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TEMA 20: EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO.

TIEMPO HISTÓRICO
Y CATEGORÍAS TEMPORALES. EL HISTORIADOR Y LAS
FUENTES. EXPLICACIÓN Y COMPRENSIÓN EN HISTORIA.

1- LA HISTORIA Y EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO.


2- EL ESPACIO Y EL TIEMPO: COORDENADAS DE LA
HISTORIA.
3- LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA.
4- NATURALEZA, TIPOLOGÍA E IMPORTANCIA DE LAS
DISTINTAS FUENTES HISTÓRICAS.
5- EL HISTORIADOR Y LAS FUENTES.
6- LA EXPLICACIÓN EN LA HISTORIA.
7- FUNCIONALIDAD DE LA HISTORIA.
8- LA ENSEÑANZA Y COMPRENSIÓN EN LA HISTORIA.
9- CONCLUSIONES.
10-BIBLIOGRAFÍA

1- La Historia y el conocimiento histórico.

La Historia nos proporciona conocimientos significativos sobre el pasado de las


sociedades humanas, con una perspectiva básicamente dinámica y poniendo especial
atención en los cambios que se han ido originando en ellas a lo largo del tiempo.

Ello nos permite concebir la Historia como un progreso, en el que no se avanza


siempre de manera continuada, simultánea e igual para toda la Humanidad, y en el que, a
menudo, se producen retrocesos. Este progreso se concreta en el conjunto de
conocimientos que el legado histórico conforma la sociedad actual y en el hecho de que ese
legado puede ser proyectado hacia el futuro.

En este sentido, el presente que vivimos se concibe como algo inacabado,


configurado a partir de esa herencia histórica, sobre el que los hombres y mujeres pueden y
deben actuar para proyectar y modelar el futuro.

Lo que es el mundo en la actualidad, los grandes proyectos nacionales y


supranacionales que definen el presente de los distintos grupos sociales, así como los
problemas más acuciantes que les afectan, tienen sus raíces en el pasado y son, en parte, el
resultado de una determinada trayectoria histórica. Por ejemplo, el problema actual de los
Balcanes tiene una dimensión histórica que, como mínimo, nos haría remontarnos a la
expansión de los turcos selyúcidas por el área Balcánica en detrimento del Imperio
Bizantino (a su vez resultado de la división del Imperio romano por parte de Diocleciano),
con la islamización parcial de un ámbito antes de religión ortodoxa y católica bajo el
Imperio Otomano, que a su vez es el "gran pastel" por el que pugnan diversos estados ante
lo evidente de su crisis ya a finales del siglo XIX, condición capaz de desencadenar en
última instancia la primera guerra mundial, y de ser un ámbito inestable que tras la
Segunda Guerra Mundial pasa a ser unificado en su mayor parte bajo un artificial país,
"Yugoslavia" (tras la masacre racial y de trasfondo pronazi de los croatas a los serbios) en
el que el peso de los aspectos raciales, religiosos y culturales gestados como vemos a lo

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largo de un complejísimo proceso histórico es determinante sobre su presente.

Conocer el pasado es posible, pero, para ello, es necesario recorrer el camino


adecuado (correcta utilización e interpretación de fuentes) usar unos procedimientos
(técnicas específicas) que nos ayuden a establecer niveles de lectura coherentes (sin
pretensión excluyente) del pasado.

La Historia puede ser definida como una ciencia social que estudia los
acontecimientos del pasado, pero no todos, sino los más significativos, trascendentes e
importantes, en un tiempo y espacio concretos. La noción, debida a la Escuela de los
Annales, de "Historia total", no debe confundirse con el estudio indiscriminado de
cualquier aspecto no importante o definitorio del pasado, error en el que la actual
historiografía de sesgo comercialista incurre con frecuencia.

La Historia no trata de la vida de personas concretas aisladamente, ni tampoco de


aspectos parciales de su comportamiento: no tiene ningún sentido estudiar la historia del
vestido si no es para inscribir este item parcial en un decurso histórico más amplio, capaz
de definir lo esencial del período historiado: todo conocimiento histórico del pasado es
recursivo y válido pero en la medida en que se integra en un corpus más significativo de
conocimientos sobre dicha sociedad histórica. La Historia, por tanto, se ocupa de las
personas en sociedad. Éstos son los sujetos de la Historia, los que producen los hechos, que
clasificamos generalmente en políticos, sociales, económicos y culturales.

Por eso, la misión del historiador es trabajar sobre los hechos históricos más
importantes que han realizado los hombres y las mujeres en el pasado, especialmente
aquellos con mayor trascendencia sobre el presente y el futuro.

La Historia es una ciencia social y disciplinar:

-El historiador utiliza el método científico, aplicado al campo de las Ciencias Humanas.
-Sus conclusiones deben ser suficientemente argumentadas y probadas.
-Se basa en fuentes de las que emana la información necesaria para que, con las estrategias,
técnicas y medios adecuados, el historiador analice los hechos históricos, los estructure y
saque conclusiones.

En la Historia confluyen otras ciencias y, a su vez, la Historia se apoya en el


estudio de estos saberes.

Los hechos históricos son el resultado de la vida en sociedad de los diversos grupos
humanos. Los hechos aparecen interconexionados en un momento temporal de la realidad
histórica -sincronía- y en interdependencia con lo ocurrido antes y después de ese momento
histórico -diacronía-.

La historia, pues, es una ciencia del cambio (movimiento y devenir) de las


sociedades humanas, en continua construcción.

2- El espacio y el tiempo: coordenadas de la Historia.

Toda formación social necesita un espacio geográfico para desenvolverse, una


dimensión espacial con unas determinadas características que influyen en las condiciones
de vida de los seres que allí viven.

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Las teorías deterministas afirman que el medio hace y condiciona de forma absoluta
a quienes habitan dentro de él. Frente a estos postulados, la teoría posibilista defiende que
los condicionamientos nunca son absolutos, porque el ser humano siempre puede elegir
entre varias respuestas: puede rechazar, aceptar, seleccionar o modificar su hábitat.

El tiempo es la otra dimensión donde se extiende la Historia. Los acontecimientos


se suceden unos tras otros; pueden ser simultáneos o no. El tiempo es la vez continuo y
sujeto a perpetuo cambio. Cada hecho histórico tiene su propio tiempo, es decir, su propia
duración y ritmo. Por ejemplo, el ritmo histórico de los acontecimientos antes del siglo
XIX, la evolución de las mentalidades y cambios sociales y económicos es menor que a
partir de este momento. El ritmo del desarrollo económico operado en España a partir de
los años 60 es diferente del ritmo de la democratización política, que se produce mediados
los años 70.

La cronología sitúa los hechos históricos en el marco temporal concreto y preciso.


Relojes, calendarios y períodos cronológicos son instrumentos para medir el tiempo según
vaya su duración de menos a más. La dificultad reside en la existencia de hechos que
resultan difíciles de datar, al no saber con precisión su comienzo y terminación: ¿podemos
establecer con precisión cuándo comenzó la incorporación de las españolas al sector
secundario y terciario en España? Los límites temporales dependerán, en este caso, de los
criterios cuantitativos establecidos.
Por otro lado, podría distinguirse entre distintos tempos de desarrollo histórico,
siguiendo el esquema ya clásico esbozado por F. Braudel y otros historiadores de los
Annales:

-Tiempo corto o coyuntural: se referiría a las variaciones inmediatamente


establecidas por una circunstancia concreta, de tipo coyuntural. Por ejemplo, la nueva
situación política de una región cuando es conquistada por otra nación; o la novedad que
introduce la aprobación de un nuevo sistema electoral (como la introducción en 1931 del
voto femenino en España, que contribuyó a variar potencialmente la relación de fuerzas
políticas ante las urnas).
-Tiempo medio: apelaría a las variaciones que no son debidas tanto a un hecho
aislado como a una variación algo más profunda del sustrato sobre el que historiamos. Por
ejemplo, la irrupción del oro de España proveniente de Hispanoamérica introdujo a medio
plazo toda una serie de cambios económicos internacionales, como puede ser la producción
de ciclos inflacionarios internacionales.
-Tiempo largo: se refiere a las variaciones estructurales o modificaciones profundas
acaecidas en un contexto histórico determinado: por ejemplo, el paso de la sociedad de
antiguo régimen a la sociedad contemporánea, no tan delimitable como los tiempos
anteriores, más abierto. Por poner un ejemplo significativo, el propio Fernand Braudel
escribió en 1967 una obra, Las civilizaciones actuales, en la que intenta explicar el presente
de las grandes áreas espacialesculturales ("civilizaciones": el Islam, el continente negro,
Extremo Oriente, el nuevo Mundo, la Europa del Este) precisamente desde el punto de
vista de los elementos de continuidad que, a través de varios siglos, se han ido
manteniendo como constantes. El estudio del espacio, de los grandes ritmos, del tiempo
largo, de lo estructural, han permitido a Braudel la comprensión de los distintos universos
humanos (comenzando por lo que fue su primer campo de aplicación de este concepto de
tiempo largo: el Mediterráneo -en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época
de Felipe I, de 1949) en su conjunto geográfico y en su realidad humana percibida como
totalidad.

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En Historia se utiliza la periodización para señalar el paso del tiempo. La adopción
de un período cronológico determinado depende de convenciones elegidas de antemano.
Así, por ejemplo, hablamos de Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad
Contemporánea, como "partes" didácticas, útiles en la explicación del conocimiento
histórico, pero muy difíciles de fecha con exactitud.

3- La investigación histórica.

La investigación histórica constituye el procedimiento básico para construir la


Historia. Se efectúa por medio de unos métodos y técnicas que operan sobre una fuentes.
Con todo ello, el historiador construye un modelo o construcción simplificada, destinada a
explicar cómo evolucionó una determinada realidad histórica.

El camino intelectual primario e ineludible que sigue el historiador es el método


científico. Constituye un procedimiento regular, explícito y objetivo, un conjunto de
operaciones intelectuales de ordenación y evaluación de la materia prima de la Historia (las
fuentes), en las que se aplican unas técnicas para permitir el conocimiento propuesto
mediante la formulación de unas hipótesis. Las hipótesis son una suposición sobre algo que
tenga posibilidad de resolverse: una anticipación a la experiencia, una idea preconcebida,
un aserto teórico mediante el cual se interpretan y explican los sucesos pasados. Cuando
mayor claridad y calidad presenten las hipótesis, más acertadas y significativas serán las
respuestas halladas.
El método científico constaría de las siguientes fases:

1- Disponer de datos

2- Formular el problema: suprimir aspectos no esenciales; convertirlo en significativo


ysolucionable.

3- Efectuar las hipótesis: examinar y clasificar los datos disponibles; efectuar relaciones.

4- Verificar las hipótesis: recopilar, ordenar, analizar las fuerzas.

5- Establecer una conclusión: encontrar esquemas significativos o relaciones.

6- Extender la conclusión: probarla frente a nuevas pruebas; generalizar resultados y


establecer teorías.

7- Presentar y difundir las conclusiones.

El método científico aplicado por el historiador es a la vez hipotético y deductivo. A


partir de unos hechos significativos, particulares, se sientan unas hipótesis que los
expliquen satisfactoriamente (inducción) Las hipótesis se pone a prueba mediante la
observación de nuevos datos, para adoptarlos como verdaderos (deducción). Si la
experiencia no confirma la hipótesis, deberá modificarse hasta que así ocurra, para,
finalmente, adoptar las conclusiones oportunas.

Las conclusiones, además de ser probadas, debe ser aceptadas como válidas por los
historiadores -independientemente de que sean provisionales-, pues están sometidas a
cualquier nuevo aporte de datos empíricos y teorías que las invalidan.

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Con el método científico, describimos, comprendemos y explicamos los hechos. La
descripción define y enumera los caracteres de los acontecimientos. La compresión
interpreta el significado de esos caracteres dentro de su respectivo contexto.

Para ello, tiene también que explicarlos, contestar a la pregunta: ¿por qué se
produjeron? La explicación puede ser de diferente tipo: casual (por causas o antecedentes),
teleológica (por fines u objetivos consecuentes), genética (cadena de hechos imbricados
unos en otros), etc.

Las ciencias colaboran una con otra para la consecución de sus fines particulares.
La Historia, dado su objeto, ostenta un marcado carácter interdisciplinar y, por tanto,
maneja conceptos teóricos, nociones, métodos y resultados de otras disciplinas,
denominadas ciencias auxiliares.

Por ejemplo, pueden interpretar una realidad histórica siguiendo un método o


modelo estructural -sistema cuyos elementos son solidarios: si uno cambia, repercute en los
demás-, funcional -sistema autorregulador en sí mismo, las contradicciones ayudan a
mantener el sistema-, dialéctico -sistema que evoluciona mediante las contradicciones o
luchas entre contrarios, surgidos dentro de él.

Asimismo, el historiador puede seguir un método narrativo, en el cual la sucesión


de un acontecimiento forma un relato con un hilo o trama conductora -historia narrativa-.
También puede sintetizar ambas formas recurriendo a técnicas literarias diversas, como la
alternancia de escenas y relato, montajes paralelos, perspectivas desde distintos ángulos...

Entre las ciencias auxiliares, la Geografía y la Cronología facilitan a la Historia el


dónde y el cuándo se producen los hechos. Desde el Renacimiento, ciencias como la
arqueología, numismática y diplomática -que examinan respectivamente los objetos
muebles e inmuebles, las monedas y los documentos escritos- proporcionan ayuda a la
Historia para la identificación de las fuentes. En el siglo XX, ciencias como la estadística,
demografía, sociología, economía, ciencias políticas, antropología, psicología y lingüística,
entre otras, efectúan aportes a la labor del historiador. Al mismo tiempo, estas disciplinas
han ido incorporando la dimensión temporal a sus estudios.

4- Naturaleza, tipología e importancia de las distintas fuentes históricas.

La Historia se elabora con materiales muy diversos que constituyen las fuentes
históricas, que son todo documento, testimonio o cualquier objeto que nos trasmite una
información referente a los hechos del pasado.

Constituyen la materia prima de la Historia. El historiador es quien los analiza y


contrasta cuidadosamente para que le faciliten la mayor información posible. Las interroga
utilizando ciertas técnicas y con al ayuda de los contenidos y métodos de otras ciencias
auxiliares, como la demografía, economía, sociología, geografía, lingüística o arqueología.

En todo estudio de cualquier hecho o proceso histórico es necesario comparar


diversas fuentes; debemos ser muy críticos con ellas porque no siempre son fiables.

Las fuentes históricas pueden ser de muchos tipos, como diverso es el material que
representa la información de cada época o momento histórico concreto. Sin embargo,
conviene precisar que las fuentes escritas son la base más frecuente de la Historia. De ahí

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que pueda decirse que no es difícil que haya un auténtico conocimiento histórico sin su
presencia.

Los documentos escritos son muy variados: tratados, leyes, estadísticas, diarios,
memorias, crónicas, prensa, correspondencia, inscripciones, textos literarios, estadística
oficial, etc.

Hay otras fuentes no escritas (a las que a veces se ha denominado "testimonios


mudos del pasado"), indispensables, por ejemplo, para el estudio de la Prehistoria y de las
civilizaciones más antiguas, especialmente hasta el año 4000 a.C., pues aproximadamente a
partir de esta fecha empieza a aparecer los testimonios escritos (escritura cuneiforme).
Éstas pueden ser: objetos artísticos y restos arquitectónicos, pinturas, esculturas,
arquitecturas, armas, cerámicas, utensilios diversos de la vida humana cotidiana; material
gráfico (fotografía dentro de un desarrollo actual de la iconografía bastante prometedor-,
cine, planos, mapas), orales (leyendas, tradiciones, testimonios), etc.

Los estudios elaborados a partir de las fuentes indicadas constituyen los textos
historiográficos; es decir, los libros generales o específicos de Historia, la bibliografía.

Las fuentes se clasifican también en dos grandes grupos:

-primarias: las que llegan a nosotros sin ser trasformadas por ninguna persona; es decir, se
nos presentan tal y como fueron elaboradas en su momento histórico.

-secundarias o historiográficas: son aquellas que se elaboran a partir de las fuentes


primarias: libros de historia, artículos de investigación, etc. En este caso, es preciso
considerar aspectos críticos como los siguientes:
. Distinguir entre transcripción de fuentes primarias (por ejemplo, la cita de
unas cifras estadísticas, de un discurso...), exposición de hechos e intérpretes o juicio del
autor.
. Observar si sus datos están fundamentados en las fuentes de referencia
oportunas. Lo mismo se trate de un libro de divulgación, una historia general o una
monografía sobre un tema muy concreto, la especificación de las fuentes es una garantía
para evaluar su autenticidad.
. Comparar el libro con otros que se hayan escrito sobre el mismo tema.
. Conocer ciertas características sobre el autor: quién es; sus circunstancias
personales en la medida que puedan condicionar su punto de vista; su adscripción de
alguna corriente historiográfica.

Un archivo es el conjunto de fondos documentales producido por entidades públicas o


privadas reunido en un determinado lugar con fines de ordenación y conservación
científica así como de consulta. España cuenta con tradición documentalista que se
manifiesta en la existencia de grandes fondos de archivos públicos y privados, de distintos
tipos:
1- Administrativos: permanecen junto a la entidad que los ha producido y sirven como base
para su gestión: por ejemplo, los de un Ministerio.
2- Históricos: la documentación ha dejado de tener vigencia administrativa, o son de
consulta infrecuente, dedicándose a la investigación. Se trata de fondos abiertos a la
consulta pública (todo documento público con más de 25 años, excepto los clasificados
como secretos desde el punto de vista administrativo son por obligación públicos).

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En España existen 20 Archivos dependientes de los Ministerios, y 15 de las
anteriores audiencias territoriales, además de 50 de las Delegaciones de Hacienda de
carácter provincial. El único archivo intermedio (administrativo e histórico) es el Archivo
General de la Administración, en Alcalá de Henares.

Entre los archivos históricos se distinguen los generales, que contienen


documentación relativa al conjunto de la nación, bien por su origen o su alcance, los
regionales y los provinciales, creados a partir de 1931. El de más antigüedad de entre los
históricos es de la Corona de Aragón, con documentación del siglo XI, seguido del de
Simancas, creado por Felipe I, y en el siglo XVI se creó el Archivo General de Indias para
los documentos ultramarinos. El Archivo Nacional data de 1866, y recoge una serie de
entidades suprimidas durante la desamortización.

Entre los regionales destacan los de los antiguos reinos de Galicia, Valencia y
Mallorca, y los de las antiguas Chancillerías de Valladolid y Granada.

Por un decreto de 12 de noviembre de 1931 se crean los Archivos históricos


provinciales, generalmente en las capitales de provincia donde se reunirían los protocolos
centenarios, de contaduría de hipotecas, la documentación de Hacienda y otras
delegaciones provinciales. Existen 41 provinciales y 5 no provinciales, con documentación
tan importante como el Archivo de protocolos de Madrid.

A ellos se unen los de las corporaciones provinciales, como los de los gobiernos
civiles, diputaciones, ayuntamientos, etc, que no dependen de la Dirección General de
Archivos y Bibliotecas.

Entre los archivos privados pueden citarse los de las familias nobles como el de los
Alba y los Frías; los eclesiásticos (monásticos, catedralicios, parroquiales -centralizados
desde los años 50 en los obispados respectivos- y diocesanos -pertenecientes al ámbito de
administración del obispo respectivo-).

5- El historiador y las fuentes.

La crítica de las fuentes constituye una técnica que sirve para determinar los
elementos de veracidad y exactitud que contiene.

Cada tipo de fuente precisa una crítica adecuada a sus características particulares.
La crítica externa examina la autenticidad de las características formales que presenta. La
crítica interna determina la veracidad y subjetividad que encierra su contenido.

En el caso de las fuentes escritas resulta preciso examinar el soporte material, la


escritura, la tinta, el estilo, la datación, el autor, la forma en que ha llegado hasta nosotros,
para conocer si son auténticas. Luego interpretaremos el contenido del texto atendiendo a
la mentalidad, objetivos y circunstancias personales del autor y el contexto general de la
sociedad en que vive. Interesa examinar lo que dice y lo que no dice, manifiesta entre
líneas, y por qué lo dice, independientemente, incluso, de que sea o no cierto.

Ninguna fuente primaria es absolutamente objetiva. Todas necesitan un examen


crítico. Por ejemplo, un testimonio oral está condicionado por la influencia del
entrevistador y las circunstancias de la entrevista. Los datos estadísticos pueden aparecer
falseados, inventado o variar según los criterios de clasificación. Una fotografía es una

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representación de una parte de la realidad previamente seleccionada por el fotógrafo. Una
información de prensa está determinada por intereses particulares (el criterio de autoría
sería extensivo al colectivo que sustenta, desde posiciones ideológicas determinas, dicho
periódico) del diario en cuestión. El autor de unas memorias tiende a presentar los sucesos
de forma que le resulten más favorables (frecuentemente tiende a otorgarse un
protagonismo que no suele corresponder con la realidad), cargándolos de subjetividad. Los
textos literarios pueden reflejar las costumbres y la vida cotidiana, pero la imaginación del
autor a veces juega un papel predominante.

La confrontación y comparación de todo tipo de fuentes primarias sobre los hechos


que se traten de dilucidar es la forma de contrarrestar las respectivas subjetividades y
alcanzar así cierta objetividad.

La utilización, estudio y consideración de las fuentes históricas primarias y


secundarias de la Historia nos lleva a hablar del método del historiador, que consiste
esencialmente en formularse preguntas sobre el paso a partir de problemas que su presente
le plantea:

-Selección del tema objeto de la investigación: información general sobre el tema de


investigación.
-Delimitación del campo de campo de investigación: lo que debe ser conocido.
-Formulación de hipótesis: punto de referencia que se puede ir modificando.
-Tratamiento de las fuentes primarias y secundarias. Comparación de hipótesis.
-Conclusiones: presentación de resultados y reconstrucción histórica.

Los procedimientos propios del trabajo del historiador serían:

1- Identificación, uso y proceso de fuentes históricas primarias y secundarias a fin de


obtiene
información relevante de naturaleza histórica.
2- Aplicación de categorías temporales y de tiempo histórico (sucesión, simultaneidad,
duración y ritmo) en el marco de las convenciones establecidas en la teoría previa.
3- Uso y aplicación de vocabulario específico de la Historia.

4- Identificación, proceso y explicación de causas y consecuencias.


5- Uso de la empatía para explicar fenómenos propios del pasado.
6- Identificación de similitudes y diferencias en el marco de una explicación (explicación
de
estructuras)
7- Identificación de similitudes y diferencias en el marco de una explicación (explicación
de
estructuras).
8- Comunicación de resultados del conocimiento histórico.

Para procesar hechos y conceptos, que obtiene del tratamiento y estudio de las
fuentes, el historiador sitúa y ordena los hechos históricos en el tiempo y espacio histórico
concreto. A partir de la selección y fiabilidad de los testimonios, y mientras procesa,
reconstruye, aplica y clasifica los hechos de acuerdo con su naturaleza, con un vocabulario
conceptual propio de la Historia, evalúa e interpreta los hechos históricos estudiados en el
marco de una explicación.

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6- La explicación en la Historia.

La forma en que se muestran los hechos del paso es, por regla general, la narración
o descripción. Pero esta narración puede limitarse a "contar" lo que sucedió sin emitir
juicios o valores personales (al modo con que se concibe la historiografía neopositivista) o
puede intentar una respuesta a las causas, los motivos, las circunstancias que rodearon esos
hechos. En este último caso, esa narración se ha vuelto explicativa. Los cronistas antiguos
y modernos solían quedarse en el plano de la descripción. El historiador va más allá y trata
de explicar las causas, las circunstancias, la influencia de la personalidad de los
protagonistas en los fenómenos históricos, sean seres individuales o colectivos.

Cuando tratamos de explicar los hechos y las conductas del pasado solemos
hacerlos desde dos perspectivas que derivan de dos tipos de explicaciones fundamentales:
la explicación causal y la explicación intencional:

-La explicación causal es la más usual en Historia y, posiblemente, la más propiamente


histórica. Siempre que queremos saber algo de un determinado acontecimiento o proceso
histórico, nos planteamos la pregunta de por qué sucedió tal hecho. Toda explicación casual
establece dos tipos de condiciones:
. Las condiciones necesarias, que son aquellas sin las cuales los hechos no
hubieran acontecido de la manera que lo hicieron. Por ejemplo, la llegada de Napoleón al
consulado en 1799, después del golpe del 18 Brumario, sólo se explicas en el contexto de
la revolución iniciada en Francia en 1789; se puede decir que Napoleón es "hijo" de la
Revolución francesa y, por tanto, su consecuencia.
. Las condiciones suficientes son aquellas que favorecen que un hecho
histórico se produzca de una manera que lo hizo, pero no siempre que existe esa condición,
los hechos se producirán de la misma manera. Es decir, no podemos establecer una "ley
explicativa", que se aplicaría mecánicamente en todos los casos en los que se diera esa
condición. Por ejemplo, el desarrollo industrial de Alemania en el siglo XIX se produjo por
una serie de factores, entre los que se encontraba el crecimiento demográfico (condición
suficiente pero no necesaria), junto a otros como el desarrollo agrario, de la banca, de la
técnica, de los mercados, etc. Hubo otros países con un gran incremento demográfico en el
siglo XIX, como los de la Europa oriental (Rusia, por ejemplo), o mediterránea, donde no
se dieron o lo hicieron de una forma muy incompleta e imperfecta los elementos de una
"revolución" industrial.
Estamos, pues ante una explicación multicausal, en la que se combinan condiciones
suficientes y necesarias que favorecen que los hechos o procesos históricos tengan unas
determinadas características y no otras. En realidad, dada la complejidad de las relaciones
sociales, todos los hechos históricos obedecen a causas múltiples, cuya combinación puede
variar en función de las circunstancia de cada momento o de la actitud de los protagonistas.

-La explicación intencional o motivacional es aquella que no remite al pasado, sino al


futuro de la acción analizada Con ella se trata de establecer las razones que tuvieron los
protagonistas para actuar de esa manera y no de otra, así como cuáles han sido las
consecuencias de sus acciones. Los hechos históricos se intentan explicar no por las causas
que los desencadenaron sino por los motivos, o sea, las intenciones con respecto al futuro,
de quienes los realizaron. Tiene, pues, una naturaleza psicológica.

Por ello, su análisis puede hacerse a través de la empatía, que es la actitud o estado
mental que podemos adoptar al identificarnos o ponernos en el lugar de los protagonistas

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de la Historia. Un problema que presenta la comprensión histórica estriba en la proyección,
frecuentemente operada, de categorías ideológicas, estéticas, paradigmas sociales vigentes
del presente sobre el pasado, lo que resulta incompatible.

En realidad es perfectamente posible combinar ambas explicaciones (causal e


intencional) y llegar a una explicación "integrada". En ese modelo, deberíamos discernir
aquella causas que determinan un hecho o proceso histórico y, al mismo tiempo, el papel
jugado por los protagonistas y sus intereses que les hicieron actuar de un determinado
modo. La realidad histórica s la propia existencia humana careada por acciones en seres
humanos en determinadas condiciones físicas; es decir, la acciones humanas son el
resultado de la combinación o intersección del mundo material y el mundo de la
consciencia. Todas las acciones humanas van dirigidas a un fin material o "espiritual", pero
no siempre los efectos conseguidos se corresponden con las metas previamente señaladas.
Hay efectos indeseados en esas acciones, que escapan al control del ser humano. Puede
servir de ejemplo la investigación científica relacionada con la energía atómica: algunos de
los investigadores de los años treinta de nuestro siglo como Openheimer o Einstein no
pensaban que sus hallazgos científicos iban a acabar en armas de gran poder destructor.

7- Funcionalidad de la historia.

¿Para qué sirve la historia? La historia, como disciplina, como ideología, como
fuente de conocimientos estructurados del mundo, tiene una repercusión evidente, una
proyección sobre la sociedad crucial a partir del siglo XIX especialmente: corrientes como
el materialismo histórico o el presentismo americano inciden profundamente en la
concepción social vigente.

Desde un principio, con la mitificación histórica de los griegos, la historia se ha


convertido en un tipo de conocimiento con capacidad de arrastre. Para la historiografía
conservadora, la historia es la maestra del pasado, que sirve para no romper con la
tradición: tiene una función legitimadora. Su proyección abarca también al presente, en la
escuela presentista norteamericana (Turner...). Para el historicismo reaccionario, el hombre
es un prisionero de la historia, mientras que Vito Culan, desde un punto de vista marxista
sostiene que la historia da legitimidad a algunos hechos, convirtiéndose en un medio de
apropiación del futuro ce ciertos grupos, siendo un elemento de perpetuación de la
sociedad, una ciencia conservadora, reaccionaria ente cualquier cambio.
Por su parte, desde la Escuela de los Annales se defiende el papel de motor social
de futuro de la historia: Febvre escribió Combates por la Historia, en la que refiere tres
funciones fundamentales de la historia: descripción, explicación y valoración.

Desde un punto de vista marxista, Fontana da a la historia una gran importancia,


como elemento que ayuda a desenmascarar la lucha de clases en el pasado, denunciar el
esquema social y la historia sobre la que asienta el presente, para crear un nuevo orden
social, aunque desde hace más de una década Fontana se mueve en el terreno del
nacionalismo historiográfico. También la Escuela de los Annales y el presentismo
americano aspiran a que el proyecto social se base en el conocimiento del pasado.

La historia es frecuentemente manipuladora de las formas de concebir el presente:


basta comprobar cómo los libros de historia académicos de cada momento constituyen una
reivindicación de las clases dominantes del momento, proyectando sus valores sobre el
pasado, atribuyendo a dichas clases sociales protagonismo positivo en el pasado. Para

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Nieztche y Adomar, la historia no es auténtica, sino la gran manipuladora. Este
planteamiento, a partir de la Segunda Guerra Mundial se plasmará en un debate entre la
subjetividad/objetividad de la historia.

La Escuela presentista norteamericana admite la subjetividad de la historia, admite


que se trata de un relato con una función social e ideológica determinada (reivindicar en el
presente un modelo de vida y valores, mediante el análisis del pasado), no renunciando a
apropiarse de la disciplina como forma de defender la democracia y estilo de vida
americanos: "Todo se explica desde el presente", el pasado debe apoyar al presente,
reivindicarlo (y de ahí que historiadores como Turner dediquen sus estudios a analizar
cómo el sentido de la Historia de EE.U. es el de la conquista progresiva de la democracia,
en medio de la lucha por la supervivencia en la frontera, momento en el que se definen las
características liberales peculiares del país), y desde esta reivindicación defender un futuro
análogo. Beard, Becker y otros presentistas de los años 30 a los 50 defienden que la
historia se escribe desde posiciones de clase y espíritu de partido, que la historia es un acto
de fe y como tal depende de su creador. Randall defiende, desde este punto de vista, un
estatus de "relativismo objetivo" para la historia: el historiador debe llevar a cabo una
elección entre las numerosas referencias del pasado, elección que desde luego es parcial e
interesada: buscar los modelos que justifican el pasado. Dice: "nuestro pasado no se
encuentra en el pasado, sino en el presente". La única condición que pone a esa
manipulación intencionada del pasado es que se base en hechos ciertos. Becker habla de
dos realidades: la del devenir histórico, y la de los acontecimientos. La historia sería, para
él, un patrimonio individual modelado según la experiencia ideológica afecta del
historiador, que debe reinterpretar el pasado : "el pasado es una pantalla sobre la cual cada
generación proyecta su visión del porvenir y mientras la esperanza vida en el corazón de
los hombres, las "Historias nuevas" se sucederán en ella.

Otro presentista, Read, defiende el carácter del necesario "relativismo histórico": la


historia es abierta, pero relativa, y no duda en afirmar el fin de la historia (en ese momento
álgido de la guerra fría): sostener, justificar la historia burguesa frente a la marxista, la
"libertad frente a la tiranía".

Para el marxismo la historia es objetiva, pero no en el sentido de la objetividad


aséptica de los positivistas, y por supuesto contraria a la manipulación ideológica que con
franqueza admite el presentismo. En 1847 escribió Marx La miseria de la Filosofía, en la
que parte del hecho de que la historia es una ciencia, de la que se puede extraer una
lección: pero a condición de que se abandonen puntos de vista burgueses y se establezca
una lectura con un punto de vista predeterminado: poner de manifiesto las contradicciones
sociales, el esquema de lucha de clases, como una forma de prever el futuro (y, desde la
óptica marxista, anticiparlo, apropiarse de él). Para Schaff, no hay oposición entre verdad y
espíritu de clase, pues el marxismo parte de la consideración de que cada historiador aplica
un espíritu de clase e ideología implícita necesariamente. En el fondo, se niega el carácter
objetivo de la historia, pero al tiempo se valida su apropiación como una operación
legítima. Lenin parte de que el objetivismo positivista es imposible, es pura descripción sin
sentido; y de que la historia es una "literatura de combate": es pues, una ciencia objetiva
pero al tiempo relativa. En el marxismo, huelga decirlo, una teoría de fondo preexiste a la
construcción de la historia: ésta está predeterminada por la finalidad que se impone.

8- La enseñanza y comprensión en la historia.

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Como señala Joaquim Prats, la selección de los contenidos históricos para la
educación no se ha hecho, por parte de las administraciones educativas, teniendo como
principal referente los avances de la ciencia histórica. En el siglo XIX la enseñanza de la
historia es incorporada en casi todos los países europeos como materia en la primera y
segunda enseñanza, al tiempo que se crearon los estudios universitarios de esta
especialidad. A partir de ese momento, comienzan a darse los primeros debates sobre el
carácter que debía tener esta disciplina a la hora de llevarla a las aulas escolares. En la
mayoría de los casos, la enseñanza de la historia pasó a ser una forma de ideologización
para trasmitir ideas políticas y sentimientos patrióticos. La consolidación de los estados
liberales y el surgimiento de los nacionalismos llevaron aparejado un interés por parte de
los gobiernos de fomentar el conocimiento de la historia nacional como medio de afianzar
ideológicamente la legitimidad del poder y cimentar y estimular el patriotismo de los
ciudadanos.

En las últimas décadas, la enseñanza de la historia ha sufrido una importante


evolución en su configuración como disciplina científico-académica, alcanzando una cierta
tensión por parte de los sectores educativos y sociales. En relación con estos cambios, tanto
en España como en otros países europeos, las administraciones educativas están
replanteando los criterios de selección de contenidos históricos. Esta cuestión se ha venido
enfocando en la mayoría de los casos, desde tres perspectivas diferentes que han tenido
mayor o menor peso en función de los diversos países, la orientación política de los
gobiernos y la capacidad de organización en influencia de los colectivos de profesorado:

-Programas desde la dominante historia nacional.

Este criterio es el más tradicional y proviene de la visión decimonónica y de


principios del actual siglo. La burguesía triunfante vio en la historia un excelente medio
para crear conciencia y asentar la estabilidad social de los estados. En todos los planes de
estudios se generaron visiones de la historia que transcendieron a los libros de texto, donde
el objetivo fundamental es la transmisión de una idea de historia colectiva como nación: la
historia al servicio de los Estados. En realidad, los nacionalismos han hecho uso y, en
ocasiones, abuso de la historia, ya que, como señala Topolsky, "la historia y su
conocimiento son uno de los principales elementos de la conciencia nacional y una de las
condiciones básicas para la existencia de cualquier nación."

Esta visión sigue estando presente en la actualidad. Recuérdese, por ejemplo, la


discusión que se produjo en Francia en los años 80 cuando Michel Debré señaló los
peligros que para la educación de los futuros ciudadanos franceses podía provocar la
aprobación de los programas de historia que no reforzaran el sentimiento patriótico.
La perspectiva nacionalista en la selección de los contenidos históricos para la
enseñanza se ha extremado hasta límites peligrosos en los períodos de preguerra y, sobre
todo, ha sido muy utilizada en los regímenes totalitarios, como durante la dictadura de
Franco: la historia marginaba de sus textos el siglo XIX para mostrar su oposición a las
"funestas" ideas liberales o socialistas que siempre venían del exterior, exaltándose en
cambio la grandeza de la España Imperial o las guerras contra los extranjeros, como la
Guerra de la Independencia. O el debate en torno a la llamada “Reforma de las
Humanidades”, que se inició en 1998 y que saltó a la prensa con artículos de opinión,
debates en televisión y reuniones de expertos. Este debate duró casi dos años y preparó los
Reales decretos de reforma del currículo de Historia que están vigentes, a la espera de que
los nuevos R.D. de desarrollo de la LOE (previstos para fin del año 2006) deroguen estos.

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Actualmente estas distorsiones tan exageradas han dado paso a un debilitamiento de
esta orientación quizá como fruto de una reacción pendular y un cierto desprestigio de la
historia "patriótica". Como contrapartida, se puede caer en una excesiva exaltación de la
historia regional o localista, con el consiguiente peligro de promover un nuevo
"chauvisnismo". Este es otro gran debate: el enfoque de los nacionalismos periféricos en
torno a la enseñanza de la Historia. Precisamente para tratar de superar las historias
“nacionales” se ha iniciado un proyecto entre Francia y Alemania para elaborar manuales
de Historia idénticos en ambos países: se ha publicado de momento el volumen de 1945 a
nuestros días y están en preparación otros dos volúmenes dedicados a Historia del XIX-XX
y desde la Antigüedad hasta el XIX. Ver enlace web en:

http://www.klett.de/projekte/geschichte/dfgb/

-Historia como instrumento para la transformación del presente.

Esta visión, que tiene su origen en la Ilustración y fue incorporada a la teoría


marxista, defiende considerar la historia como un proceso de progreso continuado, lo que
supone que, al conocer las claves de este progreso, se está en mejor posición para
acelerarlos o estimularlo. Esta tendencia, considerada la más progresista, ha tenido mucho
éxito en España. La tantas veces citada frase de Josep Fontana, "La historia es un arma para
los combate de hoy, una herramienta para la construcción del futuro", resume el papel que,
desde este punto de vista, debe tener la enseñanza de la historia. Según esta visión, el tipo
de enseñanza de la historia y la propia historia que hay que llevara a las aulas debería
potenciar los aspectos relacionados con una concepción de la materia como disciplina
científica, rigurosa en el análisis social, y con un fuerte potencial transformador de la
sociedad.

Desde esta perspectiva, la selección de los contenidos históricos deberá tener como
principal objetivo, no el estudio de una determinada historia universal, nacional o regional,
sino los elementos que configuran un determinado modelo de progreso, la caracterización
de las sociedades y el papel que dentro de ella han realizado los diversos grupos y clases
sociales. La historia nacional podrá ser un buen banco de pruebas, pero el objetivo no será
tanto el cultivo de un determinado sentimiento de adhesión a una colectividad, sino el
aprendizaje del funcionamiento de las sociedades y las fuerzas que las transforman con el
fin de situarse desde una determinada perspectiva ante los problemas sociales, culturales y
políticos de la actualidad.

Pese a que esta orientación no ha sido propuesta de manera explícita por las
administraciones educativas de los países occidentales, sí que tuvo una gran presencia
efectiva. En los últimos tiempos, como consecuencia de la crisis de la historia en tanto
disciplina científica, este enfoque está en franco retroceso.

- La historia como instrumento para el desarrollo personal y para la difusión de ideas


y actitudes sociales.

La historia es, sin duda, una de las disciplinas más proclives a la manipulación
desde las diversas posiciones ideológicas. La calidad del conocimiento histórico, si este es
considerado como un tipo de saber científico, es ajeno a juicios de valor moral o
ideológico, pero lo cierto es que constituye un buen campo que propone sugerentes
situaciones para trata sobre las ideas, actitudes y valores. Ello ha provocado que su
enseñanza se haya utilizado, en ocasiones, como demostración de posiciones ideológicas y

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morales contrapuestas: belicismo-pacifismo; autoritarismo-liberalismo; bondad-maldad,
etc. Hay incluso teorías recientes, como la de Roehte, que propugna que se deben
seleccionar los contenidos históricos en recuerdo de la opresión vivida por el hombre, las
injusticias y los sufrimientos, así como el esfuerzo para superarlos. Desde esta postura la
historia es un excelente medio para captar al alumnado para posiciones muy definidas, que
no incorporan el grado de consenso general que es propio de las democracias, sino visiones
determinadas que entran en contraposiciones con otras.

El criterio de selección de contenidos que más se ha planteado últimamente, sobre


todo por las prescripciones de la administración educativa española, es la de considerar la
enseñanza de la historia como un instrumento para el desarrollo de las capacidades de
carácter intelectual, de maduración personal y orienta la actitud social del alumnado. Sin
negar que los objetivos que propongan esta perspectiva son inherentes a cualquier actividad
educadora, por lo que son dignos de señalarse, es evidente que son opciones que no pueden
presidir los principales criterios de selección de los contenidos educativos en la enseñanza
de la historia, a no ser que se pierda de vista la referencia epistemológica de este tipo de
conocimiento, sin el cual es imposible decir qué se enseña y qué se aprende en historia.

Frente a estas formas de enseñanza de la historia, podrían señalarse, precisamente al


hilo de sus carencias, otros criterios en la selección de los contenidos concretos:

1- Temas que incorporen elementos para el estudio de la cronología y el tiempo histórico.


Se trata de trabajar sobre uno de los elementos definidores y específicos de la historia: el
tiempo y los "tempus" o ritmos de cambio. Los estudiantes deben darse cuenta del carácter
convenci0onal de las unidades de medida del tiempo, y acercarse a la compresión de
problema tan complejos como los referidos a la noción de tiempo/causalidad en la historia,
la adquisición del sentido de continuidad temporal, y la comprensión de los distintos ritmos
de crecimiento histórico y desarrollo histórico que, como es sabido, son conceptos
distintos.

2- Estudios de acontecimientos, personajes y hechos significativos de la historia: centrar el


trabajo en la caracterización histórica de los acontecimientos sucedidos. Es cierto que ha
existido un cierto rechazo, en los últimos años, al confundir este concepto con la historia de
"reyes y batallas", que debían aprenderse de forma memorística o que se quedaban en la
pura anécdota. Pero es necesario recobrar este tipo de contenidos concretos para resituarlos
en el contexto de una explicación más general. Desde esta perspectiva, es útil el trabajo
sobre elementos de la historia local, sobre los grandes hitos, sobre la guerra, sobre la
biografía de un personaje, pero siempre contextualizados, analizados como plasmación
concreta de explicaciones más amplias, o como elementos que ayudan a entender un
período o un momento.

3- Temas que planteen las ideas de cambio y de continuidad en el devenir histórico: frente
a tendencias del pasado, es conveniente trabajar el concepto de continuidad y cambio en la
historia incidiendo en varios aspectos:

. Los cambios se producen en el tiempo y, unas veces, son muy rápidos (el ritmo de cambio
actual por ejemplo) y, otras, lentos (las transformaciones de la vida campesina a lo largo de
los siglos IX y X)

. El ritmo de cambio varía entre sociedades que conviven en el mismo tiempo histórico.
Por ello hay que aprender a disociar el tiempo histórico de los procesos y hechos que en él

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se suceden.

. Los cambios no han ocurrido de forma continua y no siempre han sido positivos ni
progresivos.

. Las escalas de valores varían a lo largo del tiempo: y no es bueno (didácticamente) ni


aceptable tratar de entender el pasado desde formas de pensamiento actuales (por ejemplo,
para un noble español del siglo XVI tan importante es el cómo vive que el de cuánto dinero
vive, factor que va en contra del incremento de productividad si implica deshacerse de unas
forma de vida inveteradas y sacramentadas).

. Los estudios históricos priman los análisis de los cambios y suelen descuidar los estudios
que tratan los factores de continuidad. Por ellos sorprende ver el rebrote de ideologías
sociales, costumbres o litigios, por ejemplo, étnicos, que parecían olvidados. Incluso
acontecimientos tan paradigmáticos como la Revolución Francesa tienen elementos que
son un claro fruto de un rebrote de elementos tradicionales que, sin embargo, impulsan la
propia Revolución.

4- Estudios que versen sobre la explicación multicausal de los hechos del pasado: es
conveniente elegir contenidos históricos que permitan comprobar la dificultad y la
complejidad a la hora de determinar las causas de los acontecimientos. Por ejemplo, un
primer paso será la distinción entre la intencionalidad de los agentes y causalidad en la
explicación de un hechos, elementos que son independientes y casi nunca coincidentes.

5- Trabajos que dejan patente la complejidad que tiene cualquier fenómeno o


acontecimiento social: este aspecto posee un gran valor educativo en la medida que
contribuye a despejar y combatir el mecanicismo, el dogmatismo o la emisión de juicios
precipitados. El estudio de la historia permite, mejor que cualquier otra disciplina
académica, comprobar la complejidad de los hechos humanos.

6- Estudios de lugares paralelos: se trata de establecer comparaciones entre realidades


históricas que son simultáneas en el tiempo pero que ofrecen características diferentes. Se
trata de trabajar un esquema de diferencias. Es más problemático realizar estas
comparaciones entre períodos distantes en el tiempo, pese a que, por ejemplo, para el
conocimiento de los procesos, puede ser útil siempre que se realice con la debida
preparación y cuando ya se han adquirido conocimientos suficientes para contextualizar los
distintos períodos o momentos históricos. Comprender la diferencia conduce a relativizar
las situaciones e identificaciones demasiado esquemáticas, de ahí su interés en un
planteamiento educativo de la selección de contenidos.

9- Conclusiones.

De lo dicho, podemos deducir algunas premisas:

1- El historiador, su huella personal, su ideología, es un todo inseparable con la


construcción de la historia que él crea: es preciso conocer la autoría de un texto histórico,
desde un punto de vista ideológico. Por ejemplo, la historia escrita en los momentos más
duros y tensos de la guerra fría tiene un carácter incomparablemente más extremista que las
visiones (incluso neomarxistas) de nuestro presente espúreo ideológicamente, relativista y
distendido socialmente. Aunque en la última década parece que entramos en otro ciclo de

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radicalidad, especialmente acentuada por los sucesos del 11-S, 11-M y el fenómeno
migratorio en un contexto de economía global.

2- La peculiaridad de la historia es que versa sobre seres subjetivos. No están sometidos a


unas leyes fijas de características naturales. Con el devenir histórico se producen cambios,
no se pueden establecer leyes deterministas. Podemos hablar de "leyes de la historia" en el
sentido que hay una relación causa-efecto, pero no en sentido determinista.

3- Es posible un conocimiento objetivo, pese a que existan interpretaciones equivocadas. El


conocimiento será parcial y acumulativa, cualitativo, penetrando cada vez más en la
esencia de la realidad. Se avanza parcialmente, perfeccionando la verdad de las anteriores
afirmaciones. Lo contrario, tomar como excusa para invalidar la historia el carácter de
verdad dinámica, equivale a tanto como querer negar la posibilidad de un conocimiento
posibilita en el campo de lo humano: en el fondo, es una posición sumamente
conservadora, que aspira a no ver en la historia un instrumento de progreso individual y
colectivo.

4- El error del historiador es pensar que el objetivo de su trabajo es la reconstrucción del


hecho aislado, como centro de la investigación: se trata de una visión próxima a la historia
erudita, supuestamente objetiva. La historia no debe reconstruir sin más hechos, ni
tampoco inventarlos, sino su talante fundamental es la interpretación, el estudio de
contextos históricos, de los que los hechos son partes esenciales en un primer momento,
pero cuya validez es la de ser parte de un contexto que el historiador debe aprehender,
tomar.

5- Pretender que se haga una historia total es en sí una idea positiva, pero siempre que no
se pierda de vista el talante de selección de aquello fundamental que pasa o afecta a una
gran parte de la sociedad que debe presidir la historia.

6- Una ciencia debe partir de la razón y solo de la razón, por lo que hay que descartar los
elementos intencionales en la medida en que seamos capaces. El estudio de la historia no
puede basarse en apriorismos, en intenciones reivindicativas previas.

10-BIBLIOGRAFÍA
ARÓSTEGUI, J.: ¿Qué historia enseñar? Apuntes de Educación, 17, 1985.
ASENSIO, M. y POZO, J.I.: El aprendizaje del tiempo histórico Madrid, MEC, 1987.
CARDOSO, D.F.S.: Introducción al trabajo de investigación histórica. Conocimiento,
método e historia. Barcelona, Crítica, 1981.
MORADIELLOS, E.: El oficio de historiador. Madrid, Siglo XXI, 1994.
RODRÍGUEZ FRUTOS, J.: Enseñar Historia. Barcelona, Nuevas Propuestas, 1989.
VALDEÓN, J.: En defensa de la Historia. Valladolid, Ámbito, 1988.
VV.AA.: Nuevas fronteras de la historia. Barcelona, Íber, nº 12, Abril 1997.

Revisado 10-10-2006 (G.R.A.). Ver mi tema 20PD.

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