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Top de las canciones compuestas en honor a Cali

que, a lo mejor, usted no conoce


Mayo 31, 2015 - 12:00 a.m. Por:
Lucy Lorena Libreros l Periodista de GACETA

A Cali le han cantado en ritmo de flamenco, pasillo, corrido mexicano y, claro, en


salsa. Incluso en tiempo de bolero. Los más optimistas creen que después de
Sevilla, España, la capital del Valle es la ciudad a la que más le han compuesto
melodías. Notas de una historia bien afinada.
Fue un encuentro fortuito. El muchacho había coincidido con el músico chocoano
en una calle de Nueva York en plena primavera. Se trataba de un joven caleño,
indocumentado, que para entonces, 1984, buscaba desesperadamente vivir su
propio sueño americano después de cruzar la frontera de Estados Unidos a través
de 'El Hueco'.
El chico habló, entre lágrimas, de la nostalgia que sentía por Cali a tantos
kilómetros de distancia. “Si logro volver a mi ciudad, juro que no me vuelvo a ir”,
confesó aturdido.
Al músico que lo escuchó, Jairo Varela, esa melancolía ajena se le quedó a vivir
en la memoria y en su corazón de poeta, sintió el deseo de transformarla en una
canción para la orquesta que hacía poco había desempacado sus tambores y
trompetas en Bogotá: el Grupo Niche.
Por esos días, Varela vivía en una casa del barrio Santa Helena. Y recorría las
calles caleñas, con pocos pesos en los bolsillos, en una moto pequeña buscando
nuevas presentaciones para esa salsa que conversaba afinadamente con el
Pacífico, sello musical con el que la agrupación ya comenzaba a hacer la
diferencia.
Buenaventura y Caney, en la mítica voz de Álvaro del Castillo, era ya un éxito
radial y de alguna manera el ‘boleto de avión’ que justamente permitió la primera
gira que dejó a Niche en los escenarios de Estados Unidos.
“Al llegar a su casa, de regreso de ese viaje, pidió que le compraran una libreta y
un lapicero”, cuenta Rommel Caycedo, su sobrino, y el hombre que hoy se
encarga de coordinar las presentaciones de la orquesta en Colombia.
Fue así como nació Cali Pachanguero, ese canto de añoranza que retrata el
sentimiento de tristeza del que se encuentra lejos: “Es por eso que espero que los
días que lejos, cuando dure mi ausencia sabes bien que me muero, todos los
caminos conducen a ti, si supieras la pena que un día sentí cuando en frente de
mí tus montañas no vi...”
La canción se ensayó primero, a mediados del 84, en un hotel de Cartagena,
aprovechando una presentación que Niche tenía en esa ciudad. Hasta que en
octubre de ese año salió prensada en el Lp ‘No hay quinto malo’, que también
contenía ‘La negra no quiere’ y ‘Solo un cariño’, a la postre canciones que el
público caleño también aclamaría.
Jairo Varela, asegura Rommel, “sospechó que esas letras escritas en una libreta
iban a ser un hit, pero quizás nunca calculó que no solo serían el himno de toda
una ciudad y el disco eterno de su Feria, sino también un verdadero himno de la
salsa”.
De eso está seguro también Richie Valdés, que asumió la dirección del Grupo
Niche tras la muerte de Varela, en agosto de 2013. Lo de pachanguero, cuenta,
“fue un homenaje a la fuerza que había tenido la pachanga en la ciudad a
mediados de los 60, toda esa influencia que habíamos recibido de las orquestas
charangueras y que apegaron tanto al caleño al baile y a la rumba”.
Lo curioso, agrega Valdés, que para 1984 era músico de la Orquesta Guayacán,
es que “a los propios músicos de Niche no les gustaba la canción, la detestaban.
Decían que era un tema muy ‘gallego’, que le faltaba golpe. No entendían por qué
Jairo le apostaba a una canción que comenzaba lento y que se tomaba su tiempo
para que se arrebatara. Creían que eso a la gente no le iba a gustar”.
Pero el maestro chocoano, seguro como estuvo siempre de sus letras, intuyó que
esa canción tenía algo especial. Hoy, asegura orgulloso Valdés, “si Niche no
interpreta el Cali Pachanguero, así sea en Noruega, en España, en Japón o en un
pueblo perdido de la frontera entre Perú y Bolivia, como Juliaca, es como si no nos
hubiéramos presentado”.
Es que no existe canción que represente mejor el espíritu animoso de esta ciudad.
Su fútbol, sus mujeres, su paisaje. Óscar Jaime Cardozo, melómano y
coleccionista, la define, 31 años después de su nacimiento, como la foto más
nítida que tiene musicalmente la capital del Valle.
El hombre lleva varios años en una tarea curiosa: coleccionar canciones que se
han compuesto en honor a la capital del Valle. Ya lleva 216.
Y en esa lista hay temas que son verdaderas piezas de museo. Cardozo comienza
con un bolero, ‘A Cali’ —con letra del bogotano Eduardo Ortiz, alto ejecutivo de la
empresa Carvajal— que quedó inmortalizado en la voz de Helenita Vargas y luego
en la de Jorge Hernán Baena. Continúa con ‘Feria de Cali’, pasodoble de Helena
Benítez de Zapata, que aún es un himno en la Plaza de Cañaveralejo.
En una visita reciente a Cuba, el melómano descubrió otra joya: es de Juan Carlos
Alfonso. Se llama ‘Cali de Salvación’ y la grabó con su orquesta Dan Den. Pura
salsa con timba. “Es que cuando uno llega a Cali lo primero que siente es deseos
de componer”, le confesó el músico a Cardozo.
Su curiosidad lo llevó a tropezar con ‘Torre de Cali’, que le canta a la ciudad que
se pisa desde su edificio más alto, tema de Giraldo Piloto que grabara la
agrupación Clímax.
Antes de seguir, Cardozo considera imposible pasar por alto el homenaje que ese
hijo célebre de Carmen de Bolívar, Lucho Bermúdez, le dedicara al más
importante club social que tuvo la ciudad: el ‘San Fernando’. ¿Quién no recuerda
acaso la dulce voz de Matilde Díaz pregonando aquello de “es el club más popular
de esta tierra soberana, es del Valle la sultana donde se puede gozar”?
Cardozo enseña entonces un Lp que se grabara, por encargo de la cadena de
almacenes de electrodomésticos Jota Glotman, en la que se escucha, prensada,
la mismísima voz del maestro costeño contando cómo nació esa canción: “este
sonsonete se lo compuse a la ciudad que tanto me quiso y que tuvo a mis músicos
como la orquesta de planta del San Fernando por tantos años”, se le escucha
decir.
No fue la única canción que Cali le inspiró al músico de los Montes de María. Para
la memoria quedó además ‘Linda caleñita’, que también grabara Matilde Díaz.
‘San Fernando’ no solo se convirtió en éxito del Valle y de Colombia. Tal como
apunta Richard Yori —otro melómano y coleccionista consumado— “trascendió a
otros países cuando ‘El bárbaro del ritmo’, Benny Moré, grabó en México su propia
versión con la orquesta de Rafael de Paz. Mientras tanto, Tito Rodríguez hacía lo
propio, pero a ritmo de mambo”.
Los más optimistas afirman que después de Sevilla, España, la capital del Valle es
la ciudad a la que más le han cantado. Lo cierto es que se trata de una historia
larga y bien afinada, escrita por importantes músicos de persos géneros.
Desde Mongo Santamaría, genial percusionista y arreglista cubano que le dejó a
la capital del Valle una melodía instrumental, ‘Cali’; hasta Bobby Valentín, ‘el rey
del bajo’ y estrella de la Fania All Stars, que en un álbum de 1986 grabara ‘Tributo
a Cali’, en homenaje a “esa ciudad que conoce su obra musical completa”.
Y hasta Óscar de León con su Dimensión Latina. El primer ‘beso’ que el
venezolano le robó a la Sultana fue en 1975 y ella, coqueta, le correspondió
convirtiendo en éxito ‘Llorarás’ y ‘Siéntate ahí’. Entonces, en un gesto puro de
cariño, apareció ‘Me voy pa’ Cali’, canción del Lp ‘El rey de los soneros’ de 1992.
Otro venezolano, Ray Pérez —‘el Loco Ray’— sumó con su Charanga otro cantar
a la lista con ‘Fiestón en Cali’, en el que dialoga con esa urbe setentera del Honka
Monka y La Escalinata.
Cómo olvidar, claro, la ‘Amparo Arrebato’ a la que le cantaran Richie Ray y Bobby
Cruz en ‘Agúzate’, de 1971, que reivindica ese corregimiento de la rumba eterna,
pegadito a la ciudad —“A Juanchito me voy, a pescar al río”— y esa frase gozona
que tanto nos identifica: “Que viva Cali... Cali, Chipichape y Yumbo”.
Algunos decidieron escribir su amor por la ciudad, pero en otros ritmos ajenos a la
salsa. Fue lo que le sucedió al músico y humorista peruano Pablo Villanueva
Branda que con Melcochita creó la ‘Cali flamenca’. Al mexicano Fernando Valadez,
que compuso en el año 65 ‘Caleñita mía’, una canción a ritmo de ‘tamborera’,
género musical de origen centroamericano. Y a la agrupación española Alambra,
que apostó con un flamenco al que bautizaron, en 1958, ‘Bella caleña’.
Gracias a la larga lista que tiene Óscar Cardozo en su casa es fácil advertir que el
título más común entre quienes han homenajeado musicalmente a esta Sultana es
‘A Cali’. Es así, por ejemplo, como se llama la melodía que compusiera el Conjunto
Clásico Los Rodríguez y que aparece en su álbum de 1980, ‘Felicitaciones’. “Con
la voz fresca de Tito Nieves, la agrupación grabó la canción en honor a esta
ciudad que apoyó su carrera hacia el éxito. Treinta años después continúa en el
recuerdo de los seguidores del ‘sonido clásico’ de esta agrupación de Nueva York”,
asegura Richard Yori.
Lo propio hizo La Sonora Ponceña en su álbum ‘On the righ track’, de 1988, como
agrega el propio Yori: “Después de su primera vez en Cali, hacia 1983, Quique y
Papo Lucca se enamoraron de la ciudad y le encargaron al compositor
puertorriqueño Johnny Ortiz un número en el que narrara cómo gozaban y querían
a esta villa”.
‘A Cali’ se llama también el canto que, por iniciativa de Juan Formell, idearan en
2009 los Van Van. Es que la orquesta, después de plantar bandera con su tema
‘Por encima del nivel’, encontró en la ciudad a una dama enamorada que no ha
dejado de quererlos.
Y como Cali es un sentimiento que se baila y se canta, algunos hijos suyos se
dieron a la tarea de expresarlo en la distancia. Lo hizo Jaime Rodríguez, un
músico radicado en Europa que después de advertir el ‘boom’ salsero en Holanda,
fundó la orquesta Rumbatá en Ámsterdam, en los albores de los años 90.
Persiguiendo el sueño de lograr salsa de la buena, lejos de su Cali, pero sin
perder la clave, graba en 2001 la canción ‘Patria y bandera’, una hermosa
dedicatoria a la ciudad.
Mucho antes de eso, en los año 90, una agrupación creada por los palmiranos
Jorge Hernán Herrera y Jaime Henao habían formado una orquesta con un sello
particular que Richard Yori llama ‘salsa con sabor a pandebono’: La Misma Gente.
Gracias a ella, los caleños hemos gozado con ‘Titicó’, ‘Caliboogie’ y ‘No hay
carretera’, que nos enseña que “para llegar a Cali no hay carretera, solo se
necesitan dos escaleras”...
Fue por la misma época que apareció ‘De Coveñas a Cali’, en la voz de Wilson
Saoco; ‘Entre salsa y caña’ de Los Tupamaros; ‘Caleño’, ese himno con el que
Son de Azúcar les cantó a los hombres del puente para acá; ‘La Sexta de Cali’, de
Nelson y sus Estrellas; ‘Cali ae’, del Grupo Galé; ‘Cali calor’, de la Orquesta
Matecaña, así como ‘Cali y sus monumentos’, de Melchor Zapata.
Sería por esos años también que la voz del desaparecido cantante tulueño Édgar
Moncada, con la orquesta de Santiago Cerón, nos hizo bailar al son de ‘La rumba
del planeta’ y ‘Siloé’, una declaración de amor a ese barrio de la ladera que saluda
a la ciudad desde el Occidente: “el pesebre de Cali, así te llaman”. Las dos,
canciones compuestas por su hermano James.
Y que la orquesta Guayacán seguía prendiendo la rumba en los barrios, con ‘Oiga,
mire, vea’, que se convirtió en disco de la Feria del año 1991.
Para entonces, ya las mujeres tenían su melodía más preciada, ‘Las caleñas son
como las flores’, con letra del bogotano Arturo J. Ospina y la interpretación de
Piper Pimienta. Canción que no logró verse desplazada por otros homenajes que
buscaron alagarlas: ‘Las caleñas’, de Pastor López; ‘Caleñita’, de Bob Toledo; Mi
caleñita, de Latin Brothers; o ‘Para ti, caleña, de la Sonora Dinamita.
En otras ocasiones, nuestra tierra ha inspirado temas que nos recuerdan que
además, de ser alegre y la ‘luz de un nuevo cielo’, es también una ciudad que
duele. Ahí está ‘El cartel de Cali’, de Los Tigres del Norte, que recrea, con balas
sonando de fondo, la historia de la caída de los Rodríguez “y otros ocho capos que
buscaban por mar y tierra”.
Nuestra ciudad, pues, parece un larguísimo Lp que no quiere dejar de girar, que
no quiere dejar de sonar. Y, si eso es así, que todo el mundo te cante y te siga
cantando, Cali...

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