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INTRODUCCIÓN
1. La ética de Jesús.
2. Llamamiento y discipulado.
3. La ley y el amor.
4. Teoría y praxis.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
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Hoy en día la teología y la vida de la Iglesia no satisfacen las expectativas y
necesidades de nuestra sociedad. De ahí que haya una fuerte crítica al discurso
excesivo de la Iglesia frente a la práctica de los cristianos. Este asunto nos lleva
al viejo y eterno dilema entre escuchar la Palabra y hacer la voluntad de Dios.
Es la crisis entre la fe y la acción, teoría y praxis.
Hoy más que nunca es urgente tener nuevas orientaciones para nuestras
sociedades a la luz del Nuevo Testamento, pero a la vez es primordial exhortar
a los cristianos y cristianas a un comportamiento consecuente con el Evangelio
para poder tener una calidad de vida óptima. Esta labor es tarea de una ética
contextual.
1. La ética de Jesús
Las bienaventuranzas son una promesa salvífica escatológica a los pobres, a los
despreciados, a los que lloran, a los que sufren y a los necesitados de amor.
Ellos son los marginados desde el punto de vista religioso, sociológico y político.
Los criterios y reglas del mundo no los incluyen porque no tienen nada y no valen
nada, y es en esa situación que lo único que tienen es el amor de Dios, a ellos
se les ofrece el reino de Dios como salvación (Lc.6:20).
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Es esta conducta ética de Jesús la que evidencia la misericordia de Dios puesta
en práctica y que ha de ser la base y el fundamento del comportamiento
misericordioso que debe existir entre hombres y mujeres.
2. Llamamiento y discipulado
Jesús en todo su ministerio hace una invitación a todo ser humano, en nombre
de Dios, a pertenecer a este reino de Dios. Esta invitación lleva implícito un
llamamiento y una exigencia. La respuesta exige una nueva actitud tanto del
hombre como de la mujer. Sin duda que esta nueva actitud conlleva conversión,
es decir, un cambio de dirección y reorientación. Es una nueva oportunidad para
pertenecer a esa nueva realidad salvífica y hacer la voluntad de Dios. Este
cambio no es un concepto meramente intelectual, sino un cambio radical de la
actitud, de la intención y de la voluntad, para involucrarse en la tarea de Jesús
(Mc.1:17).
En un sentido ético, los preceptos de Jesús son acertados, ya que apunta a una
nueva actitud y a una nueva voluntad, quiere captar en forma total al hombre y a
la mujer, no sólo el cuerpo, sino también el corazón (Mt.6:21).
Él nos llama desde donde nos encontramos para ser enviados a este mundo
cotidiano y no a un monasterio o a un gettho piadoso, de la misma manera que
lo hizo con sus discípulos, llamándolos en plena faena de sus vidas cotidianas.
Es bueno advertir que en el reino de Dios no hay lugar para los entusiastas que
dicen Señor, Señor y no hacen la voluntad de Dios (Mt.7:21ss). En el juicio no
se preguntará por la disposición de ánimo del creyente, sino por las acciones
fruto del amor (Mt.25:31ss).
3. La ley y el amor
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Jesús es el nuevo orden del reino de Dios que pone fin a la vigencia de la ley.
Este nuevo orden no cabe en "vestidos viejos" ni en "odres viejos"(Mc.2:21s).
Para Jesús la ley tiene una nueva dimensión, de ahí que él no se identifique con
el concepto de ley del antiguo testamento. En el concepto teológico es claro que
Dios exige amor y no una obediencia ciega a la Torá (Jn. 13:34-35). Por eso
Jesús sustituye el concepto de ley por el precepto del amor. Este amor es exigido
al hombre y a la mujer como respuesta al amor recibido con anterioridad.
Es por eso que la ética del reino de Dios está basada en el doble mandamiento
del amor (Mt.22:34-40), que significa el equilibrio teológico de la fe. Así lo
entendieron los cristianos primitivos y enfatizaron este aspecto (1Cor.13;1Jn.4).
4. Teoría y praxis
Este tema es un viejo asunto de la ética que los filósofos han tratado de explicar.
Bien sabemos que la teoría sin la práctica es vacía, mientras que la praxis sin
teoría es ciega.
Cuando Juan en su evangelio refiere que Jesús era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios (Jn.1:1), está señalando que la Palabra (reflexión,
teoría) se hizo realidad en este mundo, es decir, Jesús es la Palabra y praxis del
reino de Dios.
Todo lo realizado por Jesús responde a esta ética del Reino, para transformar
este mundo y convertirlo en un mundo mejor para todos. Él era consciente que
no sólo con la prédica del reino de Dios se cambiaría voluntades, actitudes y
situaciones injustas, sino que era necesario actuar, poner en acción todo lo
predicado (Lc.4:16-21).
Para la ética cristiana, la praxis cristiana procede del poder liberador del
evangelio, este evangelio sólo puede ser expresado en la praxis en la medida
que es nutrido por la fe, una fe que abarca simultáneamente conocimiento de
Dios y servicio a los demás.
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II. LA ÉTICA CRISTIANA
Para Jesús el amor de Dios y al prójimo no está ya al mismo nivel que los
preceptos de la Torá, sino que es el "más grande" o el "primero" de todos los
mandamientos (v.31 o v.29). Este amor supera todo legalismo (Mc.3:1-6), las
normas y preceptos se subordinan a la ley del amor. Este aspecto es importante
tener en cuenta en el comportamiento de los primeros cristianos en medio de su
realidad. La comunidad de fe es depositaria de la misericordia de Dios para ser
compartida con aquellos que no gozan de ese favor.
Ahora bien, este amor no sólo era para el hermano o la hermana en la fe, el
amigo o la amiga, al compatriota, sino que incluye también al enemigo. Esta es
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la gran dimensión del amor de Dios. El ejemplo del relato del buen samaritano
de Lc.10:30-37 no deja duda que nuestro amor al otro incluye a nuestros
enemigos (Lc.6:27.35; Mt.5:25.44; Mc.11:25).
Ahí está el desafío permanente para la comunidad de fe, ¿a quién se debe amar?
Para Jesús su prédica está dirigida en forma particular a los pobres, como parte
de su compromiso soteriológico. Hay una crítica radical de parte de Jesús contra
la riqueza, en cuanto es la acumulación egoísta de bienes materiales; por eso es
que promete el reino de Dios a los pobres, ya que no tienen nada (Lc.6:20). Esta
pobreza incluye su doble dimensión: social y religiosa. Son ellos los favorecidos
del Señor, porque están abiertos a la salvación, no tienen nada a que aferrarse,
no se distraen y pueden aceptar el llamado y conversión.
La comunidad cristiana primitiva dio muestras de ese amor solidario por los
pobres, compartiendo los bienes que tenían (Hech.2:42-47; 4:32-37).
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Esta misma línea es seguida por Pablo y los cristianos primitivos, aunque a veces
pareciera contradecirse en su apreciación al rol de la mujer, sin embargo, el
postulado fundamental de Pablo es que en Cristo ya no hay judío ni griego; no
hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos somos de Cristo Jesús
(Gal.3:28). Este aspecto debe tenerse en cuenta en la exégesis de los escritos
neotestamentarios.
En los tiempos de Jesús, fueron los zelotas militantes los que asumieron la lucha
por la liberación contra la soberanía extranjera romana. Era una guerra santa sin
cuartel contra los abusos del Estado romano, que atentaba contra la soberanía
absoluta de Dios.
La tarea de los discípulos es buscar la paz entre los hombres (Rom.12:18). Las
bienaventuranzas tienen ese objetivo de establecer una paz espiritual, social y
política entre hombres y mujeres (Mt.5:3-12). Ellos son los mensajeros de la paz
(Lc.10:5.16). No son violentos ni parte de ellos amenaza alguna, sino que
intentarán, con misericordia y sin violencia, construir un mundo de amor, justicia
y paz, superando las murallas de la hostilidad, sólo así serán bienaventurados.
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del poder. Jesús rechazó este abuso del poder del Estado, sus discípulos
tomaron esta actitud crítica (Mc.8:15; 10:42; Lc.13:32; 22:25; 3:19).
La crucifixión de Jesús en la cruz nos lleva a pensar que fue confundido por
judíos y romanos como un revolucionario zelota, que pretendía ser el Mesías,
rey de los judíos. Esta sospecha estará signada en la misión de los seguidores
y seguidoras de Jesús en cuanto no coincidan las coordenadas del mundo y el
reino de Dios.
Hasta los tiempos de Jesús la religión era un status quo de la mayoría, ésta era
una religión conformista, ajena a los problemas de la sociedad, sólo uno cuantos
asumieron una actitud de protesta contra las injusticias de los gobernantes desde
ese status quo, éstos fueron los zelotas.
Su llamado a los discípulos era para enrolarse a esta causa, a participar en los
grandes problemas de la sociedad de su tiempo. Desde esta perspectiva muchos
se unieron a este gran movimiento liberador de Jesús como una señal de
protesta contra las autoridades de su tiempo, tanto en lo religioso como en lo
político. Ser cristiano era sinónimo de ser subversivo, de estar en contra del
orden establecido por las autoridades, marchar contra la corriente del mundo. De
ahí que la comunidad cristiana primitiva estuviera formada por mucha gente que
dejó su conformismo y dio sus espaldas a ese mundo hipócrita e injusto.
Asumieron una actitud de protesta a partir de las Buenas Nuevas de Jesús.
CONCLUSIONES
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De los muchos casos que encontramos en el Nuevo Testamento, tomaremos
uno, el caso de la comunidad cristiana de Corinto, Pablo en su epístola trata
problemas concretos de conducta que enfrentaban los miembros de dicha
comunidad (1Cor.8:1ss; 7:12ss; 6:1ss). Los problemas eran contextuales y había
que responder a ellos. No era fácil impedir que los nuevos creyentes e
integrantes de la Iglesia cristiana rompieran con sus tipos de conducta de su vida
anterior.
La ética pospascual debía responder a esta nueva realidad. De ahí que ante la
proximidad de la parusía del Señor el celo era mucho mayor con referencia al
comportamiento de los cristianos y cristianas. Era necesario distinguir entre los
que eran cristianos y los que no lo eran. Este aspecto abunda en la literatura
ética del Nuevo Testamento.
Finalmente, recordemos las palabras del filósofo Emmanuel Kant cuando dijo
que existen tres categorías en los asuntos humanos: la primera, ¿qué puedo
conocer?, problema teórico; la segunda, ¿qué debo hacer?, problema práctico;
y la tercera, ¿qué debo esperar?, problema a la vez teórico y práctico. En este
aspecto la ética cristiana tiene mucho que aportar, en cuanto al conocimiento
(teología), al quehacer (praxis) y a la esperanza (escatología).
BIBLIOGRAFÍA.