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No creemos deseable que el psicoanálisis

No creemos deseable que el psicoanálisis sea devorado por la Medicina y encuentra su última
morada en los textos de Psiquiatría, capítulo sobre la terapia, y entre métodos tales como la
sugestión hipnótica, la autosugestión y la persuasión, que, extraídos de nuestra ignorancia,
deben sus efectos, poco duraderos, a la pereza y la cobardía de las masas humanas. Merece
mejor suerte, y hemos de esperar que la logre.
No, Freud no cree que la Medicina, definida al modo del positivismo, convertida
en ciencia positivista, reducida a esos escuetos límites, sea una «profesión imposible» o
«profesión de excelencia», y que deba exigirse a sus miembros la aspiración a la excelencia y
el equilibrio psíquico, la madurez psicológica y humana que son necesarias en la educación y en
el gobierno. En la medicina, como ya hemos visto, no es hoy de recibo el medice, cura te ipsum.
Cuando todo se convierte en pura técnica que maneja datos objetivos y mensurables, todo eso
sobra. ¿Pero y si la medicina no fuera eso9 ¿Y si el concepto positivista de medicina necesitara
una radical revisión, y fuera necesario revalorar los síntomas y reintroducir en el acto médico la
palabra? ¿Y si el médico tuviera algo de sacerdote, de pedagogo y de gobernante, y no fuera un
mero técnico que maneja hechos y cifras? En ese caso a lo mejor hay que reintroducir a la
medicina en ese grupo de profesiones en las que Freud considera que es necesaria no sólo una
profunda normalidad psíquica, sino también «alguna clase de superioridad». A este nuevo
médico habría que aplicarle, prácticamente, lo mismo que Freud dice del analista. Lo cual
significa, cuando menos, que sí le sería aplicable el medice, cura te ipsum. Más tarde
reaparecerá el tema.
Sigamos con el estudio del capítulo séptimo de Análisis terminable e interminable. En el último
párrafo que hemos comentado, Freud ha puesto al analista al nivel del pedagogo y del
gobernante, y le ha exigido una cierta «superioridad», al menos, la misma normalidad psíquica
a la que aspira conducir a sus pacientes. Pero pronto se da cuenta que exigiendo eso, va a ser
difícil que alguien pueda desempeñar dignamente ninguno de esos roles. Freud se hace cargo
de ello, y por eso añade acto seguido que no es preciso que el aspirante a terapeuta no tenga
conflictos psicológicos. Lo que es necesario es que sea capaz de verlos como tales, como
conflictos, que pueda elevarlos desde el inconsciente a la conciencia y, de ese modo, resolverlos.
Por eso escribe:

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