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Revista Proceso
Así, a un alimento de base comprado a costo muy bajo los científicos añaden un
sinnúmero de aditivos que permiten aglutinar, colorar, edulcorar, emulsificar, estabilizar,
dar sabor y conservar el producto final.
“La alimentación resultante se caracteriza por una densidad calórica excesiva y por ser
rica en azúcares libres, grasas no saludables y sal, y baja en fibra alimentaria”, explica
la OMS, al tomar como ejemplo, entre otros, las papas fritas en paquete, los helados,
los dulces, las cereales, las galletas, los refrescos o los paquetes de “comidas listas” que
sólo necesitan de unos minutos en el microondas para ser consumidos.
“Estos alimentos son problemáticos para la salud humana por distintas razones: tienen
una calidad nutricional muy mala y, por lo común, son extremadamente sabrosos, a
veces hasta casi adictivos; imitan los alimentos y se los ve erróneamente como
saludables; fomentan el consumo de snacks; se anuncian y comercializan de manera
agresiva, y son cultural, social y económicamente destructivos”, resume la OMS.
Las organizaciones demuestran que en los lugares donde se venden más productos
procesados por persona la prevalencia de obesidad se dispara, y el ejemplo más
significativo de ello fue México, cuya población consume en promedio 212 kilogramos de
productos ultraprocesados por año y tiene la mayor masa corporal de América Latina.
Además, son pocas las empresas que se reparten el enorme pastel de la comida
“chatarra”: de acuerdo con la OMS y la OPS, en América Latina las cuatro multinacionales
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de mayor producción de alimentos y bebidas ultraprocesados imponen un modelo
oligopólico sobre el mercado de los refrescos, de las golosinas, los cereales y los dulces.
Por ejemplo, en México las cuatro mayores transnacionales concentran 95.9% del
mercado del refresco y 89.4% de las golosinas dulces y saladas, de acuerdo con los
datos del informe.
“Chatarra” urbana
“En las ciudades se puede tener acceso a productos ultraprocesados todo el día, todos
los días, en negocios de venta de alimentos y de otro tipo, cerca del transporte, en
escuelas y hospitales, y en los lugares de trabajo”, observan, al subrayar que “las
cadenas nacionales y transnacionales de supermercados y tiendas de convivencia están
creciendo y desplazando a los tenderos independientes y los minoristas de comestibles
especializados”.
Además, señalan que las políticas neoliberales implementadas desde los años ochenta y
que conllevaron a la desregulación de los mercados y la llegada de capitales y empresas
extranjeras en los mercados nacionales facilitaron el ascenso de las grandes industrias
alimentarias, que a su vez aumentaron su producción y venta de alimentos
ultraprocesados.