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Guía Nº 2 NEOCLASICISMO

Marco histórico
El dato más relevante del siglo XVIII desde el punto de vista
histórico es el auge de la burguesía, que si era una clase
social incipiente en el Renacimiento, se hace esencial,
cuantitativa y cualitativamente, en el siglo XVIII.
Sus causas principales son:
a.- El desarrollo del artesanado urbano, creciente gracias a la
demanda de los artículos de consumo por parte de la
nobleza y de la monarquía.
b.- El desarrollo de la actividad mercantil, en especial del
comercio marítimo. En los siglos anteriores las rutas por
mar habían sido ya muy frecuentadas con la explotación de
América y Asia por parte de España y Portugal, pero los
nuevos tiempos están marcados por la hegemonía
económica de Inglaterra y su expansión por ultramar. El
incremento de la población en los puertos, gracias a su
carácter de núcleo comercial, dio lugar a nuevas actividades
económicas que reforzaron la nueva clase social en ascenso.
El momento de esplendor de la tendencia clasicista se
remonta a finales del siglo XVII, pero sus influencias llegarán
a la literatura ilustrada. Su estética se encuentra sintetizada
en La poética de Boileau, publicada en 1674, y se basa en un
sentimiento filtrado por el intelecto y en una referencia a
"los antiguos" como clásicos dignos de imitación. Se niegan
también los excesos del barroco. En el teatro domina la regla
aristotélica de las tres unidades: espacio, tiempo y acción,
que limita cada espacio de acción a un sólo lugar y a un sólo
día, mientras que en la poesía se impone el verso
alejandrino, catorce sílabas, y formas clásicas como la
fábula, la elegía y la égloga.
La vigencia de la Ilustración se podría fechar entre el año
1689, en el que se publica el Ensayo sobre el entendimiento
humano de John Locke y 1774, publicación de la obra de
Goethe Las desventuras del joven Werther.
Características
 Predomina la razón frente a la emoción, la imaginación
y la sensibilidad.
 La literatura tiene un fin útil para el hombre, pudiendo
ser didáctico, moral o social. “Mejorar las almas y
corregir los vicios”. De ahí que se edite en Francia la
Enciclopedia. El Emilio de Rousseau es además de una
novela, un tratado de educación.
 El laicismo cuestiona la religión y sus instituciones en lo
tocante a la libertad de los hombres.
 Se cuestiona el poder político de las monarquías
absolutas, y se defiende la participación del pueblo en la
política. Esto puede verse en Los viajes de Gulliver de
Jonathan Swift.
 Se analizan y se critican los valores y costumbres
adoptados por el pueblo. En la literatura se recurre al
género epistolar para estos análisis sociales, como en
Las Cartas Marruecas del español José Cadalso, basadas
en las Cartas Persas del francés Montesquieu.
 Preocupación por la ciencia y sus aplicaciones en la vida
real. Isaac Newton es alabado por los Ilustrados por ser
el descubridor de la Ley de la gravedad.
 Como lo habían hecho los renacentistas, durante la
Ilustración se imitan a los clásicos, incorporando como
modelo la tragedia y la comedia. En la poesía la
estructura era similar a las églogas, las fábulas, la elegía,
la épica o el himno. Voltaire intentará imitar la Eneida
de Virgilio con su largo poema La Henriada.
 Se sigue respetando la estética clásica en el teatro y en la
poesía. En la prosa, aparece la novela, precedida
anteriormente por El Quijote y la novela picaresca.
 Se separan tajantemente los géneros, impidiendo
mezclarse en una misma obra poesía y prosa, o tragedia
y comedia.
 Se valora más lo tradicional que lo novedoso, razón por
la cual la novela no fue adaptada del todo a la literatura
durante mucho tiempo.
 Se valora también el equilibrio, la armonía y el decoro
en la forma de expresarse. La exageración la rechazan
completamente. La claridad, la simpleza, la armonía
adquieren un valor literario.
 Primacía de lo natural y realista sobre lo fantástico.
 La ironía y la parodia son recursos en la crítica y
denuncia a los poderosos.
 Uso del lenguaje culto, limpio y "literario", como
metáforas, imágenes y figuras retóricas, siempre y
cuando estén ya presentes en la literatura clásica.
El concepto de literatura en el período de la Ilustración, no
se entendía como en la actualidad. Por literatura se entendía
la capacidad y experiencia de leer y escribir, y era también
todo el conjunto de libros que contuvieran conocimientos, lo
que incluía libros de filosofía, economía, ensayo e historia, y
excluía a la novela.
LA ESTÉTICA NEOCLÁSICA
1) VEROSIMILITUD:
Constituye un principio fundamental de la estética clásica.
Aristóteles (en la Poética) había relacionado lo verosímil
con la esencia misma de la poesía, al escribir:
“El historiador y el poeta no difieren por el hecho de
expresarse en verso o en prosa (…); difieren sin embargo, en
decir uno lo que aconteció, y el otro, lo que podría acontecer.
Por eso la Poesía es más filosófica y elevada que la Historia,
pues la Poesía cuenta preferentemente lo universal, y la
Historia lo particular. Lo universal es aquello que, según la
verosimilitud o la necesidad, dirá o hará cierto hombre; esto
es lo que aspira a presentar la Poesía, aunque atribuya
nombres a los personajes. Lo particular es lo que hizo
Alcibíades o lo que le aconteció”
Como se desprende de este pasaje, el objetivo de la poesía
no es real concreto, lo verdadero, lo que de hecho aconteció,
sino lo verosímil, lo que puede acontecer.
Lo verdadero, lo que efectivamente ha acontecido, puede
muchas veces ser increíble, y distanciarse, por consiguiente,
de lo verosímil, como subraya Boileau en su Art Poétique:
“Nunca al espectador ofrezcas lo increíble:
A veces puede haber verdad inverosímil”

El principio de la verosimilitud excluye de la literatura


todo lo insólito, lo anormal, lo estrictamente local o el puro
capricho de la imaginación. El clasicismo no busca lo
particular, el caso único y aislado, sino lo universal y lo
intemporal.
2) IMITACIÓN DE LA NATURALEZA (MIMESIS)

Sigue a Natura con sagaces ojos;


Si la cómica palma ansioso anhelas;
Estúdiala en el hombre; que si indagas
Del corazón los senos escondidos,
Sabrás lo que es un pródigo, un avaro,
Un honrado, un hipócrita, un celoso,
Y alegrando la escena felizmente,
Sabrás darles acción, gesto y palabras. (Boileau)

El artista debe imitar la naturaleza, estudiándola con


fervoroso cuidado, a fin de no traicionarla jamás. Como dice
Boileau:
“Sea Naturaleza vuestro único estudio…
De la Naturaleza jamás hay que apartarse”

Esta naturaleza tantas veces mencionada por los autores y


por los preceptistas del clasicismo no se identifica
principalmente con el mundo exterior, como el paisaje con
las sierras, los ríos, los bosques, etc.; se identifica con la
naturaleza humana: el estudio del hombre, de sus
pensamientos, sus sentimientos y de sus pasiones, de su
alma y de su corazón, es preocupación absorbente del
clasicismo y constituye también una de sus más legítimas
glorias.
La imitación de la naturaleza en la estética clásica, no se
identifica con la copia servil, con la reproducción realista y
minuciosamente exacta: el clasicismo escoge y acentúa los
aspectos característicos y esenciales del modelo, eliminando
los rasgos accidentales y transitorios, desprovistos de
significado en el dominio de su universal poético.
Es decir, tal imitación de la naturaleza se caracteriza por un
idealismo radical, una selección ideal. (Estudiar al hombre
en sus componentes particulares para constituir modelos
humanos, de bondad o de maldad, de fe o de pasión, de
esfuerzo o de pereza.)
“Es cierto que debe el Poeta, si pretende con justicia este
nombre, imitar a la Naturaleza; pero esa imitación no ha de
ser tan rigurosa que no tenga más libertad que la de copiar
servilmente los objetos tal como la Naturaleza los produce;
por el contrario, está obligado a ornarlos con todas las
gracias y perfecciones posibles, a exponerlos a nuestros ojos,
no como la Naturaleza los produce sino como debería
producirlos si quisiera crearlos en el grado más sublime de la
perfección. Debe pues el Poeta (a ejemplo de Zeuxis 1que, al
querer retratar a Elena2, no eligió para modelo de su retrato
una sola hermosura) discurrir por todos los objetos que la
Naturaleza le ofrece en la especie de lo que pretende dibujar, y
escoger (selección ideal) de todos ellos el que le parezca más
digno, y uniéndolo en la fantasía, formar con todas estas ideas
particulares una idea universal, que le sirva de modelo en su
pintura” (Cruz e Silva Poesias 1833)
Este idealismo se acentúa aún más por el hecho de que el
clasicismo selecciona cuidadosamente la naturaleza que ha
de ser imitada, excluyendo de la imitación poética todo lo
grosero, lo grotesco, lo hediondo, todo lo vil y monstruoso.

1
Zeuxis: Pintor griego, natural de Heraclea. Se dice que pintó un racimo de uvas tan fiel a la imitación de la Naturaleza que
los pájaros intentaban picotear la uva.
2
Elena, cuyo rapto por Paris originó la Guerra de Troya (La Ilíada)
3) EL INTELECTUALISMO

Tú, antes que escribas, a pensar aprende:


La expresión copia siempre al pensamiento.
Lo que bien se concibe, bien se enuncia,
Y voluntaria la dicción se ofrece. (Boileau, El Arte Poética)

Todos los principios neoclásicos, desde la teoría de lo


verosímil hasta la aceptación de las reglas, están
profundamente impregnados de este racionalismo. Boileau
expresó esta inclinación racionalista de la estética clásica en
dos versos famosos:
“Amad, pues, la razón: siempre vuestros escritos
Reciban de ella sola su lustre y su valía

La razón aparecía como el buen sentido que impedía caer


en los caprichos de la imaginación, en los absurdos de la
fantasía; como la facultad crítica que esclarecía al poeta en la
creación de la obra y guiaba al lector en la apreciación de las
composiciones literarias.
El fenómeno poético, en la estética clásica, no se divorcia de
la reflexión y de la cultura intelectual. Por otro lado, la
razón es concebida como una entidad inmutable y universal,
ajena a toda variación cronológica o espacial.
El griego del tiempo de Pericles, según se admitía,
raciocinaba del mismo modo que un súbdito de Luis XIV, y
este hecho era la garantía de la existencia de una belleza
universal y de un gusto universal. La imitación de los autores
greco-latinos y la defensa de las reglas hallaban plena
justificación en este concepto de una razón y de una belleza,
inmutables y universales.
La autoridad de Aristóteles, (criterio de autoridad)
aceptada casi unánimemente por los autores clásicos, es
vivificada por esta onda intelectualista, pues el Estagirita es
identificado con la esencia misma de la razón, de modo que
la aceptación de sus preceptos equivale a la aceptación de
las exigencias imprescindibles del entendimiento humano.
Este culto a la razón tuvo muchas veces consecuencias
nefastas, pues originó la atrofia de la imaginación y abrió el
camino a la rigidez, a la árida sequedad y al prosaísmo que
caracterizan tan gran parte del neoclasicismo europeo, pero
también es fundamento del equilibrio, de la densa sobriedad
y de la claridad mental que ofrecen las grandes obras de la
literatura clásica.

4) ACEPTACIÓN DE LAS REGLAS:

Pero, según razón, sea entre nosotros


La acción con arte distribuida,
Que en un solo sitio, en un día, un hecho sólo
Tenga hasta el fin el auditorio atento. (Boileau)
Representan, en el sistema de valores de la estética clásica,
la consecuencia natural de la actitud intelectualista arriba
analizada y de la concepción del acto creador como vigilia
reflexiva y disciplinadora de los arrobos de la imaginación y
de los impulsos de los sentimientos.
La aceptación de las reglas no procede sólo de un principio o
criterio de autoridad pasivamente respetado, pues las
reglas, antes de ser consideradas como nacidas de la
autoridad de un autor, son analizadas a la luz de la propia
razón y justificadas o rechazadas por ésta. Además, la
formulación de las reglas del clasicismo está íntimamente
asociada a la experiencia de los grandes modelos literarios.
Cada género, cada forma literaria poseía sus reglas
específicas, relativas al contenido, a la disposición de los
elementos estructurales, a los aspectos estilísticos, etc. Entre
las reglas de la estética clásica sobresale, por su importancia
intrínseca y extrínseca, la llamada
REGLA DE LAS TRES UNIDADES: Unidad de acción, Unidad de
Tiempo y Unidad de Espacio.
En la Poética de Aristóteles sólo se halla claramente
formulada la regla de la unidad de acción, y únicamente se
dan algunas indicaciones muy sumarias e imprecisas acerca
de los requisitos de tiempo y lugar en la economía de la
tragedia.
Fueron los comentaristas italianos de la Poética los que
elaboraron, la doctrina de las tres unidades, las que
quedaron definidas del siguiente modo:
Unidad de acción: Una obra de teatro cumple con esta regla
cuando se dan las cuatro condiciones siguientes:
1.- Ninguna acción secundaria podría suprimirse sin que
la principal se torne inexplicable.
2.- Las acciones secundarias se iniciarán al principio de la
obra y proseguirán hasta el desenlace.
3.- Todas las acciones, la principal y las secundarias,
deben depender exclusivamente de los datos de la
exposición y no conceder ningún lugar al acaso o la
casualidad.
4.- Hasta aproximadamente 1640, la acción principal
debía influir sobre sobre cada una de las acciones
secundarias. Desde aquella fecha, cada acción secundaria
debe influir sobre la acción principal.
Unidad de lugar: 1.- Desde 1630 hasta aproximadamente
1645, carácter de una obra de teatro cuya acción estaba
ambientada en distintos lugares particulares agrupados en
un único lugar general, constituido por una ciudad y sus
alrededores, o por una región natural de pequeña extensión.
2.- A partir de 1645 aproximadamente, carácter de una
obra teatral cuya acción se consideraba situada, sin ninguna
inverosimilitud, en el lugar único y preciso representado por
el escenario.
Unidad de tiempo: La acción de una obra debía durar, a lo
sumo, veinticuatro horas, y por lo menos, tanto como la
duración real de la representación.
Las unidades de acción, lugar y tiempo, arbitrarias en
determinados aspectos, se integran en el espíritu de
sobriedad y concentración características del clasicismo;
Racine creó, dentro de los estrechos límites de las tres
unidades, obras maestras de tensión y de densidad trágica.
El romanticismo, exaltado y grandilocuente, consideró la
regla de las tres unidades como reducto por excelencia de la
tiranía clásica, reducto que los románticos conquistaron
como si fuesen piratas, según la brillante imagen de Víctor
Hugo:
Yo he abierto, antorcha en mano, las dos puertas del
drama; Piratas, conquistado hemos a vela y remo,
de la triple unidad el árido archipiélago.

La posible rigidez del conjunto de reglas del clasicismo se


ve atenuada, en la obra de los grandes creadores, por la
introducción del fundamental imperativo de agradar al
lector y al público: “La regla principal consiste en agradar y
conmover: todas las demás sólo sirven para llegar a esta
primera”, escribe Racine en el prefacio de Berenice. Si en los
escritores mediocres la observancia de las reglas se
transformó en seco dogmatismo, los grandes artistas,
dueños de un gusto depurado, supieron seguir aquel
precepto que, según Boileau, “indica como regla no respetar
algunas veces las reglas”.

5) IMITACIÓN DE AUTORES GRECO-LATINOS


No hay horrible sierpe o monstruo que no pueda
El arte imitador volvernos grato. (Boileau)

El principio de la imitación de los autores greco-latinos


representa en la estética clásica una fecunda herencia
renacentista: deriva del culto apasionado con que los
humanistas del Renacimiento imitaron a los autores griegos
y romanos, bebiendo en sus obras los temas y las formas con
que renovaron las literaturas europeas.
Pero lo que en los humanistas del Renacimiento era
admiración deslumbrada y sentimiento espontáneo se
transformó, en la doctrina neoclásica en actitud reflexiva y
racionalmente justificada. Si la razón es una facultad
inmutable y si los valores estéticos participan de esta
inmutabilidad y universalidad – “el gusto de París resultó
semejante al de Atenas”, escribe Racine en el Prefacio de
Ifigenia - , la imitación de los autores griegos y latinos está
sólidamente legitimada.
Boileau, al fundamentar la imitación de estos autores en la
admiración unánime que siempre les habían tributado las
personas de buen gusto, no hace más que presentar esta
justificación racional desde un punto de vista diferente, pues
la admiración unánime y el consenso universal expresarían,
en definitiva, la perennidad universal de los cánones
artísticos.
Otros autores clásicos justifican la imitación de los griegos
y latinos mediante la teoría de la imitación de la naturaleza:
la poesía debe imitar una naturaleza despojada de rasgos
deformes y groseros; ahora bien, los grandes escritores
griegos y romanos presentan en sus obras una naturaleza
ideal y perfecta, de suerte que su imitación se identifica con
la imitación de la naturaleza. Como expone Correia Garceo,
a través de la lección de los antiguos se aprende a pintar la
naturaleza:
“El poeta que no siga a los Antiguos perderá totalmente el
norte, y jamás podrá alcanzar aquella fuerza, energía y
majestad con que nos retratan el famoso y angélico semblante
de la Naturaleza”.
El principio de la imitación de los autores greco-latinos, en
la estética clásica, no conduce necesariamente
necesariamente a la copia inerte ni al servilismo estéril,
pues los derechos de la creación original están siempre
asegurados, y no significa un respeto idolátrico a todo lo que
sea griego y latino. Todos los preceptistas del clasicismo
están de acuerdo en la necesidad de seleccionar los autores
que deben imitarse, separando lo bueno y lo malo según una
perspectiva estética actual. “No quiero proponer a los
antiguos como modelos sino en las cosas que hicieron
racionalmente”, escribe d`Aubignac, y esta afirmación vale,
en principio, para todos los autores clásicos.
6) EL DECORO

Tolera el Lacio impúdicos vocablos;


Mas el lector francés ama el decoro:
Cualquier sentido obsceno le displace,
Cuando la voz no le disfraza honesta:
Candor quiere la sátira, y no en voces
Desvergonzadas predicar vergüenza. (Boileau)
La regla del decoro constituye otro elemento preponderante
de la estética clásica. El decoro puede ser interno, es decir,
relativo a la coherencia y a la armonía internas de la obra
literaria, y externo, o sea, relativo a la adecuación de la obra
con relación al gusto, a la sensibilidad y a las costumbres del
público.
a.- El decoro interno determina por ejemplo, que un
personaje mantenga constantes y coherentes sus
características, que hable y se comporte de acuerdo a su
condición y edad, que la descripción de costumbres y de
caracteres de cierta época o de cierto país obedezca a la
verdad histórica generalmente admitida acerca de tal época
y de tal país.
b.- El decoro externo exige que el autor respete las
costumbres y los preceptos morales de la sociedad en que se
integra, que se abstenga de tratar asuntos escabrosos y
crueles, escenas violentas o hediondas, como asesinatos,
duelos, etc.: que evite ciertas libertades y osadías en la
pintura de la vida sentimental.
En estas prescripciones destaca la que prohíbe ensangrentar
la escena con episodios violentos. Como señalaba Horacio,
tales episodios debían desarrollarse fuera de la escena y ser
narrados después a los espectadores.
Correia Garcao dice:

“Os afirmo, señores, que nunca he leído esta tragedia de


Sófocles (Edipo Rey) sin llorar. Cuando veo al desgraciado rey
con sus inocentes hijitos, ya haciendo imprecaciones, ya
llorando sobre ellos lágrimas de sangre, y en tan triste
desamparo, dejar la mujer, la casa y el reino. Al mismo tiempo
oigo la noticia de que Yocasta se ha matado. ¿Puede haber
más terror? ¿Puede haber más compasión? He aquí cómo la
tragedia consigue su fin sin hacerme inverosímil su
argumento.”
Por el contrario, si yo viese a este mismo Edipo meterse los
dedos por los ojos hasta arrancarlos, o dudaría de lo mismo
que estaba viendo, o la dificultad con que el actor ejecutaría
esta acción me provocaría la risa. Por eso Horacio manda que
suceda fuera de la escena y que no aparezca en el teatro”
(Dissertacao primeira. Obras Completas, t.II pp.111, 112)
Los actos de la vida cotidiana – comer, beber, dormir, etc. -
están desterrados de la literatura y de la escena, y son
también postergados todos los vocablos o expresiones que,
por su crudeza, realismo o grosería, se consideran poco
dignos y elevados.
La literatura tendía así a enclaustrarse peligrosamente en
una atmósfera enrarecida, de la que estaban ausentes la
diversidad y la complejidad del hombre y de la sociedad: al
mismo tiempo se formaba un lenguaje rígido y artificial, que
reflejaba en la anquilosis de sus clichés todas las
restricciones impuestas a la literatura por la estética clásica.
Contra todo esto va a reaccionar la estética romántica del
siglo XIX.
7) LA FUNCIÓN MORAL DE LA LITERATURA:
Esta regla es admitida unánimemente por los críticos
franceses que en el siglo XVII prepararon el advenimiento
del clasicismo. Mairet, Desmarets, Chapelain, La
Mesnardiere, etc., están de acuerdo en que la poesía debe
conciliar el deleite con la utilidad moral, contribuyendo así a
mejorar las costumbres y a hacer más digno al hombre.
Hacían suya la lección horaciana sobre la necesidad de unir
“lo utile a lo dulce”.
Los grandes autores del clasicismo aceptan esta concepción
de una literatura profundamente moral. Moliere, en el
prefacio de “Tartufo”, expone su idea de la comedia como
instrumento de crítica moralizadora de las costumbres y
acciones de los hombres:
“…nada reprende mejor a la mayoría de los hombres que la
pintura de sus defectos. Es buen golpe para los vicios
exponerlos a la risa de todo el mundo. Fácilmente se soportan
las reprensiones; pero no se soporta el ridículo”.
“El deber de la comedia, escribe también Moliere a propósito
de Tartufo, es corregir a los hombres divirtiéndolos”.
Boileau afirma, de modo perentorio, que el escritor debe
impregnar su obra de “sabias lecciones”, pues el lector exige
de ella más que pura diversión.

(Vítor de Aguiar e Silva


Teoría de la Literatura)
EL ARTE POÉTICA DE BOILEAU

Los críticos del Renacimiento creían que había que respetar


los Preceptos porque los autores de la Antigüedad los
respetaron, mientras que los neoclásicos como Boileau, fiel
seguidor de Aristóteles y Horacio, y luego los críticos del
XVIII, creen que hay que seguir al pie de la letra las reglas
clásicas porque las dicta el Sentido Común, la Razón, y si los
autores antiguos las respetaban era justamente por eso,
porque la Razón y el Buen Gusto son universales.
“Amad pues la Razón: tan sólo en ella han de buscar vuestros
escritos su brillo y su valor. La mayoría de los escritores se
deja arrastrar por un ardor insensato a buscar sus ideas lejos
del sentido común. ¿Creerán tal vez rebajarse en sus versos
monstruosos, si pensasen lo que otro ya pensó? Evitemos estos
excesos…”

Para Boileau la Razón tiene que ver con el Buen Sentido,


el Sentido Común sostiene que los verdaderos poetas deben
escribir teniendo en cuenta la coherencia y el buen gusto en
lo que escriben, de lo contrario caen fácilmente en obras
vulgares que no representan la elegancia y la virtud.

“Todo debe tender al Buen Sentido, pero el camino que lleva a


él es resbaladizo y difícil de seguir: apartarse un poco es
hundirse. Muchas veces, la Razón tiene sólo un sendero por
donde avanzar.”

Para Boileau era necesario buscar agudezas refinadas,


expresarse en términos galantes, hablar de manera elegante
y original; y no escribir con términos vulgares.

“Evitad lo vulgar en todo lo que escribís. Cada estilo, por poco


noble que sea, tiene su nobleza.”
La obra debe tener un principio, un desarrollo y un final,
propiamente articulados para que el lector pueda
comprender en totalidad la obra. Afirma que:

“¿Queréis el aprecio del público? No os canséis de dar


variedad a la expresión. Si el estilo es demasiado regular y
siempre uniforme, de nada sirve su brillo: nos adormecerá
fatalmente”

“presentad al lector solo aquello que pueda agradarle”

“apreciad al que os aconseja y no al que os alaba”

Boileau propone algunos consejos con respecto a la


adecuada composición de la obra, como por ejemplo, la
utilización de palabras armoniosas, el tener oídos severos
para el ritmo, realizar una adecuada utilización del lenguaje,
etc. En conclusión afirma que:

“sin dominio del idioma, el autor más sublime es siempre un


mal escritor, haga lo que haga.”

Como afirmamos anteriormente, el Arte Poética de


Boileau continúa con los principales Preceptos formulados
por Horacio y Aristóteles. Respeta las unidades de lugar,
tiempo y acción afirmadas por Aristóteles, en el Arte Poética:
la acción debe transcurrir en un solo día y en un solo lugar, y
debe tratar un único acontecimiento. Para Boileau ésta es la
manera correcta de llevar a cabo una obra dramática. Con
respecto al concepto de verosimilitud, el autor sostiene que:

“Nunca presentéis al espectador algo increíble. Lo verdadero,


a veces, puede no ser verosímil. Lo maravilloso no tiene
ningún encanto para mí, si es absurdo: el espíritu no se deja
conmover por algo que no cree.”

La verosimilitud es la credibilidad o congruencia de un


elemento determinado dentro de una obra de creación
concreta. Se dice que un elemento es verosímil cuando se
considera que es creíble dentro de un género dramático.
Lo verosímil, no es necesariamente lo verdadero
(aunque puede serlo) sino lo que tiene apariencia de verdad.
Platón escribió que en los tribunales "la gente no se
inquieta lo más mínimo por decir la verdad, sino por
persuadir, y la persuasión depende de la verosimilitud".
Aristóteles en su retórica, sostenía que lo verosímil es
"el conjunto de lo que es posible a los ojos de los que saben".
Pero agrega Aristóteles en su Poética que «No es el oficio del
poeta contar las cosas como sucedieron, sino como deberían
haber sucedido", Aristóteles iguala lo creíble con lo posible
(lo verosímil). Actualmente, el concepto sigue indicando lo
que tiene "apariencia" de verdadero.

Boileau sostiene que las acciones que transcurren en la


obra deben ser verosímiles para que los espectadores logren
conmoverse profundamente y poder llegar a la catarsis de
las pasiones. La función del conflicto en escena debe ir
incrementándose con el transcurso de la obra para llegar a
su culminación, y así lograr conmover hasta el más frío
corazón:

“el espíritu que se ha dejado envolver en una intriga, nunca se


siente tan vivamente tocado, como al conocer de pronto la
verdad de un secreto que lo cambia todo, y a todo confiere una
faz imprevista.”

Con respecto a la Tragedia, afirma que los caracteres en


los personajes deben ser bien utilizados y representados
correctamente, de modo que creen coherencia y
verosimilitud en los mismos. Por ejemplo, sostiene que el
Héroe debe decir palabras elegantes y refinadas, que se
correspondan con su estatus de Héroe (y así con todos los
personajes).
Sostiene que cada pasión tiene un lenguaje diferente,
por ejemplo:

“la cólera es orgullosa y necesita palabras altaneras; el


abatimiento se expresa con términos menos altivos”

La Poesía Épica (lo épico) tiene un aire más grandioso


que la Tragedia. A diferencia de ésta, la Poesía Épica cuenta
historias de ficción y se apoya en la leyenda para lograr su
solemnidad. Apela a todos los recursos que puede para
embellecerse y lograr un impacto más profundo en el lector.
Boileau reafirma la gran figura de Homero como el poeta
que utiliza todas sus artimañas artísticas para adornar sus
poemas y lograr esa grandilocuencia.

Con respecto a la Comedia, el autor afirma que la misma


debe representar todo con imágenes naturales, hacer hablar
a los personajes cuando les corresponda hablar, respetar las
edades, estudiar la corte, conocer los conflictos que presenta
vivir en la ciudad, etc. No debe tratar temas angustiosos y
serios como la Tragedia, sino que le corresponderá tratar
temas alegres pero siempre con moderación sin caer en la
vulgaridad: las gracias de los actores deben ser dignas. Por
lo tanto, afirma el autor:

“hay que evitar las gracias en contra del buen sentido”

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