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NOTA DEL DISCO

Harold López-Nussa: “canciones”


Leonardo Acosta • La Habana

No hay mejor manera de titular este CD: “Canciones”, tal como ha hecho el pianista
Harold López-Nussa. Porque de eso se trata y no hay que complicar las cosas como le
gusta a tantos musicólogos o semiólogos. Aquí encontramos, en un sólo disco,
canciones de cuatro generaciones de músicos cubanos, más un brasileño y un
argentino.
Pero si bien se trata de canciones, también es música puramente instrumental, o sea,
son “cantadas” por los instrumentos. Esto incluye la danza para piano del más clásico
de nuestros compositores, Ignacio Cervantes, titulada “Los muñecos”, que muy
probablemente fuera concebida por su autor a partir de alguna canción hoy olvidada.
¿Por qué Cervantes? Acaso porque este CD, entre otras cosas, está concebido como
“música de cámara”, aunque basada primordialmente en temas populares, tal como lo
habría hecho Cervantes en su tiempo.

Al tratarse de una música instrumental que sabe realzar los valores melódicos de cada
pieza, pudiera pensarse que se trata de una “música ligera” como la que difunden los
programas de Smooth Jazz (jazz suave) o “Easy Listening” (fácil de oír) en los Estados
Unidos, o los de Radio Enciclopedia en Cuba. Nada más erróneo, pues se trata de una
música de sutil complejidad y riqueza no sólo melódica, sino también armónica,
rítmica y polifónica. Empleando distintos formatos, básicamente de jazz afrolatino, y
en ocasiones un cuarteto de cuerdas clásico y con arreglos de inusitado rigor en la
conducción y empaste de las voces, Harold logra una música que conjuga equilibrio y
transparencia con la fuerza y fluidez rítmicas.

A contrapelo con la mala costumbre de la crítica musicográfica de parcelar la creación


musical según los mitos genéricos y la compartimentación de “culto-popular”,
“artístico-comercial”, “folklórico-profesional” y otros patrones inoperantes en la
práctica, López-Nussa da un tratamiento poco usual a cualquier género (bossa nova,
bolero tradicional, feeling, canción rock, nueva trova) y los inscribe como lo que
realmente son: Canciones. También rompe con el esquema jazzístico básico (tema-
variaciones improvisadas-tema) y trata cada canción como una composición
estructurada, alternando los solos dentro del propio tema o en pasajes
contrapuntísticos, o bien empleando bloques armónicos y variaciones rítmicas que
pueden evocar diferentes géneros, que mezcla con desenvoltura. Más a pesar de todo,
logra que lo complejo resulte en apariencia fácil, agradable y refrescante.

Precisamente, el hecho de que el resultado musical sea fácil de escuchar y disfrutar


(por compleja que haya sido su realización) no implica nunca facilismo ni
comercialismo alguno; por el contrario, es una combinación de buen gusto con el
profesionalismo que posibilita una factura inteligente, y en eso radica el secreto de su
disfrute. Es una música que respira con naturalidad, con frescura, lirismo y audacia.
Por ejemplo, un clásico bossa nova de Antonio Carlos Jobim es interpretado
sustituyendo el patrón rítmico básico por una combinación de compases ternarios y
binarios, a lo que se agregan contrastantes cambios de tempi, sin que se pierda el
lirismo fundamental del número. De manera similar y con el formato clásico del trío de
jazz (piano, bajo, batería), se interpreta a Miguel Matamoros, creador del bolero-son,
con una base rítmica de danzón.

Asimismo, “Para vivir” de Pablo Milanés posee una atmósfera que oscila entre la salsa
y el jazz afrolatino, mientras “Para Bárbara” de Santiago Feliz es casi una pieza de
música de cámara, en la cual predominan los pasajes a dúo (en unísono o contrapunto)
entre el clarinete y el piano. “Bailando suiza”, del propio Harold, está más en la órbita
del Latin jazz, con trompeta y una típica sección rítmica afrolatina: piano, bajo, batería
y percusión cubana. Los dos siguientes números son de especial interés en cuanto a su
instrumentación, pues ambos combinan un cuarteto de cuerdas, dos violines, viola y
cello, con instrumentos de viento, saxo soprano y clarinete bajo, en “Detrás del
cristal”, de Carlos Varela; y clarinete, saxo alto, fliscorno y trombón en “11 y 6” de
Fito Páez. Ambas combinaciones resultan poco comunes en la música popular, por lo
cual sorprende la destreza de Harold al manejar el movimiento de las voces y el
empaste de los timbres como los más consagrados arreglistas de jazz.

Lo curioso en el tratamiento de estas dos canciones es que precisamente en la de


Carlos Varela es donde Harold crea cierta atmósfera de tango, a través de diversos
elementos: los ostinatos del piano, la densidad y presencia de las cuerdas, la primacía
de los componentes melódicos y el trabajo de ensemble del final, en una pieza muy
bien estructurada. Y sin embargo, en la canción del argentino Fito Páez, el ritmo nos
trae resonancias del chachachá, tanto en la base rítmica como en los pasajes de soprano
y clarinete apoyados por las cuerdas, que dan paso al solo jazzístico del pianista.
Deliberado o no, este enfoque heterodoxo en torno a las “Canciones” tiende a
dinamitar todos los géneros, o mostrarlos como lo que son: etapas de un devenir
histórico, proclives a mezclarse y hasta fusionarse, pues el sujeto de esa historia es la
música y no la sacralización de una u otra etapa, corriente o moda (en el peor de los
casos).

No otro es el caso de “Contigo en la distancia”, cuya melodía es interpretada por el


pianista casi literal y “religiosamente” como le gustaría a su exigente autor. Sin
embargo, el ritmo de bolero es marcado por el bongó a la manera de los conjuntos de
Roberto Faz o el Casino, que fueron los que convirtieron la canción-feeling en el
bailable “bolerón” (que es en definitiva una variante nuestra de la canción). Más libre
es la versión de “Causas y azares” de Silvio, interpretada en un regocijante híbrido de
rumba y jazz, con vibrantes pasajes de los metales, trompeta, trombón y saxo tenor,
alternando con breves pero excelentes solos un poco a manera de “comentarios”. Y por
cierto, la consistencia y las ideas improvisatorias de todos los solistas indican que
Harold se ha rodeado de varios de los mejores jazzistas jóvenes del país. En la pieza
final de Ignacio Cervantes, por cierto, el talento pianístico de Harold López-Nussa, en
evidencia durante todo el CD, es puesto a prueba exitosamente al ser interpretado a
cuatro manos junto a otro pianista más experimentado: Ernán López Nussa.

“Canciones” viene a sumarse a esa heterogénea y amplia corriente actual de la música-


y músicos- cubanos que felizmente optan por la calidad y la belleza artística
combinando con sabiduría la tradición con la innovación, sin rehuir ni amedrentarse
ante la asimilación creadora de lo mejor y más progresista de la música universal.
Estas “Canciones” representan el talento y el esfuerzo de nuestros mejores músicos de
hoy por mantener un rico legado amenazado en estos tiempos nefastos por el
mercantilismo del pop globalizado y de sus mediocres seguidores del patio. Porque se
trata de una música que sin dejarse tentar por el fácil y estéril virtuosismo, se erige
como antídoto contra la retrógrada corriente de estridencia, facilismo y complacencia
de los cultores del ruido y la distorsión, que desde el techno y el reggaetón promueven
cualquier engendro musical como herramienta universal de una infantiloide
sensibilidad (o insensibilidad).

Este CD es una muestra del mejor antídoto: es una música inteligente, justo lo que
necesitamos en este agresivo siglo XXI.

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