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En el Perú, octubre es el mes cuyo nombre tiene como sinónimo “El Señor de los Milagros”, claro esto sin

dejar
de lado los turrones que ya desde dos o tres meses antes empiezan a comercializarse con frecuencia, pero que en
octubre gozan de mayor popularidad. No obstante, octubre fue también un mes decisivo para América, pues el día
12 de dicho mes Cristóbal Colón hacía su arribo a este continente, específicamente a las islas de Guanahaní –
actual San Salvador–. Ya han pasado 525 años de este acontecimiento que significó el contacto de dos
civilizaciones que hasta ese momento se estaban desarrollando independientemente la una de la otra. Las
consecuencias que se derivaron de este encuentro son bien conocidas, América –y con ella el Perú–pasó a
convertirse en colonia europea y principalmente española.

Conmemorar esta fecha ha supuesto en ciertas ocasiones un punto de controversia, no tanto por el hecho en sí –el
descubrimiento de América– sino por las consecuencias que tuvo. Por ejemplo, hace ya algunos años en el 2004
en la provincia de Córdoba, Argentina, Pablo Sanchez Terán, diplomático español, tuvo las siguientes
declaraciones en la conmemoración del 12 de octubre: "Mucho peor estaríais o estaríamos bajo las civilizaciones
incaicas, aztecas, mapuches, sioux, apaches, que han sido idealizadas por historiadores y antropólogos, cuando
es bien conocida su división de castas y su carácter imperialista y sanguinario". Desde luego, diversas
instituciones indigenistas levantaron su voz de protesta y exigieron la destitución del diplomático; no obstante,
tales declaraciones reflejan en cierta medida la visión que tuvo el occidente imperialista en general para con sus
colonias, no solo en el caso de España, por ejemplo cuando Inglaterra consolidó su invasión en la India en el siglo
XIX el discurso era más o menos parecido, pues los británicos representaban la civilización y el progreso, por
tanto los indios también debían agradecer ya que “Mucho peor estarían” si es que los ingleses no los hubieran
invadido.

Entonces, cómo interpretar el descubrimiento de América, cómo celebrarlo, cómo conmemorarlo. En principio y
para evitar anacronismos de cualquier tipo, comprender que un hecho ha de ser interpretado dentro de los límites
del contexto en el que sucedió; de este modo se evitarán juicios exacerbados al respecto. El descubrimiento de
América aconteció a finales del siglo XV, y en dicha época los reinos de europa se hallaban en busca de riquezas
tanto en oro y plata como en extensión de tierras. Un nuevo continente apareció ante sus ojos y se sintieron con
todo el derecho de incursionar sus empresas sobre él. Hubo excesos en tamaña empresa, así lo relata fray
Bartolomé de las Casas quien en su Brevísima relación de la destruición de las Indias cuestiona dichos excesos y
más aún pone en evidencia que los invasores tenían “por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy
breves días (…)”.

Por su parte, los reyes católicos, en especial la reina Isabel, pusieron todo su empeño en que los derechos indígenas
fueran ampliamente reconocidos y respetados. Por ejemplo, ya en el 1500 la reina dictó un decreto que prohibía
la esclavitud de los indígenas, pues ellos eran tan libres como lo eran los habitantes de Castilla. Este hecho loable
y revolucionario constituye un importante precedente para lo que luego serán los derechos humanos. No obstante,
a pesar de estos esfuerzos, ciertos excesos no pudieron evitarse, pues como bien dice una frase, “la naturaleza
humana aunque esté santificada, siempre asoma la cabeza”, y poco se podía hacer para revertir todo un proceso
histórico que según muchos intelectuales “revolucionarios” era inexorable.

En definitiva, podemos y debemos conmemorar este hecho como lo que fue: un acontecimiento propicio para el
mercantilismo imperialista europeo que se estaba gestando con miras a la consolidación del capitalismo, y que
supieron aprovechar muy bien –sobre todo los ingleses–. Dicho acontecimiento significó el encuentro entre dos
civilizaciones con diversas perspectivas de la realidad, perspectivas que no demoraron en colisionar. No podemos
aceptar de ninguna manera que estaríamos mucho peor con los Incas, Aztecas, mapuches, etc.; sin embargo,
tampoco podemos sostener lo contrario, pues ello constituiría entrar en especulaciones difícilmente comprobables.
En suma, no debemos emplear la historia como una herramienta para la discordia ni como alimento para el rencor.

Lo que sí podemos y debemos hacer es aprender de la historia y hacer de ella una herramienta para la paz y el
encuentro fraterno. Marc Bloch insistía en ello en su Introducción a la Historia, para el francés la historia “Es
una vasta experiencia de las variedades humanas, un largo encuentro entre los hombres. Tanto la vida como la
ciencia [y con ella la historia] tienen el mayor interés en que este encuentro sea freternal”.

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