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Cabe destacar, en primer lugar, que todo lo que los niños hacen y todo a lo que están
sometidos, tienen una influencia en ellos. Es por eso que a la hora de realizar algún dibujo,
piensa, en primer lugar la experiencia que habrá de pintar y sólo incluirá aquellas cosas que
tengan importancia para ellos, con las que ha establecido relaciones más o menos sensibles.
Es a través de la pintura que expresarán sus preferencias y las cosas que le desagradan, sus
relaciones emocionales con su propio mundo y con el mundo que lo rodea. Combinando así
dos factores muy importantes: su conocimiento de las cosas y su propia individualidad.
Gracias a este medio puede decir muchas cosas que no podría decir de otro modo.
Uno de los atributos más importantes de cualquier actividad creadora es que nos
volvemos más sensibles y comprensivos de las cosas que hacemos o manejamos. Por eso, si
un niño piensa y se expresa sobre el medio que la rodea de una manera más sensible es
porque ha aprendido a hacer una de las cosas que más necesitamos en el mundo actual: la
de ser más sensible a las necesidades de los demás. Este es uno de los más importantes
requisitos de una actitud de convivencia.
Más allá de esto, a medida que el niño va experimentando con los materiales,
ensayando y corrigiendo, va aprendiendo por la experiencia. El descubrir y explorar lo que
se puede hacer con los diferentes materiales utilizados en la creación artística, “aprender su
comportamiento”, se constituye también en una de las beneficiosas tendencias que el niño
desenvuelve mediante la actividad creadora.
¿Y por qué es tan importante que ellos consigan crear algo? La razón es que tienen
derecho de ser felices y a desarrollar sus pensamientos y sentimientos respecto de sí
mismos y de todo lo que les rodea. Deben gozar libre e independientemente con el
descubrimiento y la exploración del mundo circundante.
Para los niños el arte puede ser una válvula reguladora entre su intelecto y sus
emociones.
Al proceder de este modo, se ha interferido con las necesidades que siente el niño
para expresarse y además se le ha evitado descubrir por su cuenta la relación que existe
entre el movimiento de su brazo y los garabatos que traza sobre el papel. La coordinación
del movimiento y el efecto del mismo es de mayor importancia para su desenvolvimiento
futuro. De esta coordinación de uno de sus sentidos más importantes depende su habilidad
de moverse, desarrollar la destreza manual y, además, su lenguaje.
Esta clase de libros impiden que los niños consigan alivio emocional, porque no le
dan oportunidad de expresar sus propias experiencias, con lo que daría salida a sus
emociones; no favorecen ni siquiera la destreza o disciplina porque el deseo del niño por
perfeccionar nace de su propio deseo de expresarse y, finalmente, esos libros condicionan a
los niños a conceptos de los adultos, conceptos que no pueden producir por sí mismo, por
lo que frustran sus ambiciones de creación.
Si por otro lado, ayudamos como adultos a hacer más sensible su propia
experiencia, entonces, tal ayuda será una motivación para su expresión artística. Debemos
motivarlos mediante preguntas.
Por ejemplo, si una niña no sabe dibujarse a sí misma juntando flores y pide ayuda a
un adulto, debemos preguntar: ¿Permanecemos de pie al juntar flores? ¿Cómo está tu
brazo? ¿Qué flores juntás? De esa forma, ayudaremos a que la niña adquiera consciencia de
muchas cosas que no se le había ocurrido antes.
Cuando los adultos decimos que algo está desproporcionado es porque damos por
definitivo que la apariencia visual, la manera como las cosas nos parecen, es el factor más
importante. Sin embargo, sabemos que a menudo nuestras relaciones emocionales con las
cosas son mucho más importantes que su apariencia. Frecuentemente los niños no
distinguen entre las relaciones visuales y las emocionales. Las proporciones que utilizan
indican el valor que las cosas tienen para ellos en vez de las relaciones visuales de su
apariencia.
¿Jamás debemos corregir las proporciones? Mientras que los niños estés satisfechos
con su propia expresión no debemos interferir en su trabajo porque sólo lograríamos
inhibirlos. Sin embargo, si descubren por sí mismos las relaciones de tamaño respecto a lo
que dibujan, preguntarán y la respuesta que se dará debe ayudar a hacerlos más sensibles en
sus experiencias relacionadas con el tema. Por ejemplo: ¿Crees que la niña de tu dibujo
podrá pasar por la puerta y que si estuviera dentro de la casa podría mirar por la ventana?
Este tipo de preguntas harán que los niños se coloquen inmediatamente en el lugar de, en
este caso, la niña del dibujo y establezcan una relación vívida y experimentada.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que tanto el estímulo como el elogio deben
variar de un niño a otro. Si se trata de uno que ha estado inhibido durante mucho tiempo y
que no quiere dibujar, habrá que elogiarlo a la mera prueba de que vincula su experiencia a
sus manifestaciones artísticas.
Está de más decir que NUNCA deberá criticarse la manera en cómo el niño ha
pintado o dibujado. Todo niño debe tener la libertad de expresarse según su propio estilo.
Además, sería un gran error y causaría un profundo daño en su confianza criticar su manera
de expresarse artísticamente. No podemos decir: “Esa no parece una hamaca real” porque
cada uno expresa su intento de arte a su propio nivel de desarrollo, el que no puede ser
cambiado o “corregido” mediante una crítica superficial.
Otro factor importante es que hay que evitar la crítica una vez que el trabajo esté
terminado. La crítica más constructiva es la ayuda que pueda hacerse durante el proceso de
trabajo. Poner demasiado interés en el resultado final puede destacar su importancia más
allá de su verdadero significado porque la finalidad de la expresión artística infantil no está
destinada a producir artistas sino la de servir al niño como medio importante que lo ayuda a
crecer, sin tener en cuenta que nosotros consideremos el resultado de su actividad
“hermoso” o “feo”.
Puede ser que la pintura “bien organizada” parezca mejor a los adultos pero al dar
demasiada importancia a este factor, pero le estarían negando al otro niño el derecho a una
expresión más espontánea.
Una buena motivación debe dejar al niño expresarse como desee hacerlo. No cabe
duda que la mejor motivación que el niño puede tener en su hogar es una atmósfera en la
que se sienta seguro y querido, donde las relaciones sensitivas con los objetos y el medio
sean estimuladas en todo momento y no sólo cuando deba usarse para la expresión artística
puesto que la vida y el arte no pueden separarse.
Nunca debemos quedar conformes cuando un niño diga “no puedo dibujar” ya que
revela que el niño no tiene experiencias para sacar material a su creación. Nos
corresponderá proporcionárselas o estimularlas en él.
Y en cambio, cuanto menor sea la confianza que el niño tenga en su capacidad de
expresión, mayor será la necesidad de apoyarlo desde fuera para que pueda establecer
relaciones sensoriales, y así sabrá lo que desea pintar y hasta recordará paso a paso.
Lápices: es conveniente elegir los más gruesos, ya que el niño puede empuñarlos
mejor y además se quiebran con menos facilidad. Son muchos los niños que en las escuelas
han aprendido a ser “cuidadosos” con sus útiles y en ellos se desarrollan los sentimientos de
ansiedad cuando sus pinturitas se quiebran en sus manos. Los niños, sin temor a que el
lápiz se les quiebre en las manos, pueden hacer sobre él toda la presión que quieran. A la
hora de utilizar trozos de lápices, el niño puede sentirse estimulado experimentar diferentes
usos de los mismos. Tampoco hay necesidad de comprar cajas con gran variedad de
colores. Por el contrario, cuanto mayor sea el número de los colores que el niño tenga para
dibujar tanto menor uso hará de su imaginación creadora para producir nuevas
combinaciones que resulten de la mezcla de unos pocos colores distintos.
El papel: cuando se compre papel para dibujar con pinturitas o lápices, el más
adecuado es el común de diarios (sin imprimir). Si no se tiene en el lugar donde se vive, se
lo puede solicitar al proveedor de periódicos del lugar. Es importante tener en cuenta que
las hojas pequeñas y en poca cantidad, restringiría la actividad del niño. Cuanto mayor sea
la sensibilidad que lleva a los niños hacia la expresión artística, mayor será el tiempo en
que sigan trabajando en una misma hoja. A la inversa, cuanto menos se concentren en lo
que hacen, mayor será el número de hojas que cambien.
Pero si forzamos a los niños a que sigan trabajando en un mismo intento, podríamos
hacer que pierdan el placer y el interés por la actividad creadora.
La pintura de carteles: otro material importante del que debe disponer el niño es el
adecuado para pintar carteles. Esa pintura se consigue en forma de polvo o de témpera. Es
aconsejable dar al niño, en los primeros tiempos, pinturas más espesas para evitar que se
corran en el papel, es decir, las pinturas en polvo. Esta son preferibles para los más
pequeños, mientras que las liquidas son más adecuadas para los más grandes.
Acostumbrarse a disponer los colores siempre en el mismo orden facilitará las mezclas. No
hace falta realizar ninguna demostración de “cómo se usan las pinturas” delante del niño: él
debe encontrar por sí mismo lo que debe hacer.
Los pinceles con los que se cuenten deben ser de buena calidad y tengan mangos
largos.
Pinturas de acuarela: nunca deben ser ni muy secas ni muy duras. Algunas
acuarelas tienen formas de pastillas en forma oval. Los niños suelen preferirlas porque con
ellas no deben ir a buscar el color en los ángulos como en el caso de las cuadradas, y
además con estas pueden realizar movimientos circulares con los pinceles.
Papel para pintar con acuarela: debe usarse papel de textura firme y no muy
absorbente. Si el papel es demasiado absorbente, la fusión y la fluidez, las características de
la acuarela, no pueden ser experimentadas con la misma facilidad que cuando la pintura no
atraviesa el papel.
La arcilla o la plastilina: muchas son las ideas que pueden expresarse mejor con
arcilla que con pintura. La arcilla sigue siendo poco popular como material de uso para la
expresión artística infantil. Los niños a los que se les dé este tipo de material no deben
sentirse limitados en su uso cuando modelan, pero en el momento en que no tengan la
cantidad suficiente de arcilla tendrán que reducir el tamaño de sus trabajos. Debe
disponerse por lo menos de una bolsita de unos dos kilos y medio de arcilla.´
Otros materiales: siempre será útil tener a mano un par de tijeras. También será
estimulante en muchas ocasiones disponer de una cantidad de papeles de colores para armar
construcciones. Una caja en que se guarden materiales de desecho puede ser un agregado
necesario para la actividad creadora casera; allí pueden conservarse toda clase de piezas.