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Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa,

pero temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no


querían salir. Ya fuera de día o de noche este terrible enemigo los tenía
vigilados.
Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una
asamblea a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
El jefe de los ratones dijo a los presentes:
- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución.
¡No podemos vivir así!

- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo muy atento-Atemos un cascabel


al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda. El sonido nos
pondrá en alerta y podremos escapar a tiempo.
Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre
grandes aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su
campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse
a salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir: Queda pendiente una
cuestión importante: ¿Quien de todos le pondrá el cascabel al gato?
Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy
callados, porque no podían contestar a aquella pregunta. De pronto todos
comenzaron a sentir miedo. Y todos, absolutamente todos, corrieron de
nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.

Moraleja: es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo


LA BRUJA
Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y
fórmulas para calmar la cólera de los dioses.
Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes
cantidades de dinero de este modo de vida.
Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la llevaron ante los jueces
supremos del país.
Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la hicieron condenar a muerte.
Viéndola salir de la sala del juicio, una de las personas presentes le dijo:
- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los dioses, ¿Cómo no has
podido persuadir a los hombres?
Moraleja: hay que ser precavido con quienes prometen solucionar todo
problema que tengas a cambio de dinero pero son incapaces de arreglar los
suyos.
EL MUÑECO DE NIEVE
Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y
empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.

La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se
entregó a la tarea de moldearla.

Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener se dijo.

Le salió un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón y un botón rojo


por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al
muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel
invierno. Le hablaba, le mimaba...

Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos de sol más
cálidos... El muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un
charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.

Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo


dulcemente: Seca tus lágrimas, bonita, por que acabas de recibir una gran
lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas
perecederas.
EL PERRO TIM
El perro Tim lo escuchó perfectamente, Sus dueños hablaban de hacer un
viaje este verano y lo peor de todo… querían que el también fuera con ellos.
Tim pensó que se quedaría con la mamá de su dueña, como todos los años,
pero al parecer pensaban hacerle viajar un buen rato en coche. Pasar un
mes fuera todos juntos... ¡Qué miedo!
Al día siguiente Tim comprobó que todo estaba organizándose porque su
dueña Rosa le dijo:
-No es responsable que nos vayamos de viaje sin asegurar que estás muy
bien de salud, cariño. Así que, perrito, sé que no te gusta, pero te vas a tener
que venir conmigo al veterinario.
Tim no sabía cómo reaccionar. Siempre que le ponían la correa roja saltaba
de gusto, pues eso significaba que iban a la calle, pero esta vez iría al médico
y eso no le parecía tan apetecible. En el veterinario la chica de los ojos
grandes, como la llamaba Tim, le miró por todos los lados, intentó que
estuviera atento y parece que lo hizo bien, porque le dieron al acabar una
galleta que estaba buenísima. Cuando salieron de allí su dueña estaba
contenta. Tim le dio un par de lametazos en la mano. Le gusta hacer las
cosas bien.
Cuando llegaron a casa su dueña le dijo:
-¡Ay, mi perrito! ¡Qué te vienes de viaje con nosotros! Para que no te
aburras te voy a preparar una pequeña mochila con tus juguetes favoritos.
Tengo que fijarme con qué cosas juegas estos días para llevarlo y que no se
me olvide.
Tim entendió el mensaje perfectamente y no quiso perder la oportunidad
de poder llevar todos sus cachivaches para jugar con alguien. Y si era un
niño o niña, mejor. Corrió por el salón persiguiendo su hueso favorito, su
esponja con forma de chuleta, su palo de madera y otras cosas más. Su
dueña, que lo conocía mejor que nadie, metió al día siguiente todo eso en
una bolsa junto a su cesta para dormir. ¡Qué buena era Rosa con él! Tim
estaba muy contento de su ama.
Al día siguiente todo parecía estar listo para el gran viaje. De lo único que
tenía miedo Tim a estas alturas era de aguantar todo el rato en el asiento.
Ni siquiera entendía como lo podían aguantar los humanos. Sin embargo,
Rosa lo tenía todo previsto, y cada vez que pasaban unas cuantas horas
hacían una parada. Tim hacía sus necesidades, le ponían su pequeño balde
de agua, caminaba un poco y estiraba sus patitas.
-¡Qué bien que Rosa no me deje solo en el coche, lo pasaría muy mal con
este calor! -pensaba Tim.
Tras un par de paradas más llegaron a su destino, a Tim tardaron en soltarlo
porque tenían muchas cosas que bajar del coche. Pero en cuanto Rosa lo
hizo, no pudo parar de correr de felicidad. Felicidad por haber acabado ya
el viaje y por estar libre en una zona con tanto jardín. Era muy bonito, se iba
a divertir un montón sin estar en un apartamento todo el día. Tim estaba
feliz.
Cuando pasaron unas horas fue donde Rosa le puso la comida y se sintió
muy seguro, casi parecía que estaba en casa.
-Me portaré muy bien- pensó Tim-. Así Rosa me llevará siempre de viaje.
Y así fue a partir de ese día. Tim se ponía muy contento cada vez que llegaba
el verano y su dueña lo llevaba con ella en vez de dejarlo solo o con otras
personas.
EL CIPITIO
El hijo, resultado de la infidelidad del romance prohibido entre Sigüet y un
lucero de la mañana fue condenado por Teotl, el dios de dioses a
permanecer como un niño por la eternidad y nunca llegaría a crecer y ser
hombre. Quienes le han visto aseguran que tiene los pies al revés y por eso
causa confusiones en los caminos que anda. Los campesinos que intentan
seguir sus huellas, terminan por perderse ya que, por la deformación,
siguen el camino de manera errónea, yendo al lado contrario al que el
Cipitío iba. También tiene una enorme barriga y viste ropa de manta blanca,
caites y un sombrero de palma puntiagudo y de grandes alas. Dado que el
Cipitío es un niño, le gusta frecuentar los trapiches de las moliendas de
caña, donde hay miel de dedo y dulce de atado, aunque su alimento favorito
es el guineo y las cenizas. También frecuenta ríos y le gusta espiara las
chicas que son bonitas, a las que les silva y arroja piedras o flores. La leyenda
cuenta que el Cipitío también simboliza al dios de los romances ilícitos
.también sería un espíritu burlón. El personaje es ubicado principalmente
en la región de San Vicente, aunque posee el poder de teletransportarse.
EL CADEJO
Las historias que describen una experiencia con el cadejo blanco siempre
va acompañada del cadejo negro. El primero es bueno y el segundo es como
el diablo. Según los relatos, el cadejo se le aparece a las personas
trasnochadoras. Si a un hombre se le aparece el cadejo blanco es porque es
un fiel creyente, una persona buena y les protege y defiende de los peligros
de camino hasta que lleguen bien a sus hogares. En cambio el negro ataca
a las personas que no tienen buen corazón.
No los muerde, solo los aruña y los deja mal heridos con altas fiebres hasta
que en el lecho de sus casas encuentran la muerte.
Si la persona es acompañada por el cadejo blanco y les sale en el camino el
cadejo negro, ellos pelean, saliendo siempre como ganador el cadejo
blanco.
El cadejo negro es descrito como un perro pequeño con ojos rojos como
brasas y hocico alargado, cuyos pasos suenan como las de una cabra. Si se
escucha el sonido de estos pasos cerca, es porque está lejos y si se escucha
lejos es porque está muy cerca, aunque no siempre lo logren ver las
personas. El cadejo blanco es similar a un perro, con el hocico alargado y
ojos rojos, este no hace daño a los hombres.
Un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su
amo, escapó al bosque. Se llamaba Androcles. Buscando
refugio seguro, encontró una cueva. A la débil luz que
llegaba del exterior, el muchacho descubrió un soberbio
león. Se lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando.
Androcles, sin sentir temor, se dijo:

-Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el


destino me hubiera guiado hasta aquí para que pueda
ayudarle. Vamos, amigo, no temas, vamos...

Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de


la fiera y tanteó su herida hasta encontrar una flecha
profundamente clavada. Se la extrajo y luego le lavó la
herida con agua fresca.

Durante varios días, el león y el hombre compartieron la


cueva. Hasta que Androcles, creyendo que ya no le
buscarían se decidió a salir. Varios centuriones romanos
armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron
prisionero al circo.

Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra.


El recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de
contemplar la lucha.

Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía


hacia él. De pronto, con un espantoso rugido, la fiera se
detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su
cabezota contra el cuerpo del esclavo.

-íSublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha


sojuzgado a la fiera! -gritaron los espectadores

El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en


libertad. Lo que todos ignoraron fue que Androcles no
poseía ningún poder especial y que lo ocurrido no era sino
la demostración de la gratitud del animal.

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