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EFECTO

ÚTIL



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Anexo a Informe de Casos


del Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad


Efecto Útil, Monitoreo sobre Organismos Públicos de Derechos Humanos, acompaña el
seguimiento que realiza el Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad (CCTI) en el
caso “1 de diciembre de 2012”, en particular, aportando el análisis que ha realizado
sobre el funcionamiento institucional de la Comisión de Derechos Humanos del
Distrito Federal (CDHDF) en la Ciudad de México, y los efectos negativos de dicho
funcionamiento en torno a la tortura, en tanto violación grave de derechos humanos,
que ha afectado el proceso de reparación integral a las víctimas reconocidas en la
Recomendación 07/2013 de la CDHDF.

Anteriormente, documentamos, en el Informe Previo Efecto Útil sobre la Comisión
Nacional de los Derechos Humanos, la grave situación que también atraviesa esa
institución nacional en la investigación de violaciones graves, y en particular la
investigación de tortura, por lo que consideramos que lo sucedido con la CDHDF en la
Recomendación 07/2013 no es un caso aislado sino una forma de operación de esta
institución y de la mayoría de Organismos Públicos de Derechos Humanos en México.

Esta forma de operación está documentada respecto de casos particulares en el actual
Informe Alternativo de la Organizaciones de la Sociedad Civil de México al Comité
Contra la Tortura de la ONU (2012-2019), en el apartado 7 “Papel de la CNDH y
comisiones estatales de derechos humanos”, donde se indica:

“la CNDH ha mostrado prácticas con las que evita documentar y clasificar
correctamente hechos de tortura. En el caso de Claudia Medina, fue necesario
impugnar la entrevista tendenciosa realizada a Claudia por un psicólogo de la
CNDH, quien limitó las posibilidades de la víctima de hablar sobre los hechos y
buscó convencerla de que sólo tenía indicios de maltrato, no de tortura”

En ese sentido, a continuación se realiza un análisis de la Recomendación 07/2013 de
la CDHDF y su afectación a las víctimas de los sucesos ocurridos el 1º de diciembre de
2012 en la transición del poder político en México.

1. Como base, es necesario señalar que las víctimas en el caso del 1º de diciembre
de 2012 (#1Dmx) han señalado que los casos documentados por la CDHDF son
menores al número de casos que realmente fueron afectados en la manifestación que
dio origen a la Recomendación 07/2013, lo que implica que no se generó información
por parte de la institución que diera cuenta de la magnitud real de los casos.

2. Sobre lo efectivamente realizado en la Recomendación 07/2013, es
preocupante que, en el Estado mexicano, las víctimas requieran de manera constante
de tener conocimientos técnicos en materia de derechos humanos para poder

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exigirlos, dado que incluso instituciones que tienen prestigio, como es la CDHDF,
terminan por realizar actuaciones deficitarias.1

3. En este caso, posteriormente a la emisión de la Recomendación 07/2013 se ha
encontrado que en la misma se generó una calificación subestándar de los hechos, al
identificarlos como a) uso desproporcionado de la fuerza o b) tratos crueles,
inhumanos o degradantes en lugar de tortura; con lo cual se ratificó una vez más lo
referido por el Relator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, Juan E. Méndez:

32. […] El número de recomendaciones por tortura y malos tratos de la CNDH
y de las comisiones estatales también dista significativamente del número de
quejas recibidas por estos organismos.

33. A nivel estatal impera similar impunidad. En el D.F. […] entre 2011 y
febrero de 2014, la Comisión de Derechos Humanos del D.F. reportó
386 quejas de tortura, y emitió 12 recomendaciones.

34. Existen fallas estructurales, repetidas a nivel federal y estatal, que
potencian esta impunidad. […] hay una tendencia por parte de los ministerios
públicos, jueces y comisiones de derechos humanos a calificar conductas
constitutivas de tortura con tipos penales de menor gravedad [as less serious
offences], como abuso de autoridad, lesiones o ejercicio indebido de servicio
público.2

4. La CDHDF en lugar de señalar los hechos como tortura calificó algunos como
uso desproporcionado de la fuerza y otros como tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes (en adelante tratos). La CDHDF específicamente refirió que no sólo había
esos dos niveles de afectación al derecho a la integridad (tortura y tratos), sino que
había más, como era el uso desproporcionado. Con ello, dejó de usar tortura e incluso
tratos:

Ahora bien, como se mencionó anteriormente, el derecho a la integridad
personal no sólo implica la prohibición de actos de tortura, sino también otros
actos que pueden ser considerados como tratos crueles inhumanos y
degradantes. Sin embargo, limitar las violaciones a este derecho en estas dos
categorías, equivale a desconocer que existen muchos otros actos que las
autoridades pueden cometer, vulnerando el mismo. Es el caso del uso
indebido y desproporcionado de la fuerza. (Recomendación 07/2013, p. 59)


1 Una posible razón que además contribuye a esto se debe a que al frente de las instituciones de
derechos humanos se han designado personas que no cumplen los requisitos objetivos, razonables y
apropiados a las necesidades institucionales. Es necesario que las designaciones públicas se regulen
debidamente.
2 Salvo que se indique lo contrario, los subrayados son propios.

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Como se ha podido observar en el desarrollo del presente apartado, la CDHDF


ha identificado la violación al derecho a la integridad personal en tres
vertientes: (i) Por actos de tortura en los 6 casos señalados; (ii) en los 24
casos reseñados por uso indebido y desproporcionado de la fuerza y (iii) por
tratos crueles, inhumanos y degradantes 58 casos de las personas consignadas
al Reclusorio Preventivo Varonil Norte. (Recomendación 07/2013, p. 69)

Contrario a esto, el Relator Especial sobre la cuestión de la tortura, Manfred Nowak, ya
ha señalado que el uso desproporcionado de la fuerza es consustancial a tratos e
incluso podría configurar tortura; de manera que el uso desproporcionado de la fuerza
no es una tercera categoría que sea excluyente de las otras dos, sino que es parte de lo
que permite valorar el tipo de situación en que se dio la tortura o los tratos.

38. Un aspecto consustancial al concepto de tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes es el uso desproporcionado de las facultades policiales. […] El
uso desproporcionado o excesivo de las facultades policiales equivale a tratos
o penas crueles, inhumanos o degradantes y siempre está prohibido.

40. […] Si la coerción da lugar a dolores o sufrimientos graves que se infligen
con determinado propósito, entonces deberá considerarse incluso tortura.
(E/CN.4/2006/6)

En este sentido, generar una tercera calificación de los hechos no fue en beneficio de
las víctimas ni de los derechos humanos, sino que sólo tuvo por efecto atenuar la
responsabilidad real de las autoridades de la Ciudad de México.

5. Cabe recordar que la necesidad de determinar la proporcionalidad del uso de la
fuerza no procede en aquellos casos en que las personas no oponen o ya no pueden
oponer resistencia a la actuación de la autoridad. Asimismo, debe evocarse que la
determinación de la proporcionalidad sólo procede cuando se está haciendo un uso
legítimo de la fuerza, por lo que en estos casos es necesario especificar si fue
desproporcionado el uso o se mantuvo dentro de los estándares permitidos. El Relator
lo refirió en los siguientes términos:

38. […] Ahora bien, el principio de proporcionalidad, con el que se evalúa el
uso lícito de la fuerza para determinar que no constituye tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes, se aplica únicamente a situaciones en que
el interesado todavía está en condiciones de utilizar a su vez la fuerza contra
un agente del orden o un tercero. Tan pronto como la persona deja de estar en
condiciones de resistir al uso de la fuerza, esto es, cuando el agente del orden
lo reduce a una situación de indefensión, el principio de proporcionalidad ya
no tiene aplicación. (E/CN.4/2006/6)

De esta manera, todos los casos en que la CDHDF consideró que hubo uso
desproporcionado de la fuerza, en realidad debieron ser considerados por esa
institución ya fuera como tortura o como tratos. Más grave aún: si en esos casos se

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diera la circunstancia de que las personas no estuvieran “en condiciones de resistir el


uso de la fuerza”, el principio de proporcionalidad ni siquiera era necesario aplicarlo,
sino que sólo quedaba por determinarse si fueron actos de tortura o malos tratos. En
este sentido es que debe valorarse que la propia CDHDF haya indicado que:

"enfatizándose que en todos estos casos se advierte que la intervención
policial fue tumultuaria, por lo que ante la presencia de tanto policías
rodeando a las personas detenidas indudablemente no resultaba necesario el
uso de la fuerza como son las patadas, los puñetazos y arrastrar a las
personas. " (Recomendación 07/2013, p. 66)

"de nueva cuenta se reitera que las detenciones eran efectuadas por grupos de
policías que indudablemente estaban en ventaja numérica y que, por tanto, la
práctica de rodearlos, golpearlos con puños, tirarlos y patearlos no era
necesaria para su aseguramiento." (Recomendación 07/2013, p. 66)

"constató un patrón de actuación policial que consistía en rodear a las
personas, agredirlas con sus escudos, puños, tirarlas al suelo y patearlas, que
son calificadas como un uso desproporcionado de la fuerza y por lo tanto
como violación al derecho a su integridad personal." (Recomendación
07/2013, p. 67)

“ a quienes detuvieron sobre el eje central Lázaro Cárdenas, los subieron en un
camión costero estacionado sobre la calle 5 de mayo en el que se les tiró al
piso mientras poco a poco eran llevadas las demás personas detenidas que
fueron aventadas encima de quienes ya se encontraban sometidas en ese
vehículo. Los traslados se caracterizaron por malos tratos, insultos y
vejaciones.

Todas estas personas debieron recibir una valoración respecto de los actos en
términos de tortura, considerando el tipo de lesiones que fueron realizadas. Además,
este tipo de actuación debió considerarse agravado porque los hechos probados,
valorados apropiadamente, demostraban que había una política institucionalizada
para actuar en estos términos, diluir la responsabilidad y generar, así, un ámbito de
impunidad absoluto, que aún hoy persiste dado que no ha habido agentes del Estado
sancionados efectivamente. Todas las sanciones han sido incoherentes y absurdas en
relación a los hechos ocurridos, y se ha omitido proceder en contra de quienes eran
los altos mandos que instruyeron este tipo de operativo; por lo que, aún cuando no se
opere de esta forma ordinariamente, permanece latente la posibilidad de ser
instrumentado nuevamente.

Lo anterior es además grave dado que la CDHDF consideró que la actuación policial
tuvo como objetivo impedir la libre manifestación de las personas y no pudo
comprobar en ninguno de los casos que haya existido razón alguna para ejercer
violencia y privarse la libertad a quienes se manifestaban de manera pacífica:

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“violación al derecho a la seguridad personal tanto de los manifestantes como


servidores público que participaron aquél [en referencia al operativo]. Los
primeros fueron víctimas de detenciones arbitrarias y vieron limitado su
derecho a manifestarse de manera pacífica.

“todo lo anterior le permite a esta comisión afirmar que las denuncias oficiales
fueron fabricadas con el claro ánimo de criminalizar a las y los agraviados que
se manifestaban de manera pacífica”

La tortura y malos tratos son, así, parte de políticas estatales que tienen repercusión
no sólo en las víctimas directas sino en el cuerpo social al criminalizar la protesta
social; sin embargo los actos quedan en la impunidad pues se diluye la
responsabilidad estatal, ente otras cosas, mediante la subcalificación de los hechos,
según se señaló previamente.

6. Finalmente, cabe señalar que las 58 personas que fueron consideradas en
temas de la violación a la integridad personal por tratos podrían haber sido también
consideradas como tortura. De acuerdo a los hechos reconocidos por la CDHDF, se
documentó que las personas privadas de la libertad fueron obligadas a desnudarse en
un espacio interno pero “público (el área de aduanas)” (Recomendación 07/2013, p.
68) y hacer sentadillas en esas condiciones, mientras eran grabadas por los cuerpos
de seguridad del reclusorio. A los cuales posteriormente se añadieron otro tipo de
actos de humillación y disminución de su personalidad.

El criterio usado por la CDHDF para referir estos hechos como tratos se remite a un
criterio de la CoIDH, conforme al cual pareciera haber calificado los hechos en función
de su gravedad. Sin embargo, es necesario considerar que conforme al principio pro
persona la interpretación más favorable en estos casos se ha derivado de la
Convención contra la Tortura de Naciones Unidas, a partir de la cual, por ejemplo, el
Relator ha señalado que:

39. Es la indefensión de la víctima en una determinada situación lo que hace
que sea especialmente vulnerable a cualquier tipo de presión física o mental.
La tortura, en cuanto la violación más grave del derecho de la persona a su
integridad y dignidad, entraña la indefensión de la víctima, esto es, que quede
totalmente a merced de otro. Este suele ser el caso de las personas privadas de
libertad. Efectivamente, un análisis a fondo de los travaux préparatoires de los
artículos 1 y 16 de la Convención contra la Tortura y una sistemática
interpretación de ambas disposiciones a la luz de la práctica del Comité contra
la Tortura obligan a inferir que los criterios determinantes para distinguir la
tortura de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes son más bien el
propósito de la conducta y la indefensión de la víctima, antes que la intensidad
de los dolores o sufrimientos infligidos, como argumentan el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos y muchos estudiosos. (E/CN.4/2006/6)

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35. […] Los actos que no responden cabalmente a esta definición [de tortura
contenida en el artículo 1 de la Convención contra la Tortura], en particular
los actos que carezcan de los elementos de intencionalidad o que no hayan
sido cometidos con los fines especificados, pueden constituir tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes con arreglo al artículo 16 de la Convención.
Los actos encaminados a humillar a la víctima constituyen un trato o pena
degradante aun cuando no se hayan infligido dolores graves.
(E/CN.4/2006/6)

En estos términos, de acuerdo a lo que se documentó en la Recomendación 07/2013
(págs. 67 a 69), es posible indicar que había intencionalidad de cometer las vejaciones,
en función de fines prohibidos por el artículo 1 de la Convención contra la Tortura, con
lo cual no podrían ser considerados como tratos sino como tortura. El criterio de
gravedad, al menos en este caso, no era necesario para determinar la procedencia de
calificar por tortura.

7. De acuerdo con lo anterior, en lugar de que la CDHDF señalara que hubo sólo 6
casos de tortura, en realidad debió haber referido que existieron 88 casos
documentados de diferentes tipos de tortura. La calificación subestándar o
subcalificación de las violaciones graves de derechos humanos es una política que,
como ha mostrado el Informe Previo Efecto Útil sobre la CNDH, no es exclusiva de la
CDHDF sino que afecta a buena parte del sistema ombudsman mexicano.

Por ello, lo referido por el entonces Relator Especial Juan E. Méndez, sobre la
subcalificación es una realidad que este caso una vez más demuestra y que es
necesario atender para eliminar las políticas institucionalizadas que usan la tortura
como mecanismo ordinario de gobierno, y que en lugar de combatirse se mantienen
latentes, gracias a la impunidad.




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