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El maestro que necesitan las instituciones educativas

En la actual coyuntura educativa, que exhorta a la escuela para mejorar su


accionar pedagógico dirigido al logro de la calidad educativa, el rol del maestro como
orientador del proceso de enseñanza aprendizaje resulta determinante y de gran impacto.
Según Hayes (2014): “Precisamente en el área de desarrollo de nuevas versiones de la
escuela, necesitamos educadores que asuman riesgos para crear ideas audaces con el
fin de transformar por completo la idea de escuela” (pp. 67-68).

Es claro que esta exigencia de proyección escolar hacia la calidad compete a toda
la comunidad educativa, como lo plantea Gimeno Sacristán, (2000) “El proyecto
educativo o curricular de los centros tiene que discutirse, decidirse, gestionarse y ser
evaluado de alguna forma por todos los colectivos implicados en la enseñanza” (p.281)
pero también es cierto que el nivel de formación académica y el manejo más
especializado en temas de pedagogía del maestro lo llevan a liderar acciones de
empoderamiento del currículo sugerido en el centro escolar, al desarrollo de los planes y
programas de contenidos de áreas, el diseño de recursos de aprendizaje, la interacción
con otros docentes, los estudiantes y los padres de familia, la evaluación de los alumnos,
entre otras; aspectos, que organizados y estructurados de manera sistemática fortalecen
la mejora continua al interior de las instituciones educativas.

El trabajo pedagógico y social que desarrolla el maestro desde y fuera del aula
puede ser inspirador y generador de nuevas ideas y propuestas donde, los estudiantes y
los padres de familia, contribuyan al mejoramiento del centro escolar, es
decir, integrándose en proyectos, planes de mejora, actividades extramuro y todas
aquellas que posibiliten la participación de ellos como miembros activos de la comunidad
educativa hacia el logro de la calidad de la educación. En este sentido compartimos con
Zabalza (2002) “Conseguir la participación de las familias, convertirlas en interlocutores
y en copartícipes de las actividades formativas supone un estilo de relaciones muy
intenso y de gran complejidad, pero muy útil para enriquecer el proceso formativo de los
estudiantes” (p.187).

El maestro desarrolla, a través de la enseñanza, una obra artística en la que se


crea, se dan pinceladas y se moldean los aprendizajes de los estudiantes en un marco
de participación e intercambio de múltiples significados para la configuración de planes
pedagógicos que posibiliten la efectividad y, por lo tanto, la calidad de los procesos
educativos. En este orden de ideas, es importante señalar a Gage (1977) quien plantea
que “La enseñanza como arte práctico es un proceso que reclama intuición, creatividad,
improvisación y expresividad. “En la enseñanza, sea cual sea el método utilizado (…) es
necesaria la artisticidad” (p.15). De igual modo Eisner (1979) destaca el rol de artista del
maestro al señalar que los profesores al igual que los artistas realizan juicios apoyándose
en determinadas cualidades que ponen en la práctica mientras transcurre la actividad.

En esta reflexión sobre el impacto del maestro en los procesos de calidad de la


educación, es importante señalar como la integración entre docentes para conformar
comunidades de aprendizaje donde, mediante la interacción compartida, ayudan
a fortalecer las acciones de mejora continua en los centros escolares. Gimeno Sacristán
(2000) presenta, entre un conjunto de argumentos sobre las aspiraciones positivas de las
escuelas, lo siguiente: “La búsqueda de la calidad de la enseñanza. Es un principio
bastante compartido en la actualidad al considerar que la mejora de la calidad de la
enseñanza depende del funcionamiento colectivo de los equipos docentes” (p. 283).

A manera de conclusión, se puede establecer que los maestros, como agentes


activos del proceso de enseñanza aprendizaje, cuentan con el conocimiento, la
creatividad, el espacio del aula, las estrategias de orientación escolar, la capacidad de
convocatoria a los estudiantes y a los padres de familia, la integración con los demás
docentes en comunidades de aprendizaje y los medios que el contexto les facilite para
contribuir con las exigencias de calidad de la educación.

De igual modo, en la perspectiva de la calidad educativa también son


determinantes las acciones que se organicen desde el mismo centro escolar como:
favorecer los espacios para la formación y perfeccionamiento de los docentes, su
participación en el diseño curricular, la planificación e integración de su trabajo con
otros maestros, la creación de medios y materiales e, indiscutiblemente, la provisión de
los estímulos al trabajo realizado por los educadores, quienes en un compromiso
expreso y evidenciado con la calidad de la educación de las escuelas merecen ser
destacados.

Referentes bibliográficos

Eisner, E. (1979). La imaginación de la educación. Sobre el diseño y evaluación de


programas escolares. Nueva York: Macmillan.

Gage, N. (1977). The scientific basis of the art of teaching. Nueva York: Teachers College
Press.

Gimeno Sacristán, J. (2000). Ámbitos de diseño. En J. Gimeno Sacristán, & Á. Pérez


Gómez, Comprender y transformar la enseñanza (pág. 289). Madrid: Morata.

Hayes, H. (2014). Currículum XXI lo esencial de la educación para un mundo en cambio.


Madrid: Narcea.

Zabalza, M. (2002). Las relaciones interpersonales en las organizaciones, en Actas del


VII CIOIE. Retos educativos para la próxima década en la Unión Europea y sus
implicaciones organizativas. Servicio de publicaciones de la Universidad del País
Vasco ,[En línea] 187.

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