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Nuestro cerebro no evolucionó para poder leer, escribir, manejar un ordenador, pilotar una
nave espacial, y tantas cosas más, pero puede realizar todo eso y mucho más gracias a las
estructuras conseguidas mediante selección natural para adaptarse a otros tipos de demandas
en medios naturales y sociales muy distintos a los de nuestro tiempo. Parece también plausible
aceptar que en el futuro las exigencias con las que se ha de enfrentar el cerebro humano de
hombres y mujeres, condicionarán el cableado de sus cerebros, posibilitando capacidades y
aptitudes, modos de pensar, sentir y comportarse. Sociedades y culturas más simétricas y
equilibradas, con roles y profesiones compartidas por personas de uno y otro sexo también
dejarán su impacto en la conformación física de los cerebros y por tanto en los tipos y
modalidades de mentes de hombres y mujeres.
Bibliografía
García, E. G. (2003). Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. Revista de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría. Obtenido de
https://eprints.ucm.es/1501/1/NEUROPSICOLa.pdf
Dra. María Gudín en su libro Cerebro y afectividad: “No tenemos un cerebro unisex, sino que es
masculino o femenino desde el desarrollo embrionario. La diferenciación sexual entre hombre y
mujer se produce a nivel genético desde el momento del desarrollo embrionario.
Son los genes, XX para la mujer y XY para el hombre, los que van a iniciar la diferenciación
sexual”. 2 Como vemos, las primeras diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer se inician
en el ámbito intrauterino. Ello ocurre a las 8 semanas de gestación. Antes, los embriones
masculinos y femeninos son prácticamente iguales. El desarrollo de las características masculinas
está determinado por un gen que es exclusivo del cromosoma Y, que genera la transformación
de las gónadas del embrión en testículos