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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE

ILISi' oüf1

nt3 \£5G$
^PRINCIPIOS v*

DE LA MEDICINA FISIOLOGICA,

EXAMEN
i
DE LA.

ANATOMIA PATOLOGICA

Y DE ALGUNAS DOCTRINAS NUEVAS.

POR M. BROUSSAIS,

TRADUCIDA LIBREMENTE AL ESPAÑüjÉ^T

por un Médico de esta Corte.

Madrid:
imprenta de d. pedro sanz.
1827.
Se hallará en su librería, oalle de Carretas.
¿De qué sirve la observacion cuando se
ignora el asiento del mal ?
Bichat , Anat. gen.
ADVERTENCIA «RELI^INAR.

^EL {í^l¥(yR *ESPAÑt>L DE 182,7.

El deseo de que los que se dedican ó profe


san ya la medicina, y desconozcan el idioma
frances, puedan por lo menos iniciarse en los
principios de la doctrina del Dr. Broussais,
que tanto ruido hace hoy, es lo único que
nos ha, decidido á la nueva publicacion de lo
que él llama Proposiciones de la medicina
Jisiológica, y de las secciones que consagra á
hablar de la Anatomía patológica en su obra
titulada Examen de las doctrinas médicas,
y de los sistemas de Nosología.
Estarnos muy lejos de querer que la lectu
ra y circulacion de lo que se anuncia sirva
absolutamente para otra cosa que para que los
hijos de Esculapio analicen por sí mismos,
mediten y comparen, desnudos de todo espí
ritu de partido, lo que observen en los en-'
fermos con lo que antes hayan leido, notado
y aprendido , para que juzguen , sin jurar cie~
garriente en las palabras de nadle^ con sana
crítica, reflexion y detenimiento para decidirse
por Jo que encuentren mas conforme con la ra
zón y con su esperiencia ; y para que no caigan
en el vano y estravagante empeño de querer y
atreverse á esplicar cuanto se les presente en
medicina por un solo principio, ni de hacer gi
rar sobre un eje único sus conocimientos y por
te médico. Aconsejamos con el sabio Aleman
Sprengel que todas las teorías se miren con
el ojo de la indiferencia, sin que esta mas
aue la otra consiga una mirada de predi
leccion, para no seguir asi con acaloramiento
y entusiasmo las unas , ni despreciar orgullo
sos las otras.
Por esta razon nos hemos tomado la liber-
trd de poner alguna nota , y de añadir á cada
paso á todo lo que es proposicion general de
M. B., y que presenta couio dogma ó axioma
inconcuso la espresion me parece,' en mi jui
cio, segun mis observaciones ú otras equiva-

.
lentes (que él mismo usa alguna vez) y ele
letra bastardilla, para mejor provocar la re
flexion; al mismo tiempo que hemos suprimi
do cuanto es crítica ofensiva, y que, sobre no
contribuir este medio al descubrimiento ni
propagacion de la verdad, lo tenemos por
ageno de los verdaderos sabios, fuera de po
derlo interpretar alguno de puras personali
dades ó miras particulares.
No quisiéramos de otro lado que los ene
migos de M. Broussais le hiciesen la injusti
cia de decir que se asemejaba en sus pretensio
nes á las, que tuvieron v. gr. Asclepiades, Pa-
racelso , Van-helmont y otros ; mas sí celebra
ríamos que aquel se apartase algo menos en
sus escritos de la conducta médico-política
(permítasenos la frase) trazada por el célebre
Canciller de Inglaterra Baron de Verulamio,
y. seguida por JBaglivio y tantos otros.
La humanidad doliente reclama de todos
los médicos instruccion, detenimiento, pru
dencia y observacion atentísima ; detestando
por el contrario , como muy perjudiciales
a para" su cuidarlo y conservacion , la ligereza,
el capricho, la ciega rutina, el charlatanismo,
y el ridículo é indiscreto espíritu de partido.
La advertencia que acabamos de hacer lleva
consigo la de que no responderemos al que
por hallarse mal avenido con los principios
* de todo hombre de juicio, intentase quizá por
meros Jines individuales y siniestros, empren
der críticas y contestaciones ridiculas y mor
daces, diciéndole para entonces únicamente
, (si llega este caso) Unusquisque suo sensit
' abundet.
P. S.
I

PROPOSICIONES

DE MEDICINA.

SECCION PRIMERA.

FISIOLOGIA.

I. La vida del animal se sostiene solo por


los estímulos esteriores (Brown); y todo lo que
aumenta los fenómenos vitales es estimulante.
II. El calórico es el primero y el mas impor
tante de los estimulantes: y cuando deja de
animar la economía, todos los demas pierden
su accion sobre ella.
III. El calórico es suministrado necesaria y
continuamente al embrion por su madre, y
al animal nacido por sus pulmones; pero pe
netra accidentalmente por todas las vias.
IV. Si el calórico llega á faltar por un cier
to tiempo, cesan todos los fenómenos conser
vadores, reparadores y medicinales de la eco
nomía.
V. El calórico pone en accion la potencia
i
que forma los órganos. Esta los forma con
materiales asimilables, y dirige los fluidos li
bres en sus intersticios: los órganos ó los só
lidos igualmente que los fluidos se llaman ma
teria animal.
VI. La composicion de los órganos y de
los fluidos es una química particular del ser
viviente. La potencia que pone en accion esta
química da á los órganos al componerlos la
facultad de sentir y de moverse contrayéndo
se. La sensibilidad, pues, y la contractilidad,
son los testimonios ó las pruebas del estado
de vida.
VIL Ciertos cuerpos de la naturaleza, ade
mas del calórico, aumentan la sensibilidad y
la contractilidad en las partes de la organiza
cion con las que se ponen en contacto. Esto
es estimular, ó irritar ; luego estos cuerpos son
estimulantes. .
VIII. Estando aumentadas en un punto la
sensibilidad y contractilidad, pronto lo estan
tambien en otros muchos ; y esto se llama
simpatía.
IX. La simpatía se ejecuta por el interme
dio de una forma particular del tejido vi
viente, ó de la materia animal que se llama
nervios.
X. Todos los fenómenos de asociacion se
ejecutan por medio de los nervios que trans
miten el estímulo de uña parte á otra ú otras
muchas. .
(m>. ... I
XI. El objeto de la accion primitiva y sim
pática de los estímulos es siempre la nutri
cion, ó la separacion de las causas destructo
ras ó la reproduccion ; y los movimientos que
ejecutan todo esto se llaman funciones. Y co
mo es necesario para el ejercicio de las fun
ciones que los líquidos concurran con los só
lidos, en todo estímulo hay aflujo, ó atraccion
de fluidos.
XII. La sensibilidad y la contractilidad es-
tan distribuidas en grados diferentes en los
diversos tejidos que componen la organiza
cion viviente; los que las poseen mas esqui-
sitas reciben inmediatamente la accion de los
estimulantes y la transmiten á los demas: lue
go estos son los móviles naturales de las sim
patías.
XIII. Los tejidos que se pueden considerar
como los móviles naturales de las simpatías
son aquellos en que se encuentra la materia
nerviosa bajo una apariencia pulposa entre
mezclada con los vasos capilares sanguíneos,
y con otros que contienen fluidos albumino
sos ó gelatinosos: estos pues son la piel y
los sentidos de la cabeza que se llaman ester-
nos, y lo son tambien las membranas mucosas
que son los sentidos internos.
XIV. Todos los órganos de los sentidos es-
tan expuestos por la naturaleza á la accion
de los agentes esteriores y á la de otros que
provienen del interior; y el estímulo que re
. . (iv)
ciben de ellos, se transmite al cerebro, que es
su centro comun. Ademas desde estos diversos
puntos es dirigido el estímulo hacia los otros
tejidos, y de este modo se sostienen las fun
ciones.
XV. Todo estímulo capaz de procurar al
cerebro una percepcion recorre todo el con
junto del sistema nervioso de relacion. La ac
cion va pues á repetirse en las membranas
mucosas , de donde es aun vuelta al centro
de percepcion que la juzga segun el aviso de
la viscera á que pertenece la membrana mu
cosa; y que se determina á la accion segun el
placer ó el dolor que percibe: y esta acción
tiene siempre por objeto hacer durar y repe
tir la impresion, ó desviar su causa.
XVI. La accion mandada por el centro ce
rebral de relacion se ejecuta por medio del
aparato muscular locomotor, que está á las
órdenes del cerebro; y los mismos nervios que
han servido á conducir la impresion, sirven
para ejecutar las voluntades del centro de per
cepcion por la parte de su tejido que comu
nica con los músculos locomotores.
XVII. Mientras que una impresion, ó por
mejor decir la accion del estímulo que resulta
de la impresion, camina en el aparato ner
vioso de las visceras, determina movimientos
en los músculos que forman parte de ellas,
modifica la circulacion de todos los fluidos que
las recorren, y tambien produce contracciones
involuntarias en los músculos locomotores.
XVIII. Interin que la influencia estimulan
te del cerebro se ejerce voluntaria ó involun
tariamente sobre los músculos locomotores, se
comunica tambien el estímulo; pero involunr
tariamente á los tejidos musculares y vascula
res de las visceras, porque los nervios de re;
lacion son comunes á los músculos locomoto
res, y á las. visceras..
XIX. Habiendo los movimientos volunta
rios puesto en contacto á los materiales asi
milables con los órganos asimiladores, obran
estos la asimilacion de aquellos al individuo.
XX. La asimilacion es uno de los fenóme
nos del primer orden que no se puede ex
plicar por la accion de la sensibilidad y de la
contractilidad: solo debe atribuirse á la po
tencia creadora ; y este es uno de los. actos de
la química viviente.
XXI. La absorcion depende en primer lu
gar de las afinidades de la química viviente,
y en segundo del ejercicio de la sensibilidad
y contractilidad.
XXII. La circulacion es del dominio de la
sensibilidad y contractilidad en el corazon y
en los vasos hasta un cierto punto de dismi
nucion difícil de determinar: mas allá ele este
punto, y donde los fluidos estravasados cami
nan entre las fibras , son estos movidos en
parte por el corazon, en parte por la con
tractilidad que determina la sensibilidad lo
cal, y en parte por las afinidades de la quí
mica viviente que dirige constantemente la
potencia creadora. Lo mismo se observa so
bre las causas de los movimientos de los flui
dos en los órganos llamados secretorios.
XXIII. Interin que los fluidos se mueven
en el tejido de las partes, se ejecutan la com
posicion y descomposicion de estas partes, y
]a formacion de los fluidos que deben perma
necer mas ó menos tiempo en sus intersticios.
Estos tres fenómenos de que se compone Ja
nutricion pertenecen esencialmente á la quí
mica viviente, porque la accion que en ellos
tienen la sensibilidad y la contractilidad se li
mitan á presentar á los órganos los materiales
asimilados, y á separar los fluidos superfluos
á la composicion , y los que han quedado li
bres por la descomposicion.
XXIV. Mientras que los fluidos se mueven
en el tejido de las glándulas suceden en ellas,
ademas de la nutricion, ciertas mudanzas en
la forma de los fluidos que no se emplean en
esta funcion; de manera que cada glándula
produce el suyo con caractéres particulares:
estas variaciones pertenecen á la química vi
viente. La sensibilidad y la contractilidad so
lo sirven para separar los fluidos de la nueva
formacion, para conducirlos al esterior si son
inútiles, ó para llevarlos á las superficies mu
cosas si deben concurrir á alguna funcion.
XXV. La generacion del embrion es obra
de la química viviente: la sensibilidad y con
tractilidad conducen al embrion en el útero,
la química viviente lo desenvuelve, y le da
su sensibilidad y contractilidad particulares
(véase la prop. vi); y la sensibilidad y la con
tractilidad de la madre obran su expulsion.
. XXVI. Hay un orden de nervios situado á
lo largo de la columna vertebral, que tienen
por centro unos ganglios particulares: su reu
nion se llama gran simpático^ y sería mejor
llamarlos nervios ganglionarios.
XXVII. Los nervios ganglionarios penetran
mucho en las visceras y en los músculos con
sns vasos y con sus nervios de relacion; pero
entran mucho en las visceras y músculos
del tronco, y poco en los músculos de los
miembros.
XXVIII. Las heridas dedos nervios ganglio
narios no determinan primitivamente ni dolo
res ni convulsiones : estos no. transmiten las
sensaciones al cerebro, ni las. órdenes de este
á los órganos.
XXIX. Los nervios ganglionarios no pue
den presidir sino á los movimientos interiores
que no dirige el centro cerebral. Confundidos
en el sistema capilar de las visceras deben ser
vir para reglar y transmitir la accion dé
los estímulos de un lugar á otro segun las ne
cesidades de la potencia creadora : es decir,
que sirven particularmente á la química vi- —
viente.
XXX. Los nervios ganglionarios recojen la
influencia estimulante de los nervios cerebra
les y la hacen servir para los movimientos in
dependientes del centro de percepcion. Asi la
Voluntad no puede retirar ni retener la accion
estimulante á que les ha hecho llegar por el
ejercicio de las funciones de relacion.
XXXI. Los nervios ganglionarios hacen ser-
*,— vir la fuerza vital del animal á la química vi
viente, á pesar de la influencia de la volun
tad ; y cuando la suma de esta fuerza no es
suficiente para los dos grandes órdenes de fun
ciones, la separan de las de relacion para con
centrarla en las funciones digestivas. Obran
esta diversion acumulando con ella la fuerza
vital y los fluidos en los vasos de las visceras
y sobre todo del cerebro; lo que produce el
sueño. ,
XXXII. Cuando predomina la irritacion en
las visceras los nervios ganglionarios la hacen
refluir en el aparato de relacion por los ner
vios cerebrales con los que estan en comuni
cacion en estas mismas visceras ; y la voluntad
no es mas libre en rehusar esta irritacion , que
en recojer la que ha derramado en las visceras.
XXXIII. Solicitado el centro de relacion
por la influencia de las visceras , excita con el
concurso de la voluntad , ó sin él , con la cons-
ciencia del Yo ó sin ella, en el aparato loco
motor movimientos que estan en razon direc
ta de las irritaciones viscerales, y que tienen
por término la cesacion de estas irritaciones, ó
bien la obstruccion, la compresion, ó en fin
Ja desorganizacion del cerebro.
XXXIV. Siempre que se escita en la eco
nomía una accion estimulante capaz de tras
tornar los nervios cerebrales, se transmite esta
al centro de relacion, y este puede ejecutar
movimientos en su consecuencia sin que el
animal tenga consciencia y sin que su voluntad
participe de ellos. Los fenómenos que dan la
idea del Yo no son pues continuos, mientras
que la percepcion y la reaccion del centro de
relacion no se interrumpen jamas.
XXXV. Las percepciones del centro cere-*
bral de que el Yo tiene conocimiento se lla
man sensibilidad, y los movimientos que dirije
se llaman voluntarios. Pero las percepciones
del centro cerebral de que el Yo no tiene co-
nocimento y los movimientos que determina
sin la participacion del Yo, no se refieren ni
á la sensibilidad ni á la voluntad : son una
especie particular de fenómenos orgánicos. El
aparato nervioso cerebral presenta, pues, dos
modos en sus funciones.
XXXVI. Siempre que el Yo tiene una per
cepcion se siente al mismo tiempo en el cere
bro y fuera de él (véase xm). Ahora bien
los puntos estracerebrales donde el Yo puede
sentir no son solo los sentidos estemos é in
ternos, sino que lo son tambien los focos acci
dentales de la flegmasia, porque la inflama
cion pone á las estremidades nerviosas de re
lacion de la mayor parte de los tejidos en nn
estado con poca diferencia análogo al de, las
estremidades nerviosas que hacen parte de las
superficies sensitivas naturales : estos focos
de flegmasía llegan pues á ser sentidos acci
dentales.
XXXVII. El Yo es dueño de no ejecutar
ciertos actos que piden las sensaciones escita
das en él por los sentidos naturales y acciden
tale*; pero hay otros que solo puede retardar
por un tiempo mas ó menos considerable.
XXXVIII. El Yo no goza de la facultad de
retardar ó de impedir la ejecucion de los actos
demandados por las sensaciones, sino cuando
el aparato encefálico está bien desenvuelto,
y en el estado de vigilia y de salud. Esta fa
cultad es pues nula en la edad primera, des
pues crece por el ejercicio de la inteligencia: en
el sueño, en la locura y en otros estados mor
bíficos presenta una multitud de variedades.
XXXIX. Los actos que el Yo puede solo
retardar son solicitados por sensaciones que
vienen de las visceras esenciales á la vida, y
que son relativas á la ejecucion urgente de
sus funciones.
XL. Entre los actos que el Yo puede dejar
de ejecutar los unos son solicitados por nece
sidades de las visceras esenciales á la vida,
pero necesidades poco urgentes, porque si lle
gan á serlo mucho, ó el Yo obedece, ó se ena
(XI)
gena la razan, ó sobreviene la muerte. Otros
no son relativos mas que á la ejecucion de
funciones que no son necesarias á la conser
vacion de la vida; y la repulsa del Yo puede
tambien producir la locura.
XLI. Cuando el animal sufre y muere por
haberse rehusado á satisfacer las necesidades
de las visceras, he aquí el triunfo de la inte
ligencia sobre el instinto. Pero cuando la ra
zon se enagena por la resistencia que el Yo
opone á las necesidades de las visceras , es
decir, por la subirritacion que estas han esci
tado en el cerebro, este es el triunfo del ins
tinto sobre la inteligencia.
XLII. El instinto consiste en sensaciones
determinadas por las visceras , y que solicitan
al centro cerebral para que haga ejecutar los ac
tos necesarios para el ejercicio de las funciones.
XLIII. Los actos solicitados por el instinto
se ejecutan con frecuencia sin la participacion
del Yo , y aun en su ausencia. El feto , el sue
ño &c. , dan ejemplos de esto.
XLIV. Los actos solicitados por el instinto
predominan en la infancia, y disminuyen á
medida que se perfecciona la inteligencia.
XLV. La inteligencia manifiesta su influen
cia actual sobre la organizacion por las modi
ficaciones que hace sufrir á las sensaciones que
determina el instinto, y á los actos que este
solicita. %
XLVI. Las pasiones son sensaciones provo
cadas al principio por el instinto, pero des
pues fomentadas y exageradas por la atencion
que les presta la inteligencia , de manera que
llegan á ser predominantes y á determinar
actos mas ó menos notables, y siempre diri
gidos hácia la satisfaccion de la necesidad ins
tintiva que es su primer origen.
XLVII. Las pasiones son él triunfo de las
visceras, y en su consecuencia del instinto so
bre la inteligencia; y asi producen con fre
cuencia la locura.
XLV'III. Siempre bay en las pasiones instin
to y facultades intelectuales.
XLIX. El instinto se puede ejercer con fa
cultades intelectuales ó sin ellas.
L. Las facultades intelectuales tienen siem
pre una mezcla de instinto.
LI. Las facultades intelectuales pueden ejer
cerse sin pasion; pero nunca sin una mezcla
de placer ó de dolor.
LII. El placer y el dolor que acompañan á
las facultades intelectuales tienen el mismo
asiento que el placer y el dolor de las pasio
nes, porque el centro de relacion no puede
sentir en el cerebro sin sentir en las visceras; y
en estas últimas es donde siempre siente mas.
LUI. Cuando la inteligencia se ocupa de
las ideas relativas á las necesidades de una
viscera ó á las funciones de un sentido, los
nervios de esta viscera , ó de este sentido es-
tan siempre en accion , y hacen llegar las sen
(xm)
saciones al centro de relacion , resulta de aquí
que la destruccion de los nervios de un senti
do produce poco á poco la abolicion de las
ideas que se producían por su medio.
LIV. El feto acéfalo puede vivir, pero muere
al instante de nacer porque le falta la influen
cia de la respiracion que depende del cerebro.
LV. Los órganos que dejan de comunicarse
con el cerebro pierden bien pronto su vitali
dad y su nutricion; se marchitan y mueren.
Pero este estado es raro, porque en las para
lisis que se siguen á la afeccion del cerebro,
hay todavia comunicacion con esta viscera;
mas como la principal se verifica solo por un
punto enfermo, y las demas por anastomo
sis, y por medio de cordones nerviosos poco
considerables, sus influencias son incapaces de
sostener la accion á un grado conveniente.
LVI. Los aparatos locomotores paralizados
no se marchitan por defecto de un principio
particular cuya fuente sea el cerebro; sino por
defecto de escitacion y de ejercicio.
LVII. El defecto de accion de los músculos
paralizados no viene al principio por la inap
titud de sus nervios para escitar el movi
miento, sino del defecto de comunicacion su
ficiente con el cerebro; pero cuando la nutri
cion se ha debilitado por largo tiempo en la
parte paralizada, se deterioran sus nervios y
no son ya á propósito para escitar la accion.
LVIII. La presencia de una sangre oxige
(xiv)
nada puede sostener la nutricion en las par
tes paralíticas porque todavia tienen alguna
comunicacion con el cerebro; pero la falta de
ejercicio hace á esta nutricion cada vez mas
lánguida., sin causar con todo la muerte local.
LIX. La comunicacion de escitacion fácil,
continua y en todas direcciones entre las dife
rentes partes del cuerpo es indispensable para
sostener el equilibrio de las funciones.
LX. En las estaciones y en los climas ca
lientes la escitacion ataca á los animales por
la superficie esterior mas que por las internas:
en las estaciones y climas frios reciben mas
escitacion por Jas superficies interiores que
por las esternas. La superficie gástrica llega á
ser entonces el principal camino de escitacion;
y por esto la nutricion es mas considerable.
LXI. Nunca es uniforme la escitacion en
la economía animal: siempre es mayor en cier
tas partes, menor en una ó en otras muchas,
y predomina sucesivamente en diferentes re
giones. Esta desigualdad acaba con frecuencia
por desarreglar el equilibrio de las funciones.
LXII. Jamás se altera la salud espontánea
mente sino porque los estimulantes destinados
á sostener las funciones han acumulado la es
citacion en alguna parte, ó porque han falta
do á la economía , ó porque esta ha sido esti
mulada de una manera que repugna al ejer
cicio de las leyes vitales; porque existen entre
los modificadores esteriores , y la reunion , ó las
(xv)
diferentes partes de la organizacion relaciones,
de las que unas agradan y otras repugnan á
las leyes vitales; estas últimas son los \enenos.
LXIII. Ciertos modificadores esteriores dis
minuyen los fenómenos de la vida en los ór
ganos con los que estan en relacion ; pero el
dolor que se desenvuelve en el lugar debilita
do hace el oficio de un escitante, que llama á
él los fenómenos vitales, ya de un modo favo
rable, ya de otro adverso á la conservacion
del animal.
LXIV. El esceso de las hematósis, ó san-
guificacion , aumenta la suma de la vitalidad;
pero esta progresion tiene un término mas
allá del cual se acumula la escitacion sobre
un órgano, y se verifica la enfermedad por la
sobre-irritacion de este órgano.
LXV. Tambien se acumula la escitacion so
bre los órganos por la influencia de los modi
ficadores escitantes aunque esté muy dismi
nuida la suma de la vitalidad general : y este
estado puede permanecer hasta el marasmo y
hasta la muerte.
LXVI. Nunca sufre la economía la sobre-
irritacion impunemente, y todos los que pare
cen mas acostumbrados á los escitantes muy
enérgicos acaban por esperimentar sobre-ir
ritaciones locales.
(xvi)

NIMHMMHNIMNN.NMnNIHNMMMNNNMNM

SECCION SEGUNDA.

PATOLOGIA.

LXVII. La salud supone el ejercicio regu


lar de las funciones, la enfermedad resulta de
su irregularidad , la muerte de su cesacion.
LXVIII. Las funciones son irregulares cuan
do una ó muchas de ellas se ejercen con dema
sía , ó poca energía.
LXIX. La energía de una funcion es esce-
siva cuando precipita , suspende ó desnatura
liza las demas, de forma que uno ó muchos
de los órganos que estan encargados de la fun
cion extraviada y de las que esta ha trastor
nado esten amenazados de destruccion.
LXX. La energía de una funcion está lán
guida cuando uno ó muchos de los órganos
encargados en ella no gozan del grado de vita
lidad necesarios para ejecutar bien la funcion.
LXXI. La vitalidad de los órganos puede
haber sido exaltada antes de ser disminuida,
y vice versa. . .
LXX1I. No hay exaltacion ni disminucion,
generales y uniformes de la vitalidad de los
órganos.
(xvn)
LXXIII. La exaltacion principia siempre por
un sistema orgánico, y se comunica á otros,
ya en el mismo aparato, ya en otro.
LXXIV. La naturaleza de la exaltacion co
municada es la misma que la de la exaltacion
primitiva. En uno y otro caso el aumento de
los fenómenos testifica el estado de la vida.
LXXV. La exaltacion de uno ó de muchos
sistemas orgánicos, de uno ó de muchos apa
ratos determina siempre la debilidad de al
gun otro sistema ó aparato.
LXXVI. La disminucion de la vitalidad de
un sistema ó de un aparato, trae frecuente
mente la exaltacion de uno ú otros muchos;
y algunas veces su disminucion.
LXXVII. La exaltacion de la vitalidad de
un sistema (y con mayor razon de un apara
to) supone siempre una accion de los modi
ficadores estimulantes superior á la que con
viene al mantenimiento de la salud, es decir,
una sobre-estimulacion ó sobre-escitacion.
LXXVIII. La sobre-escitacion parcial su
pone las mas veces un aflujo muy considera
ble de fluidos ; luego hay congestion perjudi
cial al ejercicio de las funciones en casi toda
sobre-escitacion. Cuando esto se verifica, hay
una congestion morbífica.
LXXIX. La reunion de la sobre-escitacion
y de la congestion morbífica parciales traen
siempre una nutricion parcial exagerada, ó
irregular; lo que constituye la congestión ac-
a
(xvm)
tiva , que propende necesariamente á la des
organizacion.
LXXX. La sobre-escitacion y la congestion
morbífica activas y parciales son compatibles
con la disminucion general de la suma de la
vitalidad.
LXXXI. La disminucion parcial de la vita
lidad trae siempre la de la nutricion, aunque
determina con frecuencia una congestion mor
bífica; pero esta es pasiva.
LXXXII. La congestion morbífica pasiva
puede desorganizar, pero menos que la activa.
LXXXIII. Siendo siempre acompañada la
congestion morbífica activa de la sobre-escita
cion, ó sobre-irritacion , basta nombrar esta
última para ser entendida aquella ; y tambien
en obsequio de la brevedad puede satisfacer
la palabra irritacion, en la inteligencia que
se le dé el mismo sentido que á estas dos es
presiones, pero sobreentendiendo el epíteto
morbífico.
LXXXIV. La irritacion puede existir en
un sistema sin que ningun otro participe de
ella ; pero esto se verifica solo cuando es poco
considerable. Entonces no influye mas que so
bre los movimientos orgánicos locales y sobre
la nutricion de la parte; pero en el momento
que la irritacion local se eleva á un cierto gra
do, se repite en otros sistemas ó en otros apa
ratos mas ó menos distantes, y siempre sin va
riar de naturaleza.
(xix)
LXXXV. Los nervios son los agentes que
transmiten la irritacion y constituyen las sim
patías morbíficas. Las simpatías morbíficas se
obran pues de la misma manera que las sim
patías del estado de salud: se diferencian solo
en que en el primer caso transmiten los ner
vios mas irritacion, ó un modo de escitacion
que repugna á las leyes vitales.
LXXXVI. Las simpatías morbíficas son de
dos especies: las primeras se manifiestan por
fenómenos orgánicos , á saber : exageraciones
del movimiento de las fibras, congestiones,
alteraciones de las secreciones, exalaciones, y
absorciones, que entonces estan aumentadas,
disminuidas ó desnaturalizadas por mudanzas
en la temperatura, y por vicios de nutricion:
y estas son las simpatías orgánicas. Las segun
das, por dolores, por convulsiones de los mús
culos sometidos á la voluntad , y por aberra
ciones mentales; y estas son las simpatías de
relacion.
LXXXVII. Las simpatías orgánicas pueden
existir sin las de relacion : estas traen siempre
las orgánicas; pero por lo comun estos dos
órdenes de simpatías son simultáneos.
LXXXVIII. Cuanto mas considerables sean
la sensibilidad del órgano irritado y la del in
dividuo, tanto mas multiplicadas son las sim
patías, y viceversa.
LXXXIX. Cuanto mas numerosas y activas
son las simpatías tanto mas grave está el enfermo.
(xx).
XC. El esceso de las simpatías de relacion
basta para causar la muerte, que entonces pa
rece que depende de Ja desorganizacion del
centro de relacion. El esceso de las simpatías
orgánicas puede tambien ocasionar una muerte
rápida que es debida á la congestion y á la
desorganizacion de muchas visceras.
XGI. El órgano primitivamente irritado es
algunas veces el solo que sufre la congestion
ó la desorganizacion, no esperimentando los
órganos simpatizados bastante irritacion para
sufrirlas.
XCII. Los órganos irritados simpáticamente
pueden contraer la irritación en un grado su
perior á la del órgano á cuya influencia la de
ben. En este caso la enfermedad muda de lu
gar y de nombre : estas son las metastasis.
XCIII. El órgano que ha llegado á ser el
asiento de las metastásis escita entonces las
simpatías que le son propias; y estas pueden
á su vez llegar á ser predominantes. De estas
son las flegmasías ambulantes &c.
XCIV. Si las irritaciones simpáticas que de
terminan las principales visceras en los órga
nos secretorios, exalantes, y en la periferia
llegan á ser mas fuertes que las de estas visce
ras se libran estas del dolor, y termina la en
fermedad por una pronta curacion. Estas son
las crisis' en estos casos camina la irritacion
del interior al esterior.
XCV. Las congestiones de las crisis se ter
(XXI)
minan siempre por una evacuacion, bien se
cretoria, bien purulenta, ó ya hemorrágica:
sin esto no es completa la crisis.
XCVI. Si la irritacion retrocede del esterior
al interior, ó de una viscera hácia otra mas
importante, se agrava la enfermedad. Y estas
son las falsas crisis de los autores.
XCVII. Las irritaciones no tienen duracion
ni curso fijos: á k una y al otro los determi
nan la idiosincrasia y la influencia de los mo
dificadores que obran sobre los enfermos.
XCVIII. La irritacion propende á propa
garse por la semejanza del tejido y del sistema
orgánico; que es lo que constituye las diátesis:
no obstante algunas veces pasa á tejidos dife
rentes de los que ha ocupado primero; y con
mas frecuencia en las enfermedades agudas
que en las crónicas.
XCIX. Cuando la irritacion acumula la san
gre en un tejido con tumor, rubicundez, y
calor estraordinarios y capaces de desorganizar
la parte irritada, se le dá el nombre de in
flamacion* '
C. El dolor local no es inseparable de ía in
flamacion aun la mas intensa.
CL. El doler loeal de la inflamacion presen
ta variedades que estan subordinadas al modo
de sensibilidad de la parte, y al grado de la
del individuo»
GIL La inflamacion escita á veces mas do
lor en las partes donde se manifiestan las irri
tacíones simpáticas, que en su propio foco.
Las inflamaciones de las membranas mucosas
del estómago, de los intestinos delgados, y de
Ja vejiga presentan todos los dias ejemplos
de esto.
CIII. Cuando la inflamacion no escita nin
gun dolor no despierta mas que simpatías or
gánicas.
CIV. La inflamacion altera siempre Jos flui
dos de la parte inflamada.
CV. La inflamacion puede existir sin su
puracion. '
CVI. La inflamacion deja frecuentemente en
su consecuencia un modo de irritacion que
lleva un nombre diferente del suyo, y produ
ce una cacoquímia , que se ha creido esencial.
CVII. La inflamacion escita frecuentemente
simpatías de relacion que han llegado á ser
para los autores fenómenos predominantes, lo
que ha hecho que algunos den á la enferme
dad el nombre de nerviosa.
CVIU. La inflamacion no muda de natura
leza por la disminucion de fuerzas que causa.
CIX. Las irritaciones de todos los órganos
son generalmente transmitidas, es decir, afectan
al cerebro cuando adquieren cierto grado de
intensidad , y sobre todo cuando son inflama
torias ; resulta de aqui la alteracion de las fa
cultades intelectuales y afectivas, y un estado
de dolor y de mal estar que se refiere al apa
rato locomotor. El suceso de esta simpatía se
(xxm)
convierte en encefalitis muchas veces.
CX. Las irritaciones intensas de todos los
órganos se transmiten casi constantemente por
nuestra observacion al estómago al momento
de su preludio; resulta de aqui inapetencia,
alteracion del calor de la lengua, y del mús
culo lingual; si la irritacion que ha recibido
el estómago se eleva al grado de inflamacion,
se ven los síntomas de la gastritis ; y cuando
el cerebro está mas irritado, desenvuelve las
simpatías que les son propias á un grado mas
alto, y puede tambien inflamarse.
CXI. Las irritaciones intensas de todos los
órganos se transmiten al corazon : entonces este
precipita sus contracciones, se acelera la circu
lacion , y el calor aumentado de la piel deter
mina una sensacion penosa. Esta es la calen
tura que yo reconozco.
CXJI. La calentura es muchas veces el re
sultado de una irritacion del corazon primiti
va ór simpática.
CXIII. Toda irritacion bastante intensa pa
ra producir calentura es una de las graduacio
nes de la inflamacion.
CXIV. Toda inflamacion bastante intensa
para producir calentura en llegando al cora
zon, lo es tambien bastante para ser transmi
tida al mismo tiempo al cerebro y al estómago,
á lo menos en su principio ; y como no creo
que cambie de naturaleza para ser transmiti
da , creo tambien que desenvuelve siempre en
(xxiv)
estos tres órganos una graduacion de infla
macion.
CXV. Las irritaciones transmitidas al cere
bro y al estómago por un órgano inflamado
disminuyen algunas veces, á pesar de la per
sistencia de la inflamación que las babia esci
tado; y estas dos visceras recobran sus fun
ciones, mientras que el corazon entonces con
tinúa siendo vivamente irritado y sostenien
do la calentura.
CXVI Aunque el estómago y el cerebro
continuen sus funciones durante Ja inflamacion
de otro órgano, no dejan de ser irritados or
gánicamente. Su irritacion siempre está cerca
de la inflamacion, y se eleva á ella muy fre
cuentemente si el foco que la sostiene perseve
ra hasta la muerte.
CXVII. Si la irritacion escitada por simpa
tía en el estómago y el cerebro, en lugar de
disminuir llega á ser mas intensa que la del
foco de que depende; he aqui el caso de las
proposiciones sobre las metastásis (véanse las
Cii,ysig.).
CXVIII. La inflamacion del encéfalo trae
muchísimas veces la de las vias digestivas, y
algunas la de sus anexos : esto es una simpatía
orgánica.
CX IX. La inflamacion del encéfalo es con
mas frecuencia el efecto simpático de las infla
maciones del estómago, que su causa segun
he visto.
(xxv)
CXX. La congestion sanguínea del estóma
go en la embriaguez, en el tifo, en las fiebres
malí morís &c. , se repite necesariamente en
el cerebro, inclusas sus membranas.
CXXI. La inflamacion del encéfalo escita
fenómenos nerviosos que se han tenido fre
cuentemente por esenciales.
CXXII. Todas las irritaciones del cerebro
que se prolongan hasta la muerte suelen aca
bar por la inflamacion ó la hemorragia; tales
son la epilepsia , la catalepsis y las intensas
aplicaciones del alma llevadas al esceso &c.
CXXIII. La manía supone siempre una ir
ritacion del cerebro : esta irritacion puede sos
tenerse en él un largo tiempo por otra infla
macion, y desaparecer con ella; pero si se pro
longa , acaba siempre por convertirse en una
verdadera encefalitis, bien parenqui matosa, ó
bien membranosa.
CXX1V. En la inflamacion estracerebral
que produce la manía tiene su parte ordina
riamente la del estómago y la de los intestinos
delgados. El hígado no se afecta en este caso
sino secundariamente.
CXXV. La aracnitis es mas comunmente
consecuencia de una gastro-enteritis, que pri
mitiva; pero el delirio, el insomnio, y las con
vulsiones que con frecuencia son sus señales,
pueden ser sostenidos por esta , desaparecer
con ella , ó dejar despues de la muerte en la
aracnoides y en la primera vestigios de fleg
(xxvi)
masía , nulos ó menos señalados que los que
se encuentran en el estómago 8cc.
CXXVI. Todo sufrimiento estremado, sea
por el estímulo de un ramo de nervios, sea
por causa moral , infarta ordinariamente el
cerebro, y propende á desenvolver la infla
macion en la pulpa , en la piamater y en la
aracnoides. Ahora bien , el sufrimiento del es
tómago es el mas cruel , y todos los demas lo
producen ; por lo que creemos que general-
mente no hay gastro-enteritis sin un grado
cualquiera de irritacion cerebral. Todo esto
pudiera aplicarse á las hemorragias encefálicas.
CXXVII. Los tubérculos, los cánceres del
cerebro &c. , son producidos no pocas veces
por la inflamacion crónica de esta viscera.
CXXVIIL Todas las irritaciones encefálicas
pueden venir á parar en la apoplegía.
CXXIX. La palabra apoplegía espresa la
cesacion de los fenómenos de relacion: se pue
den distinguir en ella dos grados principales
segun la ausencia , ó la existencia de las parali
sis parciales; pero no se puede dividir esta en
fermedad segun la prevision de las formas de
la alteración orgánica del encéfalo.
CXXX. La inflamacion de la membrana in
terna ó mucosa del estómago se llama gastri
tis ; pero yo jamas la he visto en el cadáver,
sino con la de la membrana mucosa de los in
testinos delgados. Es pues mucho mejor darle
en mi concepto el nombre de gastro-enteritis.
(xxvn)
CXXXI. La inflamacion de la membrana
mucosa de los intestinos delgados se llama en
teritis. Es cierto que algunas veces se ve sola
en el cadáver; pero no se podria asegurar su
aislamiento antes de la autopsia, y por otra
parte la gastritis ha tenido siempre la iniciati
va. Es pues mucho mejor, repito , en mi con
cepto, llamarla gastro-cnteritis.
CXXXII. La gastro-enteritis se presenta
bajo dos formas : con predominio de flegma
sía gástrica, y con predominio de enteritis. El
dolor gástrico, la repugnancia y aversion de
toda comida y bebida, ó la dificultad de so
portarlas caracterizan la primera: la facultad
de satisfacer la sed, la rápida absorcion de los
líquidos apropiados son los signos de la segun
da. Las demas señales son comunes con muy
corta diferencia.
CXXXIII. La inflamacion aguda de la mem
brana mucosa, de los intestinos delgados sin
afeccion del peritoneo no ocasiona cólico en la
mayor parte de los hombres. Casi siempre ca
rece de dolor circunscripto; pero frecuente
mente es acompañada de una sensacion de ar
dor y de mal estar vago, y de constipacion.
La invaginacion de este intestino , lejos de
causar el ileos, ordinariamente aun no pro
duce el cólico.
CXXXIV. El cólico , la frecuencia de las
deyecciones y el tenesmo son los signos pro
pios de la inflamacion mucosa del colon.
(xxvm)
CXXXV. Estando consagrada á la inflama
cion de los intestinos delgados la palabra en
teritis, no puede servir para distinguirla del
colon : es necesario llamar esta colitis ; pero
ambas se suceden y se asocian.
CXXXVI. La gastro-enteritis existe sin nin
gun punto doloroso, cuando la inflamacion no
predomina con fuerza en el estómago ó en el
duodeno; y cuando la presion del abdomen
tampoco desenvuelve el dolor.
CXXXVII. La gastro-enteritis se conoce por
los síntomas que desenvuelve, á saber: i.° los
orgánicos , rubicundez y calor de las aberturas
de las membranas mucosas y de la piel, alte
racion de los secretorios de la bilis, de la ori
na, y sobre todo del moco: a.° los relativos,
que son los dolores de la cabeza y de los miem
bros, la aberracion de la facultad de sentir y
de juzgar. La influencia que ejerce sobre el co
razón es como en otras muchas flegmasías.
CXXXVIII. Las gastro-enteritis agudas que
se exasperan traen todas estupor, ú obscure
cimiento, lividez, fetidez, postracion, y repre
sentan lo que se llama calentura pútrida, a-
dindmica, tifo: aquellas en que la irritacion
del cerebro llega á ser considerable, elévese
ó no al grado de flegmasía , producen el deli
rio, las convulsiones &c, y toman el nom
bre de calenturas malignas, nerviosas ó a-
táxicas.
CXXXIX. Todas las calenturas esenciales
(xxix)
de los autores se refieren , en mi opinion , á la
gastro-enteritis simple ó complicada. Se ha
desconocido cuando no la acompaña el dolor
local; y aun cuando se presenten en ella do
lores, los han solido mirar como un accidente.
CXL. Algunas veces han dicho los autores
que ciertas calenturas dependian de una in- •
flamacion de los órganos digestivos; pero nun
ca han dicho que las calenturas esenciales pu
diesen tener alguna otra causa; nunca que fue
sen producidas por el mecanismo que las fie
bres de las perineumonías &c. ; nunca en fin,
que no las hay esenciales. Todo esto se ha di
cho solo despues de la doctrina fisiológica.
CXLI. Ignorándose generalmente que la mem
brana interna de los intestinos delgados puede
inflamarse sin dolor local , se han atribuido
siempre á las enteritis los síntomas de las pe
ritonitis.
CXLII. Por una gastro-enteritis aguda, pri
mer efecto del agente contagioso , es como
principia la viruela en mi juicio. La flegma
sía cutánea la reemplaza y la termina cuando
las pústulas son en pequeño número; pero la
reproduce si son numerosás por la erisipela
que resulta de la confluencia de las aréolas.
Esta es la calentura secundaria de las virue
las, llamada tambien Jiebre de supuracion.
CXLIII. Por la gastro-enteritis y por un
catarro ocular , nasal , gutural , ó bronquial
agudos, es como creo que principian el sa
(xxx)
rampion y la escarlatina. Estas flegmasías son
las que constituyen todo el peligro de estas
enfermedades exasperándose, é invadiendo al
cerebro y á la totalidad de las visceras. La
angina de la escarlatina con frecuencia llega
á ser funesta ; y debe tenerse cuidado con el
catarro bronquial del sarampion que da des
de el principio una espectoracion puriforme,
y que aun cuando nunca se convirtiese en
perineumonía, puede producir la estrangula
cion interceptando el paso del aire.
CXLIV. La hipocondría parece ser solo
efecto de una gastro-enteritis crónica que obra
con energía sobre un cerebro predispuesto á
la irritacion.
CXLV. La mayor parte de las dispepsias,
gastrodineas , gastralgias , prósis , cardial
gías, y todas las bulimías son efecto, en mi
dictamen , de una gastro-enteritis crónica.
CXLVI. Cólicos umbilicales intermitentes,
ó remitentes con constipacion v sin tenesmo
caracterizan harto frecuentemente cierras gra
duaciones de la inflamacion de la membrana
mucosa de los intestinos delgados, sobre todo
en el estado crónico, si no existen los sín
tomas de la peritonitis; pero esta enteri
tis es con mas frecuencia indolente que do-
lorosa.
CXLVII. Los gánglios linfáticos del mesen-
terio no suelen inflamarse, á lo que yo he
visto , por efecto de la enteritis; y esta doble
(xxxi)
flegmasía prolongada constituye la tabes me-
sentérica.
CXLVIII. Los, gánglios del mesenterio no
se inflaman por la peritonitis simple.
CXLIX. La hepatitis es ordinariamente
consecutiva á la gastro-enteritis cuando no de
pende de una violencia esterior.
CL. La gastro-enteritis crónica es la causa
mas frecuente de los infartos hepáticos y de
los hígados amarillos y gruesos , aun en los
tísicos.
CLI. La hidropesía de los que han abusado
de las bebidas alcohólicas , muchas veces de
los purgantes &c. , es efecto de una gastro
enteritis crónica que ha invadido todo el grue
so del canal digestivo del hígado &c., y que
ha penetrado lentamente en el peritoneo.
CLII. La bulimía se debe no pocas ocasio
nes á una gastro-enteritis crónica con predo
minio de irritacion gastro-duodenal : esta fleg
masía, en efecto, puede existir en una gra
duacion que permita la asimilacion de una
cantidad de alimentos muy superior á las ne
cesidades de la economía: de donde resultan
plétora, polisarcia, y por consiguiente la de
tonacion de la irritacion sobre el cerebro , so
bre las articulaciones , sobre los ríñones, sobre
el corazon, sobre la margen del ano, y en una
palabra sobre todos los puntos donde un estí
mulo accidental puede llamarla.
CLIII. Las gastritis bulímicas dependen con
(xxxn)
frecuencia del abuso de comidas y bebidas es
timulantes, y sobre todo de los medicamentos
llamados estomacales, administrados cuando
la gastritis es todavía ligera.
GLIV. La asimilacion exuberante de las gas
tritis bulímicas se hace siempre con mas ó me
nos dolores locales y simpáticos: despues se
exasperan estos dolores á términos de hacer á
la digestion temible al enfermo, aunque toda
vía es escesivo el apetito; y acaban destruyen
do el hambre, produciendo la demacracion, los
vómitos &c. ; y algunas veces pasa la gastritis
al estado agudo.
• CLV. Cuando un largo uso de los estimu
lantes ha exaltado mucho la sensibilidad del
estómago, la curacion es larga, difícil, y las
recaidas muy fáciles: es raro que en este caso
no haya un grado de irritacion cerebral capaz
de producir la hipocondría; y frecuentemen
te el escirro, ó la perforacion gástrica termi
nan la escena.
CLVI. La inflamacion pasa con frecuencia
de la mucosa digestiva al peritoneo en el esta
do agudo.
CLVII. Las hepatitis agudas no son mor
tales, sino por la adiccion de la gastro-enteri-
tis, de la peritonitis, ó por la inflamacion de
los órganos del pecho y de la cavidad del
cráneo.
CLVIII. Las nefritis agudas no son gene
ralmente mortales sino por la complicacion de
(xxxm)
la inflamacion de las principales visceras.
CLIX. Las peritonitis agudas de las mu-
geres paridas comienzan ordinariamente por la
inflamacion de la membrana interna , y de
todo el grueso del útero.
CLX. Las irritaciones prolongadas de la
membrana mucosa de la vagina producen casi
siempre la inflamacion del cuello y la de los
ovarios: de aqui los escirros, los cánceres &c.
CLXI. Los escirros del cuello del útero son
frecuentemente efecto de las violencias que ha
sufrido el cuello en el parto.
CLXII. Las menstruaciones dolorosas anun
cian un foco perpetuo de irritacion en el cue
llo del útero ; y el cáncer de esta parte es co
mun mente su consecuencia en la época que se
llama crítica, cuando no se ha calmado la ir
ritacion del cuello largo tiempo antes de ella.
CLXIII. La perineumonía principia fre
cuentemente por el catarro , ó iifflamacion de
la membrana mucosa de los bronquios. Los
lóbulos superiores del pulmon son entonces
el principal asiento de la inflamacion ; y si
esta es crónica desenvuelve tubérculos en la
parte superior del parenquima, y produce
la tisis.
CLXIV. La perineumonía de los lóbulos
medios, é inferiores de los pulmones princi
pia frecuentemente sin haber sido precedida
del catarro bronquial: se hace crónica, se des
envuelven log tubérculos, y sobreviene la tisis.
3
( XXXIV )
CLXV. La pleuresía causa la atrofia por la
coleccion purulenta que produce en el pul
mon del lado enfermo sin inflamarlo : pero al
mismo tiempo se desenvuelve algunas veces Ja
pneumonía en el pulmon del lado opuesto, y
si este estado llega á ser crónico, se forma la
tisis en el último.
CLXVI. La pleuresía que predomina en la
pleura pulmonal sin coleccion, ni atrofia del
pulmon que cubre, inflama algunas veces este
pulmon , y puede en caso de hacerse cró
nica, desenvolver tubérculos en él.
CLXVII. Los tubérculos que se siguen á la
inflamacion de la membrana interna de los
bronquios y de las vexiculas bronquiales se
engendran , en mi opinion , de la misma ma
nera que los del mesenterio en la enteritis
crónica.
CLXVIII. Yo no he visto tubérculos del
pulmon sin inflamacion antecedente. Los que
traen los niños al nacer no me parecen inde
pendientes de este fenómeno.
CLXIX. Los tubérculos se forman á lo que
creo en todas las constituciones atacadas de in
flamacion crónica del pulmon y de los intesti
nos; pero he notado son mas gruesos en los
sugetos predispuestos á las irritaciones del sis
tema linfático.
CLXX. Las granulaciones cartilaginosas, o-
seosas, calcáreas, las melanosis (degeneracio
nes negras), los escirros v las . encefaloides,
( XXXV )
(degeneraciones que se semejan á la sustan-*
cia cerebralJ, los cánceres del pulmon son en
mi sentir producciones engendradas de la
misma manera que los tubérculos ordinarios.
CLXXI. La palabra tisis pulmonal, no es
presando mas que la desorganizacion que es
el producto de la flegmasia del parenquima
pulmonal, no puede aplicarse á esta flegmasia.
Es mejor llamarla pneumanía crónica, espe
cificando por cual de los tejidos de la viscera
ha principiado.
CLXXII. El corazon se inflama frecuente
mente por su membrana serosa, que es lo que
se llama pericarditis. La caracterizan el sitio
del dolor y la depresion é irregularidad de la
circulacion, lo que produce las congojas, las
lipotimias y el sobresalto de la muerte.
CLXXIII. El corazon se inflama por su
membrana interna, y esta es la carditis mas
ordinaria. Esta carditis afecta con preferencia
los orificios arteriales, en los que llega frecuen
temente á ser crónica, y en los que produce
el obstáculo del curso de la sangre, la coagu
lacion, las vegetaciones, la osificacion , las ul
ceras, y en su consecuencia la hipertrofia de
corazon, y el aneurisma. La irritacion ó la in
flamacion que han principiado por el aparato
locomotor producen con frecuencia esta cardi
tis fijándose en el interior del corazon.
CLXXIV. La irritacion de los' diferentes
tejidos que es bastante intensa para llegar al
(xxxvi)
corazon puede producir la inflamacion de sus
dos membranas. La de la túnica interior de las
arterias es causada por el mismo mecanismo,
y nos jxtrece que no podría sola sostener una
calentura violenta.
CLXXV. La inflamacion aguda y supuran
te del tejido muscular del corazon es una en
fermedad muy rara; pero este tejido degenera
siempre al fin de un cierto tiempo por conse
cuencia dela inflamacion de sus dos membranas.
CLXXVI. Los accidentes mas graves del
aneurisma del corazon vienen comunmente
del obstáculo que ofrece á la circulacion;
de aqui las asmas, la9 hemorragias por dife
rentes vias y la hidropesía; pero la gastritis
nunca deja de asociarse á los demas síntomas,
tanto mas cuanto haya sido el enfermo tratado
de una manera mas escitante.
CLXXVII. Las osificaciones de las arterias
propias del corazon deben ser consecuencia de
la inflamacion de su membrana interna ó de
la de las arterias gruesas.
CLXXVIII. Las dilataciones de la corvadu
ra de la aorta son frecuentemente efecto de
la inflamacion crónica de su tejido. Esta dege
neracion puede obliterar las envocaduraa
de las arterias que llevan la sangre á los bra
zos y á la cabeza. La misma inflamacion pro
duce tambien la friabilidad de las demas arte
rias y los aneurismas que ha descrito tan bien
Scarpa.
(xxxvn)
CLXXIX. Las escrófulas son , en mi juicio,
irritaciones de los tejidos esteriores donde pre-
domina la parte albuminosa de la sangre; pero
como el calor es. en ellas poco considerable y
la rubicundez no existe nunca, se las puede
distinguir por una espresion particular. ¿Con
vendrá la de sub-inflamacion?
CLXXX. La inflamacion se asocia á esta
sub-inflamacion ya como causa ya como efec
to, y algunas veces la acompaña en toda su
duracion. . '
CLXXXI. La sub-inflamacion de los teji
dos linfáticos no se desenvuelve primitiva
mente en inflamacion , sino en las piezas que
componen el esqueleto, y en las partes blan
das que lo cubren : eíía se determina en estos
lugares por la accion del frio sobre la piel á
la manera de los reumatismos, ó por irritacio
nes accidentales: en cuanto á las visceras no
se afectan sino en consecuencia de su inflama
cion. Otro tanto se puede decir de las sub-in-
Jiamaáones sifilíticas.
CLXXXII. La piel es susceptible de una
irritacion crónica que carga de una manera
especial sobre sus tejidos escretorios, sobre sus
vasos absorventes , y que desnaturaliza esta
envoltura obstruyéndola al albumen degene
rado. ¿No es tambien una especie de sub-infla
macion á la que la inflamacion puede asociar
se en diferentes grados? Cuando la irritacion
se comunica de la piel sub-inflamada á las vis
(xxxviii)
ceras, no creo penetre en sus ganglios linfáti
cos sin la inflamacion previa de sus mem
branas.
CLXXXTII. Los ganglios linfáticos se hin
chan, se endurecen y se ablandan por la exal
tacion de su irritabilidad y de su contractili
dad , es decir, por su irritacion que es una de
las que yo llamo sub-inflamaciones. , "
CLXXXIV. Las tumefacciones de aparien
cia análoga á la de Jos ganglios sub-inflama-
dos, pero que sobrevienen en los tejidos en
que no se perciben glándulas linfáticas en el
estado sano, pueden juzgarse de la misma na
turaleza que los ganglios linfáticos desenvuel
tos por la irritacion. Todo esto lleva el nom
bre de tubérculos.
GLXXXV. Mientras que. los haces absor-
ventes crónicamente, irritados degeneran ert
tubérculos, algunos vasos linfáticos pueden
dilatarse por una ingurgitacion pasiva produ
cida por una compresion que se oponga al
curso de la linfa. Este estado es para los ab-
sorventes lo que las varices son para las venas.
CLXXXVI. Los tejidos celulares son des
pues de las membranas mucosas los mas sus
ceptibles de inflamacion aguda : entonces su
puran , pero pueden supurar sin que se pue
da reconocer la inflamacion por signos este-
riores.
CLXXXVII. Los focos ocultos de supura
cion fiegmonosa con reabsorcion de pus no
( XXXIX )
sostienen según yo creo la calentura llamada
héctica, sino por la irritacion comunicada á
las principales visceras, bien por la simpatía
del foco siempre inflamado, ó bien por la im
presion estimulante del pus reabsorvido. Por
esto pienso que esta calentura no es mas esen
cial que las demas.
CLXXXVIII. Cuando los tejidos. celulares |
se infartan lentamente de linfa ó de gordura ¡
endureciéndose sin presentar los fenómenos de
la inflamacion , ó despues que la inflamacion se
ha extinguido, deben muchas veces este estado
á la exaltacion de su irritabilidad y de su con
tractilidad: también es esta Una especie de
sub-inflamacion de mi nueva nomenclatura.
CLXXXIX. La gordura y la linfa que for
man los infartos celulares con dureza estan
siempre degeneradas , y si sobreviene el re
blandecimiento puede desenvolverse la infla
macion. Esto es lo que parece suceder en las
encela loides, en las melanósis, los escirros fkc.;
de aqui los cánceres que sobrevienen igual
mente en los tubérculos. &c.
CXC. Caando la irritacion ha reinado bajo
una forma de inflamacion ó de sub-inflamacion
en los tejidos de las membranas articulares,
arteriales y otros naturalmente secos y poco
estensibles, hay en ellos extravasacion de al
búmina, y este humor se deseca por la absor
cion , y se convierte en concreciones calcáreas;
por ejemplo en los gotosos: estas concreciones
son pues efecto de la rritacion. Lo mismo su
cede á las que se forman en medio de los gan
glios linfáticos que se han hecho tuberculosos,
y algunas veces en los folículos secretorios de
la mucosidad.
CXCI. El color negro existe frecuentemen
te en las tumefacciones linfáticas, y esto es lo
que se llama melanósis.
CXCII. El cáncer estertor producto de la
degeneracion irritativa de los tejidos en que
predominan la albúmina y la gordura está
siempre en mi juicio acompañado de infla
macion.
CXCIII. La inflamacion del cáncer esterior
se repite por simpatía en las principales vis
ceras ; pero el cáncer no se desenvuelve en
ellas sino en consecuencia de esta inflamacion.
Tambien puede no formarse; la diatesis can
cerosa no es pues tan frecuente como se cree.
CXCIV. Los progresos del cáncer son siem
pre, por lo que he visto, en razon de la infla
macion que se encuentra en él.
CXCV. Todas las inflamaciones y sub-infla-
maciones pueden producir el cáncer.
CXCVI. Las inflamaciones de las membra
nas serosas no tienen mas que dos formas, la
una aguda muy dolorosa y muy febril, y
la otra crónica casi indolente y apirética.
Esta última se confunde con las sub-inftama-
ciones.
CXCVII. Las infamaciones de hsmembra
(xu)
ñas mucosas tienen formas y grados mas mul
tiplicados que las de las serosas , porque como
sentidos internos y móviles continuos de sim
patías tienen las mucosas una sensibilidad y
una irritabilidad mas variadas y mas intonsas
que las serosas que no tienen ni sensibilidad
ni simpatía en el estado sano.
CXCVIII. Creo que todas las hemorragias
que no dependen de una violencia esterior, y
que son espontáneas, son activas, sea la que
quiera la debilidad del sugeto.
CXCIX. Las hemorragias espontáneas de
penden en mi juicio de una irritacion de los
capilares sanguíneos; pero se hacen mas fáci
les por la hipertrofia del corazon.
CC. Las hemorragiasespontáneas dependen,
á lo que pienso , de las mismas causas remotas
que las inflamaciones; tambien estas las com
plican, las producen y son determinadas por
ellas en el mismo lugar; las reemplazan y son
reemplazadas por ellas en diferentes partes.
CCI. Zas neurosis son activas ó pasivas,
mientras que las inflamaciones y las sub-infla-
maciones no pueden ser sino activas segun mis
principios.
CCII. Las neurosis activas consisten en la
exaltacion de la sensibilidad de los nervios de
relacion, y en la de la contractilidad muscu
lar y vascular bajo la influencia de estos ner
vios: ellas son posibles en los músculos loco
motores, en los viscerales y en todos los capi
( XLII )
Jares donde predominan los nervios de rela
cion : por ejemplo las neuralgias.
CCIII. Las neurosis pasivas consisten en la
disminucion ó abolicion de la sensibilidad y
contractilidad musculares; y no pueden ser
completas sino en los aparatos locomotor y
sensitivo.
CCIV. Las neurosis activas y pasivas tie
nen comunmente por causa una flegmasia si
tuada en el aparato cerebral, ó en las demas
visceras: las pasivas dependen algunas veces
de una influencia sedativa que obra sobre los
nervios en que se manifiestan.
CCV. En las neurosis activas fijas del apa
rato de relacion , se escita la circulacion capilar,
y hay en ella congestion ; la inflamacion y la
sub-inflamacion existen ó amenazan formarse
en los tejidos, donde se manifiesta la neurosis,
asi como tambien en el punto del aparato ce
rebral donde corresponden los nervios de estos
mismos tejidos; mientrasque los cordones ner
viosos intermediarios se limitan á transmitir
las influencias simpáticas de un punto á otro.
CGVI. Cuando en las neurosis de las visce
ras del pecho y del vientre existen dolores ó con
vulsiones ambulantes en los músculos locomo
tores, hay entonces dos puntos de irritacion
que estan inflamados ó propenden á la fleg
masia; uno en estas visceras y otro en el apa
rato encefálico.
CCVII. Los obstáculos d la circulacion no
(xLUl)
desordenan las funciones de las principales
visceras, sino cuando estan situados en el co
razon ó en los vasos, gruesos.
CCVIII. En los casos de obstáculos en la
circulacion la hidropesía puede venir por la
estancacion de la sangre en el aparato venoso.
CCIX. El aumento repentino de la dispnea
en el aneurisma del corazon por efecto de la
locomocion prueba la influencia del sistema
muscular sobre la circulacion venosa. . . i
CCX. Las congestiones inflamatorias y las
secreciones prueban la influencia del sistema
Capilar sobre la circulacion de Ja sangre. ' .
CCXL La absorcion prueba la influencia del
sistema capilar sobre la progresion de los flui
dos no sanguíneos.
CCXII. La desazon y la angustia que pro
ducen los obstáculos de la circulacion deter
minan generalmente tarde ó temprano la gas
tritis: los medicamentos estimulantes favore
cen sus progresos.
CCXIII. El escorbuto es un estado particu
lar de los sólidos y de los fluidos producido
segun creo por una asimilacion imperfecta;
sus causas son pues multiplicadas; pero el frio,
la falta de la luz, Ja tristeza y los malos ali
mentos son las principales. La estravasacion
de los fluidos es uno de los principales efectos
del estado escorbútico por que esta enfermedad
hace frágiles á todos los tejidos; pero las visce
ras, y sobre todo el aparato encefálico, resisten
(xtiv)
mas que los tejidos que visten al esqueleto.
CCXIV. Las flegmasías se asocian fácilmen
te con el escorbuto, pero no dependen de él;
pues vienen de las causas que las producen
en todos los hombres : tal es la inflamacion de
las encías.
CCXV. Las violencias esteriores, los gran
des movimientos, los medicamentos escitan
tes y las flegmasías producen fácilmente la
ruptura y la desorganizacion de las partes mo
dificadas por el escorbuto por que en los escor»
búticos está lánguida la química viviente y la
vida disminuida.
CCXVI. La hidropesía reconoce ordinaria
mente por causas fisiológicas los obstáculos al
curso de la sangre y de la linfa , la influencia
simpática de una flegmasia crónica, la cesacion
de accion de los capilares depuradores, la asi
milacion imperfecta y la debilidad.
GCXV1I. ¿a irritacion ofrece intermitencias
naturales en el estado de salud.
CCXVIII. La irritacion morbífica puede ser
intermitente en todos los aparatos y en todos
los sistemas orgánicos.
CCXIX. La irritacion morbífica puede ser
continua en un aparato á un grado modera
do, y exasperarse en él periódicamente para
volver á caer en su estado primitivo. En estos
casos cuando está moderada escita pocas sim
patías, y cuando exasperada desenvuelve un
gran número de ellas: estas son las calentu
(jttV)
ras remitentes, subintrantes &c., de los autores.
CCXX. Las irritaciones intermitentes y re
mitentes vienen comunmente con exaltacion de
la sensibilidad y de la contractilidad, y por
consiguiente entonces con congestion ya en el
principal sitio del mal, ya en los lugares
donde despierta simpatías.
CCXXI. Pienso que las irritaciones inter
mitentes y remitentes son siempre flegmasías,
hemorragias, neurosis ó sub-inflamaciones que
mudan de lugar, y se terminan espontánea
mente por metastasis críticas : si no varían de
lugar, se convierten en flegmasías, hemorragias,
neuroses ó sub-inflamaciones continuas, ya a-
gudas, ya crónicas.
CCXXII. Las calenturas intermitentes y re
mitentes son , en mi sistema , gastro-enteritis
periódicas ; pero el encéfalo y las demás vis*
ceras se irritan simpáticamente de la misma
manera, que en las continuas, y pueden tam
bién llegar á ser el asiento principal de la
irritacion é inflamarse de una manera perió
dica ó continua.
CCXXIII. Cada acceso regular de la ca-
lentura intermitente es, en nuestro juicio ,
la señal de una gastro-enteritis, cuya irritacion
si se transporta sobre los exalantes cutáneos,
produce la crisis: si la irritacion no deja com
pletamente su lugar, es remitente la calentu
ra; si permanece en él llega la calentura á
ser continua. . -
(XLVI)
CCXXIV. Las calenturas malignas de los
autores las creo irritaciones periódicas de dife
rentes sistemas ó aparatos ya interiores ya es
teriores; pero en las que el corazon está me
nos afectado, y el calor general poco ó nada
exaltado.
CCXXV. Las calenturas llamadas pernicio
sas no se diferencian de las demas sino por la
violencia y el peligro de las congestiones por
mis principios.
CCXXVI. Las hidropesías que suceden á las
calenturas intermitentes dependen casi siem
pre de una de las causas ó modificaciones fisio
lógicas indicadas en la proposicion ccxvi.
CCXXVII. Las causas esteriores mas ordi
narias de las calenturas intermitentes son las
alternativas atmosféricas de frio y de calor;
pero todo lo que modifica la economía de la
misma manera que estas vicisitudes puede en
gendrarlas, y aun mas bien reproducirlas. -
' CCXXVIIT. La causa de la manera perió
dica de ciertos dolores y de ciertas convulsio
nes que se repiten por largo tiempo no es
conocida.
CCXXIX. A los reumatismos los tengo por
flegmasías fibrosas, ó sinoviales producidas por
las vicisitudes del calor y frio esteriores; no
es pues maravilloso que sean frecuentemente
intermitentes y periódicos.
CCXXX. Las'j^égYrtas/ói articulares perió
dicas llegan á ser ambulantes por medio de
(XLVIl)
las simpatías, y se terminan por crisis, ó bien
fijándose en alguna parte bajo forma aguda ó
crónica á la manera de las flegmasias viscera
les cuando estan abandonadas á sí mismas.
CCXXXI. La gota no se diferencia de la
artritis mas que por circunstancias que depen
den de la edad ó de la idiosincrasia de los
sugetos. N
CCXXXII. Las flegmasias articulares que
han llegado á ser crónicas, degeneran en sub-
inflamacioncs; de aqui los nodos, las concre
ciones &c. *
CCXXXIII. La forma de Ja flegmasia arti
cular, que se llama gota, está frecuentemen
te, pero no siempre, complicada con una gas-
tro-enteritis clónica que modifica su curso y
llama la irritacion sobre las visceras.
CCXXXIV. El hígado no es afectado en la
gota sino en consecuencia de una gastro-en-
teritis crónica que la acompañe, á lo que creo.
CCXXXV. La irritacion de la gastro-ente-
ritis se comunica, en mi juicio, á las articula
ciones por medio de simpatías bajo la for
ma de artritis y de gota; pero esto no sucede
mas que cuando la influencia de las vicisitudes
atmosféricas ó alguna otra causa irritante este-
rior han predispuesto las articulaciones. '
CCXXXVI. La irritacion de las flegmasias
articulares desenvuelve simpáticamente la del
estómago, y esta llega á ser algunas veces pre
dominante. .
( XLAHI )
CCXXXVII. Los multiplicados achaques que
atormentan á los viejos gotosos (diatesis y ca-
coquimia gotosas) son simpatías del estómago,
del encéfalo &cc. , que se han aumentado y
transformado en flegmasias, en neurosis, ó en
sub-inflamaciones: ó bien estas flegmasias &c.,
80n primitivas.
CCXXXVIII. En las flegmasias articulares
crónicas y repetidas la irritacion avanza siem
pre de la circunferencia hacia el centro; pero
lo mismo sucede en todas las de la periferia.
CCXXXIX. La transformacion de la gota
en otra enfermedad no es otra cosa, en mi
opinion, que la variacion de lugar del punto
principal de irritacion, que produce efectos
relativos á la estructura y á la vitalidad de los
diferentes tejidos que ocupa.
CCXL. Creo yo un absurdo llamar gota á
una afeccion que no haya sido precedida de
flegmasía articular; y tambien darle este nom
bre á la que ha sido precedida de ella ; por
que decir que la gota se ha dirigido hácia el
cerebro cuando la manía sobreviene en con
secuencia de una flegmasia articular, me pa
rece es como si se dijera que la manía se ha
venido al dedo gordo del pie cuando reem
plaza la gota á un acceso de delirio.
CCXLI. En los retrocesos de la. gota no se
debe tener presente el asiento que ha ocupado
la irritacion al principio mas que para deter
minar el punto de la periferia donde es mas
( XLIX )
ventajoso intentar la revulsion.
CCXLII. La revulsion no es posible en lo
que se llama gotas retropulsas, sino cuando
la viscera atacada no ha sufrido todavia la
desorganizacion.
CCXLIII. Los vegetales acres que en peque
ñas dosis son vomitivos, purgantes, drásticos,
diuréticos &c. , administrados en grandes dosis
escitan comunísimamente la inflamacion y la
ulceracion en la mucosa digestiva, y secunda
riamente dolores y convulsiones que se dife
rencian segun la idiosincrasia.
GCXLIV. Los vejetales astringentes en pe
queñas dosis llegan muchísimas veces á causar
la gastro-enteritis en grandes cantidades.
CCXLV. Ordinariamente los vegetales nar
cóticos , las sustancias alcohólicas en grande
dosis escitan la gastro-enteritis al principio sin
ulceracion , é infartan de sangre el encéfalo con
convulsiones y delirios variados: tambien in
fartan el pulmon.
CCXLVI. Los vegetales acres llamados anti
escorbúticos pueden escitar en grandes canti
dades la gastro-enteritis.
CCXLVII. Las sustancias minerales corro
sivas ó escaróticas en pequeñas dosis producen
la gastro-enteritis sin escara, y consecuente
mente la ulceracion : en grande cantidad des
envuelven esta flegmasía al rededor de la esca
ra que han producido. En todos casos resul
tan de ellos fenómenos de delirio y de con
4
(L) ..'
vulsion que ofrecen muchas variedades.
CCXLVIII. Si el arsénico no llega á ser
prontamente mortal provoca la inflamacion de
las vias gástricas en graduaciones que varian
segun la dosis y segun la idiosincrasia : de aquí
proceden el infarto, la flegmasia del cerebro y
de los pulmones, y algunas veces fenómenos
análogos á los de las calenturas pútridas y tifos.
CCXLIX. Las sustancias saturninas en pe
queñas dosis producen la astriccion de la mem
brana mucosa gastro-intestinal , convulsiones
dolorosas en los planos musculares del canal
digestivo, de donde resultan el cólico, los vó
mitos, y simpáticamente las convulsiones de los
miembros ; pero en grandes dosis , ó en razon
de la disposicion individual, provocan una gas-
tro-enteritis asociada mas ó menos al estado
convulsivo. De aqui resultan las grandes varie
dades en los efectos de los vomitivos, de los
drásticos, del opio y de los sudoríficos que se
disponen contra la accion del plomo.
CCL. Los astringentes minerales , el sulfato
de alúmina , el de zinc, y el de hierro obran con
poca diferencia como los preparados de plomo.
CCLI. El sublimado corrosivo inflama las
vias gástricas en dosis un poco fuertes, y en
dosis escesivas las ulcéra produciendo flogosis,
y determina varios dolores y convulsiones en
las vias gástricas y en los músculos de relacion .
CCLII. Todas las preparaciones mercuria
les y de cobre son escitantes, y su esceso pro
duce harto frecuentemente la gastro-enteritis.
CCLIII. Las cantáridas ocasionan la gastro
enteritis , produciendo tambien la flegmasia de
las vias urinarias.
CCLIV. Las carnes podridas que no puede
asimilar el estómago, producen la gastro-en
teritis con irritacion é infarto del cerebro, y
hacen aparecer los síntomas del tifo por la
intensidad de los fenómenos nerviosos; pero la
ulceracion no sobreviene sino en consecuen
cia y despues de una cierta duracion de la in
flamacion.
CCLV. Los pescados corrompidos , los hon
gos venenosos desenvuelven las gastro-enteri
tis con mucha ansiedad, mateorismo, cólicos é
imitando los fenómenos del tifo y frecuente
mente tambien desenvuelven las inflamacio
nes cutáneas : los delirios y las convulsiones
(en las que es menester colocar siempre los
temblores y saltos de tendones) son en estos
casos por lo menos tan considerables como en
el envenenamiento por las carnes podridas.
CCLVI. Todos los venenos que producen
flogósis, y que son escaróticos vegetales, ani
males ó minerales, aplicados á la piel en gran
de cantidad , desenvuelven , no pocas veces,
en la mucosa digestiva , en el cerebro y algu
nos en los pulmones una inflamacion análoga
á la que han escitado en el esterior , por la trans
mision de la irritacion al interior.
CCL.YIL Los venenos de toda especie in
(ra)
yectados en los vasos sanguíneos llegan á des
envolver á veces la gastro-enteritis &c. , si no
son bastante poderosos para ocasionar una
muerte repentina.
CCLVIII. Las carnes podridas ingertadas en
las carnes vivas, ó inyectada su sanie en los
vasos sanguíneos obran sobre las vias gástricas
como si se hubiesen comido , cuando una muer
te pronta no previene la gastro-enteritis.
CCLIX. Las picaduras y mordeduras de
los animales venenosos que dejan un veneno
en la herida determinan una flegmasía que
pasa prontamente á la gangrena atendida la
vivacidad de la irritacion ; en seguida los mas
peligrosos de estos venenos ocasionan la agonía
y la muerte por la influencia ejercida sobre el
aparato nervioso. Pero si subsiste la vida se re
pite la inflamacion en las principales visceras,
sobre todo en las vias gástricas, y siempre con
tendencia á la mortificacion. La gangrena es
pues en este como en muchos otros casos el
resultado de una exaltacion demasiado rápida
de los fenómenos de la vida. En fin los mas
ligeros de estos venenos se limitan á producir
una flegmasía local.
CCLX, Zas mordeduras de los animales
rabiosos determinan comunmente una gastro
enteritis, y con frecuencia se repite la infla
macion en la faringe, en el cerebro, en los
pulmones y en los órganos genitales. Los deli
rios y las convulsiones son para mí los efectos
simpáticos ele estas flegmasías,- y varían segun
el grado de susceptibilidad ó la idiosincrasia.
CCLXI. Las lombrices de las vias gástricas
son comunmente, pero no siempre, producto
de la alteracion del moco, y del calor que lo
miro como resultado de una gastro-enteritis
mas ó menos intensa : de aqui resultan los
efectos tan variados de los anti-helmínticos ir
ritantes.

SECCION TERCERA.

terapéutica.

CCLXII. E n general conviene cortar una


inflamacion en su principio, pues que las cri
sis son solo esfuerzos que desplega la natura
leza para librar á la economía de un peligro
mayor ó menor.
CCLXIII. Los medios de cortar las inflama
ciones son de cuatro maneras: los debilitantes,
los revulsivos, los tónicos fijos, y los estimu
lantes mas ó menos difusivos. -
CCLXIV. Los debilitantes propios para de
tener las inflamaciones son, la sangria, la abs
tinencia , las bebidas emolientes y acidula-
(uv)
das ; pero la sangría es el roas eficaz de todos.
CCLXV. La sangría de los vasos gruesos
conviene en los infartos sanguíneos que se ha
cen con rapidez bajo la influencia de la irrita
cion en los parenquimas : la sangria de los va
sos capilares practicada lo mas cerca que sea
posible del punto principal de la irritacion,
es decir , sobre la region de la piel que cor
responde á la viscera inflamada, debe obte
ner la preferencia en todos los demas casos
cuando la enfermedad es todavia reciente.
CCLXVI. Ningun inconveniente hay en
llevar la sangria hasta el síncope en las infla
maciones recientes de los sugetos que estaban
sanos antes de la enfermedad : en los casos con
trarios seria exigir del enfermo por esta prác
tica un sacrificio, del que seria incierto que
pudiese obtener resarcimiento. Lo mismo se
puede decir de la completa abstinencia de ali
mentos, y de su prolongacion. Las hemorra
gias de las sanguijuelas con frecuencia llegan
á ser escesivas en los niños y en los jóvenes
cuya piel es sanguínea , y cuyo corazon es
muy enérgico. Debe pues detenerse el flujo
de las picaduras al instante que se perciba el
desfallecimiento.
CCLXVII. Zas sangrías locales son comun
mente dañosas en las flegmasías antiguas de
las principales visceras cuando no hay sobre
abundancia de sangre en la economía. Es raro
que no aumenten entonces la congestion ; es
pues preferible abstenerse de ellas , ó practi
cadas á alguna distancia del punto principal
de irritacion.
CCLXVIII. Las sangrias generales ó locales
hechas á una persona que tiene poca sangre
determinan siempre mucha ansiedad , aumen
tan las congestiones viscerales, y producen con
frecuencia las convulsiones y la calentura.
CCLXIX. Cuando una inflamacion muy re
ciente que habia cedido á las sangrias locales
en un sugeto sano antes de la enfermedad ac
tual, se reanima repentinamente, se puede usar
muchas veces el misma medio : Ja convale
cencia no será por esto menos pronta y me
nos fácil; pero si existia una flegmasia cróni
ca antes de la aguda , esta práctica es comun
mente peligrosa. Lo será igualmente si la in
flamación es general en una ó muchas visceras:
en estos casos es menester contenerse, si el
pulso pierde su fuerza sin haber perdido nada
de su frecuencia.
CCLXX. Las flegmasías moderadas del
encéfalo ceden bien á las sanguijuelas sobre
el epigastrio cuando la gastritis ha precedido á
la encefalitis; pero las fuertes congestiones san
guíneas del cerebro exigen la sangria de la yu
gular , la arteriotomia , y las sanguijuelas apli
cadas á la parte superior del cuello; despues
es necesario aplicar el frio á la cabeza ínterin
que el calor obre en las estremidades inferiores.
CCLXXI. Las congestiones cerebrales con
debilidad de pulsó exigen el frio á la cabeza,
y la aplicacion del calor á las estreinidades in
feriores hasta la rubicundez antes de llegar á
las sangrías.
CCLXXII. Las sanguijuelas colocadas en la
parte inferior del cuello entre las inserciones
de los músculos esterno-mastoideos quitan mu
chas veces el catarro bronquial, y previenen
la tisis pulmonal. Este medio es eficaz en los
catarros que acompañan al sarampion, y que
producirían algunas veces sin él una estran
gulacion mortal. El falso aspecto purulento
de los esputos no suministra entonces contra
indicacion alguna.
CCLXXIII. Las sanguijuelas colocadas al
rededor de las claviculas y bajo las axilas, de
tienen los progresos del catarro que acaba de
introducirse en el lóbulo superior, y que pro
duciría infaliblemente la tisis pulmonal. Un
sonido repentinamente apagado ó menos claro
anuncia que el catarro ha penetrado en el pa-
renquima, é indica que es necesario insistir
sobre las sangrías locales.
CCLXXIV. Las sanguijuelas aplicadas al e-
pigastrio detienen mejor la gastritis que las
que se aplican al ano; pero estas últimas son
el remedio mas eficaz de la colitis.
CGLXXV. Cuando la colitis resiste á las san
guijuelas aplicadas al ano, y se distingue un
punto de dolor y de tumefaccion en el trayec
to del colon , una nueva aplicacion de sangui
(lvii)
jnelas en este lugar, ó las ventosas escarifica
das terminan la enfermedad.
CCLXXVI. Quitar las colitis incipientes por
las aplicaciones de las sanguijuelas en lugar
conveniente es aniquilar las epidemias de las
disenterias.
CCLXXVII. Zas anginas tonsilares farín
geas, ó laringo-traqueales, tales comoel croup,
y la coqueluche (i), ceden mejor á las sangrías
locales, que al emético que las exaspera fre
cuentemente cuando hay plétora ó gastritis 8cc.
CCLXXVIII. Hemos visto muchas veces cu
rarse los síntomas biliosos mucosos y otros lla
mados saburra gástrica mas pronta y segu
ramente por las sanguijuelas aplicadas al epi
gastrio, ó solamente por la abstinencia y por
el agua, que por los eméticos.
CCLXXIX. Zas ictericias que casi siempre
dependen en mi juicio de una gastro-duode-
nitis, ó de una hepatitis, se curan por las san
guijuelas aplicadas entre el epigastrio y el hi
pocondrio, con tal que se siga el uso de los
dulcificantes y un régimen apropiado.
CCLXXX. Zas inflamaciones articulares
ceden bien á la aplicacion de las sanguijuelas
cuando son solas ; pero si estan complica
das con la gastritis, la sangría del epigastrio
(i) Dos voces nuevas introducidas en la medicina y que
no tienen facil traduccion. El croup es una angina membra
nosa de la laringe, y la coqueluche lo que llamamos tos feri
na, pero que durante la inspiracion produce un sonido seine*
jante al canto de un gallo.
(lviii)
es comunmente necesaria para su curacion.
CCLXXXI. Siendo la calentura llamada de
incubacion de las flegmasías cutáneas agu
das, la señal á lo que pienso, de una inflama
cion de las visceras que precede á la de la piel,
las sangrias capilares practicadas lo mas inme
diato que sea posible al principal punto inte
rior de irritacion deben hacer la erupcion mai
fácil y disminuir el peligro.
CGLXXXII. Cuando la calentura secundaria
de la viruela confluente sea el efecto de la
erisipela producida por las pústulas , puede
moderarse y algunas veces prevenirse: r.° por
las sangrias practicadas en la calentura de in
cubacion; a.° por las sanguijuelas aplicadas al
cuello en el momento que precede la erisipela
de la cara.
CCLXXXIII. No siendó, en mi concepto,
la calentura llamada adinámica, que sobre
viene en las viruelas confluentes, mas que una
gastro-enteritis producida por la erisipela cu
tánea , creo que puede prevenirse por los me
dios que detienen los progresos de esta erisipe
la, (véase la proposicion precedente).
CCLXXXIV. Siempre que las lombrices
que acompañan á las gastro-enteritis agudas
sean efecto de estas flegmasias, no exigen reme
dios particulares, y se expelen por la natura
leza despues de concluida la inflamacion.
CCLXXXV. Las lombrices no piden un
tratamiento particular sino cuando las hay sin
gastro-enteritis aguda ó crónica ; 6 cuando se
ha combatido suficientemente esta inflamacion.
CCLXXXVI. Las reliquias del sarampion
son ordinariamente inflamaciones de los bron
quios, del pulmon ó de las vias gástricas, y
no exigen otro tratamiento que el de estas in
flamaciones.
CCLXXXVII. Los eméticos no curan las gas
tro-enteritis, sino por la revulsion y las eva
cuaciones críticas que provocan ; su efecto es
pue9 incierto en los casos ligeros; y en los graves
siempre son peligrosos, porque nunca dejan de
aumentar la inflamacion que no han podido
quitar. Lo mismo sucede con los purgantes;
pero los amargos aumentan mas el calor, ín
terin que los salinos ocultan la flegmasia vol
viéndola crónica. Tal es con frecuencia el efec
to de los calomelanos y de las sales neutras
que solo calman los sufrimientos de las gastro
enteritis, sosteniendo una diarrea que acaba
por el marasmo ó por la hidropesía.
CCLXXXVIII. Los vejigatorios aumentan
frecuentemente las gastro-enteritis porque la
inflamacion que producen aumenta la de la mu
cosa digestiva en lugar de causar su revulsion:
luego no hacen los servicios que se espera de
ellos en el grado de estas enfermedades que
se designa por las palabras de calentura adi
námica.
CCLXXXlX. Los vejigatorios exasperan lo
mas comunmente las inflamaciones de los di
ferentes tejidos del pulmon, sean agudas ó
crónicas cuando se les aplica antes del trata
miento antiflogístico; pero despues de las san
grías repetidas obran muy eficazmente la re
vulsion.
CCXC. El estómago es un órgano que ne
cesita ser estimulado para sostener por medio
de las simpatías que despierta el grado de ir
ritacion necesario para el ejercicio de las fun
ciones; pero debe serlo en un grado y en un
modo convenientes á su vitalidad, porque es
el asiento del sentido interno regulador de la
economía.
CCXCI. Cuando la sensibilidad y la irrita
bilidad del estómago estan muy aumentadas,
todos los estimulantes lo hieren y precipitan el
juego de las funciones á términos de aniqui
larlas. Este es el caso de las gastritis de la ma
yor intensidad del colera-morbo , de las calen
turas amarillas &c.
CCXCII. El esceso de irritabilidad del es
tómago no se manifiesta siempre por el dolor,
ni por el vómito, sino mas bien por la vio
lencia de la calentura, por el delirio, por el
estupor, y por los movimientos convulsivos:
estas simpatías deben bastar al práctico para
hacerlo muy circunspecto en el uso de los es
timulantes.
CCXCIII. Atormentado el estómago por los
estimulantes, algunas veces se desembaraza de
la irritacion arrojándola sobre los exalantes y
(lxi)
secretorios por medio de las simpatías que na
turalmente pone en accion por su destino.
Esto esplica por que todas las gastro-enteritis
eobreirritadas no son mortales.
CCXCIV. Cuando el estómago está afectado
de una inflamacion crónica de una cierta in
tensidad que ocupe toda la estension de su
membrana mucosa, creemos repugnar todos
los estimulantes y que no se puede desemba
razar de la irritacion, que estos le hacen su
frir, sino elevándose á la inflamacion aguda,
y despertando simpatías orgánicas, por cuyo
medio pueda cscitar las crisis; porque las de
relacion no lo pueden aliviar.
CCXCV. El estómago afectado de la gastri
tis crónica que se exaspera todavia por los es
timulantes está espuesto al mayor peligro, si
su inflamacion es demasiado intensa para su
frir la revulsion, porque corre el riesgo de la
desorganizacion. De aqui en estas circunstan
cias , la curacion ó la exasperacion de las gas
tritis crónicas por el uso de las aguas terma
les 8ca La irritacion que comunica al pulmon,
al cerebro y á las estremidades se convierte en
tonces con frecuencia en tisis , manía , apople-
gía ó gota.
CCXCVI. Si la gastritis crónica está circuns
cripta en un punto mas ó menos limitado del
estómago, lo que indican siempre el sitio del
dolor de esta viscera, el de los musculos que
le corresponden y la época de la digestion en
(lxii)
que todo esto es mas señalado, le desagradan
los estimulantes, aumentan sus dolores, y pro
ducen la ansiedad y la calentura ; pero cuan
do por el uso de los dulcificantes se ha calma
do la irritacion del punto enfermo, el resto
del órgano que se encuentra demasiado flojo
apetece los estimulantes: estos le procuran el
alivio, vigorizan sus fuerzas, y aumentan la
nutricion, hasta que vuelven á reanimar la
inflamacion que estaba solo adormecida. Al
momento que este último efecto se presenta
vuelven á principiar los accidentes, y los esti
mulantes son desechados de nuevo.
CCXCVII. En las flogosis parciales del es
tómago se pasan con frecuencia muchos años
en alternativas de exaltacion y de calma pro
ducidas por la versatilidad del tratamiento,
hasta que el punto de flegmasía desorganiza
la viscera, bien produciendo un escirro, bien
reblandeciendo y perforando el órgano; en
fin llega un término en el que nada se sopor
ta, y en el que es inevitable la muerte.
CCXCVIII. Las irritaciones parciales del es
tómago caracterizadas por el progreso indica
do en las proposiciones CCXCVI y CCXCVII , se
curan perseverando en rehusar los medica
mentos estomacales, concediendo bastantes ali
mentos para sostener la nutricion, pero eli
giéndolos entre los que suministran la materia
asimilable sin escitar demasiado; en fin cal
mando por las bebidas dulcificantes la irrita
(Lxra)
cion que siempre se suscita al fin de la diges
tion estomacal. Esta curacion exige algunas
veces años; pero es la única permanente, y
tambien puede salir bien aun cuando exista
un cierto grado de desorganizacion: importa
sobre todo no debilitar por las evacuaciones
sanguíneas, ni por la abstinencia que podria
hacer perder á la viscera la facultad asimi
lativa.
CCXCIX. En las gastritis y las gastro
enteritis crónicas no complicadas de colitis
se obtiene algunas veces la curacion comba
tiendo la constipacion por los calomelanos y
por las sales neutras; pero esto es solo en los
casos de ligeras flegmasías, porque si son inve
teradas y profundas, y si sobre todo se halla
la viscera espuesta á la desorganizacion , esta
cura es solo paliativa, asi como tambien las
demas que se intentan con los otros estimu
lantes.
CGC. La irritacion hemorroidal es á veces
efecto de una gastritis, ó de una gastro-ente-
ritis crónica, y debe tratarse por los mismos
medios. La exasperacion de la gastritis puede
suprimir este flujo como suprime los mens
truos; es pues grande imprudencia estimular
en este caso para hacerla aparecer de nuevo.
El tratamiento de la gastritis es mucho mas
seguro, porque cuando esta se ha disipado, ó
se curan las hemorroides sin peligro, ó vuel
ven si su flujo es útil á la economía.
(lxiv)
CCCI. Cuando los alimentos no estimulan
bastante al estómago se debilitan todas las fun
ciones; pero bien pronto desenvuelve la ham
bre en esta viscera una irritacion que reanima
muchas de aquellas de un modo contrario á la
conservacion del individuo. Tales son el furor
y la exaltacion mental de los famélicos., *
CCCII. El hambre no satisfecha puede pro
ducir la gastritis, y esta desenvolver sus sim
patías acostumbradas.
CCCIIL El ardor epigástrico . los dolores
de la cabeza y de los miembros, y lo encen
dido de la lengua, que produce la hambre,
desaparecen por la ingestion de los estimulan
tes alimenticios, cuando todavia estan en su
primer grado. Mas tarde se exasperan estos fe
nómenos y no pueden ceder sino solo á los
dulcificantes seguidos de un alimento gradua
do ; pero la sangría no puede convenir en
este caso.
CCGIV. Cuando el estómago ha dejado pa
sar á los intestinos alimentos que no lo han
escitado suficientemente para que los haya po
dido asimilar bien, sobrevienen cólicos y una
diarrea que ceden al vino y á las bebidas al
coholizadas: si se administran estas sustancias
desde la aparicion de los cólicos, se restablece
la digestion y no se verifica la diarrea: este
hecho prueba que la asimilacion se continúa
en el canal intestinal.
CCCV. La asimilacion imperfecta, de los
(lxv)
alimentos sucede frecuentemente durante el
tratamiento de las gastritis crónicas parciales
por el método dulcificante; pero las simpatías
que resultan de él no se deben atribuir á la
inflamacion. En este caso es necesario se
guir el método indicado para estas gastritis,
p. CCXCVIII.
CCCVI. La época en que la asimilacion de
los alimentos poco estimulantes llega á ser im
perfecta, durante el tratamiento de las gastri
tis crónicas generales , es la de la curacion de
estas flegmasías.
CCCVII. El que no sepa dirigir la irritabi
lidad del estómago hallará frecuentemente va
cíos para tratar las enfermedades. El conoci
miento de la gastritis, y de la gastro-enteritis
. es pues la llave de la patologia en nuestro sis
tema clínico.
CCCVI1I. Cuando las infamaciones pulmo-
nales han resistido á los antiflogísticos y á loa
vejigatorios se puede combatirlas todavia con
eficacia con los cauterios, los sedales y las mo-
xas, colocadas lo mas inmediato que se pueda
del mal. Pero no sucede siempre lo mismo con
las flegmasías mucosas del canal digestivo.
CCCIX. Las hepatitis agudas incipientes
deben quitarse con sangrías locales usadas con
prudencia, y que obren tambien con eficacia
sobre la gastro-enteritis que las acompaña casi
siempre. Esta complicacion hace el efecto de
los eméticos mas peligroso que útil.
5
(lxvi)
CCCX- Las hepatitis crónicas se palian al
gunas veces con los eméticos, los purgantes;
los calomelanos, los jabonosos; pero se curan
raras veces de otra manera que por la perse
verancia en un régimen dulcificante, y por los
revulsivos y los cauterios colocados cerca del
órgano afectado.
CCCXI. Siendo lo mas comunmente la ic
tericia apirética, aun la de los recien nacidos,
el efecto dé una gastro-duodenitis, se comba
te mas eficazmente con los remedios de esta
flegmasía , que con los purgantes y con los
pretendidos fundentes: con mas fuerte razon
cuando está acompañada de un estado febril
y cuando depende de una hepatitis.
CCCXII. La peritonitis incipiente se quita
frecuentemente con las sanguijuelas aplicadas
sobre los lados del abdomen; pero cuando ha
durado muchos dias es con frecuencia superior
A todos los remedios. La sangria general la
cura raras veces.
CCCXIII. Siendo ordinariamente la perito
nitis de las mugeres paridas efecto de una in
flamacion del útero, debe detenerse en su prin
cipio por las sanguijuelas aplicadas con profu
sion sobre el hipogastrio: ella no cede á los
eméticos sino por revulsion; es decir, que co
munmente se exaspera con su uso.
CCCXIV. El baño caliente no causa la cu
racion de la peritonitis, sino por una revul
sion ejercida sobre el tejido de la piel; y si
( LXVU )
falta esta revulsion se exaspera la enfermedad.
Asi es que con frecuencia hace el baño volver
á aparecer las peritonitis detenidas por las san
guijuelas. No sucede esto á los fomentos emo
lientes.
CGCXV. El baño caliente exaspera con fre
cuencia las gastro-enteritis agudas, porque los
estímulos de la piel se repiten ordinariamen
te en lo interior de las vias gástricas. Las apli
caciones del frio sobre el abdomen , y aun
tambien los baños frios son mas útiles cuando
los pulmones no estan inflamados. Estos me
dios dispensan algunas veces la repeticion de
las sanguijuelas.
CCCXVI. Cuando la inflamacion ataca si
multáneamente la mucosa del pulmon y la de
las vias gástricas se puede, despues de las san-
grias, aplicar el frio sobre el abdomen, te
niendo una cataplasma caliente sobre el pecho;
pero si se exaspera la tos es necesario renun
ciar al frio.
CCCXVII. Siendo , en mi dictamen , los ti
fos unas gastro-enteritis por envenenamien
to miasmático, es decir, por gases pútridos
frecuentemente con. complicacion de alguna
otra flegmasía, y sobre todo de las de la cavi
dad encefálica, pueden detenerse por el trata
miento apropiado á estas enfeimedades cuan
do se los ataca en su principio.
CCCXVIII. Cuando no se ha atacado en el
principio la irritacion.de los tifos , son comun*
(lxviii)
mente peligrosas las evacuaciones sanguíneas;
porque el veneno gaseoso pútrido debilita la
potencia vital y la química viviente á tal es
tremo que no pueden repararse las pérdidas.
CCCXIX. La prodigiosa exaltacion de los
fenómenos vitales es la causa mas poderosa de
su disminucion, y el calor es el agente mas á
propósito para producir esta exaltacion : esta
es la razon por que los tifos de los países ca
lientes, donde por otra parte son mas vene
nosos los gases pútridos, son mas peligrosos
que todos los demas, y matan á los individuos
fuertes con mas facilidad que á los débiles.
Se puede concluir de esto, que el frio es mas
eficaz que las sangrías repetidas en estas en
fermedades; pero debe emplearse desde el prin
cipio, al momento despues de las sangrías tan
to al interior cuanto al esterior.
CCCXX. El mas ligero estímulo aumenta
mucho la intensidad de los tifos de los paises
calientes cuando se administra en el primer
período. Los eméticos son pues frecuentemen
te muy peligrosos: sea un «jemplo la Jiebre
amarilla.
CCCXXI. Como las flegmasias agudas son
mucho mas rápidas cuando acometen á un te
jido afectado de inflamacion crónica, el medio
mas eficaz, en nuestro sentir, de disminuir los
estragos de la Jiebre amarilla es impedir el
desarrollo de las gastro-enteritis crónicas (que
son con frecuencia precursoras de las agu
(lxix)
das), y procurar la aclimatacion.
CCCXXII. La aclimatacion de los países
calientes se obtiene por las sangrias generales,
por una disminucion considerable de los ali
mentos, y por el reposo; pero es necesario
evitar el abuso de los alimentos vegetales y de
Jas bebidas refrigerantes que producen indi
gestiones, porque estas desenvuelven una irri
tacion que llega á ser á veces el núcleo de la
gastro-enteritis que se teme.
CCCXXIII. Las comidas abundantes son pe
ligrosas en los climas calientes para los recien
llegados, porque exigen una accion demasia
do prolongada del estómago, y porque sostie
nen una hemat08Ís considerable. El abuso de
las bebidas alcohólicas ofrece tambien mucho
peligro: estos dos escesos retardan la aclimata
cion , y facilitan el envenenamiento mias
mático.
CCCXXIV. La bebida de agua aromatizada,
animada con una sustancia alcohólica, y aci
dulada debe reparar la pérdida de los fluidos
que producen los sudores escesivos en los cli
mas del mediodia en los hombres de latitudes
septentrionales; pero si se reducen suficien
temente la cantidad de los alimentos sólidos
serán mucho menos considerables la sed y los
sudores.
CCCXXV. Los estimulantes concentrados '
son siempre dañosos á los habitantes del nor
te, que han pasado al mediodia, á lo menos
(lxx)
hasta la época de la aclimatacion.
CCCXXVL Cuando la resolucion de las
fuerzas sucede á la sobre-irritacion en las fie
bres amarillas, los principales recursos se en
cuentran en las bebidas y en las lavativas aci
duladas , y en el frio aplicado á lo esterior del
cuerpo si es considerable el calor de la piel.
CCGXXVII. Cuando las gastro-enteritis a-
gudas tifoideas, ó no tifoideas han resistido á
las sangrías capilares hechas en el epigastrio,
y despues en el pecho y en la cabeza en casos
de repeticion de la fiegmasia en estas cavida
des; cuando aparecen el entorpecimiento, el
estupor, y la debilidad del pulso, es necesario
alimentar con bebidas gomosas, azucaradas y
aciduladas; pero si se limpia la boca, y se ma
nifiesta el apetito , es menester usar de aguas
lacticinosas, y despues de caldos muy ligeros:
de otro modo podria el enfermo perecer de
inanicion antes que se terminase la flegmasía.
CCCXXVIII. Las náuseas y los vómitos del
principio de las gastro-enteritis agudas no exi
gen el emético; pero sí las sanguijuelas al epi
gastrio , y las cataplasmas emolientes y bien
calientes á las estremidades inferiores.
CCCXXIX. La constipacion del vientre es
ventajosa en las gastro-enteritis agudas, porque
indica que el colon no participa de la inflama
cion. Ella no exige mas que una lavativa emo
liente por dia aun cuando persistiera; y si el ca
lor es considerable debe darse fria la lavativa.
(lxxi)
CCCXXX. La diarrea de las gastro-ente-
rito-colitis agudas se quita en el principio por
las sanguijuelas al ano en número proporcio
nado á las fuerzas del enfermo; pero si es con
siderable la postracion, y el aparato sanguí
neo deficiente, debe satisfacer el agua de arroz
gomosa y lavativas con la disolucion del al
midon y algunas gotas de la tintura acuosa
de opio. '
CCCXXXI. Cuando la resudacion abundan
te de las picaduras de las sanguijuelas ha pro
ducido una grande debilidad en el principio
de una gastro-enteritis aguda , es menester
guardarse mucho de reanimar de pronto al
enfermo por fuertes estimulantes; se le debe
dejar en este estado, si no se interrumpe la
circulacion, porque comunmente es seguido
de una curacion pronta, y de una convalecen
cia estremadamente rápida. Si no obstante su
cede un estado persistente de síncope y de as
fixia, se deben administrar algunas cuchara
das de agua vinosa, y volver á los dulcifican
tes en el momento que el pulso se haya res
tablecido. ^.
CCCXXXII. Cuando la hemorragia de las
sanguijuelas persiste á pesar del estado de sín
cope y de asfixia se debe detener la sangre so
bre todo en los párhulos que estan mas es
puestos á morir de hemorragia, y que por lo
mismo exigen un cuidado particular.'
CCCXXXII1. Las sangrias locales, la absti
( LXXII )
nencia y las bebidas acuosas hacen siempre
abortar las flegmasías incipientes cuando la
inflamacion no es todavia muy estensa en las
visceras; pero si muchos órganos estan infla
mados al mismo tiempo, y en una grande es-
te.nsion , lo que indican el esceso de ansiedad,
de postracion y la estrema frecuencia del pul
so , se evacuará toda la sangre mas bien que
detener la enfermedad. En estos casos persiste
la frecuencia del pulso á pesar de la abundan
cia de las evacuaciones sanguíneas; entonces
se debe economizar este fluido , y limitarse á
alimentar al enfermo con bebidas acuosas, que
se las hace gomosas, ó lacticinosas cuando la
boca no está cubierta de una costra negruzca.
CCCXXXIV. Un meteorismo incipiente en
las gastro-enteritis agudas se disipa por la apli
cacion de las sanguijuelas en el abdomen: tam
bien se cura por la.de la nieve. Si se deja per
sistir , ó se dan estimulantes puede cambiarse
en peritonitis.
CGCXXXV. Los saltos de tendones y el
delirio que sobrevienen durante el curso de
unJ^astro-enteritis aguda, indican que la ir
ritacion se multiplica en el encéfalo, y ceden
en el momento de su principio á la aplicacion
de las sanguijuelas al abdomen ; pero si estos
síntomas han durado ya algun tiempo, quizá
convenga atacar con las sanguijuelas aplicadas
á los temporales, ó mejor todavia sobre el tra
yecto de las yugulares, porque la irritacion
(lxxiii)
simpática del cerebro puede haberse transfor
mado ya en verdadera flegmasia.
CCCXXXVI. Cuando el apetito se declara
con energía en las gastro-enteritis agudas des
pues de haber vuelto el enfermo de su estu
por, se le deben permitir caldos á pesar de
persistir la frecuencia del pulso , del calor acre
y de la rubicundez de la lengua : de otro mo
do la hambre redoblaría la gastritis y volvería
á traer el estupor, la obscuridad, y la postra
cion ; pero serian dañosos alimentos mas sus
tanciales usados sin prudencia.
CCCXXXVII. Cuando en una convalecen
cia de gastro-enteritis aguda se desenvuelven
el dolor de cabeza , mal sabor de voca , náu
seas, ansiedad, y la frecuencia del pulso, pue
de venir de que el convaleciente ha comido
demasiado. En este caso es menester cercenar
por un dia los alimentos en lugar de adminisr
trar vomitivos y purgantes. Al dia siguiente
estará restablecida la convalecencia.
CCCXXXVIII. Cuando durante el curso de
una gastro-enteritis sobrevienen dificultad
de orinar generalmente , es que la irritacion
se ha comunicado á la vejiga. Una pronta
aplicacion de sanguijuelas al hipogastrio quita
esta complicacion , y previene una porcion de
accidentes.
CCCXXXIX. Cuando en el curso de una
gastro-enteritis se forme una parótida, se
debe quitar, ó por lo menos moderar sus pro
(lxxiv)
gresos con la aplicacion de las sanguijuelas si
el sugeto no está exánime : de lo contrario es
ta flegmasia externa podrá reanimar la inter
na , ó producir una congestion funesta en el
cerebro.
CCCXL. Cuando sobreviene una epistasis
en una gastro-enteritis aguda , es ventajosa si
disminuye la frecuencia del pulso. Si se hace
escesiva, se combate con un vejigatario colo
cado á la nuca ó entre los omoplatos.
CCCXLI. Si se declara una hemotisis en
una gastro-enteritis aguda á pesar de las san
grías, exije un vejigatorio sobre lo alto del
esternon. Las hemorragias intestinales, quie
ren un vejigatorio sobre el abdomen, y be
bidas gomosas, ó la tisana de arroz con el áci
do sulfúrico; porque estas hemorragias pro
ducen un desfallecimiento de las visceras que
impide que el vejigatorio sea dañoso.
CCCXLII. Se previene á veces la tisis
pulmonar destruyendo pronto por los antiflo
gísticos y por la revulsion las irritaciones del
aparato respiratorio.
CCCXLIH. La hipocondría se cura y se
previenen los escirros del canal digestivo, y
aun la tisis putmonal en ocasiones por los
medios que destruyen las gastritis crónicas. El
ejercicio muscular, y la distraccion, tienen
un gran lugar á veces.
GCGXLIV. Los infartos del hígado se sue
len prevenir , y curar por los medios que
son á propósito para las gastro-enteritis cró
nicas.
CCCXLV. Las gastritis crónicas se curan
por los alimentos ligeros, y sobre todo por
la atencion de refrescar el estómago con be
bidas acuosas, administradas en pequeñas do
sis, desde la primera hora que sigue á la
ingestion de los alimentos, hasta la comida
siguiente, ó hasta Ja hora del sueño.
CCCXLVI. No se deben tratar con las san
grías locales repetidas y con la abstinencia
completa sino las gastro-enteritis crónicas de
los sugetos robustos ; porque este tratamiento
postra á las personas débiles en una decaden
cia que es menester años para reponerse de
ella, y en todo este tiempo es estremada la
movilidad , y muy fáciles las recaidas. La per
sistencia en el régimen dulcificante, y en el
uso de las bebidas acuosas durante la diges
tion, basta siempre á esta clase de enfermos, y
les procura la curacion si las visceras no estan
desorganizadas. Pero se les ha de prevenir la
longitud de estas curaciones, advirtiéndoles
que son las únicas durables.
CCCXLVII. La equitacion es peligrosa en
las gastritis crónicas con exaltacion considera
ble de la sensibilidad del estómago.
CCCXVIII. Elairede las grandes ciudades es
dañoso á las personas atacadas de gastritis cró
nica; el del campo les es ventajoso, sobretodo
con el ejercicio; porque estos modificadores
(lxxti)
de la misma manera que las bebidas acuosas
precipitan la digestion, cuya lentitud sostiene
la irritabilidad del estómago.
CCCXLIX. Los vomitivos, los purgantes,
y los tónicos, no hacen sino curas paliativas
en las gastritis y en las gastro-enteritis cróni
cas, y hacen frecuentemente mas difícil la
curacion radical.
CCCL. Las aguas minerales , cualquiera
que sea su composicion y su temperatura, no
curan la gastritis crónica sino por las evacua
ciones revulsivas que provocan; pero esto es
á veces despues de haberla exasperado ; asi es
que estas curaciones no suelen ser radi
cales, y despues de haberlas ensayado por mu
chos años consecutivos acaban los enfermos
lo mas frecuentemente por ser incurables.
CCCLI. Siendo los infartos crónicos del hí
gado , del bazo, y del mesenterio casi siempre
los efectos de las gastro-enteritis crónicas , no
pueden curarse completamente sino por el
tratamiento que conviene á estas últimas en
fermedades.
CCCLII. Los medicamentos farmacéuticos
y las aguas minerales que procuran la evacua
cion de la bilis, del moco, de las orinas, ó
que escitan sudores, hemorragias, é inflama
ciones cutáneas, disminuyen momentáneamen
te por esta revulsion los infartos del hígado y
del bazo cuando no es estremada la irritacion
de las vias gástricas; pero en muchos casos no
(lxxvii)
hacen la curacion definitiva. Esta se obtiene
solo por una larga perseverancia en el régi
men conveniente á las gastro-enteritis cró
nicas.
CCCLIII. Los infartos mucosos de los pul
mones, ó los catarros crónicos con la escre-
cion difícil de la mucosidad bronquial, se pa
lian por los espectorantes y los incisivos de los
autores; pero yo he visto que no se curan sino
con los antiflogísticos, la influencia del calor
y la revulsion.
CCCLIV. Si se quisieren prevenir los es
cirros del cuello del útero que sobrevienen en
la época llamada crítica en las mugeres que
tienen las menstruaciones dolorosas, es necesa
rio apagar la irritabilidad de la matriz largo
tiempo antes que llegue esta época.
CCCLV. Siendo el abuso de los placeres
venéreos y las violencias que sufre el útero
causas frecuentes del cancer de la matriz,
se debe tratar de calmar las irritaciones
crónicas del cuello que son su consecuencia
con el fin de prevenir la formacion del cancer.
CCCLVI. Los cálculos de los ríñones y las
arenas no necesitan siempre mucho tiempo
para formarse : se curan lo mas comunmente
aplicando sanguijuelas sobre la region de los
riñones, y administrando las bebidas emolien
tes en el momento que se dejen ver los pri- *
meros accidentes de la nefritis, y tambien
puede desaparecer enteramente la costum-

*
(lxxviii)
bre de sufrir esta enfermedad.
CCCLVII. Los diuréticos poderosos, tales
como los xabonosos, los alcalinos , la uva
ursí, la trementina 8cc. , procuran la salida
de las arenas ya formadas ; pero sostienen con
frecuencia la flegmasia latente que las pro
duce.
CCCLVIII. El catarro reciente de la ve
jiga de la orina cede con facilidad á las san
grías locales, á las bebidas refrigerantes, á la
abstinencia y á la escitacion de las irritaciones
esternas que hayan desaparecido; pero si se
hace crónico es comunmente incurable, y.lo9
diuréticos no hacen mas que paliarlo. Los me
dios que procuran mas alivio en este últi
mo caso se toman casi siempre de los antiflo
gísticos.
CCCLIX. La locura no existe sin un gra
do cualquiera de irritacion en el cerebro,
acompañada y comunmente dependiente de
una gastritis crónica; y estas enfermedades de
ben tratarse con las sangrías locales, con los
antiflogísticos y con los revulsivos. En aban
donándolas á la naturaleza se esponen los ma
niacos á la epilepsia como igualmente á la pa
ralisis y á la apoplegía, que son las consecuen
cias de la desorganizacion del encéfalo. Tam
bien se esponeil á las alteraciones orgánicas
del abdomen que son casi siempre el término
de las gastritis despreciadas.
CCCLX. La tisis pulmonar , la peritoni
(lxxtx)
tis, los reumatismos y la gota no son en mu
chas ocasiones mas que accidentales en la ma
nía : no sucede asi á las flegmasias mucosas del
abdomen y á los infartos de los parenquimag
de esta cavidad. Segun esto se conoce lo que
se necesita hacer para prevenir y para curar
estas enfermedades accidentales.
CCCLXI. Las principales diferencias que
se deben establecer entre los casos de enage-
naciones mentales , no deben tomarse esclusi-
vamente de la naturaleza del delirio, sino
tambien á veces del grado de la irritacion or
gánica del encéfalo y de las vías gastricas. Las
mas inflamatorias son las mas graves, las de-
mas se graduan por debajo segun la intensidad
de la inflamacion , despues segun su duracion
y las probabilidades de desorganizacion: de
aqui se toman las indicaciones del tratamiento
físico; pero la naturaleza del delirio conduce á
la determinacion de los mejores medios morales.
CCCLXII. La tisis laríngea y la tra
queal son constantemente el efecto de una
flegmasia local que no ha sido detenida en su
principio; y no llegan generalmente á ser
mortales sino por una perineumonía, ó por
una gastro-enteritis consecutivas: se preven
drá pues esta desgracia en tales casos , destru
yendo al principio la inflamacion traqueal , ó
se retardará si está ya adelantada oponiéndose
al desarrollo de la del pulmon y de los órga
nos de la digestion.
(lxxx)
CCCLXIII. Las hipertrofias del corazon
que no son congenitas siendo con frecuencia
efecto de una flegmasia latente, pueden enton
ces prevenirse por las sangrías generales y lo
cales, por la digital, y por la revulsion verifi
cada sobre el punto donde estuviera la irrita
cion esterior que hubiese retrocedido, si se
emplean estos medios en el momento que las
pulsaciones del corazon han adquirido una
energía extraordinaria. Entonces los anti-es-
pasmódicos solo son paliativos impotentes.
CCGLXIV. La digital no amortigua las
contracciones del corazon sino cuando se de
posita en un estómago esento de inflamacion,
y que esta no exista en las principales visce
ras; en los casos contrarios las acelera hacien
do progresar la -flogosis.
CCCLXV. La digital debilita la potencia
contractil del aparato muscular locomotor;
puede pues ser útil en las convulsiones, con tal
que no exista punto de inflamacion en las vis
ceras ; pero en ningun caso es prudente au
mentar mucho la dosis, ni continuar su uso
por largo tiempo.
CCCLXVí. Las hemorragias espontáneas
deben combatirse como las inflamaciones con
las sangrias generales y locales, con los refri
gerantes, y sobre todo con la revulsion, si es
fuerte el del sugeto: este último medio es el
mejor recurso cuando la debilidad llega á ser
considerable.
(lxxxi)
CCCLXVII. Siendo frecuentemente las he
morragias espontáneas sostenidas por un foco
de inflamacion, ya local, ya distante, debe
siempre dirigirse la atencion del médico hácia
esta causa.
CCCLXVIII. Las hemorragias espontáneas
coinciden muy frecuentemente con una hiper
trofia del corazon : la digital puede pues ser
útil entonces, siempre que el estómago permi
ta su uso.
CCCLXIX. Las hemorragias espontáneas si
guen con mucha frecuencia á la inflamacion , ó
toman su carácter en el mismo lugar. Es ne
cesario pues atacar las del pulmon por el trata
miento antiflogístico y revulsivo, teniendo
fuerza y vigor el enfermo.
CCCLXX. Las aguas minerales irritan en
las circunstancias acabadas de pintar viva
mente al corazon y á todo el aparato sanguí
neo, aumentan la disposicion hemorrágica, la
producen tambien en los que no la tienen , y
determinan con frecuencia el aneurisma , las
paralisis, y las apoplegías.
CCCLXXI. Cuando son los espasmos y las
convulsiones de toda especie el efecto de una
irritacion local , fija ó ambulante , ceden á los
antiflogísticos, y algunas veces á los revulsivos
cuando no se ha desorganizado el tejido ir
ritado.
CCCLXXII. Lo anti-espasmodicos (i) no
(i) A4vierlo que por anti-eipasroódico» designo los me
(lxxxh)
curan las afecciones convulsivas, sino cuando
los soporta el estómago sin sobre-escitarse, y
cuando el punto de irritacion que causa estas
afecciones no se eleva á un grado de inflama
cion. Y asi es que son con frecuencia dañosos
en la hipocondría y el histérico.
CCCLXXIII. Los anti-espasmódicos pueden
suspender los fenómenos nerviosos á pesar de
la inflamacion dei tejido de que dependen estos
fenómenos; pero se exaspera la enfermedad, y
no se obtiene la curacion sino por los antiflo
gísticos y por los revulsivos. El ejercicio de
los músculos locomotores es el mejor medio
de destruir la movilidad convulsiva: obra ha
ciendo mudar de lugar á las irritaciones visce
rales, consumiendo una actividad superflua, y
llamando las fuerzas hácia la nutricion y hácia
los tejidos exalantes y secretorios.
CCCLXXIV. La sobriedad es una condicion
6*m la cual es imposible curar los fenómenos
espasmódicos y convulsivos.
CCCLXXV. El escorbuto sin inflamacion
cede con prontitud á los alimentos sanos vege
tales, ó animales, con tal que su efecto sea fa
vorecido por un aire puro y seco , por la luz,
por las pasiones agradables , y los estimulan
tes activos pueden acelerar la curacion; pe
ro si está complicado con flegmasías, la gela-

dicamentos estimulantes, según la acepcion vulgar, y no


los dulcificantes, aue casí siempre son ios mejores anti-es
pasmódicos.
(lxxxiii)
tina, la albúmina, la leche, los mucoso-azu*
carados, y los oleaceos deben administrarse
sin mezcla de estimulantes. Los anti-escorbú-
ticos acres, los amargos, los alcoholicos son
entonces dañosos sobre manera seguii nuestra
observacion.
GGCLXXVI. Creyendo nosotros que la afec
cion de las encías que acompaña algunas ve
ces al escorbuto, es una inflamacion, pensa
mos que deba combatirse en un principio por
los antiflogísticos, y mas tarde por los tópicos
ligeramente irritantes; pero es indispensable
quitar el sarro de los dientes. Las inflamacio
nes de las encías sin diatesis escorbútica, las
miramos en el mismo caso, y son mas comu
nes que las escorbúticas.
CCCLXXVII. Hay cinco modos en uso pa
ra tratar las inflamaciones intermitentes y
remitentes: i.° por los antiflogísticos durante
el período del calor : a.° por los estimulantes
y los tónicos durante la apirexia: 3.° por los
estimulantes dados durante el calor: 4.° por
los estimulantes administrados al momento de
los calofríos; y 5.° por los antiflogísticos du
rante la apirexia.
CCCLXXVIII. Zas inflamaciones intermi
tentes ceden ,á las sangrias y al frio aplicados
durante el período del calor en la primavera,
cuando el sugeto está robusto y pletórico, y
cuando es reciente la enfermedad. En estos ca
sos deben colocarse las sanguijuelas lo mascer
(lxXxiv)
ca que se pueda del principal punto de irri
tacion.
CCCLXXIX. Las inflamaciones intermiten
tes ceden sin peligro á la quina y á los otros
tónicos durante la apirexia cuando no hay plé
tora, y cuando las visceras principales, y so
bre todo los órganos de la digestion no conser
van ningun vestigio de inflamacion despues
del período del calor ; es decir , cuando la ca
lentura no es remitente.
CCCLXXX. Las inflamaciones intermiten
tes se curan raras veces por los estimulantes
administrados durante el período del calor:
este método hace mas bien á la inflamacion
continua ó remitente.
CCCLXXXI. Raras veces se curan las in
flamaciones intermitentes por los estimulantes
administrados al instante de los calofrios, por
que la irritacion que provocan aumenta la in
tensidad del período de calor. Este método ca
si no sale bien sino despues de haber usado
los antiflogísticos , y en los sugetos robustos y
en los que es completa la apirexia.
CCCLXXXII. Las inflamaciones con exas
peraciones periódicas se curan con los antiflo
gísticos administrados durante la remision,
cuando quedan inflamaciones en las visceras
despues del sudor ; y sobre todo cuando esta
inflamacion es bastante interna para sostener
un grado cualquiera de pirexia , esto es, cuan
do la calentura es verdaderamente remitente.
(txxxv)
CCCLXXXIIL El mejor método para cu
rar con seguridad las inflamaciones con exas
peraciones periódicas, consiste en usar al prin
cipio los antiflogísticos durante el calor, de
manera que se haga completa la apirexia; en
continuar este tratamiento despues del acceso,
si aun no lo es; en dar la quina y los demas
tónicos en toda la duracion de la apirexia; en
administrar los estimulantes difusivos durante
los calofrios para volver en seguida á las be
bidas refrigerantes cuando se ha desenvuelto
el calor.
CCGLXXXIV. La quina y los estimulan
tes administrados mientras haya inflamacion
en las vias gastricas elevan la flegmasia al esta
do agudo y continuo, ó. la sostienen en una
graduacion crónica haciendo cesar los accesos:
entonces se desenvuelven la irritacion y la
congestion en las visceras parenquimatosas. De
esta manera produce la quina las obstruc
ciones.
CCCLXXXV. Zas inflamaciones intermi
tentes abandonadas á la naturaleza , se curan
cuando son ligeras, y cuando no existen ya
sus causas determinantes: en los casos contra
rios, ó, se elevan á la continuidad aguda, ó de
generan en una continuidad crónica, que al
fin acompañan las obstrucciones ó la hidro
pesía.
CCCLXXXVL. Las obstrucciones de las vis
ceras parenquimatosas (hígado, bazo, pul
(lxxxvi)
mones), sobrevienen algunas veces en las ca
lenturas intermitentes sin que pase al estado
continuo la inflamacion de la mucosa gástrica;
entonces se curan por la quina administrada
durante la apirexia,
CCCLXXXYII. Cuando la quina detiene
los accesos de una calentura intermitente, y
sobrevienen la ansiedad , los infartos viscera
les, la inapetencia, y una pequeña calentura,
•es porque el medicamento administrado de
masiado pronto ínterin que las- vias gástricas
conservaban todavia la irritacion , ha produci
do una inflamacion crónica de la mucosa de
estos ói ganos. En este caso puede muy bien
obtenerse la curacion por los antiflogísticos.
CGGLXXXVIII. Cuando la supresion de los
accesos de una calentura intermitente, es se
guida de un estado patológico apirético, la
vuelta de los accesos provocada por el baño
frio y por los purgantes, puede ser un bien si
la crisis de los accesos quita la irritacion de las
vias gástricas cuando existiese, de manera que
llegue á ser completa la apirexia; pero si no
lo es, eite regreso es un mal. En el primer
caso debe darse la quina durante la apirexia;
en el segundo es menester recurrir á los anti
flogísticos , habiendo indicacion verdadera
para ello, que curan la enfermedad ó hacen
completa la apirexia, de manera que pueda
volverse á administrar en ella la quina coa
ventajas.
( LXXXVII )
CCCLXXXIX. Cuando el estómago no pue
de soportar la quina en una calentura inter
mitente, debe administrarse este medicamen
to por lavativas; pero si se hallan inflamados
los intestinos gruesos, no puede emplearse la
quina sino al esterior, ya en un tópico, ya en
fricciones con su tiutura alcoholica. En este
caso deben darse al mismo tiempo los dulci
ficantes al interior: tambien convienen los ru-
befacientes en la apirexia..
CCCXC Las calenturas intermitentes lla
madas perniciosas deben tratarse como la9
que no tienen este epíteto, solo que es me
nester obrar con mas prontitud.
CCCXCI. Algunas.veces se- declara la hidro-
pesia desde los primeros accesos de las calen
turas intermitentes; pero por lo comun es el
resultado de su prolongacion..
CCCXCIL. La hidropesía producida por un
obstáculo en la circulacion cede á las sangrías
y á los diuréticos ligeros r si no es incurable la
causa del obstáculo. La digital es útil entonces
si esta causa depende de Ja hipertrofia del co
razon.
CCCXCIII. La hidropesía ocasionada por la
influencia simpática de una flegmasia crónica
es raras veces curable, porque esta flegmasia casi
nunca la ocasiona sino despues de haber des
organizado la parte donde está. El tratamien
to se compone del que conviene á la flegmasia,
y de los diuréticos administrados con discrecion.
(Lxxxvin)
CCCXCIV. La hidropesía que depende de
una separacion accidental de los fluidos sero
sos, es decir de la cesacion de la accion en los
capilares depuradores, cede al restablecimien
to de la transpiracion y del curso de las orinas.
Los vapores calientes y secos aplicados á la
piel, los baños secos y estimulantes (arena ca
liente, orujo de uva &c.), los diuréticos, y
tambien los purgantes, procuran estas curacio
nes; pero es menester tener cuidado de des
truir la plétora , y de no' exasperar las infla
maciones que podrian existir simultánea
mente.
CCCXCV. Las hidropesías que provienen
de la mala asimilacion desaparecen por los tó
nicos, el aire caliente, seco, luminoso, los
buenos alimentos, y los remedios del escorbu
to , si coexiste esta enfermedad. Pero las que
tienen por causa el abuso del mercurio y de
las demas sustancias minerales, resisten algu
nas veces por la gastro-enteritis que suele
acompañarlas; y que con frecuencia concurre
á producirlas.
CCCXCVI. Las hidropesías debidas á la es
casez, á las hermorragias y á las demas causas
de estenuacion se curan con los tónicos, los
buenos alimentos, el vino, el alcohol, y los
diuréticos activos cuando no existe ningun
punto de desorganizacion en las visceras; pe
ro es necesario mucho cuidado para graduar
la restauracion.
(lxxxix)
CCCXCVII. Las escrófulas incipientes al
esterior del cuerpo, podrán á veces quitarse
por las sanguijuelas aplicadas con atrevimien
to, evitándose asi quizá el establecimiento de
la diatesis, que no es mas que la repeticion de
la irritacion por la semejanza de los tejidos, á
lo que creo.
CCCXCVIII. La disposicion escrofulosa (que
siempre- se declara al esterior) no inveterada
se destruye por el aire seco, caliente y lu
minoso, esto es, por las cualidades del aire
opuestas á las que la producen. Cede tambien
al ejercicio-, pero sobre todo al aire libre y
demás medios higiénicos.
CCCXCIX. Los estimulantes tomados inte
riormente no curan la disposicion escrofulosa,
sino por la escitacion de los depuradores, es
decir, por revulsion; y si no la producen sue
len exasperar la irritacion escrofulosa como
otra cualquiera.
CD. Cuando los estimulantes tomados in
teriormente en las escrófulas no producen la
revulsion, desenvuelven muchas veces la gas-
tro-enteritis, y la añaden á las irritaciones es
crofulosas del esterior ; esta es la atrofia mesen-
térica de los autores en mi juicio ; y si el pul
mon contrae la irritacion , se verifica la tisis
llamada escrofulosa.
CDI. La diatesis escrofulosa inveterada al
esterior del cuerpo se destruye con el tiempo
por el ejercicio al aire libre, la sobriedad y los
alimentos sanos, como los estimulantes se ma
nejen de manera que no desenvuelvan flegma
sías en las visceras.
CDII, En la diatesis escrofulosa invetera
da he usado con utilidad los cauterios, favo
reciendo sus efectos una gimnástica convenien
te, y no llamando la irritacion hácia el inte
rior por el abuso de los estimulantes.
CDIII. La osteo-malaxia es una irritacion
del sistema oseoso que depende, en mi opinion,
de las mismas causas que las escrófulas, y que
hemos curado generalmente de la misma
manera. '. ' ,
CDIV. Las pneumonía? crónicas (tisis en
mi sistema ) son mas raras que las gastro-en-
teritis crónicas (tabes mesentéricas ) en los es
crofulosos y los raquíticos todavia niños; por
que creemos al pulmon entonces menos dis
puesto á la inflamacion que las vias gástri
cas ( i ) ; importa pues mucho no añadir nada
á esta disposicion-
CDV. La sífilis es, en mi juicio* una irri
tacion que afecta el esterior del cuerpo , como
las escrófulas, y en consecuencia creo que po
drá prevenirse su repeticion, que forma la
diatesis, atacándola en su principio por los an-

(i) Parecía dictar la razon que la mucosa pulmonal se


afectase mas fácil y generalmente que la gástrica, o al me
nos que se disputasen (si puede usarse esta \oz) á preferen
cia y rasi esclusiva que B.... concede á esta membra
na sobre aquella , y demás pai tes de la organizacion
animal K. D. E.
(xci)
tiflogísticos locales, y sobre todo por sangui
juelas abundantes.
CDVI. La irritacion sifilítica inveterada ce
de, segun mi práctica, á los antiflogísticos y
á la abstinencia; pero como esta cnra es peno
sa, se prefieren el mercurio y los sudoríficos.
CDVII. El mercurio, los sudoríficos y otros
estimulantes no curan, en mi concepto, la si-
filis sino ejerciendo la revulsion sobre los ca
pilares depuratorios, pero es necesario que sea
favorecida por una dieta juiciosa, porque una
hematosis demasiado copiosa podría sostener
la irritacion sifilítica.
CDVIII. Los estimulantes , llamados anti
venéreos, deben administrarse interiormente
con mucha prudencia ; de otro modo desen
vuelven frecuentemente, segun nuestra ob
servacion, gastro-enteritis que reflejan sobre
las irritaciones sifilíticas esteriores, y no se ve
rifica la revulsion; ó bien se llama la irrita
cion sobre las visceras, que acaban desorga
nizándose;
CDIX. Cuando los estimulantes llamados
antivenéreos han desenvuelto una gastro-ente
ritis, y no se ha curado la sífilis, no puede
esta ceder sino con la gastro-enteritis á una
larga perseverancia en el tratamiento antiflo
gístico; pero si se han desorganizado las visce
ras gástricas, ó se ha debilitado demasiado el
enfermo, es imposible la curacion.
CDX. Las flegmasias gástricas provocadas
por el abuso de los anti-venéreos se transmi
ten fácilmente á los pulmones , y la tisis es
su consecuencia sino se entabla el tratamiento
antiflogístico con prontitud y con mucba e-
nergía.
CDXI. Los estimulantes mercuriales aplica
dos localmente á las inflamaciones sifilíticas es
ternas las exasperan cuando son intensas; y no
pueden curarlas sino cuando son débiles, opo
niendo irritacion á irritacion.
CDXII. La predisposicion á las sífilis es,
la misma que la predisposicion á las escrófu
las ; asi es que los eugetos que la tienen son
mas difíciles de curar que los demas.
CDXIII. Los sugetos predispuestos á la
gastritis deben tratarse en sus sífilis con los
antiflogísticos tanto al esterior como al inte
rior; si se estimulan por la via del estómago
se sobre-irrita este, y algunas veces tampoco
se cura la sifiüs.
GDXIV. Las irritaciones cutáneas que se
llaman herpes pueden tratarse con las sangrías
locales, los emolientes al esterior, los refrige
rantes al interior, ínterin exista inflamacion á
la piel; cuando no queda en ella mas que una
irritacion sub-inflamatoria , pueden aplicarse
á la piel los estimulantes, sobre todo los sul
fúreos, y puede intentarse la revulsion por via
de los sudoríficos, de los diuréticos y de los
purgantes; pero es menester no llevar el estí
mulo interior hasta producir la gastro-enteri
(cxm)
tis, porque esta hace volver á parecer Io9 her-
pes, ó si no desorganiza las visceras de la di
gestion &c. Esto es lo que se llama herpes re-
tropulsos. Todo lo dicho puede aplicarse á la
lepra llamada de los griegos , ó tuberculosa.
CDXV. En las curaciones que se obtienen
de las flegmasías , de las sub-inflamaciones , de
las ulceraciones , en una palabra de todas las
irritaciones situadas al esterior del cuerpo por
medio de los astringentes, de los narcóticos,
de los rubecientes, de los cáusticos; en los eri
temas, las oftalmias, las blenorragias, las sar
nas, los herpes, las escrófulas, las afecciones
sifilíticas &c., creemos que no se debe ver mas
que irritaciones morbíficas, que ceden á irri
taciones medicamentosas. Pero estas curacio
nes no se verifican sino cuando las primeras
son poco intensas. Si lo son mucho, se aumen
tan y es inminente la desorganizacion. Asi es
como con frecuencia son sus productos las úl
ceras depascentes, ó los cánceres. El trata
miento de las irritaciones con los irritantes
podrá en ciertos casos, si no es precedido del
uso de los antiflogísticos, aventurarlo todo al
acaso.
CDXVI. Cuando la irritacion esterior que
se ataca por los irritantes es intensa, habitual
y acompañada de una pérdida abundante de
fluidos, ó se aumenta sin mudar de lugar, ó
es reemplazada por un esceso de accion de los
secretorios depuradores, ó en fin se convierte
( XCIV )
en una irritacion morbífica de las visceras;
estos dos últimos casos son revulsiones; pero
la una es ventajosa y la otra perjudicial.
CDXVII. La curacion de las flegmasías
intensas, tales como la peritonitis, sea ó no
puerperal, el reumatismo agudo, la pneumo
nía 8cc., por el tártaro estibiado, por los ca
lomelanos, por las fricciones mercuriales, por
el opio, por el aceite de trementina, por los
drásticos, no la creemos efecto de una accion
sedativa directa, sino de la escitacion de un
gran número de simpatías orgánicas que abren
la puerta á la revulsion , asi es que no se ob
tienen sino por evacuaciones críticas; y si el
estimulante es demasiado débil para producir
las, ó si la irritacion morbífica es demasiado
intensa para dejarse desalojar, se aumenta la
enfermedad, y la desorganizacion aguda ó cró
nica es la consecuencia cuando este método
de tratamiento no va precedido del antiflogís
tico, y aun asi puede arriesgarse en ocasioties
mucho en él.
CDXVIII. Es raro que la curacion de las
irritaciones morbíficas agudas obtenida por
violentos estímulos revulsivos no sea seguida
de una irritacion morbífica crónica, y por lo
que yo pienso, de la gastro-enteritis. Asi es
como se producen , en mi concepto, muchas
hipocondrías, porque el estímulo vivo del es
tómago acumula la sensibilidad en esta visce
ra, y da mas actividad á las simpatías. que la
( xcv )
asocian con el resto de los órganos. En este
caso solo se ha cambiado una enfermedad
por otra.
CDXIX. los envenenamientos por los ve
getales acres, por los minerales corrosivos,
por los ácidos concentrados, por los alcalinos,
por las cantáridas, son generalmente gastro
enteritis que propenden á la ulceracion , si
esta no es ya la consecuencia de una escara
producida por estas sustancias: sil tratamien
to es pues el de las inflamaciones ordinarias;
pero es menester escluir de él los ácidos.
CDXX. Los envenenamientos por los nar
cóticos se notan sin corrosion en su principio,
pero acompañados de una repeticion de la ir
ritacion en el aparato encefálico, lo que pro
duce la congestion, la embriaguez, el delirio,
las convulsiones &c. Deben tratarse por las
bebidas aciduladas y sin sangrias , mientras
que subsista el estupor en un grado conside
rable; pero cuando se ha disipado este, debe
combatirse la inflamacion restante , como la
que procede de la impresion de las sustancias
acres ; porque puede tener todos sus resulta
dos. Frecuentemente tiene por consecuencias
las vesanias.
CDXXI. Los envenenamientos por el plo
mo (cólicos del plomo) son, en mi opinion,
gastro-enteritis de diferentes grados. En el me
nor, que es sin calentura, puede curarse por
la revulsion que obran los eméticos y los pur
(xcvi)
gantes, del mismo modo que las gastro-ente-
ritis Comunes de la misma graduacion; pero
este tratamiento deja con frecuencia despues
de él una ,flegmasia crónica de la mucosa di
gestiva. En el grado febril los cólicos del plo
mo no deben tratarse sino como las gastro
enteritis de la misma graduacion. Resulta de
aqui que el único tratamiento que puede ins
pirar mas confianza es el antiflogístico bien
entendido.
CDXXII. Los envenenamientos por la in
gestion de las carnes podridas , de los pesca
dos corrompidos y de los hongos, son, por
mi observacion, gastro-enteritis acompañadas
de congestion cerebral, de estupor, y seguidas
prontamente de la resolucion de las fuerzas:
deben tratarse por el vómito provocado por
medio de bebidas dulcificantes , y por pur
gantes mucoso-azucarados, y las sales neutras
cuando aun permanece el veneno en las vias
gástricas; en seguida por bebidas, lavativas y
lociones aciduladas, y por las sanguijuelas apli
cadas al epigastrio y al cuello, procediendo
con circunspeccion y segun los efectos.
CDXXIII. La debilidad es lo mas comun
mente producto de la irritacion, en nuestro
juicio, y algunas veces constituye sola la en
fermedad.
CDXXIV. La dificultad de la respiracion
es una de las causas mas poderosas de la debi
lidad : produce necesariamente la abirritaciow,
(xcyn)
pero tambien algunas veces es precedida de
irritacion.
CDXXV. En las hemorragias espontáneas
escesivas, aun sin flegmasía, la debilidad suce
de casi siempre á la irritacion, y en seguida
llega á ser la principal enfermedad. Pero en,
las hemorragias traumáticas no depende de
la irritacion , y suministra la indicacion prin
cipal.
CDXXVI. La paralisis que sucede á las
afecciones cerebro-raquíticas es siempre, á lo
que pienso , un producto de la irritacion, y
no suministra sino indicaciones parciales ó
locales.
CDXXVII. La paralisis que sucede á las
grandes pérdidas de fluidos no sanguíneos de
pende casi siempre de la irritacion; pero bien
pronto suministra indicaciones particulares.
CDXXVIII. Cualquiera que sea la debili
dad que acompañe á las irritaciones , estas su
ministran solas las indicaciones, ínterin que
son bastante violentas para exasperarse por la
ingestion de los materiales asimilables, y de
los medicamentos estimulantes. En el momen
to que se verifica lo contrario suministra la
debilidad indicaciones que se combinan con
las que dependen de la irritacion ; en fin cuan
do esta ha cesado la debilidad llega á ser la -
principal enfermedad; pero la irritabilidad de
los órganos exige grandes economías en el em
pleo. de los estimulantes. * .
7
(xcvrn)
CDXXIX. Las convulsiones y los dolores,
cualquiera que sea el nombre que se les dé,
dejan en su consecuencia una debilidad, que
algunas veces suministra por sí sola las indica
ciones; pero mas comunmente son mixtas, por
que queda todavia irritacion en el órgano que
ha escitado las convulsiones y los dolores.
CDXXX. La debilidad que sucede á los es-
cesos venéreos está casi siempre acompañada
de la irritacion de una ó de muchas visceras.
CDXXXI. El frio estertor produce cuando
es escesivo una debilidad que pasa de la piel
al aparato locomotor, y tambien á los vasos y
á los nervios de la periferia, y de aqui á las
visceras, de donde puede resultar la muerte:
en estos casos la debilidad constituye la enfer
medad principal. Pero si el frio es moderado,
la potencia vital escita en la periferia ó en
las visceras una irritacion que llega á ser
la enfermedad principal , y suministra sola
las indicaciones cuando ha cesado la accion
del frio.
GDXXXII. La paralisis de los miembros
dependiente de las percusiones es un produc
to de la irritacion; si esta persiste suministra
las indicaciones; pero si nada la indica, la de
bilidad llega á ser la enfermedad principal.
CDXXXIII. Hay modificadores entre los a-
gentes estemos que estinguen la vitalidad sin
producir reaccion apreciable; entonces la de
bilidad constituye por sí sola la enfermedad;
(xcix)
pero estos casos son mas raros que lo que se
ha creído.
CDXXXIV. Los miasmas que provienen
de la descomposicion de los cuerpos animales
y vegetales muertos, y de las emanaciones de
los animales enfermos ó sanos reunidos en un
lugar muy cerrado, son algunas veces bastante
deletéreos para ocasionar la debilidad y aun
la muerte sin la reaccion ; pero cuando estos
producen el dolor y la calentura, ordinaria
mente se ha establecido una irritacion en la
mucosa digestiva, que sobreviene por simpa
tía en las demas visceras, suministra las indi- ,
caciones principales, y es lo que constituye el
tifo, que entonces es producido por la infec
cion. (Véanse las proposiciones sobre el trata
miento de las gastro-enteritis agudas.
CDXXXV. Todo enfermo ajectado del tifo
puede por sí solo llegar á ser un foco de in
feccion para las personas sanas, y comunicar
les su enfermedad, si está encerrado en un lu
gar estrecho, y si se estancan á su rededor sus
emanaciones: este es el contagio febril; pero
si está colocado en un lugar sano , bien ven
tilado y limpio, es difícil esta comunicacion.
El tifo pestilencial y el varioloso ¿son los úni
cos que pueden contagiar á pesar de estas pre
cauciones?
CDXXXVI. El parto es seguido algunas
veces de una debilidad que se aumenta pro
gresivamente hasta la muerte, y que por sí
sola suministra las indicaciones aunque sea un
producto de la irritacion. -
CDXXXVII. El síncope es el efecto de la
interrupcion del curso de la sangre que va al
cerebro, y suministra siempre la indicacion de
los estimulantes; pero despues que ha cesado
se presentate ,indicaciones contrarias cuando
la causa de la interceptacion de la sangre es
una irritacion.
CDXXXVHI. La asfixia que depende de
la aspiracion de los gases llamados deletéreos
es una abirritacion ; pero cuando se ha disipa
do este queda una irritacion en las princi
pales visceras.
CDXXXIX. La debilidad que sucede á las
pasiones llamadas depresivas, como el terror
&c. , nos parece que supone una irritacion de
las principales visceras, que llega con el tiem
po á ser la principal enfermedad.
CDXL. La debilidad del escorbuto no su
ministra las indicaciones principales sino cuan
do no existe punto de inflamacion simultánea.
CDXLI. Cuando la gastro-enteritis mas vio
lenta se prolonga hasta un cierto punto, la
debilidad suministra indicaciones que es nece
sario llenar con materiales asimilables para
prevenir la muerte per inediam; porque lle
ga una época en la que la digestion es posible
á pesar de la persistencia de la inflamacion sin
producir la exasperacion de esta.
CDXLII, Las personas que han estado largo
(Cl)
tiempo por bajo del grado de gordura y de
fuerza que comporta su constitucion, tienen
necesidad de mucho tiempo para volver á este
grado. No pueden soportar una cierta canti
dad de sangre sin esperimentar los efectos de
la plétora y sin esponerse á las inflamaciones.
CDXLIIL La suma de fuerzas disminuye
en las enfermedades de irritacion, porque la
precipitacion de los movimientos orgánicos
hace predominar la descomposicion, y la eli
minacion sobre la composicion y sobre la ab
sorcion : es necesario no obstante esceptnar
ciertas gastritis bulímicas, donde la gordura
y las fuerzas se aumentan á pesar de la ir
ritacion.
CDXLIV. La indicacion de reparar las
fuerzas por un alimento abundante no se toma
ni de la demacracion, ni de la debilidad , sino
únicamente de la rapidez .de la asimilacion y ,
del predominio de la composicion sobre la
descomposicion.
CDXLV. La indicacion de tratar al estó
mago con los tónicos no se toma solo de la
debilidad, ni de la demacracion, sino tam
bién de la palidez y de la languidez de la len
gua, como igualmente del sentimiento de lan
guidez, y de la lentitud en la digestion cuan
do se han usado alimentos poco estimulantes. ,
Tambien puede resultar de los dolores del es
tómago , de los eructos , de los borborismos y
de los cólicos que acompañan esta clase de di-
(en)
gestiones cuando estos accidentes desaparecen
con alimentos de una propiedad mas irritante.
CDXLVI. La debilidad general sin flegma
sía no exige mas que buenos alimentos , y
una dosis moderada de vino si se digiere bien.
Si la digestion se bace con trabajo'son necesa
rios los amargos.
CDXLVII. La debilidad con flegmasía si
tuada en otra parte que en el canal digestivo,
exige alimentos ligeros y que dejen poco resi
duo , si es aguda la flegmasia ; pero proscribe
los estimulantes, puya irritacion se repetiría
en el órgano inflamado: si la flegmasia es cró
nica exige esta debilidad alimentos sustancia
les, pero siempre de facil digestion. En cuanto
á los tónicos solo convienen en dosis ligeras y
momentáneamente.
CDXLVIII. La debilidad con un catarro
que apure por una espectoracion demasiado
copiosa y sin calentura, exige alimentos sus
tanciales y de fácil digestion con el uso de
tónicos astringentes en dosis muy moderadas.
Tales son la quina, el liquen &c. Tambien
pide los revulsivos, pero sin supuracion pro
longada. <
CDXL1X. La debilidad conflegmasia gás
trica aguda exige el tratamiento indicado pa
ra esta inflamacion ; pero si está con gastritis
crónica exige alimentos sacados de los vegeta
les feculentos y tambien la leche, y las viandas
blancas con la intencion de refrescar el esto
mago con pequeñas dosis de una bebida dul
cificante cuando principia á calentarse por el
acto de la digestion. (Véase el tratamiento de
estas enfermedades). -
CDL. La debilidad con colitis aguda no.
exige mas tratamiento que el indicado para
esta enfermedad ; pero en los casos crónicos
necesita féculas despojadas de todo lo que pue-.
da dejar residuo en el colon, y el uso mode-.
rado del vino su bastrin gente para retener los
alimentos en el estómago; porque la irritacion
del colon los llama hácia este intestino antes
-de su asimilacion, y hacen en él el oficio de
purgantes.
CDLI. La debilidad producida en ciertos
casos por las hemorragias escesivas, exige ali
mentos gelatinosos, albuminosos y feculentos
con un poco de vino subastringente, algunos
astringentes y tónicos fijos; pero repugna los
alimentos de sabor fuerte y los estimulantes
difusivos.
CDLII. La debilidad que sigue á las con
vulsiones violentas y sin gastritis , necesita el
uso de los mismos alimentos que la que resul
ta de muchas hemorragias; pero es necesario.
entonces añadirle algunos antiespasmódicos
difusivos.
CDLIII. La debilidad y estenuacion que
resultan de una fatiga muscular llevada has
ta el esceso piden alimentos que nutran mu
cho bajo un pequeña volumen , y una dosis
. ,(C1V)
moderada de vino , y aun de alcohol'; porque
la sensibilidad está considerablemente dismi
nuida en el aparato nervioso de relacion; pero
cuando este trabajo ha producido una irrita
cion gástrica no debe tratarse la debilidad sino
con bebidas asimilable-s , y no estimulantes. .
CDLIV. Cuando predomina la debilidad
en las gastro-enteritis producidas por Un ejer
cicio muscular escesivo, y por el uso de los
estimulantes , de que se abusa con frecuencia
e.n estos casos, deben practicarse las evacua
ciones de sangre con moderacion, siendo las
locales preferibles comunmente.
CDLV. La estrema debilidad qué es conse
cuencia del ayuno llevado al esceso debe tra
tarse con dosis muy ligeras de cocimientos fe
culentos, de cocimientos en leche, de caldos
ligeros &c. , que se aumentan con mucha cir
cunspeccion , porque es muy fácil que deter
minen la indigestion y la gastritis.
CDLVI. La debilidad producida por él
frio se trata sucesivamente al esterior con las
fricciones, con la nieve, el yelo, agua fria,
agua quebrado el frio &c., al interior con los
escitantes difusivos, el alcohol, las aguas des
tiladas en dosis graduadas; pero es necesario
pasar á los dulcificantes y acaso á veces á Jas
Sangrías y á la abstinencia cuando sobreviene
nn calor febril sin que puedan manifestarse
las flegmasias de las visceras.
CDLVII. La debilidad ocasionada por la
(cv)
dificultad de la respiracion se cura restable
ciendo esta funcion: para esto hay muchos me
dios que poner en práctica segun las causas
que han interceptado el paso del aire. Asi es
que conviene la sangria en las flegmasías pul-
monales , en la estrangulacion mecánica , en
la angina, en el aneurisma &c. , si los vasos
estan demasiado llenos , mientras que los esti
mulantes tanto internos como esteraos son úti
les á los ahogados y en todas las asfixias que
por otras circunstancias exigen igualmente la
introduccion en los pulmones de un aire res-
pirable.
CDLVIIL Cuando desde el principio de
una afeccion aguda existe una debilidad es
trema, y un profundo abatimiento, significa
esto, por mis principios , que la inflamacion1
ocupa un grande espacio en los órganos respi
ratorios , ó en los de la digestion , ó en unos
y otros igualmente. Entonces si una sangria
general ó local proporcionada á las fuerzas y
á los síntomas en lugar de reparar las fuerzas
las disminuye, no se debe repetirla, porque
es una prueba de que estas visceras introduc
toras naturales de los materiales conservado
res de la vida no han llenado esta funcion, y
que por consiguiente la economía no tiene ya
medios ^para reparar las pérdidas de alguna
abundancia. Yo creo que los dulcificantes al
interior , el frio y la revulsion al esterior son
los débiles recursos que quedan á la medicina
(cvi)
en estos casos desgraciados. (Véanse las prop.
sobre el tifo y sobre las gastro-enteritis).
CDLIX. La cianosis (enfermedad azul) es
algunas veces producida por la gastro-enteritis
crónica, y se cura con ella.

SECCION CUARTA.

COROLARIOS.

CDLX. La medicina que consiste en guar


dar la memoria de los síntomas que se han
observado, y de los remedios que han sido útiles
ó dañosos sin permitirse ninguna esplicacion
fisiológica , es en mi juicio aventurada y ciega,
porque un solo órgano dañado produce una
multitud de síntomas que se combinan con
los que dependen de otros muchos en gradua
ciones tan variadas, que es casi imposible en
contrar en la naturaleza grupos de síntomas
absolutamente semejantes á los que se han to
mado por modelos. Nos parece que se puede
remediar esta confusion refiriendo los sínto
mas á los órganos.
CDLXI. Es necesario tambien poder deter
minar en qué difieren estos órganos del estado
(cvn)
de salud: esto es decir, la naturaleza de la en
fermedad.
CDLXII. La naturaleza de las enfermeda-
des debe ser para el médico la que suministre
las indicaciones curativas. Esta resulta pues, d
lo que creo: i.° del conocimiento de los modi
ficadores que han exaltado, disminuido ó des
naturalizado de una manera cualquiera la ac
cion del órgano primitivamente afecto: a.° del
de la influencia de este órgano sobre los de-
mas : 3.° en fin del de los modificadores que
pueden restablecer el equilibrio, ó por lo _
menos disminuir la intensidad de la enferme
dad. La naturaleza de las enfermedades resul
ta pues para el médico de la modificacion fi
siológica apreciable de los órganos.
CDLXIII. Los grupos de síntomas que se
toman por enfermedades sin referirlos á los
órganos de que dependen, ó ya refiriéndolos
á los órganos sin haber* determinado bien la
naturaleza de la aberracion fisiológica de estos
últimos son abstracciones metafísicas que no
representan un estado morbífico constante, in
variable, y cuyo modelo sea seguro volverlo á
encontrar en la naturaleza. Estas son pues en
tidades facticias, y á todos los que estudian la
medicina por este método los llamo onto-
logistas.
CDLXIV. Considerar las entidades morbí
ficas factieias como potencias maléficas que
obran sobre los órganos y los modifican pro
(cvm)
duciendo en ellos tal ó tal desorden, es en
mi opinion tomar los efectos por las causas: á
esto llamo yo practicar la ontología.
CDLXV. Considerar la sucesion de. los sín
tomas que se han observado como la marcha
necesaria é invariable de una enfermedad, y
de aqui formar caractéres esenciales á su diag
nostico, y por consiguiente á su tratamiento,
es, en mi juicio, crear una entidad facticia; y
pues que las afecciones de los órganos se com
portan diferentemente segun los modificado
res que obran sobre ellos , es ponerse en la im
posibilidad de tratar esta enfermedad antes de
eu terminacion , sin estar en contradiccion con
sus propios principios. Yo digo que esto es
practicar siempre la ontología.
CDLXVI. Dirigir remedios á una entidad
morbífica facticia sin apreciar sus efectos so
bre los órganos que los reciben , y sobre los
que simpatizan con estos órganos, es curar ó
exasperar una enfermedad sin conocer su razón.
CDLXVII. Por lo que hace á mi creo que
^j el que cura una enfermedad sin haber apre-
j ciado con exactitud las modificaciones fisioló
gicas, por cuyo medio ha hecho esta curacion,
no tiene la certeza de reconocer, ni de curar
la misma enfermedad cuando se vuelva á pre
sentar de nuevo.

Fin de las proposiciones.


EXAMEN

DE LA

ANATOMIA PATOLÓGICA

Y DE ALGUNAS DOCTRINAS NUEVAS.

SECCION PRIMERA.

Consideraciones generales,
i

A. las observaciones que se han hecho en los


cadáveres ele las personas para quienes han
sido infructuosos los socorros del arte, se han
debido las variaciones que se han introducido
en la teoría medica de las antiguas escuelas.
Con todo, falta mucho para que haya hecho
la medicina progresos proporcionados á la
inmensidad de aberturas de cadáveres que se
han practicado en Europa desde que los Bon-
net, los Morgagni &c., han hecho conocer la
110 ANATOMÍA
importancia de este género de investiga
ciones.
Si los tratados de anatomía patológica no
i han llenado el objeto que se proponían sus
¡autores, el de dar á conocer el sitio y las cau-
jsas de las enfermedades, es primeramente por-
¡que Ja palabra enfermedad no tenia todavia
jun sentido bien determinado, y en segundo
¡Jugar porque faltaba mucho para conocer per-
jfectamente el juego y las simpatías de todos
jlos órganos. En efecto, si leemos á Morgagni,
de Morbis capitis, encontraremos que atribu
ye á la cabeza accidentes que dependen del
abdomen; que en lo que llama enfermedades
del vientre, no tiene cuenta con todas Jas alte
raciones; y que con frecuencia presta mas
atencion á las lesiones secundarias y consecuti
vas, que á las que han sido la causa principal
de los fenómenos patológicos. .
Para descubrir estos defectos en la obra de
este autor era absolutamente indispensable es
tar ilustrados por la fisiología. Ahora bien, es
ta nos hace conocer cosas que en vano hubié
ramos buscado en los escritos de los autores
antiguos. y modernos. Nos enseña que una in
flamacion crónica del estómago, que solo ha
ce sufrir ligeros dolores en el epigastrio, en
uno ú otro hipocondrio, puede determinar en
el aparato de relacion trastornos tales, que in
duzcan á atribuir Ja muerte á una afeccion del
cerebro, ó de su prolongacion espinal. Por ella
PATOLÓGICA. 111
sabemos que todas las irritaciones gastro-intes-
tinales se repiten en los secretorios c!el híga
do, de donde se puede fácilmente deducir la
consecuencia , que deben concluir causando
su desorganizacion ; de suerte que un hígado
amarillo, manchado ó jaspeado, está siempre
unido á la existencia de una duodenitis ó de
una inflamacion del yeyuno. El volumen exa
gerado de las glándulas del mesenterio, es
igualmente para el fisiólogo ejercitado en la
observacion de las simpatías morbíficas la
prueba de una flegmasia de los intestinos del
gados; pero Morgagni, Bonnet &c., estraños á
todas estas nociones, han discurrido muy dife
rentemente sobre las aberturas cadavéricas que
tuvieron ocasion de practicar. Morgagni fue
mas afectado de los fenómenos nerviosos que
de los gástricos, y toda su atencion estaba fija
en la cabeza. Si encontraba en ella una ligera
lesion , le daba una importancia exagerada,
porque estaba muy distante de pensar que la
rubicundez de la membrana interna gastroin
testinal pudiese dar su razon fisiológica. Algu
nas veces aun no percibía esta rubicundez, y
en otras circunstancias no inspeccionaba el
vientre. Si el cerebro no le presentaba nada
importante, no sospechando entonces de nin
gun otro tejido, calificaba la enfermedad de
apoplegía nerviosa, ó bien atribuia la muerte
á un poco aire que habia encontrado en los
vasos encefálicos. Si se trata de las enferraeda-
112 ANATOMÍA
des del pecho, reune Morgagni todos los casos
en que le parece que los enfermos han su
cumbido por la afeccion de los órganos de es
ta cavidad. Primeramente no refiere los sínto
mas que han precedido á la muerte sino de
una manera muy compendiosa. Despues en la
abertura no tiene cuenta sino con las lesiones
de los órganos del pecho, y no se ocupa de las
de la membrana digestiva. Resulta de aquí
que el grupo de síntomas que ha observado,
lo atribuye únicamente á la lesion del pecho,
aunque con frecuencia haya concurrido en
gran parte á su formacion la irritacion de las
visceras abdominales. Esta falta se encuentra
tambien en los tratados modernos de anato
mía patológica, por los que se ha creido dar
nos una idea exacta de las lesiones orgánicas
de las visceras del pecho. Si un enfermo ha
sucumbido á una calentura lenta, acompaña
da de anorexia, de dolores en la region de los
hipocondrios 8tc., se fija toda la atencion de
Morgagni en la tumefaccion del hígado, ó en
la del bazo, ó de los ganglios linfáticos del me?
senterio. La enfermedad era atribuida á estos
órganos, denominada en su consecuencia, y .
no se concedia, por decirlo a?i, ninguna im
portancia al color de la membrana interna del ;
canal de la digestion. Un epiploon endurecido,
arrugado, apretado en la extension del arco
del colon , algunas arrugas sobre la superficie
del hígado ó de los intestinos, una falsa mem-
PATOLÓGICA. 113
brana , 6 un derrame cualquiera , eran el ob-
Í'eto de largas disertaciones; en tanto se veia
a inflamacion, en tanto la obstruccion del hí
gado del estómago ó de los intestinos; de suer
te que no quedaba ya ningun síntoma que re
ferir á las afecciones orgánicas de la túnica
interior. Ninguna cosa hay hasta la inyeccion
de los vasos mesentéricos, cuya razon fisiológi
ca no se desconociese. Se atribuía á los infar
tos del hígado, ó á la debilidad de las túnicas
de la vena porta, en lugar de ver el resultado
de la irritacion inflamatoria que enrojecia
igualmente la mucosa intestinal. El hígado, el
bazo, las paredes de la vena porta, tejidos
eternamente sometidos á la influencia del sen
tido interno gastro-intestinal que los modifica,
llamando á ellos la sangre en mayor ó menor
abundancia, eran pues considerados como el
móvil de los fenómenos patológicos: de aqui el
axioma vena portarum, porta malorum.
De esta manera se esplica la falsa idea que 4
se ha tenido de las inflamaciones del vientre.
Los Bonnet, los Bennet, y los Morgagni han
abierto este camino, que han seguido toclo8
los que han cultivado la anatomía patológica.
Cuando en seguida han querido los nosología*
tas aprovecharse de los trabajos de estos auto
res, no han dejado de atribuir esclusivamente
al hígado, al bazo, á la vena porta &tc. , sínto
mas que pertenecen á la irritacion de la mem
brana mucosa, siempre que estas visceras es-
114 ANATOMÍA
5 tan afectadas al mismo tiempo que ella : y
cuando esta membrana era la única atacada,
los .dolores que desenvuelve en el aparato lo
comotor, eran considerados como signos de
una afeccion general. Se estaba muy distante
de considerarlos como las consecuencias de la
sensacion confusamente molesta, que el enfer
mo refiere entonces el epigastrio, que le qui
ta el apetito, lo entristece y lo desanima , sin
reflexionar que en este caso no estan todos los
tejidos uniformemente afectados, se admitia
generalidad en la irritacion de los nervios, y
6 generalidad en la de los vasos. Estas ideas se
Teunian á las de Hipócrates, y entonces no era
admirable que existiese un desorden univer
sal , cuando una materia heterogénea veneno
sa inundaba todos los vasos del cuerpo vivien
te, y penetraba como un vapor sutil hasta en
la sustancia del aparato nervioso. El dolor re
putado universal era el grito de la naturaleza
oprimida; la calentura y las convulsiones eran
lia insurreccion, la revolucion; en fin, la reac
cion de esta naturaleza ultrajada. En seguida
necesitaba esta naturaleza cocer y digerir la
materia morbífica; y si la fuerza vital no po-
dia conseguirlo , si el enfermo sucumbia , no
se trataba de atribuir todos los síntomas á la
rubicundez ó á la negrura de la pared interna
de la cloaca ya podrida de la economía. Una
idea semejante hubiera bastado para manchar
la reputacion de su autor, porque atacaba el
PATOLÓGICA. 115
dogma fundamental de la medicina hipócrita.
¡Qué pequeño y de miras tan mezquinas hu
biera parecido el que se hubiera determinado
á escribir que todo el aparato de las calenturas
esenciales no era mas que el efecto simpático
de un eritema de la mucosa gastrointestinal;
y que para detener su curso, y dispensar á un
desgraciado de la necesidad del peligro de las
terminaciones críticas, bastaba hacer abortar
desde el principio estas especies de inflamacio
nes! Se le hubiera tenido por un loco. Asi es
que nadie que yo sepa ha manifestado seme
jantes ideas. Algunos arrastrados por el poder
de los hechqs se han aproximado mas ó menos
á esta grande verdad; pero ninguno de mi co
nocimiento la ha descubierto positivamente ni
enunciado formalmente. El doctor Prost atri
buyó ciertos feuómenos á la enfermedad de
las mucosas del canal digestivo; pero no en
contró en ellos la causa única y suficiente de
los grupos de síntomas, á los que se da el
nombre de calenturas esenciales. M. Caffin mas
atrevido, atacó la universalidad de la irritacion;
pero fue para sustituir á ella irritaciones pu
ramente secretorias, esencialmente diferentes
del fenómeno de la inflamacion, y que deben
tener sus cursos, sus períodos y sus cocciones.
TJno y otro pensaron esplicar las calenturas
esenciales, pero no destruirlas (i).
(i) Un sistema caai análogo al del doctor Caffin acaba de
a«r inventado por M. Alardee/ sitio y de la naturalezade las
Il6 ANATOMÍA
M. Petit creó su calentura entero-mesenté-
rica sobre las inspecciones de las gastro-ente-
ritis; pero hizo de ellas un ente híbrido, que
es y que no obstante no es esencial. Separó sin
razon el corto número de entidades que le han
servido de ejemplos , de todas las demas infla
maciones del canal digestivo. Creó una calen
tura, á la que asignó caracteres tan fugitivos,
que él mismo no podria reconocerla en los en
fermos ; designó á esta calentura un tratamien
to diferente en un todo del que conviene á las
flegmasias de las vias gástricas. Dejó subsistir
al lado de su nueva calentura todas las esen
ciales de los diferentes autores, de las que le
era imposible distinguirla. En una palabra au-

enfermedades , o nuevas consideraciones sobre la verdade


ra accion del sistema absorvente en los fenómenos de la eco
nomía). Despues de haber convertido todo el sistema capilar
de Bichat en vasos absorventes, coloca en ellos la causa de
las calenturas que M. Cai'iln babia establecido en los vasos
encargados de diferentes secreciones. Por lo demas los do§
sistemas no se diferencian entre sí esencialmente , porque
M. A lui d hace presidir sus absorventes á todas las funcione*
interiores , y sobre todo á las secreciones. No creo que me
debo detener en impugnar eHa obra : la naturaleza de su
objeto, y el modo de la ejecucion del trabajo, me hacen
preveer demasiado la suerte que le espera. M. Alard hubie
ra debido esperar que la doctrina fisiológica estuviese publi
cada completamente como está manifestadas los discípulos
para emprender dar á luz un sistema de medicina. Creo que
no hubiera consagrado un talento distinguido á cuestiones
que yo miro como ociosas , y á la redacción de un libro, cu
ya lectura me ha parecido difícil , y no me lia dejado nada que
pudiese recompensarme el trabajo que me ha costado. Se en
cuentran en el de tiempo en tiempo muy buenas cosas ; pero
los que han estudiado la doctrina fisiológica reconocerán tal
vez de donde toman su origen.
PATOLÓGICA. 117
mentó la confusion en lugar de disminuirla, y
consagró cada vez mas los principios pernicio
sos de la terapéutica del brownismo. No obs
tante, este autor habia partido de hechos rea
les, y aun á él es al que se debe la primera
descripcion exacta que ha parecido en Fran
cia de las alteraciones de los intestinos delga
dos en consecuencia de las calenturas llama
das esenciales; pero la ontología le ha impedi
do deducir de ella justas consecuencias.
Tales son los trabajos de los que se han se
parado menos de la verdad de entre nuestros
contemporáneos. Pero su suerte ha sido muy
diferente: el último, á pesar de las contradic
ciones chocantes que acabo de manifestar, se
ha mirado como el autor de una buena obra.
Los periódicos proclamaron, la esceíencia, y
sobre todo la utilidad de su trabajo, y esto
porque no habia descompuesto en nada el
edificio nosográfico, ínterin que los otros dos
recibidos por la crítiea mas virulenta han vis
to caer sus escritos y ridiculizar hasta sus nom
bres; y esto porque á pesar de todo el respeto
que afectaban por la fatalidad del curso y por
las crisis de la calentura con todas sus subdi
visiones, y aun por la terapéutica adoptada,
habían atacado el fondo de la doctrina predo
minante, ensayando esplicaciones que habia
prohibido el maestro espresamente: ¡Qué hu
biera sucedido si hubieran tenido el atrevi
miento que yo de avanzar que en las calentu
1 18 ANATOMÍA
ras todo se reduce á las simpatías de «na gas-
tro-enteritis aguda! Y ciertamente si hubieran
tenido esta idea les hubiera costado como á mi
mucho menos espresarla, que crear irritacio
nes secretorias diferentes de las flegmasias, y
que buscar la causa de la adinámia en la reti
rada de la sangre de los tejidos mucosos abdo
minales.
Pero no: es muy evidente que nadie ha
asignado á la inflamacion de la mucosa gastro
intestinal los síntomas que le pertenecen en
medio del desorden y de la confusion de las
enfermedades febriles. Y esta es precisamente
la razon por que creo que todos los tratados de
la anatomía patológica casi nada han concur
rido al adelantamiento de la medicina prácti
ca. En efecto ¿cómo se conocerán los signos
que corresponden á las demás flegmasias, si se
ignoran Jos de la inflamacion de la mucosa di
gestiva, que las complica tan frecuentemente?
¿Y cómo se esplicarán los efectos de los reme
dios administrados al interior, cuando se de
positan, sin advertirlo en un estómago infla
mado, cuyas simpatías morbíficas son desco
nocidas ?
Yo debia estas esplicaciones á la reputacion
de los principales tratados de anatomía pato
lógica; y creo haber dicho bastante para po
ner al lector fisiólogo en estado de juzgar de
ellos. Con todo, la importancia que se afecta
dar en el dia á una de estas obras, que se le
PATOLÓGICA. 119
íiabia rehusado durante una docena de años,
me empeña á detenerme en ella un poco mas
que sobre las otras.
M. Prost ve un gran número de hechos fi
siológicos, de los que se componen las enfer
medades; pero los \e confusamente: en su teo
ría no ocupan su lugar porque estan al lado
de suposiciones. La doctrina fisiológica no pue
de ser estractada de su obra, porque no se en
cuentra en ella. No se encuentra en ella, por
que una doctrina supone una dispgsicion re
gular de hechos y de verdades que la compon
gan; y en la obra de M. Prost se encuentran
confusamente errores y verdades como en to
dos los escritos de los hombres de genio que
han observado mucho sin saber bien lo que
significaba lo que observaban, y sin deducir
de ello una serie regular de conclusiones que
se funden en un corto número de principios.
¿Eran pues para él seres existentes antes de
Jos órganos? Ignoraba el valor de las lesiones
cadavéricas, pues que despues de haber dicho
que tal vez las lesiones cadavéricas debian al
gun dia ser la base de la medicina ; y en otra
parte, que las calenturas mucosas, gástricas y
atáxicas , tienen su sitio en la membrana mu
cosa de los intestinos; se le ve en otro lugar
considerar la rubicundez de esta membrana,
que se observa en consecuencia de las calentu
ras, como su estado natural, y á su palidez co
mo su estado morbífico. Asi esplica los fenó-
120 ANATOMÍA
menos de la' calentura adinámica por la sepa
racion de la sangre de los vasos mesentéricos.
No solamente le era desconocido el valor de
las lesiones cadavéricas, sino tambien mezcla
ba el humorismo á su vitalismo: pues que con
frecuencia atribuye á la bilis la rubicundez de
la mucosa, que en otro momento ha conside
rado como el estado sano, mientras que por
el contrario es la misma irritacion de que de
pende la rubicundez, la que llama hácia el
lugar irritado á la bilis y al moco, y desarro
lla allí las lombrices.
M. Prost estaba ansioso de producir; y su
obra conserva todavia el sello tosco de lo que
habia recogido sobre los bancos. Véase como
sus calenturas subsisten hechas entidades atáxi-
cas y adinámicas preexistentes á las lesiones,
á pesar de la importancia que dá á estas últi
mas. Admírese como separa los sistemas, el ar
terial de sangre roja del venoso, el nervioso re
lativo del ganglionario para desterrar ciertos
síntomas de las calenturas en uno de estos sis
temas, y circunscribirlos en él de tal suerte,
que parezcan estraños á todos los otros. ¿Es
tán estas divisiones en la naturaleza?
El autor lo cree tan poco, que desmiente ó
corrige un instante despues la asercion á Ja
que habia parecido dar mucha importancia.
Asi es que despues de haber dicho la calentu
ra es un trastorno de la circulacion arte
rial , causado por la escitacion directa ó
PATOLÓGICA. 121
sintomática del sistema de sangre roja , aña
de, que en tanto estan las arterias principal
mente afectadas en su curso, y que otras ve
ces lo estan los nervios. En el primer caso se
llama inflamatoria ó angioténica, y el segundo
tiene denominaciones que deben tener por
fundamento la naturaleza de las alteraciones
que dan lugar á ella. ¡Qué confusion en estas
pocas palabras á mi entender\ ¡Una calen
tura que está definida , un trastorno de la cir-
* dilacion arterial , y de la que no obstante for
ma el principal carácter la afeccion de los ner*
vios! ¡Calenturas relegadas á las arterias por
que M. Pinel lo ha dicho! Pero ¿en qué
punto del círculo arterial? En otra parte
se dirá que la calentura inflamatoria ó angio
ténica es sencilla, cuando los desórdenes qué
suceden durante su curso afectan principal
mente las visceras del pecho. ¡Ah! ¿Qué vie
nen á ser entonces el catarro y la pulmonía?
¿Será M. Prost un browniano que admite una
diatesis esténica que predomine en el pulmon,
y que no obstante no es una flegmasia? No
sin duda, porque esta definicion estaba apli
cada por Brown á la pneumonía y á la calen
tura inflamatoria. Pero si M. Prost se sirve de
ella para esta última , repito otra vez: ¿qué ha
rá de la perineumonía? El admite otras calen
turas, cuya denominacion debe tener por ba
se la naturaleza de las alteraciones que dan lu
gar á ellas, despues de haber asegurado que
íaa ANATOMÍA
no consideraba las lesiones cadavéricas como
la causa de las enfermedades, sino mas bien
como sus efectos. ¿Cuáles son pues. estas altera
ciones que deben servir para denominar las
calenturas? ¿Suministrará la base de la deno
minacion de las adinámicas, la palidez de la
mucosa, y la bilis y el moco darán los medios
para calificar las que se llaman biliosas y pi
tuitosas? Si efectivamente ve el autor asi las
cosas, tomará siempre la inversa de la verdad,
ó los efectos por las causas, y se ocupará siem
pre en justificar una clasificacion viciosa y
unas denominaciones ridiculas á lo que yo
creo.
Hay cosas en la obra de M. Prost, que aun
que mal espresadas, no dejan de ser dignas de
nuestra atencion: por ejemplo, cuando dice
que las calenturas permanecen inflamatorias
ínterin que la escitacion no se comunica á los ór
ganos de la digestion. Aunque esta proposicion
no tiene exactitud, pues que no hay una sola
calentura de las llamadas angioténicas que no
dependa primeramente de una irritacion gas-
tro-intestinal, no obstante prueba que ha ob
servado bien que todo estado febril prolonga
do manifiesta una alteracion cada vez mas
considerable en el canal digestivo, y los órga
nos anejos á él. Pero M. Prost da demasiada
importancia á los nervios y á los ganglios del
gran simpático que no son el sitio inmediato
de los fenómenos en cuestion. Cuando dice
PATOLÓGICA. 123
que el corazon y los ganglios son centros hacia
los que se dirigen todas las alteraciones de las
arterias y de los nervios que las acompañan,
y que el mayor desorden del primero, ó de
los últimos decide esencialmente de los sínto
mas de las calenturas, sienta proposiciones que
bastan para probar que su libro no podia
nunca suministrar la verdadera teoría de las
enfermedades febriles. En efecto su idea fun
damental es esta: que las formas angioténicas
y atáxicas dependen de la afeccion predomi
nante de las arterias, ó de los cordones ner
viosos del gran simpático; pero ¿cuál es esta
afeccion? ¿La ha reunido á la inflamacion co
mo causa de las simpatías perturbadoras? No,
ciertamente: si hubiera tenido esta idea, la hu
biera manifestado. ¿Qué significan las afeccio
nes predominantes en los nervios ó en las ar
terias? ¿Contiene esto la idea fundamental dela
diferencia de las formas atáxicas y angioténicas?
De ninguna manera á mi parecer e\ espíritu se
fija en el momento sobre la espansion de estos
dos aparatos para ver en ellos yo no sé que afec--
cion que no está definida. Pero ¿dónde la ve?
¿Es solamente en las mucosas, en los puntos
sensibles del cuerpo, capaces por su estado in
flamatorio de despertar las simpatías?... Nada
de esto. La ve en todo lo largo de los nervios
ganglionarios, y en todo el trayecto del árbol
arterial. Ahora bien, todo esto es inexacto; los
nervios de los ganglios son agenos de la sensi-
I24 ANATOMÍA
bilidad, y los otros de que no habla aquí, no
hacen mas qne transmitir la irritacion desde
su foco primitivo á los tejidos dispuestos á re
cibirla; lo que da origen á los fenómenos lla
mados atáxicos. Respecto de las arterias es tan
importante la distincion que se necesita ha
cer, que sin ella la aserción de M. Prost se re
duce á nada; porque las arterias gruesas no son
mas que agentes pasivos en el estado inflama
torio; á menos que no esten inflamadas ellas
mismas, lo que es raro y no escluye por otra par
te la flegmasia de los tejidos capilares. En cuan
to á las arterias pequeñas ó las del sistema ca
pilar, no pueden nunca observarse de vina
manera bastante aislada para distinguir su
afeccion de la de otros elementos de este en
marañado tejido; de donde resulta que la in
flamacion de las arterias capilares se confunde
con las inflamaciones ordinarias de los diferen
tes órganos. Asi es que Bichat habia estudiado
el sistema capilar de una manera colectiva y
aislándolo de los vasos gruesos. M. Prost se
ocupa tambien de este tejido, porque se ocupa
de todo; pero no le ha asignado su papel en
las calenturas. Tampoco ha señalado mas el de
los nervios: luego no ha resuelto el enigma de
las calenturas esenciales.
M. Prost presenta una multitud de designios
preciosos, estractados en la mayor parte de
Bichat, sobre las simpatías del canal digestivo
con el cerebro, y recípocramente ; pero todos
, PATOLÓGICA. iaS
estos fenómenos estan aislados de los que tienen
relacion con las calenturas, ó por lo menos no
se refieren á ellas de manera que se conozca
en la lectura de este autor la razon de todos
los síntomas que acompañan la flegmasia agu
da de las mucosas digestivas; y asi nadie ha po
dido verlos alli antes de la publicacion de mi
primer examen de las doctrinas médicas y
de los sistemas de nosología. Despues se lia
encontrado todo lo que se ha querido; lo que
no prueba otra cosa sino que el autor ha visto
mucho sin saber exactamente lo que veia, y
que á los que le han atribuido el descubri
miento de la fisiología de las calenturas, les ha ,
faltado ó la atencion ó la huena fe.
Esto se prueba con tanta evidencia como
la que resulta de los pasages ya citados, por
la manera con que concibe la adinámia com
parada con la ataxia, ó las diferencias que en
cuentra entre ellas. Segun este autor se debe
la adinámia (como lo he notado ya) á la se~
paracion de la sangre arterial de los vasos
que recorren los intestinos en el estado sano.
Efectivamente se encuentran en los cadáveres
porciones de los intestinos rojas, á las que está
adherida la bilis con mas ó menos moco; y
otras porciones blancas y secas, donde no se
percibe ni bilis, ni moco. M. Prost toma las
primeras por el tipo de la salud, y á las se
gundas por el del estado morboso. Éasta haber
abierto un solo cadáver , producto de una
Ia6 ANATOMÍA
muerte violenta y sin gastritis, para convencerse
del error de Mr. Prost. Luego este no ha co
nocido que en virtud de la ley ubi stimulus,
ibi jiuxus, se atrae la bilis hacia los puntos
inflamados, y pasa sobre los otros sin adherir-
Be á ellos. Asi es como se producen (digámos
lo de paso) las llamadas saburras gástricas.
Mr. Prost considera á la adinámia como
el estado opuesto de la ataxia , y repite que
las funciones animales sufren un abatamiento
proporcionado constantemente á la poca can
tidad de sangre que se observa en los intesti
nos. Estas son tambien dos proposiciones que
yo creo precisamente contrarias á la verdad : la
adinámia no es el estado opuesto de la ataxia,
que es el mismo fenómeno, escepto la irrita
cion cerebral elevada á un grado muy alto,
y algunas veces hasta la inflamacion. La adi
námia es, en mi juicio, la debilidad de los
músculos y el estupor moral, producidos por
el dolor de la mucosa inflamada; y se agregan
siempre el delirio y los movimientos convul
sivos, ocasionados por la misma causa que en
la ataxia. >
La adinámia y la ataxia no luchan pues la
tina contra la otra, como lo pretende M.
Prost; segun lo cual el aflujo de la sangre ha
cia los intestinos determina la ataxia en las
exacerbaciones de la tarde, ínterin que su re
tirada de este tejido hace aparecer á la adiná
mia durante la mañana. Quiere que la in
PATOLÓGICA. 127
fluencia de la luz y del calórico sobre la piel
durante el dia llame á ella la sangre, que en
tonces abandona la region abdominal , para
volverse á ella á la caida del dia. Esta aser
cion es contraria á la verdad : primeramente
porque la piel de los adinámicos se calienta
al mismo tiempo que su mucosa digestiva; es
decir, que tiene mas sangre en las exacer
baciones que en las demas épocas; y en se-
gundq lugar porque esta manera de conside-.
rar los fenómenos febribles supone la irrita*
cion del aparato sanguíneo general, primitiva
y anterior á la irritacion de la mucosa diges
tiva; lo que es falso, porque el corazon y las
diferentes regiones del aparato capilar sanguí
neo no estan escitados sino simpáticamente y
por la irritacion de esta membrana. Esta ma
nera de ver prueba hasta la evidencia que M.
Prost no ha desencializado las calenturas; que
coloca estas enfermedades de una manera Vaga
y general en las espansiones sanguíneas y ner
viosas , como he dicho mas arriba ; y que las
-hace localizarse unas veces sobre la piel y otras
sobre los intestinos y sobre los secretorios ahe»
jos á la funcion digestiva.
Lo que añade concurre á determinar que
esta era su teoría , pues que asegura muy
gratuitamente que „las exacerbaciones y las
diversas causas simpáticas que obligan á la
sangre á fluir hácia el abdomen y hacia el
hígado durante la adinámia, son los medios
aa8 ANATOMÍA
que emplea la naturaleza para reanimar las
visceras de la digestion, y restablecer por su
accion las funciones del cerebro y de todos los
demas órganos: en una palabra, que todo lo que
provoca entonces los sistemas nervioso y arte
rial se encamina al mismo fin." Las exacerba
ciones no pueden tener este fin, porque de
penden del aumento de la irritacion en el foco
inflamatorio, esto es, en el canal digestivo; y
porque todo lo que provoca la accion de este
foco, lejos de restablecer las funciones del ce
rebro y de los demas órganos, propende al con
trario á aumentar su desorden.
Lo que nos ha dado el doctor Prost sobre la
manía está escrito con genio, lleno de miras
ingeniosas, y respira la mas ardiente filantro-
pía. No tenemos en Francia ningun autor que
pueda comparársele por estos respetos. Hace
representar un gran papel á la afluencia de la
sangre en el canal digestivo, y á la irritacion
de las papilas mucosas, como obrando sobre
el centro sensitivo. Tambien creo que ha es
cedido á los ingleses, que he citado en este
género de consideracion. Pues bien; ¿quién lo
creeria ? Estas hermosas observaciones estan
desfiguradas por el humorismo: la irritacion
del canal digestivo se desenvuelve por la bilis
abundante, ó acre, ó por las lombrices. En
muchos lugares lo repite : ,,Mientras que la
bilis conserva una cierta accion, dice, la san
gre abunda tambien , donde se encuentra esta
PATOLÓGICA. 1*9
en los intestinos, sostiene la flogosis, y los sig
nos de la manía son mas violentos cuando de
penden de esto. Cuando por el contrario este
licor se pone pálido, claro ó transparente, en
tonces parece que pierde sus propiedades es
citantes, y no se notan vasos sanguíneos en
la superficie interior de las visceras, ó se no
tan muy poco , cualquiera que sean por lo
demas sus alteraciones." En otra parte dice:
„ La accion de la bilis , que era funesta en los
primeros tiempos de la enfermedad , llega á
ser un medio de curacion en ciertas circuns
tancias, esto es, cuando las alteraciones son
crónicas. Frecuentemente en estos casos la ca
lentura biliosa es seguida de un estado mas
natural que el que la habia precedido." Mas
abajo quiere. „Que los síntomas biliosos rea
nimen, y procuren una nueva vitalidad á las
ulceraciones de las que estos varían algunas
veces la disposicion en la manía."
Por estos pasages se conoce que nuestro
autor hace obrar á las causas irritantes esterio-
res, que producen la manía, sobre los nervios
y sobre los secretorios de la bilis; de donde
saca la indicacion de evacuar este humor para
hacer cesar los síntomas de la manía; porque
la bilis es la que acumula la sangre en los in
testinos , y la que los sostiene en un estado de
flogosis. Pero como , segun él , el defecto de
sangre en estos tejidos no es menos peligroso
que su esceso, y como este defecto depende
9
l3o ANATOMÍA
de la poca actividad de la bilis que se ha
puesto pálida y clara, quiere escitar síntomas
biliosos para calentar los intestinos, enrojecer
los y escilar sus ulceraciones. Luego considera
estas últimas como independientes de la infla
macion , y como producidas por un principio
de astenia del que la bilis es el correctivo y el
remedio. De esta manera , he aqui un princi
pio de secrecion biliosa preexistente á la ma
nía aguda, y produciéndola por la irritacion
consecutiva de los intestinos: un principio de
no secrecion biliosa en la manía crónica é in
dolente, dejando que falte á los intestinos un
estímulo necesario, y dando lugar á la sepa
racion de la sangre de la mucosa intestinal, y
en su consecuencia á ulceraciones que no son
el resultado de la flogosis, pues que es ne
cesario escitarla para su curación.
Que se haga la aplicacion de estos princi
pios á la práctica, y se encontrará que es ne
cesario irritar los intestinos para arrojar la
bilis, y que tambien es necesario irritarlos
para llamarla á ellos. ¿ Son estos los princi
pios, es esta la terapéutica de la medicina fi
siológica, que enseña que la irritacion de la
túnica sensible del sentido interno gástrico es
cita los diferentes órganos , de suerte que el
delirio se produce en la manía, como en las
calenturas, por la misma causa que determi
na la supersecrecion biliosa; que enseña que
haciendo cesar la irritacion gastro-intestinal,
PATOLÓGICA. I31
se apague el delirio, remediando al mismo
tiempo la supersecrecion biliosa; que hace ver
que las ulceraciones que se encuentran al mis
mo tiempo en lo interior de los intestinos , no
son, á pesar de la palidez de sus alrededores,
, otra cosa mas que los vestigios de una flegma
sía antigua , descolorida por la estenuacion
del sugeto, y que la liquidez y la degenera
cion de la bilis son tambien los resultados de
la debilidad de la accion del hígado conse
cutiva á su sobre escitacion ? Pero finalmente,
esta palidez con ulceracion es raras veces co
mo se pinta aqui. Si no se presenta la rubi
cundez en Jos intestinos, la han reemplazado
el color moreno ó el negro que son sus conse
cuencias. Y por otra parte las ulceraciones con
servan todavia bastante rubicundez en sua
bordes para probar que no son independien
tes de la inflamacion.
La medicina fisiológica que no tiene de es-
clusiva sino su dependencia de la observacion
rigorosa de los hechos, enseña tambien á no
despreciar ningun medio : no desecha pues los
purgantes propuestos en la manía; solamente
atiende á no emplearlos sino cuando los me
dios que opone á la irritacion gástrica , la han
disminuido bastante para que no haya nada
que temer del estímulo de estos medicamentos.
Pero se ve raras veces obligada á recurrir á
ellos; porque lo que calma la irritacion de la
mucosa digestiva, basta ordinariamente para
l3a ANATOMÍA
corregir la superabundancia biliosa. Conven
go en que nuestra doctrina no conduce al uso
de los purgantes para escitar la bilis y hacer
de ella el remedio de las ulceraciones intes
tinales en la manía crónica; pero me atrevo á
creer que por este punto no se hará digna de
vituperacion ; y dudo que M. Prost haya sa
cado grandes ventajas de esta práctica , y que
sea en el dia su partidario como otras veces.
Al presente es fácil conocer que M. Prost
fue mal comprendido, cuando se le argüyó de
haber atribuido esclusivamente á la superficie
de la mucosa gastro-intestinal las calenturas
intermitentes, todas las atóxicas sin escep-
cion, y aun la manía. Yo mismo he caído en
este error (Historia de las ftegmasias); porque
babia juzgado su obra segnn la analisis que ha
bían hecho de ella ciertos periódicos. Emprendí
á la verdad leerla; pero me detuvo la difu
sion de este autor, y principalmente la mul
titud de hipótesis y de aserciones imaginarias,
en medio de las cuales iba yo buscando alguna
cosa positiva y demostrada. Ultimamente ¿es
menester decirlo? Él respeto que entonces te
nia á las opiniones del profesor Pinel , y el te
mor de esponerme á la crítica me arrancaron
la frase siguiente, con la que se me reconvie
ne en el dia: „Con demasiada frecuencia he
encontrado á esta membrana en buen estado
en consecuencia de los tifos mas malignos; he
visto un número de ellos demasiado grande
PATOLÓGICA. i33
curarse por el uso de los estimulantes mas e-
nérgicos, para ser de la misma opinion que
este, médico sobre la causa de calentura atá-
xica."
El hecho es que yo estaba en el error; que
las observaciones me engañaban , como enga
ñan todavia á otros muchos; como han enga
ñado tan largo tiempo á los browníanos que
vuelven en el día sobre sus primeras asercio
nes, y como han engañado á todos los médicos
desde Hipócrates, que decia experiencia falax,
hasta nuestros dias. Si no encontraba gastro
enteritis en todos los cadáveres de las adiná
micas, es porque se me habia enseñado que el
color moreno no era un signo de flegmasía.
Cuando veia el rojo pronunciaba la palabra
gastritis, como se puede verificar por las ob
servaciones de la historia de las flegmasias;
pero cuando solo descubria una graduacion de
moreno ó lívido , miraba esto como un estado
cadavérico, y no ponia bastante atencion en
ello. En cuanto á la curacion, habia renuncia
do á la quina, al alcanfor y á la serpentaria;
pero usaba todavia la limonada vinosa: con
esta he visto curarse algunas calenturas adiná
micas, como lo puedo demostrar por mis cua
dernos de clínica , que conservo todavia , y
que leo con frecuencia para comparar el hom
bre viejo con el hombre nuevo , ilustrado
y regenerado. Mis observaciones ulteriores, las
de otros de quienes he tratado de no perder
1 34 ANATOMÍA
nada, las del mismo M. Petit, son las que me
han conducido á reconocer los vestigios de Ja
inflamacion intestinal. Mis predecesores no se
habian atrevido á deducir de ella como yo lo
que llamo la vanidad de las calenturas esen
ciales , porque esta asercion derrivaba el edi
ficio antiguo : si yo he sido mas osado es por
que me he alumbrado con la antorcha de la
fisiología: porque he meditado mucho tiempo
sobre el papel de los órganos de la digestion
en la larga serie de los animales de toda espe
cie. Las reflexiones y las comparaciones que
he hecho, las discusiones repetidas con médi
cos instruidos, las objeciones frecuentemente
tan justas de los discípulos cuyo juicio no han
corrompido todavia las preocupaciones, todo
esto me ha conducido á sospechar que una ir
ritacion gástrica podia producir los síntomas
de las calenturas llamadas esenciales. Su cura
cion repentina por los medios que destruyen
estas irritaciones, y sus recaidas por los agen
tes que pueden reproducirlas han hecho lo de-
mas; y cuando he estado bien convencido, he
creído de mi deber desengañar á los demas (i).
(i) Fs sensible que el entusiasmo que tiene M. B. por
la medicina le arrebate con tanta frecuencia hasta dar indi
cios de que nadie había visto tan clara y distintamente como
¿1 ; que sus principios sean indestructibles, y que solo si
guiéndolos ciegamente, pueda saberse y progresarse en la
ciencia de curar. Nos parece que el sistema de M. Brousaiss
exige para su admision la misma prudencia y critica que
los de los que le lian precedido ; y que su autor baria muy
bien en escitar el zelo , el. estudio y la observacion de tos
médicos, presentándoles sencillamente el resultado de sus
PATOLÓGICA. 135
Mi primer cuidado ha sido refutarme á mí
mismo. Lejos de avergonzarme rae ha pareci
do glorioso. ¿ Habia de sostener los errores de
mis primeros escritos por un culpable amor
propio? ¡Desgraciado el hombre que se hace
un punto de honor de no confesar las faltas
que ha cometido! La falsedad no se sostiene
mas que con la falsedad; y nada hay mas des
preciable á mis ojos que amontonar sutilezas
sobre sutilezas para substraerse á la confesion
de una falta ó de un error. Ultimamente, estos
errores no eran mios ; y aun cuando lo hubie
ran sido, no hubiera tenido con ellos, mas in
dulgencia. Sí: me complazco en confesar que
el respeto que tenia á la autoridad de M. Pi-
nel me ha impedido ver la verdad , y decir
todo mi pensamiento en la historia de las fleg
masías. ¿Qué ha resultado de esto? que las
graduaciones de las gastritis que yo he pinta
do alli no han sido reconocidas; que las victi
mas del brownismo han continuado cayendo,
aunque yo haya suministrado los medios de
de arrancarlas á la muerte. Aun cuando no
hubiera salvado mas que una centena de estos
desgraciados atacando al autor de la Nosogra1-
fia en esta obra , como lo hice despues en mi
primer examen, ¿no seria suficiente recom-

trabajos é indagaciones, para que repitiesen la mismo hasta


comprobarlos por si , contentándose por ahora con esa con
ducta verdaderamente franca , justa y filosófica. Nota del
editor. , . ' ,
l36 ANATOMÍA
pensa ele las calumnias que han caído sobre
mí ? Ciertamente yo habia visto bastante para
emprender este ataque con buen suceso, si la
autoridad de este profesor no me hubiera im
pedido creer en lo que veia. Que cesen pues
mis compañeros de oponerme á mí mismo
para combatirme, y que mediten las nuevas
proposiciones fisiológicas que les someto , y
principalmente que repitan mis esperiencias
para saber si tengo razon en el momento ac
tual. Me atrevo á esperar que se me perdona
rá esta digresion, porque está íntimamente uni
da con la filosofía de la ciencia, y con el inte
res de la humanidad. Sin esto no me la hu
biera permitido. Vuelvo al autor de la Medi
cina ilustrada por la abertura de los cuerpos.
Lo dicho es muy suficiente para probar que
nadie puede haber tomado en la obra de M.
Prost ideas exactas sobre la naturaleza de las
calenturas esenciales. Me dispensaré pues de
seguir á este autor por mas tiempo. Que no se
piense que quiero atacar las ideas y los cono
cimientos fisiológicos actuales de M. Prost. Si
juzgo de ellos por las mudanzas que yo mismo
be esperi mentado despues de la época en que
pareció esta obra, él puede pensar en el dia
de la clasificacion nosográfica muy distinta
mente que pensaba cuando solo era un jo
ven discípulo, eco de la doctrina de sus maes-
. tros, y cuando abria los cadáveres de enfer
mos, cuya curacion no habia dirigido. Tam-
PATOLÓGICA. 1^7
bien sostengo que los que han tenido cono
cimiento de las obras publicadas despues de
esta época en Italia y en Alemania, ó que han
querido repetir nuestras esperiencias sobre el
tratamiento de las flegmasias, han sufrido de
grado ó por fuerza una variacion enorme en
su doctrina particular, cualquiera que sea por
otra parte el lenguage que quieren tener en
el dia al público. Ahora bien, he querido re
presentar á M. Prost de 1 804, y no á M. Prost
de 1821, con el fin de probar á mis lectores,
manifestándoles verdades nuevas, que la ver
dadera teoría de las calenturas no se encon
traba en sus escritos, y por consiguiente que
yo no he podido tomarla de ellos para trans
portarla á los mios.
Por mucho tiempo no tuvo la inspeccion de
los cadáveres mas objeto que reconocer el sitio
de las enfermedades , y por consiguiente la
causa próxima de los síntomas que se habian
observado durante la vida. Estudiando Bicha t
la estructura, los límites y las conexiones de
los diferentes tejidos, fue naturalmente condu
cido á llevar una nota de las alteraciones que
encontraba en ellos. Hizo de esto el objeto de
un curso particular, en el que hacia conocer
á sus discípulos el estado , sano por el estado
enfermo, y este por aquel; reservándose por
lo demas para otro tiempo determinar á qué
suerte de enfermedad corresponde cada espe
cie de lesion. Al principio se vió obligado á
l38 ANATOMÍA
emplazar estas cuestiones, porque estudiaba las
alteraciones orgánicas en sngetos cuyas enfer
medades uo habia observado. Al fin llegó á
6er médico del hospital , y en este momento
en el que iba á dar á la anatomía patológica
su verdadero destino, el complemento de la
historia de las enfermedades, fue arrebatado
á la ciencia , cuyos límites habia sabido ya
estender.
No obstante, se aprovecharon sus ideas. Los
cursos de anatomía patológica se repitieron , y
bien pronto se erigió este ramo de la observa
cion cadavérica en una verdadera ciencia.
Confieso que no he podido jamas comprender
qué interes pueden presentar las alteraciones
de los órganos independientemente de los sín-
lS tomas de las enfermedades. Reflexionando bien
en esto, aun me ha parecido que esta espe
cie de estudio conducía directamente á la on-
tología, pues que propende á separar los ór
ganos de los signos esteriores de su sufrimien-
\ to. En efecto , estudiar los órganos alterados
sin hacer mencion de los síntomas de las en
fermedades, es como si se considerase al estó-
¡mago independiente de la digestion ; los mús
culos sin ocuparse del movimiento, el aparato
sanguíneo sin hablar de la circulacion &c. Yo
miro este método como una consecuencia de
la medicina antigua, que al principio fue em
pírica, porque estaba reducida á la observa
cion de los síntomas , y que bien pronto llegó
PATOLÓGICA. 1 39
á ser ontológica, porque se reunieron los sín
tomas en diferentes grupos , que recibieron
cada uno su denominacion , y presentaron la
idea de una enfermedad independiente de los
órganos, cuyo sufrimiento espresaba. Este mé
todo, lo conozco, era necesario en la imposi
bilidad de procurarse la abertura de los cadá
veres; pero cuando esta fue autorizada por las
leyes, se debió naturalmente esperar ver reu
nirse todos los esfuerzos de los médicos para
referir los síntomas á los órganos, con el fin
de reformar los grupos que se habian hecho
otras vece?, si no representaban con exactitud
los sufrimientos de estos mismos órganos. Estos
eran en efecto los trabajos de los médicos fisió
logos, entre los que debo citar áTJonet, Mor- }
gagni, Baglivio, Sarcone, Rhcederer, Wagler, ,r
Stoll, Lientaud y este Pujol, cuya obra ha sido
exhumada con la ocasion de los trabajos de Y
nuestra escuela. La impulsion estaba dada: todo
lo que habia de mas distinguido en el arte de
curar las seguía con una laudable actividad, y
y con sucesos difereutes segun que dominaba
mas ó menos la ontología de las antiguas es
cuelas. Esta misma ontología iba disminuyen
do; se principiaban á conocer los vicios fun
damentales de las nosologías; en una palabra,
se podia vislumbrar el momento en que todos
los hombres que profesan el arte se reuni
rían á la medicina fisiológica, cuando vino á
dar á la ciencia un curso retrógrado la crea-
14© ANATOMÍA
i cion de una falsa ciencia llamada anatomía
S patológica.
Lo que aseguro aqui no es una quimera : se
! lia visto su prueba en la Nosografía filosófica
,| del profesor Pinel, el cual despues de haber
S considerado las enfermedades como grupos de
síntomas independientes de las mudanzas que
se observan en los órganos, nos presenta estas
mudanzas como enfermedades particulares,
independientes de los grupos de los síntomas
con que ha llenado sus primeras clases. Pue9
este método vicioso lo ha tomado en los escri-
. tos de los médicos que han erigido la anato
mía patológica en una ciencia independiente
de las enfermedades.

SECCION SEGUNDA.

/
Examen de las lesiones orgánicas. Estas
dependen de la irritacion.

4 Despues de haber hecho conocer por estas


consideraciones generales, que esta especie de
PATOLÓGICA. 141
estudio no es una ciencia, sino mas bien un
complemento de la patologia, voy á buscar
sus pruebas circunstanciadas en las obras del'
que con sus trabajos ha estendido esta parte de
los conocimientos médicos. Estoy lejos de pre
tender disminuir el mérito de sus investiga
ciones; mi único objeto es dirigirlas á su ver
dadero destino.
Todas las alteraciones orgánicas, nos dice el
que ba escrito ex professo sobre esta mate
ria (x), y al que debemos preciosos descubri
mientos, parece que se pueden dividir en cua
tro grandes clases, á saber:
1.a Zas alteraciones de nutricion, las mas
sencillas de todas, pues que solo consisten en
la hipertrofia (aumento de nutricion), ó en
la atrofia (disminucion de nutricion) de un
órgano, ó de alguna de sus partes constitu
yentes.
2.a Zas alteraciones de forma y de situa*
don comprenden principalmente las luxacio
nes y las hernias.
3.a Zas alteraciones de tejido produci
das por un agente esterior, ó por el desarro
llo interior de un cuerpo estraño organizado.
4.a Zos cuerpos estraños animados, ó las
lombrices y los insectos que nacen ó pueden
vivir en el cuerpo humano.

(1 ) Diccion, de ciencias médicas, Art. Anatomía pato»


lógica.
142. ANATOMÍA
Despues ele hecha esta division se conviene
en que es forzada , y en que lo que se coloca
-en una clase, podria por ciertos respetos per
tenecer á otra.
El método seguido por Morgagni, que con
siste en examinar sucesivamente todas las alte
raciones de cada órgano, parece todavia al au
tor, de esta clasificacion el mejor para la espo-
sicion de las lesiones comprendidas en las dos
primeras clases. Para las últimas cree que de
be entrar en consideraciones generales , esto
es, estudiar las lesiones de que se componen
de una manera abstracta é independiente de
las partes donde puedan existir estas lesiones.
, j6 El tejido de los órganos, dice, puede alte
rarse de cuatro maneras diferentes, á saber: i.°
por la simple solucion de continuidad, como
en las heridas y en las fracturas: 2,.° por Ja
acumulacion ó la estravasacion de un líquido
natural, como en la anasarca, la apoplegía,
los tumores grasosos 8cc.: 3.° por la inflama
cion ó sus consecuencias; y 4° p°r el desarro
llo accidental de un tejido, ó de una materia
que no existia antes del estado de enferme
dad , como los tejidos escirrosos , tubérculos y
oseosos accidentales. /
Me permitiré algunas observaciones sobre
1 7 lo que se acaba de esponer. ¿ Qué son estas al
teraciones consideradas en sí mismas, é inde
pendientes de los órganos y de sus propieda
des? Estos son hechos de pura curiosidad y de
PATOLÓGICA. 143
ninguna manera útiles para el que I09 estudia.
¿Qué me importa saber si el volumen, la for
ma y el tejido de nuestras partes son suscep
tibles de alteraciones, si no se me enseña al
mismo tiempo lo que se necesita hacer para
preservarme de estas lesiones, ó para curár
melas si estoy afectado de ellas? ¿Se puede ra
zonablemente decir á un discípulo que suspi
ra por verdades nuevas y aplicables en su prác
tica diaria : „ En nuestro cuerpo puede haber
alteraciones de volumen , de forma y de teji
do; voy á nombrarlas, y aun á manifestar
las; pero aqui se termina toda mi ciencia : y
si quereis saber mas, esto es, conocer las
conexiones de estas lesiones con lo que las pro
duce, ó con lo que las puede curar, será ne
cesario dirigiros á los que han estudiado las
causas y los remedios, y estos nos hablarán de
ellos sin hacer mencion de las lesiones orgáni
cas porque no las conocen , ó bien las tratarán
de una manera muy incompleta?" Ciertamen
te ningun profesor de anatomía patológica
puede tener este lenguage; y asi nadie lo ha
tenido. Aun los que han pretendido hacer
una ciencia particular del conocimiento de las
lesiones orgánicas, no pueden dispensarse al
entrar en sus subdivisiones de hablar de las
causas, pues que distinguen las lesiones de te
jido, en las que dependen de soluciones de
continuidad, las que vienen de la extravasa
cion de un líquido, y las que son efecto de la
144 ANATOMÍA
inflamacion ó de sus consecuencias. Pero des
de el momento que para distinguir las lesio
nes unas de otras ha sido admitida la necesi
dad de mencionar la causa , se une la historia
de esta lesion á la causa de diferentes mane
ras. Si se trata de un cuerpo contundente ó
cortante , la causa no importa nada al observa
dor desde el momento que no está en accion
sobre el individuo; pero si se trata de la infla
macion, la causa interesa mucho mas, porque
sü accion se perpetúa indefinidamente. Se co
noce pues la necesidad de no separar mas su
historia de las lesiones, de que puede ser cau
sa; y pronto se percibe que todas estas lesio
nes hacen parte del conocimiento de la infla
macion, y por lo mismo entran enteramente
eh la ciencia de las leyes vitales que se llama
fisiología.
18 Pero subamos á las lesiones argánicas que
son el resultado de violencias esteriores, y que
se llaman dislocaciones, luxaciones y fracturas:
observémoslas algun tiempo despues de su
produccion, y veremos nacer en su tejido al
dolor, y en fin á la inflamacion. Nos será pues
fácil concebir que este fenómeno está unido á
ellas como efecto del mismo modo que está
unido como causa á las precedentes; y desde
entonces conoceremos que la historia de la in
flamacion no podrá ser completa, sino se es
pone de qué manera puede desenvolverla la
irritacion determinada por la accion de un
PATOLÓGICA. 14S
cuerpo esfrano. Esta misma irritacion provoca
tambien dolores simpáticos del mismo modo
que convulsiones; y he aqui la patología aso
ciada por un doble respeto al conocimiento de
una herida, de una luxacion, de una fractura,
6 de una hernia, que sin ella no son nada, y
recíprocamente tampoco sin ellas puede consi
derarse como una ciencia completa.
Esto está muy bien , se dirá ; pero todavia
quedan recursos á los inventores de la anato
mía patológica para aislarla de la patología
propiamente dicha. Los encuentran en las le
siones que no son ni causas ni efectos de la in
flamacion, como la hipertrofia, la atrofia, y en
ciertos tejidos que no tienen análogos en los
del estado sano , y que se desenvuelven sin sa
berse por qué en el seno del cuerpo viviente,
como son los tubérculos, los escirros, las ence-
faloides, ó la materia cerebriforme, las mela-
nosis &c.
Es cierto que los autores que nos ocupan
no han atribuido estas lesiones á la inflama
cion; pero ¿lo es igualmente que no dependen
de ella? Yo he tocado muchas veces esta im
portante cuestion ; pero este es el momento de
tratarla de una manera un poco mas profun
da, evitando no obstante cuanto sea posible
fastidiosas repeticiones.
La hipertrofia y la atrofia no sobrevienen
sin causa, y consideradas sin esta causa y sin
los desórdenes que ocasionan, no presentan
10
146 ANATOMÍA
mas que hechos aislados de todo lo que puede
darles interes y utilidad. Decir que hay órga
nos demasiado desarrollados en sus dimensio
nes, y otros demasiado disminuidos para lle
nar de una manera conveniente el destino que
deben desempeñar en el ejercicio de las fun
ciones, es llamar la atencion del que lo escu
cha , y es hacerlo desear y esperar la esplica-
cion de las conexiones de estas alteraciones
con todos los fenómenos de la vitalidad ; pero
si despues de un principio semejante se añade
que nada mas se tiene que decir, la primera
asercion no es mas que una trivialidad. ¿Qué
se ha de pensar de su autor, si enseña que es
ta asercion es una parte considerable, la cuar
ta parte de una ciencia? Vamos pues mas ade
lante , y veamos cuales son las causas que au
mentan ó que estenúan el volumen de nues
tras partes, y qué efectos resultan de esto.
En unos, estos vicios son el efecto de la ma
nera con que se ha hecho la nutricion en el
estado de feto , esto es , que son innatos y pue
den ser hereditarios. He aqui un primer he
cho. De aqui resulta siempre un desorden en
el ejercicio de las funciones, como son los que
dependen del aneurisma congenito del cora
zon , ó de su pequeñez relativamente al volu
men de lo demas del cuerpo. El primer vicio
produce una circulacion demasiado activa, un
calor estraordinario, y á las veces la estanca
cion de la sangre, en las principales visceras:
PATOLÓGICA. 147
el segundo está acompañado de una notable
languidez en el curso de los fluidos, y de un
frio obstinado en las estremidades. En cuanto
al cerebro, una nutricion estraordinaria que
desenvuelve una inteligencia prematura , y
una pequenez que trae la invecilidad , nos pre
sentan hechos absolutamente del mismo orden.
Que se me diga ahora si en estos diferentes ca
sos es alguna cosa para el médico el hecho de
la alteracion del volumen, sin el hecho del
desarreglo de los fenómenos de la vitalidad , y
si estos hechos no son igualmente indispensa
bles para el complemento de la historia de la
fisiología. Pero es todavía mucho peor cuando
se trata de las hipertrofias y de las atrofias
que han sido producidas despues del naci
miento. Que se intente hacer su historia y
bien pronto se habrá adquirido el convenci
miento de que estas lesiones son producidas
por la influencia demasiado poderosa de los
agentes de la irritacion , que propenden ince
santemente á exagerar los fenómenos de la vi
da en ciertas partes en detrimento de otras
muchas. Tomaré por ejemplo la hipertrofia y
la atrofia accidentales del corazon y del cerebro.
¿No es asi como las afecciones vivas del alma,
y los transportes de una irritacion reumática
ocasionan algunas veces la supernutricion del
corazon; como las colecciones del pericardio
determinan su atrofia; como las irritaciones
cerebrales engrandecen el volumen de la ca-
,
148 ANATOMÍA
beza, causando en ella un derrame seroso en
los niños, y como estas mismas irritaciones
obrando durante largo tiempo sobre el cere
bro de un adulto en la locura, acaban deter
minando la atrofia, y con ella producen una
reduccion considerable de la bóveda del crá
neo? ¿Es menester todavia preguntar si seme
jantes lesiones son alguna cosa sin la considera
cion de los fenómenos fisiológicos, y si no ha
cen parte integrante de la patología humana?
Que se apliquen estas reflexiones á la atrofia
de las estremidades paralíticas, y bien pronto
se verá si es alguna cosa sin añadirle las consi
deraciones que pueden darnos á conocer si su
causa es local, si depende del cerebro ó de la
espina, y qué aberraciones fisiológicas han so
brevenido en la sustancia medular que comu
nica con los nervios paralíticos.
Hasta aqui nada hemos encontrado en las
alteraciones orgánicas que no forme esencial
mente parte de la patología filosófica, la úni
ca que en adelante puede adoptar un buen
juicio.
Los cuerpos estraños animados no son dig
nos de una discusion particular, pues que es
imposible considerarlos como lesiones orgáni
cas, como lo he hecho ver terminando la ana
lisis de la Nosografía filosófica; paso pues á las
alteraciones de tejido, punto el mas importan
te de toda la doctrina de los médicos france
ses que cultivan la anatomía patológica, cues
PATOLÓGICA- 149
tion muy delicada , y que por la manera con
que la han examinado, los ha conducido al
fatalismo del que les he reconvenido ya.
Los tejidos accidentales y que no existian
antes de la enfermedad, se dividen segun los
autores que cito en tejidos accidentales que
tienen análogos entre los tejidos naturales de
la economía animal; y en tejidos que jio tie
nen análogos , y que nunca existen sino en
consecuencia de un estado morboso.
Los primeros son las osificaciones, los teji-
dosJibrosos , Jíbroso-cartilaginosos , cartilagi
nosos, celulares, corneos, y los pelos acci
dentales. Se han añadido despues otros tejidos
accidentales que se comparan á los delos cuer
pos cavernosos, de los pezones y del iris, y
que por esta razon se llaman tambien erecti-
les, como son los fungos hematoides, ó tumo
res sanguíneos, muchos ncevi materni, y los
canceriformes. Todos estos tejidos se atribuyen
á un estado morbífico ; pero no se nos dice de
qué naturaleza es este estado: es decir, en qué
relaciones está con la accion de los modifica
dores del hombre, y con los ói ganos sanos. No
obstante, cualquiera debe conocer que sin es
tos conocimientos no está completa la historia
de este estado ó de estos estados morbíficos;
es necesario pues para completarla estudiar las
causas cuya accion pueda producirlos, y este
estudio asocia al instante todos estos tejidos á
la patología. En efecto, se puede observar que
1 5o ANATOMÍA
se desenvuelven en los lugares que han sufri
do un estímulo prolongado. Yo tendré bien
pronto ocasion de referir los hechos que
prueban esta verdad , tratando de las lesiones
siguientes , á las que estas están unidas de la
manera mas íntima.
Estas lesiones que componen el segundo or
den de los tejidos accidentales, segun los au
tores que citamos, son los tubérculos, el es
cirro, las encefaloides , ó la materia cerebri-
forme, y las melanosis. La opinion de estos
autores es que estas suertes de lesiones orgáni
cas se desenvuelven, sino espontáneamente, á
lo menos por causas desconocidas en medio de
los tejidos sanos que existen en ellos al prin
cipio en un estado de crudeza, esto es, duros
é indolentes, y que en seguida pasan al es
tado de restablecimiento que los convierte en
una especie de cocido. Este cocido es una des-,
organizacion que principia en el centro, es
tando la circunferencia todavia dura; pero po
co á poco se convierte en cocido lo que ha
bía duro, ínterin lo cual se forman nuevas du
rezas sucesivamente, y de seguida en todos los
alrededores, para sufrir definitivamente la re
duccion en cocido; y estos progresos no tienen
mas término que la entera desorganizacion de
la parte , si no se contiene con la destruccion
del individuo.
Estos funestos efectos no son sino demasiado
reales y demasiado perfectamente descritos
PATOLÓGICA. 151
por los observadores de anatomía patológica;
pero lo que se ha escapado á su atencion, lo
mismo en estas lesiones que en las precedentes,
son las relaciones fisiológicas de las durezas
por donde principia la desorganizacion , con
los diferentes modificadores de nuestros órga
nos. Ahora bien, este conocimiento que consti
tuye la etiología de las alteraciones de tejido,
nos las hace ver de tal manera dependientes
de los diversos modos de irritacion orgánica,
que forman parte integrante de la historia de
la inflamacion y de la de la neurosis ; esto es
decir bastante que entran en la patología co
mo un complemento indispensable , y coloca
do directamente en la línea de la gangrena y
de la supuracion.
Voy á entrar en las pruebas de esta nueva
asercion; pero advierto antes que invocando
los hechos me veré obligado con frecuencia á
contradecir formalmente las aserciones de los
autores, cuya doctrina examino, y á presentar
estos mismos hechos bajo un punto de vista
diferente en un todo, que bajo el que ellos
los han considerado.
i.° „ Los tubérculos, nos dicen, son una ma
teria opaca , de un amarillo pálido, que en el
estado de crudeza tiene una consistencia aná
loga á la del albumen concretado, pero mas
fuerte. En el estado de reblandecimiento, al
, principio se pone blanda , desmenuzable, y
adquiere por grados una consistencia y un as
l5a ANATOMÍA /
pecto análogos á los del pus. Se ha designado
esta materia morbífica bajo el nombre de ma
teria escrofulosa; pero los tumores escrofulo
sos, aunque de la misma naturaleza, tienen
algunos caractéres particulares, que hacen de
ellos una verdadera variedad de los tubércu
los. " Esta es la descripcion , y he aqui la teo
ría, segun los mismos autores, que me conten
to con resumir.
Los tubérculos se forman sin causa aprecia-
ble, á menos que no se los atribuya á un vi
cio escrofuloso, sobre lo que no se esplican los
autores abiertamente. Son el efecto de una dis
posicion innata. La irritacion y la inflamacion
no son jamas su causa única, y solo hacen ace
lerar su desarrollo. Los gérmenes tuberculosos
existen en ciertas familias. Con frecuencia per
manecen ocultos durante una ó dos generacio
nes ; y se desenvuelven en seguida lo mas fre
cuentemente sin que se pueda determinar su
causa. Cuando se forman en ej pulmon, por
ejemplo , pueden producir en éf tubérculos que
permanezcan durante el curso de una larga vi
da en el estado de crudeza; pero en el mayor
número de casos no sucede asi. Crecen espon
táneamente, ó bien ayudados por los catarros
y por las demas flegmasias de estos órganos:
este es su primer período, cuya existencia
ningun signo puede declarar. Engrosándose
provocan Ja tos, escitan la inflamacion en el
parenquima que los rodea , y determinan la
PATOLÓGICA. 1 53
calentura héctica: este es sn segundo período,
durante el cual la espectoraeion es solamente
mucosa. Pero al fin se reblandecen, y se redu
cen á una materia pulposa y puriforme que
es espectorada ó reabsorvida : la calentura se
aumenta, el cuerpo se enflaquece, viene la
diarrea, y si despues de la muerte se encuentran
los ganglios del mesenterio transformados en
tubérculos, estos son debidos al mismo princi
pio que ha formado los del pulmon, han ger
minado espontáneamente como los otros; y á
su progreso es menester atribuir la diarrea y
las demas lesiones de las funciones digestivas.
Sea el que quiera por lo demas el lugar en
que se encuentren estos tubérculos , se esplica
siempre su formacion de la misma manera,
sean las que quieran las señales de flegmasia
que puedan encontrarse en los tejidos que los
contienen. En cuanto á los pulmones, las ca
vidades que se encuentran en ellos, no son
mas que el resultado de la evacuacion ó de la
absorcion de la materia tuberculosa, y de nin
guna manera son úlceras producidas por la in
fla macion flegmonosa. Si se observan en ellos
cavidades sin tubérculos, pueden ser el resul
tado de un principio ulceroso ; pero esto nada
tiene de comun con la verdadera inflamacion.
Esta es la teoría de los anatómico-patológicos;
que como se ve, entra en los principios del fa
talismo. He aqui al presente la manera con
que esplica la medicina fisiológica la forma
1 54 ANATOMÍA
cion y los progresos de las desorganizaciones,
donde se encuentra la degeneracion tubercu
losa. Y siga en buen ora cada uno lo que le
dicte su sana razon é ilustrada é imparcial
observacion clínica.
a6 Los tubérculos no se forman sin causa apre-
ciable: son el resultado de una irritacion orgá
nica , que es producida por causas comunes á
todas las afecciones irritativas. En el pulmon,
por ejemplo, esta irritacion es provocada por
el frio y por todo lo que puede aumentar la
accion orgánica de esta viscera. La irritacion
pulmonar no principia á producir los tubér
culos sin haber afectado los tejidos mas vivos.
En efecto se desenvuelve , ó en la membrana
mucosa de los bronquios y de sus cavidades
vexiculares, ó en el tejido celular y vascular
interpuesto entre estas cavidades, ó en fin en
la membrana serosa ó la pleura que envuelve
estos diferentes tejidos. Puede reinar en ellos
en grados diferentes. En los muy intensos de
termina un aflujo considerable de sangre con
mucho calor, lo que constituye una inflama
cion aguda, y la hepatizacion ó la supuracion
ordinaria que son sus resultados. En los grados
menos intensos se prolonga la irritacion, y
constituye una flegmasía crónica, catarral, pa-
renquimatosa ó pleural. Ahora bien, la pro
longacion de esta flegmasía es la que da lugar
á Ja formacion de los tubérculos, los cuales una
vez producidos, siguen el curso descrito por
PATOLÓGICA. 155
los autores de anatomía patológica. Esta aser
cion no es gratuita : he aqui sus pruebas :
En los cadáveres de los hombres constitui
dos, de manera que estan propensos á con
traer la tisis pulmonar, no hemos visto nunca
ó encontrado lo que los autores llaman tubér
culos crudos, á menos que no hayan presenta
do estas personas durante su vida las señales
de la irritacion del órgano respiratorio. Cuan
do una conscripcion demasiado severa quitó
á la Francia millares de jóvenes, sin que se
respetase la debilidad de su constitucion, ni
las enfermedades de sus familias, he abierto ó
he visto abrir por mis coolaboradores en los
ejércitos, durante el espacio de diez años, tan
to en Italia como en España, muchos cientos de
hombres que habian sucumbido á las flegma
sías de la cabeza , del abdomen , y aun á Jas
perineumonías agudas. Siempre he tenido cui
dado de verificar si presentaban alguna cosa
de estraordinario los pulmones de los que te-
nian constitucion tísica, esto es, que tenian un
cuerpo delgado, cuello largo, pecho estrecho,
poco carnosos los miembros, la piel fina y
transparente, los cabellos rubios, mucha irri
tabilidad , y que habian estado espuestos á las
hemorragias, y jamas he encontrado el menor
vestigio de los tubérculos, á menos que la en
fermedad que los habia matado no hubiera si
do precedida de un catarro, de una pulmonía,
ó de Una pleuresía crónicas. Ahora bien, es
1 56 ANATOMÍA
muy probable que si estos jóvenes, en los que
yo no he percibido gérmenes tuberculosos,
hubieran vivido en un pais frio ó templado,
hubieran sucumbido á la tisis pulmonal un
gran número de ellos.
Esta probabilidad se convierte en certeza
cuando se considera: i.° que cuando el ejérci
to en que yo servia , estaba en la Bélgica ó en
Holanda, moria un gran número de indivi
duos de esta constitucion por los progresos de
la tisis pulmonal con tubérculos muy multi
plicados: 2.° que en el momento que llegaron
á Italia estos cuerpos , se hicieron estas tisis es-
traordinariamente raras, de tal manera que
no se las observaba mas que en los que habian
recibido su primera impresion antes de salir
de Holanda , ó en las fatigas del camino:
3.° que todos los en que se veia desen
volverse la tisis pulmonal sin escepcion, ha-
cian remontar su causa á la impresion de un
frio que les habia ocasionado un catarro,
una pneumonía poco intensa ó una pleure
sía, ó á cualquiera otra causa que habia ir
ritado al pulmon, como golpes, caidas 8cc:
4° que deteniendo estas tres flegmasías por un
método muy activo en el momento de su es-
plosion, hacia y hago todavia todos los dias
muy rara á la tisis, sea la que quiera la dis
posicion constitucional de los individuos para
llegar á ser victimas de esta cruel enfermedad:
5.° que cuando el acaso me ha hecho tomar la
PATOLÓGICA. 1 57
visita de un médico menos activo para quitar
hasta los mas ligeros vestigios de las flegmasias
agudas del órgano respiratorio, he encontrado
siempre entre sus convalecientes un número
mucho mayor de tísicos, que entre los que deja
ba un compañero cuidadoso de destruir pronta
mente y de una manera completa las flegmasias
pulmonales accidentalmente provocadas; y 6.°
que siempre que he visto desenvolverse la tisis
en los enfermos que habia tratado por mí mismo
desde el principio de su catarro, de su pleu
resía , de su perineumonía , he debido acusar
ó á mi timidez en combatir la flegmasía (lo
que me sucedia con frecuencia en el principio
de mi práctica ) , ó á la indocilidad de los en
fermos, ó á su salida prematura y su esposi-
cion á la influencia de las causas capaces de
reproducir la irritacion pulmonal.
En los hospitales militares es donde he po
dido primeramente hacer estas importantes ob
servaciones : despues las he visto verificarse en
mi presencia por los compañeros que practi
caban los mismos principios que yo ; y en fin
he conocido toda su importancia en la prác
tica civil particular, siempre que he encon
trado enfermos bastante dóciles para some
terse al método , de que habia sacado tan
tas ventajas en los ejércitos activos ó se
dentarios.
Si esta masa de pruebas no convence á los
espíritus de todos mis lectores , por lo menos
1 58 ANATOMÍA
llamará su atencion sobre el curso ele las fleg
masías pulmonales, y de ninguna manera du
do que todos los que se dignen considerarlas
bien de cerca, sacarán una inmensa ventaja.
He aqui al presente lo mas satisfactorio que
me parece se puede avanzar sobre la causa
particular del desarrollo de los tubérculos pul
monales en ciertos sugetos mas bien que en
otros.
Primeramente sentaré como principio, y co
mo hecho incontestable, segun mi esperiencia,
que todos los hombres pueden llegar á ser vic
timas de la tisis tuberculosa. Para esto creo que
no se necesita mas que dejar envejecer los ca
tarros, ó renovarlos durante un tiempo mas ó
menos largo. Las demas causas de la irritacion
del pulmon pueden sin la menor duda tener
los mismos resultados: los esfuerzos de la voz
repetidos por largo tiempo, á pesar de la pre
sencia de una inflamacion de este órgano ; los
golpes continuados sobre las paredes torácicas,
como sucede á los maestros de esgrima 8cc.,
pueden llegar al mismo resultado. Solamente
se observa que los sugetos delgados, débiles y
como los he pintado , llegan á ser tuberculosos y
tísicos mucho mas fácilmente que los hombres
morenos, de pecho ancho, y de músculos bien
señalados; pero al fin á fuerza de sufrir fleg-
masias pulmonales, las personas mas vigorosas
llegan á ser verdaderos tísicos. Es cierto que
muchos de estos resisten á la desorganizacion
PATOLÓGICA. l59
tuberculosa hasta la edad de la declinacion , y
aun hasta la vejez. Entonces la alteracion tuber
culosa presenta un aspecto diferente del que
ofrece en la juventud : esto es lo que encon
tramos en la tisis con melanosis, de la que me
voy á ocupar despues de haber hablado de los
tubérculos mesentéricos.
De la misma manera que los tubérculos del
pulmon son el efecto ordinario, ú lo que pien
so, de una ílegmasia prolongada en la mucosa
del aparato respiratorio, asi tambien los tu
bérculos del mesenterio son provocados por
la-irritacion inflamatoria de la túnica interna
del canal digestivo: esta es, para mí, una
verdad que he enunciado ya; pero que al pre
sente quiero hacer servir para demostrar eL
modo de producirse esta degeneracion.
Partiré de una asercion tomada de los au
tores cuya teoría combato. Estos no dudan
considerar á las glándulas linfaticas encerradas
en las láminas del mesenterio, como suscepti- - '«
bles de esta especie de lesion: cuando las en
cuentran hinchadas, blancas y duras, dicen
que estan afectadas de ella en el grado de
crudeza. Ahora bien , si es cierto, como lo
creo , que esta tumefaccion es provocada por
la inflamacion de la mucosa de los intestinos
delgados; y que es una repeticion simpática
de ésta inflamacion , como la hinchazon de las
glándulas de la ingle, es una repeticion de la
ílegmasia de la mucosa de la glande , como las
í6o ANATOMÍA,
de las glándulas de la axila son la propaga
cion de una inflamacion de los dedos &c.; los
tubérculos ríe estos señores pueden ser un
producto de este fenómeno : por mi parte
pienso que este es el verdadero mecanismo de
la tumefaccion de los gánglios linfáticos de las
vi ceras. En cuanto á las glándulas viscerales,
la piel interior ó el tejido mucoso , de don
de salen sus absorventes , no recibe la im
presion del aire frio , pero recibe la de otros
estimulantes; y estos, segun mis observaciones,
no afectan los gánglios de estas visceras, sin
haber provocado una irritacion catarral en el
mismo tejido mucoso. En el fondo son entera
mente los mismos el modo de estímulo de la
membrana , con la que Corresponden los
gánglios linfáticos, y el modo de transmision
de la membrana á los gánglios; pero los gán
glios viscerales resisten mas á la inflamacion
que los del esterior: de suerte que no la con
traen sino consecutivamente á la de su mem
brana mucosa.
En las enfermedades que se llaman escrófu
las y sífilis , es donde tomo los motivos de mi
opinion. En efecto, se observan en ellas mil
fcasos de inflamacion de los gánglios linfáticos
del esterior del cuerpo para un solo caso de
inflamacion de los gánglios viscerales. Cual
quiera que sea la causa de esta diferencia,
pues que existe , debe ser observada , y nada
impide deducir de ella conclusiones para
PATOLÓGICA. l6l
ilustrar la cuestion que nos ocupa.
En vano querran los fatalistas negar la ana
logía sosteniendo que los gánglios del esterior
del cuerpo no tienen nada de comun en su
forma y en sus maneras de enfermar con los
que estan situados en las visceras : la analogía
de su estado patológico es tan perfecta como
la de sus funciones. No es ya tiempo de intro
ducir en la economía legiones de entidades
morbíficas de naturalezas diferentes: si á las
veces se observan algunas diferencias en el
color , en la consistencia y en el cocido
de los tubérculos esteriores comparados con
los de las visceras , tambien con frecuen
cia no se encuentra ninguna, como lo he
demostrado muchas veces poniendo las glán
dulas cervicales al lado de las del mesenterio
en sugetos en que unas y otras estaban hincha
das y desorganizadas. Ultimamente , si existen
estas diferencias, tambien se encuentran entre
los gánglios de la misma parte cuando han
llegado todos al mismo grado de alteracion.
Nuestros autores quieren establecer igual
mente grandes diferencias entre los tubérculos
de los sugetos que se llaman escrofulosos, y
los de los enfermos que no han recibido esta
clasificacion. Pero estas pequeñas desemejanzas
las juzgo efecto de la diferencia de las edades
y de las constituciones: la linfa de las personas
todavia jóvenes , y que han sufrido un gran
número de irritaciones glandulosas , es sin
ti
l6a ANATOMÍA
duda un poco diferente de la de los adultos
de una constitucion vigorosa y mas animali
zad a ; pero esto no creo que hace nada en el
modo de su produccion, que es siempre el
mismo, sea el que quiera el grado de la ac
cion vital y las apariencias esteriores de la
constitucion del individuo. En todos estos ca
sos, si se hinchan los gánglios es porque han
sido irritados ; y esta irritacion les proviene
siempre por el mismo modo fisiológico; por el
estímulo de los tejidos membranosos, de donde
se comunica á los linfáticos que se abren en
ellos. Que se lea á Scemmering, y se tendrá
bien pronto el convencimiento de lo que aca
bo de decir.
Resumamos ahora -el capítulo de la irrita
cion de las glándulas linfáticas. Estas reciben
la irritacion de los tejidos de donde parten
sus absorventes. Si estos tejidos esperimentan
una vehemente inflamacion, participan de ella
las glándulas, pueden sufrir el flegmon y pa
sar a la supuracion flegmonosa. Asi es como
se forman los bubones en las inflamaciones in
tensas de la glande y de la uretra : algunas
veces tambien es mas activa la inflamacion de
las glándulas que la de la membrana mucosa
genital. De la misma manera tambien se oca
sionan la rubicundez y la supuracion de Jos
gánglios del mesenterio en las gastro-enteritis
agudas, que se han exasperado por un método
estimulante, como se puede encontrar en la
PATOLÓGICA. l63
obra de M. Petit, sobre la calentura entero-
mesentérica; pero si se hace crónica la irrita
cion de las membranas mucosas, los ganglios
que les corresponden , despues de haber esta
do rojos, se pondrán blancos, y se encontra
rán convertidos en verdaderos tubérculos, que
despues segregarán en medio de su parenqui-
ma la materia caseiforme, verdadera supura
cion crónica de estos tejidos , y á la que han
asignado el nombre de materia tuberculosa.
¡Cuántas veces he hecho observar á los discí
pulos que seguian mi clínica, enteritis cróni
cas que habian sufrido recaídas en el estado
agudo; y en las que los ganglios que corres
pondían á los puntos rojos de la mucosa , se
presentaban con el mismo color, ínterin que
los que correspondían á las regiones donde la
flegmasia intestinal habia perdido el color por
su antigüedad, y dejado en su consecuencia
algunas úlceras, eran blancos y no se diferen
ciaban de los verdaderos tubérculos!
Pues que la inflamacion prolongada de las
membranas mucosas puede producir la dege
neracion tuberculosa en los gánglios linfáticos
inmediatos, ¿por qué no será capaz de ocasio
narla en los tejidos celulares adherentes á estas
membranas, supuesto que estos mismos tejidos
contienen linfáticos y glándulas que se llaman
con este nombre? Tomemos todavia por ejem
plo á los intestinos. Frecuentemente me ha su
cedido encontrar pequeños tubérculos entre
164 ANATOMÍA
las túnicas del ciego, que es mas abundante
en tejido celular que los intestinos delgados,
cuando habia sufrido una inflamacion crónica
y se habia hinchado , y estaba en su interior
sembrado de pequeñas ulceraciones. He con
frontado estos tubérculos con los que habia al
mismo tiempo en el mesenterio, y no he po
dido descubrir ninguna diferencia entre unos
y otros. Frecuentemente he observado otros
semejantes en el tejido celular inmediato al es
tómago en las gastritis crónicas ; y no obstan
te, estos tejidos no contienen ninguna glándu
la linfática perceptible á nuestros sentidos en
el estado sano. Existe pues en los tejidos areo-
lares, que estan arrimados á las membranas
mucosas, una organizacion análoga á la de las
glándulas linfáticas, en virtud de la cual de
generan de Ja misma manera que estas glán
dulas, esto es, en tubérculos cuando la infla
macion obra sobre estas membranas con obs
tinacion y en un grado poco activo. Estos son
hechos: y aun cuando refiera las observacio
nes de donde los he tomado, nada añadiré á
su realidad : cualquiera puede convencerse
por sí misino: ellos han existido y existirán
tambien siempre que se quiera; por cuya ra
zon paso adelante. r> ,
Demostrada respecto del abdomen la posi
bilidad de la produccion de los tubérculos por
la estension de la inflamacion del tejido de
las membranas al tejido areolar adherente con
PATOLÓGICA. l6S
ellas, ¿qué impide hacer su aplicacion al apa*
rato pneumónico? ¿ No nos obliga igualmente á
ello la evidencia de los hechos? Primeramente
la analogía es exacta entre la organizacion del
pulmon y de las vias gástricas; en uno y otro
aparato se encuentra una membrana mucosa,
detras de la cual hay ganglios linfáticos y un
tejido areolar lleno de vasos del mismo orden!
Pasemos en seguida al estado morbífico. Si la e
inflamacion se prolonga en la membrana mu
cosa de los bronquios , es seguro encontrar
despues de la muerte en un estado de tume
faccion á los gánglios que rodean sus divisio
nes. Si esta inflamacion ha sido aguda estan de
un color rojo negruzco , y si ha sido crónica y
está ulcerada la mucosa como en la tisis tra
queo-bronquial, son blancos en la juventud. Re
presentémonos ahora atacada de una inflama
cion crónica la prolongacion de esta membrana
mucosa que se distribuye en todas las vexículas
aéreas: ¿por qué no creeremos que los tejidos
areolares que se hallan al rededor de estas ve
xículas y que les sirven de apoyo y de medio
de union;, contraigan la misma alteracion que
las glándulas bronquiales, y que se desenvuel
van en ellos los tubérculos como se forman en
el tejido celular, interpuesto entre las mem
branas de los intestinos? Hay mas: yo no con
cibo que se pueda dar otra esplicacion, no
solamente á la generacion de los tubércu
los, sino tambien á la de las granulaciones car-
l66 ANATOMÍA
tilaginosas , á los derrames de la materia tu
berculosa que se encuentran con frecuencia en
los pulmones de los tísicos , y en fin á las con
creciones oseosas y calcáreas que no es raro en
contrar en los sugetos linfáticos, cuyas irrita
ciones se prolongan por muchos años, y no se
elevan nunca al grado de inflamacion caliente
y sanguínea.
Para dar á esta última parte de mi conclu
sion el grado de evidencia de que es suscep
tible, voy todavia á emprender algunas com
paraciones, que servirán ademas para ilustrar
mi objeto y para prepararnos á la esplicacion
fisiológica de las degeneraciones de que me
queda que hablar. i '
Los tejidos blancos, cuya irritacion exami
namos, estan habitualmente empapados de la
parte linfática de nuestros humores, esto es,
de la albúmina. Cuando son irritados viva
mente en un sugeto en el que abunda la san
gre , y cuyos capilares sanguíneos son enérgi
cos, se precipita en ellos este humor, y reina
la inflamacion con toda su intensidad ; pero si
son irritados solo en un grado ligero, no vie
ne á ellos la sangre; y por el contrario se a-
cumula la linfa , y los resultados de esta con
gestion se presentan en tanto bajo la forma de
tubérculos, en tanto bajo la cartilaginosa , ó
fibroso-cartilaginosa. Esto es lo que he dicho;
y ahora añado: la forma que se llama fibrosa,
es tambien el resultado de la irritacion; y
PATOLÓGICA. 167
cuando se presenta igualmente la forma oseo-
sa, se encuentra con preferencia en las mem
branas serosas, que beben entrar en el orden
de los tejidos de que hablamos. Asi es como
la pleura y el pericardio se ponen cartilagino
sos y oseosos en sus flegmasias crónieas , y por
decirlo de paso, tambien algunas veces estan
llenos de tubérculos, ó de una materia tuber
culosa en el mismo individuo. En otros se es-
travasa la linfa, atraida hacia el tejido enfer
mo, en cantidad mas ó menos considerable.
Cuando esta forma masas de derrames de un
cierto volumen, no se obedecen las leyes de la
química viviente; lo mas fluido se absorve, y
reuniéndose las sales calcáreas segun las afini
dades químicas de los cuerpos inertes, forman
las arenas ó los cálculos que con tanta admi
racion se han encontrado despues de Va muer
te, y que aun algunas veces se espelen du
rante la vida.
De esta manera se producen esos pequeños
núcleos calculosos que se han encontrado al
gunas veces en medio de la materia tubercu
losa que encierran los gánglios del mesenterio,
ó los del pecho ; y de aqui provienen los cál
culos que se espectoran en ciertas grad nacio
nes de la tisis pulmonal. Pero las glándulas
linfáticas no son los únicos tejidos que pueden
producirlos; tambien se forman con frecuen
cia en los folículos irritados de las membranas
mucosas. Yo los he visto salir de la tráquea y
l68 ANATOMÍA
de la laringe en la tisis laríngea. La glándula
Í>arótida puede suministrarlos. Las amigdalas
os engendran cuando se conservan hinchadas
en conseuencia de las anginas repetidas. Por la
misma aberracion de las leyes fisiológicás se
producen los cálculos en las articulaciones des
figuradas por la gota fria y crónica; y en una
palabra , todos los tejidos que obran habitual-
mente sobre la parte albuminosa de nuestros"
humores pueden dar estas producciones, cuan
do son fatigados por una irritacion crónica de
«na cierta graduacion poco intensa, ínterin
que un estímulo mas activo produciría una
a8 verdadera inflamacion. En fin, para resumir
todos estos hechos, que son tan ciertos como la
circulacion, cuando la irritacion es viva y re
pentina en un sugeto vigoroso, casi siempre
produce la inflamacion; pero cuando esta se
hace crónica y se debilita el enfermo , la par
te irritada se pone anémica (ó sin fuerzas), y
su irritacion no produce ya sino las irritacio
nes de que acabo de hablar, ó algunas otras
de que tengo que tratar todavia.
49 La inflamacion no es menos posible en el
feto que en el adulto, aunque sea mucho mas
rara. Tambien se la ha observado en la pla
centa. Los niños nacen alguna vez con pús
tulas variolosas , que son flegmasias cutá
neas, y aun con gastro-enteritis: no es pues
admirable que los tubérculos que suceden
ordinariamente á las inflamaciones puedan
PATOLÓGICA. 169
tambien encontrarse en sus órganos.
a.° El escirro propiamente dicho «materia 3o
de un blanco un poco azulado, ó cenizoso,
ligeramente semi-transparente, cuya consis
tencia en el estado de crudeza varía desde la
de corteza de tocino con la que tiene mucha
analogía por el aspecto, hasta una dureza casi
cartilaginosa, dividida por lo comun en ma
sas, que se subdividen en lóbulos reunidos
por un tejido celular muy compacto, y cuya
forma muy variable presenta algunas veces una
especie de regularidad, y un aspecto que sea-
semeja al de los alveolos de los panales de miel
&c. En el estado de reblandecimiento, toma
esta materia gradualmente la consistencia y el
aspecto de una jalea ó de un jarabe , cuya
transparencia se enturbia algunas veces por
una tinta cenicienta, sucia, ó por un poco de
sangre." Despues de esta exactitud en la des
cripcion, reconoce el autor otras diferencias,
variedades, y graduaciones, despues de las
cuales declara haber observado todavia otras
cinco variedades de degeneraciones mas ó me
nos parecidas á esta, y que no teme llamar
materias morbíficas. Por lo demas cree que
estos escirros son los gemmi ó gemmata de los
autores. Segun él todo esto germina espontá
neamente : y todo esto, segun mi opinion, que
se diferencia muy poco en este punto de la
grosera teoría de los antiguos, es siempre el
resultado de la irritacion , y frecuentemente la
17° ANATOMÍA
terminacion de las inflamaciones que los pato-
logistas llaman por induracion.
3i 3.° Las encefaloides ó la materia cerebri-
forme , presentan , segun nuestros autores en
su estado de crudeza „una materia un poco
menos consistente que la anterior, un poco mas
opaca , blanquizca , dividida ordinariamente en
lóbulos desiguales, informes, separados por un
tejido celular muy fino y poco firme, en el
que se encuentran vasos bastante voluminosos,
pero de túnicas muy delgadas y poco consis
tentes. Las subdivisiones de estos lóbulos estan
indicadas como en la especie precedente, por
líneas de un blanco mate y mas opaco que lo
restante del tumor: nunca tienen la misma re
gularidad, y algunas veces estan muy poco
señaladas. Su reblandecimiento presenta una
consistencia y un aspecto análogos á los de la
sustancia medular de un cerebro un poco blan
do, y resudan algunas gotitas de sangre cuan
do se les hace uria incision. Algunas veces se
encuentran derrames de sangre &c."
Estas encefaloides no son otra cosa mas que
«no de los resultados de la irritacion poco ac
tiva y prolongada de los tejidos areolares. No
se diferencian de los tubérculos y de los es
cirros sino por graduaciones muy ligeras, por
que son como ellos la albúmina acumulada
por la irritacion en los pequeños vacios de es
tos tejidos. Las láminas que separan sus lóbu
los son también las de estos tejidos. No se en
PATOLÓGICA. 171
cuentran en ella9 vasos pequeños, porque en
cierta manera los ha ahogado la albúmina. So
lo pueden haber resistido á la presion de esta
algunos de los mas gruesos; pero cuando su
reblandecimiento por el movimiento de des
composicion que se desenvuelve en los fluidos
derramados, en parte sustraídos de la influen
cia de la vida, y en parte sometidos á las ano
malías de una nutricion viciosa y de una aber
racion de las leyes vitales, crece en ellos sen
siblemente la irritacion, se enciende la infla
macion, y la sangre es llamada alli de nuevo.
Entonces es cuando principia la destruccion
parcial de la parte infartada ó la desorganiza
cion cancerosa, mientras que la irritacion lin
fática que se propaga en el tejido celular de la
circunferencia prepara en él una nueva dureza
que debe tener la suerte del núcleo primitivo.
Ultimamente, el tejido celular crónicamenr,
te irritado no toma siempre el aspecto ence^
faloides que yo he comparado en la histo
ria de las flegmasias á una masa de sebo : al
gunas veces presenta la apariencia de la cor
teza del tocino, que se llama aqui el es
cirro por escelencia : en otros casos se pa
rece al tocino rancio, y se encuentra en él
una grasa degenerada. Otras veces se llenan
sus celdillas de una albúmina que se diferen
cia poco del estado natural. Asi es como se en
cuentran, como tengo dicho, en consecuencia
de la irritacion reumática y de la que se llama
17» ANATOMÍA
gotosa, y en la mayor parte de las graduacio
nes de los infartos escrofulosos, y en las peri
tonitis crónicas que han determinado la obs
truccion de los tejidos post-peritoneal , inter-
epiplóico, é inter-mesentérico. Todo esto no
tiene nada de fijo, y únicamente está subor
dinado al modo de irritacion orgánica que con
frecuencia es imposible determinar antes de
la autopsia.
Si la obstruccion está formada de una albú
mina muy humedecida, no se desenvuelve in
flamacion desorganizadora; si es muy seca, co
mo en las articulaciones gotosas, llega frecuen
temente á las congestiones calculosas ó tofáccas.
Repito todavia aqui que es menester no con
fundir estos agregados, piedras ó cálculos, de
que se trata, que son inorgánicos y se forman
en medio de la albúmina estravaeada, con las
osificaciones de las membranas serosas, de los
tejidos celulares, de las túnicas vasculares &c.
'Estas últimas alteraciones , como igualmente
los cuerpos fibrosos y cartilaginosos, son teji
dos organizados, en los que ha hecho la irri
tación que predomine el fosfate de cal ó algu
na otra sustancia salina que ha variado su as
pecto y su densidad. Cuanto mas han vivido los
nombres, tantas mas especies presentan de de
generaciones. La forma de tocino , la encefa-
loides y la tuberculosa, son en las que se pro
duce ordinariamente la úlcera depascente. En
vano se pretendera escluir de ella á alguna de

1
PATOLÓGICA. I73
las degeneraciones: yo me he asegurado mu
chas veces en las ulceraciones del canal diges
tivo y de los epiploos, que las paredes en que
estan los cánceres eran una mezcla de estas tres
formas, á las que es menester añadir tambien
las melanosis, de que voy bien pronto á ha
blar; y la ulceracion no parece diferente en
ninguna de ellas. Todavia debo observar que
aunque los reumatismos, la gota y las escró
fulas acostumbren producir infartos albumi
nosos ó tofáceos , no por esto dejan de ofrecer
algunas veces ciertos puntos, donde predomi
nan las otras formas, y donde puede venir la
degeneracion cancerosa : tan- difícil es estable
cer nada de fijo sobre los resultados de la irri
tacion orgánica. En efecto, lo que hay demos
trado durante la vida es esta irritacion y su
modo inflamatorio, hemorrágico, nervioso ó
linfático. En cuanto á las formas precisas que
debe presentar la parte en consecuencia de es
te último, no es siempre fácil el preverlas;
pero lo que importa al práctico es estar bie
advertido que dependen de esta irritacion,
por consiguiente que no son cuerpos estraños,
desenvueltos espontáneamente ó por causas
desconocidas é inaccesibles á los socorros del
arte: su principal objeto es prevenirlas. .,
Es tan cierto que la. irritacion orgánica,
que obra de una manera especial sobre los te
jidos linfáticos, es la madre comun de todos
estos productos, que por confesión de todos
174 ANATOMÍA
los autores se los ve seguirse tambien á las
afecciones sifilíticas, á los herpes y á las ele-
fanciasis; lo que prueba que el cáncer no es
una enfermedad particular y primitiva, á la
que estan dedicadas ciertas victimas por una
fatal necesidad. En fin si me es permitido
apelar á mi esperiencia, añadiré que despues
que he contraído la costumbre de estinguir
completamente la irritacion desde su princi
pio , no observo estas degeneraciones mas que
en las personas que han descuidado los medios
de curacion en los principios, ó que se han
procurado recaidas multiplicadas.
4 ° Las melanosis presentan en el estado de
crudeza „una materia negra, opaca, omogé-
nea, un poco humeda, de consistencia análo
ga a la de las glándulas linfáticas. El estado de
reblandecimiento las convierte en una espe
cie de cocido negro y bastante espeso." El au
tor ha espresado la cosa sin advertirlo: las me
lanosis del pulmon no son en efecto mas que
tubérculos impregnados de una materia colo
rante negra, que tal vez es del carbono, y es
ta materia va siempre en aumento en este ór
gano desde el principio de la vida hasta el fin.
Comunica su color á la membrana serosa pri
mero por manchas pequeñas, y despues por
grandes, y en la última vejez parecen estos
órganos enteramente negros. Su tejido interno
toma tambien el mismo color , y euando se des
envuelven su* tubérculos en una edad avan
PATOLÓGICA. 175
zada, en Jugar del color blanco ó amarillo que
tienen ordinariamente en la juventud, pare
cen negros, y las cortaduras que se hacen en
ellos, parecen hechas sobre una masa de car
bon lustroso. Las glándulas bronquiales se ti
fien insensiblemente del mismo color con los
progresos de la edad. Ultimamente este color
principia muy temprano en un número gran
de de individuos, y en los pulmones de los tí
sicos adultos se encuentran muy frecuente
mente tubérculos negros mezclados con los
blancos, y glándulas linfáticas sembradas de
puntos de este color, y como aplomadas.
Despues que yo he observado esto, ha que- 34
rido M. Laennec distinguir este color natural,
efecto de los progresos de la edad, y en el que
no se habia pensado al principio, del color de
sus melanosis en el tratado de la Auscultacion;
pero á pesar de todas las sutilezas á que ha re
currido, solo ha establecido diferencias arbi
trarias; y estoy persuadido á que su melanosis
uo subsistirá como él la ha propuesto.
En resumen, los tubérculos de los niños
que se llaman escrofulosos, los de los adultos
que se consideran como los tubérculos por es-
celencia , y los de los viejos , de los que se han
hecho melanosis, son en mi juicio esencial
mente la misma alteracion orgánica. El color
negro tambien se encuentra algunas veces en
las antiguas peritonitis, en los focos de los ac
cesos inveterados internos, cuyo pus es reab
1 76 ANATOMÍA
sorbido en las gangrenas; y en fin las mem
branas mucosas que han sufrido por largo
tiempo la irritacion , acaban por cubrirse de
la misma tinta. Es pues imposible admitir la
melanosis como una degeneracion particular,
sui generis, espontánea ó producida por una
fatal necesidad para causar la desorganizacion
de los tejidos vivientes.
Tambien se presentan en los cadáveres al
teraciones que se parecen á los tejidos natura
les, como son los quistes, ó sacos que segregan
una materia particular, como la grasa, un hu
mor semejante á la miel, ó á la serosidad, y
que algunas veces tienen bálbulas guarneci
das de pelos, como son tambien las membra
nas mucosas accidentales, los tejidos semejan
tes á los erectores &c. Todas estas lesiones or
gánicas son los resultados de una aberracion
de la facultad nutritiva, y puede referirse en
su primer origen á la exaltacion de las pro
piedades orgánicas ; porque su disminucion
solo produce la atrofia, el ajamiento, ó los
derrames serosos, como lo prueban los miem
bros paralíticos. En efecto, los cuerpos estra-
ños introducidos en medio de los cuerpos vi
vos, cualquiera que sea su origen, los derra
mes sanguíneos 8cc. determinan con frecuen
cia á su alrededor la formacion de un quiste:
las escaras producidas por la inflamacion, de
jan una superficie ulcerada, que se convierte
en una membrana, que se parece á las muco
PATOLÓGICA. 1 77
sas: los tejidos erectores, de los que daré por
ejemplo los hongos hematoides, son ocasiona
dos algunas veces por una contusion , y otras
se desenvuelven en consecuencia de la supre
sion de una hemorragia; en una palabra, siem
pre correspoilden á una irritacion mas ó menos
activa , mas ó menos movible , y que reside en
el sistema capilar general. Algunos médicos no
quedarán satisfechos de estas pruebas, pero
tal vez yo les suministraré otras en lo sucesi
vo; y si no las encuentro, las encontrarán los
médicos fisiólogos. Estos siempre son hechos;
y no se responde á ellos con murmurar, im
pacientarse, encogerse de hombros, y lanzar
sarcasmos. Por tanto no debe tampoco M.
Broussais emplear estos últimos ni los dicte-
ríos contra los que armados de una duda filo
sófica, y sin prestar un pronto y ciego asenso
á su doctrina , suspendan su juicio , se entre
guen con entera imparcialidad á la recta ob
servacion, y tomen despues el partido que esta
les dicte; como que de otro lado pudiera haber
quien se propasase á decir que lo contrario
equivalía casi á querer sentar por principio,
que hasta Broussais poco ó nada se había
sabido, y que este solo había llegado casi de
un vuelo d cuanto puede y necesita saberse,
lo que ciertamente no será la intencion del
Autor.
178 ANATOMÍA

SECCION TERCERA.

Del uso de la anatomía patológica en medi


cina. Las enfermedades no se pueden cla
sificar segun las formas de las lesiones
orgánicas.

Despues ele haber dado la idea de lo que se


debe entender por anatomía patológica, debo
intentar determinar cual puede ser su uso en
la medicina. Esta cuestion parecerá terminada,
pues que he dicho que la anatomía patológica
era solo el complemento de la historia de las
enfermedades; pero como han tratado esta
cuestion algunos hombres de mérito, y no ta
han considerado precisamente bajo el mismo
aspecto, no puedo dispensarme de entrar en
ella , porque el fin de esta obra es fijar el es
tado actual de la medicina principalmente en
Francia.
Primeramente he consultado el artículo del
Diccionario de las ciencias médicas , donde se
PATOLÓGICA. 1 79
considera la anatomía patológica con relacion
á Jos socorros que puede proporcionar á la
medicina: he encontrado en él tanto de vago,
tanta confusion y tanta ontología, que he re
nunciado al proyecto de estractarlo y refutar
lo, por temor de hacerme mas fastidioso que
el mismo autor. No es esto porque le falte á
este autor ni el talento, ni la lógica, ni la ob
servacion ; pero ha discurrido segun princi
pios falsos; lo ha estraviado la ontología; y co
mo esto le es comun con todos los que no es-
tan en los principios de la medicina fisiológi
ca, estoy lejos de querer reconvenirlo. Con
tento con estas reflexiones me limito á remitir
á su artículo á los que deseen juzgarlo por sí
mismos.
De todos los médicos que han tratado la
cuestion de que hablamos, ninguno encuentro
que la haya tratado de una manera mas pre
cisa que el doctor Laennec en su obra de la
Auscultacion mediata, que se puede conside
rar á pesar de la modestia del título, un tra
tado mas ó menos completo de los signos de
las enfermedades del pecho. Del contesto de es
ta obra resulta, que el autor ha querido to
mar los desórdenes orgánicos por base de la
clasificacion de las enfermedades de que se
ocupa. En efecto la mayor parte de las enfer
medades pectorales de M. Laennec estan de
nominadas segun una lesion orgánica, y todos
los síntomas estan agrupados alrededor de es
180 ANATOMÍA
ta lesion , como sus efectos y sus indicios po
sitivos. Examinemos como está ejecutado este
trabajo, é intentemos determinar si es posible
establecer una clasificacion nosológica fundada
en las diferentes lesiones cadavéricas. Esta
cuestion es del mayor interes, porque la ma
yor parte de los médicos anatómicos afectan
en el dia las mismas pretensiones que M.
Laennec. Habiéndose conocido, principalmen
te despues de la publicacion del primer Exa
men, la imposibilidad de crear nosologías ra
zonables con grupos de síntomas independien
tes de los órganos, se esfuerzan á porfía en
reunirlos á ellos; pero ¿lo hacen por el ver
dadero método? ¿Es conducente agrupar los
síntomas observados durante la vida al rede
dor del modo de alteracion que se descubre
en los órganos despues de la muerte? ¿Condu
ce este método á un diagnóstico infalible, á
una medicina poVitiva y de tal naturaleza que
no pueda en adelante sufrir las variaciones
que ha sufrido la antigua medicina?
Esta es la cuestion que me propongo tratar,
y sin la que no creo haber llenado mi objeto.
Ella es tanto mas delicada, cuanto que viven
los autores que debo citar; pero recuerdo que
yo no ataco mas que las doctrinas: si nombro
á los autores, es porque se necesita designar
las obras con bastante claridad para que no se
puedan equivocar. Aun cuando yo callara sus
nombres, esta conducta no los daria menos a
TATOLÓGICA. l8l
conocer, ni me atraería menos la enemistad
de los qne colocan su interes personal antes
que el de la verdad.
El doctor Laennec es inventor de un cilin- 38
dro hueco, destinado á perfeccionar por me
dio de la auscultacion del pecho el diagnóstico
de las enfermedades de esta cavidad visce
ral (i); pero aplicándolo el autor á este uso,
intenta rectificar la teoría de estas afecciones,
y anuncia la pretension de hacer servir las di
ferencias de las alteraciones orgánicas como
única base para la clasificacion de las enferme
dades : confiesa que casi no se ha ocupado en
su obra de otra cosa mas que de las especies
anatómicas de las enfermedades , supuesto
que estas le parecen la única base de los co
nocimientos positivos en medicina, fuera de lo
cual todo le pasece quimérico. Esta asercion lo
pone evidentemente en contradiccion consigo
mismo, pues que admite calenturas esenciales
que no dejan vestigios cadavéricos, que pue
dan considerarse como especies anatómicas. Si
ee alega que estas especies sean caracterizadas
por el defecto de toda lesion local , responde
ré, que aun admitiendo esta suposicion, toda
vía será vicioso su sistema, porque no tendrá
base positiva para las calenturas, sino sola-

( i ) De la auscultacion médica , ó Trmtpdo del diagnos


tico de las enfermedades de. los pulmones y del corazon,
Jundado princi/inbnente sobre este nuevo medio di esplora-
cion. París, iSig,
l8ü ANATOMÍA
mente una base negativa. En efecto, se com
pondría de especies anatómicas y de especies
no anatómicas. En estas últimas entrarían mu
chas enfermedades, como las muertes convul
sivas por causas morales, y las asfixias, en cu
ya consecuencia nada se encuentra frecuente-
te en los cadáveres. Ahora bien , si fuera cier
to que tampoco se encontrase nada en las vic
timas de las calenturas, seria imposible esta
blecer las diferencias, y por consiguiente las
especies anatómicas en consecuencia de estos
diferentes géneros de muerte, y su analogía
sería tambien otro defecto. No se podrá alegar
que por especies anatómicas entiende el autor
el órgano, ó el sistema de órganos que sufre
durante la vida, porque siempre que describe
los caracteres anatómicos de una enfermedad,
los toma del exámen de los órganos despues
de la muerte. No queda pues ningun subter
fugio en su favor, y está convencido de con
tradiccion en las ideas sobre que quiere fun
dar un sistema de Nosología.
Si se quiere reconvenirnos que nuestra doc
trina está contaminada del mismo vicio, bajo
el pretesto de que se funda únicamente sobre
la irritacion cuando hay enfermedades en
que falta este fenómeno, responderé que no
se me ha comprendido. Yo he sostenido que
| la mayor parte de las enfermedades dependen
\ de la irritacion ; pero no he pretendido que
todas sean su resultado. La asfixia completa
PATOLÓGICA. l83
és una abirritacion , y ademas nuestra doctri-
¡na no se titula la doctrina de la irritacion, si
gilo Ja doctrina fisiológica; asi es que necesaria-
1 mente se funda sobre todas las modificaciones
que puede esperimentar la vida, y no única
mente sobre su exaltacion , aunque esta sea in
comparablemente la mas frecuente.
Examinemos ahora las reformas que el doc
tor Laennec quiere hacer en la Nosología.
Habiendo hecho este autor su principal es
tudio del modo de la alteracion cadavérica, se
ha propuesto por problema llegar á saber du
rante ta vida qué especie de alteracion se de
be encontrar despues de la muerte, con el fin
de acomodar los síntomas á las diferentes for
mas de las alteraciones orgánicas. Segun su
opinion, estas formas constituyen la enferme
dad; por consiguiente debe admitir tantas en
fermedades cuantas formas puede tener la al
teracion de los órganos. Este trabajo no está
aplicado sino á las visceras contenidas en la
cavidad torácica. El autor ha encontrado en
ellas despues de la muerte diferentes formas
de la degeneracion de los tejidos que acabamos
de referir. Se ejercita pues , en la obra que nos
ocupa, en buscar los signos de la enfermedad
llamada tubérculos del pulmon, de la que
él ha calificado de encefaloides, de la que ha
llamado melanoeis , de la enfermedad quis
te &c. Pero esto no es todo: algunas veces es
tan los pulmones infiltrados de serosidad; y
V

184 ANATOMÍA
esta es la enfermedad edema del pulmon ,
que no habia sido conocida hasta él: no puede
pues escusarse de hacer el grupo de los sínto
mas que le pertenecen. Ha encontrado pulmo
nes enfisematosos , y le ha sido necesario esta
blecer los signos de la enfermedad enfisema
del pulmon. Ha visto pulmones gangrenosos,
y esto lo ha obligado á designar el grupo de
los síntomas que corresponden á la enferme
dad gangrena del pulmon- Al lado de estas
enfermedades de su invencion coloca las de
la medicina antigua; y asi el catarro, la peri
neumonía y la pleuresía, estan en la misma
línea que los tubérculos, la melanosis, el ede
ma, el enfisema, la gangrena &c.
Tal vez se creerá que me chanceo, y que
M. Laennec limita sus pretensiones á dar á co
nocer las señales que pueden indicar que los
pulmones estan tuberculosos, edematosos, en
fisematosos, gangrenosos &c. Si no hubiera te
nido mas que este objeto, nada tendríamos
que reconvenirle; pero erige á estas alteracio
nes en entidades esenciales. Los tuhérculos,
los escirros, las encefaloides vienen esponta-
neamente, y estas son producciones vivientes
desde luego eu medio de nuestros órganos,
con una vida quejes es peculiar, ínterin que go
zan ó estan en el estado de crudesa , no inco-?
modan á la parte que las nutre; pero desde el
momento que mueren y que se reblandecen,
manera de putrefacion que es propia á su es-
PATOLÓGICA. l8!>
pecie, pero comun á todos los individuos que
la componen, llegan á ser venenos, materias
morbíficas que producen toda especie de des
órdenes, y causan al fin la consuncion y la
muerte del individuo. Estas degeraciones son
pues las enfermedades ; y todo el talento del
médico es de pura curiosidad. Se trata de des*
cubrir la existencia de estos cuerpos estraños,
y de determinar las diferentes épocas de sus
metamorfosis. El edema y el enfisema á la ver
dad pueden muy bien ser el resultado de otra
enfermedad; pero por esto no dejan de ser
enfermedades por sí mismos. Se prueba esto,
no solamente por esta calificacion que les da
el autor, sino tambien, lo que tiene mucha
mas evidencia, por el grupo de síntomas que
les está asignado con toda propiedad. La gan-
grena del pulmon es una verdadera enferme
dad esencial, que nada tiene de comun con
las gangrenas por esceso de inflamacion, La
naturaleza lo ha tenido manifiestamente en
consideracion desde el principio del mal , y to
dos los síntomas que pueden observarse son
el efecto de la entidad llamada gangrena del
pulmon. En cuanto á la perineumonía y á la
pleuresía, [oh! estas son flegmasias, supuesto
que se pronuncien en el mayor grado de su
agudeza , sin lo cual serian seres de otra natu
raleza. Todavia no se sabe exactamente qué lí
mites debe poner la anatomía patológica á la
multiplicacion de estas entidades.
Í 86 ANATOMÍA
Procedamos ahora á la averiguacion de las
pruebas sobre las que acaba de apoyar nues
tro autor esta nueva ontología , y tratemos de
refutarlas.
i No me detendré mucho en las tisis tubercu
losas, por melanosis y otras: me basta remitir
me á lo que he dicho de ellas poco hace. Pero
debo hacer justicia á la perspicacia con que M.
Laennec sabe descubrir y seguir la desorgani
zacion del pulmon por medio de su cilindro.
Continuamente me estoy sirviendo de él con
| las mayores ventajas. Sin este precioso instru
mento no se podrian tener sino datos aproxi-
mativos sobre la existencia de los focos de su
puracion, y sobre los diferentes grados de la
permeabilidad al aire del parenquima del pul
mon. Con él se resuelven todas estas cuestiones
I de la manera mas satisfactoria. No obstante, es
menester decirlo; este descubrimiento no ha
proporcionado ningun adelantamiento en la
curacion de lo que llama tisis, pues que esta
se funda enteramente en el conocimiento de
los fenómenos dela irritacion, al que es impo
sible que pueda añadir nada el cilindro.
Tambien se deben á M. L..... escelentes di
sertaciones sobre la naturaleza de los esputos,
y sobre la de las cavidades del pulmon , que
no siempre son ulceraciones ; en una palabra,
es escelente en la esploracion del pecho en toda
la duracion de las flegmasías pulmonales. Ten
go la mayor satisfaccion en que estos progre
PATOLÓGICA. 187
sos en el diagnóstico de las alteraciones pul-
monales sean obra de un médico frances. Sin
duda debe esto atraerle la estimacion de todos
Jos compañeros, y por esta razon me veo obli
gado á censurar los errores que podrían intro
ducirse en la práctica bajo los auspicios de un
nombre tan recomendable. Esta es la única
razon por que be puesto tanto cuidado en re
futar que los tubérculos son innatos y espon
táneos, y en referirlos á su verdadera causa;
quiero decir, á la irritacion de los pulmones.
Debo añadir que M. L da demasiada im
portancia á la descripcion de los desórdenes
despues de la muerte. En vano trabajará, nun
ca conseguirá reunir las graduaciones del co
lor, de la forma, de la consistencia, del olor,
de la adherencia, de la fluidez &c., á síntomas
constantes y susceptibles de comprenderse du
rante la vida. No se habria fatigado tanto si
hubiera estado penetrado de lo que yo creo
una verdad muy importante: a saber, que to
dos los síntomas sensibles al esterior no son
mas que simpatías, cuya intensidad varía casi
al infinito. En efecto, con una misma lesion
orgánica local , unos tienen muchos síntomas
y otros muy pocos, segun el grado de su irri
tabilidad, y las modificaciones que reciba esta
de los medios terapéuticos.
Tambien se le debe reconvenir de no haber
percibido siempre los vestigios de la gastroen
teritis, de haber hecho de ellos muy poco caso,
íé8 ANATOMÍA
de haberlos atribuido frecuentemente á los ttir
bérculos mesentéricos , que solo son sus efec
tos, y en fin de haber agrupado los síntomas
que dependen de esta flegmasia , al rededor de
la entidad llamada tisis pulmonal.
No hablaré de su método curativo: desde
que este no es el de la inflamacion , es en mi
entender vicioso; pero esto es comun al autor
con todos los fatalistas, principalmente con M.
Bayle, cuya teoría adopta en lo que tiene re
lacion con el desarrollo de los tubérculos. He
aquí ciertamente la ocasion de responder á
una reconvencion que se me ha dirigida por
M. Laennec respecto de su amigo M. Bayle.
Dice el primero (tom. a pág. n4): »Un
médico, cuyas opiniones no me parecen mal
fundadas, sino en lo que tienen de demasiado
general y esclusivo, ha titulado un artículo de
una obra polémica : M. Bayle no lo luí visto
todo. No, ciertamente: no lo ha visto todo. Es
to no es concedido á nadie; pero lo que ha
visto , lo ha visto muy bien , y hay muy pocos
libros donde haya menos que borrar que en
el suyo." En lo restante da á entender M.
Laennec que yo tengo mucho que borrar de
lo que he escrito principalmente sobre M. Pi
nol, y M. Bayle. Hagamos algunas reflexiones
sobre este pasage, no á causa de M. Laennec;
su nombre ó cualquiera otro me son indife
rentes, sino por el interes de la ciencia.
¿Con qué derecho asegura M. Laennec que
PATOLÓGICA. 189
mis opiniones son demasiado generales* de-»
masiado esclusivas, sin haberse tomado el tra-»
bajo de refutarlas? ¿Es este el ejemplo que yo
le he dado? Cuando yo manifiesto un juicio
sobre un autor, lo motivo en una discusion
fundada sobre hechos. De esta manera concur
ro cuanto me es posible al adelantamiento de
la ciencia , y el nombre del autor que yo re
futo, es solo un accidente. Lo nombro y lo de
bo nombrar para que se conozca la obra don
de está consignado el error que combato, y
para que un nombre imponente no le pueda
servir de egida. Yo no ataco ni sus costum
bres, ni su probidad como ciudadano, ni su
carácter de hombre privado; pero si es necesa
rio, ataco su probidad y su juicio literarios,
porque entran en el dominio de la crítica li
teraria. Me creo con derecho para decir que
un autor se ha servido de un juicio falso en la
cuestion de que trato, que ha sido citador in
fiel, que ha manifestado pretensiones al despo
tismo literario ó científico: inculpaciones que
son tambien del dominio de la crítica literaria^
y en las que nada se encuentra reprensible
cuando se aplican á un hombre muerto» Si
cuando viven ofenden ¿ es únicamente por el
apego á las opiniones propias; pero si se re
nuncia á ellas , no se encontrará nada que de
cir contra mi crítica, ínterin que si yo lo hu
biera insultado como hombre privado, sería
tan reprensible para los que fueran de dicta
190 ANATOMÍA
men diferente del suyo, como para los que
piensen lo mismo que él , y tanto antes como
despues de su muerte. Pero atacando á un in
dividuo como autor, no temo el juicio de la
posteridad. Ahora bien, asi es como be obra
do, y como obro todavia con M. Pinel, al que
respeto como mi primer maestro, contra el
que no tengo ningun sentimiento que me
avergüence , y al que conozco le debo toda es
pecie de servicios, que le haré con gusto si soy
tan feliz que encuentro la ocasion de ello. Asi
es como me he conducido con M. Bayle, que
no tengo la fortuna de conocer. Y últimamen
te, de este modo trato ahora á M. Laennec.
Pero si vo afirmase que su doctrina es errónea
sin dar pruebas positivas de ello, se uniria á
sus escritos esta idea desfavorable ; lo que se
ria injusto, supuesto que siempre hay alguna
cosa laudable en una obra. Me haria pues cul
pable de una injuria contra él, esto es, de una
personalidad : al mismo tiempo obraria contra
mi interes; pues que en el concepto de las
personas sensatas pasaría por un hombre de
mala fe. Que no pretenda escusarse M. Laen
nec, alegando que mis opiniones.no le pare
cen mal fundadas, sino en lo que tienen de
demasiado esclusivo. Era necesario manifestar
lo exacto al lado de lo erróneo ; pero el hecho
es que nunca me ha citado sino para vitupe
rarme, y qne se ha aprovechado de mis obser
vaciones sin nombrarme. Este método es fre
PATOLÓGICA. 191
cuente; y creo que lo puedo calificar de mala
fe literaria, sin atacar la moralidad social de
M. Laennec. No es de esta manera como yo
obro con él: cuando vitupero lo que me pare
ce erróneo en sus escritos, tengo buen cuidado
de aplaudir lo que me parece digno de elo
gios. Y pues me encuentra esclusivo, que tome
la pluma, y que discuta francamente las opi
niones mias que le parezcan esclusivas. Y ló
desafio, lo espero, y le responderé si ha de ga
nar algo la ciencia con mi réplica. De esta ma
nera he obrado con el doctor Boisseau (1),
aunque me atacó bajo la máscara de un anó
nimo. Este médico atestiguará si yo le he ma
nifestado el menor resentimiento por su críti
ca, cuando he descubierto que no era mas
que un joven, y lo que es mas, mi discípulo.
Yo debia esta esplicacion sobre el concepto de
M. Laennec. Vuelvo ahora á las reconvencio
nes que me hace respecto al doctor Bayle.
„ Me he estendido mucho sobre estas consi
deraciones fisiológico-patológicas, para dar á
conocer cuan grande es el error de M. Bayle,
cuando sin consideracion á los numerosos mo
dificadores que influyen sobreda vitalidad de
todo el organismo, ha creado seis seres parti
culares, que como otras tantas potencias ma
léficas se insinúan furtivamente, y sin que se
sepa por qué, en el pulmon para causar su

( 1 ) Diario universal de ciencias medicas.


19a ANATOMÍA
desorganizacion. Siempre me será imposible
comprender como ha podido concebir uti vi
cio escrofuloso que se sostiene en toda una fa
milia, y que es necesariamente anterior á to
dos los signos que pueden indicar su existen
cia : como ha podido dispensarse de reunir las
irritaciones de los sistemas sanguíneo y nervio
so á la de los vasos no sanguíneos de diferen
tes órdenes; como no ha visto que admitiendo
vicios particulares para la produccion de los
tubérculos, de los cánceres, de la melanosis,
de los cálculos y de las úlceras del pulmon, se
encuentra en contradiccion consigo mismo, re
husando admitirlos para las inflamaciones, pa
ra las supuraciones (que no son necesariamen
te precedidas de este fenómeno)* para las úlce
ras de todas las demas partes del cuerpo, para
las fungosidades , y para todas las formas co
nocidas ó desconocidas que puedan presentar
las degeneraciones de los órganos, como sobre
todo ha olvidado la influencia del frio y del
calor sobre las funciones del pulmon ; y últi
mamente, como se ha obstinado en desechar
la aplicacion de la fisiología á la medicina , de
que yo babia dado el ejemplo , para introdu
cir en ella un enfadoso empirismo, y el fatalis
mo mas desesperado."
En e} dia todavia soy de la misma opinion,
y sostengo despues de haberlo probado cir
cunstanciadamente en mi primer examen y en
«te, que M. Bayle no lo ha visto todo en la
PATOLÓGICA. 193
cuestion de la tisis pulmonal , pues que no ha
visto la influencia del frio sobre las afecciones
crónicas del pulmon; pues que nunca ha to
mado la tisis en su principio ; pues que la
compara á una bellota y un roble; y pues
que no ha conocido las simpatías que tienen
un juego tan grande en los grupos de sínto
mas que atribuye á sus tisis. Ultimamente, con
vengo con gusto en cjue ha visto muy bien
lo que ha visto de las alteraciones cadavéricas
del pulmon, en consecuencia de las flegmasias
crónicas de esta viscera ; y esto es precisamen
te en lo que lo he elogiado, añadiendo que
esto es lo que debe quedar de su obra ; pero
que no ha visto todas las alteraciones crónicas,
y que no ha escrito un verdadero tratado de
la tisis pulmonal.
Y pues M. Laennec es de un parecer con
trario al mio, que lo funde. Yo he refutado á
M. Bayle, y M. L ha leido mi refutacion;
¿por qué no ha respondido á ella? ¿Le basta
ba hacer el elogio de su amigo? ¿Qué son para
las cuestiones que yo he tratado en la refuta
cion completísima de M. Bayle, el talento ob
servador, la superioridad modesta , el desin
terés, y las demas cualidades sociales de este
autor? ¿Será mas bien por desden por lo
que M. Laennec no habrá creído deber refu
tarme? ¡Ah! pues yo estov muy distante de
desdeñar á M. Laennec. En su consecuen
cia voy á atacarlo muy seriamente por el in
i3
194 ANATOMÍA
teres de la ciencia y de la humanidad.
S Este autor define la pneumonía una infla
macion del pulmon , y en seguida establece sus
caractéres anatómicos, fundados en las aber
turas de los cadáveres. Aqui es donde encuen
tra sus tres grados el infarto sanguíneo en el
que la crepitancia subsiste todavia, la hepa-
tizacion y el infarto amarillo que él mira
como una infiltracion purulenta. Estas son sus
especies anatómicas, las únicas que no le pa
recen quimeras. Busca su diagnóstico, no en
los síntomas vitales, sino en los resultados de
,la ausculacion, y considera el curso de las
pneumonías independientemente de los me
dios del arte, esto es, de una manera absoluta.
Se conoce bastante cuan vicioso es este mé
todo , pues que por la auscultacion solo se
podrán obtener datos aproximativos sobre la
especie. El médico dejará pues caminar las
perineumonías para ejercitarse en distinguir
las por un gran número de autopsias. No se
trata de esto, sino mas bien de reconocer la
irritacion del pulmon para combatirla lo mas
pronto posible ; y la auscultacion no viene
sino como un medio subsidiario, para asegu
rarse á qué grado está la obstruccion del pul
mon , y determinar á un método mas ó menos
activo. Detenerse en el diagnóstico de los gra
dos del infarto, sin añadir la indicacion de
los medios que pueden exigir, es faltar á su
objeto; porque es inspirar á los lectores la cu-
PATOLÓGICA. ' ipS
riosídad de las autopsias mas bien que los me
dios de prevenirlas.
Describiendo M. L...» escrupulosamente los 46
pulmones de los perineumónicos, asegura que
jamas los ha encontrado aumentados en su vo
lumen. Añade que un médico, que tiene la
costumbre de sostener sus opiniones con mu
cho calor , le ha dicho que ha encontrado al
gunas veces pulmones hepatizados, sobre los
que estaba manifiesta la impresion de las cos
tillas ; pero cree que la memoria ó los ojos de
este médico lo han engañado, porque él (M.
L....) no ha visto jamas semejante cosa.... Ne
gar un hecho porque no se ha visto, no es
propio de un hombre prudente. Si M. L
no ha visto esto, yo que soy ese médico, acos
tumbrado á sostener mis opiniones con calor,
yo lo he visto, y no soy yo solo: uno de mis
compañeros que sostiene sus opiniones con
mucha moderacion, pero con firmeza, y que
es tan modesto como escelente observador, M.
Peysson , médico del hospital militar de Cam
bra v, me escribe con fecha de a a de noviem-
bre de 1820: „Os diré que en el curso del
año, abriendo á un hombre muerto de una
pleuresía antigua con derrame , he encontra
do la impresion de las costillas sobre los mis
mos pulmones. Se encontraban presentes otros
testigos oculares á los que hice observar este
fenómeno singular diciéndoles que el doctor
Laennec habia cometido un error negando
ANATOMÍA
este hecho contra la asercion ele un compañe
ro que no nombra, pero que yo creo muy dig
no de ser creído bajo su palabra.'" ¿Me hubie
ra conocido el doctor Peysson por el calor de
mis opiniones? Ultimamente, este no es un
defecto como se las apoye en razones capaces
de persuadir. Hay en el dia tantos hombres
tan fríos por la verdad que admito el elogio
de haber defendido su causa con calor.
No contento el doctor Laennec con tachar
me de visionario respecto la impresion de Jas
costillas, cree que me debe atacar bajo otro
respecto. Nada es mas raro, asegura, que una
inflamacion del lóbulo superior del pulmon;
y no obstante este es el lugar donde se encuen
tran ordinariamente los tubérculos. Si fueran
el producto de la inflamacion se encontrarían
mas bien en las partes media é inferior de es
tos órganos, que presentan con mas frecuen
cia los vestigios de las flegmasias. Luego el au
tor del Examen se ha ecpiivocado atribuyen
do los tubérculos á la inflamacion. Este es el
raciocinio del autor de la Auscultacion : la
respuesta es fácil.
Nada es mas raro que Ití inflamacion del
lóbulo superior del pulmon. Niego esta aser
cion. El catarro es una inflamacion , segun el
mismo M. Laennec. Ahora bien , el catarro,
tambien segun él, afecta principalmente el
lóbulo superior cuando penetra en el paren-
quima; y nada hay tan comun como el catar-
PATOLÓGICA. 197
ro pulmonal: luego nada es tan comun como
la inflamacion del lóbulo superior de los pul
mones. Ahora bien , en mi opinion el catarro
prolongado, ó la flegmasia crónica de la mem
brana mucosa pulmonal, es lo que produce
lo mas comunmente los tubérculos. Luego
pues que segun mi adversario se pueden atriw
buir los tubérculos á la inflamacion cuando se
encueutra esta en la region donde se desen
vuelven, yo no he asegurado un disparate di
ciendo que los tubérculos son el resultado de
este fenómeno.
Si M. L ha entendido por inflamacion á
la hepatizacion , le redarguyo con la misma
ventaja , porque es siempre segun los hechos.
Efectivamente, los hechos me han enseñado,
que cuando la inflamacion reina de una ma
nera crónica en Ja parte inferior de los pulmo
nes , se desenvuelven en ella los tubérculos. Y
este es tambien un hecho que yo he presencia
do: no podré impedir que lo niegue M. Laen-
nec ; pero no faltará ciertamente algun obser
vador que lo atestigüe. La perineumonía no
es la única inflamacion que produce los tubér
culos. Yo he visto pleuresías crónicas que afec
taban especialmente Ja pleura pulmonal, y lie
encontrado tubérculos en la porcion del pa-
renquima hepatizado que cubría esta pleura.
Estos tubérculos no se estendian sino á la dis
tancia de algunas pulgadas de la pleura flogo-
seada y su cantidad del mismo modo que su
198 ANATOMÍA '
hepatizacion disminuían á medida que se in
ternaban en el centro del parenquima. Si M.
L pretende que esta asercion es tambien
imaginaria, lo remito á lo futuro que no po
drá menos de presentar nuevas pruebas.
Cuando sostiene M. L que la inflama
cion del lóbulo superior del pulmon es una
cosa rara, quiere tal vez decir la hepatizacion.
En este supuesto tambien se ha equivocado.
Despues de publicada 6U obra , los discípulos
del Valle de Gracia me han manifestado con
mucha frecuencia esta hepatizacion , para ma
nifestarme que estaba equivocado. Cuando era
reciente no habia en ella mas tubérculos , que
en las hepatizaciones recientes de las partes
media é inferior; pero si unas ú otras eran
antiguas, era muy ordinario el encontrarlos.
Si el autor no quiere hablar sino de las re
cientes en las que son considerables la rubi
cundez y la densidad , yo no sé por qué se di
rige á mí, porque nunca he afirmado que las
inflamaciones agudas parenquimatosas produ
cen los tubérculos. Estas degeneraciones son el
efecto de la irritacion crónica, y esta puede
producirlas antes de haber conducido al pa
renquima á la hepatizacion. Todavia debe aña
dir que no son los tubérculos los que condu
cen á los pulmones á la hepatizacion; sino
mas bien la inflamacion de la que los unos y
la otra son el resultado. Ahora bien, entre los
afectados de flegmasía crónica ^pulmonal los
PATOLÓGICA. 199
unos sucumben antes de la hepatizacion y los
otros despues. Y esta es la razon por qué unas
veces se encuentran los tubérculos en un pul
mon bepatizac'o , y otras en otro que no lo
está; pero yo no los he encontrado en los pul
mones que no han sufrido flegmasías. Si algu
no los encuentra será un caso raro, que no
impedirá que puedan ser engendrados, y que
lo sean lo mas frecuentemente por esta infla
macion.
Me he detenido en la refutacion de M. L
porque esta me ha dado ocasion de discutir
cuestiones interesantes de patología. Nunca
obraré en otro sentido. Que siga él mi ejem
plo, y la ciencia no podrá menos de ganar en 1
nuestras discusiones. Ultimamente, me com
plazco en confesar que él ha conseguido indi
car los signos por los que se puede reconocer
que la inflamacion interesa profundamente el
parenquima de los pulmones. Sus esputos ad-
herentes á los vasos y su sarro crepitante, que
él dá por los signos mas seguros de este esta
do, son escelentes, y yo me aprovecho conti
nuamente de ellos haciéndole la justicia que
se le debe.
M. Laennec ha hecho una enfermedad esen- 48
cial de la gangrena del pulmon. Segun él esta
enfermedad es rara , el carácter inflamatorio'
está poco señalado en ella; se aproxima á las
enfermedades esencialmente gangrenosas, co
mo los antraces, la pústula maligna y el car-
aoo ANATOMÍA
bunco pestilencial. La inflamacion se desen
vuelve al rededor de la gangrena, de la que es
el efecto mas bien que la causa. Distingue Ja
gangrena en dos especies: 1.a La general y
no circunscrita ; esta es la que ataca todo un
lóbulo que se encuentra reducido mas ó me
nos en un cocido negro y fétido. La postracion
ee declara desde el principio de la calentura
que acompaña á esta gangrena, y con la feti
dez de los esputos, que son morenos y fluidos,
llega á ser su carácter distintivo. a.a La par
cial que se manifiesta como una materia espe
sa que perfora el parenquima, ya del lado de
la pleura, ya hacia los bronquios, ó bien del
uno y del otro lado igualmente. Es propia de
las afecciones crónicas del pulmon , y como la
precedente, está acompañada de postracion, de
angustias, de un pulso pequeño &c. Esta es
la que ba descrito M. Bayle bajo el nombre
de tisis ulcerosa. Perforando la pleura, causa
frecuentemente las pleuresías consecutivas, cu
yo producto se evacua por la espectoracion
con mucha fetidez.
Esta es la teoría de M. Laennec, que afirma
la preexistencia de las gangrenas á la inflama
cion, como si Jos fenómenos hubieran pasado
á su vista en el esterior del cuerpo. ¿Quién lo
creeria? Despues de estas aserciones, investi
gando el autor en un segundo artículo los sín
tomas de estas enfermedades, declara que son
muy variables. Pero si son tan difíciles de com
PATOLÓGICA. 201
prender, ¿sobre qué se funda en su primer
artículo para describir con tanta precision la
formacion de la gangrena, y el desarrollo de
la inflamacion que viene á circunscribirla? ¿Le
suministra su cilindro los medios de percibir el
punto gangrenoso, y de distinguir su efecto so
bre las partes inmediatas? ¿No nos ha dicho
(pág. 1 8a), que la primera es tan rara que solo
la ha visto dos veces en diez y ocho años, y que
solo se han recogido cinco ó seis ejemplos de
ella en los hospitales de Paris en el mismo
tiempo? ¿De dónde ha tomado las circunstan
cias minuciosas que nos refiere de los progre
sos interiores de esta afeccion orgánica que se
gun él, es de las mas raras ? ¿Es esto observar
con severidad? ¿No es esto mas bien resolver
como adivino, entregarse á suposiciones des
tituidas de pruebas, y sustituir lo imaginario
á lo demostrado para darse la fama de haber
hecho el descubrimiento de una nueva entidad
patológica? Ultimamente, para apreciar mejor
á este observador cadavérico, examinemos las
observaciones que nos dá por ejemplos de es
tas nuevas enfermedades.
La primera ofrece la historia de una fleg
masía de las tres cavidades viscerales, en la
que no se distinguen los síntomas pectorales
durante la vida. El enfermo era un hombre
entregado á los escesos de los licores espi
rituosos , y por consiguiente atacado largo
tiempo de una irritacion gástrica , repetida en
acá ANATOMÍA
los diferentes órganos. Esta irritacion crónica
pasó repentinamente al estado agudo. Se ad
ministró al enfermo un método antiflogístico
de ninguna manera proporcionado á la vio
lencia de los accidentes. Se pasó á los narcóti
cos y espiró. Se encontraron vestigios de in
flamacion en el cerebro; no se percibieron en
las vias gástricas ; pero se descubrió un pun
to gangrenoso al esterior de un pulmon hepa-
tizado. ¿Dónde estan aquí las pruebas de una
gangrena anterior á la inflamacion? ¿No es
mas bien la mortificacion el resultado de una
fiegmasia de las mas violentas, cuyo progreso
no ha sido suficientemente contrariado?
En la segunda observacion se reconocían
los signos de una irritacion pulmonal imper
fectamente descrita, que sufría el enfermo ha
cia seis semanas cuando entró en el hospital.
Luego no ha sido posible demostrar la pre
existencia de un punto gangrenoso. En la aber
tura se encontró una pleuresía de membrana
falsa, cuyos signos no se han indicado. Solo se
ha tratado de la debilidad; pero ¿tienen los
pulmones gangrenados todos los que estan dé
biles y padecen del pecho? El tejido del pul
mon estaba blando como de masa, perforarlo
y fétido, del mismo modo que la cavidad
pleural, con la que comunicaba. El que quiera
ver en esta observacion la anterioridad de la
gangrena á la inflamacion , estará dotado de
una dosis muy grande de credulidad.
PATOLÓGICA. 2o3
La tercera es una pneumonía desconocida.
No se ha hecho uso del cilindro. Solo se ha
bla de un polipo nasal que no se ha demostra
do durante la vida, y del que no se trata en
la abertura. Esta manifestó al pulmon reblan
decido, negruzco y fétido; y sobre un hecho
semejante es como se quiere creer la preexis
tencia de una afeccion gangrenosa en el pa-
renquina puhnonal.
La cuarta presenta ; en consecuencia de di
ferentes irritaciones viscerales que se fechan
desde la edad de diez y seis años en un hom
bre de cuarenta y dos, un dolor de la espal
da que tenia ya seis años cuando el enfermo
entró en la clínica de la facultad. Este dolor,
evidentemente sintomático, se trató localmen-
te con las moxas y linimentos. Vino en fin la
tos, resultado de los progresos que habk he
cho la irritacion pulmonal no combatida. La
espectoracion se hizo fétida: se formaron diag
nósticos, cuya exactitud nada justifica, sobre los
desórdenes que dehian suceder en el interior;
se hizo sobrevenir á una pleuresía, cuya an
tigüedad manifiesta el dolor antecedente. Muy
poco se habla del método curativo ; al 'fin vie
ne la abertura, en la que se descubre una
perforacion en la pleura desorganizada por
una inflamacion muy larga.
Estas son las afecciones esencialmente gan
grenosas del doctor Laennec. Sobre semejantes
hechos ha establecido la gangrena espontánea
304 ANATOMÍA
que desenvuelve la inflamacion en sus inme
diaciones. ¡Fiémonos en las nosologías funda
das sobre las especies anatómicas, fuera de las
cuales creemos que no hay mas que quimeras
en patología !
i En seguida habla nuestro autor de los pun
tos gangrenosos, que sobrevienen en las esca-
vaciones tuberculosas; pero estas gangrenas,
que se reconocen en la fetidez de los esputos,
no son , en mi opinion esenciales , y quisiera
saber sobre qué se funda el autor para distin
guir su formacion de la de las precedentes.
En todo esto nada nos ha enseñado el autor
de nuevo; y para no citar á nadie mas que á
mí, mucho tiempo antes que él hubiera refe
rido ejemplos de perforaciones gangrenosas de
la pleura, las habia yo atribuido, con ra
zon (i), á la flegmasia, cuya anterioridad es
siempre posible demostrar, cuando se quiere
seguir sin prevencion el curso de los fenóme
nos, y atender á los modificadores que han
obrado sobre el sugeto desde el principio de
la enfermedad. Los trabajos de M. Laennec so
bre la gangrena pulmonal se reducen, pues, á
descripciones de las alteraciones cadavéricas,
á las que ha querido sujetar los síntomas ator
mentando , y desnaturalizando las observa
ciones.
Otra enfermedad que dice haber observado

(i) Historia de lasflegmasías , tora. t.


PATOLÓGICA. ao5
M.' L es el enfisema del pulmon. Segun
él, es muy poco comun: es una exageracion
del estado natural del pulmon. Los pulmo
nes enfisematosos contienen pues mas aire que
los que no lo estan; y examinando M. Laen-
nec las vexículas que forman este enfisema,
ha reconocido que unas son bronquios dilata
dos , otras son derrames de aire en el tejido
celular del pulmon, y otras en fin un cierto
número de vexículas naturales que forman
una cavidad comun. Ha visto todo esto de la
manera mas clara y lo describe con la preci
sion mas minuciosa.
Segun el autor, los signos de esta enferme
dad son muy equívocos. La disnea forma su
principal carácter; y esta disnea está sujeta á
retornos que se verifican por la influencia de
las causas que acostumbran á exasperar á to
das las disneas, como el frio, el ejercicio, la
comida, las afecciones morales Scc. Con bastan
te frecuencia se juntan á esto eruptos que
vienen del estómago. No hay calentura, y el
pulso está regular; pero el cilindro manifiesta
un signo de los mas importantes, que es la fal
ta del ruido de la respiracion, durante la cual
la cavidad resuena en la percution tan bien,
y algunas veces aun mejor, que en el estado
de salud. Añade M. L........ que el ruido se sus
pende en tanto en un punto y en tanto en
otro ; y esto le parece lo mas característico
para dar á conocer su enfisema. El defecto rao
206 ANATOMÍA
mentáneo de la penetracion del aire en cier
tas regiones del pulmon lo atribuye al moco
que oblitera el ramo bronquial que les cor
responde , y aconseja la polígala , el jabon,
la saponaria y otros fundentes para procurar
su fundicion y su evacuacion. Pretende que
esta enfermedad se forma algunas veces desde
la infancia , y pinta á los que estan sujetos á
ella con un color amarillo y empañado, algu
nas veces libido, principalmente en los labios.
¿Es pues necesario atacar sériamente la pro
piedad esencial de esta enfermedad de M. L.?
En mi juicio estas observaciones se han hecho
sobre sugetos atacados de catarro crónico, y
principalmente de un obstáculo á la circula
cion, producido casi siempre por la mala dis
posicion del corazon y de los vasos gruesos.
Sise pudiera dudar esto, las historias que refie
re el autor servirían, á lo que creo, para el
convencimiento. Las dos primeras son aneu
rismas del corazon mas ó menos antiguos ; la
tercera es una pneumonía intensa con fuerte
disnea, y la última es tambien un aneurisma
con una cavidad en medio de los lóbulos, y el
autor pregunta cual era la materia morbífica
que habia producido aquella cavidad.
Se ve, me parece, que los enfisemas del
pulmon son los resultados de una fuerte dis
nea en las personas cuya sangre ha disminui
do considerablemente por la prolongacion de
la enfermedad, porque no se. observan en las
PATOLÓGICA. 207
que perecen repentinamente con los pulmo
nes llenos de este líquido. En las largas dificul
tades de respirar que esperimentan las prime
ras, teniendo el aire gran dificultad en su sa
lida por la constriccion espasmódica de los
bronquios, dilata las vexículas aéreas sobre
su medida , ó las rompe y determina su infil
tracion en el tejido areolar del parenquima;
pero la abundancia de sangre que llena los
pulmones de los que sucumben en un estado
de plétora pulmonal, con inflamacion ó sin
ella, comprime las vexículas y no deja per
cibir la dilatacion aérea.
Esto es todo el misterio; pero ¿quién no 54
ve que esta enfermedad no tiene en su obra
signos particulares, y que cuando menos no
hay para qué hacerla subir hasta el nacimiento,
producir la disnea, y aun la dilatacion ó hi
pertrofia del corazon (1), y conducir por su
potencia las enfermedades á la degradacion de
las funciones y á la muerte? ¿Tiene pues el aire
cualidades tan deletéreas, y se concibe un prin
cipio morbífico destinado á acumularlo en el
pulmon independientemente de las causas que
acostumbran provocar la dificultad de respirar?
(i) El doctor L que he observado tan atentamente
las enfermedades del corazon, no parece que todavía las
conoce suficientemente, pues que en una nota de la pág.
24o) tomo i, dice con motivo de una observacion , cuyo su-
geto tenia una hipertrofia de esta viscera ; que pues el en
fermo no se había quejado sino de la disnea y de la tos , es
evidente que la hipertrofia no era tu»» que consecutiva al
enfisema.
ao8 ANATOMÍA
Parece que el autor lo ha ya conocido bien,
pues que acusa al catarro de ser la causa fre
cuente de su enfisema. Pero en este caso, ¿por
qué hace de él una enfermedad esencial ? En
el mecanismo de la tos, la retencion forzada
del aire ínterin sus esfuerzos repetidos, es su
ficiente para dilatar los bronquios que son in
comparablemente mas vigorosos que las vexí-
culas aéreas, ¿por qué pues una causa semejan
te no producirá el enfisema? O bien ¿por qué
M. Laennec no ha erigido la dilatacion de los
bronquios en una enfermedad esencial, agru
pando á su rededor una porcion de sínto
mas, como lo hace con su enfisema pulmo-
nal? Tambien se podrian crear otras tantas en
fermedades, cuantas formas hay posibles en
la degradacion de las visceras, y' se pasaria to
da la -vida en ajusfar los síntomas á cada una
de estas formas , sin que el arte ganase nada
en esto. Al contrario la confesion llegaria á su
cúmulo.
Los quistes del pulmon ocupan en seguida
á nuestro autor. Los describe con escrúpulo,
y simplemente como anatómico-patologista.
No obstante los considera como pruducciones
espontáneas; pero no se atreve á asignarles un
grupo de síntomas. Los quistes son, como to-^
das las alteraciones, productos de la irritacion
lenta y prolongada de las visceras, ya en el
pulmon, ya en otras partes, y sus signos no
pueden percibirse por el mas atento observador
PATOLÓGICA. 209
cuando no se presentan al esterior del cuerpo.
Su terapéutica propia es ninguna, y se confun
de con la de todas las irritaciones. No pueden
<pues entrar en la línea de las enfermedades
propiamente dichas;
Lo mismo es menester decir de las hidati- 56
des que yo quiero colocar provisionalmente
en el número de los animales entozóicos. An
tes de su evacuacion no se ve otra cosa mas
que la irritacion del órgano. Su salida puede
indicar remedios particulares.
Las concreciones cartilaginosas, oseosas, 57
calculosas, y cretáceas del pulmon estan des-
• critas convmucho cuidado. El duda que pue
dan producir la disnea y síntomas graves, por
que ha visto siempre un catarro, ó alguna
otra lesion en los cadáveres en que las ha en
contrado. Las considera como resultados de la
operacion, por la que intenta la naturaleza ci
catrizar las úlceras organizando membranas
cartilaginosas. Como atribuirles este origen es
referirlas al fenómeno de la irritacion, no ten
go otra reflexion que hacer sobre esto , sino
que creo que estas producciones nacen bajo la
misma influencia que produce el catarro, las
hepatizaciones, las úlceras y la supuracion;
pero que por sxi cualidad de cuerpos estraños
susceptibles de comprimir, pueden cuando
son de un cierto volúmen concurrir á la dis
nea , y aumentar la irritacion de que son el
producto. Pero se me ocurre otra idea. ¿Cómo
14
aio ANAÍOMÍA
M. Laennec, que no quiere que los cuerpos
estraños calcáreos y oseosos sean susceptibles
de irritar al pulmon , puede conceder esta
propiedad á los tubérculos, y considerarlos
como la causa de la inflamacion y de la calen
tura ardiente que consumen á los tísicos? Él
pretende que en su estado de crudeza, no
pueden estos cuerpos incomodar al parenqui-
ina, pero que en el momento que se reblande
cen desenvuelven la inflamacion á su rede
dor Todo esto es inexacto en mi juicio. La
inflamacion con rubicundez y calentura pue
de existir con tubérculos duros, ó como él los
llama crudos; no porque estos la ocasionen,
sino porque son engendrados por ella. Tam
bien pueden no acompañar á esta inflamacion
febril , porque para producirlos hasta una fleg
masía ligera y prolongada de la membrana
mucosa de los bronquios, flogosis que en este
caso no es bastante fuerte para hepatizar al
pulmon , ni para desenvolver la frecuencia
del pulso y el calor general. En cuanto á la
materia caseiforme que resulta de su reblan
decimiento, no tiene nada absolutamente, na
da de deletéreo, ni aun de irritante. Se prue
ba esto, porque se encuentran grandes canti
dades de ella en pleuras enteramente blancas,
y que se la ve derramarse como en plastas por
el parenquima de ciertos pulmones que no es-
tan ni ulcerados ni hepatizados. Ella puede
coincidir ó no coincidir con la rubicundez, la
PATOLÓGICA. a11
hepatizacion, y las úlceras; porque es él pro
ducto de una irritacion linfática, que ella mis
ma puede existir con el estado de inflamacion
sanguíneo que produce estas alteraciones, y
sin él (i). ' »
La famosa cuestion de las melanosis ocupa 58
enseguida á nuestro autor. En otro tiempo no
las habia reconocido mas que en el pul
mon (a). M. Bayle se apoderó de ellas y for
mó una especie de tisis; y yo respondí á esta
asercion en mi primer examen por el pasage
siguiente : i'
„La tisis con melanosis, segun nuestro au- 59
tor, está caracterizada por el color negro de
las partes degeneradas. Este color se manifies
ta en todas partes en las membranas del pecho
y del abdomen, unas veces por puntilos aisla
dos, y otras por manchas bastantes estendidas:
el peritoneo casi no lo presenta sino cuando
está atacado de una flegmasia crónica. La pleu
ra pulmonal lo presenta en manchas, tanto
mas grandes cuanto mas avanzada es la edad
del sugeto en el estado de salud corno en el
de enfermedad : los ganglios linfáticos del pe
cho y del mesenterio, los primeros mas bien ' *
que los segundos, lo ofrecen igualmente en
salud y enfermedad : al interior y al esterior;
k> que con frecuencia les da un aspecto ama-

, . ( I ) Véase lo que he dicho mas arriba sobre el modo d«


produccion de las degeneraciones linfaticas. '
' " (a) Diccion, fie Cisne, méd. Art. ,Atatlont, patolóffi, ' '
a I a- ANATOMÍA
zorcado por el contraste que forman estas
manchas con la hinchazon tuberculosa : yo lo
he visto en los flegmones y en las ulceraciones
clónicas del tejido celular del epiploon y del
mensenterio. Pues que puede desenvolverse
en todos los tejidos serosos, celulares y linfá
ticos, tanto en el estado de salud, como en el
de enfermedad; pues que predomina con los
progresos de la edad , no es admirable que se
encuentre con mas abundancia en las indura
ciones crónicas de los pulmones de los viejos
(induraciones que son el resultado del desar
rollo morbífico de los tejidos serosos, linfáti
cos y celulares , con mas ó menos infarto de
los capilares sanguíneos): y que la masa dege-r
nerada presente un aspecto negro brillante y
como metálico. Pero todo esto no impide que
estas induraciones sean producidas por las
mismas causas que cuando los pulmones no
son negros, y que se tomen las indicaciones
del grado de irritacion, como en las demas
supuestas tisis de M. Bayle, no veo pues la ra
zon por qne el color negro sea el carácter de
una enfermedad particular»"'
6o Despues que he escrito lo que se acaba de
leer, ha intentado M. Laennec establecer dis
tinciones entre los tubérculos, las induraciones
pul monales, efectos del predominio de esta ma
teria negra de que hemos hablado, y sus ver-¿
daderas melahosis. Yo he encontrado en su
artículo descripciones cadavéricas larguísimas
PATOLÓGICA. ai 3
áistineiones sutiles y arbitrias, escrupulosidad
eu referir las mas menudas circunstancias: he
conocido que á pesar de mis razones, el doc
tor L quería absolutamente quedar en po
sesion del título de creador de una materia
morbífica negra que sale por sí misma en las
diferentes partes del cuerpo, y que produce
esencialmente la debilidad y aun la hidropesía.
Las cuatro formas ó estados que asigna
M. L. á sus melanosis, á saber, las masas en-
quistadas, las masas no enquistadas, la materia
infiltrada y la materia exalada.¿ les son comu
nes con todas sus restantes degeneraciones , y
hacen bien suponer que unas y otras son el
resultado de las flegmasías lentas; pero la ob
servacion de las causas que las producen, lo
demuestra con certeza, En efecto* estas causas
irritantes inflaman un tejido, y este engendra
las melanosis. Ahora bien, las flegmasías y el
detrimento que producen en las visceras son
las que debilitan y no las melanosis: la mate
ria que las forma es siempre la parte alburoVr
nosa y gelatinosa de la sangre acumulada por
la irritacion lenta en los tejidos linfáticos. El
color negro que ha impuesto á M. L..... no me
es muy conocido; pero estoy muy seguro de
que esta materia no tiene nada de venenosa,
mas que la materia de los tubérculos ; por
consiguiente que no es una materia morbífi
ca; y en fin , que si se atacan. con tiempo y
con fruto. los catarros, las pulmonías, las pleu-
214 ANATOMÍA
resías, la peritonitis 8cc. , no se presentará esta
degeneracion. Esto es lo que importa saber al
médico.-
61 Despues de las melanosis describe el doctor
L las encefaloides de la misma manera
que en su artículo Anatomía patológica, y
aun mas circunstanciadamente. Ningun uso
encuentra en su cilindro para descubrir su
6a existencia en medio del pulmon. Nada añadi
ré á lo que he dicho mas arriba sobre esta dege
neracion , que es en. mi juicio como en la que
predomina la forma grasosa, como la que pa
rece albuminosa, y otras análogas, el resulta
do de un aflujo de los fluidos linfáticos en los
tejidos celulares y areorales crónicamente irri-
63 tados. Todavia no he encontrado en M. L
los pulmones enteros degenerados sin haber
perdido nada de sus formas con un tejido ama
rillento, mantecoso ó albuminoso, igual al de
los hígados amarillos. Se sabe que estos últi
mos unas veces engrasan el papel, y otras no
dejan ninguna señal de materia adiposa. Yo
he hecho la misma observacion sobre Jos
pulmones transformados en materia amari
lla. M. Bertrand , profesor y demostrador dis
tinguido de química en el hospital militar de
instruccion de Estrasburgo, ha accedido á mi
súplica, cuando estaba en el Valle de Gracia
de analizar uno de estos pulmones. Encontró
en él á la albúmina predominante, y nada de
grasa; pero aunque la hubiera encontrado, no
PATOLÓGICA. aI5
me sorprendería , pues estoy persuadido que
las diferentes formas conocidas de la materia
animal, y otras que no lo son todavia, pue
den desenvolverse en todas las partes del cuer
po bajo la influencia de las aberraciones de la
accion orgánica que produce el fenómeno de
la irritacion. Los grados y las diferencias de
este fenómeno me parecen casi infinitos, y no
me sorprendería mas encontrar grasa en un
cerebro enfermo, que hallar la materia cere-
briforme en lugar de la médula de los huesos.
Todas estas transformaciones son sin duda co
sas curiosas é interesantes ; pero no creo que
sea menester hacer de ellas materias morbífi
cas preexistentes á la irritacion orgánica que
produzcan á esta, y que puedan servir de ba
se á las clasificaciones nosológicas.. ,
No podré elogiar demasiado al uso del ci
lindro de M. L.«.. para el diagnóstico de las
cavidades escavadas en el interior de los pul
mones. El sonido apagado no indica sino la
obstruccion ó impermeabilidad del parenqui-
ma; pero con el cilindro se siente al aire pe
netrar con un hervidero en las cavernas pul-
monales; y llegando la voz del enfermo al oi-
dG aplicado á este instrumento con mas fuer
za que al que no lo usa, no deja ninguna du
da sobre la existencia de estas cavernas. M. L....
tiene pues el mérito de haber facilitado singu
larmente el diagnóstico de los diferentes gra
dos de la alteración del parenquima pulmo
ai6 ANATOMÍA
nal; pero por desgracia este descubrimiento
influye poco sobre la curacion de estas enfer
medades, cuya perfeccion se deberá solamen
te en mi entender al conocimiento perfecto de
las leyes de la irritacion.
65 El antor pasa á la pleuresía , á la que da
por carácter anatómico la rubicundez. La es
pesura, los tubérculos y la degeneracion car
tilaginosa y fibroso-cartilaginosa de la pleura,
no manifiestan su inflamacion. Estas alteracio
nes son el efecto de las materias morbíficas de
este nombre, porque es menester saber que el
doctor L reconoce una materia cartilagino
sa, del mismo modo que otra tuberculosa,
que se arrojan sobre los órganos; pero no veo
que haya admitido una materia morbífica ins-
pisante. Yo encuentro demasiada minuciosi
dad, y demasiada afectacion á la exactitud en
la enumeracion de los signos y en la esposicion
de los resultados de la auscultacion en deter
minadas épocas de esta enfermedad. Resulta
de aqui que se ve obligado el autor á estable
cer escepciones , de las que da razones mas ó
menos válidas.
66 M. L. atribuye el encogimiento de una de
las cavidades del pecho en consecuencia de
las pleuresías, no á la inflamacion, sino á una
exudacion análoga á la que produce el derra
me gelatinoso de la soldadura de las fracturas.
Estas adherencias se hacen por membranas fi-
broso-cartilaginosas 8cc. Diserta profusamente
PATOLÓGICA. a 17
sobre las mudanzas que suceden en la coloca
cion de los glóbulos, lo que produce las dife
rencias de consistencia, de densidad y de co
lor : en una palabra , se estiende mucho mas
allá de lo que es posible demostrar. Todas ts*
tas cuestiones nos parecen ociosas.
La causa del encogimiento se la encuentra
en la cesacion de las funciones del pulmon en
fermo, y en su atrofia, que produce el abati
miento de las costillas, como la del cerebro
produce el abatimiento de la bóveda del crá
neo, mas manifiesto en tm lado que en otro
en consecuencia de las manías prolongadas &c.
Nada tenemos que alabar en la historia de
la pleuresía mas que las ventajas del cilindro
para formar su diagnóstico , y distinguirla
bien de las demas causas del sonido apagado de
la cavidad torácica. La egofonia ó la accion
de oir una voz temblona que llega al oido
aplicado á este instrumento, en casi toda la es-
tension en que la percusion da un sonido apa
gado, es el signo del derrame. El autor obser
va juiciosamente que no se verifica cuando to
da la cavidad está llena de líquido, y que su
existencia supone que el pulmon no está de
primido en parte. De esta manera la egofo
nia es su signo favorable cuando aparece en
un pleurítico, en el que no era sensible, pues
que anuncia un principio de reabsorcion. Un
descubrimiento semejante es verdaderamente
una perfeccion del diagnóstico. Esta gloria de
ai8 ANATOMÍA •
be bastar á M. Laennec, y yo le aconsejo con
seriedad que se contente con ella.
68 La gangrena de la pleura, segun él, es lo
mas comunmente el efecto de un abceso gan
grenoso del pulmon : yo habia tratado este
punto en la historia de las flegmasías, y
Sí. L..... hubiera podido acordarse de él. No
encuentro aqui mas defecto que no atribuir
estas gangrenas al esceso de la inflamacion sea
aguda ó sea crónica. Tambien piensa que las
falsas membranas, producto de la pleuresía,
pueden inflamarse y aun gangrenarse. Esta
observacion es interesante, y creo que le per
tenece.
69 Tambien habla de las pleuresías circuns
criptas, de las que yo he citado un ejemplo en
la historia de las flegmasías. Igualmente refie
re las pleuresías encerradas entre dos lóbulos,
cuyas observaciones ha publicado M. Bayle.
- Desde entonces yo las he visto muchas veces
en Valle de Gracia.
70 Observa juiciosamente que la hidropesía hi-
diopática de las pleuras es una enfermedad
muy rara, y dice que el vulgo de los prácti
cos da este nombre á las afecciones del cora
zon ó á las pleuresías crónicas. Esta es una
verdad que yo profeso hace seis años. No obs
tante , nuestro autor describe los síntomas
del hidrotorax primitivo con tanto escrú
pulo, como si hubiera observado un gran
número de casos. En cuanto á la hidrope
PATOLÓGICA. a 19
tía sintomática habla de ella con exactitud.
El autor hace mencion de las producciones
accidentales de la pleura que pueden deter
minar en ella un derrame. Las encuentra ce-
rebriformes , melanosis , y tuberculosas. No
creo que era necesario el trabajo de hacer un
artículo aparte para estas lesiones que entran
exactamente en las precedentes, como resulta
dos de las pleuresías crónicas.
Tambien trata M. L. de los derrames es-t
pontáneos de sangre en las cavidades pleura
les, cuyos ejemplos he encontrado y publicado
hace mucho tiempo; pero en él nada ilustra
la fisiología de estas especies de alteraciones.
Las producciones accidentales y los cuer
pos sólidos de la pleura, de que se ocupa de
paso, son al principio gruesas masas de mate
rias tuberculosas, segregadas por esta mem
brana, y de las que dice que no se encuen
tran ejemplos en las compilaciones de los ob
servadores, lo que le obliga á recurrir á su
propia esperiencia. Yo tambien he encontrado
estos montones de materias llamadas tubercu
losas, y he referido ejemplos de ellas en la his
toria de las flegmasías: me parecen, como
igualmente todos los productos de esta especie,
el resultarlo de una irritacion crónica. !Él pien
sa segun Boerhaave y Haller , que tambien,
pueden formarse en las pleuras masas de ma
terias cerebi iformes y de melanosis; y yo las
coloco á todas en una misma categoría.
sao .- ANATOMÍA
73 En seguida vienen las hernias diafragmáti-
cas que siempre son los resultados de causas
violentas y que cree el autor que puede reco-.
nocer por su cilindro: yo no tengo ninguna
observacion que hacer sobre este objeto.
74 Despues se ocupa del pneumotorax : al
gunas veces se desprende en las cavidades
de la pleura un gas que las llena en parte, ó
en su totalidad , reduciéndose mas ó menos ei
volumen del pulmon. No sé si M. Laennec ha
querido hacer de este estado una enfermedad.
75 esencial ; pero tengo por cierto que es un re
sultado de la irritacion del parenquima ó de
la membrana serosa. Las dos observaciones
que refiere son ejemplos de esta irritacion,
pues que habia pneumonía ( 1 ) ó pleuresía
76 en el estado crónico. En sus consideraciones
generales atribuye el pneumotorax, ó á la ro
tura de una cavidad del pulmon tuberculosa
ó de otra manera; ó bien á la rotura de la
pleura por una caida &c.; ó á una comunica-*
cion de las vexículas aéreas que existen en la
superficie de los pulmones, ó en fin, á una
secrecion de la pleura. Yo miro todas estas cau*
sas como irritaciones de las que el pneui-
motorax es el efecto. Para admitir la secrecion
del aire por la pleura no flogoseada se nece
sitan pruebas , y el autor no da ninguna á lo

(1) He desterrado la palabra tisis como impropia , y la te


sustituido con la de pneumonía crónica. No es difícil de co
nocer la razon que me ha determinado á esta mudanza.
PATOLÓGICA. aa i
que eñtiendo. Yo he visto estas porciones de
aire en la cavidad torácica con derrame ó sin
él, pero el derrame habia existido: creo que
habia sido reabsorvido sin que el pulmon ad-
herente al mediastino ó debajo de las clavicu
las bubiese podido desplegarse bastante para
llenar la cavidad que ocupaba entonces la eva-
porizacion de una parte del líquido derrama
do. Este fenómeno sucede cuando no hay per
foracion de la pleura, ni comunicacion con
el pareriquima : y cuando existe esta perfora
cion es muy suficiente para esplicar el pneu-
motorax ; pues que el aire escapado de las cel
dillas aéreas, viene á ocupar el lugar del lí
quido reabsorvido ó espelido por la especto-
cion. Pero en todo esto no encuentro otra cosa
mas que uno de los mil fenómenos de la alte
racion cadavérica , en consecuencia de las irri
taciones pulmonales, y no una enfermedad
esencial ó primitiva.
Volvamos á la posibilidad de la producion 77
del aire ó del gas por la pleura no inflamada.
Yo he tratado un enfermo que sufria una gas-
tro-enteritis de las mas violentas que he visto,
con calor acre , estupor , la lengua negra ,
postracion con color lívido 8cc; en este enfer
mo se formó un enfisema considerable en
el tejido celular del lado izquierdo del cuello,
en la region de la clavicula y en la parte su
perior del pecho basta por debajo de la mami
la. Este enfisema duró mucho» dias en lo fuer-
«121 ANATOMÍA
te de la enfermedad, y terminó con su cura
cion que fue completa. No habia ninguna se
ñal de flegmasía de la traquea, de los bron
quios ó del pulmon , ni ninguna apariencia de
inflamacion en el tejido enfisematoso; pero
¡siempre existia en la economía una irritacion,
pues estaba inflamada la membrana mucosa de
las vias gástricas. ¿No será pues posible que
los pneumotorax que se han encontrado sin
señales de pleuresía costal ó pul mona 1 (si es
cierto que se han encontrado), se refieran á
una irritacion bien de los pulmones, bien de
otra parte?
El doctor L....... satisface bien sobre el diag
nóstico, no en mi juicio de la enfermedad,
sino del estado, que llama pneumotorax. Un
sonido mas claro que en el estado sano del
pulmon junto á la falta del ruido de la respis
racion por el cilindro, y la undulacion del lí
quido, cuando lo hay, darán siempre la prue
ba de un derrame aeriforme en la pleura. Se
conocerá que el gas ocupa el lugar de un lí-,
quido, cuando al sonido apagado suceden
las señales tomadas de la percusion y del ci
lindro.
El diagnóstico del edema del pulmon , para
el que M. L emplea su cilindro, ocupa el
segundo capítulo. del tomo segundo; porqii&
el primero se compone de consideraciones so
bre el estertor, que no dejan de tener interes,
pero de las que me pafece inútil ocuparme.
PÁT01ÓGICA. '223
El ectema de los pulmones es una infiltracion
de serosidad que disminuye notablemente su
permeabilidad al aire. Raras veces es idiopá-
tico primitivo. Esta enfermedad es comun
mente, por mis observaciones, una consecuen
cia de las perineumonías y de los catarros; y
es la que da la muerte. Se encuentra el ede
ma al rededor de lashepatizaciones, y tambien
en los cadáveres de los aneurismáticos. Los 80
síntomas de esta afeccion son muy equívocos;
desde el principio se encuentra la disnea , la
tos, con espectoracion mucosa, y la percusion
da un resultado bastante bueno: el cilindro
solamente puede indicar fil estado edematoso
del pulmon. El autor se ocupa en algunas
graduaciones fugitivas de la auscultacion , y
concluye ; que no se puede demostrar cuando
hay tambien enfisema.' La dificultad de distin
guir uno de otro estos dos casos, y aun de los
vestigios de la perineumonía, es tan grande
que subsiste aun despues de la muerte. Por
esto es menester al momento ligar un peda
zo del pulmon y desecarlo. He aqui cierta
mente un bello descubrimiento.
Siguen cuatro observaciones destinadas á 8»-
sacar á la escena los caracteres que distinguen
esta enfermedad tan mal conocida antes de
nuestro investigador. La primera es una pneu
monía con un punto de hepatizacion , á cuyo
rededor hay una infiltracion serosa t tambien
se encuentra un poco de enfisema; y se ha ol-
224 ANATOMÍA
vidado la parte del método curativo. La se
gunda, calificada dé edema del pulmon con
ascitis y anasarca, es una flegmasía de las
válvulas sigmoideas y del principio de la aor
ta. El obstáculo al curso de la sangre que re
sultaba de esta afeccion $ habia en mi dicta
men producido una hidropesía general de la
que participaba el parenquima del pulmon;
Kro el autor juzga á propósito esplicar todos
i síntomas como resultado del estorbo de la
circulacion por su edema. La tercera que se
titula : edema del pulmon en un sugeto ata
cado del enfisema del mismo órgano, presen
ta una pneumonía crónica con hepatizacion,
algunas úlceras, una hipertrofia del corazon,
y una gastro-enteritis; El enfermo ¿ de cincuen
ta años de edad, hacia nueve que sufría la
,disnea, y una tos con esputos abundantes. Do- '
minado el autor por su idea en favor de los
tubérculos preexistentes á las irritaciones pul-
monales, asegura que todo esto depende de
los tubérculos que ha encontrado en uno de
los pulmones con úlceras muy circunscriptas.
Pero creo yo mucho mas probable que todo
, era efecto del obstáculo á la circulacion pro
ducido por la hipertrofia del corazon ; porque
estas especies de asmas son muy comunes, ín
terin que los tubérculos primitivos no estan
todavia probados. En fin, la cuarta observa
cion , que titula edema del pulmon sobreveni
do (no se sabe por qué) en la convalecencia
PATOLÓGICA. 225
de una perineumonía, manifiesta un aneuris
ma que tiene la fecha desde la juventud del
sugeto, complicado con la gastritis, y termi
nado por una perineumonía.
El autor distingue perfectamente todos los 8a
desórdenes que coinciden con la infiltracion
del pulmon, y no obstante las observaciones
son anunciadas como edemas: ¿Quién no ve
que este estado es siempre el resultado de una
flegmasia que acumula los fluidos serosos al re
dedor de un núcleo de congestion sanguínea,
como se observa todos los dias en las inflama
ciones esternas, ó un obstáculo al curso de Ja
sangre al traves del corazon y de los vasos
gruesos, de donde resulta la estancacion forza
da de la linfa y de la sangre en el parenquima
pulmonal sin flegmasia? ¿Por qué pues trans
formar un estado semejante en una enferme
dad; anunciar que es poco conocida; disertar
gravemente sobre señales que se confiesan muy
equívocas; y concluir sin dudar considerando
los síntomas de las flegmasías y de las enfer
medades del corazon como los signos de un
edema del parenquima de los pulmones? ¿Es
consecuente esta conducta, y se ha creído se
riamente que el público admitiría sin re
clamar semejantes conclusiones? Dejo á los
comprofesores la decision de estas cuestio
nes ( i) para ocuparme de la apoplegía palmo-
(i) Seria de desear que M. Broussais hiciese siempre esto
sin acrimonia ó sea sin usar esuresion alguna de las que su
i5
20.6 ANATOMÍA
nal, que ha puesto el autor en el número de
sus nuevas enfermedades.
83 La apoplegía pulmonal tiene por síntomas,
segun M. Laennec, „una opresion fuerte, una
tos acompañada de mucha irritacion en la la
ringe, y algunas veces, dolores bastante vivos
y aun agudos en el pecho; la espectoracion de
una sangre brillante y espumosa, pura ó mez
clada solamente con la saliva y un poco de la
mucosidad de los bronquios y de la gar
ganta, un pulso frecuente, bastante ancho,
y que ofrece una especie de vibracion par
ticular aun cuando esté blando y debil,
lo que sucede comunmente al cabo de algu
nos dias....... De todos los síntomas el espu
to de sangre es el mas constante y el mas gra
ve." Siguen otras distinciones delicadas en el
género de nuestro autor; pero lo que se ha
dicho es bastante para saber que se trata de la
hemotisis, y que creemos necesario referir
la á la larga serie de las irritaciones del siste
ma sanguíneo. Se le da el nombre de apople
gía pulmonal, á lo que entiendo, porque el
autor ha encontrado en los cadáveres una es
pecie de hepatizacion que dice que es entera
mente particular y circunscripta. Las observa-

giere la crítica mordaz recomendando mucho á los médicos


'que observen con el zpIo y atencion que él , y esperando
con un poco de paciencia el que luego que por estos medios
hayan visto lo que él enseña, le sigan convencidospor si con
Susto y docilidad. Nota del editor.
PATOLÓGICA. a»7
ciones que refiere han presentado en conse
cuencia, segun mi opinion , de la irritacion
pulmonal acompañada ó no de la hemotisis,
al infarto de que se trata con la hipertrofia
del corazon, y con vestigios de la pleuresía, ó
sin ellos.
El catarro pulmonal está bien definido por 84
M. Laennec; despues dice que los esputos a-
cumulados en alguno de los ramos bronquia
les suspenden á las veces la respiracion en
una parte de los pulmones. El cilindro no in
dica la respiracion; pero la percusion es sono
ra; y cuando se han espectorado los esputos,
se restablece el ruid.o respiratorio. En esto en
cuentra el caracter del catarro; pero como
tambien es uno de los caracteres de su enfi
sema, establece distinciones sutiles para evitar
la equivocacion, y para no confundir al ca
tarro con la tisis pulmonal.
El doctor Laennec refiere la enfermedad 85
que se llama asma á los aneurismas del co
razon, -a los catarros (cita á Corvisart), á
las lesiones orgánicas , ya de los pulmo
nes, ya de otras partes, á su enfisema, y en
fin á un vicio del fluido nervioso , sobre el
que diserta con bastante estension. No es
este el secreto del asma. La dificultad de 86
respirar , á la que se ha unido la idea del asma
convulsivo, depende de una constriccion espas-
módica de los ramos y de las v'exículas bron
quiales , que estan dotados de una fuerza con*
SaS ANATOMÍA
tractil muy evidente, y que en los animales
grandes se ejecuta en los bronquios por fibras
de estructura muscular. No obstante, como la
irritabilidad de estos canales varía en cada in
dividuo, los que la tienen menos considerable
estan menos espuestos á la constriccion , de
que se trata, ínterin que en otros se presenta,
por una irritacion bastante ligera. La causa mas
comun de este estado es en mi juicio la per
manencia de la sangre en el aparato pulmonal
permanencia que puede depender del aneu
risma del corazon, de una compresion del
pulmon ó de los vasos gruesos &c. Pero esta
constriccion se presenta tambien algunas ve
ces con ocasion de una flegmasia de la mucosa
de los bronquios, es decir, por efecto del ca
tarro. Cuando es simpática de una irritacion
de las vias gástricas, lo que no es raro, se de
termina mdudablemente por la influencia ejer
cida sobrelos bronquios. Rehusando estos dila
tarse, no se satisface completamente la necesi
dad de respirar. El centro sensitivo que perci
be esta necesidad, como todas las demas, obra
con energía sobre los músculos inspiradores,
pero estos multiplican en vano sus esfuerzos:
no Consiguen ensanchar la cavidad torácica,
porque se ven obligados á seguir los movimien
tos del pulmon , y porque esta viscera está en
un estado de concentracion por el espasmo del
árbol bronquial. Asi el poco aire que entra en
este aparato por estos- conducto» contraidos,
PATOLÓGICA. aao,
pasa coa. el mayor trabajo en ira' estado de
condensacion, y dejando oir un silbido nota
ble. Este estado subsiste tanto tiempo couiq
dura el espasmo bronquial: desde el momen
to que cesa entra el aire con libertad, y la res
piracion es facil. Se debe pues comparar el es
pasmo de los bronquios con el del canal diges
tivo, que como él aproxima los músculos ab
dominales á la columna vertebral, y deprime
al vientre, lo que dura tanto como la con
traccion que encoje la- cavidad gástrica ©• intes
tinal. He aqui todo lo que nos puede enseñar
la fisiología sobre el asma. En cuanto á la. cau
sa primera del espasmo, de que hablamos, ja
mas sabremos cual es su naturaleza , nL si de
pende de un vicio del fluido nervioso, pues
que ignoramos la naturaleza de este fluido,
aunque nos sea demostrado que los nervios
estan provistos de él. La irritacion creo es
tambien lo que se nos presenta en el asma , y
querer estenderse mas, es á lo que pienso per
derse en los espacios imaginarios;. porque las
aberturas de los cadáveres todavia no pueden
ilustrarnos sobre la condicion de los nervios
que determina el asma.
El sonido metálico de M. L..—. me parece
que merece alguna atencion : indica las vastas
cavidades pulmonales y pleurales, medio lle
nas d^e líquido, y conteniendo algún gas. Un
estado semejante es ciertamente curioso de de
mostrar; pero es menester no dar demasiada
í3o ANATOMÍA
importancia á su diagnóstico. Nuestro autor
discute largamente y con mucha seriedad so
bre los signos y las modificaciones de estos,
que lo hacen positivo ó dudoso; y da una gran
de importancia á haberlo conocido mejor que
su amigo Bayle, cuya sagacidad tiene no obs
tante mucho cuidado de ensalzar. Por último,
no se trata de los medios de curar el pneumoto-
rax de que es señal este sonido. Tampoco pien
sa prevenirlo: de suerte que despues de la lec
tura de este pasage se pregunta: ¿cui bono?
Este autor se ejercita en rodeos violentos sobre
la determinacion anticipada de los modos de
las lesiones cadavéricas, lo que lo conduce á
una multitud de circunstancias minuciosas,
que no se retienen, porque es imposible leer
las muchas veces, y porque ademas no ade
lantan el arte de curar ó de prevenir las en
fermedades. Un método semejante no puede
generalizarse, porque no ofrece al médico que
practica la medicina en los casos particulares
mas que tina especie de embolismo que nadie
entiende; y porque el médico de hospital que
Únicamente pudiera servirse de él, debe tener
otro fin mas que satisfacer su curiosidad por
las aberturas cadavéricas.
88 La fluctuacion en los derrames torácicos ha
inspirado á M. L un largo artículo, en el
que se encuentran cosas curiosas; pero que
hace su lectura tan difícil, como poco pro
vechosa al arte de curar. ^ ,
PATOLÓGICA. 23 1
- La parte que concierne ü las enfermeda
des del corazon es tal vez lo mas interesante
de Ja obra de M. Laennec; pero el vicio de la
superabundancia de particularidades y de gra
duaciones de la manera con que se manifiestan
los signos estertores de las lesiones, no se mul
tiplica menos en este artículo que en lo res
tante de su obra..
Principia observando que el corazon está
raras veces en el estado mas favorable al libre
ejercicio de las funciones. Esta asercion es exa
gerada : es cierto que una porcion de perso
nas estan dotadas de un corazon demasiado vo
luminoso relativamente á los demas órganos;
lo que los espone á la falta de la. respiracion
y á algunas otras incomodidades, aunque por
lo demas gocen de una buena salud. Dice tam
bien que estas personas pueden tener una lar
ga vida sin llegar á ser decididamente aneu-
rismáticas. Estos son hechos de grande impor
tancia, pues que enseñan al médico á ser cir
cunspecto en su pronóstico sobre los que tie
nen algunas señales de enfermedad del cora
zon , y pues que estos individuos encuentran
en ellos motivos de consuelo y de esperanza,
que les quitaba sin ningun remedio la terri
ble obra de M. Corvisart. Pero M. L no es
el primero que ha fijado su atencion sobre es
te objeto, y como ha leido la Historia de las
las flegmasías crónicas, no puede ignorar que
yo me he ocupado espresamente de él. Esto
¡2.3% ANATOMÍA
me da la ocasion de observar que M. L..... a-
fecta no citar mas que los aotiguos autores, y
entre los modernos los que tienen la ventaja
de ser sus amigos. El bebe sin límites en las
obras de los que no siguen su doctrina , y no
se toma el trabajo de citarlos, á menos que no
se trate de vituperarlos (i).' Yo tengo la des
gracia de ser de estos últimos; pero esto no
me impedirá hacer á este autor toda la. justicia
que me parezca que merece. Diré pues, que
ha determinado muy bien ía intensidad y la
estension de las pulsaciones del corazon per
ceptibles por la esploracion de las paredes to
rácicas y que son compatibles con el mante
nimiento de la salud. La mejor pulsacion , se
gun él, es la circunscripta en un punto reco
gido, y que no comunica ningun estremeci
miento al pecho. Las esplicaciones que da á
esta proposicion son escelentes y deben estu
diarse en la misma obra.
El autor no es, ni con mucho, tan satisfac
torio cuando trata de la circulacion en gene
ral. Distingue muchos pulsos intermitentes,
de los que uno puede presagiar las diarreas
críticas y le asigna graduaciones que lo distin
guen de otros pulsos de la misma clase. Todo
esto me ha parecido imaginario. Yo he leido
en España Ja obra del médico inglés que ha

(i) Quisieramos que nunca siguiese este ejemplo M.


Broussais , y tal vez haria mas prosélitos. Nota ¿el editor.
PATOLÓGICA. a33
publicado la doctrina de Solano de Zuque
sobre el pulso, y confieso que no he quedado
muy satisfecho: por otra parte hay algo mas
que hacer en las enfermedades febriles que es
perar pacíficamente tocando el pulso una cri
sis por sudores, hemorragias ó cámaras.
M. L cree que el pulso puede estar 91
fuerte ínterin que el corazon esté debil , y cita
á las ap >p!egías. No se podrá menos de con
venir en que las arterias se desenvuelven ex
traordinariamente, y en que entonces son mur
cho mas fuertes sus pulsaciones. No hay un
flegmon, ni un panadizo, ni una flegmasía arr
ticular ó cutánea que no den ejemplos de esto.
Tambien se encuentra uno muy manifiesto en
las gastritis que determinan un aumento con
siderable en todas las arterias gastro-epiplóir
cas, y pulsaciones estraordinarias y que se pa
recen al aneurisma en la region epigástri
ca. M. L parece que ha desconocido la
. causa de este fenómeno que ha observado muy
bien. Pero concluir de estos hechos que las ar
terias tienen una accion independiente del co
razon , y desaprobar que Bichat haya atribui
do su pulsacion esclusivamente á la contrac
cion de este órgano , es ir mucho mas lejos to
davía.
M. Laennec principia la patología del co- 9a
razon por la enumeracion de los síntomas co
munes á todas las afecciones de este órgano.
Estos son las señales generales de los obstácu-
á$4 ANATOMÍA
ios á la circulacion, de los que yo he hecho
«na clase de enfermedades diferente de todas
las demas, aunque siempre fundada sobre la
irritacion de los órganos fatigados por la per
manencia forzada de la sangre. Véase mi ante
rior exámen. He creido que debia reunir to-
í " dos los casos en que está estrangulado el cír
culo circulatorio por una causa cualquiera,
porque los síntomas son el efecto de esta es
trangulacion , y porque de ella se toman las
indicaciones curativas. He considerado como
objeto secundario la determinacion precisa de
la causa del obstáculo á la circulacion, sin pre
tender no obstante que sea indiferente cono
cerla ó ignorarla , porque en algunos casos es
posible destruirla. Pero he sostenido que en
las afecciones del corazon, por ejemplo, es dé
pura curiosidad esta determinacion precisa,
que nada suministra para la terapéutica, y que
obstinarse en investigarla es esponerse á la
ventura, á lo hipotético, y aun á lo imagina
rio en la interpretacion de los fenómenos pa-»-
tológicos que puedan presentarse al observa
dor. Asi es, que querer absolutamente prede
cir antes de la muerte si habrá roturas de al
gunos pilares carnosos, ulceraciones ó vegeta
ciones en los ventrículos del corazon , ó en los
orificios arteriales, endurecimiento en las vál
vulas, una hernia de las paredes del corazon^
su degeneracion tuberculosa, fibrosa ó cartila
ginosa , ó la osificación de los vasos cardíacos^
^PATOLÓGICA. a35
es tener pretensiones exageradas. En efecto,
estas particularidades de desorganizacion no
pueden producir síntomas bastante constantes
para ser siempre reconocidas. La razon de es
ta imposibilidad es que semejantes lesiones se
limitan á imprimir algunas modificaciones en
el sístole y diástole del corazon y de las arte
rias; modificaciones que son difíciles de com
prender, que pueden faltar á pesar de la exis
tencia de las lesiones, ó ser provocadas por
una causa enteramente distinta, porque la sen
sibilidad y la irritabilidad del corazon, cuyo
estado manifiestan , son susceptibles de una
multitud de graduaciones absolutamente in
apreciables: de donde resulta definitivamente
que el caso inmediato no se parece en todo al
que lo ha precedido. Por consiguiente, si el
observador quiere dar mucha importancia á
cada una de estas graduaciones de la contrac
cion, se espondrá al doble peligro de engañar
se á sí mismo, y de no poder manifestar á los
demas las graduaciones en que funda su diag
nóstico.
Sea lo que quiera , el doctor L.... me ha pa
recido muy feliz en la determinacion de los
signos de la hipertrofia del corazón y de la
dilatacion de sus dos ventrículos ( j ) ; pero der
(i) Uno de los discípulos mas distinguidos de Val-de-
Graeia, M. Scontettem me ha hecho observar en la pág. 27^
del segundo tomo Je M. L los dos pasages siguientes:
» Yo he encontrado con frecuencia las siguientes complica
ciones: la hipertrofia con dilatacion del ventrículo izquierdo
a 36 ANATOMÍA"
bo reconvenirle por haber desconocido los de
la complicacion de la gastritis que sobrevie
nen casi siempre en el curso de las enferme
dades ocasionadas por los obstáculos en la cir
culacion. M. Corvisart habia ya cometido este
error. Yo he caido igualmente en él en los
principios de mi práctica; pero una observa
cion mas atenta me ha puesto en situacion de
rectificarlo. He reconocido que muchas veces
el desorden de las digestiones , el dolor del
epigastrio , la sensacion de un estorvo situado
transversalmente en la base del pecho &c,
anuncian el desarrollo de una gastritis con
secutiva.
Cuando el práctico ignora el valor de estos
síntomas, no cesa de insistir en el uso dela
digital para mitigar los movimientos del cora
zon , ó de los diuréticos para facilitar la eva
cuacion de las serosidades que la dificultad de
la circulacion venosa hace detener en el tejido
celular y en las membranas serosas ó de los
narcóticos y anti-espasmódicos con el fin de
procurar un poco de sueño, y algunas veces
"",*** I
la dilatacion simple del derecho. » — » Yo no me acuerdo
aber encontrado la hipertrofia, ya simple, ya con dilata
cion del ventrículo izquierdo coincidiendo con la dilatacion,
del derecho. » Estas dos proposiciones contradictorias se
encuentran á siete líneas de distancia una de otra. ¿Cual he
mos de creer? ¿Hasta qué punto nos podemos fiar en la exac
titud del autor para valuar las graduaciones fugitivas de los
síntomas , cuando se contradice tan manifiestamente en la
esposicion de hechos de pura intuicion ? ¿ Qué lo habrá en
gañado sus ojos ó su memoria ?
PATOLÓGICA.
tambien de los llamados estomacales con la es
peranza de despertar el apetito que se halla
postrado. Ahora bien, todos estos remedios
son perjudiciales, cuando aumentando la irri
tacion gástrica, aumenten tambien las angus
tias del paciente.
Desde el momento que este hecho me ha si
do bien demostrado, he huido de todo este
fárrago para atenerme solo á los dulcificantes;
y cuando no he podido obtener una verdade
ra curación , por lo menos he escusado al en
fermo muchos sufrimientos, y he prolongado
por algun tiempo su triste existencia.
Tambien he podido observar que en conse
cuencia de este método la rubicundez del es
tómago era mucho menos intensa que en los
que han sido estimulados hasta el último mo
mento. Estos son los hechos que me han ense
nado que el color vivo de la membrana in
terna gástrica que se observa en los aneuris-
máticos, es muchísimas veces un testimonio
de la sobre-irritacion del estómago. Creo fir
memente que el obstáculo á la vuelta de la
sangre hacia el corazon contribuye á infartar
el canal digestivo del mismo modo que el hí
gado ; pero me parece que la estancacion sola no
podría producir la hinchazon sanguínea , y al
gunas veces la supuracion de la mucosa gás
trica é intestinal , como se encuentran en los
que han sido sobre-irritados; Por otra parte,
si se examina el interior de los intestinos se ve
238 ANATOMÍA
que el color no es uniforme, como lo debia
ser si dependiese únicamente de la estancacion
de la sangre. Si se observan los ganglios me-
sentéricos, se los ve hinchados y rojos en los
lugares que corresponden á la rubicundez in
flamatoria de los intestinos. Si se inspecciona
el colon cuando no ha habido diarrea, signo
necesario de su inflamacion , no ofrecerá ru
bicundez particular en su mucosa; y si no ha
existido la inflamacion durante la vida, no se
verán las ulceraciones que se presentan en las
manchas pardas ó escarlatas de este intestino
ó de los delgados; ulceraciones que nadie pue
de atribuir á la acumulacion pasiva dé la
sangre.
Celebraríamos mucho que los médicos que
han citado el ejemplo de los aneurismáticos
para probar que la rubicundez de la mucosa
gastro-intestinal no es una prueba de flegma
sía, hubieran hecho todas estas reflexiones.
Tambien se han apoyado en la misma ru
bicundez observada en los ahogados; pero es
ta objecion no tiene mas valor que la prece
dente, porque un ahogado podia padecer una
gastro-enteritis antes de su muerte; y porque
ademas los ahogados no perecen sin sufrir una
fuerte angustia , y la esperiencia me ha confir
mado que todas las angustias pueden ocasio-r
nar, y aun en muy poco tiempo la congestion
irritativa que es el primer grado de la gastro
enteritis.
PATOLÓGICA. 0.3 9
ÍJolocando el doctor L.... los signos de esta
flegmasia entre los síntomas de las enfermeda
des del corazon , lia cometido en mi entender
una nueva falta. Ya nos confiesa (pág. 32o,
tom. 2.) que „hace cuatro años que reinan po
co las calenturas esenciales, y que las que hay
vienen casi siempre acompañadas de inflama
ciones locales bastante intensas." ' , .
Lo que ha consignado sobre las causas de
las enfermedades del corazon me ha parecido
escelente, y yo he concluido de ello que su
primer origen debe referirse á la irritacion.
No obstante he observado que no ha hecho
mencion del retroceso de la afeccion reumáti
ca, que flogosea las válvulas, y los rodetes ten
dinosos de los orificios, los encoje, y produce
el aneurisma.
Este autor ha tratado bien los aneurismas
de la aorta y de las demas arterias. Es esce
lente con particularidad en la descripcion de
los efectos de estos tumores sobre las partes
inmediatas. Se ve en él un anatómico exacto y
laborioso. ¿Cómo ha podido dejar de atribuir
á la irritacion ejercida por un tumor duro y
continuamente pulsativo la condensacion de
los tejidos celulares, el desgaste de los car
tílagos, el reblandecimiento y la deformi
dad de los huesos que se observan en las in
mediaciones de los aneurismas, y en fin el de
terioro y la rotura de las túnicas arteriales que
algunas veces da lugar á derrames funestos?
ANATOMÍA
Creo que rio se pueden dejar de reunir todos
estos fenómenos á la inmensa serie de las for
mas de la inflamacion ; y son indispensables
para el complemento de su historia.
El doctor L ha descrito perfectamente la
pericarditis, pero me sorprende que no cree
en la certeza de los signos que le señala; y to
davia me admira mucho mas, que con el fin
de probar que los signos de la pericarditis pue
den existir sin que haya esta flegmasía, cita una
observacion en laque el pericardio estaba efec
tivamente inflamado, aunque al mismo tiem
po habia una doble perineumonia. Acaso no
hubiera cometido un error como este si hubie
ra meditado los principios de la medicina fi
siológica. • ' *
Nuestro autor ha reunido ejemplos curiosos
de las producciones que él llama accidentales
en las paredes del pericardio, como son los
cánceres, los tubérculos &c. Refiere una obser
vacion inútil : Incrustacion oseosa desenvuel
ta en las laminillasfibrosas y serosas del pe
ricardio. Los síntomas son los del obstáculo á
la circulacion de la sangre, producido por la
hipertrofia y por el aneurisma del corazon: y
la abertura prueba que estas alteraciones eran
reales. ¿Por qué pone bajo la influencia de una
osificacion lesiones vitales que dependen de
cualquiera otra causa ?
Resulta de e?te analisis que la obra del doc
tor Laenuee ofrece una historia curiosa délas
PATOLOGICA.
alteraciones cadavéricas de los órganos conte
nidos en el pecho; pero que los signos de estas
lesiones estan lejos de tener siempre la exacti
tud que él ha querido darles.
Sus autopsias ofrecen siempre una combina
cion de lesiones cadavéricas ; por consecuencia
se le puede dar igualmente á la enfermedad el
nombre de una lesion distinta de la que ha fi
jado su atencion. Por ejemplo, en su edema del
pulmon otro observador puede ver una pneu
monía ó un catarro. En uno de Jos casos que
él Ha ma enfisemas, un anatómico verá un
aneurisma y otro una inflamacion parcial del
parenquima 8cc., y denominarán la enferme
dad en consecuencia de su modo de ver. Él
mismo ha incurrido en esta versatilidád , pues
que da por signo de la osificacion del pericar
dio una observacion semejante á las que ha
elegido para demostrar los caracteres de la hi
pertrofia del corazon. ¿Qué diré de lo dilatado
de sus autopsias ? ¿ Qué minuciosidades son tan
numerosas que es imposible retenerlas en la
memoria, que se pierde bien pronto de vista
la lesion sobre que quiere llamar la atencion
del lector, y que es imposible á este reunir las
particularidades cadavéricas á los síntomas pa
ra cuya interpretacion se han referido con tan
to escrúpulo? Unos defectos tan graves hacen
de esta obra un libro demasiado difuso y muy
difícil de leerse, lo que daña á los progresos
de la medicina de observacion , para cuyos au
16
2^1 ANATOMÍA
mentos es hecho M. Lennec. ¿Si podrá decirse
aqui con oportunidad ., Que el que prueba de
masía no prueba nada?
02 Todo esto manifiesta bastante en nuestro jui
cio que es imposible fundar los caracteres de
las enfermedades sobre las diversas formas de
las alteraciones cadavéricas. Encontraremos otra
prueba del abuso que se hace en el dia de la
anatomía patalógica en una obra mas reciente,
sobre la que voy á dirigir una mirada compa
rándola con la de un médico que he designa
do ya, como que debe concurrir á los progre
sos de la medicina fisiológica. .
o3 M. el doctor N. ha tomado por objeto de la
obra que acaba de componer al reblandeci
miento del cerebro. Ahora bien, este reblande
cimiento es en mi doctrina una de las gradua
ciones de la desorganizacion del encéfalo en
consecuencia de las irritaciones de esta visce
ra. Hacer de él una enfermedad esencial , es
á lo que pienso, como se quisiera dar este títu
lo al grado del flegmon en que se reblandece el
tumor; porque el reblandecimiento de la sus
tancia cerebral es , como lo ha dicho el doctor
Abererombie, el efecto de una verdadera en
cefalitis. Hay mucho tiempo que yo he anun
ciado esta verdad en mis cursos, y en el mo
mento que tuve noticia de las observaciones de
M. Esquirol sobre los desórdenes que presen
ta el cerebro en consecuencia de la, manía, sos
tuve, como pueden atestiguar todos mis discí-
PATOLÓGICA.
pulos , que estos reblandecimientos dependen
de la inflamacion.
El segundo error de M. N. es en mi juicio 1 04
suponer un curso y progresos necesarios al
diagnóstico de su reblandecimiento, cuya du
racion seJija desde dos ó tres días , hasta dos
ó tres meses. En efecto, es imposible tratarlo
antes de ser incurable, porque no se puede
reconocer hasta que ha recorrido todos sus pe
ríodos y producido la pérdida del conocimienr-
to con un estado paralítico y convulsivo. Aho
ra bien , semejante diagnóstico es absolutamen
te inútil al arte de curar. Asi es que no se tra
ta en esta obra de salvar á los atacados de es
ta afeccion, sino solamente de demostrar que
estan atacados de una enfermedad mortal. El
autor lo cree de tal manera, que dice, que el
método curativo es raras veces seguido de al
gunos buenos sucesos, y no influye casi nada
en .el curso de la enfermedad.
El tercer defecto de que me parece puede io5
reconvenírsele es haber agrupado todos los sín
tomas que presentan los enfermos, y princi
palmente los que dependen de la inflamacion
de la mucosa de las vías gástricas al rededor
del reblandecimiento cerebral. En vano la aber
tura de los cadáveres le manifiesta la rubicun
dez de la membrana interna del canal digesti
vo; ningun trabajo se toma para distinguir los
síntomas que hayan podido corresponderle
durante la vida.
1
244 ANATOMÍA , .
106 El cuarto vicio fundamental que yo encuen
tro en esta obra es no haber reconocido los
malos efectos de los medios que se han pues
to en práctica en las observaciones que refie-
-re. ¿Cómo los habia de percibir consideran
do, como lo hace, todos los fenómenos patoló
gicos formando y debiendo necesariamente for
mar parte de la enfermedad de que trata, y
como ejemplos del curso que debe necesaria
mente tener para llegar al grado que ha
ce posible su diagnóstico ? Por la misma pre
vencion se abstiene en muchos casos de dar
cuenta de los medios que se ha creido deber
oponer al reblandecimiento. Los mira pues ca
si como indiferentes, y si habla de ellos es co
mo á manera de cumplimiento, y para no in
currir en la reconvencion de haber truncado
•las observaciones que le han sido comunicadas;
pero no manifiesta ningun sentimiento por de
jar ignorar las circunstancias del método cura-
. tivo, cuando no se las han comunicado.
107 - El resultado de un método semejante es que
se forma la idea de que el reblandecimiento
- del cerebro es una enfermedad sui generis,
en tanto inflamatoria y en tanto asténica , que
es curioso reconocer para poder predecir su
existencia antes de la muerte, y no sorpren
derse al encontrarla en los apopléticos en lu
gar de un derrame que se hubiera podido
sospechar ; pero que es inútil querer curarla.
De manera que el médico que: observe algur
PATOLÓGICA. 243
«os síntoma» cerebrales capaces de hacerle sos
pechar un reblandecimiento, no solamente de
be esperar para tratarlos á que la enfermedad
esté caracterizada por su curso, esto es, que
haya llegado al grado de incurabilidad , sino
tambien que si la trata como reblandecimien
to por el método espuesto en las observacio-
nes de M. N. , atribuirá- los malos efectos de
sus remedios al curso necesario de la enferme
dad , y no perfeccionará jamas su método cu
rativo, que si la combate como una inflama
cion, y tiene la felicidad de conseguir un fe
liz resultado , no pensará que ha prevenido urt
reblandecimiento; pero se conoce claramente
que pocas veces obtendrá esta ventaja , por
que en el momento en que observe un dolor
fijo en la cabeza, algunas lesiones de las fa~
cultades intelectuales, algunos dolores agudos
ó convulsiones en los miembros, tal vez solo
creerá que se prepara un reblandecimiento, y
se contentará únicamente con observar los.
progresos de la enfermedad para probarla bien-
en lugar de combatirla.
Es cierto que M. N. admite que en ciertos» 108
casos el reblandecimiento es debido á la infla
macion; pero estos casos son tan poco nume
rosos^ el método antiflogístico que les aplica'
es tan impotente y de tal manera combinado
con medios de un efecto absolutamente con
trario, que en siguiéndolo con exactitud se
rán siempre tan raros los buenos sucesos a>
246 ANATOMÍA
nio lo han sido en la práctica de este autor.
Para que el reblandecimiento sea inflamato
rio exige que el enfermo sea robusto, sanguí
neo, de anchas espaldas, un color vivo, una
calentura fuerte , vasos llenos &c. Entonces
concede algunas sangrias; pero es menester
pasar al instante á los eméticos, á los purgan
tes, á los vejigatorios y á otros medios revul
sivos. Esta es la manera con que han sido tra
tados sus enfermos , y se puede advertir recor
riendo sus observaciones que el alivio causado
por los antiflogísticos es sucedido por violen
tas exacervaciones desde el momento que re
curre á la medicina emeto-catártica ó tónica,
y al uso prematuro de los rubefacientes y de
los supuestos anti-espasmódicos,como el almiz
cle, el alcanfor 8cc.
Si trata asi á los sugetos robustos, ¿qué ha
rá con las personas ancianas, débiles, pálidas,
sin calentura, sin calor, y en los que el re
blandecimiento es producido por un estado
opuesto á la inflamación ? Seria necesario,
nos dice, renunciar á toda especie de senti
do comun para no admitir que estos dos esta
dos exigen medios diferentes. Poco á poco : se
ria necesario haber probado primeramente que
estos dos estados son verdaderamente de natu
raleza opuesta; y el autor se ha coy tentado con
afirmarlo, como si fuera una cosa admitida sin
contestacion. Se le ha dicho y se le ha probado
que la inflamacion podía existir sin calor , sin
PATOLÓGICA. ¿47
calentura, sin plétora, y en los sugetos mas
débiles de la misma manera que en los robus
tos. Esta es la proposicion que era necesario
combatir antes de tomar un tono tan decisivo.
Era menester probar por los hechos lo contra
rio de esta proposicion ; y los que refiere son
mas á propósito para confirmarla que para
destruirla ; pues que todos sus reblandecidos
tratados por los irritantes han sucumbido. Léa
se á M. Lallemand ; él probará por buenos su
cesos del método antiflogístico mas activo, en
sugetos de una debilidad escesiva, que se pue
de tener sentido comun sangrando, refrescan
do y sujetando á la dieta mas rigorosa á las
personas amenazadas del reblandecimiento su
puesto asténico del encéfalo. El hecho está enun
ciado, y solamente de él pende el convencerse,
como le ha sucedido á tantos otros. Tambien
lo debe hacer si tiene sentimientos de huma
nidad, pues que sus estimulantes han 'sido
siempre seguidos de efectos tan desastrosos.
El autor que analizo dice que sospecha que, 109
el reblandecimiento ha podido resolverse; pe
ro que la autopsia, único medio, y sin el que
es imposible afirmar nada , no ha dado la cer
teza al diagnóstico de esta enfermedad.
Nuestro autor hace grandes elogios del diag- 1 1 o
nóstico en la práctica de la medicina. Esto es
escelente; pero ¿de qué diagnóstico quiere ha
blar? No puede ser de otro sino del que sumi- T
nistran las inspecciones cadavéricas, pues que
a 48 ANATOMÍA
fuera de esto no conoce nada de cierto. ¿Es en
razon de esta idea como vitupera á los que
buscan remedios, antes de conocer las enferme
dades? Él espera que cuando se Jas conozca
bien se podrá triunfar de ellas; y para co
nocerlas las deja marchar y morir los enfer
mos. Pero suponiendo que se impida la muer
te en una enfermedad, los médicos de su secta
podrán siempre á su ejemplo poner en duda
su verdadero carácter porque no habrá sido
confirmado por la autopsia,
ni Recorriendo el autor las causas del reblan
decimiento cerebral, indica una porcion de
cansas irritantes; pero se guarda bien de pro
nunciar la palahra irritacion. Si, pues estas
causas no irritan, ¿cómo obran? Ellas produ
cen la enfermedad, se responderá, y esto es
suficiente para el médico. No, señores, no es
suficiente, y jamas se sabrá lo que se hace, si
no se pasa de esto. Atrévanse pues los que pro
fesan otros principios que yo á seutar que las
causas que producen en los sugetos robustos
el reblandecimiento que llaman inflamatorio
lo hacen sin irritar. Añadan á esta inconse
cuencia la de decir que el abuso de los licores
alcohólicos, los disgustos, los golpes violentos
en la cabeza &c. , van á debilitar el cerebro de
las personas débiles sin irritarlas. Ellos se es-
plicarán y hablarán como fisiologistas.
na Despues de haber M. N. atribuido en su
diagnóstico al reblandecimiento cerebral mu
PATOLÓGICA. 249
chos síntomas que dependen de la gastro-en-
teritis, se queja de que las complicaciones der
raman mucha obscuridad en el diagnóstico.
Le responderé. ¿Es medio, por ejemplo, de
distinguir la irriiacion abdominal de la que
prod uce el reblandecimiento del cerebro , cuan
do queriendo dar la idea de esta última se
pone entre su conniva la mayor parte de los
síntomas de la gastio-enteritis? Asi es como
hace poco que para orobarnos que la rubi
cundez gástrica no es un signo de flogosis , se
nos alegaba que se endentra ordinariamente
en los cadáveres de los ineurismáticos, de los
tísicos , de los ajusticiólos , como si estos
cadáveres debieran esclui: la existencia de las
inflamaciones del estómago Que M. N. se en
saye en referir á todas las visceras los fenó
menos patológicos que le petenecen , y cree
mos que desaparecerá bien ponto de sus ojos
la confusion de que se queja, y no estará es
puesto á confundir los signos c¡ la gastroen
teritis con los de la irritacion erebral, y re
conocerá la identidad de los prtneros con los
que él considera como signos psitivos de la
complicacion de una calentura esencial, y nos
parece que se convencerá que su reblandeci
miento unido á la gastro-enteritis ts absoluta
mente la misma enfermedad <^.ie se desig
naba otras veces en el hospital donde prac
tica, bajo la denominacion de cCientura ce
rebral ó apopléctica , y que se signaba al
a 5o ANATOMÍA
género indefinible de las atáxicas.
3 Al terminar la obra se ocupa el autor en
distinguir su enfermedad de las congestiones
sanguíneas cerebrales, de las congestiones se
rosas ó del hidrocéfalo de la aracnitis, de las
apoplegías nerviosas, en lasque no cree á mi
modo de pensar con muchi razon de las apo
plegías sanguíneas, de lo» cánceres del cere
bro, de los tumores fungosos de la dura-mater,
de las acefalocitis ó hidá,ides, de los tubércu
los del cerebro, de los umores oseosos de las
paredes internas del rráneo, y en fin de las
afecciones admitidas cJmo nerviosas, como son
el síncope, la asfixia el letargo, la epilepsia y
la catalepsis.
Todas estas afec'iones, escepto el síncope y
la asfixia, son po' mis principios del mismo
modo que el rebandecimiento , efectos de la
irritacion cerebfll; y como el método curati
vo de toda irriflcion de esta viscera es absolu
tamente el misno, no pueden considerarse es
tas graduacioris de irritacion , sino como indi
cios un poco liferentes de una afección siem
pre la misma y no como enfermedades de dis
tinta riaturafeza. ¿Para qué pues servirá la pre
tension de «istinguirlas antes de combatirlas?
Lo vuelvo á decir todavia, no se debe tratar
á esta ó á acwella forma de la degeneracion
cerebrar, sito á la irritacion que puede pro
ducirlas; y i se espera para atacarlas á que es-
ten consumadas, creemos que se pierde el
PATOLÓGICA. ü5l
tiempo haciéndose ademas culpable del funes
to acontecimiento que debe terminar la esce
na. Si no se tiene buen éxito , como en los ca
sos en que el mal está demasiado avanzado, y
en los de acefalocitis y de tumores de las pa
redes del cráneo, por lo menos se ha hecho lo
que era posible hacer, y no hay nada de que
reconvenirse. En cuanto al síncope y á la asfi
xia, nada tienen de comun con las irritaciones
cerebrales, y el autor ha hecho bien de tratar
de distinguirlas. Ultimamente se conoce bien
que su obra está trazada sobre el mismo plan
que la de M. Laennec.
No es asi como procede un médico fisiólo- Ii5
go en la investigacion de las enfermedades del
cerebro: el doctor Lallemand (i)se ocupa tam
bien del reblandecimiento del encéfalo; pero
no para hacer de él una enfermedad esencial,
y sui generis. Lo considera con M. Abercrom- i j 6
bie, como el resultado de -1a inflamacion; hace
mas, prueba sin réplica su asercion por ob
servaciones numerosas y por sabias discusio
nes, con cuyo medio las reune. Él ha percibi
do muy bien Ins diferencias de color que pre
sentan los reblandecimientos, y las esplica de
la manera mas clara refiriéndolas á los diver
sos grados de la inflamacion. El color cenicien
to, el rojizo y el moreno dependen de la mez-

(i) Investigaciones anatómico-patológicas solre el en


céfalo &c. por M. Lallemand, profesor de la escuela de
Mompeller, Pan's , i8ai.
a 5a ANATOMÍA
cía ele una sangre estravasada y diluida con la
pulpa cerebral, y principalmente con la sus
tancia cenicienta : estos se presentan cuando
sucumbe el enfermo en el primer período de
la inflamacion; y el autor compara con muy
felices resultados este reblandecimiento á los
tumores flegmonosos todavia en el estado de
crudeza. El color verde es un principio de su
puracion; el blanco depende de un verdadero
pus infiltrado en el tejido cerebral desorgani
zado: está próximo á la coleccion purulenta
que ofrece todos los caracteres del abeeso del
tejido celular. El autor tiene cuidado de notar
que las demas graduaciones se encuentran or
dinariamente en las inmediaciones de donde
existe la inflamacion en diferentes grados.
7 Los síntomas de esta flegmasía no estau ana
lizados con menos sagacidad. Los que pertene
cen al cerebro son el dolor fijo , designado por
la relacion del enfermo, ó por la direccion ins
tintiva de su mano, cuando no está todavia ab
solutamente privado de la facultad de sentir.
El estupor, el estado obtuso, ó la obliteracion
de las funciones intelectuales, los dolores de
los miembros y las paralisis simples, ó mezcla
das con convulsiones estan igualmente coloca
dos bajo la dependencia de la inflamacion ce
rebral, y señalan sus diferentes grados; pero
la rubicundez de la lengua, la sequedad de la
boca, la sed, y la sensibilidad mas ó menos
manifiesta del epigastrio estan juiciosamente
PATOLÓGICA. 2 53
referidos á la flogosis de la membrana mucosa
de las vías gástricas; y las aberturas de los ca
dáveres justifican constantemente el diagnósti
co de este médico.
El curso de esta terrible enfermedad no ha
impuesto á nuestro fisiólogo: en la mayor par
te de las observaciones que refiere, y de las que
él rio ha dirigido la curacion, hace siempre dis
tinguir lo que depende de la afeccion cerebral
de lo que debe referirse á la complicacion de
otra flegmasía ó de una afeccion del corazon.
El alivio causado por los antiflogísticos les
está atribuido con tanta exactitud como la que
pone en observar las exasperaciones que so
brevienen inmediatamente despues del uso de
los estimulantes. Las palabras eméticos, anties-
pasmódicos , nervinos, derivativos que se dan
á los medicamentos administrados para hacer
vomitar, para purgar, para producir en la piel
la rubicundez ó la vejiga, no lo han podido
inducir al error. En todas estas cosas no ve
mas que estimulantes cuya accion intempesti
va aumenta la inflamacion cerebral , ya por
una influencia simpática , ya por una accion
directa como la que produce el vomitivo, de
terminando un aumento en la congestion
cerebral.
Este autor , del mismo modo que M. N., re
serva el nombre de apoplegía para los derra
mes de sangre en la sustancia cerebral, ó en
la aracnoides. Hace observar con cuidado la
a54 ANATOMÍA
falta de I09 signos previos de la inflamacion
del cerebro como los dolores fijos de cabeza,
los de los miembros, sus paralisis intermitentes
ó continuas, y necesariamente parciales; por
que la falta de estos síntomas distingue, se
gun él, las apoplegías de las privaciones re
pentinas de la sensacion producidas por los
progresos del reblandecimiento del cerebro
que causa la flegmasia de esta viscera. El
enfermo que ha sufrido estos síntomas puede
estar privado de la sensacion por uti derrame
seroso ó sanguíneo; pero habiendo precedido á
este ataque el reblandecimiento ó la supura
cion que se encuentra en las inmediaciones,
no se llama apoplegía, porque el derrame es
solo consecutivo.
Esta distincion es muy satisfactoria en la
teoría : pero me parece que la práctica no su
ministra siempre los medios de establecerla a
priori. Yo no quisiera pues reservar la pala
bra apoplegía solamente para los casos en
que la abolicion mas ó. menos completa de las
funciones relativas depende únicamente de un
derrame primitivo. Esta palabra está destina
da para dar la idea de la abolicion de que se
trata, y sin hablar de los casos, en que no se
ha podido distinguir los signos antecedentes
de las flegmasias, aunque se haya tenido el
enfermo á la vista , se presentan otros muchos
en que faltan las señales necesarias para deter
minar el estado de las funciones cerebrales
PATOLÓGICA. 255
que ha precedido á la privacion del senti
miento.
Será pues necesario en semejante circuns- 12O
tancia esperar á la abertura para calificar la
enfermedad. M. Lallemand , sostiene , si yo he
leido bien, que las convulsiones que inter
rumpen las paralisis y los dolores obtusos de
Ja cabeza, automáticamente designados por la
mano que se lleva al lugar enfermo, estable
cerán suficientemente la distincion en los ata
ques. Pero ¿está bien seguro que no los pue
de producir el derrame primitivo? Ademas
que no se pueden distinguir en el último gra
do de la enfermedad , en la resolucion de los
miembros y en la entera abolicion del senti
miento que precede á la muerte: ahora bien,
siempre que no se observe al sugeto mas que
en este último estado, la distincion es todavia
mas imposible , y la enfermedad no puede
obtener su nombre sino despues de la aber-.
tura del cadáver.
Que sirvan las indicaciones suministradas
por nuestro autor para distinguir los diferen
tes grados de la irritacion cerebral , ínterin
que las funciones del encéfalo perseveran to
davia hasta un cierto punto, lo encuentro
muy razonable, y siempre es un servicio he
cho al diagnóstico de estas enfermedades; pero
pienso que la palabra apoplegía debe conser
var el sentido que ha tenido siempre hasta el
presente, y que sin esto se espone á crear una
aí>t> ANATOMÍA
enfermedad, cuyo diagnóstico no será constan-
iai teniente posible. Toda enfermedad debe ser
clara, y debe presentar indicaciones que le
sean particulares: sin estas condiciones seria
inútil establecerla. Ahora bien , la apoplegía
por derrame primitivo que no se distingue
siempre de la apoplegía por inflamacion con
reblandecimiento y supuracion, y la produci
da por derrame consecutivo á sus desórdenes
no se tratan de una manera diferente. La una
y la otra, en nuestra doctrina, son igualmen
te el resaltado de la irritacion cerebral. Que
esta irritación haya obrado antes de producir
las sobre todo el aparato sanguíneo del encé
falo ocasionando congestiones sin paralisis par
cial, ó sobre un punto particular bajo la for
ma de inflamacion con dolores, convulsiones,
paralisis , amaurosis 8ce. ; todo esto es muy
precioso conocerlo para determinar el grado
decurabilidad; pero los métodos curativos son
siempre los mismos.
-- Lo mismo debo decir de las flegmasías
generales de las aracnoides que ocasionan
los temblores, el delirio, el furor 8cc.
Si estas flegmasías no son interrumpidas por
la muerte, llegarán igualmente á la apoplegía;
pues que esta es el término comun de todas
las irritaciones cerebrales, como la adinámia
es el de las irritaciones de la mucosa digestiva
por nuestros principios clínicos. Los delirios
maniacos, las catalepsis, los éxtasis estan en
Patológica. a5'7
el mismo caso. La epilepsia no se diferencia
de ellos sino por la intermitencia de la irrita
cion ; pero siempre viene á parar en el resul
tado comun , que es la abolicion, de los fenó
menos sensitivos , intelectuales y locomotores.
Conozco que cada uno de estos fenómenos se
designa por una denominacion particular; pe
ro ¿hay fundamento para hacer otras tantas
enfermedades enteramente distintas? JVb pue
do yo creerlo asi \ porque su naturaleza es la
misma , y su método curativo no presenta nin
guna diferencia : la identidad de las enferme
dades, ¿egun mi opinion, está determinada
únicamente por el concurso de estas dos con
diciones; luego es necesario no ver en las irri
taciones del encéfalo otra cosa mas que gradua
ciones distintas de una misma enfermedad.
Otra cosa sucede á las flegmasias del aparato
pulmonal : aunque no se diferencian en su na
turaleza, los medios que convienen en un der
rame de la pleura, se diferencian de los que
son aplicables á un catarro de los bronquios:
luego se deben distinguir estas dos enferme
dades. La peritonitis está en el mismo caso,
si se compara con la gastro-enteris, porque la
coleccion que puede verificarse en la primera,
ofrece indicaciones que no se presentan en la
segunda. Los obstáculos al curso de la sangre
son enfermedades irritativas ; pero la especie
de irritacion que se observa en ellos tiene sus
remedios particulares, que la hacen diferir
. ?7
2.58 ANATOMÍA
mucho de la9 afecciones de que se acaba de
hablar. Las neurosis y las hemorragias deben
considerarse de la misma manera : no se dife
rencian de las demas enfermedades, ni las
unas de las otras, sino en cuanto que el lugar
que afectan puede presentar indicaciones dife
rentes, todo segun mi doctrina*
Este es el método que yo acostumbro se
guir en mis cursos. Mientras qué la irritación
presenta indicaciones semejantes en la afec
cion de un órgano, distingo grados diferentes
en esta afeccion , pero no diversas enfermeda
des : y creo que este método es el mas claro
que se puede seguir en nosología.
Si las diferencias en las indicaciones esta
blecen diferencias en las enfermedades, con
mayor razon es menester reconocerlas, cuan
do la naturaleza no es la misma. La asfixia,
por ejemplo, producida por la falta del aire
respirable, ó por el frio, es una abirritacion;
lo que la distingue esencialmente de las fleg
masías, de las hemorragias, de las neuro
sis &c. ; primera diferencia que determina la
de las indicaciones : de suerte que difiere de
estas enfermedades infinitamente mas que lo
que pueden diferir ellas entre sí.
Insistiendo sobre estos puntos de doctrina
estoy lejos de querer disminuir en nada el
mérito del trabajo deM. Lallemand. Es mucho
haber suministrado á los prácticos los medios
de apreciar la intensidad de los desórdenes
PATOLÓGICA.
que puede haber ocasionado la irritacion en
un órgano tan importante como el cerebro.
Principalmente de la obra de este autor se de
ducirá la conclusion, que es siempre urgente
remediar las mas ligeras afecciones del cere
bro, porque su desorganizacion es incompa
rablemente mas facil que en cualquiera otra
parte; y esta es la razon porque yo insisto en
referir todos estos fenómenos cerebrales á un
principio único, con ei fin de que el práctico
no pierda un tiempo precioso en la investiga
cion del diagnóstico de la enfermedad de tal ó
tal autor; sino que se determine prontamente
á obrar con la íntima persuasion que la indica
cion es siempre la misma , y que importa mas
impedir la produccion de una aracnitis, de
un reblandecimiento , ó de una apoplegía,
que procurarse el placer de determinar bien
sus caracteres antes de la muerte. Yo sé muy
bien que el profesor Lallemand no es del nú
mero de los que pueden caer en estos desór
denes; pero hablo con los médicos que lo
leerán. Habrá muchos de estos que desearán
la determinacion precisa de las entidades ó de
las especies cadavéricas antes de emprender
nada; porque no encontrarán en las dos car
tas que acaba de publicar este profesor, nada
que los convenza suficientemente que deben
dirigir sus remedios á la irritacion, y no á las
diferentes formas que esta pueda tomar. Por
último , estoy perfectamente convencido de
a 6o ANATOMÍA
que en la continuacion de su trabajo no deja
rá el autor nada que desear sobre este objeto;
pero procede con reserva : espone los hechos y
los discute partiendo de las opiniones y de las
creencias mas vulgares, para elevarse en se
guida á las verdades de la mas pura fisiología;
pero como entre tanto su libro debe servir de
guia á una porcion de prácticos , creo que
debo adelantarme en la esposicion de las ver
dades que él deja todavia desear, y que hace
mucho tiempo esplico á mis discípulos en mis
cursos teóricos y prácticos.
¡ Ojalá que el doctor Lallemand esceda aun
lo que yo espero de él ! Yo puedo contar coa
esto sin demasiada presuncion , porque- sé con
qué atencion y con qué perseverancia ha se
guido la manifestacion de los principios de la
medicina fisiológica , y porque reconozco sa
continua aplicacion en los escritos, todavia poca
numerosos, que ha dado á luz. Que se com
pare su obra á todo lo que ha escrito sobre
la misma materia, y será forzoso convenir
en que su trabajo está bien fundado, fecun
do en verdades prácticas , y redactado con
sencillez.
En manos como estas es donde la anatomía
patológica será verdaderamente útil como un
complemento de la historia fisiológica de las
enfermedades; ínterin que quizá no servira
mas que para retrasar los progresos de la
ciencia entre las manos de los médicos que se
PATOLÓGICA. 261
jactan ele encontrar en las formas de las alte
raciones cadavéricas la razon suficiente de los
fenómenos patológicos, y que se atormentan
en hacer la base de la nosología, agrupando
a.1 rededor de estas formas los diferentes sín
tomas que se observan durante la vida,
1

SECCION CUARTA. .

rJ)octrina de Pujol sobre las inflamaciones


crónicas.

podría terminar el capítulo de los médi


cos que han hecho servir la anatomía patoló
gica para el. adelantamiento de la ciencia, sin
hablar de Pujol de Castres; y lo hago con
tanto mas gusto, cuanto este autor, es el único
de nuestros compatriotas que ha compuesto
una monografía completa sobre las inflamacio
nes crónicas. Este libro estaba abandonado, y
parece que nuestros clásicos casi lo habian ol
vidado, hasta que yo publiqué la Historia de
las flegmasías ; pero en. el momento que sa
lió á luz este último, se esclamó que nada
a6a ANATOMÍA
contenía de nuevo, y que Pujol habia ya he--
cho conocer estas afecciones. Examinemos pues
la obra de este autor , y veamos si ha podido
servirme de modelo.
4 El doctor Pujol principia sentando que hay
inflamaciones viscerales de naturaleza lenta y
crónica, cosa que habian negado treinta años
antes muchos prácticos de los mas célebres.
Apoya esta asercion no solamente con su es-
periencia, sino tambien con el testimonio de
otros clásicos de los mas recomendables, como
son Federico Hoffman , Baglivio, Ludwig 8cc.
En seguida considera la inflamacion como un
fenómeno local del que la calentura no es mas
que la estension. Pujol insiste aun con mucha
- fuerza para probar que la supuesta calentura
inflamatoria de los autores es estraña á toda
inflamacion : en una palabra, la calentura es un
ser de naturaleza esencial, general, y entera
mente distinta de la inflamacion, aun cuando
es determinado por ella.
i5 El autor coloca en el número de las causas,
despues de las violencias esteriores á los virus
herpético, artrítico, escorbútico, venéreo, ra
quítico, escrofuloso, canceroso &c.; los cua
les variando de posicion se dirigen sobre las
visceras, las irritan en' razon de su acritud, y
producen en ellas inflamaciones que es menes
ter no confundir con las obstrucciones; por"
que él admite de estas independientes de to
do estado inflamatorio. Pero lo que yo encuen
PATOLÓGICA. , 263
tro de mas notable es que basta al autor que
exista uno de estos virus en el enfermo ata
cado de estos infartos para calificarlos de in
flamaciones.
Estos virus admitidos bajo su palabra, y con
siderados como acrimonias que producen la
inflamacion, nos conducen en el momento al
humorismo. ¿Qué importa, se dirá, pues que
la inflamacion está reconocida? ¡Mucho !....
La admision de los virus es perjudicial en nues
tro juicio: i.° porque impide conocer la teo
ría de la irritacion; y 2° porque conduce á los
específicos, cuyos inconvenientes veremos en
la terapéutica, de nuestro autor. Segun él , el
virus canceroso no es acre por sí. mismo, y no
hace mas que infartar; pero ,1a fermentacion
específica que se forma en el tumor, lo con
vierte en estimulante, y entonces produce la
inflamacion,
Los venenos lentos y los medicamentos de
masiado enérgicos, figuran en la misma línea
de las causas de las inflamaciones crónicas. Es
ta es una grande verdad de la que no han sa
bido aprovecharse nuestros clásicos.
La materia crítica de las enfermedades agu
das produce tambien inflamaciones crónicas
cuando no ha sido suficientemente embotada
por la coccion. Ella las determina al esterior
del cuerpo, y aun en las visceras cuando no
es eliminada; y esto porque el sistema arte
rial que ha sostenido casi solo el combate mor
a 64 ' ANATOMÍA.
bifico, se ha fatigado y se deja infartar y con
ducir al estado inflamatorio Esta teoría de
rivada del hipocratismo supone á la calentu
ra otra causa mas que la inflamacion de los ór
ganos. Lo que he dicho hablando de Hipócra
tes me dispensa de otras reflexiones ulteriores,
6 Los síntomas de las inflamaciones crónicas
son locales y simpáticos. Los locales se dedu
cen de cuatro fuentes; de la tumefaccion , del
calor, del dolor, y en fin de la lesion de las
funciones del órgano enfermo.
7 Tumefaccion. Hay poca en el principio: na
se,puede distinguir sino en el abdomen, y en
el pecho y en la cabeza dehen suplirla los sig
nos de la compresion de los órgános conteni
dos en estas cavidades; pero se pueden confun
dir con el espasmo, porque la irritacion del
espasmo puede tambien ocasionar la tumefac
cion ¡Hermoso campo para los que estan
mas dispuestos á ver enfermedades espasmódi-
cas que inflamaciones ! Ultimamente se conoce
bastante que exigir la tumefaccion para carac
terizar una inflamacion crónica, es circunscri
birla demasiado, porque es tomar al flegtnon
por prototipo de este estado morboso. Yo en
cuentro tambien en esto una nueva causa de
error para los que han querido estudiar las
flegmasías crónicas segun el autor En se
guida quiere que se determine si hay muchos
focos de inflamacion en las visceras, y dice que
por ejemplo, sucede muchas veces tocar mu-
PATOLÓGICA. a65
chos globos inflamatorios en el mesenterio
Mucha distancia hay de esto á la doctrina de
las enteritis, causas primeras de las tumefac
ciones con que nos ocupa el autor. No es pues
en él donde se ha podido beber la teoría de
estas enfermedades. No se encuentra- en él mas
que la falsa idea, en mi entender, de la tabes
mesen térica y los flegmones abdominales, de los
que está muy lejos de darlas primeras nociones.
Asi es, que nada hay de nuevo en todo esto.
Pujol añade aqui una nota muy importan
te, á saber: que solamente del infarto mfla
matorio de una cavidad , autoriza la esperien-
cia concluir, aun por indicios débiles, que se
forma la misma enfermedad en las demas vis
ceras Con todo, ¿qué fruto se ha sacado de
esta idea luminosa? El autor habia dejado sub
sistir las obstrucciones no inflamatorias, y á es
tas se han referido todos los infartos crónicos.
En suma, en este artículo no toma los signos
de la inflamacion, sino en la tumefaccion ó en
la coleccion purulenta.
Calores- locales. Los indica ien la region del 1 28
hígado para la. hepatitis crónica, en el epigas
trio para la gastritis, con tufos que se elevan
hacia la cabeza y se esparcen tambien en to
do el abdonfen. El calor del pecho , indicio
de su inflamacion , está acompañado de la ru
bicundez de las mejillas. La cabeza en estado
de flegmasía presenta tambien el calor sensible
al tacto , y que seca con prontitud los apositos
!
0.66 ANATOMÍA
que se le aplican ; pero el calor puede faltar
en las inflamaciones del grado mas ligero y
por el estado obtuso de la sensibilidad. Todo
esto es muy juicioso.
129 Dolores locales. No son ni muy vivos, ni
muy punzantes, y tambien pueden faltar. Pu
jol citq por testigos áBaglivio, Morgagni, Sar-
cone, Selle y Dehaen, que han observado in
flamaciones latentes y crónicas de la pleura. No
obstante, no se podrá concluir de ellas que era
conocida, la pleuresía, crónica, porque antes de
la medicina fisiológica quedaban todavia las
hidropesías del pecho y los infartos supuestos
independientes de la irritacion, á los que se
referían estas enfermedades cuando no existian
los sigqos del flegmonque se había tomado por
modelo,
130 La falta del dolor en las partes inflamadas
debe ser segun Pujol una escepcion ; pero hay
siempre una sensibilidad morbosa, que por
lo menos se hace perceptible por la compre
sion. No se puede manifestar de esta manera
sino en el abdomen; pero se suple en el pecho
mandando hacer fuertes inspiraciones., Este
método es escelente ; pero segun mi esperien-
cia hace frecuentemente presentarse á los do-
** lores ocultos del estómago, que se atribuyen
algunas veces á los pulmones.... Una sensacion
de punzadas , de presion ó de calor , nos dice
Pujol, eran suficientes á Stoll y á Baglivio pa
ra establecer el diagnóstico de las inflamado
PATOLÓGICA. 267
nes latentes del pecho Pero me parece que
si hubiera sucedido asi no hubieran abusado
tanto de los evacuantes estos autores, y prin
cipalmente el primero...... Tambien se hacen
aparecer las punzadas dolorosas por la tos y
por las diferentes posturas que se le mandan
tomar al enfermo. En cuanto á la cabeza acon
seja sacudir un pedazo de lienzo que se le ha
ya hecho sujetar con los dientes al enfermo, y
observar las sensaciones penosas que sienta.
Tambien debe informarse de los dolores que
sufra por los sacudimientos de la tos, y cuan
do se inclina hácia abajo No se pueden de
jar de aplaudir todos estos medios del diag
nóstico.
Lesiones locales de lasfunciones de las vis- 1 3 1
ceras. Pueden faltar y continuar las funciones
basta que la tumefaccion sea considerable y
esté ya formado el absceso. Esta observa
cion és juiciosa, pero manifiesta que el autor
tenia principalmente á la vista las inflamacio
nes celulares y parenquimatosas Las de las i3a
meninges tienen por lesiones locales las fleg
masías continuas ó periódicas, y un insomnio
obstinado , á las que se juntan el calor y el
dolor ya referidos. Las de la sustancia cerebral
producen el estupor, el atolondramiento, los
vértigos y la soñolencia, á los que suceden la
epilepsia, la manía, la apoplegía y ías hemi-
plegías repentinas.
Las flegmasías latentes del púlmon juntan i33
a68 ANATOMÍA
al dolor y al calor las toses secas ó mucosas,
la hemotisis , la opresion que se hace sensible
acelerando el paso y variando las posiciones,
las agitaciones convulsivas y las desigualdades,
de las pulsaciones del corazon : lo que segun
mi parecer, puede hacer confundir las afec
ciones del corazon coa las de los pulmones.
i 34 Para las pericarditis y las carditis es menes
ter que á los calores y á los dolores se junten
palpitaciones habituales, deliquios frecuentes,
y comunmente la opresion. Las inflamaciones
crónicas de la laringe estan tambien repre
sentadas con sus dolores y lesiones de funcio
nes, sobre las que no me detengo con el fin
de llegar al hígado.
535 Este órgano es para nuestro autor la mas
importante de las visceras del vientre. En la
inflamacion crónica de su parte cóncava son
mas oscuros los dolores, pero los síntomas epi
gástricos son mas graves. Se observan la gas-
l3ó trodinea, el vómito, el hipo, la ictericia... Es
evidente que el doctor Pujol atribuye al hí
gado los, síntomas de la gastritis; participa pues
por mi nueva doctrina, de. la que yo tengo
por un error, y que tantas veces he combatido.
Luego no he podido tomar de él los caracte
res de las flegmasías gástricas En las hepati
tis de la superficie convexa del hígado, segun
nuestro autor, son mas sensibles los dolores, y
frecuentemente presentan las apariencias de la
/ , pleuresía. Por lo comun hay en ellas calentu-
PATOLÓGICA. 269
fa y ttrta tos seca que produce la irritacion co
municada al diafragma..... £11 esto se reconoce
la flegmasía serosa ó la peritonitis sobre-hepá
tica de que puede participar la pleura , lo que
algunas veces produce la perforacion del dia
fragma, cuyo tejido propio recibe siempre la
inflamacion por las dos membranas que le es-
tan arrimadas. Pero no se podrá hacer de esta
enfermedad una hepatitis pura y sencilla.
El ba&o, segun Pujol, está hecho para el hí
gado, de cuyas funciones participa como órga
no preparador de la sangre destinada á sumi
nistrar la bilis, y que precipita las enfermeda
des de esta , lo que la hace entonces negra y
pegajosa. Este es el estado de los enfermos del
bazo y de los hipocondriacos que arrojan por
arriba y por abajo porciones de bilis degene
rada de esta manera: Los mismos sugetos estan
igual mente espuestbs á las evacuaciones de una
sangre negra por las mismas vias, y esta san
gre proviene del hígado que la derrama en el
estómago por los vasos breves Los médicos
fisiólogos reconocerán tambien aqui á la gas
tritis crónica, cuya irritacion se ha transmiti
do al bazo como se transmite al hígado en el
caso precedente. El autor ha observado esta
correspondencia , pues que dice que el estó
mago está afectado en las gangrenas y en las
supuraciones del bazo, de donde resultan do
lores epigástricos, vómitos, hipos; pero hace
caminar la inflamacion del bazo pl estómago,
270 ANATOMÍA
lo que yo tengo por contrario á la verdad. No
pretendo sostener que una inflamacion primi
tiva del bazo no se pueda propagar al estó
mago; pero creo que fuera de los casos de una
violencia esterior dirigida sobre esta viscera, no
le llega la irritacion sinq por la via de las
membranas mucosas ó serosas del abdomen. Es
importante no equivocarse en esto, porque
destruyendo pronto las flegmasías 'del ventrí
culo, se previenen los desórdenes del bazo,
con los que por lo demas se puede vivir mu
cho tiempo si el estómago está en buen estado.
El autor rehusa detenerse sobre las inflama
ciones del epiploon , del mesenterio y de los
otros órganos poco nerviosos por temor de es
tenderse demasiado. Desde el principio sienta
una proposicion falsa en mi juicio, diciendo
que estas inflamaciones son raras veces .agudas,
porque la peritonitis es la flegmasía del epi
ploon y del tejido celular del mesenterio. En
cuanto á la irritacion de las glándulas de este
último, como hemos dicho ya, es consecutiva
á la enteritis. Comete pues el autor un nuevo
defecto, á lo que creo ^ considerándola como
una propagacion de la inflamacion glandular.
En efecto, cuando se observan tumores en el
mesenterio quiere que se aguarde á las afec
ciones de las visceras circunvecinas, y princi
palmente á las lesiones simpáticas dei estóma
go y de los intestinos. Segun esta teoría nos
parece que jamas habrá medios de prevenir
PATOLÓGICA. 271
las flegmasías Crónicas de los epiploon ni del
mesenterio..... Luego es evidente que la verda
dera historia de las flegmasías de estos tejidos
no ha podido estractarse de la obra de Pujul.
Al fin llega este autor á la gastritis crónica; 141
y aqui es necesario redoblar la atenciori. Esta
flegmasía trae en sü consecuencia gastrodlneas
rebeldes, cardialgías, calambres .del estómago
muy dolorosos, pesadez, vómitos, inapetencia,
6ed, amargor deboca, sequedad de ia lertgua ,
una calentura lenta con un pulso contraído,
pequeño, y algünas veces intermitente, y con,
frecuencia la ictericia por una constriccion
simpática de los canales escretorios del híga
do Hé aqui eri verdad una gastritis; pero 142
no todas las gastritis, porque hay una multi
tud cíe graduaciones de esta enfermedad, unas
inferiores á la de Pujol, y otras mas intensas
que no estan referidas á la gastritis de este au
tor. En efecto, la mayor parte de las dispep
sias, todas las hipocondrías, las pirosis, las gas
trodlneas, gastralgias, cardialgías llamadas ner
viosas, en fin la mayor parte de las hepatitis
y de las esplenitis crónicas han sido referidas
á una causa enteramente distinta ámi parecer.
En una palabra, la gastritis que nos describe
es la que se conocia antes de la Historia de las
flegmasías. Pero lo que hay en su libro toda
via mas notable es que pretende que esta en
fermedad se termine por supuracion. Añade
á la verdad que las úlceras que provienen de
a?i • • ANATOMÍA
ella, toman fácilmente la dureza escirrosa, y
que el piloro se obstruye y aun llega á poner
se cartilaginoso. Esta es una verdad que algu
nos no han conocido, pues que admiten vi
cios particulares de forma escirrosa ; pero fi
nalmente ¿cómo la hubieran podido compren
der ? La gastritis de la que hace el autor de
pender la supuracion y el escirro , es mas bien,
segun creo, un flegnionque una flegmasía mu
cosa ; está representada en un grado de inten
sidad considerable, y el escirro sucede frecuen
temente á las inflamaciones de la superficie
interna del estómago que han durado mucho
tiempo sin producir el estado febril. No obs
tante, se dirá» él ha encontrado la ulceración
y el escirro en consecuencia de este estado:
convengo en ello; pero estas degeneraciones
las Creo precedidas de una gastritis oculta , cu
yos síntomas son asignados por Pujol al híga
do, al bazo &c. , lo que quiere decir por mis
principios que no ha conocido esta enfermedad
sino en algunas de las formas de su mayor in
tensidad , y en las que por consiguiente es muy
difícil detener sus progresos: y esto es precisa
mente lo que me importaba evidenciar.
Pujol ha encontrado en los cadáveres de es
tos enfermos casi enteramente destruida la tú
nica felposa. En estos Casos, dice, solo se pue
den soportar las bebidas dulcificantes, ínterin
los amargos y los aperitivos que casi no se
dejan de administrar, aumentan los sínto*
PATOLÓGICA.
mas y hacen el oficio de venenos lentos
La enteritis de los intestinos delgados es
mas frecuentemente aguda que crónica, segun
asegura el doctor Pujol*; este no conocía mas
enteritis crónica que la complicada con las lar
gas diarreas torminosas ó con las antiguas di
senterias. La enteritis aguda se manifiesta por
los síntomas de la constipacion y del ileo ; esto
es, por dolores vivos y por el vómito. La cró
nica por el contrario escita frecuentes deposi
ciones. En la primera hay dolor y meteoris
mo ; y en la segunda el vientre está hundido,
y hay un estreñimiento del recto (tenesmos);
de suerte que los escrementos pasan por un
filtro estrecho Resulta de todo esto que
nuestro autor, como todos los demás médicos,
ha tomado en mi juicio á la peritonitis por la
enteritis de los intestinos delgados.
El autor que analizo, dice respecto de la
nefritis, que las arenas dependen de la infla
macion de los riñones. Esta proposicion es
exacta , lo mismo que los caractéres que asig
na á esta flegmasia : sobre lo que no me pare
ce que me debo detener.
La cistitis no está descrita con menos ver
dad, y veo con una estrema satisfaccion que
Pujol atribuye á la inflamacion la espesura y
el estado lardaceo de la vejiga urinaria.
Igualmente juicioso lo encuentro respecto
de la metritis que dice que con frecuencia se
desconoce cuando existe bajo la forma crónica.
18
s

a 74 ANATOMÍA
Segun él , se la designa con los nombres de
sensibilidad ó crispatura uterina, sin pensar
que esta sensibilidad y esta crispatura no pue
den existir sin un principio oculto; pero muy
xeal de congestion flogística. Los flujos blan-r
eos los atribuye á la misma causa. En este
punto se han aprovechado sus ideas; pero las
supuraciones, las úlceras, las escirrosidades y
las vegetaciones sarcomatosas han sido subs
traidas de su verdadera causa, que M. Pujol
babia reconocido.
1 49 I>os síntomas generales y simpáticos de las
inflamaciones crónicas del interior ocupan la
atencion del autor en el tercer capítulo de su
obra. Algunas veces no los producen estas in
flamaciones que él mira aqui de una manera
colectiva; y otras determinan la calentura héc-
tica, la movilidad nerviosa y movimientos sim-
- páticos en ciertas partes correspondientes.
1 50 Admite primeramente una calentura tópi
ca esencial, de la que la general es solo la
estension; pero añade que puede sobrevenir
una calentura puramente accidental, que es
del género de las hécticas. La atribuye á la
reabsorcion del pus cuando está formada la
supuracion.
151 Se trata de la movilidad- general de los ner
vios. El autor ha observado muy bien que io
do hombre que tiene un foco de inflamacion
crónica, está heretizado, inquieto, escrupulo
so, replicador é irascible á causa de la exalta
patológica. a75
cion de Ja sensibilidad nerviosa. Observa con
no menos exactitud que todas las visceras (es
menester entender todos los tejidos) no pro
ducen esta sensibilidad morbosa. En efecto, la
pleura crónicamente inflamada no produce se
mejante exaltacion ; en cuanto á los riñones y
á la vejiga que coloca el autor en la misma lí
nea, aunque los reconoce como muy sensibles,
me parece que en ciertos sujetos pueden estas
visceras exaltar la sensibilidad general. La in*
flamacion crónica del parenquima pulm'onal,
de que no habla Pujol, no óbra de esta mane
ra sino en los casos que es muy considerable
Ja disnea. Pero esta irritabilidad exagerada de
que se ocupa aqui nuestro autor, corresponde
en mi juicio á las inflamaciones gástricas, y
Pujol conviene con la mayor parte de los an
tiguos en atribuirla esclusivamente al hígado
en la hipocondría, al útero en el histérico, y
en fin al cerebro segun Lorry. De tal manera
es esta su teoría que desecha la de Whyth, que
segun Vanhelmont, coloca su sitio en el epi
gastrio (i), y pretende que esta region jamas
está afectada sino por efecto de la irritaciort
del hígado; sus disecciones le han enseñado
que los hipocondriacos deben ordinariamente

(i) Esta sensibilidad morbosa del epigastrio , tan cele


brada por Vanhelmont y por StahI , se ha colocado en los
piejos y en el centro frénico. Yo he sentado que residía
en la mucosa gástrica, y los hechos solamente me han su
gerido esta esplicacioB,
276 ANATOMÍA
sus fenómenos nerviosos á las supuraciones , á
los cálculos y á otras degeneraciones de esta
viscera. El Laxo y el pancreas pueden estar en
fermos:, pero no lo estan sino como subordi
nados al hígado: y cuando no encuentra nada
en el órgano encargado de la secrecion de la
bilis, se atiene al cerebro aun cuando no pue
da distinguir en él ninguna especie de lesion.
En las histéricas todo lo atribuye á las fleg
masías uterinas, en defecto de las cuales siem
pre tiene el autor su recurso en el cerebro: en
fin, afirma que nunca ha encontrado afeccio
nes espasmódicas sin haber verificado la exis
tencia de un foco inflamatorio en el hígado, la
matriz ó el cerebro, visceras en las que ger
minan (dice) necesariamente todas las enfer
medades nerviosas.
Se ve que si el doctor Pujol no ha conocido
el verdadero sitio de los fenómenos nerviosos,
por lo menos ha dado el ejemplo de referir á
los órganos particulares los grupos de síntomas
por los que se acostumbra designarlos. Este era
un gran paso dado. Si se hubiera seguido su
ejemplo, creo que hubiera hecho la medicina
progresos admirables.
Por síntomas simpáticos particulares y or
dinarios de las inflamaciones crónicas no en
tiende Pujol como nosotros las relaciones ge
nerales necesarias al ejercicio de las funciones,
sino ciertas conexiones particulares, y para
usar su lenguage, amistades privadas entre
PATOLÓGICA.
ciertos órganos que se verifican por el inter
medio de los nervios.
La primera simpatía de que habla es la que 1 55
depende de la influencia de los órganos sobre
el cerebro ; como son las convulsiones de I09
epilépticos y de los catalépticos que vienen de
diversos puntos. Cita un» catalepsis que se re-
petia cada vez que el enfermo orinaba por la
impresion de este líquido en la uretra atacada
de una inflamacion crónica.
Las simpatías de las inflamaciones encefá
licas son los desarreglos de la. digestion y de la
secreción de la bilis, el vómito, la sensibilidad
del hipocondrio derecho, y aun los abeesos en
el hígado, que son comunmente efecto de los
golpes en la cabeza-
Las simpatías de las inflamaciones pulmo- 1 56
nales son el dolor entre las espaldas, en el' es
ternon y en el apéndice xifoides, la tos, la
opresion producida por el espasmo del canal
digestivo, los zumbidos del oido, el color del
rostro, la rubicundez de las mejillas y la ron
quera que proviene de los granos que se ma
nifiestan en la garganta, y que son un presa
gio de muerte en los tísicos
A la carditis y á la pericarditis solo asigna 157
la opresion , la tos y los desórdenes del pulso.
La parafrenitis tiene segun los antiguos un 1 58
delirio frecuentemente furioso, la retraccion
convulsiva de las comisuras de los labios, que
se llama risa sardónica, y el hipo i pero Pujol
378 ANATOMÍA
asegura que ha visto á esta inflamacion sin estar
acompañada de todo esto,
159 El estómago ejerce un imperio sobre todos
los órganos del abdomen que cada uno sufre
á su manera, y recíprocamente participa este
órgano de sus enfermedades. La gastritis pro
duce cefalalgias, emicráneas, vértigos, una
tos seca y profunda , que han llamado los pa
cientes estomacal.
160 En la hepatisis crónica son las simpatías
dolores vivos y constantes hácia el epigastrio,
que se tomarian fácilmente por idiopáticos,
porque con frecuencia faltan en el hígado, vó
mitos, hipos, un dolor que sube á lo largo del
costado derecho hasta la espalda, el cuello se
comunica al brazo, y produce á las veces su
edema, lo que el autor ha considerado en al
gunos casos como un signo de la supuracion
del hígado. Tambien refiere aqui todos los fe
nómenos de la hipocondría á las simpatías de
la hepatitis crónica. El bazo se afecta á imita
cion de esta viscera y de una manera análoga;
y en fin, se infarta la vena porta, lo que pro
duce las hemorroides por la estancacion de la
sangre en el recto.
161 El baza que se considera vulgarmentecomo la
fuente del humor atrabiliario, tiene pocas cor
respondencias simpáticas, segun nuestro au
tor, escepto solamente con el cerebro. Infar
tado comunica al hígado algunas graduacio
nes de su afeccion, y por la simpatía que lo
PATOLÓGICA. 279
une con todo el cuerpo produce un color obs- < ' ' *.
curo, aplomado, y una lengua sucia y negra.
Las simpatías de los ríñones se verifican 162
primero entre ambos, pues que la enferme
dad de uno suspende la secrecion del otro : elr
dolor se propaga al cordon espermático, al
testículo que se contrae, se hincha y se pone " ,
doloroso, y tambien al muslo donde se espe-
rimenta una sensacion de pesadez. En fin, el
vómito, la gastrodinea y otros síntomas del
epigástrio completan la serie de las simpatías
¿le los ríñones.
Para la vejiga designa el autor al tenesmo' i63
del recto, los espasmos y los dolores de los
piñones, y la iscuria venal que es muy comun,
en los casos de iscuria vexical. , (
Segun Pujol, la matriz es despues del esto- 164
mago la viscera que mas influye sobre los de¿'
mas órganos: de aqui procede la movilidad,
general que se admira en las histéricas. La ma
triz tiene relaciones particulares con el estó
mago, los intestinos, los lomos, el hígado, el
pecho y la cabeza, y esto es lo que produce el
clavo histérico, la emicránea, una tos seca y
convulsiva, calambres, opresiones pasageras,
hemotisis, vómitos, borborismos, el tenesmo,
la constipacion, cólicos hepáticos, ictericias
pasageras, orinas irregulares, abundantes,
acuosas, y dolores nefríticos.
Esta pintura de las simpatías manifiesta á un i65
observador ilustrado. ,,

1
a 8o ANATOMÍA
166 Las enfermedades no conocidas son comun
mente mal curadas; y aun cuando lo sean
bien , no se sabe la razon de los buenos suce
sos que se consiguen , lo que debe impedir ob
tener constantemente buenos resultados en los
casos análogos que puedan presentarse.
167 Pujol describe los principios de curacion de
las inflamaciones crónicas de una manera ge
neral y colectiva , y «05 parece que siempre
tiene á la vista la forma flegmonosa. Establece
las siguientes divisiones: curacion de las infla
maciones incipientes, todavia sin supuracion:
curacion de las inflamaciones supuradas, y cu
yo pus está formado en un foco; y curacion
de las inflamaciones con absceso abierto, y cu
yo pus tiene un libre curso.
En las primeras distingue tres grados: el
primero que es el del principio, exige la san
gría tantogeneral cuanto local, los atemperan
tes, los humectantes y los revulsivos, ó focos
artificiales de irritacion que deben ser pro
porcionados á .la intensidad del mal y á Ja
fuerza de los sugetos fkc. Estos en el principio
sostienen bien los debilitantes, mas tarde caen
por su influencia en la flojedad , la atonía , la
caquexia y la hidropesía; por Jo demas cuan
do ha principiado la supuracion es necesario
economizar á la naturaleza el tiempo y las
fuerzas que necesita para concluirla.
168 Eistcs preceptos nos parecen algo vagos: no
ha advertido nuestro autor que la debilidad y
PATOLÓGICA. 281
el enflaquecimiento no son casi ele gran con
secuencia siempre que las visceras no hayan su
frido todavia la desorganizacion, fuera de que
piensa continuamente en la supurácion; con
cuya idea jamas se podrán curar las gastritis
que forman la mayor parte de las inflamacio
nes primitivas, y que se complican tan fre
cuentemente con las demas. Tambien se ve
que considera la caquexia como un estado pri
mitivo ó sin sitio determinado.
El doctor Pujol ha consignado en este artí
culo observaciones útiles respecto á las dife
rentes edades de la vida: aconseja sangrar po
co antes de los siete años, y cree que se debe
recurrir particularmente á los emolientes y á
los revulsivos en los casos en que los niños es-
tan afectados de acres cutáneos. Recomienda
las mismas atenciones para las personas delica
das y para los convalecientes, en los que ha
reconocido que es muy facil la supuracion. Es
ta observacion es propia de un gran maestro;
pero ¿no es tambien una razon para acelerar
se en hacer abortar las inflamaciones sin eco
nomizar demasiado las fuerzas? porque lo re
pito, si los órganos conservan su integridad,
no será difícil la restauracion. El teme las san
grías y los baños que determinan muy fácil
mente la leucoflegmasia , y cuenta mucho con
los emolientes y los cauterios. Yo dudo que es
tos medios pueden jamas igualar la eficacia de
una sangría local, practicada desde el princi-
282 ANATOMÍA
pio de las flegmasías, aun en los convalecien
tes y en los sugetos de la constitucion mas de
licada. Hablo por mi propia esperiencia. '- 1
70 Los viejos, segun Pujol, estan poco espues-
íos á las inflamaciones lentas, porque sus fibras
demasiado rígidas se ponen con dificultad en
movimiento: las obstrucciones los atormentan
mas comunmente. De todos los hombres, los
viejos son los mas espuestos á las flegmasias
crónicas: hay pocos que no sufran algunas
desde la edad menos abanzada, y las que pue
den contraer toman por lo comun un carác-J
ter lento que no debe impedir tratarlas con
los antiflogísticos.
71 Fija la edad media de la vida entre diez y
ocho y cincuenta años. La primera mitad pre
senta las inflamaciones del pecho, y la segun
da ofrece con preferencia las del abdomen
En fin, permite prodigar las sangrías en estas
dos épocas.
7a Con mucha razon llama nuestro observador
la atencion sobre la edad de cincuenta años,
época crítica para los dos sexos. Todo está en
tonces lleno de jugos nos dice, y es un error
temer que los debilitantes abran la puerta á
las enfermedades que dependen de la atonía
de los sólidos. Yo he leido con mucho placer
los elogios que hace este autor aqui del ejerci
cio y de la sobriedad para preservar á estos
sugetos y principalmente á las mugeres que
han cesado de ser fecundas de todos los males
PATOLÓGICA. a83
que resultan de la disposicion a la plétora y á
las inflamaciones crónicas.
A los principios de curacion deducidos de
los síntomas, de las edades y de las constitu
ciones, cree Pujol que debe añadir otros que
él toma de las causas materiales de Jas in
flamaciones crónicas. En consecuencia de esto,
menciona sucesivamente las materias biliosas,
cuya existencia se presume por los atributos
esteriores del temperamento de este nombre:
las materias gotosa, reumática, catarral, lac
ticinosa, venérea, escorbútica, escrofulosa y
psórica; las percusiones, las contusiones y las
afecciones espasmódicas, que pueden concen
trarse sobre una viscera y hacer el oficio de
una causa material de inflamacion. Despues
de haber opuesto contra todos estos acres el
método antiflogístico les apropia : primero al
acre goloso, la goma de guayaco, las jiores
marciales de sal amoniacal, el kermes mine
ral, los jabonosos y los alcalinos con el fin
de que la materia gotosa, despues de haber si
do humedecida, pueda dirigirse hacia las arti
culaciones, y despues los rubefacientes, los
cauterios, los baños acres y los eméticos: se
gundo al acre lacticinoso, los cauterios , los ab-
sorventes terrcos, los álcalis fijos ó volátiles,
las labativas un poco purgantes, y sobre todo
los laxantes ordinarios : tercero al acre vené
reo, pocas sangrías; pero una pequeña calen
tura mercurial que se debe escitar y sostener
284 ANATOMÍA
con mucha prudencia : cuarto al acre escorbú
tico ninguna sangría, sino la dieta vegetal,
los ácidos dulces, los antiescorbúticos, los mu-
cílagos, los lacticinosos, un aire puro y seco,
ejercicios moderados; pero no quiere los cau
terios ni las cantáridas: quinto al acre psórico
y al bilioso que algunas veces estan ocultos en
un rincon del individuo , y que desde allí se
arrojan sobre las visceras, sin manifestarse en
la piel, la sangría, los dulcificantes, los di-
luentes, los lacticinosos: pero sobre todo los
cauterios, las cantáridas, un régimen sobrio y
vegetal, aperitivo y jabonoso, los baños, los
diaforéticos &c. , con el fin de arrojar el hu
mor morboso al esterior: sexto al acre- escrofu
loso, ninguna sangría principalmente en los
niños, sino baños dulces, cauterios, bebidas
mucilaginosas, aperitivos ligeros, algunos tó
nicos, pero pocos, de manera que se farorez-
ca la resolucion de los tumores sin aumentar
el molimiento febril; las sales mercuriales, los
mardúles, el jabon ordinario, \& quina, el
kermes mineral, los opiados en caso de dolor,
y aun los demas narcóticos que favorecen la
resolucion: séptimo á las contusiones, las san
grías practicadas al momento para impedir la
formacion del pus, las bebidas refrigeran
tes &c: octavo á las materias críticas deposi
tadas sobre un órgano interior, medios anti
flogísticos de una moderada actividad, en con
sideracion á la estenuacion producida por la
PATOLÓGICA. 285
enfermedad aguda:, pero un régimen restau
rante, dulcificante , lacticinoso, los cauterios,
los vejigatorios, y tratar de completar la cri
sis imperfecta por los purgantes dulces, loa
diuréticos, los refrigerantes, los ligeros diafo
réticos, y aun la sangría, cuya utilidad ha co
nocido Pujol en las calenturas hécticas y en la
consuncion producida por las largas supura
ciones de las heridas; calenturas que nuestro
autor atribuye á la inflamacion de algunas vis
ceras: nono á la causa material que resulta de
la supresion de los meses, las sangrías, los di-
luentes, y dirigir la sangre hácia el órgano
uterino por diferentes medios conocidos, ob
servando moderar su accion estimulante (lo
que no es siempre facil): décimo á los infartos
y las inflamaciones lentas ocasionadas por los
remedios internos demasiado irritantes y por
los venenos , la sangría y otros antiflogísticos
si el mal es todavia reciente, como los que se
aplican á los efectos de los eméticos demasiado
violentos (luego el autor ha visto sus malos re
sultados); mas si estas enfermedades son anti
guas, pocas sangrías y pocos emolientes; pero
si los dulcificantes, los lacticinosos, las emulsio
nes, las pequeñas. sangrías repetidas, y los
hipnóticos: undécimo á la crispatura nerviosa,
causa frecuente y no material de estas infla
maciones, como en consecuencia de los disgus
tos &c. , las sangrías, los emolientes, los refri
gerantes, grandes vejigatorios cerca del lugar
a86 ANATOMÍA
irritado, y sobre todo los narcóticos en gran
des dosis.
He puesto cuidado en señalar con letra cur
siva los medios estimulantes que deben anu
lar el efecto de los antiflogísticos, y se ve que
se encuentran en todos los artículos que aca
bamos de recorrer. En efecto , todos estos su
puestos específicos, sin esceptuar el mercurio,
pues que debe administrarse hasta producir
una pequeña calentura, son verdaderos esti
mulantes. Tambien se ha podido ver que el
autor raras veces deja de conceder algunos tó
nicos para impedir la caida de las fuerzas.
Estoy distante de desaprobar el uso de los
medios propios para sostener las fuerzas en el
curso de una larga inflamacion visceral; pe
ro segun mi modo de pensar deben tomarse
de las sustancias alimenticias y nunca entre
los medicamentos irritantes que nuestro autor
concede á sus enfermos bajo la denominacion
de diaforéticos, jabonosos, fundentes, antigo
tosos, anti-reumáticos Scc.
Con mucha satisfaccion he visto á nuestro
autor oponer los lacticinosos y los refrigeran
tes al acre escorbútico ; pero ¿ por qué no es-
tan indicados los antiescorbúticos con alguna
mas detencion? ¿Es porque muchos de ellos
como el berro, la codearía, el rábano y la
mostaza no son por sí mismos acres, que no
pueden menos de aumentar los síntomas de la
enfermedad siempre que se desenvuelven in
PATOLÓGICA. 287
flamaclohes viscerales en una enfermedad es
corbútica? Era pues indispensable una distin
cion , y quizá por no haberla hecho se ha abier
to en nuestro entender una puerta al abuso de
los estimulantes , lo mismo en esta que en to
das las demas enfermedades.
Si yo he comprendido bien á Pujol , me pa- 1
rece que tenia mas inclinacion á los antiflogís
ticos que á los estimulantes.
No siendo el fin de la obra del doctor Pujol 1
otra cosa mas que la aplicacion de su teoría á
la naturaleza y á la situacion de los órganos
inflamados, á la curacion de las supuraciones
encarceladas, enquistadas, y de las que vienen
con úlceras demasiado inflamadas ó demasia
do flojas, me dispensaré de dilatar mas este
analisis.
Es cierto que desaprueba en general los
bálsamos, las resinas y los tónicos astringen
tes llamados vulnerarios, administrados al in
terior para la curacion de las ulceraciones de
las visceras: convengo tambien con gusto en
que no ve en la tisis pulmonal mas que una
inflamacion crónica que exije por lo comun los
antiflogísticos y las pequeñas sangrías repeti
das de tiempo en tiempo segun la urgencia de
los síntomas, y á la que la mansion de los es
tablos de las vacas no puede menos de per
judicar. Pero por otra parte encuentro que
para la curacion de las ulceraciones internas
sospechadas de bavosas y faltas del grado de
a88 ANATOMÍA
inflamacion necesario para curarse, admite los
balsámicos, las plantas vulnerarias, el liquen
de Islandia , la polígala y la corteza del Purú ,
que segun él reune todas las virtudes que se
pueden desear; y un régimen animal sazona
do y aromatizado.
He recargado demasiado sobre la obra de
Pujol de Castres , porque me ha dado la oca
sion de fijar el estado en que se encontraba
la ciencia sobre las inflamaciones crónicas
cuando compuse la Historia de las flegmasías.
Se ha podido ver que este autor casi no se ha
ocupado mas que de la inflamacion celular y
parenquimatosa , y que solo la ha tratado se
gun la teoría del dia ; ínterin que yo creo ha
ber estudiado el fenómeno de la inflamacion
segun ,las diferencias que presenta en los teji
dos que nos ha dado á conocer Bichat.

FIN.
a89

INDICE.

PROPOSICIONES DE MEDICINA.

Sección I." Fisiología Pag. i


Sección II." Patología 16
Sección 111.a Terapéutica. .......... ¿3

Anatomía patológica y algunas doctrinas


nuevas.

Sección I a Consideraciones generales. 109


Sección 11.a Examen tle las lesiones or
gánicas 140
Sección 111.a Del uso de la anatomía
patológica en medicina. . 1 78
SeCCION IV.a Doctrinas de Pujol sobre
las inflamaciones crónicas. 261
En la misma librería se hallan lis obras siguientes.

Viages de Antenor por Grecia y Asia , dos to


mos en 12? mayor con dos láminas finas,
en pasta Rs. 30
Lorimon o el hombre segun es , 8? dos to
mos en pasta 24
Denevil segun debe ser, 8? dos tom. en pasta. 24
Adelaida tí el triunfo del amor, 8? en pasta. 7
£1 Castillo negro , dos tomos , segunda edicion
con láminas, 8? en pasta 12
Historia compendiada de la Religión , en 8?
dos tomos en pasta 24
Tresillo , mediator y otros juegos , en 8? rúst. 5
Revesino, malilla y los cientos 8? 5
Chantreau Gramática Francesa y Española,
4? menor en pasta. 26
Adrian y Éstefania, 89 en pasta 12
Historia de los naufragios , cinco tom. en 8?. 85
Isabel tí los desterrados de Siveria , en 8? pta. 11
La Corina, cuatro tomos en 8? pasta. . ... 56
La Gitana, 8? dos tomos en pasta 28
D. Quijote, con notas de Pellicer, 8o marca
cinco tomos en pasta. 180
Viajero universal, 43 tomos 8? mayor pasta. 645
Viages del Capitan Lemuel Gulliver, tres to
mos en 8? pasta 39
Historia del caballero Cárlos Grandison, cua
tro tomos en 8? pasta 44
Nuevo Ordinario de la Santa Misa, segunda
' edición con siete láminas finas, 1 6? en pasta. 9
Ejercicio espiritual cotidiano, núeva edicion,
con 7 láminas finasen 16. pasta comun. . 9
Id. de papel vitela y pasta fina ij
Id. en tafilete 26
Juanita ó la Inclusera generosa, dos tomos

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