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EL DESARROLLO DE LAS IDEAS EN LA SOCIEDAD ARGENTINA DEL SIGLO XX – ROMERO

En las zonas rurales, pero más aún en Buenos Aires, crecía rápidamente la población a
consecuencia de los grupos extranjeros que llegaban cada día a los puertos, algunos para
incorporarse a las faenas agropecuarias, otros para ejercer su artesanía y todos para disfrutar
de las promesas de bienestar que el país ofrecía.

Así comenzó un cambio sustancial en la vida Argentina. El país buscaba su camino a través de
unas transformaciones para la organización económica, en la composición de la sociedad, en la
vigencia de las costumbres y en la adhesión a ciertas ideas.

La argentina era una promesa o mejor todo un conjunto de promesas que escondían sus
posibilidades en una tierra de extraordinaria ferocidad, de clima atrayente y escasamente
poblada.

Una generación debió elegir un camino entre las múltiples alternativas que se le ofrecían al
país: tal fue la misión histórica de la generación del 80, de cuya obra depende el destino
Argentino casi hasta nuestros días.

Las actividades rurales estimuladas a partir de la vasta operación militar de Roca fueron
ampliadas gracias a las nuevas tierras ganadas con ello para su desarrollo. Eran favorecidos por
la mano de obra aportada por la inmigración Europea y alentada por la gran demanda
internacional, comenzaron a progresar con la firmeza propia de una empresa fundamental
para la vida del país. La estrecha relación de la economía Argentina con las demandas del
mercado Europeo otorgo a Buenos Aires un papel singularmente importante en la vida
nacional. Un viejo pleito entre porteños y provincianos se agudizo, y el país quiso que la ciudad
capital, que era además el primer puerto del país, fuese patrimonio de la ciudad entera.

Buenos Aires fue federalizada el 20 de septiembre de 1880. Poco después asumió la


Presidencia Julio. A Roca y se inauguraba una era de profundas transformaciones en la vida
Argentina.

Alrededor de Roca se empieza a mover una generación que comenzaba a entrar en la


madurez. En la política, en la dirección de la vida económica, en las letras y en otras muchas
actividades, esta generación se ponía en evidencia.

Muchos de sus miembros ejercieron carreras liberales. En la época de estudiantes se crearon


los vínculos ideológicos que funcionarían durante toda la vida, y ya hombres, intervendrían
muchos de ellos en los múltiples y diversas actividades de la vida del país con la mentalidad del
universitario y del profesional. Sus profesiones (la abogacía y la medicina) los pusieron en
contacto con las funciones públicas. Todos o casi todos mostraron inclinación por el
periodismo y la literatura. Escribir para el público fue una de las preocupaciones
fundamentales de esta nueva generación.

Esta generación despreciaba la tradición criolla, ya que era lo primitivo, lo elemental. Ellos
empezaron a hacer las ciudades, activos centro de europeización del país, proponiéndose
suprimir y sustituir la tradición criolla; por lo que a sus ojos, representaban la civilización. Para
ellos, no era esto ya una política discutible o una política entre varias, sino la política por
excelencia. Para seguir impulsándola era inevitable entrar en el torbellino que poco a poco se
transformaba en el mundo occidental al campo del desarrollo industrial y capitalista.
La generación del `80 arremetió contra los esquemas mentales tradicionales. Prefirieron los
autores franceses a los españoles, tales lecturas alejaron muy pronto a las minorías cultas de la
influencia de la Iglesia. Se ha dicho que el resultado de ese esfuerzo fue una secularización de
la cultura; la expresión reflejo claramente la intención de las clases dominantes por una
decidida preferencia de un sistema de ideas distinto del que prevalecía hasta entonces.

El país perdía, el primitivo estilo criollo, pero no adquiría otro y ofrecía cada vez más un
aspecto impreciso. La lucha por la riqueza se tomaba imborrable en la superficie misma de la
vida y de los caracteres.

La generación del `80 poco a poco se sintió que ellos eran los elegidos, los puros, fueron los
aristócratas, en una sociedad donde se desvanecía rápidamente el sentido patriarcal de la vida
y comenzaban a diferenciarse las clases económicas con creciente nitidez. Y ese sentimiento
tuvo tal fuerza que muy pronto se tornaron casta y configuraron una típica oligarquía separado
abismalmente de las clases que gobernaba.

Por detrás de su filosofía espontanea de vida, la nueva oligarquía fundaba sus convicciones en
un sistema de ideas de arraigada tradición intelectual. Las influencias más novedosas y
profundas comenzaron a ser la del positivismo, por una parte y la del evolucionismo
darwiniano por otro.

Como siempre, las nuevas corrientes de pensamiento se difundieron entre las clases más
cultas. Las clases medias y más que nada las clases populares se mantenían ajenas e
insensibles a tales cambios de tendencias que implicaban una revisión de muchas creencias
tradicionales.

Las clases medias y populares resistieron pasivamente la nueva postura espiritual de la


oligarquía. Sin duda vibraba aun, cierta sensibilidad romántica estimulada por la nostalgia de la
que solía creerse que representaba el criollismo. La sensibilidad romántica se manifestó como
reacción anti-positivista y como retorno al pasado. Desde que la vida Argentina se coloca bajo
el signo del europeísmo, el gaucho y su estilo de vida habían comenzado a simbolizar para
ciertos sectores un bien perdido.

Hacia 1880 se produjo una polarización por clases sociales de los elementos étnicos y
culturalmente diversos que integraban por entonces la sociedad Argentina. En el sentimiento
oligárquico se fundieron criollos, inmigrantes e hijos de inmigrantes, ellos repudiaban la
superioridad que tenía la vieja oligarquía con respecto al dominio del país.

De esa polarización de distintos sectores sociales y culturales nacía el partido político: la unión
cívica. Este programa era distinto del que tenía la oligarquía tradicional, entraban en él,
elementos sobrevivientes de la vieja tradición y elementos vivos impuestos por los nuevos
contingentes sociales de origen inmigratorio. La argentina debía ser en el futuro una tierra de
trabajo y producción, con virtudes nativas, pero también que predominara el tipo de economía
que había traído la clase inmigrante.

Julio A. Roca tenía como lema para su gobierno “paz y administración”. Paz porque se imponía
el respeto a la constitución y a las leyes. Administración significaba la promoción del desarrollo
económico y la organización del estado para servir a la convivencia de la comunidad y
especialmente a los grupos dominantes para los cuales el crecimiento del país no era solo
motivo de orgullo sino también de beneficio.
Este doble proyecto de asegurar la juricidad y el progreso correspondía bastante exactamente
al sistema de principios liberales y positivistas.

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