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INTRODUCCION

El sistema ferroviario se torna como la evolución de la industria y el conocimiento del


hombre, en media de hacer la vida más fácil y así poder emprender nuevos retos de
transporte de bienes y personas.

La historia de los ferrocarriles no comienza con las máquinas de locomoción, sino con
los rieles, los cuales tienen más de dos mil años de vida que los trenes.

Desde temprana edad el hombre descubrió que era más fácil tirar un objeto (trineo,
carro, ruedas, etc.) si preparaba dos surcos de piedras lisas o tablas de madera.
Este tipo de caminos fue utilizado a gran escala por los griegos y romanos, que los
usaban para el transporte de mercancías, o como una manera más fácil de transportar
sus tropas a través de los suelos pedregosos.

En el siglo XVIII, los trabajadores de diversas zonas mineras de Europa descubrieron


que las vagonetas cargadas (impulsadas por la máquina de vapor adaptada) se
desplazaban con más facilidad si las ruedas giraban sobre un carril hecho con planchas
de metal, reduciendo el rozamiento.

Los carriles para las vagonetas sólo servían para trasladar los productos hasta la vía
fluvial más cercana, que por entonces era la principal forma de transporte de grandes
volúmenes.

La Revolución Industrial, en la Europa de principios del siglo XIX, exigió formas


más eficaces de llevar las materias primas hasta las nuevas fábricas y trasladar desde
éstas los productos terminados.

Transcurrieron dos décadas para que los rieles soportaran el peso de una locomotora
de vapor. La primera vía férrea pública del mundo, la línea Stockton–Darlington, en
el noreste de Inglaterra, dirigida por George Stephenson, padre del Ferrocarril, se
inauguró en 1825.

La construcción de vías férreas se expandió a tal ritmo en la década de 1840 que al


terminar la misma se habían construido 10.715 km de vía en Gran Bretaña, 6.080 km
en los estados alemanes y 3.174 km en Francia.

Los viajes en tren pronto se hicieron populares, pero hasta la segunda mitad del siglo
XIX, la rápida expansión de los ferrocarriles europeos estuvo guiada sobre todo por la
necesidad de la naciente industria de transportar productos, y la capacidad del ferrocarril
para hacerlo a un precio que garantizaba buenos beneficios a los inversores. El
transporte de personas también se vio beneficiado.
Pero hubo que esperar hasta 1879 para la aparición del primer tren eléctrico que fue
presentado por Werner von Siemens en la Exposición Universal de Berlín.
La locomotora era impulsada por un motor de 2,2 KW y el tren consistía en la locomotora
y tres coches, con una velocidad máxima de 13 km/h.

Finalmente, llegó la alta velocidad. Pese a ser una tecnología reciente, puesta en
marcha a finales del siglo XX, ya en 1903 de forma experimental se habían conseguido
velocidades altas con ferrocarriles en Alemania. Pero fue en 1964 en Japón donde se
implantó esta tecnología por primera vez.

Dentro de Europa, en 1976 en Italia (la Direttissima, entre Roma y Florencia) y en 1981
en Francia (París-Lyon) fueron las primeras líneas de alta velocidad en servicio

El sistema ferroviario como lo


conocemos actualmente ha
pasado por una serie de
cambios coyunturales en todo el
mundo.

Su desarrollo a través de los años


no tiene un nombre propio, pues
no nace en un país
exactamente, sino que lo hace
dentro de un aspecto histórico
en el que la humanidad buscaba
una manera más eficiente de
transportarse y transportar sus
mercancías.

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