De acuerdo con Julio Antonio Mella la cultura es la única emancipación verdadera y
definitiva; es lo que nos salva, lo que nos define, lo que nos reafirma: tan vaporosa como visible, además de escudo y espada de la nación; porque a nuestro juicio hay tres términos que son inseparables: Patria, Revolución y Cultura. De José Martí aprendimos la importancia que para los pueblos tiene la poesía (la cultura): "¿Quién es el ignorante que mantiene que la poesía no es indispensable a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental, que creen que toda la fruta acaba en la cáscara, y no comprenden como la poesía otorga sentido al conjunto social: (… ) es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues esta le proporciona el modo de subsistir, mientras que aquella les da el deseo y la fuerza de la vida. ¿A dónde irá un pueblo de hombres que hayan perdido el hábito de pensar con fe en la significación y alcance de sus actos?"[108] Martí está escribiendo sobre Walt Whitman y en Estados Unidos. Sus palabras constituyen un grito de alarma contra el modelo civilizatorio yanqui cuyo influjo en Nuestra América hay que detener. Una prosperidad, un desarrollo sin poesía, sin arte, sin cultura, orientada solo hacia el bienestar material, hacia el consumo, no hace crecer al hombre: daña, por el contrario, lo mejor de sus potencialidades. A la larga, profetiza Martí, esas masas degradadas "aturdirán con el bullicio de una prosperidad siempre incompleta la aflicción irremediable del alma, que solo se complace en lo bello y grandioso".[109] El concepto básico de Martí reaparece en Fidel, en pleno período especial: "(… ) la cultura es lo primero que hay que salvar (… )". Esto lo expresa en el V Congreso de la UNEAC, en medio de la implacable guerra económica impuesta por el imperio, donde se juega la supervivencia misma de la nacióncubana. Para ambos pensadores toda "prosperidad sin poesía" es falsa, hueca y carente de contenido. "Las actividades culturales pueden convertirse en una de las más altas expresiones del nivel de la vida del pueblo".[110]¿Puede acaso un proceso, cualquiera que este sea, prescindir de la cultura? La cultura es la amable creación que, a partir de muchas fuentes, se forjó en el tiempo. No es un mandato libresco ni tampoco el conocimiento detallado de mil anécdotas, sino- además- el estado de ánimo en el cual percibimos las muchas señales de nuestra identidad.[111] La raíz, el punto de partida de los sentimientos que podríamos llamar cubanos, por sobre etnia y ubicuidad, son de carácter cultural. Para saber lo que significa ser cubano, hay que interpretar los acontecimientos precedentes. Esos son los valores que debemos defender. Sería impactante para los revolucionarios cubanos si algún día, derrotado el bloqueo, salimos de la crisis y mejoramos económicamente, para descubrir que nos han vaciado el alma, es decir, hombres y mujeres sin cultura, sin coherencia ni densidad espiritual, sin memoria ni patria. La esencia es no abandonar jamás la misión estratégica de salvar la cultura. Es el único modo de permanecer inmunes ante los dardos globalizadores del imperio. Las contiendas militares en la actualidad no pueden emprenderse sin desatar la guerra cultural, el objetivo tiene que demonizarse, satanizarse, tal como se hizo durante décadas, a través del cine, la literatura y los medios de prensa, con los países socialista del este europeo. Los vietnamitas ganaron la guerra cultural dentro y fuera de su país, y todo el poderío militar norteamericano resultó insuficiente. Pero el socialismo soviético perdió la guerra cultural, la batalla de las ideas, y de poco o nada sirvió su temido armamento. Se olvidó allí la historia y los sacrificios de más de 20 millones de soviéticos, en su mayoría jóvenes, que ofrendaron sus vidas luchando contra el fascismo. En el terreno cultural no existe la coexistencia pacífica. El mercado no espera, no ideologiza (no declara infectado el objeto extraño); absorbe, desideologiza (desinfecta). Unos días después del asesinato de Osama Bin Laden, por ejemplo, "enemigo número uno de la humanidad", en las calles neoyorkinas empezaron a venderse pulóveres con su imagen. El mercado es el gran ideólogo del capitalismo. No explica nada, elude los razonamientos; detesta a los listos, cultiva la estupidez.[112]