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LA INFORMALIDAD COMO RETO FUNDAMENTAL DEL NUEVO GOBIERNO

Las elecciones del 5 de junio bien podrían abrir un nuevo ciclo en nuestro país. Señalado
por algunos sectores como el candidato “antisistema”, el Presidente electo ha proclamado la
necesidad de impulsar una gran transformación a favor de los excluidos del Perú. Esta
última podría ser una gran oportunidad para enfrentar decidida y sostenidamente uno de los
problemas que ha permitido la pervivencia de la inequidad y la exclusión en el Perú por
más de 60 años: la informalidad.

Si bien este tema no fue una de las banderas levantadas por el ex-candidato de Gana Perú,
el empoderamiento legal de los pobres (la cara opuesta de la informalidad) es la estrategia
más adecuada para quien busca enfrentar los problemas del país desde su raíz. La
informalidad discrimina, empobrece, excluye e impide a millones de familias, del campo y
la ciudad, alcanzar la deseada prosperidad. Ahí donde se tituló deficientemente, donde la
propiedad se precarizó o donde se defienden únicamente intereses corporativos aparecen
los rasgos típicos de la informalidad: el mercado negro, la especulación pirata, la
corrupción rampante y el fracaso de la ley.

Estando en la segunda década del siglo XXI el fenómeno de la informalidad no puede ser
abordada como lo fue hace 25 años. Es decir, como un mero asunto de costos de trámites
legales. La informalidad es un fenómeno mucho más complejo. Se trata del resultado de
muchos desajustes severos al interior del proceso normativo e institucional que surgen
cuando la ley se construye de espaldas a la mayoría y cerrando las puertas al derecho
espontáneo de los informales. Un veto real al mundo de los pobres, una prohibición
completa a la legitimidad del derecho vivo.

La informalidad es la cerrazón total del Estado frente a la racionalidad con la que los
emprendedores optimizan el espacio en las casas que autoconstruyen, en las ferias donde
comercializan sus productos, o cuando logran ingeniosas aplicaciones de ingeniería
mecánica o hidráulica (carrocerías de camiones por ejemplo). Ese veto a la legitimidad
explica no solo la fragilidad institucional formal (solo el 2% de las personas que hacen
actividades económicas utilizan la ley general de sociedades), sino también el crecimiento
del universo real de la informalidad. La informalidad no se arredra. Crece y se embalsa
pese a todo. Los informales tratan de reemplazar el Estado a duras penas y viven en su
propio país escondiéndose o chocando con el Estado punitivo a cada minuto.

La informalidad se resuelve dotando de verdadero poder legal a los pobres hasta ayer
excluidos; integrando el derecho y las soluciones que la propia gente ya adoptó en la vida
diaria, y que por lenidad, displicencia, o interés de grupos específicos, el Estado no ve o no
quiere ver. Ese camino de transferencia confiada, afable, bienintencionada de poder legal
de parte del Estado para con los informales se inicia reconociendo las racionalidades
económicas, jurídicas y sociales de estos. En términos de los derechos de propiedad, el
empoderamiento legal contesta una serie de preguntas como por ejemplo: (i) la manera de
crear propiedad activa y masiva ahí donde existe un mar de posesión precarizada en manos
de millones de peruanos pobres; (ii) la manera para enfrentar la informalidad formalizando
y sin castigar a los pequeños comerciantes; (iii) cómo desprecarizar la propiedad a través de
la capitalización de los posesionarios en vez de expulsarlos de sus hogares; (iv) cómo
combatir la tugurización renovando los barrios históricos con proyectos que den propiedad
a las familias posesionarias y a la vez a otras nuevas que agreguen valor; (v) cómo
persuadir a las municipalidades para que no persigan a los millones de receptores de títulos
Cofopri que no declararon la construcción de sus casas, ya subdivididas sin título ni
respaldo legal alguno; (vi) cómo transformar la visión del registro público para que se
dedique a registrar y no ser sólo una fábrica de observaciones y tachas de títulos; (vii) cómo
incluir la autoconstrucción en las formas reconocidas por el reglamento de edificaciones.

No existen varitas mágicas en materia de empoderamiento legal. Haber predicado


soluciones de alquimista sobre los títulos de propiedad, como si estos por sí solos bastasen
para que las familias alcancen automáticamente la prosperidad ha tenido consecuencias
fatales para el país: ha generado falsas expectativas, y lo peor de todo, producido títulos
deficientes de efímera eficacia.

En resumen, la tarea del nuevo gobierno en materia de Informalidad es en realidad una


dedicada a formalizar, capitalizar y empoderar. En los dos gobiernos anteriores poco se
hizo para formalizar lo informal y empoderar a los emprendedores peruanos. Por el
contrario, se les excluyó y persiguió. Aún peor, se envileció y corrompió a las instituciones
encargadas de la formalización tales como, registros públicos y la Cofopri. El Perú,
emblema en materia de titulación en años anteriores, debido a estos descuidos, lleva diez
años de atraso en la materia. Se trata de eliminar la informalidad utilizando el derecho
(leyes, procedimientos, incentivos jurídicos y financieros) y transferir poder legal a los
excluidos que habitan ese multitudinario universo de la informalidad; en vez de
demonizarlos, erradicarlos, expulsarlos o empujarlos a manos de los traficantes del
mercado negro. ELÍS ha investigado en los últimos años en varios ámbitos proponiendo
soluciones técnicas, comerciales y sociales sostenibles. Esperamos que el nuevo gobierno
pueda recogerlas y ponerlas en práctica.

http://www.ielis.org/la_informalidad_como_reto_fundamental_del_nuevo_gobierno.html

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