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Ensayo
Hace algunos años inicié una maestría en una universidad privada, desde el principio se nos
indicó que la metodología sería distinta a la utilizada en el pregrado, sin embargo, lo que más
me sorprendió fue el uso de la autoevaluación y la coevaluación. En las primeras experiencias,
era común que todos los estudiantes nos procuráramos la mejor nota, pero al transcurrir el
tiempo y ver que los cuestionamientos reflexivos sobre las evaluaciones, la calidad del trabajo,
el logro de objetivos y la ponderación fueron más estrictos, mi criterio también cambió.
Esta experiencia me motiva a desarrollar este tema para el ensayo requerido en la clase de
Filosofía de la Educación, no porque los contenidos de clase no sean interesantes o útiles, sino
porque al filo del final del semestre, lo que más resuena en mi mente son aspectos que se
discutieron, como la discriminación en el sistema educativo y la didáctica actual, la formación
de profesionales y no de académicos, así como la evaluación no excluyente o estrictamente
cuantitativa.
Existen supuestos epistemológicos que resguardan el uso de la evaluación tradicional por parte
de los profesores, como el monismo metodológico, enmarcado en criterios de validez y fiabilidad
estadísticos, cuantificación de los datos de evaluación, creencia en la objetividad y neutralidad
de la evaluación, evaluación orientada a la comprobación, desde un planteamiento
reduccionista, reproductivo, memorístico, etcétera y tradición caracterizada por la obsesión de
equiparar la evaluación con capacidades intelectuales, entre muchos otros. (Calatayud, 2007)
Cuando la maestra nos indicó que la forma de evaluar sería auto y coevaluación, el primer
pensamiento que me vino a la mente fue que ella no quería tomarse la molestia de redactar
evaluaciones ni calificarlas, sino que nos delegaba esa tarea. Pero la práctica de estos procesos
no significa que el docente no deba tomarse la molestia de elaborar las evaluaciones, sino más
bien que debe involucrar al estudiante, no solo en la clase, sino además en el cumplimiento de
los objetivos de clase y determinar formas y aspectos a evaluar.
Si queremos alumnos más autónomos, es necesario decirles qué se evalúa y cómo se evalúa, de
manera que controlen y regulen de forma progresiva todo el proceso de aprendizaje, y este se
reoriente y se prevean formas para superar o mejorar el trabajo realizado.
Wenden (1995) distingue tres componentes esenciales en el conocimiento de una tarea: el
objetivo o propósito, el tipo de tarea, y los requisitos para hacerla. Según estos tres
componentes, el autor establece una serie de preguntas que permiten promover la reflexión del
estudiante.
La evaluación
Para la claridad de la ponderación, siempre deben establecerse criterios genéricos que sirvan de
referente para representar la calidad del conocimiento, y que se evalúe en correspondencia con
la escala de calificación:
Reflexión y corrección
Esto implica poner en práctica habilidades de pensamiento que conduzcan a la reflexión, lo cual
es posible al considerar preguntas como ¿Cuál era el objetivo? ¿Lo he conseguido? ¿Por qué y
de qué manera? ¿Qué es lo más útil? ¿Qué me ha parecido más difícil y más fácil? ¿Qué
actividades de estudio realicé? ¿Qué dificultades encontré? ¿Qué logros identifico?
“En su conjunto, esta secuencia de acciones evidencia que en buena medida el procedimiento
condiciona un proceso de estudio conscientemente planificado que estimula la autorregulación
del aprendizaje”. (Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 2008 pág. 134)
El maestro no delega su obligación necesariamente, sino tutela un proceso diverso que implica
compartir más que delegar, sin embargo al lograr la reflexión en el estudiante, el interés se
multiplica de manera que su enseñanza se vuelve más efectiva.
Bibliografía