo que nadie pudiera ofrecer tal alabanza al Señor.
Sin embargo, supongamos que en la vida familiar y en la vida de iglesia usted pasa por
muchas experiencias en las que es desollado. En este caso podría declarar: “Señor, he
tenido la misma experiencia que Tú tuviste al ser desollado. Deseo seguirte y por eso
acepto ser desollado, despojado, difamado, calumniado, así como Tú lo aceptaste.
Señor, lo que yo he experimentado es lo mismo que Tú experimentaste al ser
desollado”. Si usted es una persona con esta clase de experiencia, la alabanza que usted
ofrezca en la mesa del Señor, aunque sea breve, conmoverá profundamente a todos en
la reunión. Esto es lo que significa presentar a Cristo como holocausto de una manera
auténtica, sincera y honesta.
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permanecer enteros, completos, perfectos. Cada vez que insistimos en que tenemos la
razón y en que los demás están equivocados, estamos resistiéndonos a ser cortados en
trozos. Cuando se nos acusa de haber hecho algo malo, somos cortados en trozos. En
la mayoría de las contiendas que suceden entre los cónyuges, uno le dice al otro que
está equivocado, y luego el otro argumenta diciendo que el primero es quien está
equivocado.
Lo mismo sucede en la vida de iglesia. Una hermana tal vez se queje de que en la vida
de iglesia otros se comportan de manera injusta. Al venir a la reunión, ella quizás mire
a algún santo y piense que este santo no la ha tratado como es justo. Por otra parte, es
posible que este santo también piense lo mismo de ella. El resultado será un conflicto
interno. ¿Quién, entonces, está actuando de manera justa y quién no? El que actúa de
manera justa es aquel que está dispuesto a ser puesto en la cruz para ser crucificado.
Lo único que puede solucionar los problemas que surgen entre cónyuges y entre los
santos es el perdón. ¿Sabe usted lo que es perdonar? Perdonar equivale a olvidar. Si
usted llegara a ofender a algunos de los santos que están en la vida de iglesia, es posible
que no lo perdonen por el resto de sus vidas. Esta renuencia a perdonar afecta las
alabanzas que se ofrecen en la mesa del Señor. Si los santos tienen quejas unos de otros,
será difícil que la reunión de la mesa del Señor sea viviente y elevada.
Nosotros preferimos protegernos antes que estar dispuestos a ser cortados en trozos.
Durante la vida que Cristo llevó en la tierra, Él fue cortado en trozos continuamente, y
nosotros debemos experimentar lo mismo. En nuestra vida matrimonial y en nuestra
vida de iglesia, debemos seguir los pasos del Señor en virtud de Su vida que está en
nosotros. Su vida no es una vida contenciosa. Su vida es una vida que está dispuesta a
experimentar el sufrimiento de ser cortado. Si experimentamos esto, podremos
presentarle a Dios el Cristo que hemos experimentado.
A menudo hemos hablado de laborar en Cristo para tener algo de Cristo que exhibir en
las reuniones. Laborar en Cristo incluye estar dispuestos a ser cortados en trozos al
igual que Él. Si laboramos en Cristo de esta manera, el producto que ofrezcamos a Dios
será el Cristo que fue cortado en trozos.
EL HOLOCAUSTO ES LAVADO
El holocausto era lavado con agua por el oferente. “Lavará con agua las partes internas
y las piernas” (v. 9; cfr. 13a). Ciertamente esto no significa que Cristo, nuestro
holocausto, estuviera sucio. Cuando el Señor Jesús vivió y anduvo en la tierra, el
Espíritu que estaba en Él continuamente lo guardaba, lo protegía, lo resguardaba, a fin
de que no se ensuciara. En nuestro andar diario necesitamos tener esta misma
experiencia. Necesitamos experimentar lo mismo que Cristo experimentó al ser
limpiado, lavado, por el Espíritu Santo. Podemos experimentar esto debido a que Su
Espíritu que limpia está en nosotros y nos lava día tras día para guardarnos de
ensuciarnos con el polvo terrenal.
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AROMA QUE SATISFACE A JEHOVÁ
Después de ser degollado, desollado, cortado en trozos y lavado, el holocausto era
incinerado sobre el altar. “El sacerdote lo quemará todo sobre el altar; holocausto es,
ofrenda por fuego, aroma que satisface a Jehová” (v. 9). Las palabras hebreas
traducidas “aroma que satisface” significan literalmente “aroma que proporciona
descanso o satisfacción”, esto es, aroma que proporciona satisfacción a la Deidad, a la
cual se le ofrece, y que, por tanto, es recibida con agrado. Esta frase era un expresión
técnica que se usaba para denotar el humo fragante que se eleva de un sacrificio
encendido (S. R. Driver). En este versículo, la palabra quemará indica que la ofrenda
no se consumía rápidamente, sino lentamente. Al consumirse de esta manera,
desprendía un olor grato, un aroma que proporcionaba satisfacción, paz y descanso.
Este aroma que satisface es un disfrute para Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCO
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(3)
Lectura bíblica: Lv. 1:5-17
En este mensaje consideraremos la manera de ofrecer el holocausto. Abordaremos este
asunto desde el ángulo de la experiencia.
V. LA MANERA DE OFRECER
En cuanto a la manera de ofrecer el holocausto según se revela en Levítico 1, hay varios
puntos difíciles de entender. Uno de ellos tiene que ver con los sacerdotes, quienes son
los siervos.
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A. Por el sacerdote
En Levítico 1 a menudo leemos las palabras “los hijos de Aarón, los sacerdotes” (vs. 5,
7, 8, 11). Varios versículos hablan simplemente de “el sacerdote” (vs. 9, 12, 13, 15, 17).
Aquí los sacerdotes pertenecen a tres categorías: Aarón, los hijos de Aarón y un
sacerdote en particular, especialmente designado para el servicio. Como lo indica el
libro de Hebreos, Aarón es un tipo de Cristo. Los hijos de Aarón tipifican a los
creyentes. En este capítulo no vemos ninguna acción realizada por Aarón; en vez de
ello, con relación al ofrecimiento del holocausto, aquí se nos habla del servicio de los
hijos de Aarón o del servicio de un sacerdote en particular. Cada vez que alguien
presentaba un holocausto a Dios, los sacerdotes que servían ayudaban al oferente.
La tercera clase de holocausto —las tórtolas y los palominos— se ofrecía de una manera
muy distinta. Con relación a las primeras dos clases de holocausto, el sacerdote no
hacía nada con la ofrenda, excepto rociar la sangre sobre el altar y disponer las piezas
de la ofrenda sobre el fuego. El oferente era quien degollaba la ofrenda, la desollaba, la
cortaba en trozos y la lavaba. Podríamos decir que el oferente era el “cocinero” y que
los sacerdotes eran simplemente los “meseros”. Sin embargo, en el caso de las ofrendas
pertenecientes a la tercera clase de holocausto, el oferente se limitaba a traer la ofrenda
a la Tienda de Reunión, y el sacerdote era quien hacía todo lo demás. El sacerdote
llevaba la ofrenda al altar, la desnucaba, le quitaba el buche, la hendía por las alas y la
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quemaba sobre el altar (vs. 14-17). Esto ciertamente es diferente de lo que se hacía con
las ofrendas de las primeras dos clases, donde casi todo lo hacía el oferente, y no el
sacerdote.
Debemos ver que según Levítico 1, la manera en que se ofrece el holocausto es muy
particular y peculiar. Esta manera de proceder difiere según nuestra edad espiritual y
capacidad espiritual. Por tanto, en este mensaje mi carga consiste en hacerles ver que
la manera en que ofrezcamos Cristo a Dios como holocausto dependerá totalmente de
la aprehensión que tengamos de Cristo así como de nuestro entendimiento y aprecio
por Él.
En términos espirituales, quien ofrece al Cristo tipificado por las tórtolas o los
palominos tiene un entendimiento, aprehensión y aprecio limitados de Cristo. Tal
persona es joven en la vida espiritual y, por ende, carece de madurez. No tiene mucha
capacidad para sentir aprecio por Cristo. A diferencia de la gente del mundo, que no
conoce ni siente aprecio por Cristo en absoluto, un nuevo creyente ha empezado a
sentir aprecio por Cristo. Sin embargo, él todavía no está capacitado para degollar su
holocausto, desollarlo, cortarlo en trozos ni lavarlo. Lo único que puede hacer es
presentar a Cristo como un holocausto muy pequeño.
El aprecio que siente un creyente por Cristo y la manera en que lo ofrece podrían ser
muy naturales. Por ejemplo, algunos creyentes quizás sientan aprecio por el Cristo
presentado en los cuatro Evangelios, pero dicho aprecio podría ser natural. Además,
su amor por el Señor Jesús podría ser solamente según el entendimiento natural. Yo
era así después de que fui salvo y empecé a amar al Señor. La manera en que ofrecía
Cristo a Dios también era, en gran medida, muy natural. Sin embargo, a través de los
años mi entendimiento y aprehensión de Cristo, así como el aprecio que siento por Él
y la manera en que lo ofrezco, ha cambiado.
Los que ofrecen a Cristo como novillo sienten aprecio por Cristo de manera profunda
y detallada. Pero los que ofrecen a Cristo como tórtola no tienen tal aprecio profundo
y detallado. Además, la manera en que ellos ofrecen a Cristo como holocausto es
natural.
Los sacerdotes del Antiguo Testamento sabían que para que una tórtola fuese aceptada
como holocausto, ésta tenía que pasar por un proceso. El sacerdote tenía que matar el
ave, quitarle el buche y las plumas y hendirla por las alas. Quitarle el buche y las plumas
equivalía a quitarle lo impuro. El sacerdote se encargaba de todo lo requerido para
procesar la ofrenda. Esto significa que ofrecer a Cristo como tórtola es ofrecer a un
Cristo que no ha sido procesado por el oferente; esto es presentar a Cristo de una
manera natural. Por consiguiente, cuando alguien ofrece a Cristo como tórtola, la
ofrenda debe ser procesada por una persona distinta al oferente. Sin embargo, el que
ofrece a Cristo como novillo o como cordero, presenta a Cristo de una manera
procesada, y no de manera natural.
34
Todas las ofrendas eran presentadas en la Tienda de Reunión. Puesto que la Tienda de
Reunión tipifica a la iglesia, ofrecer el holocausto en la Tienda de Reunión tipifica
ofrecer Cristo a Dios en las reuniones de la iglesia.
Como hemos dicho, el tamaño de la ofrenda que ofrece el creyente así como la manera
en que la presenta dependen de su madurez, capacidad y destreza espirituales. Hay
santos que ofrecen a Cristo como holocausto de una manera que no es natural y no
presentan una ofrenda entera, sino procesada. Estos santos, que son maduros y ricos
en cuanto a entender, aprehender y apreciar a Cristo, han tenido experiencias muy
profundas de Él. Ellos han tenido las experiencias representadas por las distintas
partes del holocausto: la cabeza, la grosura, las partes internas y las piernas.
Experimentar la cabeza de Cristo equivale a experimentar Su entendimiento, sabiduría
y prudencia. Experimentar las partes internas de Cristo equivale a experimentar Su
sensibilidad, Su afecto, Sus sentimientos, Sus pensamientos, Su voluntad, Sus
intenciones y Sus propósitos. El holocausto presentado por dichos santos es una
ofrenda que ha sido cortada en trozos. Esto indica que ellos experimentan a Cristo de
modo detallado y que la manera en que ofrecen Cristo a Dios como holocausto no es
nada natural.
Poco a poco, los santos de mayor madurez experimentan a Cristo de modo detallado
conforme a cada uno de los aspectos de Cristo. Ellos han llegado a comprender que el
Señor Jesús llevó una vida en la que Sus partes internas fueron purificadas por el
Espíritu. Esto es tipificado en Levítico 1 por el agua. Estos santos también han
experimentado el andar que Cristo tuvo en la tierra, un andar en el cual el Espíritu
continuamente lo conservó limpio y puro en Sus acciones externas. En su experiencia
diaria, ellos sienten aprecio por Cristo como Aquel que continuamente fue lavado
interna y externamente, no porque fuera impuro, sino con el propósito de ser guardado
en Su limpieza y pureza. Éste es el Cristo que ellos aprehenden, entienden y aprecian,
y éste es el Cristo que ellos ofrecen a Dios.
35
ofrenda, es decir, después que la desnucaba, la hendía por las alas y le quitaba el buche
y las plumas, la ofrenda ya no era natural, sino que había sido procesada.
En la reunión quizás un nuevo creyente ofrezca, de manera natural, a Cristo como dos
aves. El Cristo que él presenta podría entonces ser procesado por las oraciones y los
testimonios de otros santos. A medida que este nuevo creyente escuche tales oraciones
y testimonios, tal vez caiga en cuenta de que su manera de presentar a Cristo era
natural y no había sido procesada; no obstante, algunos de los sacerdotes procesaron
la ofrenda a favor de él. Por consiguiente, los sacerdotes son los santos que, en las
reuniones de la iglesia, procesan un holocausto que ha sido presentado de manera
natural.
Todos debemos ver que la diferencia en las clases de holocaustos no radica solamente
en su tamaño, sino también en la manera de ser ofrecidos. En la vida de iglesia, los que
son jóvenes presentan a un Cristo muy pequeño en tamaño, y además lo presentan de
una manera natural, es decir, lo ofrecen sin procesarlo. Los que tienen más madurez y
experiencia no sólo presentan a un Cristo de mayor tamaño, sino que presentan a
Cristo absolutamente de una manera procesada. Por ejemplo, ellos lavan con agua las
partes internas y las piernas de su holocausto, lo cual indica que ellos han
experimentado a Cristo en el aspecto de que Él fue conservado limpio por el poder del
Espíritu Santo.
36
Los santos maduros experimentan a Cristo de manera detallada. Ellos entienden los
pensamientos, los sentimientos y las decisiones de Cristo. Los que experimentan a
Cristo de esta manera sentirán aprecio por los detalles acerca de la vida del Señor
descritos en los cuatro Evangelios. En la experiencia de ellos, Cristo ha sido cortado en
trozos, por lo cual sienten aprecio por Cristo de una manera fina y detallada. No
experimentan de manera externa a un Cristo entero, sino que, al cortar a Cristo en
trozos, ellos penetran en las profundidades de Su ser. Puedo testificar que hace muchos
años no experimenté a Cristo de manera tan detallada como lo experimento hoy.
Ahora, cuando ofrezco Cristo a Dios como holocausto, presento a un Cristo que ha sido
cortado en trozos.
Los que ofrecen a Cristo como aves de una manera natural necesitan que los santos de
más edad, en calidad de sacerdotes, les ayuden a procesar su ofrenda. Sin embargo, es
posible que si los santos de más edad procesan la ofrenda presentada por un santo
joven, éste se ofenda. Quizás a él le moleste el hecho de que desnuquen su ofrenda y le
quiten el buche y las plumas. Por ejemplo, supongamos que en la reunión un hermano
joven testifique de la mansedumbre del Señor, declarando que Él siempre es manso;
más tarde, un hermano de más experiencia podría citar los casos en los que el Señor
purificó el templo y reprendió a los fariseos, con lo cual resalte el hecho de que algunas
veces el Señor Jesús no fue manso. Al oír esto, el hermano joven tal vez sienta que el
hermano de más experiencia desnucó su ofrenda, una ofrenda que él había presentado
entera y sin haberla procesado.
Quisiera pedirles a los que llevan muchos años en la vida de iglesia que recuerden sus
experiencias de cuando presentaban a Cristo en las reuniones de la iglesia. Lo que
ustedes ofrecieron mediante su oración y su testimonio, ¿no fue en gran medida
procesado por los sacerdotes? Es posible que tales ofrendas en su mayor parte hayan
sido “despedazadas”. Quizás hubo momentos en los que usted dijo: “Nunca volveré a
ofrecer algo de esa manera”. Con el tiempo usted llegó a ser no sólo un oferente, sino
también un sacerdote que ayuda a procesar las ofrendas de otros santos.
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en día, por la misericordia del Señor, la manera en que presento a Cristo por medio de
mi enseñanza y predicación ya no es, en gran medida, natural.
Mi punto es que la manera en que ofrezcamos a Cristo como holocausto varía según el
entendimiento, aprehensión, aprecio y experiencia que tengamos de Él. A medida que
obtengamos un mejor entendimiento, aprehensión, aprecio y experiencia de Cristo,
también mejorará la manera en que lo ofrezcamos. Con el tiempo, todo lo natural —
especialmente cualquier concepto natural— relacionado con la manera en que
ofrecemos a Cristo será eliminado. Si todavía ofrecemos a Cristo como dos aves,
necesitaremos que los santos más experimentados procesen nuestra ofrenda. Pero
cuando tengamos más experiencia y madurez, no necesitaremos más esta clase de
ayuda por parte de los sacerdotes que sirven. ¡Que todos podamos adentrarnos en las
profundidades del ser de Cristo y experimentarle de una manera profunda, fina y
detallada!
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SEIS
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(4)
Lectura bíblica: Lv. 1:5-17; 6:10-11; 7:8
Lo más crucial que debemos interpretar y entender acerca del holocausto es la
diferencia que existe en la manera en que éste era ofrecido. Por muchos años los
maestros de la Biblia han resaltado la diferencia que había en el tamaño de la ofrenda:
el novillo era la ofrenda más grande; el cordero o la cabra le seguía en tamaño; y un par
de aves era la ofrenda más pequeña. Es fácil ver que hay una diferencia en tamaño,
pero no es fácil percatarnos de la diferencia en la manera en que estas ofrendas eran
ofrecidas, pese a que ello se describe claramente en Levítico 1. Aun si viéramos las
diferentes maneras en que se ofrecía el holocausto, probablemente nos resultaría difícil
comprender la importancia de esta diferencia.
Para entender el significado del holocausto debemos comprender que cada vez que
presentamos un holocausto, repasamos la experiencia que hemos tenido en nuestra
vida cotidiana. Puesto que el holocausto, en un sentido subjetivo, está totalmente
relacionado con nuestra vida diaria, con nuestro andar diario, presentar el holocausto
equivale a hacer una demostración, una exhibición, de nuestra experiencia cotidiana.
Si a diario y a cada hora llevamos una vida en la que experimentamos a Cristo,
38
tendremos entonces a Cristo como nuestro holocausto, el cual podremos ofrecer a Dios.
Sin embargo, si no experimentamos a Cristo en nuestro andar diario, no podremos
tenerlo a Él como nuestro holocausto y, en tal caso, únicamente podremos ofrecerlo
como ofrenda por las transgresiones. El punto aquí es que no podremos ofrecer a Cristo
como holocausto si no vivimos a Cristo ni le experimentamos en nuestro andar diario.
El hermano que experimenta a Cristo como novillo vive a Cristo en todo momento, en
todo aspecto y en su relación con todos. Al vivir a Cristo, él primeramente experimenta
la crucifixión de Cristo; él experimenta la degollación de Cristo en la cruz. Esto es
experimentar verdaderamente la muerte de Cristo, la verdadera experiencia de ser
conformados a la muerte de Cristo (Fil. 3:10). Este hermano experimenta la muerte de
Cristo en la relación con sus padres, con su esposa y con sus hijos. En su vida diaria, él
es verdaderamente conformado a la muerte de Cristo.
Además, a medida que este hermano sea conformado a la muerte de Cristo, también
será cortado en trozos. Esto significa que él experimentará lo mismo que Cristo
experimentó cuando fue cortado en trozos. Este tipo de experiencia quizás sea lo
contrario de lo que esperamos. Tal vez pensemos que cuanto más amemos al Señor y
temamos a Dios, más bendiciones recibiremos. Consideremos el caso de Juan el
Bautista, el precursor del Señor Jesús. En lugar de recibir bendiciones, Juan fue
encarcelado y decapitado. Consideremos también el caso del propio Señor Jesús.
¿Cuánta bendición recibió Él? ¿Acaso no fue cortado en trozos? Los Evangelios revelan
que, en lo referente a Su humanidad, el Señor Jesús fue cortado en trozos en todo
sentido. Ni un solo aspecto de Su vida humana quedó entero; al contrario, todo aspecto
de Su vida humana fue cortado en trozos. Por tanto, el Señor Jesús es el ejemplo único
de uno que fue cortado en trozos en todo sentido.
Ser cortado en trozos también será la experiencia de los que siguen al Señor Jesús hoy
en día. Por eso Pablo dice: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la
comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte” (Fil. 3:10). Llevar una
vida en la que somos conformados a la muerte de Cristo requiere el poder de Su
39
resurrección, pues a medida que experimentemos el ser conformados a la muerte de
Cristo, seremos cortados en trozos. Todo nuestro ser y toda nuestra vida serán cortados
en trozos. El hermano que experimenta a Cristo como novillo tiene la experiencia de
ser cortado en trozos.
A medida que dicho hermano lleve una vida en la que es conformado a la muerte de
Cristo y es cortado en trozos, comprenderá que ciertamente necesita sabiduría. Una
persona insensata no puede llevar una vida que concuerde con la experiencia de la vida
de Cristo. Para llevar tal vida se requiere la sabiduría más elevada. La sabiduría
humana no es lo suficientemente adecuada; de nada sirve. Esta clase de vida requiere
la misma sabiduría con la cual se condujo Cristo cuando vivió en la tierra. Los cuatro
Evangelios revelan que el Señor Jesús es la persona más sabia que jamás ha vivido.
Todo cuanto Él hizo estaba bien y fue hecho en el momento preciso. Él nunca
desperdició ninguna palabra, ni jamás hizo algo que fuera vano, imprudente o sin
sentido. Él fue alguien que llevó una vida sabia en todo sentido.
Esta sabiduría es tipificada por la cabeza del novillo usado para el holocausto. El
hermano que experimenta la misma vida que Cristo llevó en la tierra experimentará
también la cabeza de Cristo; esto es, experimentará la sabiduría de Cristo. Supongamos
que, conforme a la soberanía de Dios, la familia de este hermano, incluyendo a sus
padres, su esposa y sus hijos, fuese una familia difícil. Al vivir en esta clase de entorno,
él comprende que necesita la sabiduría de Cristo. Al relacionarse con los miembros de
su familia, él experimenta espontáneamente la cabeza, la sabiduría, de Cristo. De este
modo, la sabiduría con la cual se condujo Cristo en relación con Su familia, vendrá a
ser la experiencia de este hermano en su vida diaria.
40
repaso de su experiencia diaria. Sin esta experiencia diaria no habría nada que repasar,
por lo cual no habría nada que exhibir o demostrar. Todo lo que el hermano hace al
presentar el holocausto constituye un repaso, una exhibición y una demostración de
las experiencias diarias que él ha tenido de Cristo. Sin embargo, lo que le ofrece a Dios
no son sus experiencias, sino al Cristo que ha experimentado.
Levítico 1:4 dice que la ofrenda del ganado vacuno será aceptada a favor del oferente
“para hacer expiación por él”. El versículo 5 continúa diciendo que después que el
oferente degollaba la ofrenda, los sacerdotes “presentarán la sangre, y la rociarán sobre
el altar y alrededor del mismo, el cual está a la entrada de la Tienda de Reunión”. Rociar
la sangre tenía como finalidad hacer expiación, propiciación, lo cual todo oferente
necesita. Puesto que a los ojos de Dios todavía tenemos deficiencias, todos necesitamos
que se haga propiciación por nosotros. Por consiguiente, lo primero que hace el
holocausto por el oferente es hacer propiciación por él, a fin de que Dios esté
complacido y satisfecho con él.
En la reunión de la mesa del Señor, raras veces oímos a alguien orar de tal modo que
ofrezca a Cristo como holocausto, haciendo un rico repaso, exhibición y demostración
de las experiencias diarias que haya tenido de Cristo. Esta carencia se debe a que no
41
muchos entre nosotros tienen una experiencia rica de Cristo en Su crucifixión así como
en el hecho de que Él fue despojado y cortado en trozos. Puesto que nuestra experiencia
de Cristo no es completa, no tenemos mucho que repasar, exhibir y demostrar. En
contraste con esto, a menudo la alabanza que se ofrece en la mesa del Señor consiste
de oraciones que elevan algunos jóvenes fervientes al ofrecer a Cristo como un par de
aves, sin que haya ningún repaso del proceso que consiste en degollar, desollar y cortar
la ofrenda en trozos.
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VI. EL AGUA, EL FUEGO,
LA INCINERACIÓN Y LAS CENIZAS
A. El agua
El agua (Lv. 1:9, 13) representa al Espíritu de vida (Jn. 7:38-39). Mientras el Señor
Jesús llevaba Su vida humana en la tierra, el Espíritu de vida, el Espíritu Santo, lo
guardaba continuamente de todos los factores contaminantes. Ésta es la razón por la
cual el Señor Jesús nunca se ensució ni se contaminó por nada con lo cual tuvo
contacto. El Espíritu Santo como agua viva que estaba en Él lo mantuvo limpio.
Según Levítico 1:9 y 13, el oferente debía lavar con agua las partes internas y las piernas
de su ofrenda. Esto de ningún modo significa que Cristo necesitara ser lavado por
aquellos que lo ofrecían como holocausto. Que el oferente degüelle la ofrenda
constituye un repaso de las experiencias diarias que él ha tenido de la crucifixión de
Cristo. Este mismo principio se aplica al lavamiento del holocausto. El lavamiento
constituye un repaso de las experiencias que el oferente ha tenido de la vida de Cristo,
una vida en la que el Espíritu Santo que moraba en Él lo lavaba continuamente de todo
factor contaminante. El Espíritu Santo, representado aquí por el agua, guardó a Cristo
para que no se contaminara al tener contacto con las cosas terrenales. Puesto que el
oferente ha experimentado esto en su vida diaria, él lo repasa y lo exhibe al ofrecer a
Cristo como holocausto.
B. El fuego
1. Representa al Dios santo
Varios versículos de Levítico 1 hablan del fuego (vs. 7, 8, 9, 12, 13, 17). El fuego aquí
representa al Dios santo. Esto lo confirma Hebreos 12:29, que dice: “Nuestro Dios es
fuego consumidor”.
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Aparentemente, el fuego del holocausto y el fuego de la ofrenda por el pecado son dos
fuegos distintos. En realidad, hay un solo fuego con dos funciones distintas: la función
de aceptar y la función de juzgar.
C. La incineración
En Levítico 1, los versículos 9, 13, 15 y 17 hablan de quemar el holocausto, esto es, la
incineración del holocausto hacía que éste se elevara en el humo.
2. Difiere de la incineración
de la ofrenda por el pecado
y de la ofrenda por las transgresiones
La incineración del holocausto difería de la incineración de la ofrenda por el pecado y
de la ofrenda por las transgresiones (4:12).
D. Las cenizas
1. Una señal de que Dios acepta la ofrenda:
ésta es convertida en cenizas
Las cenizas son señal de que Dios acepta el holocausto. Dios demuestra Su aceptación
del holocausto al convertirlo en cenizas. Al respecto, Salmos 20:3 dice: “Que se acuerde
de todas tus ofrendas de harina / y acepte tu holocausto”. La palabra hebrea traducida
aquí “acepte” en realidad significa “convierta en cenizas”. Cuando nuestra ofrenda es
reducida a cenizas, ello constituye una clara señal de que Dios la ha aceptado.
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Comúnmente la gente no consideraría las cenizas como algo agradable. Sin embargo,
para nosotros los que ofrecemos el holocausto, las cenizas son agradables, e incluso
preciosas, por cuanto son una señal que nos asegura que nuestro holocausto ha sido
aceptado por Dios.
Que el holocausto se convierta en cenizas significa que Dios está satisfecho y que
nosotros, por ende, podemos estar en paz. Si entendemos esto, comprenderemos que
en nuestra vida cristiana debe haber muchas cenizas.
VII. LA PIEL
Todo el holocausto era incinerado con excepción de la piel.
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ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SIETE
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(5)
EXPERIMENTAR A CRISTO
EN SUS EXPERIENCIAS Y OFRECER AL CRISTO
QUE HEMOS EXPERIMENTADO,
Y OFRECER CRISTO A DIOS
COMO NUESTRO HOLOCAUSTO
SEGÚN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE ÉL
(1)
Lo que hemos abarcado en los mensajes anteriores acerca del holocausto ha sido en
gran parte doctrinal. Por tanto, siento la carga de que veamos esta ofrenda desde la
perspectiva de la experiencia. En este mensaje consideraremos a Cristo en Sus
experiencias como holocausto para Dios. En el siguiente mensaje consideraremos
nuestras experiencias de Cristo en Sus experiencias.
La segunda parte del título de este mensaje es un tanto extraña e incluso peculiar:
“Experimentar a Cristo en Sus experiencias y ofrecer al Cristo que hemos
experimentado, y ofrecer Cristo a Dios como nuestro holocausto según nuestras
experiencias de Él”. Este título tiene tres puntos. El primer punto es experimentar a
Cristo en Sus experiencias; el segundo es ofrecer al Cristo que hemos experimentado;
y el tercero es ofrecer Cristo a Dios como nuestro holocausto según nuestras
experiencias de Él. Aquí quisiéramos recalcar el hecho de que no podemos ofrecer a
Dios un Cristo que no hayamos experimentado. Si usted intenta ofrecer como
holocausto a Dios un Cristo que no ha experimentado, descubrirá que esto es
imposible. Lo que ofrezcamos de Cristo como holocausto debe ser algo que hayamos
experimentado. Si hemos experimentado a Cristo como novillo, entonces podemos
ofrecerlo como tal. Pero si sólo hemos experimentado a Cristo como dos palominos, no
podemos ofrecerlo como novillo, ya que no le hemos experimentado como tal. No
podemos ofrecer como holocausto a Dios un Cristo que sea más grande que el Cristo
que hemos experimentado. Tenemos que ofrecer Cristo a Dios, pero debemos que
ofrecer a Cristo según las experiencias que hayamos tenido de Él.
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A. Es llevado al matadero
Isaías 53:7 profetizó que Cristo sería llevado al matadero: “Como cordero que es
llevado al matadero”. El cumplimiento de esta profecía se ve en Mateo 27:31, donde
dice que los soldados “le llevaron para crucificarle”.
Otro versículo del Nuevo Testamento que indica que Cristo fue llevado al matadero es
Filipenses 2:8, un versículo que nos dice que Cristo se hizo “obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz”. Cristo fue obediente cuando lo sacaron de la ciudad y lo llevaron al
matadero, al Gólgota.
B. Es degollado
Después que Pilato hizo llamar al Señor Jesús para juzgarle y encontró que era
inocente, él quiso soltarlo. Pero el pueblo dando voces, decía: “¡Crucifícale, crucifícale!”
(Lc. 23:21), y sus voces prevalecieron. Pilato, por temor a la muchedumbre y queriendo
agradarla, sentenció a muerte al Señor Jesús. Después de esto, el Señor fue llevado al
matadero y fue inmolado en la cruz. En Hechos 2:23 Pedro se refiere a esto, cuando
dice: “A éste [...] matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos”. Matar al
Señor Jesús equivalía a degollarlo.
Hace muchos años, leí un artículo que describía cómo los judíos mataban el cordero el
día de la Pascua. Según este artículo, el cordero era puesto sobre dos estacas de madera
en forma de cruz; dos de sus patas eran atadas a una estaca, y las otras dos eran atadas
al travesaño de la cruz. El cordero era entonces inmolado. Esto indica que la crucifixión
del Señor pudo haber sido el cumplimiento de la manera, en tipología, en que se
inmolaba al cordero pascual.
C. Es desollado (despojado)
Cristo también fue desollado, esto es, fue despojado de la manifestación externa de Sus
virtudes humanas. Vemos un ejemplo de esta desolladura en Mateo 11:19, que dice:
“Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre glotón y
borracho”. Esto que dijeron acerca del Señor Jesús lo despojó de la manifestación
externa de Sus virtudes. Él no era un hombre glotón ni un borracho; al contrario, Él
era un hombre íntegro con una conducta íntegra.
47
En Mateo 26:65, el sumo sacerdote dijo del Señor Jesús: “¡Ha blasfemado! [...] He aquí,
ahora mismo habéis oído la blasfemia”. Esto también despojó al Señor de la expresión
externa de Sus virtudes humanas.
Finalmente, cuando el Señor Jesús estaba a punto de ser inmolado, fue despojado de
Su ropa (Mt. 27:28). ¡Qué vergüenza la que tuvo que pasar! Además, después que los
soldados le crucificaron, “se repartieron Sus vestidos, echando suertes” (v. 35). Esto
había sido profetizado en Salmos 22:18, y se cumplió en presencia del Señor mientras
estaba en la cruz. ¡Cuánto despojamiento experimentó el Señor Jesús!
D. Es cortado en trozos
¿Cuándo y dónde fue cortado en trozos el Señor Jesús? Creo que esto ocurrió cuando
la gente le decía cosas crueles mientras estaba colgado en la cruz. Consideren lo que
dice Marcos 15:29-32. “Los que pasaban blasfemaban contra Él, meneando la cabeza y
diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a Ti mismo,
y desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes junto con los
escribas se burlaban entre ellos, diciendo: A otros salvó, a Sí mismo no se puede salvar.
Que el Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos.
También los que estaban crucificados con Él le injuriaban”. Los que pasaban
tergiversaron lo que el Señor habló acerca del templo y le dijeron que se salvara a Sí
mismo. ¿No es éste un caso de ser cortado en trozos? Ciertamente lo es. El Señor Jesús
también fue cortado en trozos cuando los principales sacerdotes junto con los escribas
se burlaron de Él, diciéndole que descendiera de la cruz para que así ellos viéndolo,
pudieran creer. Incluso los que estaban crucificados con Él le injuriaban y, de este
modo, tomaban parte en la acción de cortarlo en trozos.
El hecho de que el Señor sería cortado en trozos fue profetizado en Salmos 22:16 y 17.
“Porque perros me rodean; / una compañía de malhechores me cerca; / [...] me miran,
me fijan la mirada”. Esta profecía se cumplió durante las primeras tres horas de las seis
horas que el Señor Jesús estuvo en la cruz. Antes de que Dios lo juzgara por causa de
nosotros durante las últimas tres horas, fue el hombre quien lo cortó en trozos durante
las primeras tres horas. Por consiguiente, Cristo fue degollado, desollado y cortado en
trozos.
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habla de la unidad interior de propósito y tiene que ver con las personas que sí se
oponen a Él. Para mantener la unidad interior, necesitamos practicar lo dicho en
Mateo, y con respecto a la afinidad exterior, debemos practicar lo dicho en Marcos,
esto es, tolerar a los creyentes que no son como nosotros.
El contexto de la máxima dada en Marcos 9:40 era el caso de una persona que no seguía
al Señor y a los discípulos, pero echaba demonios en Su nombre. Los discípulos se lo
prohibieron porque no los seguía (v. 38). Cuando el Señor Jesús los oyó hablar de esto,
dijo: “No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga obra poderosa en Mi nombre,
que pueda luego hablar mal de Mí. Porque el que no está contra nosotros, por nosotros
está” (vs. 39-40). No era necesario que los discípulos le prohibieran a esa persona echar
fuera demonios en el nombre del Señor. Con relación a la conformidad externa en la
práctica, todo aquel que no esté contra el Señor y Sus discípulos, por ellos está.
La máxima de Mateo 12:30 fue dada en un contexto diferente. Los fariseos, quienes se
oponían al Señor Jesús, lo habían acusado de echar fuera demonios “por Beelzebú,
príncipe de los demonios” (v. 24). Así que, con respecto a los fariseos, quienes se
oponían a Él, dijo: “El que no está conmigo, está contra Mí”. Ellos no estaban con Él,
sino con Satanás. Por consiguiente, lo que el Señor dice aquí tiene que ver con la unidad
interior de propósito.
¡Cuán sabias fueron las palabras del Señor! En toda la historia humana no ha habido
ningún filósofo que haya pronunciado semejantes palabras de sabiduría. Las palabras
del Señor son sencillas, pero Sus pensamientos son maravillosos. Sólo Él tiene la
sabiduría para expresar tales palabras.
El Señor Jesús pronunció otras palabras de sabiduría cuando los principales sacerdotes
y ancianos del pueblo lo interrogaron con respecto a Su autoridad (Mt. 21:23). Él
contestó la pregunta de ellos con otra pregunta. “Yo también os haré una pregunta, y
si me la contestáis, también Yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo
de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” (vs. 24-25a). Los opositores
discutieron entre sí, diciendo: “Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le
creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos a la multitud; porque todos tienen a
Juan por profeta” (vs. 25b-26). Así que, decidieron mentir y decir: “No sabemos” (v.
27a). Entonces el Señor Jesús les contestó: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad
hago estas cosas” (v. 27b). El hecho de que el Señor dijera “tampoco” indica que Él
sabía que ellos mentían. Era como si les estuviera diciendo: “No es cierto que vosotros
no sabéis. Vosotros en efecto sabéis, pero no queréis decírmelo; pues yo tampoco os
diré con qué autoridad hago estas cosas. Vosotros mentís, mas Yo digo la verdad”.
¡Cuánta sabiduría tiene el Señor Jesús!
El Señor exhibió una vez más Su sabiduría en Mateo 22:15-22. Los fariseos le enviaron
sus discípulos con los herodianos, diciendo: “Maestro, sabemos que eres veraz, y que
enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no haces
acepción de personas. Dinos, pues, qué te parece. ¿Es lícito pagar tributo a César, o
no?” (vs. 16-17). Esta pregunta capciosa puso al Señor Jesús en un dilema. Todos los
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judíos se oponían a pagar tributo a César. Si Él hubiera dicho que era lícito hacer esto,
habría ofendido a los judíos, cuyos líderes eran los fariseos. Si Él hubiera dicho que no
era lícito, los herodianos, quienes apoyaban al gobierno romano, habrían tenido una
base sólida para acusarle. En Su sabiduría, Él les dijo: “Mostradme la moneda del
tributo” (v. 19a), y le mostraron un denario. El Señor Jesús no mostró la moneda
romana, sino que les pidió que ellos le mostraran una. Por poseer una de las monedas
romanas, ellos fueron sorprendidos. Luego, les preguntó: “¿De quién es esta imagen, y
la inscripción?” (v. 20). Cuando contestaron, “De César”, Él les dijo: “Devolved, pues,
a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (v. 21). Oyendo estas sabias
palabras, se maravillaron y se fueron.
En Juan 6:38 el Señor Jesús dijo: “He descendido del cielo, no para hacer Mi propia
voluntad, sino la voluntad del que me envió”. ¡Cuánto deleite halló el que envió, es
decir, el Padre, en esta maravillosa persona, quien vino no para hacer Su propia
voluntad, sino la voluntad del que lo envió!
“Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que me envió [...] El que busca la gloria del
que le envió, éste es verdadero, y no hay en Él injusticia” (Jn. 7:16, 18). Esto indica que
cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él vivió absolutamente entregado a Dios.
Puesto que Él, en todo sentido, llevaba una vida de absoluta entrega a Dios, en Él no
había injusticia alguna. Es injusto no entregarnos a Dios, porque Dios nos creó para Sí
mismo. Hablando con justicia, debemos entregarnos a Él. Si no nos entregamos a Dios,
no estaremos siendo justos. En el Señor Jesús, no había injusticia alguna, porque Él se
entregó absolutamente a Dios. Fue de este modo que Él experimentó complacer a Dios.
50
G. Su experiencia en Sus partes internas
Ahora llegamos a la experiencia de Cristo en Sus partes internas. Como hombre, Cristo
poseía partes internas, que tienen sus respectivas funciones. La experiencia de Cristo
en Sus partes internas es Su experiencia en Su mente, Su parte emotiva, Su voluntad,
Su alma, Su corazón y Su espíritu, lo cual incluye Su amor, Sus deseos, Sus
sentimientos, Sus pensamientos, Sus decisiones, Sus motivaciones y Sus intenciones.
Varios versículos revelan la experiencia de Cristo en Sus partes internas. Según Lucas
2:49, cuando el Señor Jesús tenía doce años de edad, Él dijo: “¿No sabíais que en los
asuntos de Mi Padre me es necesario estar?”. Esto también se podría traducir así:
“Debo pensar en los asuntos de Mi Padre”. La mente del Señor estaba puesta en los
asuntos de Su Padre. Él pensaba continuamente en los asuntos del Padre. Aquí vemos
la función que desempeña la mente del Señor, y vemos cuán entregado estaba Él al
Padre.
Juan 2:17 habla del celo del Señor: “El celo de Tu casa me consumirá”. El celo guarda
relación con la parte emotiva. El celo que tenía el Señor Jesús estaba encendido, ardía,
por el templo de Dios. Aquí vemos que el Señor ejercitaba Su parte emotiva.
En Mateo 26:39 el Señor Jesús oró, diciendo: “Pero no sea como Yo quiero, sino como
Tú”. Ésta fue la oración que Él ofreció en Getsemaní cuando estaba a punto de ser
arrestado y llevado al matadero. Él hizo Suya la voluntad del Padre, pues había
sujetado Su propia voluntad a la voluntad del Padre. Esto guarda relación con la
función que desempeña la voluntad del Señor.
Isaías 53:12 profetizó respecto a la muerte del Señor Jesús en la cruz: “Derramó Su
vida [lit., Su alma] hasta la muerte”. El Señor Jesús entregó Su alma, estando dispuesto
a derramar Su vida hasta la muerte. Esto, por supuesto, fue una función que
desempeñaba Su alma.
Marcos 2:8 dice: “Jesús, conociendo en Su espíritu”. El Señor Jesús usaba Su espíritu,
y conocía las cosas en Su espíritu. En cualquier situación en que se encontrara, conocía
la situación al ejercitar Su espíritu. Él usó Su espíritu por causa de Dios y para
convertirse en holocausto.
51
En Juan 8:46, el Señor Jesús preguntó: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?”.
Él era perfecto aun en presencia de los opositores. No había defecto alguno en Él.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE OCHO
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(6)
EXPERIMENTAR A CRISTO
EN SUS EXPERIENCIAS Y OFRECER AL CRISTO
QUE HEMOS EXPERIMENTADO,
Y OFRECER CRISTO A DIOS
COMO NUESTRO HOLOCAUSTO
SEGÚN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE ÉL
(2)
En el mensaje anterior consideramos los diferentes aspectos de Cristo en Sus
experiencias como holocausto para Dios. En este mensaje y en el siguiente
consideraremos nuestras experiencias de Cristo en Sus experiencias.
52
que asciende a Dios. ¿Qué hay en esta tierra que pueda ascender a Dios? Lo único en
la tierra que puede ascender a Dios es la vida que llevó Cristo, pues Él es la única
persona que llevó una vida absolutamente entregada a Dios.
No podemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios en nosotros mismos. Hace poco
tuve la profunda sensación de que incluso nuestra santidad y la confesión que hacemos
de nuestros pecados no son puras, sino sucias. Nosotros, los seres humanos, no somos
más que suciedad. Todo lo que procede de nuestro ser está sucio, y todo cuanto
tocamos se vuelve sucio. Por esta razón, según la tipología de la Biblia, incluso cuando
nos acercamos a Dios para realizar algo que es santísimo, necesitamos la ofrenda por
el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Cada vez que proclamo la palabra santa,
en lo profundo de mi ser me doy cuenta de que necesito la ofrenda por el pecado y la
ofrenda por las transgresiones, y pongo mi confianza en el lavamiento y la limpieza del
Señor.
El holocausto indica una vida entregada absolutamente a Dios. Esta vida procede
absolutamente de una fuente pura, en la que no hay elemento alguno de la caída, ni
hay defecto ni pecado. Esta clase de vida es pura y santa. En nosotros mismos no
podemos llevar esta clase de vida. Hemos caído al grado de convertirnos en el mundo,
el cual es completamente sucio. De hecho, el mundo es lo que nosotros somos, y
nosotros somos el mundo. Cada parte de nuestra sustancia, nuestra esencia, nuestras
fibras, nuestro elemento, está sucio. Nosotros jamás podríamos ser un holocausto para
Dios. Por consiguiente, debemos tomar a Cristo como nuestro holocausto.
En lo que se refiere a nosotros, el holocausto tiene como finalidad hacer expiación (Lv.
1:4). Necesitamos de la propiciación efectuada por la sangre de Cristo, el holocausto.
Para tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestra ofrenda por
las transgresiones no necesitamos experimentar lo que Cristo experimentó. Sin
embargo, para tomar a Cristo como nuestro holocausto necesitamos experimentar lo
que Cristo experimentó. De nada sirve ofrecer a Cristo como nuestro holocausto si no
hemos tenido alguna experiencia de lo que Él experimentó como holocausto. La
medida en que podamos ofrecer a Cristo como holocausto dependerá del grado al que
le hayamos experimentado como tal ofrenda.
Una persona no necesita tener ninguna experiencia de Cristo para ofrecerlo a Dios en
calidad de ofrenda por el pecado y ofrenda por las transgresiones. Un pecador puede
oír el evangelio, arrepentirse y declarar: “¡Oh Dios, ten misericordia de mí! Recibo al
Señor Jesús como mi Salvador”. Un pecador que ora así es perdonado inmediatamente,
pues no se le exige experimentar a Cristo. El pecador arrepentido sencillamente toma
a Cristo como su ofrenda por el pecado y como su ofrenda por las transgresiones. Pero
el caso es totalmente distinto con relación al holocausto. Podremos tomar a Cristo
como holocausto únicamente al grado al cual hayamos experimentado a Cristo en Su
experiencia.
53
Tardé muchos años en darme cuenta de que nuestro ofrecimiento de Cristo como
holocausto no puede exceder las experiencias que hayamos tenido de Él como tal
ofrenda. Con respecto a este asunto, el libro de Levítico aún no me había sido abierto,
aunque sí en el sentido de haber aprendido las enseñanzas de la Asamblea de los
Hermanos en cuanto a las ofrendas. Con el tiempo fui alumbrado para ver que los
capítulos de Levítico que tratan sobre las ofrendas no nos revelan en un sentido total a
Cristo como holocausto, sino que nos revelan cómo presentar a Cristo en calidad de
holocausto. Nuestro ofrecimiento de Cristo es conforme a las experiencias que
hayamos tenido de Él. Si no hemos experimentado nada de Cristo en Su experiencia
como holocausto, no podremos ofrecerlo como holocausto a Dios.
El hecho de que Cristo sea el holocausto sin duda se refiere al hecho de que Él llevó una
vida de absoluta entrega a Dios. En todas Sus experiencias como holocausto para Dios,
Cristo fue un hombre auténtico que vivió absolutamente entregado a Dios. De ahí que
Él pudiera reemplazar todas las ofrendas. El hecho de Él fuese el holocausto lo hizo
apto para ser la ofrenda por el pecado. Si Cristo no hubiera sido el holocausto, no
habría sido apto para ser la ofrenda por el pecado.
Como holocausto, Cristo fue degollado, despojado y cortado en trozos. ¿Cómo pudo
estar dispuesto a ser degollado? Porque estaba absolutamente entregado a Dios.
¿Cómo pudo estar dispuesto a ser desollado y cortado en trozos? Porque estaba
absolutamente entregado a Dios. La razón por la cual nosotros no estamos dispuestos
a ser degollados, desollados ni cortados en trozos es que no estamos absolutamente
entregados a Dios.
¿Por qué los cristianos siguen teniendo problemas en su vida familiar? ¿Por qué existen
problemas entre los hermanos y entre las hermanas en la iglesia, y también entre los
ancianos y los colaboradores? Puesto que hemos sido salvos y amamos al Señor Jesús,
no debiera haber ningún problema. Es natural que haya problemas entre las personas
de la sociedad que no son salvas, pero ¿por qué existen problemas entre los santos en
la iglesia? La razón por la cual tenemos problemas en nuestra vida matrimonial y en la
vida de iglesia es que no estamos absolutamente entregados a Dios.
Las parejas argumentan y discuten incluso al realizar cosas para Dios. Pese a que un
hermano y su esposa aman al Señor, es posible que discutan, aun respecto al asunto de
amar al Señor. Además, podrían argumentar acerca de ofrendar dinero a Dios. Tal vez
uno de los cónyuges quiera dar cierta cantidad de dinero para un propósito
determinado, y el otro quiera destinar ese dinero para otro propósito. A veces también
un hermano y su esposa pueden estar en desacuerdo sobre qué himno cantar para
alabar al Señor en la reunión de hogar. Debido a este desacuerdo, se echa a perder la
reunión. Todas estas discusiones se deben a que no estamos absolutamente entregados
a Dios.
En Hechos 15 vemos que se suscitó un problema entre Bernabé y Pablo (vs. 35-39). Fue
Bernabé quien había introducido a Saulo de Tarso en la comunión del Cuerpo (9:26-
28). También fue Bernabé quien buscó a Saulo y lo introdujo en el ministerio
54
neotestamentario (11:25-26). Sin embargo, en Hechos 15, después de haber obtenido
la victoria con relación al problema de la circuncisión, se separaron. Podríamos dar
diferentes razones por las cuales se produjo esta separación, pero a los ojos de Dios, el
problema se debió a una sola cosa: no estar absolutamente entregados a Dios.
A. Llevado al matadero
Si experimentamos a Cristo en Sus experiencias como holocausto para Dios,
comprenderemos que nosotros, al igual que Cristo, debemos ser llevados al matadero.
Podemos aplicar esto a la vida matrimonial. Si en las disputas que surgen entre el
marido y la mujer, ambos —o tan siquiera uno de los dos— experimentaran a Cristo en
Su experiencia de ser llevado al matadero, la disputa se acabaría. El resultado sería el
mismo con respecto a los problemas en la vida de iglesia si experimentáramos a Cristo
en Su experiencia de ser llevado al matadero.
55
La vida cristiana debe ser una vida de holocausto. Este holocausto, por supuesto, no se
refiere a nosotros, sino a Cristo. La vida cristiana, por tanto, es en realidad una vida
caracterizada por Cristo como holocausto. Pablo llevó tal vida, y por eso pudo decir:
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Pablo llevó una vida en la
que se repitió la vida de holocausto que Cristo llevó cuando estuvo en la tierra. Esto
guarda relación con experimentar a Cristo en Sus experiencias como holocausto.
Quizás usted se pregunte cómo puede tener la experiencia de ser llevado al matadero.
Si usted está dispuesto a llevar una vida de holocausto, en ocasiones tendrá la
experiencia de ser llevado al matadero por los hermanos de la iglesia. Además, un
hermano puede ser llevado al matadero por su esposa, y una hermana, por su marido.
Estas cosas ocurren a menudo en la vida cristiana. Si usted nunca ha sido llevado al
matadero, no es imitador de Cristo. Si usted lleva la clase de vida que Cristo llevó, no
podrá evitar ser llevado al matadero. Usted será llevado al matadero una y otra vez.
B. Degollado
Finalmente, Cristo fue degollado; Él fue inmolado. Hoy podemos experimentar a Cristo
en Su experiencia de ser inmolado. Pablo se refiere a esta experiencia en 2 Corintios
56
4:11, que dice: “Siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús”. Estar
entregado a muerte equivale a ser inmolado. Si experimentamos al Cristo que fue
inmolado, tendremos algo de Cristo que ofrecer como holocausto a Dios.
En Filipenses 3:10 Pablo habla de ser configurado a la muerte de Cristo. Cristo fue
crucificado, y nosotros hoy estamos siendo crucificados. El hecho de ser crucificados
tiene que ver con el hecho de ser conformados, configurados, a la muerte de Cristo. Día
tras día estamos siendo inmolados. Por tanto, en cierto sentido un cristiano no vive,
sino que muere. Una vez leí un libro titulado Dying to Live. Cada día morimos para
vivir; somos entregados a muerte para poder vivir.
Debemos aplicar a nuestras situaciones diarias las experiencias que Cristo tuvo al ser
llevado al matadero y al ser degollado. Si por la misericordia de Dios experimentamos
al Cristo que fue llevado al matadero y que fue inmolado, no tendremos problemas en
nuestra vida familiar ni en nuestra vida de iglesia. La razón por la cual todavía tenemos
problemas con los demás es que no estamos dispuestos a experimentar a Cristo en Sus
experiencias.
C. Desollado
También podemos experimentar al Cristo que fue desollado, esto es, despojado de la
manifestación externa de Sus virtudes humanas. Desollar la ofrenda consiste en
quitarle la piel que la cubre. Según la interpretación espiritual de este tipo, ser
desollado equivale a ser difamado.
Varios versículos indican que podemos experimentar al Cristo que fue desollado.
Hechos 24:5 y 6 dice: “Hemos hallado que este hombre es una plaga, y promotor de
insurrecciones [...] Intentó también profanar el templo”. Aquí vemos que a Pablo se le
acusó de ser una plaga, de estar lleno de gérmenes contagiosos. En realidad, Pablo era
un buen hombre que no haría daño a nadie. Pablo también fue acusado de ser promotor
de insurrecciones, de causar divisiones adondequiera que iba; más aun, se le acusó de
intentar profanar el templo. ¡Cuánta difamación experimentó él!
En 2 Corintios Pablo indica que había adquirido mala fama. La mala fama es una
especie de difamación, en la que alguien es despojado de la expresión externa de sus
virtudes.
En 2 Corintios 12, los corintios, los hijos espirituales que Pablo había engendrado por
medio del evangelio, acusaron a Pablo de ser astuto en cuestiones monetarias. Decían
57
que, con engaño, él había tomado ventaja de ellos al enviar a Tito para tomar su dinero
(vs. 16-18). Aquí vemos que Pablo fue difamado incluso por sus hijos espirituales.
Mateo 5:11 dice: “Por Mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal
contra vosotros, mintiendo”. Con estas palabras el Señor Jesús predijo que Sus
seguidores serían difamados y calumniados, y que se dirían mentiras acerca de ellos.
Esto definitivamente es una verdadera desolladura, lo cual nos despoja de nuestra
buena reputación de modo que quedamos desnudos, sin nada que nos cubra. Si
llevamos una vida de holocausto, no podremos evitar esto. Conforme al Nuevo
Testamento, nuestro destino como seguidores de Cristo es sufrir esta clase de
desolladura, con lo cual experimentamos al Cristo que fue desollado.
Cada vez que otros hablan mal de usted, usted es desollado. ¿Qué debe decir usted
cuando sea desollado, cuando sea difamado? No debe decir nada. Si dice algo para
defenderse, eso será señal de que usted no está dispuesto a experimentar a Cristo en
Su experiencia de ser desollado.
D. Cortado en trozos
Hoy en día incluso podemos experimentar al Cristo que fue cortado en trozos. En 1
Corintios 4:13 vemos que Pablo experimentó esto: “Nos difaman [...] hemos venido a
ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todas las cosas”. Las
palabras escoria y desecho son sinónimos. La escoria denota aquello que es arrojado al
hacer la limpieza, o sea, el desperdicio, la inmundicia. El desecho denota aquello que
se debe quitar, o sea, la basura, la mugre. Llegar a ser la escoria del mundo y el desecho
de todas las cosas equivale a ser cortado en trozos.
¿Piensa usted que cuanto más siga al Señor Jesús, más lo respetarán los demás y lo
tendrán en alta estima? Tal vez en cierto sentido lo respeten, pero en otro sentido,
usted será tratado como escoria y desecho. Ésta fue la experiencia de Cristo. Sus
discípulos lo respetaban y lo tenían en alta estima, pero para los opositores, quienes lo
cortaron en trozos, Él era escoria y desecho. Experimentar a Cristo en Sus experiencias
como holocausto para Dios equivale a experimentarlo en Su experiencia de ser cortado
en trozos.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE NUEVE
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(7)
EXPERIMENTAR A CRISTO
EN SUS EXPERIENCIAS Y OFRECER AL CRISTO
QUE HEMOS EXPERIMENTADO,
Y OFRECER CRISTO A DIOS
58
COMO NUESTRO HOLOCAUSTO
SEGÚN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE ÉL
(3)
En el mensaje anterior vimos que podemos experimentar a Cristo en Sus experiencias
de ser llevado al matadero, ser degollado, ser desollado y ser cortado en trozos. En este
mensaje veremos otros aspectos de las experiencias que tenemos de Cristo en Sus
experiencias como holocausto para Dios.
E. Su sabiduría
En 1 Corintios 1:30 dice que Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría. En
Levítico 1, la sabiduría de Cristo es tipificada por la cabeza del holocausto. Necesitamos
la cabeza de Cristo, esto es, necesitamos Su sabiduría.
Si deseamos tomar a Cristo como nuestra sabiduría, tenemos que vivir a Cristo. La vida
cristiana apropiada, una vida que consiste en permanecer en el Señor para disfrutar Su
vida, es una vida en la que no hacemos cosas por nosotros mismos, sino por Él.
Mientras actuemos por nosotros mismos, no podremos tener la sabiduría de Cristo y
Él no podrá ser sabiduría para nosotros. Por ejemplo, si usted habla con su cónyuge o
con sus hijos en usted mismo y por usted mismo, Cristo no será sabiduría para usted
cuando hable con ellos. Si hemos de hablar y hacer todas las cosas por Cristo, debemos
orar: “Señor, vive en mí. He sido crucificado, y ya no vivo yo. Señor, no quiero hacer
nada por mí mismo; deseo hacerlo todo por Ti. De hecho, Señor, deseo permitir que
Tú vivas en mí y lo hagas todo para mí”. Cuando permitamos que Cristo viva en
nosotros y lo haga todo para nosotros, Él llegará a ser nuestra sabiduría.
Nuestro problema hoy es que queremos llevar una vida victoriosa y perfecta, pero no
vivimos ni actuamos por Cristo. Tenemos el deseo de vivir por Cristo, incluso de vivir
a Cristo, pero no estamos acostumbrados a hacerlo. En vez de ello, estamos
acostumbrados a vivir por nosotros mismos. Vivimos por nosotros mismos
espontáneamente, sin proponérnoslo y sin ejercitar deliberadamente ninguna parte de
nuestro ser. Sin embargo, si hemos de vivir a Cristo, debemos ejercitar todo nuestro
ser.
Si vivimos a Cristo en nuestra vida matrimonial, Cristo no sólo será nuestra vida, sino
también nuestra sabiduría. Cada vez que tenemos dificultades con nuestro cónyuge,
59
ello indica que estamos carentes de Cristo como nuestra sabiduría. Si no vivimos a
Cristo, tendremos problemas en nuestra vida matrimonial. La manera de evitar
problemas con nuestro cónyuge es vivir a Cristo y tenerlo como nuestra sabiduría.
Pablo experimentó a Cristo de esta manera. En Gálatas 1:10 él dice: “¿Busco ahora el
favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
tratara de agradar a los hombres, no sería esclavo de Cristo”. Pablo llevó una vida en la
que se repitió la vida de Cristo, una vida que siempre complacía a Dios. Por
consiguiente, su vida fue un deleite para Dios.
Tal vez pensemos que Pablo fue una persona extraordinaria, que la vida que Él llevó
era incomparable y que la norma de su conducta es demasiado elevada para nosotros.
Sin embargo, Pablo nos pide que seamos imitadores de él (1 Co. 4:16; 11:1). Pablo era
igual que nosotros. Él era un ser humano, formaba parte de la vieja creación y vivía en
la carne. Si hemos de imitar a Pablo —en quien Dios se complacía—, ello dependerá de
si somos nosotros quienes vivimos o de si es Cristo quien vive en nosotros. Si somos
nosotros quienes vivimos, Dios no se complacerá en nosotros. Pero si permitimos que
Cristo viva en lugar de nosotros y si vivimos por Cristo e incluso vivimos a Cristo,
nuestra vida ciertamente será un deleite para Dios. Cada vez que Dios se sienta
complacido con nuestra vida, tendremos dentro de nosotros la profunda sensación de
ello. Sabremos que llevamos una vida en la que se repite nuevamente la vida de Cristo
y en la cual Dios tiene Su complacencia.
Creo que todos nosotros hasta cierto punto hemos experimentado esto y hemos tenido
la profunda sensación de que agradamos a Dios y de que incluso nos sentimos
60
contentos con nosotros mismos. Sin embargo, muchas veces no agradamos a Dios, y
por eso tampoco nos sentimos contentos con nosotros mismos.
¿Qué clase de vida agrada a Dios? La única vida que agrada a Dios es aquella que sea
una repetición de la vida que llevó Cristo en la tierra. Una vida que experimenta a Cristo
en Sus experiencias como holocausto es una vida que agrada a Dios. Tal vida es un
deleite para Dios.
En Romanos 14:18, Pablo dice: “El que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios”. La
palabra esto se refiere al versículo 17, el cual dice que el reino de Dios es justicia, paz y
gozo en el Espíritu Santo. El que sirve como esclavo en esto —en el reino de Dios—
agrada a Dios. Cuando llevamos la vida del reino, llevamos una vida que es justa y llena
de paz y gozo. Esta vida es una repetición de la vida que llevó Cristo como holocausto,
la cual es siempre un deleite para Dios.
En 1 Corintios 2:16b, Pablo dice: “Nosotros tenemos la mente de Cristo”. Puesto que
somos orgánicamente uno con Cristo, tenemos todas las facultades que Él tiene. La
mente es la facultad de la inteligencia, el órgano del entendimiento. Tenemos tal
órgano, la mente de Cristo; por tanto, podemos conocer lo que Él conoce. Por
consiguiente, es posible tener no sólo la vida de Cristo, sino también la mente de Cristo.
Es necesario que Cristo sature nuestra mente, a partir de nuestro espíritu, haciendo
que nuestra mente sea una con la Suya.
En Romanos 8:6 Pablo habla de poner la mente en el espíritu. Esto no es tan enfático
como lo que dice acerca de tener la mente de Cristo. No sólo debemos poner nuestra
mente en el espíritu, sino que debemos tener la misma mente de Cristo.
“Os añoro a todos vosotros en las partes internas de Cristo Jesús ” (Fil. 1:8). La palabra
griega traducida “partes internas” literalmente significa “entrañas”, lo cual significa
afecto profundo, y también tierna misericordia y compasión. En su añoranza por los
santos, Pablo era uno con lo que Cristo sentía en Sus entrañas, las tiernas partes
internas de Cristo. Esto indica que Pablo no conservó sus propias partes internas, sino
que hizo suyas las partes internas de Cristo. Él no solamente hizo suya la mente de
Cristo, sino también todo Su ser interior. Por consiguiente, Pablo experimentó un
cambio, una reordenación, una reestructuración y una reconstitución intrínseca de
todo su ser interior. Las partes internas de Cristo vinieron a ser la constitución
61
intrínseca de Pablo. Pablo no llevó una vida conforme a su ser natural; él llevó una vida
en las partes internas de Cristo.
“La veracidad de Cristo que está en mí” (2 Co. 11:10). Aquí veracidad significa
honestidad, fidelidad, confiabilidad. Lo que estaba en Cristo como veracidad, es decir,
como honestidad, fidelidad, confiabilidad, estaba también en el apóstol Pablo.
“Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros” (1 Co. 16:24). El amor que Pablo
sentía por los corintios no era su propio amor, sino el amor que es en Cristo, el cual es
el amor de Cristo. Pablo no amó a los santos con su amor natural, sino con el amor de
Cristo.
Si juntamos todos estos versículos, veremos que Pablo era un hombre que
experimentaba continuamente las partes internas de Cristo. Debido a que
experimentaba a Cristo de esta manera, él ciertamente podía ofrecer Cristo a Dios
conforme a la experiencia que tenía de Él.
H. Su andar
En Levítico 1, las piernas del holocausto representan el andar de Cristo, así como la
cabeza representa Su sabiduría. Debemos experimentar a Cristo en Su andar.
En Mateo 11:29 el Señor Jesús dice: “Tomad sobre vosotros Mi yugo, y aprended de
Mí”. Esto equivale a tomar las piernas del Señor, Su andar, y experimentarlo en Su
andar.
“Vosotros [...] habéis aprendido así a Cristo” (Ef. 4:20). Aprender a Cristo equivale a
tener Sus piernas y Sus pies a fin de vivir, andar y movernos exactamente como Él lo
hizo.
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Este versículo indica que
Pablo no anduvo con sus propias piernas y pies, sino con las piernas y pies de Cristo.
Pedro también experimentó a Cristo en Su andar. Esto es indicado por lo que él dijo
acerca de seguir las pisadas de Cristo: “Dejándoos un modelo, para que sigáis Sus
pisadas” (1 P. 2:21). Tanto Pablo como Pedro anduvieron con las piernas y los pies del
Cristo que se ofreció como holocausto a Dios.
62
de nuestro Dios”. Si a diario experimentamos este lavamiento y luego presentamos a
Cristo como nuestro holocausto, podremos presentarlo según nuestra experiencia.
Pero si no tenemos la experiencia de ser lavados por el Espíritu Santo, no tendremos
la capacidad de presentar un holocausto que ha sido lavado. Necesitamos experimentar
a Cristo como Aquel que fue lavado por el Espíritu Santo.
En Tito 3:5 Pablo habla de “la renovación del Espíritu Santo”. Esta renovación también
está relacionada con nuestra experiencia cotidiana en la cual somos guardados de toda
contaminación mediante el lavamiento del Espíritu Santo.
La situación actual de los cristianos es que muy pocos de ellos tienen a un Cristo que
puedan presentar como holocausto. ¿Dónde puede uno encontrar un grupo de
cristianos que a diario le ofrezcan como holocausto a Dios al Cristo que han
experimentado? Y con respecto a esto mismo, ¿cuál es la situación entre nosotros? Me
preocupa el hecho de que nosotros también estemos carentes de experiencias. A esto
se debe el que muchos santos no tengan nada que expresar en la reunión de la mesa
del Señor ni en la reunión de oración. Tal vez queramos ofrecer alabanzas a Dios, pero
si estamos carentes respecto a experimentar las experiencias de Cristo, no tendremos
nada que expresar. No obstante, si experimentamos de una manera plena las
experiencias de Cristo como holocausto, tendremos mucho que expresar a modo de
alabanzas, no sólo en las reuniones, sino también en nuestro tiempo personal con el
Señor. Por consiguiente, debemos esforzarnos por experimentar diariamente a Cristo
como holocausto en todos Sus aspectos. Así, debido a que le experimentamos
abundantemente, podremos ofrecerle a Dios al Cristo que hemos experimentado.
Nuestras oraciones y alabanzas expresarán las experiencias que hemos tenido de
Cristo.
63
medio de Él, sacrificio de alabanza”. Ambos versículos indican que podemos ofrecer
Cristo como nuestro holocausto a Dios únicamente en la medida en que hayamos
experimentado a Cristo en Sus experiencias.
Los testigos de tal repaso y exhibición ciertamente se llevarán una buena impresión de
ello. Por supuesto, como estamos carentes de este tipo de experiencias, no
presenciamos esto muy a menudo. No obstante, en las reuniones a veces oímos una
alabanza o un testimonio que es un repaso y una exhibición de la experiencia que un
hermano ha tenido de Cristo, y admiramos esa alabanza o testimonio.
64
Juan 4:23 y 24 el Señor Jesús nos dice que la adoración genuina consiste en adorar a
Dios en espíritu y con veracidad, y en 1 Corintios 14 Pablo nos da ciertos principios
relacionados con la manera en que debemos reunirnos. Sin embargo, ni en Juan 4 ni
en 1 Corintios 14 encontramos los detalles acerca de cómo adorar o cómo reunirnos.
Para conocer estos detalles, debemos considerar los tipos que se hallan en Levítico.
Quizás usted sienta que le es imposible experimentar a Cristo en Sus experiencias como
holocausto. Sin embargo, en Filipenses 3:10 Pablo nos dice que podemos ser
configurados a la muerte de Cristo si experimentamos el poder de la resurrección de
Cristo, el cual nos sostiene y fortalece. En uno de sus himnos, A. B. Simpson dice:
“Dulce es morir con Cristo / Si vivo en resurrección” (Himnos, #199). Si recibimos la
visión respecto a experimentar a Cristo en Sus experiencias y sentimos deseos de llevar
tal vida, debemos tener la fe de que el mismo Cristo que presenta Sus experiencias a
modo de ejemplo reside ahora en nosotros como nuestro suministro de vida. Dentro
de nosotros tenemos un suministro todo-suficiente, y este suministro es el Espíritu de
Cristo en Su resurrección. Ésta fue la razón por la cual Pablo pudo decir: “Todo lo
puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13). Así pues, ya que Cristo está en
nosotros y a favor nosotros, no debemos desanimarnos.
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podemos en Aquel que nos reviste de poder. Por consiguiente, podemos experimentar
a Cristo en Sus experiencias para luego ofrecérselo como holocausto a Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DIEZ
EL HOLOCAUSTO:
EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS
(8)
EXPERIMENTAR A CRISTO
EN SUS EXPERIENCIAS Y OFRECER AL CRISTO
QUE HEMOS EXPERIMENTADO,
Y OFRECER CRISTO A DIOS
COMO NUESTRO HOLOCAUSTO
SEGÚN NUESTRAS EXPERIENCIAS DE ÉL
(4)
En los dos mensajes anteriores consideramos en detalle el asunto de experimentar a
Cristo en Sus experiencias y de ofrecer a Dios el Cristo que hemos experimentado. En
este mensaje quisiera añadir algo breve en relación con experimentar a Cristo en Sus
experiencias como holocausto.
Me preocupa que algunos puedan malentender lo que quiero decir cuando hablo de
experimentar a Cristo en Sus experiencias. Es posible que muchos cristianos, al oír que
debemos experimentar a Cristo en Sus experiencias a fin de que Él sea nuestro
holocausto, piensen que esto equivale a imitar a Cristo de forma externa, es decir,
tomarle como un ejemplo y un modelo externos, para luego seguirle y aprender de Él.
Esta comprensión es equívoca.
66
lo siguieran. En Mateo 11:29 Él dijo: “Tomad sobre vosotros Mi yugo, y aprended de
Mí, que soy manso y humilde de corazón”. Además, Pablo exhortó a los creyentes,
diciendo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Versículos como
éstos aparentemente sustentan la enseñanza de que experimentar a Cristo consiste en
imitarlo de forma externa.
Vivir a Cristo
Según la segunda corriente de pensamiento, la cual sostienen sólo unos cuantos
maestros de la Biblia, experimentar a Cristo en Sus experiencias no es imitarle
externamente, sino vivir a Cristo. Experimentar a Cristo en Sus experiencias no es
tomarlo como modelo externamente, sino vivir a Cristo. Al respecto, Pablo dice: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20).
Pablo no dice: “Yo tomo a Cristo como mi modelo y lo sigo”; más bien, él dice: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado” y “vive Cristo en mí”. Luego, en Filipenses 1:21,
Pablo añade lo siguiente: “Para mí el vivir es Cristo”. Pablo no tomó a Cristo
meramente como su modelo ni lo imitó externamente. Pablo vivió a Cristo.
No obstante, hay quienes tienen una voluntad muy férrea y logran vencer la tentación
de altercar. Por mucho que otros los provoquen, ellos no se enojan. Ellos han tomado
la resolución de imitar a Cristo, de seguirlo en cuanto a no altercar y, debido a que
tienen una voluntad férrea, lo logran. ¿Será que ellos experimentan verdaderamente a
Cristo en Sus experiencias? ¡Por supuesto que no! Ellos meramente practican una
enseñanza religiosa.
67
años, fui salvo. Sin embargo, me seguía inquietando la similitud entre las enseñanzas
éticas de Confucio y el cristianismo. Confucio nos había dado unos modelos muy
buenos para seguir, y el cristianismo nos enseñaba a seguir a Cristo como nuestro
modelo. ¿Cuál era la diferencia? No pude responder esta pregunta hasta que recibí
ayuda por parte de las llamadas enseñanzas de la vida interior. Entonces vi la gran
diferencia que había entre seguir las enseñanzas éticas y vivir a Cristo, y empecé a ver
la visión de que Cristo vive en mí.
Sí, es cierto que en los cuatro Evangelios el Señor Jesús dijo: “Sígueme”. Sin embargo,
esta palabra no se encuentra ni en Hechos ni en las Epístolas. En lugar de exhortarnos
a seguir a Cristo de forma externa, las Epístolas hablan de estar en Cristo. Pablo dice:
“Conozco a un hombre en Cristo” (2 Co. 12:2), y expresa el deseo de ser hallado en
Cristo (Fil. 3:9). En Gálatas 2:20 Pablo dice que con Cristo está juntamente crucificado
y que ya no vive él, mas vive Cristo en él. Luego, en Filipenses 1:21, Pablo nos dice que
para él, el vivir es Cristo. ¡Cuán grande es la diferencia entre tratar de imitar a Cristo
de forma externa y estar en Cristo, vivir a Cristo y que Cristo viva en nosotros!
Me preocupa que cuando algunos santos —sobre todo los más nuevos— oigan hablar
de experimentar a Cristo en Sus experiencias, ellos procuren seguir a Cristo meramente
de forma externa. Si tratamos de imitar a Cristo, seremos como monos que tratan de
imitar a los humanos. No debemos tratar de seguir a Cristo; antes bien, es necesario
que seamos alumbrados para ver que en nosotros mismos no tenemos ninguna
esperanza. Somos “monos”. ¿Cómo podríamos imitar a un hombre? Debemos
olvidarnos acerca de imitar a Cristo y ver que en nosotros está una persona que es
nuestra vida. Esta persona es nuestro Salvador, el propio Dios Triuno, quien vive en
nosotros. Él no sólo es nuestra vida, sino que incluso es nuestra persona.
Nuestro testimonio debiera ser que no sabemos lo que es hacer el bien o el mal; sólo
sabemos vivir a Cristo. Nosotros le amamos y tenemos comunión con Él. En la mañana,
lo primero que hacemos es invocarle de manera cariñosa y amorosa, diciendo: “Señor
Jesús, te amo”. Luego podemos comenzar a hablar con Él, a tener comunión con Él y a
ingerirlo. Ingerir a Cristo es comerle. Entonces le disfrutaremos, lo viviremos a Él y
seremos lo que Él es.
68
derrotar al diablo y a todos los demonios. Esta vida es sencillamente Cristo mismo.
Vivir esta clase de vida, una vida que vive a Cristo, no tiene nada que ver con la religión,
y es algo absolutamente diferente de las enseñanzas de Confucio.
A fin de ayudar a los nuevos creyentes y a los más jóvenes, quisiera contarles una
experiencia que tuve cuando era un joven cristiano. Poco después de ser salvo, mi
hermana, que estudiaba en un instituto teológico, intentó ayudarme en mi vida
cristiana. Un día, me habló acerca de un maestro de la Biblia que era muy paciente y
que siempre andaba muy lentamente con la Biblia en la mano, deteniéndose de vez en
cuando para contemplar los cielos o para mirar la Biblia. Cuando oí hablar de él, decidí
que también sería paciente y andaría lentamente. Sin embargo, al tratar de hacer esto,
yo era un “mono” que procuraba ser un hombre. Yo soy una persona rápida, y por mí
mismo no puedo llevar una vida calmada y paciente. A la postre, aprendí algunas de
las enseñanzas de la vida interior y fui alumbrado para ver que yo había sido
crucificado y sepultado juntamente con Cristo. Vi que ya no vivía yo, sino que Cristo
vivía en mí.
En lugar de imitar a Cristo, debemos vivirle a Él. A fin de vivir a Cristo, debemos
invocar Su nombre y disfrutarlo. Ésta es la manera de llevar una vida victoriosa, la cual
es de hecho el Cristo vencedor como nuestra vida.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE ONCE
LA OFRENDA DE HARINA:
EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO DE DIOS
Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS
(1)
Lectura bíblica: Lv. 2:1
En este mensaje empezaremos a considerar el capítulo 2 de Levítico, el cual trata sobre
la ofrenda de harina.
69
A. El énfasis del holocausto recae en que Cristo
lleva una vida de absoluta entrega a Dios,
y el énfasis de la ofrenda de harina recae
en el vivir humano de Cristo y Su andar diario
El énfasis del holocausto recae en que Cristo llevó una vida de absoluta entrega a Dios,
incluso hasta la muerte, lo cual implica Su vivir pero enfatiza Su muerte. El énfasis de
la ofrenda de harina recae en el vivir humano de Cristo y Su andar diario, lo cual
implica Su muerte pero enfatiza Su vivir.
B. El holocausto recalca
que Cristo es la justicia de Dios,
y la ofrenda de harina recalca
que Cristo es justo delante de Dios
El holocausto recalca que Cristo es la justicia, esto es, la justicia de Dios. La ofrenda de
harina recalca que Cristo es justo, esto es, justo delante de Dios. En el holocausto vemos
a Cristo como justicia, pues el holocausto indica que Cristo es la justicia de Dios. La
ofrenda de harina indica que Cristo es justo.
Debemos diferenciar entre justicia (sustantivo) y justo (adjetivo). Podemos decir que
Cristo es la justicia misma, y podemos decir también que Él es justo. El mismo
principio se aplica con relación a las palabras pecado (sustantivo)
y pecaminoso(adjetivo). Por una parte, podemos decir que somos pecado, que somos
la totalidad del pecado mismo; y por otra, podemos decir que somos pecaminosos.
Cuando Cristo murió en la cruz, Él fue hecho pecado (2 Co. 5:21). Aquel que murió en
la cruz no era simplemente una persona, Jesucristo, sino una persona hecha pecado en
su totalidad. Al ser hecho pecado, Él quitó el pecado de la humanidad (Jn. 1:29), y el
pecado, el cual es personificado, fue condenado (Ro. 8:3). Esto se refiere a Cristo como
ofrenda por el pecado.
Cristo es también la ofrenda por las transgresiones. La ofrenda por las transgresiones
no se refiere al Cristo que fue hecho pecado por nosotros, sino al Cristo que llevó
nuestros pecados (1 P. 2:24; He. 9:28). Por un lado, como ofrenda por el pecado, Cristo
fue hecho pecado; por otro, como ofrenda por las transgresiones, Él llevó nuestros
pecados.
70
Nosotros también debemos ser la justicia de Dios, agradando a Dios al punto de ser un
aroma que le satisface. Pero, ¿cómo podemos ser esta clase de persona? A los ojos de
Dios nosotros no somos justicia, sino pecado. ¿Cómo podemos ser holocaustos para
Dios? ¿Cómo nosotros, siendo pecado, podemos ser justicia? En nosotros mismos esto
es imposible, pero es posible si experimentamos a Cristo en Sus experiencias.
En los primeros años de mi ministerio, los hermanos y hermanas recién casados que
tenían problemas con su mal genio, a menudo me preguntaban cómo podían ser un
buen esposo o una buena esposa. No querían enojarse, pero a pesar de todos sus
esfuerzos, fracasaban. Ellos querían que les dijera cómo podían vencer su mal genio.
Como llevaba poco tiempo en el ministerio, todavía no había visto la visión de vivir a
Cristo. Debido a que me hacía falta visión y aún influían en mí ciertos libros que había
leído acerca de cómo vivir la vida cristiana, les decía que debían amar al Señor, orar
mucho y memorizar versículos de la Biblia. Ellos aceptaron mi consejo e intentaron
seguirlo, pero no les funcionó, y el resultado de ello fue el fracaso. Ellos decidían no
volverse a enojar, pero al cabo de poco tiempo fracasaban y se volvían a enojar. Su
experiencia, al igual que la mía, era similar a la de Pablo en Romanos 7: “El querer el
bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que
no quiero, eso practico” (vs. 18b-19). Si hoy se me pidiera ayudar a los santos a vencer
su mal genio, les diría: “Deben darse cuenta de que ustedes son el enojo mismo. ¿Cómo,
entonces, creen que pueden evitar enojarse? La única manera de vencer el enojo es que
vivan a otra persona, a Aquel que no es enojo, sino la justicia de Dios”.
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B. Producida del trigo que ha sido sometido
a una serie de procesos
La flor de harina, con la cual estaba hecha la ofrenda de harina, era producida del trigo
que había sido sometido a una serie de procesos, como por ejemplo, el hecho de ser
sembrado, ser enterrado para morir, crecer, ser golpeado por el viento, por la escarcha,
por la lluvia y por el sol, para luego ser segado, trillado, cernido y molido. Todos estos
procesos representan los diversos padecimientos de Cristo que hicieron de Él un
“varón de dolores” (Is. 53:3). En Su vida humana, el Señor Jesús soportó incesante
dolor.
III. EL ACEITE
A. Representa al Espíritu de Dios
El aceite de la ofrenda de harina representa al Espíritu de Dios (Lc. 4:18; He. 1:9).
Cristo es un hombre y, como tal, Él posee una humanidad excelente. Él también posee
el elemento divino, que es el Espíritu de Dios. El elemento divino está en el Espíritu de
Dios y es el Espíritu de Dios.
Como ofrenda de harina, Cristo está lleno de aceite. Incluso podríamos decir que Él ha
sido “aceitado”. Él se ha mezclado con el aceite. Esto significa que Su humanidad se
mezcló con Su divinidad.
IV. EL OLÍBANO
A. Representa la fragancia de Cristo
en Su resurrección
El olíbano tiene un aroma agradable y da a las personas una sensación muy placentera.
En tipología, el olíbano en la ofrenda de harina representa la fragancia de Cristo en Su
resurrección.
72
B. Aplicado a la flor de harina
El olíbano era aplicado a la flor de harina. Esto significa que la humanidad de Cristo
lleva el aroma de Su resurrección, que se manifiesta en medio de Sus sufrimientos (cfr.
Mt. 11:20-30; Lc. 10:21). En el transcurso de Su vida humana, Cristo tuvo muchos
padecimientos, pero el aroma de Su resurrección se manifestaba a través de Sus
padecimientos. A pesar de la multitud de Sus padecimientos, de Él emanaba una dulce
fragancia, el aroma de Su resurrección.
Si tenemos este pensamiento presente mientras leemos los Evangelios, veremos qué
clase de persona fue Cristo mientras vivió en la tierra. Él fue una persona que poseía la
mejor y más elevada humanidad. Su humanidad estaba “aceitada”, debido a que se
había mezclado con Su divinidad. En Su vivir humano, Él no expresó Sus
padecimientos, sino la resurrección. Esta resurrección es el olíbano, el aroma fragante,
el olor grato, en todo el universo. No hay nada más grato, más fragante, que este aroma
de resurrección. Así fue el vivir humano de Cristo en la tierra.
Incluso cuando el Señor Jesús fue arrestado y crucificado, Él llevó una vida en la que
Su humanidad estaba mezclada con Su divinidad y que expresaba la resurrección. Una
compañía de soldados y alguaciles de parte de los principales sacerdotes y de los
fariseos fueron al huerto a buscar a Jesús. Él les preguntó dos veces: “¿A quién
buscáis?” (Jn. 18:4, 7), y en ambas ocasiones contestaron: “A Jesús nazareno” (vs. 5,
7). Entonces, el Señor Jesús les dijo: “Pues si me buscáis a Mí, dejad ir a éstos” (v. 8).
Al decir “éstos” se refería a Sus discípulos. En el momento en que era traicionado por
Su falso discípulo y era arrestado por los soldados, el Señor seguía cuidando de Sus
discípulos. En esto podemos percibir la fragancia de la resurrección.
73
Sin importar cuáles fueran las circunstancias, el Señor Jesús llevó una vida de
sufrimientos, pero siempre expresó la fragancia de Su resurrección. En todo lugar y en
todo momento, Cristo llevó una vida en la que Su humanidad estaba mezclada con Su
divinidad y que expresaba Su resurrección. Ésta es la ofrenda de harina.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DOCE
LA OFRENDA DE HARINA:
EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO DE DIOS
Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS
(2)
Lectura bíblica: Lv. 2:2-13
Antes de considerar otros aspectos de la ofrenda de harina, quisiera comparar el
holocausto y la ofrenda de harina.
74
Dios es nuestro origen. Fuimos creados por Dios con el propósito de que lo
expresáramos y representáramos. Pero para expresar y representar a Dios se requiere
que llevemos una vida de absoluta entrega a Él. Sin embargo, entre el linaje humano
caído nadie está absolutamente entregado a Dios. Quizás algunos de nosotros nos
hemos entregado a Dios en gran medida, mas no de forma plena y completa. No
vivimos absolutamente entregados a Dios como lo hizo el hombre Jesús cuando estuvo
en la tierra. En los cuatro Evangelios se le describe como alguien que vivió
absolutamente entregado a Dios. Ninguno de nosotros puede compararse con Él. Por
esta razón, carecemos de la gloria de Dios y necesitamos que se haga propiciación por
nosotros.
La propiciación se hace no sólo para redimir, sino también para resolver los conflictos
que existen entre Dios y nosotros, los cuales impiden que haya paz. La propiciación
apacigua el conflicto existente entre nosotros y Dios, y resuelve ciertos conflictos.
Para que se haga propiciación debemos ofrecer a Cristo como holocausto. Sin embargo,
podemos ofrecer a Cristo como holocausto sólo en la medida en que lo hayamos
experimentado. A fin de ofrecer Cristo como holocausto a Dios, debemos experimentar
a Cristo en Sus experiencias.
Para hacer expiación, se necesita sangre. El holocausto únicamente se puede hacer con
animales porque sólo ellos tienen sangre que derramar para expiación. Por esta razón,
conforme a Levítico 1, el holocausto debía ser un novillo del ganado, una cabra o una
oveja del rebaño, o tórtolas o palominos.
Las ofrendas sirven como alimento a Dios y a nosotros para que Dios y nosotros
podamos tener un disfrute mutuo. El holocausto era totalmente consumido por Dios;
Dios era el único que lo comía. La “boca” de Dios era el fuego que consumía el
holocausto, el fuego que ardía incesantemente, día y noche. En la manera en que Dios
comía el holocausto vemos mucho orden. Esto es indicado por la manera ordenada en
que se colocaban las partes del holocausto que habían de ser quemadas (Lv. 1:7-8).
Todo lo que Dios hace, incluso comer el holocausto, lo hace de manera ordenada.
Debido a que el holocausto es para propiciación, puede ser ingerido únicamente por
Dios. Dios es el único apto para disfrutar algo que se ofrece por nuestra propiciación.
Por consiguiente, no se nos permite comer el holocausto.
75
Aunque no nos es permitido comer el holocausto, sí se nos permite comer parte de la
ofrenda de harina. Cuando una persona ofrecía la ofrenda de harina, debía tomar “su
puñado de la flor de harina con el aceite, junto con todo el olíbano”, y esto era quemado
“sobre el altar; porción memorial es, ofrenda por fuego, aroma que satisface a Jehová”
(2:2). Aquí vemos que parte de la harina y del aceite, y todo el olíbano, servía de
alimento para Dios. Dios debe ser el primero en gustar y disfrutar la ofrenda de harina.
El resto de la ofrenda de harina, que consiste de la flor de harina y el aceite sin el
olíbano, era alimento de los sacerdotes.
La ofrenda de harina guarda relación con el Cristo que satisface al pueblo de Dios y que
éste disfruta juntamente con Dios. Primero, Dios disfruta Su porción de la ofrenda de
harina, y luego nosotros disfrutamos nuestra porción. Nuestro disfrute es, por tanto,
un disfrute mutuo, un disfrute que compartimos con Dios.
V. TODO EL OLÍBANO,
JUNTO CON UNA PARTE DE LA FLOR DE HARINA
Y DEL ACEITE, ES QUEMADO SOBRE EL ALTAR
Todo el olíbano, junto con una parte de la flor de harina y del aceite, era quemado sobre
el altar (2:2). Esto significa que una porción considerable de la vida de Cristo —una
vida excelente, perfecta, llena del Espíritu y saturada de la resurrección— es ofrecida a
Dios como alimento para Su disfrute.
El vivir humano de Cristo en la tierra fue excelente, pero es difícil describir a qué se
refiere esta excelencia. Podríamos decir que se refiere a la elevada norma de Sus
atributos y virtudes. ¿Cuán elevada es esta norma? No lo sabemos. Entre el linaje
humano nadie había expresado jamás tal norma.
Cristo es Dios y hombre a la vez. Él es un Dios-hombre, que fue ungido por el Espíritu
de Dios y que estaba mezclado con Él y lleno de Él; más aún, incluso antes de ser
crucificado, Él expresó la resurrección. Él expresó la resurrección en todo, aun cuando
reprendió a los fariseos (Mt. 23:1-36) y cuando purificó el templo (Jn. 2:12-17). La
excelencia del vivir humano que Cristo llevó en la tierra se hizo manifiesta tanto en Su
condición de hombre como en Su condición de Dios; esta excelencia se manifestó en
Su humanidad y divinidad en el Espíritu y con la resurrección. Es así como los cuatro
Evangelios lo revelan a Él en Su excelencia.
76
A. Para memorial
El olíbano, junto con parte de la flor de harina y del aceite, era quemado como porción
memorial debido a su grato efecto. Un memorial es mucho más que una simple
satisfacción. Tal vez sintamos satisfacción con muchas cosas, pero no necesariamente
haremos de ellas un memorial. No obstante, si la satisfacción es sublime, haremos de
ella un memorial. Dios disfruta a Cristo a tal grado que dicho disfrute llega a ser un
memorial.
Es fácil decir que podemos disfrutar el vivir humano de Cristo como nuestro alimento,
pero ¿cómo podemos hacer esto en la práctica? Si consideramos el tipo hallado en
Levítico 2, esto nos ayudará a contestar la pregunta. Dicho tipo es un cuadro
descriptivo del vivir humano de Cristo. La flor de harina representa la humanidad de
Cristo, y el aceite representa al Espíritu de Dios. El aceite y la harina se mezclan para
producir flor de harina con aceite, esto es, flor de harina mezclada con aceite. Por tanto,
comer de la flor de harina equivale a comer del aceite; esto equivale también a comer
de la mezcla, ya que el aceite y la harina no pueden ser separados.
Si hemos de comer a Jesús por medio del Espíritu, debemos comprender que el
Espíritu hoy está consolidado en la palabra. Al tocar la palabra, tocamos aquello que
se ha consolidado, o corporificado, en la palabra. Para comer a Jesús, ingerir a Jesús,
77
disfrutar a Jesús, tenemos que tocar Su palabra, y cuando tocamos Su palabra, tenemos
contacto con el Espíritu.
Según el Nuevo Testamento, el Espíritu divino está relacionado con nuestro espíritu
humano. Debemos tocar la palabra del Señor valiéndonos de nuestro espíritu. La
manera de tocar la palabra del Señor mediante nuestro espíritu consiste en orar-leer
la palabra. Cuando acudimos a la palabra, no sólo debemos ejercitar nuestros ojos y
nuestra mente, leyéndola como si meramente fuese un periódico. Además de ejercitar
nuestros ojos y nuestra mente, debemos orar y ejercitar nuestro espíritu. Si hacemos
esto, aparentemente estaremos tocando la palabra; pero en realidad, estaremos
tocando el Espíritu. El Espíritu está mezclado con la humanidad de Cristo. Por
consiguiente, cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar el Espíritu que está
consolidado en la palabra, comemos la vida y el vivir humanos de Cristo.
En nosotros mismos no podemos llevar una vida humana como la que llevó el Señor
Jesús. Sólo Él puede vivir tal vida. Pero sí podemos tomar a Jesús en todo momento,
acudiendo a Su palabra y ejercitando nuestro espíritu para orar-leer la palabra. Cuando
hacemos esto, tocamos el Espíritu, y el Espíritu nos suministra a Jesús como nuestro
nutrimento. Puesto que somos lo que comemos, cuanto más comemos a Jesús, más Él
llega a ser nuestro elemento constitutivo. Al comer el vivir humano de Jesús, Su vivir
llega a ser nuestro. Espontáneamente, sin ningún esfuerzo, seremos tan humildes y
santos como Jesús. En esto consiste disfrutar a Jesús como nuestro alimento a fin de
llevar una vida apta para servir a Dios.
Durante un período de más de mil quinientos años, Dios preparó un libro para
nosotros, la Biblia, y lo puso en nuestras manos. Además, nos dio Su Espíritu. El
Espíritu está por dentro, y la Biblia está por fuera. Al combinar estos dos, tenemos a
Cristo en Su vida humana. Cuando ejercitamos nuestro espíritu y oramos-leemos la
palabra, tocamos el Espíritu y disfrutamos el vivir humano de Cristo. Ésta es la ofrenda
de harina.
78
B. El fuego representa
al Dios que es fuego consumidor,
fuego que denota aceptación y no juicio
El fuego en Levítico 2 representa al Dios que es fuego consumidor, fuego que denota
aceptación y no juicio. La porción de la ofrenda de harina que se ofrecía a Dios como
alimento para Su satisfacción, era quemada, es decir, era consumida por el fuego. Esto
era una señal de aceptación, no de juicio. Esto significa que Dios aceptó a Cristo como
alimento Suyo que le satisface. Dios acepta la ofrenda de harina al consumirla por
fuego.
¿Por qué, entonces, somos nosotros tan osados como para usar esta expresión hoy en
día? Nosotros hablamos de la mezcla porque esta revelación se encuentra en la Biblia.
Nuestra enseñanza en cuanto a la mezcla de lo divino con lo humano se basa en la
revelación del Nuevo Testamento y también es confirmada por los tipos del Antiguo
Testamento.
79
Según el tipo, el cuadro descriptivo, en Levítico 2, la ofrenda de harina se hacía
básicamente con flor de harina y aceite. El versículo 5 habla de “flor de harina mezclada
con aceite”. El aceite denota la divinidad, y la flor de harina denota la humanidad de
Cristo. La mezcla de la flor de harina con el aceite indica que es mediante esta mezcla
divina que la humanidad de Cristo fue elevada hasta alcanzar el estándar más elevado.
En Gálatas 2:20, Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, y en Filipenses
1:21, dice: “Para mí el vivir es Cristo”. Pablo no sólo estaba mezclado con Cristo:
Pablo era Cristo. Al oír esto, es posible que algunos argumenten y me acusen de
tergiversar las palabras de Pablo. Tal vez digan: “Pablo no nos dijo que él era Cristo. Él
declaró simplemente que Cristo vivía en él y que para él el vivir era Cristo. Vivir a Cristo
es una cosa, y ser Cristo es otra”. A esto, yo contestaría: “¿Cómo puede una persona
vivir a otra persona sin ser esa persona? ¿Cómo pudo Pablo vivir a Cristo sin ser
Cristo?”.
Mientras Pablo iba camino a Damasco, el Señor Jesús le preguntó: “¿Por qué me
persigues?”, y después añadió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch. 9:4-5). Pablo
pensaba que perseguía a Esteban y a otros discípulos; él no comprendía que de hecho
perseguía a Cristo. Sin embargo, el Señor consideró a Sus discípulos parte Suya. El
complemento me de Hechos 9:4 es una persona corporativa que incluye al Señor Jesús
y a todos los creyentes. Todos los creyentes son uno con Cristo, pero no como resultado
de una combinación o unión, sino de una mezcla.
Puesto que el Señor Jesús es Dios mismo que se encarnó para ser hombre, Él es un
Dios-hombre. ¿Piensa usted que Su divinidad se puede separar de Su humanidad, o
que, sin que haya mezcla alguna, Su divinidad y humanidad simplemente se unen para
constituirlo un Dios-hombre? Si no hubiera ninguna mezcla, ¿cómo podría Él vivir
como Dios-hombre? La divinidad de Cristo está mezclada con Su humanidad. Sin
embargo, esta mezcla de lo divino con lo humano de ningún modo produjo un tercer
elemento, algo que no es divino ni humano. Afirmar que con respecto al Señor Jesús la
mezcla de la naturaleza divina con la naturaleza humana produjo una tercera
naturaleza, una naturaleza que no era totalmente divina ni totalmente humana, es
herético. Esto definitivamente no es nuestro entendimiento de la
palabra mezcla. Nosotros estamos de acuerdo con la definición que nos da Webster’s
Third New International Dictionary acerca de la palabra mezclar: “juntar o combinar
conjuntamente o con otras cosas, de manera que los componentes aún se pueden
distinguir en la combinación”. En esta mezcla de dos elementos, los elementos aún se
distinguen y de ningún modo se produce un tercer elemento.
Cristo es tanto el Dios completo como el hombre perfecto y, como tal, posee la
naturaleza divina y la naturaleza humana de modo distinguible, sin que se produzca
una tercera naturaleza. Esto se revela en el Nuevo Testamento, y nos lo presenta el tipo
en Levítico 2. En este tipo vemos un ejemplo claro de la mezcla: el aceite está mezclado
con la flor de harina, y la flor de harina está mezclada con el aceite. Sin embargo,
aunque estos dos elementos están mezclados, la esencia de cada elemento aún se
80
distingue, y no se produce un tercer elemento. Éste es el entendimiento correcto de la
palabra mezcla.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TRECE
LA OFRENDA DE HARINA:
EL CRISTO QUE SATISFACE AL PUEBLO DE DIOS
Y QUE ÉSTE DISFRUTA JUNTAMENTE CON DIOS
(3)
Lectura bíblica: Lv. 2:4-7, 13-16
En este mensaje abarcaremos otros aspectos relacionados con la ofrenda de harina.
Hay dos cosas que me perturban en el recobro del Señor. Una es la ambición, que
considero levadura, y la otra es el afecto natural, que considero miel. Tal vez algunos
santos afirmen que el amor que tienen unos por otros es conforme al mandamiento del
Señor (Jn. 13:34). Pero en realidad, su amor es un afecto natural y no tiene nada que
ver con el mandamiento del Señor.
Nada perjudica más la vida de iglesia, el ministerio del Señor y la obra del Señor que la
ambición y el afecto natural. La ambición por el liderazgo es levadura, y la levadura
trae corrupción. El afecto natural es miel, y la miel produce fermentación.
81
que desea; pero considerará su enemigo a todo aquel que le impida satisfacer su
ambición.
Si queremos servir al Señor por mucho tiempo, debemos acudir a Él pidiéndole que
nos purifique de la ambición y del afecto natural. No importa lo bien que nos traten
algunos santos, ni cuán estrecha y extensa haya sido nuestra relación, no debemos
hacer amigos en la vida de iglesia. En lugar de ello, debemos considerar a todos los
santos de la misma manera: como hermanos y hermanas en el Señor. No debemos ser
ambiciosos ni debemos tener afecto natural por nadie, ya que tal afecto acarrea
corrupción.
La razón por la cual hay tanta ambición y afecto natural en la iglesia es que hay muy
poca sal. Nos hace falta experimentar la cruz de Cristo, nos hace falta aplicar la muerte
de Cristo. Si tenemos suficiente sal en la iglesia, la cruz acabará con la ambición y el
afecto natural. Mientras la cruz esté presente, tendremos la sal; y mientras tengamos
la sal, ésta matará los gérmenes. En tanto que la cruz esté presente, ella acabará con la
ambición y el afecto natural. Espero que ésta sea la experiencia de todos nosotros.
Entre nosotros no debe haber ambición ni afecto natural. Lo único que debe haber
entre nosotros es la muerte del Señor que crucifica. Entonces tendremos humildad
pura y amor puro. Seremos puros y llevaremos una vida semejante a la que llevó el
Señor Jesús cuando estuvo en la tierra, una vida sin levadura y sin miel, pero llena de
sal.
82
La flor de harina no tiene una forma definida, pero las tortas de flor de harina son
sólidas y tienen una forma definida. Por tanto, las tortas indican una experiencia más
sólida de Cristo. Podemos experimentar a Cristo como flor de harina, como un
alimento sin forma. También podemos experimentar a Cristo como tortas, como algo
sólido y con una forma definida.
B. Perforadas o traspasadas
Las tortas de flor de harina eran perforadas o traspasadas. Perforar o traspasar
representa una determinada clase de sufrimiento padecido por Cristo en Su
humanidad. Durante Su vida humana, el Señor experimentó diversas clases de
sufrimientos, y el hecho de que las tortas fuesen perforadas o traspasadas, representa
cierta clase de sufrimientos que Cristo experimentó.
C. Sin levadura
Las tortas de flor de harina no contenían levadura. No tener levadura significa no tener
pecado ni ninguna cosa negativa.
XIII. HOJALDRES
La ofrenda de harina también podía ser de “hojaldres sin levadura ungidos con aceite”
(v. 4b).
83
B. Sin levadura
Una vez más, no tener levadura significa que en Cristo, como ofrenda de harina, no hay
pecado ni ninguna cosa negativa.
A. Sin levadura
Una vez más, no tener levadura significa no tener pecado ni cosas negativas.
C. Partida en trozos
La ofrenda de harina era partida en trozos. Esto significa que la humanidad de Cristo
es perfecta, pero jamás permanece intacta; ésta siempre es quebrantada. Tal
quebrantamiento representa otra clase de sufrimiento por el cual Cristo pasó en Su
humanidad.
Aquí vemos un cuadro de la experiencia que Cristo tuvo del Espíritu de Dios. En primer
lugar, Él nació del Espíritu de Dios (Mt. 1:18, 20). Esto guarda relación con el hecho de
que Él se mezcló con el Espíritu. Luego, a la edad de treinta años, Él fue ungido con el
Espíritu de Dios. El Espíritu Santo fue derramado sobre Él después de Su bautismo en
agua (3:16). Así que, incluso en la ofrenda de harina, una ofrenda tan pequeña,
podemos ver los dos aspectos de la experiencia que Cristo tuvo del Espíritu de Dios.
84
humanidad de Cristo en otra clase de sufrimiento. Los demás aspectos de esta ofrenda
tienen el mismo significado que los de la ofrenda de harina horneada en bandeja.
A. Producto de la cosecha
después de haber laborado en el campo
Las espigas frescas eran el producto de la cosecha después de haber laborado en el
campo. Esto significa que nuestra labor en Cristo produce una cosecha de espigas
frescas. Las espigas frescas son muy tiernas, muy frescas y muy sabrosas.
C. Grano majado
Levítico 2:14 habla de “grano majado de la espiga fresca”. La palabra majado alude a
la aplicación de la cruz de Cristo. Las espigas frescas debían ser majadas, es decir,
debían experimentar la obra aniquiladora de la muerte de Cristo. Esto indica que si
queremos llevar una vida en la que Cristo sea nuestra ofrenda de harina, no podremos
evitar la cruz. Debemos experimentar el ser majados; esto equivale a experimentar la
muerte de Cristo que nos aniquila.
85
más vemos que una porción de la ofrenda de harina —la mejor porción— era ofrecida
a Dios como alimento.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CATORCE
LA EXPERIENCIA Y EL DISFRUTE PRÁCTICOS
QUE TENEMOS DE CRISTO COMO LAS OFRENDAS
En este mensaje, siento la carga de tener comunión con ustedes acerca de la
experiencia y el disfrute prácticos que tenemos de Cristo como las ofrendas.
El libro de Hebreos nos revela lo maravillosa que es la persona de Cristo. Capítulo tras
capítulo, Pablo corre el velo y nos muestra la maravillosa, misteriosa y todo-inclusiva
persona de Cristo. En particular, Hebreos nos habla del sacerdocio de Cristo. Cristo no
es solamente nuestro Salvador, sino también nuestro Sumo Sacerdote. En el capítulo
10 vemos que esta persona ha reemplazado todas las ofrendas del Antiguo Testamento.
Él vino para hacer la voluntad de Dios (He. 10:7, 9). Según la economía
neotestamentaria, la voluntad de Dios consiste en reemplazar con Cristo las ofrendas
del Antiguo Testamento.
86
propiciación sino también para complacer a Dios. Nosotros, como pecadores que
poseen una naturaleza pecaminosa y cometen acciones pecaminosas, teníamos
problemas con Dios, y Dios tenía problemas con nosotros. No había paz entre Dios y
nosotros. Así que era necesario hacer algo para apaciguar el conflicto existente entre
Dios y nosotros. Cristo apaciguó el conflicto existente al hacer propiciación por
nosotros. Además, Cristo hizo algo para que Dios estuviera contento. Dios quería
sentirse contento con nosotros, pero nuestros pecados lo impedían. Si bien Dios nos
amaba antes de que fuéramos salvos, Él no estaba contento con nosotros. Así que,
Cristo se ofreció a Sí mismo no sólo como sacrificio por el pecado, sino también como
dádiva para complacer a Dios y así alegrarlo. Cristo, como la única ofrenda, hizo
propiciación por nosotros y logró que Dios estuviera contento con nosotros.
Todo el que entiende correctamente Levítico ve la relación que existe entre este libro y
el libro de Hebreos. Por más de sesenta años hemos estudiado el libro de Hebreos y
cómo éste se relaciona con Levítico.
Aunque los Hermanos me ayudaron a ver a Cristo en los tipos, fue después de algún
tiempo que descubrí que las ofrendas servían de alimento para Dios (Lv. 3:11, 16; 21:6,
8; Nm. 28:2). ¿Se ha dado usted cuenta de que Dios tiene hambre, que Él necesita
alimento, que necesita comer? Decir que Dios tiene hambre y que necesita alimento no
concuerda con nuestro concepto humano natural. Cuando decimos que las ofrendas
son sacrificios, tal vez lo único que nos venga a la mente es que tenemos problemas con
Dios y que necesitamos las ofrendas para que hagan propiciación por nosotros a fin de
apaciguar el conflicto existente con Dios. Pero quizás nunca hayamos comprendido
que, de hecho, uno de los principales propósitos de las ofrendas es que ellas servían
como alimento para Dios y también para Sus siervos.
En los libros de Éxodo y Levítico vemos que los sacerdotes, quienes servían en el
tabernáculo y en torno a él, comían los alimentos sacerdotales. ¿En qué consistían
estos alimentos sacerdotales? Eran las distintas clases de ofrendas, tanto de la vida
animal como de la vida vegetal. El objetivo de las ofrendas no era únicamente hacer
propiciación por nuestro caso y agradar a Dios para que estuviera contento con
87
nosotros. Además de esto, las ofrendas tenían como finalidad satisfacer a Dios y
satisfacer, fortalecer y vigorizar a los siervos de Dios.
Tal vez hablemos mucho de servir a Dios, pero ¿qué debemos servirle? Debemos
servirle a Cristo como alimento. Además, este alimento no se debe de servir de una sola
forma, o platillo; antes bien, al igual que los banquetes chinos, debe constar de muchos
platillos. Cada una de las ofrendas constituye un platillo diferente. Todas las ofrendas
—el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por las
transgresiones, la ofrenda por el pecado, la ofrenda mecida, la ofrenda elevada, la
ofrenda voluntaria y la libación— son Cristo como distintos platillos que podemos
servirle a Dios.
Cristo es la comida de Dios, y también es nuestra comida. Puesto que Cristo es nuestro
alimento, es necesario que le comamos. No obstante, algunos cristianos se sienten
molestos cuando nos oyen hablar de comer a Jesús. A ellos quisiéramos recordarles lo
que el Señor dijo en Juan 6:57: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa
del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Cristo, quien
es nuestro alimento, nos fortalece y nos vigoriza.
En el libro de Levítico podemos ver muchos detalles relacionados con el disfrute que
tenemos de Cristo. En el Evangelio de Juan, el Señor Jesús reveló que Él es el pan de
vida, que Él es el pan que descendió del cielo y que lo podemos comer (6:48, 50-51).
No obstante, aunque el Señor dijo esto claramente en Juan, los detalles de esto no se
encuentran en Juan. Si queremos conocer los detalles respecto a comer a Cristo,
debemos acudir a Levítico.
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Es crucial que encontremos la manera de experimentar y disfrutar a Cristo según se
revela en Levítico. Debemos experimentarlo y disfrutarlo diariamente y de forma
práctica. Para ello, debemos conocer la realidad de todas las ofrendas.
El Espíritu de realidad:
Cristo como realidad de las ofrendas
para nosotros
Algunos afirman que la realidad de las ofrendas es Cristo. Esto, por supuesto, es
correcto. En Juan 14, el Señor Jesús nos dijo incluso que Él es la realidad. “Yo soy el
camino, y la realidad, y la vida” (v. 6). En otro versículo del mismo capítulo, Él habla
del Espíritu de realidad (v. 17). No obstante, Cristo no puede ser realidad para nosotros
si Él simplemente es la realidad. Él, en Sí mismo, es la realidad, pero todavía no es la
realidad para nosotros. A fin de que Cristo sea realidad para nosotros, necesitamos al
Espíritu de realidad.
Juan 1:17 dice: “La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad
vinieron por medio de Jesucristo”. Esto indica que cuando el Señor Jesús vino, también
vino la realidad. Cristo mismo es la realidad. Así que, por un lado, el Señor Jesús nos
dice que Él es la realidad; pero, por otro, Él nos habla del Espíritu de realidad. “Yo
rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el
Espíritu de realidad” (14:16-17a).
El Espíritu no sólo es poder, fuerza y vigor: Él es una persona. Sin embargo, quizás no
nos demos cuenta de que esta persona vive en nosotros y camina con nosotros. No
estamos solos; hay otra persona —Cristo como Espíritu de realidad— quien está en
nosotros y con nosotros. Esto significa que cuando ingerimos a Cristo y lo disfrutamos,
ingerimos y disfrutamos a una persona. Todos debemos darnos cuenta de que dentro
de nosotros está Cristo, una persona.
En Mateo 28:20 el Señor Jesús dijo: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días”.
Esto significa que Él está con nosotros cada día. ¿No tiene usted la sensación de que el
Señor Jesús que está con usted es una persona? Aunque esta persona todavía posee la
naturaleza humana y la naturaleza divina, Él ya no está en la carne, pues fue
transfigurado para ser el Espíritu. Él es ahora el Espíritu consumado, el Espíritu que
es la consumación del Dios Triuno procesado.
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¿Se dan cuenta de que tenemos a un Dios procesado y que este Dios procesado llegó a
ser el Espíritu consumado? Yo puedo testificar que tengo la profunda sensación de que
esta persona está en mí y conmigo, ayudándome, fortaleciéndome, vigorizándome y
cuidando de mí. Pablo tenía esta convicción, y por ello pudo decir: “Todo lo puedo en
Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13).
La Biblia revela que Cristo es una persona maravillosa y que esta persona maravillosa
es ahora el Espíritu vivificante. Él es el Dios Triuno consumado que, como Espíritu
compuesto, está siempre con nosotros para ser nuestro disfrute. ¿Cómo podemos
disfrutarle? Podemos disfrutarle en calidad de todas las ofrendas.
El pensamiento de que podemos disfrutar a Cristo como las ofrendas está escondido
en el libro de Levítico. Por ejemplo, podemos disfrutar a Cristo como holocausto.
Nosotros no podemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios, pero Cristo como
holocausto vive absolutamente entregado a Dios. Por consiguiente, debemos tomar a
Cristo como holocausto y disfrutarlo en calidad de holocausto. Para tener esta
experiencia y disfrute de Cristo, debemos orar, diciendo: “Señor Jesús, Tú eres una
persona maravillosa. Eres el Espíritu consumado que siempre está conmigo, y estás
conmigo para ser mi holocausto. Señor, yo no puedo satisfacer a Dios, pero Tú sí
puedes. Yo no vivo absolutamente entregado a Dios, pero Tú siempre viviste y sigues
viviendo absolutamente entregado a Dios. Ahora, Señor Jesús, te tomo como mi
holocausto”. Al orar así, disfrutaremos a Cristo como nuestro holocausto.
También podemos disfrutar a Cristo como nuestra ofrenda de harina. Como ofrenda
de harina, Cristo sirve de alimento a Dios y también a nosotros. En este alimento
tenemos olíbano y sal, pero no levadura ni miel. La sal se refiere a la muerte de Cristo,
y el olíbano, a la resurrección de Cristo. La ofrenda de harina, por tanto, está repleta
de la muerte y resurrección de Cristo.
Cuanto más oremos acerca del Cristo que es las ofrendas, con la comprensión de que
Él es el Espíritu vivificante, más lo disfrutaremos como las ofrendas. La manera en que
disfrutamos a Cristo consiste en tener contacto con Él y poseerlo como Espíritu de
realidad.
Hoy en día entre los cristianos, incluyéndonos a nosotros, hay carencia en cuanto a
disfrutar a Cristo al liberar nuestro espíritu por medio de la palabra en la Biblia. Es
posible aprender muchas cosas y adoptar diferentes prácticas, pero aun así quizás no
ejercitemos debidamente nuestro espíritu en oración con la palabra constante en la
Biblia de modo que ésta llegue a ser, en nuestra experiencia, la palabra dada para el
momento a fin que podamos disfrutar a Cristo de forma práctica. Si durante algún
90
tiempo oramos liberando nuestro espíritu por medio de la palabra, tendremos la
profunda sensación de que el Señor Jesús está con nosotros para suministrarnos todo
lo que necesitemos.
Disfrutar a Cristo como las ofrendas consiste en comer a Cristo para poder servir a
Dios. Cuanto más comamos a Cristo, más seremos llenos de Él y más estaremos
satisfechos con Él. Esto nos capacitará para servir a Dios y adorarlo.
En primer lugar, nosotros mismos debemos estar satisfechos con Cristo como las
ofrendas. Luego, una vez que disfrutemos al Cristo que nos capacita para amar a los
demás, podremos ministrarles a Cristo. Por ejemplo, por un lado, debemos tomar a
Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, disfrutando de Su propiciación; por otro,
debemos ministrar a los demás el Cristo que hemos disfrutado, especialmente a los
más débiles que aún viven en pecado. Si les ministramos a Cristo de esta manera, ellos
serán abastecidos y alumbrados para confesar sus pecados. Finalmente, obtendrán la
victoria sobre su pecado y lo vencerán completamente.
Mi carga en este mensaje es que los santos en el recobro del Señor sepan cómo disfrutar
a Cristo de una manera práctica y concreta, y que comprendan que Él, una persona
viva y maravillosa, es nuestras ofrendas. Cristo, como Espíritu consumado del Dios
Triuno procesado, lo es todo. Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu; Él es el Dios
procesado; Él es un hombre mezclado con Dios. Él es también nuestro alimento santo.
Esto significa que Él es las ofrendas que llegan a ser nuestro alimento. Él es incluso la
adoración misma que rendimos a Dios y Aquel dentro de nosotros que agrada a Dios.
Nuestra necesidad hoy en día es disfrutar a este Cristo a fin de que lo prediquemos y lo
ministremos a los demás.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE QUINCE
LOS ELEMENTOS DE LA OFRENDA DE HARINA
PARA LA VIDA CRISTIANA Y LA VIDA DE IGLESIA
Lectura bíblica: Lv. 2:1-2, 4, 11, 13; Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20; Lc. 3:21-22; 4:1; 23:14;
Mt. 12:46-50; Mr. 10:38; Jn. 12:24; 7:6, 16-18; Ro. 8:2, 3, 6, 9-11, 13; 1 Co. 10:17
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En este mensaje siento la carga de decir algo más sobre la ofrenda de harina. Sin
embargo, no siento la carga de hablar de la ofrenda de harina como tal, sino tener
comunión con ustedes en cuanto a los elementos, los componentes, de la ofrenda de
harina en relación con la vida cristiana y la vida de iglesia.
Con respecto a nuestro entendimiento del libro de Levítico, estamos apoyados sobre
los hombros de muchos maestros de la Biblia que nos han precedido, especialmente
aquellos que estuvieron entre los Hermanos. Ciertamente debemos darle crédito a
ellos; con todo, debido a que estamos apoyados sobre sus hombros, podemos ver cosas
que ellos nunca vieron. Una de estas cosas es el hecho de disfrutar las ofrendas a fin de
que éstas se forjen en nosotros y nos constituyan en cierta clase de personas. Nosotros
nos convertimos en lo que comemos. Si comemos a Cristo como ofrenda de harina,
Cristo llegará a ser nuestro elemento constitutivo.
LA FLOR DE HARINA
El primer elemento de la ofrenda de harina es la flor de harina. La flor de harina
representa la humanidad de Cristo, la cual es equilibrada y fina.
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EL ACEITE
Mientras que la flor de harina en la ofrenda de harina representa la humanidad, el
aceite representa la divinidad. El aceite representa a Dios. La flor de harina es la base,
a la cual se agrega el aceite.
EL OLÍBANO
El tercer elemento es el olíbano. En tipología, el olíbano representa la resurrección. El
olor grato del olíbano representa la fragancia de la resurrección de Cristo. ¡Cuán dulce
es Cristo en Su resurrección!
LA SAL
El cuarto elemento de la ofrenda de harina es la sal. En tipología, la sal representa la
muerte, o la cruz, de Cristo. La sal sazona, mata los gérmenes y conserva. Éste es el
efecto de la cruz de Cristo.
LA OFRENDA DE HARINA
NO CONTIENE LEVADURA NI MIEL
La ofrenda de harina no debía contener levadura ni miel. La levadura representa el
pecado y otras cosas negativas. En los Evangelios, el Señor Jesús habla de la levadura
de los fariseos, de la levadura de los saduceos y de la levadura de Herodes (Mt. 16:6,
11-12; Lc. 12:1; Mr. 8:15).
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cosas negativas son levadura, y los buenos aspectos de la vida natural, representados
por la miel, terminan por fermentar y redundan en levadura.
La vida que Cristo llevó en la tierra fue una vida sin levadura y sin miel, y nosotros
debemos llevar la misma clase de vida hoy en día. Debemos tener los cuatro elementos
positivos —la flor de harina, el aceite, el olíbano y la sal—, pero no los dos elementos
negativos: la levadura y la miel. Si ésta es nuestra situación, seremos una ofrenda de
harina apropiada, una ofrenda compuesta de humanidad aceitada con divinidad en
resurrección por medio de la muerte de Cristo, y sin levadura ni miel. Esta clase de vida
es el alimento que satisface a Dios y que también nos nutre a nosotros, que servimos a
Dios.
Cuando el Señor Jesús comenzó a ministrar en favor de Dios, Él fue bautizado. “Jesús
fue bautizado; y mientras Él oraba, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre
Él en forma corporal, como paloma” (Lc. 3:21b-22a). El hecho de que el Espíritu Santo
descendiera en forma de paloma, la cual se caracteriza por su mansedumbre, indica
que el Espíritu de Dios es una persona, y no simplemente un poder, un medio o un
instrumento. El Espíritu Santo como persona descendió sobre el Señor Jesús. Esto
significa que así como se derramaba el aceite sobre la flor de harina, el Espíritu Santo
fue derramado sobre el Señor Jesús. Por una parte, en Su humanidad, Él estaba
mezclado con el Espíritu Santo; por otra, el Espíritu Santo fue derramado sobre Él y lo
ungió.
La primera parte de Lucas 4:1 dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo”. Él estaba lleno
del Espíritu, plenamente aceitado con el Espíritu, por cuanto se había mezclado con el
Espíritu y el Espíritu había sido derramado sobre Él. Por esta razón, Él se conducía y
obraba en el Espíritu. Todo cuanto Él hizo en Su ministerio lo hizo en el Espíritu: en el
Espíritu esencial y también en el Espíritu económico. Él es un hombre que se mezcló
con el Espíritu y sobre el cual se derramó el Espíritu.
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Una humanidad sin defecto:
una vida humana exenta de levadura
La humanidad y el vivir humano del Señor Jesús no tenían defecto alguno. El Señor
fue llevado ante Pilato para ser juzgado por la autoridad romana, pero Pilato declaró
que no había hallado delito alguno en Él (Lc. 23:14). El Señor Jesús no tenía pecado.
En Él no había levadura alguna.
Hechos 15:36-39 narra un problema que se suscitó entre Pablo y Bernabé. Este
problema fue causado por la miel de la vida natural. Bernabé quería que llevasen
consigo a Juan Marcos en sus viajes, pero “a Pablo no le parecía bien llevar consigo al
que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra” (v. 38).
Como resultado de ello, “hubo un agudo conflicto entre ellos, hasta el punto que se
separaron el uno del otro” (v. 39a). Marcos era primo de Bernabé (Col. 4:10), y es muy
probable que el problema entre Pablo y Bernabé se debiera a la relación natural que
había entre Bernabé y Marcos. Pablo, quien fue vindicado por la crónica divina (Hch.
15:39b-40), no estuvo de acuerdo con esta miel.
En nuestra vida cristiana, debemos aprender del Señor Jesús a alejarnos de la vida
natural lo más que podamos. Como creyentes, ciertamente debemos amar a los demás,
pero debemos tener cuidado de no amar de una manera natural. ¡Cuán fácil es amar a
los demás de una manera humana y natural! Aun en la vida de iglesia a veces amamos
a los que son iguales a nosotros en un sentido natural. A veces amamos a cierto
hermano simplemente porque su manera de ser es similar a la nuestra. Esta clase de
amor es miel; es amor natural.
En Filipenses 2:2, Pablo habla de tener “el mismo amor”. Tener el mismo amor
significa amar a todos los santos por igual. En nosotros mismos no podemos amar de
esta forma, debido a que nuestra tendencia natural es tener distintos niveles de amor.
Nuestro amor por ciertos santos se encuentra en un nivel más elevado que el amor que
sentimos por otros santos. Esto es miel. El amor del Señor Jesús no es así.
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Una vida siempre sazonada con sal
Marcos 10:38 y Juan 12:24 indican que el Señor Jesús siempre llevó una vida sazonada
con sal, una vida bajo la operación de la cruz. Incluso antes de ser crucificado, Él vivió
diariamente una vida crucificada.
En Marcos 10:38 el Señor Jesús les preguntó a Jacobo y a Juan: “¿Podéis beber la copa
que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado?”. Cuando
ellos dijeron que sí podían, Él añadió: “La copa que Yo bebo, la beberéis, y con el
bautismo con que Yo soy bautizado, seréis bautizados” (v. 39). Tanto la copa como el
bautismo se refieren a la muerte de Cristo (Jn. 18:11; Lc. 12:50). Por tanto, beber la
copa del Señor y ser bautizados con el bautismo con que Él fue bautizado equivalen a
experimentar Su muerte, esto es, que se nos aplique Su muerte en nuestra experiencia.
Un himno que habla de ser sazonados con sal es Himnos, #297. La segunda estrofa y
el coro dicen:
La vida que Cristo llevó fue una vida en la que continuamente fue sazonado con sal.
Para nosotros hoy en día, experimentar la cruz equivale a ser sazonados con sal.
Debemos recibir la sal en nuestra vida cotidiana. Si hacemos esto, seremos la flor de
harina apta para la ofrenda de harina.
En Juan 12 vemos que cuando el Señor Jesús entró en Jerusalén, las multitudes le
dieron la bienvenida. En términos humanos, ése fue Su tiempo dorado. Sin embargo,
cuando Él oyó que el pueblo lo buscaba, dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Estas palabras indican
que en lugar de dejarse exaltar, el Señor Jesús fue sazonado con sal. Es como si Él
dijera: “Yo soy un grano de trigo. No necesito que la gente me dé la bienvenida, me
glorifique ni me exalte. Lo que necesito es caer en la tierra y morir”.
Debemos aprender del Señor Jesús a ser sazonados con sal. Cuando otros nos dan la
bienvenida, nos exaltan y nos glorifican, nos resulta muy fácil preferir la miel en lugar
de la sal. Cada vez que los demás nos dan la bienvenida o nos exaltan, debemos
aplicarnos la sal y ser personas que no desean ser exaltadas, sino morir. Esto significa
que debemos aprender a aplicar la cruz de Cristo.
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Una vida en resurrección
Puesto que el Señor Jesús siempre llevó una vida en la que fue sazonado con sal, una
vida bajo la operación de la cruz, Él siempre estuvo en resurrección. La vida que Él
vivió fue una vida en resurrección.
En los versículos del 16 al 18, Él añadió: “Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que
me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la enseñanza es de Dios,
o si Yo hablo por Mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria
busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en Él
injusticia”. Aquí vemos que el Señor Jesús no habló Sus propias palabras, sino las
palabras del Padre. La fuente de donde provenían Sus palabras no era Él mismo, sino
el Padre. Esto indica que Él rechazó Su vida natural y vivió por la vida del Padre. En
esto consiste la resurrección. Por consiguiente, aun antes de ser crucificado, el Señor
Jesús llevó una vida en resurrección al negarse a la vida natural y al vivir la vida del
Padre.
LA VIDA CRISTIANA:
UNA DUPLICACIÓN DE LA VIDA DE CRISTO
Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él era la flor de harina, Él fue aceitado con
el Espíritu Santo, era continuamente sazonado con sal y vivió en resurrección,
despidiendo el aroma del olíbano. Además, en Él no había levadura ni miel. Por tanto,
Él podía ser una ofrenda de harina.
La situación con respecto a nosotros hoy debe ser igual. Esto significa que nuestra vida
cristiana debe ser una duplicación, una fotocopia, de la vida de Cristo. Esto se revela
claramente en Romanos 8.
Romanos 8 pone juntos a Cristo y a nosotros. Allí vemos la humanidad de Cristo (v. 3),
el Espíritu de vida (v. 2), la cruz (v. 13) y la resurrección (v. 11), todo junto como uno
97
solo. Esto nos muestra la clase de vida que debemos llevar hoy en día. Debemos llevar
la misma vida que llevó Cristo. Él era un hombre, y nosotros también somos humanos.
Él fue aceitado con el Espíritu, y nosotros también hemos sido aceitados con el
Espíritu, al menos hasta cierto grado. Asimismo, hemos sido mezclados con el Espíritu
de Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos. Cristo fue sazonado con sal, fue
crucificado, y nosotros también debemos hacer morir nuestro ser natural. Además,
Cristo vivió en resurrección, y nosotros también podemos vivir en resurrección.
Romanos 8 revela definitivamente que debemos ser una duplicación del Cristo que es
la ofrenda de harina. Debemos ser copias Suyas, reproducciones, y por ende, ser como
Él es. Cristo llegó a ser una persona en la carne, y nosotros hoy somos personas en la
carne. Como hombre en la carne, Cristo fue aceitado con el Espíritu. Hoy en día
nosotros también somos aceitados por el Espíritu que mora en nosotros. El Espíritu
mora en nosotros para efectuar la obra de aceitarnos. Ya que el Espíritu que mora en
nosotros nos aceita, debemos poner nuestra mente en el espíritu, no en la carne (v. 6).
Luego, por el Espíritu, debemos hacer morir los hábitos del cuerpo (v. 13). Si hacemos
esto, viviremos, y esta vida será una vida en resurrección. Como resultado, seremos
aptos para ser la ofrenda de harina que satisface a Dios.
Como miembros de Cristo, debemos ser Su duplicación y llevar la misma clase de vida
que Él llevó. Ésta es una vida en la cual la humanidad es aceitada con el Espíritu Santo.
Día tras día necesitamos ser aceitados con el Espíritu Santo. Además, necesitamos
recibir continuamente la sal, es decir, debemos experimentar la cruz de Cristo y hacer
morir nuestras acciones naturales. Entonces viviremos en resurrección y tendremos el
olíbano que satisface a Dios.
Todo el olíbano de la ofrenda de harina era quemado en el fuego. Esto indica que todo
el olíbano era para Dios; ninguna porción del olíbano era para los sacerdotes. Esto nos
muestra que todo el olíbano en Cristo como ofrenda de harina es quemado para
producir una fragancia que satisface a Dios. Ésta fue la experiencia de Cristo. Puesto
que somos miembros de Cristo, Su duplicación, ésta debe ser nuestra experiencia hoy
en día.
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Testamento revela que Cristo, el individuo, se ha convertido en el Cristo corporativo (1
Co. 12:12), representado por la torta. Pablo dice: “Nosotros, con ser muchos, somos un
Cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Co. 10:17). Este mismo pan
es una “torta”.
A fin de obtener una ofrenda de harina en forma de torta, necesitamos flor de harina
mezclada con aceite. La mezcla de la harina con el aceite producirá una masa. Luego la
masa, al ser horneada, se convierte en una torta. Esta torta es un símbolo de la vida de
iglesia. Este símbolo indica que, a la postre, la vida de Cristo y nuestra vida cristiana
individual tienen como resultado una totalidad, y esta totalidad es la vida de iglesia.
La vida de iglesia no es una vida angelical, sino una vida llena de humanidad. Sin
embargo, a algunos cristianos se les ha dicho que deben procurar ser como ángeles y
dejar de vivir como seres humanos. Este concepto es totalmente erróneo. Si hemos de
experimentar más la vida de iglesia, requerimos más humanidad. Por causa de la vida
de iglesia, debemos ser muy humanos. No obstante, esta humanidad no debe estar
separada del Espíritu Santo, sino que debe ser una humanidad que está mezclada con
el Espíritu Santo y sobre la cual el Espíritu Santo ha sido derramado. En otras palabras,
por causa de la vida de iglesia debemos ser personas aceitadas, es decir, personas que
han sido aceitadas por el Espíritu y con el Espíritu. Además, no debemos tener levadura
ni miel, sino poseer sal y olíbano. A nuestra vida se le debe aplicar mucha sal, la muerte
de cruz, y debemos estar llenos de la resurrección. Ésta es la vida de iglesia apropiada.
Si queremos llevar una vida de iglesia semejante, debemos estar llenos de humanidad
y vivir como hombres, no como ángeles. Sin embargo, hay algunas hermanas, e incluso
algunos hermanos, que tratan de vivir como si fueran ángeles. Estos santos son
peculiares y carecen de humanidad. Cuanto más usted procure ser como un ángel, más
peculiar se volverá. En vez de ser humano, usted será un “fantasma”. Por tanto,
quisiera recalcar una vez más que en la vida de iglesia necesitamos estar llenos de
humanidad, pero no una humanidad que sea independiente del Espíritu Santo.
Debemos depender plenamente del Espíritu Santo, permitiendo que el Espíritu Santo
nos aceite interiormente y se derrame sobre nosotros exteriormente. Si somos tales
personas, seremos llenos del Espíritu. Tomaremos al Espíritu como nuestro centro y
seremos poseídos por el Espíritu. Llevaremos también una vida en la que
experimentaremos la sal y el olíbano, es decir, una vida que pasa por la muerte de
Cristo y se lleva a cabo en Su resurrección. La sal pondrá fin a la levadura, a los
gérmenes del pecado; la sal también pondrá fin a la miel, con lo cual aniquilará la vida
natural. Ésta es la manera de llevar una vida de iglesia como ofrenda de harina.
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La vida de iglesia como ofrenda de harina puede ser quemada para producir una
fragancia que satisface a Dios, y la parte restante de dicha ofrenda llega a ser nuestro
alimento. Esto significa que comeremos nuestra vida de iglesia, ya que la vida de iglesia
será nuestro suministro diario. Por tanto, la ofrenda de harina que es nuestro
suministro diario no es únicamente Cristo, sino Cristo con la vida de iglesia. Ahora nos
alimentamos de Cristo y también nos alimentamos de la vida de iglesia. Comemos la
ofrenda de harina no solamente en su primera forma, la harina, que es Cristo en su
aspecto individual, sino que también comemos la ofrenda de harina en su segunda
forma, la torta, que es el Cristo corporativo, la iglesia. Creo firmemente que en los días
venideros, en todas las iglesias veremos la vida de iglesia como ofrenda de harina, una
vida que primeramente satisface a Dios y que luego nos alimenta a nosotros.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DIECISÉIS
LA VIDA DE IGLESIA COMO OFRENDA DE HARINA
Lectura bíblica: 1 Co. 1:2, 9, 18, 22-24, 30; 2:2-4,12; 3:16; 5:6-8; 6:5, 17, 19; 7:20,
24, 40; 9:22, 26-27; 10:16-17, 23-24, 31; 11:27-29; 12:3, 4, 11, 18, 24, 27; 13:4-7;
14:26, 40; 15:9-10; 16:13
El libro de 1 Corintios nos muestra una clase particular de vida de iglesia. Puesto que
la vida de iglesia revelada allí tiene tantos aspectos, resulta difícil resumir esta vida de
iglesia en una sola frase, una sola cláusula, o incluso una sola oración. Si hemos sido
alumbrados con respecto a la ofrenda de harina, la cual describe la vida que el Señor
Jesús llevó en la tierra, veremos que la vida de iglesia descrita en 1 Corintios
corresponde a la vida del Señor Jesús. Esta vida fue la que dio formación a la ofrenda
de harina, y la vida de iglesia descrita en 1 Corintios podría ser llamada la vida de iglesia
como ofrenda de harina.
Hemos visto que la ofrenda de harina contenía cuatro elementos: la flor de harina, el
aceite, el olíbano y la sal. La flor de harina representa la fina humanidad de Cristo, el
aceite representa al Espíritu de Dios, el olíbano representa la fragancia de la
resurrección de Cristo, y la sal representa la cruz de Cristo que, de manera subjetiva,
pone fin a todas las cosas negativas en nuestra vida.
Si leemos los cuatro Evangelios, veremos que los cuatro elementos de la ofrenda de
harina fueron los mismos componentes de la vida que Cristo llevó en la tierra y que
hicieron de Él la verdadera ofrenda de harina. Como cristianos, nosotros debemos
llevar la misma vida que llevó el Señor Jesús. Esto significa que, hablando con
propiedad, la vida cristiana debe ser una ofrenda de harina.
100
UNA VIDA QUE POSEE LA HUMANIDAD MÁS ELEVADA
Para que nuestra vida cristiana sea una ofrenda de harina, ella debe poseer la
humanidad más elevada. Ésta es la razón por la cual Pablo encargó a los corintios,
diciendo: “Sed hombres” (1 Co. 16:13). Según el contexto de 1 Corintios, ser hombres
significa que debemos poseer una humanidad excelente y elevada.
Si poseemos tal humanidad, ejerceremos dominio propio. Esto lo indica lo que dice
Pablo en 9:26 y 27: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta
manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo,
y lo pongo en servidumbre”. Estos versículos revelan que Pablo poseía una humanidad
elevada y que él tenía un carácter firme y excelente. Él no corrió a la ventura ni golpeó
el aire, sino que ejerció dominio propio. Él fue un verdadero hombre que poseía una
elevada norma de moralidad en su vivir humano.
En 16:13 Pablo no dice: “Sed héroes”; él dice: “Sed hombres”. Desde toda perspectiva
y en todo aspecto, debemos ser hombres. Desde la perspectiva de la ética, debemos ser
hombres. Desde la perspectiva del dominio propio, debemos ser hombres. Desde la
perspectiva de la sabiduría y del amor, debemos ser hombres. Esto es lo que significa
tener una humanidad elevada. En el libro de 1 Corintios podemos ver la verdadera flor
de harina. Este libro ciertamente nos presenta la vida de iglesia como ofrenda de
harina.
En la vida de iglesia como ofrenda de harina, el primer ítem es una humanidad fina y
elevada. Si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada, todos debemos tener un
carácter firme. Sin embargo, este carácter firme debe ser equilibrado, pues una
humanidad desequilibrada es una humanidad con prejuicios. Así que, debemos ser
firmes, y a la vez, apacibles. Si en la vida de iglesia somos firmes pero no apacibles,
acabaremos por ofender a otros. No obstante, si bien debemos ser apacibles y a la vez
firmes, no debemos ser demasiado apacibles. Los que son demasiado apacibles son
como fideos. Hay un proverbio que dice que podemos levantar una caña de bambú,
pero no un fideo. No podemos llevar una vida de iglesia apropiada si los santos son
demasiado firmes o demasiado apacibles. Así que, debemos ser equilibrados. Por causa
de la vida de iglesia, debemos ser hombres que poseen una humanidad fina,
equilibrada y elevada.
101
CRISTO: EL HOMBRE DADO A NOSOTROS POR DIOS
En 1 Corintios 1 se nos revela que Cristo es el hombre dado a nosotros por Dios. El
versículo 2 dice que el Señor Jesucristo es “de ellos y nuestro”. Cristo es suyo y mío.
Como dice Juan 3:16, Dios amó al mundo —la humanidad caída— y nos dio a Su Hijo
unigénito. Ahora Cristo es nuestro, y nosotros fuimos llamados a la comunión del Hijo
de Dios, Jesucristo nuestro Señor (1 Co. 1:9). Ahora podemos disfrutarlo, participar de
Él y compartirlo unos con otros.
Además, 1:30 dice: “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de
parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Es por Dios que estamos
en Cristo Jesús, y Cristo nos ha sido hecho sabiduría. Éste es el Cristo que nos ha sido
dado.
Cristo es la dádiva, el regalo, que Dios nos ha dado. Esta dádiva es una persona; Él es
el Hijo de Dios y también el Dios-hombre. Dios también nos llamó al disfrute de esta
dádiva y ha hecho de esta dádiva nuestra sabiduría, esto es: justicia y santificación y
redención. Éste es Cristo como hombre según se revela en 1 Corintios 1.
EL ESPÍRITU DE DIOS
El segundo elemento de la ofrenda de harina era el aceite, que representa al Espíritu
de Dios. El libro de 1 Corintios tiene mucho que decirnos acerca del Espíritu. Pablo
habla del Espíritu de Dios en los capítulos 2 y 3. En 2:4 él dice que su palabra y su
proclamación fueron “con demostración del Espíritu”, y en el versículo 12 dice que
hemos recibido “el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos
ha dado por Su gracia”. Luego, en 3:16, agrega: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y
que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”. Muchos cristianos no se dan cuenta de que
son templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en ellos. ¿Sabía que en su vida diaria
hay una persona que mora en usted? ¿Se da cuenta de que el Espíritu de Dios lo toma
a usted por morada? El Espíritu nos ha sido dado, y ahora Él mora en nosotros.
En 6:17 Pablo dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Esto alude a la
mezcla del Señor, quien es el Espíritu, con nuestro espíritu. Ya que somos un solo
espíritu con el Señor, formamos parte de Él. Esto no significa que formemos parte de
Dios en el sentido de ser objetos de adoración; más bien, formamos parte del Señor en
la experiencia de vida. En nuestro espíritu somos uno con el Espíritu divino. Hemos
sido aceitados con el Espíritu, e incluso hemos sido unidos al Espíritu. No sólo hemos
recibido al Espíritu Santo, sino que somos uno con Él.
102
CRISTO EN RESURRECCIÓN
En 1 Corintios vemos también el olíbano, esto es, a Cristo en resurrección. De hecho,
todo un capítulo, el capítulo 15, está dedicado al tema de la resurrección. Por tanto, en
este libro sin duda se percibe la fragancia del Cristo resucitado.
Algunos de entre los corintios habían sido engañados por el diablo y decían que no
había resurrección de muertos. Pablo argumentó con ellos, diciendo: “Si no hay
resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es
entonces nuestra proclamación, vana es también vuestra fe. Además, somos hallados
falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que Él resucitó a Cristo, al
cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resucitó” (15:13-16).
En 15:9 y 10 Pablo habla de la experiencia que tuvo del Cristo resucitado. Primero, en
el versículo 9, se refiere a sí mismo como “el más pequeño de los apóstoles”. Luego, en
el versículo 10, dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo
no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la
gracia de Dios conmigo”. En este versículo la gracia de Dios equivale a la resurrección,
equivale al Cristo resucitado. La gracia de Dios, de la cual disfrutamos hoy, es Cristo
en resurrección. Al igual que Pablo, nosotros podemos declarar: no yo, sino la gracia
de Dios; no yo, sino Cristo en resurrección.
En el versículo 58 Pablo nos da unas palabras de aliento: “Así que, hermanos míos
amados, estad firmes e inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor,
sabiendo que vuestra labor en el Señor no es en vano”. Nuestra labor no es en vano
porque no laboramos en nuestra vida natural, sino en la resurrección de Cristo. La
labor que realicemos por el Señor en Su vida de resurrección nunca será en vano.
PERMANECER EN EL ESTADO
EN QUE FUIMOS LLAMADOS
En el capítulo 7 Pablo exhorta a los creyentes a permanecer en el estado en que fueron
llamados: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca con
Dios” (v. 24). Él usa a los esclavos como ejemplo: “¿Fuiste llamado siendo esclavo? No
te dé cuidado; pero aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de
esclavo. Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor” (vs.
21-22a). En lugar de realizar una obra de emancipación, Pablo alentó a los creyentes
que eran esclavos a permanecer en esclavitud, en el estado en que fueron llamados, y a
llevar una vida capaz de soportar la esclavitud y vencerla. Los esclavos tienen una
oportunidad muy especial para demostrar la realidad de la resurrección y glorificar a
Cristo al llevar una vida que vence la esclavitud. ¡Qué testimonio sería un vivir así!
El principio es el mismo con relación a la vida matrimonial. Pablo dice: “Que la mujer
no se separe del marido” (v. 10), y en los versículos 12 y 13, agrega: “Si algún hermano
tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si
una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo
103
abandone”. Esto requiere una humanidad elevada. La razón por la cual hay tantos
divorcios hoy en día es que la humanidad de las personas es demasiado frágil.
Permanecer con un cónyuge con quien es difícil vivir y que no nos agrada requiere que
seamos hombres y tengamos una humanidad elevada.
Conocí a una pareja que, antes de ser salva, decidió divorciarse. Ellos no se amaban y
estaban decididos a divorciarse. Pero oyeron el evangelio, recibieron al Señor Jesús y
fueron salvos. A partir de ese momento otra persona, Cristo, empezó a vivir en ellos, y
Él elevó la humanidad de ellos y cambió su carácter. Así que, abandonaron la idea de
divorciarse y empezaron a convivir dulcemente, en la fragancia de la resurrección de
Cristo. Todo el que se relacionaba con ellos podía percibir la fragancia de la vida de
resurrección de Cristo.
Cuanto más difícil sea ese estado, más oportunidades tiene uno para vivir a Cristo. Los
que están en esclavitud tienen la oportunidad de vivir a Cristo en resurrección mientras
están en esclavitud. Esto es lo que significa ser hombres. Todos podemos ser hombres
aceitados con el Espíritu y que están unidos al Espíritu para ser un solo espíritu con Él,
y podemos estar plenamente inmersos en la resurrección, con lo cual manifestamos la
fragancia del Cristo resucitado.
LA CRUZ DE CRISTO
La sal —el cuarto elemento de la ofrenda de harina— también se encuentra en 1
Corintios. Al escribirles a los corintios, Pablo habló de la cruz de Cristo y del Cristo
crucificado: “Los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros
predicamos a Cristo crucificado” (1:22-23a). Pablo no dijo que él predicaba a Cristo
glorificado, sino que predicaba a Cristo crucificado. Pablo no predicaba milagros ni
sabiduría; más bien, él predicaba a Cristo crucificado.
El Cristo crucificado es un Cristo que no hace nada por salvarse a Sí mismo. Mientras
el Señor Jesús estaba en la cruz, “los principales sacerdotes junto con los escribas se
burlaban entre ellos, diciendo: A otros salvó, a Sí mismo no se puede salvar. Que el
104
Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos” (Mr.
15:31-32a). Por mucho que lo desafiaron, el Señor Jesús permaneció en la cruz y no
hizo nada por salvarse a Sí mismo.
A los corintios, Pablo les predicó a este Cristo crucificado. Para los griegos, quienes se
jactaban de su cultura y sabiduría, esto era necedad. Pasa lo mismo hoy en día. La gente
aún se jacta de su cultura y su sabiduría, y nosotros debemos predicarles al Cristo
crucificado.
En 1 Corintios 1:18 dice: “La palabra de la cruz es necedad para los que perecen; mas
para los que se salvan, esto es, para nosotros, es poder de Dios”. Mediante la
predicación del evangelio, la palabra de la cruz puede salvar a las personas. Si hemos
de tener poder en la predicación del evangelio, es necesario que llevemos una vida
crucificada. Tenemos que aprender a llevar una vida crucificada, siendo crucificados
cada día. Esto lo podemos experimentar en nuestra vida matrimonial, pues cada esposa
es una cruz para su marido y cada marido es una cruz para su esposa. Esta situación,
que tiene como finalidad que seamos sazonados con sal, ha sido dispuesta por la
soberanía del Señor.
Nosotros somos sazonados con sal no sólo en nuestra vida matrimonial, sino también
en la vida de iglesia. Existe tal cosa como ser sazonados con sal en la vida de iglesia.
Por una parte, en la vida de iglesia encontramos felicidad; por otra, también nos
encontramos con el desagrado de ser sazonados con sal. En lo profundo de su ser, los
hermanos sienten que las hermanas los sazonan con sal, que ellas los crucifican. Las
hermanas sienten lo mismo con respecto a los hermanos. En la vida de iglesia se
experimenta mucho el ser sazonados con sal.
En 1 Corintios Pablo no nos enseña a ser glorificados, sino que nos enseña a ser
crucificados. Sin la cruz, no puede existir la vida de iglesia. Sin sal, no puede haber
ofrenda de harina. La ofrenda de harina tiene que ser sazonada con sal.
DESECHAR LA LEVADURA:
LAS COSAS QUE SON PECAMINOSAS Y NEGATIVAS
Hemos señalado que la ofrenda de harina no contenía levadura ni miel. En 1 Corintios
vemos que tanto la levadura —las cosas pecaminosas y negativas— como la miel —la
vida natural— son desechadas.
En 5:6b-8 se nos habla de desechar la levadura: “¿No sabéis que un poco de levadura
leuda toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin
levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que
celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad,
sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Aquí vemos que la levadura
no es tolerada en la vida de iglesia.
105
DESECHAR LA MIEL: LA VIDA NATURAL
En 1 Corintios 15:10 se nos muestra que en la experiencia de Pablo la miel, la vida
natural, había sido desechada. Recordemos que en este versículo él dice: “He trabajado
mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Pablo no
trabajaba valiéndose del yo, de la vida natural, de la miel.
Indudablemente, Pablo no era una persona de carácter débil. Antes de ser salvo, él
tenía un carácter muy firme, pues había tomado la delantera al perseguir a los santos.
Pero después de ser salvo, él fue hecho apóstol y trabajó más que todos los demás
apóstoles. Sin embargo, su labor no fue realizada en la vida natural.
En la vida de iglesia debemos desechar la vida natural y el afecto natural. Esto significa
que en la vida de iglesia no debe haber miel. A todos nos gusta comportarnos de manera
natural y llevar una vida natural, pero en la vida de iglesia no se permite la vida natural;
ésta debe morir. La miel propia de la vida natural tiene que ser aniquilada por la sal,
por la cruz de Cristo.
UN SOLO PAN
La vida de iglesia es una ofrenda de harina corporativa representada por el único pan
en 10:17: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo; pues
todos participamos de aquel mismo pan”. Este pan, o torta, representa la vida
corporativa.
Todos los asuntos abarcados en 1 Corintios guardan relación con la vida de iglesia, con
la vida corporativa. Según este libro, para que pueda llevarse a cabo esta vida
corporativa es necesario que seamos hombres aceitados con el Espíritu Santo, hombres
que llevan una vida bajo operación de la cruz con la resurrección de Cristo como
olíbano y en quienes no hay levadura ni miel. Ésta es la vida de iglesia como ofrenda
de harina.
106
tomemos como nuestra comida diaria en el servicio que le rendimos a Dios. Nosotros,
por tanto, somos una ofrenda de harina, comida que satisface a Dios y nutre a los
demás.
Dios desea que en cada localidad haya una ofrenda de harina. Él desea que cada iglesia
local sea una ofrenda de harina que lo satisfaga a Él y abastezca plenamente a los santos
de día en día.
Nuestra hambre no solamente es satisfecha por Cristo, sino también por la vida de
iglesia. La vida de iglesia nos satisface porque ella es una ofrenda de harina corporativa,
de la cual la mejor porción es para Dios, y el resto, para nosotros. Por consiguiente,
nosotros somos nutridos por la vida de iglesia y con ella. La vida de iglesia es la ofrenda
de harina que nos brinda un suministro diario. ¡Aleluya por la vida de iglesia como
ofrenda de harina!
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DIECISIETE
LA OFRENDA DE PAZ:
CRISTO COMO PAZ
ENTRE DIOS Y EL PUEBLO DE DIOS
PARA QUE AMBOS DISFRUTEN EN MUTUA COMUNIÓN
Lectura bíblica: Lv. 3:1, 5-7, 12; 6:12; 7:37
Todo lo dicho en Levítico referente a las ofrendas fue hablado por el Señor en una
pequeña tienda, la Tienda de Reunión. En el desierto, lejos de millones de personas
que se encontraban ocupadas en tantas cosas, el propio Dios que creó el universo entró
en una pequeña tienda. Todo lo que el Dios Triuno habló allí fue dicho para la
eternidad. Por medio de estas maravillosas palabras de Dios, aquella pequeña Tienda
de Reunión poco a poco se convertirá en la Nueva Jerusalén. Cada aspecto de este
hablar referente a Cristo y al disfrute que nosotros, juntamente con Dios, tenemos de
Cristo se cumplirá en la Nueva Jerusalén. Allí, en la Nueva Jerusalén, sin duda
comprenderemos que Cristo es nuestro holocausto, nuestra ofrenda de harina, nuestra
ofrenda de paz, nuestra ofrenda por el pecado, nuestra ofrenda por las transgresiones,
nuestra ofrenda mecida y nuestra ofrenda elevada. Al final, todas estas ofrendas
redundarán en la Nueva Jerusalén.
Cristo es Aquel por el cual y mediante el cual llevamos una vida de absoluta entrega a
Dios y delante de Dios. Cristo es también Aquel de quien nos alimentamos cada día. Él
107
es nuestra comida diaria. Ahora este Cristo es la paz que disfrutamos con Dios y unos
con otros. Así que, el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz son las
ofrendas básicas que nos permiten disfrutar a Cristo como nuestra paz con Dios y unos
con otros. Éste es el significado de la secuencia de estas tres ofrendas.
Cuando nos salimos de Cristo, no tenemos paz. Si estamos escasos de paz, estamos
escasos de Cristo. La medida de paz que tenemos depende de cuánto Cristo tenemos.
Por consiguiente, la paz es un factor que nos muestra en qué grado disfrutamos a
Cristo.
No hay razón para que los miembros de la iglesia no tengan paz. No debemos intentar
tener paz por nuestros propios esfuerzos. Cuanto más nos esforcemos por tener paz,
menos paz tendremos. La única forma de tener paz consiste en disfrutar a Cristo cada
día. Por la mañana, debemos tomar a Cristo como nuestro holocausto y ofrecerlo para
satisfacer a Dios. Luego, debemos tomarlo como nuestro alimento diario para suplir
las necesidades específicas de ese día.
Debemos disfrutar a Cristo hoy y olvidarnos del día de ayer y del día de mañana. El día
de ayer ya pasó, y aún no ha llegado el día de mañana. Puesto que el día de ayer ya
pasó, ninguno de nosotros debe permanecer más en él. Si ayer fracasamos o tuvimos
éxito, eso ya pasó. Como cristianos, no tenemos el día de mañana; sólo tenemos el día
de hoy. No se preocupen por el día de mañana: ¡vivan hoy! ¿Qué tenemos hoy?
Tenemos a Cristo. Cristo es el hoy.
108
II. LA OFRENDA DE PAZ EN RELACIÓN
CON EL HOLOCAUSTO Y CON LA OFRENDA DE HARINA
A. La ofrenda de paz se basa
en que Dios es satisfecho por el holocausto
La ofrenda de paz se basa en que Dios es satisfecho por el holocausto. La ofrenda de
paz, de la cual Dios y nosotros disfrutamos hoy, tiene como base que Cristo es el
holocausto. Esto lo indica Levítico 3:5 y 6:12. Refiriéndose a la ofrenda de paz, 3:5 dice:
“Los hijos de Aarón quemarán esto en el altar, sobre el holocausto, el cual estará sobre
la leña que habrá encima del fuego; es ofrenda por fuego, aroma que satisface a
Jehová”. Aquí vemos que el holocausto provee la base sobre la cual Dios recibe la
ofrenda de paz. Basado en el holocausto consumido por el fuego, Dios recibe la ofrenda
de paz.
Esto no guarda relación con la doctrina, sino con la experiencia. Si hemos de disfrutar
a Cristo como nuestra paz de una manera práctica y diaria, primero tenemos que
tomarlo como nuestro holocausto para satisfacción de Dios, y después tenemos que
alimentarnos de Él como ofrenda de harina al disfrutarlo como nuestro alimento.
Entonces Cristo se convertirá en nuestra ofrenda de paz. Creo que todos hemos
experimentado esto.
Aunque hemos experimentado a Cristo como las ofrendas, tal vez no hayamos tenido
el conocimiento que comunican los cuadros en Levítico. Al presentarnos estos cuadros,
Levítico usa muchos términos técnicos. Muchos de nosotros hemos experimentado a
Cristo sin conocer estos términos técnicos. Uno de estos términos es holocausto. Por
la mañana, podemos orar así: “Padre Dios, amo a Tu Hijo, y quisiera ofrecértelo”.
Disfrutamos a Cristo de una manera muy dulce y presentamos este Cristo a Dios para
complacerlo. En esto consiste presentar Cristo a Dios como holocausto.
Después de presentar Cristo a Dios como holocausto, podemos decir: “Oh Señor, Tú
eres mi suministro diario. Sin Ti, no podría vivir”. Esto es tomar a Cristo como ofrenda
de harina, como nuestro suministro de vida. Ofrenda de harina es el término técnico
que equivale a suministro de vida.
Cuando tomamos a Cristo como nuestro holocausto y como nuestra ofrenda de harina,
tenemos paz. En lo profundo de nuestro ser tenemos una sensación de gozo y de que
estamos bien con Dios y que Él nos acepta. Quizás unos momentos antes usted había
109
tenido un problema, y debido a ello no se sentía en paz con Dios; pero ahora ya no hay
problemas, y usted está en paz. Esto es disfrutar a Cristo como ofrenda de paz. Todos
podemos experimentar y disfrutar esto cada día.
A. No es debido a Cristo,
sino a que el disfrute de Cristo experimentado
por el oferente puede encontrarse
en diferentes condiciones
El hecho de que haya diferentes clases de ofrenda de paz no es debido a Cristo mismo,
sino a que el disfrute de Cristo experimentado por el oferente puede encontrarse en
diferentes condiciones. A veces disfrutamos a un Cristo grande. En otras ocasiones algo
sucede, quizás algún problema en nuestra vida familiar, que limita el disfrute que
tenemos de Cristo. Esto no significa que Cristo se haya hecho más pequeño; más bien,
significa que la condición en la cual disfrutamos a Cristo se ha vuelto estrecha y
pequeña. Satanás busca limitar el disfrute que tenemos de Cristo y hacer más estrecha
la condición en la cual disfrutamos a Cristo. Por consiguiente, debemos aprender a
vencer toda clase de dificultades, incluso orar en nuestro “aposento” (Mt. 6:6) para
evitar interrupciones, a fin de estar en una condición más propicia y más elevada en la
cual podamos disfrutar a un Cristo de mayor tamaño.
No es que Cristo sea fuerte o débil; más bien, nosotros somos fuertes o débiles. Si
somos fuertes, disfrutaremos a un Cristo más fuerte. Si somos débiles, disfrutaremos
a un Cristo más débil; no es que Cristo sea débil en Sí mismo, sino que es más débil en
nuestra experiencia a causa de nuestra debilidad. Cuando estamos débiles o nos
sentimos desilusionados, tenemos un disfrute más débil del Cristo fuerte. Debido a que
somos débiles, Él es débil en nuestra experiencia.
2. Hembra
La hembra representa a un oferente débil, quien disfruta a Cristo como hembra del
ganado vacuno.
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De hecho, todos los animales del ganado vacuno son fuertes. Cristo en Sí mismo es
fuerte. Si disfrutamos a un Cristo fuerte o a un Cristo débil depende de nuestra
condición. Si según nuestra condición somos fuertes, disfrutaremos a un Cristo fuerte;
pero si estamos débiles, disfrutaremos a un Cristo débil.
2. Una cabra
El versículo 12 dice: “Si su ofrenda es una cabra, la presentará delante de Jehová”. Aquí
la cabra significa que el oferente disfruta a Cristo como cabra, no tanto en Su perfección
y belleza.
Según Mateo 25, las ovejas son buenas y las cabras no son buenas. ¿Cómo, entonces,
podríamos experimentar a Cristo a veces como oveja y a veces como cabra? Si nuestra
condición es lamentable, no disfrutaremos a Cristo como oveja en Su perfección y
belleza; más bien, lo disfrutaremos como cabra sin perfección ni belleza. Supongamos
que un hermano intenta disfrutar a Cristo después de altercar con su esposa. En ese
momento, el disfrute que él tiene de Cristo será pobre; por tanto, disfrutará a Cristo no
como oveja, sino como cabra. Esto indica que según nuestro sentir, Cristo varía
conforme a nuestra condición. Por supuesto, no es que Cristo en Sí mismo varíe, sino
que somos nosotros los que tenemos un sentir distinto según la condición en que nos
encontremos.
V. PONER LA MANO
SOBRE LA CABEZA DE LA OFRENDA
El que presentaba la ofrenda de paz debía poner su mano sobre la cabeza de la ofrenda
(3:2, 8, 13). Esto representa la unión del oferente con la ofrenda. En lugar de usar la
palabra unión, tal vez debiéramos usar la palabra identificación. Al poner su mano
sobre la ofrenda, el oferente se identifica con la ofrenda.
Al respecto, debemos tener cuidado respecto a decir que Cristo nos reemplaza. Nuestra
relación con Cristo no es una cuestión de reemplazo, sino de identificación.
111
Identificación es más que unión. La palabra unión no comunica plenamente la verdad
en cuanto a nuestra comunión con Cristo. Nuestra comunión con Cristo es una
cuestión de identificación, es decir, consiste en que nosotros llegamos a ser lo que Él
es, y en que Él llega a ser lo que nosotros somos. Nosotros y Cristo somos uno solo.
Nosotros llegamos a ser Él, y Él llega a ser nosotros. Por consiguiente, debemos
cambiar nuestro concepto acerca del reemplazo. Ser reemplazados por Cristo significa
que nosotros desaparecemos por completo. La relación que tenemos con Cristo no es
una cuestión de reemplazo, sino de ser uno con Él.
Hoy en día podemos disfrutar a Cristo aquí en la tierra. No espere ir al cielo para
disfrutar a Cristo. Disfrútelo aquí en la tierra, donde usted se encuentra ahora mismo.
Hay un proverbio que dice que el agua que está lejos no puede apagar nuestra sed. Si
Cristo estuviera únicamente en el cielo, no tendría nada que ver con nosotros. Hoy
disfrutamos a Cristo en la tierra, en el lugar donde nos encontramos.
Esta sangre no se llevaba al Lugar Santísimo para apaciguar a Dios, sino que era
rociada sobre el altar y alrededor del altar, donde estaba el oferente. Esto nos muestra
que la sangre de la ofrenda de paz nos da paz y seguridad. Cuando vemos la sangre de
la ofrenda de paz, tenemos la certeza de que nuestros pecados han sido lavados. La
sangre de la ofrenda era derramada por causa de nosotros, y ahora está ante nuestros
ojos. Así que, podemos decir: “Gracias, Señor. Mis pecados han sido perdonados. Esto
lo sé porque veo Tu sangre. La sangre es la prueba de que Dios ha perdonado mis
pecados”.
112
que disfruta de lo primero, lo mejor, de la ofrenda. La mejor parte de la ofrenda de paz
es la porción de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DIECIOCHO
LA OFRENDA POR EL PECADO:
EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ MISMO
POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS
(1)
Lectura bíblica: Lv. 4:1-35; 1 Jn. 1:5-9; Col. 1:12; Ro. 5:12; 7:17, 20; 8:3; Jn. 1:14; 2
Co. 5:21; Jn. 3:14; Ro. 6:6; He. 2:14; 4:15; Gá. 5:19-21; Jn. 12:31
En los mensajes anteriores abarcamos las primeras tres de las cinco ofrendas básicas:
el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz. La cuarta ofrenda básica es la
ofrenda por el pecado, y la quinta es la ofrenda por las transgresiones. En este mensaje
empezaremos a considerar la ofrenda por el pecado.
113
LA SECUENCIA EN QUE
SON DISPUESTAS LAS OFRENDAS
Me siento maravillado al ver la secuencia en que fueron dispuestas las cinco ofrendas
básicas. Esta secuencia no es según el pensamiento humano, que pondría la ofrenda
por el pecado en primer lugar. Puesto que sabemos que somos pecaminosos, lo primero
que queremos es que se ponga fin a nuestro pecado. Después de esto, podríamos
escoger el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz. Sin embargo, la
secuencia divina es diferente. La secuencia divina comienza con el holocausto, lo cual
nos muestra que con relación a nosotros, lo primordial es que vivamos absolutamente
entregados a Dios. Después del holocausto sigue la ofrenda de harina, lo cual nos
muestra que debemos tomar a Cristo como nuestro suministro de vida y vivir
diariamente por Él. El resultado de tomar a Cristo como nuestro holocausto y nuestra
ofrenda de harina es que tenemos paz. No obstante, aunque tenemos paz, aún tenemos
ciertos problemas —el pecado por dentro y los pecados por fuera—, a los cuales
ciertamente se les debe dar solución.
La secuencia que siguen las ofrendas en Levítico concuerda con la secuencia de 1 Juan
1. El versículo 5 dice: “Dios es luz, y en Él no hay ningunas tinieblas”. El versículo 6
afirma que si decimos que tenemos comunión con el Dios que es la luz misma y
“andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. El versículo 7 añade:
“Pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado”. Esto indica que mientras tenemos
comunión con Dios y lo disfrutamos, nos daremos cuenta de que entre nosotros y Dios
existe un problema, y que este problema es el pecado.
Cristo, como ofrenda por el pecado (Lv. 4; Is. 53:10; Ro. 8:3; 2 Co. 5:21; He. 9:26), puso
fin a nuestro pecado, el pecado que mora en nuestra naturaleza (Ro. 7:17); y Cristo,
como ofrenda por las transgresiones, llevó sobre Sí nuestros pecados, nuestras
transgresiones (Lv. 5; Is. 53:11; 1 Co. 15:3; 1 P. 2:24; He. 9:28). Sin embargo, después
de ser regenerados, todavía necesitamos tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el
pecado, como se indica en 1 Juan 1:8, y también como nuestra ofrenda por las
transgresiones, como se indica en 1 Juan 1:9.
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En 1 Juan 1:8 se nos dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”. Este versículo habla del pecado que
mora en nosotros, el pecado que heredamos por nacimiento. Éste es el pecado
mencionado en Romanos 5:12. Si decimos que, después de ser salvos y regenerados, ya
no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos. Aunque hemos sido salvos y
regenerados, y aunque buscamos al Señor, lo amamos y tenemos comunión con Él, el
pecado sigue morando en nosotros. Esto es un hecho. Si lo negamos, la verdad no está
en nosotros.
A continuación, 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para
perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. Esto se refiere a la
confesión de nuestros pecados después de nuestra regeneración, y no a la confesión de
nuestros pecados antes de la regeneración. Aquí pecados denota nuestras acciones
pecaminosas.
Quizás procuremos ser buenos y hacer lo correcto; sin embargo, acabamos por hacer
todo lo contrario. Entonces, al igual que Pablo, decimos: “Ya no soy yo quien obra
aquello, sino el pecado que mora en mí” (Ro. 7:17). Mediante nuestra comunión con
Dios, quien es luz, descubrimos que somos pecaminosos, que tenemos pecado
internamente y pecados externamente. Interiormente tenemos una “madre”
pecaminosa, y externamente cometemos acciones pecaminosas, que son los “hijos” de
esta madre pecaminosa.
Gálatas 5:19-21 habla de las obras de la carne. Estas obras incluyen contiendas, celos,
divisiones y sectas. ¿Podríamos afirmar que no tenemos contiendas ni celos en nuestra
vida de iglesia? No podríamos afirmarlo. Es posible que en la vida de iglesia también
haya sectas, es decir, que los santos tomen partido por ciertas personas. Ésta era la
situación que imperaba en Corinto. “Cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo
de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo” (1 Co. 1:12). Si hay contiendas, celos, divisiones
y sectas en nuestra vida de iglesia o en nuestra vida familiar, queda claro que vivimos
y actuamos en la carne. Si decimos que tenemos comunión con Dios y tenemos todavía
estas obras de la carne, andamos en tinieblas y nos engañamos a nosotros mismos. Si
hay contiendas, celos, divisiones y sectas en nuestra vida de iglesia, eso significa que
115
nuestra vida de iglesia se halla en tinieblas. Asimismo, si decimos que estamos en
comunión con Dios, pero nuestra actitud para con nuestro cónyuge es la equivocada,
nos engañamos a nosotros mismos.
Colosenses 1:12 dice que Cristo es la porción de los santos en la luz. Cristo no es la
porción de los santos que están en tinieblas, en críticas o en sectas. ¿Dónde estamos:
en luz o en tinieblas? No podemos disfrutar a Cristo como la porción de los santos si
no estamos en la luz.
Después de disfrutar a Cristo como las primeras tres ofrendas, lo necesitamos como la
ofrenda por el pecado. Mientras le disfrutamos, podemos decirle desde lo más
profundo de nuestro ser: “Señor, te doy gracias que estoy en Tu presencia. Te amo,
Señor, y te tomo como mi suministro diario”. Espontáneamente, la luz resplandecerá.
Tal vez nos ilumine acerca de cierta palabra que le dijimos a nuestro cónyuge o acerca
de alguna crítica que hicimos de algún hermano. Inmediatamente lo confesaremos y le
pediremos al Señor que nos perdone.
Todo lo que no se haga en el espíritu, sea bueno o malo, proviene de una sola fuente:
la carne. Criticar a otros proviene de la carne, y elogiar a los demás valiéndonos de
nuestro ser natural también proviene de la carne. Sólo aquello que hacemos al andar,
hablar y actuar en total conformidad con el espíritu, poniendo nuestra mente en el
espíritu (Ro. 8:6), no proviene de la carne.
En Romanos 8:4, Pablo dice que el justo requisito de la ley se cumple en aquellos que
andan conforme al espíritu. Pablo no dice que el justo requisito de la ley se cumple en
nosotros cuando hacemos el bien, pues hacer el bien no es conforme al árbol de la vida
sino conforme al árbol del conocimiento del bien y del mal. En lugar de esforzarnos
por hacer el bien, simplemente debemos andar conforme al espíritu. Si no sentimos la
unción en nuestro espíritu, no debemos decir nada, ni bueno ni malo. Esto es andar en
el espíritu y ser liberados de la carne.
116
LA CARNE Y LA CRUZ
Desde el momento en que traje el recobro del Señor a los Estados Unidos, he recalcado
cuatro asuntos: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia. La carga con respecto a estos
asuntos ha sido muy pesada. Sin embargo, en este mensaje siento la carga de hablar
acerca de la carne y la cruz. Debemos saber qué es la carne y cómo la cruz de Cristo le
pone fin. Necesitamos hoy en el recobro del Señor escuchar una palabra en cuanto a la
carne y la cruz. Es posible que nuestro disfrute de Cristo esté lleno de levadura y miel
y que también carezca de sal. Por tanto, siento la carga de ministrar sal, esto es, la cruz,
a las iglesias.
En esos momentos, debemos orar, diciendo: “Señor, ten misericordia de mí. No quiero
andar conforme a esta horrenda carne que es instigada por Tu enemigo. Deseo
disfrutarte a Ti, Señor”. Entonces, quizás con lágrimas, continuemos orando así:
“Padre, tomo a Tu Hijo, mi amado Señor, como mi holocausto. Yo no puedo vivir
absolutamente entregado a Ti, pero sí puedo disfrutar esa vida que está en Él. Lo tomo
a Él como mi holocausto y te lo ofrezco a Ti, Padre. También lo tomo como mi alimento
diario”. Esto nos permitirá disfrutar a Cristo como ofrenda de paz. Luego, mientras
estamos en la presencia del Señor, seremos alumbrados, quedará al descubierto
nuestra condición y veremos la clase de persona que somos. En ese momento
necesitaremos que nuestro amado Señor Jesús sea nuestra ofrenda por el pecado. Esto
es lo que significa tomar como nuestra ofrenda por el pecado a Cristo mismo, quien es
nuestro holocausto, ofrenda de harina y ofrenda de paz. Esta secuencia no tiene que
ver con la doctrina; más bien, guarda relación con nuestra experiencia personal que,
muy menudo, resulta tan dolorosa.
Cada vez que tengamos la experiencia de disfrutar paz con el Dios Triuno, nos daremos
cuenta de que necesitamos la ofrenda por el pecado. Confesaremos esto al Señor,
diciendo: “Padre, nunca me había dado cuenta de que soy tan pecaminoso. No sólo soy
pecaminoso, sino que soy pecado. El pecado mora en mi carne, y soy por completo
pecado. Ciertamente necesito que mi Señor Jesús sea mi ofrenda por el pecado.
¡Cuánto lo atesoro por ser mi ofrenda por el pecado!”.
Todo lo que proceda de la carne es pecado. Ya sea que critiquemos a los demás o los
alabemos, ambas acciones tienen su origen en la carne y son pecado. Lo único que
puede dar fin a la carne es la cruz, la sal. Necesitamos mucho la sal en nuestra vida
117
cotidiana, en nuestra vida familiar y en nuestra vida de iglesia. Es únicamente cuando
tenemos la sal que los “gérmenes” dejan de estar activos. La vida de iglesia hoy necesita
una “fumigación”, la aniquilación de todos los gérmenes mediante nuestra experiencia
de la cruz. Esta aniquilación es una misericordia de parte del Señor; es la salvación que
el Señor nos brinda en Su misericordia.
El tipo de la serpiente de bronce (Jn. 3:14; Nm. 21:4-9) indica que Cristo no tenía la
carne de pecado, sino únicamente la semejanza de carne de pecado. Cuando los hijos
de Israel pecaron contra Dios, fueron mordidos por serpientes y comenzaron a morir.
De hecho, a los ojos de Dios, ya estaban muertos. Entonces, Dios le dijo a Moisés que
levantara una serpiente de bronce para que el juicio de Dios recayera sobre la serpiente
y no sobre ellos; de ese modo, todo aquel que mirara la serpiente de bronce sería salvo
y viviría. La serpiente de bronce era el salvador de ellos. Aquello fue un tipo. En Juan
3:14, el Señor Jesús aplicó este tipo a Sí mismo, dando a entender que mientras estaba
en la carne, Él —según las palabras de Pablo— tenía la semejanza de carne de pecado,
esto es, la forma de la serpiente de bronce. La serpiente de bronce sólo tenía la forma
de una serpiente, pero no el veneno. Cristo tenía la semejanza de carne de pecado, pero
de ningún modo participó del pecado de la carne (2 Co. 5:21; He. 4:15). La serpiente de
bronce es un tipo de Cristo como nuestro Salvador. “Como Moisés levantó la serpiente
118
en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo
aquel que en Él cree, tenga vida eterna” (Jn. 3:14-15).
El Cordero de Dios,
la serpiente de bronce y el grano de trigo
El Evangelio de Juan usa tres figuras para describir a Cristo en Su muerte: el Cordero
de Dios (1:29), la serpiente de bronce (3:14) y un grano de trigo (12:24). Estas figuras
describen tres aspectos de Cristo como nuestro Salvador. Con respecto al pecado, Él es
el Cordero. Con respecto a Satanás, la antigua serpiente, Él es la serpiente de bronce,
Aquel que vino en semejanza de carne de pecado. Con respecto a liberar la vida divina
para producirnos como los muchos hijos de Dios, Él es el grano de trigo. Por
consiguiente, Él es el Salvador-Cordero, el Salvador-serpiente y el Salvador-grano. Lo
tenemos como nuestro Salvador en tres aspectos: Aquel que pone fin a nuestro pecado,
Aquel que destruye la antigua serpiente y Aquel que nos produce como los muchos
hijos de Dios.
Creo que Adán, el hombre creado por Dios, era apuesto. En cambio, en el Señor Jesús
no había parecer ni hermosura, ni era atractivo físicamente (Is. 53:2). Él era un hombre
que se veía desgastado a causa de todos los dolores que experimentó (v. 3). Nuestro
Señor tenía la semejanza de un hombre caído; no obstante, cuando el Señor Jesús
estuvo en la cruz, Dios contó esa semejanza como real.
Romanos 6:6 afirma que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo.
Nuestro viejo hombre está en la carne. Puesto que Cristo fue crucificado en la carne,
nuestro viejo hombre, que está en la carne, también fue crucificado juntamente con Él.
Nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo en la carne.
Por medio de la muerte de Cristo, no sólo fue condenado el pecado y fue crucificado
nuestro viejo hombre, sino que también Satanás, el diablo, fue destruido (He. 2:14).
Además, por medio de la cruz de Cristo, el mundo fue juzgado y el gobernador, el
príncipe del mundo, fue echado fuera (Jn. 12:31). Así que, mediante la muerte de Cristo
fueron eliminadas cuatro cosas: el pecado en la carne, el viejo hombre, Satanás y el
119
mundo. Esto significa que por medio de la muerte de Cristo en la carne, se le dio fin a
todas las cosas negativas.
Debemos tener esta comprensión cada vez que tomemos a Cristo como nuestra ofrenda
por el pecado. La ofrenda por el pecado significa que el pecado fue condenado en la
carne, que nuestro viejo hombre fue crucificado, que Satanás fue destruido, y que el
mundo fue condenado y el príncipe del mundo echado fuera.
Todos debemos aprender a tomar a Cristo como tal ofrenda por el pecado. Cuando
entramos en comunión con el Dios Triuno mediante Cristo como holocausto, ofrenda
de harina y ofrenda de paz, entonces debemos aplicar a Cristo como nuestra ofrenda
por el pecado.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE DIECINUEVE
LA OFRENDA POR EL PECADO
EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ MISMO
POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS
(2)
Lectura bíblica: Lv. 4:1-7, 13-18, 22-25, 27-30, 32-34
En este mensaje abarcaremos varios asuntos relacionados con la ofrenda por el pecado.
En Romanos 7, el pecado está personificado, pues puede morar en nosotros (v. 17),
matarnos (v. 11) y hacer muchas cosas en nosotros. Por tanto, el pecado es una persona
viva. No podemos encontrar ningún versículo que diga que el pecado es Satanás
mismo. Sin embargo, la Biblia indica que el pecado es la naturaleza de Satanás. Puesto
que el pecado es la naturaleza de Satanás, el pecado es en realidad Satanás mismo.
120
El pecado entró en el linaje humano cuando Adán cayó. Esto significa que la caída de
Adán abrió la puerta para que el pecado —que es la naturaleza de Satanás e incluso
Satanás mismo— entrara a nuestro ser. Romanos 7 dice claramente que el pecado mora
en nuestra carne (vs. 17, 20, 23). A menudo hemos tenido el deseo de hacer el bien, por
ejemplo, honrar a nuestros padres o mostrar consideración por nuestro hermano, pero
el resultado ha sido exactamente lo opuesto. Pecamos involuntariamente, haciendo
algo que no teníamos ninguna intención de hacer. Pablo tuvo esta experiencia, y fue
por eso que dijo: “Ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Ro. 7:20b).
En Romanos 7 vemos a dos personas. Una persona no desea pecar, y la otra, que está
dentro de la primera, es la que peca. Esto indica que Pablo tenía dos vidas que
correspondían a dos personas: la vida de sí mismo, Saulo de Tarso, y la vida de algo
que se llama pecado. Estas dos personas vivían juntas, pero no por voluntad propia. A
veces eran buenos amigos, y otras veces, se peleaban la una con la otra.
Tal vez hayamos sido cristianos por muchos años, con todo, aún se libra una guerra
dentro de nosotros. Quisiéramos ser perfectos, pero hacemos muchas cosas que son
pecados cometidos involuntariamente. Así que, puesto que el pecado mora en nosotros
y cometemos pecados involuntariamente, no somos dignos de confianza.
Todo lo que hacemos impulsado por la carne es pecado. A los ojos de Dios, aun nuestro
amor procedente de la carne es pecado. No sólo las cosas malas son pecado, sino
también las cosas buenas que proceden de la carne son pecado. Lo que cuenta es la
fuente, no el producto o resultado. Ésta es la razón por la que Gálatas 5:24 dice: “Los
que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”.
Según la perspectiva humana, la carne puede tener tanto una apariencia de bondad
como de maldad. Pero independientemente de si somos buenos, malos o algo en el
medio, mientras seamos carne, seremos pecado. La carne es completamente una con
el pecado (Ro. 8:3), y el pecado es totalmente uno con Satanás. De hecho, el pecado es
Satanás mismo. Además, Satanás es uno con el mundo, y el mundo es uno con el
príncipe del mundo (Jn. 12:31). Estas cinco cosas constituyen una sola: la carne, el
pecado, Satanás, el mundo y el príncipe (la autoridad o poder) del mundo.
El mundo de hoy está relacionado con la carne, el pecado, Satanás y el príncipe del
mundo. Aquí la palabra príncipe implica autoridad o poder. El mundo es, de hecho, la
lucha por alcanzar el poder. Toda persona y toda nación lucha por el poder. En todas
121
partes se compite, se disputa, por el poder. En las universidades, tanto los profesores
como los estudiantes luchan por el poder. Por ejemplo, tal vez un profesor diga que su
intención es ayudar a la sociedad o que desea inventar algo que beneficie a la sociedad.
Pero en realidad él, al igual que el resto de la gente, lucha por el poder. Esta lucha por
el poder es el resultado, el fruto, de la carne, el pecado, Satanás, el mundo y el príncipe
del mundo.
La ofrenda por el pecado tiene una denotación muy amplia; no sólo tiene que ver con
el pecado, sino también con nuestra carne, con Satanás, el maligno que está en nuestra
carne, con el mundo y con la lucha por el poder. Según la Biblia, el pecado está
relacionado con estas cuatro cosas.
Satanás es el príncipe del mundo; Satanás quizás se sienta orgulloso de ser tal príncipe.
Isaías 14 revela que aunque él estaba cercano a Dios, no estaba satisfecho. Él quería
colocarse por encima de Dios, o por lo menos, estar en posición para rivalizar con Él.
Por esta razón, cuando la Biblia condena al pecado, condena a Satanás y también la
carne, el mundo y la lucha por el poder. Todo lo que acontece hoy en la tierra está
relacionado con la lucha por el poder. Todos los buenos discursos, los buenos sermones
y las buenas explicaciones que ofrecen los hombres no son más que capas que encubren
la lucha por el poder.
122
cruz, Él fue juzgado por nuestro pecado en la forma de una serpiente (Jn. 3:14). De esta
manera, Dios condenó al pecado en la carne sobre la cruz de Cristo.
Si recibimos esta revelación, veremos que tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el
pecado no es simplemente cuestión de confesar nuestro pecado y que éste sea limpiado.
Tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado significa también que se le da fin a
nuestro viejo hombre, a Satanás, al mundo y a la lucha por el poder. Ya que la
eliminación de todas estas cosas está incluida en la ofrenda por el pecado, tomar a
Cristo como nuestra ofrenda por el pecado no es un asunto sencillo, sino algo que
guarda relación con el hombre caído, con el pecado que mora en la naturaleza del
hombre caído, con Satanás, con el mundo y con la lucha por el poder.
El tamaño de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado depende del grado al que
tomemos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Puede ser que tomemos a Cristo
como nuestra ofrenda por el pecado a un grado inferior o superior. Tal vez un hermano
tome a Cristo como su ofrenda por el pecado únicamente para resolver el problema de
su pecado, sin darse cuenta de que en el pecado está implícito la carne. Otro hermano
quizás se dé cuenta de que la ofrenda por el pecado está relacionada con la carne, pero
no se percate de que también tiene que ver con la destrucción de Satanás. Si vemos que
mientras que el pecado more en nosotros también estarán presentes la carne, Satanás,
el mundo y la lucha por el poder, ofreceremos a Cristo como un novillo grande.
123
B. Sin defecto
Levítico 4 dice que la ofrenda por el pecado debía ser sin defecto (vs. 3, 23, 28, 32).
Esto significa que Cristo no tiene pecado (2 Co. 5:21; He. 4:15).
124
D. El resto de la sangre se derrama
al pie del altar del holocausto
El resto de la sangre se derramaba al pie del altar del holocausto (4:7b, 18b, 25b, 30b,
34b). Esto significa que la sangre de Cristo fue derramada en la cruz para que tengamos
paz en nuestra conciencia, dándonos la certeza de haber sido redimidos y aceptados
por Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTE
LA OFRENDA POR EL PECADO:
EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ MISMO
POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS
(3)
Lectura bíblica: Lv. 4:8-15, 19, 21, 26, 31, 35; 6:25; 16:3, 5
Antes de considerar más aspectos de la ofrenda por el pecado, quisiera añadir algo con
relación al pecado. En el Nuevo Testamento, el pecado es una personificación. Esto no
es algo insignificante, sino algo muy crucial.
Esta lucha por el poder es uno de los cinco ítems que en conjunto constituyen el pecado.
Estos ítems son la carne, el pecado, Satanás, el mundo y el príncipe del mundo. El
príncipe del mundo representa la lucha por el poder. A todo ser humano, incluyendo a
los niños, le gusta ser un príncipe, un líder, y en todos los lugares de la tierra se libra la
lucha por el poder. Como veremos, tal lucha por el poder está relacionada con la
ofrenda por el pecado.
Cuando nos arrepentimos ante el Señor y le recibimos como nuestro Salvador, fuimos
alumbrados para ver que éramos malignos y estábamos bajo la condenación de Dios.
Cuanto más amamos al Señor, más nos damos cuenta de que somos malignos. Cuanto
más ora un creyente, más percibe que es maligno en extremo. Finalmente, llegamos a
la comprensión que aun hoy, nosotros, los cristianos que buscamos al Señor, no somos
más que un cúmulo de pecado. No solamente somos malignos y pecaminosos, sino que
somos un cúmulo de pecado.
125
Si nos damos cuenta de que somos pecaminosos y empezamos a confesar nuestros
pecados, descubriremos que cuanto más pecados confesamos, más tenemos para
confesar. Ésta fue mi experiencia en 1935. Un día, teniendo el profundo sentir de que
debía estar a solas con el Señor, me fui a un lugar apartado, me arrodillé, oré y comencé
a confesar mis pecados. Mi confesión se extendió por bastante tiempo. Antes de aquella
ocasión, no sabía cuán pecaminoso era ni cuántos pecados tenía. Vi que todo cuanto
había hecho desde mi juventud era pecaminoso, e hice una confesión exhaustiva
delante del Señor.
Debemos orar y tomar al Señor Jesús como nuestro holocausto, como Aquel que vive
absolutamente entregado a Dios. Disfrutar a Cristo como holocausto nos llevará a
tomarle como nuestro suministro de vida, nuestra ofrenda de harina, que es Cristo en
Su humanidad quien llega a ser nuestro alimento diario. Debemos disfrutarle hasta
que sintamos paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Si hacemos esto, de
inmediato estaremos en la luz, y la luz brillará dentro de nosotros, sobre nosotros y
alrededor de nosotros. Entonces nos daremos cuenta de que hemos pecado y que
somos pecado. Ésta es la experiencia que vemos en 1 Juan 1. Dios es luz (v. 5). Si hemos
de tener comunión con Él, debemos andar en luz como Él está en luz. Si hacemos esto,
nos percataremos de que tenemos algo que se llama pecado (vs. 7-8).
¿Por qué no llevamos una vida de absoluta entrega a Dios? No llevamos tal vida porque
en lo profundo de nuestro ser estamos en pro de nosotros y no de Dios. En esto radica
la lucha. Tal vez una hermana experimente esta lucha mientras hace sus compras en
una tienda departamental. Quizá ella desee comprar algo en particular, pero percibe
que el Señor no está de acuerdo. Así que, le ruega al Señor que le permita hacer aquella
compra por esa vez. El ruego de ella es, de hecho, una señal de la lucha que existe entre
ella y el Señor. Satanás se halla escondido detrás de esa lucha.
Nosotros luchamos con el Señor acerca de muchas cosas. Amamos al Señor, asistimos
a las reuniones de la iglesia y participamos plenamente en la vida de iglesia.
Aparentemente, todo está bien. Sin embargo, sólo nosotros sabemos cuánto luchamos
con Dios día tras día. Dios quiere que llevemos una vida de absoluta entrega a Él, pero
nosotros quizás estemos dispuestos a vivir así sólo hasta cierto grado. Quizás
critiquemos a los demás por no vivir absolutamente entregados a Dios, pero nosotros,
¿vivimos absolutamente entregados a Él? En vez de llevar una vida de absoluta entrega
a Dios, experimentamos una continua lucha con Él por el poder.
¿Quién puede decir que lleva una vida de absoluta entrega a Dios? Ya que ninguno de
nosotros vive así, necesitamos a Cristo como nuestro holocausto. Sólo Cristo vive
absolutamente entregado a Dios.
126
Al abordar el tema del pecado, Pablo finalmente arribó a algo más profundo: no
simplemente el pecado en sí, sino la ley del pecado (Ro. 7:25; 8:2). Muchos cristianos
no se dan cuenta de que existe algo que se llama la ley del pecado. ¿Sabe usted qué es
la ley del pecado? La ley del pecado es simplemente el poder, la fuerza y la energía
espontánea que nos lleva a luchar con Dios. Hay algo en nosotros que está vivo y activo;
se esconde en nuestro ser interior y nos vigila. Cada vez que nos viene el menor
pensamiento de vivir entregados a Dios, algo dentro de nosotros se levanta para
subyugarnos. Esto es la ley del pecado. Pablo por experiencia descubrió que no sólo el
pecado moraba en su carne, sino que dentro de él también había un poder, una fuerza
y una energía naturales que oponían resistencia cada vez que él deseaba vivir entregado
a Dios. Esto hizo que fuera un hombre miserable (7:24). Ésta es la ley del pecado, la
cual es el significado más profundo del pecado.
A menudo hemos sido derrotados por esto que se esconde en nosotros. Por ejemplo,
tal vez deseemos amar al Señor, pero espontáneamente la ley del pecado opera en
nosotros, y poco después, el pensamiento de amar al Señor desaparece.
La experiencia que Pablo tuvo con relación a la avaricia, o la codicia, fue lo que lo llevó
a descubrir la ley del pecado (Ro. 7:7-8). Cada uno de los Diez Mandamientos tiene que
ver con acciones externas, excepto el mandamiento de no codiciar. Este mandamiento
confronta la codicia que está dentro de nosotros. Pablo no quería ser codicioso, pero
no podía evitarlo. Cada vez que intentaba obedecer este mandamiento, algo en su
interior reaccionaba y producía “toda codicia”. Así pues, Pablo era víctima de la ley del
pecado.
No debemos tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado de una manera
superficial; más bien, debemos tomarlo como nuestra ofrenda por el pecado a un grado
más profundo. Esto remodelará todo nuestro ser.
Ya que hemos visto que el pecado implica la lucha por el poder y que la ley del pecado
es el poder, la fuerza y la energía que opera espontáneamente en nosotros para que
luchemos contra Dios, prosigamos ahora a considerar otros aspectos de la ofrenda por
el pecado según Levítico 4.
127
Estas partes de la ofrenda por el pecado eran quemadas sobre el altar del holocausto.
Esto significa que Dios acepta la ofrenda por el pecado sobre la base del holocausto.
Sin el holocausto como base, Dios no puede aceptar la ofrenda por el pecado.
A. En un lugar limpio
La ofrenda por el pecado se quemaba en un lugar limpio. Esto representa el lugar
donde Cristo, como ofrenda por el pecado, fue rechazado por el hombre y donde el
pecado del hombre es quitado.
128
de la iglesia pueden representar a la iglesia al ofrecer a Cristo como su ofrenda por el
pecado.
Si vemos cuán pecaminosos somos, nos daremos cuenta de que tanto nuestro amor
como nuestro odio son pecaminosos. Éticamente, es malo aborrecer a los demás y es
bueno amarlos. Tal vez pensemos que a los ojos de Dios, amar a los demás es aceptable
y que aborrecerlos es inaceptable. Pero a los ojos de Dios, aborrecemos a las personas
y las amamos por causa de nosotros mismos, y no por causa de Dios. Desde esta
perspectiva, amar a los demás es tan pecaminoso como aborrecerlos. Todo cuanto
hagamos por causa de nosotros mismos y no de Dios —ya sea moral o inmoral, bueno
o malo, cuestión de amar o aborrecer—, es pecaminoso a los ojos de Dios. Mientras
hagamos algo por causa de nosotros mismos, ello será pecaminoso.
Dios nos creó exclusivamente para Él. Él nos creó para que fuésemos Su expresión y
Su representación. Él no nos creó para nosotros mismos; sin embargo, vivimos
independientemente de Él. Cuando aborrecemos a los demás, actuamos
independientemente de Dios, y cuando los amamos, también actuamos
independientemente de Dios. Esto significa que ante Dios, nuestro odio y nuestro amor
son iguales.
Además, ni nuestro odio ni nuestro amor provienen de nuestro espíritu; en vez de ello,
nuestro odio y nuestro amor provienen de nuestra carne, y ambos proceden del árbol
del conocimiento del bien y del mal. El árbol del conocimiento del bien y del mal
representa a Satanás. No debemos pensar que únicamente el hacer el mal proviene de
Satanás y no el hacer el bien. Tanto el hecho de hacer el bien como el mal podrían
provenir de Satanás. Debemos percatarnos de que todo cuanto hagamos por nosotros
129
mismos, sea bueno o malo, lo hacemos a favor de nosotros mismos y, por consiguiente,
es pecado.
Quisiera hacerles notar una vez más que el pecado implica la lucha por el poder. Tal
vez amemos a los demás, pero hagamos esto a favor de nosotros mismos, esto es: por
causa de nuestro nombre, de nuestra posición, de nuestro beneficio y de nuestro
orgullo. Esta clase de amor forma parte de la lucha que sostenemos contra Dios por el
poder. Debemos orar: “Señor, sálvame de hacer algo por causa de mi orgullo, de mi
reputación, para lograr un ascenso o un beneficio, o por causa de mis intereses”. Esto
equivale a ser salvo de la lucha que sostenemos contra Dios por el poder. Cuando
amamos a los demás por causa de nuestra reputación o para lograr un ascenso, no
vivimos entregados a Dios. Esta clase de amor procede de Satanás; se halla en la carne,
y es pecado. Todo lo que esté en la carne es pecado, todo lo que sea el pecado en nuestra
carne es Satanás, y todo lo que Satanás haga constituye una lucha por el poder.
Algunos quizá se pregunten acerca del amor que como padres cristianos sentimos por
nuestros hijos. Es posible que el amor por nuestros hijos esté en la carne. El Nuevo
Testamento nos exhorta a criar a nuestros hijos en el Señor. Sin embargo, es posible
que los criemos para el beneficio de nosotros mismos y de nuestro futuro. Eso es
pecado.
Inclusive en la vida de iglesia es posible que hagamos cosas no para Dios, sino para
nosotros mismos. Quizás hagamos algo que se considere muy bueno, pero en lo
profundo de nuestro ser tengamos la intención oculta de hacerlo en beneficio nuestro.
Esto es pecaminoso. Por ejemplo, al dar un testimonio o al orar, tal vez queramos que
todos nos digan “amén”. Quizás ofrezcamos una oración muy espiritual y elevada, pero
con el propósito de recibir muchos “amenes”. Tal oración es pecaminosa por cuanto no
se ofrece absolutamente para Dios. Con esto podemos ver que aun en nuestra oración
sostenemos una lucha contra Dios por el poder. Lo que deseamos es una posición, y no
a Dios mismo.
Puesto que es posible tener motivos ocultos al realizar cosas espirituales, el Señor Jesús
habló de aquellos que aparentemente hacen cosas para Dios, pero que en realidad las
hacen con el propósito de sobresalir. Por tanto, Él dijo: “Guardaos de hacer vuestra
justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos” (Mt. 6:1). En cuanto a dar
limosnas, dijo: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha” (v. 3). En cuanto a la
oración, añadió: “Cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque ellos aman el orar
en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres”
(v. 5). En cuanto al ayuno, Él dijo: “Cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas que
ponen cara triste; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que
ayunan” (v. 16). Aun en asuntos tales como hacer justicia, dar limosnas, orar y ayunar
podría librarse la lucha contra Dios por el poder. Hacer estas cosas en beneficio propio
y no de Dios, es pecaminoso ante Él. Los que hacen tales cosas en beneficio propio no
le dan ningún lugar a Dios; antes bien, se toman todo el lugar para ellos mismos.
130
Tomar a Cristo como ofrenda por el pecado es algo muy profundo. La experiencia que
tenemos de la ofrenda por el pecado está totalmente relacionada con nuestro disfrute
del Señor Jesús como holocausto. Cuanto más amemos al Señor y lo disfrutemos, más
descubriremos cuán malignos somos. A veces, cuando amamos al Señor al máximo,
sentimos que no hay ningún lugar donde podamos escondernos. Pablo tuvo tal
comprensión con respecto a sí mismo. Mientras buscaba al Señor, él vio que en sí
mismo no había nada bueno.
Por una parte, la ofrenda por el pecado se basaba en el holocausto; por otra, el
holocausto sigue a la ofrenda por el pecado. Cuanto más disfrutamos al Señor Jesús
como nuestro holocausto, más nos damos cuenta de que somos pecaminosos. Entonces
lo tomamos como nuestra ofrenda por el pecado de una manera más profunda que
antes, lo cual a su vez nos permite disfrutarlo más como holocausto. Por consiguiente,
participamos del holocausto antes de disfrutar la ofrenda por el pecado, y también
después.
Cada vez que tengamos contacto con las cosas santas, las cosas espirituales, y con el
servicio que rendimos a Dios en la vida de iglesia, debemos traer con nosotros la
ofrenda por el pecado. Esto se revela claramente en la tipología del Antiguo
Testamento. Cada vez que el pueblo de Dios hacía algo con relación a Dios, aun con
relación a las cosas más santas, ellos tenían que ofrecer la ofrenda por el pecado. Hoy
en día también necesitamos la ofrenda por el pecado porque no estamos limpios ni
somos puros, ni vivimos absolutamente entregados a Dios. ¿Quién de entre nosotros
puede afirmar que lleva una vida de absoluta entrega a Dios? Nadie puede afirmar esto.
Por consiguiente, en todo lo que hagamos para el Señor, necesitamos la ofrenda por el
pecado. Incluso cuando hablamos por el Señor, necesitamos tomar a Cristo como
nuestra ofrenda por el pecado, escondiéndonos en Él y pidiéndole que nos cubra con
Su sangre preciosa.
En primer lugar, el Señor nos salva, y después nos atrae para que le amemos, le
recibamos y le disfrutemos. Cuando le recibimos y disfrutamos como holocausto,
nuestra pecaminosidad queda al descubierto, y vemos que no vivimos absolutamente
131
entregados a Dios tal como el Señor vivió. Quizás en la vida de iglesia otros nos
aprecien, pero en lo profundo de nuestro ser sabemos que no somos buenos, que no
vivimos absolutamente entregados a Dios. Tal vez amemos la iglesia y aparentemente
lo hayamos dado todo por la iglesia; pero no vivimos absolutamente entregados a Dios.
Todavía nos reservamos algo en nuestro ser.
Cuando disfrutamos al Señor como holocausto y como ofrenda de harina, nos damos
cuenta de que somos pecaminosos. Entonces lo tomamos como ofrenda por el pecado,
y después como ofrenda por las transgresiones. Esto es lo que vemos en 1 Juan 1.
Mientras disfrutamos al Dios Triuno en la comunión divina, nos damos cuenta de que
en nuestro interior todavía tenemos el pecado y que externamente hemos cometido
pecados. Entonces recibimos la limpieza de la sangre preciosa. Esto se convierte en un
ciclo. Cuanto más somos limpiados, más profunda se hace nuestra comunión con el
Dios Triuno; luego, cuanto más disfrutamos de esta comunión, más somos iluminados;
y cuanto más somos iluminados, más nos percatamos de que somos pecaminosos, e
incluso el pecado mismo. Es mediante este ciclo que somos liberados y salvos de
nuestro yo. De hecho, somos liberados y salvos del pecado, de la carne, de Satanás, del
mundo, del príncipe del mundo y de la lucha por el poder. Cuanto más disfrutemos a
Cristo, menos contenderemos con Dios por el poder. Finalmente, le cederemos a Él
todas las áreas de nuestro ser.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTIUNO
LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES:
EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ MISMO
POR LOS PECADOS DEL PUEBLO DE DIOS
(1)
Lectura bíblica: Lv. 5:1-10; 7:2
En este mensaje empezaremos a considerar la ofrenda por las transgresiones. Tal vez
pensemos que, por ser la última de las cinco ofrendas básicas, la ofrenda por las
transgresiones no es tan importante y que es bastante fácil de entender. No obstante,
la ofrenda por las transgresiones es de suma importancia y es difícil de entender
adecuadamente. Por consiguiente, en nuestro estudio de Levítico debemos leer 5:1-10
cuidadosamente y con mucho detenimiento.
Al hablar del pecado, muchas personas no se dan cuenta de la gran diferencia que existe
entre el pecado y los pecados. El pecado tiene que ver con el pecado que mora en
nosotros, el cual es la naturaleza de Satanás. Los pecados tienen que ver con las
acciones pecaminosas externas. La ofrenda por el pecado resuelve el problema
referente al pecado, y la ofrenda por las transgresiones resuelve el problema referente
a los pecados, las transgresiones y las faltas, incluyendo las mentiras, errores y toda
índole de maldades. Toda falta es una transgresión, y las transgresiones son diferentes
clases de pecados.
132
I. EL SIGNIFICADO
DE LA OFRENDA
POR LAS TRANSGRESIONES
Primeramente debemos conocer el significado de la ofrenda por las transgresiones.
Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado
y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Dios condenó al pecado. ¿Cómo
lo hizo? Lo hizo enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado.
En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. El
Señor Jesús no conoció pecado, pero Dios lo hizo pecado en la cruz por nosotros.
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Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, Él no sólo tenía la semejanza de una persona
pecaminosa —tal como la serpiente de bronce tenía la forma de una serpiente (Jn.
3:14)—, sino que también fue hecho pecado por Dios. Si Jesús no hubiera sido hecho
pecado, el pecado no habría sido juzgado cuando Él fue crucificado. El pecado fue
condenado porque Cristo, mientras estaba en la cruz, fue hecho pecado por Dios a
causa de nosotros.
134
el uno para ofrenda por el pecado y el otro para holocausto”. Aquí vemos que dos
tórtolas o dos palominos, uno para la ofrenda por el pecado y el otro para el holocausto,
conforman la ofrenda por las transgresiones. Esto significa que las transgresiones
provienen del pecado interno y del hecho de que no vivimos entregados a Dios. Con
respecto al pecado interno, se necesita la ofrenda por el pecado; y con respecto al hecho
de no vivir entregados a Dios, se necesita el holocausto. Los dos son un tipo completo
del Cristo que, como ofrenda por las transgresiones, resuelve el problema referente a
nuestros pecados.
En 5:7 vemos el origen de una transgresión y también la razón por la cual cometemos
transgresiones. ¿De dónde proviene la transgresión? ¿Cuál es su origen? El origen de
toda transgresión es el pecado que está en nuestra carne. ¿Cuál es la razón por la cual
se comete una transgresión? La razón por la cual cometemos una transgresión es que
no vivimos entregados a Dios. Por consiguiente, con respecto a las transgresiones que
cometemos, tenemos un origen y una razón.
También podríamos usar un árbol frutal como ejemplo del pecado interno, del hecho
de no vivir entregados a Dios y de las transgresiones. El árbol frutal necesita un
ambiente y entorno propicios para crecer. Cuando el árbol frutal crece en este ambiente
y entorno, produce fruto. En este ejemplo, el pecado interno es el árbol frutal, el hecho
de no amar a Dios ni vivir entregados a Él constituye el ambiente y entorno en que
crece el árbol, y las faltas y transgresiones son el fruto.
¿Por qué cometemos errores y hacemos cosas que no están bien? Hacemos esto de
manera espontánea e incluso involuntaria porque tenemos el pecado en nuestra carne
y porque no estamos entregados a Dios y no lo amamos ni vivimos para Él.
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Dios indica que seguimos en una condición caída. Somos personas caídas, toda persona
caída es carne y la carne es pecado, el cual produce transgresiones, que son los hijos, el
fruto.
Según 5:7, necesitamos tanto la ofrenda por el pecado como la ofrenda por las
transgresiones. La ofrenda por el pecado se encarga del origen; la ofrenda por las
transgresiones se encarga de “los hijos”, o “los frutos”, producidos a partir de dicho
origen. Esto nos muestra que a Dios le preocupa el origen, esto es, el pecado que está
en nosotros, y también el fruto producido a partir de dicho origen, a saber, las
transgresiones manifestadas externamente. Por consiguiente, necesitamos tanto la
ofrenda por el pecado como la ofrenda por las transgresiones.
Estas dos ofrendas en realidad ponen fin a una sola cosa: el pecado. El pecado incluye
el pecado que mora en nosotros y los pecados manifestados externamente; en otras
palabras, es cuestión del pecado en su totalidad. Como hemos señalado, éste es el
significado de la palabra pecado en Juan 1:29. El Señor Jesús, el Cordero de Dios, quitó
el pecado en su totalidad. En la cruz, Él fue la ofrenda por el pecado y también la
ofrenda por las transgresiones.
Tal vez pensemos que lo que se dice aquí es insignificante y que no tiene nada que ver
con nosotros hoy. Sin embargo, este asunto, aparentemente insignificante, pone al
descubierto lo que somos; pone de manifiesto que nuestra entrega a Dios no es
absoluta. Si en verdad estamos absolutamente entregados a Dios y vivimos para Él,
especialmente en la vida de iglesia, seremos fieles, honestos y sinceros en testificar lo
que sabemos. Daremos testimonio de la verdad. Fracasar en esto equivale a ser
deshonesto e infiel, a diferencia de nuestro Dios, quien es fiel y honesto.
Levítico 5:2 añade: “O si alguien toca cualquier cosa inmunda, sea cadáver de un
animal inmundo, de una bestia inmunda o de cualquier ser inmundo que pulula, y no
se da cuenta, y él es inmundo, será culpable”. Aquí vemos que con tan sólo tocar un
cadáver, una persona era inmunda, pues había tocado la inmundicia de la muerte. Éste
es un tipo que tiene aplicación espiritual para nosotros. Actualmente hay mucha
muerte entre los hijos de Dios, y esta muerte continúa propagándose. Además, existen
diferentes clases de muerte, representadas por los cadáveres de animales inmundos,
de bestias inmundas y de seres inmundos que pululan. Las palabras nose da
cuenta indican que podríamos no darnos cuenta de haber tocado la inmundicia de la
muerte espiritual. Pero si el Señor nos alumbra, nos daremos cuenta de cuánto hemos
tocado la inmundicia de la muerte espiritual y cuánto ella nos ha contaminado.
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Levítico 5:3 dice además: “O si toca inmundicia de hombre, cualquiera que sea la
inmundicia con que se hace inmundo, y no se da cuenta, cuando llegue a saberlo, será
culpable”. Aquí la inmundicia de hombre representa la inmundicia del hombre natural,
de la vida natural. En el hombre natural hay inmundicia. Todo lo que secreta el hombre
natural y la vida natural es inmundo.
En el contacto que tenemos unos con otros como miembros del Cuerpo, podría haber
inmundicia: la inmundicia de la muerte espiritual y la inmundicia de nuestro ser
natural. Al tener comunión unos con otros, debemos estar alertas respecto a estas dos
clases de inmundicia. Por ejemplo, tal vez un hermano le diga a usted algo de una
manera amorosa, o le exprese su aprecio y respeto; sin embargo, usted percibe que
estas palabras son totalmente naturales. Si usted recibe estas palabras, se contaminará,
por cuanto habrá tocado la inmundicia del hombre, la inmundicia del ser natural.
Un día, mientras tenía comunión con el hermano Nee, me dijo que la cortesía es una
especie de lepra. Ser cortés es diferente de ser amable. A fin de llevar una vida humana
apropiada, siempre debemos ser amables con los demás; pero ser corteses en realidad
equivale a ponerse una máscara. Esto significa que la cortesía es cuestión de fingir. Por
ejemplo, tal vez un hermano sea cortés con otro hermano, y después chismee acerca de
él y lo critique. Esto es lepra, algo peor que ser natural.
Lo que dice Levítico 5 no fue dirigido a individuos, sino a la asamblea del pueblo de
Dios. En tipología, dichas palabras están dirigidas a la iglesia. Entre los santos en la
iglesia, puede ser que haya diferentes clases de muerte. La muerte a menudo se
propaga entre los santos. Tal vez no nos percatemos cuánta inmundicia de muerte
espiritual hemos tocado. Esparcir chismes y críticas es propagar muerte espiritual. Es
posible que, sin darnos cuenta, toquemos la muerte día tras día. Además, es posible
que haya “camaradería” entre los santos y que se amen de manera natural, y no en el
espíritu. Esta clase de amor es natural, carnal e inmundo.
Si el Señor nos ilumina mediante este pasaje de la Palabra, nos daremos cuenta de que
ciertamente necesitamos la ofrenda por las transgresiones. Cuanto más tiempo
pasemos con el Señor y cuanto más lo tomemos como holocausto, más veremos que lo
necesitamos como ofrenda por las transgresiones y como ofrenda por el pecado.
Necesitamos la ofrenda por el pecado para resolver el problema referente al pecado
que mora en nosotros, que es la fuente, y necesitamos la ofrenda por las transgresiones
para resolver el problema referente a “los hijos”, las transgresiones producidas a partir
de dicha fuente.
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IV. LA SANGRE DE LA OFRENDA
POR LAS TRANSGRESIONES
A. Parte de la sangre
es rociada sobre un lado del altar
Parte de la sangre de la ofrenda por las transgresiones era rociada sobre un lado del
altar (5:9a; 7:2). Esto nos habla del poder de la sangre de Cristo rociada sobre los
pecadores (1 P. 1:2).
B. El resto de la sangre
es exprimida (drenada) al pie del altar
El resto de la sangre era exprimida (drenada) al pie del altar (Lv. 5:9b). Esto significa
que la sangre de Cristo es la base para el perdón de Dios a los pecadores (Ef. 1:7).
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTIDÓS
LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES:
EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ MISMO
POR LOS PECADOS DEL PUEBLO DE DIOS
(2)
Lectura bíblica: Lv. 5:1—6:7; 7:2
Las palabras de Levítico 5 no fueron dirigidas a un santo individual, sino a la
congregación de Dios, al pueblo de Dios como asamblea. Estas palabras no fueron
habladas para ayudar o instruir a algún santo individual, sino que se expresaron con el
propósito de guardar al pueblo escogido de Dios como entidad corporativa, de modo
que el pueblo fuese apropiado, santo y apartado para Él. Además, lo que aquí se dice
no debe aplicarse a la sociedad humana secular. Dios no desea hacer de toda la
sociedad humana una congregación similar a los hijos de Israel en la antigüedad. En
Levítico, la intención de Dios era guardar limpios y santos a Sus escogidos a fin de
morar entre ellos. El tabernáculo estaba en medio del pueblo, y Dios deseaba que el
pueblo, que se encontraba alrededor del tabernáculo, fuese santo. Por esta razón
fueron habladas estas palabras en Levítico.
138
En tipología, cada aspecto de Levítico 5 tiene su significado espiritual. El versículo 1
dice: “Si alguien peca porque, habiendo oído la voz que le insta a declarar y siendo
testigo por haber visto o sabido de un asunto, no lo declara, llevará su iniquidad”. En
realidad, este versículo habla sobre el acto de mentir, en el cual está involucrado
Satanás mismo, el padre de mentira (Jn. 8:44).
Levítico 5:2 dice: “Si alguien toca cualquier cosa inmunda, sea cadáver de un animal
inmundo, de una bestia inmunda o de cualquier ser inmundo que pulula, y no se da
cuenta, y él es inmundo, será culpable”. Este versículo habla de cadáveres de animales,
de bestias y de seres que pululan. Aquí animales denota fieras salvajes,
y bestias denota animales domésticos. Según el capítulo 11, los animales mencionados
en este versículo tipifican distintas clases de personas. Algunas personas son como
fieras, otras como animales domésticos, y otras como seres que pululan, que se
arrastran. La palabra cadáver en 5:2 representa muerte. Por tanto, los cadáveres de
estas tres clases de animales —los cadáveres de las fieras, los cadáveres de los animales
domésticos y los cadáveres de los seres que se arrastran— representan tres clases de
muerte. Una clase de muerte es salvaje como una fiera salvaje. La segunda clase de
muerte es apacible como un animal manso y domesticado. La tercera clase de muerte
es sutil como un ser que se arrastra. En tipología, esto indica que entre el pueblo de
Dios puede haber tres clases de muerte: muerte salvaje, muerte apacible y muerte sutil.
Según la tipología del Antiguo Testamento, el pecado no es tan sucio como la muerte.
Si alguien pecaba, podía ser perdonado y purificado inmediatamente presentando una
ofrenda por las transgresiones (5:10). Pero si alguien tocaba la muerte, tenía que
esperar varios días para ser limpio. Esto nos muestra que la muerte contamina aún
más que el pecado. Sin embargo, en la vida de iglesia tal vez pensemos que el pecado
es grave, pero que tocar muerte es algo común y no es grave. Sin embargo, a los ojos de
Dios, tocar la muerte es algo sumamente grave.
El veneno de la muerte puede dañar y destruir a los santos. En Romanos 14 Pablo dice
que no debemos destruir la obra de Dios al actuar descuidadamente (vs. 15, 20). Cristo
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redimió y salvó a los santos, y nosotros no debemos destruirlos al actuar
descuidadamente. El Señor ha realizado una gran obra de gracia y redención en los
santos del recobro del Señor, y por años hemos estado laborando para edificarlos.
Nadie debería destruir la obra de gracia que Cristo realiza en los santos. Nadie debería
destruir a aquellos en quienes hemos estado laborando para edificarlos. ¿No creen que
nos partiría el corazón ver que los santos fuesen destruidos por el veneno de la muerte?
Debemos ser sobrios, justos, tranquilos y amables a fin de considerar si en verdad
estamos edificando el Cuerpo de Cristo o si, sin percatarnos de ello, estamos haciendo
algo que destruye la obra de Dios al propagar el veneno de la muerte.
Levítico 5:3 dice: “Si toca inmundicia de hombre, cualquiera que sea la inmundicia con
que se hace inmundo, y no se da cuenta, cuando llegue a saberlo, será culpable”. Aquí
la inmundicia de hombre representa la inmundicia de la vida natural del hombre. El
Señor Jesús dijo que nada de lo que entra en nosotros nos contamina, sino que lo que
sale de nosotros, eso es lo que nos contamina (Mt. 15:17-20). La vida natural, al igual
que la muerte, trae inmundicia. En la vida de iglesia, en la comunidad santa, la muerte
y la vida natural podrían estar prevaleciendo.
La vida natural incluye el asunto del afecto natural. Por lo general, o no nos importan
los demás, o los amamos de una manera natural, con nuestro afecto natural. Quizás
alguien sentía afecto por usted en el pasado, pero ahora ya no muestra ningún interés
por usted. Esto no concuerda con nuestra naturaleza cristiana que siempre ama y está
dispuesta a ayudar y cuidar de otros; más bien, se halla completamente en la esfera
natural. Es posible que amemos a los demás o, como resultado de buscar vanagloria y
tener celos de otros, que los envidiemos. Este amor y esta envidia pertenecen, ambos,
a la vida natural.
Levítico 5:4 añade: “O si alguien jura a la ligera con sus labios hacer mal o hacer bien,
respecto a cualquier asunto por el cual pronuncia un juramento a la ligera, si no se da
cuenta, cuando llegue a saberlo, será culpable por una de estas cosas”. Aquí vemos el
asunto de hablar a la ligera, de hablar algo delante de Dios de una manera apresurada,
descuidada e imprudente. A veces oímos hablar de algo y de inmediato expresamos que
nos gusta o que no nos gusta, y que haremos esto o aquello al respecto. Hablar de esta
manera no sólo indica que no vivimos para Dios, sino que ni siquiera tenemos temor
de Dios. ¿Quiénes somos nosotros para expresar con ligereza que algo no nos gusta?
Quizá a Dios le guste. Nosotros no somos Dios y, por tanto, debemos tener cuidado de
hablar a la ligera. En lugar de expresar nuestra opinión sobre algún asunto, no
debemos decir nada y, de ser necesario, debemos presentarle el asunto al Señor,
orando y pidiéndole que nos muestre si debemos participar en ello o mantenernos
apartados del asunto. Ésta es la actitud apropiada de una persona que teme a Dios.
En 5:1-4 vemos cuatro asuntos que sirven de ejemplos de cosas que requieren la
ofrenda por las transgresiones. Si tuviéramos que hacer una lista de tales cosas,
posiblemente no incluiríamos los cuatro elementos que aquí se mencionan: no dar
testimonio de lo que sabemos (v. 1), tocar el cadáver de un animal (v. 2), tocar la
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inmundicia de hombre (v. 3) y hablar a la ligera (v. 4). Dios habla de estos asuntos,
pues Él conoce la verdadera condición y necesidad de Su pueblo.
El primer asunto, no dar testimonio de lo que sabemos, en realidad tiene que ver con
el acto de mentir. Como ya hemos dicho, esto involucra a Satanás, el padre de la
mentira. Por consiguiente, aquí se alude a Satanás.
El segundo asunto es la muerte en tres formas: salvaje, apacible y sutil. A los ojos de
Dios, lo más aborrecible es la muerte. La muerte se propaga de manera salvaje, de
manera apacible y de manera sutil. Ésta es la verdadera situación que impera en la
congregación de Dios en esta era.
El tercer asunto es la vida natural con su inmundicia. Es muy común para los cristianos
andar y actuar en la vida natural. ¿Acaso no impera la vida natural hoy en día en la vida
de iglesia? Los que son sociables de manera natural son muy bien recibidos, pero los
que andan en el espíritu a menudo son malentendidos. Hoy en día se ve mucho de la
vida natural entre los cristianos y en la congregación de Dios.
El cuarto asunto es hablar con ligereza. Los que hablan a la ligera son rápidos para
expresar si algo les gusta o no. Dios enumera estas cuatro cosas como pecados, y como
tal, requieren la ofrenda por las transgresiones.
Levítico 5:5 y 6 dice: “Y cuando sea culpable respecto a cualquiera de estas cosas,
confesará aquello en que pecó, y traerá a Jehová su ofrenda por las transgresiones, por
el pecado que cometió, una hembra del rebaño, sea oveja o cabra, como ofrenda por el
pecado; y el sacerdote le hará expiación por su pecado”. La ofrenda más grande que se
ofrece por las transgresiones es una oveja o una cabra. Esta ofrenda por las
transgresiones nos recuerda principalmente de una cosa: que nuestros pecados son
fruto del pecado que mora en nosotros. Aparentemente estamos tomando medidas con
respecto a los pecados, pero en realidad estamos tomando medidas con respecto al
pecado como origen de nuestros pecados. Por esta razón, la ofrenda por las
transgresiones es una ofrenda por el pecado. Nosotros nos percatamos de que hemos
cometido pecados, pero a los ojos de Dios estos pecados se originan en el pecado. Por
consiguiente, al final lo que ofrecemos a Dios para resolver el problema referente a
nuestros pecados no es simplemente una ofrenda por las transgresiones, sino una
ofrenda por el pecado.
Quizás nos preguntemos cómo una ofrenda por las transgresiones puede convertirse
en una ofrenda por el pecado. Lo que llevamos a Dios para resolver el problema
referente a nuestros pecados es una ofrenda por las transgresiones. Pero después que
traemos dicha ofrenda a Dios, ésta se convierte en una ofrenda por el pecado. Esto se
debe a que Dios no hace propiciación únicamente por nuestros pecados; Él hace
propiciación también por nuestro pecado. Él no simplemente quita el fruto del árbol,
sino que también desarraiga el árbol. Si el árbol es desarraigado, el fruto será
totalmente eliminado. Nuestro problema no es solamente los pecados que hemos
cometido, sino también el pecado que mora en nosotros. Por tanto, lo que ofrecemos a
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Dios debe resolver tanto el problema del pecado así como el de los pecados. Ésta es la
razón por la cual Dios llama ofrenda por el pecado a esta ofrenda por las
transgresiones.
El versículo 7 añade: “Si no tiene lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová como
ofrenda por las transgresiones, por aquello en que pecó, dos tórtolas o dos palominos,
el uno para ofrenda por el pecado y el otro para holocausto”. Este versículo revela que
la ofrenda por las transgresiones no sólo está relacionada con la ofrenda por el pecado,
sino también con el holocausto. Según este versículo, la ofrenda por las transgresiones
se compone de la ofrenda por el pecado y del holocausto. En conjunto, estas dos
ofrendas constituyen la ofrenda por las transgresiones.
Tal vez pensemos que nuestro único problema es los pecados que hemos cometido. En
realidad, nuestro verdadero problema es el pecado que mora en nosotros y el hecho de
que no vivimos entregados a Dios. La raíz, la fuente, de nuestros pecados es nuestro
pecado, y el motivo por cual cometemos pecados es que no llevamos una vida de
absoluta entrega a Dios. Por consiguiente, no sólo necesitamos la ofrenda por las
transgresiones, la cual se encarga de nuestros pecados, sino también la ofrenda por el
pecado, la cual se encarga de la raíz de nuestros pecados, a saber, el pecado que mora
en nosotros, y el holocausto, el cual se encarga del motivo por el cual pecamos, a saber,
el hecho de no vivir absolutamente entregados a Dios. Si tomamos medidas con
respecto a la fuente de nuestros pecados y al hecho de no vivir absolutamente
entregados a Dios, a la vez también tomamos medidas con respecto a nuestras
transgresiones.
Los versículos 8 y 9 agregan: “Los traerá al sacerdote, quien presentará primero el que
es para la ofrenda por el pecado; y el sacerdote la desnucará, sin cercenar la cabeza;
rociará de la sangre de la ofrenda por el pecado sobre un lado del altar, y el resto de la
sangre será exprimida al pie del altar; es ofrenda por el pecado”. Estos versículos no
hablan de la ofrenda por las transgresiones, sino de la ofrenda por el pecado y de la
sangre de la ofrenda por el pecado. Una parte de la sangre es rociada sobre un lado del
altar, lo cual significa que los pecadores son rociados con la sangre de Cristo (1 P. 1:2).
El resto de la sangre es exprimida al pie del altar, lo cual significa que la sangre de
Cristo es la base para el perdón de Dios a los pecadores (Ef. 1:7).
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flor de harina para ofrenda por el pecado; no pondrá sobre ella aceite ni olíbano,
porque es ofrenda por el pecado”. Que un puñado de flor de harina ardiera en el altar,
como ofrenda de Jehová presentada por fuego, indica que la flor de harina de la ofrenda
por las transgresiones ofrecida para el perdón de nuestros pecados tiene como base el
derramamiento de sangre sobre el altar (He. 9:22), y significa que Cristo, quien es
perfecto, es ofrecido como nuestra ofrenda por las transgresiones con base en el
derramamiento de Su sangre en la cruz (Col. 1:20).
¿Por qué está el pecado en nosotros? ¿Por qué no vivimos absolutamente entregados a
Dios? La razón por la cual el pecado está dentro de nosotros y por la cual no vivimos
absolutamente entregados a Dios es que nos falta la humanidad de Jesús.
Ofrecer la décima parte de un efa de flor de harina como ofrenda por el pecado significa
que únicamente basta con una pequeña porción de la humanidad de Jesús. Esto
muestra lo poco que aplicamos la humanidad del Señor. Somos lo que somos porque
estamos carentes de la humanidad del Señor. Debido a esta carencia, estamos llenos
de mentiras, de muerte, de la vida natural y de impetuosidad. Sin embargo, la
humanidad de Jesús es una dosis todo-inclusiva que mata nuestros gérmenes, sana
nuestra enfermedad y suple nuestra necesidad. Creo que nuestra vida matrimonial y
nuestras relaciones con los hermanos y hermanas en la vida de iglesia serían
completamente diferentes si tuviéramos más de la humanidad de Jesús.
143
VIII. LA PERSONA QUE PECA
EN LAS COSAS SANTAS DE JEHOVÁ,
CONTRA JEHOVÁ, Y QUE ENGAÑA,
EXTORSIONA O JURA EN FALSO A SU SOCIO
Levítico 5:15, 17-18; 6:2-3, 6 habla de una persona que peca en las cosas santas de
Jehová, o que peca por yerro contra Jehová, o de una persona que peca y actúa
infielmente contra Jehová, y engaña a su socio en cuanto a un depósito o una prenda,
o por robo, o ha extorsionado a su socio, o ha encontrado un objeto perdido y ha
mentido al respecto, y jura en falso. Tal persona necesitará un carnero del rebaño, sin
defecto, valuado según el siclo del santuario, a fin de presentarlo como ofrenda por las
transgresiones. Esto significa que Cristo, por ser Aquel en quien no hay pecado y que
da la talla conforme al criterio divino, es apto para ser la ofrenda por las transgresiones
ofrecida por los pecados que cometimos contra las cosas santas de Dios, contra Dios
mismo o contra el hombre al cometer las transgresiones anteriormente enumeradas.
La ofrenda por las transgresiones no es algo sencillo. Esta ofrenda se encarga del
pecado que mora en nosotros y del hecho de no vivir absolutamente entregados a Dios;
también se encarga de Satanás, el mentiroso, de la muerte que hay en la congregación
de Dios, de la vida natural y su inmundicia y de la presunción de hacer las cosas a la
ligera delante de Dios, sin ningún temor ni consideración. Además, la ofrenda por las
transgresiones abarca el hecho de hurtar y engañar a nuestro socio.
144
ofrenda de paz y ofrenda por el pecado. Así pues, nuestra experiencia de la ofrenda por
las transgresiones es el resultado de disfrutar al Dios Triuno. Nuestra experiencia de la
ofrenda por las transgresiones implica el hecho de vivir absolutamente entregados a
Dios y comprender que el pecado que mora en nosotros es la fuente de donde proceden
las diferentes clases de transgresiones que cometemos contra Dios y contra el hombre.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTITRÉS
LA LEY DEL HOLOCAUSTO
Lectura bíblica: Lv. 6:8-13
A partir de este mensaje abarcaremos las leyes de las ofrendas. Las leyes de las ofrendas
son las ordenanzas y normas relacionadas con las ofrendas. A cada ofrenda le
corresponde una ley, una norma, una ordenanza. Aparentemente, las leyes de las
ofrendas son bastante sencillas; en realidad, como veremos más adelante, ellas
esconden un significado espiritual profundo y elevado.
Por la misericordia y gracia del Señor, nuestro corazón es diferente del corazón de los
incrédulos. Sabemos que el holocausto indica que nuestro corazón está absolutamente
entregado a Dios en esta era. No buscamos nada más, ni tenemos ningún otro interés.
Aunque alentamos a los jóvenes a que obtengan la mejor educación, la educación no es
aquello que amamos. Los jóvenes tal vez obtengan la más alta educación, pero es
preciso que comprendan que en esta tierra, nosotros, los cristianos, al final no seremos
más que cenizas. Éste será el resultado de ofrecernos a Dios como holocausto y de ser
consumidos por el fuego.
Quisiera dirigir unas palabras a los jóvenes que tienen el corazón de servir al Señor de
tiempo completo. Debo decirles que les esperan penurias y que no hay futuro para
ustedes en la tierra. No tendrán nada terrenal de lo cual puedan depender para su
seguridad y subsistencia. Tal vez sientan que le serán muy útiles a Dios, pero al final,
145
serán cenizas. Todo el mundo tiene el deseo de ser alguien, pero si ustedes sirven al
Señor Jesús de tiempo completo, deben prepararse para ser un don nadie, incluso para
ser cenizas. ¿Están dispuestos a ser incinerados? Ser incinerados hasta convertirse en
cenizas no es un disfrute, sino un sufrimiento. El destino de uno que sirve de tiempo
completo es una vida de sufrimientos. Lo que se ofrece a Dios en holocausto debe
permanecer sobre el lugar de incineración, no sobre un lugar glorioso o exaltado.
Finalmente, el resultado de esa vida, una vida de sufrimiento, una vida sin futuro y sin
seguridad, será un montón de cenizas.
Por muy larga que sea la noche, finalmente habrá una mañana, un amanecer. El
verdadero amanecer será la venida del Señor, y esto es lo que estamos esperando. Sin
embargo, no debemos tener la expectativa de que el Señor Jesús regresará pronto para
salvarnos de la prueba de la noche oscura. Cuanto más le pidamos que venga pronto
por esta razón, tal vez más demore Su venida por nuestro bien y para que pasemos por
una noche oscura más extensa.
146
II. EL FUEGO QUE ESTÁ SOBRE EL ALTAR
SE MANTIENE ENCENDIDO CONTINUAMENTE
Y NO SE APAGA
El fuego del altar debía permanecer encendido continuamente (6:9b, 12a, 13). El
versículo 12a dice: “El fuego que está sobre el altar se mantendrá encendido en éste; no
se apagará”.
147
IV. AL TOMAR LAS CENIZAS DEL HOLOCAUSTO,
EL SACERDOTE SE PONE SU VESTIDURA DE LINO
Y VISTE CALZONCILLOS DE LINO SOBRE SU CARNE
“El sacerdote se pondrá su vestidura de lino y vestirá calzoncillos de lino sobre su
carne” (v. 10a). El lino es fino, puro y limpio. Que el sacerdote se pusiera su vestidura
de lino y vistiera calzoncillos de lino significa que se requiere finura, pureza y limpieza
para encargarse de las cenizas (el resultado) del holocausto. No debemos pensar que
las cenizas son un desperdicio que se puede manejar de cualquier manera. Por el
contrario, las cenizas son lo que resulta del holocausto, y al manejarlas, debemos
conducirnos de manera apropiada. Debemos ser finos, puros y limpios.
Servir de tiempo completo significa ofrecernos a Dios como holocausto. Con respecto
a esto, habrá y deberá haber un resultado. Debemos valorar este resultado y no
menospreciarlo ni considerarlo insignificante. El resultado de ser un holocausto será
algo que llevará a cabo la economía neotestamentaria de Dios. Lo que hacemos como
servidores de tiempo completo no es simplemente predicar el evangelio a fin de salvar
pecadores, establecer iglesias locales, enseñar la Biblia o ayudar a las personas a crecer
en la vida divina y en la verdad. Lo que hagamos debe redundar en la edificación del
Cuerpo de Cristo, que es una miniatura de la Nueva Jerusalén venidera.
Lo que hacemos es realmente extraordinario, pero para la gente del mundo no significa
nada. Para ellos, lo que hacemos no es más que cenizas. Sin embargo, Dios tiene estas
cenizas en muy alta estima, pues finalmente estas cenizas se convertirán en la Nueva
Jerusalén. ¿Se había dado cuenta alguna vez de que las cenizas, el resultado del
holocausto, serán la Nueva Jerusalén venidera? Yo estoy consciente de esto y lo creo.
Creo firmemente que estaré allí y que lo que estoy haciendo será parte de esa ciudad.
La Nueva Jerusalén es nuestra destinación y nuestro destino.
¿Cómo pueden las cenizas del holocausto convertirse en la Nueva Jerusalén? Las
cenizas indican el resultado de la muerte de Cristo, el cual es llevarnos a nuestro fin, o
sea, convertirnos en cenizas. Pero la muerte de Cristo trae consigo la resurrección. En
resurrección, las cenizas se convierten en materiales preciosos —oro, perlas y piedras
preciosas— con miras a la edificación de la Nueva Jerusalén. Cada uno de estos tres
materiales preciosos es el resultado de la transformación de las cenizas. Ser reducidos
a cenizas nos conduce a la transformación que efectúa el Dios Triuno.
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VI. EL SACERDOTE PONE EN ORDEN SOBRE EL ALTAR
EL HOLOCAUSTO Y QUEMA SOBRE ÉL
LA GROSURA DE LAS OFRENDAS DE PAZ
“El sacerdote [...] pondrá en orden sobre él el holocausto y quemará sobre él la grosura
de las ofrendas de paz” (6:12b). Esto indica que hacer arder el holocausto establecía el
fundamento para percibir la dulzura de la ofrenda de paz. Así pues, el holocausto tiene
como finalidad el disfrute de la ofrenda de paz. En su significado espiritual, la ofrenda
de paz implica tener comunión con el Dios Triuno e incluye el disfrute que tenemos del
Dios Triuno. El holocausto era incinerado, pero esto tenía como finalidad la ofrenda
de paz.
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nuestro disfrute del Dios Triuno debe ser una continua incineración. Por tanto, hay
incineración tras incineración.
En este mensaje hemos visto las normas relacionadas con el holocausto. Si deseamos
ofrecer a Cristo como nuestro holocausto, tomándole como nuestro holocausto y
disfrutándole como Aquel que nos capacita para entregarnos absolutamente a Dios,
debemos seguir todas estas normas.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTICUATRO
LA LEY DE LA OFRENDA DE HARINA
Lectura bíblica: Lv. 6:14-23
La ofrenda de harina no es un alimento común para gente común. La ofrenda de harina
es el alimento reservado sólo para los sacerdotes. Todos los creyentes
neotestamentarios son sacerdotes. Por tanto, la ofrenda de harina es para aquellos
creyentes en la vida de iglesia que son sacerdotes de Dios de hecho y en la práctica.
150
A. Significa disfrutar a Cristo
como nuestra ofrenda de harina
(el suministro de vida para servir),
libres de pecado
Comer en un lugar santo la porción de la ofrenda de harina correspondiente a los
sacerdotes significa disfrutar a Cristo como nuestra ofrenda de harina (el suministro
de vida para servir), libres de pecado. Aquí la palabra santo indica que el disfrute que
tenemos de la ofrenda de harina debe ser libre de pecado.
Cristo es nuestra ofrenda de harina para que sirvamos a Dios como sacerdotes. Sin
embargo, en la actualidad hay muchos creyentes genuinos que son sacerdotes de Dios
solamente de nombre, mas no en realidad. En su vida diaria, ellos no son sacerdotes
de Dios.
Para ser un sacerdote, uno no tiene que servir de tiempo completo. Llegamos a ser
sacerdotes por medio de nuestra regeneración. Puesto que hemos sido regenerados,
ahora debemos vivir como sacerdotes de Dios, sirviendo a Dios. Usted puede servir a
Dios como sacerdote aunque tenga un trabajo de tiempo completo. Tal vez estemos
ocupados en diferentes tipos de empleo que son apropiados, pero eso no impide que
trabajemos en el sentido de ser sacerdotes para Dios. Por ejemplo, un hermano que es
médico puede realizar su práctica médica como servicio sacerdotal, predicando el
evangelio a los incrédulos para conducirlos a Cristo y ministrando vida a los creyentes.
Si todos nos condujéramos como sacerdotes de esta manera, sirviendo a Dios en Su
evangelio, en Su misericordia, en Su gracia y en Su vida, ésta sería la mejor manera de
predicar el evangelio.
151
Sin embargo, la verdadera situación que impera entre los creyentes es todo lo
contrario. Quizás más de la mitad de la población de los Estados Unidos sea cristiana,
pero es raro oír de alguien que predique el evangelio en su trabajo. Muchos creyentes
viven como gente mundana, como personas comunes, y no como sacerdotes. ¡Cuán
vergonzoso es esto! Ya que somos sacerdotes, debemos preguntarnos cómo está
nuestra predicación del evangelio.
Según lo que he estudiado del Nuevo Testamento, lo primero que debemos hacer como
sacerdotes de Dios es predicar el evangelio y presentar a los pecadores a Dios como
ofrendas. Esto es lo que hizo Pablo; su predicación del evangelio era un servicio
sacerdotal (Ro. 15:16). En su servicio sacerdotal, él ofreció a los gentiles a Dios.
¿Tenemos pecadores salvos que ofrecerle a Dios?
El libro de Levítico trata sobre los sacerdotes. Casi cada capítulo tiene que ver con la
vida, el vivir, la necesidad y el suministro de los sacerdotes y todo lo demás relacionado
con ellos. Si realmente no somos sacerdotes, no somos aptos para profundizar en este
libro. Así que, en lo profundo de mi ser siento la carga de rogarles que regresen a su
llamamiento celestial como sacerdotes de Dios. Nuestro primer deber en nuestro
servicio sacerdotal es el de presentar pecadores a Dios como ofrendas.
Pablo dijo que él fue salvo a fin de ser un modelo para todos los creyentes (1 Ti. 1:16).
Él era un modelo para los creyentes, y su primer deber consistía en ganar pecadores y
ofrecérselos a Dios como ofrendas. Su obra de predicación constituyó el verdadero
servicio sacerdotal del Nuevo Testamento. Ciertamente Pablo sabía lo que significaba
experimentar a Cristo como ofrenda de harina en relación con su servicio sacerdotal.
Pero es posible que la ofrenda de harina no sea tan real para nosotros como lo era para
Pablo, debido a que muy raras veces llevamos la vida de un sacerdote. ¡Cuán triste sería
si sólo habláramos del servicio sacerdotal sin participar verdaderamente en él!
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ser partícipes de Él como nuestro suministro de vida, es indispensable que no haya
pecado.
Cuando disfrutamos a Cristo como nuestro suministro diario para nuestro servicio
sacerdotal, debemos comprender que este disfrute incluye tomar medidas con respecto
al pecado presente en nuestra naturaleza caída así como con respecto a los pecados
manifestados en nuestra conducta. Si tratamos de disfrutar la ofrenda de harina sin
tomar tales medidas, cometeremos pecado. No podemos recibir a Cristo como ofrenda
de harina a menos que tomemos medidas con respecto a nuestro pecado interno y a
nuestros pecados externos. Ésta es la razón por la cual la ofrenda de harina nos remite
a la ofrenda por el pecado y a la ofrenda por las transgresiones.
153
V. TODO VARÓN ENTRE LOS HIJOS DE AARÓN
COME DE LA OFRENDA DE HARINA
A. Significa que aquellos que participan de Cristo
como suministro de vida deben ser fuertes
en términos de la vida divina
“Todo varón entre los hijos de Aarón comerá de ella; será un estatuto perpetuo por
todas vuestras generaciones respecto a las ofrendas de Jehová presentadas por fuego”
(v. 18a). Aquí vemos que todos los varones de los hijos de Aarón podían comer de la
ofrenda de harina. Esto significa que aquellos que participan de Cristo como
suministro de vida deben ser fuertes en términos de la vida divina.
Cuando oímos que para participar de la ofrenda de harina debemos ser fuertes en
términos de la vida divina, tal vez nos sintamos desanimados, pensando que estamos
descalificados. Por esta razón, casi todos los días hago al Señor esta súplica: “Señor,
ten misericordia de todos nosotros”. Nuestra condición es probablemente apropiada
únicamente para recibir la misericordia del Señor. De hecho, conforme a este estatuto
particular de la ley de la ofrenda de harina, no somos aptos para participar de la
ofrenda de harina. No somos los varones de entre los hijos de Aarón; es decir, de entre
los santos, no somos los más fuertes en vida. Los más fuertes en vida son los únicos
aptos para disfrutar a Cristo como ofrenda de harina.
Por mucho que pensemos que disfrutamos a Cristo a diario, en realidad no lo hemos
disfrutado tanto. Nuestro disfrute es poco por cuanto tenemos un problema en vida.
Aún somos muy jóvenes y débiles en vida. No somos los varones apropiados. Lo que
somos, Dios lo sabe, y nosotros también. No podemos decir que somos fuertes en la
vida divina como debiera ser. Por esta razón, tenemos que pedirle al Señor que tenga
misericordia de todos nosotros. Necesitamos la misericordia del Señor.
154
hecho de que el disfrute que tenemos de Cristo como ofrenda de harina está
relacionado con nuestro servicio sacerdotal.
C. La ofrenda de harina
es quemada por completo,
y el sacerdote no debe comer de ella
“Esto será un estatuto perpetuo; será quemada completamente para Jehová. Toda
ofrenda de harina del sacerdote será quemada por completo; no se comerá” (vs. 22b-
23). Esto significa que el disfrute de Cristo que es para la satisfacción de Dios, debe ser
absolutamente para Él.
155
Mi intención al darles esta exhortación amorosa es animarlos a que reflexionen sobre
sus caminos. No piensen que están bien. Puedo testificarles que a diario necesito
reflexionar sobre mis caminos y mi situación. Esto es un asunto serio, pues ninguno de
nosotros sabe cuándo el Señor podría llevárselo. Él nos puede llevar en cualquier
momento. Y una vez que el Señor nos lleve, será demasiado tarde para tratar de
remediar nuestra situación. Se nos ha dicho claramente que a Su regreso, el Señor
establecerá un tribunal (Ro. 14:10; 2 Co. 5:10). Todos compareceremos allí y le
rendiremos cuentas. En particular, tendremos que confesar todas las palabras que
salieron de nuestra boca mientras estuvimos en la tierra (Mt. 12:36-37). Por
consiguiente, debemos tener cuidado de lo que hablamos.
Debemos recordar que las primeras tres ofrendas —el holocausto, la ofrenda de harina
y la ofrenda de paz— nos introducen en la luz. En la luz, somos alumbrados para ver
nuestro pecado y nuestros pecados. Esto es lo que necesitamos.
Ya sea que seamos viejos o jóvenes, o que tengamos muchos años de ser salvos o sólo
unos cuantos meses, necesitamos ser alumbrados. Todos debemos ser introducidos en
la luz divina. Damos gracias al Señor porque somos hijos de luz (Ef. 5:8). Puesto que
somos hijos de luz, debemos estar en la luz a fin de tener claridad, primeramente con
respecto a nosotros mismos y luego con respecto a la economía de Dios. Esto es lo que
anhelo ver.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTICINCO
LA LEY DE LA OFRENDA POR EL PECADO
Lectura bíblica: Lv. 6:24-30
En este mensaje consideraremos la ley de la ofrenda por el pecado.
No nos es difícil considerar como ley los Diez Mandamientos dados por medio de
Moisés. Sin embargo, tal vez se nos haga difícil considerar como ley algo que guarda
relación con el disfrute de Cristo. Tal vez pensemos que si hay alguna ley con respecto
a disfrutar a Cristo, no habrá ningún disfrute. No obstante, a cada una de las cinco
ofrendas le corresponde una ley. Por tanto, a la ofrenda por el pecado le corresponde
una ley particular, y dicha ley incluye varias normas.
Como descendientes de Adán, tenemos una vida caída, una vida que rechaza todo tipo
de ley y se resiste a ser regida, gobernada y controlada. Nuestra vida adámica es
rebelde, y nuestra naturaleza adámica es ingobernable. Sin embargo, cuando fuimos
156
salvos y regenerados, recibimos otra vida —la vida divina, la vida de Dios—, y esta vida
es lo opuesto de nuestra vida caída e ingobernable. Esto significa que como creyentes
genuinos de Cristo tenemos dos vidas, a saber, una vida vieja y una vida nueva. La
primera es la vida humana natural, y la segunda es la vida divina, la vida eterna. No
sería una exageración decir que la vida divina es el propio Dios; es el Dios que está en
nosotros para ser nuestra vida. Mientras que la vida natural caída es ingobernable, la
vida divina que está en nosotros se conforma totalmente a la ley y a las normas.
Toda clase de vida posee su propia ley. Por ejemplo, un pájaro vuela conforme a la ley
de la vida del pájaro, y un duraznero produce duraznos conforme a la ley de la vida del
duraznero. Del mismo modo, la vida divina también tiene su propia ley.
Toda ley escrita ha sido redactada conforme a cierta vida. Si tuviéramos que escribir
una ley en cuanto a los ancianos, esa ley tendría que corresponder con la vida de ellos.
Lo mismo tendría que hacerse con respecto a una ley que se redacta para los jóvenes.
Este mismo principio aplica a la ley que Dios nos dio. Dios nos dio la ley de que
debemos adorarlo porque tenemos una vida que adora. Dios nunca le daría esta ley a
los animales, porque ellos no poseen tal vida.
Tres pasajes en el Nuevo Testamento indican que debemos ser regulados incluso en el
disfrute que tenemos de Cristo. En 1 Corintios 9:26 y 27 Pablo dice: “Así que, yo de esta
manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como
quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. La palabra griega
traducida “golpeo” significa literalmente “golpear el rostro debajo del ojo hasta dejarlo
amoratado”. Esto no se refiere a maltratar el cuerpo, como se hace en el ascetismo, ni
considerar el cuerpo como maligno, como se le considera en el gnosticismo; más bien,
es someter el cuerpo haciéndolo un cautivo vencido a fin de que nos sirva como esclavo
para el cumplimiento de nuestro propósito santo. En estos versículos no sólo vemos
requisitos, sino exigencias. Aquí nos encontramos con la exigencia más estricta de la
más estricta ley.
Gálatas 6:15 y 16 dice: “Ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva
creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea sobre
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ellos, o sea sobre el Israel de Dios”. En el versículo 15, Pablo nos dice que “ni la
circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. Esto es gracia.
Hoy en día lo que necesitamos no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino
únicamente la gracia. Pero en el versículo 16 Pablo nos dice que la manera de recibir
paz y misericordia es andar “conforme a esta regla”, la regla de la nueva creación. Al
salvarnos, Dios nos elevó al estado y condición de una nueva creación, cuya vida es
Cristo. Ahora debemos andar conforme a la regla de esta nueva creación.
La regla de la nueva creación nos regulará con respecto a la hora en que debemos
acostarnos por la noche y la hora en que debemos levantarnos por la mañana. En
particular, en el día del Señor la regla de la nueva creación nos instará a levantarnos
un poco más temprano, a orar por la reunión y a llegar temprano a la reunión para
reunirnos con el Señor y adorarlo.
Andar por la regla de la nueva creación guarda relación con la ley. En la nueva creación,
existe una nueva vida, y dentro de esta nueva vida hay una nueva ley. Esta nueva ley es
de hecho el propio Señor que está en nosotros, quien constantemente nos regula.
Nosotros somos la nueva creación de Dios y tenemos la vida de esta nueva creación.
Dicha vida incluye también una ley que nos regula. En nuestra vida diaria debemos ser
regulados por esta ley.
En Filipenses 3:13 y 14 Pablo nos dice que él se olvidaba de lo que quedaba atrás, se
extendía a lo que estaba delante y proseguía “a la meta para alcanzar el premio del
llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Luego, en los versículos 15 y 16
él dice: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y
si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios. Sin embargo, en
aquello a que hemos llegado, andemos conforme a la misma regla”. La palabra griega
traducida “andemos” significa “andar en orden”; deriva de una palabra que significa
disponer conforme a líneas regulares, marchar en filas, llevar el paso, ser conformados
a la virtud y a la piedad. Por tanto, aquí Pablo nos exhorta a andar en fila, en orden y
de una manera regulada.
Cada uno de estos tres pasajes del Nuevo Testamento indica lo mismo: que en el
disfrute de la gracia debemos ser regulados.
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I. LA OFRENDA POR EL PECADO
ES DEGOLLADA DELANTE DE JEHOVÁ
EN EL LUGAR DONDE SE DEGÜELLA
EL HOLOCAUSTO
“Habla a Aarón y a sus hijos, diciendo: Ésta es la ley de la ofrenda por el pecado: en el
lugar donde se degüella el holocausto, será degollada la ofrenda por el pecado delante
de Jehová” (Lv. 6:25a). Esto significa dos cosas. Primeramente, significa que Cristo,
nuestra ofrenda por el pecado, fue inmolado delante de Dios; en segundo lugar,
significa que Cristo fue ofrecido a Dios como nuestra ofrenda por el pecado con base
en el hecho de que Él es el holocausto.
Tal vez pensemos que si traemos una ofrenda a Dios, podemos inmolarla en cualquier
lugar. Pero aquí Dios le exige a Su pueblo degollar la ofrenda por el pecado delante de
Él en el lugar donde se degüella el holocausto. La ofrenda debe ser presentada
conforme a las normas de Dios. En esto vemos que aunque hoy en día disfrutamos a
Cristo como gracia, sigue habiendo normas con respecto al disfrute que tenemos de
Cristo, las cuales debemos acatar.
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B. Significa que él disfruta a Cristo
como ofrenda por el pecado
en un ámbito separado y santificado,
en la esfera de la iglesia
Que el sacerdote comiera la ofrenda por el pecado en un lugar santo, en el atrio de la
Tienda de Reunión, significa también que aquel que sirve a los pecadores
ministrándoles Cristo como ofrenda por el pecado disfruta a Cristo como tal ofrenda
en un ámbito separado y santificado, en la esfera de la iglesia.
Tal vez pensemos que con tal de que sirvamos ministrando Cristo a los demás,
podemos hacerlo en cualquier lugar. Sin embargo, según la regla espiritual, debemos
hacer esto conforme a la norma de Dios.
Debemos comprender que cuando impartimos Cristo como ofrenda por el pecado a un
pecador, este Cristo es santo. Cuando un pecador toca a este Cristo santo, él es
santificado y llega a ser santo. De inmediato, el que ha sido santificado abandonará el
pecado y permitirá que su carne natural sea crucificada.
Debemos tener esta comprensión y fe con respecto a Cristo como ofrenda por el
pecado. Luego, debemos llevar el evangelio —esto es, Cristo mismo— a los demás para
que lo toquen. El Cristo que les ministramos es la ofrenda por el pecado. En la cruz, Él
puso fin al pecado intrínseco en nuestro ser y a nuestra carne pecaminosa.
La vestidura sobre la cual salpicaba la sangre de la ofrenda por el pecado debía lavarse
en un lugar santo. Esto significa que aquel que ha recibido la redención mediante la
sangre de Cristo como ofrenda por el pecado deberá tomar medidas con respecto a su
160
vivir diario en un ámbito separado y santificado. En esto vemos que debemos tener la
debida consideración por la sangre de Cristo y jamás considerarla común.
Si queremos predicar a Cristo como ofrenda por el pecado, debemos ser tratados, ya
sea al ser quebrantados o al ser fregados y enjuagados con agua. No podemos salir a
predicar de una manera natural.
No debemos pensar que predicar el evangelio sea algo insignificante. Para ello, se
requiere que seamos fuertes en la vida de Cristo.
161
(6:30). La expiación mencionada aquí era realizada en el Lugar Santísimo (16:27). El
significado de este versículo es que Cristo —la ofrenda por el pecado que puso fin a
nuestro pecado y a nuestra naturaleza pecaminosa en la cruz para efectuar nuestra
redención— está íntegramente destinado para el deleite de Dios, del cual no tenemos
parte. Sin embargo, al ministrar Cristo —como ofrenda por el pecado— a los pecadores,
podemos participar de Él.
En lo concerniente a Cristo como ofrenda por el pecado, hay una porción reservada
únicamente para Dios, y también hay una porción de la cual nosotros podemos
participar. La mejor porción está destinada para el deleite de Dios. Dios logró que
Cristo hiciese propiciación por los pecadores, y en ello nosotros no tenemos parte. Eso
está absolutamente reservado para Dios. Sin embargo, cuando predicamos Cristo a
otros, ministrándoles a Cristo como ofrenda por el pecado, sí podemos participar de
Él. Así pues, Dios obtiene Su parte, y nosotros obtenemos la nuestra.
Todas estas normas en cuanto a la ofrenda por el pecado son llamadas “la ley de la
ofrenda por el pecado”. Esto indica que incluso en el disfrute que tenemos de Cristo,
debemos acatar todas las normas en vida. Con respecto a la manera de disfrutar a
Cristo, no debemos seguir nuestras preferencias. Debemos disfrutar a Cristo conforme
a la manera que Dios escogió.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTISÉIS
LA LEY DE LA OFRENDA
POR LAS TRANSGRESIONES
Lectura bíblica: Lv. 7:1-10
En el estudio que he hecho de biografías y de historia, me han ayudado mucho el vivir
y las prácticas de dos personas: George Müller y Hudson Taylor. George Müller, uno
de los que tomaba la delantera en la Asamblea de los Hermanos Británicos, se
levantaba cada mañana a leer la Biblia y a orar mientras caminaba al aire libre.
Mientras leía, oraba. Él testificó que esta práctica le proporcionaba el mejor alimento,
fortalecimiento, conocimiento y edificación en su vida cristiana. Hudson Taylor,
fundador de la Misión al Interior de China, tenía una práctica similar. Él también se
levantaba por la mañana para pasar tiempo con el Señor en la Palabra, y dio testimonio
del alimento que recibía al hacerlo.
162
Cuando fuimos regenerados, recibimos otra vida —la vida divina, la vida de Dios—, la
cual es diferente de nuestra vida natural. Independientemente de si nuestra vida
natural es buena o mala, debemos olvidarnos de esa vida y hacer caso a la segunda
vida, la vida divina. Esta segunda vida posee una ley que concuerda con las cinco leyes
descritas en Levítico 6 y 7, las cuales guardan relación con el disfrute de Cristo en cinco
aspectos. Hoy en día debemos obedecer en todo a esta segunda vida. Si lo hacemos,
recibiremos mucho beneficio espiritual.
Cada vida tiene su propia ley y su propio grado de sensibilidad. La vida divina, por
tanto, posee una ley y también su propio grado de sensibilidad. Hoy esta vida no es
objetiva para nosotros, sino completamente subjetiva. La vida divina está en nosotros.
Esta vida en nosotros se percibe de una manera tan subjetiva que a menudo nos es
difícil distinguir entre nuestra vida natural original y nuestra segunda vida, la vida
divina. No obstante, es un hecho que la vida divina está en nosotros, y esta vida tiene
un grado de sensibilidad particular.
Algunos ejemplos les ayudarán a entender lo que quiero decir cuando hablo del grado
de sensibilidad de la vida divina que está en nosotros. Antes de ser salvos, tal vez
ustedes disfrutaban de cierta clase de entretenimiento mundano. Cuando querían
participar en esa clase de entretenimiento, sencillamente lo hacían. Pero después de
ser salvos y regenerados, a menudo tenían una sensación o un sentir interno que no
aprobaba el que ustedes participaran de aquel entretenimiento mundano. Quizás en
tal momento sintieron que era mejor usar ese tiempo para orar, y algo en su interior —
el sentir de la vida divina— aprobaba aquello.
Hay ocasiones en que el sentir interior no aprueba la intención suya de dedicar algún
tiempo a la oración. Después de reflexionar más, siente deseos de visitar a su primo
con el fin de predicarle el evangelio, y el sentir interior le da su aprobación. La oración
y la predicación del evangelio son cosas buenas y santas; sin embargo, es posible que
el sentir interior apruebe lo segundo y no lo primero. Debido a ello, usted no siente paz
de quedarse en casa para orar, sino que, más bien, siente paz para predicar el evangelio.
Esta experiencia le demuestra que ahora usted tiene algo que no tenía antes de ser
salvo: la vida divina con su ley y su sentir o sensibilidad. Si presta atención a este sentir
interior, el sentir de la vida divina, usted guardará la ley de esta vida.
Quisiera ayudarle a tomar una decisión, a que decida vivir y andar conforme a la ley de
la nueva vida. Debe decidir que no vivirá más según la vieja manera. Usted ya no es lo
que era antes de ser salvo. Usted es una nueva creación, una persona regenerada, un
miembro del nuevo hombre.
163
Por ser personas regeneradas, debemos ser completamente diferentes de como éramos
antes. Nuestros padres nos engendraron y recibimos la vida humana natural, pero
fuimos regenerados por Dios para recibir la vida divina, por lo cual llegamos a ser hijos
de Dios. Ahora debemos vivir como hijos de Dios.
A pesar de que somos hijos de Dios, puede ser que vengamos a las reuniones de la
iglesia bien sea de una manera adecuada o de una manera inadecuada. Quizás algunos
asistan a la reunión del día del Señor mal vestidos, y que además lleguen tarde y escojan
sentarse donde más les guste. Por supuesto, en la reunión la gracia abunda, y tal vez
un poco de gracia sea derramada sobre ellos, pero sería discutible cuánta gracia
recibirán y cuánto la valorarán. Otros, por su parte, vienen a la reunión del día del
Señor muy pulcros y bien vestidos, y preparados no sólo en su espíritu, sino también
en todo su ser. Tal vez lleguen temprano, ocupen el asiento apropiado y oren por la
reunión. Ciertamente ellos recibirán más gracia y valorarán lo que reciban. Asimismo
recibirán beneficio espiritual, y a su vez serán de beneficio para la iglesia.
Necesitamos toda índole de normas en nuestra vida cristiana. Quizás a algunos les
parezca que esto es demasiado legalista, pero en la tipología se nos habla de las leyes,
las normas, con respecto al disfrute de Cristo.
Al aplicar a Cristo como nuestra ofrenda por las transgresiones, debemos hacerlo de
una manera santa. Nunca debiéramos aplicar esta ofrenda descuidadamente o a la
ligera, mucho menos de forma pecaminosa. En cuanto a la ofrenda por las
transgresiones, debemos tener presente que Dios usa esta ofrenda para remitirnos a la
ofrenda por el pecado al recordarnos que el pecado está en nuestra carne y que el
pecado incluye a Satanás, quien es el padre de la mentira (Jn. 8:44), al mundo (1 Jn.
5:19) y a la lucha por el poder. La ofrenda por las transgresiones también nos remite al
holocausto al recordarnos que cometemos pecados debido a que no vivimos total y
absolutamente entregados a Dios. La razón por la cual nos enojamos o contendemos
con algunos santos es que nuestra entrega a Dios no es absoluta. Puesto que la ofrenda
por las transgresiones nos remite a la ofrenda por el pecado y al holocausto, no
164
debemos tomar la ofrenda por las transgresiones a la ligera. En realidad, casi toda la
vida cristiana tiene que ver con la ofrenda por las transgresiones. Por tanto, debemos
entender adecuadamente esta ofrenda y aplicarla conforme a su ley.
Tanto la ofrenda por el pecado como la ofrenda por las transgresiones se basan en el
holocausto. Por ser el holocausto, Cristo es apto para ser la ofrenda por el pecado y la
ofrenda por las transgresiones. Si Cristo no hubiera vivido absolutamente entregado a
Dios, no podría ser nuestra ofrenda por el pecado ni nuestra ofrenda por las
transgresiones. En vez de ello, Él mismo habría necesitado que alguien fuese Su
ofrenda por el pecado y Su ofrenda por las transgresiones. Así pues, la entrega absoluta
de Cristo a Dios es el fundamento, la base, para que nuestro Salvador sea nuestra
ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones. Esto nos sirve de
recordatorio y nos fortalece para que cada vez que tomemos a Cristo como nuestra
ofrenda por las transgresiones, le tomemos también como nuestro holocausto, de
modo que en Él, con Él y por medio de Él vivamos absolutamente entregados a Dios.
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IV. LA OFRENDA POR LAS TRANSGRESIONES
ES COMO LA OFRENDA POR EL PECADO:
HAY UNA MISMA LEY PARA AMBOS
“La ofrenda por las transgresiones es como la ofrenda por el pecado; hay una misma
ley para ambos” (v. 7a). Esto significa que el pecado y las transgresiones (los pecados)
pertenecen a una misma categoría. Ellos constituyen el pecado en su totalidad. Ésta es
la razón por la cual la palabra pecado en Juan 1:29 incluye el pecado y los pecados, es
decir, incluye la totalidad de la categoría del pecado.
Cuando servimos Cristo a los demás, participamos de una parte especial de Cristo: Su
“piel”, la cual representa Su envolvente poder. Envolver algo significa cubrirlo con
algún material, que a la vez sirve de protección. El envolvente poder de Cristo es Su
poder que cubre, protege y resguarda. Si una vaca no tuviera piel, no estaría protegida
ni resguardada. Hoy Cristo es nuestra cubierta. Él no sólo nos cubre, sino que también
protege y resguarda nuestra persona y todo lo relacionado con nuestro ser.
Experimentamos a Cristo como el poder que nos cubre, protege y resguarda cuando lo
ministramos como holocausto a los demás. Debido a que tenemos una piel gruesa que
nos cubre y nos resguarda, somos protegidos en todo aspecto, y nada nos puede herir.
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VIII. TODA OTRA OFRENDA DE HARINA,
MEZCLADA CON ACEITE O SECA,
ES PARA TODOS LOS SACERDOTES
“Toda otra ofrenda de harina, mezclada con aceite o seca, será, por igual, para todos
los hijos de Aarón” (v. 10). Esto significa que todos los que sirven a Cristo
ministrándole, bien sea mezclado con el Espíritu o en Sí mismo, participan y disfrutan
de tal Cristo.
Lo que hemos visto en estos versículos es la ley de la ofrenda por las transgresiones. Si
ministramos Cristo a otros, lo disfrutaremos a Él. Ésta es una ley, una norma,
establecida por Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTISIETE
LA LEY DE LA OFRENDA DE PAZ
Lectura bíblica: Lv. 7:11-38
La ley de la ofrenda de paz en cuanto al disfrute que tenemos de Cristo es bastante
extensa. Ningún cristiano se imaginaría que el disfrute de Cristo estuviese regulado por
tantas normas. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento contienen
advertencias con respecto a disfrutar a Cristo de manera impropia o incontrolada. En
1 Corintios 11:17 dice que es posible congregarnos no para lo mejor, sino para lo peor.
El versículo 27 dice: “Cualquiera que coma el pan o beba la copa del Señor
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”. El versículo 29 habla
de que aquel que “come y bebe, sin discernir el cuerpo, juicio come y bebe para sí”.
Aquí vemos que la palabra en el Nuevo Testamento es más solemne que la del Antiguo
Testamento.
I. LA OFRENDA DE PAZ
OFRECIDA EN ACCIÓN DE GRACIAS
ES PRESENTADA JUNTAMENTE
CON LA OFRENDA DE HARINA
COMPUESTA DE TORTAS SIN LEVADURA
MEZCLADAS CON ACEITE, HOJALDRES SIN LEVADURA
UNGIDOS CON ACEITE
Y TORTAS DE FLOR DE HARINA
EMPAPADAS Y MEZCLADAS CON ACEITE
La primera clase de ofrenda de paz es aquella que se ofrece en acción de gracias. Entre
las distintas ofrendas de paz, ésta es la más débil. En cuanto a esta ofrenda, Levítico
7:12 dice: “Si lo presenta en acción de gracias, presentará juntamente con el sacrificio
de acción de gracias tortas sin levadura mezcladas con aceite, hojaldres sin levadura
ungidos con aceite y tortas de flor de harina empapadas y mezcladas con aceite”. Esto
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significa que el Cristo —bien sea mezclado con el Espíritu y sin pecado, o ungido con el
Espíritu y sin pecado, o como una persona excelente, empapada del Espíritu— que es
la ofrenda de harina y que disfrutamos en Su conducta también es nuestra ofrenda de
paz, Aquel que fue crucificado y derramó Su sangre en la cruz (Col. 1:20), en nuestra
acción de gracias a Dios.
La razón por la que la ofrenda de paz ofrecida en acción de gracias es la más débil de
las ofrendas de paz es que ella incluye levadura. Esto indica que el oferente aún tiene
pecado y, por tanto, se encuentra en una condición débil.
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Tal vez nos sintamos agradecidos con Dios y le presentemos una ofrenda de paz. Ésta
es una ofrenda en la que disfrutamos a Cristo en presencia de Dios. Sin embargo, la
ofrenda de paz en acción de gracias es una ofrenda más débil, y su disfrute no dura de
un día para otro. El poder de esta ofrenda no perdura por mucho tiempo.
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IX. LA PERSONA INMUNDA QUE COMA
DE LA CARNE DE LAS OFRENDAS DE PAZ,
LAS CUALES PERTENECEN A JEHOVÁ,
ES CORTADA DE ENTRE SU PUEBLO
“Pero la persona que, estando inmunda, coma de la carne del sacrificio de las ofrendas
de paz, las cuales pertenecen a Jehová, tal persona será cortada de entre su pueblo. Y
cuando alguien toque cualquier cosa inmunda, ya sea inmundicia de hombre, o bestia
inmunda o cualquier abominación inmunda, y coma de la carne del sacrificio de las
ofrendas de paz, que pertenecen a Jehová, aquella persona será cortada de entre su
pueblo” (vs. 20-21). Esto significa que la persona inmunda que participe de Cristo
como su paz, tal como en la mesa del Señor (1 Co. 10:16-17), debe ser apartada de la
comunión del disfrute de Cristo (cfr. 1 Co. 5:13b). Una persona inmunda es una persona
pecaminosa. Tal persona debe ser separada de la comunión de la mesa del Señor.
Este asunto es de crucial importancia. Como sacerdotes, cada vez que comemos
debemos preocuparnos por el alimento de Dios y no debemos comer la grosura, que es
la porción de Dios. Al poner en práctica nuestro servicio sacerdotal, estamos sirviendo
a Dios, por lo cual no debemos considerar lo nuestro, sino lo que le pertenece a Dios.
La grosura, la mejor porción de las ofrendas, no la deben comer los sacerdotes, sino
que la deben ofrecer a Dios para Su satisfacción.
170
quienes disfrutamos de Cristo como nuestra ofrenda debemos guardar la parte
excelente de la persona de Cristo para Dios, a fin de que no seamos apartados de la
comunión del disfrute de Cristo. Esta comunión del disfrute de Cristo se refiere a la
mesa del Señor. En la mesa del Señor, tenemos la comunión del disfrute de Cristo.
171
XVI. EL MUSLO DERECHO DE LOS SACRIFICIOS
DE LAS OFRENDAS DE PAZ ES DADO
AL SACERDOTE COMO OFRENDA ELEVADA
“Daréis al sacerdote, como ofrenda elevada, el muslo derecho de los sacrificios de
vuestras ofrendas de paz. Aquel de entre los hijos de Aarón que presente la sangre de
las ofrendas de paz y la grosura, tendrá el muslo derecho como porción suya” (vs. 32-
33). Esto significa que la parte fuerte de Cristo (el muslo derecho) en Su ascensión es
dada por porción al que sirve para su disfrute.
Los versículos del 29 al 33 revelan que la mejor parte, la grosura, es dada a Dios, y que
la parte amorosa, el pecho, así como también la parte fortalecedora, el muslo derecho,
son dadas a los servidores. Cuanto más ministremos Cristo como ofrenda de paz y
cuanto más ofrezcamos Cristo como ofrenda de paz a Dios, más será nuestra la
capacidad de amar y el poder fortalecedor de Cristo. De esta manera, seremos más
fuertes y más amorosos.
172
Dios nos ungió para que fuésemos sacerdotes, y nos asignó por porción la capacidad
amorosa de Cristo y Su poder fortalecedor. Por tanto, podemos amar a Dios y
permanecer firmes en nuestro servicio sacerdotal a Él.
Hemos visto que en los capítulos del 1 al 5, las ofrendas siguen una secuencia
particular: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el
pecado y la ofrenda por las transgresiones. Esta secuencia no es conforme a la doctrina,
sino conforme a nuestra experiencia práctica. Sin embargo, al darse las leyes de las
cinco ofrendas, la secuencia cambia significativamente. Aquí la ley del holocausto es
primero, después de lo cual viene la ley de la ofrenda de harina, la ofrenda por el
pecado, la ofrenda por las transgresiones y la ofrenda de paz. Esta última secuencia
concuerda con el cuadro total de la economía de Dios. Según el corazón de Dios y Su
deseo, Él dispuso que experimentemos a Cristo como cuatro clases de ofrendas: el
holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las
transgresiones. El holocausto es el requisito necesario para la ofrenda por el pecado, y
la ofrenda de harina es el requisito necesario para la ofrenda por las transgresiones. De
estas cuatro ofrendas, dos guardan relación con el requisito, y dos guardan relación
con el resultado. La ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones tienen
como finalidad un resultado particular. Estas cuatro ofrendas, en acción conjunta,
tiene como resultado la paz. Esta paz es lo que Dios desea. Según Su corazón, Dios
desea que nosotros disfrutemos de Su economía, la cual se centra en Su Hijo, Cristo.
Cristo es nuestro holocausto, nuestra ofrenda de harina, nuestra ofrenda por el pecado
y nuestra ofrenda por las transgresiones a fin de que nosotros le disfrutemos como paz.
En nuestra acción de gracias, en nuestros votos y en nuestras ofrendas voluntarias,
disfrutamos a Cristo como nuestra paz con Dios. Esta secuencia retrata la economía de
Dios en su totalidad.
173
Así pues, en Levítico 1—7 encontramos dos secuencias: la secuencia conforme a la
experiencia y la secuencia conforme a la economía de Dios en su totalidad. Las cuatro
ofrendas —el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda por el pecado y la ofrenda
por las transgresiones— tienen como finalidad que nosotros disfrutemos a Cristo como
nuestra paz con Dios en todo sentido.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTIOCHO
LA CONSAGRACIÓN DE AARÓN Y SUS HIJOS
(1)
Lectura bíblica: Lv. 8:1-21
En este mensaje empezaremos a considerar la consagración de Aarón y sus hijos.
En hebreo, la palabra consagrar (Éx. 28:41; 29:9, 33, 35) significa “llenar las manos”.
Al consagrarse Aarón para recibir la posición santa de sumo sacerdote, sus manos
vacías fueron llenadas (Lv. 8:25-28).
Según el significado espiritual de este libro, todos nosotros somos sacerdotes. Nacimos
de nuevo, fuimos regenerados, para ser sacerdotes (Ap. 1:6; 5:10). En tanto que seamos
personas regeneradas, somos los verdaderos sacerdotes. Sin embargo, necesitamos
tener un día de consagración en el cual nos entreguemos a Dios y le digamos: “Señor,
174
soy Tuyo porque Tú me compraste. Me redimiste con Tu sangre y me regeneraste.
Ahora que tengo Tu vida y el disfrute de Tu redención, quisiera ofrecerme a Ti. Me
entrego a Ti para servirte en calidad de siervo, incluso en calidad de esclavo”. Dios
aceptará de inmediato nuestra ofrenda y nos ordenará para que seamos Sus servidores,
Sus sacerdotes. Por tanto, la consagración es una acción realizada por nosotros, y la
ordenación es una acción realizada por Dios.
Levítico no es un libro escrito para personas comunes, sino para sacerdotes. Por haber
sido santificados y separados del común de la gente, ya no somos personas comunes.
Somos un pueblo especial: somos sacerdotes. Todas las ofrendas hacen referencia a
Cristo, y todo cuanto Cristo es para nosotros y hace por nosotros tiene como finalidad
constituirnos sacerdotes. Esta constitución es la ordenación divina.
Dios cambia nuestra constitución intrínseca y hace que seamos diferentes de lo que
somos por nuestro nacimiento natural. En nuestro primer nacimiento, nuestro
nacimiento original, fuimos constituidos pecadores (Ro. 5:19). Independientemente de
cuál sea su clase o condición social, todos los seres humanos fueron constituidos
pecadores. Todos son pecadores por nacimiento. Sin embargo, por medio de nuestro
segundo nacimiento, nosotros, que hemos creído en Cristo, fuimos constituidos
sacerdotes. Ahora, a fin de que nuestro sacerdocio sea oficial, se necesita la
consagración por parte nuestra y la ordenación por parte de Dios.
Consideremos ahora los detalles relacionados con la consagración de Aarón y sus hijos.
I. A LA ENTRADA
DE LA TIENDA DE REUNIÓN
La consagración de Aarón y sus hijos tuvo lugar a la entrada de la Tienda de Reunión
(Lv. 8:3-4). Esto significa que nuestra consagración al sacerdocio no sólo es hecha ante
Dios, sino también en pro de la vida de iglesia.
Aquí Moisés en cierto modo representa a Cristo, y el agua tipifica al Espíritu Santo.
Cristo nos lava con el Espíritu Santo. Para el sacerdocio, el cual hace referencia tanto
al servicio sacerdotal como al cuerpo de sacerdotes, necesitamos ser lavados por el
Espíritu. De ahí que en 1 Corintios 6:11 se nos diga que hemos sido lavados, purificados,
por el Espíritu.
175
III. MOISÉS VISTE A AARÓN
CON LAS VESTIDURAS DEL SUMO SACERDOTE
En Levítico 8:7-9, Moisés vistió a Aarón con las vestiduras del sumo sacerdote. “Puso
sobre él la túnica, lo ciñó con la banda, lo vistió con el manto, le puso encima el efod,
lo ciñó con el cinto hábilmente tejido del efod, y con éste se lo ató. Luego le puso encima
el pectoral, y en el pectoral puso el Urim y el Tumim. Colocó también el turbante sobre
su cabeza, y sobre el turbante, en la parte delantera, puso la lámina de oro, la corona
santa”. Esto significa que a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, lo adornan todas las
excelencias de Sus atributos divinos y virtudes humanas. Estos atributos y estas
virtudes constituyen las vestiduras de Cristo. (Véase los mensajes del Estudio-vida
sobre Éxodo 28).
El Nuevo Testamento usa la vestimenta para referirse a nuestra expresión externa (Mt.
21:7; Jn. 13:4). Nuestra expresión externa debe ser la expresión de los atributos divinos
de Cristo. Estos atributos incluyen el amor, la bondad y la santidad divinos. Los
atributos divinos de Cristo se expresan en la vida humana como virtudes. Esto significa
que los atributos divinos llegan a ser virtudes humanas, y que las virtudes humanas
son la expresión de los atributos divinos. Los atributos divinos y las virtudes humanas
no simplemente se combinan y se unen, sino que se mezclan. Por ejemplo, Cristo, como
hombre, tenía amor humano, pero este amor humano estaba mezclado con el amor
divino. Lo que Dios es (aceite) estaba mezclado con lo que Cristo es (la flor de harina)
en Su humanidad. De esta manera, la naturaleza de Dios vino a formar parte de la
expresión de la humanidad de Cristo. Puesto que en Cristo los atributos divinos están
mezclados con las virtudes humanas, Su amor, Su bondad y Su misericordia son
extraordinarios. En Él, el amor, la bondad y la misericordia divinos se mezclaron con
el amor, la bondad y la misericordia humanos.
Esta mezcla de los atributos divinos con las virtudes humanas ha llegado a ser nuestra
vestidura, por cuanto nosotros, los que hemos sido bautizados en Cristo, de Cristo
estamos revestidos (Gá. 3:27). Estar revestido de Cristo significa que Cristo es nuestra
vestidura. El propio Cristo del cual estamos revestidos es nuestra vestidura sacerdotal.
Ahora, independientemente de si somos maridos o esposas, padres o hijos, maestros o
estudiantes, debemos llevar puesta nuestra vestidura sacerdotal: una vestidura que es
la expresión de los atributos divinos de Cristo mezclados con Sus virtudes humanas.
Debemos llevar puesta esta vestidura sacerdotal especialmente cuando salimos a
predicar el evangelio a los pecadores. La expresión de Cristo debe ser nuestro
uniforme. Al contactar a las personas, debemos hacerlo de manera que les impresione
176
la expresión de Cristo, esto es, el Cristo del cual estamos revestidos. Si hacemos esto,
tendremos poder y autoridad en nuestra predicación del evangelio.
Cuando somos ordenados por Dios para servirle como sacerdotes, Él nos reviste de
Cristo. Supongamos que un día usted se consagra al Señor como sacerdote. De
inmediato Dios, Cristo y el Espíritu Santo lo adornarán. En ocasiones, los siervos del
Señor laborarán junto con el Dios Triuno para adornar a los santos con Cristo mismo.
Yo no soy más que un pequeño siervo de Dios que colabora con Él para adornarlos a
ustedes con Cristo, para ayudarles a que se quiten el uniforme de su vida humana,
cultura y nacionalidad naturales, y se pongan otro uniforme: el uniforme de Cristo. Los
distintos uniformes culturales dividen, pero el uniforme único, el uniforme de Cristo,
nos hace uno.
En la Biblia, el tabernáculo tipifica a Cristo como individuo (Jn. 1:14), y tipifica también
a la iglesia como morada de Dios. Sin embargo, en Levítico 8 el tabernáculo denota
mucho más a la iglesia que a Cristo. Moisés ungió a los sacerdotes y también ungió el
tabernáculo. El ungimiento del tabernáculo representa el ungimiento de la iglesia, en
la cual nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, servimos a Dios.
El altar en el versículo 11 se refiere al altar del holocausto que estaba en el atrio. Todas
las ofrendas se ofrecían sobre este altar. El lavacro era una fuente donde los sacerdotes
se lavaban las manos y los pies. El altar representa la cruz, y el lavacro representa al
Espíritu Santo, el cual es el Espíritu que lava. En el Espíritu que lava está el agua de
vida que lava. La iglesia, la cruz y el lavamiento del Espíritu son provisiones destinadas
a nuestra consagración práctica para que seamos los sacerdotes de hoy.
177
Santificar es separar, hacer que algo sea hecho especial, hacer que algo sea hecho santo.
No sólo debemos ser un grupo de personas limpias y puras, sino también separadas,
especiales y santas. Debemos ser muy diferentes del común de la gente. Sin embargo,
eso no significa que debamos usar ropa peculiar para mostrar que hemos sido
santificados. Debemos usar ropa normal, pero incluso en tal ropa debe hacerse
manifiesta nuestra consagración.
La ordenación de Dios tiene que ver con la santificación. Ya que Dios nos ha
santificado, hemos dejado de ser personas comunes.
La unción trae al Dios Triuno mezclado con humanidad a los sacerdotes y a la vida de
iglesia. Esta unción incluye el vivir humano de Cristo, Su muerte en la cruz y Su
resurrección. Según Éxodo 30, el aceite de la unción es un ungüento compuesto de
aceite, el cual tipifica al Espíritu, mezclado con cuatro especias, que representan la
humanidad (tipificada por el número cuatro), el vivir humano, la muerte de cruz y la
resurrección. Cuando somos ungidos como sacerdotes y como iglesia, somos ungidos
con el Dios Triuno, a quien se añadieron como componentes la humanidad de Cristo,
Su vivir humano, Su muerte y Su resurrección. El ungimiento de los sacerdotes y del
tabernáculo también está relacionado con la ofrenda por el pecado (Lv. 8:14-17) y con
el holocausto (vs. 18-21). Todos los elementos del aceite de la unción, el Espíritu
compuesto, junto con la ofrenda por el pecado y el holocausto, deben llegar a formar
parte de nuestra constitución intrínseca. Entonces seremos verdaderos sacerdotes para
Dios, no por lo que somos por nuestro nacimiento natural, sino en virtud del Dios
Triuno, quien se ha mezclado con la humanidad, el vivir humano, la muerte, la
resurrección y la ascensión de Cristo.
178
neotestamentario. (Para más detalles, véase los mensajes del Estudio-vida sobre Éxodo
29).
La ofrenda por el pecado se encarga de nuestro hombre natural, de nuestra carne, del
pecado personificado que mora en nosotros, de Satanás, del mundo que está vinculado
a Satanás y de la lucha por el poder. Si queremos ser los sacerdotes del Nuevo
Testamento, debemos permitir que Cristo, como ofrenda por el pecado, ponga fin a
todas estas cosas. Cuando Cristo fue crucificado como nuestra ofrenda por el pecado,
Él puso fin al hombre natural, a la carne, al pecado que mora en nosotros, a Satanás,
al mundo y a la lucha por el poder. En la ordenación divina, nos es aplicada tal ofrenda
por el pecado para que seamos sacerdotes prevalecientes que sirven a Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE VEINTINUEVE
LA CONSAGRACIÓN DE AARÓN Y SUS HIJOS
(2)
Lectura bíblica: Lv. 8:14-29
En este mensaje seguiremos considerando la consagración de Aarón y sus hijos.
En la consagración del sacerdocio, lo primero que se hacía era ungir a los sacerdotes.
Esto indica claramente que la consagración o ungimiento del sacerdocio tiene como
finalidad hacer que Dios sea uno con nosotros, pues el aceite de la unción significa que
todo cuanto Dios es, así como todo cuanto Él hace y hará, llega a ser nuestro. Lo que
Dios ha hecho, está haciendo y hará implica muchos hechos, tales como la encarnación
de Cristo, Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección, Su ascensión y Su segunda
venida. Nosotros hemos sido ungidos con todo esto, es decir, hemos llegado a ser uno
con ello. Éste es el aspecto positivo de la ordenación del sacerdocio.
La ofrenda por el pecado es la primera en recordarnos esto. Aarón fue ungido con el
aceite de la unción, lo cual significa que el Dios Triuno con todo lo que Él es, ha hecho
y hará pertenecía ahora a Aarón. Esta unción también indica que Aarón era uno con el
179
Dios Triuno. Sin embargo, esta persona ungida aún necesitaba que se le recordara
claramente que por sí mismo y en sí mismo él era pecado, un pecador constituido de
pecado, y que era carne, en la cual no hay nada bueno; había que recordarle que él era
un hombre natural, parte de la vieja creación, la cual está totalmente saturada, poseída,
usurpada y habitada por el maligno; y había que recordarle que él estaba lleno del
mundo y de la lucha por el poder.
El Dios Triuno ordenó a Aarón para que fuese un servidor Suyo y lo ungió consigo
mismo. Sin embargo, Aarón aún necesitaba darse cuenta de lo que él era. Por tanto,
Dios se valió de la ofrenda por el pecado para recordarle lo que él era. En el primer día
de su sacerdocio, y cada día a partir de entonces, Aarón tenía que presentar la ofrenda
por el pecado a Dios para que ésta le recordara lo que él era.
Hoy en día, nosotros somos los sacerdotes de Dios. Él nos escogió, designó y ordenó
para que seamos Sus sacerdotes santos. Todo lo que el Dios Triuno ha hecho, está
haciendo y hará, es nuestro. Él es uno con nosotros, y nosotros somos uno con Él. Sin
embargo, aún necesitamos que se nos recuerde que, en nosotros mismos, somos
pecado, carne y el viejo hombre, que somos la vieja creación, la cual está saturada de
Satanás, el maligno, y que estamos llenos del mundo y de su lucha por el poder. Si a
diario y durante todo el día los hermanos, los colaboradores y los ancianos recordaran
esto, y se acordaran de lo que son, la situación entre nosotros sería muy diferente.
Con respecto a nuestra vida y nuestra obra, debemos preguntarnos si la persona que
se mueve, actúa y hace las cosas es el viejo hombre o el sacerdote de Dios. ¿Puede
afirmar confiadamente que todo lo que usted hace en la vida de iglesia, en la obra del
Señor y en el recobro procede del sacerdocio divino y no de la carne? ¿Quién puede
decir que sus manos están limpias y que está totalmente exento de la carne? Puesto
que no podemos decir esto, necesitamos la ofrenda por el pecado tal como es tipificada
en Levítico. Necesitamos esta ofrenda, no sólo para ser perdonados por Dios, sino
también para que nos recuerde lo que somos. Incluso cuando amamos a los demás,
necesitamos que se nos recuerde que somos pecado, carne, el viejo hombre y la vieja
creación, y que estamos llenos de mundanalidad. Si amamos a los demás conforme a
nuestra carne, a nuestros gustos y a nuestras preferencias, nuestro amor es pecaminoso
a los ojos de Dios, por cuanto tal amor estará vinculado al maligno. Además, cuando
oramos y compartimos algo en las reuniones, es posible que nos vengan a la mente
pensamientos que provienen de la carne, donde se esconde el pecado y donde Satanás
actúa secretamente. Ésta es nuestra verdadera condición. Por tanto, necesitamos la
ofrenda por el pecado no sólo en el momento de nuestra ordenación como sacerdotes,
sino también cada vez que ejercemos nuestro sacerdocio.
180
Puesto que Aarón había sido ungido por Dios, ¿por qué aún necesitaba el holocausto?
Aarón necesitaba esta ofrenda porque Dios quería que se le recordara a Aarón que
debía vivir absolutamente entregado a Dios, pero que él no vivía de esa manera. Esto
debe recordarnos que hoy nosotros tampoco vivimos absolutamente entregados a Dios.
Esto también debe advertirnos que a diario debemos ofrecer un holocausto.
Diariamente debemos ofrecer un holocausto por nuestro sacerdocio, esto es, por
nuestro servicio sacerdotal. Los ancianos y colaboradores en particular deben ofrecer
el holocausto cada mañana. Debemos decirle al Señor: “Señor, recuérdame durante
todo el día que debo llevar una vida de absoluta entrega a Ti. Me doy cuenta de que no
vivo de esta manera ni tampoco puedo. Señor, confío en Ti y te tomo como mi vida, mi
persona y mi entrega absoluta. Mi entrega absoluta a Dios eres Tú mismo, Señor”. Esto
es vivir a Cristo.
Tal vez estemos familiarizados con las palabras vivir a Cristo, pero quizás no
entendamos lo que verdaderamente significa vivir a Cristo. ¿Vivimos a Cristo en
nuestro hogar y en la vida de iglesia? En nuestra vida familiar y en nuestra relación con
los santos, ¿estamos absolutamente entregados a Dios? Cuando otros tocan nuestros
sentimientos o nuestros intereses, quizás nos ofendamos. ¿No indica esto que no
estamos absolutamente entregados a Dios? Ciertamente necesitamos que se nos
recuerde que, en nosotros mismos, no llevamos una vida de absoluta entrega a Dios.
Según Levítico, el holocausto debía ofrecerse cada mañana (6:12-13). El fuego del
holocausto nunca debía apagarse. “El holocausto estará encima del altar, en el lugar
donde arde el fuego, toda la noche y hasta la mañana, y el fuego del altar ha de
mantenerse encendido en éste” (v. 9). Esto indica que el holocausto debe arder durante
la noche oscura de esta era hasta la mañana, hasta que regrese el Señor Jesús.
181
Cristo purifica nuestros oídos, nuestras manos y nuestros pies para que ejerzamos
nuestro sacerdocio neotestamentario. El servicio de nuestro sacerdocio
neotestamentario incluye el hecho de ejercer nuestra función en las reuniones,
predicar el evangelio y visitar a los santos en sus hogares. Para cada uno de estos
servicios, necesitamos ser purificados con la sangre de Cristo.
Nuestro movimiento (los pies) y nuestro trabajo (las manos) están siempre bajo la
dirección de lo que oímos. Actuamos en conformidad con lo que oímos. Por
consiguiente, en la vida de iglesia, el oír es de crucial importancia.
Por el oír fuimos salvos, y por el oír somos alimentados y edificados. Sin embargo, lo
que oímos también puede traernos perjuicio y muerte, y podemos hacer mal a otros
por causa de lo que oímos. Lo que oímos puede ser un problema. En 2 Timoteo 4:3
Pablo habla de algunos que “teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros
conforme a sus propias concupiscencias”. Por tanto, la disciplina divina debe comenzar
por el origen: lo que oímos.
Si una iglesia dejara de oír cosas negativas, esa iglesia sería muy saludable y viviente.
La iglesia más débil y más muerta es aquella donde abundan las críticas, los chismes y
los argumentos.
Ya que somos sacerdotes de Dios, debemos preguntarnos qué clase de cosas estamos
dispuestos a oír. ¿Vamos a oír cosas positivas o cosas negativas? Puesto que a menudo
oímos cosas inmundas, cosas no saludables y contagiosas, debemos lavar nuestros
oídos con la sangre de Cristo. Según la Biblia, donde la sangre lava, allí el Espíritu unge.
Después de experimentar el lavamiento de la sangre, disfrutaremos la unción del
Espíritu. Entonces nos olvidaremos de las cosas negativas que hemos oído, o por lo
menos no las repetiremos. También seremos saludables y vivientes, y la iglesia seguirá
adelante al estar nosotros sanos.
Adondequiera que vayamos, debemos tener cuidado con lo que oímos. Si lo hacemos,
todo cuanto oigamos será apropiado y positivo. Entonces seguiremos por el camino
correcto y haremos la obra correcta. Sin embargo, si en lugar de tener cuidado con lo
que oímos, prestamos oídos a conversaciones negativas, nuestras acciones y nuestra
obra se verán afectadas negativamente.
182
actuamos. Si no tenemos cuidado con lo que oímos, seremos chismosos y esparciremos
argumentos y debates. En tal caso, en lugar de ministrar Cristo a otros, esparciremos
muerte. Hoy algunos se dedican a propagar muerte, en vez de propagar a Cristo, la
verdad y el evangelio. Nuestro oído con el cual oímos, nuestra mano con la cual
laboramos y el pulgar de nuestro pie con el cual caminamos, deben ser redimidos con
la sangre de Cristo. Debemos permitir que la sangre de Cristo nos libere de toda cosa
negativa. Entonces todas las cosas positivas de Cristo llenarán nuestras manos.
Levítico 8:26 habla de “una torta sin levadura, una torta de pan con aceite y un
hojaldre”. Este versículo se refiere también a la grosura y al muslo derecho. La torta
sin levadura, la torta de pan con aceite y el hojaldre representan, respectivamente, a
Cristo como alimento sin pecado, a Cristo como alimento que está mezclado con el
Espíritu y a Cristo como alimento que está disponible, que se ingiere fácilmente y que
es idóneo para alimentar a los más jóvenes. Nos alimentamos con las tortas, y
183
alimentamos a los demás con los hojaldres. La grosura representa la porción de Cristo
reservada para Dios, y el muslo derecho representa a Cristo como nuestra fuerza para
permanecer firmes.
El versículo 27 dice: “Puso todo esto en las palmas de las manos de Aarón y en las
palmas de las manos de sus hijos, y lo meció como ofrenda mecida delante de Jehová”.
Una vez que fueron llenas las manos de ellos, llegaron a ser sacerdotes ordenados y
consagrados. Hoy en día nuestras manos también pueden ser llenas del Cristo todo-
inclusivo, del Cristo que es la torta sin levadura, la torta de pan con aceite, el hojaldre,
la grosura y el muslo derecho. Tenemos al Cristo que es la porción de Dios (la grosura)
y al Cristo que es nuestra fuerza para permanecer firmes (el muslo derecho). Tenemos
también a Cristo como tortas para alimentarnos, y como hojaldres para alimentar a los
demás, especialmente a los más jóvenes.
Todo esto fue mecido delante de Jehová. Esto significa que todo ello era una ofrenda
mecida, la cual representa a Cristo en resurrección. Aquí nada es natural; al contrario,
todo se encuentra en la resurrección de Cristo. En resurrección, Cristo es alimento para
nosotros y para los más jóvenes. En resurrección, Cristo es también la porción de Dios
y nuestra fuerza para permanecer firmes.
184
Este versículo indica que el servidor merece una porción particular de Cristo. Cuando
usted predica a Cristo, se hace merecedor de Cristo. Cuando usted predica el evangelio,
se hace merecedor del rico disfrute del evangelio. Cada vez que nosotros, los servidores,
ministramos Cristo a los demás, merecemos disfrutar al mismo Cristo que
ministramos.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA
LA CONSAGRACIÓN DE AARÓN Y SUS HIJOS
(3)
Lectura bíblica: Lv. 8:30-36
Antes de considerar otros asuntos relacionados con la consagración de Aarón y sus
hijos, quisiera añadir algo respecto a la sangre que se aplicaba sobre el lóbulo de la
oreja derecha, sobre el dedo pulgar de la mano derecha y sobre el dedo pulgar del pie
derecho, y añadir también algunas palabras sobre la ofrenda que se ponía en las palmas
de las manos de los sacerdotes.
Parte de la sangre del carnero de la consagración era puesta sobre la oreja derecha de
Aarón y de sus hijos, sobre el dedo pulgar de su mano derecha y sobre el dedo pulgar
de su pie derecho. Esto significa que la sangre redentora de Cristo purifica nuestros
oídos con relación a lo que oímos, nuestras manos con relación a nuestro trabajo y
nuestros pies con relación a nuestro andar. Esto tiene como fin que ejerzamos nuestro
sacerdocio neotestamentario.
Nuestro oír se menciona primero porque éste afecta nuestro trabajo y nuestro mover.
La sangre de Cristo obra primero en nuestro oído a fin de que escuchemos la palabra
de Dios, el hablar de Dios. Para servir a Dios como sacerdotes, debemos ser fieles
esclavos, o siervos, de Dios. Como lo indica Isaías 50:4 y 5, un siervo debe tener un
oído que oiga. Un siervo que no escucha las palabras de su amo no puede servirle
conforme a su voluntad, corazón y deseo.
185
de Dios y los prestan para oír otras cosas. Estas personas no hablan de Cristo, de la
palabra de Dios, de la gracia ni del evangelio; en lugar de ello, escuchan cosas
negativas, y laboran y actúan según las cosas negativas que oyen. Como resultado de
ello, la muerte se propaga. Si retiramos nuestros oídos de otras cosas y nos volvemos a
Dios mismo, no habrá ningún problema, y lo que se propagará será la vida, no la
muerte.
La purificación de la oreja derecha, del dedo pulgar de la mano derecha y del dedo
pulgar del pie derecho se necesitaba en dos ocasiones: en la ordenación de los
sacerdotes y en la purificación de los leprosos (Lv. 14:14). Tanto los leprosos como los
sacerdotes necesitaban que su oreja, el dedo pulgar de su mano derecha y el dedo
pulgar de su pie derecho fuesen limpiados por la sangre redentora. Esto indica que a
los ojos de Dios, nosotros, los pecadores, que hemos sido ordenados como sacerdotes
de Dios, somos leprosos. Como sacerdotes de Dios, Sus siervos, necesitamos que
nuestros oídos sean redimidos de escuchar todo lo que no es Dios y se vuelvan para
escuchar la palabra de Dios. Necesitamos también que nuestra mano que labora sea
redimida de todo lo que no sea la obra de Dios. Además, el dedo de nuestro pie, que
sirve para andar, también necesita ser redimido.
En 8:26-28 vemos que se ponía una torta sin levadura, una torta de pan con aceite y
un hojaldre (que corresponden a la ofrenda de harina) sobre las porciones de grosura
y sobre el muslo derecho (otra categoría de ofrendas). Estas dos categorías de ofrendas,
como un todo, se ponían en las palmas de las manos de Aarón y de sus hijos. En ese
momento, las manos de Aarón y de sus hijos dejaban de estar vacías. Luego, estas
ofrendas eran mecidas delante de Jehová (v. 27), probablemente por aquellos cuyas
manos habían sido llenas de dichas ofrendas. Esta acción de mecerlas representa el
mover de Cristo en Su resurrección. Las ofrendas primeramente eran “inmoladas”, y
después, eran mecidas, es decir, resucitadas, con lo cual se convertían en ofrendas
delante de Jehová en la resurrección de Cristo.
Las dos tortas, el hojaldre, la grosura y el muslo eran quemados (lo cual indica un fuego
lento para obtener el aroma) en el altar sobre el holocausto en calidad de ofrenda de
consagración presentada por fuego a Jehová como aroma que le satisfacía (v. 28). Este
aroma que satisface es exclusivamente para Dios; es Su porción para Su disfrute. Las
partes tiernas y excelentes (la grosura), la parte fuerte (el muslo derecho), y las dos
tortas y el hojaldre —que representan distintos aspectos de la humanidad de Cristo, la
186
cual no tiene pecado y está mezclada con el Espíritu— constituyen el alimento, no de
los sacerdotes, sino de Dios. La porción que correspondía a Dios se ofrecía en el altar,
que representa la cruz. Esto indica que ofrecemos el alimento de Dios en la comunión
de los padecimientos de Cristo, los cuales Él sufrió hasta la muerte de cruz. Aunque
esto tiene como fin la satisfacción de Dios, también nos capacita para ejercer el
sacerdocio neotestamentario.
187
Si hemos de adquirir el conocimiento apropiado de nuestro sacerdocio
neotestamentario, debemos estudiar el libro de Levítico. Levítico no está dirigido
únicamente a los santos del Antiguo Testamento. Si entendemos la tipología de este
libro, veremos que un asunto tras otro se aplica a nosotros de una manera práctica hoy
en día.
El versículo 32 indica que el Cristo que ofrecemos a Dios para Su disfrute y a quien
nosotros disfrutamos, es inagotable. Después de ofrecerle a Dios Su porción y de
disfrutar nosotros nuestra porción, aún queda algo. Según Levítico 8, el sobrante era
quemado al fuego, el cual representa la santidad de Dios. Esto nos muestra que las
inagotables riquezas de Cristo deben ser guardadas en la santidad de Dios y por ella.
188
se repetía durante siete días. Cada día se llevaba a cabo el procedimiento de una
manera solemne, puesto que cada aspecto del procedimiento era solemne. Esta
solemnidad se percibe en las palabras “para que no muráis”. Por consiguiente, nadie
se atrevía a conducirse de manera descuidada o con ligereza. Todos entendían
claramente la seriedad de lo que acontecía, y lo que podía ocurrir si alguien se
comportara descuidadamente.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y UNO
EL INICIO DEL SERVICIO SACERDOTAL
DE AARÓN Y SUS HIJOS
Lectura bíblica: Lv. 9:1-21
El libro de Levítico nos muestra un nuevo comienzo, en el cual, por primera vez, el
pueblo de Dios le presentaba a Dios ofrendas según Sus normas. Ésta fue la primera
vez que el pueblo de Dios ofreció Cristo a Dios, no meramente según la necesidad de
ellos, sino también en conformidad con las leyes de Dios, según Sus normas. Antes de
aquel tiempo, algunos hombres, tales como Abel, Noé y Abraham, presentaron
ofrendas a Dios, pero no fue hasta que los israelitas celebraron la Pascua (Éx. 12:1-28)
que se presentaron ofrendas a Dios según Sus instrucciones. Hablando con propiedad,
aunque el cordero pascual era una ofrenda, no se le llamó ofrenda.
En Levítico, después que fue erigido el tabernáculo, Dios obtuvo una morada sobre la
tierra desde la cual Él hablaba a Su pueblo. La primera categoría de las cosas que Él
habló tenía que ver con las ofrendas (Lv. 1—7). Las ofrendas, las cuales el hombre
189
necesitaba y Dios exigía, fueron ordenadas por Dios mediante normas que
concordaban completamente con la mente y el deseo de Dios. Moisés debió de haber
entendido el significado de estas ofrendas en cuanto al asunto de la expiación (Lv. 9:7),
pero es posible que haya entendido muy poco en cuanto a los detalles relacionados con
las ofrendas.
En Levítico, los israelitas empezaron a presentar ofrendas a Dios como nunca antes lo
habían hecho. Ahora las ofrendas no las ofrecía un solo individuo, sino un pueblo, una
congregación, y ellos no las ofrecían en el lugar que quisiesen. Dios pidió al pueblo que
se acercara a la entrada de la Tienda de Reunión para tener contacto con Él y que
presentara sus ofrendas por medio de los sacerdotes, no por ellos mismos. (Esto difiere
de la manera en que Abel, Noé y Abraham presentaron sus ofrendas, los cuales no sólo
eran oferentes sino también sacerdotes que servían). La manera en que se ofrecían las
ofrendas llegó a ser una ceremonia, un conjunto de formas, que debía llevarse a cabo
delante de Dios a la entrada de Su morada según Sus normas, leyes y disposiciones.
Todo eso definitivamente era algo nuevo.
Aunque Moisés no vio que las ofrendas eran Cristo, Dios en realidad estaba dando
mandamientos a Su pueblo acerca de cómo aplicar a Cristo, en calidad de todas las
ofrendas, según las leyes de Dios. Hoy en día nosotros debemos aprender a aplicar a
Cristo conforme a los requisitos de Dios. Temprano por la mañana, debemos aplicar a
Cristo como nuestro holocausto, nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda de
harina a fin de tener algo que nos sustente durante el día.
Consideremos ahora el pasaje de Levítico 9:1-21 con respecto al inicio del servicio
sacerdotal de Aarón y sus hijos.
I. EN EL OCTAVO DÍA
El inicio del servicio sacerdotal de Aarón y sus hijos tuvo lugar en el octavo día (v. 1),
que representa la resurrección (Mr. 16:9a). Esto indica que todo servicio sacerdotal
tiene que ser realizado en resurrección (cfr. Ap. 20:6).
En Levítico 9:1, el octavo día se refiere al día después de los siete días que duraba la
consagración de Aarón y de sus hijos. En cada uno de esos siete días, Aarón y sus hijos
tenían que observar el mismo procedimiento. Pero en el octavo día, el día después de
ese periodo de consagración, ellos experimentaron un nuevo comienzo. Por
consiguiente, el octavo día implica tanto un nuevo comienzo como el fin de la vejez.
Como sacerdotes de Dios, nuestro sacerdocio, nuestro servicio sacerdotal, tiene que ser
realizado en resurrección. En cuanto a esto, la vida natural, el viejo hombre y la carne
no tienen cabida alguna. Sin embargo, lamentablemente, en nuestra actual vida de
iglesia hay muchas cosas naturales y mucha vejez. Tales cosas no pertenecen al octavo
día, es decir, no se encuentran en la esfera de la resurrección, sino en la esfera de la
vida natural.
190
Por lo general, nosotros condenamos las cosas malas, pero quizás nunca condenamos
las cosas buenas que se hacen en la vieja creación. Por ejemplo, condenamos el odio,
pero tal vez no condenamos el amor que es natural y que no está en el Espíritu. En el
Nuevo Testamento, por el contrario, se rechaza el amor natural, que de hecho es una
especie de “miel”. Según Levítico 2, no se permitía añadir levadura ni miel a la ofrenda
de harina. La levadura se refiere a lo que es malo, y la miel, a lo que es bueno de forma
natural. El odio natural es levadura, mientras que el amor natural es miel. El odio
natural es malo, pero el amor natural es bueno. Sin embargo, tanto el bien como el mal
proceden de la misma fuente: el árbol del conocimiento del bien y del mal. Puesto que
el odio natural y el amor natural son naturales, ambos pertenecen al árbol del
conocimiento del bien y del mal; y puesto que ambos pertenecen a dicho árbol, ambos
deben ser condenados. Ésta es la razón por la cual en el Evangelio de Juan, cada vez
que alguien le hacía preguntas al Señor Jesús acerca de lo que es bueno o malo, correcto
o incorrecto, preguntas de sí o no, Él dirigía a las personas a la vida. Lo que al Señor le
interesaba era la vida, no el bien y el mal.
El servicio sacerdotal que rendimos a Dios tiene que ser realizado en resurrección. La
realidad de la resurrección es Cristo como Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Todo
cuanto hagamos en el Espíritu es hecho en el octavo día, en resurrección. Todo cuanto
hagamos fuera del Espíritu, en nuestra vida natural, en nuestra mente o parte emotiva
naturales, no es hecho en el octavo día, es decir, no es hecho en resurrección.
Espero que todos los santos, inclusive los recién salvos, reciban estas palabras en
cuanto a llevar a cabo el servicio sacerdotal en el octavo día. Cuando usted quiera
mostrarle amor a cierta persona, debe considerar si ese amor emana de su espíritu o
de sus emociones naturales. ¿Tiene que ver dicho amor con sus gustos naturales, con
el hecho de sentir que nos cae bien una persona y no otra? Además, es posible que a
causa del amor natural que usted sienta por cierta persona, le dé a ella un trato
preferencial. Esto es miel, y la miel termina por fermentarse y tener el mismo efecto
que la levadura. Esto significa que, a los ojos de Dios, el amor natural es tan negativo
como el odio natural.
A menudo, el Señor nos exige que amemos a alguien que no somos capaces de amar en
nuestra vida natural ni con nuestro amor natural. La única forma de amar a dicha
persona es hacerlo con un amor que no es natural, sino que está en resurrección. Todo
nuestro servicio debe ser realizado en el espíritu, en resurrección.
191
existen diferencias importantes. La redención fue consumada por la muerte del Señor
Jesús en la cruz, y este término debe usarse únicamente para el Nuevo Testamento.
Antes de que el Señor derramara Su sangre en la cruz, no existía tal cosa como la
redención. Lo que vemos en el Antiguo Testamento es la expiación. La expiación se
refiere al acto de apaciguar el conflicto existente entre dos partes contrarias a fin de
que se restablezca la armonía, la unidad, entre ellas. La expiación hace referencia a
apaciguar el conflicto entre dos partes contrarias, haciendo algo a favor de una de ellas
a fin de satisfacer las exigencias de la otra.
Como pecadores, teníamos un problema con nuestro Dios, quien es justo. Aunque Él
nos amaba, algo injusto se interponía entre Él y nosotros. En tanto que esta situación
injusta no fuese apaciguada, no podíamos ser uno con Él. Por consiguiente, en la cruz
Cristo efectuó la redención por nosotros. Cristo no sólo derramó Su sangre para
efectuar la redención, sino que en Su ascensión Él entró en los cielos y presentó Su
sangre delante de Dios. Al presentar Su sangre, Él obtuvo, logró, eterna redención por
nosotros (He. 9:12). Cuando creímos en Cristo, entramos en Él y recibimos esta
redención.
¿Cómo resolvió Dios el problema referente a los pecados que cometieron los santos del
Antiguo Testamento antes que Cristo viniera? Dios cubrió los pecados de ellos, pero no
los quitó. Pablo nos dice claramente que “es imposible que la sangre de toros y de
machos cabríos quite los pecados” (He. 10:4); más bien, en estos sacrificios “año tras
año se hace memoria de los pecados” (v. 3) en la Fiesta de la Expiación. Los pecados
cometidos por los santos del Antiguo Testamento aún permanecían, pero eran
cubiertos. Esta acción de cubrir los pecados se efectuaba en el propiciatorio (Ro. 3:25),
que era la tapa del Arca del Testimonio. Dentro del Arca había dos tablas, en cada una
de las cuales estaban inscritos cinco de los Diez Mandamientos. Los Diez
Mandamientos condenaban a todo el que se acercaba a Dios. Pero la sangre de la
ofrenda por el pecado, derramada en el Día de la Expiación, era rociada sobre la tapa
del Arca para que se hiciera expiación. Por esta razón, a la tapa del Arca se le conocía
como la cubierta expiatoria.
En Levítico 9:7 se le dijo a Aarón que hiciera expiación por sí mismo y por el pueblo.
Él tenía un problema con Dios y necesitaba hacer algo para apaciguar el conflicto
existente a fin de tener paz con Dios.
192
Antes de servir como sacerdote, Aarón debía apaciguar todo conflicto existente. Por
tanto, él necesitaba la ofrenda por el pecado y también el holocausto.
Hoy en día la ofrenda por el pecado nos recuerda de muchas cosas negativas, y el
holocausto nos recuerda que debemos vivir absolutamente entregados a Dios, pero que
no lo hacemos. Debemos tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado para que
Él nos redima y nos traiga de nuevo a una condición de paz con Dios, y debemos tomar
a Cristo como holocausto, como Aquel que lleva en nosotros y por nosotros una vida
de absoluta entrega a Dios.
La ofrenda por el pecado guarda relación con la muerte, y el holocausto guarda relación
con la resurrección. Somos uno con Cristo en Su muerte, y Él es uno con nosotros en
Su resurrección.
193
del holocausto de la mañana” (vs. 15-17). Esto significa que Cristo se ofreció a Sí mismo
como nuestra ofrenda por el pecado para hacerse cargo de nuestro pecado, como
nuestro holocausto para satisfacer a Dios y como nuestra ofrenda de harina para ser
tanto el alimento de Dios como el nuestro. Cada mañana debemos tomar a Cristo como
estas ofrendas, orando: “Señor, en este nuevo día te tomo como mi ofrenda por el
pecado, como mi holocausto y como mi ofrenda de harina a fin de vivir por Ti, contigo
y en Ti, e incluso a fin de vivirte para la satisfacción de Dios”.
El disfrute de Cristo como ofrenda de paz, tal como se describe en los versículos del 18
al 21, se basa en el hecho de que Cristo es nuestra ofrenda por el pecado, nuestro
holocausto y nuestra ofrenda de harina, según consta en los versículos del 7 al 17.
Quizás usted se pregunte por qué no se hace mención de la ofrenda por las
transgresiones en estos versículos. Aquí la ofrenda por las transgresiones está incluida
en la ofrenda por el pecado.
Ésta era la primera vez en toda la historia humana que se aplicaba a Cristo de esta
manera y a tal grado. En esta aplicación, Cristo es nuestra ofrenda por el pecado,
nuestro holocausto y después nuestra ofrenda de harina para nuestra vida diaria, con
el resultado de que entramos en la paz, la que es Cristo mismo. Éste es el inicio de las
ofrendas, las cuales apuntan al Cristo vivo, a quien disfrutamos y del cual comemos
cada día como nuestro alimento diario.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y DOS
EL RESULTADO DEL SERVICIO SACERDOTAL
Lectura bíblica: Lv. 9:4, 6, 22-24
En este mensaje centraremos nuestra atención en el fruto, el resultado, de nuestro
servicio sacerdotal. Es difícil hablar del resultado de nuestro sacerdocio porque dicho
resultado no es material, sino espiritual, misterioso, celestial y divino. El resultado del
servicio sacerdotal del Nuevo Testamento es la aparición de Dios a nosotros (v. 4), la
aparición de la gloria de Dios a nosotros (vs. 6, 23b), la bendición divina (vs. 22-23) y
el fuego consumidor (v. 24). Consideremos ahora cada uno de estos asuntos.
194
transgresiones. Esto puede llevarnos a tomarlo como nuestro holocausto. Quizás le
digamos: “Señor Jesús, Tú eres mi holocausto. Yo no puedo llevar una vida de absoluta
entrega a Dios, pero Tú sí puedes. Te tomo ahora, Señor, como mi entrega absoluta a
Dios”. Esta clase de oración indica que deseamos vivir a Cristo para satisfacción de
Dios. Entonces, la ofrenda por el pecado y el holocausto nos llevarán a tomar a Cristo
como ofrenda de harina. Ofreceremos la mejor porción de ella a Dios como alimento,
y nosotros nos alimentaremos de Cristo tomándole como nuestra comida diaria, como
nuestro diario suministro de vida. Además, esto nos llevará a experimentar una
sensación de paz, un ambiente tranquilo, y disfrutaremos a Cristo como nuestra paz,
descanso, satisfacción y consuelo. Como resultado de tomar a Cristo en calidad de
todas estas ofrendas, la presencia de Dios estará con nosotros. Ésta es la aparición de
Dios a nosotros. No podemos verlo ni tocarlo físicamente, pero ciertamente tenemos
la sensación de que Él se nos ha aparecido. Puesto que no podemos negar la sensación
de que Dios se nos ha aparecido, desearemos adorarle, ofreciéndole nuestras alabanzas
y acciones de gracias. Ésta es la manera en que experimentamos la aparición de Dios,
la cual es resultado de nuestro servicio sacerdotal. Debemos tener esta experiencia no
sólo temprano por la mañana, sino también durante el día.
Cuando sirvamos a Dios con Cristo como las ofrendas según las normas prescritas por
Dios y no según nuestras propias preferencias, a menudo disfrutaremos la aparición
de la gloria de Dios. Veremos a Dios mismo expresado de distintas maneras. Por
ejemplo, al visitar a un incrédulo en su casa para predicarle el evangelio, tal vez
percibamos la gloria de Dios manifestada en nuestras palabras o en la expresión o
actitud que esa persona muestra para con nosotros. Además, a menudo disfrutamos la
gloria de Dios, Su expresión, en las reuniones de la iglesia. Quizás la reunión no sea
195
muy viviente, pero de pronto alguien ofrece una oración muy viviente, y la reunión es
resucitada y avivada. En esos momentos, percibimos que Dios es expresado en gloria.
Las reuniones cristianas son maravillosas y misteriosas porque tienen que ver con
Dios. El Señor Jesús dijo: “Donde están dos o tres congregados en Mi nombre, allí estoy
Yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Creemos que el Señor está con nosotros en cada
reunión, pero Él manifiesta Su presencia de distintas maneras y, dependiendo de
nuestra condición en la reunión, Él nos da diversas sensaciones con respecto a la
reunión. Por ejemplo, algunas veces Él permite que tengamos una sensación de muerte
a fin de mostrarnos que estamos mal. Otras veces, Él despierta a todos los que están en
la reunión, y todos tienen la sensación de que Dios los ha despertado. Este despertar
es totalmente divino, y es en tales circunstancias que Dios se nos aparece en Su gloria,
en Su expresión.
La atmósfera de las reuniones indica lo que somos para con Dios. Nadie puede
aparentar nada. La reunión es verdaderamente una exhibición de nuestra vida
cristiana y, en particular, del grado en que disfrutamos a Cristo en nuestra vida privada
y en nuestra vida familiar. Nuestras reuniones son una exhibición del verdadero
disfrute que tenemos de Cristo. Si disfrutamos a Cristo, la reunión será una exhibición
de las riquezas de Cristo. Si no disfrutamos a Cristo, no habrá ninguna exhibición de
las riquezas de Cristo en la reunión. En ese caso, de nada servirán nuestros gritos y
alabanzas, ya que la reunión no está bajo nuestro control. El punto aquí es que nuestra
experiencia de Cristo afecta las reuniones; en particular, afecta —e incluso determina—
la atmósfera de las reuniones de la iglesia.
196
ministramos Cristo como las distintas ofrendas a otros, lo disfrutamos a Él, y aquellos
a quienes les ministramos también lo disfrutan. Esto afectará la atmósfera de las
reuniones porque el resultado de ello será la aparición de la gloria de Dios.
El Señor en Su resurrección está con nosotros todos los días, hasta la consumación del
siglo (Mt. 28:20). La presencia del Señor con nosotros equivale a Su bendición.
Mientras tengamos Su presencia, estamos bajo Su bendición. Cuando Su bendición
está con nosotros, aun nuestros errores se tornan en bendiciones. Pero sin Su
presencia, aun cuando estemos bien en todo, todo es vanidad. Aunque nuestro Sumo
Sacerdote se fue a los cielos, Él sigue presente con nosotros, y Su presencia es una
bendición no sólo en la vida de iglesia, sino también en nuestra vida familiar y en
nuestra vida cotidiana.
La presencia del Señor como bendición nuestra viene a nosotros cuando aplicamos a
Cristo en calidad de todas las ofrendas. Cada día debemos aplicar a Cristo como nuestra
ofrenda por el pecado, nuestro holocausto, nuestra ofrenda de harina y nuestra ofrenda
de paz. Si lo aplicamos como tales ofrendas, tendremos Su bendición, la cual es Su
presencia.
Juan 3:16 dice que Dios amó al mundo de tal manera, que dio a Su Hijo unigénito. ¿De
qué manera nos dio Dios a Su Hijo? Él nos lo dio en calidad de todas las ofrendas.
Cuando tomamos la ofrenda por el pecado, tomamos un aspecto de Cristo; cuando
tomamos el holocausto, tomamos otro aspecto de Cristo; y cuando tomamos la ofrenda
de harina y la ofrenda de paz, tomamos otros aspectos de Cristo.
Muchos cristianos entienden Juan 3:16 de una manera muy general. ¿Cómo podemos
aceptar a Cristo como la gran dádiva que Dios nos dio, si no lo aplicamos como las
ofrendas? Si hemos de disfrutar a esta persona todo-inclusiva, debemos aplicarlo
diariamente como nuestra ofrenda por el pecado, nuestro holocausto, nuestra ofrenda
197
de harina y nuestra ofrenda de paz. Entonces disfrutaremos de Su presencia, la cual
será una bendición para nosotros en todo sentido.
Tanto Moisés como Aarón tipifican a Cristo. Moisés era el líder, el príncipe, y Aarón
era el sumo sacerdote. Hoy Cristo es nuestro Príncipe y nuestro Sumo Sacerdote.
Cuando Él viene a nosotros, viene con bendiciones, y el hecho de que esté con nosotros
es la bendición todo-inclusiva que necesitamos. Podemos disfrutar esta bendición sólo
al aplicar a Cristo como las ofrendas. Si aplicamos a Cristo como la ofrenda por el
pecado, el holocausto, la ofrenda de harina y la ofrenda de paz, recibiremos la
bendición que necesitamos.
Para los judíos, la bendición de Aarón y Moisés sigue vigente. Esta bendición
continuará vigente hasta que toda la casa de Israel se arrepienta y se vuelva al Salvador
cuando Él venga por segunda vez. El mismo principio se aplica con relación a la
bendición espiritual que disfrutamos hoy. Una bendición espiritual dura más de lo que
pensamos. Yo sigo disfrutando bendiciones que recibí hace muchos años. Una
bendición espiritual, por tanto, es de crucial importancia.
El Nuevo Testamento nos dice que bendigamos a otros y que no los maldigamos (Lc.
6:28; Ro. 12:14). Aun cuando seamos aborrecidos, perseguidos y difamados, debemos
bendecir a los que nos persiguen y orar para que el Señor los perdone. El sentir nuestro
debe ser que ninguna persona esté bajo maldición.
198
de la bendición de Dios. Este fuego es una señal de que Dios ha aceptado lo que le
ofrecimos en Cristo y con Cristo.
Para nosotros hoy en día, el fuego consumidor puede ser una señal de que Dios ha
aceptado nuestro ofrecimiento a Él, o puede ser el juicio de Dios a causa de nuestras
ofensas. ¿Cómo sabemos si el fuego consumidor es señal de que Dios nos acepta o si es
el juicio de Dios? Podemos discernirlo por la situación en que nos encontremos. Si
disfrutamos a Cristo y lo ofrecemos a Dios, el fuego consumidor será la señal de que
Dios nos ha aceptado; pero si hemos cometido alguna ofensa contra el gobierno de
Dios, el fuego que nos sobrevenga será el juicio de Dios por haber tocado Su gobierno.
Éste es un asunto serio.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y TRES
LA LECCIÓN Y LAS NORMAS
PARA LOS SACERDOTES
(1)
Lectura bíblica: Lv. 10:1-11
En los capítulos del 1 al 9 de Levítico, hemos visto las ofrendas y sus respectivas leyes,
la consagración de Aarón y de sus hijos, el inicio del servicio sacerdotal y el resultado
de dicho servicio. El resultado del servicio sacerdotal incluye la aparición de Dios, la
aparición de la gloria de Dios, la bendición dada al pueblo y el fuego que sale de delante
de Dios y que consume el holocausto (9:24). Este fuego consumidor, que representa la
santidad de Dios, lo usa Dios en dos casos distintos, uno positivo y otro negativo. En el
caso positivo, cuando tenemos algo que presentarle a Dios y se lo ofrecemos, Él lo
acepta consumiéndolo por fuego. Esta acción de consumir es positiva; ello significa que
Dios ha aceptado lo que somos, lo que hacemos y lo que tenemos para Él. En el caso
negativo, el fuego santo viene de parte de Dios como juicio. Este caso negativo —el caso
de Nadab y Abiú— se encuentra en Levítico 10:1-11, la sección que consideraremos en
este mensaje.
El caso de Nadab y Abiú descrito en 10:1-11 concuerda con los eventos relatados en el
capítulo anterior. Pareciera que este triste incidente ocurrió el mismo día en que “salió
fuego de delante de Jehová y consumió el holocausto y las grosuras que estaban sobre
el altar” (9:24).
Nadab y Abiú, hijos de Aarón, hicieron algo que aparentemente era bueno: ellos
ofrecieron algo a Dios. No obstante, ofrecieron “fuego extraño” (10:1), esto es, fuego
199
común, no el fuego que viene de los cielos. Dios juzgó el ofrecimiento del fuego extraño
consumiendo a los dos sacerdotes que lo ofrecieron. Esto nos muestra, por una parte,
que Dios es misericordioso y benévolo, y por otra, que Él es muy severo y estricto.
Después de las bendiciones de aquel excelente y glorioso día descrito en el capítulo 9,
el día en que Dios dio inicio a la aplicación de Cristo para el disfrute de Su pueblo,
probablemente nosotros habríamos tolerado el error relatado en el capítulo 10. Pero
Dios no lo toleró. Inmediatamente después de bendecir, Dios vino a juzgar.
El fuego celestial que consumió las ofrendas fue totalmente positivo. Este fuego
consumidor fue una clara confirmación de que Dios es el Dios vivo y verdadero, y que
Él estaba con Su pueblo, el pueblo de Israel. Además, este fuego consumidor era una
confirmación de lo que Moisés había hecho y de lo que había dicho al pueblo respecto
a Dios. Antes de aquel momento, los Israelitas quizás se preguntaban qué clase de Dios
tenían, porque aunque habían oído hablar de Él por medio de Moisés, no lo habían
visto. Ahora habían tenido un día especial, un día formal y oficial, en que se dieron toda
clase de leyes, normas y ofrendas. En ese día apareció la gloria de Dios, y Su bendición
descendió sobre Su pueblo; más aún, en aquel día hubo la aceptación divina de las
ofrendas. Esta aceptación vino en forma de fuego consumidor. Este fuego descendió
del cielo; no provenía de la tierra, ni se había originado en los hijos de Israel. Cuando
el fuego descendió del cielo a un lugar específico —al altar—, donde estaban las
ofrendas, y consumió dichas ofrendas, todos los del pueblo lo vieron, dieron un grito
resonante y se postraron sobre sus rostros (9:24b).
Poco después, el fuego consumidor apareció de nuevo, pero esta vez en forma negativa.
En lugar de mostrar aceptación, el fuego santo juzgó. En el capítulo 9, el fuego santo
consumió en señal de aceptación; en el capítulo 10, el fuego santo consumió en señal
de juicio. Refiriéndose a Nadab y Abiú, 10:2 dice: “Salió fuego de delante de Jehová y
los consumió, y murieron delante de Jehová”. Algo semejante a esto ocurrió en Hechos.
En el día de Pentecostés, la gloria de Dios descendió del cielo (Hch. 2:1-4), pero no
mucho después, una pareja engañó al Espíritu Santo y murió como consecuencia de
ello (5:1-11). En el caso de Levítico 10, el ofrecimiento de algo no santificado, un fuego
común y mundano, acarreó juicio. El fuego santo y celestial consumió a Nadab y Abiú,
y éstos murieron.
Cuanto más consideramos el caso de Nadab y Abiú, más nos percatamos de que Dios
no sólo es misericordioso, sino también santo, y que Él no sólo es benévolo, sino
también severo. Por consiguiente, no debemos ser descuidados en nuestro servicio a
Él ni tampoco en la manera en que tratamos las cosas divinas.
200
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, este mismo principio se aplica con
respecto al resultado de servir a Dios y tocar las cosas divinas descuidadamente. En el
caso de Nadab y Abiú, y en el de Ananías y Safira, el resultado fue la muerte. Esto nos
muestra que tocar los asuntos divinos descuidadamente es algo muy serio y que puede
acarrear muerte. Conforme al Nuevo Testamento, esta muerte quizás no sea física, sino
espiritual.
Nadab y Abiú fueron juzgados no porque hubieran hecho algo que no era para Dios,
sino porque actuaron en conformidad con la vida natural. Ellos hicieron algo para Dios,
pero de una manera natural. Quizás amaban a Dios, pero lo amaban de una manera
natural.
Debemos ser ardientes y fervorosos por el Señor; no obstante, nuestro fervor no debe
ser natural, sino espiritual. La manera en que dejamos de ser personas naturales y
avanzamos para ser personas espirituales consiste en tomar el camino de la cruz. La
cruz debe eliminar todo lo que somos en la vida natural. El hombre natural ya fue
crucificado juntamente con Cristo. Ahora en nuestra vida y andar cristianos debemos
tener la actitud de que nuestro hombre natural ya fue crucificado y que debe ser
desechado. Puesto que la vida natural ya fue condenada, nosotros debemos condenarla
hoy. Debemos comprender que nuestro hombre natural ya fue juzgado por Dios en la
cruz y que, por tanto, no debemos estimarlo ni tenerlo en cuenta.
Todos debemos aprender a no tocar las cosas santas de Dios valiéndonos de la vida
natural. No sólo lo que hacemos debe ser apropiado, sino también la manera en que lo
hacemos. No basta simplemente con hacer lo correcto. Debemos hacer lo correcto en
201
la manera correcta. Ofrecer fuego extraño a Dios es hacer lo correcto en la manera
incorrecta, y esto acarrea el juicio de muerte.
El fuego que ofrecieron Nadab y Abiú era un fuego común; no era el fuego procedente
del altar. El fuego del altar, por haber tocado las ofrendas, era santo y estaba
santificado. Sin embargo, Nadab y Abiú, en lugar de ofrecer el fuego santificado y que
santifica, ofrecieron un fuego común. Dicho fuego no provenía de Jehová, sino del
hombre; no provenía de los cielos, sino de la tierra, y no tenía la expiación como
fundamento. Sin expiación, la situación entre el hombre y Dios no puede ser
apaciguada; más bien, los problemas entre el hombre y Dios aún permanecen.
El fuego del versículo 2 sirve también para que Dios sea santificado en aquellos siervos
Suyos que se acercan a Él (v. 3a). La muerte de Nadab y Abiú santificó a Dios. La muerte
de ellos nos muestra que Dios no es común, sino santo, y que no debemos ofrecerle a
este Dios santo nada que sea común. De la muerte de Nadab y Abiú aprendemos que
Dios debe ser honrado como Dios santo que es. Si no tomamos en serio las cosas con
Él, seremos juzgados, y Él será santificado en el juicio infligido sobre nosotros.
202
El fuego del versículo 2 sirve también para que Dios sea glorificado ante Su pueblo (v.
3b). Tal vez para Aarón y el pueblo este fuego consumidor no hubiera sido más que un
castigo y juicio, pero para Dios, este fuego estaba relacionado con Su glorificación.
El requisito expresado del versículo 6 indica que debemos tomar en serio a Dios. Al
acercarnos a Él y al tocar los asuntos referentes a Su servicio y obra, debemos hacerlo
con toda solemnidad. Aun si sufrimos la pérdida de parientes a causa de la muerte
infligida por el juicio de Dios, debemos atender a los intereses de Dios y no a los
nuestros. El hecho de comportarnos en semejante situación como si no hubiéramos
sufrido ninguna pérdida demuestra que estamos sujetos a la autoridad de Cristo como
Cabeza.
203
F. Los sacerdotes no salen
de la entrada de la Tienda de Reunión,
no sea que mueran,
pues el aceite de la unción
de Jehová está sobre ellos
“No saldréis de la entrada de la Tienda de Reunión, no sea que muráis; pues el aceite
de la unción de Jehová está sobre vosotros” (v. 7a). Los sacerdotes ni siquiera podían
salir de la entrada de la Tienda de Reunión para asistir al funeral, porque el aceite santo
de la unción, que tipifica al Dios Triuno procesado, estaba sobre ellos. Esto significa
que los que sirven a Dios, quienes son portadores del Espíritu Santo de Dios, no deben
abandonar la entrada de la vida de iglesia a fin de que no sufran muerte espiritual.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y CUATRO
LA LECCIÓN
Y LAS NORMAS
PARA LOS SACERDOTES
(2)
Lectura bíblica: Lv. 10:12-20
204
En el mensaje anterior abarcamos la lección para los sacerdotes. En este mensaje
consideraremos las normas para los sacerdotes.
El fuego santo que consumió a Nadab y Abiú fue para juicio. Este juicio no se ejecutó
sobre los incrédulos, sino sobre el pueblo de Dios. Según 1 Corintios 11:27-32, esta clase
de juicio constituye un castigo disciplinario, una corrección misericordiosa, y no un
juicio para perdición. El juicio de Dios sobre los dos hijos de Aarón no puso fin a la
misericordia que Dios manifiesta a Su pueblo. Como lo indica Levítico 10:12, la
misericordia de Dios vino juntamente con Su castigo y corrección.
Quisiera recalcar una vez más el hecho de que la ofrenda de harina mencionada en los
versículos 12 y 13 viene inmediatamente después del juicio disciplinario infligido a
Nadab y Abiú, e indica que Dios es misericordioso. Después de este juicio mortal,
205
Moisés no dijo: “Aarón, has cometido errores, y ahora es el momento en que debes
ofrecer a Dios una ofrenda por el pecado”. En lugar de decirles a Aarón y a sus hijos
que ofrecieran una ofrenda por el pecado o un holocausto, Moisés les dijo que comieran
lo que quedaba de la ofrenda de harina. Esto indica que el Dios que juzga y corrige
sigue siendo misericordioso.
La ofrenda de harina, que era cosa santísima, debía ser comida en un lugar santo, esto
es, en el lugar donde Dios está. Esto significa que la ofrenda de harina debía comerse
en la presencia de Dios. Además, debía comerse al lado de la cruz (el altar). Sin la cruz,
no tenemos la debida posición para disfrutar nada de Cristo. La ofrenda de harina
también debía comerse sin pecado (sin levadura) como ofrenda que pudiera ser
aceptada por Dios en el fuego de Su santidad.
El pecho y el muslo debían ser comidos en un lugar limpio, lo cual representa una
condición limpia lejos del pecado o de cualquier cosa negativa. Además, debían
comerse como ofrenda que Dios pudiera aceptar en el fuego de Su santidad.
206
C. Los sacerdotes comen
en el santuario la ofrenda por el pecado,
la cual es santísima y cuya sangre
no es llevada al Lugar Santísimo,
para que lleven sobre ellos la iniquidad
de la asamblea a fin de que hagan expiación
por ellos ante Jehová
Los sacerdotes comen en el santuario la ofrenda por el pecado, la cual es santísima y
cuya sangre no es llevada al Lugar Santísimo, para que lleven sobre ellos la iniquidad
de la asamblea a fin de que hagan expiación por ellos ante Jehová (vs. 17b-18). Esto
significa que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, somos partícipes del Cristo
que es la ofrenda por el pecado presentada por los creyentes en el sentido de que
participamos en la vida de Cristo, la vida que lleva sobre sí los pecados de otros, como
el suministro de vida que nos capacita para sobrellevar los problemas del pueblo de
Dios. Participamos de esta ofrenda en la vida de iglesia para ministrar a los creyentes
el Cristo que es la vida que pone fin al pecado, a fin de que así ellos puedan tomar
medidas con respecto a sus pecados. La meta de esto es apaciguar el conflicto que los
creyentes tienen con Dios y restaurar su comunión con Dios, la cual había sido
quebrantada.
En la época del Antiguo Testamento, Cristo aún no había venido; sin embargo, había
un tipo que apuntaba a Cristo. Este tipo era el sacrificio animal ofrecido a Dios como
ofrenda por el pecado. En el Día de la Expiación se inmolaba el animal, y su sangre
derramada era llevada al Lugar Santísimo y rociada sobre la tapa del Arca. De esta
manera, el problema entre Dios y el hombre quedaba cubierto, mas no solucionado.
Esta acción de cubrir el pecado satisfacía temporalmente los requisitos de Dios. Esto
es lo que significa hacer expiación, apaciguar, hacer algo por la parte que está en deuda
a fin de satisfacer a la parte que exige, lo cual trae paz a ambas partes.
207
Hebreos 9:12 habla claramente de la obra redentora de Cristo y nos dice que “por Su
propia sangre” Cristo “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, obteniendo
así eterna redención”. La redención que Cristo efectuó y consumó se obtuvo cuando Él
llevó Su sangre a los cielos y la roció allí. De esta manera Cristo halló, obtuvo o logró la
redención. La redención fue efectuada por Cristo en la cruz, y el Cristo Redentor obtuvo
dicha redención de mano del Dios redentor. Lo que recibimos hoy no es una mera
expiación ni una especie de apaciguamiento, sino la redención efectuada y consumada.
Ahora disfrutamos de tal redención.
Uno come no sólo para estar satisfecho, sino también para trabajar (2 Ts. 3:10). Si
comemos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, la ofrenda que logró redención
por nosotros y resolvió los problemas que teníamos con Dios, debemos tomar la
responsabilidad de resolver los problemas del pueblo de Dios.
Por consiguiente, la mejor forma de ayudar a un hermano pecaminoso es que usted sea
una persona que vive en comunión con el Señor. Entonces, al visitar a alguien así,
llevará consigo una atmósfera de comunión y ayudará a aquella persona a entrar en
comunión con el Dios que ilumina. En esta comunión, el hermano será alumbrado y
podrá percibir la misericordia y gracia de Dios. La misericordia y gracia de la vida
divina ablandarán su corazón endurecido y calentarán su corazón frío. (Puesto que el
pecado endurece y enfría el corazón del pecador, es necesario que el corazón de un
hermano pecaminoso sea ablandado y calentado). Bajo la luz de Dios, la cual ablanda
y calienta nuestro corazón, el hermano verá su pecaminosidad y la confesará. No habrá
necesidad de que usted se la mencione. Esta manera de ayudar a un hermano
pecaminoso es el camino del amor en sabiduría.
208
Si queremos sobrellevar los problemas del pueblo de Dios, debemos disfrutar
ricamente a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Entonces, con mucha oración
y consideración, podemos acercarnos a otros en amor y con sabiduría, para
ministrarles el Cristo que es la vida que pone fin al pecado, a fin de que así ellos puedan
tomar medidas con respecto a sus pecados. Si contactamos a otros de esta manera, no
les haremos daño a ellos ni a la iglesia; antes bien, sobrellevaremos los problemas del
pueblo de Dios.
D. Debido a su debilidad
en cuanto al juicio de Dios sobre Nadab y Abiú,
Aarón y sus hijos no son idóneos
para comer la ofrenda por el pecado
Debido a su debilidad en cuanto al juicio de Dios sobre Nadab y Abiú, Aarón y sus hijos
no eran idóneos para comer la ofrenda por el pecado (Lv. 10:16-17a, 19-20). Esto
significa que si somos débiles en aceptar el juicio de Dios sobre los servidores con
quienes tenemos una relación íntima y cercana, no podremos participar de Cristo como
nuestra ofrenda por el pecado en el aspecto de tomar Su vida sin pecado como nuestro
suministro de vida que nos capacita para ministrar a los creyentes el Cristo que es la
vida que pone fin al pecado.
“Moisés preguntó con diligencia acerca del macho cabrío de la ofrenda por el pecado,
pero ya había sido quemado. Así que se enojó con Eleazar e Itamar, los hijos que le
habían quedado a Aarón, diciendo: ¿Por qué no habéis comido la ofrenda por el pecado
en el lugar del santuario?” (vs. 16-17a). Puesto que la sangre de la ofrenda por el pecado
no había sido llevada al interior del santuario, ellos debieron haber comido la ofrenda
como lo había ordenado Moisés (v. 18). Moisés, por tanto, los reprendió por no hacerlo.
Entonces, Aarón dijo a Moisés: “Mira, hoy ellos han presentado su ofrenda por el
pecado y su holocausto ante Jehová, ¡y me han acontecido tales cosas! Si yo hubiera
comido hoy la ofrenda por el pecado, ¿acaso habría agradado a Jehová?” (v. 19). Por
un lado, Aarón y sus hijos eran débiles con respecto al juicio de Dios; por otro, Aarón
tuvo la debida consideración, pues él y sus hijos se lamentaron y se entristecieron, así
que comer la ofrenda por el pecado bajo tales circunstancias no habría agradado al
Señor. Así que, Aarón le dijo a Moisés que debido a su dolor, no habría sido apropiado
comer la ofrenda por el pecado. “Cuando Moisés oyó eso, le pareció bien” (v. 20). La
respuesta dada por Aarón agradó a Moisés, quién representaba a Dios; por
consiguiente, Dios también debió de haber estado complacido.
Este incidente indica que con respecto a cumplir con las normas establecidas por Dios,
en la misericordia de Dios, hay un margen para ciertas consideraciones según nuestras
circunstancias. Aarón y sus hijos no habían guardado las normas de Dios de una
manera legal. Ellos no siguieron las normas divinas, no debido a una actitud
desobediente, sino debido a que supieron considerar sus circunstancias, lo cual fue
positivo.
209
Estos versículos nos muestran también que no debemos guardar las normas de Dios
de forma apresurada. Aarón y sus hijos no guardaron las normas divinas de forma
apresurada, sino que tuvieron en cuenta la situación y circunstancias en que se
encontraban y, debido a ello, no observaron la ordenanza de manera legalista. Lo que
Aarón y sus hijos hicieron aparentemente iba en contra de la norma establecida por
Dios, pero en realidad, fue algo hecho en sabiduría.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y CINCO
PALABRAS DE CONCLUSIÓN
ACERCA DE LAS OFRENDAS Y EL SACERDOCIO
Lectura bíblica: He. 1:2-3; 2:14; 3:1; 4:14-15; 6:20; 7:22, 25-26; 8:1-2; 9:11-12, 24-
28; 10:5-7, 9-10, 19-21; 12:2, 24; 13:21
Este mensaje, el cual se centrará en Hebreos como estudio expositivo de Levítico, es
una conclusión a todos los mensajes dados anteriormente acerca de las ofrendas y el
sacerdocio.
EL CRISTO TODO-INCLUSIVO
SEGÚN SE REVELA EN HEBREOS
En el libro de Hebreos se hacen muchas referencias al libro de Levítico, sobre todo a
las ofrendas y al sacerdocio. Por ejemplo, Levítico habla a menudo del sumo sacerdote.
Ningún otro libro del Nuevo Testamento habla tanto acerca de Cristo en calidad de
Sumo Sacerdote como lo hace el libro de Hebreos.
210
de la luz del sol. Cristo es el resplandor, el brillo, de la gloria del Padre. La impronta de
la sustancia de Dios es semejante a la impresión de un sello. Cristo el Hijo es la
expresión de lo que es Dios el Padre.
El Precursor
Hebreos 6:20 revela que Cristo es nuestro Precursor. El Señor Jesús, como Precursor,
fue el primero en pasar a través de un mar tempestuoso y entrar en el albergue celestial,
el lugar que está detrás del velo (v. 19), para ser nuestro Sumo Sacerdote según el orden
de Melquisedec, el orden del sacerdocio que se lleva a cabo tanto en humanidad como
en divinidad. Como Precursor, Él abrió el camino a la gloria.
211
El Sumo Sacerdote que puede
salvarnos por completo
“Por lo cual puede también salvar por completo a los que por Él se acercan a Dios,
puesto que vive para siempre para interceder por ellos. Porque tal Sumo Sacerdote
también nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, y
encumbrado por encima de los cielos” (7:25-26). Por haber traspasado los cielos (4:14),
e incluso por estar ahora por encima de los cielos (7:26), el Señor Jesús vive para
siempre para interceder por nosotros. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, se ocupa de
nuestro caso intercediendo por nosotros. Él se presenta delante de Dios a nuestro
favor, orando por nosotros para que seamos salvos y participemos de lleno en el
propósito eterno de Dios.
212
El reemplazo de las ofrendas
del Antiguo Testamento
Hebreos 10:5-10 dice que cuando Cristo vino, Dios ya no tenía ningún deseo, placer ni
interés en los sacrificios animales (vs. 6, 8). La venida de Cristo anuló las ofrendas
levíticas; no obstante, el significado de todas estas ofrendas sigue siendo Cristo.
Dios preparó un cuerpo humano para Cristo, el Dios-hombre encarnado (v. 5), para
que Él fuese el reemplazo de todas las ofrendas del Antiguo Testamento. Al reemplazar
consigo mismo las ofrendas del primer pacto, Cristo hizo la voluntad de Dios (vs. 7, 9),
que consistía en quitar lo primero, las ofrendas del Antiguo Testamento, para
establecer lo segundo, Él mismo como la realidad de todas aquellas ofrendas.
Este Cristo maravilloso es nuestra porción perpetua. Eso significa que el Cristo todo-
inclusivo es nuestra porción eterna de la cual podemos disfrutar. Nosotros no sólo
ofrecemos Cristo a Dios, sino que también disfrutamos a Cristo mientras lo ofrecemos
a Dios. Por consiguiente, disfrutamos a Cristo juntamente con Dios, ya que nosotros y
Dios comemos a Cristo juntos en comunión. Este disfrute es maravilloso, y no hay
palabras humanas que puedan describirlo adecuadamente.
213
Hoy nosotros disfrutamos a Cristo como una dádiva de parte de Dios en la “tienda de
regalos“ de la iglesia. Cada iglesia local es una tienda de regalos que exhibe a Cristo.
Este regalo único tiene miles de aspectos. Así como un diamante tiene muchas facetas,
también Cristo tiene muchísimas facetas. En una faceta, Él es el Padre, mientras que
en otra, Él es el Hijo.
EL CRISTO INAGOTABLE
ES EL ESPÍRITU VIVIFICANTE
QUE MORA EN NOSOTROS
Hebreos 13:21 dice que Dios nos perfecciona en toda obra buena para que hagamos Su
voluntad, haciendo Él en nosotros lo que es agradable delante de Él por medio de
Jesucristo. Este versículo indica que el Cristo grandioso, maravilloso e inagotable está
ahora dentro de nosotros. El Cristo que está en nosotros es el Espíritu vivificante (1 Co.
15:45). Como Espíritu dentro de nosotros, Él está muy disponible, y podemos
experimentarle fácilmente. Si tan sólo oráramos un poco, entraríamos en nuestro
espíritu mediante la oración para tener contacto con esta persona y la disfrutaríamos.
Él es inagotable, y a la vez, está muy disponible a nosotros. A medida que le disfrutemos
en los aspectos mencionados anteriormente, experimentaremos más Su humanidad,
Su divinidad, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión, y creceremos en Él en todos
estos aspectos.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y SEIS
EL DISCERNIMIENTO EN LA DIETA
Lectura bíblica: Lv. 11:1-24a, 26-27a, 29-31a, 41-44; Hch. 10:9b-14, 27-29
214
El libro de Levítico se puede dividir en dos secciones principales. La primera sección,
que incluye los capítulos del 1 al 10, abarca las ofrendas y el sacerdocio; la segunda
sección, que incluye los capítulos del 11 al 27, abarca el vivir santo del pueblo santo de
Dios. Después que Dios habla de las ofrendas y del sacerdocio en la primera sección,
Él habla acerca de todo Su pueblo en la segunda sección. Los sacerdotes no son los
únicos que deben llevar una vida santa y un vivir santo. El pueblo de Dios, entre el cual
sirven los sacerdotes, también debe ser santo.
Levítico es un libro de tipos, un libro de tipología. En los primeros siete capítulos vemos
las distintas clases de ofrendas, las cuales son tipos. El sacerdocio, descrito en los
capítulos del 8 al 10, también debe considerarse un tipo. Además, todos los asuntos
relacionados con el vivir santo del pueblo santo de Dios, presentados en los capítulos
del 11 al 27, también deben ser considerados como tipos. Estos capítulos tratan sobre
el vivir de los israelitas, el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Sin embargo, si
entendemos correctamente los tipos, comprenderemos que todos los tipos contenidos
en estos capítulos son tipos del vivir de los creyentes neotestamentarios.
Por ser Levítico un libro de tipos, es necesario hacer una exposición de él. Sin la debida
exposición, a cualquiera se le dificultaría entender este libro; no obstante, hay quienes
han dicho que no se necesita la exposición de la Biblia. Según el concepto de ellos, si
uno no entiende algún pasaje de la Palabra la primera vez que lo lee, debe leerlo una y
otra vez hasta que lo entienda. Sin embargo, esto no sucede con relación a un libro
como Levítico. Les aseguro que aunque ustedes leyeran Levítico centenares de veces,
no lo podrían entender. Así que, si hemos de entenderlo, éste nos tiene que ser abierto
por la debida exposición.
El libro de Levítico ha sido abierto por el pueblo de Dios de una manera colectiva; éste
ha sido abierto por el pueblo de Dios para el pueblo de Dios. El primero en empezar a
abrir este libro fue el apóstol Pablo, quien expuso Levítico mientras escribía la Epístola
a los Hebreos. Pedro también recibió cierto entendimiento de Levítico por medio de la
visión que le fue dada en Hechos 10. La visión de un “objeto semejante a un gran lienzo”
(v. 11), en el cual había toda clase de animales, fue el cumplimiento de Levítico 11.
Hechos 10, por tanto, es una exposición de Levítico 11. Con esto vemos que la
exposición del libro de Levítico comenzó con los apóstoles.
Esta exposición ha continuado a lo largo de los siglos, y ahora estamos apoyados sobre
los hombros de los expositores que nos han precedido. En particular, nos sentimos
endeudados con la Asamblea de los Hermanos, quienes fueron levantados por el Señor
en Inglaterra hace un siglo y medio. Después de ser salvo, estuve con los Hermanos por
siete años y medio. Durante aquellos años, aprendí mucho de ellos acerca de la
tipología y las profecías. Los maestros entre los Hermanos tenían mucho que decir
acerca de los animales mencionados en Levítico 11. Sin la ayuda que recibí de parte de
ellos, no podría entender lo que se abarca en este capítulo. Así como yo estoy apoyado
sobre los hombros de los Hermanos, ustedes están apoyados sobre mis hombros.
Espero que en los años venideros, ustedes, quienes ahora están apoyados sobre mis
hombros, vean más que lo que yo he visto.
215
Puesto que el libro de Levítico se escribió totalmente a manera de tipos, algunos
versículos son muy difíciles de entender. Un versículo sumamente difícil de entender
se encuentra en 11:3a, que habla de “todo animal de casco partido y pezuña hendida”
(BNC). Aquí vemos dos asuntos: tener pezuña dividida y tener casco partido. El
versículo 7 dice que el cerdo tiene la pezuña dividida y el casco partido. ¿Cuál es la
diferencia entre estas dos cosas? No lo sé. La versión china de la Biblia pone estas dos
expresiones en aposición como si se refirieran a lo mismo. En otras palabras, los
eruditos que prepararon dicha traducción consideraron que tener la pezuña dividida
era lo mismo que tener el casco partido. Por tanto, se requiere más estudio para ver la
diferencia entre tener la pezuña dividida y tener el casco partido.
I. EL SIGNIFICADO DE COMER
Lo primero que debemos considerar con respecto al discernimiento en la dieta es el
significado de comer. Conocer este significado es conocer el verdadero significado de
comer según Levítico 11.
216
B. Recibir aquello que está fuera de nosotros,
lo cual puede ser digerido internamente
y llega a formar parte
de nuestro elemento constitutivo
que expresamos en nuestro vivir
Comer no sólo significa tener contacto con algo, sino también recibirlo en nuestro
interior. Una vez que lo recibimos en nuestro interior, aquello es digerido en nosotros
y llega a formar parte de nuestro elemento constitutivo, es decir, nuestro ser, nuestra
constitución interna. Todos nosotros estamos constituidos de la comida que comemos
y digerimos. Finalmente, lo que digerimos llega a ser nosotros mismos; ello llega a
formar parte de nuestra constitución interna. Esto indica que tener contacto con las
personas es un asunto de suma importancia. Si queremos llevar la vida santa que nos
exige el Dios santo, debemos ser cuidadosos con respecto a la clase de personas con las
que nos relacionamos. El contacto que tengamos con cierta clase de personas podría
producir un cambio en nuestra constitución intrínseca y hacernos otra clase de
persona. Todo aquello con lo cual tengamos contacto entrará en nosotros, y todo lo que
entre en nosotros producirá un cambio en nuestra constitución intrínseca, lo cual nos
hará personas diferentes de lo que ahora somos.
Por ejemplo, hablemos de la diferencia que existe entre ir al teatro y asistir a una
reunión de la iglesia. Ir al teatro equivale a hacer algo terrenal, pero asistir a una
reunión de la iglesia equivale a hacer algo celestial. Sin embargo, una persona —incluso
217
un cristiano— que no tenga pezuña dividida verá muy poca diferencia entre ir al teatro
y asistir a una reunión de la iglesia. Tal persona carece de discernimiento con respecto
a las actividades en que participa. Con respecto a tales actividades, dicha persona no
tiene capacidad de discernimiento. Por tanto, debemos tener cuidado al relacionarnos
con este tipo de personas, ya que el contacto que tengamos con ellas podría
contaminarnos. Debemos tener pezuñas divididas, esto es, debemos tener la capacidad
y fuerza para discernir lo que procede de Dios y lo que no procede de Él, así como
también lo que debemos hacer y lo que no debemos hacer.
Rumiar significa recibir la palabra de Dios reflexionando sobre ella una y otra vez. Así
como la vaca rumia, nosotros también debemos reflexionar sobre la palabra de Dios
una y otra vez. Podemos hacer esto mientras oramos-leemos temprano por la mañana.
Mientras oramos-leemos la palabra, podemos reflexionar sobre ella una y otra vez.
Esto es rumiar a fin de recibir el nutrimento reflexionando sobre lo que hemos recibido
de la palabra de Dios.
Las escamas protegen y guardan de la sal marina a los peces que viven en aguas saladas.
Los peces pueden vivir en agua salada por muchos años sin ser salados debido a que
tienen escamas que repelen la sal. Por tanto, las aletas fortalecen al pez para moverse,
y las escamas lo protegen de la sal.
En la Biblia, el mar representa el mundo caído y corrupto. Hoy en día el mundo entero
es un vasto mar, y muchos de los que viven en este mar no tienen aletas ni escamas.
Ellos no se pueden mover libremente en el mundo y, a la vez, resistir su influencia.
Como creyentes en Cristo, debemos poseer aletas y escamas que nos permitan
movernos libremente en el mar del mundo sin ser salados por él.
Por una parte, nosotros mismos debemos tener aletas y escamas; por otra, debemos
tener cuidado de relacionarnos con personas que no tengan aletas ni escamas.
Cuídense de amigos, de vecinos e incluso de familiares que no tengan aletas ni escamas.
218
Al oír esto, tal vez algunos digan: “¿Qué debemos hacer entonces respecto a visitar a la
gente en sus hogares para predicarles el evangelio? ¿Debemos ir solamente a las casas
de personas que tengan escamas?”. Yo contestaría que ir con este propósito constituye
una gran escama que nos protege. Con todo, aun al predicar el evangelio debemos tener
cuidado al tener contacto con las personas. No quisiéramos ser salados con la sal del
mundo.
Nosotros los cristianos debemos ser como aves que tienen alas y que se alimentan de
semillas de vida. Esto significa que debemos vivir y accionar llevando una vida alejada
del mundo y por encima de éste y que, además, debemos tomar las cosas propias de la
vida divina como nuestro suministro de vida. Más aún, al relacionarnos con los demás,
incluso con otros creyentes, debemos discernir si son aves limpias, como los gorriones,
que se alimentan de semillas, o si son aves inmundas, como los gavilanes, que se
complacen en alimentarse de animales muertos. Si nos relacionamos con aves
inmundas, ellas ejercerán influencia sobre nuestros gustos y con el tiempo nos
volveremos aves inmundas. Por esta razón, debemos tener cuidado al tener contacto
con aquellos que se alimentan de las cosas propias de la muerte.
219
Si queremos llevar una vida santa, debemos considerar la clase de personas con las
cuales nos relacionamos. ¿Tienen pezuña dividida y rumian? ¿Poseen aletas y
escamas? ¿Tienen alas para volar? ¿Se alimentan de semillas de vida y no de las cosas
propias de la muerte? ¿Tienen alas y piernas largas? ¡Cuán agradable es relacionarnos
con tales personas!
A. Los animales
que no tienen pezuña dividida
y los que andan en cuatro patas
Los animales que no tienen pezuña dividida y los que andan en cuatro patas (vs. 4-8a,
26a, 27a) representan a personas que no tienen discernimiento con respecto a las
actividades en las que participan y a personas que andan y se mueven sin ejercer
ningún discernimiento.
220
E. Las criaturas que se arrastran sobre la tierra,
o que andan sobre su vientre,
o que caminan sobre cuatro patas
o que tienen multitud de patas,
de todo ser que pulula sobre la tierra
Las criaturas que se arrastran sobre la tierra, o que andan sobre su vientre, o que
caminan sobre cuatro patas o que tienen multitud de patas, de todo ser que pulula
sobre la tierra (vs. 29-31a, 41-44), representan a Satanás con todos los espíritus y
demonios malignos, a personas que están llenas de Satanás —que tienen contacto con
los espíritus malignos y los demonios— y a personas que viven en el mundo y se aferran
a éste, no pudiendo separarse de él. La Biblia compara a Satanás con una serpiente
(Ap. 12:9). Los espíritus malignos son ángeles caídos, y los demonios son espíritus
incorpóreos de seres que existieron en la era preadamítica. Muchas personas se
comunican con espíritus malignos y son poseídas por demonios. Además, muchos se
aferran al mundo al grado en que son incapaces de separarse de él. Nosotros jamás
debemos ponernos en contacto con Satanás, con los espíritus malignos ni con los
demonios. Tampoco debemos relacionarnos con personas que estén poseídas por
demonios ni con personas que se hayan unido al mundo, para que no seamos
influenciados por ellas.
Si queremos vivir de una manera santa, debemos tener cuidado referente al contacto
que tenemos con las personas. Relacionarnos con las personas es algo de suma
importancia, sobre todo para nosotros los cristianos. No debemos tener contacto con
las personas sin la debida precaución ni debemos entablar amistades de manera
descuidada. Como lo indica la Biblia, las amistades que se entablan de manera
descuidada terminarán por corrompernos.
Todos debemos aprender a tener cuidado y precaución al tener contacto con las
personas. Debemos conocer las cuatro categorías de seres vivos que son limpios y las
cinco categorías de seres vivos que son inmundos. Cuando vayamos a tener contacto
con alguien, debemos preguntarnos si esa persona es limpia o inmunda. Esto nos
protegerá y guardará de contaminarnos o corrompernos.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y SIETE
LA ABSTENCIÓN DE TODA MUERTE
Lectura bíblica: Lv. 11:24-25, 27b-28a, 31-35, 39-40, 36a, 37, 3, 9, 21, 44-45
Hemos visto que el capítulo 11 de Levítico hace hincapié en el asunto de la dieta, el
asunto del comer. Ahora debemos ver que este capítulo también hace mucho hincapié
en la muerte. En Levítico 11 se usa la palabra cadáver o cadáveres por lo menos trece
veces, y muertos o muere es usada tres veces. Sin la muerte, no habría cadáveres; de
ahí que un cadáver denote muerte. Mientras haya un cadáver, hay muerte.
221
Que la muerte sea mencionada en relación con nuestra dieta indica que lo que
comemos, nuestra dieta, es un asunto de vida y muerte. Si tenemos contacto con cosas
limpias, recibiremos vida; pero si tenemos contacto con cosas inmundas, recibiremos
muerte.
Después que Dios creó al hombre, lo puso frente a estos dos árboles (Gn. 2:8-9). El
árbol de la vida es simple, llana, íntegra y absolutamente un árbol de vida. Con respecto
a este árbol no hay complicación alguna; únicamente posee un solo elemento: la vida.
El hombre que Dios creó, por consiguiente, se encontraba frente al árbol de la vida.
En la Biblia, Dios es representado o simbolizado por un árbol (cfr. Os. 14:8). Cuando
Dios se encarnó y vivió en la tierra, Él dijo de Sí mismo: “Yo soy la vid” (Jn. 15:5a). Una
vid se extiende a medida que crece, y es por ello que está disponible a nosotros. Un
pino, por el contrario, crece hacia arriba. No podríamos tocar la copa de un pino que
ha crecido completamente, pero sí tenemos fácil acceso a una vid. Me alegro de que el
Señor no dijo que era un pino, sino que era una vid. Nuestro Dios es elevado, pero
descendió al grado de convertirse en una vid, extendiéndose a los cuatro confines de la
tierra.
Esta vid es el árbol de la vida. Podemos demostrar esto al unir Juan 15:5a con Juan
14:6a, donde el Señor declara: “Yo soy [...] la vida”. Por una parte, Él es la vid, un árbol;
por otra, Él es la vida. Por consiguiente, Él es el árbol de la vida. Cristo, la
corporificación del Dios Triuno, es el árbol de la vida.
La Biblia no sólo comienza con el árbol de la vida, en Génesis, sino que también
concluye con el árbol de la vida, en Apocalipsis. Apocalipsis 22:2a dice: “A uno y otro
222
lado del río, estaba el árbol de la vida”. El versículo 14 del mismo capítulo añade:
“Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida”.
Estos versículos hablan sobre el árbol de la vida, el cual está en la Nueva Jerusalén. ¿Y
qué acerca de hoy? Hoy en día, en la vida de iglesia podemos disfrutar a Cristo como
árbol de la vida. Según Apocalipsis 2:7, el Señor prometió darse a nosotros como árbol
de la vida para nuestro deleite. “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el
cual está en el Paraíso de Dios”. La vida de iglesia hoy en día es una figura anticipada,
una miniatura, de la Nueva Jerusalén, la cual es el Paraíso de Dios. Por tanto, en un
sentido muy real, en la vida de iglesia nosotros estamos verdaderamente en el Paraíso
de Dios, disfrutando a Cristo como nuestro árbol de la vida.
En el huerto del Edén no sólo estaba el árbol de la vida, sino también el árbol del
conocimiento del bien y del mal. El árbol de la vida representa a Dios mismo como la
totalidad y fuente de la vida. Cuando Dios puso a Adán en el huerto, Él sabía que en
este universo había también otra fuente: Satanás, el enemigo de Dios. No sólo existe
una fuente, Dios, quien es la fuente de la vida, sino también otra fuente, Satanás, la
fuente de la muerte. Así como Dios es la totalidad y fuente de la vida, Satanás es la
totalidad y fuente de la muerte. Por consiguiente, el árbol del conocimiento del bien y
del mal representa la muerte.
La vida es pura y sencilla, mientras que la muerte está llena de complicaciones. El árbol
que representa la muerte es el árbol del conocimiento del bien y del mal. En él vemos
tres cosas que hacen de la muerte un asunto complicado: el conocimiento, el bien y el
mal. Puesto que el conocimiento está relacionado con la muerte, cuanto más
conocimiento adquiramos, mayor será nuestra participación en la muerte. Asimismo,
el bien tiene que ver, no con la vida sino con la muerte. El mal, por supuesto, es un
elemento propio de la muerte. Todos asociamos el mal con la muerte, pero es posible
que asociemos el conocimiento y el bien con la vida. Sin embargo, según la Biblia, la
vida se menciona por aparte, mientras que la muerte se menciona junto con el
conocimiento y con el bien. A la postre, el conocimiento, el bien y el mal redundan en
la muerte.
Si hemos de llevar una vida santa, debemos abstenernos de todo lo que pertenezca a la
muerte. En particular, debemos abstenernos de esparcir chismes, una práctica muy
común. Los que tienen el hábito de chismorrear a menudo aparentan estar
preocupados por los demás y por su situación; en realidad, debido a que tienen el
hábito de contar chismes, lo que buscan es más conocimiento con el propósito de
chismorrear. La fuente de donde proviene el hábito de chismorrear es el árbol del
conocimiento del bien y del mal.
Por medio de la caída de Adán, dicho árbol fue plantado en nosotros. Pese a que hemos
sido salvos y a que Dios como árbol de vida fue plantado en nuestro ser, el árbol del
223
conocimiento del bien y del mal todavía está en nosotros. Eso significa que cada uno
de nosotros es un huerto del Edén en miniatura. Dentro de nosotros está Dios como
árbol de la vida y también Satanás como árbol del conocimiento del bien y del mal.
La práctica de chismorrear no tiene nada que ver con el árbol de la vida, ya que el
chisme jamás imparte vida a los oyentes. Contar chismes es involucrarse con la muerte;
es esparcir a los demás muerte, la cual pertenece al enemigo de Dios. Abstenerse de
contar chismes es abstenerse de la muerte. Si hemos de llevar una vida santa, una vida
que se abstiene de todo lo relacionado con la muerte, tenemos que apartarnos de la
fuente de la muerte, es decir, tenemos que apartarnos del árbol del conocimiento del
bien y del mal.
La muerte contamina más que el pecado y es más abominable. Pero según nuestros
conceptos, el pecado es un problema más grave que la muerte. Si no tenemos el
concepto correcto en cuanto a la muerte, no nos será fácil comprender que la muerte
contamina más que el pecado. Debido a nuestros conceptos éticos y morales, sabemos
que mentir es pecaminoso. Si alguien nos miente, condenaremos esa mentira como
algo pecaminoso. Sin embargo, quizás no nos demos cuenta de que una charla ética
también podría estar llena de muerte. Por ejemplo, tal vez no estemos conscientes de
que hablar con un hermano acerca de su familia podría estar relacionado con la muerte.
Dicha conversación podría ser ética, y al mismo tiempo, estar llena de muerte.
Usando otro ejemplo, haré notar que incluso darle un libro a un hermano podría estar
relacionado con la muerte. Supongamos que un hermano le da un libro a otro hermano
con la intención de complacerlo. Aun algo tan bueno como esto podría estar lleno de
muerte. No debemos dar algo a un hermano con la intención de complacerlo, sino
sencillamente porque al hacerlo seguimos la dirección del Señor. Tener un propósito,
una intención, al dar algo a un hermano es jugar a la política.
Supongamos que alguien le regala un libro a un hermano para complacerlo a fin de que
más tarde tome partido por él. Dicha intención está llena de muerte, y los que tienen
entendimiento espiritual, discernimiento espiritual, reconocerán esto. El resultado de
dar un libro con esta intención es formar un partido, y tal partido esparcirá muerte. El
que recibe el libro será el primero en ser contaminado por la muerte, y después, entre
estos dos hermanos que han formado el partido, no habrá más que muerte.
Aparentemente la acción de dar el libro era buena, pero en realidad tenía que ver con
la muerte.
Esto nos sirve de ejemplo para ver que la muerte está más encubierta que el pecado.
No es fácil reconocer lo que hay detrás de una acción y discernir que aquello está lleno
de muerte. Un acto como el de regalar un libro tal vez sea muy bien visto, pero es
224
posible que esté lleno de la inmundicia de la muerte. Sin duda alguna, la muerte es más
contaminante y más abominable que el pecado.
A. Mediante la ofrenda
por las transgresiones todo pecado
será perdonado inmediatamente
Levítico 5 revela que mediante la ofrenda por las transgresiones todo pecado será
perdonado inmediatamente (vs. 2, 17-18). Esto nos muestra que resolver el problema
del pecado, esto es, que nuestro pecado sea perdonado, es algo sencillo. Todo lo que
hacemos es ofrecer la ofrenda por las transgresiones, y luego somos perdonados.
225
II. LA PERSONA CONTAMINADA POR EL CADÁVER
DE UN ANIMAL LAVARÁ SUS VESTIDOS
La persona contaminada por el cadáver de un animal tenía que lavar sus vestidos (Lv.
11:25, 28a, 40). Esto significa que la contaminación de la muerte debe ser eliminada
de nuestra conducta en nuestra vida diaria. El vestido representa nuestro andar diario,
nuestra vida diaria. Nuestra vida diaria debe ser lavada de la contaminación de la
muerte.
226
terrenal o se ha mezclado con ella en su vida diaria, es fácilmente contaminada por la
muerte. Si somos mundanos, nos contaminaremos muy fácilmente con cualquier
asunto relacionado con la muerte.
VIII. CONCLUSIÓN
Ahora quisiera añadir unas palabras de conclusión a lo que hemos abarcado en estos
dos mensajes sobre el capítulo 11 de Levítico.
227
C. En términos de tipología:
1. Cristo tiene pezuña dividida y rumia
Cristo tiene pezuña dividida y rumia (v. 3). Cuando Cristo anduvo en la tierra, Sus
“pezuñas” estaban claramente divididas, y Él también “rumiaba”. Él estaba lleno de
discernimiento y recibía la palabra de Dios reflexionando mucho sobre ella.
D. Cristo es el suministro
en cada aspecto de nuestra vida diaria
Incluso un capítulo como Levítico 11 está lleno de Cristo. Él es nuestro suministro en
cada aspecto de nuestra vida diaria. Como realidad de todas las cosas positivas del
universo (Col. 2:17), Él es todos los seres vivos limpios. Todos los seres vivos limpios
que andan sobre la tierra, viven en el agua y vuelan en el aire son tipos de Cristo. Cristo
es Aquel que puede remontar vuelo en el aire y vivir en el agua salada. Además, todas
las ofrendas mencionadas en los capítulos del 1 al 7 también tipifican a Cristo. Ante
Dios, Cristo es todas las ofrendas. Mientras tengamos a Cristo, tenemos aquello
apropiado que podemos contactar, comer y digerir. En todo sentido, Él es nuestro
suministro de vida; Él incluso es nuestra limpieza.
228
Dios; seréis, pues, santos, porque Yo soy santo” (vs. 44-45). Sólo Cristo puede
mantenernos santos, así como Dios es santo.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y OCHO
LA INMUNDICIA PRESENTE
EN EL NACIMIENTO HUMANO
Lectura bíblica: Lv. 12; Col. 2:11-12; He. 10:5-7
En este mensaje sobre el capítulo 12 llegamos al tema de la inmundicia presente en el
nacimiento humano. Levítico 12 revela que la fuente misma de nuestro ser es inmundo.
El capítulo 11 nos insta a ser cuidadosos al tener contacto con ciertas clases de personas
para no ser contaminados, pero el capítulo 12 nos muestra que somos totalmente
inmundos por nacimiento. La inmundicia es la fuente de la cual hemos nacido.
B. El nacimiento humano
que se origina en la mujer es inmundo,
lo cual significa que:
1. La fuente de la humanidad entera es inmunda
El hecho de que el nacimiento humano que se origina en la mujer sea inmundo,
significa que la fuente de la humanidad entera es inmunda. Puesto que la fuente es
inmunda, todo lo nacido de ella será, necesariamente, inmundo.
229
Nosotros somos inmundos por nacimiento, y ahora, en nuestro vivir, seguimos siendo
inmundos. No somos inmundos simplemente por haber tocado algo inmundo; somos
inmundos por nacimiento. Éramos inmundos aun cuando estábamos en el vientre de
nuestra madre. Por consiguiente, nacimos en inmundicia y, por ello, vivimos en
inmundicia. No importa cuán cuidadosos seamos, seguimos siendo inmundos por el
simple hecho de ser parte de la humanidad. No solamente somos inmundos, sino que
somos la inmundicia misma. Los seres humanos son totalmente inmundos. Si estamos
bajo la iluminación del Señor, bajo la luz divina, nos daremos cuenta de que de pies a
cabeza somos la inmundicia en su totalidad.
La segunda sección de Levítico no sólo nos muestra quiénes somos, sino también qué
somos. Somos la inmundicia misma. Sin embargo, Levítico nos exige llevar una vida
santa. ¿Cómo puede la inmundicia llevar una vida santa? Lógicamente, esto es
imposible; es absolutamente imposible que la inmundicia pueda llevar una vida santa.
No obstante, como veremos después, en la salvación de Dios encontramos la provisión
que nos permite llevar una vida santa.
2. La inmundicia de la humanidad
procede desde adentro
En contraste con la inmundicia en la dieta presentada en el capítulo 11, la cual proviene
de afuera, la inmundicia de la humanidad procede desde adentro. El capítulo 11 abarca
la inmundicia externa, pero el capítulo 12 abarca la inmundicia que hay en nuestro
interior, la inmundicia de todo nuestro ser desde que nacimos. Levítico 12, por tanto,
va al origen mismo de la inmundicia y toca la raíz de la inmundicia. El capítulo 11
simplemente nos exhorta a llevar una vida limpia, teniendo contacto sólo con lo que es
limpio y evitando lo que es inmundo. Esta clase de limpieza es externa; sólo guarda
relación con nuestra conducta externa. Sin embargo, el capítulo 12 toca nuestro
nacimiento, no solamente nuestra conducta externa que viene después de nuestro
nacimiento. Por consiguiente, Levítico 12 aborda el origen del cual provenimos.
230
III. DESPUÉS DEL NACIMIENTO DE UN NIÑO,
LA MUJER PERMANECE EN LA INMUNDICIA
DE SU SANGRE TREINTA Y TRES DÍAS,
Y DESPUÉS DEL NACIMIENTO DE UNA NIÑA,
SESENTA Y SEIS DÍAS
Después del nacimiento de un niño, la mujer debía permanecer en la inmundicia de su
sangre treinta y tres días, y después del nacimiento de una niña, sesenta y seis días (vs.
4a, 5b). Esto significa que la inmundicia del nacimiento de un varón exigía un periodo
de prueba (representado por los cuarenta días: siete días más treinta y tres días) para
purificación, y que la inmundicia del nacimiento de una mujer exigía un período de
prueba dos veces más extenso (representado por los ochenta días: catorce días más
sesenta y seis días) para purificación. En la Biblia, el número cuarenta denota un
período de prueba. Los hijos de Israel vagaron por el desierto durante cuarenta años,
y el Señor Jesús fue tentado, es decir, probado, por cuarenta días. Debido a que el
nacimiento de un ser humano es por completo inmundo, es necesario someterlo a
prueba para purificación. El nacimiento de un varón era sometido a prueba por
cuarenta días, y el nacimiento de una mujer era sometido a doble prueba por ochenta
días.
¿Cómo tomamos medidas con respecto a nuestra inmundicia? Los siguientes dos
puntos, que son de crucial importancia, contestarán esta pregunta.
Después de una semana de siete días, viene el octavo día. El octavo día marca un nuevo
comienzo, el comienzo de una nueva semana. En la Biblia, el octavo día se refiere a la
resurrección de Cristo. La resurrección, por supuesto, marca un nuevo comienzo. La
muerte pone fin a un viejo ciclo, mientras que la resurrección da inicio a un nuevo ciclo
y, por ende, constituye un nuevo comienzo.
231
Como cristianos, hemos tenido dos comienzos. Tuvimos el primer comienzo cuando
nacimos en inmundicia y fuimos introducidos en la inmundicia. Al nacer, éramos la
inmundicia misma. En cuanto a nacionalidad, tal vez seamos diferentes; pero en
cuanto a nuestro verdadero ser, todos somos iguales. Todo ser humano,
independientemente de su linaje, nace en inmundicia. Éste fue nuestro primer
comienzo.
Debemos estar llenos de gozo cada vez que, en nuestra lectura de la Biblia,
encontremos las palabras el octavo día o el primer día de la semana (Jn. 20:1, 19, 26).
Hoy en día, como creyentes en Cristo, no estamos en los primeros siete días, sino que
estamos en el octavo día. Estamos en el segundo ciclo. Este período es eterno, ya que
en Cristo viviremos para siempre. El Señor Jesús dijo: “Todo aquel que vive y cree en
Mí, no morirá eternamente” (11:26). Mientras que nuestro segundo ciclo es eterno,
nuestro primer ciclo es muy corto, pues dura sólo siete días. Ya sea que seamos salvos
a comienzos de nuestra vida o en una edad avanzada, a los ojos de Dios nuestro primer
ciclo tiene únicamente una semana de duración. Dios, en Su economía, ha acortado
nuestro primer ciclo, pero Él ha prolongado nuestro segundo ciclo, e incluso lo ha
hecho eterno, así como Él es eterno.
Levítico 12:3 dice: “Al octavo día la carne del prepucio del niño será circuncidada”.
Circuncidar equivale a cortar algo; significa el cercenamiento de esa parte de nuestro
ser que ha sido condenada por Dios. De hecho, todo nuestro ser debe ser circuncidado,
eliminado. Circuncidar todo nuestro ser equivale a darle muerte.
A nuestro ser, por encontrarse en el primer ciclo, había que llevarlo a su fin dándole
muerte y sepultándolo. Esto sucedió en el octavo día, el día de la resurrección. En ese
232
día, la muerte puso fin al viejo hombre, el hombre del primer ciclo. En tipología, en
figura, esa muerte está representada por la circuncisión. Es por ello que, en el Antiguo
Testamento, conforme a la dispensación o economía de Dios, todo varón tenía que ser
circuncidado en el octavo día. Esto es un tipo que significa que todos debemos ser
aniquilados, cortados, y que este aniquilamiento ocurre en la resurrección de Cristo.
Esto es conforme a la economía de Dios.
Nuestra salvación es el milagro más grande del universo. Antes de la fundación del
mundo, fuimos escogidos y predestinados en Cristo (Ef. 1:4-5). En la eternidad, fuimos
destinados a estar en Cristo. Luego, en el tiempo, nacimos, y a la postre llegamos a ser
creyentes. Ahora estamos en Cristo.
Como ya hemos dicho, la circuncisión significa que la carne de una persona inmunda
es desechada mediante la muerte de Cristo a fin de que dicha persona sea introducida
en la resurrección de Cristo, no sólo para ser lavada, sino también para experimentar
un nuevo comienzo en la vida divina. La carne es todo nuestro ser. Según la Biblia, los
seres humanos caídos son carne (Ro. 3:20). Nuestra carne fue desechada mediante la
muerte de Cristo, es decir, mediante la cruz. Como resultado, fuimos introducidos en
la resurrección de Cristo, no sólo para ser lavados, sino también para experimentar un
nuevo comienzo en la vida divina.
Cuando en el pasado ustedes leyeron Levítico 12, ¿llegaron a darse cuenta de que este
capítulo indica que se nos dio muerte y que después se nos introdujo en la resurrección
de Cristo? El hecho de que se nos diera muerte lo indica la palabra circuncisión, y el
hecho de que se nos introdujera en la resurrección de Cristo lo indican las palabras al
octavo día. La circuncisión representa la cruz de Cristo, y el octavo día representa la
resurrección de Cristo. Conforme a nuestro primer ciclo, nacimos en inmundicia y
fuimos introducidos en la inmundicia; incluso al nacer éramos la inmundicia misma.
Pero en la salvación provista por Dios experimentamos el octavo día, el cual nos
introdujo en un nuevo ciclo. Éste es el nuevo comienzo que experimentamos en Cristo.
233
Necesitamos iluminación y también ojos espirituales para ver a Cristo en el capítulo 12
de Levítico. Si tenemos luz y la capacidad de ver, podremos recibir una clara visión de
Cristo en este capítulo. La palabra Cristo no se encuentra en Levítico 12, pero vemos
indicios de que Cristo está allí. Cristo murió por nosotros para poner fin a nuestro
primer ciclo y, en el octavo día, dar inicio a nuestro nuevo ciclo en Su resurrección.
En este capítulo Cristo no sólo es revelado a través del octavo día y la circuncisión, sino
también mediante dos clases de ofrendas: el holocausto y la ofrenda por el pecado.
Tanto el holocausto como la ofrenda por el pecado son Cristo mismo. Cristo satisface
cada una de nuestras necesidades. Su muerte es nuestra circuncisión, y Su resurrección
es nuestro octavo día. Luego, una vez que hemos pasado por Su muerte y Su
resurrección, aún necesitamos que Él sea nuestro holocausto y nuestra ofrenda por el
pecado.
Nosotros necesitamos a Cristo como holocausto debido a que no llevamos una vida de
absoluta entrega a Dios. Cristo, en cambio, sí llevó tal vida. Por tanto, como holocausto,
Cristo toma nuestro lugar; Él nos reemplaza. Ahora nosotros lo tomamos a Él como
nuestro holocausto. En Él, somos uno con Él como holocausto que es ofrecido a Dios.
Por tanto, Él es nuestro holocausto, y en Él nosotros somos un holocausto para Dios.
Además de no llevar una vida de absoluta entrega a Dios, somos pecaminosos a los ojos
de Dios. Por consiguiente, necesitamos que Cristo sea no sólo nuestro holocausto, sino
también nuestra ofrenda por el pecado.
El capítulo 12 revela que al nacer éramos la inmundicia misma y que nuestro ser debe
ser totalmente eliminado al ser cortado mediante la muerte de Cristo. Cuando Cristo
fue crucificado, nosotros también fuimos crucificados; de este modo, se nos puso fin,
fuimos cortados, fuimos circuncidados. Luego, en Él, fuimos introducidos en Su
resurrección, la cual marcó un nuevo comienzo para nosotros, el comienzo de un nuevo
234
ciclo. Ahora, en este nuevo ciclo, Él es nuestra vida y nuestro vivir, por cuanto Él es
nuestro holocausto, esto es, un vivir de absoluta entrega a Dios. Él es también la
ofrenda por el pecado que se encarga del pecado aún presente en nuestra carne
mientras vivamos en la tierra. ¡Él ciertamente satisface nuestra necesidad!
Mediante este estudio de Levítico 12, podemos ver una vez más cuán maravillosa es la
Biblia. En los ocho versículos de este capítulo vemos mucho en cuanto a lo que nosotros
mismos somos y a nuestro origen, y también con respecto a Cristo mismo, la muerte
que Él sufrió por nosotros y Su resurrección.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE TREINTA Y NUEVE
LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR
DEL HOMBRE
(1)
Lectura bíblica: Lv. 13:2-28
En Levítico 11 vimos que necesitamos ejercer discernimiento en cuanto a la dieta,
discernimiento en el comer; esto es, debemos tener cuidado con respecto a lo que
contactamos y recibimos. En el capítulo 12 vimos que el nacimiento humano conlleva
inmundicia, ya que al nacer éramos la inmundicia misma. Ahora, en el capítulo 13
llegamos al asunto de la lepra.
Es difícil analizar la lepra. Podríamos decir que la lepra se origina fuera de la persona,
es decir, que es causada cuando los gérmenes de la lepra entran en la persona. No
obstante, también podríamos decir que la lepra se origina en el interior de la persona,
ya que ella no desarrolla lepra sino hasta que el elemento de la lepra ha entrado en su
ser para dar lugar a dicha enfermedad. La lepra, por tanto, involucra una causa externa
y un efecto interno. La causa proviene del entorno, pero el efecto se da en el interior de
la persona.
235
nuestros problemas, y el hecho de llevar una vida santa está muy relacionado con todos
ellos. Debemos reflexionar acerca de las cosas con las cuales tenemos contacto, sobre
nuestro nacimiento y sobre la causa externa y el efecto interno de la lepra. Si no
podemos resolver los problemas que tenemos en relación con estos asuntos, nos
resultará imposible llevar una vida santa. ¿Cómo podríamos llevar una vida santa si
tenemos contacto con las cosas equivocadas, si somos personas inmundas conforme al
nacimiento y si somos afectados por la causa externa y el efecto interno que nos hacen
leprosos? ¡Sería imposible! ¿Puede acaso un leproso llevar una vida santa? ¡Por
supuesto que no! Si hemos de llevar una vida santa, tenemos que tomar medidas con
respecto a lo que contactamos, con respecto a nuestro nacimiento y con respecto a
nuestra condición leprosa.
La lepra en realidad no se origina en el interior de una persona, sino que empieza por
fuera, cuando ciertos gérmenes o bacterias entran en el ser de la persona. Entonces la
lepra brota del interior de la persona, tal como lo muestran tres casos del Antiguo
Testamento: el caso de Miriam, el de Giezi y el de Uzías.
La lepra siempre es causada por la rebelión. Miriam se rebeló contra Moisés, quien era
la autoridad delegada por Dios. Su rebelión tenía una causa, la cual era que Moisés
había contraído matrimonio con una mujer cusita (Nm. 12:1). Como consecuencia de
su rebelión, Miriam se volvió leprosa (v. 10). Su lepra se debió a su rebelión.
En 2 Crónicas 26:16-21, el rey Uzías se rebeló contra lo que Dios había ordenado con
respecto al sacerdocio. Según esta norma, el rey no podía participar en el sacerdocio.
Pero Uzías se rebeló contra esta norma y, como resultado de ello, se volvió leproso. En
cada uno de esos tres casos, la lepra primero entró en la persona que se rebeló y luego
brotó de su interior.
Según el Antiguo Testamento, la lepra tiene una causa, y esta causa es rebelarse contra
la autoridad de Dios, contra la autoridad delegada de Dios, contra las normas
dispuestas por Dios y contra la economía de Dios. Todos debemos reconocer que nos
hemos rebelado contra la autoridad de Dios y contra Su autoridad delegada. Además,
a menudo nos hemos rebelado contra las normas dispuestas por Dios. Por último,
también nos hemos rebelado en contra de toda la economía de Dios. Por consiguiente,
236
a los ojos de Dios, todos nos volvimos leprosos. La lepra entró en nosotros y luego brotó
de nuestro interior.
El pecado, de hecho, es lepra. En el sentido bíblico, el pecado denota rebelión. Así que,
el pecado es rebelión contra Dios, contra la autoridad representativa de Dios o delegada
por Dios, y contra el plan, arreglo, gobierno y administración de Dios. En un sentido
general, el pecado es rebelión contra la economía de Dios. Esta rebelión fue inventada,
iniciada, por Satanás mismo. Con el tiempo, el pecado entró en la humanidad. “El
pecado entró en el mundo por medio de un hombre” (Ro. 5:12a). Este pecado, esta
lepra, habiendo entrado en el hombre, produce muchas clases de pecados. Como
consecuencia de ello, somos leprosos. Siempre que hacemos algo en contra de Dios,
aquello es leproso. Así pues, vemos que el pecado guarda relación con la lepra. La lepra
representa el pecado.
Cuando el Señor Jesús descendió del monte donde decretó la constitución del reino de
los cielos, lo primero que hizo fue limpiar a un leproso (Mt. 8:1-4). Este leproso
representa a los descendientes caídos de Adán, todos los cuales son leprosos. El pecado
que fue inventado por Satanás entró en la humanidad a través de Adán y nos constituyó
a todos leprosos. Ahora la lepra produce muchas clases de pecados, es decir, diversas
expresiones o manifestaciones propias de la rebelión.
Fricciones con otros también son señal de lepra. No debemos pensar que las fricciones
que se dan entre los hermanos son insignificantes. Las fricciones son una erupción que
indica que la lepra está brotando del interior de una persona. Lo mismo es cierto con
respecto a la soberbia y la exaltación propia. Todos éstos son síntomas, señales, de que
uno está leproso.
237
III. LA PERSONA ES TRAÍDA AL SACERDOTE,
ES EXAMINADA POR ÉSTE
Y ES ENCERRADA (RECLUIDA) POR SIETE DÍAS
El hecho de ser traído al sacerdote, ser examinado por éste y ser encerrado (recluido)
por siete días (vs. 2c-28) significa ser traído, por un lado, al Señor y, por otro, a aquel
que sirve a Dios, ser examinado por ellos y ser impedido de tener contacto con otros
por un período completo de tiempo. El Señor Jesús y los que sirven a Dios, los
sacerdotes que sirven, están capacitados para examinar a una persona y determinar si
tiene lepra.
C. La mancha lustrosa
es blanca en la piel del cuerpo
y no es más profunda que la piel,
y el pelo en ella no se ha vuelto blanco
El versículo 4a habla del caso en que la mancha lustrosa en la piel del cuerpo es blanca
y no es más profunda que la piel, y el pelo en ella no se ha vuelto blanco. Éstas son
buenas señales, buenos síntomas, no señales de lepra, pues significan que uno no
encubrió el mal comportamiento, sino que lo confesó, y que la fortaleza para llevar un
comportamiento apropiado no se ha deteriorado.
D. La infección se ha oscurecido
y no se ha extendido en la piel
Levítico 13:6 dice: “Al séptimo día el sacerdote lo examinará otra vez; si la infección se
ha oscurecido y no se ha extendido en la piel, el sacerdote lo declarará limpio; es sólo
238
una costra”. Que la infección se hubiera oscurecido y no se hubiera extendido en la piel
significa que la debilidad de la persona fue absorbida por la vida divina mediante la
obra de recobro que, con Su gracia, Cristo realizó en ella. Tal persona ha sido sanada,
recobrada.
239
tuvo la infección; es limpio” (vs. 16-17). Esto significa que si este pecado reiterado es
confesado, será lavado.
En la vida de iglesia, todos somos probados en cuanto a cuán puros somos con respecto
a nuestras motivaciones, propósito y acciones. La vida de iglesia mostrará dónde nos
encontramos, qué somos y quiénes somos. Nuestra persona, nuestro corazón, nuestra
mente, nuestra parte emotiva, nuestras intenciones, nuestras motivaciones y nuestros
propósitos, todo ello será puesto a prueba por la vida de iglesia. Tal vez nuestros
motivos sean puros hasta cierto grado, pero no son absolutamente puros. ¿Quién de
entre nosotros puede decir que es completamente puro en cuanto a sus motivaciones,
240
intenciones, voluntad y propósito? Ninguno de nosotros podría afirmar esto.
Recuerden que somos la inmundicia misma por nacimiento, el conjunto total de la
inmundicia. Es imposible que alguien que es el conjunto total de la inmundicia tenga
absoluta pureza de motivos.
La segunda sección de Levítico, una sección que habla de un vivir santo, comienza con
estos tres asuntos: el discernimiento en cuanto a la dieta, la inmundicia de nuestro
nacimiento y nuestra condición leprosa. La lepra es el pecado que Satanás inventó. El
pecado entró en nosotros por medio de la caída de nuestro padre Adán. Cuando Adán
cayó, la misma lepra inventada por Satanás entró en nosotros. Esta lepra todavía
permanece en nosotros. Fue por ello que Pablo declaró: “Si hago lo que no quiero, ya
no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Ro. 7:20). Pablo se dio cuenta de que el
germen de la lepra está dentro de nosotros. Habiendo entrado en nosotros, la lepra
ahora brota de nuestro interior en forma de pecados, ofensas y transgresiones. Al
respecto, necesitamos que Cristo sea nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda
por las transgresiones.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA
LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR
DEL HOMBRE
(2)
Lectura bíblica: Lv. 13:29-31, 33, 34b, 37-41, 45-46; 1 Co. 5:13
241
En el mensaje anterior hablamos sobre la lepra de modo general. En este mensaje
hablaremos sobre la lepra de una manera más detallada.
La barba, por su parte, no está relacionada con la gloria sino con la dignidad. No es
fácil explicar lo que es la dignidad. No sería acertado decir que la dignidad es una
especie de honra. La dignidad es, de hecho, el honor que una persona busca para sí.
Una persona de alto nivel social podría ser honrada por los demás; sin embargo, si ella
se considera a sí misma digna de honor, eso sería una cuestión de dignidad. En
términos espirituales, la barba está relacionada con la dignidad, o sea, con el honor que
una persona busca para sí. Llevar barba es exhibir uno su propia dignidad.
Levítico 13, un capítulo que nos revela la sabiduría de Dios, nos proporciona un
diagnóstico divino de nuestro pecado. La lepra es sinónimo de pecado, y el pecado es
sinónimo de rebelión. El pecado es rebelión. En el universo existe en realidad un solo
pecado, y este pecado es la rebelión.
Conforme a los principios que Dios estableció en Su creación, todo está en orden y está
relacionado con cierta clase de autoridad. La autoridad está presente por todas partes
en el universo. La autoridad se encuentra en la familia y en las escuelas. Si no hubiera
autoridad en este país, no habría paz ni orden. La rebelión es contraria a la autoridad.
Los que se rebelan se oponen a la autoridad.
Romanos 5 indica que pecar equivale a ser desobedientes. Fue por la desobediencia de
Adán que el pecado entró en el linaje humano (v. 19). ¿Sabe usted qué es la
desobediencia? La desobediencia es rebelión. La desobediencia es sinónimo de
rebelión. La desobediencia es rebelión, y la rebelión es sinónimo de Satanás. Así como
la rebelión es sinónimo de Satanás, la autoridad es sinónimo de Dios.
Todo lo que tenga que ver con la rebelión proviene de Satanás. La expresión de rebelión
que hoy está en nosotros tiene diversos aspectos. Cada aspecto constituye un pecado,
242
una infracción, una transgresión, un exceso o una ofensa. Estas cosas tal vez sean
aparentemente insignificantes, pero todas ellas son expresiones del pecado único: la
rebelión.
Debemos recordar que el origen del pecado es la rebelión y que la rebelión es una
invención de Satanás. El pecado, por tanto, proviene de Satanás. Además, todo tipo de
pecado posee la naturaleza de la rebelión y tiene la apariencia de la rebelión. Hasta el
pecado más pequeño contiene el elemento de rebelión. Por consiguiente, pecar es estar
en rebelión contra Dios. Cada vez que pecamos, nos rebelamos contra Dios.
Reclamar honra para uno mismo o procurar ser exaltado por los demás es señal de
lepra. El deseo de ser exaltados se puede observar en la conducta de los niños. Por
ejemplo, delante de los invitados, visitantes y parientes, el niño a menudo se exhibe
para ser admirado por ellos. El niño se comporta de esa manera porque procura ser
exaltado por los demás.
Incluso al dar mensajes es posible que procuremos ser exaltados por las personas. El
que habla puede arrogarse dignidad al mostrar cuán educado, culto y elocuente es. Es
muy fácil que alguien que habla en público se vuelva leproso de esta manera.
243
de Dios. Incluso la menor desobediencia a lo que Dios dice en la Biblia hará que nuestro
pelo se vuelva amarillento y delgado.
244
H. Manchas blancas lustrosas
en la piel del cuerpo
El versículo 38 habla de un hombre o de una mujer que tiene “manchas lustrosas en la
piel de su cuerpo, manchas blancas lustrosas”. Estas manchas blancas lustrosas
representan la enfermedad que consiste en jactarse de uno mismo.
J. Calvo
El versículo 40 dice: “Si un hombre pierde el pelo de la cabeza, es calvo; es limpio”.
Esto significa sufrir menoscabo en nuestra sujeción a la autoridad, pero sin manifestar
rebelión. Aquí no vemos señal de rebelión; sólo vemos la señal con respecto a sufrir
menoscabo en la sujeción a la autoridad.
245
B. Su cabellera es dejada suelta
La cabellera del leproso debía ser dejada suelta. Esto significa carecer por completo de
sujeción a la autoridad, ser indomable e irresponsable. Tal persona es rebelde y no
respeta ninguna clase de autoridad. Su cabellera suelta es señal de su indomabilidad;
esto indica que él anda desordenadamente y que no le importan en absoluto las normas
y las reglas.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y UNO
LA INMUNDICIA PROCEDENTE DEL INTERIOR
DEL HOMBRE
(3)
Lectura bíblica: Lv. 13:47-49, 53-59
Al estudiar Levítico 13, un capítulo lleno de tipos y figuras, necesitamos el debido
conocimiento y entendimiento de toda la Biblia. De lo contrario, no entenderemos este
capítulo o lo entenderemos erróneamente o según nuestros prejuicios. El capítulo 13
de Levítico trata primeramente sobre la lepra que se manifiesta en el cuerpo de una
persona, y luego, la lepra que se halla en las vestiduras. Como veremos más adelante,
el capítulo 14 trata sobre la lepra hallada en una casa. Éstas son las tres categorías
básicas de lepra.
246
A. Tres clases de vestiduras
En Levítico 13 se mencionan tres clases de vestiduras.
1. Prendas de lana
El versículo 47 habla sobre la infección de lepra en una prenda de lana. Las prendas de
lana representan mansedumbre en la conducta, en el contacto con los demás, etc. Por
ser suave, la lana representa un comportamiento manso.
2. Prendas de lino
Las prendas de lino (v. 47c) representan sencillez en la conducta, en el contacto con los
demás, etc. El lino es puro, sencillo y simple. Nuestra conducta, según es representada
por el lino, debe ser pura, sencilla y simple.
3. Prendas de cuero
Las prendas de cuero son abrigadas. Por tanto, las vestiduras hechas de cuero (v. 48b)
representan calidez en la conducta, en el contacto con los demás, etc.
Como representan estas tres clases de vestiduras, nuestra conducta debe manifestar
mansedumbre, sencillez y calidez hacia los demás. No debe haber lepra alguna —la
expresión de pecado y rebeldía— en ninguna de estas tres clases de conducta.
247
nuestra vestimenta, es decir, en nuestra conducta, no habrá lepra ni en la urdimbre ni
en la trama.
248
medidas con respecto al asunto mediante el lavamiento del Espíritu de Dios, quien es
comparado al agua que sirve para lavarse.
G. La corrosión leprosa,
una lepra corrosiva más penetrante
“Después que el objeto con la infección haya sido lavado, el sacerdote lo examinará; y
si la infección no ha cambiado de aspecto, aunque ésta no se haya extendido, dicho
objeto es inmundo. Lo quemarás al fuego; es una corrosión leprosa, esté lo raído en el
derecho o en el revés del objeto” (v. 55). La corrosión leprosa, una lepra corrosiva más
penetrante, es algo muy grave, pues representa al pecado que carcome, el cual cada vez
es peor y más profundo, sin que su aspecto sea alterado mediante el arrepentimiento y
la confesión. Ésta es la clase de pecado que puede dominar a una persona, devorándola
y consumiéndola completamente.
Debemos arrepentirnos y confesar toda falta que hayamos cometido en nuestra vida
matrimonial y en nuestra vida familiar. En nuestra vida matrimonial debemos estar
dispuestos a pedirle perdón a nuestro cónyuge. Si no estamos dispuestos a pedirle
perdón, tendremos problemas con nuestro marido o esposa. En la vida familiar, los
padres deben estar dispuestos a pedir disculpas a sus hijos cuando los hayan ofendido.
Las palabras “lo siento” implican arrepentimiento y confesión.
El perdón que Dios otorga a Sus hijos tiene ciertos requisitos o condiciones. La
condición principal es nuestra confesión (1 Jn. 1:9), y la confesión es resultado de
nuestro arrepentimiento. No podemos confesar algo si no nos hemos arrepentido.
Si hemos de llevar una vida santa, es necesario que conozcamos acerca del
discernimiento en cuanto a la dieta, acerca de nuestro nacimiento y acerca de nuestra
condición. Una vez que tengamos conocimiento de estas cosas, debemos darnos cuenta
de que necesitamos arrepentirnos a diario. Debemos arrepentirnos debido a que es
muy fácil cometer errores. Además, debemos arrepentirnos de lo que proviene de
nuestro interior. Podemos usar como ejemplo la limpieza de nuestro cuerpo. Durante
el día, tal vez nuestras manos no hayan tocado nada sucio; no obstante, lo que procede
de nuestro interior nos ensucia. Por tanto, necesitamos un lavamiento diario. El mismo
principio se aplica a nuestra vida cristiana. Aunque no hayamos tocado nada inmundo,
aún debemos arrepentirnos de lo que procede del interior de nuestro ser. Esto significa
que debemos arrepentirnos no sólo de lo que hacemos, sino también de lo que somos.
Recordemos que somos el conjunto total de la inmundicia. Puesto que es así,
diariamente debemos arrepentirnos y confesar.
249
H. Arrancar del vestido la infección
que se ha oscurecido después de lavada
“Si el sacerdote la examina, y la infección se ha oscurecido después de lavada, la
arrancará del vestido o del cuero, sea de la urdimbre o de la trama” (Lv. 13:56). Esto
representa la eliminación de la posible flaqueza en la vida y conducta de la persona. El
oscurecimiento de la parte infectada en la vestimenta después de lavada es buena
señal; es señal de sanidad, de recobro. No obstante, la parte que se ha oscurecido debe
ser arrancada. Esto significa que la parte que se ha oscurecido debe ser cortada del
vestido. Esto indica que debemos eliminar, mediante medidas exhaustivas, la flaqueza
que sospechamos hay en nosotros.
Los puntos que hemos abarcado en este mensaje nos muestran que debemos hacer
cuatro cosas: arrepentirnos, confesar, tomar medidas con respecto a ciertos asuntos y
eliminar ciertos asuntos. Si hemos de llevar una vida cristiana santa, apropiada y
normal, diariamente debemos arrepentirnos, confesar, tomar medidas con respecto a
las flaquezas que tenemos e incluso con respecto a las que sospechamos tener, y
eliminar todas esas flaquezas de nuestra conducta. Esto nos muestra que tomar
medidas con respecto al pecado, la lepra y la rebelión incluye muchos detalles.
Los capítulos 13 y 14 de Levítico abarcan el asunto del pecado más detalladamente que
cualquier otro capítulo de la Biblia. Estos capítulos hablan del pecado que no sólo está
presente en nuestro ser y en nuestra conducta, sino también en nuestra casa, en
nuestra morada. Por consiguiente, hay que tener en cuenta tres cosas al tomar medidas
250
con respecto al pecado: la lepra que hay en el cuerpo de uno, en sus vestiduras y en su
casa. Una persona puede ser inmunda primero con relación a su cuerpo, y luego con
relación a sus vestiduras y también con relación a su casa. Necesitamos ser purificados
del pecado, de la lepra, en estos tres aspectos.
Si queremos eliminar estas tres clases de lepra, debemos arrepentirnos una y otra vez,
incluso a cada hora. Por muy cuidadosos que seamos, no somos perfectos en nuestra
conducta ni en nuestro contacto con los demás. La única persona perfecta es el Señor
Jesús. Su comportamiento fue perfecto en todo aspecto. Nosotros, en cambio,
definitivamente no somos perfectos. Por nacimiento somos la inmundicia misma, y
todo nuestro ser es inmundo. ¿Cómo, pues, podríamos ser perfectos? ¿Cómo
podríamos ser puros? Para nosotros, esto es imposible. Por tanto, debemos
arrepentirnos de nuestros fracasos, confesar nuestros errores y tomar medidas con
respecto a nuestros fracasos y errores, e incluso buscar eliminarlos.
Debido a que este capítulo nos presenta un cuadro tan claro de nuestra situación
negativa, ciertamente nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Puedo testificar que
me ha ayudado mucho estudiar este capítulo a través de los años. No me es fácil olvidar
lo que soy, porque he sido alumbrado de una manera profunda y detallada por medio
de Levítico 13. He visto lo que soy en mí mismo. A menudo este capítulo me recuerda
que no tengo nada por lo cual sentirme orgulloso. Si no fuera por la misericordia del
Señor, esta lepra se extendería por todo mi ser y me consumiría.
Levítico 13 nos lleva a humillarnos. Este capítulo nos muestra que somos
completamente leprosos, que somos el conjunto total de la rebelión. La rebelión está
presente en cada parte de nuestro ser. En nosotros no hay sumisión, no hay sujeción,
no hay obediencia. Por tanto, debemos llevar una vida de arrepentimiento y confesión,
una vida en la que continuamente tomamos medidas con respecto a nuestras
deficiencias y las eliminamos mediante la cruz de Cristo. De este modo, podríamos
llevar una vida santa.
251
Digo “podríamos” porque por experiencia sé que no podemos ser perfectos ni siquiera
por un solo día. Tal vez tengamos un buen comienzo en la mañana, pero no nos vaya
muy bien el resto del día. ¿Ha sido perfecto usted alguna vez en llevar una vida santa
durante todo un día? Yo no recuerdo jamás haber tenido un día así. ¿Y qué de usted?
El capítulo 13 de Levítico revela que somos el conjunto total de la lepra. Cada aspecto
de la inmundicia en la que nacimos guarda relación con la lepra, con la rebelión. La
rebelión, la inmundicia, la lepra, el pecado: todos ellos son sinónimos. Decir que por
nacimiento somos la inmundicia misma equivale a decir que por nacimiento somos la
rebelión misma. Somos el conjunto total de la rebelión. Ya que ésta es nuestra
situación, si deseamos llevar una vida santa, debemos arrepentirnos y confesar durante
todo el día.
Consideren la reacción de Isaías cuando vio la gloria de Cristo (Is. 6:1; Jn. 12:41). Él
dijo: “¡Ay de mí, porque soy muerto! / Pues soy hombre de labios inmundos, / y habito
en medio de un pueblo de labios inmundos” (Is. 6:5). En cuanto a nuestra lengua,
Jacobo dijo: “Ningún hombre puede domar la lengua” (Jac. 3:8a). Él también dijo: “Si
alguno no tropieza en palabra, éste es varón perfecto” (v. 2). ¡Cuántos problemas son
causados por nuestros labios y nuestra lengua! Cuando hablamos, es muy fácil decir
algo pecaminoso, algo que requiere nuestro arrepentimiento y confesión.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y DOS
LA PURIFICACIÓN DEL LEPROSO
(1)
Lectura bíblica: Lv. 14:1-9
En este mensaje llegamos a un asunto muy maravilloso: la purificación del leproso. En
los mensajes anteriores vimos un cuadro negativo de lo que somos. Dicho cuadro
verdaderamente pone al descubierto nuestro ser, revelando lo que somos en nosotros
mismos. Ahora llegamos al asunto de la purificación, la cual es la salvación todo-
inclusiva que Dios ha preparado y efectuado por nosotros. Aquí podemos ver a un
Cristo que es todo-inclusivo. Él tiene la sangre, el Espíritu y todo lo que necesitamos
para ser limpios. En Él tenemos la provisión de la salvación efectuada por Dios, una
provisión que es rica, completa y extensa. Todos debemos conocer esta purificación,
esta salvación, y experimentarla en plenitud.
252
traída al Señor. Cuando predicamos el evangelio, en realidad estamos llevando
personas inmundas, pecadores, al Señor.
El que había sido sanado de la lepra aún necesitaba ser purificado. Una cosa es ser
sanado, y otra, ser purificado. El proceso, el procedimiento, de purificación incluye
muchos asuntos, de los cuales hablaremos ahora.
1. Las avecillas
Las aves pueden trascender el ámbito terrenal. Las avecillas del versículo 4a
representan a Cristo, quien vino desde los cielos, pero pertenece a los cielos y
trasciende el ámbito terrenal.
253
2. Las avecillas vivas
Las avecillas vivas representan que Cristo está lleno de vida. Él es viviente porque está
lleno de vida.
4. Dos avecillas
Las dos avecillas representan, por una parte, que Cristo murió por nosotros para quitar
nuestra inmundicia, y por otra, que Él resucitó por nosotros para liberarnos de nuestra
debilidad. Cristo murió en la cruz para quitar nuestros pecados. Esto lo tipifica la
primera avecilla. Cristo resucitó de entre los muertos para liberarnos de nuestra
debilidad por el poder, la fortaleza y la energía de la vida; esta vida es la vida de
resurrección, la vida que está en resurrección. También es la vida divina, la vida eterna
e increada de Dios. Nosotros recibimos esta vida de parte del Cristo resucitado, quien
es tipificado por la segunda avecilla. Por tanto, estas dos avecillas representan dos
aspectos de Cristo: Cristo en Su crucifixión y Cristo en Su resurrección.
C. Con hisopo
En 1 Reyes 4:33 Salomón “disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el
hisopo que brota en la pared”. El hisopo figura entre las plantas más pequeñas. El
hisopo mencionado en Levítico 14:4b representa que el Señor estuvo dispuesto a
humillarse al hacerse “semejante a los hombres” para estar cerca al hombre y ser su
Salvador. Por una parte, según lo tipifica la madera de cedro, el Señor posee el nivel de
humanidad más elevado; por otra, según lo tipifica el hisopo, Él estuvo dispuesto a
humillarse para hacerse accesible a nosotros.
D. Con escarlata
El color escarlata (v. 4b), un rojo oscuro, implica muchas cosas en la tipología. Aquí la
escarlata significa que el Señor se humilló al hacerse hombre a fin de hacer la voluntad
de Dios y derramar Su sangre en la cruz para nuestra redención, con lo cual llegó a ser
el Rey honorable y encumbrado. El color escarlata representa el derramamiento de
sangre; por tanto, representa la redención que Cristo efectuó al derramar Su sangre en
254
la cruz. El color escarlata también implica realeza. Cristo fue inmolado, crucificado,
para efectuar la redención, y por medio de dicha redención Él fue hecho Rey. El
Salvador no se hizo Rey luchando, sino al morir, es decir, al ser crucificado.
El vaso de barro representa la humanidad del Señor, y las aguas vivas representan al
Espíritu viviente y eterno de Dios. Una avecilla debía ser degollada en un vaso de barro
sobre aguas vivas. Esto significa que Cristo fue inmolado en Su humanidad, la cual
estaba llena del Espíritu viviente y eterno. En Hebreos 9:14 vemos el cumplimiento de
este tipo. Este versículo dice que Cristo, mediante el Espíritu eterno, se ofreció a Sí
mismo a Dios. Mientras moría en la cruz, Él se ofreció a Sí mismo a Dios mediante el
agua viva —el Espíritu eterno y viviente de Dios— que lo llenaba. Cuando Cristo estaba
en la cruz, Él no estaba solo, ya que el Espíritu eterno estaba en Él y con Él.
Sin las palabras que Pablo expresa en Hebreos 9:14 no podríamos entender el tipo de
Levítico 14:5. En el tipo se mencionan varios detalles de una manera muy sencilla. Aquí
tenemos un vaso de barro, aguas corrientes y una avecilla que era inmolada. Cuando
comparamos este tipo con Hebreos 9:14, vemos que cuando Cristo (la avecilla
inmolada) estaba siendo crucificado, Él estaba en Su humanidad (el vaso de barro),
pero en Él estaba el Espíritu eterno, el viviente Espíritu de Dios (las aguas vivas).
Mediante el Espíritu, el cual lo llenaba, Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios.
255
En 14:6 cuatro cosas —la otra avecilla, la madera de cedro, la escarlata y el hisopo—
eran mojadas en la sangre de la avecilla muerta. Yo creo que estas cuatro cosas eran
atadas, o sea, que la escarlata era el hilo con que se ataba a la avecilla, la madera de
cedro y el hisopo, formando así un solo manojo. Este manojo entonces era mojado en
la sangre de la avecilla muerta para después rociar siete veces con esa sangre al leproso
que había de ser purificado.
Reitero una vez más que para exponer este tipo es necesario conocer toda la Biblia.
Ésta es la teología apropiada, la teología bíblica. La teología bíblica tiene mucho que
ver con la lepra en Levítico 13 y 14. Si esta teología no incluyera el tema de nuestra
lepra, estaríamos completamente alejados de Dios. Él sería Dios, un Dios
completamente ajeno a nosotros, y nosotros seríamos leprosos, leprosos que estarían
separados de Él. Pero la teología bíblica incluye el asunto de nuestra lepra, y podemos
ver a Dios en la tipología de Levítico 14:4-7. En este tipo vemos la obra redentora del
Señor y el poder salvador en Su resurrección. Fuimos redimidos por el Cristo
crucificado, y ahora estamos en el Cristo resucitado, elevándonos en el aire junto con
Él.
256
H. El leproso que ha de ser purificado
lava sus vestidos,
se afeita todo el pelo y se baña en agua
“El que ha de ser purificado lavará sus vestidos, se afeitará todo el pelo y se bañará en
agua, y quedará limpio” (v. 8a). Esto significa que, por una parte, un pecador que ha
de ser purificado necesita experimentar la muerte, resurrección y ascensión de Cristo,
y que, por otra, tendrá que asumir personalmente la responsabilidad de tomar medidas
respecto a todo lo relacionado con su vivir viejo y su vida natural y, así, eliminarlo.
1. El pelo de la cabeza
El leproso que había de ser purificado tenía que rasurarse todo el pelo. El pelo de la
cabeza representa la gloria del hombre. Casi toda persona encuentra algo de que
jactarse, algo de lo cual pueda gloriarse en sí misma, algo de lo cual pueda hacer alarde
ante los demás. Esto es lo que tipifica el pelo de la cabeza.
2. La barba
La barba, que también debía ser afeitada, representa la honra del hombre. Por lo
general, las personas se consideran dignas de ser honradas y se sienten superiores a
los demás. Esto tiene que ver con la honra del hombre, lo cual es tipificado por la barba.
3. Las cejas
La belleza del rostro humano radica principalmente en las cejas. Así que, las cejas
representan las características excelentes, méritos y virtudes del hombre. Éstos son los
aspectos buenos y fuertes que el hombre tiene por naturaleza, los cuales no provienen
de la experiencia que tenemos de la salvación de Dios, sino de nuestro nacimiento
natural.
5. Bañarse en agua
Bañarse en agua significa tomar medidas con respecto a todo nuestro ser. Esto equivale
a sepultar todo nuestro ser en agua.
Estos cinco aspectos, en conjunto, nos hablan de deshacernos del yo con toda su gloria,
honra, características excelentes, méritos, virtudes, fortaleza y capacidad. Si nos
deshacemos de nosotros mismos en esta manera, ciertamente seremos limpios; no
habrá más lepra. Sin embargo, mientras exista el yo, tendremos lepra en alguna forma:
en nuestro cabello, en nuestra barba, en nuestras cejas, en el pelo de nuestro cuerpo,
en nuestro yo. Por tanto, todo nuestro ser debe ser lavado, sepultado, aniquilado, en
257
aguas profundas. Cuando no tengamos nada ni seamos nada, entonces seremos
limpios.
J. El séptimo día,
el leproso que ha de ser purificado
se afeita la cabeza, la barba y las cejas
—aun todo el pelo—,
lava sus vestidos y baña su carne en agua
Levítico 14:9 dice: “Al séptimo día se afeitará todo el pelo; se afeitará la cabeza, la barba
y las cejas, es decir, todo su pelo. Luego lavará sus vestidos y bañará su carne en agua,
y quedará limpio”. Después de velar y esperar siete días, él se afeitaba todo el cuerpo
una vez más, lavaba su ropa y bañaba su carne. Esto significa que el pecador que ha de
ser purificado tiene que asumir la responsabilidad de tomar medidas respecto a todo
lo relacionado con su vida natural y su andar diario. Ésta es la manera de purificarnos
según lo muestra la revelación divina. Aquí vemos que Dios desea que nosotros
tomemos medidas respecto a nuestro pecado y nuestro yo pecaminoso con la debida
seriedad. Si tomamos medidas con respecto a nosotros mismos de una manera
definida, cabal y exhaustiva, seremos limpios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y TRES
LA PURIFICACIÓN DEL LEPROSO
(2)
Lectura bíblica: Lv. 14:10-32
Como creyentes neotestamentarios, nosotros disfrutamos ser purificados por el Señor.
Sin embargo, si tan sólo leemos y entendemos el Nuevo Testamento, no podremos ver
un cuadro claro y detallado de lo que conlleva esta purificación. Para ello necesitamos
los tipos presentados en Levítico 14. En estos tipos vemos que para limpiarnos de la
lepra, el Señor tuvo que encarnarse, es decir, hacerse un ser humano. Como lo tipifica
la madera de cedro, Su humanidad era elevada y honorable; y como lo tipifica el hisopo,
Él estuvo dispuesto a humillarse, haciéndose semejante a los hombres. Por una parte,
258
Su norma era elevada; por otra, descendió a un nivel de extrema humillación. Ambos
aspectos tenían como fin producir el hilo escarlata. Además, las dos avecillas tipifican
a Cristo en dos aspectos más: la avecilla muerta representa a Cristo en Su crucifixión,
y la avecilla viva representa a Cristo en Su resurrección. Si no tuviéramos a Cristo en
todos estos aspectos, no podríamos ser limpios de nuestra lepra, de nuestro pecado.
No creo que los israelitas de la antigüedad hubieran entendido el significado de las dos
avecillas, la madera de cedro, el hisopo, la muerte de la avecilla sobre un vaso de barro
lleno de aguas corrientes, el hecho de que se amarraran juntos la avecilla viva, el cedro,
el hisopo y el hilo escarlata y que se mojaran en la sangre de la avecilla muerta para
rociar con esa sangre siete veces al que había de ser purificado. Aunque los israelitas
vieron estas cosas y las experimentaron, no las entendieron. Sin embargo, hoy sí
entendemos estos tipos. Ahora podemos ver que para ser purificados necesitamos a un
Cristo en muchos aspectos, a un Cristo que ha pasado por una serie de procesos. La
sangre derramada por Él fue rociada sobre nosotros, los pecadores, y por ello estamos
vinculados a Cristo, el Redentor.
Aunque el Señor nos ha mostrado mucho en cuanto a estos tipos, esperamos que en los
años venideros Él nos muestre aún más.
En la purificación del leproso, Cristo es revelado no solamente como las dos avecillas,
la madera de cedro, el hisopo y el hilo escarlata, sino también como las cuatro clases
de ofrendas: la ofrenda por las transgresiones, la ofrenda por el pecado, el holocausto
y la ofrenda de harina.
La ofrenda por el pecado se encarga de nuestra naturaleza pecaminosa, del pecado que
constituye la naturaleza de nuestro ser caído. La naturaleza de nuestro ser caído es el
pecado mismo, y esta naturaleza pecaminosa es la esencia, la sustancia, el elemento,
de Satanás. Nuestra naturaleza pecaminosa —el pecado que mora en nuestro ser— es
satánica. Podríamos decir que incluso es Satanás mismo. El pecado, que es rebelión, es
Satanás mismo. Este pecado fue inyectado en nosotros, de modo que hemos sido
constituidos pecadores (Ro. 5:19), es decir, pecadores en cuanto a nuestra constitución
intrínseca. Así que, los seres humanos son una entidad constituida de pecado.
Debemos ver que nuestro ser está plenamente constituido de pecado, del enemigo de
Dios.
259
crucificado como pecado, el pecado, Satanás y nosotros mismos fuimos crucificados
juntamente con Él. Esto es lo que significa la ofrenda por el pecado.
La ofrenda por las transgresiones se encarga de nuestros pecados, los cuales son fruto
del pecado que mora en nosotros, el pecado que es nuestra naturaleza, nuestro ser,
nuestra constitución intrínseca. A los pecados, que son los distintos frutos del pecado,
también se les llama faltas, delitos y transgresiones. Así pues, necesitamos tanto la
ofrenda por el pecado como la ofrenda por las transgresiones. Necesitamos que la
ofrenda por el pecado se encargue del pecado, el origen de nuestros pecados.
Necesitamos que la ofrenda por las transgresiones se encargue de todos los frutos del
pecado.
Con relación a la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones, quisiera
decir algo con respecto a la expiación, o propiciación. Levítico 14:18 habla acerca de la
expiación que el sacerdote hacía delante de Jehová por el leproso. Es difícil traducir la
palabra hebrea que corresponde a la palabra expiación. La versión King
James traduce esta palabra hebrea como atonement. La expiación tiene que ver con
restaurar la unidad entre dos personas. Supongamos que dos personas tienen un
problema, quizás una disputa, que necesite solucionarse. A causa de este problema,
estas dos personas no están en unidad. Por tanto, necesitan algo que apacigüe su
situación, resuelva su problema y logre la unidad entre ellas.
En Levítico 14, el leproso es una de estas dos partes contrarias, el ofensor, y Dios es la
otra parte, la parte ofendida. Por supuesto, el problema es la lepra. Hemos señalado
que la lepra representa el pecado, que el pecado es rebelión y que la rebelión es Satanás.
Estas cuatro cosas —la lepra, el pecado, la rebelión y Satanás— son sinónimos. Esto
significa que son una sola entidad. Puesto que entre Dios y el hombre existe el
260
problema de la lepra, es necesario que el conflicto sea apaciguado al eliminar la lepra,
la cual equivale al pecado, a la rebelión y a Satanás mismo. Para dicho apaciguamiento,
las dos avecillas no son suficientes. Las dos avecillas pueden efectuar la purificación,
pero no la expiación. Para hacer expiación es necesaria la ofrenda por el pecado, la
ofrenda por las transgresiones, el holocausto y la ofrenda de harina. Sólo una vez que
tenemos estas cuatro ofrendas puede efectuarse la expiación y la purificación.
Un leproso, un pecador que está bajo la condenación de Dios y que tiene un problema
con Dios, necesita tres cosas: sanidad, purificación y expiación. Decir que un leproso
necesita expiación equivale a decir que necesita ser llevado de regreso a la comunión
con Dios. La expiación quita el obstáculo que hay entre el leproso y Dios. Cristo vino
no solamente para purificarnos, sino también para hacer propiciación por nosotros. A
fin de hacer propiciación, Él tuvo que ser nuestra ofrenda por el pecado, nuestra
ofrenda por las transgresiones, nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina.
Cristo es el holocausto que nos capacita para llevar una vida de absoluta entrega a Dios.
Con este propósito, Él es también la ofrenda de harina que nos alimenta, que nos
suministra el alimento. Para hacer cualquier cosa necesitamos alimento, el cual nos
proporciona la fuerza para vivir. Si queremos llevar una vida de absoluta entrega a
Dios, necesitamos algo que nos brinde un suministro, algo que nos apoye, nos sostenga
y nos alimente. Lo que necesitamos es a Cristo como nuestra ofrenda de harina, como
nuestro alimento. Cristo es la ofrenda de harina que podemos comer. Cuanto más
disfrutemos a Cristo como ofrenda de harina, más podremos llevar una vida que sea
un holocausto, una vida absolutamente entregada a Dios.
Una vez resueltos los problemas referentes a nuestro pecado y nuestros pecados,
debemos disfrutar a Cristo como ofrenda de harina. La ofrenda de harina está
compuesta de flor de harina y aceite. La flor de harina tipifica al Cristo fino en Su
humanidad, y el aceite tipifica al Espíritu. Estas dos cosas, la flor de harina y el aceite,
al combinarse y mezclarse, llegan a ser nuestra comida. Por la mañana, especialmente,
podemos disfrutar a Cristo como la flor de harina mezclada con el aceite, el Espíritu.
Éste es el Cristo que, como ofrenda de harina, nos sostiene y nos sustenta para poder
llevar una vida de absoluta entrega a Dios como holocausto.
261
humanidad) sobre aguas vivas (el Espíritu eterno), y la otra avecilla, que era soltada
para volar en el campo abierto. Ahora vemos también a Cristo como la ofrenda por el
pecado, la ofrenda por las transgresiones, el holocausto y la ofrenda de harina. ¡Cuán
maravilloso es este cuadro de Cristo!
262
llevó sobre Sí nuestro pecado y que Él, como nuestro holocausto, llevó una vida de
absoluta entrega a Dios. El hecho de que Cristo sea la ofrenda por el pecado y el
holocausto provee la base para que Él sea la ofrenda por las transgresiones.
263
6.De lo que quede del aceite, el sacerdote pone
parte sobre el lóbulo de la oreja derecha
del que ha de ser purificado,
parte sobre el pulgar de su mano derecha
y parte sobre el pulgar de su pie derecho,
encima de la sangre de la ofrenda
por las transgresiones
“Y de lo que quede del aceite que está en la palma de su mano, el sacerdote pondrá
parte sobre el lóbulo de la oreja derecha del que ha de ser purificado, parte sobre el
pulgar de su mano derecha y parte sobre el pulgar de su pie derecho, encima de la
sangre de la ofrenda por las transgresiones” (v. 17). Esto significa que el hombre puede
resolver el problema de sus transgresiones únicamente al prestar atención a la palabra
de Dios, al hacer las cosas de Dios y al tomar los caminos de Dios en el Espíritu de
resurrección, basándose en la redención efectuada por la sangre del Señor Jesús como
ofrenda por las transgresiones.
Aquí vemos dos capas: la capa de la sangre y la capa del aceite. La sangre representa la
sangre redentora de Cristo, y el aceite representa al Espíritu de resurrección. En primer
lugar, se aplica la sangre sobre el lóbulo de la oreja derecha, sobre el pulgar de la mano
derecha y sobre el pulgar del pie derecho. Esto tiene como fin que las transgresiones y
las faltas sean lavadas. Luego, después de aplicar la sangre, se aplica aceite en los
mismos lugares donde fue aplicada la sangre. Esto indica que, sobre la base de la obra
redentora de Cristo, el Espíritu viene a nosotros para ayudarnos a hacer lo correcto:
escuchar la palabra de Dios, hacer las cosas de Dios y seguir los caminos de Dios. Esto
nos guardará de cometer cualquier tipo de transgresión.
Sólo una pequeña cantidad de aceite era puesta sobre el lóbulo de la oreja, sobre el
pulgar de la mano y sobre el pulgar del pie. El resto del aceite era puesto sobre la
cabeza. Debido a que la cabeza es el origen de muchos problemas, se le aplicaba más
aceite, más Espíritu. Los problemas relacionados con la cabeza pertenecen a tres
categorías. Primero, nuestra cabeza no está sujeta a la autoridad de Dios; segundo,
nuestra cabeza está llena con los pensamientos de la mente; y tercero, nuestra cabeza
dirige todo nuestro ser. Por consiguiente, la cabeza es la parte más problemática del
cuerpo. Es por esta razón que la cabeza necesita todo el resto del aceite, del Espíritu.
El derramamiento del Espíritu sobre nuestra cabeza nos ayudará a sujetarnos a la
264
autoridad de Dios, tomándolo como nuestra cabeza. Además, corregirá nuestros
pensamientos y nos ayudará a dirigir, a controlar, todo nuestro ser para que andemos
en la senda correcta.
265
B. Cristo es nuestro alimento
y nuestra ofrenda por el pecado,
nuestra ofrenda por las transgresiones,
nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina
Quisiera concluir este mensaje diciendo algo acerca de algunos aspectos de Cristo
revelados en los capítulos del 11 al 14 de Levítico. El capítulo 11 revela que Cristo es
nuestro alimento de vida, quien nos abastece en forma de alimento para poner fin a
nuestra inmundicia en cuanto al contacto que tenemos con los demás. El capítulo 12
revela que nuestro origen es impuro. Por tanto, Cristo se hizo nuestra ofrenda por el
pecado para poner fin a nuestra naturaleza pecaminosa. Finalmente, los capítulos 13 y
14 revelan que lo que brota de nuestro interior también es impuro. Por esta razón,
Cristo se hizo nuestra ofrenda por las transgresiones para poner fin a nuestras acciones
pecaminosas. Además, Cristo es nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina a fin
de que recibamos el suministro de vida para llevar una vida de absoluta entrega a Dios.
Mediante el Cristo que es nuestras ofrendas, hemos sido devueltos a Dios para llevar
una vida que lo complace plenamente a Él.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y CUATRO
LA LEPRA EN UNA CASA
Lectura bíblica: Lv. 14:33-53
En los mensajes sobre Levítico 13 vimos que podía haber lepra en una persona y
también en sus vestiduras. En este mensaje consideraremos la lepra que hay en una
casa.
266
A. Dios pone la infección de lepra
en una casa que estaba
en la tierra poseída por Israel
Levítico 14:34 dice que Dios pondría infección de lepra en una casa que estaba en la
tierra poseída por Israel. Esto significa que cuando la condición de una iglesia se vuelve
anormal, Dios hace que el pecado de lepra se ponga de manifiesto en dicha iglesia, con
lo cual Él les recuerda y advierte a los creyentes que ya no tienen un hogar donde vivir
y que ya no pueden disfrutar de todas las bendiciones prometidas por Dios en Su
salvación.
Durante los más de cincuenta años que llevo en el recobro del Señor, me ha tocado
pasar por muchas situaciones tormentosas. En algunos casos la tormenta llegó al punto
en que hubo lepra en la casa. Cuando la iglesia se vuelve leprosa, enferma a causa de
los pecados y las maldades cometidas, tenemos la sensación de que hemos perdido
nuestro hogar, de que nos hemos quedado sin hogar. Más aún, cuando la iglesia está
enferma de lepra, perdemos nuestro disfrute de Cristo. Puesto que la vida de iglesia ha
dejado de ser apropiada, no podemos disfrutar de todas las bendiciones prometidas
por Dios en Su salvación.
Si queremos detener el contagio, debemos tener cuidado con lo que hablamos, ya que
los chismes propagarán la enfermedad. Por experiencia sabemos que los chismes
hacen que la enfermedad contagiosa se propague en la iglesia. Si escuchamos chismes,
nos contaminaremos. Si nos guardamos de los chismes, ayudaremos a detener la
propagación de la enfermedad contagiosa.
267
D. El sacerdote entra y examina la casa
“Después el sacerdote entrará y examinará la casa” (v. 36b). Esto representa el hecho
de que el Señor o el apóstol vienen a examinar. Tal examen no tiene como finalidad
condenar, sino que es gracia con la finalidad de sanar.
268
G. Hace raspar la casa por dentro alrededor
y arroja fuera de la ciudad, a un lugar inmundo,
el yeso que ha raspado
“También hará raspar la casa por dentro alrededor, y arrojarán fuera de la ciudad, a un
lugar inmundo, el yeso que hayan raspado” (v. 41). Esto significa que a causa de unos
cuantos creyentes, será necesario depurar la iglesia entera, y todo cuanto sea purgado
deberá ser sacado de la iglesia por ser inmundo.
A fin de resolver el problema de la lepra que hay en una casa, no es suficiente apartar
a ciertos creyentes y luego llenar el vacío que queda con otros creyentes. Debemos
también tener un nuevo comienzo en la vida de iglesia, o sea, renovar la iglesia con
nuevas experiencias de las obras de gracia del Señor. Esto lo tipifica el hecho de que se
tomaba otro yeso con el cual se recubría la casa. No se trata solamente de tomar
medidas con respecto a un problema, sino de introducir las riquezas de Cristo en una
manera nueva. Si no somos capaces de hacer esto y únicamente actuamos de forma
legalista apartando a ciertas personas y reemplazándolas con otras, esto dejará vacía a
la iglesia, y en este vacío la iglesia sufrirá aún más. Por tanto, los que llevan la delantera
en la iglesia deben orar, quizás con ayuno, para que la iglesia pueda recibir algo nuevo
en las experiencias de las obras de gracia de Cristo. Entonces la vida de iglesia será
renovada, será recubierta con nuevo yeso, y todos los miembros se sentirán contentos
con la renovada vida de iglesia.
269
entrará y la examinará, y si la infección se ha extendido en la casa, es una lepra maligna
en la casa; es inmunda. Derribará, pues, la casa, sus piedras, su madera y todo el yeso
de la casa, y los llevará fuera de la ciudad, a un lugar inmundo” (vs. 43-45). Esto
significa que después de haber tomado las medidas respectivas, si aparecen otros
pecados graves, toda la iglesia deberá ser derribada. Esto es muy lamentable. Si la
situación de la iglesia llega al punto en que no puede ser curada, sanada, entonces se
deberá poner fin a tal iglesia.
Cada vez que surge un problema en la vida de iglesia, los que llevan la delantera deben
esforzarse por obtener algo nuevo en la experiencia de Cristo a fin de que la iglesia
obtenga un nuevo comienzo. Este nuevo comienzo puede rescatar a la iglesia enferma
de los problemas que adolece. Sin embargo, si centramos toda nuestra atención en los
problemas, habrá más problemas o éstos se intensificarán. Por tanto, debemos buscar
—por medio de oración y ayuno— nuevas experiencias del Señor, experiencias que
sirvan para rescatar la vida de iglesia de su enfermedad. Esto significa que debemos
hacer todo lo posible por hacer que el viejo día de enfermedad de la vida de iglesia
llegue a su fin y ayudar a la iglesia a experimentar un nuevo comienzo.
Levítico 14:47 habla de los que se acuestan y comen en una casa infectada. Acostarse
en una casa infectada significa que uno no participa positivamente en el servicio de la
iglesia. Si participamos activamente en la vida de iglesia, no tendremos tiempo para
acostarnos. Acostarse es un indicio de que uno es indiferente con respecto a la vida de
iglesia o que no tiene una participación positiva en el servicio de la iglesia. Por otra
parte, comer en una casa infectada significa que a uno sólo le interesa el suministro y
disfrute que hay en la vida de iglesia. A una persona así sólo le gusta pasarla bien en la
iglesia. Ella no va a las reuniones para servir sino para comer, para disfrutar; no tiene
ni la menor intención de participar en el servicio de la iglesia.
270
En el versículo 47 podemos ver dos categorías de santos en la vida de iglesia: los que
vienen a la iglesia a acostarse, a descansar, y los que vienen a la iglesia a comer, a recibir
el suministro y disfrutar. Aunque estos santos no participan de una manera positiva en
el servicio de la iglesia, pues no están dispuestos a hacerlo, sí son buenos para criticar
a los demás. Ellos no profetizan en las reuniones, pero sí critican a los que lo hacen.
Mientras se acuestan en la iglesia y disfrutan del suministro, hallan defectos en los
demás. Estos santos deben lavar sus vestiduras; esto significa que deben lavarse para
limpiar su conducta y comportamiento.
271
de la avecilla inmolada, el agua y el aceite. La sangre de la avecilla representa la sangre
de Cristo, el agua representa al Espíritu que purifica, y el aceite representa al Espíritu
que unge. Cuando una iglesia se enferma, necesita ser recobrada por estos dos
elementos: la sangre de Cristo y el Espíritu.
D. La casa es limpia
Levítico 14:53b dice: “Así hará expiación por la casa, y quedará limpia”. Que la casa
quedara limpia significa que la iglesia está completamente limpia a fin de ser la morada
mutua de Dios y el hombre.
A menudo se presentan problemas en la iglesia. Tal parece que es inevitable que haya
problemas en la vida de iglesia. En una iglesia nueva, los problemas son pocos, si es
que los hay, pero en una iglesia más vieja se presentan más problemas. Así como es
fácil que se enferme una persona mayor, igualmente es fácil que haya problemas en
una iglesia más vieja.
Quizás cuando usted vino a la vida de iglesia, disfrutó de una luna de miel en la iglesia.
Sin embargo, esta luna de miel, al igual que la luna de miel en la vida matrimonial, no
dura mucho tiempo. Es posible que durante la luna de miel que experimentamos en la
vida de iglesia, pensemos que la iglesia es maravillosa, que es un verdadero paraíso.
Sin embargo, una vez que se acaba la luna de miel, nuestros ojos son abiertos y vemos
todos los problemas, defectos y deficiencias que hay en la iglesia. Al igual que los ojos
de Adán y Eva fueron abiertos después que comieron del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal, y se dieron cuenta de que estaban desnudos, así
mismo se abren también nuestros ojos y vemos cosas que no son positivas ni
agradables. No obstante, si nos quedamos viendo estas cosas, querremos una
separación de la vida de iglesia, y más tarde, un divorcio.
Debemos darnos cuenta de que la iglesia es el mejor lugar en la tierra. ¿Qué haremos,
entonces, con los problemas que se presentan en la iglesia? Debemos orar pidiendo ser
renovados en las experiencias de Cristo. No debemos dedicar demasiado tiempo para
orar por otros o por la situación; más bien, debemos orar por nosotros mismos a fin de
que podamos impartir algo nuevo de Cristo a la vida de iglesia. Es de esta manera que
una iglesia enferma es sanada. A veces la iglesia podrá ser sanada mediante las nuevas
experiencias que tienen los nuevos creyentes.
272
Cuanto más experimentemos a Cristo de una manera nueva, más se sanará la iglesia.
Una iglesia infectada no puede ser sanada mediante discusiones, argumentos y
debates. Cuanto más hagamos esto, más problemas habrá. Debemos orar por nosotros
mismos y por la iglesia para que, por medio de las nuevas experiencias de Cristo,
nosotros —como miembros— y la iglesia —en conjunto— podamos experimentar un
nuevo comienzo y entrar en una nueva etapa. Ésta es la única manera en que una iglesia
infectada puede ser sanada.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y CINCO
PURIFICARSE DE LOS FLUJOS
DEL CUERPO DEL VARÓN
Y DE LA MUJER
Lectura bíblica: Lv. 15:1-31
En Levítico 11—15, una sección que consta de cinco capítulos, se abarcan cuatro cosas
problemáticas: nuestro contacto con la gente, la inmundicia de nuestro nacimiento, la
lepra y nuestros flujos. En este mensaje, que trata sobre 15:1-31, hablaremos referente
al asunto de purificarse de los flujos del cuerpo del varón y de la mujer.
Hemos señalado que los capítulos del 11 al 27 de Levítico tienen como propósito
mostrarnos la manera en que podemos llevar una vida santa como pueblo santo de
Dios. Si hemos de llevar esta clase de vida, debemos percatarnos de que estamos
involucrados con cuatro asuntos. Primero, estamos involucrados con algo común: el
contacto que tenemos con la gente. Segundo, tenemos que reconocer la inmundicia de
nuestro nacimiento. La fuente, el origen, de nuestro ser es inmunda. Tercero, tenemos
el problema referente a nuestra lepra. Nuestra condición es una en la que estamos
llenos de lepra. Cuarto, tenemos el problema de los flujos. Independientemente de qué
clase de personas seamos, todos tenemos flujos, y, como nos lo muestra el capítulo 15,
estos flujos son totalmente inmundos. Además, la inmundicia de nuestros flujos es
contagiosa.
Levítico señala enfáticamente que todo lo que procede de nuestro ser es inmundo. Por
esta razón, el capítulo 15 nos manda apartarnos de todo flujo que procede del cuerpo
humano y del contagio de la inmundicia.
Debido a que nacimos en inmundicia y somos por completo inmundos, todo cuanto
procede de nosotros es inmundo. Además, la inmundicia de lo que procede de nosotros
es contagiosa y, por tanto, hace inmundos a los demás. Éste es el punto crucial del
capítulo 15.
El capítulo 16 de Levítico es, de hecho, la continuación del capítulo 10. En los cinco
capítulos que están entre los capítulos 10 y 16, la intención de la revelación de Dios es
mostrarnos cuatro factores problemáticos fundamentales. El primero de estos factores
es nuestro contacto con la gente. No debemos pensar que esto sea algo insignificante.
Al contrario, nuestro contacto con la gente es de suma importancia. Si nos
273
relacionamos con la categoría equivocada de personas, esto podría contaminarnos y,
por ende, descalificarnos de llevar una vida santa como pueblo santo de Dios. El
segundo factor problemático es la inmundicia de nuestro nacimiento. Debemos
comprender que nuestra fuente, nuestro origen, es la inmundicia. Nosotros somos la
inmundicia misma. Nuestro nacimiento, nuestro origen y nuestra constitución
intrínseca, todos ellos son inmundicia. El tercer factor es nuestra condición leprosa.
Somos leprosos por dentro y por fuera. El cuarto factor es nuestro flujo con su
inmundicia y contagio. Todo flujo nuestro, todo cuanto procede de nuestro cuerpo, es
inmundo y contagioso.
En 15:1-13 vemos que aquel que tiene flujo es inmundo, y que toda cosa o persona que
él toque, se hace inmunda. Al considerar estos versículos, nos damos cuenta de que la
inmundicia está por doquier. Todo ha sido contaminado por los flujos humanos, por lo
que procede de nuestro ser. Cuanto más nos demos cuenta de esto, más valoraremos
esos versículos del capítulo 15 que indican que Cristo es el factor de nuestra
purificación.
Estos cinco capítulos que abarcan cuatro asuntos negativos nos muestran que todos
nosotros somos un montón de corrupción. El mundo entero, toda la humanidad, es un
montón de corrupción. Fuera de Cristo, no hay ningún lugar donde estar. Tenemos que
estar en Cristo. Sólo el Señor Jesús puede purificarnos. Únicamente Él es el factor que
purifica.
El título de este mensaje es: “Purificarse de los flujos del cuerpo del varón y de la
mujer”. Aquí cuerpo alude a nuestro ser, a nuestra constitución intrínseca. Por tanto,
los flujos de nuestro cuerpo son las secreciones que proceden de nuestro ser o de
nuestra constitución intrínseca.
274
I. EL FLUJO DEL CUERPO DEL VARÓN
A. Un varón es inmundo a causa de su flujo
“Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cuando cualquier varón tenga flujo de su
cuerpo, su flujo es inmundo” (v. 2). Esto significa que todo lo que procede del cuerpo
del varón, sea o no conforme a la ley del cuerpo físico, es inmundo. Todo tipo de flujo
es inmundo.
Si queremos estar limpios, con lo cual tendremos un lugar limpio donde estar, debemos
llegar a nuestro fin. Debemos tomar la cruz de Cristo a fin de morir. De este modo,
llegaremos al anochecer de nuestro viejo ciclo, al anochecer de la vieja creación.
Entonces, por medio de la cruz y después de experimentar la cruz, tendremos un nuevo
día; estaremos en resurrección.
275
Necesitamos que la cruz de Cristo ponga fin a nuestra vieja vida, y necesitamos que la
resurrección de Cristo nos dé un nuevo comienzo. Además de esto, necesitamos el agua
de vida, que es el Espíritu que lava y purifica. Necesitamos también la palabra, porque
el purificador Espíritu de vida está corporificado en la palabra. Cada vez que acudimos
a la palabra en nuestro espíritu, tocamos el elemento en la palabra que nos lava.
Después de tocar en la palabra ese elemento que nos lava, dicho elemento seguirá
purificando nuestro ser durante todo el día. Por consiguiente, necesitamos la cruz de
Cristo, la resurrección de Cristo y el Espíritu Santo como agua de vida que está en la
palabra de Dios. Ahora debemos acudir a la palabra valiéndonos de nuestro espíritu.
Como resultado de ello, eliminaremos todo aquello que haya sido influenciado por
nuestra vida natural.
Después de la caída nosotros, los seres humanos, nos volvimos seres muy complicados.
Por una parte, somos personas creadas por Dios; por otra, llegamos a ser personas
caídas y corruptas. Como personas caídas y corruptas, debemos ser quebrantados. Eso
está representado por el hecho de que el vaso de barro es quebrado. No obstante, como
personas creadas por Dios, no necesitamos ser quebrantados, pero sí necesitamos ser
lavados con el Espíritu, con la vida divina y con la Palabra santa. Esto está representado
por el hecho de que el vaso de madera era enjuagado con agua. Día tras día debemos
llevar una vida en la que continuamente somos enjuagados con el Espíritu, la vida
divina y la Palabra santa.
276
H. La purificación del hombre que tiene flujo
1. Cuenta siete días para su purificación,
entonces lava sus vestidos
y baña su cuerpo en aguas corrientes
“Cuando el que tiene flujo se haya limpiado de su flujo, contará siete días para su
purificación; entonces lavará sus vestidos, bañará su cuerpo en aguas corrientes y
quedará limpio” (v. 13). Esto significa que debemos tomar medidas con respecto a
nuestra vida natural al grado de que ésta sea aniquilada por completo y que nosotros
debemos ser purificados con la palabra de Dios en Su Espíritu.
Aquí Cristo es tipificado por las dos tórtolas o los dos palominos. Una de estas aves era
ofrecida como ofrenda por el pecado, y la otra era ofrecida como holocausto. La función
de Cristo como ofrenda por el pecado es poner fin a nuestra naturaleza pecaminosa, y
la función de Cristo como holocausto consiste en ser nuestra vida para que vivamos
absolutamente entregados a Dios. Necesitamos experimentar a Cristo de estas dos
maneras, en estos dos aspectos. Sólo Cristo puede satisfacer nuestra necesidad.
Mediante Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestro holocausto, es
resuelto el problema referente a nuestros flujos.
277
III. LOS HIJOS DE ISRAEL SE MANTIENEN
SEPARADOS DE SU INMUNDICIA PARA QUE NO MUERAN
POR HABER CONTAMINADO EL TABERNÁCULO DE DIOS
“Así mantendréis a los hijos de Israel separados de su inmundicia, para que no mueran
en su inmundicia por haber contaminado Mi tabernáculo que está entre ellos” (v. 31).
Esto significa que cuando la persona contaminada con lo que procede de su vida
natural aún no se ha apartado de dicha inmundicia, sino que toca a la iglesia, esa
persona sufrirá muerte (principalmente muerte espiritual).
El versículo 31 muestra que los flujos humanos afectan la morada de Dios. Si aún
tenemos flujos, contaminaremos la morada de Dios. En tipología, esto significa que si
todavía tenemos la contaminación que proviene de la vida natural, contaminaremos la
vida de iglesia. Por causa de la vida de iglesia, debemos permitir que la cruz de Cristo,
la resurrección de Cristo, el Espíritu con la vida divina y el contacto que tenemos con
la Palabra santa mediante nuestro espíritu pongan fin a nuestra vida natural. De este
modo seremos resguardados de la contaminación de los flujos humanos naturales.
Aunque el flujo del hombre no es tan grave como la lepra, sus efectos son más serios
que los de la lepra. Por experiencia sabemos que aunque podamos parecer perfectos y
completos, y no hagamos nada malo, seguimos teniendo flujos, cosas que proceden de
la vida natural, tanto en nuestra vida familiar como en nuestra vida de iglesia. Debemos
percatarnos de que todo cuanto procede de nuestro ser natural es inmundicia, y esta
inmundicia es contagiosa, pues contamina toda persona, cosa o lugar con la que entra
en contacto. Ésta es la razón por la cual los efectos de nuestros flujos son aún más serios
que los de la lepra.
Tal vez nos resulte bastante fácil apartarnos de la lepra, pero no es fácil apartarnos de
los efectos de los flujos humanos. Para ser contaminados, no es necesario hacer nada
externamente. Basta con estar vivos, y tendremos flujos inmundos. Lo que fluya de
nuestro ser nos hará inmundos.
Este asunto de nuestros flujos nos debería llevar a perder la alta estima que tenemos
de nosotros mismos. No obstante, cada uno tiene alta estima de sí mismo. Quizás
consideremos que tenemos la razón y que todos los demás están equivocados. Quizás
pensemos que somos excelentes y nos aferremos a nuestro prestigio. Con todo, hay
algo respecto a nosotros que no es digno de estima, a saber, nuestro flujo natural.
Aparentemente no tenemos problemas; sin embargo, seguimos siendo contaminados
por los flujos inmundos de nuestra vida natural.
278
permanecer en la muerte, en la resurrección, en el Espíritu, en la vida y en la palabra
de Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y SEIS
LA EXPIACIÓN
(1)
Lectura bíblica: Lv. 16:1-16; He. 10:1-4
En este mensaje llegamos al asunto de la expiación. La expiación es un término
teológico que presenta muchas dificultades. La definición dada en la mayoría de los
diccionarios no concuerda con el significado de la palabra hebrea. La palabra hebrea
traducida “expiación” en Levítico 16 significa “cubrir”; tiene la misma raíz que la
palabra usada para denotar la cubierta del Arca. En el Arca, el lugar donde Dios se
reunía con Su pueblo y donde el pueblo se reunía con Dios, estaban las dos tablas de
los Diez Mandamientos. Esto significa que las tablas de los Diez Mandamientos
estaban delante de Dios y delante de todo el que venía a reunirse con Dios. Los Diez
Mandamientos sacaban a luz todos los pecados cometidos por aquel que se acercaba a
Dios.
Existe un problema entre Dios y aquellos que se acercan a Él. El problema no radica en
Dios, por cuanto Él ama a Su pueblo y desea reunirse con ellos; más bien, el problema
estriba en que Su pueblo ha cometido pecados, pues ha hecho muchas cosas contrarias
a Sus mandamientos.
Los Diez Mandamientos nos presentan un retrato de lo que Dios es. Dios es amor y luz,
y Él es santo y justo. Estas cuatro palabras —amor, luz, santo y justo— describen la
clase de Dios que Él es. Dios está lleno de amor y luz, y Él es justo y santo. Por tanto,
Él nos dio los Diez Mandamientos para mostrarnos que Él es tal Dios.
Las tablas de los Diez Mandamientos estaban enfrente del que se acercaba a Dios y
ponían de manifiesto que él era un pecador. Por tanto, entre Dios y aquel que se
acercaba a Él existía el problema del pecado y de los pecados. ¿Cómo podía una persona
pecaminosa acercarse a Dios y conversar con Él, quien es amor y luz y quien es justo y
santo? Este problema tenía que ser resuelto; de lo contrario, persistiría un obstáculo,
un estorbo, entre Dios y aquel que se acercara a Él.
Hemos visto que somos inmundos por nacimiento y que estamos rodeados de personas
inmundas. Por esta razón, el problema no sólo tiene que ver con nuestro nacimiento,
sino también con el contacto que tenemos con otras personas. Este contacto nos puede
contaminar muy fácilmente. Además, según nuestra condición, somos totalmente
leprosos; de hecho, somos la lepra en su totalidad. Más aún, todo lo que procede de
nosotros en forma de flujo es inmundo, contagioso y contaminante. ¿Cómo podría una
persona así acercarse a Dios, quien es limpio, santo y justo, y conversar con Él? Esto es
imposible. Dios ama al hombre, pero el hombre se encuentra en una condición
279
lamentable. Esta condición, pues, revela lo que necesitamos. Necesitamos expiación,
propiciación.
No tenemos que rogarle a Dios que nos perdone. Él está dispuesto a perdonarnos una
vez que tenga una base para hacerlo. Puesto que Dios es justo, Su perdón requiere que
Él tenga una base para perdonarnos. Supongamos que dijéramos: “Dios, yo sé que me
amas. Te ruego que me perdones”. Si dijéramos esto, Dios nos contestaría: “Sí, te amo.
No es necesario que me ruegues que te perdone. Pero, ¿qué de los Diez Mandamientos?
Pondré una cubierta sobre ellos por causa de ti. Entonces quedará apaciguada tu
situación”. ¡Qué maravilloso es que mediante la propiciación, haya sido apaciguada
nuestra situación con Dios!
Al predicar el evangelio, algunos han dicho que Dios está enojado con nosotros, pero
que Jesús, nuestro Amigo, le pide a Dios que le conceda el favor de perdonarnos. Según
esta clase de predicación del evangelio, Dios le concede al Señor la petición y nos
perdona. Esta manera de predicar el evangelio es completamente errónea porque
describe a Dios de una manera totalmente equivocada.
Juan 3:16 dice: “De tal manera amó Dios al mundo”. Aquí mundo denota la humanidad
caída. Aunque la humanidad está en una condición caída, Dios la sigue amando. No
debemos pensar que Él está enojado con nosotros. En lugar de estar enojado con
nosotros, Él nos ama. Él nos amó a tal grado que en la eternidad pasada preparó el
camino para primeramente cubrir nuestros pecados, y después quitarlos. En el Antiguo
Testamento, la economía de Dios consistía en cubrir los pecados del hombre; en el
Nuevo Testamento, la economía de Dios consiste en quitar los pecados del hombre.
Aunque en la época del Antiguo Testamento no se quitaban los pecados del hombre,
Dios proporcionó algo que cubría los Diez Mandamientos a fin de apaciguar la
situación del hombre caído. Por encima de la cubierta del Arca se encontraban dos
querubines que velaban sobre los Diez Mandamientos. En tipología, los querubines
representan la gloria de Dios. Así que, el que los querubines velaran sobre los Diez
Mandamientos significa que era la gloria de Dios la que velaba sobre ellos. La gloria de
Dios velaba sobre los Diez Mandamientos y estaba a la expectativa de ver lo que el Dios
santo y justo haría con el pecador que se acercara. Una cubierta fue puesta para cubrir
280
los Diez Mandamientos a fin de que la gloria de Dios no pudiera ver dichos
mandamientos, sino únicamente la cubierta. Esto mismo sucede con Dios: Él ve
únicamente la cubierta; Él no ve los Diez Mandamientos. En Levítico 16:2, 13-15, a esta
cubierta se le llamaba la cubierta expiatoria. Por tanto, en el Antiguo Testamento la
expiación, según el hebreo, consistía en cubrir.
La versión King James usa la expresión mercy seat (asiento de misericordia) para
traducir la palabra hebrea que significa “cubierta expiatoria” (Lv. 16:2),
y atonement para traducir la palabra que significa “expiación”. Muchos teólogos usan
las palabras expiación (un asunto que pertenece al Antiguo Testamento) y redención
(un asunto que pertenece al Nuevo Testamento) de manera intercambiable. Además,
en algunos himnos se usa la palabra expiación cuando debiera usarse la palabra
redención. No obstante, lo que encontramos en el Nuevo Testamento no es expiación,
sino redención.
Expiar significa restablecer la unidad entre dos partidos. Hacer expiación equivale a
hacer que dos partidos lleguen a ser uno, es decir, que la unidad entre ellos sea
restablecida. En el Antiguo Testamento, este acto de restablecer la unidad equivale a
la propiciación. En nuestra versión de Levítico usamos la palabra expiación.
281
efectuado. Para ello, era necesario que el Señor Jesús viniera a morir en la cruz por
nuestra redención.
Hebreos 10:5-9 es una cita de Salmos 40:6-8, la cual es una profecía acerca de Cristo.
Hebreos 10:5 dice: “Por lo cual, entrando en el mundo, dice: ‘Sacrificio y ofrenda no
quisiste; mas me preparaste cuerpo’”. A Cristo le fue preparado un cuerpo para que Él
fuese la verdadera ofrenda, no para cubrir el pecado y los pecados, sino para quitar el
pecado en su totalidad. Esto fue lo que hizo el Señor Jesús cuando murió en la cruz. En
la cruz, Él quitó el pecado para efectuar la plena redención. Ahora lo que encontramos
en el Nuevo Testamento no es el mero hecho de cubrir los pecados para apaciguar la
situación, sino una redención plena y completa que resuelve el problema del pecado en
su totalidad.
Los diez primeros capítulos de Levítico abarcan las ofrendas y el sacerdocio. Luego, los
capítulos del 11 al 15 son muy negativos, mostrándonos lo que somos, dónde estamos,
cuál es nuestra condición y lo que procede de nosotros. Estos capítulos ponen al
descubierto totalmente nuestra condición. Estos capítulos no son solamente un espejo,
sino rayos X que ponen en evidencia plenamente lo que somos. Ahora sabemos lo que
somos, dónde estamos y cuál es nuestra condición. Además, sabemos que lo que
procede de nuestro ser natural es inmundo. Junto con Pablo podemos decir: “Yo sé que
en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Ro. 7:18a). Nosotros somos el conjunto
total de la inmundicia, el conjunto total de la lepra. Por ser tales personas, necesitamos
una ofrenda por el pecado que solucione el problema fundamental del pecado. Además,
como pecadores que somos, no estamos absolutamente entregados a Dios, sino
completamente dados a nosotros mismos. Por tanto, necesitamos también un
holocausto.
Cristo es la ofrenda por el pecado y también el holocausto. Según Hebreos 10, Cristo
vino para hacer dos cosas: quitar nuestros pecados (vs. 10-12) y hacer la voluntad de
Dios (vs. 7, 9). Cristo vino para quitar nuestro pecado, para resolver el problema
fundamental del pecado; Él también vino para hacer la voluntad de Dios, puesto que
Él está total y absolutamente entregado a Dios. Cristo, por tanto, es la ofrenda por el
pecado y el holocausto.
El Antiguo Testamento no fue una época en la que los pecados fueron quitados, sino
en la que éstos fueron cubiertos. Lo que vemos en Levítico 16 es la acción de cubrir los
pecados. En cuanto a la expiación mencionada en este capítulo, se necesitan dos
ofrendas para cubrir los pecados: la ofrenda por el pecado y el holocausto. Para cubrir
282
nuestros pecados y, por ende, para apaciguar la situación conflictiva que tenemos con
Dios, necesitamos estas dos ofrendas.
En los capítulos del 11 al 15 se nos muestra un cuadro del hombre caído. Este cuadro
revela que el hombre es el conjunto total de la inmundicia, el conjunto total de la
rebelión, el conjunto total de la lepra. En tales condiciones, el hombre no puede entrar
en la presencia de Dios sin Cristo como su ofrenda por el pecado y su holocausto.
283
III. A FIN DE ENTRAR AL LUGAR SANTÍSIMO,
AARÓN SE VISTE CON LA TÚNICA SANTA DE LINO,
LOS CALZONCILLOS DE LINO
ESTÁN SOBRE SU CUERPO,
SE CIÑE EL CINTURÓN DE LINO
Y SE CUBRE CON EL TURBANTE DE LINO
“Se vestirá con la túnica santa de lino, los calzoncillos de lino estarán sobre su cuerpo,
se ceñirá el cinturón de lino y se cubrirá con el turbante de lino; éstas son las vestiduras
santas” (v. 4a). Esto significa que quien se acerca a Dios debe tomar a Cristo como su
justicia y santidad a fin de cubrir todo su ser y expresar a Cristo.
Todas las prendas de lino que Aarón vestía tipifican la justicia y santidad de Dios. La
justicia de Dios y Su santidad son Cristo mismo. Por tanto, el hecho de que Aarón se
pusiera estas prendas de lino tipifica el hecho de que hoy en día nosotros estamos
vestidos de Cristo. Cada vez que entremos en la presencia de Dios, debemos vestirnos
de Cristo como nuestra túnica, nuestros calzoncillos, nuestro cinturón y nuestro
turbante. Cristo, quien es la justicia y santidad de Dios, debe ser lo que nos cubre
totalmente. Una vez que Cristo cubra todo nuestro ser, le expresaremos. Por
consiguiente, necesitamos que Cristo sea no solamente nuestra ofrenda por el pecado
y nuestro holocausto, sino también nuestra cubierta.
La ofrenda por el pecado tiene que ver con un aspecto negativo, y el holocausto tiene
que ver con un aspecto positivo. En lo referente al aspecto negativo, se usaban machos
284
cabríos (cfr. Mt. 25:32-33, 41), y en lo referente al aspecto positivo, se usaba un
carnero. Nosotros, los santos que servimos, debemos experimentar a Cristo como
ofrenda por el pecado y como holocausto, no sólo por nuestro propio beneficio, sino
también por el bien de aquellos a quienes servimos. Primero, experimentamos a Cristo
como ofrenda por el pecado y como holocausto, y luego ministramos a los demás lo que
hemos experimentado para que ellos también experimenten lo mismo.
285
Dios y, por otro, mediante la eficacia de la cruz, envía el pecado de regreso a Satanás,
de quien vino el pecado al hombre.
Alabamos al Señor porque hemos sido salvos y porque nuestro pecado ya fue quitado.
Todos deberíamos regocijarnos por las palabras proclamadas por Juan el Bautista:
“¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). Antes que
Cristo viniera, el pecado era cubierto, pero no era quitado. Aunque el pecado
permanecía, éste estaba cubierto a los ojos de Dios, y el conflicto entre el hombre y
Dios era apaciguado. Como resultado, los santos del Antiguo Testamento podían tener
paz con Dios. Pero debido a que Cristo vino a morir en la cruz por nuestro pecado,
fueron quitados nuestros pecados así como los pecados de los santos del Antiguo
Testamento y enviados de regreso a Satanás. Tal es la eficacia de la cruz de Cristo.
Mediante Su cruz, el Señor Jesús tiene la posición y es apto —con poder, fuerza y
autoridad— para quitar el pecado de los redimidos y enviarlo de regreso a su fuente,
Satanás.
286
incienso cubra la cubierta expiatoria que está sobre el Testimonio, para que no muera”
(vs. 12-13). Esto significa que en Su resurrección, el Señor Jesús fue hecho fragancia
grata a fin de ser el medio y la protección que nos permite acercarnos a Dios con toda
confianza y ser aceptados por Él sin tener que morir. Éste es uno de los resultados
producidos mediante la muerte del Señor Jesús en la cruz por la cual se derramó sangre
y se efectuó la redención (muerte representada por las brasas de fuego del altar y el
incienso de especias finamente molidas).
Por una parte, en la redención que Dios efectúa, Cristo es las ofrendas para que seamos
redimidos del pecado y para que nuestros pecados sean quitados. Él es la ofrenda por
el pecado y el holocausto. Por otra parte, Cristo es el incienso aromático que hace
posible que seamos aceptados por Dios. El olor grato, la fragancia, del incienso se
produce con el fuego. Si el incienso no fuese quemado, no se produciría un olor grato.
El fuego con el cual se quemaba el incienso provenía del altar que estaba delante del
tabernáculo. A fin de que podamos ser redimidos, Cristo es las ofrendas que se ofrecen
sobre el altar en el atrio; y a fin de que podamos ser aceptados, Cristo es el incienso que
se quema sobre el altar del incienso, el altar de oro, en el Lugar Santo, con el fuego
procedente del altar del atrio. Esto significa que el hecho de que Él arda como incienso
para que seamos aceptados por Dios se basa en Su muerte en la cruz por nuestros
pecados.
Nosotros, como pecadores, éramos pecaminosos a los ojos de Dios. Además, de ningún
modo éramos aceptables delante de Él. De nosotros no procedía ninguna fragancia,
sino únicamente flujos inmundos. Así que, para ocuparse del aspecto negativo, Cristo
primero se convirtió en las ofrendas a fin de quitar nuestro pecado. Luego, para
ocuparse del aspecto positivo, Cristo —sobre la base de Su muerte en la cruz— se
convirtió en el incienso para que Dios nos aceptase.
En Levítico 16 vemos, por tanto, dos cuadros particulares de Cristo. Un cuadro nos
muestra a Cristo como nuestras ofrendas, las cuales quitan el pecado y lo envían de
regreso a Satanás. Esto resuelve el problema de nuestro pecado. No obstante, aún no
somos una fragancia para Dios. Por consiguiente, en el segundo cuadro vemos que
Cristo, con base en Su muerte, es quemado como fragancia para Dios a fin de que
seamos aceptados por Él.
Ahora entendemos por qué debemos acudir a Dios en Cristo. En Cristo no sólo implica
el hecho de no tener pecado, sino también el hecho de ser una fragancia. Esta fragancia
satisface a Dios. Cuando Él la huele, se siente contento y satisfecho. En Su resurrección,
Cristo es fragancia grata para Dios.
287
IX. AARÓN TOMA DE LA SANGRE DEL NOVILLO,
LA ROCÍA CON SU DEDO
POR ENCIMA DE LA CUBIERTA EXPIATORIA,
Y DE AQUELLA SANGRE ROCÍA SIETE VECES
DELANTE DE LA CUBIERTA EXPIATORIA
“Tomará luego de la sangre del novillo y la rociará con su dedo por encima de la
cubierta expiatoria hacia el oriente, y también de aquella sangre rociará con su dedo
siete veces delante de la cubierta expiatoria” (v. 14). Esto significa que la sangre
redentora de Cristo fue traída a la presencia de Dios a fin de satisfacer el justo
requerimiento de Dios para nuestra propiciación.
El Señor Jesús derramó Su sangre en la cruz. Luego, esta sangre fue llevada al Lugar
Santísimo en los cielos y fue rociada sobre el propiciatorio y también delante de Dios.
De esta manera, Cristo efectuó una redención completa por nosotros. En las palabras
de Hebreos 9:12, Él obtuvo así “eterna redención”. Aquí la palabra eterna significa
absolutamente completa, no sólo en cuanto a cantidad sino también en cuanto a
tiempo. Esta redención también es completa en su eficacia. Por tanto, es eterna en
cuanto a tiempo, cantidad y eficacia.
288
Tienda de Reunión, la cual mora con ellos en medio de sus inmundicias” (v. 16). Esto
significa que si bien fuimos redimidos y lavados con la sangre de Cristo, todavía
estamos en la vieja creación y todavía vivimos en inmundicia. Es por ello que, en
nuestra adoración a Dios, todavía tenemos conciencia de pecado y, por ende, tenemos
necesidad de la propiciación que efectúa la sangre de Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y SIETE
LA EXPIACIÓN
(2)
Lectura bíblica: Lv. 16:17-34
En este mensaje seguiremos considerando los detalles relacionados con la expiación
presentada en Levítico 16.
289
XIII. DESPUÉS DE HACER EXPIACIÓN POR SÍ MISMO,
POR TODA SU CASA
Y POR TODA LA CONGREGACIÓN DE ISRAEL,
AARÓN SALE AL ALTAR Y HACE EXPIACIÓN POR ÉL
A. Toma parte de la sangre del novillo
y de la sangre del macho cabrío,
y la pone sobre los cuernos del altar
y alrededor de ellos
“Entonces saldrá al altar que está delante de Jehová y hará expiación por él, y tomará
parte de la sangre del novillo y de la sangre del macho cabrío, y la pondrá sobre los
cuernos del altar y alrededor de ellos” (v. 18). El novillo era ofrecido por Aarón y su
casa, y el macho cabrío era ofrecido por todo el pueblo de Israel. Los cuatro cuernos
apuntaban hacia los cuatro ángulos de la tierra. El hecho de que la sangre del novillo y
del macho cabrío fuera puesta sobre los cuernos del altar y alrededor de ellos significa
que la eficacia de la redención lograda en la cruz alcanza los cuatro ángulos de la tierra.
La sangre rociada sobre el altar tiene como finalidad nuestra paz, mientras que la
sangre rociada sobre la cubierta expiatoria tiene como finalidad satisfacer a Dios.
Primero, la sangre era rociada sobre la cubierta expiatoria detrás del velo. Esto es
hecho para que Dios lo vea; esto tiene como finalidad Su satisfacción. Después, la
sangre era rociada sobre el altar de las ofrendas, el cual estaba en el atrio. Esto es hecho
para que nosotros lo veamos; esto tiene como finalidad nuestra satisfacción. Por
consiguiente, Dios y nosotros estamos satisfechos por la sangre del Cristo redentor.
290
inmundicia, de la cual emanan cosas inmundas que contaminan a los demás y los
hacen impuros. Por medio de la cruz de Cristo, esta inmundicia fue eliminada y
quitada. Ahora hay un entorno limpio en el cual nosotros y Dios podemos disfrutarnos
mutuamente.
El Lugar Santísimo, el lugar más santo del universo, fue contaminado con la
inmundicia del pueblo redimido por Dios. Debido a que fue tocado por personas
inmundas, incluso el Lugar Santísimo necesitó expiación. Lo mismo se aplicaba a la
Tienda de Reunión y al altar. El hecho de que se hiciera expiación por todas estas cosas
indica que la ofrenda por el pecado no solamente es ofrecida para quitar la inmundicia,
sino también para que sea perfeccionada la santidad. Lo que Cristo efectuó en la cruz
no solamente es ofrecido para quitar nuestras inmundicias, sino también para que sea
perfeccionada la santidad de Dios, a la cual hemos sido introducidos. Ahora estamos
en esta santidad, disfrutando a Dios como nuestra santidad.
Antes de bañar su cuerpo, Aarón ofrecía la ofrenda por el pecado por sí mismo y por el
pueblo. Luego, después de bañarse, él iba al altar y ofrecía el holocausto por sí mismo
y también por el pueblo. Esto nos muestra que la ofrenda por el pecado tiene como
finalidad el holocausto, es decir, que la ofrenda por el pecado era presentada con miras
291
a ofrecer el holocausto. En otras palabras, la ofrenda por el pecado tiene un propósito:
conducirnos al holocausto. Esto significa que nosotros, los pecadores, fuimos
redimidos con el propósito de que llegáramos a ser la satisfacción de Dios. Fuimos
redimidos para que, al tomar a Cristo como nuestra vida y suministro de vida,
lleguemos a ser personas que, en Cristo, viven absolutamente entregadas a Dios. Por
tanto, como personas redimidas, ya no somos pecadores sino aquellos que viven
absolutamente entregados a la satisfacción de Dios. La redención completa que Cristo
efectuó no sólo implica que el pecado ha sido quitado, sino también que vivimos
absolutamente entregados a Dios. Éste es el propósito de la redención efectuada por
Cristo.
Si la redención de Cristo sólo quitara nuestro pecado pero no nos capacitara para vivir
absolutamente entregados a Dios, Su redención no sería completa. Alabamos al Señor
porque la redención efectuada por Cristo no sólo quitó nuestro pecado, sino también
porque por medio de ella Cristo nos hizo personas que, en Él como nuestro holocausto,
podemos vivir ahora absolutamente entregados a Dios. En esta redención completa,
Cristo es la ofrenda por el pecado y también el holocausto. Él es nuestra ofrenda por el
pecado para quitar nuestros pecados, y Él también es nuestro holocausto para hacernos
aquellos que viven absolutamente entregados a Dios. Al tomar a Cristo como nuestro
holocausto y vivir en Él por medio de Su vida y con Su suministro de vida, somos
hechos aptos y competentes para vivir absolutamente entregados a Dios.
En la escena descrita en Levítico 16 hay dos cosas que son gratas para Dios. En primer
lugar, el corazón de Cristo, el cual está volcado hacia Dios y cuya entrega a Dios es
absoluta, es grato para Dios; en segundo lugar, Cristo llega a ser el incienso que arde
en el altar del incienso con el fuego procedente del altar de las ofrendas, y este incienso
que arde llega a ser un olor grato para Dios. Ambas cosas son aceptables para Dios y
hacen que seamos aceptados por Él. Nosotros somos aceptados en Cristo, el incienso
que es quemado delante de Dios, y también en el corazón de Cristo, el cual es ofrecido
a Dios y dedicado a Él. Por consiguiente, con respecto a la ofrenda por el pecado vemos
dos cosas: Cristo como incienso que arde en el altar del incienso y el corazón de Cristo
representado por la grosura que arde sobre el altar de las ofrendas.
292
XVII. EL QUE SUELTA EL MACHO CABRÍO
DEJÁNDOLO IR A AZAZEL
LAVA SUS VESTIDOS, BAÑA SU CUERPO EN AGUA
Y DESPUÉS ENTRA EN EL CAMPAMENTO
“El que suelta el macho cabrío dejándolo ir a Azazel lavará sus vestidos, bañará su
cuerpo en agua y después podrá entrar en el campamento” (v. 26). Esto significa que
quien se contamina al tocar cualquier cosa relacionada con el pecado tiene que tomar
medidas con respecto a su vivir externo así como respecto a su propia persona.
Aquel que enviaba a Azazel el macho cabrío sobre el cual eran puestos los pecados del
pueblo, tenía contacto con el pecado y, por ende, era contaminado. Por esta razón,
debía bañar su cuerpo y lavar sus vestidos, es decir, debía tomar medidas en cuanto a
su vivir externo (representada por las vestiduras) y también en cuanto a su persona.
Esto indica que cada vez que nos contaminemos al tocar algo relacionado con el
pecado, debemos lavarnos, esto es, tomar medidas con respecto a nuestra conducta y
a nuestra persona.
Esto significa, en primer lugar, que en la cruz el Señor Jesús efectuó, una vez y para
siempre, la redención eterna y perfecta, y que en tal obra Sus siervos no tienen parte
alguna. Él solo efectuó una redención perfecta y eterna en la cruz, lo cual está
representado por el altar que estaba fuera del tabernáculo. Asimismo, Él entró solo
detrás del velo en el Lugar Santísimo. Nosotros, Sus siervos, no tuvimos nada que ver
con el cumplimiento de la redención.
293
denominaciones critican y se oponen a la posición que tomamos en las iglesias locales,
llevamos el vituperio del Señor.
294
Cristo logró. Estos bienes son revelados en Hebreos 9 y 10, dos capítulos que nos
proporcionan el contenido de este punto.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y OCHO
CUIDAR DEBIDAMENTE
DE LOS SACRIFICIOS Y LA SANGRE
Lectura bíblica: Lv. 17:1-16
En este mensaje consideraremos dos asuntos abarcados en Levítico 17 que son difíciles
de entender: cuidar debidamente de los sacrificios y cuidar debidamente de la sangre.
Si hemos de entender el capítulo 17, debemos ver que este capítulo es la continuación
del capítulo 16.
A fin de ver la conexión que existe entre Levítico 16 y 17, es preciso ver el orden
dispuesto en este libro. Levítico es un libro que trata sobre los que sirven a Dios, los
sacerdotes. En el libro anterior, en Éxodo, el tabernáculo fue erigido, el sacerdocio fue
establecido y, en cierta manera, se dispuso lo relacionado con las ofrendas. Al final de
Éxodo, el pueblo empezó a rendirle servicio a Dios. Después de Éxodo, se necesita un
libro que nos hable acerca de los servidores que participan en el servicio a Dios, los
sacerdotes, acerca de los detalles relacionados con todas las ofrendas y acerca de la
clase de vida y conducta que deben tener los sacerdotes. La vida de los sacerdotes debe
corresponder con lo que Dios es. Dios es santo, así que el vivir de los sacerdotes como
servidores de Dios también debe ser santo. Los sacerdotes deben ser santos así como
Dios es santo. Esto es indicado por la secuencia de los libros de Éxodo y Levítico.
Los primeros diez capítulos de Levítico nos muestran las ofrendas con el sacerdocio.
Los cinco capítulos subsiguientes nos muestran quiénes y qué son los servidores, cuál
es su origen, condición y situación y qué es lo que emana de ellos. Todas estas cosas
son negativas; sin embargo, el retrato negativo presentado en los capítulos del 11 al 15
constituye un fondo sobre el cual se nos presenta a Cristo como Aquel a quien
necesitamos.
El capítulo 16 nos presenta un tipo, una sombra, de la obra redentora de Dios, la cual,
cuando se escribió este libro, aún estaba por venir. Según el concepto de Dios y
conforme a Su economía divina, era necesaria la redención. Debido a que el tiempo del
Antiguo Testamento no era el tiempo designado para que se efectuara tal redención, se
hizo necesario un tipo, una sombra, de la redención venidera. Esta sombra es la
expiación descrita en Levítico 16. En esta expiación se incluyen cuatro de las cinco
ofrendas básicas presentadas en los capítulos del 1 al 7: el holocausto, la ofrenda de
295
harina, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. La única ofrenda
que no se incluía todavía era la ofrenda de paz. Más adelante, particularmente en el
capítulo 19, veremos que el pueblo por el cual se hizo expiación disfrutó la ofrenda de
paz. Así pues, en el capítulo 16 la expiación es aplicada plenamente; no obstante, el
resultado de las cuatro ofrendas —la ofrenda de paz— todavía no es aplicado.
Al final del capítulo 16, todo es maravilloso. En la tipología, este capítulo nos muestra
que se ha hecho propiciación por nosotros y que ahora podemos disfrutar a Cristo como
holocausto y alimentarnos de Él como ofrenda de harina. Además, hemos salido del
campamento para seguirle a Él —Aquel que sufrió— llevando Su vituperio. ¿Qué más
podríamos necesitar? Pareciera que no necesitamos nada más. Empleando los
términos neotestamentarios, fuimos redimidos y, hasta cierto punto, reemplazados.
Ahora vivimos a Cristo en calidad de vida que se entrega absolutamente a Dios, lo
disfrutamos como nuestro diario suministro de vida y le seguimos fuera del
campamento, llevando Su vituperio y viviendo una vida piadosa. En lo que se refiere a
nosotros, todo está bien; no obstante la situación que nos rodea sigue siendo compleja.
Es por esa razón que necesitamos el capítulo 17.
296
En la Biblia, la sangre hace referencia a la obra redentora de Cristo. Mientras que los
sacrificios hacen referencia a la persona de Cristo, la sangre hace referencia a la obra
de Cristo. Nuestra fe neotestamentaria, la fe única, se basa en la persona y obra de
Cristo. Cuando tenemos la persona y obra de Cristo, tenemos la fe cristiana. Nosotros
creemos en Cristo, y creemos también en Su obra. Ésta es nuestra fe, la cual es
conforme a la enseñanza del Nuevo Testamento y conforme a la economía eterna de
Dios.
Como creyentes en Cristo, valoramos mucho los dos elementos que constituyen la fe
en la cual creemos. Valoramos la persona de Cristo y valoramos la obra redentora de
Cristo. En Levítico 17, la persona de Cristo es tipificada por los sacrificios, y la obra de
Cristo es tipificada por la sangre. Debemos cuidar debidamente de los sacrificios y la
sangre, es decir, debemos cuidar debidamente de la persona de Cristo y Su obra
redentora.
Con respecto al tema de aplicar a Cristo en la iglesia, les pido que consideren por qué
no tenemos un nombre que designe lo que somos como iglesia. Nosotros simplemente
somos la iglesia. A menudo nos vituperan porque no usamos un nombre para designar
la iglesia, como por ejemplo, Episcopal, Luterana, Metodista, Presbiteriana o Bautista.
Denominarnos de esa manera equivaldría a ofrecer sacrificios en cualquier lugar,
según nuestro gusto. Eso está tipificado en Levítico 17 por el ofrecimiento de los
sacrificios de una manera indebida.
Aplicar a Cristo de manera indebida equivale a aplicarlo sin seguir ningún tipo de
norma, restricción o limitación. Hoy en día a muchos les gusta adoptar nombres para
designar la iglesia. Pero designar la iglesia de esa manera es denominarla, y ello
equivale a aplicar indebidamente los sacrificios.
Hace muchos años conversé con algunos cristianos que criticaban nuestra posición en
cuanto a la iglesia. Me dijeron: “Ustedes son demasiado estrechos. Cristo es
omnipresente. Él está en todas partes. Él está presente en China, en Gran Bretaña, en
los Estados Unidos. Cristo está en cada iglesia: Luterana, Anglicana, Metodista,
297
Bautista o Presbiteriana”. A esto les contesté, diciendo: “Sí, es cierto que Cristo está en
todas partes. ¿Pero por qué le ponen tantos nombres? ¿Hay acaso un Cristo chino?,
¿un Cristo británico?, ¿un Cristo estadounidense? ¿Hay acaso un Cristo luterano o un
Cristo wesleyano?”. Contestar a estas preguntas con un “no” significaba perder el
argumento.
Ponerle a la iglesia otro nombre además del nombre de Cristo es abusar de Cristo.
Usemos el matrimonio como ejemplo. Una señora casada debe tener un solo marido y
un solo apellido. Supongamos que Mary Jones se casa con el señor Smith. Su nombre
llegaría a ser Mary Jones de Smith. Si además del apellido de su esposo ella se pusiera
el apellido de otro hombre, estaría usando indebidamente el nombre de su marido. De
hecho, ella se estaría prostituyendo. El principio es el mismo con respecto a abusar de
Cristo al aplicarlo fuera de la iglesia, es decir, al aplicarlo en cualquier lugar de nuestra
elección conforme a nuestra preferencia. Esta clase de abuso, esta manera de
prostituirse, es tipificada en Levítico 17, donde se usa de manera enfática la expresión
“se prostituyen” (v. 7).
Según Levítico 17, la adoración a Dios debe limitarse al lugar que Dios ha escogido.
Éste es el lugar donde Dios mora en la tierra. Cada sacrificio debe ser traído a ese lugar.
Esto significa que Cristo debe ser aplicado en la iglesia. Sin embargo, muchos obreros
cristianos de hoy no tienen este concepto; en vez de aplicar a Cristo en el lugar que Dios
escogió, aplican a Cristo en cualquier lugar. Hacer esto equivale a abusar de Cristo.
298
con Dios y con el hombre en mutua comunión y gozo, de la misma manera en que
disfrutamos a Cristo al partir el pan para hacer memoria de Él (1 Co. 10:16).
3. Ya no sacrificarán
sus sacrificios a los demonios en forma
de machos cabríos,
tras los cuales se prostituyen
“Ya no sacrificarán sus sacrificios a los demonios en forma de machos cabríos, tras los
cuales se prostituyen. Esto será para ellos estatuto perpetuo por todas sus
generaciones” (v. 7). Esto significa nunca más tener comunión con los demonios ni
cometer, así, fornicación espiritual (1 Co. 10:20-21).
Si somos estrechos al decir que la iglesia es el único lugar donde Cristo debe ser
aplicado, entonces Dios mismo es estrecho en cuanto a este asunto, pues nosotros
simplemente le seguimos. Únicamente el lugar que Dios ha escogido es el lugar
correcto. Él exige que los sacrificios sean ofrecidos únicamente en el lugar de Su
morada. Al respecto, tenemos que ser tan santos como Él y tan estrechos como Él. Dios
es nuestro modelo, y nosotros tenemos que seguirlo. De lo contrario, en lugar de ser
una virgen pura que ha de ser presentada a Cristo (2 Co. 11:2), nos comportaremos
como la gran ramera descrita en Apocalipsis 17. Levítico 17 indica que en lo referente a
299
los sacrificios, Dios es estrecho, y nosotros tenemos que ser como Él, aun cuando esto
nos cueste tener que llevar el vituperio del Señor (He. 13:13).
300
B. Cubrir con tierra
la sangre de un animal o ave cazados
“Cualquiera de los hijos de Israel o de los peregrinos que peregrinan entre ellos, que
cace un animal o un ave que sea de comer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra”
(v. 13). Esto significa que toda sangre que pudiera ser obtenida por los hombres pero
que no fuera la sangre del Señor Jesús, jamás podrá redimir al hombre de sus pecados,
por lo cual deberá ser enterrada, esto es, desechada, abandonada, rechazada. Nosotros
rechazamos las demás sangres; las “sepultamos”. La única sangre que aceptamos y
valoramos es la sangre de Jesús que fue derramada en la cruz como altar.
A lo largo de la historia, muchos héroes han derramado su sangre por otros. Pero esta
clase de sangre no puede redimirnos. Por consiguiente, debemos rechazarla.
Las religiones del mundo actual han sido formadas principalmente sobre la base de
una de las dos cosas tipificadas en Levítico 17:15a; se basan en alguien que se sacrificó
a sí mismo por el bien de otros, o en alguien que sufrió el martirio. En los Estados
Unidos existen diversas religiones que se basan en alguna persona. Formar una
religión sobre semejante base equivale a recibir una sangre diferente. Por ejemplo, los
que forman una religión basada en Buda, beben de la sangre de Buda. Asimismo, los
que basan su religión en Mahoma, beben de la sangre de Mahoma. Esto nos muestra
301
que las distintas creencias, las distintas religiones, se basan en distintas personas, o
sea, en distintas sangres.
Dios ha establecido que bebamos de una sola sangre, que recibamos una sola creencia.
La sangre única dispuesta por Dios es la sangre que Jesucristo derramó en la cruz. La
creencia única es creer en el Cristo que murió en la cruz por nosotros. Sin embargo, los
modernistas predican a un Cristo distinto del Cristo que murió en la cruz por nuestra
redención. Esto significa que tienen otra creencia. Además, hoy en día se ofrecen
sacrificios en todas partes, según las preferencias personales.
En el recobro del Señor ofrecemos a Cristo en el lugar que Dios escogió, pues estamos
firmes sobre el terreno único de la unidad del Cuerpo de Cristo en pro de la vida de
iglesia. No tenemos ninguna otra posición. No tomamos como base ninguna otra cosa
ni persona que no sea la unidad del Cuerpo de Cristo. Así, al reunirnos sobre este
terreno, el lugar que Dios escogió, aplicamos debidamente a Cristo. Esto es lo que
significa ofrecer los sacrificios, aplicar a Cristo, conforme a la elección de Dios.
302
El recobro del Señor consiste en cuidar debidamente de Cristo en Su persona y en Su
obra redentora. Hoy practicamos la vida de iglesia cuidando debidamente de Cristo en
estos dos aspectos. Cuidamos debidamente de Su persona única y de Su obra única. No
tenemos ninguna otra persona ni ninguna otra obra. Estamos aquí en pro de Cristo con
Su obra redentora.
Después de estudiar detenidamente este capítulo, siento plena paz de declarar que aquí
encontramos un tipo que nos muestra cómo debemos cuidar debidamente de Cristo en
Su persona y en Su obra redentora. Este tipo revela que debemos ofrecer a Cristo
únicamente en el lugar que Dios escogió y que sólo debemos creer en la obra redentora
de Cristo, y no en ninguna otra cosa que lo reemplace.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CUARENTA Y NUEVE
EL VIVIR SANTO DEL PUEBLO SANTO:
DESPOJARSE DE LA VIEJA VIDA
Y VESTIRSE DE LA NUEVA
Lectura bíblica: Lv. 18—20
El tema de este mensaje es “El vivir santo del pueblo santo: despojarse de la vieja vida
y vestirse de la nueva”. Este mensaje abarca los capítulos del 18 al 20. Esta extensa
sección de la Palabra corresponde a Efesios 4:17—5:14 en el Nuevo Testamento, donde
se le exhorta al pueblo santo de Dios a que, en cuanto a su pasada manera de vivir, se
despoje del viejo hombre y se vista del nuevo hombre, que fue creado según Dios en la
303
justicia y santidad de la realidad (Ef. 4:22, 24), a fin de llevar una vida que sea santa
como Dios lo es.
Leer Efesios 4:17—5:14 nos ayudará a entender Levítico 18—20, y leer esta sección de
Levítico nos ayudará a entender el pasaje de Efesios. Cuanto más leamos Efesios 4:17—
5:14, más entenderemos los capítulos del 18 al 20 de Levítico. Usando los términos del
Antiguo Testamento, el pueblo de Dios no debía vivir como los egipcios, entre los cuales
vivieron en un tiempo, ni como los cananeos. Ellos debían despojarse del viejo hombre
junto con la pasada manera de vivir y debían vestirse del nuevo hombre junto con la
nueva manera de vivir. Levítico 18:3 dice: “No haréis como hacen en la tierra de Egipto,
en la cual morasteis; y no haréis como hacen en la tierra de Canaán, adonde Yo os llevo,
ni andaréis en sus estatutos”. Aquí vemos que los israelitas debían llevar una nueva
vida, una vida no a la manera de los egipcios, entre quienes alguna vez vivieron, ni a la
manera de los cananeos, a cuya tierra serían llevados, sino a la manera del pueblo santo
de Dios. Despojarse del vivir de los egipcios y de los cananeos equivalía a despojarse
del viejo hombre, y llevar una vida conforme a la santidad de Dios equivalía a vestirse
del nuevo hombre.
Muchos de los que leen la Biblia, e incluso algunos traductores de la misma, no saben
cuál es la diferencia entre los estatutos y las ordenanzas, y los consideran sinónimos.
En realidad, existe una importante diferencia entre una ordenanza y un estatuto. Una
ordenanza es un estatuto al que se le ha añadido un juicio. Sin embargo, un estatuto,
un precepto, que no incluye ningún juicio es simplemente un estatuto. En Levítico 18—
20 encontramos preceptos que no contienen juicios; estos preceptos no nos explican
cómo juzgar un caso determinado. Por tanto, estos preceptos son estatutos. Otros
preceptos incluyen juicios y, por ende, deben ser considerados ordenanzas y no
simplemente estatutos.
304
este mensaje abordaré únicamente algunos asuntos, que son bastante peculiares y de
los cuales no se habla en ninguna otra parte.
Hemos visto que la expiación descrita en Levítico 16 abarcaba cuatro de las cinco
ofrendas básicas: la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, el
holocausto y la ofrenda de harina. El resultado de estas ofrendas es la ofrenda de paz.
305
Esto significa que las cuatro ofrendas tienen un resultado, y este resultado es que
disfrutamos de paz con Dios y con el pueblo de Dios. Ésta es la ofrenda de paz.
Los capítulos del 18 al 20 no abordan la expiación, sino el vivir santo del pueblo santo
de Dios. En esta clase de vivir es importante que experimentemos comunión, mutua
participación, mutuo disfrute, en paz. Esto lo representa plenamente la ofrenda de paz.
Por medio de las cuatro ofrendas mencionadas en Levítico 16, se hace propiciación por
nuestra situación negativa. Así que, con respecto al vivir santo presentado en Levítico
18—20, es necesario ocuparnos de disfrutar a Cristo como nuestra ofrenda de paz.
A. El sacrificio es comido
el día que lo sacrifican, o el próximo día,
pero lo que queda para el tercer día
es quemado en el fuego
“Será comido el día que lo sacrifiquéis, o el próximo día, pero lo que quede para el
tercer día será quemado en el fuego” (19:6). Esto significa que la comunión que los
santos tienen unos con otros y con Dios debe mantenerse fresca. El disfrute que
tenemos de Cristo como ofrenda de paz con miras a nuestra comunión con Dios y unos
con otros, debe mantenerse fresco.
En la mesa del Señor no debemos tener ninguna práctica que sea carente de frescura.
No debemos llegar a la mesa del Señor trayendo algo carente de frescura, sino
presentarnos con algo nuevo. Para ello, es necesario experimentar un nuevo
arrepentimiento, algo nuevo que le hayamos confesado al Señor, y algo nuevo en lo
cual hayamos sido quebrantados y tocados por Él. En otras palabras, necesitamos un
nuevo lavamiento, un nuevo baño en la Palabra o en el Espíritu, a fin de recordar al
Señor con frescura. Cuando disfrutemos al Señor con frescura, Él también
experimentará un disfrute fresco debido a nuestro fresco disfrute.
306
C. Cualquiera que coma un sacrificio
que sea carente de frescura
lleva su propia iniquidad,
porque ha profanado lo que es santo para Jehová;
tal persona es cortada de entre su pueblo
“Y cualquiera que lo coma llevará su propia iniquidad, porque ha profanado lo que es
santo para Jehová; tal persona será cortada de entre su pueblo” (19:8). Esto significa
que quien participe en esta clase de comunión carente de frescura es culpable de haber
menospreciado las cosas santas de Dios y no tendrá parte en la comunión con el pueblo
de Dios.
307
Antiguo Testamento. Además, muchos de los formalismos y rituales del catolicismo
provienen del Antiguo Testamento. En el pentecostalismo se practica mucho el
profetizar al estilo del Antiguo Testamento, en el que la persona a menudo declara:
“Así dice el Señor...”. Según esta manera de hablar se cita el Antiguo Testamento,
especialmente Salmos e Isaías, mucho más a menudo que libros del Nuevo Testamento
tales como Efesios y Romanos. Dudo que alguien que está en el pentecostalismo hable
como lo hizo Pablo en 1 Corintios 7. Primero Pablo declaró: “No tengo mandamiento
del Señor; mas doy mi parecer, como uno a quien el Señor ha concedido misericordia
para ser fiel” (v. 25). Luego, después de dar su opinión, Pablo concluye diciendo:
“Pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios” (v. 40b). Pablo habló de una manera
muy distinta a la de aquellos que están en el pentecostalismo, quienes pretenden ser
profetas del Antiguo Testamento y cuyas palabras son una mixtura del Nuevo
Testamento con cosas del Antiguo Testamento.
Este asunto de que la tierra vomita a sus moradores tiene muchas implicaciones. Esto
implica que la tierra es el suministro que sustenta la existencia del pueblo de Dios y la
vida que éste lleva, y es, además, el suministro disfrutado por dicho pueblo. Si el pueblo
se conducía apropiadamente con relación a la tierra, la tierra permitiría que la
disfrutasen; de lo contrario, la tierra los vomitaría, los expulsaría. Esto indica que si no
tenemos una relación apropiada con Cristo, quien es la buena tierra, Él nos vomitará y
no permitirá que le disfrutemos más.
Las ordenanzas y los estatutos de Levítico 18—20 abarcan muchos otros asuntos.
Primero, se nos prohíbe tener relación alguna con los demonios, los ídolos, el
espiritismo y la brujería (19:4, 26; 20:2, 6, 27). Estas ordenanzas y estatutos abordan
también aspectos humanos e incluyen cosas tales como honrar a nuestra madre y
nuestro padre (19:3a; 20:9), respetar a las personas de edad (19:32), no maltratar al
peregrino sino amarlo (vs. 33-34), tener balanzas y pesas justas (vs. 35-36), no engañar
ni obrar falsamente (v. 11), no oprimir al prójimo (v. 13), no maldecir al sordo ni al
ciego (v. 14), no cometer injusticia en el juicio (v. 15), no andar como calumniador (v.
16) y no odiar a nuestro hermano en nuestro corazón (v. 17). Lo más crucial es que no
debemos cometer ninguna clase de incesto. El incesto es lo que más destruye la
humanidad, y estos capítulos dedican una extensa sección para hablar de ello con
detalle. Al respecto debemos ser puros.
308
Los capítulos del 18 al 20 de Levítico nos muestran una norma de moralidad muy
elevada. Debemos llevar una vida humana elevada, una vida humana que sea conforme
a la imagen de Dios. Dios es santo y justo, y Él es amor y luz. Nosotros, por tanto,
debemos llevar una vida que esté llena de luz. Si queremos servir a Dios, debemos llevar
una vida santa con la norma más elevada de moralidad y ética. Si bien servimos a Dios,
debemos llevar una vida humana apropiada con relación a todos los que nos rodean,
no sólo con nuestros parientes y vecinos, sino también con los peregrinos. Debemos
tratar a todas las personas apropiadamente. Esto es lo que Dios requiere, porque Él es
justo, santo, amoroso y lleno de luz.
No debemos pensar que en el recobro del Señor únicamente nos interesa Cristo, el
Espíritu, la vida y la iglesia, y no la ética ni la moralidad. En efecto, debido a las
deficiencias del cristianismo, hemos hecho hincapié en Cristo, el Espíritu, la vida y la
iglesia; no obstante, esto definitivamente no significa que no nos interese la norma más
elevada de ética y de moralidad. En el Estudio-vida de Lucas presenté la norma
elevada de la humanidad del Señor, la cual es el modelo, el patrón, que debemos tomar
y seguir. Si hemos de llevar una vida que concuerde con el servicio que rendimos a
Dios, debemos llevar una vida que refleje una elevada norma de humanidad. Esta
elevada norma de humanidad es estricta, justa, franca, resplandeciente y amorosa.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA
EL VIVIR SANTO REQUERIDO
PARA EL SACERDOCIO
Y
SER DESCALIFICADO DE EJERCER
EL SACERDOCIO
Lectura bíblica: Lv. 21:1-24
Valoro muchísimo la secuencia que se sigue en el libro de Levítico. En los capítulos del
11 al 15 se pone al descubierto nuestra condición. Luego, en el capítulo 16 se nos
presenta la expiación. En el capítulo 17 se nos habla de valorar la persona de Cristo y
Su obra redentora. Después de esto, los capítulos del 18 al 20 tratan sobre el vivir santo
del pueblo santo de Dios. Esto nos trae a Levítico 21, donde se aborda el tema del vivir
santo requerido para el sacerdocio.
Es crucial que nos demos cuenta de que cada miembro del pueblo de Dios debe ser un
sacerdote. Todos los que conforman el pueblo de Dios, y no meramente un grupo entre
ellos, deben ser sacerdotes. El vivir santo del pueblo santo tiene como finalidad el
sacerdocio. Después de haber abarcado este vivir santo tal como se revela en los
capítulos del 18 al 20, debemos ver ahora que este vivir santo tiene como finalidad el
sacerdocio.
Levítico 21 consta de dos secciones. La primera sección, que incluye los versículos del
2 al 15, trata sobre el vivir santo requerido para el sacerdocio. La segunda sección, que
incluye los versículos del 16 al 24, trata sobre lo que nos descalifica de ejercer el
309
sacerdocio. Aunque la regeneración nos introduce en el sacerdocio santo, podríamos
ser descalificados de ejercer el sacerdocio en algunos aspectos, incluso en muchos
aspectos.
Nosotros, como pueblo santo, estamos destinados para el sacerdocio santo de Dios, y
como tales, debemos tener cuidado de no tocar nada que nos contamine o profane.
Profanarse es hacerse común, hacerse mundano, hacerse semejante a aquellos que
están en muerte. Nosotros fuimos santificados, fuimos hechos santos, y no debemos
profanarnos.
B. No raparse la cabeza,
ni rasurarse los bordes de su barba
ni hacerse incisiones en su carne
“Las sacerdotes no se raparán la cabeza, ni se rasurarán los bordes de su barba, ni en
su carne se harán incisiones” (v. 5). Esto significa que debemos aceptar lo dispuesto
por Dios para nosotros y sujetarnos a Su autoridad, sin hacer cambio alguno, ni hacer
demostración o actuación alguna fruto de nuestra propia labor, sino permanecer en
nuestro estado natural. Cuanto más naturales seamos en este sentido, mejor.
Raparse la cabeza indica que no nos sujetamos a Dios, nuestra Cabeza, que no
aceptamos a Su autoridad sobre nosotros. Por consiguiente, no debemos raparnos la
cabeza.
Rasurarse los bordes de la barba o hacerse incisiones en la carne indica que mediante
la labor humana procuramos alterar nuestro cuerpo, el cual fue diseñado y creado por
Dios. En cierto sentido, cambiarnos de esta manera equivale a contaminarnos. Por
consiguiente, en lugar de hacer esos cambios, debemos permanecer en nuestro estado
natural.
310
C. Ser santos para Dios
y no profanar el nombre de Dios,
porque presentan las ofrendas
de Jehová por fuego, el alimento de Dios
Levítico 21:6 dice: “Santos serán para su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios,
porque presentan las ofrendas de Jehová por fuego, el alimento de su Dios; por tanto,
serán santos”. El versículo 8 añade: “Le santificarás, por tanto, porque presenta el
alimento de tu Dios. Santo será para ti, porque santo soy Yo, Jehová, que os santifico”.
Esto significa que quienes ministramos Cristo a Dios, Su alimento para Su disfrute,
debemos separarnos a fin de ser santos para Dios.
Como sacerdotes de Dios, nosotros somos en realidad los “cocineros” de Dios. El hecho
de que ofrezcamos Cristo a Dios significa que nosotros “cocinamos” a Cristo como
alimento para la satisfacción de Dios. Nosotros necesitamos comer, y Dios también
necesita comer. Nosotros comemos lo que Él cocina para nosotros, y Él come lo que
nosotros le cocinamos. Como cocineros de Dios, debemos ser un pueblo santo, un
pueblo incontaminado, a fin de no profanar el nombre de nuestro Dios santo.
F. Consagrados
para llevar las vestiduras
del sacerdocio
El versículo 10b habla del sacerdote “quien ha sido consagrado para llevar las
vestiduras”. Esto significa que debemos llevar una vida que haga honor a nuestro
servicio sacerdotal.
Aquí la palabra consagrado significa “investido”. En Éxodo 29 vemos que cuando los
sacerdotes fueron investidos, se les vistió con las vestiduras sacerdotales y, a partir de
entonces, ellos llevaron puestas las vestiduras de su consagración. Las vestiduras
representan nuestro vivir, nuestra conducta. Hoy en día para nosotros, los sacerdotes
311
de Dios, llevar puestas las vestiduras de consagración significa llevar una vida que haga
honor a nuestro sacerdocio.
G. No dejar suelta
su cabellera
Según el versículo 10c, el sacerdote no debía dejar suelta su cabellera. Esto significa
que nuestras acciones no deben reflejar desobediencia, desenfreno o indisciplina
alguna. Según el lenguaje de la tipología, debemos mantenernos bien peinados y
mostrar así que nos sujetamos a la autoridad divina, que nos sujetamos a nuestro Dios
en Su autoridad. Más aún, debemos restringirnos en nuestro andar, sobre todo en lo
que hablamos. No está bien hablar con ligereza, sin restricción alguna. Uno que anda
en la santidad de Dios es continuamente regulado por la presencia de Dios; por tanto,
anda ordenadamente en su vida diaria. En todo lo que hagamos y digamos, debemos
conducirnos en buen orden.
Estos versículos indican que cuanto más elevado sea nuestro sacerdocio, más
requisitos habrá que cumplir. Los sacerdotes podían encargarse de su padre y su madre
cuando éstos morían, pero al sumo sacerdote no se le permitía contaminarse ni
siquiera con la muerte de su padre o de su madre. Él tenía que permanecer en el
sacerdocio como sumo sacerdote por causa del santuario y debido a que el aceite de la
unción estaba sobre él. Él tenía que permanecer apartado y consagrado a Dios por
causa del sacerdocio santo de Dios. Hoy en día nosotros, al ejercer el sacerdocio más
elevado, también debemos mantener nuestro afecto natural bajo control y no
contaminarnos ni siquiera con el afecto que tenemos por nuestros padres.
Humanamente, esto no es fácil; sin embargo, tenemos una vida que nos da la fuerza
para llevar tal vida santa.
312
J. Puro en el matrimonio,
incluso respecto a la descendencia
del sumo sacerdote
Levítico 21:7, 9, 13-15 habla de la pureza en el matrimonio, incluso con relación a la
descendencia del sumo sacerdote. Esto significa que quienes servimos a Dios como
sacerdotes y llevamos las responsabilidades más elevadas en el servicio a Dios debemos
ser puros en nuestras relaciones humanas más íntimas, en cuanto concierne a nosotros
mismos e, incluso, a nuestra descendencia.
Todos los asuntos presentados en esta sección son normas respecto a llevar una vida
que concuerde con nuestro sacerdocio. Según el Nuevo Testamento, todos somos
sacerdotes; no somos laicos. Puesto que somos sacerdotes, no sólo deberíamos llevar
la vida que es propia de un pueblo santo, sino también de sacerdotes santos. El pueblo
es común y ordinario, pero los sacerdotes son personas totalmente apartadas para
Dios, es decir, personas santificadas, santas, para Dios.
1. La ceguera
La ceguera (v. 18b) descalifica a una persona de ejercer el sacerdocio. La ceguera
significa carecer de vista a causa de estar carentes de Cristo, la luz que ilumina. Si
carecemos de Cristo en Su luz, no tendremos suficiente visión, y esta carencia nos
descalificará de ejercer el sacerdocio.
313
Como creyentes neotestamentarios, somos los sacerdotes de Dios; no obstante,
necesitamos visión para ver las cosas espirituales. Para ello, debemos experimentar a
Cristo, y en particular, experimentarle como luz. Si experimentamos a Cristo de esta
manera, estaremos bajo Su iluminación; de este modo, recibiremos la luz y la visión
necesarias para ver lo que otros no pueden ver.
2. La cojera
La cojera (v. 18c) significa carecer de fuerza para actuar a causa de estar carentes de
Cristo, Aquel que nos fortalece. Actualmente muchos creyentes son cojos, están
lisiados y, por ende, están descalificados de ejercer el sacerdocio neotestamentario. La
manera vieja de reunirse y de servir que se practica en el cristianismo tradicional es
una de las causas de esta cojera, porque anula la función orgánica de los creyentes,
descalificándolos para servir como sacerdotes.
Debemos aprender a hacerlo todo en el Cristo que nos fortalece. Pablo pudo declarar:
“Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13). Si aprendemos a disfrutar
el fortalecimiento de Cristo, no seremos cojos ni caminaremos como personas lisiadas.
314
6. Ser jorobado
Ser jorobado (v. 20a) significa tener vista únicamente para las cosas de la tierra, no la
de los cielos, a causa de no haber experimentado al Cristo celestial (cfr. Col. 3:1-3). Si
carecemos de la experiencia y disfrute del Cristo celestial, podríamos ser jorobados.
Debemos mirar hacia arriba y contemplar las cosas que están en los cielos, porque allá
está nuestro Cristo. Nuestra esperanza y nuestra ciudadanía también están en los cielos
(Col. 1:5; Fil. 3:20). En lugar de ser jorobados, debemos tener una espalda recta.
Debemos ser un pueblo celestial.
7. Ser enano
Ser enano (v. 20b) significa carecer de la estatura de Cristo en cuanto al crecimiento
en vida (cfr. Ef. 4:13). Algunos santos son enanos espirituales. A pesar de haber
escuchado muchos mensajes y tener mucho conocimiento, no han aumentado de
estatura. La medida de Cristo en ellos permanece igual. Se han convertido en enanos
viejos.
9. El eccema
El eccema (v. 20d) representa alguna expresión que es anormal con respecto a la vida
divina, la cual nos turba y hace que los otros se sientan incómodos, a causa de que
estamos carentes del Espíritu de Cristo. Algunos santos padecen eccema espiritual.
Esto significa que tienen algo anormal en vida que, debido a la “comezón” que sienten,
hace que no tengan paz y les da un aspecto desagradable, un aspecto que hace sentir
incómodos a los demás.
10. La erupción
Las erupciones en la piel (v. 20e) representan algo que nos incomoda y cuya apariencia
molesta a otros, a causa de nuestra carencia en cuanto a vivir a Cristo.
315
experiencia de Cristo como vida. Si no experimentamos suficientemente a Cristo como
vida, esto ocasionará daño a los órganos reproductores espirituales.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y UNO
LA SANTIDAD EN CUANTO A DISFRUTAR
DE LAS COSAS SANTAS
Y
LA MANERA ACEPTABLE DE PRESENTAR
UNA OFRENDA POR VOTO
Y UNA OFRENDA VOLUNTARIA
Lectura bíblica: Lv. 22:1-33
El capítulo 22 de Levítico abarca dos cosas: la santidad en cuanto a disfrutar de las
cosas santas (vs. 2-16) y la manera aceptable de presentar una ofrenda por voto y una
ofrenda voluntaria (vs. 18-33).
316
I. LA SANTIDAD EN CUANTO A
DISFRUTAR DE LAS COSAS SANTAS
La santidad es necesaria para poder disfrutar de las cosas santas. Si deseamos ser aptos
para disfrutar de las cosas santas, requerimos cierto grado de santidad. Requerimos
alguna medida de santidad, santificación, separación ante Dios.
C. Ningún extraño,
ni el peregrino que se hospede con el sacerdote
ni el jornalero, puede comer cosa santa
“Ningún extraño puede comer cosa santa; ni el peregrino que se hospede con el
sacerdote ni el jornalero comerá cosa santa” (v. 10). Esto significa que el que no es salvo
o el que no tiene parte en el servicio a Dios, no puede disfrutar a Cristo. Tales personas
no tienen parte en el sacerdocio y se les prohíbe comer de las cosas santas.
317
D. Alguien adquirido
por el sacerdote mediante su dinero
y los nacidos en su casa pueden comer
de las cosas santas
“Mas si el sacerdote adquiere a alguien mediante su dinero, éste podrá comer de ella;
y los nacidos en su casa podrán comer de su alimento” (v. 11). Esto significa que quienes
fueron comprados por Cristo con Su sangre preciosa y nacieron de Dios en Su casa,
pueden disfrutar a Cristo. Puesto que hemos sido comprados por Cristo y hemos nacido
de Dios en Su casa, definitivamente somos aptos para disfrutar a Cristo.
Que alguien sea la hija del sacerdote significa que tal persona pertenece al sacerdocio.
Si nosotros, que pertenecemos al sacerdocio, somos atraídos por un extraño,
quedaremos anulados en lo referente al sacerdocio y al disfrute de Cristo. Sin embargo,
si esa atracción muere y regresamos a la vida de iglesia, nuestro disfrute de Cristo será
recobrado.
318
II. LA MANERA ACEPTABLE DE PRESENTAR
UNA OFRENDA POR VOTO
Y UNA OFRENDA VOLUNTARIA
Hemos hablado brevemente de que la santidad es necesaria para disfrutar al Cristo que
es las cosas santas. Ahora, en los versículos del 18 al 33, consideraremos cuál es la
manera aceptable de presentar una ofrenda por voto y una ofrenda voluntaria.
Un voto es mucho más firme que una ofrenda voluntaria. Una vez que se hace un voto,
éste es muy estable, y tenemos que guardarlo. En cambio, una ofrenda voluntaria
guarda relación con nuestro libre albedrío. Es posible que presentemos una ofrenda
voluntaria y que luego no llevemos a cabo lo prometido o incluso nos olvidemos de ello.
Podríamos tener cierta ofrenda voluntaria para Dios, y más tarde querer cambiarla.
Por tanto, la ofrenda voluntaria equivale a un acto de consagración que no es estable
ni seguro. Un voto, en cambio, es como un juramento hecho a Dios del cual no es
posible retractarse, pues tiene que ser cumplido. Un santo puede consagrarse a Dios
voluntariamente, y después de cierto tiempo, olvidar lo que hizo. Pero un voto no puede
ser anulado. Por tanto, las ofrendas por voto son más firmes que las ofrendas
voluntarias. Además, hay ciertas ofrendas que son aceptadas como ofrenda voluntaria,
mas no como ofrenda por voto.
La ofrenda por voto, la ofrenda voluntaria y la ofrenda de paz, todas ellas podían ser
presentadas en holocausto. El holocausto significa que vivimos absolutamente
entregados a Dios. Debemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios, pero a menudo
no vivimos así. Por tanto, podríamos tomar la decisión de hacer un voto con Dios de
que viviremos absolutamente entregados a Él por el resto de nuestra vida. Con el
tiempo, este voto que ofrecemos a Dios llega a ser un holocausto, en el sentido de que
llevamos una vida absolutamente entregada a Dios por el resto de nuestros días.
Resulta difícil explicar cómo una ofrenda de paz puede ser presentada a Dios en
holocausto. Creo que muchos de entre nosotros hemos experimentado esto en la mesa
319
del Señor. Mientras disfrutábamos al Señor como ofrenda de paz en Su mesa, nos
dijimos a nosotros mismos: “En el pasado no he vivido absolutamente entregado al
Señor. Pero en este momento, mientras lo disfruto, decido que de hoy en adelante
llevaré una vida absolutamente entregada al Señor”. De este modo, la ofrenda de paz
llega a ser un holocausto.
En ocasiones, puede ser que tomemos la firme decisión de llevar una vida
absolutamente entregada a Dios. Esto constituiría un voto que llega a ser un
holocausto. En otras ocasiones, puede ser que de manera espontánea ejercitemos
nuestro libre albedrío y decidamos vivir absolutamente entregados a Dios. Esto
constituiría una ofrenda voluntaria que llega a ser un holocausto. Otras veces, mientras
disfrutamos a Cristo en Su mesa, puede ser que tengamos el pensamiento de que
debemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios. Esto constituiría una ofrenda de
paz que llega a ser un holocausto. Vemos así que tres ofrendas distintas —la ofrenda
por voto, la ofrenda voluntaria y la ofrenda de paz— pueden llegar a ser un holocausto
en el que nosotros vivimos absolutamente entregados a Dios.
Según 22:18-21, cada una de estas ofrendas debía consistir en un macho sin defecto de
entre el ganado, de entre las ovejas o de entre las cabras. Aquí el macho representa a
un Cristo fuerte. De cualquier manera en que ofrezcamos el holocausto a Dios, nuestra
ofrenda debe ser un Cristo fuerte sin defecto, al cual hayamos experimentado.
320
Dios al Cristo que hemos experimentado con excesos o deficiencias; pero si con ello
presentamos una ofrenda más firme, ésta no será aceptada.
El Señor Jesús dijo: “Todo pámpano que en Mí no lleva fruto, lo quita [...] El que en Mí
no permanece, es echado fuera como pámpano, y se seca; y los recogen, y los echan en
el fuego, y arden” (Jn. 15:2a, 6). Esto no significa que uno perezca, sino que pierde el
disfrute de Cristo. Si un pámpano es cortado de la vid, pierde el disfrute de la vid.
Hemos visto que esto ocurrió a algunos santos que afirmaban que lo único que les
interesaba era disfrutar a Cristo, pero no llevaban fruto, aun después de pasados varios
años. Ellos se extralimitaban en su disfrute; esto es semejante al miembro que tiene
algo superfluo. Su experiencia de Cristo no producía ningún fruto.
Otros santos no disfrutan a Cristo lo suficiente, y como resultado, tampoco llevan fruto.
En lo que se refiere experimentar a Cristo, estos santos están por debajo de la norma.
Aquellos que se exceden en su medida respecto a la experiencia de Cristo así como los
que están por debajo de la norma, ambos tienen en común que no llevan fruto.
En Juan 15:16 el Señor Jesús dice: “No me escogisteis vosotros a Mí, sino que Yo os
escogí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto
permanezca”. El Señor no dice que simplemente debemos permanecer en Él, sin hacer
nada más, ya que ello significaría exceder el límite y, por ende, extralimitarnos en el
disfrute de Cristo. Debemos visitar a otros para poder llevar fruto. Entonces seremos
equilibrados en cuanto a permanecer en Cristo y llevar fruto. El objetivo de permanecer
en Cristo es llevar fruto, y llevar fruto es una prueba de que verdaderamente
disfrutamos a Cristo. Si realmente disfrutamos a Cristo, iremos y llevaremos fruto.
321
D. Todo lo que tenga
los testículos heridos, magullados,
quebrados o cortados,
no debe ser presentado a Jehová
“Todo lo que tenga los testículos heridos, magullados, quebrados o cortados, no lo
presentaréis a Jehová; no haréis esto en vuestra tierra” (Lv. 22:24). Esto significa que
no debemos ofrecer a Dios como alimento al Cristo que hemos experimentado cuya
función espiritual haya sido dañada de algún modo. Debemos disfrutar a Cristo como
Aquel cuyo órgano reproductor no ha sido dañado. Esto significa que el Cristo que
experimentamos debe poseer un órgano reproductor perfecto y completo, de modo que
podamos producir más y más de Cristo. Conforme a Juan 15, esto equivale a llevar
fruto.
322
experiencia de Cristo debe llegar al octavo día; es decir, debe llegar al nivel de la
resurrección.
Si hemos crecido en la vida divina, podremos ofrecer algo de Cristo a Dios como
alimento; pero si somos demasiado inmaduros en la vida divina, no podremos ofrecerle
nada a Dios que Él pueda aceptar como alimento.
Debemos tener experiencias frescas y nuevas de Cristo. Esto hará que en nosotros
surjan acciones de gracias. Entonces, lo que ofrezcamos a Dios del Cristo que hemos
experimentado no será rancio, sino fresco y nuevo.
323
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y DOS
LAS FIESTAS
(1)
Lectura bíblica: Lv. 23:1-14
En este mensaje llegamos a un tema maravilloso en el libro de Levítico: las fiestas.
Según la secuencia de este libro, para el final del capítulo 22 hemos pasado de nuestra
inmundicia al sacerdocio con su disfrute. El siguiente asunto presentado es las fiestas,
las cuales tenían como finalidad proporcionar reposo y disfrute, lo cual tipifica a Cristo
como nuestro reposo y disfrute. Esto indica que según Levítico, un libro que trata sobre
el sacerdocio de Dios para el servicio de Dios en comunión con Él, nuestro servicio
redunda en que experimentemos a Cristo —como reposo y disfrute— juntamente con
Dios y unos con otros. En otras palabras, el resultado de este servicio es las fiestas.
Estas fiestas no ocurrían de vez en cuando, en ciertas ocasiones; por el contrario, eran
designadas por Dios, establecidas por Él. Estas fiestas fueron dispuestas por Dios para
que Su pueblo reposara con Él y se gozara con Él, para que disfrutase de todo lo que Él
ha provisto a Su pueblo redimido. Ellos debían disfrutar de todas estas cosas con Dios
y unos con otros.
324
1. El significado principal de todas las fiestas
anuales es que el pueblo redimido por Dios
repose con Dios y los unos con los otros
El significado principal de todas las temporadas anuales (fiestas) era que el pueblo
redimido por Dios reposara con Dios y los unos con los otros. El reposo semanal
constituye, por tanto, el significado de cada una de las siete fiestas anuales. Cada una
de las fiestas anuales, al igual que el reposo semanal, era un descanso.
2. Reposo completo
El Sábado semanal era un reposo completo. No era algo liviano ni común, sino algo
muy santo, sagrado e importante en lo referente al disfrute de Dios y de Su pueblo. Este
reposo completo representa el verdadero y absoluto reposo de Dios y con Dios, reposo
en el que el pueblo redimido por Dios disfruta con Él y unos con otros.
3. Santa convocación
Cada vez que se celebraba una fiesta, se efectuaba una santa convocación. Una santa
convocación representa un reposo que se disfruta corporativamente; no es un reposo
que disfrutan los creyentes individualmente, sino la iglesia corporativamente. En esa
reunión experimentamos el disfrute de Dios, el cual se tiene ante Dios, con Dios y los
unos con los otros.
En la Biblia, el número siete puede expresarse por medio de dos sumas: cuatro más
tres y uno más seis. Las siete fiestas de Levítico 23 están divididas en dos grupos, cuatro
en el primero y tres en el segundo. Las cuatro fiestas del primer grupo se celebraban
durante la primera mitad del año. Las tres fiestas del segundo grupo se celebraban en
el séptimo mes del año. Según su cumplimiento dispensacional, las primeras cuatro ya
fueron celebradas, y las últimas tres serán celebradas en el futuro.
325
1. La Fiesta de la Pascua
“Éstas son las fiestas señaladas de Jehová, las convocaciones santas, las cuales
proclamaréis en sus tiempos señalados: en el primer mes, el día catorce del mes, al
crepúsculo, es la Pascua de Jehová” (vs. 4-5). La Fiesta de la Pascua representa a Cristo
(1 Co. 5:7b) como nuestra redención, quien nos capacita para empezar a disfrutar la
salvación provista por Dios juntamente con Dios.
El hecho de que la Fiesta de los Panes sin Levadura durara siete días tipifica, o
representa, el período completo de nuestra vida cristiana. El curso de toda nuestra vida
cristiana es una Fiesta de los Panes sin Levadura, una fiesta sin pecado. Nosotros
fuimos redimidos del pecado, y ahora el Redentor, quien no tiene pecado, es nuestra
fiesta para el curso completo de nuestra vida cristiana. Hoy estamos celebrando una
fiesta, disfrutando del reposo, disfrutando a Dios y disfrutando a nuestro Redentor,
aparte del pecado. Como personas que disfrutan de esta fiesta, no tenemos nada que
ver con el pecado.
326
a. Siete días comen panes sin levadura
El hecho de que se comiera pan sin levadura durante siete días (v. 6b) significa que
llevamos una vida diaria libre de pecado al disfrutar a Cristo durante el curso completo
de nuestra vida cristiana. Los Hermanos, en sus enseñanzas, no tenían mucho que
decir acerca del Cristo que es nuestra vida —una vida apartada del pecado— durante el
curso completo de nuestra vida cristiana. Por tanto, debemos recalcar este asunto hoy.
Después de experimentar la Pascua, ahora disfrutamos la Fiesta de los Panes sin
Levadura. En esta fiesta disfrutamos de un solo pan, el pan sin levadura, el cual
representa al Cristo que carece de levadura, al Cristo que no tiene nada que ver con el
pecado.
327
c. Presentan a Jehová ofrenda
por fuego durante siete días
El pueblo debía presentar a Jehová ofrenda por fuego durante siete días (v. 8a). Esto
significa ofrecerle Cristo a Dios como Su alimento continuamente durante el curso
completo de nuestra vida cristiana.
Esta fiesta se celebraba menos de tres días después de la Fiesta de la Pascua. Cristo fue
crucificado durante la Fiesta de la Pascua, y luego fue resucitado al tercer día. El día de
Su resurrección era la Fiesta de las Primicias. Éste es Cristo en Su resurrección como
primicias.
328
b. Mecen la gavilla de la ofrenda delante de Jehová
el día después del Sábado (el octavo día)
para que el pueblo de Dios sea aceptado
“Y él mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptados; el día después del
Sábado la mecerá el sacerdote” (Lv. 23:11). Esto significa que Cristo fue resucitado para
que nosotros fuésemos justificados delante de Dios y aceptados por Dios (Ro. 4:25b).
Esta vida que se entrega absolutamente a Dios no solamente implica a Cristo mismo,
sino también a todos los que fuimos resucitados juntamente con Él. Cuando Cristo fue
resucitado, todos nosotros fuimos resucitados en Él y con Él (Ef. 2:6). Esto significa
que fuimos resucitados aun antes de nacer, un hecho revelado claramente en 1 Pedro
1:3. Todos nosotros, juntamente con Cristo, fuimos ofrecidos a Dios como holocausto
el día de Su resurrección. Ahora, en Cristo y con Cristo como holocausto ofrecido a
Dios, podemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios.
d. La ofrenda de harina
de la gavilla mecida
es de flor de harina mezclada con aceite,
una ofrenda por fuego a Jehová
como aroma que le satisface
“Su ofrenda de harina será dos décimas de efa de flor de harina mezclada con aceite,
una ofrenda por fuego a Jehová como aroma que le satisface” (Lv. 23:13a). Esto
representa al Cristo resucitado como nuestra ofrenda de harina, que está mezclada con
el Espíritu que unge, la cual es ofrecida como alimento a Dios en la resurrección de
Cristo en calidad de aroma que satisface a Dios.
Cristo fue crucificado y sepultado, y luego, al tercer día, se levantó de entre los muertos.
Algunos santos del Antiguo Testamento fueron resucitados juntamente con el Cristo
resucitado. Creo firmemente que ésta es una señal de que un día todos los que creen
en Él serán resucitados. El Cristo resucitado se ha convertido en un holocausto que
incluye a todos Sus creyentes, quienes ahora pueden llevar una vida absolutamente
329
entregada a Dios. Cristo también se ha convertido en una ofrenda de harina mezclada
con aceite, el cual representa al Espíritu Santo. De hecho, en Su resurrección, Cristo
mismo llegó a ser este Espíritu. Además, la flor de harina en la ofrenda de harina
también es Cristo mismo. Él era un solo grano (Jn. 12:24), pero después fue molido
hasta llegar a ser flor de harina, la cual se mezcla con el aceite para convertirse en la
ofrenda de harina, la cual es el suministro de vida que nos sostiene para que llevemos
una vida absolutamente entregada a Dios.
En la cruz Cristo no solamente fue crucificado, sino que también fue derramado. Él fue
crucificado como ofrenda por el pecado, como ofrenda por las transgresiones, como
holocausto y como ofrenda de paz, pero además fue derramado como libación, como
el vino que se vierte delante de Dios para Su satisfacción. Cristo nos incluyó a nosotros
cuando fue crucificado y también cuando fue derramado. En Cristo, todos nosotros
fuimos derramados en libación a Dios. Hoy debemos llevar una vida de holocausto,
una vida absolutamente entregada a Dios. Esta vida es sustentada por la ofrenda de
harina, que es nuestro alimento diario. Entretanto, puesto que a Dios le gusta beber,
nosotros también debemos ser una libación que es derramada para que Dios la beba.
Tal libación se ofrece totalmente para el disfrute de Dios, un disfrute que compartimos
con Dios y unos con otros.
La Fiesta de la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura y la Fiesta de las Primicias,
todas ellas, se celebraban en un período de tres días. Cristo fue crucificado durante la
Pascua y, en menos de tres días, resucitó en el día de la Fiesta de las Primicias. Entre
la Fiesta de la Pascua y la Fiesta de las Primicias, se daba inicio a la Fiesta de los Panes
330
sin Levadura. Por consiguiente, estas tres fiestas se celebraron durante el tiempo en
que el Señor murió y resucitó. Por medio de Su muerte y Su resurrección, nosotros
ahora disfrutamos la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura y la Fiesta
de las Primicias. Como veremos en el siguiente mensaje, aún necesitamos la Fiesta de
Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue derramado desde los cielos para la
compleción de nuestra fiesta cristiana neotestamentaria. Disfrutamos a Cristo en Su
muerte, disfrutamos a Cristo en Su resurrección y disfrutamos al Cristo que fue
derramado desde los cielos como Espíritu económico de Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y TRES
LAS FIESTAS
(2)
Lectura bíblica: Lv. 23:15-22
En este mensaje llegamos a la cuarta fiesta, la Fiesta de Pentecostés. Esta fiesta
pertenece al primer grupo de fiestas, que incluye la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de los
Panes sin Levadura, la Fiesta de las Primicias y la Fiesta de Pentecostés.
Estas cuatro fiestas se pueden aplicar tanto a la historia como a nuestra experiencia.
La Pascua se celebraba en el día catorce del primer mes del año judío. En ese día,
Jesucristo fue sacrificado como nuestra Pascua. Mientras que la Pascua del Antiguo
Testamento era un tipo, Cristo es para nosotros la verdadera Pascua. Él es la realidad
de la Pascua, el cumplimiento histórico del tipo de la Pascua. A la Fiesta de la Pascua
le seguían la Fiesta de los Panes sin Levadura y la Fiesta de las Primicias. La
resurrección de Cristo fue el cumplimiento de la Fiesta de las Primicias y es la realidad
de esta fiesta. Luego, a la Fiesta de las Primicias le seguía la Fiesta de Pentecostés.
Cuando fuimos salvos, experimentamos la Fiesta de la Pascua. Debido a que Cristo fue
inmolado por nosotros, Dios pudo pasar por encima de nosotros. De esta manera,
disfrutamos la realidad de la Pascua. Lo que los judíos disfrutaron en Egipto era
331
simplemente un tipo; lo que nosotros disfrutamos es la realidad. Esto no sólo tiene que
ver con la historia de Cristo, sino también con nuestra experiencia.
Después de esos cuarenta días, el Señor Jesús ascendió a los cielos y dejó a los
discípulos en la tierra. Durante los diez días siguientes, ellos oraron continuamente en
unanimidad. Luego, al quincuagésimo día, hubo un gran acontecimiento: la
consumación del Dios Triuno fue derramada. Esta consumación es el Espíritu todo-
inclusivo, vivificante y compuesto del Dios Triuno procesado. Tal Espíritu —la
totalidad del Dios Triuno— fue derramado sobre los ciento veinte discípulos, los cuales
representaban el Cuerpo de Cristo.
332
El Pentecostés es el resultado completo de la resurrección de Cristo, y la resurrección
de Cristo es el resultado de Su muerte. Sin muerte no puede haber resurrección. El
resultado de la muerte del Señor en la cruz fue Su resurrección, y Su resurrección no
sólo tuvo como resultado Su ascensión, sino también Su derramamiento como
consumación del Dios Triuno procesado sobre Su Cuerpo. Puesto que esto aconteció el
día de Pentecostés, en la Fiesta de Pentecostés se hace manifiesta la economía de Dios
de una manera formidable.
Las primeras cuatro fiestas forman un grupo de suma importancia. Esta importancia
se debe a que incluyen la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo, la ascensión de
Cristo y el derramamiento del Espíritu consumado del Dios Triuno procesado para
producir el Cuerpo de Cristo como agrandamiento, aumento, extensión y expansión
del ilimitado Cristo individual, quien así llegó a ser el Cristo corporativo y universal.
Históricamente, las cuatro primeras fiestas están todas relacionadas con Cristo. Él es
el cumplimiento y la realidad de la Pascua, de los panes sin levadura y de las primicias.
En Su forma espiritual, como consumación del Dios Triuno procesado, Cristo es
también el cumplimiento y la realidad del Pentecostés. Todos estos eventos históricos
han llegado a ser nuestra experiencia. Hemos participado de la Pascua, de los panes
sin levadura y de las primicias, y hemos llegado a formar parte del Pentecostés.
El Pentecostés consta de cuarenta y nueve días más el primer día de la semana. Este
periodo contiene ocho días que son el primer día de cada semana, el primero de los
cuales es el día de la resurrección y el último de los cuales es el quincuagésimo día. Esto
indica: de resurrección en resurrección. Aquí todo está en resurrección, pues tenemos
la resurrección multiplicada por ocho.
333
realidad la mezcla del Dios Triuno procesado con Su pueblo escogido y redimido.
Existe tal mezcla en el universo, una mezcla que es el logro de la economía eterna de
Dios y el cumplimiento del deseo eterno de Dios. Tal vez hoy no nos percatemos mucho
de esto, pero lo comprenderemos con toda claridad en la Nueva Jerusalén. ¿Sabe usted
qué es la Nueva Jerusalén? La Nueva Jerusalén es el verdadero aumento,
agrandamiento, expansión y extensión del Cristo todo-inclusivo, inmensurable,
inescrutable, que todo lo llena en todo. ¡Alabado sea el Señor porque todos somos parte
del agrandamiento de Cristo, producido el día de Pentecostés!
Cuando los ángeles nos miran desde los cielos, nos ven como testimonios de la
resurrección de Cristo. Sin embargo, es posible que nosotros aún sintamos que somos
inmundos y leprosos, que tenemos flujos inmundos, y que estamos rodeados de
confusión y de toda índole de religiones. Pero a los ojos de Dios, todos formamos parte
del testimonio de la resurrección de Cristo. Ahora que estamos en Levítico 23 y en la
Fiesta de Pentecostés, debemos olvidarnos de todas las cosas negativas. Aquí no hay
inmundicia ni lepra; más bien, vemos la extensión de Cristo.
334
El tipo de Levítico 23:17 no habla de un pan ni de tres panes, sino de dos panes. Estos
dos panes representan las dos secciones de la iglesia como Cuerpo de Cristo: la sección
judía y la sección gentil. Estas dos secciones están representadas por los santos que
estaban en Jerusalén y por los que estaban en la casa de Cornelio.
¿Por qué los panes de 23:17 debían ser cocidos con levadura cuando, según Levítico 2,
la ofrenda de harina no debía llevar levadura? La razón es que en cada una de las
secciones de la iglesia como Cuerpo de Cristo, según lo tipifican estos dos panes,
todavía existe el pecado. Vemos esto claramente en el libro de Hechos, por ejemplo, en
el caso del pecado cometido por Ananías y Safira en el capítulo 5, y en el caso de la
murmuración que hubo en cuanto a la distribución de los alimentos en el capítulo 6.
Como lo indica el tipo, no solamente Cristo es las primicias, sino también la iglesia. Los
dos panes cocidos con levadura, los cuales representan a la iglesia, eran primicias.
Cristo, como flor de harina, era las primicias en el día de la resurrección. A la postre,
esta flor de harina se convirtió en los dos panes. Por tanto, estos panes son el aumento,
la expansión, de la flor de harina procedente de las primicias en el día de la
resurrección. En la tipología, esto indica que Cristo ha llegado a ser la iglesia, que la
iglesia es el agrandamiento de Cristo. Como tal agrandamiento de Cristo, la iglesia, en
sus dos secciones, es ofrecida a Dios para Su satisfacción.
A los ojos de Dios, la iglesia primitiva fue una libación porque muchos de los creyentes
sufrieron el martirio. Ellos derramaron su alma ante Dios para Su satisfacción, así
como Cristo derramó Su alma ante Dios en la cruz.
335
c. Se ofrece un macho cabrío como ofrenda por el pecado
y dos corderos de un año
como sacrificio de ofrendas de paz,
y son mecidos con el pan de las primicias
como ofrenda mecida delante de Jehová
“Ofreceréis además un macho cabrío como ofrenda por el pecado, y dos corderos de un
año como sacrificio de ofrendas de paz. Y el sacerdote los mecerá con el pan de las
primicias como ofrenda mecida delante de Jehová, juntamente con los dos corderos;
serán santos a Jehová para el sacerdote” (vs. 19-20). Esto significa que debido a sus
pecados, la iglesia en el día de Pentecostés necesitaba de Cristo como su ofrenda por el
pecado y, para restablecer la comunión del hombre con Dios y de los hombres entre sí,
necesitaba de Cristo como su ofrenda de paz. Al mismo tiempo, ella disfrutaba de Cristo
como su ofrenda mecida.
Nosotros somos las personas tipificadas por los pobres y los extranjeros, y nuestra
porción es la rebusca de la siega. Ésta es la porción extraordinaria de la gracia de Dios.
Un ejemplo de esta porción es el caso de la mujer cananea de Mateo 15. Cuando el
Señor Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”,
ella contestó: “Sí, Señor; también los perrillos comen de las migajas que caen de la
336
mesa de sus amos” (vs. 26-27). En lugar de ofenderse por las palabras del Señor, ella
admitió ser un “perrillo”. Además, ella se dio cuenta de que Cristo, “el pan de los hijos”,
había sido rechazado por los judíos y se había convertido en las “migajas” que los
perrillos gentiles disfrutaban debajo de la mesa. Ésta es la rebusca, la mies que se
hallaba en los rincones de la tierra, la cual se dejaba para los pobres y los extranjeros.
Nosotros podremos ser gentiles pobres, pero tenemos nuestra porción de la cosecha de
Pentecostés. Ahora podemos disfrutar como nuestra porción al Dios Triuno del
Pentecostés, al Cristo del Pentecostés y al Espíritu todo-inclusivo del Pentecostés. Esta
porción nos ha hecho parte del aumento, agrandamiento, extensión y expansión de
Cristo.
Las primeras cuatro fiestas —la Pascua, los Panes sin Levadura, las Primicias y el
Pentecostés— guardan relación con el alimento y con el asunto de comer para
satisfacción de Dios; sin embargo, Dios tiene en Su corazón a los pobres y a los
extranjeros y los recuerda. Debido a ello, nosotros, los gentiles, podemos participar de
la gracia de Cristo en la Fiesta de Pentecostés, como aquello que se cumplió en la
iglesia.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y CUATRO
LAS FIESTAS
(3)
Lectura bíblica: Lv. 23:23-44
El Señor Jesús, después de vivir en la tierra como Dios-hombre durante treinta y tres
años y medio, murió en la cruz como cumplimiento y realidad del tipo de la Pascua.
Por medio de Su muerte en la cruz, Él efectuó la redención y puso fin a todas las cosas
negativas del universo. El resultado de esta muerte fue la resurrección, de la cual
emanó la vida divina, que es la realidad del Dios Triuno consumado como nuestra
porción. En la resurrección de Cristo, todos tenemos una porción en este Dios Triuno
consumado.
337
El Pentecostés es el resultado de la resurrección de Cristo, y Su resurrección es el
resultado de Su muerte todo-inclusiva. Todo esto ha llegado a ser una maravillosa
fiesta para Dios y para nosotros.
Después de haber abarcado las primeras cuatro fiestas, en este mensaje abordaremos
las últimas tres: la Fiesta del Toque de Trompetas, la Fiesta de la Expiación y la Fiesta
de los Tabernáculos.
El primer grupo, compuesto por cuatro fiestas, se celebraba durante la primera mitad
del año. El segundo grupo, compuesto por tres fiestas, se celebraba durante la segunda
mitad del año. Las primeras cuatro fiestas apuntan al pasado y al presente. Estas fiestas
se cumplieron en Cristo, pero las seguimos experimentando y disfrutando.
Disfrutamos la Fiesta de la Pascua, y seguimos en la Fiesta de los Panes sin Levadura
y en la Fiesta de las Primicias. Además, seguimos en la Fiesta de Pentecostés, que de
hecho es una fiesta de la iglesia.
El segundo grupo de fiestas apunta al futuro, a los días venideros, al tiempo de la venida
del Señor. Cuando el Señor Jesús regrese, se cumplirán estas tres fiestas.
338
mitad de la obra redentora de Dios se aplicará a Israel, aún estará relacionada con
nosotros.
Entre la cuarta fiesta, Pentecostés, y la quinta fiesta, la Fiesta del Toque de Trompetas,
aparentemente no ocurre nada. En realidad, este intervalo corresponde a la era de la
iglesia, que es llamada la era de misterio. La era de la iglesia abarca desde el día de
Pentecostés, cuando la iglesia comenzó a existir, hasta el día en que Dios haga un
llamado para reunir a Su pueblo esparcido.
Durante los dos mil setecientos años que han transcurrido desde que los judíos fueron
llevados cautivos a Babilonia, ellos han sido un pueblo que no ha tenido reposo. Ellos
perdieron su tierra natal porque rechazaron al Dios del reposo. Sólo parte de su tierra
natal ha sido recobrada, y hoy en día los judíos siguen luchando, pues son un pueblo
que no tiene reposo. Cuando suene la trompeta, Dios llamará a Su pueblo disperso, el
cual ha vivido sin reposo durante tanto tiempo, para que regrese a la tierra de sus
padres. Entonces ellos reposarán junto con Dios; ellos disfrutarán a Cristo como el
reposo absoluto y completo. Para los judíos, esto será una gran fiesta.
339
e. No hacen ningún tipo de trabajo,
sino que presentan ofrenda por fuego a Jehová
“Ningún tipo de trabajo haréis, sino que presentaréis ofrenda por fuego a Jehová” (v.
25). Esto significa que sin necesidad de realizar ninguna labor humana, el pueblo que
ha sido reunido por Dios podrá ofrecer Cristo a Dios como alimento para satisfacción
tanto de Dios como del hombre.
6. La Fiesta de la Expiación
La sexta fiesta es la Fiesta de la Expiación. El Día de la Expiación venía poco después
que Israel se arrepentía para con Dios (vs. 26-32). Esto significa que el día de la
redención del hombre sigue después del anuncio que, a manera de toque de trompetas,
se hace del evangelio con el correspondiente arrepentimiento del hombre en reacción
a dicha proclamación.
En el primer día del séptimo mes se celebraba la Fiesta del Toque de Trompetas, y la
Fiesta de la Expiación se celebraba el décimo día del mismo mes. La Fiesta del Toque
de Trompetas se cumplirá cuando el Señor Jesús regrese, y la trompeta sonará para
340
llamar al disperso pueblo de Dios, esto es, llamará a los judíos dispersos para que
regresen a la tierra de sus padres. Después que el Señor Jesús haya descendido del aire
a la tierra, los judíos se arrepentirán, se lamentarán y retornarán a Dios, y recibirán a
Cristo como su Salvador. Éste será el cumplimiento literal de la Fiesta de la Expiación.
341
d. El octavo día tienen santa convocación,
asamblea solemne, para presentar ofrenda
por fuego a Jehová, y no hacen ningún tipo de trabajo
“El octavo día tendréis santa convocación, y presentaréis ofrenda por fuego a Jehová.
Es asamblea solemne; ningún tipo de trabajo haréis” (v. 36b). Esto significa que en la
resurrección de Cristo, el pueblo de Dios, una congregación sagrada, ofrece Cristo
como alimento para Dios a fin de satisfacer a Dios y al hombre, sin necesidad de
realizar labor alguna sino en reposo. Esto indica que durante los mil años del milenio
tanto Dios como Su pueblo redimido disfrutarán de reposo.
Durante las cuatro dispensaciones, Dios labora con el hombre en la vieja creación. Dios
se imparte a Sí mismo en el hombre para hacerlo una nueva creación. Al final, después
de las cuatro dispensaciones, esta nueva creación alcanzará su consumación en la
Nueva Jerusalén, la cual será el resultado final de toda la obra que Dios habrá realizado
342
en la vieja creación para obtener la nueva creación. Hoy en día nos encontramos en la
tercera dispensación, la dispensación de la iglesia. En la era venidera estaremos en la
cuarta dispensación, la dispensación del reino, ya sea como vencedores o como
aquellos que serán disciplinados.
El reino milenario será la cosecha completa de lo que Dios ha estado haciendo en las
últimas tres dispensaciones. Por tanto, el reino milenario será una fiesta tanto para
Dios como para Sus redimidos. Si leemos detenidamente el Nuevo Testamento, nos
daremos cuenta de que en el milenio, el pueblo redimido por Dios estará conformado
por dos pueblos: la iglesia y el reino de Israel. Ambos pueblos disfrutarán esta fiesta.
“Durante siete días os regocijaréis delante de Jehová vuestro Dios (v. 40b). Esto
representa la humanidad de Cristo expresada en el vivir del pueblo redimido de Dios
durante el milenio. Incluso hoy, mientras vivimos en la vida de iglesia, nuestros
parientes pueden ver en nosotros algo verde, hermoso y triunfante. Algunos padres
han testificado haber visto tal expresión en sus hijos. Durante el milenio, todos los
vencedores expresarán en su vivir la rica, hermosa, nutritiva e imperecedera escena
conformada por la humanidad de Cristo.
Durante las cuatro dispensaciones, el hombre no podrá tener una morada firme.
Incluso hoy en día seguimos morando en tabernáculos, en tiendas. Al final, los
343
presentes tabernáculos portátiles se convertirán en un tabernáculo firme: la Nueva
Jerusalén, la cual posee un cimiento de doce capas.
A. La Fiesta de la Pascua
La Fiesta de la Pascua se cumplió el día de la muerte de Cristo (Mt. 26:2, 17-19, 26-28;
1 Co. 5:7).
D. La Fiesta de Pentecostés
La Fiesta de Pentecostés se cumplió cincuenta días después de la resurrección de
Cristo, el día del derramamiento del Espíritu Santo (Hch. 2:1-4; cfr. Hch. 1:3).
F. La Fiesta de la Expiación
La Fiesta de la Expiación se cumplirá el día que Israel retorne a Dios, después de haber
regresado a la tierra de sus padres (Ro. 11:26-27; Zac. 12:10-14). El retorno de Israel a
Dios no sólo conllevará regresar físicamente a la tierra de sus padres, sino también
regresar espiritualmente a Dios mismo.
344
la tierra nueva, donde ésta permanecerá por la eternidad como la Nueva Jerusalén, la
cual será la totalidad de la nueva creación que Dios ha producido a partir de Su vieja
creación.
Así pues, las últimas tres fiestas se cumplirán en el “séptimo mes” del año, cuando
Cristo volverá.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y CINCO
LA DISPOSICIÓN DEL CANDELERO
Y DE LA MESA DEL PAN DE LA PRESENCIA
Y
EL JUICIO DE MUERTE
POR HABER BLASFEMADO EL NOMBRE SANTO
Lectura bíblica: Lv. 24:1-23
Levítico 24 constituye un paréntesis entre el capítulo 23, que habla de las fiestas, y el
capítulo 25, que habla del jubileo, la fiesta de fiestas que debía celebrarse cada
cincuenta años. De hecho, el capítulo 25 es la continuación del capítulo 23, pero en
medio de ellos se halla insertado el capítulo 24. En este capítulo se abarcan
primordialmente cuatro asuntos: atender a las lámparas en el tabernáculo, disponer el
pan de la Presencia en el tabernáculo, blasfemar el nombre de Dios y cuidar de la vida
humana y de la vida animal.
A fin de servir a Dios como sacerdotes, debemos ocuparnos de dos asuntos apropiada
y adecuadamente. Estos dos asuntos son la luz y el alimento. Por supuesto, no nos
referimos a la luz y el alimento naturales y humanos, sino a la luz y el alimento divinos.
Como sacerdotes que sirven a Dios, debemos vivir, actuar, conducirnos y servir bajo la
luz divina. Si en el tabernáculo no hubiera habido luz, habría sido difícil entrar, actuar,
andar y servir a Dios allí. Así que, lo primero que necesitamos es luz. En cierto sentido,
la luz es más importante que el alimento.
Debemos ocuparnos de estos dos asuntos: la luz y el alimento. Esto significa que
necesitamos ser iluminados por la luz divina, la luz que es la luz de la vida (Jn. 1:4).
Esta vida requiere de un suministro alimenticio. Por consiguiente, debemos recibir la
debida suministración del Espíritu de Jesucristo en nuestro espíritu (Fil. 1:19) para
obtener cada día el suministro de vida necesario. Con esta suministración, seremos
fortalecidos. Entonces podremos andar adecuadamente, movernos y servir a Dios con
suficiente fuerza bajo Su luz divina.
345
I. LA DISPOSICIÓN DEL CANDELERO
Y DE LA MESA DEL PAN DE LA PRESENCIA
Levítico 24:1-9 abarca la disposición del candelero y de la mesa del pan de la Presencia.
Aquí la palabra disposición tiene el sentido de cuidar, atender.
Las olivas, que son un tipo de Cristo, debían ser prensadas para que saliera el aceite.
Esto significa que Cristo fue “prensado” al ser crucificado a fin de que el Espíritu Santo
pudiera brotar de Él como agua viva y también como aceite que hace resplandecer a
Cristo, el candelero.
346
resplandor es el propio Cristo a quien experimentamos y disfrutamos por la mañana,
el cual se manifiesta como luz resplandeciente en nosotros.
El número doce mencionado en 24:5 ciertamente se refiere a las doce tribus de Israel.
Esto indica que esta clase de suministro alimenticio es suficiente para nutrir a todo el
pueblo de Dios.
El hecho de que Cristo sea nuestro alimento está relacionado con la vida de iglesia. Esto
indica que si deseamos ser debidamente nutridos, debemos llevar una vida que esté
relacionada con la vida de iglesia.
De hecho, las tortas de pan servían de alimento para el sumo sacerdote y para los
sacerdotes. Sin embargo, el versículo 7 nos dice que éstas eran ofrenda por fuego para
alimentar a Dios. Esto nos muestra que lo que nosotros comemos es lo que Dios come,
y que lo que Dios come es lo que nosotros comemos. Esto indica que nosotros, como
servidores de Dios, los sacerdotes, somos uno con Dios. Lo que nosotros disfrutamos
347
es lo que Dios disfruta, y lo que Dios disfruta es lo que nosotros disfrutamos. Dios y
nosotros, nosotros y Dios, somos uno en Su servicio. Lo que tenemos aquí es a Cristo
como alimento.
La palabra Sábado comunica la idea de reposo. Sábado tras sábado, es decir, reposo
tras reposo, se disponían las tortas como alimento para Dios y también para nosotros.
Aquí observamos que 24:1-9 revela que nosotros, el pueblo santo de Dios, para llevar
una vida santa, necesitamos que Cristo sea dispuesto —de manera fresca— como luz
divina que nos alumbre y como alimento divino que nos nutra.
348
A. El relato concerniente a blasfemar
el Nombre santo
viene después de la descripción de cómo
debe ser dispuesto el pan de la Presencia
El relato concerniente a blasfemar el Nombre santo viene después de la descripción de
cómo debe ser dispuesto el pan de la Presencia. Esto significa que a fin de disfrutar a
Cristo en Su plenitud, debemos santificar el Nombre santo y no profanarlo.
En la oración de Mateo 6:9-11, la primera petición es: “Santificado sea Tu nombre” (v.
9). Santificar el nombre del Señor es separarlo como algo único. El nombre del Señor
es único, y no debe ser considerado igual que los demás nombres. Santificar, separar,
el nombre del Señor de los nombres comunes equivale a honrar y respetar el Nombre
santo.
Este capítulo también revela que debemos cuidar de la vida humana y de la vida
animal. La vida humana tiene como finalidad expresar a Dios, y la vida animal,
principalmente, tiene como finalidad ser ofrecida a Dios. La vida humana debe
expresar a Dios, y la vida animal es el recurso dado a nosotros para adorar a Dios. Por
consiguiente, debemos cuidar de la vida humana y de la vida animal, a saber, la vida
que es útil para expresar Dios y la vida que es útil para rendirle adoración a Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y SEIS
EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO
(1)
Lectura bíblica: Lv. 25:1-22
349
En este mensaje llegamos a Levítico 25, un capítulo muy conocido que trata sobre el
jubileo. Sin embargo, este capítulo no comienza con el jubileo, sino con el año sabático.
Todos estamos familiarizados con el día sabático, pero tal vez no sepamos mucho
acerca del año sabático.
I. EL AÑO SABÁTICO
Levítico 25:2-7, 18-22 habla del año sabático. Este Sábado no era un día de reposo, sino
un año de reposo. El año sabático no sólo era un descanso para el hombre, sino también
para la tierra.
Dios es un Dios de reposo. Él laboró, pero después de laborar, reposó. En Génesis Dios
no reposó solo, sino que reposó con el hombre. Después de acabar Su obra, Dios
disfrutó reposo con el hombre. Así que, en el séptimo día, Dios y el hombre reposaron.
Para que hubiera un jubileo, era necesario que el pueblo de Dios observara fielmente
el año sabático. Cada séptimo año debía haber un Sábado, y ese año debía ser de reposo
para el hombre y también para la tierra. Por tanto, éste era un año de descanso para
Dios, para el hombre y para la tierra.
El Sábado hace referencia a Cristo, y el año sabático también hace referencia a Cristo.
Cristo es nuestro Sábado, no solamente por un día sino por un año entero. Por tanto,
el año sabático denota a Cristo en Su plenitud como nuestro reposo. No sólo debemos
disfrutarlo como nuestro Sábado, sino también como nuestro año sabático, o sea, no
sólo como un reposo parcial sino como nuestro reposo en plenitud. El año sabático
hace posible que disfrutemos a Cristo en plenitud como nuestro reposo con Dios. Si
tenemos presente esto, disfrutaremos mucho más a Cristo.
350
sea una prueba para nosotros. Podríamos aburrirnos y sentirnos tentados a hacer algo
contrario al pensamiento divino. Todos debemos aprender a laborar con Dios y
también a cesar nuestro trabajo y a descansar con Dios todo el tiempo que Él desee
descansar.
351
que los israelitas entraron en la buena tierra, la tierra fue dividida entre ellos en lotes.
Ninguno de estos lotes podía ser vendido como propiedad permanentemente; más
bien, en el año del jubileo, todo lote que se hubiera vendido tenía que regresar a su
dueño original.
Durante los años antes del jubileo, algunas personas quizás no hubieran podido
conservar su propiedad. Debido a la pobreza o a alguna enfermedad, probablemente
se vieron obligados a vender su propiedad totalmente o en parte. Sin embargo, en el
tiempo del jubileo, en el tiempo de dar gritos, la tierra regresaba a su dueño original.
La devolución de la tierra era la manera en que Dios equilibraba la posesión de la tierra
entre el pueblo. Por tanto, no podía haber terratenientes, pues en la sabiduría de Dios
el precepto divino, la ordenanza divina, repartía los recursos naturales de forma
equitativa. Esta ordenanza debía entrar en vigencia cada cincuenta años. Vemos
entonces que hace treinta y cinco siglos, mucho antes de que Marx inventara el
comunismo, Dios hizo provisión en la Palabra santa para que la posesión de la tierra
fuese equilibrada. Cada cincuenta años, sin que los dueños originales tuvieran que
hacer nada ni pagar nada, se les devolvía la tierra, y una vez más llegaba a ser su
posesión.
En Lucas 4:18 y 19 el Señor Jesús proclamó el jubileo con palabras de gracia (véase
el Estudio-vida de Lucas, mensajes 12 y del 64 al 69). Cuando Él vino, vino también el
jubileo. Cristo ha efectuado la plena obra redentora de Dios por los pecadores. Ahora,
cada vez que predicamos el evangelio, hacemos una proclamación del jubileo
neotestamentario.
352
A. Los cincuenta años que consuman
en el jubileo incluyen ocho años sabáticos que,
como la acumulación de un Sábado a otro,
llegan a un Sábado óctuple
Los cincuenta años que consumaban en el jubileo incluían ocho años sabáticos que,
como la acumulación de un Sábado a otro, llegaban a un Sábado óctuple, el cual
representa la superabundancia de la plenitud del reposo de Dios que nos satisface.
Tanto el primero como el último año de este período de cincuenta años eran años
octavos, y dentro de este período había seis años octavos; por tanto, había un total de
ocho años octavos. Puesto que el número ocho significa resurrección, esto indica que
el jubileo íntegramente procede de la resurrección, redunda en resurrección, está en
resurrección y acompaña la resurrección.
Young’s Concordance nos muestra que hay dos palabras hebreas que se
traducen jubileo. La primera de ellas denota un tiempo de dar gritos; la segunda denota
hacer sonar la trompeta. La acción de hacer sonar la trompeta es, de hecho, una manera
de dar gritos. El jubileo tiene que ver con un gozo que se expresa dando gritos. Por
consiguiente, el jubileo era un tiempo de mucha emoción. Muchos de nosotros
experimentamos este gozo y emoción cuando fuimos salvos. Nos sentíamos contentos
y llenos de regocijo. Nuestra salvación fue un verdadero jubileo.
353
C. Santifican el año cincuenta y proclaman
libertad por toda la tierra para todos
sus habitantes; ese año les es jubileo
“Santificaréis el año cincuenta, y proclamaréis libertad por toda la tierra para todos sus
habitantes. Os será jubileo” (v. 10a). El versículo 11a habla también del jubileo: “El año
cincuenta os será jubileo”. Esto significa que la plena responsabilidad (tipificada por el
número cincuenta) de cumplir con todos los requerimientos de Dios ya fue asumida
por Dios mismo, de modo que el hombre no tiene que asumir responsabilidad alguna.
La vida humana es difícil; está llena de responsabilidades, y a todos nos toca cumplir
con muchas responsabilidades. Pero en el jubileo no hay ninguna labor que realizar ni
responsabilidades que cumplir; todos somos libres. Ni siquiera hay necesidad de segar.
Sencillamente podemos ir al campo y comer sin necesidad de llevar ninguna carga y
sin asumir ninguna responsabilidad. En lugar de responsabilidades tenemos descanso,
disfrute y damos gritos. Muchos de nosotros tuvimos esta experiencia cuando fuimos
salvos. El día de nuestra salvación fuimos liberados y nos fueron quitadas todas
nuestras cargas. Ésta es la experiencia y disfrute que tenemos en el jubileo.
Todos habíamos perdido la posesión que Dios nos había asignado, pero cuando fuimos
salvos, en el jubileo neotestamentario, volvimos a nuestra posesión. Además, volvimos
a nuestra familia, a la familia divina. Pese a que nos habíamos vendido a nosotros
mismos como esclavos y habíamos perdido de este modo el derecho de estar con
nuestra familia, cuando vino el año de jubileo, quedamos libres para regresar a nuestra
posesión y a nuestra familia. Ahora somos ricos, y también somos libres en nuestra
familia divina. Así que, debemos dar gritos de gozo, aclamando a Dios con alegría en
las reuniones de la iglesia. Éste es el verdadero jubileo.
A estas alturas quisiera resaltar que existen dos consumaciones con relación a las siete
fiestas de Levítico 25. El primer grupo de fiestas —la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de
los Panes sin Levadura, la Fiesta de las Primicias y la Fiesta de Pentecostés— alcanza
354
su consumación en la Fiesta de Pentecostés, en la cual es producido el Cuerpo de Cristo.
Con respecto al segundo grupo de fiestas —la Fiesta del Toque de Trompetas, la Fiesta
de la Expiación y la Fiesta de los Tabernáculos— lo más destacado es el milenio. Estas
tres fiestas alcanzarán su consumación en el milenio. Por tanto, la primera
consumación es el Pentecostés con miras a producir, introducir, la vida de iglesia, y la
segunda consumación es el milenio con miras a introducir el pleno jubileo.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y SIETE
EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO
(2)
Lectura bíblica: Lv. 25:23-34
Hay ciertas palabras cruciales que describen el jubileo. Algunas de estas palabras son:
dar gritos, libertad o liberación, posesión y familia. El jubileo es un tiempo de dar
gritos. Es también un tiempo en que somos liberados, emancipados, de la esclavitud y
del cautiverio. Habíamos perdido nuestra posesión divina, pero ésta nos ha sido
devuelta en el jubileo neotestamentario para nuestro disfrute. En el jubileo también
volvemos a nuestra familia. Si consideramos todos estos asuntos en conjunto,
tendremos un entendimiento completo de lo que es el jubileo. Nos encontrábamos en
esclavitud y cautiverio pero fuimos liberados, de modo que volvimos otra vez a nuestra
posesión para disfrutarla y a nuestra familia para tener una verdadera comunión en la
gracia de Dios.
355
El año del jubileo era también un año sabático. Por esta razón, el primer asunto que se
nos revela en Levítico 25 es el año sabático. El jubileo caía en el octavo año sabático,
un año sabático de completo reposo, liberación y disfrute. En este año de jubileo, todas
las posesiones divinas fueron nuevamente repartidas de forma equitativa, conforme a
la economía de Dios. El producto de la tierra era gratuito y podía ser consumido en
común no sólo por los hombres, sino también por los animales.
En el Nuevo Testamento hay mucha enseñanza con respecto a la recompensa del reino
y el castigo del reino. Es posible ser derrotados, incluso al punto de tener que ser
disciplinados durante el milenio, pero no es posible perder permanentemente nuestro
derecho de propiedad espiritual sobre nuestra posesión divina. Después del milenio, a
los creyentes que fueron disciplinados se les devolverá la posesión divina a la que
tienen derecho, especialmente en el cielo nuevo y la tierra nueva, a fin de que disfruten
de la bendición que es la Nueva Jerusalén. Es en virtud de la gracia de Dios que nos
será devuelta nuestra posesión divina por la eternidad.
I. Lo tocante a la redención
de la tierra que fue vendida
Levítico 25:24-28 habla sobre la redención de la tierra que había sido vendida. Este
relato es muy significativo y al mismo tiempo es bastante complejo, por lo cual
debemos estudiarlo detenidamente.
1. Recuperar el disfrute
de nuestra posesión divina
Aunque es posible debilitarnos y descarriarnos y, por ende, perder nuestro disfrute de
la posesión divina, con todo, es posible recuperarlo. Tal vez perdamos este disfrute por
algún tiempo, pero al final nos será devuelto.
356
3. Si un israelita empobrece y vende algo
de su posesión, entonces su redentor,
su pariente más cercano, ha de venir
y redimirá lo que su hermano vendió
“En toda la tierra de vuestra posesión proveeréis para la redención de la tierra. Si tu
hermano empobrece y vende algo de su posesión, entonces su redentor, su pariente
más cercano, vendrá y redimirá lo que su hermano haya vendido” (vs. 24-25). Esto
significa que empobrecimos y vendimos nuestra posesión, y que el Señor Jesús,
nuestro pariente más cercano, ha venido como nuestro Redentor a fin de redimir para
nosotros aquello que vendimos.
En Adán lo vendimos todo; pero el Señor Jesús es nuestro pariente, nuestro Redentor,
y Él lo redimió todo a nuestro favor. Esto está ejemplificado en el libro de Rut, donde
vemos que Rut fue redimida por su pariente Booz. En el libro de Rut, por tanto,
encontramos un relato completo del jubileo.
En estos versículos vemos que había tres maneras en las que un israelita podía recobrar
su posesión perdida. Primero, podía redimírsela su pariente más cercano. Esto es un
asunto de gracia. Segundo, si contaba con los medios, él mismo podía redimirla.
Tercero, si no tenía un pariente que se la redimiera, y si no podía redimirla por sus
propios medios, podía esperar hasta que llegara el año del jubileo, cuando la posesión
357
vendida le sería devuelta espontáneamente. Esto también es un asunto de gracia. El
jubileo, por tanto, constituye un tipo muy claro de la gracia de Dios.
J. Lo tocante a la redención
de una casa que había sido vendida
Levítico 25:29-34 habla de la redención de una casa que había sido vendida.
El año completo tipifica la era de la iglesia. No debemos pensar que la era de la iglesia
es larga. De hecho, la era de la iglesia es corta. El Nuevo Testamento nos advierte de
que la era de la iglesia es corta. El Señor Jesús dijo: “Yo vengo pronto” (Ap. 3:11). Sólo
el esclavo perezoso y ocioso dice: “Mi señor tarda en venir” (Mt. 24:48b). Sin embargo,
el Señor acelera Su venida, y no pasará mucho tiempo antes que la era de la iglesia
termine. La era de la iglesia no se extenderá, no se prolongará. Nadie sabe si la vida de
iglesia concluirá o no mañana con la venida del Señor. La era de la iglesia dura poco
358
tiempo, el breve período de la gracia de Dios. Hoy estamos en la vida de iglesia, pero
ésta acabará cuando el Señor venga.
Perder el disfrute de la vida de iglesia es más grave que perder el disfrute de Cristo. La
razón es que podemos restaurar fácilmente el disfrute de Cristo. Si perdemos el disfrute
de Cristo hoy, podemos recobrarlo rápida y fácilmente. El Señor es bondadoso, y en
cualquier momento Él se vuelve a dar a nosotros para que lo disfrutemos. En cambio,
se requiere mucho más tiempo para recuperar la vida de iglesia que hemos perdido,
pues se producen dificultades que obstaculizan nuestro regreso a la vida de iglesia. Esto
debe servirnos de advertencia para no vender la vida de iglesia. No obstante, si la
vendemos, debemos esforzarnos por recuperar lo antes posible la vida de iglesia que
hemos perdido, ya que la era de la iglesia podría concluir en cualquier momento. Si no
recobramos en esta era la vida de iglesia que hemos perdido, seremos privados del
disfrute de la vida del Cuerpo de Cristo hasta que hayamos sido disciplinados durante
el milenio. Entonces, en la Nueva Jerusalén, nos será restaurada la vida del Cuerpo de
Cristo.
Aquellos que se encuentran en la situación tipificada por las casas de las aldeas que no
tienen muro alrededor, no pueden perder el disfrute de la vida de iglesia por cuanto no
existe la vida de iglesia en el lugar donde están. Ellos no viven la vida de iglesia porque
son simplemente un pequeño grupo de creyentes al que no se le puede considerar una
iglesia. Estos creyentes pueden recuperar el disfrute de Cristo que han perdido.
359
3. Los levitas tienen
el derecho permanente de redención
de las casas en las ciudades de su posesión
“En cuanto a las ciudades de los levitas, es decir, las casas en las ciudades de su
posesión, los levitas tendrán el derecho permanente de redención. Y lo que puede ser
redimido de los levitas, es decir, una casa vendida en una ciudad de su posesión, saldrá
libre en el jubileo, porque las casas de las ciudades de los levitas son la posesión de
ellos entre los hijos de Israel” (vs. 32-33). Esto significa que si alguno de los creyentes
que está apropiadamente comprometido con el servicio a Dios en la iglesia sufriera
alguna pérdida en cuanto a su disfrute de la vida de iglesia, éste le podrá ser restaurado
sin que para ello haya límite de tiempo.
Los dos asuntos en estos versículos que guardan relación con los levitas nos motivan a
servir en la vida de iglesia. Cuanto más participemos en el servicio a Dios, mejor. Si
participamos en este servicio, no nos será fácil perder el disfrute de Cristo. Si perdemos
el disfrute de la iglesia, éste nos será restaurado fácilmente. Por consiguiente, si
queremos disfrutar a Cristo y disfrutar de la vida de iglesia, debemos participar cada
vez más en el servicio de la iglesia.
Cuando éramos jóvenes, el Señor nos dio revelación en cuanto a la recompensa del
reino y la disciplina dispensacional que tendrá lugar durante el milenio, y comenzamos
a enseñar y a predicar esto. Algunos predicadores, maestros y pastores cristianos
argumentaron con nosotros citando Efesios 2:8, que dice: “Por gracia habéis sido
salvos por medio de la fe”. Luego, añadieron que lo que enseñábamos no tenía que ver
con la gracia. Es cierto que Efesios 2:8 dice que somos salvos por gracia. Pero también
360
debemos prestar atención a Efesios 5:5, donde Pablo dice: “Ningún fornicario, o
inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios”.
Aquellos que lleven una vida inmunda no tendrán herencia en el reino de Cristo y de
Dios. Esto significa que en la era venidera del reino, algunos creyentes que han sido
verdaderamente salvos no tendrán herencia. Debido a la vida de inmundicia que
llevan, ellos han perdido la vida de iglesia en esta era y perderán la herencia del reino
en la era venidera.
No conozco ni siquiera a una persona que después de haber perdido la vida de iglesia
por hacer algo que ofendió a Dios, haya regresado. En cada caso, cierto creyente hizo
algo que lo llevó a perder la vida de iglesia, pero ninguno de ellos volvió a la vida de
iglesia por el resto de sus vidas. Todos ellos murieron sin que les fuera recobrada la
vida de iglesia que habían perdido.
Estas palabras no son una amenaza, sino una advertencia en cuanto al jubileo
neotestamentario. De hecho, estas palabras constituyen una proclamación del jubileo,
ya que le declaran al pueblo del Señor que el jubileo es ciertamente un jubileo; pero
aun así, existe un estatuto de prescripción respecto a la casa ubicada en una ciudad
amurallada.
La advertencia en cuanto a perder la vida de iglesia termina también siendo parte del
jubileo. No debemos tomar el jubileo a la ligera, gritando de una manera liviana. En
lugar de ello, debemos ser cuidadosos y recibir la advertencia de que si perdemos la
vida de iglesia, tenemos sólo un límite de tiempo para recuperarla. Si perdemos la vida
de iglesia, debemos procurar recobrarla inmediatamente, puesto que no sabemos
cuánto tiempo durará la era de la iglesia. Para Dios, un día puede ser como mil años,
pero para nosotros, mil años son mil años, ya sea de disciplina o de recompensa.
361
en el reino de Dios simplemente por medio de la regeneración (Jn. 3:3, 5). Éste es el
reino de la vida, y mientras recibamos la vida divina, estaremos en el reino de la vida.
No obstante, lo que tenemos en el Evangelio de Mateo no es el evangelio de la vida,
sino el evangelio del reino. En este mensaje estoy haciendo sonar la trompeta, estoy
pregonando, un aspecto del jubileo que forma parte del evangelio del reino. Todos
debemos prestar atención al evangelio del reino.
Es posible tener la tierra sin la casa; pero tener la casa ciertamente implica tener la
tierra. Disfrutar la tierra no nos asegura que estemos disfrutando la casa, pero disfrutar
la casa definitivamente nos asegura que estamos disfrutando la tierra. Mientras
disfrutemos la casa, podemos tener la certeza de que también estamos disfrutando la
tierra. Si disfrutamos a Cristo, eso no nos asegura que también estemos disfrutando la
vida de iglesia; pero mientras estemos disfrutando la vida de iglesia, estaremos
también disfrutando a Cristo. En la iglesia ciertamente tenemos a Cristo como nuestro
disfrute.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y OCHO
EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO
(3)
Lectura bíblica: Lv. 25:35-55
En este mensaje abarcaremos otros asuntos relacionados con el jubileo.
362
2. Amparar al hermano empobrecido
para que viva al lado nuestro,
y no darle dinero a interés ni alimento a ganancia
“Si tu hermano empobrece, y viviendo al lado tuyo no puede ganar su propio sustento,
entonces tú lo ampararás, como a un extranjero y peregrino, para que viva al lado tuyo.
No tomes de él interés ni ganancia, sino teme a tu Dios, para que tu hermano pueda
vivir a tu lado. No le darás tu dinero a interés, ni le darás tu alimento a ganancia” (vs.
35-37). Esto significa que debemos ayudar al hermano cuyo espíritu es debilitado, sin
aprovecharnos de él.
L. Lo tocante a un hermano
que se hubiera vendido a otro hermano
Levítico 25:39-55 habla de un hermano que se ha vendido a otro hermano.
363
espiritual que proporcionamos a los demás podría llegar a ofenderlos. Si nuestro
espíritu y actitud no son apropiados, si nos consideramos superiores a los que
ayudamos y los menospreciamos, si los consideramos pobres esclavos o siervos,
nuestra ayuda y nuestro cuidado terminará por ofenderlos. Esto debe servirnos de
advertencia. Cada vez que ayudemos o cuidemos a un hermano más débil, debemos
respetarlo. Incluso cuando predicamos el evangelio, no debemos considerarnos
superiores a los que les predicamos. Asimismo, en las reuniones de hogar y en las
reuniones de grupo pequeño, nunca deberíamos creernos líderes y pensar que estamos
más arriba o que somos superiores a aquellos que ayudamos. Esta actitud ofende a los
demás.
Al ayudar a los demás, debemos tener la actitud de que somos siervos de ellos. En 2
Corintios 4:5 Pablo dice: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús
como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús”. Pablo era apóstol
y tenía el oráculo de Dios, pero no se condujo como si fuera superior a aquellos a
quienes servía. Es totalmente incorrecto asumir una actitud de superioridad. En
cuanto a esto, debemos aprender del Señor. Cuando Él vino como nuestro Salvador,
vino a servirnos como esclavo. Él era el Esclavo de Dios que servía a los redimidos de
Dios. Éste es nuestro ejemplo. Si tenemos esto presente, a la postre podremos ayudar
debidamente a los hermanos.
De hecho, aunque quizás no podamos brindarle mucha ayuda a un hermano más joven
o a un hermano más débil, lo que sí podemos hacer es ayudarle a permanecer en la
iglesia hasta que le llegue el jubileo, un avivamiento. Este avivamiento traerá la gracia
de Dios, la cual es rica y suficiente para satisfacer la necesidad del hermano.
Debemos tener siempre presente que lo que podamos hacer por los demás realmente
no significa mucho. Cuando mucho, podremos ayudarlos a mantenerse donde están.
Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el
que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Co. 3:6-7). Aquí
vemos que ni el que plantó ni el que regó pudieron hacer nada para darle vida a
aquellos a quienes servían. Dios es el que da vida. Por consiguiente, nosotros debemos
aprender la lección de ser humildes. Sí, quizás sea cierto que podemos hacer mucho,
pero eso no logrará mucho. Podemos plantar y regar, pero la planta no crecerá si Dios
no da el crecimiento. Cuando Dios da el crecimiento, se produce un avivamiento, un
avivamiento que trae toda la gracia necesaria para la vida espiritual.
364
Si hemos de reportar algún beneficio o pérdida a la vida de iglesia, ello dependerá de
cuáles sean nuestros motivos, nuestro espíritu y nuestra actitud. Es posible que al
ayudar a un hermano más débil, usted subconscientemente tenga la actitud de que él
es su siervo o que está por debajo de usted. Así que, mientras él está a su cuidado, en
realidad es su esclavo. De esta manera, la persona que recibe la ayuda está bajo
esclavitud del que le brinda la ayuda. Sin embargo, cuando el avivamiento viene, el
hermano que ha estado bajo esclavitud suya será liberado de su cautiverio. Si usted aún
no se ha dado cuenta de esto, algún día comprenderá que aquel a quien usted ayuda ha
sido un esclavo suyo y necesita un jubileo, un avivamiento espiritual, que lo libere de
ese cautiverio.
En tanto que alguien sea un santo, debemos tratarlo como a hermano o hermana. Las
palabras hermano y hermana no son títulos religiosos. Cuando usemos estas palabras,
debemos decirlas de una manera sincera. Nuestros hermanos y hermanas en el Señor
son nuestros parientes espirituales en la vida divina. Los que no son creyentes, por su
parte, no pueden ser considerados nuestros hermanos y hermanas, puesto que no
poseen la misma vida divina que nosotros poseemos. Pero debido a que nosotros y
nuestros hermanos y hermanas poseemos la misma vida, la vida divina, en verdad
pertenecemos a la misma y única familia divina. Por consiguiente, no debemos
tratarlos igual que a los de afuera.
365
5. Un hermano israelita que se ha vendido
como esclavo a un forastero o extranjero puede
ser redimido por su hermano, por su tío,
por cualquiera de sus parientes cercanos,
o por sí mismo si tiene los medios
En los versículos del 47 al 49 vemos que un hermano israelita que se hubiera vendido
como esclavo a un forastero o extranjero podía ser redimido por su hermano, por su
tío, por cualquiera de sus parientes cercanos, o por sí mismo si los medios le
alcanzasen. Esto significa que debemos ayudar a un hermano que ha contraído una
deuda espiritual con los de afuera, de modo que dicho hermano sea liberado de su
deuda o pueda liberarse por sí mismo.
Supongamos que cierto hermano no es humilde en su contacto con los vecinos, y que
por ser demasiado orgulloso, ofende a alguno de ellos. Como consecuencia, el hermano
se endeuda espiritualmente con su vecino. Si al visitar al hermano, usted se entera de
esta situación, debe ayudarlo a corregir su relación con el vecino. Esto lo salvará de esa
deuda y lo ayudará en su vida espiritual y en su testimonio. Sin duda, esto también
ayudará a que él pueda predicar el evangelio en su vecindario.
Asimismo, puede ser que otro hermano sea muy peculiar en su forma de vestir o de
peinarse. Esto hace que los que están con él se sientan incómodos. Puesto que él es un
querido hermano, debemos tener comunión con él, orar con él, digerir algunos
versículos con él y, sin corregirlo, ayudarle a que poco a poco vaya cambiando a medida
que crece en vida. Si este hermano recibe el crecimiento en vida, esto lo cambiará. En
otras palabras, el crecimiento en vida lo transformará, y él se dará cuenta de que es
mejor no ser tan peculiar o extraño en su manera de vestir o en su arreglo personal.
Muchos creyentes, en las situaciones que afrontan en su vida diaria, se endeudan con
los de afuera. Es posible que nos endeudemos con los de afuera debido a nuestra
actitud, a la manera en que nos expresamos, a la manera en que nos relacionamos con
366
la gente y a la manera en que tratamos a nuestros vecinos, parientes, compañeros de
clase y colegas. Es posible que ésta sea una de las razones principales por las cuales no
propagamos el evangelio. A veces no podemos predicar el evangelio a los demás porque
estamos espiritualmente endeudados con ellos.
6. El precio de venta
y el monto del reembolso para redención
son calculados según el número
de años que faltan para el jubileo
El precio de venta y el monto del reembolso para redención debían ser calculados según
el número de años que faltaban para el jubileo (vs. 50-53). Esto significa que nuestra
liberación de la esclavitud guarda relación con la gracia de Dios y se basa en ella.
7. El que se ha vendido
y no es redimido conestos medios,
en el año de jubileo saldrá libre
“Y si no es redimido con estos medios, en el año del jubileo saldrá libre, él y sus hijos
con él” (v. 54). Esto significa que podemos ser liberados de nuestra esclavitud
completamente por la gracia de Dios. No necesitamos contar con otros medios.
El que no tenía ningún medio para redimirse a sí mismo se encontraba en una situación
en la que no podía hacer otra cosa que esperar hasta el año de jubileo, el tiempo en que
quedaba libre. Esto indica que con respecto a nuestra redención, no necesitamos
ningún otro medio aparte de la gracia de Dios. Sin embargo, a todo ser humano le gusta
tratar de encontrar algún medio, alguna manera, de ser liberado, pero a menudo las
circunstancias que Dios nos dispone no nos permiten hacer nada a nuestro favor. Así
que, nos vemos obligados a permanecer en nuestra situación de incapacidad hasta que
llegue a nosotros el jubileo, la gracia. Entonces, quedaremos plenamente libres de
nuestra esclavitud.
367
En Levítico 25 la tierra tipifica a Cristo, y Cristo nos dijo que Él edificaría la iglesia
sobre Sí mismo (Mt. 16:18). Las casas edificadas sobre la tierra y dentro de las ciudades
amuralladas representan, por tanto, a la iglesia edificada sobre Cristo.
Ahora debemos ver que el disfrute que tenemos de Cristo se basa en el principio de la
gracia, mientras que el disfrute que tenemos de la vida de iglesia se basa en el principio
de la justicia. En Hebreos 5:13 encontramos la expresión la palabra de justicia. El libro
de Hebreos trata del disfrute que tenemos de la vida de iglesia, y lo que está escrito en
este libro es, en su mayor parte, la palabra de justicia. Esto indica que el disfrute que
tenemos de la vida de iglesia se basa en el principio de la justicia. Ya que este disfrute
está relacionado con la justicia, existe un estatuto de prescripción al respecto. Si
guardamos este estatuto, disfrutaremos la vida de iglesia en esta era y también en la
era venidera. Debemos ser cuidadosos con respecto a este asunto.
La tipología en Levítico 25 nos muestra tres clases de cristianos: los que permanecen
en la vida de iglesia, los que pierden el disfrute de la vida de iglesia y los que están en
los grupos libres. Debemos ser aquellos que permanecen en la vida de iglesia.
En este pasaje de Levítico referente al jubileo, hemos visto el disfrute que tenemos de
Cristo, el disfrute que tenemos de la vida de iglesia y la cuestión de mantener una buena
relación con los santos. Según mi experiencia, de estos tres asuntos el más fácil de
practicar es disfrutar a Cristo. Disfrutar la vida de iglesia no es tan fácil como disfrutar
a Cristo. Y lo más difícil de practicar es mantener una relación apropiada con los demás
santos. Éste es un asunto de suma importancia, debido a que involucra nuestros
motivos, nuestro espíritu, nuestra actitud y nuestras palabras.
La vida de iglesia no sólo depende de que amemos al Señor o amemos la vida de iglesia;
la vida de iglesia depende especialmente del cuidado que brindamos a los demás
santos. Debemos cuidar bien a los santos, y este cuidado involucra nuestros motivos,
nuestro espíritu, nuestra actitud y nuestras palabras. Al relacionarnos con los santos,
podríamos tener el motivo, la actitud y el espíritu equivocados, y nuestras palabras
podrían no estar en lo absoluto bajo la dirección del Señor. Puedo testificar que gran
parte de mi confesión diaria al Señor tiene que ver con los motivos, el espíritu y la
actitud que he tenido para con los santos y también con las palabras que les he
expresado.
368
Si el Cuerpo de Cristo ha de ser edificado, debemos vivir con los demás santos y ellos
deben vivir con nosotros. Si no podemos vivir juntamente con los santos, no habrá vida
de iglesia, y si no hay vida de iglesia, no se podrá llevar a cabo la edificación del Cuerpo
de Cristo.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE CINCUENTA Y NUEVE
PALABRAS DE ADVERTENCIA
(1)
Lectura bíblica: Lv. 26:1-20
Según nuestro entendimiento, tal vez pensemos que el libro de Levítico debiera
concluir en el capítulo 25, el cual habla del jubileo. Sin embargo, aún faltan dos
capítulos más. En el capítulo 26 encontramos unas palabras de advertencia, y en el
capítulo 27 se nos habla de las dedicaciones por voto. El hecho de que el capítulo que
contiene las palabras de advertencia siga inmediatamente después del capítulo que
habla del jubileo indica que, en cuanto al jubileo, no debiéramos dar tantos gritos ni
emocionarnos excesivamente. En lugar de ello, debemos tener una mente sobria para
considerar la situación. Ésta es la razón por la cual, después del jubileo, un tiempo en
el cual se daban gritos y aclamaciones, vienen unas palabras de advertencia. Después
de esto, en el capítulo 27, vienen unas palabras adicionales que son como una especie
de epílogo. En este mensaje empezaremos a considerar las palabras de advertencia.
369
En estas palabras de advertencia podemos ver el destino de Israel en su apostasía. Los
hijos de Israel fueron escogidos por Dios desde la época de Abraham, el primero de sus
padres. Luego, Dios los redimió sacándolos de Egipto, los llevó por el desierto y los
puso en la buena tierra, donde Él estuvo con ellos por mucho tiempo. Sin embargo, el
pueblo de Israel cayó en apostasía y, en cierto sentido, Dios lo abandonó.
Aparentemente Dios retiró Su mano de ellos y los dejó. Pareciera que durante
veintisiete siglos la mano de Dios ha permanecido lejos de Su pueblo; sin embargo, éste
no es el caso. En estas palabras de advertencia vemos una especie de profecía que dice
que el Dios que escogió a Israel jamás lo ha abandonado. Su misericordia para con ellos
nunca ha cesado. Al final, en Su misericordia, Dios los traerá de nuevo a la tierra de sus
padres.
Debemos aprender a disfrutar lo que Dios ha logrado. Esto, sin embargo, es una lección
difícil, puesto que se nos ha enseñado a trabajar y a hacer muchas cosas. Esto nos
enseña que, en vez de trabajar, debemos respetar, participar y disfrutar lo que Dios ha
hecho por nosotros. Aunque Cristo lo ha hecho todo por nosotros, es probable que no
estemos disfrutando de esos logros; más bien, en lugar de disfrutar lo que Cristo ha
370
hecho, quizás sigamos laborando, dejando de lado lo que Cristo logró. Esto es una
ofensa para el Señor. Por consiguiente, debemos aprender a recibir, valorar, respetar y
disfrutar lo que Dios ha hecho y no intentar hacer nada por nosotros mismos.
371
vendimia, y la vendimia durará hasta la sementera. Así comeréis vuestro pan hasta
saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra”. El versículo 10 añade: “Comeréis lo
añejo de mucho tiempo, y tendréis que sacar fuera lo añejo a causa de lo nuevo”. Esto
significa que moramos en Cristo como nuestra buena tierra y disfrutamos de las
riquezas de Cristo para nuestra satisfacción y seguridad. La satisfacción y seguridad
espirituales son siempre el resultado de nuestra obediencia a la advertencia de Dios.
372
V. LA DISCIPLINA PARA QUIENES DESOBEDECEN
En Levítico 26:14-39 vemos que los desobedientes serán disciplinados con el fin de que
se arrepientan. Esto significa que los creyentes que no anden según el Espíritu, sino
según la carne, sufrirán la disciplina correspondiente no solamente una vez, sino en
diferentes niveles al aplicárseles un cierto número de castigos a fin de obligarlos a
arrepentirse.
A. El primer nivel:
decretar sobre ellos terror repentino
En 26:14-17 vemos la disciplina que corresponde al primer nivel, a saber, decretar
sobre ellos terror repentino. Esto se refiere a una amenaza que viene repentinamente.
B. El segundo nivel:
disciplinarlos siete veces más
En los versículos del 18 al 20 vemos la disciplina que corresponde al segundo nivel.
Aquí el pueblo de Dios es disciplinado siete veces más. “Si después de estas cosas no
me escucháis, os disciplinaré siete veces más por vuestros pecados” (v. 18). Esta
disciplina es mucho más severa.
373
1. Hace el cielo como hierro, el cual no da lluvia
“Quebrantaré el orgullo de vuestro poder, y haré vuestro cielo como hierro y vuestra
tierra como bronce” (v. 19). Esto significa que el Espíritu no vendrá a nosotros desde
los cielos.
Lo dicho aquí acerca de que el cielo sería hecho como hierro se cumplió en la tierra de
Palestina hasta la Primera Guerra Mundial. La historia nos muestra que desde que se
profirieron estas palabras y los hijos de Israel desobedecieron a la advertencia de Dios,
el cielo que está sobre la Tierra Santa se volvió duro como hierro y no dio lluvia.
Además, a causa de la sequía, el suelo fértil desapareció. Esta situación constituye el
cumplimiento de lo que Dios predijo.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SESENTA
PALABRAS DE ADVERTENCIA
(2)
Lectura bíblica: Lv. 26:1-20
En el próximo mensaje abarcaremos la segunda parte de las palabras de advertencia
halladas en Levítico 26. En este mensaje quisiera añadir algo a lo que abarcamos en el
mensaje anterior.
374
El Dios Triuno procesado
es nuestra única meta
Dios debe ser nuestra única meta. Nosotros, como criaturas de Él y especialmente
como hijos Suyos, no debemos buscar nada aparte de Él. Él debe ser la única meta que
perseguimos.
Hoy nuestro Dios es el Dios Triuno procesado. Como tal, Él no es lo mismo que lo que
era en Génesis 1. Dios ha sido procesado. Esto significa que Él pasó por muchos
procesos. Él pasó por la encarnación, el vivir humano, una muerte todo-inclusiva y una
maravillosa resurrección. Además, Él entró en ascensión. También Él descendió a fin
de ganarnos y hacernos aptos para ganarlo a Él, lo cual ha hecho posible que Él sea uno
con nosotros y nosotros seamos uno con Él, y también que Él se forje en nosotros. Esto
guarda relación con la mezcla del Dios Triuno procesado con nosotros. Este Dios
Triuno procesado debe ahora ser nuestra única meta.
Nosotros podríamos pasar por alto la obra de Dios y buscar hacer algo para nosotros
mismos y por nosotros mismos con el pretexto de que estamos haciendo algo para Dios.
Tal vez parezca muy bueno hacer tal cosa, pero en realidad esto constituye un insulto
para Dios, puesto que al hacerlo pasamos por alto todo lo que Él hizo por nosotros a
fin de que reposáramos en Él y disfrutáramos lo que Él hizo por nosotros. En lugar de
pasar por alto lo que Dios ha hecho, debemos negarnos a lo que podamos o queramos
hacer. Debemos negarnos a nuestra obra y, más bien, honrar la obra de Dios y reposar
en Él.
375
Estos tres asuntos —Dios, la obra de Dios y el resultado de la obra de Dios— se abarcan
plenamente en los sesenta y seis libros de la Biblia. En el Antiguo Testamento vemos
los tipos, y en el Nuevo Testamento vemos el cumplimiento. Así que, la Biblia en su
totalidad constituye una revelación de estos tres asuntos. Primero, vemos al Dios
Triuno procesado y la obra que Él efectuó para nuestro reposo; luego, vemos el
resultado de Su obra, esto es, la iglesia como expresión y agrandamiento del Cristo
consumado. Debemos ver esto. Ver estos tres asuntos nos ayudarán a obedecer a Dios,
a cooperar con Él.
Cuando Dios se hizo hombre, Él no dejó de lado Su Deidad. No, Jesús vivió por Dios y
con Dios; Él vivió en unidad con Dios. Como Él mismo lo declaró, Él nunca estuvo solo
porque el Padre siempre estaba con Él (Jn. 16:32; 8:29).
Debido a que Jesús era un hombre en el cual Dios estaba, un hombre que era uno con
Dios, Él era un misterio, incluso para Sus discípulos. Ellos sabían que Él era humano,
porque lo habían visto comer y llorar. No obstante, aunque era hombre, Él hizo cosas
maravillosas, cosas que ningún hombre ha podido hacer. Por tanto, los discípulos
deben de haberse preguntado quién era Él. Un día, Él les preguntó a ellos: “¿Quién
decís que soy Yo?” (Mt. 16:15). Por ser una persona que posee divinidad y humanidad,
Él es una persona maravillosa; Él es todo un misterio. Nuestro Dios ahora es tal Dios.
Cuando Moisés recibió de parte de Dios las palabras de advertencia que debían ser
comunicadas a los hijos de Israel, él no conocía a Dios como Aquel que había sido
procesado. En aquel entonces, Dios era únicamente el Dios perfecto; no obstante, aún
no estaba completo. Pero el Dios que nosotros conocemos hoy es diferente del Dios que
conoció Moisés. Esto de ningún modo quiere decir que hay dos Dioses. No, hay un solo
Dios; pero podemos verlo en dos etapas. Moisés conoció a Dios en la etapa cuando Él
era únicamente Dios, y no hombre. Pero nosotros no sólo adoramos a Dios como Dios,
sino también como Dios-hombre. Hay un Hombre en el cielo, y este Hombre es el
propio Dios. Éste es nuestro Dios, el Dios de los cristianos.
376
Algunos cristianos no se dan cuenta de que su Dios es el Dios-hombre que pasó por la
encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Después de
encarnarse, Él vivió en la tierra como Dios-hombre, como el Dios que estaba en un
hombre, durante treinta y tres años y medio. Él vivió en la casa de un carpintero en la
despreciada ciudad de Nazaret. Él trabajó como carpintero, y en la historia algunos se
han referido a Él como el Carpintero de Nazaret. Él ciertamente era carpintero, pero
también era el propio Dios. Es casi inimaginable que Dios morara en un hombre que
trabajaba en la carpintería.
Por treinta y tres años y medio, el Señor Jesús vivió en la tierra como un maravilloso
hombre que era la expresión de Dios. Después de pasar por el proceso del vivir
humano, Él pasó por el proceso de la muerte. Luego fue sepultado en una tumba y entró
en el Hades, donde permaneció por algún tiempo. Todo esto formaba parte del proceso
de la muerte.
El Señor Jesús, como Aquel que resucitó, ascendió a los cielos, a la cumbre más elevada
del universo, y hoy está allá como una persona que es Dios y que posee humanidad
(Hch. 7:55).
Como tal Dios que posee humanidad, Él se ha “condensado” como Espíritu todo-
inclusivo, compuesto, vivificante y consumado que mora en nosotros. Este Espíritu es
el Dios Triuno consumado y procesado. Por haberse condensado, le resulta fácil
impartirse a Sí mismo en nuestro espíritu. Ahora Él es uno con nosotros, y nosotros
somos uno con Él (1 Co. 6:17). ¿Quiénes somos nosotros entonces? Somos el
agrandamiento del maravilloso Cristo que es la corporificación de Dios. Este
agrandamiento es la morada de Dios, la expresión de Dios y la manifestación eterna de
Dios.
Ver la visión del Dios Triuno procesado junto con Su obra y el resultado de Su obra nos
constituirá personas obedientes. Diremos: “Amén, Señor. Te amo, amo Tu obra y amo
el resultado de Tu obra. En este resultado soy uno contigo, y Tú eres uno conmigo. Tú
377
te forjas en mí, y yo te recibo como mi elemento constitutivo. Señor, obedecerte no es
algo duro ni difícil para mí, sino algo muy agradable y placentero. Deseo disfrutar todo
lo que Tú eres, deseo disfrutar Tu obra y también el resultado de Tu obra. ¡Señor, aquí
estoy, disfrutando Tu persona, Tu obra y la vida de iglesia!”. Ciertamente, si vemos tal
visión y tenemos tal disfrute, estaremos plenamente satisfechos y nos resultará fácil
dejar el mundo y obedecer a Dios.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SESENTA Y UNO
PALABRAS DE ADVERTENCIA
(3)
Lectura bíblica: Lv. 26:21-46
Según las palabras de advertencia en Levítico 26, los obedientes serían bendecidos (vs.
3-13), pero los desobedientes serían disciplinados para que se arrepintieran (vs. 14-
39). Esta disciplina se aplica en cinco niveles. Como hemos visto, el primer nivel es que
se decretaría sobre ellos terror repentino (vs. 14-17). Este terror incluye la consunción
y la fiebre así como el hecho de ser derrotados por los enemigos. La disciplina que
corresponde al segundo nivel es séptupla, en la que el cielo sería hecho como hierro,
pues no daría lluvia, y la tierra sería hecha como bronce, pues no daría su producto (vs.
18-20). En este mensaje veremos los otros tres niveles de la disciplina (vs. 21-39) y
después veremos el arrepentimiento del pueblo y el hecho de que Dios se acuerda de
ellos (vs. 40-45).
378
C. El tercer nivel:
traer sobre ellos plagas séptuplas
La disciplina que corresponde al tercer nivel trae plagas séptuplas (vs. 21-22).
1. Las plagas
“Si andáis en contra de Mí y no me queréis escuchar, traeré sobre vosotros siete veces
más plagas según vuestros pecados” (v. 21). Estas plagas representan los problemas
que se producen entre los creyentes en las iglesias (1 Co. 1:11; 2 Co. 12:20).
D. El cuarto nivel:
herirlos siete veces
La disciplina que corresponde al cuarto nivel consiste en herirlos siete veces.
379
4. Les es cortado el sustento del pan,
de modo que es devuelto
por peso y no se sacian
“Cuando Yo os corte el sustento del pan, cocerán diez mujeres vuestro pan en un horno;
y os devolverán vuestro pan por peso, y comeréis, y no os saciaréis” (v. 26). Esto
significa que en la iglesia el suministro espiritual será limitado a cantidades
grandemente reducidas, de modo que no habrá satisfacción entre los creyentes.
También nos ha tocado ver esto en la vida de iglesia. En cierta iglesia no se suministró
alimento espiritual por un largo periodo de tiempo, a causa de lo cual la iglesia pasó
hambre.
E. El quinto nivel:
los disciplina siete veces nuevamente
En la disciplina que corresponde al quinto nivel, las personas son disciplinadas siete
veces nuevamente (vs. 27-39).
380
4. Asuela la tierra,
y ésta es habitada por sus enemigos
“Asolaré también la tierra, de modo que se pasmen por ello vuestros enemigos que en
ella habiten” (v. 32). Esto significa que el disfrute que la iglesia tenía de Cristo como su
rica tierra ha sido asolado y robado por los enemigos. En tal iglesia se ha perdido el
disfrute de Cristo, debido a que dicho disfrute ha sido robado por el enemigo. Una
iglesia en la que esto sucede, es una iglesia que ha perdido por completo el disfrute de
Cristo.
381
la disciplina divina, una disciplina que en cuatro niveles es séptupla. El hecho de que
la disciplina sea séptupla significa que es intensificada.
A. Confiesan su iniquidad,
se humilla su corazón incircunciso
y aceptan el castigo de su iniquidad
Los versículos 40 y 41 dicen que el pueblo de Dios confesaría sus iniquidades, su
corazón incircunciso se humillaría y ellos aceptarían el castigo que merecen por su
iniquidad. Esto significa que la iglesia que está en cautiverio sujeta a los enemigos
finalmente se arrepiente, confiesa sus pecados y acepta el castigo aplicado por Dios a
causa de sus pecados.
A estas alturas cabe señalar que el capítulo 25 de Levítico trata sobre la gracia de Dios,
representada por el jubileo, mientras que el capítulo 26 trata sobre la administración
de Dios (disciplina, gobierno, reino). En el Nuevo Testamento, el ministerio de Pablo
aborda el tema de la gracia de Dios, y el ministerio de Pedro aborda el tema de la
administración de Dios. Tener esto presente nos ayudará en nuestra lectura del Nuevo
Testamento.
382
El cumplimiento de la promesa que Dios hizo a Su pueblo se puede ver en la historia
de Israel. En la década de los veinte, estudiamos libros de profecía y adquirimos
conocimiento acerca de las promesas dadas a Israel en Levítico y en Deuteronomio. Yo
creía en Dios y creía en todas las profecías escritas en la Biblia; no obstante, me
preguntaba cómo los judíos podrían llegar a formar una nación, puesto que habían
perdido su tierra, la cual estaba en poder de los musulmanes. Aguardaba el momento
en que los judíos serían formados como nación en la tierra de sus padres, la Tierra
Santa, Palestina. De repente, en 1948, los judíos volvieron a la tierra de sus padres y
formaron un gobierno y una nación allí.
Durante la primera Guerra Mundial, los británicos carecían de una sustancia química
crucial para la fabricación de municiones. Un científico judío, que vivía en Gran
Bretaña, sabía cómo producir esta sustancia química. El gobierno británico y este
científico llegaron a un acuerdo, de que si él ayudaba a los británicos a producir la
sustancia química que necesitaban, ellos devolverían Palestina a los judíos después de
la guerra. (En aquel entonces Palestina estaba bajo el Imperio otomano, que se había
unido a Alemania durante la guerra). Cuando terminó la guerra, el gobierno británico
no cumplió su palabra. La Liga de las Naciones, que era dominada por Gran Bretaña y
Francia, entregó el Líbano a Francia, y la tierra a ambos lados del río Jordán fue
entregada a Inglaterra como protectorados.
Los judíos se sintieron muy desilusionados porque Gran Bretaña no había cumplido su
promesa. Creo que esta falta fue una ofensa para Dios. A partir de entonces, la
bendición de Dios se apartó de Gran Bretaña y siguió otro rumbo.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler mató a seis millones de judíos. Esto
conmovió los corazones del pueblo judío, y ellos comprendieron que mientras no
tuvieran su propia tierra y gobierno, no tendrían ninguna protección. Creo que los
judíos ortodoxos devotos deben de haber elevado muchas oraciones a Dios. Creo
también que Dios escuchó estas oraciones.
Al final de la guerra, los Estados Unidos propuso que los judíos regresaran a la tierra
de sus padres. Gran Bretaña estuvo de acuerdo, y se hicieron los preparativos para tal
fin. En 1948, las fuerzas británicas se adelantaron a los judíos y sacaron a los palestinos
de sus casas, y entonces los judíos se instalaron allí. Fue así como los judíos regresaron
a su patria y formaron un gobierno.
383
llamada Guerra de los Seis Días, Israel se apoderó del resto de Jerusalén y de
Cisjordania.
Aunque los judíos han vuelto a reposeer la Tierra Santa, aún no se han arrepentido
total y cabalmente ante Dios. La mayoría de ellos sigue en su incredulidad. Aunque el
gobierno de Israel muestra interés por la religión, no muestra interés por Dios. No sé
de ningún estadista judío que se haya conducido piadosamente. Con todo, a los judíos
más devotos sí les interesa Dios, y algunos oran día y noche. Creo que ellos saben lo
que dice Levítico 26 y, al menos en cierta medida, guardan estas palabras. Ciertamente
Dios está contestando poco a poco sus oraciones conforme a Su promesa. Un indicio
de esto es que Israel ha podido hacer frente a tantas naciones árabes y musulmanas.
Israel aún permanece debido al respaldo de Dios.
Hoy en día debemos acatar los principios espirituales de Levítico 26. Si hemos errado,
debemos arrepentirnos. Entonces nos será devuelta la bendición para nuestro disfrute.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SESENTA Y DOS
LAS DEDICACIONES POR VOTO
(1)
Lectura bíblica: Lv. 27:1-15
En este mensaje llegamos al último capítulo de Levítico, un capítulo que habla sobre
las dedicaciones por voto.
El libro de Levítico concluye con un voto que debemos hacer a Dios. Después de los
veintiséis capítulos anteriores, en los cuales se abarcan muchas cosas, este libro habla
en el capítulo 27 acerca de un voto que uno hace a Dios. Este voto se manifiesta en
cuatro clases de dedicaciones: la dedicación de una persona a Dios, la dedicación de un
animal a Dios, la dedicación de una casa y la dedicación de un campo. Ciertamente
estas cuatro clases de dedicaciones revelan lo que Dios desea de nosotros, aquellos que
hemos disfrutado de todas las bendiciones y visitaciones que se hallan en los capítulos
anteriores.
En la primera sección de este libro vimos las ofrendas con el sacerdocio. Las ofrendas
hacen referencia a Cristo, y el sacerdocio indica el cuerpo de personas que desempeñan
el servicio sacerdotal que se ocupa de las ofrendas. En la segunda sección vimos nuestra
condición, la cual tiene que ver con la inmundicia y con flujos inmundos. Luego,
después de haber visto nuestra condición, se nos introdujo al disfrute de las fiestas, lo
384
cual nos conduce al jubileo. Después de esto recibimos una advertencia. Ahora, al final
de Levítico, debemos hacer un voto.
De hecho, la vida cristiana debiera ser una vida caracterizada por votos. Creo que en el
corazón de cada persona salva hay, en cierta medida, un voto para con Dios. Este voto
puede ser evidente o puede no ser evidente; puede ser firme o ser débil. En cualquier
caso, en el interior de cada persona salva hay una especie de voto. Por lo menos existe
un deseo que podría convertirse en un voto. El deseo que tenemos para con Dios es la
fuente, y este deseo da por resultado un voto a Dios. El deseo que tenemos para con
Dios se convierte finalmente en un voto que hacemos a Dios.
Por nuestra parte, la vida cristiana debe ser una vida en la que continuamente hacemos
votos a Dios. Esto no debería suceder una sola vez en nuestra vida, sino una vez tras
otra. Cada vez que hemos experimentado un avivamiento, hemos hecho un voto a Dios.
Cada mañana, al ser avivados, hacemos una especie de voto a Dios. Por consiguiente,
nuestra vida cristiana es una vida caracterizada por votos.
Levítico concluye hablando de las dedicaciones por voto. La totalidad de todas las cosas
contenidas en este libro constituye un voto. Cuando tomamos las ofrendas, el
sacerdocio, nuestra condición, nuestro disfrute de Cristo y el jubileo, y consideramos
todo ello en conjunto, lo que tenemos es un voto. Entonces, este voto llega a ser nuestra
vida, nuestro vivir. Por consiguiente, el vivir levítico es un vivir caracterizado por votos.
385
1. La valuación de la persona
El versículo 2 dice que cuando un hombre haga voto especial a Jehová, deberá hacerlo
según la “valuación de las personas”. Por consiguiente, aquí la dedicación involucra el
valor de una persona. Esto indica que cuando nos dedicamos a Dios, esta dedicación
tiene que ver con nuestro valor.
386
c. En cuanto al varón de cinco años
a veinte años de edad,
su valuación es de veinte siclos
“Si se trata de uno de cinco años a veinte años de edad, tu valuación será de veinte
siclos” (v. 5a). Aquellos en esta categoría, la tercera más valiosa, representan a los que
espiritualmente son jóvenes en la iglesia (cfr. 1 Jn. 2:13-14).
f. En cuanto a la mujer
de un mes a cinco años de edad,
su valuación es de tres siclos
La mujer de un mes hasta cinco años era valorada en tres siclos (v. 6b), lo cual era lo
menos valioso.
387
espiritual sino conforme a nuestra capacidad espiritual, no según lo que debiéramos
hacer espiritualmente sino conforme a lo que podemos hacer espiritualmente.
Aquí quisiéramos hacer notar que en la redención efectuada por Dios, no hay ninguna
diferencia de grado, pero en nuestra dedicación sí hay diferencia de grado. Lo que
somos y lo que podemos hacer espiritualmente será estimado en el momento de
nuestra dedicación.
1. Es santo
“Si se trata de un animal de los que se pueden presentar como ofrenda a Jehová, todo
lo que de los tales se dé a Jehová será santo” (v. 9). Ser santos equivale a ser santificados
para Dios y, por ende, pertenecer a Dios, llegando a ser posesión Suya.
2. No lo cambia ni lo sustituye
“No lo cambiará ni lo sustituirá, bueno por malo, ni malo por bueno” (v. 10a). Una vez
dedicado a Dios, ello pertenece a Él para siempre, y lo dedicado ya no puede cambiar
su estatus mediante algún reemplazo o trueque. Es difícil revertir nuestro estatus una
vez que nos hemos dedicado a Dios. Cambiar de parecer después de habernos dedicado
a Dios únicamente acarreará problemas.
Una vez que algo ha sido dedicado a Dios al haber sido puesto en el altar, no puede ser
devuelto. Esto nos muestra que debemos ser cuidadosos con respecto al asunto de
dedicarnos a Dios. Dios toma esto muy en serio; Él no juega al respecto. Si usted se
consagra a Él, debe considerarlo exhaustivamente. Nunca dedique nada a la ligera.
388
4. Si el voto se trata de algún animal inmundo,
de los que no se pueden presentar
como ofrenda a Jehová,
el sacerdote estima su valor
“Si su voto se trata de algún animal inmundo, de los que no se pueden presentar como
ofrenda a Jehová, entonces pondrá el animal delante del sacerdote. Y el sacerdote
estimará su valor, sea bueno o sea malo; como tú, el sacerdote, lo valúes, así será” (vs.
11-12). Esto significa que aun cuando lo que dediquemos a Dios sea inmundo, mediante
la valuación hecha por nuestro Mediador, el Señor Jesús, la motivación de nuestra
dedicación es, en cierto grado, valiosa para Dios.
389
de nuestra dedicación en relación con la iglesia a fin de que conservemos el disfrute de
la vida de iglesia. De otro modo, seremos personas sin iglesia.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SESENTA Y TRES
LAS DEDICACIONES POR VOTO
(2)
Lectura bíblica: Lv. 27:16-34
En este mensaje seguiremos considerando las dedicaciones por voto, lo cual es
abarcado en el capítulo 27.
D. La dedicación de un campo
Levítico 27:16-25 habla sobre la dedicación de un campo.
1. El campo consagrado
a Jehová es valuado conforme a la semilla
que se necesite para sembrarlo
“Si un hombre consagra a Jehová parte de un campo de su posesión, tu valuación será
conforme a la semilla que se necesite para sembrarlo: un homer de semilla de cebada
al precio de cincuenta siclos de plata” (v. 16). Esto significa que nuestra dedicación
relacionada con el disfrute de Cristo como la rica tierra deberá ser valuada según la
semilla de la vida divina requerida para nuestro aumento espiritual.
El campo santificado, dedicado, para Jehová debía ser valuado conforme a la semilla
que se necesitase para sembrarlo. Supongamos que un campo era dedicado a Dios
treinta y cinco años antes del jubileo. Por cada uno de esos treinta y cinco años se
requería cierta cantidad de semilla. El valor de ese lote de tierra sería más elevado que
un campo dedicado a Dios solamente veinte años antes del jubileo.
390
relacionado con el disfrute de Cristo. Las tres dedicaciones mencionadas
anteriormente —de nosotros mismos, de nuestros animales y de nuestra casa— tienen
como objetivo que disfrutemos a Cristo. Cuanto más experimentemos estas tres clases
de dedicaciones, más nos encontraremos en la posición de disfrutar a Cristo. Por tanto,
la conclusión de este capítulo es que todas nuestras dedicaciones consuman en el
disfrute de Cristo.
Nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo deberá ser valuada según la
semilla de la vida divina requerida para nuestro aumento espiritual. Según la tipología,
cuanta más semilla sea requerida, mayor será el valor de la tierra. La valuación se hacía
conforme a la semilla que se necesitase para sembrar el campo durante el período que
precedía al jubileo. Según nuestra interpretación espiritual, la expresión conforme a la
semilla que se necesite para sembrarlo en realidad denota la proyección. Supongamos
que yo dedico algo relacionado con el disfrute de Cristo como buena tierra. ¿Cómo se
valuaría esa dedicación? Esa dedicación debería ser valuada conforme a determinada
proyección. Cuanto mayor fuese la cantidad de semilla requerida, mayor sería la
proyección de aumento. Cuanto menos semilla se requiriera, menor sería la proyección
de incremento numérico en la iglesia. Si nuestra dedicación relacionada con el disfrute
de Cristo brindara una proyección mayor de aumento para la iglesia, esta dedicación
será más valiosa. Pero si, por el contrario, nuestra dedicación o consagración ofreciera
sólo limitada proyección de aumento, esa dedicación no sería tan valiosa como la que
ofrece mayor proyección.
391
La consagración de Pablo ofrecía excelente proyección de aumento para la iglesia.
Asimismo, su consagración le proporcionaba a él una gran oportunidad para disfrutar
la gracia de Dios.
Cuanto mayor sea el aumento que traigamos, mayor será la gracia que disfrutaremos.
Cuanto más aumento produzca nuestra consagración, más gracia disfrutaremos. Esto
guarda relación con el número de años. Si nos dedicamos al Señor en una etapa
temprana de nuestra vida, tendremos más años para traer pecadores al Señor y así
contribuir al aumento de la iglesia. Este aumento a su vez indicará que hemos
disfrutado la gracia del Señor. La cantidad de gracia se mide por el aumento producido.
Cuanto más fruto llevamos, mayor es la medida de gracia que hemos disfrutado, y
cuanto menos fruto llevamos, menor es esta medida de gracia. Esta comprensión nos
constreñirá a consagrarnos pronto: cuanto antes, mejor. Por ejemplo, si hasta ahora
usted no ha empezado a visitar a las personas en sus hogares para predicarles el
evangelio, ofrecerá menor proyección de aumento que si hubiese empezado el año
pasado; con todo, dicha proyección será mejor que aquella que ofrecerá el próximo año
si continúa esperando. Esto indica que cuanto más pronto se dedique usted para
predicar el evangelio, mejor. Predicar el evangelio le ayudará a disfrutar a Cristo. Tal
vez usted disfrute al Señor por la mañana orando-leyendo unos cuantos versículos,
pero ciertamente disfrutará más a Cristo si sale a visitar a las personas para predicarles
el evangelio. Visitar a las personas con el propósito de llevarles el evangelio es algo que
requiere dedicación. A medida que nos dediquemos nosotros mismos a la predicación
del evangelio, junto con nuestro tiempo y nuestra energía, esto nos ayudará a disfrutar
más al Señor. Esta clase de dedicación al evangelio no sólo dará por resultado que las
personas sean salvas, sino también que nosotros disfrutemos a Cristo. El mismo
principio se aplica con respecto a participar en las reuniones de hogar con el fin de
alimentar a los nuevos creyentes.
El punto que deseo recalcar es el siguiente: cuanto más nos dediquemos al Señor en
algún aspecto, más estaremos relacionados con el disfrute de Cristo. La medida, el
grado, el nivel, de disfrute que tengamos de Cristo es tipificado por la cantidad de
semilla requerida y por el número de años que faltaban para el jubileo. La semilla
requerida indica la proyección de aumento que ofrecemos para el Cuerpo. Cuanto
mayor sea la cantidad de semilla requerida, mayor será el aumento que produciremos
para el Cuerpo. Asimismo, cuantos más años falten para el jubileo, mayor será la gracia
que podremos disfrutar.
Si hemos dedicado algo y deseamos recuperarlo, tenemos que pagar el debido precio.
Si no dedicáramos nada, no habría necesidad de redimir ni de pagar nada. En tal caso,
no se añadiría nada a nuestro disfrute de Cristo. Pero si dedicamos algo y queremos
392
volver a poseerlo, tenemos que pagar el precio y después añadir la quinta parte de éste.
Lo importante aquí no es la cantidad que se agregaba al precio, sino el hecho de
participar en el disfrute de Cristo.
Supongamos que el dueño de un campo dedicaba ese campo a Dios. Más adelante,
quizás debido a que había empobrecido, él vendía a otro el campo que había dedicado,
quien se lo compraba pagando el precio señalado más la quinta parte de esa suma. De
ese modo, el campo venía a ser posesión de la otra persona. Sin embargo, según el
estatuto del jubileo, el campo debía ser devuelto al dueño original, quien lo había
dedicado y vendido. Pese a que el dueño original había vendido el campo, éste no era
vendido como propiedad permanente. Cuando llegaba el jubileo, el que había
comprado el campo ya no figuraba más, pues sólo era poseedor de la tierra hasta el
393
jubileo, momento en el cual el campo era devuelto a su dueño original. Como hemos
señalado, esto significa que en nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo,
no podemos aprovecharnos de otros y tenemos que ser justos con Dios.
394
E. Todo el diezmo de la tierra es cosa santa
para Jehová; no debía ser dedicado, pero sí podía
ser redimido añadiendo a su precio la quinta parte
de éste, y no sería sustituido; de lo contrario,
tanto el animal como su sustituto serían santos
“Todo el diezmo de la tierra, así de la semilla de la tierra como del fruto del árbol, de
Jehová es; es cosa santa para Jehová. Y si alguien redime algo de su diezmo, le añadirá
la quinta parte. Todo diezmo del ganado vacuno u ovejuno, de todo lo que pasa bajo el
cayado del pastor, la décima cabeza será santa para Jehová. No mirará si es bueno o
malo, ni lo sustituirá; pero si de manera alguna lo sustituye, tanto el animal como su
sustituto serán santos. No podrán ser redimidos” (vs. 30-33). Esto significa que no
tenemos ningún derecho sobre nada que pertenezca a Dios, y no podemos disponer de
ello ni alterar de ningún modo el derecho de propiedad sobre ello.
Después de considerar todos estos asuntos, podemos ver cuánto anhela Dios que nos
dediquemos a Él. Él valora en gran manera todo lo que le dedicamos. Esto debe
motivarnos a dedicarle al Señor nuestra persona, nuestras posesiones y todo lo que
podamos hacer.
El capítulo 27 de Levítico nos impresiona con el hecho de que Dios aspira a que todos
nos entreguemos a Él con todo lo que somos, todo lo que tenemos y todo lo que
podemos hacer. Éste es el deseo de Dios, Su aspiración. Él tiene sed de esto. Él desea
ver que nos dediquemos a Él, incluso cuando lo hagamos de una manera equivocada.
A Él le gusta ver que le dediquemos nuestro tiempo, nuestra capacidad, nuestras
posesiones, nuestra fuerza, todo lo que tenemos y todo lo que podemos hacer. Mientras
nos dediquemos a Él en tantos aspectos, Él estará complacido. Él aceptará tal
dedicación. Éste es el énfasis de Levítico 27.
Levítico, un libro que trata sobre lo realizado por Dios para nuestro disfrute, termina
expresando la aspiración de Dios de que nos dediquemos a Él. Dios lo ha hecho todo
por nosotros y, ahora, Él necesita que nosotros lo disfrutemos. Él desea que haya más
personas que lo disfruten. Él lo ha preparado todo para nosotros. El banquete está
servido, y debemos venir a cenar. Aquí, al final de Levítico, Dios expresa Su aspiración
y expectativa de que le dediquemos a Él mediante un voto todo lo que somos, todo lo
que tenemos y todo lo que podemos hacer. El propósito de esta dedicación es que
disfrutemos al Señor en todo cuanto Él ha preparado para nosotros. Todo ha sido
preparado, pero en Su banquete todavía hay muchos asientos vacíos. Por consiguiente,
Dios nos llama, nos alienta e incluso nos insta a que nos dediquemos a Él a fin de
disfrutarlo en todo lo que nos ha preparado y provisto.
395
A. En los tipos
Las profecías están implícitas en los tipos de las fiestas, en el tipo de la cosecha y del
espigueo, y en el tipo del jubileo. La Fiesta de la Pascua denota la muerte de Cristo
(23:5). La Fiesta de las Primicias denota la resurrección de Cristo (vs. 10-11). La Fiesta
de Pentecostés denota el que la iglesia sea producida (vs. 15-17). La mies que se dejaba
en los rincones del campo y las espigas que se dejaban para los pobres y los extranjeros
denotan la salvación de Dios destinada a los gentiles (v. 22). La Fiesta del Toque de
Trompetas denota que Dios vuelve a llamar a Israel, Su pueblo esparcido (v. 24). La
Fiesta de la Expiación denota el arrepentimiento y la salvación del pueblo, Israel, al
cual Dios llama a que regrese (v. 27). La Fiesta de los Tabernáculos denota el milenio
venidero (vs. 34, 39-42). El jubileo que liberaba a las personas para que regresaran a
sus posesiones denota que en la segunda venida de Cristo, los hijos de Israel serán
liberados para que regresen a las posesiones que habían perdido (25:8-41).
B. En la advertencia
Incluso en la advertencia (26:1-46) se hallan implícitas algunas profecías. La
advertencia indica que si Israel obedece a Dios, será bendecido, pero si desobedece a
Dios, será disciplinado. Además, en la advertencia vemos que Dios no abominará ni
rechazará a Israel, ni lo destruirá por completo. Finalmente, cuando Israel se
arrepienta volviéndose a Dios, Él se acordará de ellos y los visitará.
ESTUDIO-VIDA DE LEVÍTICO
MENSAJE SESENTA Y CUATRO
PALABRAS DE CONCLUSIÓN
En los veintiocho mensajes anteriores abarcamos los últimos diecisiete capítulos de
Levítico. Estos diecisiete capítulos constituyen la segunda sección de este libro. Ahora,
en estas palabras de conclusión, quisiera hablar sobre seis asuntos que son los puntos
principales en los capítulos del 11 al 27 de Levítico.
NUESTRA SITUACIÓN
Los primeros cinco capítulos de esta sección de Levítico revelan nuestra situación.
Según estos capítulos, nuestro contacto con los demás podría ser inmundo, y nuestra
fuente, nuestro origen, es la inmundicia. Además, nuestra condición es una de lepra, y
todo lo que sale de nosotros como flujo es inmundo. Ésta es nuestra situación según se
nos revela claramente en los capítulos del 11 al 15.
396
EL DISFRUTE DE LAS RIQUEZAS
DEL DIOS TRIUNO PROCESADO Y CONSUMADO
Después de haber sido conducidos a Dios e introducidos en Él mediante la redención
efectuada por Cristo, ahora podemos disfrutar todas las riquezas del Dios Triuno
procesado y consumado. Esto se revela plenamente en Levítico 23, un capítulo que
habla sobre las siete fiestas, que son siete festivales celebrados para que disfrutemos
todas las riquezas de nuestro Dios. Es en Dios mismo que disfrutamos Sus riquezas. Al
disfrutar las riquezas del Dios Triuno procesado y consumado, llegamos a ser Su
expresión. Esto significa que llegamos a ser el Cuerpo de Cristo como agrandamiento
de Cristo que lo expresa a Él.
EL JUBILEO
El disfrute que tenemos de las riquezas del Dios Triuno procesado y consumado nos
conduce al cuarto punto: el jubileo. El jubileo es lo que completa y da consumación al
disfrute que, en Dios mismo, tenemos de las riquezas del Dios Triuno. Una vez que
hayamos disfrutado al Dios Triuno en todas Sus riquezas y dicho disfrute tenga lugar
en el propio Dios Triuno, habremos llegado a la etapa del jubileo, la cual durará por
toda la eternidad.
397
Obedecer a Dios
Con base en que Dios es nuestra única meta y en que respetamos Su obra consumada,
nosotros obedecemos a Dios. Obedecer a Dios simplemente significa seguirle.
Obedecer a Dios significa estar de acuerdo con todo lo que Él es y ha logrado. Cuando
obedecemos a Dios, estamos de acuerdo con Dios y Su obra. También estamos de
acuerdo con el resultado de la obra de Dios, que es Su agrandamiento. Una vez que
estamos de acuerdo con Dios y le seguimos, le obedecemos espontáneamente, y al
obedecerle, recibimos Su rica bendición.
HACER UN VOTO
Por último, debemos ver que existe la necesidad de personas que deseen y puedan
disfrutar a Dios, disfrutar Su obra y disfrutar el resultado de Su obra. Si hemos de ser
personas que disfrutan a Dios, Su obra y el resultado de Su obra, debemos responder a
este deseo de Dios haciendo un voto. Nuestra respuesta al deseo que Dios tiene de que
le disfrutemos no debe ser una respuesta ordinaria, sino muy especial. Esto significa
que nuestra respuesta debe ser un voto. Debemos hacer un voto en el que le digamos a
Dios que le disfrutaremos conforme a lo revelado en el libro de Levítico. Debemos
decirle que deseamos disfrutarlo reverenciando Su persona, respetando Su obra y
honrando el resultado de Su obra. Este voto consiste en disfrutar al Dios Triuno
procesado, completado y consumado. Este Dios Triuno está corporificado en Cristo, y
Cristo es uno con Su Cuerpo, el cual es Su expresión.
Todos debemos tener en alta estima a Dios, Su obra y el resultado de Su obra, seguirlo
a Él, y ser personas que lo disfrutan. Para ello, debemos responder a Dios haciendo un
voto. ¿Están ustedes dispuestos a hacer esto? Los invito a todos a que hagamos este
voto hoy.
398