Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Agustín Cuzzani.
1
Integrante fundador y productor ejecutivo de la Cooperativa Teatral “Diez Flores” desde el año 2006 y estudiante de la
Licenciatura en Gestión del Arte y la Cultura en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
1
El contexto histórico está envuelto por el sometimiento económico y político del
país que se advertía en el orden cultural donde las cosas del espíritu valían siempre
que tuviesen el sello extranjero. A ello se agregaba el carácter minoritario y elitista
de las empresas culturales en la Argentina pre-peronista. En respuesta, los
principios claves de la política cultural oficial fueron la gratuidad y la extensión de la
cultura y la educación a vastas mayorías. De esta forma manifestó Perón su
intencionalidad para el desarrollo del modelo cultural de su gobierno: “yo no creo
que sea un pueblo culto el que tiene cuatro o cinco buenos artistas y cuatro o cinco
sabios, y los demás son ignorantes en lo uno y lo otro. Yo prefiero un pueblo que
tenga una cultura y una ciencia medianamente desarrollada pero en gran profusión
dentro del elemento popular” (Cultura para el pueblo2, 16).
Este modelo cultural, impulsado por el estado, que privilegiaba el fácil acceso,
incluso la gratuidad, a los bienes y servicios, tiene paralelos importantes en otros
campos donde el peronismo dejo huellas permanentes en la sociedad argentina: el
trabajo, la vivienda, la educación en todos sus niveles y las diferentes producciones
artísticas, entre los espacios más importantes. La investigadora Yanina Leonardi,
en un artículo sobre teatro y propaganda durante el primer gobierno peronista,
definió de esta forma el modelo cultura del peronismo:
2
Documento de propaganda oficial de la época, sin datos concretos de fecha y lugar de publicación.
2
Dentro de las políticas culturales de este gobierno fue fundamental el impulso del
teatro de propaganda, consistente en un teatro político que se constituía en un ente
difusor del imaginario político peronista. Fue inmediata la efectividad de su mensaje
en el público: las representaciones que este producía sobre la obra de gobierno
estaban en estrecha vinculación con el aparato publicitario del estado y el sistema
educativo, adoptando el teatro, en este sentido, un rol redundante. “Las obras que
integraban la dramaturgia peronista difundían los mismos imaginarios sociales que
el peronismo propagaba desde los medios de comunicación u otras vías” (Leonardi,
2008:15). Estos textos dramáticos se inscribieron en determinadas matrices
populares y telúricas, permitiéndoles desarrollar temáticas y géneros de gran
difusión y consumo por estos años.
Si, por un lado, eran frecuentes las manifestaciones en sentido de una absoluta
libertad individual para el arte y la cultura, por el otro lado, los textos oficiales
recalcaban que la cultura nacional debía inspirarse en las expresiones universales,
clásicas y modernas, y en la cultura tradicional argentina. No solo la propaganda
oficial, sino destaca dos intelectuales de la época enfatizaron el carácter telúrico,
del ser nacional, de los principios culturales del movimiento peronista.
Es evidente que el primer gobierno peronista era consciente del poder las de
políticas culturales, por su gran capacidad para construir valores simbólicos,
tendientes a generar consenso, cubrir necesidades culturales y reforzar la identidad.
De esta forma, toda la planificación oficial en materia cultural tenía por objeto
alcanzar la homogeneización cultura a partir del uso de distintos medios como la
3
educación, el cine, el teatro, el deporte y la radio, con el fin de “conformar una
cultura nacional de un contenido popular, humanista y cristiano, inspirada en las
expresiones universales de las culturas clásicas y modernas y de la cultura
tradicional argentina, en cuanto concuerden con los principios de la doctrina
nacional” (Cultura para el Pueblo: 19).
El Puente
Sin duda alguna, Carlos Gorostiza es el iniciador de una nueva línea dramática
nacional, a través de la elaboración de esta obra en 1949. De esta forma, iniciará el
ciclo testimonia de la crisis de la clase media, experimentada a través del
Peronismo. Tanto esta obra como toda la producción de la llamada generación 60,
movimiento fuertemente influenciado por Gorostiza, “van a testimoniar un
particular momento del devenir de la sociedad argentina a partir de la irrupción, en
la escena política, del peronismo. El puente, reflejará (y explicitará a través de
algunos personajes) los cambios sociales que se producen” (Figueiredo y Sagaseta,
1974: 13) y los contrapuntos surgidos de las relaciones entre las diferentes clase
sociales.
4
barra de la esquina y un ingeniero que dirigía la obra. La reflexión se ve potenciada
por el equívoco final que consiste en el accidental trueque de los cadáveres.
Entonces, es esquema se plantea así: luego de retóricos enfrentamientos entre
formas de ser de dos clases sociales, referenciada en la sociedad argentina de fines
de la década del cuarenta, esta relación se diluye frente al amargo final que aporta
una vieja y mítica lección: la muerte logra comulgar a ambos mundos a través de
un profundo dolor.
Estos dos mundos están representados por la división espacial Casa/Calle. Esta
oposición separa dos ámbitos sociales mutuamente exclusivos. Éstos son dos
espacios de rica significación, como lo estableció Da Matta en sus actuales análisis
sobre el carnaval en Brasil:
Otros contrastes serán planteados desde el dinamismo, los ruidos y las acciones
lúdicas, transito constante de personajes y juegos como pelota y peleas, y el
5
universo paralizado y silencioso, pero no con menos agresión para con el espacio
enfrentado. Figueiredo y Sagaseta los describirán de esta forma:
Estos dos mundos tienen presencia ideológica a través de dos personajes, el padre
del ingeniero y Tilo, muchacho de la barra. Ambos se presentan críticos pero sirven
de bisagra para conseguir la comunicación entre ambos mundos. Sin embargo el rol
más claro y definitorio será el del padre. El personaje, por ejemplo, reflexiona sobre
sí mismo y sobre su sociedad de este modo:
“Antes las clases sociales eran dos. Aquí estaban los de arriba y aquí
estaban los de abajo. Ahora no. Ahora está todo más entreverado. Ahora
3
La letra bastardilla corresponde a una acotación mía.
6
Hay una escalera. Eso es. Una escalera. Cada uno tiene un escalón. Unos
debajo de todo y otros arriba, pero hay un montón de escalones llenos de
gente” (Gorostiza, 1949).
La calle será el espacio preferencial para lograr el punto máximo del drama: el
ulular de las sirenas conmocionará al grupo y confirmará la intuición del drama. En
la casa, en cambio, “la mayor tensión se canalizará a través de Elena en la agresión
directa de que es objeto la Madre” (Figueiredo y Sagaseta, 1974: 32), quien será el
vehículo que introducirá a la calle dentro de la casa, y en consecuencia diluyendo
paulatinamente la otredad. Finalmente el dolor unirá los dos mundos y el dinero,
que representaba la mayor preocupación de los dos mundos, dejara de tener
relevancia.
4
El uso de bastardilla para resaltar palabras es mío, a fin de señalar la dicotomía plateada en la obra a través de sus personajes.
7
sociedades posteriores. De todas formas, la importancia que reviste esta obra es
que representa el punto de partida del nuevo teatro nacional.
Agustín Cuzzani, autor de esta pieza, es señalado por muchos, tanto por
historiadores sociales como por investigadores en teatro, como representante de la
transición entre los finales del peronismo y las nuevas corrientes, teatrales y
político-ideológicas, de las décadas del cincuenta y del sesenta. Con sus dos farsas
trágicas iniciales, Una libra de carne (1954), con puesta en escena a cargo del
grupo Los Independientes, y El centro-forward murió al amanecer (1955), con
puesta en escena del grupo La Máscara, Cuzzani logró impactar en los sectores
intelectualizados de clase media y pequeña burguesía urbana. Pero, a partir de las
sucesivas puestas en escenas, con diferentes criterios estéticos y de desarrollo de
las acciones dramáticas, las obras alcanzaron a sectores de la clase baja.
Por otra parte, si bien el texto fue generalmente respetado, se han realizado
versiones donde los directores han impuesto posiciones estéticas personales y otras
veces como consecuencia del público al que debían enfrentarse. En las notas del
libro Teatro de Agustín Cuzzani, de 1960, se observa una descripción, que, aunque
es extensa, resulta sumamente ilustrativa:
5
Actor que, con una gran performance mímica, interpretó a Belúver en el reparto original del año 1954.
8
jueces, público, etc., fue colocado decididamente en segundo plano, a veces
recitando simplemente la letra, sin darle en ningún caso la conducción de la
acción, y todo ello buscado para una mejor oferta dramática del personaje y
el tema. El efecto de nitidez y el impacto logrado, sacrificando la ironía y la
gracia del texto, aseguró para esta puesta en escena el largo éxito de más
de dos centenares de noches en la carpa de Plaza Once” (1960:63-64).
Concentrándonos en las obras de Cuzzani podemos precisar que, más allá de las
discusiones que rodean el carácter de originalidad de sus temáticas, poseen, al
igual que las obras de Gorostiza, un gran vigor histórico y representan una
importante versión local de teatro de crítica social: “las intervenciones corales
subrayan la dimensión social de la pieza, con su empeño de acusar a todas las
clases, y a todos los oficios y profesiones del presente, en un país no localizado
aunque el idioma aluda indudablemente a la Argentina”6 (Ghiano, 1973:32). Sobre
este aspecto Ciria sostendrá: “Las tesis a defender no son demasiado originales,
pero apuntan a elementos cruciales de nuestro siglo: la alienación del hombre en su
sociedad lo lleva a tratar a sus semejantes como mercancías” (1983:243).
Una libra de carne, que alude, tanto desde su título como por aspectos de su
desarrollo, al Mercader de Venecia de Shakespeare, queda descripta clara y
sintéticamente en la solapa de su primera edición: El abogado izquierdista, pero no
peronista, “que conoce de cerca la hipocresía de una justicia formal, ha querido
pintar justamente el drama del hombre acorralado por la fría ley de una sociedad
que no perdona nada, y que empareda sentimientos y sueños entre un cheque y un
pagaré”.
6
La letra bastardilla corresponde a una acotación mía.
9
haber firmado un contrato leonino, imposible de ser cumplido, es condenado a
ceder una libra de su propia carne por pedido de su acreedor. Finalmente, la
postura del autor queda patente en dos gestos fundamentales: el primero se
presenta en el momento que retiran la porción de carne del cuerpo de Belúver y
descubren que, después de tantos años de trabajo y sometimiento, éste se ha
quedado ya sin sangre (ha sido sistemáticamente exprimido); el segundo gesto
aparece cuando un personaje muy secundario se pregunta qué sucederá con
Belúver, ya sin trabajo, enfermo y devuelto a una sociedad egoísta. “Este personaje
simbólico alcanza a decir que los vampiros patrones, acreedores, jurados, le
chuparon la sangre y deben ser castigados. El autor acota: las luces de la sala se
encienden bruscamente y la estatua de la justicia se desploma agobiada” (Ciria,
1983:245)
Referencias bibliográficas
Cuzzani, Agustín (1954), “Una libra de carne”, en Teatro, Buenos Aires, Editorial
Quetzal, 1960. Págs. 17-65.
10