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Cód. 15150242
Cuando nos cuestionamos sobre las relaciones de género existentes en la Amazonía, muchas
veces nos preguntamos si tal como sucede en la sociedad occidentalizada esta también posee
una ideología machista que subyuga a las mujeres y las relega por su condición, minimizando
su papel en la sociedad. Lastimosamente, no existen muchos trabajos que señalen si en verdad
existe tal cosa. Por ese motivo, mi inclinación a determinar su existencia o no, se basa en un
trabajo de corte bibliográfico a través del cual reúno propuestas teóricas, hipótesis y
aseveraciones de muchos autores que, aunque precisamente no emergen de un trabajo que
busca observar dicho tema, si dan luces sobre la importancia que la mujer tiene dentro de la
Amazonía, en su sistema de parentesco o el rol que se le adjudica dentro de su núcleo familiar.
A pesar de que existen autores que se encuentren en contra del hecho de estudiar a las
sociedades en relación a conceptos occidentales por perder estas la lógica sobre la que basan
sus acciones (ver Carrasco y Gavilán, 2014). Lamentablemente, en un mundo que amplía las
redes sociales a través globalización y busca llenar su corpus de conocimiento sobre las
diferentes sociedades existente en diferentes ecosistemas, es inevitable que el contacto
interétnico o el choque de culturas no haya provocado una transformación en las relaciones
sociales o una visibilización sobre cuestiones que acarrean a las culturas mucho antes que
conceptos como el machismo haya sido creados.
Debido a que las relaciones de género se basan en una complementariedad y supuesta igualdad
que busco cuestionar en el trabajo dentro la Amazonía, la importancia eminente de si en verdad
pueda existir una sociedad donde la igualdad propiamente dicha se dé es importante como
materia de estudio. Pues a través de ella podemos dar luces sobre sistemas que hacen posible
un trato igualitario de la mujer y cuestiones que la sociedad global debido objetivos de
proyección económica, sobre crecimiento y desarrollo, obvia la importancia de ella para el
sistema de las relaciones sociales, en un contexto, donde las movilizaciones o agrupaciones
feministas buscan empoderar a la mujer de todos las sociedades, realizando estudios de caso
preocupantes donde efectivamente se reproduce una emergencia que necesita ser visibilizada
y cambiada.
Dicho esto, el aporte que deseo lograr con este trabajo no solo es el de visibilizar las relaciones
de género y la base ideológica sobre la cual se encuentran construidos sino también un trabajo
que dé luces sobre la situación de la mujer en la Amazonía, a pesar de que el tema haya nacido
por el interés en base a contextos sociales occidentales. Por ese motivo, me parece pertinente
preguntar: Si, ¿es posible señalar a la actitud o ideología que envuelve las formas de
complementariedad o a la división social del trabajo de los grupos de la Amazonía, como un
machismo sobre el cual se edifica socialidad?
Para ello, la importancia de un marco teórico que nos permita introducirnos al tema es
relevante. En primera instancia, el primer concepto a tratar es el de género, constantemente
utilizado a través del trabajo es importante pues a través de él podemos entender cómo se
desarrolla y manifiesta en las relaciones sociales, ya sea de trabajo, parentesco, entre otras.
Delimitando las esferas de lo público y lo privado entorno a los roles que posee tanto el hombre
como la mujer. Segundo, para determinar la situación de desigualdad que vive la mujer, el
término machismo nos ayudará a elaborar un esquema de lo que se entiende por él y cómo es
que se envuelve a través de las relaciones de género de la Amazonía, permitiéndonos dilucidar
que ideologías o actitudes son potencialmente nocivas para la mujer. Además, el término Así
mismo, pretendo hacer un análisis crítico sobre los trabajos que concluyen en una posición
afirmativa o negativa de la existencia de una ideología machista que trastoca las relaciones
sociales, vulnerando a la mujer a través de su dependencia y marginación.
MARCO TEÓRICO
Género
El género, es una categoría, como tantas otras, que se encuentra construida socialmente. A
través de ella podemos dilucidar el rol que en una sociedad se le da a cada sexo (mujer y
hombre). Dicha construcción nos ayuda a entender cómo y en base a qué es que se encuentra
construida la femeneidad y la masculinidad. “Tales convenciones varían de acuerdo a las
relaciones de poder en la sociedad” (Blondet y Oliart, 1999, p.4) Las relaciones de poder en
una sociedad permiten que una élite muy reducida de individuos a través de distintas
instrucciones como el ritual o el mito vayan reproduciendo su idea de los masculino y lo
femenino. “Pero el género también tiene una dimensión concreta y material; el proceso social
del género es aquel que todos atravesamos al adquirir nuestra identidad femenina o masculina,
es el resultado de nuestra interacción con las convenciones sociales, las prácticas a nuestro
alrededor y nuestra comprensión de ese entorno.” (Blondet y Oliart, 1999, p.4) En las
sociedades tribales, como los Baruya de Nueva Guinea (Godelier, 1982), los ritos de iniciación
son cruciales para el establecimiento de los roles que cada sexo desarrollará en la sociedad. La
subordinación de las mujeres se encuentra fuertemente marcada por la presencia del hombre,
pero, a pesar de ello, las mismas no sienten que exista tal cosa, sino que es producto de la suerte
que le toca a cada uno al llegar al mundo, aludiendo que a pesar que existan dichas situaciones,
ellas como mujeres y esposas, también tienen derechos que los maridos deben cumplir.
Asimismo, el tiempo de vida del texto no puede hacer un examen más reciente de cómo es que
se dan las relaciones en dicho contexto. Pero, “el estudio del género dentro de la antropología
misma, no se dio, si no hasta que se inician con la intención de conocer el origen de la
dominación masculina” (Blondet y Oliart, 1999, p.12). Para ello, la visibilizarían y
concretización de la existencia de una esfera pública y una esfera privada, son espacios donde
el hombre y la mujer se desenvuelven respectivamente.
Existe, “una validez de la visión dualista que asimila de manera lineal lo masculino a la esfera
pública, la autoridad sobre la familia y el bien común; lo femenino a lo doméstico y los
intereses privados, y articula estas oposiciones alrededor de la identificación de la honra del
grupo familiar con la pureza sexual femenina” (Fuller, 1996, p.11). La esfera pública y
privada, serían los espacios donde el hombre puede transitar libremente sin ninguna restricción.
Siendo la esfera pública, aquel espacio donde se desenvuelve el poder y los cargos políticos;
mientras que la esfera privada, aquél que se encuentra ligado a la vida en familia. La función
productora, comunal y familiar que el hombre tiene en la Amazonía es de vital importancia en
las relaciones de parentesco en la unidad familiar, siendo esta la unidad mínima de relaciones
sociales. Dentro de sus funciones se encuentran, la roza y quema de árboles para la construcción
de una parcela familiar, la caza de animales grandes a través de grandes faenas que pueden
durar días generando que este se aleje extremadamente del núcleo familiar. La esfera privada,
ámbito exclusivo de la mujer ya que, al contrario del hombre, esta no puede salir de ella sin
permiso o una serie de trabas que la sociedad le impone. Se desarrolla a través de la función
reproductora que la mujer tiene a su cargo como el cuidado de los hijos, la siembra de cultivos
y la seguridad alimentaria de la familia. Es por ello, que la esfera privada, es decir, la vida en
familia, sería el ámbito donde la mujer se reproduciría día a día a lo largo de toda su vida.
MACHISMO
Los estudios acerca del machismo, aluden a una ideología que, a través de bases históricas
como la biblia, por ejemplo. Ha subyugado a la mujer al campo familiar, estableciendo que
esta debe ser digna y pura de él. Asimismo, no solo se ha minimizado a la mujer a través de
estas percepciones estereotipadas heredadas de “miradas dualistas, de la herencia colonial y
patriarcal a través de un sistema genérico en el cual las categorías femenina y masculina se
organizaban en esferas netamente separadas y mutuamente complementarias: "La mujer en la
casa, el hombre en la calle". “la mujer era la "reina del hogar" y la encarnación de los valores
asociados a la intimidad, el afecto y la lealtad de grupo. El hombre, su opuesto
complementario, debía proteger del mundo exterior el "sagrado santuario de la familia" y
proveer su sustento. Las esferas política y económica (en lo que se refiere a relaciones con el
mundo exterior) eran su feudo y responsabilidad, de allí que reclamase la autoridad sobre el
conjunto familiar.” (Fuller, 1996, p.12)
Un primer enfoque nacido a partir de los trabajos sobre Amazonía, es observar la realidad en
la que se dan las relaciones de género en base a las percepciones que los mismos actores tienen
sobre el propio rol que cumplen dentro de su sociedad y no desde los procesos rituales de
iniciación que establecen como es que deberían comportarse los individuos. A pesar de que “el
mito y el ritual como prácticas discursivas han tenido y, en algunos contextos, todavía poseen
una importancia considerable en los ciclos de reproducción social y simbólica de los grupos
indígenas” (Gomez, 2010, p.159), un exceso de los recursos de mito y ritual, en muchos
contextos no reflejan lo que se observa en la práctica o en la percepción del indígena. Gomez
(2010) critica al enfoque muchas veces sesgado por “la antropología de género desarrollada
en las universidades norteamericanas durante las décadas de los 70 y de los 80 que, atrapada
en las categorías binarias y jerárquicas del pensamiento científico occidental y de la teoría
feminista, que es incapaz de pensar el “género” desde otro lugar que no sea el poder y la
dominación” (Gómez, 2010, p.152). Su principal aporte, es pensar al género como una
multiplicidad de discursos a través del cual el género no solo sea pensado desde el poder, sino
desde una revaloración de la actividad que las mujeres realizan en el hogar.
Un enfoque feminista, puede sesgar los trabajos sobre género dentro de un contexto diferente
al occidental. Que la mujer se dedique solo al hogar, no significa por ello que se sienta
minimizada por su pareja. En muchas ocasiones, el mismo hombre puede recurrir a ella en
busca de apoyo u opiniones acerca de un hecho concreto.
“La nueva perspectiva de género en Amazonía suele presentarse como la antítesis del
paradigma del “antagonismo sexual”, apuntando a visibilizar, de manera procesual y
relacional –en el sentido de que se construyen gradual y cotidianamente–, las experiencias y
las agencias femeninas y masculinas desplegadas en las actividades domésticas, políticas y
religiosas. Un objetivo medular es revalorizar la esfera doméstica como un espacio central de
socialidad e intimidad, de producción y de reproducción de las personas y de los lazos de
parentesco, a través de pequeñas y repetidas acciones entre los parientes –cocinar los
alimentos, comer y dormir juntos, tener sexo, realizar y recibir visitas, etc.– (Gow 1989;
McCallum 1994, 2001; Belaunde 1992; Overing 1986, 1999).” (Gómez, 2010, p. 151)
Por ejemplo, a través de un trabajo antropológico del Chaco en Argentina. Mariana Goméz
(2017), asevera que una mirada cosmologicista de los roles que se le asigna a través de los
rituales de iniciación entre las mujeres de los grupos wichís, qom y pilagá. Realmente,
reproducen un análisis estructural estático que no se relaciona con las condiciones actuales en
las que se encuentran insertas y los cambios históricos por los que pasa su sociedad, quedando
estás creencias sobre la dominación sobre la mujer por el hombre relegado a la esfera mítica
del orden simbólico. Asimismo, Mariana Gomez (2010) toma a Lasmar para hablar sobre el
antagonismo sexual que se encuentra inerte en muchas discusiones sobre género, donde mujer
y hombre como categorías antagónicas se ven envueltas en relaciones de poder. Como el autor
lo señala, el antagonismo sexual realmente se ha visto caracterizada por una inclinación a
interpretar dicho fenómeno más como un conjunto de ideas (expreso en el sistema mítico ritual)
que de prácticas. (p.152)
Ahora, el reto vendría a ser si dichos cambios a través de la historia no han hecho más profunda
la brecha y el antagonismo entre lo femenino y lo masculino. Que, dicho sea de paso, a ello se
refiere el segundo enfoque que sugiere que la intervención del mercado dentro de las
sociedades Amazónicas han generado un desequilibrio en la tradicional complementariedad
ahondando en la invisibilización del trabajo de la mujer, quitándole protagonismo en la
reproducción de algunos insumos que la hacían ser reconocidas como el anfitrionaje a través
de la elaboración del masato; ya que, la Amazonía se ha visto en medio de constantes contactos
interétnicos, el uso del masato parece haberse ido perdiendo con el paso del tiempo, siendo
reemplazado por el alcohol en las festividades que tienen lugar en la sociedad. Delgado (1996),
establece que en el marco histórico los diferentes cambios han tenido diferentes impactos para
ambos sexos, donde la mujer se ha visto menos beneficiada debido al impacto que los proyectos
de desarrollo a través de la colonización y la inmersión del mercado dentro de sus áreas ha
generado una doble dependencia de la misma con respecto al mercado y al hombre. Y es que
en tiempos donde aún no había luces de una sociedad de mercado, la mujer dependía
estrechamente de las herramientas y los accesos que el hombre le daba para desarrollarse.
Además, si hablamos en términos de alianzas matrimoniales, en muchas ocasiones se recurría
al rapto de las mismas para poder ejecutarse. De acuerdo con Delgado, existen tres niveles de
integración o fases por las que las mujeres han pasado a lo largo del tiempo: Comunidades
tradicionales, Comunidades en procesos de integración, y finalmente comunidades integradas.
Como podemos observar, en la tipología que el autor hace sobre las comunidades, en un inicio
cree en la idea básica de la complementariedad y el equilibrio. Y es que, realidad, si hablamos
sobre una desigualdad desmesurada desde los albores de la historia caemos en una profunda
incógnita. El autor va generando una suerte de pérdida de autonomía de la mujer debido a la
inserción del mercado de forma gradual. De tal forma, el hombre, como proveedor de los
recursos económicos detenta ya no un poder sobre el plano ideológico, si es que se lo quisiera
ver así, sino que lo refuerza a través de la acumulación de bienes. “El hombre ejerce mayor
control sobre los discursos, a nivel de decisión y acceso al mundo exterior externo y su poder
simbólico consolida su estatus y dominación” (Heise y Landeo, 1996). De acuerdo con Norma
Fuller (1996), es importante reconocer que en las últimas décadas la presencia de un
androcentrismo en la sociedad ha ido acelerándose en el acceso privilegiado de los varones a
los recursos que permiten acumular poder y prestigio, y en la ambivalencia de las relaciones
entre varones y mujeres, que fluctúan entre las reciprocidades asimétricas y la abierta
hostilidad. Dentro de las sociedades amazónicas urbanas “la sexualidad es vista como una
característica femenina y un bien que puede ser negociado. Sin embargo, ello no supone que
las mujeres sean fieles sexualmente. Por el contrario, tanto los padres y madres, como los
varones, ejercen controles muy fuertes sobre ellas” (Fuller, 2004 ,p.125). Un hecho que puede
evidenciar el descontento de la mujer puede ser el registrado por Astrid Bant, en su artículo
“Política del suicidio. El caso de las mujeres aguaruna en la Amazonía Peruana” (1999) donde
el incremento de suicidios o el intento de estos reflejaba una discordancia con la estructura
social y su papel dentro de él. Por ese motivo es que optaban por la amenaza, ya que una de las
hipótesis del trabajo, no soportaban la manera en cómo eran objetivizadas y menospreciadas.
Sin embargo, tal fenómeno no generaba un cambio estructural en la sociedad y solo se regulaba
a una escala menor la posición de la mujer aguaruna por miedo de los maridos a represalias de
la familia.
COMENTARIOS FINALES
En conclusión, debido a los enfoques presentados se puede llegar a la idea de que, gracias a la
inserción del mercado en la vida de determinadas sociedades indígenas, han generado una
pérdida de autonomía de la mujer mientras que el hombre va incrementando su prestigio
“principalmente de su capacidad para establecer relaciones con el medio envolvente, ya sea
a través de ganar dinero y la adquisición de bienes manufacturados, o políticamente” (Heise
y Landeo, 1996). Pero no debemos confundir la manera en que autonomía se utiliza dentro de
este contexto. Cuando hablo de autonomía, me refiero a la relación que la misma tenía con el
medio con el que se encontraba relacionada a través de las actividades de reproducción. Es
indudable que, aunque hoy en día se trate de revalorizar el trabajo de la mujer dentro del núcleo
familiar, la ideología del hombre indígena como “las mujeres son muy débiles para utilizar
armas en la casa” general impregnaron desde un inicio una relación de creciente minimización
de la mujer e invisibilización sin atribución alguna sobre las actividades que ella desarrollaba.
Las relaciones de género, basadas en la división sexual, aunque se crea que se encuentran
basadas en la igualdad y complementariedad, debido a que ambos sexos aportan al hogar, solo
es afirmativa si partimos de la lógica de la sociedad indígena; ya que, como hemos visto, los
hombre tienen más de una esposa y por ende, más de un hijo aunque estas le provean de soporte
alimenticio, la situación de la mujer es otra porque existe un desequilibrio en el aporte que cada
sexo hace al hogar. Además, aunque las mujeres consideren preponderante su condición de
mujeres que sobre madres como se explicó en el trabajo de Norma Fuller, dicho hecho solo
genera que el hombre desarrolle medidas alternativas de presión sobre la mujer para frenar esa
relativa autonomía. Asimismo, si entendemos igualdad propiamente dicha a través del
empoderamiento de la mujer, en el contexto amazónico las mujeres no se encuentran
satisfechas con el rol que se les relega o si es así, no se sienten a gusto siendo marginadas de
las esferas políticas y la toma de decisiones que se dan en ellas. Un ejemplo de ello, el suicidio
entre las mujeres aguarunas quien con el deseo de cambiar relativamente su estatus dentro de
su sociedad lleguen al extremo de intentar suicidarse muchas veces logrando su objetivo sin
producir un cambio significativo de la sociedad. Asimismo, no podemos dejar de lado el
interesante enfoque que Gómez (2010) nos ha brindado en su trabajo como el de pensar el
género no desde las esferas del poder pues asevera que existen una cantidad de discursos y
procesos a través del cual la femineidad y la masculinidad se van construyendo.
Lamentablemente, estos procesos como hemos visto son los de la inserción del mercado que
acentúan más las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, y en tanto, la esfera
cultural, las despojan de las actividades a través de las cuales se reproducían y se sentían
importantes. Sería pertinente enfocarnos en cómo es que a través de los proyectos de desarrollo
se está buscando un cambio estructural entre las relaciones entre varón-mujer.
BIBLIOGRAFÍA: