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Francisco plantea: «¿Cuántos de

ustedes rezan al Espíritu Santo? No


levanten la mano»
"Custodia, Señor, el Espíritu Santo en nosotros, la gracia y paz que nos has
regalado, para que no seamos cristianos avinagrados": esa es una oración
que propuso el Papa Francisco en su homilía de la misa matutina de este jueves
22 de mayo en la capilla de la Casa de Santa Marta.

Recordó que Jesús, antes de subir el Cielo, habló de muchas cosas pero sobre
todo reiteró «tres palabras clave»: «paz, amor y alegría».

El obispo de Roma hizo hincapié en el mandamiento de amar a Dios y al


prójimo. Casi un «protocolo» - en Mateo 25 – en el que «todos seremos
juzgados». Con el Evangelio de este día, destacó el Papa Bergoglio, Jesús añade
una cosa sobre el amor nueva y nos dice: «No sólo amen, sino
permanezcan en mi amor»:

«La vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios. Es decir,


respirar, vivir con ese oxígeno. Vivir gracias a ese aire. Permanecer en el amor
de Dios, con esto cierra la profundidad de su discurso sobre el amor. Y añade...
Y ¿cómo es su amor? «Como el Padre me amó, también yo los he amado
a ustedes» - un amor que viene del Padre. La relación de amor entre él y el
Padre es la relación de amor entre él y nosotros. Y a nosotros nos pide que
permanezcamos en este amor que viene del Padre».

Paz y amor que no vienen del mundo, sino que vienen del Padre y de Jesús, que
nos exhorta a permanecer en su amor. Amor que nos lleva a cumplir los
mandamientos, volvió a señalar el Papa, reflexionando luego sobre la alegría
cristiana:

«La alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o


no es cristiano o está enfermo. No hay otra, no está bien de salud... como
ya dije alguna vez, hay cristianos con cara de pimiento avinagrado,
siempre con cara así... con el ceño fruncido... también el alma es así... (sonríe)
allí está lo feo... esos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es cristiano.
La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las
tribulaciones, aun en las persecuciones».

Paz, amor y alegría son tres palabras que nos deja Jesús, con el don del Espíritu
Santo:

«...El gran olvidado de nuestra vida ¿eh?... Tendría ganas de preguntarles –


pero no lo haré ¿eh? ¿Cuántos de ustedes le rezan al Espíritu Santo? No
levanten la mano... Es el gran olvidado, el gran olvidado. Y Él es el don, el
don que nos da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría. En la
oración le pedimos al Señor: ¡custodia tu don! Le pedimos la gracia que
el Señor custodie al Espíritu Santo que está en nosotros. Que el Señor nos dé
esta gracia: custodiar siempre al Espíritu Santo en nosotros. Ese
Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la paz»

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