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La Verdad Procesal

La verdad procesal (judicial) es la que busca y encuentra el juez en un procedimiento en que se


enfrentan dos discursos contradictorios (o verdades rivales): a) del reclamante y b) del demandado.
El primero afirma que el derecho lo autoriza a recibir del segundo un pago: dar, hacer, no hacer;
mientras que el segundo se resiste, sosteniendo un argumento contrario: niega los hechos, el
derecho o la proce- dencia del reclamo
El demandante o actor debe precisar el objeto de su reclamo, respaldándolo con una narración de
los hechos o acontecimientos que actualizan el supuesto normativo que el marco jurídico ha
determinado previamente como condición para que el pago pueda ser reclamado.
El demandado o reo debe contestar los hechos, en general lo hace negándolos o desvirtuándolos,
tratando que no encuadren en la condición o presu- puesto jurídico.
Esta primera intervención de actor y demandado se conoce como fase expositiva o postulatoria del
proceso, y tiene como fin la fijación de la litis o
materia de la controversia. Esta etapa resulta crucial para el proceso y para el objeto de estudio de
este trabajo, porque en ella se traba el pleito, quedan determinados los puntos de contradicción, y
serán precisamente éstos los que condicionarán la acti- vidad demostrativa, que tiende a descubrir
cuál de los argumentos expuestos y contradictorios es el verdadero
El juzgador debe investigar y adquirir el conoci- miento de quién detenta la verdad argumentativa,
para ello habrá de apoyarse en medios demostrativos. A estos instrumentos de convicción en materia
pro- cedimental se les conoce como pruebas, en la teoría de la verdad son designados evidencias.
Es precisamente en esta actividad probatoria, que el legislador del Distrito Federal se refiere a la
ver- dad. El Código de Procedimientos Penales para el Distrito Federal,25 dispone que el proceso se
pondrá a la vista de las partes: a) la acusadora, representada por el Ministerio Público o Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal; b) el acusado o reo y, por ampliación de éste, el defensor, y c)
el agraviado, de éste sólo para los efectos de la reparación del daño. Esa vista es con el fin de que
propongan las pruebas que estimen pertinentes para demostrar los hechos que les conducirán a la
obtención de su respectiva pretensión. Asimismo, se practicarán todas aquellas pruebas que el juez
estime necesarias para el escla- recimiento de la verdad
La verdad procesal es una de las más seguras, en virtud de que surge de una tesis, planteada por el
actor, a la que se opone la antítesis, obra del deman- dado; el juzgador manda la experimentación o
prác- tica de pruebas, las que después de ser apreciadas le permitirán obtener las conclusiones sobre
cuál de los contendientes dice la verdad, en este mismo sentido se pronuncia Jürgen Habermas, quien
afirma que uno de los métodos más confiables en la búsqueda de la verdad, es el que utilizan los
tribunales judiciales, dada su alta racionalidad 26

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El capítulo inicial plantea la milenaria y compleja discusión sobre la verdad y propone encararla
con bases filosóficas. De primera mano el autor desacredita el uso de la fe para responder a la
pregunta planteada y niega la existencia de más de una verdad, distinguiendo los conceptos de
verdad objetiva y subjetiva. La verdad es una sola dice y, como primer paso para acercarnos a ella,
tenemos que diferenciarla de lo aparente. Después, brinda al lector una selección exquisita de
filósofos —de sus ideas, teorías y soluciones— para disponer de suficientes bases para ser
partícipe de la idea íntegra de verdad procesal. Barajando las posiciones de Heiddegger, Veyne,
Strawson, Engel, Kant; Sellés, Nietzsche, Popper, Schopenhauer, Hume, Locke, Husserl y, con
una evidente predilección aristotélica, comienza a anticipar ciertas conclusiones que son
fundamento básico del libro. Entre ellas, que la verdad existe independientemente de nuestra
voluntad y deseos, incluso cuando resulta difícil conocerla; que las cosas son verdaderas cuando se
ajustan a la realidad objetiva y material; y que la teoría de la verdad por correspondencia plantea
soluciones viables para la problemática planteada. Entre las soluciones y teorías que se nos
presentan encontramos: la metafísica, estudiar al hombre más allá de la física; la semántica
conceptual, la verdad como el sentido que le dio el colectivo a las palabras; el sentido común y la
experiencia, donde se abre el debate a cuestiones epistemológicas; la interpretación de la realidad,
conocemos el perspectivismo con el nihilismo como antecedente; el realismo, explica que nuestras
representaciones son desacreditadas frente a la existencia de un mundo exterior; el relativismo,
irracional para la filosofía de la verdad, ya que existirían múltiples verdades opuestas entre sí; el
escepticismo, donde se duda de la propia existencia del pensador, pues la existencia no es más que
un pensamiento; el pragmatismo, si una idea funciona satisfactoriamente en procesos de
conocimiento dentro de la experiencia humana, es verdadero. Sin embargo, el punto central del
capítulo es la dicotomía y diferenciación entre verdad-correspondencia y verdad-coherencia. La
primera establece que una creencia es verdadera si, y sólo si, corresponde con un hecho o con un
estado de cosas objetivamente existente. Para ello, es ideal encontrar una verdad mínima regida
por los principios de estabilidad, convergencia e independencia. Añade que si bien vivimos en
construcciones humanas la verdad no se ve afectada por la decisión de catalogar una teoría como
verdad. Como resultado, aporta su primera noción de verdad como aquello que universalmente y
extralingüísticamente corresponde a la realidad. Por su parte, la verdad-coherencia considera que
una creencia es verdadera si integra un sistema de creencias aceptado y coherente. Aquí la verdad
no es la confrontación del hecho con la realidad, sino la coherencia entre el hecho y las
representaciones, es decir, se busca las razones que la sostienen. Como resultado, debe existir una
adecuación entre mi creencia y la realidad en coexistencia con el sistema de creencias de cada ser
humano y sus respectivas adecuaciones. Partiendo de las contradicciones que evidentemente se
producirían, el autor desacredita la verdad-coherencia y se inclina por la verdad correspondencia.

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En nuestra opinión, la desatención en el tratamiento de estas temáticas puede explicarse por dos
hipótesis inclusivas: en primer lugar, la creencia de que al investir al juez como director del
proceso y entregarle una potestad probatoria autónoma respecto de las partes, se soluciona sin más
los problemas ligados a la búsqueda de la verdad en el proceso. En otras palabras se comprendería
subsumido el principio de veracidad en el principio de impulso procesal de oficio; en segundo
lugar, más que ajustarse a la fundamentación publícística y a sus condiciones de aplicación a nivel
práctico, el legislador chileno en el procedimiento laboral en específico, adopta discursivamente el
publicismo, más que para buscar la verdad, con la finalidad de posibilitar el rol compensatorio con
el que quiere dotar al proceso, según se desprende de las consideraciones juslaboralistas referentes
a la consagración del principio protector.

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La redefinición de lo que el valor verdad exige en el contexto del proceso judicial Redefinir la
verdad como un valor es hasta cierto punto, como redefinir la felicidad “factor sonrisa” como un
componente de la vida virtuosa. La felicidad así entendida no determina cómo debe obrar una
persona virtuosa, sino que constituye la actitud con la que debe hacerse frente a las dificultades de
obrar de conformidad con las virtudes. Así mismo, la verdad no define tampoco a la justicia, pero
constituye un elemento junto con otros. Sin embargo, existe una diferencia importante entre la
felicidad y la verdad que hace que esta última sea un valor a la altura de los demás valores
protegidos por los derechos humanos. La felicidad “factor sonrisa” constituye un elemento
perceptivo y de actitud de la persona virtuosa frente a los avatares de una vida en virtudes. Lo
mismo, sin embargo, no sucede con la verdad, sobre todo cuando al estarse frente a hechos no
verdaderos fijados en el curso de un proceso judicial, su contenido no puede ser modificado con
mera disposición o percepción. Reconociendo esta disonancia, hay quienes identifican a la verdad
declarada en el proceso judicial como la verdad formal, como si su fijación en el proceso
transformase ciertos hechos en verdad36. Esta posición no resulta en ningún sentido concordante
con una visión aristotélica, pues en lugar de desarrollarse una disposición del sistema hacia la
búsqueda de la verdad se estaría haciendo pasar por verdad algo que no lo es37 . A pesar de que no
siempre se pueden lograr todos los elementos de la justicia de forma plena, se podría seguir
hablando de justicia si existiese una disposición de respetar todos los elementos que la conforman.
La justicia desde una visión aristotélica no equivale a una ausencia de tensiones entre los distintos
elementos que la conforman, sino que es fruto del ejercicio de la prudencia para saber qué medida
dar a cada uno de ellos. No se trata, sin embargo, de una cuestión de pesos, sino de la
determinación del carácter o disposición del sistema y del sujeto hacia el respeto de ambos
elementos. Para la ética aristotélica, obrar de conformidad con determinada virtud no radica en
producir un resultado ni en ejecutar un acto palpable únicamente, sino en hacerlo por carácter, es
decir, con la disposición y convicción de una persona virtuosa. En los casos difíciles, donde resulta
imposible —desde una visión externa— ejercitar dos virtudes al mismo tiempo, se sugiere
demostrar un compromiso con todas las virtudes en juego. Así, por ejemplo, quien en tiempos de
escasez debe decidir entre ser generoso con A o con B, pues los recursos no alcanzan para ambos,
no dejará de obrar de conformidad con la virtud de la generosidad si tiene que negarle la ayuda a
uno de ellos. En este caso, obrar con generosidad no se manifiesta en un acto externo, pero puede
verse manifestado con anterioridad o posterioridad al acto de dar. Tal sería el caso, por ejemplo, de
quien hizo el esfuerzo por buscar medios posibles para atender ambas necesidades o de quien
lamenta la situación enfrentada y busca formas alternativas de compensar la pérdida. El proceso
judicial en el que se desenvuelven la búsqueda de la verdad y el respeto de los derechos es, en
cierta medida, un marco de escasez, pues en muchas ocasiones no se pueden satisfacer al mismo
tiempo ambos valores. Se podría decir entonces que en el marco del proceso judicial, existiría una
disposición a respetar la verdad como valor cuando los mecanismos para llegar a ella no son
arbitrarios, sino que responden a la necesidad de respetar otros valores. Las normas que obstruyen
el establecimiento correcto de los hechos y a la vez no protegen ningún valor, no están dispuestas
hacia el respeto de la verdad. De ahí el adagio jurídico de no sacrificar la justicia por meras
formalidades o exceso de formalismo ritual.

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Ferrajoli sostiene que la verdad procesal (o formal), es sólo una verdad aproximativa
respecto del modelo ideal de la perfecta correspondencia. Este ideal permanece nada más que
como tal. En efecto, la imposibilidad de formular un criterio seguro de verdad de las tesis
judiciales depende del hecho de que la verdad cierta, objetiva, o absoluta representa siempre la
expresión de un ideal inalcanzable. Como máximo, sostiene este autor, podemos -y debemos-
pretender que en cuanto descubramos la falsedad de una o varias tesis de una teoría, ésta debe ser
rechazada o reformada34. La aceptación de esta verdad procesal (como meta del proceso en
un

34
Como bien lo apunta Guillermo Orce (en “¿Otra vez acerca de la verdad en el proceso penal? Análisis de
un dudoso traslado epistemológico”, publicado en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, Año IV
Tomo 8-A, Ed. Ad Hoc, pág. 260 y ss.), Ferrajoli enfatiza el carácter siempre hipotético y conjetural, alejado
de toda certeza verificatoria, de la verdad procesal. Siguiendo a este último autor, sostiene Orce que el
razonamiento podría ser entonces el siguiente: si la ciencia, paradigma de la racionalidad, renuncia a
pretender la certeza, y la aplicación del Derecho para ser legítima debe perseguir la racionalidad propia de
la ciencia, es coherente que también se renuncie a alcanzar esa certeza en el Derecho Procesal. De todas
maneras, Orce considera que la comparación entre la búsqueda de la verdad del proceso penal (aún en su
forma acusatoria) y la verdad científica, es incompatible, por un lado, porque las hipótesis acusatorias sobre
hechos en el proceso penal son enunciados estrictamente existenciales (no universales), que por lo tanto no
pueden ser falsados (lo cual no implica que no puedan ser contradichos) ya que sólo son enunciados
falsables aquellos que tienen la forma lógica de enunciados estrictamente universales, y por el otro lado,
porque cuando la sentencia en el proceso penal ha pasado en autoridad de “cosa juzgada”, ya no es posible
falsarla ni refutarla, sino que se ve verificada de manera acientífica, autoritaria, y decisionista (con ésto
señala el autor la diferencia entre las sentencias judiciales y las teorías científicas, que no son nunca
verificables sino sólo falsables, y que hasta tanto se produzca la falsación en concreto -la aparición del
caso particular prohibido por la teoría-, la hipótesis sigue teniendo el carácter de provisional y sigue siendo
permanentemente sometida a prueba). Otras reglas del derecho procesal penal
sistema acusatorio), nos permite desechar el sofisma de que no existen alternativas entre verdad
como correspondencia (entendida como una verdad objetiva y absoluta) y verdad consensual.
Esta verdad procesal -propia de un modelo formalista- es aquella que se obtiene en el respeto de
las reglas de enjuiciamiento, y por lo tanto, será inevitablemente limitada, al caracterizarse por
ser el producto de un proceso de conocimiento que adopta como punto de partida el principio de
presunción de inocencia35. Así, sin llegar a ser esta verdad una verdad absoluta (que como ya se
dijera, no representa más que un ideal inalcanzable), se presenta como una verdad “suficiente”
para el proceso, que, respetando las garantías de los individuos, se aleja de la verdad material o
sustancial propia del sistema inquisitivo, para ubicarse prácticamente en una posición antagónica
a ésta.
Esta idea de verdad procesal, a nuestro criterio, es una muestra de la confusión bastante
frecuente entre verdad y prueba36, ya que la idea de que existan dos clases de verdad empírica es
ininteligible37. Como explican Alchourrón y Bulygin, la verdad de un enunciado empírico –i.e.
“Juan mató a Alfredo”– sólo depende de las reglas semánticas del lenguaje usado y de los hechos
denotados por el enunciado y el hecho que el juez afirme ese enunciado es absolutamente
irrelevante para la verdad del mismo. Pero para castigar a Juan el derecho no sólo requiere que el
enunciado sea verdadero, sino también que haya sido probado en juicio, de ahí que –siguiendo a
los autores citados– el proceso judicial entrañe un procedimiento determinativo de la verdad de
ciertos enunciados fácticos.
La distinción entre prueba y verdad permite dar cuenta del hecho uniformemente
reconocido de que una sentencia penal que condene a Juan por homicidio puede ser válida
aunque sea falso el enunciado: “Juan mató a Alfredo”. Pero no será válida, en cambio, una
sentencia penal que condene a Juan por homicidio, si no

podrían ser citadas aquí como métodos contrarios a los empleados en la ciencia; vgr., el principio “in dubio
pro reo”, la presunción de inocencia, etc.
35
Cfr. Andrés Ibáñez, Perfecto, “Ni fiscal instructor ni Habermas “procesalista” (a pesar de Vives Antón)",
en la revista Jueces para la democracia, N°16-17 (2-3 de 1992), Madrid, pág. 56. Señala el
mismo autor (en El Ministerio Fiscal entre ‘viejo’ y ‘nuevo’ proceso, en la obra colectiva La reforma del
proceso penal, Ed. Tecnos, Madrid, 1990, pág. 89) que adoptar un modelo de verdad como
“correspondencia” no implica que ésta deba ser necesariamente de carácter ontológico o metafísico, y se
pregunta qué puede tener que ver con la existencia o inexistencia de un hecho, con la verdad, el acuerdo
basado en consideraciones de carácter táctico-procesal y ajenas a la determinación del dato histórico.
36
Alchourrón y Bulygin, “Los límites de la lógica y el razonamiento jurídico”, en “Análisis lógico y
Derecho”; Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, pág. 310
37
Ricardo Caracciolo, Ob. Cit.
hay pruebas que acrediten más allá de toda duda razonable la verdad del enunciado “Juan mató a
Alfredo”, aún cuando dicho enunciado sea verdadero.
En este sentido sostiene Ferrer38, criticando la concepción de que la verdad es
condición necesaria pero no suficiente de la prueba de un enunciado, que: “(...) una
hipótesis sobre los hechos puede resultar probada aún cuando sea falsa, lo que significa
que no se exige la verdad del enunciado para poder considerar que el enunciado está
probado...” .
En la misma dirección que sigue Ferrer entendemos que los enunciados declarativos de
hechos probados son relacionales, de modo que no puede afirmarse en modo absoluto que esté
probado el enunciado “Juan mató a Alfredo”, sino únicamente con relación a un determinado
conjunto de elementos de prueba; afirmar que ese enunciado está probado, significa que ese
conjunto de elementos de prueba aporta apoyo suficiente para la afirmación.
Así, no podrá decirse que la distinción entre verdad y prueba se oponga a la concepción
de la verdad como “correspondencia” entre el enunciado y los hechos. Por el contrario la
distinción permite, precisamente, seguir sosteniendo que la verdad es una relación entre el
enunciado y la realidad, independientemente de que existan razones para aceptar o creer que es
verdadera. Mientras la verdad de un enunciado es una relación entre éste y los hechos realmente
acaecidos, la prueba de un enunciado es una relación entre éste y un conjunto de elementos de
juicio que suministran buenas razones para aceptar la verdad del mismo.
Como dicen Alchourrón y Bulygin39: “...los hechos son lo que son y no lo que los
jueces dicen que son...”, y –agregamos nosotros– lo que las pruebas reunidas en un
proceso indican. Y siguen diciendo: “...que el procedimiento tendiente a determinar los
hechos termine en una decisión del juez, basada en la prueba producida en un lapso
determinado, no altera el hecho de que este procedimiento pretende determinar la verdad
y que el juez está obligado a buscar la verdad...”
Lo dicho no difiere de cuanto sostiene Taruffo en su escrito, cuando dice que la prueba
suministra información en torno al contenido de un enunciado, y permite conocer la circunstancia
de la que el enunciado se ocupa, con la consecuencia que el enunciado mismo podrá ser
considerado como verdadero o falso sobre la base de las

38
Ob. Cit.
pruebas que le son atingentes. Correlativamente, para el autor, se puede decir que el hecho viene conocido,
sobre la base de las pruebas que demuestran la verdad del enunciado que lo refieren.
Por ello nos atrevemos a sostener que lo que hemos expuesto en estos dos capítulos no se enfrenta,
sino que más bien complementa lo expuesto por Taruffo. Así concluimos que la distinción conceptual entre
prueba y verdad, no implica –en modo alguno– negar la relación que existe entre ambos conceptos. La
prueba de un enunciado fáctico significa que hay elementos de juicio suficientes para aceptar ese enunciado
como si fuera verdadero y lo que justifica la decisión judicial es la prueba de la premisa fáctica, aún cuando
de ser falso el enunciado la decisión sea injusta y no constituya una norma individual justificada.
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En general, siguiendo en este sentido al maestro Muñoz Conde, es sostener que la renuncia a la
verdad material que hace el nuevo Código Procesal Penal, es el precio que tenemos que pagar como
sociedad democrática y que el estado de derecho paga por la prevalencia -y preeminencia agregaría yo- de
los derechos fundamentales del hombre.14 Así, podemos concluir en términos categóricos, que la verdad
histórica es la verdad absoluta, sustancial o material, plasmada en un espacio y en un tiempo determinado, y
al que el derecho en general aspira llegar. Empero, la verdad procesal o formal, es aquella que las partes
justifican ante un tribunal mediante el sistema de prueba legal y formalmente obtenida e introducida al
juicio. En otras palabras, la verdad procesal en materia penal, desde el punto de vista del agente del
Ministerio Público, se reduce al acreditamiento mediante la prueba idónea y lícita, formalmente obtenida y
válidamente introducida, para justificar un hecho punible y la responsabilidad o participación del imputado
en el delito, o bien, desde el punto de vista del imputado y su defensa, justificar plenamente la inocencia de
éste. Misma verdad procesal que, ya en la sentencia debidamente ejecutoriada, se convertirá en una verdad
legal particular (autoridad de cosa juzgada). Por tanto, la verdad histórica ha quedado atrás, como fin del
proceso penal, ya que el juez, en el nuevo sistema, no es un investigador de esa verdad; al contrario, será un
receptor y controlador de las pruebas que sirven de medio para que, mediante la certeza como instrumento
lógico de la convicción, se establezca la verdad formal o procesal, que es ahora, como ya se dijo, uno de los
fines primordiales del proceso penal acusatorio adversarial, consignado en el artículo 1° de dicho
ordenamiento legal adjetivo, como principio del proceso. Pero para llegar a esa verdad procesal, además de
los límites que el juez tiene para valorar pruebas ilícitas, a partir de la regla de exclusión, también existe en
el nuevo sistema, la libre valoración de la prueba, que a diferencia del sistema inquisitivo o en el mixto, en
los que los sistemas de valoración de la prueba son: la tasada, la de prudente arbitrio y mixta. Sin embargo,
en el nuevo sistema procesal penal acusatorio adversarial, el juez, en su caso, y el tribunal oral, deberán
valorar la prueba incorporada a juicio y legalmente obtenida, basándose en la sana crítica, es decir, conforme
a las reglas de la lógica, las máximas de la experiencia y los conocimientos científicos debidamente
afianzados, como así lo disponen los artículos 336 y 384 del Código Procesal Penal que entrará en vigor
próximamente; en donde se establece, ya en una forma explícita y expresa, el principio in dubio pro reo, el
cual se traduce también, que una sentencia de condena debe dictarse con base al grado de estándar que exige
la convicción, más allá de toda duda razonable.

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Para comprender la finalidad de la prueba, es necesario situarla en la perspectiva del proceso jurisdiccional.
Como en los casos anteriores, la finalidad del proceso no puede determinarse a priori. La justicia, la verdad,
la solución de los conflictos, la estabilidad y la paz social son condiciones teleológicas que envuelven al
proceso jurisdiccional. Para Muñoz Sabaté, “[…] el fin del proceso es la realización del derecho, su
declaración y aseguramiento, el mantenimiento de la paz justa, pero jamás el conocimiento de la verdad con
certeza” (1997: 48). En este sentido, se difiere del autor citado porque, si bien resulta difícil alcanzar la
verdad en algunos casos, también es problemático renunciar a ella de manera anticipada y sin una
justificación razonable. Aunque el fin esencial del proceso no es exclusivamente la verdad, existen
mecanismos jurídicos para que las partes se aproximen a ella siempre y cuando se haya actuado con la
regularidad debida. Así, cuando una de las partes constata que el juez decidió con una visión distorsionada del
material probatorio, cabe la posibilidad de tutelar el derecho vulnerado con la arbitrariedad judicial porque se
configura una vía de hecho por defecto fáctico5 . Por tanto, ningún fin trazado para el proceso puede asumirse
de forma unilateral y con exclusión de los demás. Las circunstancias del proceso y la dinámica de las partes
permiten al juez ponderar y armonizar la teleología concreta del caso con la valoración del acervo probatorio.
Una forma de desarrollar este último argumento consiste en analizar la situación jurídica de la prueba ilícita
en el marco de un proceso penal o civil.

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Además en opinión de Reyna Alfaro constituye fin secundario (de carácter inmediato): la
obtención de la verdad procesal en el caso concreto, con lo cual disentimos por lo siguiente:

Repito, estando al fin inmediato postulado por MIXAN MASS, el fin secundario (de caracter
inmediato) sería la verdad de los hechos concretos, que no se refiere a verdad
procesal necesariamente, es decir a la verdad que se obtiene en un proceso penal que es
una versión construida de la verdad, pero que a mi modo de ver NO ES VERDAD; pero tampoco
se refiere a la verdad real o histórica que tambien es cuestionable por haber quedado en el
pasado y no existen formas certeras de reproducirla.
Ahora bien se debe evitar caer en el error de optar por aquella antes que esta última sin más ni
más y por ser más preferible, algo así como “ante la imposibilidad de optar por la verdad real o
historica debemos inclinarnos por la verdad procesal”, en palabras de Reyna Alfaro: frente a la
imposibilidad de alcanzar la verdad histórica, el discurso procesal actualmente se decanta por
un concepto formal, forense o procesal de verdad, preferible a un concpeto de verdad real que
además de proponer un ideal que se reconoce como inalcanzable, contiene una carga ideológica
que debe, a toda costa superarse.

La idea de verdad constituye un concepto nuclear e imprescindible


intimamente vinculado con el sistema de garantias penales y procesales.
(Ferrajoli)
El reparo viene por lo siguiente, si bien no es posible alcanzar la verdad real o histórica, sin
embargo la verdad procesal una vez construida no deja de ser una forma manifestada y estilizada
de verdad histórica o real; o viceversa acaso la verdad histórica cuando acontece en la realidad
no contiene ya hechos con relevancia jurídica, que más tarde serán subsumidos por el Derecho;
así más allá de lo uno o de lo otro, ambas se construyen y sustancialmente tienen un poco de lo
otro. Además decir que existe una verdad formal, forense, en suma procesal, sería como aceptar
que fruto de la actividad procesal, de los sujetos procesales así como de los profesionales del
Derecho se ha gestado, se ha alcanzado o llegado a una verdad en particular, a una verdad “a lo
procesal” lo cual supondría un contrasentido con la VERDAD que es única, al cual si bien no llega
pero apunta el DERECHO como valor JUSTICIA, maxime que la determinación de la verdad
procesal estrictu sensu es definida por el Juez, con ocasión del proceso, en atención a lo
planteado por las partes y en función de la actuación probatoria orientada a la averiguación de
los hechos.
Entonces, si se habla de verdad procesal, sin ánimo de desmerecerlo, se lo hace tan solo como
construcción jurídicas pedagógica necesaria, para abordar la actividad probatoria del hecho
imputado y la determinación del significado de los enunciados normativos que permiten
considerar si tal hecho es o no delito, tal como lo hace Ferrajoli cuando señala que la verdad
procesal contiene una doble verdad: la verdad fáctica (quaestio facti) y la verdad
jurídica (quaestio iuris); la primera es comprobable mediante la prueba, la segunda comprobable
mediante la interpretación que conlleva el proceso de subsunción del hecho en el enunciado
normativo, nos dice el autor.
Por ello y a fin de no magnificar el debate, sugiero considerar la tesis de MIXÁN MASS que con
visión filosófica alude no a verdad procesal ni verdad real o histórica, sino simplemente a “verdad
de los hechos concretos” con sentido amplio, circunscrito y profundo es decir con crietrio
histórico, jurídico y filosófico; tal y conforme sugiere la utilización de los métodos de composición
y los procesos simplificados desarrollados bajo el principio de consenso en materia penal, en el
que la verdad de los hechos concretos la definen las partes haciendose mutuas concesiones, por
el contrario la determinación de la verdad procesal es definida por el Juez maxime que el propio
Reyna Alfaro en su Manual de Derecho Procesal Penal pág. 43 señala: “la verdad procesal debe
necesariamente derivar en la actuación probatoria orientada a la averiguación de los hechos”.

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Entendiéndose por verdad procesal la que surge del juicio; la que consta en los elementos probatorios y de
convicción allegados a los autos. Esta puede ser diferente de la verdad real. ¿qué significa este
principio? Que para el juez lo importante y único es la verdad procesal; que su decisión tendrá que ceñirse a
ella y que entonces será recta y legal, aunque en ocasiones la realidad sea diferente. Nos lleva lo anterior a
concluir que no siempre la justicia procesal está acorde con la realidad de los derechos que la Ley consagra, y
que si esto acontece por descuido o negligencia de la parte interesada, la rectitud del fallo no se afecta por
ello.

De ahí que pueda afirmarse que en derecho procesal no es la existencia del derecho, sino su evidencia o
demostración en el juicio, lo que importa.
ANEXOS:

 NUMERO 1:
Autor: Antonio Salcedo Flores.
Página Web: https://www.azc.uam.mx/publicaciones/alegatos/pdfs/52/58-06.pdf

 NUMERO 2:
Autor: Ramiro Estrada Proaño.
PáginaWeb:https://www.usfq.edu.ec/publicaciones/iurisDictio/archivo_de_contenidos/Doc
uments/IurisDictio_19/iu19_09.pdf

 NUMERO 3:
Autor: Francisco Javier Bilbao Bonomelli.
PáginaWeb:https://www.usfq.edu.ec/publicaciones/iurisDictio/archivo_de...19/iu19_09.p
df

 NUMERO 4:
Autor: Miguel Zamora-Acevedo.
Pagina Web: http://files.bibliotecauaca.com/200000351-2271f236c9/011%20-
%2054%20La%20B%C3%BAsqueda%20%20de%20la%20verdad%20en.pdf

 NUMERO 5:
Autor: Ana María Torres Chedraui.
Pagina Web:
http://ruc.udc.es/dspace/bitstream/handle/2183/15937/TorresChedraui_AnaMaria_TD_2013
.pdf?sequence=4

 NUMERO 6:
Autor:Andrés Bouzat y Alejandro S. Cantaro
Pagina Web: www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/verdad-y-prueba-en-el-proceso-
acusatorio/

 NUMERO 7:
Autor: Mario Alberto Martínez Pérez*
Pagina Web:
http://www.juiciooraloaxaca.gob.mx/publicaciones/revista55JSL/DIFERENCIA%20SUST
ANCIAL%20ENTRE%20VERDAD%20HISTORICA%20Y%20VERDAD%20PROCESA
L.pdf

 NUMERO 8:
Autor: Dúber Armando Celis Vela
Pagina Web:
http://bibliotecadigital.udea.edu.co/bitstream/10495/3146/1/CelisDuber_Verdadhechosproc
esojudicial.pdf

 NUMERO 9:
Autor:Elvis Oroz
Pagina Web: https://elvisoroz.wordpress.com/tag/verdad-procesal/

 NUMERO 10:
Autor:Alexander Rioja Bermudez.
Pagina Web: http://blog.pucp.edu.pe/blog/seminariotallerdpc/2013/08/22/principios-
fundamentales-del-derecho-procesal-y-del-procedimiento-distinci-n/

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