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Javier García1
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Médico Psiquiatra, Psicoanalista, Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay –APU-. Br.
J.G. Artigas 2654, 1600 Montevideo, Uruguay. E-Mail: gp@adinet.com.uy
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preconsciente o inconsciente descriptivo, tiene límites muy precarios con los
otros y sus rasgos, con quienes nos identificamos o nos vemos en ellos para
sentirnos, paradojalmente, en propiedad. Es lo que se ha descrito como
alienación del yo en el otro por la constitución especular del yo (moi, en este
caso). No corresponde sólo a un momento evolutivo sino a una estructura de
funcionamiento del yo siempre posible, con el otro, los otros, un colectivo y sus
imaginarios, pero también un funcionamiento, ritmos y tiempos de un estilo de
vida en un lugar, un grupo y una época.
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secundario a la aparición de un tercer lugar de referencia, mirada, que deja
hablar sin perderse en el otro. La idea de “interiorización” se corresponde con
una vivencia subjetiva pero nos habla de que algo que antes aparecía como
identificación en el otro se ha constituido como experiencia –icc- . Que yo
desaparezca como autor de las palabras que ahora son de él nos evoca el
transitivismo pero, no en una situación de confusión imaginaria, sino como lo
describen Bergés y Balbo2, un transitivismo simbólico que resulta auspicioso para
la constitución del sujeto. De otro modo podríamos decir que no se trata de una
confusión sino de una interiorización –introyección-.
2
Jean Bergès, Gabriel Balbo – “Sobre el transitivismo”. Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1999.
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se esperaba no se presenta y en su lugar aparece lo inesperado. A través de
esos puntos de falla se abren otros relatos.
En otra oportunidad y con una paciente luego de traer dudas que la consumían,
desorientada y esperando consejos míos, tras una pausa dice: “...y ¿dónde está
el piloto?..” Humor desde la angustia que, refiriéndose a una comedia
convocaba también a tantas otras películas de suspenso y desesperación. El
analista no tiene una respuesta pronta, no dispone de un manual técnico al cual
recurrir en cada caso para intervenir. Pero algo sabemos con firmeza y es que el
paciente no está solo ni con alguien inocente respecto al análisis; está con
alguien que, como dice Lacan, está advertido de lo inconsciente. Le hacemos
saber de alguna forma que su pregunta fue escuchada y que lo reconocemos en
el núcleo de ella. Quizás también, apuntemos a transformar esa desesperación
en algo más esperanzador, es decir, a tolerar la espera y su incertidumbre. Pero
lo que no hacemos es ocupar el lugar del “piloto” demandado. Esta posición es
especialmente importante en nuestros días porque son muy intensas las
demandas para que un técnico resuelva los problemas, eludiendo al sujeto en
juego. Situación que no implica sólo a los pacientes sino también a los analistas
cuando intervienen de manera muy cercana al consejo. Si bien esta actitud
depende del momento del análisis y especialmente de la estructura del
paciente, me estoy refiriendo a una meta del analista en su oficio: no responder
a demanda. Si dar respuesta, a veces a través de interpretaciones, puede
satisfacer la pulsión en juego en el analizando, en el analista opera de
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Mucho más que de referencias teóricas se trata del inevitable funcionamiento del yo del analista como
fábrica de sentidos resistenciales.
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resistencia frente a sostener la tensión, el suspenso, que habilita a lo
inconsciente. Llena una pausa, un suspenso. El oficio del analista implica estar
dispuestos, en la medida de lo humanamente posible, a vivir con los analizandos
experiencias libidinales inconscientes. Y, a partir de esas experiencias, habilitar
y ayudar a crear nuevos relatos más eficaces desde el punto de vista simbólico.
Es decir, el lugar que los humanos habitamos.
Luego de terminado el análisis con esta paciente que era artista plástica, me
encuentro con una obra de ella que consistía solo en un diván y cuyo título era:
“¿Dónde está el piloto?”. Me interesa señalar el cambio de posición respecto a
quién enuncia y a quién va dirigida la pregunta. En una mezcla de soledad, des-
habitación, terminación y horizonte de muerte, ¿quién de nosotros no se
reconoce ahí en el lugar de quien pregunta? Por cierto, un lugar difícil.
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Estoy hablando así de subjetivaciones y éstas tienen algo de apropiación a través
de la aventura analítica y de la vida, pero en un nivel donde lo propio es re-
signado, es decir, es signo y es signo entre signos4, aun en el ardor del dolor y de
las pasiones amor-odio. La efectividad de las palabras, de los relatos, tiene su
razón de ser en las encarnaduras que nos hacen sentir propio lo que es signo y
por eso puede re-significarse en otras experiencias posibles. Es en ese lugar
donde vivimos aunque necesitemos de nuestra carne para que sea posible.
Vivimos en un mundo de signos y como signos.
El saber del analista es un saber sobre la precariedad del saber –no un culto a la
ignorancia-, contrastado con la convicción del síntoma o la fantasía que
expresan la subjetividad del analizando. Pero también contrastado con lo que
socialmente se nos pide. Es un saber de oficio vivido como paciente y como
analista, de que sólo las “pequeñas muertes” (“petit mort”), la angustia y sus
desfallecimientos, nos dejan acceder a los placeres de la vida. Cuando esto no
es posible es la gran muerte la que aparece en los diferentes goces, desde los
limitados al síntoma hasta los que de diferentes formas embriagan al yo.
Quiero decir y enfatizar que el decir del analista, las intervenciones y, antes
aun, sus ideas y relatos en la sesión, requieren nacer de experiencias in situ, en
transferencia, de castración simbólica en el analista.
4
Refiero a “signo” en un sentido general, pero teniendo en cuenta el aporte de Jacques Lacan sobre el
significante psicoanalítico.
5
Agamben, Giorgio; “Infancia e historia. Destrucción de la experiencia y origen de la historia”, Adriana Hidalgo
editora, BsAs, 2001, pág. 66.
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Este clima habita igualmente al Psicoanálisis e involucra inevitablemente a los
pensamientos de los analistas. La práctica psicoanalítica, por el contrario,
requiere ubicarse a “contrapelo” de estas tendencias, sosteniendo una tensión
simbólica, un malestar, que permitan producir cambios efectivos.
6
Baranger, Willy; “La situación analítica como producto artesanal”, en: “Artesanías psicoanalíticas” Ed. Kargieman,
BsAs, 1994, pp.445-462.
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ausencia de espera, la desesperación frente a la espera, aplasta los relatos y
estimula los cursos gozosos de pasaje al acto.
Para que lo anterior sea posible la posición y función del analista así como la
concepción de la transferencia parecen ser importantes. Un aporte sustancial
para la comprensión de la experiencia analítica en el sentido que expuse es
cuando Jacques Lacan enfatiza la importancia de la presencia del analista y de
la regla fundamental7 como causa de la transferencia. La presencia del analista
como causa del amor. Pone mucho énfasis en el analista en una época donde los
conceptos de contratransferencia que enaltecían la actividad fantasmática del
analista se multiplicaban pero, en su caso, colocándolo como causa del discurso
del paciente y de su amor. Por esta vía seremos conducidos a abordar la
transferencia en su dimensión irreductible de existencia real, y no de ilusoria
presencia del pasado en el presente. Es decir: no solo repetición. La no
coincidencia o no dilución del “fenómeno de la transferencia en la posibilidad
general de repetición”8 abre sí con mayor fuerza la idea de novedad. Se re-crea
en acto, se podría decir: se “crea”. Esto sería así si la creación no fuera un acto
que no tiene pre-existencia, creación ex-nihilo, desde la nada. Entonces, quizás,
como se trata de algo nuevo que se hace con materiales preexistentes, desde
alguna marca inconsciente que ha hecho de la carne una escritura erógena,
donde se junta la pulsión y el signo (“representante representativo” de Freud),
7
J. Lacan; El Seminario 8, La transferencia. BsAs, Ed. Paidos,
8
J. Lacan;Ibid, p. 204
8
podríamos decir que se inventa algo allí en transferencia, apareciendo una
dimensión a la vez de ficción y de invención.
La estructura analítica y el oficio del analista fuerzan para que se sitúe en ese
lugar y se produzca este movimiento en el analizante. No es un fenómeno
espontáneo. Se podría decir que el psicoanálisis, el psicoanalista cultiva el deseo
inconsciente o el inconsciente en lugares o momentos donde esa estructura no es
productiva por alguna razón. Cultiva el inconsciente como se cultivan las
especies en extinción9, en contra de una cierta naturalidad o de una
espontaneidad o en contra de fuerzas ideológicas que se oponen a que eso
florezca. Esto apunta tanto a circunstancias de la vida como a circunstancias de
la cultura y de las épocas. Hoy podemos estar viviendo formas culturales,
económicas y políticas que favorecen el gozar y disminuyen el espesor simbólico
9
Ejemplo de Colette Soler en “La repetición de la experiencia analítica”, BsAs, ed. Manantial, 1ª ed. 2004.
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de interpretantes, tendiendo a eclipsar al sujeto –sujeto de deseo-, lo cual
puede hacer más necesario el trabajo –oficio- por mantener esas zonas de
cultivo. Parece haber una tendencia –tendenciosa- de sustituir las metáforas por
signos naturales, sustituir la escucha analítica por manuales de usuarios, todo lo
cual no queda puertas afuera de nuestras instituciones y nuestros consultorios.
Otras veces lo que predomina es una escucha psicopatológica que intenta definir
en el paciente una estructura de funcionamiento mental anormal que explique lo
que le ocurre a los efectos de recurrir a la aplicación de técnicas adecuadas a
esa estructura que desarmen los síntomas y restablezcan funcionamientos
mentales normales. Podría ser considerado una variante especial de lo anterior.
El sujeto de deseo queda soslayado, como sucede en otras técnicas de la
asistencia en salud.
Amorrortu, BsAs).
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en sus encarnaduras erógenas inconscientes. Dicen la experiencia y, al relatarla,
arman, inventan, re-significan experiencia y relatos. Es la forma eficaz que los
humanos tenemos de habitar nuestro mundo, un mundo tan encarnado como
simbólico.
RESUMEN
Es un desafío del analista defender su oficio, quizás un oficio con tendencia a la extinción en su
esencia. Sostener el malestar de no responder a demandas inmediatas para habilitar un lugar de
sujeto del inconsciente capaz de producir nuevos y más eficaces relatos.
Siguiendo un ejemplo de Colette soler se sostiene que es necesario cultivar el inconsciente como
se cultivan las especies en extinción, en contra de una supuesta naturalidad o de fuerzas
ideológicas que se oponen a que eso florezca.
Se traen algunos ejemplos del cultivo de la subjetividad en análisis y de cómo de allí se pasa a la la
invención de relatos.
Cultivar la experiencia humana inconsciente y los relatos que de allí surgen es un desafío actual.
PALABRAS CLAVE
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