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En esta era de la comunicación masiva, la comunicación entre las personas es cada vez
más difícil. Hablamos, sí. Y, a veces como loros. Pero nos cuesta hacernos comprender,
llegar a nuestro interlocutor; expresar lo que pensamos y sentimos. Y, hablar de nuestras
vidas es una necesidad humana importante. Una necesidad humana que muchas veces no
podemos satisfacer por la falta de receptor. Pero otras veces, porque no encontramos las
palabras apropiadas para expresar lo que sentimos.
“Lo que bien se piensa, bien se expresa” dijo Boileau.
Pero para expresarlo necesitamos los medios que son las palabras. Así decimos muchas
veces: no tengo palabras para expresarlo. Y eso es cierto. Hay sentimientos tan complejos,
íntimos o sublimes que las palabras nos quedan cortas para darnos a entender. Ya no,
porque nos quedan cortas, sino porque lo corto es nuestro vocabulario. Esta cortedad de
palabras para expresarnos, que muchas veces nos cohíbe y encorcha, tiene mucho que ver
con 2 costumbres en vías de extinción: la conversación y la lectura. Mediante la lectura
tenemos la oportunidad inapreciable de poder conversar con los grandes ingenios de la
humanidad. En soledad, con calma, pudiendo saborear cada uno de sus pensamientos,
sentimientos e ideas. Con la ventaja adicional de poder volver atrás la página y releer una
y otra vez.
Nadie pretende que las personas se vuelvan eruditas, ratones de bibliotecas, ni que hablen
como académicos de la lengua o notarios del lenguaje. ¡Dios nos libre! Pero los caminos
para encontrar esos puentes de comunicación entre las personas, que son las palabras,
pasan, inevitablemente, por la conversación y la lectura. Dos hábitos que tienden a
desaparecer. La conversación, por ejemplo, ya no tiene el espacio de la sobremesa casera,
en que los chicos oíamos conversar a los mayores y así oyendo y preguntando, íbamos
aprendiendo. Hoy, cada uno come a una hora distinta, y parece fiesta el día en que se
consigue reunir a toda la familia de cuatro alrededor de la mesa. Eso, cuando no hay un
televisor a la vista. Y la lectura? Ah, mi amigo, como no sea el betseller de moda, bien
publicitado y hay que leer, lo demás puede quedarse en las librerías enmoheciendo.
Los libros son caros, es cierto. El gobierno debería trazarse una política editorial agresiva y
eficaz para facilitar el acceso a la lectura. Pero mucha gente gasta en tonterías totalmente
prescindibles, lo que podría emplear en comprar un buen libro. Si eso le interesara! Allí
encontraría los puentes que necesitan para expresarse con precisión. Base de todo dialogo
que no sea de sordos; y dialogar es la manera civilizada de entenderse. Hablando se
entiende la gente, dicen. Entre los hombres como entre las naciones, la violencia emerge
cuando se acaba o no bastan las palabras. Es importante, pues, tener puentes para poder
usarlos. Tenerlos para poder tenderlos. Tenderlos para poder llegar a donde queramos
llegar. ¡Al corazón de las personas! ¡USA TUS PUENTES!
Ricardo Blume
ANÁLISIS DE LA LECTURA
1. “Esta cortedad de palabras para expresarnos, que muchas veces nos cohíbe y
encorcha, tiene mucho que ver con dos costumbres en vías de extinción: la
conversación y la lectura”. La palabra “encorcha” significa en el texto:
a. Aísla
b. Endurece
c. Moldea
d. Presiona
a. A los padres
b. A todas las personas
c. A los estudiantes universitarios y de secundaria
d. A los científicos.