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María Isabel Díaz Sabán

Ensayo

Autoevaluación y coevaluación como generadores de autonomía


“La evaluación es un tema constante de preocupación de los docentes, de las autoridades escolares y de
los investigadores de la educación. Esto indica de por sí que se trata de un ‘punto sensible’, muy cargado
afectiva e ideológicamente, porque a través de la evaluación se concretan las desigualdades y, por tanto,
las contradicciones, entre la utopía pedagógica de una ‘escuela para todos’ y la realidad de las
diferencias”, (Perrenoud, 1990, pág.30).

Hace algunos años inicié una maestría en una universidad privada, desde el principio se nos
indicó que la metodología sería distinta a la utilizada en el pregrado, sin embargo, lo que más
me sorprendió fue el uso de la autoevaluación y la coevaluación. En las primeras experiencias,
era común que todos los estudiantes nos procuráramos la mejor nota, pero al transcurrir el
tiempo y ver que los cuestionamientos reflexivos sobre las evaluaciones, la calidad del trabajo,
el logro de objetivos y la ponderación fueron más estrictos, mi criterio también cambió.

Esta experiencia me motiva a desarrollar este tema para el ensayo requerido en la clase de
Filosofía de la Educación, no porque los contenidos de clase no sean interesantes o útiles, sino
porque al filo del final del semestre, lo que más resuena en mi mente son aspectos que se
discutieron, como la discriminación en el sistema educativo y la didáctica actual, la formación
de profesionales y no de académicos, así como la evaluación no excluyente o estrictamente
cuantitativa.

La tesis que desarrollaré en este ensayo es que la autoevaluación y la coevaluación generan


reflexión en el estudiante, haciéndolo consciente de su propio proceso y de la calidad de su
desempeño en todas las actividades de aprendizaje, sin embargo es poco utilizada por los
docentes por temor a delegar esta responsabilidad o descrédito del recurso.

Existen supuestos epistemológicos que resguardan el uso de la evaluación tradicional por parte
de los profesores, como el monismo metodológico, enmarcado en criterios de validez y fiabilidad
estadísticos, cuantificación de los datos de evaluación, creencia en la objetividad y neutralidad
de la evaluación, evaluación orientada a la comprobación, desde un planteamiento
reduccionista, reproductivo, memorístico, etcétera y tradición caracterizada por la obsesión de
equiparar la evaluación con capacidades intelectuales, entre muchos otros. (Calatayud, 2007)

La autoevaluación y la coevaluación llevadas a cabo por el alumno son válidas porque


“desarrollan la capacidad de aprender a aprender, se centran en los procesos y crean y
aumentan la capacidad del alumno para ser responsable de su propio aprendizaje” (Fernández,
2004 pág. 198)

Cuando la maestra nos indicó que la forma de evaluar sería auto y coevaluación, el primer
pensamiento que me vino a la mente fue que ella no quería tomarse la molestia de redactar
evaluaciones ni calificarlas, sino que nos delegaba esa tarea. Pero la práctica de estos procesos
no significa que el docente no deba tomarse la molestia de elaborar las evaluaciones, sino más
bien que debe involucrar al estudiante, no solo en la clase, sino además en el cumplimiento de
los objetivos de clase y determinar formas y aspectos a evaluar.

Si queremos alumnos más autónomos, es necesario decirles qué se evalúa y cómo se evalúa, de
manera que controlen y regulen de forma progresiva todo el proceso de aprendizaje, y este se
reoriente y se prevean formas para superar o mejorar el trabajo realizado.
Wenden (1995) distingue tres componentes esenciales en el conocimiento de una tarea: el
objetivo o propósito, el tipo de tarea, y los requisitos para hacerla. Según estos tres
componentes, el autor establece una serie de preguntas que permiten promover la reflexión del
estudiante.

La evaluación

Al inicio del ejercicio, la autoevaluación y la coevaluación eran complementarias y validadas por


la maestra, y siempre se utilizaban instrumentos como la lista de cotejo o rúbrica de evaluación,
al final de la actividad siempre se resolvía la evaluación, aún sin conocer el propio resultado.

Para la claridad de la ponderación, siempre deben establecerse criterios genéricos que sirvan de
referente para representar la calidad del conocimiento, y que se evalúe en correspondencia con
la escala de calificación:

• Excelente: ideas esenciales y complementarias, elaboración de inferencias y argumentos


personales. • Notable: ideas esenciales y relacionadas que, en su conjunto, ofrecen una
comprensión integrada del objeto de estudio. • Aprobado: ideas básicas, expresadas a modo de
sumario, no relacionadas o incompletas. • Insuficiente: ideas elementales, superficiales y obvias,
reproducidas directamente de las fuentes consultadas, erróneas. (Revista Interuniversitaria de
Formación del Profesorado, 2008 pág. 131)

Reflexión y corrección

Esto implica poner en práctica habilidades de pensamiento que conduzcan a la reflexión, lo cual
es posible al considerar preguntas como ¿Cuál era el objetivo? ¿Lo he conseguido? ¿Por qué y
de qué manera? ¿Qué es lo más útil? ¿Qué me ha parecido más difícil y más fácil? ¿Qué
actividades de estudio realicé? ¿Qué dificultades encontré? ¿Qué logros identifico?

“En su conjunto, esta secuencia de acciones evidencia que en buena medida el procedimiento
condiciona un proceso de estudio conscientemente planificado que estimula la autorregulación
del aprendizaje”. (Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 2008 pág. 134)

En conclusión, los estudiantes pueden involucrarse de forma activa en el proceso de aprendizaje,


y practicar nuevas formas de conocerse a sí mismo como estudiantes, el interés y compromiso
que pone en las tareas y la forma de mejorar su rendimiento.

La coevaluación no es necesariamente una comparación, sino abordar la relación objetivo-logro


de manera más crítica, y aumentar el nivel de empeño que se imprime a cada tarea al momento
de realizarla.

El maestro no delega su obligación necesariamente, sino tutela un proceso diverso que implica
compartir más que delegar, sin embargo al lograr la reflexión en el estudiante, el interés se
multiplica de manera que su enseñanza se vuelve más efectiva.

La autoevaluación y la coevaluación no son procesos improvisados, sino requieren de una


planificación, ejecución y valoración progresivas para su efectividad.

Bibliografía

 Perrenoud, P. (1990) La construcción del éxito y del fracaso escolar. Paideia-


Morata. Madrid.
 Calatayud, A. (2007) La evaluación como instrumento de aprendizaje. Técnicas
y estrategias. Ministerio de Educación y Ciencia. España. Disponible en
http://bit.ly/2pmDIwt

 Fernández, M. (2000): Learner training and assessment, en CIEL Language


Support Network, Supporting independent language learning: development for
learners and teachers. CIEL Project.

 Álvarez V. La coevaluación como alternativa para mejorar la calidad del


aprendizaje de los estudiantes universitarios: valoración de una experiencia.
Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, vol. 22, núm. 3, 2008,
pp. 127-140. Universidad de Zaragoza Zaragoza, España. Disponible en
http://www.redalyc.org/pdf/274/27418813008.pdf.

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