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¿Nos interesan realmente los salvajes?

Sacerdocio, exploraciones e investigaciones de


Martín Gusinde en la Trapananda y en Tierra del Fuego. Un análisis desde la
geografía cultura.

Introducción:
En el marco de la geografía de la cultura, el presente estudio se revisan los informes de la
expedición realizada por Martin Gusinde durante los años 1918 y 1924. Con el fin de
responder de comprender de mejor manera la importancia de los relatos indígenas y los
archivos de la expedición de Gusinde, así como del sacerdocio jesuita en la Patagonia y
tierra del fuego. Por lo que el objetivo principal del estudio es analizar la idea de paisaje
descrita por Martin Gusinde en sus informes de expedición (años). Además de describir y
comparar el registro utilizado por el sacerdote en sus informes. Para esto se procederá a
través de un análisis cualitativo de los archivos, donde se procederá a ordenar la
información según la relevancia al objetivo planteado.

En primera instancia los Fueguinos para Gusinde son hombres, no “salvajes”. Ellos
representan el desarrollo de la vida en un ambiente inhóspito. En el fin del mundo, tierras
agretes y heladas donde el viento domina todo. En contraposición de los viajeros que los
describieron como: “el hombre mono personificado”(p.23). Los habitantes de Tierra del
fuego han vivido entre las continuas inclemencias del mar y del cielo, entre una flora
reducida y una fauna no mayor (115). Pero aún así, en estas condiciones ellos han
encontrado refugio y han formado un arraigo a la tierra donde cada grupo humano puede
desarrollar su vida en convivencia con los otros. Incluso los Yámanas desplazándose con
mayor comodidad en los laberintos más complejos de canales que en la tierra(125). En
tierra su modestia material es notoria, aún así cada familia posee una “cabaña” y las
herramientas necesarias para la caza y la recolección de la comida.
Al igual que en muchas partes de Occidente, los fueguinos mantendrán como base de la
sociedad la familia nuclear monógama, con sun inicios y fines bien delimitados”(234), del
cuál los niños se encuentran excluidos hasta su paso por el ritual de la pubertad. Si bien
comúnmente la elección de la pareja se desarolla en la más absoluta libertad, tanto el
hombre como la mujer deben de contar con el apoyo de los mayores para poder unirse. La
distribución de los deberes resulta equitativa entre el hombre y la mujer, pero en las
familias Yámanas, una vez la se encuentran navegando es la mujer quién dirige toda acción
(245). En la crianza de los menores el amor y la cooperación mutua de la pareja y su
comunidad de entreteje, Gusinde rescata que el cuidado materno es igual o mejor que
cualquiera que él haya conocido: “yo digo con toda sinceridad de las fueguinas: son madres
abnegadas y bienintencionadas, que aventajan en amor y cuidado por el hijo a muchas
europeas (256). Ya crecido los niños se procura que jueguen solo con los de su mismo
sexo, pues “saben bien lo que ocurre entre los pequeños pecadores cuando se encuentran
sin que nadie los vea.(259)

En los rituales de paso se les enseñan las normas éticas que deben regir a la comunidad:
para ellos El altruismo y la sobriedad resultan valores de suma importancia (261), por lo
mismo todo miembro debe ser útil y cooperar con la sociedad de la que forman parte(280).
A todos, jóvenes y adultos se les recuerda realizar “contento [el] trabajo todas las mañanas,
pues en caso contrario [se] caerías bajo los dominios del Yetaita. O “si por odio o por un
impulso violento y sin pensarlo has dado muerte a un hombre, no huyas ni te escondas, sino
preséntate valientemente a los parientes de tu victima, para aceptar las consecuencias, no
debes hurtar nada a nadie, si te falta algo pídeselo a tu vecino” (290).

Los fueguinos mostraban así el mayor refinamiento ético y estético del que se pudiera
pensar, por eso para Gusinde significa un vivo lamento, un cierre a está vida, realizar su
expedición, rescatar el valor de la vida de los fueguino para un mundo turbulento y sin
memoria que llegaba a esas tierras. Su aflicción, se debe a la conciencia del fin de una
estirpe de la especie humana. Hombre y mujeres con los cuales compartió y en su
cotidianidad consideraron uno más. A ellos le debe su vida, pues cuando él enfermo con
escorbuto en pleno invierno(386), Tóin, uno de sus amigos, lo acompaño y en pleno
invierno atravesaron las montañas hacia Puerto Harberton. Las tardes de felicidad jugando
con los niños, con quienes declara sentirse un joven feliz nuevamente, el recibimiento
cálido en las chozas de los mismos hechiceros quedan atrás. Gusínde sabía que en el mismo
instante que ordenabas sus ideas en papel, sus amigos, sus compañeros de tribu, ya no
existían.

El trabajo de Gusinde se ve motivado en primera instancia por el estado deplorable en que


se encuentra la población indígena a comienzos de siglo XX. Gusinde sabía que el grupo
(cambiar) se encontraba en el final de su existencia humana en la tierra. Las enfermedades
y su persecución fueron la causa de su la desaparición progresiva de la población. Ante tal
escenario, Gusinde intenta rescatar el contenido humano del grupo que es despojado de la
tierra, no plenamente desde un punto de vista antropológico o científico, sino desde su
cualidad como seres humanos.
En los relatos de Martín Gusinde se pueden encontrar tres momentos descriptivos: el
primero es su experiencia personal e íntima. El segundo es el de su labor como investigador
del museo de etnología y antropología de Chile y el tercero corresponde a su experiencia
como compañero de tribu. Las primeras descripciones que entrega Gusinde corresponden a
su experiencia personal, a las ideas que poseía antes de sus viajes y expediciones, las cuales
se vinculan a los relatos de otros viajeros y expedicionarios que visitaron Tierra del Fuego.
Por eso, en la primera expedición cuando el barco que lo trasladaba se acerca al seno de
almirantazgo, su sentir se relaciona a sus impresiones y expectativas que tenía antes de
conocer presencialmente la zona:
“Mucho antes que este vapor entrara en el puerto de Río Grande, me habían llevado ya allí
mis pensamientos y preocupaciones, mis esperanzas y el indescriptible entusiasmo de poder
pisar luego Tierra, que vislumbrara ya en los espejismos de los ensueños de mi
juventud”(Gusinde, 1920, p.17).

Gusinde contrapone su experiencia física con los recuerdo de sus primeras lecturas que le
produjeron ensueños de lo que sería Tierra del Fuego. Al mismo tiempo, con un carácter
auto confesional, Gusinde también declara de ilusas sus intenciones de estudiar cara a cara
a los indígenas: “de mi parte habría sido ilusión el suponer que yo alcanzaría todavía a
verlos y a estudiarlos en su ingenuidad primitiva, como eran mis vehementes deseos de
investigador” (1920, p.18). En este sentido, se puede observar en esta declaración, que su
empresa aún se divide entre el “estudio” y su objeto de estudio y la convivencia que anhela
con los grupos indígenas. De la misma forma incorpora en su relato; las descripciones
ajenas de marineros o ayudantes que lo acompañan algunos tramos de su expedición:
Cuando colocamos las escalas, trepan a cubierta los fueguinos con la rapidez de un gato, en
unión de sus mujeres y niños, para mostrarnos sus danzas y para pedirnos cosas. Son tan
horrorosamente feos como las brujas de nuestros cuentos infantiles» -añadió
humorísticamente el piloto(1951, p.85).

Sus sueños y aspiraciones se desarrollan al mismo tiempo que sabe que su empresa tiene
algo de paradójico, pues sabe que los indios patagónicos se están destinados a desaparecer
en un tiempo menor al esperado (11), antes este escenario, el admira el proyecto salesiano,
así como de algunos estancieros que promueven la convivencia entre los grupos de
hombres indígenas y los grupos de hombre “civilizados” (cambiar palabra?):

[las misiones] han emprendido en pro de la civilización de los fueguinos y en pro del
mejoramiento de la mísera condición de su vida de salvajes; tampoco para ponderar las
grandes riquezas que los vastos campos de aquella región lejana empezaban a producir para
las dos Republicas(1920, p.18).

En la descripción se nota el avance intempestivo de los asentamientos modernos, cuidad,


estancias, cría de carneros y desarrollo agrícola hacia tierras indígenas, en busca de nuevas
tierras productivas (1920, p.27). Sin embargo Gusinde describe que no existe una oposición
total entre la naturaleza y la estancia, debido a que unos pocos habitantes, en especial
pertenecientes a misiones religiosas, aceptaran e integraran a los indígenas en sus tierras
como la familia Lawrence, encabezada por Federico Lawrence que se había casado con una
mujer Yámana y había hecho posible el intercambio idiomático entre las dos comunidades
de habla(1951, p.269). De esta forma se describen algunos casos donde los indios viven y
trabajan con los estancieros recibiendo un salario, sin embargo ellos aún conservan ciertas
actitudes como dormir en la naturaleza: “el indio Ona no puede dejar de dormir y de vivir al
aire libre; necesita también del calor de la lumbre, a cuyo alrededor descansa con gran
satisfacción, después de sus pocos trabajos” (1920, p.21). También las ganancias de su
trabajo, ellos la gastaban en pieles de zorro o guanaco. Pero a pesar de esta compenetración
entre los dos grupos, los indios cada cierto tiempo se juntaban “en la montaña apartada y
bien lejos de las miradas indiscretas de los Kolliot (civilizados) con el objeto de celebrar el
klóketen”(23)
El segundo nivel de descripción, la labor científica, se hace ver debido a que Gusinde
intenta generar un informe fiable de su experiencia describiendo: una de los hechos que es
reiterado con constancia en sus descripciones en la dificultad de la empresa que lleva a
cabo: no solo por el tiempo, sino también por lo engañoso del clima patagónico:
(Los Yamanas) cruzan en sus canoas la infinita red de caprichosos canales del archipiélago
del cabo de hornos […] además los pequeños grupos de indios escondidos en los
innumerables canales casi inaccesibles” (1920, 138)

Con la misma motivación Gusinde cuenta también su método científico como “(un) modus
operandi siempre fue no plantear preguntas directas; siempre traté de esperar a que los
indígenas hicieran por sí mismos alguna alusión a su patrimonio religioso”(2008, p.30).
Esta espera de sentarse a ver que los actos pasaran antes sus ojos constituía un distanciarse
por algunos momentos de sus ambiciones más íntimas. En muchas descripciones solo
registrará el paisaje desde las condiciones naturales que afectan al territorio: “En verdad,
una lluvia casi incesante e interminable forma la característica de todas las islas y canales
existentes en la larga extensión de la Península de Brecknock hasta el Golfo de Peñas, la
patria de nuestra Alacalufes”(1924, 43). En primera instancia el paisaje no causa una gran
impresión en Gusinde, de hecho en su libro Fueguinos de investigador a compañero de
tribu el capítulo cuarto lo título el desierto fueguino:

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Aunque la tierra está cubierta de vegetación, la pobreza en especies de la flora causa una
monótona impresión. Alguna esporádica vegetación cubre en ciertos lugares el terreno,
proporcionándole un aspecto de verde pálido. En las alturas de los cerros y en los
desfiladeros constituyen las fucsias y las tres especies de bayas con sus flores amarillo-
doradas y su azul intenso un bajo matorral. Sus delgadas lamas las emplean los indígenas
para las hogueras, a las que debe toda esta tierra su denominación(1951, p.90).

De igual forma, hará uso de la nomenclatura especializada para describir ciertas especies de
árboles nativos: “tienen un campamento a la orilla Sur-Este del mencionado lago, es decir,
al pie del monte Hewhepen cubierto por un bosque tupido de la majestuosa Nothofagus
Betuloides” (27). Su labor como científico también afectara las descripciones que haga
respecto a la relación que existe entre el paisaje y las personas que lo habitan:
Fuertes vientos azotan la región y levantan altas marejadas; las nevazones no son raras ni
aun en tiempos de verano. El sol es, para esos parajes, como un artículo de lujo; es decir,
sólo puede observárselo muy raras vencer y por tiempo muy breve. Se comprende,
entonces, que una estadía prolongada en zona tan lluviosa e inclemente, deprime el ánimo y
afecta desfavorablemente la salud corporal(Gusinde, 1924, p.43)
Así como también describe los desplazamientos y transacciones de los grupos humanos en
la isla:
Los grupos del norte de la Isla Grande de la Tierra del Fuego se fueron hacia el Sur en busca
de tierras colorantes, ofreciendo por ellas una buena clase de pedernal. Los pobladores de la
costa se dirigían hacia el interior y cambiaban las bolsas de flechas trabajadas cueros de
lobo, por flechas elaboradas de ramitas de calafate(1924, 29)

A pesar de su intento de mantener la objetividad se puede observar también cómo estas


descripciones están impregnadas de una valoración sentimental “estas regiones tristes no se
distinguían tampoco por una flora o fauna que llamara la atención” (1920, p.17). Donde
“tristes” es usado tanto como un recordatorio de su contante mal clima, pero también como
metáfora de los procesos de metamorfosis del territorio que están afectando a los indígenas.
Por eso, su descripción también roza la declaración política al enunciar que:

Jamás había pensado que la parte más austral de Chile, tan ignorada, por desgracia, de la
mayor parte de sus hijos, presentara una magnificencia tan llena de hermosura, tan
majestuosa e impotente, tan variada y jamás superada(1920, 140)

Esta misma sensación “melancólica” predomina al describir los viajes de los Yaganes entre
los canales, debido a que la fragilidad y dificultad de la vida humana en esos parajes se
hace cada vez más difícil debido
Allí en sus frágiles canoas, surcan los innumerables canales del archipiélago de Cabo de
Hornos. Se abrigan al pie de la desnudas rocas y al borde de los impenetrables bosques
contra los terribles y helados huracanes(1922, p.422)

De está manera la metáfora de la tristeza de las tierras australes, también se transforma en


belleza, ya no solo por la dificultad geográfica de la zona, sino también porque empieza a
experimentar y escuchar la vida desde la voz de los indios:
Allí al abrigo de sus pobres chozas me referían cómo y de dónde habían venido los
primeros hombres a estas regiones: cómo se formó la inmensidad de los canales y la nieve
eterna que cubre de blanco sus montañas (1920, 147)

Viviendo con ellos ha desarrollado una nueva visión del paisaje, muy diferente a sus
primeras impresiones y las descripciones motivadas por su labor científica, si bien el
paisaje sigue siendo inmenso y solitario, en el acto de narrar su experiencia el cambia de
contar solo la suya personal “yo” a una voz común “nosotros”:
Gozamos de la grandiosa magnificencia con que la naturaleza ha querido adornar aquellos
solitarios parajes, caracterizados por enormes ventisqueros que arrastran portentosas masas
de hielo hacia las aguas de este angosto brazo de mar, aparece a nuestra vista la pobre y
abandonada población de Ushuaia (1920, p.143)

Debido a su compenetración y experiencia con las comunidades Yaganas y Onas, la


relación entre observador y objeto de estudio se hace difusa, por lo mismo en su segunda
expedición él confiesa que se ha integrado como totalmente a las comunidades indígenas de
la patagonia “Me he amoldado a su ser tan íntimamente que he sentido con ellos y como
ellos” (1920, 148). Por lo mismo empieza a reconocer elementos en el paisaje que antes, no
había reconocido:
A lo largo de todas aquellas costas de esos canales, se ven siempre los característicos
montículos de conchas: indicios de que familias indígenas habían construido aquí,
temporalmente sus ranchos […][donde] se encuentran enterrados esqueletos de indios,
como asimismo armas y utensilios domésticos”(1920, 145)

A partir de su familiaridad con los indígenas, Gusinde será admitido “oficialmente” entre la
comunidad luego de que le permitieran participar en los rituales de paso que celebraban la
madurez de los hombres, así como también se le entregaban herramientas para ser
independientes y poder ayudar a sus pares. A través de estos rituales Gusinde conoce los
mitos de la creación:
(Temáukl es) un espíritu puro, porque nunca ha tenido cuerpo; existía mucho antes que los
hombres; él creó el cielo y la tierra que al principio constituían una sola cosa. “Kenós” fue
el primer hombre, que más tarde levantó el cielo a la altura en que en al actualidad se
encuentra (1924, 34)

Así como también, las historia de la creación de las instituciones sociales que conformaban
las tribus:

La mitología cuenta que en un tiempo muy remoto, las mujeres gobernaban y practicaban
los mismos juegos y apariciones de espíritus para tener subyugados a los hombres. Un día,
el sol, que era un cazador excelente en aquel entonces, descubrió este engaño; (1924, 14)

El uso de un registro mixto en muchas ocasiones como se puede observar se debe en parte a
dos propósitos, por una parte, Gusinde admite que no busca atestar de vocabulario
etnológico sus informes, debido a que sus reflexiones como investigador quiere extenderlas
en otros escritos; pero además y por otra parte; a partir del conjunto de sus experiencias,
tanto a nivel personal como científico o compañero de tribu, busca realizar conferencias
que concienticen el verdadero de estado de tierra del fuego y sus habitantes: “aprovecharé
también estas observaciones para algunas conferencias científicas y populares que daré con
ayuda de un buen número de fotografías y diapositivos que traje para estos fines” (1920,
40).

Obras citadas:

Gusinde, M. (1920). Expedición a la Tierra del Fuego, informe de jefe de sección. En Tomo
II, Nº1 publicaciones del museo de etnología y antropología de Chile. Santiago: imprenta
Cervante,
Gusinde, M. (1920). Expedición a la Tierra del Fuego, informe de jefe de sección. En Tomo
II, Nº2 publicaciones del museo de etnología y antropología de Chile. Santiago: imprenta
Cervante,
Gusinde, M. (1922). Expedición a la Tierra del Fuego, informe de jefe de sección. En Tomo
II publicaciones del museo de etnología y antropología de Chile. Santiago: imprenta
Cervante,
Gusinde, M. (1924). Expedición a la Tierra del Fuego, informe de jefe de sección. En Tomo
II publicaciones del museo de etnología y antropología de Chile. Santiago: imprenta
Cervante,
Gusinde, M. (1951). Hombres primitivos en la Tierra del Fuego: de investigador a
compañero de tribu (No. 63). Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Consejo de
Superior de Investigaciones Científicas.
Gusinde, M. (2008). El mundo espiritual de los selk'nam. ONG Comunidad Ser Indígena.
recorrer los canales “en las frágiles canoas de los indios, cruzan las intranquilas aguas de
tantos brazos de mar”(1922, 423)

Cada persona es dueño y propietario de lo que produce; pues, el trabajo invertido en la


confección de un objeto le da a éste tanto valor que ninguna otra persona puede disponer de
él. Y, representando dicho objeto cierto valor, sirve para canjearlo por otro; y en esto
tenemos la base para un comercio. (29)

Regreso al canal Beagle: “Al pié de ella (la montaña) hubimos de pasar la noche, durante la
cual cayó tan enorme cantidad de nieve, que, según se me dijo más tarde, no había recuerdo
de otro nevazón más fuerte en el curso de este invierno” (1924, 38)

Sólo GALLARDO y dos misioneros salesianos proporcionan indicios de los que yo puedo
ofrecer con exhaustiva integridad. Quisiera caracterizar también exteriormente esta triple
actitud de los visitantes de la Tierra del Fuego (2008, p.21)

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