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I.

Discursos y narrativas
Historia de la educación de las mujeres
en México ¿Una formación confinada
a las tareas del hogar?

Heidy Anhely Zúñiga Amaya, Universidad Autónoma de Baja California, México


Hiram Félix Rosas, Universidad de Sonora, México

Palabras clave: Historia; educación; mujeres; México; labores domésticas; madres; amas de casa

Una mirada desde la historiografía

E
l origen de la historia de las mujeres en México presenta un símil al
que se da en Europa y Estados Unidos; es decir, son los movimien-
tos femeninos de la primera mitad del siglo XX y su búsqueda por la
equidad entre los sexos que repercuten de forma directa en la academia. El
movimiento feminista mexicano comienza en los años setenta fuertemen-
te influenciado por el contexto del movimiento estudiantil de 1968 y las
demandas de mujeres por el acceso masivo a la universidad, al mercado
laboral y la adquisición libre de métodos anticonceptivos. En ese contexto
se crearon algunos grupos y organizaciones que cuestionaron la relaciones
hombre-mujer y buscaron vías para difundir la dominación u opresión en
las que se sentían inmersas. Sin embargo, uno de los problemas más graves
del movimiento feminista en México fue la falta de unidad; surgieron colec-
tivos en distintos puntos del país siendo los más importantes los gestados
en la Ciudad de México, pero sus rutas de acción fueron distintas por lo que
la unidad tardó en consolidarse.
Con este escenario puede pensarse por qué la producción historiográfica
fue tardía, es decir, aunque aparecieron publicaciones periódicas cuyo tema
central eran las ideas feministas, las investigaciones sobre la historia de las
mujeres en nuestro país no tiene sus inicios hasta los años noventa con una
de sus principales exponentes, Carmen Ramos Escandón. No obstante, se
reconoce que en los últimos años el campo de la historia de las mujeres ha
sido fecundo en nuestro país. Un distintivo, quizá, de la historiografía sobre
las mujeres es que la mayoría de los estudios en este campo la están reali-
zando precisamente historiadoras mujeres. Ello ha sido, en gran parte, la
discusión que ha ocupado la atención tanto del movimiento feminista como
de las académicas del campo de las ciencias sociales: explicar las razones de
la invisibilidad de la mujer en la historia. Algunos estudios aseguran que esa
invisibilidad obedece principalmente a dos razones: 1) que el sujeto de la
investigación histórica ha sido lo que han tipificado como un varón blanco,
2) al proceso de producción del conocimiento, del que se asegura que invisi-
biliza a la mujer al punto de que desaparece del relato histórico.

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Historia de la educación de las mujeres en México. Zúñiga y Rosas

Un recuento en el campo de estudios sobre la mujer en México fue pu-


blicado por Carmen Ramos Escandón en 1995. La gran variedad de títulos
sobre el tema reveló el crecimiento de un campo de estudio que, hasta hacía
poco tiempo, era prácticamente desconocido en México: la mujer y las re-
laciones de género. En estos estudios prevaleció una perspectiva multidis-
ciplinaria que privilegió el enfoque económico, sociológico, antropológico o
demográfico. Estos estudios buscaron explicar cómo afectaban a las muje-
res mexicanas los cambios económicos, las políticas poblacionales y la in-
corporación a la fuerza de trabajo. Estos temas, al principio predominantes,
fueron ampliándose con nuevas temáticas y líneas de investigación entre
las que destacaron la identidad femenina, las relaciones de pareja, el con-
cepto de mujer, la percepción femenina del trabajo doméstico, las mujeres
trabajadoras, el feminismo y la violencia contra las mujeres. Estos últimos
estudios formaron parte de los trabajos y compilaciones recientes que rea-
lizaron, entre otras autoras, María Luisa Tarrés, Vania Salles, Orlandina de
Oliveira y Patricia Bedolla (Ramos Escandón, 1995).
El recuento apuntó que, entre todos estos estudios, la perspectiva his-
tórica había sido la más tímida y que sus temáticas revelaban sobre todo
las preocupaciones de la historia de las mentalidades. Mientras que la gran
mayoría de los estudios contemporáneos (de los más diversos campos de
las ciencias sociales) sobre la mujer subrayó la necesidad de contar con una
perspectiva histórica que permitiera evaluar los cambios y permanencias
en la vida de las mujeres mexicanas.
Entre los pocos estudios desde la perspectiva de la historia de las muje-
res en México que formaron parte del balance de 1995, al que nos venimos
refiriendo, estaba una publicación en serie, presentada en cuatro volúme-
nes intitulados: El álbum de la mujer: Época prehispánica, Colonial, Siglo XIX,
Porfiriato y Revolución. Una idea del trabajo compilado en estos volúmenes
nos la otorga el Álbum de la mujer: Época colonial que reunió a 40 autores,
de los que solo 12 trabajaron con fuentes documentales (Atondo Rodríguez,
1991; Rocha, 1991; Tostado Gutiérrez, 1991; Tuñón Pablos, 1991; Tuñón,
1991).
En su conjunto, estos cuatro volúmenes arrojaron una enorme varie-
dad de información sobre las mujeres mexicanas desde el siglo XVI hasta
la primera mitad del siglo XX. Por lo que se refiere a la época prehispáni-
ca, Enriqueta Tuñón Pablos apuntó que en el estudio de la situación de la
mujer prehispánica habían prevalecido dos perspectivas: por un lado, la de
los autores mexicanos de los años cuarenta y sesenta que idealizaron la si-
tuación de la mujer precolombina y le otorgaron un papel predominante
en las sociedades indígenas y, por otro, la de los estudios realizados por
etnohistoriadores y antropólogos extranjeros, cuyas publicaciones, poste-
riores a 1968 consideraron que el carácter clasista y sexista de las socieda-
des prehispánicas oprimía a la mujer, tanto a razón de su clase como por su
pertenencia genérica (Ramos Escandón, 1995).
De acuerdo con Ramos Escandón, la época colonial fue, hasta ese mo-
mento, la mejor estudiada desde la historia social. En este volumen sobre la
época colonial, Marcela Tostado Gutiérrez describió la variedad de formas

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Discurso y narrativas

de vida, la conducta femenina y las formas de ser mujer en la contrastante


sociedad novohispana. Los múltiples rostros femeninos, de diverso color,
clase y mentalidad, los rescata Marcela Tostado en sus diversas activida-
des y estados: trabajo, procreación, matrimonio, cortejo, divorcio, viudez,
educación, y sobre todo mestizaje. Las mujeres tuvieron, según Tostado un
papel de “agentes clave” en el proceso de mestizaje étnico y cultural. En esta
misma perspectiva, las mujeres coloniales de diversa condición compartían
“el significado cultural e ideológico que aquella sociedad otorgaba a las dife-
rencias sexuales, a sus funciones biológicas”. Esta última parte del trabajo de
Tostado es cuestionada, por Ramos Escandón, pues el mosaico de contras-
tes sociales y étnicos que presenta el estudio es profundamente disminuido
a la luz de las relaciones de género. Toda vez que la perspectiva de Tostado
hace énfasis en las líneas de continuidad y mestizaje étnico y cultural que
contradice la diversidad y los contrastes sociales de la sociedad colonial. Es
decir, las diferencias de etnia y clase y su condición antagónica se borran
frente a la continuidad de una identidad de género que aparece como uni-
versal. Por ello es importante estudiar los significados que la sociedad (Igle-
sia y Estado) le otorga a las diferencias sexuales y a sus funciones biológicas.
Además del álbum Época Colonial, en esa década de los noventa tam-
bién aparecieron dos libros sobre las mujeres coloniales: Amor y desamor. El
amor venal y la condición femenina en el México colonial (Atondo Rodríguez,
1991) y Diversa de mí misma entre vuestras plumas ando (Poot Herrera,
1993). Estas publicaciones estudiaron la diversidad de las relaciones entre
los géneros en razón al grupo social y étnico. Desde la historia de las men-
talidades, Amor y desamor enfocó los conflictos y las historias personales de
varias parejas del México colonial. Abordó la problemática del significado
del amor en la sociedad colonial, y planteó cómo, de acuerdo con la mentali-
dad de la época, operaban las prescripciones sobre cómo, por qué y a quién
amar en la sociedad colonial. Su aporte más importante es la demostración
de cómo la sociedad novohispana, al prescribir conductas específicas sobre
lo “propio” y lo “impropio” en las relaciones de pareja, ejerció un control
social sobre los individuos. La compleja relación entre individuo y sociedad
se puso también de manifiesto en el análisis de los casos del sentimiento
amoroso “desviante” que se incluyen en este volumen. Basados en fuentes
inquisitoriales, los trabajos se encuentran unidos por la temática del amor,
que se desdobla en una gran variedad de modalidades: los problemas para
la libre elección de pareja (Lourdes Villafuerte García), el desamor entre
las parejas (Teresa Lozano Armendares) o entre los clérigos (Jorge Rene
González Marmolejo), la bigamia y el libertinaje (Dolores Encino Rojas, José
Antonio Robles Cahero), la falta de amor (Abel Ramos Soriano), el contraste
entre amor venal y conyugal (Ana María Atondo Rodríguez).
Por su parte, el estudio El amor venal y la condición femenina en el Méxi-
co colonial, de Ana María Atondo Rodríguez (1991) llevó a cabo un estudio
a fondo del amor venal, es decir, de las mujeres públicas que “venden sus
encantos”. El amor venal era visto en la sociedad colonial como una forma
desviante frente al modelo prescrito de matrimonio cristiano. Desde la an-
tropología y la sociología histórica de la prostitución hace un recorrido de

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Historia de la educación de las mujeres en México. Zúñiga y Rosas

tres siglos de variaciones en el oficio más viejo del mundo. Con fuentes do-
cumentales de tribunales eclesiásticos, como el Provisorato, la Inquisición
y los innumerables ordenamientos legales y estudios contemporáneos de
historia de las mentalidades, el libro constituye el estudio más completo pu-
blicado hasta esa década de los noventa, sobre la prostitución en el México
colonial. Atondo señaló la diferencia entre la sociedad indígena y la españo-
la respecto a la prostitución, a la vez que analizó las redes de sociabilidad.
Esta perspectiva le permite tratar la prostitución como un fenómeno
social sujeto a variaciones temporales que explora cuidadosamente descri-
biendo las acciones de los diferentes actores: las mujeres, sus clientelas, sus
explotadores o proxenetas; el Estado y la Iglesia como reglamentadores de
las acciones. La autora distingue que, al inicio de la colonia, la prostitución
era prácticamente un asunto doméstico y tanto la corona como la Iglesia
la toleraron, regulándola como un mal necesario. Y observó que, a media-
dos del siglo XVII, la actitud tolerante cambió, cuando en la Nueva España
apareció una corriente puritana que llevó a la Iglesia y sobre todo a la co-
rona a confinar la sexualidad con ordenamientos legales más estrictos que
culminaron con la prohibición no solo de la prostitución sino sobre todo
su explotación en beneficio de los proxenetas. También explica cuáles eran
los condicionamientos económicos y sociales que llevaban a las mujeres a
la prostitución. La autora demuestra cómo las mujeres y los hombres están
sujetos a las modalidades de conducta personal que su sociedad les asigna.
Respecto a los trabajos desde la perspectiva histórica sobre el siglo XIX,
para esta década de los noventa, hay que decir que siguió siendo el periodo
con una gran ausencia de estudios sobre la historia de la mujer en México.
El libro Condiciones de la mujer en el siglo XIX, de María de la Luz Parcero
(1992) reveló un trabajo arduo para recopilar la mayor parte de sus mate-
riales, pero la interpretación de sus fuentes fue muy pobre y esquemática.
En cambio, el libro El álbum de la mujer. El siglo XIX 1821-1880, compilado
por Julia Tuñón (1991) se distinguió por su sofisticación analítica en el en-
foque de los problemas de la mujer y el género. Tuñón apuntó que el género
es una construcción social y buscó establecer la distancia entre las reglas
prescriptivas sobre la conducta femenina y las alternativas reales de las mu-
jeres decimonónicas. Tuñón coincide en la visión de una mujer encorseta-
da en las prescripciones de moralidad y deber ser. De acuerdo con Ramos
Escandón, el análisis más cuidadoso de esta relación entre prescripción y
conducta arrojara luz sobre los procesos de construcción de género en el
México decimonónico. Este estudio basado en la riquísima hemerografía so-
bre la mujer y los manuales de conducta es un paso inicial en este sentido.
El álbum de la mujer: El Porfiriato y la Revolución, compilado por Eva
Martha Rocha (1991) plantea, al igual que otros estudios de ese campo, la
enorme distancia que media entre los esquemas de conducta prescritos y
las conductas femeninas reales y recomienda la utilidad de las revistas li-
terarias, los libros de viajeros y la literatura como fuentes imprescindibles
para la historia de las mujeres.
La historiografía mexicana llega tarde a la proliferación de estudios de
temática femenina y a la complejidad teórica que el concepto de género

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Discurso y narrativas

plantea desde una perspectiva histórica. Una excepción notable es el libro


de Esperanza Tuñón, Mujeres que se organizan 1935-1938, en donde analiza
el movimiento organizado de mujeres en el contexto de la política cardenis-
ta. El estudio es sumamente útil para entender el proceso de organización,
crecimiento y coptación del movimiento de mujeres, pues responde a unas
preguntas relevantes de hoy: ¿qué aglutina al movimiento de mujeres? ¿cuá-
les son las demandas de género específicas y qué papel tiene en relación a
otro tipo de demandas? ¿cuál es la composición social del movimiento de
mujeres? y, lo más importante, ¿cómo se relaciona el movimiento femenino
con el aparato de poder? El estudio revisa las diferentes posiciones políticas
en el movimiento feminista de los años treinta, el cual, es poco conocido en
la literatura sobre el cardenismo.
El análisis de Tuñón nos revela un movimiento de mujeres amplio, con
una serie de alianzas interclase, interpartido, aglutinado bajo sombrilla am-
plia del derecho al voto. Coincidentes en esta necesidad, aunque divididas
en sus pertenencias partidistas, las feministas mexicanas de los años treinta
crearon en el Frente Único Pro-Derechos de la Mujer (FUPDM) un espacio
democrático que aceptaba diversas posiciones y fuerzas en su funciona-
miento interno y al mismo tiempo sirvió para negociar con el Estado, con
el ejecutivo en particular, sus demandas específicas. Esperanza Tuñón basó
su investigación en fuentes hemerográficas y folletería, principalmente, así
como en los pocos, pero importantes escritos políticos de mujeres en la épo-
ca, dando un paso firme para la recuperación la memoria histórica sobre la
importancia política del feminismo mexicano.
No obstante, los pocos estudios, referenciados para esta década de los no-
venta, con perspectiva histórica, de acuerdo con Ramos Escandón, quedaba
destruido el mito de la falta de datos sobre mujeres en la historia de México.
Ramos Escandón insiste en que la historia de las mujeres requiere de
mucha reflexión conceptual, pero al igual que Michelle Perrot afirma que
una investigación sobre la historia de las mujeres debe realizarse desde un
análisis de la historia. En México “se han privilegiado estudios de la mujer,
sobre todo los temas contemporáneos: participación económica y proce-
sos de integración al trabajo y cómo afecta a eso la estructura de la unidad
familiar”, pero en su mayoría con un enfoque sociológico y presentista. Es
fundamental una reflexión desde la historia, así se comprenderían mejor los
estudios sobre las mujeres, pero “como los sociólogos no saben historia no
se dan cuenta” (Ramos Escandón, 1995, pp. 129-130).
Otro balance historiográfico de las mujeres en México lo presentó en el
2006 Elva Rivera Gómez, historiadora de la Benemérita Universidad de Pue-
bla. Al igual que el resto de las historiadoras, Rivera señala que el debate
sobre el estudio de las mujeres sigue centrándose en qué teorías y méto-
dos deben aplicarse para hacerla “visible” en la historia y, aunque señala
la importancia del género como categoría de análisis y los esfuerzos de la
disciplina histórica para documentar la historia de las mujeres, otorga a las
fuentes de información el papel fundamental para comprender cómo se ha
desempeñado la mujer en distintos acontecimientos históricos (tanto a ni-
vel internacional, nacional como regional).

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Historia de la educación de las mujeres en México. Zúñiga y Rosas

El problema inicia, señala, cuando se acude a los archivos con la inten-


ción de realizar una investigación histórica sobre las mujeres. Se enfrenta
a una clasificación de los documentos que privilegió por décadas los acon-
tecimientos con el hombre como protagonista; esa catalogación excluyó a
distintos grupos sociales en los que estaban incluidas las mujeres (Rivera
Gómez, 2006, pp. 423). Así, la propuesta de la historiadora poblana radica
en el análisis y reinterpretación de las fuentes para “hacer visible” a la mujer
en la historia. La propuesta también conlleva un sustento teórico. Rivera
Gómez plantea la necesidad de historiar e interpretar las fuentes desde el
enfoque de género, como una necesidad de reflexionar sobre nuestro pasa-
do a través de la construcción sociocultural de los géneros, las cuales han
marcado las diferencias entre las mujeres y los hombres y que la historia
desde hace décadas ha privilegiado la dimensión de lo público (el Estado,
la economía y la política), que han sido históricamente espacios dominados
por los hombres (Rivera Gómez, 2006, pp. 424).
Elva Rivera afirma que la reinterpretación de fuentes para visibilizar a
la mujer ha permitido no solo conocer nuevos temas, sino también resca-
tar y escribir la historia de las mujeres que fueron ignoradas durante mu-
cho tiempo en México por una historia androcéntrica y tradicional. Indica
también que una de las tareas para los investigadores es contribuir con los
archivos y bibliotecas para impulsar la elaboración de catálogos de fuen-
tes documentales sobre las mujeres, además de acercar al personal para
que conozcan el enfoque e incluyan en la clasificación descriptores en don-
de estén incluidas las palabras “mujeres” y “hombres”, tanto para asuntos
públicos como privados (Rivera Gómez, 2006, pp. 426). La propuesta tiene
fundamento en Michelle Perrot, quien según palabras de Rivera Gómez afir-
maba que “son las fuentes de información quienes revelan el lugar que se ha
asignado a las mujeres en la historia”.
Elva Rivera en su preocupación por hacer visible a la mujer en la historia,
hace varias recomendaciones. Para el caso mexicano hay factores que deben
considerarse: 1) hablar de la historia de las mujeres y no de la historia de
la mujer, así como vincularla con procesos históricos globales; 2) formular
preguntas que permitan visibilizarlas como sujetos históricos en las fuentes
documentales; 3) si la historiografía se ha ocupado principalmente de la
vida pública en donde la mujer ha tenido poca presencia, entonces debe-
mos ponderar la dimensión de lo doméstico en el trabajo de investigación,
porque es en ese espacio en donde mayormente ha participado la mujer, y
4) trabajar con categorías como la de género que nos permitan elaborar la
historia de las mujeres (Rivera Gómez, 2006, pp. 427).
Así, la propuesta de Rivera Gómez para estudiar la historia de las mu-
jeres en México consiste en la unión o combinación del enfoque histórico
con la categoría de género. La autora retoma los conceptos propuestos por
Michelle Perrot y Joan Scott, que describieron en lo individual años atrás.
Para Elva Rivera es necesario historiar e interpretar las fuentes documen-
tales desde el enfoque de género porque nos permite ir tras las huellas de
las mujeres. La categoría de género nos permite observar en las fuentes do-
cumentales el lugar que se le ha asignado a las mujeres en su relación con

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Discurso y narrativas

el hombre. Si bien las mujeres como grupo social no fueron precursoras de


procesos revolucionarios y se encuentran lejos de los centros de autoridad
y del poder formal, por citar algunos ejemplos, la propuesta entonces es
trabajar con la metodología de la disciplina histórica y una nueva interpre-
tación de las fuentes de información desde la perspectiva de género: el re-
greso a las fuentes que “invisibilizaron” a la mujer por no encontrarse en
la vida pública, porque en ese escenario histórico también la mujer tuvo
presencia y participación (Rivera Gómez, 2006, pp. 428).

Historia de la educación de las mujeres en México:


nacionalismo, enseñanza privada y religiosa
Oresta López Pérez es una historiadora mexicana que se ha ocupado de es-
tudiar (López, 2016, p. 13) a las mujeres como actores sociales en la di-
mensión educativa de nuestro país, concretamente el proceso de formación
educativa de las mujeres durante el porfiriato. También se ha ocupado de
estudiar a alumnas y maestras en el proyecto de educación socialista en la
gestión de Lázaro Cárdenas. Este largo periodo de investigación le ha per-
mitido dar cuenta del crecimiento y progreso que la disciplina histórica en
México ha tenido respecto al estudio de las mujeres. La autora apunta que
en nuestro país existe un conocimiento precario y fragmentado sobre la
educación de las mujeres. De acuerdo con López Pérez, en otros países se
han enfocado en el estudio de las instituciones educativas como los espa-
cios de experiencia social y formativa de las mujeres. Con lo que otorgan
una gran importancia a la dinámica y los procesos que las mujeres viven al
interior de las instituciones. Por esa razón la autora investiga el caso de la
Academia de Niñas en Morelia de 1886 a 1915.
La autora recomienda identificar a las instituciones, como la educativa,
como un mirador que nos permite observar la dinámica femenina. La escue-
la es el sitio en donde pueden recogerse las experiencias sociales de las mu-
jeres. Oresta Lopez señala que a través de la experiencia escolar puede com-
prenderse un mundo segregado por sexos. Aunque la instrucción, si bien,
brindaba nuevos conocimientos para las mujeres, también les enseñaba sus
límites y se precisaban los controles de género para su acceso a la vida fa-
miliar y pública. Oresta López (2016, p. 16) observó que, en la Academia
de Niñas en Morelia, “la única alternativa para las mujeres michoacanas en
una época [del porfiriato] en que se consideraba que el único destino de la
mujer era el matrimonio”, toda vez que la academia de niñas operaba como
formadora de maestras de educación primaria, en un momento en que aún
no existían en la ciudad las escuelas normales.
El tema de la educación para las mujeres ha sido más desarrollado en
los últimos años en nuestro país, indica en su estudio Oresta López, pero
sin duda seguimos en desventaja, pues en otros países cuenta con una bi-
bliografía inmensa. La característica de las investigaciones sobre la historia
de la educación de las mujeres en México se ha dado a través de estudios
particulares en diferentes épocas: la educación y la condición de las muje-

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Historia de la educación de las mujeres en México. Zúñiga y Rosas

res en el periodo novohispano, la educación secundaria o superior para las


mujeres en el siglo XIX, las mujeres de provincia que llegaron a estudiar a
la Universidad Nacional, el magisterio femenino durante el porfiriato, por
citar algunos ejemplos (López Pérez, 2016, pág. 18). El reto o la tarea ahora
es contar con un panorama completo de la educación de las mujeres en Mé-
xico, tanto en las escuelas públicas como en las privadas.
La autora señala la importancia de trabajar los contextos, es decir, revi-
sar los proyectos educativos del periodo de estudio que nos ocupa, así como
las leyes promulgadas en el rubro educativo. Oresta López (2016, p. 21) se-
ñala que mientras estudiaba la historia de la Academia de Niñas de Morelia
indagó sobre el discurso y la normatividad educativa federal, y se percató
de innumerables inconsistencias entre las dimensiones del orden educativo
federal y el orden local. Así también precisa situar a los niños y/o mucha-
chos en el proceso escolar en que estudiamos a las niñas y/o muchachas,
para comprender lo que pasaba al interior de las escuelas: tópicos como la
deserción escolar masculina reflejaba no sólo una realidad de los hombres,
sino también del sexo femenino; lo mismo cuando se realiza un análisis de
contenido de planes de estudios, reglamentos y prácticas escolares.
Natividad Gutiérrez Chong, investigadora mexicana, estudia a la mujer
desde la antropología. Establece vínculos entre mujer, educación y su re-
lación con la formación de la nación. Con un enfoque distinto al rigorosa-
mente histórico que desarrolla Oresta López Pérez, Gutiérrez Chong analiza
la forma en que las mujeres se han interrelacionado con la patria y la na-
ción. Analiza la actuación de las mujeres, lo que hicieron y dejaron de hacer,
como factores que intervienen en la construcción de la patria. En el capítulo
“Tendencias de estudio de nacionalismo y mujeres”, la autora señala que la
nación se construye, no es un asunto resuelto o definitivo, y parte de esa
construcción depende del desempeño de sus ciudadanos (Gutiérrez Chong,
2004, p. 57). Así, en esta construcción de la nación hay algunas actividades
estrictamente ligadas a las mujeres, por ende, el énfasis a que la mujer se
dedicara a las actividades de ama de casa o a desempeñarse como profesora
de esa forma reproducía valores a hijos o alumnos según el caso.
Parte central de la aportación de Natividad Gutiérrez radica en cuestionar
que mucho se ha explorado, a través de los estudios de género, la vinculación
de la mujer en el espacio público, en el activismo político, en la búsqueda de
sus derechos; sin embargo, cuando se estudian las teorías del nacionalismo
se las ha excluido. Pero ¿por qué es necesario comprender la intervención de
las mujeres en un proyecto de nación? Porque las mujeres han contribuido a
construir las diferentes etapas de la nación de manera activa, pero también, si
en algunas se encuentran excluidas es justamente como parte de ese proyec-
to. Es en este contexto que entra la tensión con el género, pues en palabras de
Gutiérrez Chong (2004, p. 23) “género y nación son construcciones que deli-
nean y determinan los diversos roles de hombres y mujeres en distintos tipos
de nacionalismos”, así el estado crea nación y género porque opera mediante
instituciones: la educación es una de ellas.
Aunque el texto ubica el interés en explorar la vinculación de las mujeres
con el nacionalismo de América Latina, una gran parte del análisis se centra

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Discurso y narrativas

en la participación de la mujer mexicana en el proyecto de nación desde la


época colonial hasta el año 2000 aproximadamente. De ahí se desprende
que, para el periodo colonial en México, una nación en construcción, se asig-
naron roles masculinos y femeninos que perduraron prácticamente toda la
época. Los varones podían participar en la corriente de ideas porque reci-
bieron instrucción, asistían a colegios, universidades o se formaron en la
Iglesia. Las mujeres, en cambio, no tuvieron muchas opciones: el hogar y el
convento fueron sus oportunidades. En este contexto, los hombres tuvieron
acceso a las ideas, a la discusión (pues la lectura y escritura lo posibilitaba),
mientras las mujeres eran en su inmensa mayoría analfabetas, no podían
firmar ni sus propios testamentos. Cuando lograron espacios educativos es-
tos fueron elementales, rudimentarios, sin posibilidades de acceder a una
educación superior o universitaria. La única ruta a la palabra escrita fue a
través de la literatura religiosa (Gutiérrez Chong, 2004, p. 32).
En este escenario, ¿qué papel desempeñan las mujeres en la construc-
ción de la nación? Natividad Gutiérrez Chong señala que la figura femenina
tiene un alto contenido de identidad nacional, por lo que se idealiza y exalta
su presencia en determinados modelos: la madre, la maestra. A través de
ellas se reproducen valores y conductas: el nacionalismo (léase el Estado),
recurre a lo femenino porque con las mujeres se controlan ideas, se marcan
jerarquías, se transmiten límites.

El papel de los colegios católicos en la educación de las mujeres


Las congregaciones religiosas femeninas desempeñaron una importante la-
bor educativa entre las niñas mexicanas. Atendieron a la niñez desprotegida
de México y fundaron colegios exclusivos para niñas en el país. Valentina
Torres Septién da cuenta del descontrol del número de las congregaciones
religiosas y de escuelas para niñas durante el Porfiriato por medio de la
afirmación de Monseñor Luis María Martínez quien señaló: “no, no me pre-
gunten ustedes ni el número, ni el nombre de las congregaciones femeninas
que hay en la arquidiócesis. El único que lo sabe es el espíritu santo, que
supongo, las inspiró. A él no se le escapa ni su número ni su nombre” (Torres
Septién, 1997, p. 69).
Las órdenes religiosas femeninas formaron a las niñas en labores propias
de su sexo y el manejo de la familia. Esa instrucción la hace visible a través de
colegios particulares que Valentina Torres Septién (1997, p. 178) estudia en
lo particular y descubre cómo se educaba a la mujer en distintas etapas de la
historia de México y las razones por las que los padres de familia las preferían
por encima de la educación que brindaba el Estado. En la ciudad de México,
la Escuela Elemental Superior para Niñas Cristóbal Colón publicaba entre los
requisitos de admisión para el ciclo escolar de 1940 que las alumnas perte-
necieran a familias de reconocida honorabilidad para que su educación, trato
social y demás no perjudicara a sus compañeras. Además, no se admitirían ni-
ñas que hubiesen sido expulsadas de otros colegios, ni las que tuvieran algún
defecto físico notable o enfermedad contagiosa. La insubordinación, la pereza
habitual y la inmoralidad eran motivo de expulsión.

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Historia de la educación de las mujeres en México. Zúñiga y Rosas

A partir de 1941 se da un auge en la enseñanza comercial y bancaria


para señoritas, debido a que las mujeres se empezaron a desempeñar en
estas actividades. Una situación similar lo experimenta el Colegio Frontera
en Mexicali, pero hasta la década de 1970, treinta años más que en el centro
del país. Las mujeres que se inscribían en este tipo de escuelas pertenecían
a una clase media, las de clase alta permanecían todavía en sus casas.
Una dinámica que evidencia lo elitista y exclusivo que representaron los
colegios religiosos y femeninos para las familias mexicanas lo expone Valen-
tina Torres con la comparación de dos escuelas que operaban en la Ciudad
de México:
El colegio francés para niñas […] tenía anexo a su plantel de
la calle Adolfo Prieto una escuela primaria gratuita llamada
Arnaud, a la que asistían niñas de muy escasos recursos. Te-
nía sus propias instalaciones, que comprendían las aulas y un
pequeño patio de recreo. El uniforme de las alumnas era una
batita rosa de algodón. Muy lejos estaban de equipararse con
los uniformes de lana y cuellos almidonados que usaban las
niñas de la escuela de paga. El horario era únicamente ma-
tutino, en tanto que las otras niñas acudían en la mañana y
en la tarde. No era raro que las mamás de la escuela de paga
buscaran a sus sirvientes entre las egresadas de la gratuita.
(Torres, 1997, p. 178)

La principal apuesta de la educación católica por conservar los valores


morales y católicos entre sus alumnas fue la enseñanza por separado entre
niñas y niños. Siempre se mantuvo firme en no aceptar la educación mixta.
Una de las más fuertes tensiones aparece en 1933, cuando las autoridades
oficiales buscaron implementar la educación sexual en las escuelas prima-
rias. La SEP consideraba de suma importancia que los jóvenes recibieran
información apropiada, que no recibían en sus hogares, sobre la conducta
sexual, el embarazo, el matrimonio, las enfermedades venéreas y las per-
versiones sexuales. El proyecto contemplaba integrar estos temas a partir
del tercer grado de la educación primaria. El programa de educación sexual
debía aplicarse también en las escuelas particulares: la Iglesia y los padres
de familia se negaron.
La Iglesia vio en este proyecto un ataque directo contra ella, pues consi-
deraba la temática sexual como una materia exclusiva que se atendería desde
casa: el Estado se estaba inmiscuyendo en cuestiones personales. Los padres
de familia calificaron de innecesaria y peligrosa la propuesta, además de cues-
tionar la capacidad del Estado para transmitirla. Consideró que sus maestros
no estaban capacitados para impartir esos temas, y que además podrían uti-
lizarlos para fines perversos. “Los maestros tendrán en sus manos los medios
para violar a niños inocentes. […] Un niño de doce años no está capacitado
para comprender la rectitud del instinto sexual bien encauzado y no sentirá
más que una curiosidad morbosa que lo impulsará rápidamente por el cami-
no de la anormalidad que conduce a la locura” (Torres Septién, 1997, p. 121).
La respuesta de la Iglesia sirvió de apoyo a los padres de familia. El ar-
zobispo de Morelia Leopoldo Ruiz y Flores expuso que la educación sexual

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