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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA

FACULTAD DE EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA INFANTIL

ATENCIÓN EDUCATIVA DE LA POBLACIÓN CON BARRERAS PARA EL APRENDIZAJE Y LA


PARTICIPACIÓN

Documento elaborado por la docente Martha Lucía Garzón Osorio.

Pereira – 2008

ACEPTANDO LA DIFERENCIA

El problema no está en la diversidad, en la existencia de gente diferente, más bien todo lo contrario: la
diversidad enriquece. El problema está en la valoración desigual que se hace de la diferencia, lo cual
convierte la diferencia en desigualdad.

El trato a las personas con discapacidades, así como las representaciones de las mismas, han sido
muy diversos. A lo largo de la historia, los grupos sociales han tenido que enfrentar la condición de
la discapacidad, así como avanza la humanidad, evoluciona también la forma de analizar y abordar
esta condición, es por eso que las actitudes sociales hacia la discapacidad o hacia las personas con
discapacidad plantean una reflexión interesante: ¿hasta qué punto las actitudes individuales o
colectivas, pueden ser determinantes dentro de la inclusión escolar y social de las personas con
discapacidad?

Las actitudes, han sido por varios años, objeto de estudio de la psicología social, y son
consideradas como ciertas regularidades en los sentimientos, pensamientos y predisposiciones del
individuo para actuar en relación con algún aspecto de su ambiente, Una idea cargada de emoción
que predispone a una clase de acciones ante un determinado tipo de situaciones sociales. Larrivee,
(1982) expone que "las actitudes sociales hacia las personas con discapacidad determinan muchas
veces variables que inciden de una u otra forma en las posibilidades de integración social de las
personas con discapacidad, o bien se transforman en sí mismas en una variable decisiva"

BARRERAS ACTITUDINALES

Las barreras son consideradas impedimentos o trabas que provienen de considerar como único
parámetro de ver y articular la sociedad el de las personas que conforman el prototipo de lo válido,
con la consiguiente discriminación de las personas que no alcanzan dicho prototipo.

Estas barreras o dificultades para conseguir la integración y normalización de los colectivos más
desfavorecidos las encontramos en cualquier ámbito: laboral, arquitectónico, institucional, social o
conceptual. Las barreras actitudinales hacia las personas con discapacidad son creencias en las
supuestas incapacidades de este colectivo y su consiguiente consideración de personas menos
válidas que las que no tienen discapacidades reconocidas. Este tipo de barrera es el más peligroso
y sólido; si consiguiéramos eliminar las barreras actitudinales, las otras se caerían por sí solas.

Algunas de las barreras actitudinales a las que se enfrentan las personas con discapacidad son:

- Marginación y exclusión
En nuestra sociedad la cultura de la segregación ha predominado respecto a la convivencia con la
población con discapacidad. El asilamiento, la invisibilizacion y negación son los parámetros
sociales con lo que han coexistido las personas con discapacidad. Las escuelas especiales, los
talleres protegidos, los asilos y las instituciones públicas de servicios han servido para negar,
olvidar y no asumir responsabilidades del colectivo social hacia esta población, con todo el costo
en la violación de derechos humanos que viven las personas con discapacidad gracias a la
marginación y segregación a la que han sido sometidos. Esta segregación no ha permitido que
conozcamos desde nuestras propias vivencias personales a la población con discapacidad y así
romper con todas las actitudes discriminantes.

La peor actitud que podemos tener frente a las personas con “capacidades diferentes” es la
discriminación, por ello no está de más recordar aquella frase de Nikita Mihailkov: “Todo ser
humano, en su alma, tiene un sonido muy bajito, su nota. Es el sonido de su esencia, de su ser. Y si
los actos de su vida no coinciden con esa nota, esa persona no puede ser feliz”. ¿Porqué no
ponemos los medios concretos para hacer de este mundo un espacio que sintonice con esas notas
musicales interiores de aquellas personas que también tienen derecho a ser felices?

- Prejuicios: Temores, Lástima, Relaciones de poder


Cuando Albert Einstein expresaba “Es más fácil destruir un átomo que un prejuicio”, tenía razón,
pues la cotidianidad de las relaciones con las personas con discapacidad se evidencian prejuicios
tales como: temores, pero realmente nos hemos preguntado ¿Temor a qué?, ¿a lo diferente?, ¿a
lo desconocido?, ¿a ser lastimado o lastimar a ese ser visto como indefenso?, ¿a no actuar de la
manera que la persona, la familia y la sociedad espera?, el desconocimiento genera temores que
llevan a resaltar las incapacidades o limitaciones de estas personas y no sus cualidades y
capacidades.
De otro lado es común manifestar expresiones de compasión ya que por sus limitaciones
construimos un imaginario de la persona con discapacidad basado en la lástima por considerarlos
desdichados, limitados, inútiles, dependientes, poco productivos o infantiles. No podemos
construir relaciones de igualdad con alguien que le sentimos lastima, el que siente lastima cree ser
superior al que insta a la lástima. Estas actitudes y palabras de tono compasivo o con cierto matiz
de caridad, denotan que a las personas con discapacidad se les sigue percibiendo como seres
incapaces de valerse por sí misma o de llevar una vida autónoma y normalizada y esto, en muchos
casos, es un estereotipo.
A menudo, en el pensamiento social referido a la discapacidad, se escuchan las voces de capaz o
incapaz; está muy generalizada la creencia de que las personas con discapacidad son incapaces de
hacer bien cualquier cosa; esto se refleja, por ejemplo, en el hecho de que, a pesar de que pueda
parecer más que evidente que una persona adulta con discapacidad es eso, adulta, sea frecuente
que se les perciba como menores, se les dé un trato infantil y se dirijan a ellas y ellos como niñas o
niños. La persona con discapacidad en muchos casos se cree el discurso de quien ejerce relaciones
de poder enmarcadas en la desvalorización, la inferioridad y por ende la negación de participar en
la toma de decisiones referentes a su proyecto de vida.

- Actitudes discriminantes: sobreprotección – sobrevaloración


Para llegar a tener cierto grado de autonomía en la vida y para poder desarrollar esas actividades
que sabemos hacer, indefectiblemente, hemos tenido el apoyo de otras personas (familia,
profesorado, amistades, instituciones, etc.). Sin embargo, cuando se trata de personas con
discapacidad, la tendencia más general no es apoyar sino sobreproteger.
Para conseguir la inclusión y la normalización, es necesario sustituir la sobreprotección por el
apoyo. La sobreprotección, no sólo invade a la persona, sino que hace disminuir las capacidades;
por el contrario, el apoyo es el refuerzo que necesita alguien para llegar a un determinado
resultado. Según sean nuestras capacidades o nuestras potenciales
Por otro lado caemos en el otro extremo sobrevalorando a las personas con discapacidad, quienes
pasan a ser héroes y heroínas de la sociedad cuando rompen esos esquemas preestablecidos. Todo
este resalte de la persona también responde a que muy en nuestros adentros los consideramos
inferiores y actos que para una población serian normales para la población con discapacidad al
romper el rol establecido se convierten en actos inusuales y falsamente heroicos.

- Imaginarios sociales
El lenguaje es un elemento clave en la construcción de la cultura y del pensamiento. Los lenguajes
que hablan las diferentes sociedades surgen de la necesidad de comunicarse, de transmitir valores,
expresar sentimientos. Por ello, cada lengua refleja las reglas socio-comunicativas, los valores y las
formas de percibir el mundo del grupo que lo habla, lo que es aceptable y lo que no lo es, lo que se
puede y lo que no, los mandatos, las metas, lo insignificante, lo importante...
Lenguaje y sociedad son dos conceptos que interactúan recíprocamente. La sociedad cambia y con
ella el modo de expresarnos. Los valores que tiene una sociedad están escritos en el lenguaje, a la
vez que el lenguaje refleja y refuerza los valores de cada sociedad.
El lenguaje, es un instrumento que permite clasificar, nombrar e interpretar la realidad; le
ponemos etiquetas; la creamos simbólicamente cuando establecemos abstracciones o cuando
generalizamos. Construimos la realidad, según la nombremos. El lenguaje es una construcción
social e histórica que influye en nuestra percepción de la realidad: condiciona nuestro
pensamiento y determina nuestra visión del mundo. Nuestra lengua tiene la riqueza y los recursos
suficientes para utilizarla sin necesidad de excluir, invisibilizar o marginar, además, podemos usarla
como un medio para cambiar una realidad que no nos gusta. La discriminación no está en el
lenguaje, sino en la mente de las personas.

Expresiones como "Le gusta más que a un tonto un lápiz", "Sale más caro que un hijo tonto" o "Le
falta un hervor" “Se quiere más que a un hijo bobo” “Tiene niño para toda la vida” denotan que,
en nuestros esquemas mentales, incluso de forma inconsciente, percibimos a las personas con
discapacidad en un plano inferior que quienes no la tienen.

- Maltrato
Cuando se habla de malos tratos se hace alusión a sus dos manifestaciones: el abuso y el
abandono. Aunque la negligencia constituye el tipo de maltrato más comúnmente encontrado, "El
maltrato en personas con discapacidad se relaciona con las demandas excesivas de cuidado físico,
las reacciones de cólera, negación y culpa por parte de los padres, las expectativas no realistas
alentadas por los profesionales y la lentísima mejoría de algunas personas con discapacidad a lo
largo del tiempo..."(Verdugo, Bermejo y Fuertes, 1993).

Se han propuesto numerosas hipótesis respecto a las razones que justifican la posición de alto
riesgo de maltrato asociada con la presencia de una discapacidad (Burrell, Thomson y Sexton,
1994).
• La discapacidad puede percibirse como algo engorroso, puede simbolizar el castigo percibido
por el padre y la madre en la vida, o puede ser un constante recuerdo del fracaso en sus
aspiraciones (Morgan, 1987). El nacimiento de un niño/a con discapacidad supone un duro
golpe para las expectativas del padre y la madre que, en caso de no ser superado, puede llevar
a situaciones de rechazo afectivo y dificultades en la relación que, en último término, pueden
derivar en maltrato físico o desatención severa (Arruabarrena, 1987).
• El crecimiento de un niño/a con discapacidad altera a las personas miembros de la familia,
roles y rutinas de un modo particularmente estresante y el contratiempo de tener un hijo/a
con discapacidad unido al gran número de adaptaciones que deben realizarse puede exceder a
la capacidad del padre y de la madre para producir las respuestas de crianza y alentar así las
respuestas abusivas (Farran, Metzger, y Sparling, 1986; Kazan y Marvin, 1984).
• La presencia de un niño/a con discapacidad puede alterar los recursos familiares (financieros,
socioeconómicos y sociales) y, consecuentemente, incrementar los niveles de estrés familiar
(Huntington, 1988; Singer y Irvin, 1989; Thorin y Irvin, 1992; Masters, 1993; Verdugo y
Bermejo, 1994).
• Sobsey (1994) propone otros factores que contribuyen al maltrato de personas con
discapacidad; el aislamiento de las familias con respecto a su comunidad (lo cual repercute en
menos apoyo por parte del entorno); y la falta de apego entre la persona con discapacidad y su
padre y madre, u otras personas miembros de la familia. Además, la madre y el padre pueden
ser mucho menos sensibles a las señales de dolor y menos eficaces en controlar conductas
irritables tales como el llanto y también el niño /a puede dar menos respuestas a los esfuerzos
consoladores del padre y de la madre.

Otros factores comentados en la literatura se refieren a rasgos de personalidad de las personas


cuidadoras, tales como baja autoestima, impulsividad, y la necesidad de ejercer la autoridad o el
control sobre otras personas, el abuso de sustancias, así como las actitudes de las y los cuidadores
que devalúan o desvalorizan a las personas con discapacidad.

Aunque el mayor número de afirmaciones realizadas aluden al maltrato dentro del ámbito familiar,
existe otro ámbito que requiere una atención especial, como lo es el institucional. Según el estudio
de Furey et al. (1994), se reveló que existe significativamente más abuso en instituciones y hogares
compartidos y significativamente menos en los propios hogares. Según los autores los datos
sugieren que vivir en situaciones de congregación incrementa el riesgo de las personas residentes
de ser abusadas.

Las estrategias de prevención deben dirigirse a incrementar la conciencia de profesionales y


familiares sobre el problema, al desarrollo de programas educativos de prevención en la infancia y
adolescencia, la puesta en marcha en la vida adulta de entrenamientos específicos de habilidades
sociales que mejoren la toma de decisiones y autodefensa de las personas.
Afortunadamente en las actuales concepciones sociales se está produciendo un cambio
importante en las mentalidades, cambio que ha tenido mucho que ver con el trabajo que se está
haciendo para conseguir la inclusión y la normalización de las vidas de las personas con
discapacidad. Este proceso de cambio consiste en percibir a las personas con discapacidad como a
cualquier otra persona con los mismos sentimientos, con los mismos deseos, con las mismas
aspiraciones, problemas y con las capacidades suficientes para llevar una vida autónoma y
enfrentarse a su realidad. Las personas con discapacidad tienen derecho a una vida tan normal
como las demás, accediendo a los mismos lugares, ámbitos, y servicios, ya sean educativos, de
empleo, de ocio o de otro tipo. Para ello, se hace preciso romper las barreras físicas y actitudinales
sociales que impiden ese acceso.
Las personas con discapacidad no constituyen un grupo separado de población, sino que son
miembros de la comunidad. La normalización supone que estas personas deben vivir, estudiar,
trabajar y divertirse en los mismos lugares y como lo hacen las personas de su misma edad o de la
forma más parecida posible. Solo cuando no sea posible la inclusión por la gravedad o complejidad
de las limitaciones de la persona, ésta será atendida en servicios o centros especial. La
normalización también ha de ser entendida como la incorporación de la dimensión de la
discapacidad en todas las políticas sociales y económicas, más que en la formulación de una
política específica para la discapacidad. Para ello, es necesaria la propia participación; es necesario
que las personas con discapacidad y sus familias sean agentes activos en este proceso.
Los docentes deben procurar no caer en la obsesión de trabajar para cambiar la manera de ser de
sus estudiantes con discapacidad, sino que se ha de adaptar a ellos y potenciar al máximo sus
aptitudes y tomarse, a menudo, con buen humor sus limitaciones. Trabajar al máximo sus puntos
débiles, sus defectos y, poco a poco, cambiar una actitud poco correcta por otra más adecuada, sin
que esto suponga una barrera o una ruptura en la relación que haya establecido. Se debe tener
presente que es básico procurar su bienestar emocional, felicidad, satisfacción, seguridad y
reconocimiento por las personas que les rodean. Así pues, cuanto mejor se realice el trabajo desde
la escuela, mejor será después la aceptación social que recibirán.

Desde esta perspectiva, el trabajo de un docente va mucho más allá de los aspectos pedagógicos y
puramente profesionales, también existen implicaciones afectivas y emocionales, actitudes,
creencias, valores e ideas positivas hacia las condiciones y posibilidades de esta población, pues la
única diferencia con el grupo estándar es que tienen algunas limitaciones para afrontar ciertas
actividades de la vida, lo que no implica que se marginen de participar en las actividades escolares
que son comunes para todos los estudiantes. El reto del sector educativo y el de toda la sociedad
es romper los estereotipos y prejuicios y demostrar que es posible derribar las barreras para que
las personas con discapacidad puedan desarrollar sus potencialidades y llevar una vida
normalizada hasta que un día no haya "ellas y ellos", sino "todas y todos".

...Y como siempre ocurre con las cosas bellas, ellas no pueden existir verdaderamente hasta que no hallan a
alguien capaz de descubrirlas, de embrujarse con su existencia, de hacerlas tan propias que su verdad se
torna múltiple en manos de cada contemplación particular
Alguien capaz de descubrirme logrará hacer brotar de mi un ser que yo mismo desconozco: quien me
descubre me inventa nuevamente y a partir de mi cuerpo, de mis signos externos, hará que en mi alma se
dibuje un nuevo ser fabricado a dúo, de tal modo que solo ante ese otro puedo hallar el espejo apropiado
para verme”
(Francisco Cajiao)

BIBLIOGRAFÍA

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