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La realidad social nos demostraba que debía ser abordada a través de nuevos
dispositivos clínicos.
A partir de ahí se empezó a pensar cómo podía haber otra manera de abordar
las situaciones preocupantes de estos nenes y sus familias. Considerando la
importancia del juego en el tratamiento y el desarrollo de los niños, se pensó un
dispositivo que retomara dicha cuestión, potenciándolo con lo grupal,
fortaleciendo así las capacidades creadoras y productivas de ambos;
enlazándolo con la actividad física para la descarga pulsional y los valores
propios del deporte.
Por lo cual, nuestro objetivo primordial es brindarles a los niños un espacio que
los aloje promoviendo el buen trato, conteniéndolos y escuchándolos desde la
ternura; creando un lugar donde puedan expresarse libremente, generando así
efectos en la subjetividad de estos niños.
Freud1 en su texto “Más allá del principio de placer” expone que el juego le
permite al niño hacer activo lo sufrido pasivamente; le permite elaborar
situaciones vividas, hacerse dueño de la situación ubicando allí, en el terreno
del juego “lo desagradable”. Es decir, el juego le permite desprenderse de algo,
y ubicarlo allí. Ubicar lo desagradable en esa escena y hacer una versión.
1
Freud Sigmund, “Más allá del principio de Placer”, Obras completas de Sigmund Freud, Vol XVIII, ed.
Amorrortu, 1920
El reconstruir el espacio lúdico es una estrategia terapéutica que tiende a evitar
el daño psíquico a través del ofrecimiento de un espacio donde pueda
encontrar la contención que le posibilite el desarrollo de una actividad que le
permita expresar y elaborar las situaciones de violencia, que anteponen el
cuerpo, anulando la palabra y arrasando con la subjetividad del niño.
La propuesta es intentar rescatar al niño como niño desde su aspecto más vital,
el jugar, para que desde allí pueda hablar de su “acontecer”, de su “padecer”,
en donde a veces el “jugar solo en presencia de otro” adquiere toda su
dimensión creadora. 2(Winnicott, 1993)
cuestiones.
2
Winnicott, D.W, “Realidad y juego”, ed. Gedisa, Barcelona, 1993
Apostamos a la posibilidad de improvisación, que, como la asociación libre en
el dispositivo del análisis nunca es azarosa. Permitimos que en cada encuentro
aflore el deseo de cada niño o joven, escuchándolo y otorgándole un lugar.
Preservamos la consigna de no establecer lazos de docencia ni de autoridad
competente. A la hora del taller, todos trabajamos, todos creamos o
participamos a nuestro modo.
Conclusión