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La gran mayoría de todos nosotros hemos escuchado y leído en medios de comunicación la

expresión «delito cibernético» y, si bien todos tenemos una idea de a qué se hace referencia
con estas palabras, lo cierto es que se trata de un delito con muy variadas manifestaciones, si
bien todas ellas tienen como nexo común que se suceden en internet y/o se emplean
medios informáticos para ello.
El concepto de delito cibernético ha pasado por varias etapas hasta que los países lo han
acabado consolidando en sus respectivas legislaciones. Esto es debido al propio avance
tecnológico que ha ido modificando nuestras conductas y generando continuas y nuevas
oportunidades para que los delincuentes puedan hacer de las suyas.
Ya en 1997, prácticamente cuando aún pocos de nosotros teníamos internet en casa y no
existían ni Facebook, ni Twitter y ni tan si quiera imaginábamos que un día podríamos manejar
casi toda nuestra vida a través de un pequeño dispositivo en cualquier momento y en
cualquier lugar, Zeviar-Geese señalaba que el delito cibernético abarcaba mucho más que los
hechos criminales perpetrados contra datos o las infracciones de contenidos y de derechos de
autor, extendiéndolo a actividades tan diversas como el fraude, la pornografía infantil, el
acceso no autorizado, o el acoso. De hecho, el Manual de Prevención y Control de los
Crímenes Informáticos de las Naciones Unidas publicado tan pronto como en 1995, ya
señalaba que el delito cibernético engloba también el fraude, la falsificación y el acceso no
autorizado.
En base a esta idea, el delito cibernético engloba en realidad cualquier hecho delictivo que, si
bien antes sólo se realizaba en el mundo físico, ahora puede ser perpetrado a distancia, en
internet, a través de herramientas y equipos informáticos.

La compañía Symantec, especialista en seguridad informática y desarrollo de software de


protección, define de manera muy escueta y acertada el delito cibernético como «cualquier
delito cometido en el que se haya utilizado un equipo, una red o un dispositivo de hardware».
De esta definición se deduce que, en principio, cualquier delito puede ser también considerado
como delito cibernético siempre que implique la intermediación de hardware y/o internet, y
efectivamente así es, por lo que la variedad de delitos cibernéticos es inmensa.
Para poner un poco de orden en este aparente caos de delitos cibernéticos, se suelen dividir
en delitos cibernéticos de tipo I y delitos cibernéticos de tipo II, en base a su frecuencia, al
papel desempeñado por el equipo utilizado y otros detalles.

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