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Es claro que esta exigencia de proyección escolar hacia la calidad compete a toda
la comunidad educativa, como lo plantea Gimeno Sacristán, (2000) “El proyecto
educativo o curricular de los centros tiene que discutirse, decidirse, gestionarse y ser
evaluado de alguna forma por todos los colectivos implicados en la enseñanza” (p.281)
pero también es cierto que el nivel de formación académica y el manejo más
especializado en temas de pedagogía del maestro lo llevan a liderar acciones de
empoderamiento del currículo sugerido en el centro escolar, al desarrollo de los planes y
programas de contenidos de áreas, el diseño de recursos de aprendizaje, la interacción
con otros docentes, los estudiantes y los padres de familia, la evaluación de los alumnos,
entre otras; aspectos, que organizados y estructurados de manera sistemática fortalecen
la mejora continua al interior de las instituciones educativas.
El trabajo pedagógico y social que desarrolla el maestro desde y fuera del aula
puede ser inspirador y generador de nuevas ideas y propuestas donde, los estudiantes y
los padres de familia, contribuyan al mejoramiento del centro escolar, es
decir, integrándose en proyectos, planes de mejora, actividades extramuro y todas
aquellas que posibiliten la participación de ellos como miembros activos de la comunidad
educativa hacia el logro de la calidad de la educación. En este sentido compartimos con
Zabalza (2002) “Conseguir la participación de las familias, convertirlas en interlocutores
y en copartícipes de las actividades formativas supone un estilo de relaciones muy
intenso y de gran complejidad, pero muy útil para enriquecer el proceso formativo de los
estudiantes” (p.187).
Referentes bibliográficos
Gage, N. (1977). The scientific basis of the art of teaching. Nueva York: Teachers College
Press.