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Expresión y Argumentación Jurídica
Docente: Sebastián Masana
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La forma en que una pieza retórica suena –tanto si es escuchada a
viva voz o escaneada por nuestro oído interno mientras la leemos en una
página‐ es vital para su efectividad.
Aquí nos encontramos en un lugar donde la retórica y la poesía
comparten territorio. ¿Por qué importa el sonido? En retórica, el sonido
importa por la misma razón por la que importa en la poesía. Según la
definición de W. H. Auden, la poesía es “un discurso memorable”. Y
Auden tiene razón. La poesía surgió de la tradición oral, y por mucho
tiempo se ha venido sosteniendo que muchos de los efectos rítmicos y
de sonido que caracterizan a los versos formales –desde las formas
aliterativas y basadas en el énfasis de la poesía anglosajona, hasta la
prosodia clásica con rima final– surgieron como recursos para lograr que
los largos poemas se graben en nuestra mente.
Cabe recordar que hasta el Siglo XX, la mayor parte de la humanidad fue
analfabeta. La memoria, por ende, cumplía un rol fundamental, y la rima,
históricamente, tuvo un efecto nemotécnico. Todavía hay gente que es capaz de
recitar el Martín Fierro de memoria. Ahora, ¿cuántas personas podrían repetir de
memoria con exactitud una novela de la misma extensión escrita en prosa?
Decir que el sonido importa en la retórica por la misma razón por la
que importa en la poesía, no significa que importa exactamente de la
misma manera. Fue tan obvio para Aristóteles como para usted y yo que,
mientras que un discurso puede ser poético, no es presentado en forma
de poesía.
1
Leith, Sam. You Talkin' To Me?: Rhetoric from Aristotle to Obama . Profile Books. London,
2011.
2
La forma de dicción [en un] discurso no debe ser ni totalmente
métrica, ni debe carecer de ritmo. En el primer caso, sería poco
convincente, porque daría la sensación de ser artificial. Además,
distraería al público, porque lo haría esperar la recurrencia de un patrón
rítmico similar (…) por otra parte, la ausencia de rima genera un discurso
sin forma. Y el discurso debería tener una forma circunscripta (aunque
no por la métrica) porque aquello que no tiene límites claros es
desagradable y difícil de reconocer (…) por ende, el discurso debe tener
ritmo, pero no métrica, porque en ese caso sería una poesía.
T.S. Eliot dijo una vez que el significado, en la poesía, es el hueso que
el ladrón de casas arroja al perro para distraerlo; el significado de la
poesía está allí para distraer a la mente consciente mientras que el
poema cumple su verdadero trabajo. Esto no se puede aplicar a la
retórica, donde el significado de un discurso es importante. Pero aquella
frase encierra algo de verdad: el sonido de un discurso trabaja sobre la
mente y las emociones de las personas más allá del nivel consciente en
el cual el significado es considerado.
A continuación, los invitamos a leer el capítulo sobre los énfasis sonoros y las
repeticiones del libro Figuras retóricas y otros ingredientes del discurso político,
de Ricardo García Damborenea, donde explica las siguientes figuras:
Anáfora
Epifora
Complexión
Reduplicación
Quiasmo
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3
4
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Figuras retóricas y otros ingredientes del discurso político. Manual del
orador. Damborenea, Ricardo García. Ediciones Uso de Razón. Madrid,
2013. Páginas 33 a 46.
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I. Las repeticiones
Anáfora
Epifora
Complexión
Reduplicación
Quiasmo
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Comenzamos por aquí no porque sean las figuras más importantes sino
porque son las más sencillas.
1. Anáfora
Su esquema es el siguiente:
Un hombre que pega para insultar, que pega por odio, que pega
con el puño, que pega en la mejilla. Demóstenes.[11]
Como todas las repeticiones produce un efecto enfático que inyecta mucha
fuerza en la expresión.
La Anáfora se presta muy bien para ese estilo de salmo bíblico que tienen
los discursos de Luther King y que con tanto éxito reproduce Obama: una
sucesión de frases anafóricas separadas por largas pausas en las que el público
se suma a la oración, con una especie de antífona (¡Sí!, ¡Eso es!, ¡My Lord!,
¡Yes we can!), o simples aplausos, al estilo de las iglesias baptistas del sur de
los EE.UU.
2. Epífora [17]
A+++B. A++++B.
4. Reduplicación [26]
Todas estas repeticiones son enfáticas. Todos los énfasis vienen a ser,
como los subrayados de un libro, una señal de atención sobre lo importante.
Obviamente, si subrayamos todo, es como si no subrayáramos nada. El
énfasis, pues, se debe emplear de vez en cuando y sólo para lo que importa.
El problema con estas tres figuras es que, como suenan bien, nadie quiere
hablar sin ellas y fácilmente se convierten en latiguillos. Algunos oradores,
cuanto menos tienen que decir, más enfáticamente lo exponen. Quien padece
este descontrol del lenguaje, las aplica sin descanso, como una muletilla; le
parece que, si no repite las cosas, a las frases les falta algo; que, si no guarda
el ritmo, no se le tomará en serio.
Es una figura que consiste en repetir las mismas palabras pero en sentido
inverso, como en espejo. Puede aparecer en la misma frase o en sucesivas.
Ni son todos los que están, ni están todos los que son.
¿Hablas porque tienes algo que decir, o porque tienes que decir
algo?
Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja
sin puñalada. Quevedo.[38]
Más vale honra sin vida que vida sin honra. Valerio Máximo.[47]
Más podemos conocer de una persona por lo que ella dice de los
demás que por lo que los demás dicen de ella. Ralph Waldo
Emerson.
Valoración
Rebuscamientos o retruécanos
Hay quiasmos que parecen cogidos por los pelos y que nos obligan a
descifrar sobre la marcha lo que estamos escuchando. Muchos son meros
juegos de palabras, pero casi nadie escapa a esta tentación:
Recuerde que no se pone usted en pie para darle gusto al cuerpo sino para
intentar persuadir a los oyentes. Déjese de retruécanos.
El superlativo en cruz
6. Otras repeticiones
La concatenación, la anadiplosis y el polisíndeton, los hemos domiciliado
con las Enumeraciones. Allí están mejor.
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NOTAS