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Filosofía Universidad “César Vallejo-Moyobamba

9 LA AXIOLOGÍA
TEMA

DESARROLLO

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1. DEFINICIÓN DE AXIOLOGÍA

La axiología (del griego άξιος 'valioso' y λόγος 'tratado'), o filosofía de los valores, es la rama de la filosofía
que estudia la naturaleza de los valores y juicios valorativos.

La axiología como rama de la filosofía, tiene por objeto de estudio la naturaleza o esencia de los valores y de
los juicios de valor que puede realizar un individuo.

La axiología estudia el valor, los fundamentos del valor, la naturaleza del valor, los juicios del valor y la
forma como los captamos.

Como teoría del valor o de lo que se considera valioso, la axiología no sólo trata de los valores positivos, sino
también de los valores negativos, analizando los principios que permiten considerar que algo es o no valioso,
y considerando los fundamentos de tal juicio.

Los aspectos fundamentales que se plantea la axiología son: ¿qué es el valor?, ¿En qué se fundamenta el
valor?, ¿Cuál es su naturaleza?, ¿Qué relación hay entre el ser y el valor?, ¿Cómo captamos los valores?

2. TEORÍA DE LOS VALORES

 El subjetivismo axiológico

Desde la perspectiva subjetivista se parte de la idea que es el sujeto quien otorga valor a las cosas. Éste no
puede ser ajeno a las valoraciones y su existencia sólo es posible en las distintas reacciones que en él se
produzcan, es decir, las cosas no son valiosas en sí mismas; es el ser humano quien crea valor su
valoración.
Las tesis subjetivistas, según Muñoz (1998), parten de una interpretación psicologista, “en la medida que
presuponen que el valor depende y se fundamenta en el sujeto que valora: así desde estas posiciones
teóricas, el valor se ha identificado con algún hecho o estado psicológico”. Esta visión subjetivista admite
además que todo valor depende de la aceptación de un grupo social, de forma que algo se define como
bueno / malo, en función de la valoración que le otorga el grupo social mayoritario.

 Objetivismo axiológico
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Para los objetivistas, es el hombre quien descubre el valor de las cosas. Al igual que ocurrió dentro del
subjetivismo axiológico, entre los partidarios del objetivismo se van a fraguar dos perspectivas distintas a la
hora de concebir la naturaleza de los valores; una defenderá el valor como ideal (escuela fenomenológica) y
otra como real (perspectiva realista).

La escuela fenomenológica parte del supuesto que el valor, aunque objetivo, es ideal; le otorga una
independencia total respecto del sujeto, sosteniendo que los valores no son ni reacciones subjetivas ante los
objetos ni formas apriorísticas de la razón. Son objetos ideales, objetivos, en virtud que “valen”
independientemente de las cosas y de la valoración objetiva de las personas.

Desde el realismo se defiende el valor como una realidad. Se consideran los valores como reales e
identificados con el ser. El valor sólo existe en lo real. Partiendo de que todo lo real es valioso se puede
afirmar que todo vale, aunque no todo tiene el mismo valor. Los entes con valor se concebirán desde este
enfoque como bienes

3. CARACTERÍSTICAS

Las características más relevantes son las que hacen referencia a polaridad, gradación, infinitud,
categorización, jerarquía y dinamismo.

 Polaridad: Los valores se van a manifestar desdoblados en un valor positivo y en un valor negativo, en
valores y antivalores. Todos los valores van a tener su correspondiente antivalor (bueno-malo, justo-
injusto, salud-enfermedad, sabiduría-ignorancia).
 Gradación: La gradación es la característica de los valores que hace referencia a la intensidad o fuerza
que posee un valor o antivalor. No todos los valores o antivalores van a valer lo mismo. Esta
característica se encuentra íntimamente relacionada con la polaridad e interviene además en la
construcción de la jerarquía.
 Infinitud: Esta propiedad del valor está totalmente relacionada con su dimensión ideal en virtud que los
valores suelen ser finalidades que nunca llegan a alcanzarse del todo. En este sentido, Gervilla (2003) en
el caso de los valores considera que el ser humano siempre va a aspirar a más. “Bajo distintas
nomenclaturas pluralidad de realidades valiosas se hace presente en la vida individual de las personas
como aspiración y conquista, siempre inacabadas del bien”.

 Categorización:
Las clasificaciones o categorizaciones más destacadas se presentan a continuación:
Muñoz (1991) establece que los valores se pueden clasificar en: valores vitales y valores culturales, los
cuales dependen de la identidad. Esta identidad viene determinada por valores lógicos, estéticos, éticos,
metafísicos y vitales.
Por su parte, Ortega (1999) construye un sistema de categorías, teniendo en cuenta los bienes en los que se
realizan, la actitud subjetiva con la que nos enfrentamos a ellos y el dominio, entendiéndolo, como, la
consideración reflexiva de cada zona de valor en el que aparecen. Para su clasificación emplea la división
dicotómica utilizando tres pares de criterios: Persona u objeto, actividad o contemplación y social o asocial.
Así, divide los valores en: bienes de futuro (verdad y moralidad); bienes presentes (belleza, felicidad) y
bienes de eternidad (religiosos).

4. VALORES FUNDAMENTALES

 LA JUSTICIA: Entendemos que las relaciones entre seres humanos sólo pueden ser constructivas,
armónicas y perdurables en la medida en que sean justas. Por ello, nos comprometemos a:
 Tomar decisiones con un criterio de objetividad e imparcialidad anteponiendo el bien común al
personal.
 Dar a cada cual lo que le corresponde, y a su vez evitar beneficiarse de manera indebida.
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 Distribuir con equidad las tareas, así como los recursos disponibles, considerando las necesidades,
capacidades y desempeño de las personas.
 Reconocer el crédito que corresponde a los méritos y logros de los demás.

 LA HONESTIDAD: Las relaciones entre las personas se den en un marco de honestidad, de forma tal
que cada uno pueda tener confianza sobre la veracidad de lo que se escucha y de la autenticidad de las
acciones que se observan.
 EL RESPETO: Para lograr una convivencia armónica con las personas y con la naturaleza, consideramos
importante promover el respeto y la tolerancia.
 LA RESPONSABILIDAD: Una persona íntegra es aquella que cumple responsablemente con los
compromisos contraídos. Así, consideramos fundamental desarrollar a plenitud las funciones que nos
corresponden, en un ambiente de colaboración, sin obstaculizar el desempeño de los demás.
 LA LIBERTAD: Valoramos la libertad personal como un elemento indispensable para el desarrollo
autónomo de la propia personalidad, y por tanto, consideramos que deben ser la conciencia personal y
madurez moral del individuo -y no factores externos-, los que determinen su forma correcta de proceder.
Sin embargo, reconocemos que esta libertad individual se debe ejercer dentro de un marco de respeto a
la libertad y legítimos derechos de los demás.
 LA IGUALDAD: Reconocemos que todos somos iguales en dignidad y derechos, y por ende
consideramos importante el trato equitativo en nuestras relaciones y actividades cotidianas.
 LA SOLIDARIDAD: A partir de nuestra capacidad para reconocer la dignidad y derechos de todo ser
humano, y de nuestra sensibilidad para ponernos en su lugar asumiendo su perspectiva, mostramos una
actitud de apoyo a quienes nos necesiten, compartiendo con ellos, nuestro tiempo y nuestros recursos.
 ACTITUD DE DIALOGO: Reconocemos que el diálogo es necesario para convivir y crecer en armonía,
compartiendo nuestros puntos de vista y escuchando los de los demás. Sólo a través del diálogo es
posible lograr acuerdos, obtener soluciones justas y resolver conflictos.

5. CRISIS DE VALORES EN LA SOCIEDAD DE CONSUMO

Sociedad de consumo, o sociedad de consumo de masas, es un término utilizado en economía y sociología,


para designar al tipo de sociedad que se corresponde con una etapa avanzada de desarrollo industrial
capitalista y que se caracteriza por el consumo masivo de bienes y servicios, disponibles gracias a la
producción masiva de los mismos.

La sociedad de consumo no solo se refiere al consumo de bienes sino también al de servicios, dado que
cada vez tiene más importancia en las sociedades desarrolladas el consumo de servicios; fruto,
fundamentalmente, de la mayor disponibilidad de renta y tiempo libre. En este sentido, la crítica a este tipo
de sociedades viene dada por el efecto de manipulación de la información, al objeto de "moldear" al
consumidor para convertirlo en el "consumidor ideal" que pretenden las empresas que tienen el poder de
hacerlo.

El deterioro de los valores humanos, la deshumanización y la violencia social; son parte de las características
negativas de esta sociedad que nos ha tocado vivir. El consumo compulsivo, la necesidad de tener la mayor
cantidad de objetos, para intentar ser más que otras personas. La falta de pensamiento autónomo y crítico;
la ausencia de solidaridad entre los seres humanos, son muestras de la crisis de la sociedad contemporánea.
Se vive artificialmente en cómodas letras; mientras nuestra vida se nos va de las manos.

En el contexto actual, en el que se depende del dinero y del poder; no hay mucho interés en los beneficios
de la ética. Los humanos seguimos perdiendo el valor de la justicia, la compasión, el apoyo mutuo, la
honestidad; en el futuro nos tendremos que enfrentar con más dificultades, violencia y sufrimientos. Hay
que intentar, como mínimo, conseguir paso a paso una mejor sociedad basada en la tolerancia, la
fraternidad y el respeto mutuo. Comenzando con nuestro entorno familiar, laboral, social, y en consecuencia
conseguiremos ser mejores personas y más felices.
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Vivimos en un contexto globalizado al que debemos adaptarnos para sobrevivir. La globalización supone una
reestructuración vital, una exigencia de adaptación a nuevas formas de vida que pueden resultar, incluso,
indeseables, inesperadas o, lo que es peor, impuestas.

El telón de fondo de esta situación es el capitalismo global o informacional, según el sociólogo Manuel
Castells (1999) son signos que marcan la actualidad, entre otros, la generación de la riqueza, la acumulación
de capital y una redistribución social injusta. Pero no podemos quedarnos solo con la dimensión económica
de la globalización.

Está también la dimensión cultural, personal y social. En definitiva, somos las personas quienes sufrimos las
consecuencias de este proceso que más que homogeneizar, desiguala y selecciona, excluye y fragmenta.

Desde la dimensión personal y social, vivimos en una sociedad donde prevalece el “vivir al día” y satisfacer
aquello que nos permite alcanzar la felicidad personal, concepto éste, el de felicidad, interpretado a menudo
de forma física y hedonista y, en consecuencia, muchas veces consumista. De todas formas, el ideal de
felicidad personal también lleva asociado otro nuevo contenido: el de conceder una importancia fundamental
a la consecución de la propia realización personal. Todas las personas aspiramos a realizarnos como tales,
aunque dicha “autorrealización” sea interpretada de formas diversas. En esta línea se constata un aumento
de la preocupación por el cuidado del físico, el “estar en forma” y poseer un cuerpo atlético que guarde la
proporción que la moda y la publicidad imponen. Precisamente esta preocupación por el físico ha minado la
autoestima de muchas adolescentes y ha desatado nuevas enfermedades, cada vez con más pacientes,
como la anorexia y la bulimia.

“Cada vez nos volvemos más individualistas, lo particular y lo personal adquiere mayor importancia que lo
compartido o colectivo y, por lo tanto, disminuye la solidaridad”.

Por otra parte, se constata un mayor esfuerzo por conseguir que los entornos físicos personales –viviendas,
vida cultural, lugares de ocio…- expresen la propia personalidad y sean cálidos, acogedores y confortables.
Con dicha finalidad, se equipan las viviendas con las últimas novedades tecnológicas que facilitan las tareas
del hogar o proporcionan momentos de ocio de mayor sofisticación material. Se valora la naturaleza y se
pretende la vuelta a ella, pero contando con las comodidades del progreso técnico. No se integra la
naturaleza en el propio estilo de vida sino que “se consume” o “se utiliza” en función de lo que proporciona
agrado o satisfacción.

Cada vez nos volvemos más individualistas, lo particular y lo personal adquiere mayor importancia que lo
compartido o colectivo y, por lo tanto, disminuye la solidaridad. La desconfianza en “el otro” es otro rasgo
característico que contribuye a reforzar la reclusión en lo privado, ejerciendo la capacidad de colaboración
con lo propio y negándolo con lo ajeno.

Por suerte, esta tendencia coexiste con el creciente interés, compromiso e implicación de una parte de la
población respecto a necesidades e ideales sociales que se pretenden solucionar y conseguir, que lleva a
ofrecer a otras personas el propio tiempo de ocio y descanso con la finalidad de mejorar la vida de otras
personas. El voluntariado es una forma de asociacionismo que emerge en nuestros días con fuerza.

Por su parte, los medios de comunicación (televisión, prensa, etc.) y las tecnologías de la información y la
comunicación (móvil, ordenadores, internet, etc.), propician las condiciones para que la persona se aísle del
mundo que le rodea. Se están construyendo grandes brechas digitales entre los sectores de la población
usuarias de esas tecnologías y las no usuarias. Como padres y madres debemos estar atentos a esta
cuestión. No podemos permitir que la incomunicación entre padres e hijos se incremente, hecho que puede
producirse si no nos interesamos por el “mundo virtual” de nuestros hijos.

En otro sentido, los medios de comunicación, en especial, la televisión ha propiciado que la relación de la
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persona con su historia de vida sea una relación de consumo. No hay más que ver cuánta programación
televisiva se emite donde se obliga a las personas a abrirse a las demás, a exponer su propia individualidad,
donde incluso se llega a ridiculizar y atentar contra la dignidad de las personas. Nos convertimos en
consumidores de la experiencia ajena. Nos dejamos seducir por este tipo de programas y nos convertimos,
sin quererlo, en modelos. Debemos ser conscientes que los padres somos modelos a imitar en todos los
aspectos de nuestra vida, también en la relación que establecemos con la televisión -¿qué papel juega en
nuestras vidas?-.

En cuanto a la dimensión cultural, se está produciendo una tendencia hacia la homogeneización en el ámbito
de los valores, por parte de la mayoría de personas. Cada vez “se comparten más cosas y las posiciones se
acercan” (Andrés, 1992).

Nos percatamos de que la democratización ha llegado a todos los espacios de nuestra vida. Existe un mayor
número de bienes de consumo asequibles para gran parte de la población, acompañado por un poder
adquisitivo más alto y un sofisticado soporte de los medios de comunicación. Sólo hay que leer los periódicos
de estos últimos días del año, donde señalan que los dos productos estrella de estas Navidades han sido las
cámaras digitales y los teléfonos móviles con cámara ¿Cuántos de nosotros los hemos adquirido?

Estamos ante el resultado de una sociedad de consumo postindustrial. No se consume algo por su función,
sino, más bien, por los significantes añadidos que se le suponen, lo que viene a determinar también las
relaciones sociales.

“Estamos ante el resultado de una sociedad de consumo postindustrial. No se consume algo por su función,
sino, más bien, por los significantes añadidos que se le suponen, lo que viene a determinar también las
relaciones sociales”.

El consumo cultural también se ha incrementado. Ahora se asiste en mayor número y en más ocasiones a
determinados centros y actos culturales, aunque nos siga costando incorporar la lectura como una de
nuestras formas de ocio y distracción. Se ha estimulado el interés por la formación cultural. Podemos
comprobarlo revisando la oferta de cursos sobre diversos temas –cocina, energía positiva, inteligencia
emocional, cata de vinos, etc.- que están realizando nuestros amigos y compañeros de trabajo, por
ejemplo.

Creemos importante resaltar otro elemento significativo en lo referente al consumo: se trata de la


substitución de los lugares de compra tradicionales por los nuevos centros comerciales, las grandes
superficies, que aglutinan tiendas diferentes y que, además, ofrecen lugares de encuentro y expansión –
cines, juegos para niños, etc. Sin duda, esto imprime un nuevo sello a las relaciones entre quien vende y
quien compra. Se puede incluso llegar a prescindir de la figura del vendedor, como en el autoservicio. De
este modo, en algunas familias la compra semanal o quincenal se ha convertido en un ritual festivo. La cara
negativa de la cuestión es que pequeños comercios de barrio se han visto obligados a cerrar sus negocios,
hecho que ha perjudicado, en parte, la vida social de los vecinos.

Además, podemos afirmar que se da una clara relación entre consumo, estilo de vida, valores e
identificación cultural. La numerosísima oferta de productos, con sus connotaciones simbólicas y
significantes añadidos, permiten que, con nuestra elección, expresemos nuestra forma de ser, nuestra
identidad.

La expresión del propio sistema de valores determina o debe ir en consonancia con los productos por los
que optamos. Nuestro estilo de vida se proyecta continuamente hacia el exterior, como por ejemplo, cómo
vestimos, qué hacemos en los momentos de ocio, qué tipo de productos compramos para consumir, qué tipo
de transporte utilizamos, son muestras claras.

Ante un mundo como el descrito, creemos urgente y necesaria una educación en valores que permita a la
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persona orientarse ante esa pluralidad, esa falta de referentes comunes, esa falta de claridad en lo que
respecta a lo bueno y no tan bueno (Campos, 1990). Las personas debemos someternos a un proceso de
autoconstrucción y desarrollo que nos permita orientarnos autónomamente con todas aquellas realidades,
cercanas y lejanas, que plantean conflictos e interrogantes tanto individuales como colectivos. Pero como no
todo es igual de bueno o vale igual, la educación en valores debe desarrollar las capacidades de juicio que
permitan a la persona pensar en términos de entendimiento y tolerancia, de justicia y solidaridad,
comprender críticamente la realidad, así como fomentar también aquellas disposiciones que permitan hacer
coherente lo que se piensa con lo que se hace, es decir, su juicio moral con su comportamiento. Pues es en
el comportamiento, en la conducta, donde se manifiestan los valores.

“La educación en valores debe desarrollar las capacidades de juicio que permitan a la persona pensar en
términos de entendimiento y tolerancia, de justicia y solidaridad, comprender críticamente la realidad, así
como fomentar también aquellas disposiciones que permitan hacer coherente lo que se piensa con lo que se
hace”.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

APA

 Tomado de la definición de escala de valores del Diccionario de la Real Academia Española.


 Alonso, L.E. (1986) La producción social de la necesidad. Revista de Economistas, nº 18 (26-31).
 Baudrillard, J. (1974) La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras. Barcelona: Plaza & Janés, S.A.
Editores.
 Muñoz, M., Valle, J., Villalaín, J.L. (Eds). (1991). Educación y valores en España. Cádiz: Secretaría General
Técnica. Centro de Publicaciones.

ISO
 Tomado de la definición de escala de valores del Diccionario de la Real Academia Española.
 ALONSO, Luis. La producción social de la necesidad. Revista de Economistas, nº 18 (26-31). 1986
 BAUDRILLARD, Jean. La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras. Barcelona. Plaza &
Janés, S.A. Editores. 1974

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