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ALVAREZ-CAPEROCHIPI
Profesor Titular de Derecho Civil. Facultad de Derecho (Burgos)
Acreditado como catedrático
Magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Navarra.
TOMO 1
Parte II
RÉGIMEN ECONÓMICO DEL MATRIMONIO
MADRID 1987
CAPITULO V
EL RÉGIMEN PATRIMONIAL DEL MATRIMONIO
I. CONSIDERACIONES GENERALES
CAPITULO VI
LA SOCIEDAD LEGAL DE GANANCIALES
CAPITULO VII
EL ÁMBITO DE LO DISPONIBLE EN EL RÉGIMEN ECONÓMICO DEL
MATRIMONIO
I. PLANTEAMIENTO
I. Consideraciones generales
1. LA DOTE
1
1 Corso di diritto romano, I, Diritto di famiglia (red. M ilano 1963) página 389.
El Derecho romano parte del presupuesto de que el marido está obligado a
sostener a la mujer y a los hijos. La dote es una compensación por asumir una carga
familiar (pro oneribus matrimonii: D. 24.1.21). La constitución de la dote no se
considera un acto lucrativo, sino oneroso (D. 24, 1, 21; D. 44, 7, 19); por ello puede
constituirse dote por la mujer durante el matrimonio, sin conculcar la prohibición de
donaciones entre los cónyuges; la dote prometida produce efectos jurídicos, aunque sea
informal2
En el matrimonio cum manu, todos los bienes de la mujer pasaban al marido: cum
mulier in manum convenit, omnia quae eius erant, viri fiunt dotis nomine (CICERÓN,
Tópica, capítulo V). En el Derecho arcaico la uxor se distingue de la concubina por la
dote3; en el matrimonio sine manu era habitual que la mujer casada transmitiese todos
sus bienes al marido dotis causa4. En el momento del matrimonio los padres dotaban a
las hijas (dote profecticia), pues la mujer, al salir de la potestas del pater, perdía sus
derechos hereditarios.
2
Cfr. C. 5, 11: De dotis promissione (C. Th. 3, 13, 4; C. 5, 11, 6); obliga aunque sea hecha mediante acto
informal. La dote prometida sin determinación de capital obliga arbitrium boni viri.
3
GLÜCK, XXIII, pág. 690, y la existencia de instrumenta dotis GI.ÜCK, XXV. pág. 373
4
Aunque podía reservarse una parte, denominada peculio o paraferna. Si bien esta reserva sólo se
generalizaría en el Derecho posclásico v provincial
5
l.a opinión prevalente es que en el Derecho romano clásico el marido era siempre propietario, gravado
con el deber de restitución, si bien la Lex julia de adulteriis restringe sus poderes de enajenación de
inmuebles. La consideración del marido como usufructuario de la dote es propia del Derecho griego y
provincial.
de viudedad) y preconstituye la situación patrimonial de la mujer y de los hijos ante un
eventual divorcio.
Junto a los bienes dotales, el Derecho romano prevé la posibilidad de existencia de
unos bienes propios de la mujer (quas graeci perapherna dicut) (C. 5, 14, 8). Con todo
es excepcional (extra dotal) y no aparece regulado en las fuentes propiamente romanas;
el Digesto sólo prevé (texto de ULPIANO: D. 23, 3, 9, 3) la entrega al marido previo
inventario para su administración. En el Código de Justiniano (5, 14, 11 y sigs.) se
atribuye al marido el derecho a exigir sus frutos para sostener las cargas del matrimonio.
Los parafernales implican el reconocimiento de una identidad patrimonial de la mujer y
su deber de contribuir a las cargas del matrimonio; la misma existencia de parafernales
da un matiz gratuito a la dote y convierte en un problema esencial del derecho
patrimonial familiar la distinción entre bienes parafernales y dote 6. Los parafernales son
contradictorios a la genuina mentalidad romana, y parecen desarrollarse en el Derecho
posclásico y bizantino por influencia griega y provincial; instauran un complejísimo
orden de relaciones patrimoniales familiares y dan entrada a un régimen antitético y
difícil de coordinar con el de la dote romana.
8
En este sentido GARCÍA GARRIDO, El régimen jurídico del patrimonio uxorio en el Derecho vulgar
romano-visigótico, «AHDE», 1960, página 399. A mi juicio, podría también ser una reminiscencia de los
antiguos pactos sucesorios, pero ahora de espectro más limitado.
9
La falta de cuota testamentaria para la viuda en el Derecho romano clásico se remedia por medio del
testamento (singularmente el legado de usufructo), pero en el Derecho posclásico y oriental se utiliza
preferentemente la donatio ante-nuptias (GARCÍA GARRIDO, página 417). La restricción de los
derechos sucesorios está en relación con la legislación sobre segundas nupcias de la viuda. Puede verse
también la reciente publicación de GARCÍA GARRIDO, El patrimonio de la mujer casada en el Derecho
civil, Madrid, 1982, que es la segunda edición del libro lus uxorium. El régimen patrimonial de la mujer
casada en el Derecho romano (1958), con los dos artículos publicados en «AHDE» relativos al Derecho
visigótico. La glosa y los humanistas interpretan la donatio propter nuptias en el sentido de una masa de
bienes inalienables que se vinculan en garantía de la restitución de la dote, y esa doctrina se reitera hasta
época reciente (en España, GUTIÉRREZ en el siglo XIX).
10
Este conjunto de bienes empieza a tener una cierta sustantividad propia. Por una constitución del año
382 de Constantino el Grande, se ordena que, en caso de segundas nupcias de la viuda, la propiedad de
estos bienes se atribuyese a los hijos del primer matrimonio, quedando la mujer sólo con el usufructo
(permitiendo a la mujer mejorar al hijo que más le agradara). En el año 431, una constitución de Teodosio
II amplía este régimen a la dote recibida del marido; y finalmente distintas constituciones de fines del
siglo v sancionan a la obligación de reservar las donaciones antenupcias a los hijos, aunque no hubiera
segundo matrimonio, y a los padres del marido a falta de hijos, con lo que la viuda sólo lucraba la
donación nupcial o la dote en usufructo.
paraferna, las donaciones propter nuptias y los derechos sucesorios del cónyuge
supérstite. Son muy corrientes los pactos de lucranda donatione, y se admite la validez
del pacto del enriquecimiento del marido con la dote en caso de premoriencia a cambio
del enriquecimiento definitivo de la mujer en la donatio propter nuptias (C. 5, 14, 9), lo
que asemeja el pacto a un auténtico testamento de hermandad. Aunque se recuerda la
nulidad de los pactos sucesorios en la constitución dotal (D. 38, 16, 16) y en los pacta
nuptialia (C. 5, 14, 5)11. Es también corriente la participación de terceros constituyentes
(ascendientes, hermanos) de dote o de donaciones propter nuptias.
1. PLANTEAMIENTO GENERAL
11
Se trata de un punto clave en la dogmática económico-matrimonial. GLÜCK (XXIII, pág. 111) recuerda
que la diferencia fundamental entre los pactos matrimoniales del Derecho germánico —los capítulos
matrimoniales— y los pactos matrimoniales romanos estribaba en la prohibición de pactos sucesorios.
Pero el problema ontológico estriba en la indeterminación de que es un pacto sucesorio. Toda donación,
especialmente la donación de inmuebles irrevocable participa de la naturaleza de los actos mortis causa y
adquiere un cierto matiz de sucesión contractual.
12
Sobre el tema puede verse: GARCÍA GALLO, Bienes de propios v derecho de propiedad en la alta
Edad Media española, «AHDE». 1959, página 351 y sigs. Existe una tajante distinción entre los bienes de
familia donde predomina la vinculación familiar sucesoria y los bienes adquiridos o ganados. La
sistema tradicional convive con el sistema dotal común, regulado en las Partidas, que no
reconoce una cuota sucesoria específica a la viuda, y recibe el sistema justinianeo de
dote y donación propter nuptias. La consideración de los gananciales como bienes
comunes durante el matrimonio (que la mujer adquiere en plena propiedad tras su
disolución) es el resultado de una personificación del matrimonio que sólo se inicia en
la muy baja Edad Media y en la doctrina humanista, y que en el Derecho positivo
español se manifiesta principalmente a partir de las leyes de Toro.
Las Partidas suponen la recepción del régimen dotal romano, pero, por su
extensión, prevé los sistemas de partición de ganancias allí donde se apliquen
por costumbre. El régimen de las Partidas convive naturalmente con los sistemas
forales, lo que confirma el carácter netamente sucesorio del reparto de los
gananciales (por ejemplo, la mujer es privada de los gananciales como una
especie de indignidad sucesoria por adulterio, por herejía y por vida
licenciosa)17. Se establece durante el matrimonio un rígido régimen de unidad de
administración por el marido, y se recoge expresamente la presunción muciana
(propia de un régimen dotal), en cuya virtud los bienes del matrimonio se
presumen del marido mientras la mujer no demuestre que son suyos (Partida 3,
XIV, 2).
16
Una nueva familia: la de los mercaderes, navegantes, artesanos y pequeños propietarios, destaca la
unidad del vínculo y el carácter mobiliario de la riqueza. VISMARA pone en relación esta nueva familia
con el desarrollo del modelo consensual de matrimonio de la Iglesia romana (cfr. pág. 35 y sigs.).
17
Tienen su origen directo en las Decretales (Libro IV, Título II, Capítulo IV) y se reitera en la Ley 31 de
Toro; es el mismo régimen de pérdida de la dote y de la donatio propter nuptias por analogía con el
régimen de la indignidad sucesoria. En el Derecho visigótico la condictio viduitatis era una condictio
iuris de tenencia de los bienes (Lex misia 5, 2, 5, VISMARA, pág. 31, el derecho altomedieval miró con
desagrado las segundas nuptias); para los gananciales se dispone expresamente por una disposición de
Enrique IV (Ley 5, Título IV, Libro X de la Novísima Recopilación). El marido en vida puede disponer
libremente de los gananciales (Ley 205 de estilo: por ser comunicables los gananciales no se restringen
sus facultades de disposición).
18
Tal parece el régimen del Fuero Real y del Fuero Juzgo. Los fueros locales regulan los gananciales
como un régimen de sobrevivencia y siempre desde la perspectiva de la partición (cfr. MARTÍNEZ
GIJÓN, El régimen económico del matrimonio..., cit., pág. 73)
19
Lev 26, Título XIII, Partida 5: La mujer está obligada a reservar todo cuanto haya recibido del marido a
título lucrativo, bien en vida, bien a causa de muerte. Pero a partir de las leyes de Toro las ganancias
pierden su sentido de adquisición lucrativa, de aquí que la obligación de reserva no se extienda a la mitad
de los gananciales. Aun en el siglo XIX tal disposición escandaliza a parte de la doctrina (por ejemplo,
SANCHO LLAMAS la somete a una fuerte crítica); AVEDAÑO, en un intento de explicar lo que para él
era inexplicable, afirma que las ganancias se reciben a título oneroso ex dispositione legis. No se les
ocurría ni siquiera plantearse que la mujer adquiere su mitad durante el matrimonio.
pleno siglo XIX, en abierta contradicción con las nuevas ideas humanistas,
TELLO FERNÁNDEZ y el mismo GUTIÉRREZ se sienten en la necesidad de
aclarar que la mujer no adquiere la mitad de los gananciales durante el
matrimonio20. La derogación de la presunción muciana es tardía (sólo entonces
puede hablarse de formación de una auténtica comunidad de hecho entre los
cónyuges: Pragmática de Felipe II de 1566, recogida en la Ley 4, Título IV,
Libro X, de la Novísima Recopilación).
20
Idéntico problema se plantea entre los que entienden que la renuncia a los gananciales es una donación
(GREGORIO LÓPEZ) y la postura mayoritaria que entiende que la renuncia a los gananciales se rige por
el régimen de la renuncia a la herencia y legado (ANTONIO GÓMEZ, COVARRUBIAS, MATIENZO,
etc.). Sobre la renuncia a ganancias puede verse en detalle: DE LOS MOZOS, La renuncia a la sociedad
de gananciales, «ADC», 1960, pág. 135 y sigs.; art. 60 ley de Toro permite a la mujer renunciar a las
ganancias, lo que le exonera de responsabilidad por la gestión del marido.
21
La discusión sobre si la mitad de los gananciales se adquiere durante el matrimonio o a su disolución
tiene unos matices predominantemente teóricos si tenemos en cuenta que por el principio de unidad de
administración, ligado a la potestad marital, los bienes del matrimonio son regidos por el marido.
utilizado en estos tres sentidos, lo que dificulta la labor de analizar su desarrollo
histórico y de fijar su régimen jurídico22.
El término arras en el Derecho visigótico parece emplearse, bien como prenda
de futuro matrimonio, bien como don esponsalicio (y aun en un doble sentido: como
don usual y como ajuar); OTERO no cree que el término arras pueda emplearse como
pretium virginitatis (morgengabe o precio de fermosa doncella: en contra del padre
Mariana)23. Lo más característico del arra visigótica es la limitación a 1/10 de los bienes
presentes (LI, 3, 1, 5). Esta limitación se reitera en los fueros castellanos (Fuero Real:
1/10 de lo que hubiere, 3, 2, 1; Fuero Juzgo 1/10 de lo que hubiere de heredar) y llega
hasta la Ley 50 de Toro. Esta limitación al 10 por 100 ha preocupado a la doctrina,
máxime teniendo en cuenta que el Derecho visigótico (y la mayoría de los fueros
territoriales altomedievales) no prohibían la donación entre cónyuges después de un año
de matrimonio24. En la época moderna, esta referencia al 1/10 de los bienes presentes se
interpretaba como donaciones usuales entre cónyuges, permitidas aun después del
matrimonio, a pesar de la prohibición de donación entre los cónyuges (Antonio
GÓMEZ, Gregorio LÓPEZ, COVARRUBIAS, DEL VlSO, etc.) 25. La distinción entre
arra y don esponsalicio es propia de la época moderna, en la que se limita el don
esponsalicio (joyas y vestidos preciosos, Partidas 4, 11, 3) a una octava parte de la dote
(Nov. Rec. 10, 3, 6 y sigs.)26. La Ley 52 de Toro establece que para el caso de que se
hubiesen prometido o donado ambos (arras y ajuar) debe la mujer escoger entre ambas
(Nov. Rec. 10, 3, 3)27.
22
GUTIÉRREZ, por el contrario, sólo distingue dos clases de arras: como prenda de futuro matrimonio y
como donatio propter nuptias. Ello se explica por la predominante consideración de la donatio propter
nuptias como donación esponsalicia en el siglo XIX.
23
MARTÍNEZ GIJÓN opina que la morgengabe no existe en las fuentes jurídicas de la reconquista, pero
muchas donaciones propter nuptias y arras aparecen concedidas en razón de la virginidad (cfr. El régimen
económico del matrimonio: el proceso de redacción de los textos de la familia, del fuero de Cuenca,
«AHDE», 1959, pág. 45 y sigs.).
24
Alfonso OTERO entiende que en el Derecho visigótico su función era evitar la defraudación de los
regímenes económicos de separación.
25
En este sentido se interpreta la Ley 50 de Toro, y la Ley 1, Título 3, Libro X de la Nov. Rec.; en sentido
contrario se manifiesta GUTIÉRREZ. GREGORIO LÓPEZ afirma que la donación de las arras está
permitida después del matrimonio por ser una donación remuneratoria (seguramente ligada al pretium
virginitatis, idea que aún se perpetuaba en el siglo XIX). DEL Viso la califica, sin embargo, de donación
remuneratoria por ser causal.
26
Recoge una pragmática de don Carlos y doña Juana de 1534, reiterada por Felipe IV en 1623. Se
generaliza entonces la distinción entre arras y donaciones esponsalicias, considerando la donación
esponsalicia los «regalos de bodas» (ESCRICHE y MARTÍNEZ ALCUBILLA antes del Código y luego
SÁNCHEZ ROMÁN y CASTÁN que lo generalizan entre la doctrina española).
27
Otros autores tratan conjuntamente las arras y las donaciones esponsalicias (DEL Viso, pág. 142).
28
Cfr. Aventajas o mejoras, «AHDE», 1960, pág. 491 y sigs.
29
Son los paños y escusados de Las Partidas. La Ley 51 de Toro atribuye las arras, entendidas como ajuar,
a la mujer.
territoriales la plena propiedad de la mujer del don esponsalicio sin obligación
de reservarlo para los hijos comunes. Las aventajas matrimoniales del cónyuge
viudo como vestidos, joyas ordinarias y lecho no se parten30.
El Fuero Juzgo (3, 1, 5) regula una tradición inveterada del Derecho histórico
español: el beso. Si la mujer era besada tenía derecho a mantener la mitad de las
donaciones esponsalicias31; tal norma se reitera en la Ley 52 de Toro (Nov. Rec.
10, 3, 3) y llega hasta la moderna codificación. Parece, aunque no esté claro, que
el beso se refería principalmente a la donación esponsalicia y no a toda donación
propter nuptias y tendría originariamente un sentido ritual (como contrato
esponsalicio)32.
30
MARTÍNEZ GIJÓN, La comunidad hereditaria y la partición de herencia en el Derecho español,
«AHDE», 1957-58, pág. 269 y sigs. Es significativo que en algunos fueros locales las donaciones
esponsalicias se consideren gananciales y se partan por mitad. Un claro precedente de la distinción entre
aventaja (lechos y ropa) que no se parte y don esponsalicio (joyas y vestidos lujosos) que se parten por
mitad.
31
El Fuero Viejo le concedía la totalidad.
32
GUTIÉRREZ refiere el beso sólo a la donación esponsalicia. La Ley 52 de Toro parece con todo dar pie
para mantener el derecho de la mujer n la mitad de toda donación antenupcias si ha sido besada.
33
Se explica también por la confusión entre donación y testamento propia del Derecho visigótico y del
Derecho de la alta Edad Media.
34
La costumbre de dotar a las hijas se promociona y alienta por la Iglesia. En el decreto de Graciano se
establece como obligatoria, y la constitución de dote formaba parte del rito matrimonial cristiano de la
mayoría de los reinos medievales. Sin embargo, se considera a la dote recibida a título lucrativo como
adelanto de legítima (Partidas 4, 11, 8), sometida, por tanto, al régimen común de inoficiosidad.
35
La cuota patrimonial de libre disposición se originaría como pars animae. El llamado prohijamiento de
la Iglesia consistía en adoptar a Cristo como hijo (cfr. INFANTES FLORIDO, San Agustín y la cuota de
libre disposición, «AHDE», 1960, pág. 89 y sigs.).
de lucro recíproco da origen a los heredamientos recíprocos (y al testamento
mancomunado), que pueden hacerse antes o después del matrimonio (Partida 4, XI, 7)36.
En un régimen dotal como el regulado por Las Partidas, la falta de cuota
sucesoria del cónyuge viudo se remedia por medio de la dote y por los pactos nupciales
de lucro recíproco37; sin embargo, con la extensión de los regímenes de comunidad
pierde su sentido la donatio propter nuptias. Los comentaristas en Las Partidas conciben
la donatio propter nuptias como un conjunto de bienes inalienables, garantía de la
restitución de la dote (Antonio GÓMEZ). Gregorio LÓPEZ, Antonio GÓMEZ y
ESCRICHE, tras exponer el régimen de Las Partidas de la donatio propter nuptias,
entienden que, como contradote, es una institución en desuso. Incluso en los siglos
XVIII y XIX tiende a denominarse donación propter nuptias a la donación esponsalicia;
aunque parece conservar residualmente una cierta función como heredamiento
recíproco, pues se admite la donatio propter nuptias después del matrimonio con el
límite de la dote (Antonio GÓMEZ, COVARRUBIAS) 38. En los fueros territoriales y en
general en los sistemas en que no rige la prohibición de pactos sucesorios, la donatio
propter nuptias adquiere un matiz sucesorio-contractual; por el contrario, en el Derecho
de Las Partidas donde se prohiben los pactos sucesorios, la donatio propter nuptias
parece regularse como límite a los heredamientos recíprocos sin forma testamentaria.
36
Puede verse un modelo de escritura de heredamiento en Partida 3. XVIII, 87. En los Fueros territoriales
aparece ligado al régimen de los pactos sucesorios.
37
En la alta Edad Media, la dote profecticia se considera el pago anticipado de la cuota sucesoria y la hija
queda excluida de la herencia del padre (cfr. VISMARA, Storia dei patti successori, Milano, 1941, página
159).
38
Las donaciones propter nuptias son irrevocables frente a la revocabilidad esencial de los actos mortis
causa.
39
Cfr. GARCÍA GARRIDO, El régimen jurídico del patrimonio uxorio cu el Derecho vulgar romano-
visigótico, «AHDE», 1960, pág. 429.
40
FJ. 5, 2, 7; el Fuero Real prohibe durante el primer año el testamento de hermandad, lo que se explica
por la confusión de testamento v donación, v por el carácter recíproco de las donaciones propter nuptias.
propiedad de la tierra y, por tanto, la acumulación del poder de los señores feudales). A
partir de la recepción, el eje central de distinción entre el Derecho territorial y el
Derecho común se centra en la preocupación de este último por la prohibición de pactos
sucesorios. La legislación romana, de fuerte tradición burguesa y republicana, se
renueva en Las Partidas, que prohiben las donaciones entre cónyuges (4, 11, 4) por su
significado de sucesión contractual (principium urbis et quasi seminarium reipublique).
41
Y la donatio propter nuptias posterior al matrimonio. Aunque el alcance de ésta es discutible y en
general estaba en desuso. GUTIÉRREZ (pág. 511) señala que, aunque la dote puede constituirse después
del matrimonio según el derecho de Las Partidas, en eso «no van de acuerdo los Códigos modernos».
42
Nótese que la distinción entre donación y testamento tiene su sentido propio en aquellos sistemas que
prohiben los pactos sucesorios. La clave estriba en el carácter irrevocable de la donación frente al carácter
revocable de los testamentos. La donación mortis causa o post obitum se considera entonces
esencialmente revocable, pues adquiere carácter testamentario, aunque adopte la forma inter vivos.
43
Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia, 2." ed., I, Madrid. 1838.
44
Véase en detalle, OTERO, La mejora, «AHDE», 1963, pág. 5 v sigs.
Con todo, los pactos nupciales tienen una especial importancia en aquellos
sistemas que admiten en toda su generalidad los pactos sucesorios. En ellos la donación
universal propter nuptias en capitulación matrimonial (que constituye una auténtica
institución contractual), así como los pactos de amejoramiento y reserva de dominio,
suelen ser pactos sucesorios frecuentes. La noción de capitulación matrimonial como
elemento de determinación del régimen económico del matrimonio, y la prohibición de
capitulaciones post nuptias es una problemática ajena al Derecho histórico castellano y
que se origina (como la de la diversidad de regímenes económicos del matrimonio) en la
codificación napoleónica (de tales temas no tratan los tratados de Derecho civil
anteriores al Código).
"
45
Se abandona la concepción de que el marido sostiene económicamente el matrimonio por la noción de
carga común. Frente a responsabilidad del marido y los bienes dótales, se añade la afectación de todos los
bienes a las cargas del matrimonio.
46
A partir de las leyes de Toro, la constitución de dote y donatio propter nuptias» se imputa a los bienes
gananciales.
47
Así retrasar la partición a la muerte de ambos cónyuges, o comunidad universal de bienes y ganancias
que exigía el consentimiento de los parientes (cfr. MARTÍNEZ GIJÓN, El régimen económico cit., pág.
91; ARVIZU, pág. 70) e incluso el régimen de separación que aparece en los fueros más desarrollados de
la familia del Fuero de Cuenca.
48
Aunque estaba prohibido en Normandía por atentar contra la prohibición de donaciones entre cónyuges.
49
Se admite también la validez del testamento de hermandad, aunque se discute la revocabilidad de sus
disposiciones cuando es un testamento común.
múltiples ocasiones, se originó consuetudinariamente por la generalización de
los pactos nupciales que reconocían beneficios sucesorios al cónyuge viudo).
50
DUMOULIN afirmaba la propiedad del marido, pero LAURIERE fundaba en este artículo la unidad de
administración (cfr. BAUDRY-L.ACANERIE, pág. 257).
51
Resulta de gran interés la discusión que se inició en la comisión de codificación el 29 de septiembre de
1803 (recogida en detalle por BAUDRY-LACANTINERIE, XVI, pág. 89). BERENGUER propuso la
comunidad universal, pero fue rechazado por ser una norma contraría a la conservación del patrimonio
familiar; MALEVILLE propuso la comunidad de conquistas, pero fue rechazado (argumento de
TRONCHET) porque exigiría hacer un inventario previo al matrimonio; finalmente se aprobó la
comunidad de muebles y ganancias. ¿Y cómo respetar el derecho de los territorios que hasta entonces se
regían por el sistema de dote? CAMBACERES, MALEVILLE y PORTALIS propusieron desarrollar al
máximo las normas sobre convenciones matrimoniales. El régimen dotal fue rechazado desde el principio,
pues la inalienabilidad de la dote era interpretada como una vinculación.
El Código de Napoleón regula un modelo de familia fuertemente autoritario. La
mujer está sometida a la potestad marital del marido; el marido es el administrador de
los bienes comunes con poder de enajenarlos (1.421 y 1.422 del CN), aunque se exige el
consentimiento de la mujer para las donaciones (art. 1.422); la jurisprudencia reconoce a
la mujer el ejercicio de la acción paulina frente a las enajenaciones en fraude de su
derecho y, en general, el derecho a resarcirse de los actos fraudulentos frente a los
bienes privativos del marido. El marido es el representante de la mujer; los privativos de
esta (parafernales) son administrados por el marido y la comunidad disfruta de sus
ventajas (arts. 1.428 y 1.401.2 del CN); los actos de la mujer están sometidos a previa
licencia, y el marido no puede renunciar a este derecho en capítulos (art. 1.388 del CN).
Aunque se deroga el régimen dotal, el CN mantiene rígidamente el principio de unidad
de administración.
Las donaciones entre cónyuges se rigen por el sistema romano y se consideran
revocables (arts. 1.096 y 1.097 del CN). La doctrina discute acaloradamente el
fundamento de la revocabilidad. La jurisprudencia y doctrina tiende a interpretar
prohibida toda contratación entre cónyuges (en particular sociedades). También se
prohiben con carácter general los pactos sucesorios en capítulos (art. 1.389 del CN —
parece anunciar la práctica contraria); en particular se prohibe pactar la continuidad de
la comunidad después de la disolución del matrimonio {arts. 1.441 y 1.442 del CN).
Excepcionalmente el Código de Napoleón permite en capítulos la donación de
bienes futuros —con el límite de las legítimas— y, por tanto, la institución contractual a
los cónyuges o a los hijos comunes del matrimonio (art. 1.082). La donación de bienes
futuros es una institución contractual que se distingue de los legados por su
irrevocabilidad (Cuiacío: Datio sucessionis); con un origen consuetudinario se admitió
en los países de Derecho común, a pesar de la oposición de los romanistas (por una
interpretación extensiva del régimen contractual de la donatio propter nuptias).
Consagrada en una ordenanza de 1731, suprimida en la revolución (Ley 17 nivóse del
año II) vuelve al Código civil, aunque la exigencia de capitular antes del matrimonio lo
hace pronto caer en desuso52.
52
Junto con este pacto sucesorio se autoriza la promesa de mejorar en capítulos (art. 1.086 del CN) y se
dispone que las donaciones en contrato matrimonial no puedan revocarse por falta de aceptación.
régimen dotal es más sencillo, pero da compañeras más frías e indiferentes; el otro es
más justo y da compañeras más afectuosas).
El régimen patrimonial del matrimonio está en todo caso sometido a un rígido
sistema de unidad de administración y potestad marital. El marido es el administrador
de los bienes gananciales, y también de los dótales y parafernales —que prácticamente
sólo se nombran— con la única restricción de no permitir donar los bienes comunes
(salvo donaciones usuales).
El proyecto declara nulas las donaciones patrimoniales entre cónyuges después
del matrimonio. Se aparta de la tradición romana común (de Las Partidas); también del
precedente del Código de Napoleón que las declara revocables (sin dar de ello una
explicación convincente del cambio de criterio). El proyecto acuña un concepto vulgar y
nada técnico de donaciones propia nuptias como donaciones con ocasión del
matrimonio (se pierden los matices históricos: arras, donaciones y esponsalicios,
contradote del esposo, garantía de restitución de la dote, cuota viudal, mejora, etc.) y se
rigen en general por el régimen común de las donaciones (con alguna especialidad:
deber de restitución si no se celebra el matrimonio, no se exige aceptación [art. 1.2471,
alguna restricción a su revocabilidad: arts. 1.250, 1.251, etc.).
El proyecto recoge una figura sin tradición en el Derecho castellano: la donación
de bienes futuros o institución contractual. Se regula con más detalle y rigor que en el
Derecho francés, seguramente por tener presente la tradición del Derecho foral: recoge
la institución contractual a los cónyuges e hijos por terceros (arts. 1.253 y 1.254); puede
celebrarse antes o después del matrimonio; mientras la institución contractual entre los
cónyuges sólo puede celebrarse antes del matrimonio (art. 1.259); así mismo prevé la
atribución de la facultad de mejorar en capítulos (art. 663).
53
Es significativa la importancia que adquieren los capítulos en el nuevo Derecho. Con anterioridad al
Código, los autores apenas le prestan importancia. Por ejemplo, MARTÍNEZ ALCUBILLA, en las
ediciones anteriores al Código de su famoso diccionario, no recoge la voz «contratos matrimoniales», que
incorpora, sin embargo, extensamente en las ediciones posteriores. La libertad de capítulos se estableció
en la Base 22 de la Ley de Bases del Código civil. SÁNCHEZ ROMÁN justifica la prohibición de
capítulos después del matrimonio en la unidad de persona en el matrimonio. Reitera así las
consideraciones de los tratadistas históricos sobre la unidad de dirección del marido. En realidad la razón
más profunda parece ser la prohibición de donaciones entre cónyuges y la prohibición de pactos
sucesorios, así como reforzar la autoridad marital y exigir la separación judicial para toda separación
matrimonial.
54
Como señalábamos, la noción de masa común afecta al cumplimiento de las cargas del matrimonio es
moderna; históricamente se consideraba al marido obligado a sostener a la familia.
1.407)55. El Código civil continúa el riguroso régimen de unidad de administración del
marido: el marido administra los bienes de la sociedad conyugal; el marido es el
representante de la mujer, y los actos de ésta exigen de previa licencia marital56.
Pero quizás la novedad más importante del Código es la detallada regulación de
los parafernales. Explica LACRUZ cómo en la sesión de 10 de noviembre de 1888 la
comisión de codificación, cuando ya iba adelantada la redacción del Código, decidió
cambiar de criterio y mitigar el principio de la unidad de administración marital de
todos los bienes, reconociendo a la mujer la propiedad y administración de sus bienes
propios (aunque sus frutos sean gananciales y se necesite previa licencia para la
enajenación de bienes parafernales). Los parafernales implicaban el reconocimiento de
una cierta autonomía patrimonial de la mujer; sin embargo, se termina por redactar en el
Código un complejísimo régimen económico matrimonial donde se pueden identificar
hasta cinco masas patrimoniales autónomas (bienes privativos del marido, parafernales,
dótales estimados, dótales inestimados y gananciales y aun podía añadirse: gananciales
presuntos y parafernales entregados)57. La razón de esta complejidad se debía a la
amalgama indiscriminada de principios diversos: el régimen dotal de Las Partidas, la
partición de ganancias del Derecho histórico convertido en comunidad de gananciales,
los capítulos tal como se reciben del Código de Napoleón y ahora la novedad de los
parafernales insertada indiscriminadamente en un sistema de unidad de administración;
capítulos que reconocen un cierto poder de regular contractualmente la sucesión futura,
pero llamados a convivir con la prohibición de pactos sucesorios.
Las donaciones entre cónyuges se declaran radicalmente nulas (art. 1.334:
excepto regalos módicos). Sigue en esto nuestro Código el precedente del proyecto de
1851 y del Código civil italiano de 1865, apartándose del sistema histórico y del Código
de Napoleón (de revocabilidad y eficacia mortis causa de las donaciones entre
cónyuges)58.
La doctrina apenas ha prestado atención a la importante recepción por el Código
de la sucesión contractual entre cónyuges en capítulos matrimoniales por medio de
donación de bienes futuros (art. 1.331: con la única limitación de las legítimas; las
donaciones de bienes futuros se prohiben con carácter general en el art. 635) 59. La
55
La presunción muciana se origina para proteger los derechos de terceros acreedores y legitimarios; por
ello se establecen las restricciones a la dote confesada. Idéntica función parece hoy cumplir la presunción
de ganancialidad y el régimen de la confesión de privatividad.
56
Con ello se reitera el Derecho histórico: una pragmática de Felipe IV de 1623, reconoce al marido la
representación de la mujer (Nov. Rec. X, 11, 7), y la Ley 55 de Toro limita su capacidad de obrar a
semejanza del régimen de los menores, y exige previa licencia (Nov. Rec. X, 1, 11) que podía suplirse con
autorización judicial (Ley 57 de Toro, Nov. Rec. X, 1, 13). En este sistema patrimonial los bienes
parafernales tienen poco sentido: Las Partidas apenas los citan (4, 11, 17) para considerar su entrega en
administración al marido; la legislación pública de la época moderna raramente los nombra, y desde luego
no los contempla para regularlos. La doctrina asimila en general los parafernales a los dótales
inestimados, aunque GREGORIO LÓPEZ, citando a BALDO, distingue los parafernales que están en
dominio y administración del marido de aquellos cuyo dominio conserva la mujer. La jurisprudencia de
fines del XIX tiende a admitir el derecho de la mujer de administrar sus parafernales (cfr. GUTIÉRREZ,
pág. 567 y sigs.), aunque se exige licencia para su administración. El art. 180 de la LH de 1861 restringió
la obligación de constituir hipoteca por los parafernales, lo que parece demostrar la práctica anterior de
considerarlos dótales inestimados.
57
Por esta razón en los primeros momentos SCAEVOLA v SÁNCHEZ ROMÁN llegaron a criticar el
régimen de los parafernales que podía identificarse —según ellos— con la dote inestimada.
58
La doctrina discutió sobre si implicaba o no una prohibición general de contratación entre los cónyuges
(art. 1.677 prohibía la sociedad universal entre cónyuges, art. 1.458 limitaba sus facultades de comprar y
venderse recíprocamente).
59
No recibiéndose con la amplitud que tenía en el CN y en el provecto de 1851.
posibilidad de pactos sucesorios en capítulos se completa con las oscuras normas sobre
atribución de la facultad de mejorar (art. 831) y la mejora con entrega de bienes (art.
827). La doctrina contempló esta innovación con cierta perplejidad. En los primeros
momentos SÁNCHEZ ROMÁN y VALVERDE opinaron que las donaciones de bienes
futuros eran unas donaciones mortis causa revocables (art. 620), pero la doctrina se
decantaría después hacia su consideración como auténtica sucesión contractual
irrevocable (ROCA SASTRE, CASTÁN, ESPÍN, PUIG BRUTAU, LACRUZ, etc.) 60.
Dos fueron las principales reformas posteriores del régimen patrimonial del
matrimonio: la de 24 de abril de 1958 y la de 2 de mayo de 1975. La reforma de 1958
restringió algo las facultades del marido sobre los gananciales, exigiendo el
consentimiento de la mujer para las enajenaciones onerosas de inmuebles o
establecimientos mercantiles (artículo 1.413); a la vez que se establecía la ineficacia de
los actos del marido en fraude de la mujer, y se introducía tímidamente ciertas medidas
cautelares de intervención judicial. La reforma de 2 de mayo de 1975 suprimió la
licencia marital y atendió a las fuertes críticas al sistema de la inmutabilidad del
régimen económico del matrimonio (CÁMARA, PUIG FERRIOL, etc.), principalmente
por la indefensión en que colocaba a la esposa en la separación de hecho; esta reforma
anunciaba ya la crisis general del sistema codificado y la regulación de un nuevo
régimen económico que respondiese a nuevos principios; en general la reforma de 2 de
mayo de 1975 fue insuficiente, pues la presunción de ganancialidad, la administración
preferente del marido y la ganancialidad de los frutos de los parafernales situaba el
problema de la incapacidad patrimonial efectiva de la mujer en un punió muy similar al
que se encontraba.
La reforma parecía un parche intrascendente y superficial para un régimen
patrimonial moribundo. No se previó tampoco los graves problemas sistemáticos que
generaban la posibilidad de capítulos después del matrimonio.
Por Ley 11/1981, de 13 de mayo, se introduce una profunda reforma del régimen
económico matrimonial, que está también motivada por la incidencia en esta sede de los
nuevos principios constitucionales. Como antes decíamos, el nuevo derecho del
matrimonio destaca la autonomía y la libertad de ambos cónyuges, que no están
vinculados a una persona moral anterior a ellos mismos; la igualdad de los cónyuges es
la otra cara del fin de la autoridad del marido. Esta nueva concepción del matrimonio se
proyecta sobre el régimen económico donde ya no existe una instancia supraindividual
gestionada por el marido, titular de un patrimonio sui generis (el ganancial), sino que
ahora existen sólo las dos personalidades individuales de los cónyuges, titular cada una
de su patrimonio privativo (cada cónyuge gestiona libremente sus bienes). La noción de
ganancialidad ha dejado de ser la de un patrimonio autónomo para convertirse en una
cualidad de los bienes. La negación del matrimonio como algo trascendente a la persona
individual implica desconocer también la existencia de una titularidad propia específica
del matrimonio; los dos cónyuges responden con sus bienes de las cargas familiares (art.
1.318), y el régimen de gananciales funciona principalmente como un modelo de
afectación de bienes en responsabilidad, y de identificación y distribución de las cargas
comunes. Por ello el régimen económico del matrimonio deja de ser un régimen
60
LACRUZ, que realiza el más detallado estudio, cita las Sentencias de 20 de 9ctubre de 1908, 6 de
febrero de 1954, 27 de marzo de 1957 v 23 de junio de 1960. El tema tuvo poca incidencia social y los
pactos sucesorios fueron poco empleados en la práctica.
especial de la relación matrimonial y tiene vocación de regir toda relación íntima entre
personas iguales.
El principio de libertad personal se hace efectivo por medio de la libertad
patrimonial. Aun en los regímenes llamados de comunidad universal se reconoce la
autonomía gestora de cada uno de los cónyuges y la separación efectiva de una órbita
económica del marido y de la mujer (aun en los regímenes de comunidad universal, los
cónyuges pueden contratar entre sí). La masa común no es nunca algo distinto de dos
patrimonios particulares de cada uno de los cónyuges, sin que exista una unidad de
gestión y de administración de la masa común. La unidad de gestión se sustituye por un
deber de información (art. 1.383: tutela las expectativas en caso de repudio o
fallecimiento). La masa común ha dejado de ser un patrimonio separado para
convertirse en una parte del patrimonio de cada uno de los cónyuges afecto a un
régimen particular de responsabilidad y esencialmente liquidable (por riesgo,
insolvencia, separación de hecho o pacto). La masa común es, además, un valor
patrimonial actual en el patrimonio de cada uno de los cónyuges (art. 1.373). La
codisposición que se presenta como principio general (art. 1.375) es en realidad una
excepción al principio de autonomía gestora y a la libertad de iniciativa patrimonial de
los cónyuges (arts. 1.373, 1.381, 1.384, 1.385, etc.).
Se produce un notorio acercamiento de todos los regímenes económicos del
matrimonio al régimen de separación. Las diferencias fundamentales entre este régimen
y los de comunidad no está en el régimen de afectación de los bienes a las cargas del
matrimonio (que es general: arts. 1.318, 1.438), ni en la definición de las cargas del
matrimonio (que se definen en el régimen de gananciales), ni en la noción de
proporcionalidad (art. 1.438), ni en la protección de terceros (art. 1.324 de aplicación
general; presunción de comunidad también en el régimen de separación: art. 1.441),
sino que la diferencia fundamental entre los regímenes parece consistir principalmente
en la medida de participación en las ganancias (y aun modalizada: pensión, art. 97;
trabajo para la casa, art. 1.438).
Pero esta separación personal y patrimonial no significa que ya no exista un
régimen económico del matrimonio; existe y cumple una función trascendental. Sin
embargo, parte de la separación efectiva del área patrimonial de los cónyuges. La
separación es el único régimen que se adapta a los nuevos principios de igualdad y
autonomía gestora, v el único sistema patrimonial compatible con un matrimonio
disoluble, y con libertad de separación unilateral. Pero existe la comunidad. La
ganancialidad es entonces, ante esta separación patrimonial consustancial con el
«nuevo» matrimonio, un sistema de apariencia y responsabilidad frente a terceros para
evitar la sustracción de bienes a los acreedores (la tutela del crédito), un desarrollo de
los principios constitucionales de asistencia familiar (definición de las cargas familiares,
contribución proporcional, etc.), y una aplicación pormenorizada de los principios
estructurales fundamentadores de la juridicidad privada (prohibición de pactos
sucesorios, herencia forzosa), que interesan a la República (dividen la propiedad y
frenan la concentración de capitales). Estos son los principios que conforman el
concepto de ganancialidad o masa común.
Partiendo de la tendencial aproximación de todos los regímenes económicos al
llamado régimen de separación, la sociedad legal de gananciales significa algo mucho
más profundo que un mero régimen legal supletorio. Significa un régimen imperativo de
protección de terceros frente a las posibles maniobras defraudatorias a las que se presta
la intimidad del matrimonio (peligro ahora agravado por la autonomía gestora de los
cónyuges); el régimen de gananciales significa, en segundo lugar, un sistema de
protección de los legitimarios y de salvaguarda de la prohibición de pactos sucesorios
(ambos principios favorecen la división de la propiedad y dificultan la concentración de
capital, lo que interesa a la República); el régimen de gananciales significa también el
desarrollo y pormenorización del mecanismo patrimonial asistencial con que la
Constitución define a la familia. En virtud de esta significación constitucional de los
gananciales, su normativa no puede considerarse dispositiva o supletoria, sino que es
esencialmente imperativa.
En el ámbito patrimonial dispositivo, el matrimonio produce como consecuencia
más característica la libertad de comunicación patrimonial entre los cónyuges. Bien
directamente, bien por el conducto de la masa común, los cónyuges pueden transmitirse
bienes, dinero o derechos, entre otros, por los siguientes conductos: 1) en capítulos
alterando el régimen económico, 2) en el convenio regulador de la separación o el
divorcio, 3) por la vía contractual, 4) por la vía de hecho (atribución voluntaria de
ganancialidad, art. 1.355.1; tomando adelantos de numerario ganancial (art. 1.382, etc.).
La comunicación patrimonial es a la vez un derecho de agresión del patrimonio
conyugal (alimentos, deber de sostenimiento, compensación del trabajo para la casa,
ayuda en la profesión y oficio del otro cónyuge) y un principio de régimen primario
(libertad de contratación), cuyos límites institucionales son la protección de acreedores,
la tutela de legitimarios y la prohibición de pactos sucesorios; la presunción de
ganancialidad unida a la eficacia relativa de la confesión es un vehículo de
comunicación patrimonial entre los cónyuges. ¿Y cuál es el fundamento de ese continuo
trasvase económico que favorece y justifica la noción misma de ganancialidad? Yo creo
que existen varios fundamentos; puede aducirse la inercia referencial del matrimonio
como proyecto de vida en común, también, y con algo más de fundamento, la noción de
matrimonio como una realidad incidental que el legislador se siente impotente para
asumir (los actos de los cónyuges se encuentran ocultos por la cortina de su especial
intimidad), pero sobre todo la razón del trasvase patrimonial estriba en que por esa vía
el legislador favorece la división de la propiedad. Los gananciales cumplen así la misma
función que las legítimas y la prohibición de pactos sucesorios, y la noción de
ganancialidad se convierte en uno de los pilares patrimoniales desvinculadores y
fundamentadores de la República.
La regulación del Código sobre régimen económico del matrimonio se inicia con
diez artículos (arts. 1.315-1.324), que la doctrina ha entendido aplicables con carácter
general a todo matrimonio, y que ha denominado régimen primario61. En estas
disposiciones generales se pretende definir el contenido sustancial de la economía del
matrimonio (el ámbito de lo indisponible), y delimitar aquellos principios estructurales
básicos cuyo desarrollo queda encomendado al régimen de gananciales. El Código, sin
embargo, ha regulado este Capítulo I del Título III (De las disposiciones generales) con
muy poco rigor técnico, pues ni están todos los que son ni son todos los que están;
algunos principios generales se encuentran dispersos por el articulado del Código sin
integrarse en las disposiciones generales (la igualdad de los cónyuges: artículo 1.328,
incluso la presunción de comunidad, etc.), y algunos de los artículos dentro de las
disposiciones generales se refieren a aspectos particulares que no merecían la distinción
de disposición general (normas particionales, artículo 1.321; régimen de impugnación,
1.322, etc.)62 . Con todo, este capítulo dedicado a las «disposiciones generales» tiene el
mérito de destacar la sensibilidad de la nueva redacción del Código hacia los intereses
públicos y familiares necesitados de una expresa formulación (frente al desarrollo de
tendencias vulgarizadoras en nombre de la autonomía de la voluntad); se subraya la
existencia de un ámbito de indisponibilidad en la regulación económica matrimonial; y
se realiza un intento de sustancializar los principios rectores del nuevo régimen
económico del matrimonio.
61
Tal terminología, utilizada por algunos tratadistas (LACRUZ, ALBALADEJO), ha merecido la crítica
de otros autores (como CABANILLAS, DÍEZ-PICAZO GULLÓN, DE LA CÁMARA, etc.), que
prefieren hablar de disposiciones generales.
62
Por otra parte, la ordenación de estas disposiciones generales parece sumamente inadecuada por el
desorden interno y falta de precisión de los principios, así como por su falta de desarrollo pormenorizado.
En el antiguo régimen económico del matrimonio, la autoridad del
marido conducía a un régimen de unidad de administración que identificaba una
masa patrimonial autónoma (los gananciales). Con anterioridad al Código hemos
visto que la unidad de administración tendía a absorber también todos los bienes
de la mujer como dótales (el marido era el representante de la mujer); el Código
de 1889 reconoce la autonomía patrimonial de la mujer (los parafernales) y la
libre administración por ésta de sus bienes propios, lo que supone sin duda un
progreso notable, pero conserva el principio de unidad de administración a
través del instituto de la licencia marital (autoridad marital que hace efectiva la
unidad de gestión). Hoy en día, caída la autoridad del marido, entra en crisis
también el principio de unidad de administración, que ya había sufrido un rudo
golpe en 1975 con la supresión de la licencia marital. El paso siguiente a la
supresión de la licencia, que es justamente el avanzado por la reforma de 1981,
es no sólo suprimir la unidad de administración, sino también suprimir la
ganancialidad como masa patrimonial autónoma (que sólo se explicaba al
servicio de la autoridad marital). Hoy en día la ganancialidad debe entenderse
como una cualidad o afectación especial de los bienes en la masa patrimonial del
marido y de la mujer.
Hoy en día los límites a la facultad de contratar entre los cónyuges han quedado
francamente desdibujados. Está claro que los cónyuges pueden venderse recíprocamente
bienes justificadamente privativos, pueden también atribuir carácter ganancial a los
bienes en el momento de su adquisición (art 1355 del CC), pero... ¿pueden de común
acuerdo atribuir privatividad a un bien ganancial? ¿Puede comprar uno solo de los
cónyuges para su patrimonio privativo un bien ganancial? Se trata de cuestiones
sumamente difíciles. A mi juicio las normas de responsabilidad son de orden publico,
68
Las opiniones de la doctrina sobre la nueva regulación de la libertad de contratación se hallan divididas.
Algunos autores (como MARTÍNEZ CALCERRADA, DE LOS MOZOS) critican el cambio radical de
orientación, la carencia de límite, el peligro de fraude, la posibilidad de maniobras captatorias de la
voluntad del otro cónyuge, y la facilidad de modificar el régimen económico del matrimonio. LACRUZ
afirma que en rigor habría bastado con suprimir la norma prohibitiva sin necesidad de formular la
contraria permisiva. CABANILLAS SÁNCHEZ se muestra cauto, y manifiesta que en la medida en que
el contrato modifique el régimen económico del matrimonio no produce efectos frente a terceros si no se
inscribe en el Registro Civil. A mi juicio, se pone con ello el acento en el punto crucial de la cuestión,
pero entonces el problema es determinar cuándo un contrato modifica el régimen económico del
matrimonio.
por ello creo más prudente afirmar que los cónyuges no pueden atribuir carácter
privativo a un bien ganancial si no es previamente liquidando la sociedad de
gananciales, pues es justamente en sede de liquidación donde se encuentran importantes
normas protectoras de los acreedores; por otra parte la compra de un bien ganancial
constituiría un autocontrato ya que, como hemos señalado, los gananciales no tienen
personalidad jurídica69. El ámbito de la libre contratación entre los cónyuges es el de su
patrimonio privativo, o el del establecimiento de vínculos de dependencia u obligación,
pero no parece que puedan contratar entre sí sobre bienes gananciales si no es previa
liquidación de la masa ganancial, pues así lo exigen las normas protectoras de terceros
(acreedores y legitimarios: toda compra es una liquidación informal) y los intereses
generales de la República (la prohibición general de pactos sucesorios). Cabe añadir
además que, en cualquier caso, sustraer bienes de la masa ganancial es modificar el
régimen económico del matrimonio, que exige escritura pública e inscripción en el
Registro Civil; admitir la compra de gananciales por un cónyuge conculcaría el artículo
1.31770. Finalmente, atribuir carácter privativo a los gananciales (directamente o
mediante contrato) contradeciría el régimen restrictivo de la confesión de privatividad 71.
El artículo 1.355 sólo autoriza la atribución de ganancialidad, sin que haya una norma
similar que autorice la atribución de privatividad.
Está claro que los cónyuges pueden tomar dinero ganancial a préstamo y
fundar sociedades con bienes gananciales, pero ello no se justifica en la
mutabilidad del régimen económico del matrimonio (como afirman las
resoluciones de 6 y 13 de junio de 1983), sino en el carácter consumtivo del uso
del dinero, y en qué fundar una sociedad es un acto de codisposición a un
tercero, pues la sociedad tiene personalidad jurídica 72. (La disposición de
gananciales para constituir una sociedad es un acto oneroso que se compensa
con la participación social.) La facilidad de constitución de sociedades de
responsabilidad limitada se justifica además por el régimen preferente de
protección de la publicidad.
1. LA NOCIÓN DE GANANCIALIDAD
83
Tímidamente, a partir de los años cincuenta, se tiende a reconocer a la confesión eficacia ínter partes,
pero no frente a terceros (así STS de 2 de febrero de 1951). La reforma del RH de 1959 (art. 95.2) admite
la inscripción de los privativos «confesos», pero su enajenación exige la concurrencia de un doble
consentimiento. Esta extensión se funda en la nueva corriente interpretadora de la prohibición de
donaciones entre los cónyuges que tiende a reconocerle eficacia mortts causa (VALLET DE
GOYTISOLO).
84
Algún comentarista ha entendido que el tercero debe impugnar la confesión, pero la doctrina más
autorizada (LACRUZ, DE LOS MOZOS, DE LA CÁMARA) estima que es ineficaz frente a terceros sin
imponerles la carga de impugnar el acto.
85
LACRUZ se escandaliza, pues, si un donatario normal no necesita el consentimiento de los herederos
para enajenar, ¿por que lo necesita el cónyuge? A mi juicio, el fundamento es la presunción de
ganancialidad y el mayor peligro de fraude. Por otra parte, los privativos confesos se consideran
gananciales en el momento de liquidar el régimen económico.
86
La prueba de la privatividad del dinero es aun más compleja pues parece exigirse no sólo su existencia
privativa, sino que no si haya consumido en atender a las necesidades familiares. El mero trascurso del
tiempo parece difuminar la privatividad del dinero. La R de 20 de enero de 1983, siguiendo los principios
sentados por la de 17 de junio de 1975, afirma que el Registrador, a la vista de las circunstancias del caso,
puede estimar o no suficientemente probado que el dinero satisfecho por la compra era precisamente el
aportado al matrimonio o el adquirido mediante la enajenación de bienes privativos. Según la R. de 2 de
octubre de 1984, la confesión de privatividad vincula al autor de la misma, que no puede oponerse a la
enajenación por el otro cónyuge de los privativos confesos.
ganancialidad. Por otra parte, el art. 1.355.2 del CC tiene un cierto paralelismo
con el art. 1.353 relativo a las donaciones conjuntas (lo adquirido por ambos
cónyuges con dinero privativo de ambos se entiende adquirido para la masa
ganancial y no en copropiedad ordinaria entre ellos).
87
Es un principio que se mueve entre dos polaridades: la mutación del valor del dinero (inflación), el
incremento del valor de los bienes (plusvalía). Son dos módulos distintos que tienen en cuenta o no el
riesgo de la actividad económica. En particular cabe preguntarse si se usa dinero ganancial se debe el
valor actual del dinero o el bien comprado se convierte en ganancial. El art. 1.347.3 hace a la
ganancialidad beneficiaria o perjudicada de la iniciativa económica de cualquiera de los cónyuges (sin
perjuicio de lo previsto en el art. 1.391 del CC.
88
DE LA CÁMARA, por el contrario, habla de la atribución de ganancialidad como un acuerdo cuya ratio
estriba en el art. 1.323.
presumirse en el momento de la compra, y no después; pues la ganancialidad posterior
debería considerarse un acto contractual y no atributivo89.
Un supuesto similar al de atribución de ganancialidad es determinar si la masa
ganancial puede conceder préstamos a uno de los cónyuges. En principio la respuesta
afirmativa parece incuestionable por el carácter consumtivo del uso del dinero, pero la
cuestión central es determinar el carácter privativo o ganancial del bien adquirido con el
dinero prestado. LACRUZ subraya que no se ha sancionado la libertad de los cónyuges
de constituirse bienes propios a costa del caudal común, y tales «préstamos» podían
fácilmente convertirse en liquidaciones irregulares de los gananciales. Por ello, fuera de
los supuestos en que está permitido la toma de dinero ganancial por uno de los cónyuges
(art. 1.382 del CC), y las excepciones al principio de la subrogación real que
desarrollamos después, el régimen jurídico de estos préstamos no ha de considerarse
sometido al régimen común del préstamo sino que parece de preferente aplicación el
principio de subrogación real (si el dinero se empleó en compra de bienes concretos) o
las normas restitutorias generales de los arts. 1.358 y 1.364 del CC. En todo caso, el
préstamo no se presume y para que sea oponible a terceros debe tener las condiciones
generales de fehaciencia y publicidad. En definitiva, la atribución voluntaria de
ganancialidad no implica un correlativo derecho de atribución voluntaria de
privatividad, ni siquiera interponiendo un «contrato de préstamo» en las atribuciones
entre los cónyuges.
89
En este sentido RIBERA PONT y GAVIBIA; en contra, DE LA CAMARA v LACRUZ. Por su propia
naturaleza atributiva, el acto en sí no es Impugnable por terceros (GAVIDIA), aunque para los que opinan
que se trata de un contrato, el acto también debería ser rescindible por fraude.
90
El art 1 353 parece estar en contradicción manifiesta con el artículo 1339. La compatibilización de
ambos artículos se fundaría en ser el art. 1.339 aplicable a las donaciones ante nuptias, y quizás también a
los matrimonios en régimen de separación.
durante el matrimonio a título lucrativo (art. 1.346.2 del CC)91 y los adquiridos a costa o
en sustitución de bienes privativos (artículo 1.346.3 del CC)92.
91
La doctrina mantenía el carácter ganancial de las donaciones remuneratorias, y tal doctrina se mantiene
también después de .a reforma (por ejemplo. DE LOS MOZOS).
92
¿Es el tesoro un bien privativo o ganancial? Si consideramos el tesoro accesión del fundo, el tesoro
hallado en finca privativa, debía sor privativo; si consideramos el tesoro invención (lo decisivo el
descubrimiento), debería quizás considerarse como ganancial («otra musa que exime de la restitución», lo
decisivo es la actividad del descubridor). La consecuencia es considerar ganancial el derecho del
descubridor y privativo el del dueño del fundo en los hallazgos casuales. La doctrina se muestra en
general partidaria de atribuir al tesoro carácter ganancial (MANRESA, CANO TELLO, LACRUZ, DE
LOS MOZOS).
93
LACRUZ, y siguiendo sus planteamientos también TORRALBA, pone en relación la frase «en
sustitución» del art. 1.346.3 con el art. 1.398.2, que grava el fondo común con la restitución en metálico
del valor actualizado de los muebles pertenecientes a un cónyuge o que han nido gastados en interés de la
comunidad; pero nótese que este reembolso es subsidiario, pues sólo alcanza hasta «donde alcance el
remanente líquido» (art. 1.403). La opinión de RAMS ALBESA véase desarrollada al tratar de la
liquidación (nota 84 de este Capítulo).
94
Sobre la dificultad de justificar la privatividad véase supra
95
El caso más llamativo es el derecho moral de autor.
96
La indemnización de daños como bien privativo se incorpora a la reforma francesa de 1965 (art.
1.404.1 del CC), se consagra con ello legislativamente la jurisprudencia francesa anterior. A mi juicio, sin
embargo deben calificarse como gananciales las indemnizaciones compensatorias de salarios o frutos (por
ejemplo, indemnizaciones por despido) siendo propiamente privativas las indemnizaciones
compensatorias de un capital. A mi juicio, la noción compensativa de la indemnización por seguros exige
calificar previamente el bien compensado Por lo que se refiere a las primas del seguro de vida, el Derecho
trae causa del asegurador y no del asegurado y sin perjuicio del deber de restituir las primas pagadas con
bienes gananciales (STS de 20 de diciembre de 1944, DE LOS MOZOS).
b) Bienes privativos por afectación. Son bienes privativos por afectación las
ropas u objetos de uso personal que no sea de extraordinario valor (art. 1.346.7 del CC),
y los instrumentos necesarios para el ejercicio de una profesión u oficio (art. 1.346.8 del
CC)97.
La privatividad está ligada a la noción de identidad personal en el matrimonio, a
la autonomía gestora de los cónyuges y se explica también como derecho de separación
de los bienes de uso personal frente a la noción de ajuar familiar (se trata de una noción
que tiene probablemente su origen en los procesos de nulidad, separación y divorcio). El
supuesto se complementa con el art. 1.406 y el derecho de atribución preferente en la
partición de los bienes valiosos de uso personal, y de la empresa llevada con el trabajo
personal del cónyuge98.
97
Salvo que sea parte de un establecimiento o dependencia de carácter común (art. 1.346.8). Observa DE
LOS MOZOS que el Código no pone aquí la limitación de que no sean de extraordinario valor, aunque
observa que no son privativos todos los instrumentos, sino solo los necesarios para el ejercicio
profesional. Necesario tiene un sentido restrictivo y puede haber bienes comunes afectos a profesión u
oficio que no son necesarios, y son adjudicados con preferencia al cónyuge en la partición (art. 1.406.2 y
3). 39 «Instrumentos» parece referible solo a bienes muebles (también el art 1406 parece que excluye una
interpretación amplia). Cuando se hayan adquirido con gananciales, se debe restituir a la masa el valor
actualizado, ello significa que el provecho de la plusvalía beneficia al cónyuge. Sin embargo, no parece
que la restitución sea exigible cuando se trata de bienes consumibles o que se deterioran por el uso, pues
la masa ganancial se ha enriquecido con los provechos de la actividad del cónyuge.
98
«Instrumentos» parece referible solo a bienes muebles (también el art 1406 parece que excluye una
interpretación amplia). Cuando se hayan adquirido con gananciales, se debe restituir a la masa el valor
actualizado, ello significa que el provecho de la plusvalía beneficia al cónyuge. Sin embargo, no parece
que la restitución sea exigible cuando se trata de bienes consumibles o que se deterioran por el uso, pues
la masa ganancial se ha enriquecido con los provechos de la actividad del cónyuge.
99
Se utiliza dinero ganancial para adquirir bienes privativos, pero el cónyuge no tiene derecho a utilizar el
dinero ganancial más que con el consentimiento del otro cónyuge, pues el derecho a utilizar dinero
ganancial se mueve dentro de los estrechos límites del art. 1.382 (leí CC (vide en este sentido LACRUZ,
quien subraya además que el mejor o más adecuado aprovechamiento de bienes privativos no es una
carga ganancial de acuerdo con el art. 1.362).
100
LACRUZ, siguiendo la opinión mantenida antes de la reforma por SANZ FERNANDEZ, entiende que
ha de excluirse de este régimen el retracto arrendaticio por su especial función social.
101
Se indemniza el valor satisfecho; es decir, la cantidad actualizada, quedando la plusvalía para el
patrimonio privativo (art. 1.352.2).
1.354). Según DE LA CÁMARA, el art. 1.354 se aplica también en los supuestos de
adquisición en parte de bienes concretos y en parte en dinero, aunque a mi juicio es
probablemente más acertada la opinión de DE LOS MOZOS, que estima aplicable a
este supuesto el art. 1.446.
Los bienes adquiridos a plazos tienen carácter privativo si el primer desembolso
se hace con dinero privativo (artículo 1.356 del CC) o se compraron antes del
matrimonio (art. 1.357), aunque los demás plazos se paguen con dinero ganancial. En
ambos casos, a la vivienda y ajuar familiar se le aplica el art. 1.354 por su especial
tendencia a la ganancialidad102.
Edificación y plantación. «Las edificaciones, plantaciones y cualesquiera otras
mejoras que se realicen en los bienes gananciales y en los privativos tendrán el carácter
correspondiente a los bienes a que afecten, sin perjuicio del reembolso del valor
satisfecho. No obstante, si la mejora hecha en bienes privativos fuese debida a la
inversión de fondos comunes o a la actividad de cualquiera de los cónyuges, la sociedad
será acreedora del aumento del valor que los bienes tengan como consecuencia de la
mejora, al tiempo de la disolución de la sociedad o de la enajenación del bien mejorado»
(art. 1.359 del CC). El sentido de la norma es el de someter la edificación y plantación
al régimen común, derogando la especialidad que existía en el régimen anterior. El
principio superficie solo cedit se aplica también al régimen económico del matrimonio,
pero, como vimos al hablar de la accesión, siempre que por medio del suelo se
mantenga el principio de identidad, y no cuando la identidad de la res nova se determine
por lo edificado.
107
Véase art. 93.2 del RH que distingue los actos conjuntos de los actos de un cónyuge con el
consentimiento del otro.
La cogestión de los gananciales, es decir, la administración conjunta de los
mismos, se establece también como principio en el art. 1.375 del CC. Sin embargo, el
régimen del Código parece ser en este punto tributario de los primitivos proyectos en los
que se establecía un régimen de participación de ganancias, pues se desarrolla
efectivamente un régimen de separación interna dentro del matrimonio de dos áreas de
influencia preferente del marido y de la mujer. Podemos asimilar en este sentido el
régimen del Código al de la reforma italiana de 1975, en la que se establece la gestión
separada para los actos de administración ordinaria y las conjuntas para los actos de
administración extraordinaria108.
Es lógico que sea así, un régimen radical de cogestión no sería funcional, ¿cómo
podría funcionar un régimen de gestión conjunta para la sola administración de bienes
en la vida ordinaria? Frente al principio tajante del art. 1.375, los artículos siguientes
establecen importantes excepciones a la cogestión que viene a sumarse a la autonomía
gestora derivada de la apariencia (art. 1.319 del CC). La teoría del peculio dentro de la
masa ganancial parece desarrollar las ideas de DÍEZPICAZO, que ya en 1979 afirmaba
que el principio de cogestión era enormemente difícil en la práctica y que había que
equilibrarlo con normas de legitimación indistinta109.
Como antes decíamos, el art. 1.381 da pie para mantener que no hay
obligación de constituir una masa patrimonial autónoma, ni tal constitución
108
Cfr. DE LOS MOZOS, pág. 40.
109
La autonomía del peculio parece tener su origen en el particular derecho del salario por trabajo de la
mujer casada (cfr. MORINS, Le droits de la famme marie sur les produits de son travail, Caen, 1908),
como el llamado peculio de los menores en la emancipación tácita. En la reforma francesa de 1965 se
identificaba un patrimonio reservado como parte del régimen primario por ganancias y salarios (artículo
224); en la reforma francesa de 23 de diciembre de 1985 se acentúa una auténtica masa separada. El
nuevo art. 1.414 del CC francés establece: «Las ganancias y salarios de un esposo no pueden ser
embargados por los acreedores de su cónyuge más que si la obligación se ha contraído para los gastos
familiares o la educación de los hijos conforme al art. 220». Se establece la categoría de los bienes
separados donde antes había unos bienes reservados (cfr. comentario de RUBELLIN-DEVICHI, en
«RTDC», 1986, 1, pág. 86 y sigs.).
110
Para DIEZ-PICAZO la primera parte del precepto es una redundancia. A mi juicio, no. Destaca la
esencia privativa del peculio, la distinción entre titularidad (ganancial) y atribución (privativa). «A este
solo efecto» es al efecto de administrar su patrimonio privativo (.del que forma parte el peculio). La
doctrina atribuye a la frase «a este solo efecto» significados diversos; DÍEZ-PICAZO opina que sólo
significa, de significar algo, que la disposición de los frutos es un acto de administración; DE LA
CÁMARA, LACRUZ y DE LOS MOZOS, dentro de su interpretación restrictiva de la autonomía
gestora, consideran que se refiere al solo efecto de administrar los privativos, excluyendo el peculio, pues,
según estos autores, los frutos y ganancias forman parte de una masa autónoma y separada de ambos
patrimonios privativos.
111
Nuevamente el precedente de esta administración peculiar parece ser una generalización del régimen
de los parafernales en el Derecho anterior a la reforma de 1981. La jurisprudencia fue reconociendo
progresivamente el derecho de la mujer casada a administrar su patrimonio privativo y a disponer de
forma independiente del f r u i o de su trabajo y de los intereses de los bienes privativos (especialmente en
los supuestos de separación fáctica de los cónyuges).
puede pedirse por ninguno de los cónyuges. Si la masa patrimonial existiese, lo
lógico hubiese sido que el Código lo impusiese expresamente y señalase un
procedimiento para hacerlo efectivo. Pero frente a este art. 1.381 (y también los
arts. 1.319, 1.365, 1.384, 1.385, etc.) en ningún lugar se encuentra amparada esta
exigencia de constituir una masa ganancial autónoma. La ganancialidad es una
condición de los bienes dentro de los patrimonios privativos. La doctrina más
autorizada, sin embargo, quizás llevada por la inercia del sistema anterior, sigue
manteniendo el derecho del consorcio a los frutos a resultas de la administración
del patrimonio privativo (ÜE LA CÁMARA, GARRIDO PALMA, DE LOS
MOZOS, LACRUZ, etc.).
112
DE LOS MOZOS distingue en este caso entre titularidad ganancial y atribución preferente (en cuyo
nombre o poder se encuentren). Se trata de una distinción que puede generalizarse a toda la teoría del
peculio. La doctrina tiende también a darle una interpretación restrictiva. DE LA CÁMARA y GARRIDO
PALMA entienden que el art. 1.384 no excepciona el régimen de cogestión; se trata sólo de una
legitimación prima faciae, y la administración debe volver a ambos cónyuges tan pronto como el cónyuge
excluido lo pida; GARCÍA CANTERO lo explica como una presunción de voluntad expresa o tácita entre
los cónyuges; LACRUZ subraya que no significa que el cónyuge no legitimado tenga que soportar
indefinidamente que la situación prosiga, etc. A mi juicio, no se trata sino del reconocimiento una vez más
de una área de interés preferente de administración para cada uno de los cónyuges.
113
Nuevamente la doctrina tiende a dar una interpretación restrictiva a la frase en cuyo nombre figuren;
DIEZ-PICAZO, por ejemplo, presupone que se hallen inscritos en un registro público. A mi parecer, se
trata de una aplicación del principio de la legitimación por la apariencia. Es brillante, aunque francamente
dudosa, la opinión mantenida por algunos autores (entre los civilistas GARRIDO CERDA) de que cuando
un bien presumiblemente ganancial esté a nombre de uno solo de los cónyuges, el otro no puede tomar la
iniciativa de su enajenación.
del acreedor aparente (art. 1.164 del CC, recuérdese la legitimación por la apariencia de
los arts. 1.319 y 1.365 del CC)114.
La ley prevé la gestión de los gananciales por uno solo de los cónyuges en
supuestos excepcionales: a) de modo automático, por ministerio de la ley, al cónyuge
que sea tutor o representante legal de su consorte (art. 1.387 del CC); b) por decisión
judicial, previa solicitud, cuando un cónyuge se encuentre en la imposibilidad de prestar
el consentimiento, hubiere abandonado la familia o existiese separación de hecho (art.
1.388 del CC)116 ; en estos casos el cónyuge administrador goza de plenas facultades de
administración y disposición salvo que el juez, en interés de la familia, previa
información sumaria, establezca cautelas o limitaciones (artículo 1.389.1 del CC); en
todo caso, para realizar actos de disposición sobre inmuebles, establecimientos
mercantiles, objetos preciosos o valores mobiliarios se necesita siempre una previa
autorización judicial (art. 1.389.2 del CC).
1. PRINCIPIOS GENERALES
117
Cuando adquieren ambos cónyuges sin declarar la procedencia del dinero (art. 93.1 del RH) no tendría
sentido la inscripción a nombre de uno solo de ellos, y por ello entiendo que debe inscribirse a nombre de
ambos con carácter presumiblemente ganancial.
118
Resulta sin embargo, dudosa la extendida opinión, por ejemplo GARRIDO CERDA, que cuando un
bien presumiblemente ganancial esta inscrito a nombre de uno solo de los cónyuges el otro no puede
tomar la iniciativa de la enajenación.
El régimen de responsabilidad de los bienes gananciales es complejo porque se
hayan implicados multitud de criterios concurrentes. En particular puede ensayarse una
sistematización de los mismos atendiendo a los siguientes criterios: 1) la iniciativa en
contraer la deuda, los bienes gananciales responden de las obligaciones contraídas
conjuntamente -o por uno de los cónyuges con el consentimiento expreso del otro (art.
1.367 del CC); 2) el carácter de la deuda, de las deudas de la sociedad responden
solidariamente los bienes gananciales (art. 1.369 del CC); 3) de la situación del
matrimonio: separación de hecho (art. 1.368 del CC), gastos ordinarios moderados (arts.
1.319 y 1.365), urgentes y necesarios (art. 1.386 del CC), etc. Cuando por razones
diversas se impone la responsabilidad de los gananciales por deudas de interés
privativo, los empobrecimientos y enriquecimientos correlativos se compensan con las
oportunas restituciones (reintegros y reembolsos).
El principio fundamental relativo a la responsabilidad de los bienes en el
matrimonio se formula en el art. 1.318 del CC: Los bienes de los cónyuges están sujetos
al levantamiento de las cargas del matrimonio. Por ello, definida una carga matrimonial
(art. 1.362 del CC), responden de la misma los bienes comunes (art. 1.369) y a falta de
masa común o por insuficiencia de la misma, también los bienes privativos de ambos
cónyuges.
Está claro que los bienes gananciales responden de las deudas contraídas por
ambos cónyuges o de un cónyuge con el consentimiento del otro (art. 1.367 del CC),
pero existe también un complejo régimen de responsabilidad de los gananciales por
deudas contraídas por un solo cónyuge en interés de la familia (arts. 1.318, 1.319, 1.365,
1.368, 1.369 y 1.386 del CC), y al ser la ganancialidad un conjunto de bienes afectados
a una especial responsabilidad, frente a terceros los gananciales llegan incluso a
responder por las deudas contraídas por un solo cónyuge en interés propio (art. 1.373
del CC). El desarrollo de estos temas vamos a analizar brevemente a continuación.
119
En el mismo sentido BLANOUER, MATA PALLARES, etc. TORRALBA afirma que lo decisivo no es
que la deuda beneficie a la sociedad, sino la manera de contraerla, y añade que «ello es clarísimo» y alude
a los artículos 1.365, 1.366, 1.367 y 1.368 del CC. Según TORRALBA, «más que establecer la
responsabilidad de los gananciales, que ya resulta de otros preceptos, lo que pretende el art. 1.369 es dejar
claro que de tales deudas responden sin duda los bienes privativos».
120
En realidad parece como si el autor del Código en la fijación de la responsabilidad de los gananciales
hubiese tenido presente un doble criterio: el del art. 1.365 (y también 1.386) en que está pensando en la
antigua posición jurídica de la mujer, y su facultad de obligar a los gananciales (que en el nuevo régimen
heredan ambos cónyuges); mientras que en el art. 1.369 está pensando en la antigua posición del marido,
que también ahora heredan ambos cónyuges. Por eso ambos artículos (el 1.365 y el 1.369) no son
contradictorios, sino complementarios. Por otra parte, ninguno de ellos es una excepción del 1.367, sino
que más propiamente son reflejo de la concurrencia de criterios distintos para obligar a los gananciales.
2. DEUDAS CONTRAÍDAS POR UN CÓNYUGE EN INTERÉS DE LA FAMILIA
Las cargas familiares pueden ser asumidas por cualquiera de los cónyuges (art.
1.369 del CC). Ambos cónyuges heredan, por tanto, la función que en este sentido
correspondía al marido en el antiguo régimen. Pero... ¿cómo hacer compatibles ambas
facultades de iniciativa con el principio de la actuación conjunta? Se trata de un punto
crucial que la reforma no ha desarrollado con claridad. A mi juicio, para resolver esta
cuestión debe tenerse presente la normativa de los artículos 1.319, 1.365, 1.368 y 1-386
del CC, que no son, por tanto, excepciones, sino el desarrollo del principio sentado en el
art. 1.369. Existe una facultad de iniciativa preferente fundada en la apariencia (arts.
1.319 y 1.365.1 del CC), o de la administración del peculio (art. 1.365.2 del CC), de la
necesidad o urgencia del gasto (art. 1.386 del CC), y de los gastos de sostenimiento de
la familia en la separación de hecho (artículo 1.368 del CC).
127
Frente a alguna interpretación aún más restrictiva de la ganancialidad de las deudas contraídas por un
solo cónyuge, que entiende la subsidiariedad del art. 1.373 en el sentido de que la inexistencia o
insuficiencia de los bienes privativos debe quedar acreditada en el trámite procesal oportuno para que el
juez pueda despachar sobre los, gananciales, entienden la mayoría de los autores (por ejemplo,
TORRALBA, BLANQUER, DE LOS MOZOS, RAGEL SÁNCHEZ) que basta la mera manifestación de
no haber hallado otros bienes. El levantamiento del embargo puede hacerse mediante el señalamiento de
bienes privativos suficientes para cobrar la duda.
128
De donde concluye TORRALBA que este embargo y su anotación son más cautelares que ejecutivas,
pues queda pendiente su eficacia de la consiguiente liquidación de los gananciales y nuevo embargo.
también deducirse del principio de los arts. 1.403 del CC y 144 del RH 129. La
jurisprudencia se muestra muy restrictiva en las tercerías ejercitadas (SS de 2 de julio de
1984 y 26 de septiembre de 1986), la razón es no haber liquidado los gananciales; la
tercería levanta la traba de los bienes propios (previa liquidación de los gananciales).
Cuando se trata de una deuda de interés particular contraída por un solo
cónyuge, existe también, por parte del otro cónyuge, un derecho de señalamiento de
bienes privativos suficientes (art. 1.373 del CC), pero, como parece evidente, el
acreedor embargante puede dirigirse directamente contra los gananciales con la sola
manifestación de no haber encontrado bienes privativos suficientes. A mi juicio, el art.
1.373 se funda en la filosofía de considerar que no hay propiamente separación entre el
patrimonio privativo y el ganancial, y que la ganancialidad es una cualidad de los bienes
y no un patrimonio separado.
Ningún artículo del Código prevé que haya una preferencia de los
acreedores del consorcio por deudas contraídas en interés de la familia sobre
los bienes comunes, respecto de los acreedores de un cónyuge por deudas en
interés privativo (sobre la mitad de los gananciales o sobre la totalidad de los
mismos). Ello se debe, como decíamos, a que la mitad de los gananciales son
un valor patrimonial actual en el patrimonio privativo de los cónyuges, y a que
el beneficio del art. 1.373 —la liquidación de los gananciales y la sustitución
de la traba— sólo se otorga al otro cónyuge, sin que puedan ejercitarlo en su
nombre los acreedores del consorcio o del cónyuge no obligado.
4. «LITIS EXPENSAS»
A tenor del artículo 1.370: «Por el precio aplazado del bien ganancial
adquirido por un cónyuge sin el consentimiento del otro responderá siempre el bien
129
La opción no significa, por tanto, que se sustituya el embargo por uno nuevo de cuota o de remanente
liquido pues la opción no se puede ejercitar en el propio juicio ejecutivo; la opción es propiamente el
derecho del cónyuge a sustituir la traba por medio del ejercicio de tercería y previa la oportuna
liquidación de los gananciales. Es decir, reivindica' bienes privativos. Si la liquidación no precede a la
opción se plantea el grave problema de como fijar un plazo para la misma. RAGEL SÁNCHEZ y
CARRASCO PERERA opinan, en sentido contrario que la oposición puede plantearse dentro del juicio
ejecutivo, y el procedimiento es el incidente de previo y especial pronunciamiento de los arts. 741 y sigs.
de la LECi. (Pero es doctrina reiterada del TS que las tercerías son las únicas acciones ejercitables por
terceros ajenos a la ejecución.)
130
Anteriormente carecían de formulación legislativa y fueron introducidos por la jurisprudencia como
una manifestación particular di-1 deber de alimentos entre los cónyuges.
adquirido, sin perjuicio de la responsabilidad de otros bienes según las reglas de este
Código.» Esta norma está inspirada en la doctrina y jurisprudencia anterior sobre
compras por mujer casada, después de la supresión de la licencia marital en la reforma
de 1975. La jurisprudencia declaró la validez de tales compras (por ejemplo, R. de 4 de
mayo de 1978), pero afectando el propio bien (art. 1.124 del CC), y aunque el bien, por
aplicación del principio de la subrogación real o de la presunción de comunidad, tuviese
carácter ganancia] o presumiblemente ganancial.
Este régimen se generaliza para ambos cónyuges en el actual texto del Código.
Debe destacarse que la afectación preferente del bien se produce exclusivamente en la
medida en que el bien permanece en el patrimonio consorcial, sin que el art. 1.370
inaugure ningún privilegio o derecho específico de garantía131, y sin que otorgue al
acreedor reipersecutoriedad del bien en el patrimonio de terceros adquirentes. Por otra
parte, el bien en concreto tampoco puede ser excluido del régimen general de
responsabilidad de los bienes conyugales, y queda afecto al pago de todas las deudas del
consorcio en caso de calificarse como ganancial. Esta afectación del bien lo es en
provecho del acreedor y no de los cónyuges, sin que éstos puedan, en principio, ejercitar
una acción de señalamiento en el embargo de bienes por el acreedor. Así las cosas, el
art. 1.370 del CC es una norma cuyo sentido primordial, que podría deducirse
directamente del art. 1.124, es en caso de adquisición de un bien por iniciativa unilateral
y en interés privado en que la deuda no obliga a los gananciales si el bien, por
aplicación del principio de subrogación real se convierte en ganancial. Es evidente, y
éste es, pues, el principio que subraya el art. 1.370, que en este supuesto la
ganancialidad del bien no puede emplearse como argumento para sustraer ese bien de la
obligación del pago de su precio de adquisición.
De las deudas contraídas por ambos cónyuges, o por uno de los cónyuges con
el consentimiento del otro, responden los bienes gananciales (arts. 1.363 y 1.367 del
CC)132. Sin embargo, como subraya DE LOS MOZOS, el art. 1.367 es una norma de
responsabilidad que no prejuzga la relación interna; si la deuda se contrajo en interés
particular, se dará la oportuna acción de regreso con principios valoristas. De la deuda
ron traída por ambos cónyuges o por uno con el consentimicnio del otro, responden,
además de los gananciales, los bienes privativos de ambos cónyuges (art. 1.911 del CC);
pero para que se dé esta consecuencia el art. 1.367 recalca la exigencia del carácter
expreso de ambos consentimientos, sin que quepa inferirse o deducirse el
consentimiento por presunciones133.
131
En ese sentido, por ejemplo, GORDILLO, que destaca el carácter público de toda garantía real.
132
Destaca TORRALBA que el legislador se ha preocupado de adaptar el antiguo art. 1.409 a las líneas
generales de la reforma. En particular podemos destacar que en el nuevo art. 1.363 desaparece la
limitación de que lo donado o prometido fuese a los hijos comunes; por el con11 ario, ahora los cónyuges
pueden donar a cualquier persona.
133
Algunos autores (LACRUZ, MATA PALLARES, DE LOS MOZOS, etc.) toman cu cuenta la
diferencia de ambos supuestos (consentimiento conjunto V actuación de un cónyuge con el
consentimiento de otro) para concluir que en este segundo supuesto existe la responsabilidad de los
gananciales y la del cónyuge que tomó la iniciativa de la contratación, pero no los del cónyuge que
simplemente asintió. BLANQUER sostiene que el mero asentimiento de un cónyuge a una deuda de
interés privativo del otro cónyuge debe interpretarse como un mero afianzamiento, respondiendo
TORRALBA que se trata de una auténtica vinculación directa del patrimonio ganancial (art. 1.369). Un
caso particular es el del art. 995 del CC: «Cuando la herencia sea aceptada sin beneficio de inventario por
persona casada y no concurra el otro cónyuge, prestando su consentimiento a la aceptación, no
responderán de las deudas hereditarias los bienes de la sociedad conyugal.» DE LOS MOZOS entiende
V. Gestión del patrimonio privativo y tutela del otro cónyuge
1. PRINCIPIOS GENERALES
que en caso de que concurra consentimiento del otro cónyuge estamos ante un caso de aplicación del art.
1.367, aunque excluyendo la responsabilidad personal del cónyuge que presta su concurso.
Este principio parece, sin embargo, tener una excepción importante que antes
hemos examinado: la accesión económica (arts. 1.359 y 1.360) por inversión de dinero
ganancial en terreno o empresa privativa. En este caso la restitución no alcanza a la
cantidad invertida actualizada, sino al incremento del valor del bien. Esto significa que
tanto el riesgo como el beneficio de la inversión corre a cargo de los gananciales. Por
ello sólo existe restitución si existe un incremento del valor en el momento de la
restitución (si la empresa se ha empobrecido y vale menos, nada debe restituirse, pues la
ganancialidad ha asumido el riesgo); por el contrario, si el incremento de valor es mayor
que el importe actualizado de la cantidad invertida, se restituye el valor total de ese
incremento.
En principio, los reintegros crediticios pueden hacerse en cualquier momento. Se
distingue teóricamente entre reintegro (que se celebra durante la vigencia de la sociedad
de gananciales) y reembolso (se efectúa en la liquidación de la sociedad de gananciales).
Nótese con todo que por aplicación del principio del art. 1.403 del CC (subsidiariedad
de los reembolsos), los reintegros fuera de la liquidación serán excepcionales, pues la
disposición de dinero ganancial por uno de los cónyuges no será nunca interpretada
como reintegro, sino como anticipo o utilización de numerario ganancial (incide aquí
también el régimen del valor de la confesión y de la presunción de ganancialidad)134.
134
Dice GAVIDIA que los reintegros y reembolsos sólo son aplicables a las relaciones crediticias no
derivadas de contratos entre cónyuges.
135
«También concluirá por decisión judicial la sociedad de gananciales, a petición de uno de los
cónyuges, en alguno de los casos siguientes: 1.° Haber sido el otro cónyuge judicialmente incapacitado
declarado ausente o en quiebra o concurso de acreedores, 9 condenado por abandono de familia. Para que
el juez acuerde la disolución bastará que el cónyuge que la pidiere presente la correspondiente resolución
judicial. 2.° Venir el otro cónyuge realizando por sí solo actos dispositivos o de gestión patrimonial que
entrañen fraude, daño o peligro para los derechos del otro en la sociedad. 3.° Llevar separado de hecho
más de un año por acuerdo mutuo o por abandono del hogar. 4.° Incumplir grave y reiteradamente el
deber de informar sobre la marcha v rendimientos de sus actividades económicas. En cuanto a la
disolución de la sociedad por el embargo de la parte de uno de los cónyuges por deudas propias, se estará
a lo especialmente dispuesto en este Código» (art. 1.393 del CC). Además, recuérdese la disolución por
aplicación del art. 1.373.
Las causas de disolución se aplican a todo régimen de comunidad y
también al llamado régimen de separación de bienes, puesto que la liquidación
se funda en la identificación de los bienes privativos, la tutela del cónyuge
supérstite y los hijos, en la protección de acreedores y en la división de la
comunidad fáctica (circunstancias que también concurren en el llamado
régimen de separación).
la declaración del fin de la ganancialidad como participación con fecha anterior a la liquidación efectiva
(en matrimonios separados durante largo tiempo no tiene sentido mantener la continuidad de la
participación y la presunción de ganancialidad).
137
La doctrina ha discutido especialmente la validez del pacto de comunidad continuada, que se ha
manifestado principalmente hasta ahora tras la disolución del matrimonio por muerte de uno de los
cónyuges, pero que hoy podría resultar también de otras situaciones de disolución matrimonial (pacto
capitular e incluso convenio de separación). Se manifiestan en contra LACRUZ y GARCÍA CANTERO,
y a favor DE LOS MOZOS. A mi juicio, el pacto de comunidad continuada sería una forma de
liquidación de la masa ganancial que eludiría las normas liquidadoras de los gananciales de los arts. 1.392
y sigs.
debió a que coincidía ordinariamente con la partición hereditaria y participaba
de su mismo régimen jurídico (art. 1.410 y 1.402 del CC)138.
Además de la división y desvinculación, la partición (igual que la
ganancialidad misma) está presidida por la exigencia de tutela del tráfico
(tutela de sistema económico y financiero que financia el Estado y sostiene la
actividad productiva). Desde una perspectiva macroeconómica, el matrimonio
y su especial intimidad presenta graves peligros de defraudación y amplias
posibilidades de ocultación de bienes. Coherente con la tutela del tráfico se
repite incesantemente la idea de que antes deben pagarse las deudas que
dividirse los gananciales (arts. 1.399, 1.401, 1.403 del CC, etc.). La
subsidiariedad de los créditos entre los cónyuges (reintegros y reembolsos)
participa así de la misma naturaleza que la presunción de ganancialidad de los
bienes, y no representan sino dos aspectos distintos de la afectación de
responsabilidad de todos los bienes del matrimonio como principio supremo
de tutela del tráfico (arts. 1.318 y 1.373 del CC).
Del pago de las deudas sociales responden todos los bienes partibles.
Pero la efectividad, tanto del derecho de predetracción (art. 1.321 del CC) como
del derecho de atribución preferente (art. 1.406 del CC), exige reconocer al
cónyuge beneficiario un derecho de señalamiento y beneficio de exclusión para
que las deudas se hagan efectivas sobre otros bienes relictos; sólo a falta de otros
bienes comunes suficientes podrá hacerse la deuda efectiva sobre los bienes que
la ley reserva a un cónyuge en concreto (arts. 1.321 y 1.406 del CC), y ello sin
perjuicio de la posibilidad que apunta RAMS de que, en caso de iliquidez de la
comunidad, el cónyuge beneficiario de la predetracción o atribución preferente
(e incluso con carácter general, pienso yo, como típico caso de pago por tercero)
143
En este sentido STS de 13 de junio de 1986, que habla de responsabilidad ultra vires hasta la
realización del inventario, y STS de 17 de febrero de 1986 (cfr. art. 1.084 del CC). A mi juicio, ésta es una
visión más adecuada que entender que el cónyuge no deudor sólo responde, en todo caso, con los bienes
gananciales recibidos. MARTINEZ CALCERRADA dice que el art. 1.401 es una responsabilidad
imputada al cónyuge no deudor que desnaturaliza el mecanismo obligacional; a mi juicio, por el contrario,
el art. 1.401 no añade responsabilidad, sino que libera por la realización de inventario. El art. 1.401
distingue claramente las relaciones internas de las externas; la responsabilidad frente a terceros sin
perjuicio de la acción interna de regreso. Para que surta efecto frente a terceros, la fecha del inventario
debe ser fehaciente.
144
Añade también que daña el novísimo régimen de las atribuciones preferente (aunque, a mi juicio, tal
consecuencia es lógica: antes pagar que partir).
pueda pagar las deudas con dinero privativo y convertirse en acreedor de la
sociedad.
Dice el art. 1.399 del CC que el pago se comenzará con las deudas
alimenticias. Ello es más una recomendación de piedad al partidor que el
reconocimiento de un privilegio crediticio (privilegio que sólo existe en los
términos del art. 1.924 del CC: créditos por los funerales y gastos de última
enfermedad del deudor y de sus hijos; anticipaciones en comestibles, vestido y
calzado, y pensiones alimenticias legales)145. La norma proviene seguramente
del derecho sucesorio y se reitera particularmente en el art. 1.408 del CC,
subrayando que durante el proceso liquidatorio, que puede llegar a prolongarse,
los cónyuges y sus hijos tienen derecho a alimentos,'sin perjuicio de que luego
se imputen a su haber.
El art. 1.405 del CC muestra que en los reembolsos entre cónyuges la dación en
pago no exige la unanimidad de los partícipes (como en la dación a terceros: artículo
1.400 del CC), sino que puede pedirse por el cónyuge presente (y seguramente por los
herederos partícipes). El art. 1.401 del CC excepciona también el principio particional
del art. 1.062.2 del CC, siendo un complemento del derecho de atribución preferente del
artículo 1.406 del CC (como derecho preferente del cónyuge a todos los bienes
gananciales por reintegros y reembolsos frente a la masa ganancial o entre los
cónyuges). La falta de liquidez es una situación normal de la masa ganancial partible
(por los gastos extraordinarios de un proceso matrimonial o derivados del fallecimiento
de uno de los cónyuges), y no es lógico que se imponga entonces la subasta por créditos
internos cuando los cónyuges tienen un vínculo personal de relación con los bienes
relictos, y cuando frente a la masa ganancial no pueden nunca considerarse acreedores
por faltar la alteridad personal146. Los reintegros y reembolsos frente a la masa ganancial
se efectúan «hasta donde alcance el caudal inventariado» (art. 1.403 del CC), lo que es
una reiteración de la subsidiariedad del crédito de restitución, pero que no impide que
145
En mi opinión no se puede ampliar hasta abarcar el ámbito del 1.362.1, pues no puede entenderse que
esta norma imponga un privilegio tan amplio.
146
Según LACRUZ y DE LOS MOZOS, los reembolsos entre los cónyuges deben hacerse en dinero,
fundamentalmente porque de lo contrario atentaría contra la integridad cualitativa de la división. A mi
juicio, por el contrario, el derecho de predetracción y el de atribución son preferentes a los reembolsos
siempre que haya compensación; aunque derecho de predetracción y de atribución no desafectan los
bienes de la responsabilidad patrimonial frente a terceros derivada de su condición ganancial. RAMS
opina que el derecho de detracción del art. 1.405 es preferente al derecho de atribución del art. 1.406; a mí
me parece, sin embargo, que, con el límite de la compensación efectiva, es siempre preferente el derecho
de atribución.
un cónyuge pueda dirigirse entonces contra el otro para que asuma su parte proporcional
en las deudas del consorcio (art. 1.318 del CC).
— División del remanente. Después del pago de las deudas y de los reintegros y
reembolsos el remanente se divide por mitad (arts. 1.344 y 1.404 del CC). Para
determinar si hay o no ganancias ha de precederse previamente a la liquidación de la
comunidad de gananciales (STS de 19 de enero de 1984). Siendo la ganancialidad una
condición de los bienes privativos, la comunicación efectiva de gananciales sólo se hace
en el momento de la liquidación147.
La división debe respetar la integridad cualitativa de la cuota (art. 1.061 del CC),
función desvinculadora que la ley atribuye a la ganancialidad y de la que tras la reforma
de 1981 se admiten dos excepciones: 1) principio de conservación del valor, art. 1.405
del CC; 2) derechos de atribución preferente (art. 1.406 del CC).
147
En principio el avalúo de los bienes se hace en el momento de la liquidación efectiva y no de la
disolución de la masa ganancial.
148
En ese sentido RAMS para la atribución preferente. La aplicación de los principios de los art. 1.431 y
1.432 a los derechos de predetracción, don y atribución preferente, es coherente con la aproximación
efectiva del régimen de gananciales al régimen de partición de ganancias
149
En las costumbres germánicas el ajuar doméstico debía ser «portado por la mujer al matrimonio, pero
tenía derecho de predetracción en la partición, pues no se consideraba dote, sino parapherna; es ésta una
afirmación que gustan repetir los pandectistas. Cfr., por ejemplo: GLÜCK, XXIII, pág. 643, citando a
GRUPEN, De uxore Theotisca, Göttingen, 1748, IV, pág. 49 y sigs. Muy probablemente a este ajuar
doméstico se refieren Las Partidas al contemplar de forma puntual v asistemática los parafernales y
también al referirse a los «paños y escusados».
explica esta inconsecuencia sistemática derivando el derecho de predetracción del ajuar
doméstico del régimen de protección de la vivienda familiar (art. 1.320 del CC)150.
En opinión de DE LOS MOZOS, los bienes no se entregan al cónyuge supérstite, sino
que se adquieren por ministerio de la ley. Pero, a mi entender, el derecho de
predetracción es una operación particional, lo que implica que los bienes —como
gananciales— responden de las deudas del consorcio; no se adquieren, pues,
automáticamente y la «entrega» sólo puede hacerse efectiva tras el pago de las deudas
gananciales. Por la misma razón, el valor de los bienes entregados se tiene que computar
para fijar la legítima de los herederos forzosos, sin perjuicio de que el ajuar doméstico
no se impute a la cuota viudal, sino que sea algo más, añadido, en razón de la protección
del patrimonio familiar151. La diferencia fundamental entre el derecho de predetracción
y el de atribución preferente es que este primero no se imputa al haber del cónyuge en la
partición.
150
Más dudosa es su afirmación de que se aplica sólo al matrimonio y no a la unión more uxorio.
151
Pero, como hemos dicho, este ajuar doméstico deberá inventariarse.
152
RAMS ALBESA destaca y estudia los precedentes francés y belga. GARRIDO PALMA presta una
cierta atención al modelo italiano.
las exigencias de división cuantitativa y cualitativa de los bienes matrimoniales y de la
legítima.
La fundamentación y justificación de este derecho es importante, pues su
interpretación extensiva o restrictiva condiciona en gran medida el régimen jurídico de
la partición. Podemos aventurar tres órdenes distintos de justificación de la norma:
primero, desde una visión fundamentalmente privatista se destaca que por esta vía se
consigue aglutinar y reforzar los vínculos familiares y favorecer la colaboración de los
hijos en el negocio consorcial; se destaca también —por ejemplo, RAMS— que la
atribución preferente permite paliar los efectos disolventes que desde el punto de vista
patrimonial significan para la familia las separaciones y los divorcios; segundo, desde la
nueva concepción del régimen económico del matrimonio no puede dejar de observarse
que la nueva normativa subraya el respeto de la autonomía personal en el matrimonio, a
la vez que retribuye y tutela la iniciativa y el trabajo personal de los cónyuges
individualmente considerados; garantiza el mantenimiento patrimonial y la continuidad
profesional en la disolución del matrimonio y ante las situaciones tensas del mismo;
respeta también la continuidad de la titularidad del peculio privativo de los bienes
comunicando exclusivamente los valores (presidido lodo ello por los nuevos conceptos
de participación de ganancias). Pero junto a estas justificaciones iusprivatistas, la
atribución preferente debe situarse también en el contexto cíe una nueva noción
económica y política de la organización uncial; se tutela un nuevo modelo de
producción asentado sobre la pequeña y mediana empresa, ante la crisis del modelo
productivo capitalista; la atribución preferente considera la importancia creciente del
pequeño empresario familiar que se va abriendo paso entre la crisis económica y la
carencia de trabajo asalariado153. Por medio de la atribución preferente se tutela el
aviamento de la pequeña empresa, el puesto o medio de trabajo de los cónyuges y la
continuidad laboral familiar amenazada por la disolución del matrimonio o la
separación de los cónyuges. Persiguiéndose también un fin macroeconómico: la máxima
rentabilidad de los bienes y la continuidad del proceso productivo.
153
Resulta curioso que la aparición de este modelo familiar productivo es común a los países capitalistas y
socialistas, quizás porque la política fiscal y financiera han asumido el protagonismo de la lucha contra la
acumulación de capital y la formación de estirpes familiares propietarias.
frente a la división a ultranza la atribución preferente es también un triunfo de la
concepción no traumática de la separación.
La fundamentación influye decisivamente en la configuración jurídica de
la institución. La atribución preferente no es una excepción al modo ordinario de
realizar la partición, sino el mismo modo de ser la partición ligado a un nuevo
modo de ser los gananciales. Después de afirmar el acercamiento de los distintos
regímenes económico matrimoniales, constatamos qne la atribución preferente
significa dividir los gananciales con nociones particionistas y compensatorias,
que respetan la autonomía gestora de los cónyuges y la noción patrimonial del
peculio ganancial. La atribución preferente no sólo restringe la división
cualitativa, sino aun la división cuantitativa, sustituyéndola por una nueva
noción compensatoria (art. 1.407: indemnización o restitución dineraria, ibidem
arts. 1.431 y 1.432 del CC)154.
154
En relación también con la nueva naturaleza de la legítima.
155
Por ejemplo, en los casos de adquisición como inversión (joyas, colecciones, etc.). RAMS opina que el
uso privativo es incidental, pero yo entiendo que, siendo ello cierto, debe atenderse también al valor
relativo del bien respecto de la masa partible.
Artículo 1.406.4: «En caso de muerte del otro cónyuge, la vivienda donde
tuviese la residencia habitual.»
d) El derecho de opción del art. 1.407 del CC. A tenor del art. 1.407: «En los
casos de los números 3 y 4 del artículo anterior podrá el cónyuge pedir, a su elección,
que se le atribuyan los bienes en propiedad o que se constituya sobre ellos a su favor un
derecho de uso o habitación. Si el valor de los bienes o el derecho superara al de haber
del cónyuge adjudicatario, deberá éste abonar la diferencia en dinero.» Llama la
atención, en primer lugar, que la opción no está formulada subsidiariamente. El cónyuge
156
El tema es dudoso, con todo la opción quizás sólo es exigible cuando haya que excepcionar la igualdad
cualitativa de la cuota (para tal supuesto se prevé en el art. 1.407: abonar la diferencia en dinero)
157
Para RAMS, el abono de la diferencia en metálico tiene carácter excepcional para los supuestos que
prevé el art. 1.407.3, por ello el quantum atribuible no puede sobrepasar el valor fijado para la cuota.
Según esta postura, no es posible el juego del art. 1.406.1 y 2 cuando el bien atribuible tiene un valor
superior al de la cuota íntegra del atributario. A mi juicio, por el contrario, la indemnización dineraria es
una operación ordinaria en toda división para los casos de indivisibilidad física o jurídica, principio
formulado expresamente tanto para la partición de herencia como para los gananciales (art. 1.405 del CC)
Por ello no debe haber tampoco inconveniente (en contra RAMS) en acumular la atribución de la
vivienda y del local profesional, y aún de los supuestos 1 y 2 del art. 1.406, aunque la suma de los bienes
exceda notablemente del valor de la cuota (siempre mediante la oportuna compensación). A mi juicio, el
art. 1.407 no limita la compensación dineraria, sino simplemente el derecho de opción al uso.
podrá pedir le otorga a la opción un carácter puramente facultativo, sin duda para
facilitar aún más las opciones compensativas sobre los cauces liquidadores comunes de
la partición hereditaria en la que se formulan rígidas limitaciones conmutativas y
cualitativas.
Opinan algunos autores, como MARTÍNEZ CALCERRADA, FONSECA y
RAMS, que en la opción sólo puede pedirse la constitución de un derecho de uso o
habitación (personalismo e intransmisible) que se ajusta a la finalidad de la ley y no de
un derecho distinto (como el arrendamiento o el usufructo)158 El problema central es el
de la valoración del uso o habitación; DIEZ-PICAZO, FONSECA y GARRIDO
PALMA proponen la valoración fiscal; RAMS aconseja tener en cuenta la edad del
beneficiario y el valor de la cosa en venta, y propone utilizar las técnicas del seguro.
a) Liquidación del régimen económico del matrimonio nulo contraído con mala
fe de uno de los cónyuges. A tenor del art 1.395 del CC: «Cuando la sociedad de
gananciales se disuelva por nulidad del matrimonio y uno de los cónyuges hubiera sido
declarado de mala fe, podrá el otro optar por la liquidación del régimen matrimonial
según las normas de esta Sección o por las disposiciones relativas al régimen de
participación, y el contrayente de mala fe no tendrá derecho a participar en las
ganancias obtenidas por su consorte.» La norma es una reiteración del principio
establecido en el artículo 95 del CC con alguna ligera variante sin importancia. Nótese
que el cónyuge causante de mala fe de la nulidad tampoco tiene derecho a la pensión ex
art. 97 del CC (art. 80 del CC). El matrimonio putativo surte efectos para el cónyuge de
buena fe (art. 79), pero no para el de mala fe; por ello si el matrimonio es declarado nulo
el cónyuge de mala fe no puede participar en las ganancias obtenidas por su otro
cónyuge.
Nótese que el art. 1.395 no dice que el cónyuge de mala fe pierde la
mitad de las ganancias, sino que no tiene opción de participar en las ganancias
obtenidas por su otro cónyuge. Pero... ¿qué son las ganancias obtenidas por el
otro cónyuge? Quizás la norma tiene su explicación más adecuada en la noción
de peculio: se parte el peculio del cónyuge de mala fe y el de buena fe conserva
íntegro el suyo, porque ¿cómo delimitar las ganancias obtenidas por cada
158
El tema es dudoso, pues quien puede lo más puede lo menos, y ninguna norma limita 'la partición a la
entrega de bienes en plena propiedad.
cónyuge? Otra interpretación posible es entender las ganancias obtenidas por el
cónyuge, las que hemos denominado gananciales por naturaleza (y en los que no
participa el otro cónyuge), mientras que sí deberían partirse los gananciales
presuntos. Estas interpretaciones se fundan en el carácter excepcional de toda
sanción, especialmente en el régimen matrimonial, donde se ha evitado
cuidadosamente la existencia de culpables, y en el carácter constitutivo de la
affectio maritalis159. Se trata en todo caso de una sanción más benigna que la del
antiguo art. 72, pues ahora el cónyuge de mala fe conserva la mitad de las
ganancias propias y participa también en la mitad de los gananciales presuntos.
159
No parece que el cónyuge de mala fe pierda ni el derecho de predetracción ni el derecho de atribución
preferente.
160
Yo creo que el cónyuge de mala fe pierde la mitad de las ganancias en todo caso; MARTÍNEZ
CALCERRADA y DIEZ-PICAZO GULLON sostienen, por el contrario, que el cónyuge de mala fe sólo
pierde las ganancias cuando el cónyuge opte por la liquidación conforme al régimen de participación. La
sanción, efecto del art. 79, se aplica a todos los regímenes económicos (LASARTE, VALPUESTA
FERNANDEZ) y para los de separación también sería sostenible su aplicación, aunque la indemnización
parece estar expresamente prevista en el art. 98 por la vía del derecho de pensión (en contra MOREU
BALLONGA).
CAPITULO VII
I. Planteamiento
Desde una perspectiva estrictamente formal, puede afirmarse que los esposos
tienen libertad de pactar el régimen económico que estimen conveniente, sin otras
limitaciones que las establecidas en la ley. Las capitulaciones matrimoniales son el
instrumento para «elegir» régimen económico matrimonial; y a falta de pacto capitular,
el régimen legal «supletorio» es el de la sociedad legal de gananciales (artículos 1.315 y
1.316 del CC).
Si se observa atentamente, el art. 1.315 tiene una cierta analogía con el art. 348
del CC, y ambos artículos se encuadran en una concepción voluntarista de derecho;
tienen —o deben tener— hoy en día una explicación semejante; la «limitación no es tal,
sino una auténtica configuración normativa de la institución. Las capitulaciones
matrimoniales se presentan como el medio idóneo para hacer efectiva la disponibilidad
de contenido del régimen económico del matrimonio, pero... ¿existe efectivamente esa
disponibilidad del régimen matrimonial? El análisis detenido de la normativa
económico matrimonial muestra el acercamiento de los distintos regímenes económico
matrimoniales, y que la pretendida diversidad es mucho más reducida y circunstancial
de ID que pueda parecer de un análisis superficial. Ello es lógico: la asistencia familiar,
la protección de terceros y los Intereses desvinculadores de la República son de orden
público y principios imperativos de «régimen primario», que no pueden ser derogados
por la voluntad de las partes. Las «limitaciones» significan efectivamente la
configuración y conformación del régimen económico matrimonial y su función social y
pública, que se anteponen a la voluntad de las partes. Ello sentado es válida la
afirmación de DÍEZ-PICAZO de que, dentro de los cauces legales, no resulta fácil ni
deseable la uniformidad de los modelos familiares, y que la libertad de estipulación es
fuente de un enriquecedor pluralismo.
Con el mismo espíritu debemos analizar la mutabilidad del régimen económico
matrimonial. La afirmación radical de la mutabilidad (la posibilidad de otorgar capítulos
post nuptias) es correlativa a una identificación tajante de lo inderogable en el seno del
régimen económico (régimen primario). Sólo por un espejismo jurídico se puede
afirmar que la libertad de estipulación después del matrimonio acentúa la privatividad
del régimen, pues lo cierto es que la mutabilidad tiene un espectro limitado; por ello
mismo, no se exige la homologación judicial de los capítulos post nuptias; y, además,
está claro, en ningún caso puede una capitulación sustituir la intervención del ministerio
fiscal y la aprobación judicial de los convenios reguladores de la separación. El acuerdo
de cambiar durante el matrimonio un régimen de gananciales por uno de separación
tiene una eficacia delimitada, pues no puede sustituir las cargas matrimoniales (artículo
1.318 del CC), ni puede perjudicar a terceros (art. 1.317 del CC, irretroactividad y
publicidad), ni puede atentar contra la igualdad y autonomía de los cónyuges (art. 1.328
del CC)161; tampoco puede sustituir el régimen imperativo de los convenios reguladores
161
Resulta curioso contrastar la formulación legislativa de los límites a la facultad de capitular. El texto
originario del art. 1.316 prohibía pactar lo que «fuese depresivo de la autoridad»; en 1975 se prohibía lo
contrario «a los fines del matrimonio», y, en la reforma de 1981, el nuevo art. 1.328 prohíbe lo limitativo
de la igualdad.
(y en particular la intervención judicial: artículo 81 del CC), ni puede conculcar la
normativa imperativa de liquidación (en particular: art. 1.401 del CC), ni puede eludir
un cierto enriquecimiento recíproco de los cónyuges en el matrimonio (art. 97 del CC
derecho a pensión, art. 1.438 trabajo en la casa), etc.
En el derecho del antiguo régimen, la inmutabilidad económica matrimonial
estaba ligada a una diversidad de principios (la unidad de administración económico-
matrimonial, la autoridad marital, la prohibición de contratación entre los cónyuges, la
prohibición de pactos sucesorios, la afectación de los bienes matrimoniales en garantía y
la preocupación desvinculadora). La mutabilidad sustenta hoy en día la igualdad de los
cónyuges y una visión no traumática cíe la sepa ración, pero no puede llegar a sustituir
la aprobación j u d i c i a l del convenio regulador, ni la afectación de los bienes en favor
de los acreedores, ni la función desvinculadora de las leyes civiles. Igual que
desarrollamos al hablar de la contratación entre los cónyuges, debemos reiterar aquí que
continúan presidiendo el régimen económico matrimonial los principios propios de una
política desvinculadora (división de la propiedad, prohibición de pactos sucesorios,
tutela de la legítima de los herederos forzosos).
162
La STS de 4 de diciembre de 1985 distingue entre transacción sobre cuestiones patrimoniales
derivadas del matrimonio y capítulos (en orden a no exigir la escritura pública para los primeros)
163
Y esta última igualitaria y recíproca (cfr. art. 1.429 del CC).
CABANILLAS SÁNCHEZ164 que, cuando el crédito es anterior a la
modificación, ésta es ineficaz frente a los acreedores, sin que sea exigible la
rescisión de los capítulos (con cita también de la STS de 14 de mayo de 1984).
c) Pactos de gestión de bienes comunes y de distribución de las cargas. Sin llegar hasta
elegir un régimen, o como complemento del pacto de determinación de un régimen
distinto del de gananciales, los capítulos pueden contener pactos de gestión de los
bienes matrimoniales o de distribución de las cargas del matrimonio. La doctrina ha
discutido en detalle sobre el contenido y régimen de estos pactos de gestión de los
bienes matrimoniales, y en particular sobre la validez V revocabilidad del pacto de
gestión de los bienes comunes por uno solo de los cónyuges165; a mi juicio, tales pactos
no non nulos, sino que deben ser interpretados como un mandato (arg. ex art. 1.439 del
CC); como no existen mandatos Irrevocables, toda atribución de una facultad de gestión
(de los bienes comunes, de los privativos o del peculio privativo) ha de entenderse como
revocable (tal es la opinión de ALVAREZ-SALA, ECHEVERRÍA ECHEVERRÍA,
GARRIDO PALMA, AMORÓS GUARDIOLA). Los únicos pactos de gestión
irrevocables son los que implican la elección de un régimen económico matrimonial.
Las cargas del matrimonio vinculan los bienes de ambos cónyuges (art. 1.318
del CC); los acuerdos que sobre la distribución de cargas puedan llegar los cónyuges (en
capítulos, o por mero convenio: art. 1.438 del CC) surten efectos ínter partes y sin
perjuicio de las restituciones o reembolsos que sean pertinentes. Los pactos capitulares
de distribución de cargas no pueden considerarse irrevocables y definitivos, pues
entonces podrían constituir una separación sin control judicial (los convenios
reguladores deben ser aprobados por el juez con intervención del ministerio fiscal en su
caso)166. También podrían interpretarse (si se considerasen irrevocables) como una
liquidación atípica e irregular del régimen económico matrimonial.
164
Véase en «Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil», 10, pág. 3400 y sigs.
165
Se muestran favorables al pacto LACRUZ, DE LOS MOZOS, principalmente en función del art. 1375
CC
166
La doctrina ha discutido también un típico supuesto «de laboratorio» la elección de un régimen
económico a condición o término Dentro de la concepción voluntarista imperante, tal figura tiende a
admitirse sin restricciones (AMORÓS, LACRUZ, ALBALADEJO, DE LOS MOZOS etcétera); DIEZ-
PICAZO, subraya que en todo caso el cumplimiento de la condición sólo surte efectos inter- partes, pues.
para que surta efectos frente a terceros es necesario que se someta a las normas de publicidad. A mi juicio,
el pacto de un régimen a condición o término no tienen un mecanismo efectivo de publicidad, v
contradice el carácter típico de las causas liquidatorias de los ganancíales- contradice también la
exigencia de liquidación formal y fehacíente para la mutación de régimen económico del matrimonio (del
artículo 1.401 del CC); finalmente puede concluirse que el art. 1.343 no parece autorizar el régimen
económico condicional o a término
167
Los bienes futuros son los que el donante deje a su muerte, más en detalle el trabajo de MASSOT, El
contrato sucesorio en el Derecho foral de Mallorca: la donación universal de bienes presentes y futuros,
Palma. 1976.
divorcio?; lo absurdo de tal consecuencia nos lleva a propugnar su modificabilidad en la
separación judicial168.
La mejora irrevocable (art. 827 del CC) puede hacerse en capítulos entre
cónyuges. Significa la institución contractual de un hijo común con el límite de la
distribución igualitaria de la legítima estricta 169. Siendo un contrato sucesorio entre los
cónyuges, entiendo que debe ser revocable tanto por nuevo contrato como en las
medidas judiciales de separación. La mejora irrevocable puede hacerse también en
contrato oneroso celebrado con un tercero (art. 827 del CC); la única interpretación
posible de este oscuro «tercero» es que es el propio mejorado como parece poder
deducirse del art. 658 del proyecto de GARCÍA GOYENA, de donde proviene este
artículo; del mismo proyecto parece deducirse que el «contrato oneroso» son las
capitulaciones matrimoniales170. La interpretación restrictiva de este punto del art. 827
del CC (en capítulos y con el propio mejorado) se funda no sólo en el carácter
excepcional de los pactos sucesorios, sino también en que el art. 1.341.2 del CC sólo
permite donación de bienes futuros entre esposos, y toda mejora irrevocable ha de
considerarse donación de bienes futuros.
3. EL CONSENTIMIENTO C A P I T U L A R
171
Y puede verse una detallada justificación de esta postura en el estudio de PEÑA Y BERNALDO
QUIRÓS (El concurso de las personas designadas en el art. 1.318 en el otorgamiento de capitulaciones
matrimoniales, «ADC», 1956, pág. 299 y sigs.), quien mantiene que, siendo radicalmente nulas, tampoco
hay confirmación.
172
¿Qué significa «en su caso»? Seguramente por aplicación del mismo principio que informa el art.
1.329 del CC el Código se refiere a los casos en que el incapacitado no se limite a pactar el régimen de
separación o de participación. La STS de 14 de febrero de 1986 declara nulidad de un heredamiento en
capítulos por el pródigo que carecía de capacidad de disposición ínter vivos
173
La STS de 9 de septiembre de 1985 anula por dolo unas capitulaciones matrimoniales por ocultación
de bienes.
III. Otros regímenes económico-matrimoniales
1. PLANTEAMIENTO
b) Identificación de los patrimonios privativos. A tenor del art. 1.437 del CC,
prop. primera: «En el régimen de separación pertenecerán a cada cónyuge los bienes
que tuviese en el momento inicial del mismo y los que después adquiera por cualquier
título.» Nótese el claro paralelismo de este articulo —también del art. 1.412 del CC—
174
Se muestra favorable al deber de información en el régimen de participación: MALUQUER MONTES
(en función del art. 1.416). Con restricciones: DE LOS MOZOS, «pues no hay que olvidar que los
intereses protegidos no son los mismos».
175
Estos dos últimos aspectos los entiende aplicables MALUQUER MONTES al régimen de
participación
176
Véase, por ejemplo, en este sentido, art. 1.442 del CC
con la definición de privatividad en el régimen de gananciales (art. 1.346 del CC). La
analogía no es incidental, pues los principios identificativos de lo privativo son
esencialmente los mismos y dada la presunción de comunidad (art. 1.441 del CC) y por
la exclusión de la confesión de privatividad (art. 1.324 del CC) también en el régimen
de separación de bienes se exige la prueba plena de la privatividad.
La doctrina se ha encarado con gran perplejidad frente a la presunción de
comunidad en el régimen de separación de bienes (art. 1.441 del CC). En general, los
autores tienden a otorgarle un carácter residual y subsidiario, y de signo muy distinto a
la presunción de ganancialidad del art. 1.361 (GARCÍA CANTERO, LACRUZ,
REBOLLEDO, MONTES, GUILARTE GUTIÉRREZ). DE LOS MOZOS subraya que
la presunción de comunidad en la separación de bienes establece una presunción no tan
fuerte como la presunción de ganancialidad; según este autor, se trata de una presunción
«como la que puede jugar entre dos personas extrañas que adquieren conjuntamente
bienes o derechos y que presentan titularidades conjuntas (art. 392 del CC)» (GAVIDIA,
en el mismo sentido, afirma que en el régimen de separación hay sólo dos masas
patrimoniales, y fundamenta esta postura en el art. 1.414 del CC).
177
El único autor que parece plantear unas tímidas dudas a esta postura es MORALES MORENO —con
referencia al régimen de participación, pero sin duda sus observaciones pueden referirse también a la
separación de bienes—. MORALES MORENO subraya el perjuicio que ello puede acarrear al patrimonio
afectado; concluye que el Código no permite fundar la subrogación real, pero señala agudamente que la
utilización del dinero del otro cónyuge puede ser interpretada en ocasiones como una autorización tácita
de gestión de bienes ajenos. MASSOT, aunque admite la subrogación real, desarrolla ciertas excepciones
(por ejemplo, los bienes del hogar familiar) por venir las compras impulsadas por el sostenimiento de las
cargas de la familia v por la presunción de copropiedad.
178
En dos sedes distintas: el Tribunal Supremo admitió la subrogación real (el carácter parafernal y no el
carácter ganancial) de bienes adquiridos por el marido en nombre propio con dinero de la mujer (SS de 13
de mayo de 1929, 27 de octubre de 1950, 28 de noviembre de 1953 —citadas y criticadas por LACRUZ
—); también admitió el Tribunal Supremo la subrogación real en Baleares, donde regía un régimen de
separación (SS de 2 de noviembre de 1965 y 2 de marzo de 1977 —citadas y criticadas por MASSOT—).
MASSOT hace un examen particularmente lúcido del tema. La presunción de copropiedad en Baleares
sustituye a la presunción muciana y es «una puerta falsa» que permite la introducción solapada del
mi juicio, tanto razones de prudencia como de justicia aconsejan aplicar la
subrogación real —con preferencia de la iniciativa— también en el régimen de
separación de bienes, pues de lo contrario, como supo subrayar la jurisprudencia,
se corre el peligro de privilegiar al cónyuge más avispado, y se rodea de una
mayor violencia la separación matrimonial y el período crítico que
ordinariamente la precede; por otra parte, la aplicación de la subrogación real al
régimen de separación se funda en las mismas razones que la presunción de
comunidad (función asistencial, desvinculadora y protectora de terceros). A mi
juicio, un cónyuge no puede pretender el carácter propio de un bien adquirido
con dinero del otro cónyuge —o de incierta procedencia— a no ser que pruebe
de modo fehaciente la existencia de un contrato de préstamo entre los cónyuges.
En conclusión, para la prueba de la privatividad de un bien no sólo debe
aportarse el título de adquisición, sino también probar la procedencia del dinero
o contraprestación179.
El régimen de las adquisiciones conjuntas, corno es obvio, no establece
la ganancialidad, sino la comunidad ordinaria (art. 1.414 del CC en régimen de
participación, pero aplicable a la separación de bienes en general). El régimen de
esta comunidad ordinaria en la separación de bienes es muy discutible y
confuso. En cualquier caso el art. 1.414 del CC parece excepcionar tanto la
presunción (refuerzo de la de comunidad) del artículo 1.355 del CC como la del
art. 1.353 (adquisiciones lucrativas)180.
régimen de gananciales (citando a CLAR GARAU, observa que la primera de las citadas sentencias se
dicta el día de difuntos; como auténtica acta de defunción del régimen peculiar mallorquín). Sin embargo,
y a pesar de criticar dicha línea jurisprudencial, observa MASSOT la peculiar naturaleza de la
copropiedad en el régimen de separación: «la especial afectación a las cargas matrimoniales puede llegar
a tener tal importancia que haga ceder y dejar sin efecto algunos de los efectos y reglas reguladoras del
condominio ordinario». (Un inteligente diablillo se ha introducido en la tipografía del libro de MASSOT,
que habla en reiteradas ocasiones de la «esencia» (sic), del régimen de separación —págs. 87, 103, etc.
—).
179
Finalmente, debe considerarse que mientras dure la convivencia efectiva en el matrimonio hay una
auténtica coposesión del patrimonio conyugal, por lo que la posesión particular no se puede alegar como
prueba de privatividad frente a la presunción, ex art. 1.441 del CC. Por otra parte, las presunciones de
propiedad establecidas en capítulos no han de tener otra eficacia que la atributiva en su caso (confesar es
donar), y ello ante nuptias, pues —como señala DE LOS MOZOS— se estaría admitiendo de lo contrario
donaciones de bienes futuros.
180
A tenor de los arts. 1.443 «La separación de bienes decretada no se alterará por la reconciliación de los
cónyuges en caso de separación personal o por la desaparición de cualquiera de las demás causas que la
hubiesen motivado», y 1.444 «No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, los cónyuges pueden
acordar en capitulaciones que vuelvan a regir las mismas reglas que antes de la separación de bienes.
Harán constar en las capitulaciones los bienes que cada uno aporte de nuevo v se considerarán éstos
privativos, aunque, en todo o en parte, hubieren tenido carácter ganancial antes de la liquidación
practicada por causa de la separación». Tales normas, aunque no estuviesen establecidas expresamente,
podrían deducirse del propio régimen liquidatorio (art. 1.401 del CC; cfr. también, art. 1.374 del CC).
cualquiera de los cónyuges y obligan a ambos patrimonios (salvo veto previo). La
imposibilidad de proponer ese veto se refiere a los supuestos de ejercicio de la potestad
doméstica (art. 1.440.2 del CC), supuesto que debe ampliarse —como auténtica
ampliación integradora del concepto de potestad doméstica— a los gastos urgentes y a
la separación de hecho181.
d) El mandato entre los cónyuges. A tenor del art. 1.439: «Si uno de los
cónyuges hubiese administrado o gestionado bienes o intereses del otro, tendrá las
mismas obligaciones y responsabilidad que un mandatario, pero no tendrá obligación de
rendir cuentas de los frutos percibidos y consumidos, salvo cuando se demuestre que los
invirtió en atenciones distintas del levantamiento de las cargas del matrimonio.» Esta
norma es de difícil comprensión en sí misma, y muestra que las relaciones patrimoniales
entre los cónyuges no pueden ser tratados como si éstos fuesen extraños 184. El artículo
1.439 debe ser situado en todo un sistema de relaciones patrimoniales: derecho de
agresión sobre los bienes del otro cónyuge (art. 1.382 del CC), derecho de obligar los
bienes del otro cónyuge para necesidades de la familia, y aun disponer de los bienes del
cónyuge en los supuestos de potestad doméstica o gastos urgentes.
e) La participación en las ganancias del otro cónyuge. A tenor del art. 1.438,
prop. 2: «El trabajo para la casa será computado como contribución a las cargas y dará
derecho a obtener una compensación que el juez señalará, a falta de acuerdo, a la
extinción del régimen de separación», ¿supone una compensación al cónyuge que queda
en casa del sueldo como empleada del hogar? Tal presentación tendría un cierto matiz
denigratorio. El «trabajo para la casa» es una figura que proviene de los derechos
escandinavos como medio de hacer compatible la autonomía gestora con la valoración
del trabajo en el hogar185; inicia, por otra parte, una valoración patrimonial de las
181
En una oscura exposición, tal parece también la Postura MASSOT para Baleares, que critica en este
punto la postura de DELGADO de limitar la facultad de obrar de la mujer casada a la potestad doméstica;
su planteamiento se justifica por la plena capacidad obrar de la mujer mallorquina.
182
Lo subraya MASSOT, quien destaca también que la proporcionalidad no puede significar
subsidiariedad de los bienes del otro cónyuge.
183
A los bienes que dentro del matrimonio se encuentren en situación de comunidad de hecho debe
aplicárseles el art. 1.373 del CC y el art 144 del RH; porque de lo contrario se impondría al acreedor
carga de la prueba de la privatividad de los bienes de su deudor. Tal es por otra parte, una consecuencia
necesaria de la noción de régimen económico del matrimonio como garantía frente a los acreedores
184
El texto literal de este artículo del Código parece seguir los planteamientos del libro de DELGADO
ECHEVERRÍA. Se enfoca desde la perspectiva de la liquidación; la rendición de cuentas es
prácticamente imposible en detalle, sobre todo en una administración prolongada. Se trata de una norma
que proviene del Código de Justiniano (5, 14, 11) y perdura entre los glosadores y humanistas hasta la
moderna codificación; según DELGADO, la aplicación de esta norma presupone la convivencia (la mujer
lo conoce y no se opone); MASSOT subraya el deber de restituir los frutos en la medida en que el marido
se haya enriquecido.
185
HENRICH, La riforma italiana del diritio di famiglia in rapporto alle legislazioni dei paesi europei ,
«Riv. dir. civ.», 1985, I, pág. 319 y siguientes.
relaciones íntimas, aunque sean informales, y evita las radicales consecuencias y la
indefensión por la no participación en las ganancias del otro cónyuge186.
191
Seguramente ha de entenderse antes del matrimonio. ¿Por qué es admisible el régimen de participación
distinto de por mitad? La doctrina encara el supuesto con algo de perplejidad (LACRUZ concluye que
siempre será mejor que un régimen de separación). Una cláusula que atribuya todos los bienes al
sobreviviente podría calificarse como un pacto de participación desigual y subsumible en la prohibición
de donación de bienes futuros.
192
Dice DE LOS MOZOS que la nulidad de la cláusula no conlleva la del régimen matrimonial pactado, y
que en caso de fijación posterior de la filiación la ineficacia se produce con efecto retroactivo, tu artículo
1430 se interpreta por este autor como protector de los legitimarios (también en ese sentido QUILEZ
ESTREMERA).
193
DE LOS MOZOS destaca en este sentido que su tipicidad legislativa coincide con un nuevo
tratamiento de la naturaleza de la legitima.
194
Según BALLESTER GINER «los notarios y registradores pueden dar cuenta del fracaso del nuevo
sistema matrimonial» y tras mostrarse sumamente crítico con el sistema concluye: «el sistema de
participación resultaría mucho más diáfano, sencillamente si el legislador lo suprimiese». QUILEZ
ESTREMERA critica también la poca funcionalidad del régimen de participación, que carece de una
exigencia de inventario previo, de un sistema de prueba de la privatividad y de procedimiento
liquidatorio.
b) Naturaleza del crédito de participación. La doctrina, en términos generales,
llevada por su concepción del régimen de participación como un régimen de separación,
considera que el crédito de participación no es un derecho actual, sino una mera
expectativa, no embargable por los acreedores (semejante en cierta medida a la herencia
futura), y que no existe ni se concreta hasta el momento de liquidar el régimen 195. Sin
embargo, los arts. 1.415 y 1.416 del CC dan pie para sostener el carácter actual y
presente del crédito de participación y la naturaleza común de las ganancias partibles. A
mi juicio, es más justo sostener que si un cónyuge puede exigir la división en los
mismos términos que la masa ganancial (art. 1.415 del CC) y cuando la administración
del otro comprometa sus intereses (art. 1.416 del CC), los acreedores tienen que poder
exigir la liquidación en su provecho de la plusvalía partible. Los arts. 1.415 y 1.416 del
CC tienen una doble lectura: destacan la ganancialidad o comunidad del crédito partible
y a la vez subrayan la separación efectiva de peculios en el régimen de gananciales196.
c) La subsidiariedad del régimen de separación. A tenor del art. 1.413 de] CC:
«En todo lo no previsto en este capítulo se aplicarán, durante la vigencia del régimen de
participación, las normas relativas al de separación de bienes.» Este artículo establece la
autonomía gestora en el régimen de participación (con las limitaciones de los arts.
1.415, 1.416, 1.433 y 1.434 del CC). La doctrina se ha planteado especialmente si es
aplicable en el régimen de participación el art. 1.438 del CC y la compensación por el
trabajo en casa. Frente a la postura de entender que el art. 1.438 no puede aplicarse a
aquellos regímenes que ya tienen prevista una comunicación patrimonial (por ejemplo,
DE LOS MOZOS, MORO ALMARAZ), parece más lógico, con los presupuestos
planteados en este libro, la postura contraria (mantenida, por ejemplo, por LANZAS
GALVACHE, MORALES MORENO) de entender compensable el trabajo para la casa
también en el régimen de participación. A mi juicio, la aplicación del principio del art.
1.438 del CC es el único 'medio de evitar las graves consecuencias de los criterios
determinadores de la plusvalía (y muy en particular el oscuro principio del art. 1.420 del
CC).
d) Liquidación y división del régimen de participación. El crédito de
participación es un modo de división de los bienes matrimoniales. Podemos decir que
resulta de la liquidación y no es un pago crediticio propiamente dicho; lo que se explica
por la cercanía del régimen de participación al régimen de gananciales (del que se
distingue propiamente sólo por el módulo de valoración de los enriquecimientos
195
Dice BALLESTFR GINER que el crédito de participación sólo nace después de la liquidación sin que
antes exista ningún derecho, por ello el crédito de participación es inembargable durante el matrimonio.
(En el mismo sentido, ALVAREZ-SALA, LACRUZ, DE LOS MOZOS, etc.). Según ALVAREZ-SALA
tampoco es negociable ni cedible por ser personalísimo
196
Los arts. 1.415 y 1.416 del CC presuponen la aplicación al régimen de participación del art. 1.382 del
CC (deber de información). Se trata de artículos difícil de compaginar con la concepción cíe inexistencia
de una masa común.
partibles). Entiendo que se aplican a este supuesto las normas generales protectoras de
los acreedores en la partición de herencia (derecho de oposición e intervención en la
partición: arts. 1.082 y 1.083 del CC)197, y también el principio de que antes deben
pagarse las deudas que el crédito de participación (arts. 1.399, 1.401, 1.403 del CC). En
el régimen de participación también rigen los arts. 1.324 y 1.441 del CC; por ello los
bienes de los que no se pueda probar su carácter privativo son partibles de acuerdo con
el procedimiento común.
197
En sentido contrario DE LOS MOZOS y MORALES MORENO (según es u último autor porque estas
operaciones son de cálculo de un crédito y no implican la traslación de un derecho —aunque duda de la
aplicación del art. 1.083 del CC—)
198
Según MORALES MORENO, este artículo subraya la ayuda mutua v tiene una función protectora,
evitando que el cónyuge con patrimonio inicial deficitario quede obligado frente a otros más allá de sus
posibilidades. DE LOS MOZOS expone con detenimiento las críticas generalizadas a esta norma en los
Derechos alemán y francés, aunque encuentra una explicación técnica a la misma en la retroacción de la
idea de comunidad y su fundamentación en el matrimonio mismo.
199
Aunque parece más lógico el criterio seguido por el legislador francés, que no aplica un índice de
actualización, sino que estima el patrimonio inicial por el valor de los bienes en el momento de la
liquidación (tal es también la postura que para el sistema español mantiene MARTÍNEZ
CALCERRADA). Por este mecanisno se consideran ganancias las plusvalías reales y no las ficticias
(idéntica solución a la española en la doctrina y jurisprudencia alemana), observa DE LOS MOZOS, que
la postura francesa es más tradicional y acerca el régimen más al de comunidad; añade después el
tratadista que el legislador español ha querido innovar y ha introducido el régimen de participación en su
línea más pura. Nótese que la actualización del patrimonio inicial, aunque es contraria a la función
desvinculadora del régimen económico matrimonial, queda compensado por la presunción de comunidad
(arts. 1.324 y 1.441 del CO. Observa también DE LOS MOZOS que, a diferencia del BGB y del Código
civil francés, nuestro Código no contiene reglas de actualización de las deudas que deben ser deducidas
del patrimonio inicial, pero estima que el criterio del art. 1.421 les es igualmente aplicable.
— Patrimonio final. A tenor del art. 1.422: «El patrimonio final de cada cónyuge
estará formado por los bienes y derechos de que sea titular en el momento de la
terminación del régimen, con deducción de las obligaciones todavía no satisfechas.» La
valoración del patrimonio final se hace por el valor en venta de los bienes según el
estado en que se encuentren (argumento ex art. 1.421 del CC y art. 1.425 del CC), lo
cual puede llegar a ser injusto —como destaca MORALES MORENO— cuando la
naturaleza de un bien hace previsible su continuidad en un patrimonio (especialmente en
los bienes productivos). En el patrimonio final deben también computarse las
enajenaciones gratuitas sin consentimiento del cónyuge (art. 1.423 del CC) 200 y las
fraudulentas (art. 1.424 del CC)201. La valoración de las enajenaciones gratuitas o
fraudulentas se hace por el precio que, según su estado, hubiesen tenido el día de la
terminación del régimen (art. 1.425 del CC); criterio que incorpora un nuevo matiz de
aleatoriedad en la fijación del patrimonio final202. Se computan también en el patrimonio
final los créditos que un cónyuge tenga frente a otro, deduciéndose correlativamente del
patrimonio del deudor (art. 1.426 del CC), y dichos créditos entre cónyuges —como
subraya DE LOS MOZOS—, por aplicación del principio general, deben ser
debidamente actualizados.
La diferencia entre el patrimonio inicial y final de cada cónyuge constituye la
ganancia partible; el crédito de participación es la mitad de la suma de ambas ganancias
partibles y debe pagarse por el cónyuge que obtenga una mayor ganancia partible (art.
1.427 del CC), teniendo presente que en caso de resultado negativo (minusvalía
patrimonial) no se computa la ganancia partible (art. 1.428 del CC).
208
Fue introducido en la LRC de 1957, la reforma de 1981 denomina al asiento mención (art. 1.333 del
CC).
209
La legislación mercantil prevé expresamente la inscripción del régimen económico del matrimonio del
cónyuge comerciante en el Registro Mercantil para que surta efectos frente a terceros (cfr. artículos 21.9 y
26 del C. de C. y 76.7 y 78 del RRM).
210
Así se indica en la OM de 24 de diciembre de 1958. La indicación remite al protocolo del notario, pero
éste no es objeto de pública consulta.
211
Es discutible si la mención del régimen económico es facultativa «sólo se extenderá a petición de los
interesados» (art. 264 del RRC), o si es obligatoria para el notario autorizante y demás funcionarios que
intervengan por razón del cargo
212
El art. 75 del RH, reformado en 1982, declara inscribibles las capitulaciones que contengan actos a los
que se refiere los arts. 2 dila LH v 7 del RH, es decir: actos dispositivos de inmuebles. No se puede decir,
por tanto, que sea una norma que publique el régimen económico matrimonial.