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Í'ALIENI)«)

DE LA

) :oLAvn
Booker T . Washington

Saliendo de la esclavitud...
Prólogo escrito expresamente
para esta edición española,
p o r su a u t o r .

traducción y prefacio de €duardo J^iar quina

LIBRERÍA CIENTÍFICO-LITERARIA
TOLEDANO LÓPEZ Y 0.a
Elisabets, 4. — 3 A R C E L O N A
1905
n
CSZ& 3>o n o u 78
W^ils

€ste libro está dedicado á mi esposa

jtíargaret James Washington


y á mi hermano

Johrj J f . Washington
cuya paciencia, fidelidad y trabajo har\ contribuido
poderosamente a! éxito de la obra de Zusl(egee.
I

£(§s
PRÓLOGO ESPECIAL PARA
N U E S T R A TRADUCCIÓN E S P A -
Ñ O L A . YW ^ YW

C o n gran satisfacción concedo el necesario


permiso para la traducción, en lengua española
de mi libro «Up From Slavery» — Y lo con-
cedo, esperando que mis luchas y experiencias
personales puedan ser provechosas á otros de los
que procuran alcanzar la Luz. Si estas mis ex-
periencias y luchas proporcionan algún bien á
los alumnos ó maestros españoles, yo seré quien
más lo agradezca.
Alienta muchísimo el ver que todas las razas
y naciones están llegando á aquel momento pe-
dagógico, en el que se advierte que la educación
no se cirscunscribe al cerebro solamente y que
todo aquello que hace aprender algo á la mano,
dignificando el trabajo, es Educación, en el más
alto sentido de la palabra.

BOOKER. T . WASHINGTON.

Tuskegee (Alabama), E. U. de América. Julio


de 1904.
I

£(§s
PRÓLOGO ESPECIAL PARA
N U E S T R A TRADUCCIÓN E S P A -
Ñ O L A . YW ^ YW

C o n gran satisfacción concedo el necesario


permiso para la traducción, en lengua española
de mi libro «Up From Slavery» — i7 lo con-
cedo, esperando que mis luchas y experiencias
personales puedan ser provechosas á otros de los
que procuran alcanzar la Luz. Si estas mis ex-
periencias y luchas proporcionan algún bien á
los alumnos ó maestros españoles, yo seré quien
más lo agradezca.
Alienta muchísimo el ver que todas las razas
y naciones están llegando á aquel momento pe-
dagógico, en el que se advierte que la educación
no se circunscribe al cerebro solamente y que
todo aquello que hace aprender algo á la mano,
dignificando el trabajo, es Educación, en el más
alto sentido de la palabra.

BOOKER. T . WASHINGTON.

Tuskegee (Alabama), E. U. de América. Julio


de 1904.
PREFACIO DEL AUTOR

Este libro es el resultado de una serie de ar-


tículos sobre mi vida, publicados en el Outlook.
Mientras iban apareciendo en esta revista, me
maravillaba la infinidad de peticiones que me lle-
gaban de todos los puntos del territorio para que
mis escritos se reunieran en un volumen. Y le
estoy muy agradecido al Outlook por el permi-
so que me otorga de atender á estas peticiones.
He procurado relatar una historia sincera y
sencilla, sin ánimo ninguno de embellecerla. M i
única pena es haber hecho tan imperfectamente
lo que me propuse hacer. L o mejor de mi tiempo
y de mi esfuerzo lo invierto en el trabajo de di-
rección del Instituto Normal é Industrial de T u s -
kegee y en las colectas que es preciso hacer para
reunir el dinero necesario al sostenimiento de es-
ta institución.

Mucho de lo que va á leerse en estas páginas


ha sido escrito ó en el ferrocarril, ó en los hoteles
de las estaciones, mientras esperaba un tren ó fi-
nalmente, en los momentos que podía hurtar á
mi labor de T u s k e g e e . Sin el concurso generoso
é infatigable de M . M a x Benett no habría podido PREFACIO DEL TRADUCTOR

salir adelante satisfactoriamente con mi empeño.

Los Editores de este libro creen ofrecer al


público español una obra educadora y práctica.
En todo el año 1901 no se conoció volumen que
pareciera de más importancia ó de más interés
al público de los Estados Unidos, según afirma
un periódico de Chicago. Otro periódico le llama
la segunda «Cabaña del T í o T o m » . Federico
Harrison, el impecable crítico inglés, dice de él
que es «una de las biografías más asombrosas
de nuestros tiempos». Finalmente, Othon Guer-
lac, el traductor francés, que recoge todas estas
opiniones al, frente de su traducción, añade que
la obra de Booker W a s h i n g t o n «es una preciosa
contribución á la historia social de los Estados
Unidos en los comienzos del siglo xx».

Nosotros vemos, principalmente, en SALIENDO


DE LA ESCLAVITUD, la eficacia constructora y
normativa de uno de los tratados de educación
ha sido escrito ó en el ferrocarril, ó en los hoteles
de las estaciones, mientras esperaba un tren ó fi-
nalmente, en los momentos que podía hurtar á
mi labor de T u s k e g e e . Sin el concurso generoso
é infatigable de M . M a x Benett no habría podido PREFACIO DEL TRADUCTOR

salir adelante satisfactoriamente con mi empeño.

Los Editores de este libro creen ofrecer al


público español una obra educadora y práctica.
En todo el año 1901 no se conoció volúmen que
pareciera de más importancia ó de más interés
al público de los Estados Unidos, según afirma
un periódico de Chicago. Otro periódico le llama
la segunda «Cabaña del T í o T o m » . Federico
Harrison, el impecable crítico inglés, dice de él
que es «una de las biografías más asombrosas
de nuestros tiempos». Finalmente, Othon Guer-
lac, el traductor francés, que recoge todas estas
opiniones al, frente de su traducción, añade que
la obra de Booker W a s h i n g t o n «es una preciosa
contribución á la historia social de los Estados
Unidos en los comienzos del siglo xx».

Nosotros vemos, principalmente, en SALIENDO


DE LA ESCLAVITUD, la eficacia constructora y
normativa de uno de los tratados de educación
más sólidos que se han escrito en estos tiempos. En SALIENDO DE LA ESCLAVITUD hace Booker

L a s ediciones de este libro se han multiplicado W a s h i n g t o n la historia de su vida. Esta historia

en América, desde su aparición. E n las Biblio- comienza en un plantío de la Virginia, en plena

tecas populares rivaliza el número de sus deman- esclavitud, y termina en Tuskegee, ante la mesa

das con el de las más apasionantes novelas his- del director de un Instituto Normal é Industrial,
en cuyos terrenos se levantan cuarenta edificios,
tóricas y de aventuras que constituyen, todavía,
cuyo capital asciende á medio millón de dollars,
el pasto favorito de aquel público primitivo, en
cuyos alumnos sobrepujan el millar, y que es
materia de arte y de literatura. Booker Was-
generalmente conocido con el nombre de «Uni-
hington ha sobrepujado, con el éxito de su prosa
versidad de los negros». Booker Washington
honrada y simple, el de Federico Douglass, el
narra simplemente los pasos que ha dado para
negro abolicionista, con Mis años de esclavitud
llegar de la cabaña al Instituto y las observa-
y de libertad, y el de miss Mary Me Lañe, la
ciones que han determinado su plan pedagógico
inspirada, con la sorprendente y caprichosa
para sacar, de hecho, á la raza negra de la
Historia de mi vida.
esclavitud. En su libro hay las dos cosas que
Ni las galas del lenguaje, reducido á las so-
aprecia más el pueblo — y estamos por decir
brias proporciones de un medio de expresión
la humanidad — del siglo x x : hechos y datos.
claro y sincero, ni la emoción patética de mara-
Vigorizando los unos sopla una fuerte corriente
villosas aventuras novelescas, podrían explicar
de voluntad, y , agrupando los otros, para orga-
este éxito de público logrado por nuestro autor.
nizados en doctrina vela, grave y continua,
Nada, á la vez, más alejado de la retórica en
una serena razón. Voluntad y razón ocupan, en
la forma, y de la fantasía en el fondo, que su
nuestro libro, el lugar de arte y literatura. Apre-
obra. Fuerza es, por consiguiente, buscar la surémonos á decir que ambas cosas están aquí
razón de la popularidad lograda por ella lejos en su verdadero lugar. Tratábase de trasladar
de sus méritos artísticos ó literarios.
una vida desde los abismos de la esclavitud y tener razón en todo cuanto dice. T o d o en él
la ignorancia á la plena posesión de la libertad converge á la misma empresa g r a n d e : educarse
en un medio civilizado: la voluntad sirvió para y educar á los suyos. N o hay una vacilación,
llevar á cabo el tránsito. Con la fuerza espansiva no hay un minuto perdido en- todo el libro.
de su generoso movimiento necesitó esta vida L a vida paciente y voluntariosamente cultivada
influir en las demás y arrastrarlas en su evolu- le ha dado el ciento por uno. S u empresa, que
ción : la razón intervino entonces, creando el apasiona y enternece en los comienzos, deja
instrumento necesario para el caso n u e v o : toda en el alma, después de realizada, una conforta-
una educación, toda una pedagogía nueva. L o ble serenidad y una sana confianza en el poder
que apasiona en este libro es la sincera expresión de la naturaleza humana. Creemos que la verdad
de una realidad triunfante. L a tensión del es- y la noble serenidad con que el autor nos cuenta
fuerzo realizado halla su compensación armó- los pasos de su vida son el primer elemento
nica en la completa utilización á que se aplica. del éxito que ha tenido su obra. En seguida
L a s aberraciones de una fantasía indómita ceden contribuye al mismo lo que llama Booker W a s -
el sitio al laborar paciente de una voluntad que hington el carácter de realidad de toda biogra-
sabe adónde va y por dónde v a . El sentimiento fía. N o s gusta saber positivamente, mientras
instintivo de la raza, que pudo ser un lujo leemos, que todos aquellos hechos que nos apa-
pasional y teatral en los comienzos de la cam- sionan, nos conmueven y nos educan, han sido
paña abolicionista, no asoma en Booker W a s - realizados por una persona viva y no imagi-
hington más que como un determinante más naria; han desarrollado su influencia entre un
de su vocación y de su función pedagógicas. círculo de hombres de carne y hueso y están
Cuando su raza va por mal camino, no halaga á nuestro alcance porque otros, antes que nos-
á su raza. Conoce los defectos de los negros otros, los han llevado á cabo. U n a alta ejempla-
más á fondo que sus mismos detractores. Sabe ridad brota del libro. Rebasando de nuestro
entendimiento lubrifica los resortes de nuestra de por acá. O ignoran en absoluto los hechos
voluntad. No satisface un simple deseo de cu- en que dicha cuestión pueda basarse ó, si han
riosidad, sino que atiende y cura nuestra sed viajado, si han leído un poco y se las dan de
moral. E s una biografía que puede hacer hom- liberales y progresivos, creen que dicha cuestión
bres, enriquecida de una pedagogía que fatal- no existe porque, en su opinión, todos los hom-
mente ha de hacer ciudadanos. bres son iguales y porque la Revolución fran-
cesa y a nos ha dicho aquí la última palabra

*
respecto á los derechos del hombre. Hagamos
* * notar, de paso, que ninguna revolución nos
ha hablado todavía de los deberes del hombre.
D o s cuestiones primordiales forman, por decir- Esta segunda actitud no acusa menos ignoran-
lo así, el ambiente propio de los hechos que se cia que la primera. L a s grandes verdades so-
explican en este libro. U n a , hasta cierto punto, ciales atraviesan un período hipotético antes que
restringida; la otra de interés universal: la pri- la práctica las encarne y realice. H a sido nece-
mera es la llamada, en el Norte de América, saria nada menos que la Revolución francesa

la cuestión negra; á la segunda, el propio Boo- para establecer la igualdad de derechos entre

ker W a s h i n g t o n la llama educación profesional. nosotros, hombres de Europa, que tenemos apro-

Creemos que algunas palabras sobre aquel pro- ximadamente la misma edad social y que hemos

blema de razas y sobre esta rama de la peda- marchado formando una falange única por el
camino del progreso, y pretendemos que la difi-
g o g í a prepararán bien al lector para entrar con
cultad no suba de punto en América, donde
el interés más despierto en la lectura de este
nueve millones de negros, ayer en la esclavitud
libro.
y casi en el salvajismo, son repentinamente de-
Cuando se habla de la cuestión negra suelen
clarados ciudadanos americanos y tienen que
encoger los hombros desdeñosamente las gentes
marchar, desde a q u e l punto y hora, de consuno lición se proclamó, viniendo, como una imposi-
con hombres q u e y a llevan diecinueve siglos de ción del Norte triunfante, á trastrocar toda la vi-
civilización. L a s e r e n a palabra de Abraham Lin- da del S u d , donde los esclavos habían entrado á
coln e m a n c i p a n d o á los nueve millones de escla- formar parte de las costumbres, se comprende-
vos afro-americanos merecerá la aprobación de rán un poco las dificultades del problema, que
todos los filósofos; pero se habría atascado en todavía no ha encontrado una solución satisfac-

los labios de c u a l q u i e r otro político menos segu- toria á los cuarenta y dos años de haberse plan-

ro de su razón y de sí mismo que el glorioso teado.

Presidente. D e s d e el momento en que la aboli- L a s últimas estadísticas establecen un total


ción de la e s c l a v i t u d f u é un hecho en América, de cinco negros por siete blancos en la V i r g i n i a ;
surgió allí el p r o b l e m a tal vez más difícil de cinco negros por seis blancos en la A l a b a m a ,
resolver que se h a ofrecido nunca al Gobierno la Georgia y la F l o r i d a ; un blanco por un negro
de un Estado. G e n t e s que comenzaban su cami- en la L u i s i a n a ; cuatro negros por tres blancos
no social y gentes que llevaban siglos reco- en el Mississipí, y cuatro negros por dos blancos
rriéndolo d e b í a n gobernarse por las mismas le- en ambas Carolinas. C o m o afirma el propio

yes, reivindicar los mismos derechos y , en una Booker Washington, son (únicamente en el

palabra, vivir l a misma vida, dentro de las mis- Sud) unos dieciséis millones de brazos que,

mas c o n d i c i o n e s . Si á esto añadimos la dife- fatalmente, han de ayudar al Estado á levantar

rencia de razas que, por lo menos, las condicio- la carga de la cosa pública ó han de pesar sobre
ella, como un peso muerto, para sepultarla.
naba diferentemente para comportarse en la
Esta era la situación, al comenzar, después de
v i d a ; la h e r e n c i a de odios entre esclavos y pro-
la abolición de la esclavitud, el nuevo estado de
pietarios a c o s t u m b r a d o s á considerarse mutua-
cosas. Por lo que puede rastrearse del propio
mente, no y a c o m o de raza distinta, sino como
libro cuya traducción ofrecemos al público es-
enemigos n a t o s , y las condiciones en que la abo-
pañol, nada más desconsolador que la situa- des apóstoles de la abolición. T o d a s las medi-
ción de espíritu de los negros al comenzar esta das de prudencia parecían excusables por parte
decisiva etapa de su vida. E n t r e tantos millares, del Gobierno en las proximidades de la peli-
se contaban por los dedos los que supieran leer. grosa reivindicación. Cuando la esclavitud, lle-

E l régimen de la esclavitud, al quitarles toda gando á la exageración mayor del régimen odio-

libertad, les había privado de toda iniciativa. so, había hecho de los negros magullados y

L a sumisión al palo había arrancado de sus tundidos, ciegos por la ignorancia, rapaces por

almas todo sentimiento de responsabilidad. Co- la miseria, sanguinarios por el afán de repre-
salia, poco menos que fieras acuciadas, se com-
mo en la esclavitud no vieran más que perpetua
prende que un Gobierno, veedor del peligro,
privación y perpetuo trabajo, no podían ima-
dejara llegar las cosas al extremo antes que in-
ginarse la emancipación m á s que como satis-
tervenir para realizar ese acto tan sencillo, que
facción y holganza perpetuas. L a ignorancia les
las circunstancias hacían heroico, y que consis-
había hecho supersticiosos; la vigilancia de los
tía en declarar que nueve millones de hombres
capataces, hipócritas; la carencia de hogar, sen-
tenían derecho á ser hombres. Por un momento,
suales; la falta de propiedad, v a g a b u n d o s : sin
en los negros días de los furiosos lynchamientos
una cierta riqueza sentimental q u e deben á su
debió cruzar por la conciencia en alarma del S u d ,
naturaleza de meridionales, las represalias de
el confuso propósito de suprimir el problema
aquellos millones de h o m b r e s lanzados repenti-
antes de resolverlo, y hubo predicadores de la
namente á la plenitud de todos l o s derechos de
exterminación, como hubo apóstoles del abolicio-
los ciudadanos hubieran s i d o feroces. L o s blan-
nismo. Afortunadamente, el acto positivo del
cos que los emanciparon habrían recogido la
Gobierno vino á establecer legalmente la igual-
herencia sangrienta de los dominadores. Toda-
dad civil de entrambas razas. Desde aquel mo-
vía late a l g o de este espíritu v e n g a t i v o en las
mento, la cuestión política se convertía en una
páginas de Frederik D o u g l a s s y de los gran-
cuestión humana; lo que habían impedido las la Naturaleza había ensombrecido providente,
leyes, iban á realizarlo los hombres, y las dos para evitarles el sonrojo de la afrenta, aquellos
razas, iguales en el derecho, podían ser herma- ojos que lloraban lágrimas de sangre en los años
nas en la compleja baraúnda de la vida. A l b o - de su humillación, al recibir el bautismo de
reaban los días generosos en que el esfuerzo libertad, curaron como por ensalmo y , fortifi-
personal recibiría u n a justa recompensa. L a raza cados de humanidad, no vieron en sus antiguos
se desvanecía desde el momento en que se le amos más que hombres y, por consiguiente,
permitía el libre g e s t o al individuo. Acababa la hermanos. U n a alegría tan intensa ablandó las

misión de los apóstoles y de los políticos. Era entrañas de la raza, al sentirse reintegrada en

preciso abandonar las grandes ideas generales sus derechos, que la mañana de la abolición fué

para que el principio de la abolición de la raza una mañana de cantos, de plegarias y de lágrimas

viviera, con actos, en cada uno de sus indivi- de satisfacción. N o puede citarse el caso de un
solo esclavo, por grandes que fueran las ofensas
duos. P a r a resumir nuestro pensamiento en dos
recibidas de sus amos, que se aprovechara de
nombres, la misión de Frederik D o u g l a s s se ce-
la libertad para tomar venganza de ellas. Cuando
rraba triunfalmente y comenzaba, dura y labo-
el hombre ha conquistado la libertad, su alma
riosa, la misión de Booker W a s h i n g t o n .
ha acabado de pedir. En adelante, todo trabajo
L o s negros habían recibido su libertad como
recaerá en sí mismo para perfeccionarse cada
un beneficio tan inmenso que les hizo olvidar
día y progresar fácilmente en la libre armonía
todos los horrores de la esclavitud. El bálsamo
de sus relaciones con sus semejantes.
fué tan eficaz que, á su contacto sólo, cicatrizó la
herida. U n i c a m e n t e la libertad tiene poder para Esta necesidad de perfeccionamiento y de
borrar de esta m a n e r a toda la sangrienta huella progreso la sintió la raza negra, desde el 'día
de los despotismos. Aquellas espaldas curvadas que sucedió á la abolición. Cuando la raza no

por el hábito de la faena, aquellas frentes que fué ya una traba para el individuo, éste, sueltas
para siempre las violentas ataduras, rompió á médico para utilizarlo, puede, con el ansia de
andar. N o pongamos á c a r g o de la raza n e g r a cerciorarse de su completa curación, abusar de
únicamente los errores y las faltas de estos p r i - aquel permiso, y comprometerla neciamente. E l
meros pasos aventurados torpemente por el c a - caso es común y basta á convencernos de él
mino de la civilización. D a d a s las mismas cir- la observación diaria. A l g o parecido debió acon-
cunstancias, el hecho se reproduciría en c u a l - tecerle á la raza negra, privada durante largos
quier otro país y por individuos de cualquier años del uso de su libertad y recibiendo repenti-
otra raza. E n aquel brusco tránsito de la escla- namente el derecho de proclamarla y de vivirla.
vitud á la ciudadanía, el más íntimo y poderoso Extremóse tanto, en el principio, el ejercicio de
deseo del negro era adqurir plena conciencia de la divina facultad reconquistada, que los negros
su libertad. N o le bastó q u e le afirmaran q u e estuvieron á punto de perderla nuevamente y
era libre. ¡ T a n t a s veces se había dormido c o n para siempre. D e entonces datan ciertas corta-
la esperanza de serlo y le habían despertado á pisas y medidas atentatorias al derecho recien-
primo día las voces y los latigazos del o d i a d o temente concedido, que, si una prudencia irre-
capataz! El negro quería hacer uso de aquella flexiva y miedosa dictó á los blancos de aquel
libertad que, por lo menos esta vez, iba á ser tiempo como necesarias, y a en la actualidad no
cierta, y una ingenua ambición espoleó su a l m a se aguantan más que en virtud de una verda-
de niño. Quiso improvisarse personaje en p o c o s dera injusticia social. En cuarenta años la raza
días. A n t e s de aprender á leer, el niño se h a c e negra ha entrado en posesión de sí misma y los
gorros y bocamangas con galones. E s h u m a n o . niños de entonces están tocando á su mayor
L a raza negra, que estaba entonces en la infan- edad. E l camino andado y los adelantos hechos,
cia, copió fatalmente la infancia de las otras desde aquella época, son la mayor garantía que
razas. E l enfermo que tras l a r g a s semanas de lle- puede ofrecerse al Gobierno de los Estados Uni-
var en cabestrillo el brazo, recibe permiso del dos para convencerle de que nada se pierde por
exceso de libertad. T e n í a un rebaño de nueve bros la pesada carga de hacer aptos para utilizar

millones de esclavos que se veía obligado á la libertad que se les concedía y realizarla en

alimentar, á v i g i l a r y á guardar costosamente: una vida civilizada, á las negros, sus hermanos.

hoy cuenta nueve millones de ciudadanos más, Este hombre es Booker W a s h i n g t o n . En el año
1901, este hombre había dado á los Estados Uni-
cada uno de cuyos a c t o s es una contribución á la
dos tres mil ciudadanos jóvenes, maestros en
riqueza de la gran R e p ú b l i c a .
un oficio, dotados de la cultura moral suficien-
Para pasar de la irreflexiva ambición de los
te para gobernarse á sí mismos y fundar una
primeros tiempos á l a legalidad y á la seguridad
familia, conocedores de los trabajos de la tie-
de su actual estado civil ha sido necesario que
rra y del poder de la redención que es la coro-
la raza negra o p e r a r a una paciente labor de
na del trabajo, y preparados, la mayoría de ellos,
reforma social en c a d a uno de sus individuos.
para ejercer con frutos el profesorado donde
L o que largos s i g l o s de civilización habían ido
quiera que se instalaran. A u n q u e sólo una cen-
haciendo entre los blancos sus conciudadanos,
tena, de entre cada millar, sigan las huellas
han tenido que i m p r o v i s a r l o los negros en los
del apostólico maestro, y aunque los resultados
cuarenta y tantos a ñ o s que les separan de la
obtenidos por ellos no lleguen más que á la
abolición. Ha sido preciso revivir en intensidad
mitad de los logrados por el primero, es lógico
sumaria, el g l o r i o s o proceso de los tiempos.
esperar que, gracias á la iniciativa de Booker
Por pobres que f u e r a n los resultados obtenidos
W a s h i n g t o n y á vuelta de una veintena de años,
deberíamos considerarlos como maravillosos y,
toda la raza negra se habrá formado á sí misma
poniendo freno á n u e s t r a s impaciencias, ordenar
y y a no existirán entre blancos y hombres de
á nuestras esperanzas que surgieran. color otras diferencias que las que ofrecen todos
U n hombre d e s v a l i d o y menesteroso, sin re- los individuos de todas las razas entre sí. L a
cursos materiales y casi desprovisto de apoyo cuestión de razas estará definitivamente apurada.
oficial en sus c o m i e n z o s , tomó sobre sus hom-
L a razón y la c u l t u r a darán cuenta de todo pre- de una vez que la raza negra habrá acabado su
juicio. El mérito, el valor y la utilidad civil de educación cuando la blanca acabe la- suya. N o
los individuos s e r á n la única norma de su apre- podemos exigirle que la acabe antes. Mientras
cio. L a H u m a n i d a d se regocijará de la definitiva los blancos persistan en sus prejuicios y hablen
armonía que v e r á reinar entre sus hijos. de su raza, oponiéndola á la negra, los negros
N o creeríamos haber dicho sinceramente todo tendrán derecho á persistir en los suyos y opo-

lo que en nuestro interior ha suscitado el estudio nerse á nosotros. N o cabe otra cosa. L a cuestión

de esta cuestión si no estampáramos para con- ha de resolverse al mismo tiempo de ambos la-

densarla una f r a s e que creemos justa. Hemos dos. Todos los peligros de la raza negra habrán

consultado, en diferentes ocasiones, lo que, á desaparecido, en el Norte de América, cuando,


á su vez, acaben todos los peligros de la raza
propósito de los E s t a d o s Unidos en general y de
blanca. Unicamente los hombres pueden ser
los negros en particular, han escrito diversos
ciudadanos.
literatos y sociólogos europeos ó americanos.
N o hemos leído m á s que dos obras firmadas por
negros: la que tienen en sus manos nuestros *
* *
lectores y la a n t e s citada de Douglass. Pues
b i e n ; la mesura, la imparcialidad, la conciencia,
el respeto y hasta la humildad serena con que T a l vez lo que hace tan una y eficaz la labor

los dos negros hablan de la raza blanca, ofrecen de Booker W a s h i n g t o n respecto á su raza, es
la visión neta que tuvo, desde el principio, de
un contraste curioso con el desdén, la animo-
la misión que le incumbía. Decidido á hacer la
sidad, la ligereza, la burlona falacia y hasta la
educación de su pueblo y bien penetrado de las
injusticia manifiesta y despreocupada de que
necesidades del mismo por la observación pa-
alardean casi todos los autores blancos al tratar
ciente y fervorosa, no dudó un momento de los
la cuestión negra. Esto nos ha hecho pensar más
métodos p e d a g ó g i c o s que debían conducirle á á ellas; la segunda, desinteresada y santa, está
los resultados apetecidos. L a necesidad de lo que toda ella hecha de afán de saber, aparta los ojos
él llama educación profesional se amarró á su de esta vida, se abraza á la filosofía y asume
espíritu con tenacidades de apostolado. T o d o el los ardores de una verdadera religión. L a pri-
Instituto normal é industrial ha nacido y se ha mera conviene á todos los hombres; esta última
desenvuelto al calor de esa idea-madre. Toda es función de almas escogidas. Aquélla, cuya
su obra arranca de ella. T o d a la raza negra finalidad es limitada y concreta, obedece á una
llegará, por ella, á la emancipación de hecho, l e y ; ésta, cuyos f u e g o s arden sin consumir, ca-
al estado de ciudadanía constante. rece de modalidad porque la pasión no tiene ley.
¿ Q u é es, p u e s , la educación profesional? Los E n realidad de verdad, la pedagogía, que en la
profanos en la materia, apenas tienden sus mi- esencia es método, sólo tiene que ver con la pri-

radas por el c a m p o riquísimo de la enseñanza, mera. A q u í tenemos un fin claro que lograr.

ven precisarse, claros y netos, entre el abigarra- A q u í tenemos un sujeto preciso sobre el cual

miento de sistemas, métodos y teorías, dos gran- ejercitarnos. A q u í la ciencia está en su elemento

des caminos, nervios poderosos de la educación, y puede realizar su pontificado. D a d o el hombre


y las necesidades eternas ó circunstanciales, fí-
á los que van á parar, para organizarse en cuerpo
sicas ó civiles en que ha de agitarse, pongá-
activo, todos aquellos menudos filamentos. O la
mosle en condiciones de satisfacer por sí mismo
enseñanza t o m a por objeto la práctica realidad
todas estas necesidades. Esta es la única peda-
de la vida, ó la cultura ideal é independiente del
g o g í a científica y la única que puede organizarse
espíritu. O h a c e ciudadanos y tiene un límite
en cuerpo de doctrina.
preciso, ó hace sabios y se pierde en el abismo
de ciencia de q u e habla Rabelais. L a primera L o s anglosajones han sintetizado en su self-
tiene cuenta de las necesidades de los hombres y help (bastarse á sí mismo), el fondo de esta
les pone en condiciones de atender y proveer doctrina pedagógica. E l discípulo se adiestra en
3
todas las disciplinas que ha de utilizar después vivienda, la necesidad de un vestido que les cu-
en la lucha por la vida. Estudia, no para conocer, bra. T o d a s las diversas profesiones que hacen re-
sino para hacer. Los cuidados de su cuerpo ferencia á cualquiera de los tres g r u p o s indica-
alternan con la cultura del espíritu. Mientras dos, son de una rápida utilización y ponen al in-
cultiva su inteligencia se le fuerza á una verda- dividuo que sobresale en ellas en un pie de venta-
dera gimnasia de la voluntad. Todas sus inicia- ja indiscutible para abordar la lucha por la vida.
ti vas se enderezan á un fin práctico. E n el fondo, E l sabio orientalista, que carece de medios para
la lucha por la vida es la conservación triunfante llevarse un trozo de pan á la boca, tal vez no
del individuo. L a educación práctica tiene esto encuentre modo de transformar en un montón
en cuenta, y uno de los principales cuidados es de céntimos sus conocimientos más preciosos.
poner al individuo en condiciones de atender á Pero el labrador, el carpintero, el panadero, el
la conservación de su vida, de asegurarse la albañil, el maquinista, el zapatero, mientras la
subsistencia, de ganar dinero. Siendo el dinero humanidad coma, se vista y se resguarde de la
una convención que sirve á los hombres para intemperie en un recinto cubierto, es decir, mien-
resumir y en cierto modo fijar el agradecimiento tras haya humanidad, hallarán modo de prestarle
que unos á otros se deben por la prestación de á ésta un servicio necesario y de recibir, en
servicios mutuos, el camino más corto para acu- cambio, de ella una recompensa justa. L a edu-
mular dinero es ponerse en condiciones de pres- cación profesional es la rama de la pedagogía
tar servicio á la sociedad. H a y en la sociedad práctica que toma como base y , en cierto modo,
necesidades, por decirlo así, orgánicas, esencia- como condición de la enseñanza el dotar á los
les, ineludibles y , hasta cierto punto, invaria- educandos de una profesión ú oficio cualquiera.
bles. Estas necesidades pueden reunirse en tres E s la forma, por excelencia, de la educación en
grandes g r u p o s : la necesidad que tienen los las democracias y la más apta para crear rápida-
hombres de alimentarse, la necesidad de una mente la prosperidad de un pueblo ó de una
raza. S u humildad de origen aparente tiene la
generosidad fecunda de todos los limos. Cal- éxito glorioso y oportuno de lo intelectual y del
cándose sobre necesidades previstas, nada de espíritu. L o que hay es que el camino se ha
ella se pierde y es constante servicio su minis- recorrido normalmente, y cuando el espíritu apa-
terio. A s e g u r a la v i d a , conquista las abundan- rece, el cuerpo es fuerte para hacer respetar sus
cias materiales y , subviniendo á todas las nece- , derechos. E s necesario que el hombre coma para
sidades del cuerpo, d e j a intacta y libre la inde- poder pensar; pero sería vergonzoso obligarle
pendencia del espíritu. Podría temerse que la á pensar para poder comer. D e estas dos afirma-
abundancia de profesionales originara la inuti- ciones, la primera parece formular el programa
lidad ó el abaratamiento de la profesión. Nada • de la educación profesional y práctica; en cuanto
menos cierto. A u n suponiendo que en un pueblo, ; á la segunda, ¿ no es en el fondo la expresión
en una ciudad, en una raza, todos los individuos j escueta de lo que se proponen los partidarios de
estuvieran educados en el ejercicio de una pro- I una educación intelectual á ultranza?
fesión, el carácter individual, personal y subs- Llegar por el aquietamiento de las bajas nece-
tantivo que tienen l o s trabajos manuales dife-. sidades á aquella condicionalidad harmónica en
renciaría á cada obrero. Este sería estimable por la que el espíritu puede hacer pacífica irrupción,
unas condiciones y a q u é l se vería solicitado por i nos parece un sistema pedagógico más liberal y
otras. A mayor abundamiento, de la concurren- ; más perfecto que comenzar imponiendo violen-
cia, sobre una base de conocimiento general, . tamente silencio á las necesidades lícitas del
brotaría una n e c e s i d a d : la necesidad de perfec- j cuerpo en nombre de una educación intelectual
ción. D e la perfección, el obrero se vería llevado que siempre participará del prejuicio y del
á la invención. Y a q u í nos encontramos, al final dogma.
de una buena, basta, d u r a y , al parecer, grosera T o d o s los resultados de la educación profe-
educación profesional, con el predominio y el ; sional y práctica nos llevan á un posible mañana
de intelectualidad y de belleza.
E l ansia inagotable de la humanidad, satis- tica lleva indiscutibles ventajas sobre cualquier
fechas unas necesidades, creará otras nuevas otro sistema de enseñanza, sino que es condición
siempre dentro de un harmónico progreso. Pero necesaria para todos los demás. No podéis ense-
si desatendéis esas primeras necesidades del ñar moralidad al hombre combatido de necesi-
hombre y no curáis de s u hambre antes que de dades y sin medios para atender á ellas. El que
su ingenio curioso, lograréis que el discípulo, no sabe vivir, no sabrá vivir bien. L o primero
desengañado de vuestras doctrinas, abandone las es hacer, lo segundo hacer el bien consciente-
aulas y vegete en la incorregible postración del mente.
bruto. L a transcendencia política .y civil de la ense-
Siendo la riqueza la condición necesaria del ñanza es tan grande que su importancia corre
éxito en el actual teje maneje de relaciones in- parejas con la de la higiene en las grandes agru-
ternacionales, puede afirmarse que la primera paciones modernas. Cuando un Estado como
nación del mundo será la que produzca más. el nuestro, descuida lamentablemente una mi-
E l término de la educación profesional es ense- sión como la de la enseñanza, no tiene derecho
ñar al alumno á producir. A medida que reciben á exigir nada de su pueblo. Ni orden, ni obe-
su educación los alumnos de Tuskegee van cons- diencia, ni respeto á la ley, ni trabajo: á nada
truyendo los diversos pabellones del espléndido de esto es acreedor el Estado español respecto
Instituto, fabrican los muebles, el material de de sus súbditos. L a misión del Estado no es
estudio, etc., etc. L a nación que preconice y eternizarse parásito sobre el pueblo que lo
adopte un sistema de enseñanza análogo tocará aguanta. Somos algo más, á pesar de nuestro

en sí misma iguales beneficios: el Estado dará abatimiento, que el andamiaje de un trono. Si el

á los alumnos una enseñanza útil y los alumnos Estado no interviene en nuestra economía gene-

construirán para el Estado toda una nación. ral para servirla y sanearla, es un miembro in-
útil dentro de la nación. Y los miembros inútiles
N o solamente la educación profesional y prác-
deben amputarse del organismo ó son una ame-
deberá adornar su portalada. Aprendamos que
naza constante p a r a su salud y , al fin y á la pos-
la independencia del espíritu nace del trabajo
tre, la causa inevitable de su ruina.
de las manos. Aprendamos que la necesidad no
Es preciso empaparnos íntimamente de esta admite trampas y que hasta ahora el camino más
idea del Estado activo que ha sido la salvación corto para llegar á comer pan es saber amasarlo.
del joven pueblo americano y que lo ha hecho el No hay empleo vil, ni oficio grosero, ni profe-
pueblo por antonomasia del siglo x x . sión plebeya, porque todos ellos son trabajo y
Sin salimos de l a s estrictas leyes de la oferta en todo trabajo hay la misma virtud. Saquemos
y la demanda, c u a n d o el Estado nos pida solda- cuanto bien podamos de las circunstancias tal
dos y cuarteles, pidámosle, á nuestra vez, maes- como se presentan, y depongamos en las aras
tros y escuelas. P i d á m o s l o con voluntad, con del mañana el incienso de las radiantes teorías.
seguridad y con constancia, resistamos serenos A la inteligencia le toca pensar la libertad; á la
ante su negativa y n o contribuyamos á eternizar voluntad amarla; á la mano realizarla. Apren-
la atroz leyenda de esta pobre España en la que damos á atribuir á esta última, en el terreno de
un general y un o b i s p o se disputan el poder, la enseñanza, el glorioso lugar que le corres-
á los dados, sobre l a s espaldas curvadas de un ponde.
pueblo de a n a l f a b e t o s .
Booker W a s h i n g t o n termina el prólogo que,
Consideremos y el libro que hoy ofrecemos á petición nuestra, ha tenido la amabilidad de
á nuestros lectores servirá de punto de partida mandarnos para esta traducción española, con
para estas consideraciones - las buenas, honra- las siguientes palabras: Todo aquello que hace
das y positivas v e n t a j a s que podemos sacar de aprender algo á la mano, dignificando el traba-
la educación p r o f e s i o n a l . Cortemos la espiral á jo, es Educación, en el más alto sentido de la
nuestros humos y pensemos en la construcción palabra.
de nuestras casas a n t e s que en el blasón que Nosotros añadiremos: ((Todo aquel cuyas ma-
nos estén educadas para d o m i n a r y labrar la
materia, poseerá la Tierra.»
H a y en el Génesis un v e r s í c u l o miraculoso y
santo, donde se atribuye al p o d e r de la divina Saliendo d e la esclavitud...
palabra la creación del m u n d o . •

Pero hay, entre los mitos g r i e g o s , una fábula grooker C. Washington


más real y más humana: la de aquel gigante que
aguantaba la Tierra con los hombros y con las
manos.
i
E. MARQUINA
S CAPÍTULO I.—ESCLAVO
París, Abril, 1905. E N T R E LOS E S C L A V O S . W

Nací esclavo en una plantación del condado de Fran-


klin, en la Virginia. N o estoy completamente seguro del
lugar ni de la fecha exacta de mi nacimiento; pero,
es indudable que debí de nacer en alguna parte y
en un momento dado. Por lo que me ha sido posible
averiguar, debí de nacer próximo á la Casa-correo de
un arrabal llamado el Fuerte de Hale, por los años
1858 ó 1859. Ignoro el mes y el día. Los primeros re-
cuerdos que puedo evocar se relacionan con la planta-
ción y el b a r r i o de los esclavos, ó sea la parte de la plan-
tación en que los esclavos tenían sus viviendas. Mi vida
comenzó en el medio más miserable, más descorazonador
y más triste que pueda imaginarse. Y esto no porque
mis amos fueran extraordinariamente crueles: en com-
paración con los otros, no lo eran. Y o nací en una
nos estén educadas para d o m i n a r y labrar la
materia, poseerá la Tierra.»
H a y en el Génesis un v e r s í c u l o miraculoso y
santo, donde se atribuye al p o d e r de la divina Saliendo d e la esclavitud...
palabra la creación del m u n d o . •

Pero hay, entre los mitos g r i e g o s , una fábula grooker C. Washington


más real y más humana: la de aquel gigante que
aguantaba la Tierra con los hombros y con las
manos.
i
E. MARQUINA
S CAPÍTULO I.—ESCLAVO
París, Abril, 1905. E N T R E LOS E S C L A V O S . W

Nací esclavo en una plantación del condado de Fran-


klin, en la Virginia. N o estoy completamente seguro del
lugar ni de la fecha exacta de mi nacimiento; pero,
es indudable que debí de nacer en alguna parte y
en un momento dado. Por lo que me ha sido posible
averiguar, debí de nacer próximo á la Casa-correo de
un arrabal llamado el Fuerte de Hale, por los años
1858 ó 1859. Ignoro el mes y el día. Los primeros re-
cuerdos que puedo evocar se relacionan con la planta-
ción y el b a r r i o de los esclavos, ó sea la parte de la plan-
tación en que los esclavos tenían sus viviendas. Mi vida
comenzó en el medio más miserable, más descorazonador
y más triste que pueda imaginarse. Y esto no porque
mis amos fueran extraordinariamente crueles: en com-
paración con los otros, no lo eran. Y o nací en una
verdadera choza de madera que medía catorce por' die-
ciseis pies de superficie y habité en esta choza con mi naba. L a choza no tenía v e n t a n a s ; no tenía más que dos
madre, mi hermano y mi hermana hasta después de l a aberturas practicadas en los costados, por las que entra-
guerra civil, época en l a cual todos f u i m o s d e c l a r a d o s ba l a luz y , á la vez el viento frío y g l a c i a l del invier-
libres. no. También había u n a puerta, ó, hablando con propie-
dad, a l g u n a cosa que se llamaba p u e r t a ; pero los goz-
N o sé casi nada de mis antepasados. C u a n d o estaba
nes mal ajustados sobre los que giraba y las anchas
en mi barrio de los esclavos, y más tarde también, oía
grietas que l a hendían, sin contar con su pequeñez exi-
citar, á medias palabras, en las conversaciones de los
g u a p a r a el marco, hacían de nuestra choza un l u g a r
negros, las torturas que los esclavos, entre los que de-
muy poco confortable. A p a r t e de estas tres aberturas ha-
berían hallarse mis abuelos por parte de madre, habían
bía, en un rincón, el «agujero de los gatos», abertura
tenido que soportar en el barco donde se les c o n d u c í a
practicada en el muro, que toda casa ó choza de la V i r -
de A f r i c a á América. Me ha sido imposible r e c o g e r nin-
ginia poseía en el período anterior al de l a guerra.
g ú n dato positivo sobre la historia de m i f a m i l i a , ante-
rior á mi madre. Recuerdo que ésta tenía hermanastro E l «agujero de los gatos» ó «gatera» era una aber-
y hermanastra. E n los tiempos de la esclavitud no se tura cuadrada, de unas siete á ocho p u l g a d a s que per-
concedía mucha importancia á l a historia g e n e a l ó g i c a y mitía entrar y salir á los gatos por la noche. E n nues-
á los anales de una f a m i l i a — quiero decir de u n a f a m i - tro caso particular, jamás comprendí la necesidad de
lia de n e g r o s . - S u p o n g o que mi madre debió l l a m a r l a semejante máquina, toda vez que había, en l a choza, por
atención de algún comprador que, por esta causa, pasó á lo menos m e d i a docena de agujeros que habrían podido
ser su propietario y el mío. Su entrada en l a tropa de utilizarse p a r a el mismo fin. E n nuestra choza no había
esclavos debió revestir aproximadamente la m i s m a i m - embaldosado: l a tierra lo suplía. E n el centro de este
portancia que la compra de un caballo ó de una v a c a . pavimento natural había un agujero ancho y profundo
D e mi padre tengo todavía menos noticias que de m i donde se g u a r d a b a n las patatas en invierno. E l «hoyo
madre. N i tan siquiera conozco su nombre. H e oído de- de las patatas» ha quedado netamente g r a b a d o en m i
cir que era un blanco habitante en u n a de las planta- memoria, porqiie recuerdo que, cuando las guardaban ó
ciones vecinas. L o cierto es que nadie me ha dicho que cuando las sacaban de él, había logrado, más de u n a
manifestara por m í el más mínimo interés, ni que, en vez, apoderarme de un par, que cocía en el rescoldo para
modo alguno se preocupara por subvenir á mi educa- r e g a l a r m e con ellas. N o había horno en l a plantación y
ción. N o se lo echo en cara. E r a también una v í c t i m a mi madre tenía que cocinar para los blancos y para
infortunada de la institución que el pueblo americano los esclavos sobre un f u e g o abierto, en pucheros y ca-
había introducido tan desdichadamente en su o r g a n i s - zuelas. D e modo que si el frío, en invierno, era azote
mo social. de l a choza m a l construida, en verano, el calor del ho-
g a r no era mucho más soportable. Mis primeros años
N u e s t r a choza no nos servía exclusivamente de v i v i e n - de i n f a n c i a , pasados en l a reducida choza, no difieren
da : era además la cocina de l a plantación. M i m a d r e coci- g r a n cosa de los de los otros esclavos. Como es natu-
faena fija. A pesar de esto, me empleaban casi siempre,
ral, mi madre no p o d í a consagrar á sus hijos más que
en limpiar los patios, llevar el agua á los trabajadores
cortísimos instantes y aprovechaba, para estar con nos-
de los campos ó ir hasta el molino, u n a vez por semana,
otros, a l g u n o s m i n u t o s por la m a ñ a n a , antes de co-
para transportar el trigo que debía molerse. E l molino
menzar su trabajo y a l g u n o s por l a tarde, cuando su
se hallaba situado á unas tres millas de l a plantación.
jornada había t e r m i n a d o .
E s t a era l a más temida de todas mis obligaciones. E l
U n o de mis r e c u e r d o s m á s antiguos me representa á
pesado saco de trigo iba atravesado en el lomo de un
mi madre, y a tarde, á l a noche, haciendo cocer un pollo,
caballo de modo que quedara igual cantidad á ambos
y despertando g o z o s a á sus hijos para dárselo á comer.
costados; pero acontecía casi siempre que el saco res-
Ignoro cómo y d ó n d e lo habría encontrado. D e todos
balaba hasta destruirse el equilibrio y caer del caba-
modos supongo que p r o c e d e r í a del corral de nuestro pro-
llo A l g u n a s veces me caía y o también. Como no tenia
pietario. A l g u n o s p o d r á n llamar á esto un robo. Hoy
l a fuerza suficiente para v o l v e r á colocar el saco sobre
mismo, y o lo c o n d e n a r í a con ese nombre. Pero acon-
el caballo, me veía obligado á quedarme esperando ho-
teciendo el hecho e n l a época indicada y sin otro fin
ras y horas que viniera a l g ú n caminante á sacarme del
que el de alimentar á sus hijos ¿quién podrá hacerme
apuro. Y las horas trascurridas en semejante espera, las
creer que mi m a d r e se hizo culpable de un crimen?
invertía de ordinario en llorar amargamente.
E r a simplemente u n a v í c t i m a del sistema de la escla-
vitud. Habiendo perdido el tiempo de este modo, llegaba al
molino con retraso, y antes que me molieran el trigo y
N o recuerdo h a b e r dormido en cama, antes de pro-
estuviera y o de vuelta, l a noche se me echaba encima.
clamarse l a e m a n c i p a c i ó n que libertaba á mi familia.
E l camino era extremadamente solitario y á menudo
Eramos, en l a choza, tres niños: Juan, m i hermano ma-
atravesaba bosques espesísimos. Y o tenía mucho miedo
yor, A m a n d a , mi h e r m a n a y yo, y nos acostábamos en
porque se decía que los bosques estaban llenos de sol-
el duro suelo, en un j e r g ó n ó, hablando con mayor exac-
dados desertores y me habían contado que l a primera
titud, en un montón d e trapos sucios echados por tierra.
cosa que hacía un desertor, con un niño negro, al encon-
A l g u i e n me ha p e d i d o , no hace mucho tiempo, que
trarle á solas, era cortarle las orejas. Además cuando
hablara de los j u e g o s y diversiones de m i infancia. An-
v o l v í a tarde á casa sabía y o que me esperaban una fuer-
tes de que se me h i c i e r a esta petición, nunca se me ha-
te reprimenda ó una paliza.
bía ocurrido l a p o s i b i l i d a d de dedicar al j u e g o ningún
Como esclavo que era no recibí entonces ninguna ins-
momento de mi v i d a . P o r mucho que ahonde en mi me-
trucción, aunque recuerdo haber llegado muchas veces
moria, cada instante de m i v i d a se me representa ocu-
hasta l a misma puerta de l a escuela, con una de mis
pado en a l g u n a labor determinada y, sin embargo, creo
amas jovencitas, para llevarle sus libros L a vista de
que sería a c t u a l m e n t e u n hombre más útil si, cuando
aquellas docenas de niños y. niñas, encerrados en l a cla-
era pertinente, h u b i e r a podido conceder á los juegos el
se y embebidos en el estudio, me causó una impresión
tiempo necesario. E n los tiempos de l a esclavitud, era
profundísima y en mi interior sentía que entrar en u n a
y o demasiado niño p a r a que pudieran ocuparme en una
escuela para estudiar en e l l a con aquel reposo, equival-
dría poco más ó menos á e n t r a r en el Paraíso. ni un solo esclavo i g n o r a b a en nuestra plantación que,
L a primera vez que me d i cuenta del hecho de mi es- aunque hubiera de por medio muchos intereses, l a es-
clavitud y de que se d i s c u t í a l a libertad de los esclavos, clavitud figuraba antes que todos. Hasta los individuos
f u é una mañana, m u y t e m p r a n o , al despertarme mi ma- más ignorantes de mi raza, en las más apartadas plan-
dre que, inclinada sobre sus hijos, dirigía al cielo una taciones, sentían en el fondo de sí mismos, con u n a cer-
ardiente p l e g a r i a para que L i n c o l n y sus ejércitos lo- tidumbre inequívoca, que l a libertad de los esclavos se-
grasen l a victoria y un d í a ella y sus criaturas fueran ría el resultado supremo de la guerra, si las armas del
libres. Jamás he podido comprender, cómo, por aquel Norte llegaban á triunfar. C a d a éxito de los ejércitos fe-
entonces, en todo el S u d , l o s esclavos, absolutamente derales y cada derrota de los confederados se seguían
ignorantes casi todos, en m a t e r i a de libros y periódicos, con el más profundo interés. C o n frecuencia los escla-
pudieran, tan perfecta y e x a c t a m e n t e , estar al tanto de vos conocían el resultado de las grandes batallas antes
las grandes cuestiones n a c i o n a l e s que agitaban al país. que los blancos. Generalmente estas noticias las recogía
el negro á quien enviaban á la Casa-correos, en busca
Desde l a época en que G a r r i s o n , L o v e j o y y otros ha-
de las cartas. E n nuestro caso particular, el correo esta-
bían comenzado su c a m p a ñ a en favor de l a libertad, los
ba á unas tres millas de l a plantación y el ambulante de
esclavos siguieron muy de c e r c a los avances del movi-
correos venía una ó dos veces por semana. E s t e ambu-
miento. Y o no era más q u e u n niño durante el período
lante, que era un negro, tenía l a costumbre de rondar
preliminar de l a g u e r r a y d u r a n t e el curso de la guerra
l a r g o rato en torno de la Casa-correo para sorprender lo
m i s m a ; pero ahora recuerdo l a s numerosas confidencias
esencial de las conversaciones de los blancos, que, na-
musitadas tarde, á alta n o c h e , entre mi madre y otras turalmente se agrupaban allí para discutir las noticias
esclavas de l a plantación. E s t a s confidencias y discu- que les llegaban con las cartas. Y cuando regresaba de
siones demostraban que l o s esclavos comprendían l a si- l a habitación de nuestro dueño común, el ambulante es-
tuación y se hacían tener a l corriente de l a marcha de parcía las noticias recogidas de este modo, entre los
los acontecimientos por lo q u e llamaban «el telégrafo esclavos, que se enteraban de los sucesos importantes
de l a v i ñ a ( i ) antes que los blancos de la «Casa grande» como llamá-
Durante la c a m p a ñ a en q u e Lincoln fué candidato á bamos á l a habitación de nuestro dueño.
l a Presidencia por primera v e z , los esclavos de nuestra
plantación, situada á m u c h a s millas de toda línea fé- N o puedo recordar que u n a vez siquiera, durante mi
rrea, de toda gran ciudad ó periódico diario, conocían niñez ó mi adolescencia, nuestra familia se sentara reu-
punto por punto las g r a n d e s cuestiones que se debatían. nida delante de u n a mesa, hiciera sus rezos y comiera
E n los comienzos de l a g u e r r a entre el Sud y el Norte, de un modo civilizado. E n l a plantación, los niños se
procuraban el sustento aproximadamente como los ani-
(1) Grape vine íelegraph, f r a s e p o p u l a r q u e se refiere á la transmi-
males. U n trozo de pan aquí, un trozo de carne a l l á ;
sión de las noticias p o r el r u m o r p ú b l i c o . — ( N . del T . ) . ahora una taza de leche, ahora unas pocas patatas... A l -
g u n a s veces, ciertos miembros de la familia comían en el
mismo puchero, m i e n t r a s otros tenían un plato de hoja- un grueso de media p u l g a d a . Cuando andaba movían
lata colocado sobre s u s r o d i l l a s , y no se servían, ordi- un ruido infernal y además eran muy incómodas porque
nariamente, m á s que d e sus manos. C u a n d o tuve edad el pie no podía colocarse holgadamente en ellas. A q u e l
para ello me hicieron i r á l a «Casa grande» á las horas calzado comunicaba á toda l a persona un aire de increí-
de comer, p a r a que, m i e n t r a s mis amos comían, espan- ble torpeza. Pero l a prueba más dura que tuve que so-
tara las moscas m o v i e n d o un abano, colgado sobre la portar como esclavo, fué l a de llevar una camisa de
mesa. N o es n e c e s a r i o decir que la conversación de í lienzo. E n la parte de la V i r g i n i a donde me encontra-
los blancos versaba p r i n c i p a l m e n t e sobre el tema de ba, se empleaba el lienzo más grosero para vestir á los
l a libertad y de l a g u e r r a . Y o no perdía palabra, f esclavos. Y o no puedo concebir una tortura compa-
Estoy viendo t o d a v í a á una de mis amas jovencitas rable á l a que causa el estrenar una camisa de esas,
y á varias a m i g a s q u e l a visitaban, comiendo biz- si no es la producida por la estracción de u n a mue-
cochos, en el patio d e l a C a s a . E n aquella época los la. E s algo como los arañazos de una docena de pun-
bizcochos eran mi m á s ardiente deseo, en materia de zas de castaña ó de un centenar de alfileres en con-
d u l c e s ; así es que, e n el momento aquel, me parecía tacto con la piel. T o d a v í a hoy logro reproducirme neta-
que si a l g u n a vez c o n q u i s t a b a mi libertad, mis votos mente el martirio que me originaba echarme encima
se colmarían por c o m p l e t o , cuando pudiera proporcio- aquella vestimenta. P o r desdicha mía, tenía l a piel de-
narme a l g u n o s b i z c o c h o s y comerlos con tanto gusto co- masiado dulce y demasiado sensible. N o me dejaban es-
m o mis señoritas. A m e d i d a que se prolongaba la coger. E r a necesario llevar aquella camisa ó ir desnu-
guerra, los blancos s e v e í a n con más dificultades para do. Y o habría preferido no llevar nada.
proporcionarse v í v e r e s . E s t o y convencido de que los es- A propósito de esta camisa, m i hermano Juan realizó
c l a v o s no s u f r í a m o s , e n l a privación, tanto como los uno de los actos más generosos que un esclavo haya
blancos, porque n u e s t r o r é g i m e n ordinario se componía realizado por otro. E n distintas ocasiones, cuando me
de pan de centeno y c a r n e de cerdo, alimentos que nos veía obligado á estrenar una camisa, mi hermano se
proporcionaba l a m i s m a p l a n t a c i ó n ; mientras que los ofrecía á llevarla en mi l u g a r , durante algunos días,
amos necesitaban c a f é , té, azúcar y otros requisitos que hasta que perdiera toda rasposidad. Mientras duró mi
no podían c u l t i v a r s e y que l o s azares de l a guerra ha- infancia esta camisa fué mi único vestido.
cían de d i f í c i l a d q u i s i c i ó n . C o n frecuencia tenían los
blancos g r a n d e s a p u r o s . T o m a b a n granos de trigo tos- P o r lo que al comienzo he relatado podrá imaginar-
tados, en l u g a r de c a f é y u n a especie de miel negruzca se, tal vez, que existía un fondo de animosidad en mi
hacía las veces d e a z ú c a r . D e ordinario no se azucaraba raza contra los blancos, y a que la mayoría de estos
n a d a aquel pretendido, c a f é ó té. combatían en una guerra que debía tener por resultado
la esclavitud de los negros, si triunfaba el Sud.
Recuerdo q u e l a s p r i m e r a s botas que hube de calzar-
me eran de m a d e r a . E s t a b a n cubiertas de un cuero bur- P a r a los esclavos de mi plantación no era esto ver-
do ; pero l a p l a n t i l l a y l o s talones eran de madera y de dad y tampoco lo era para la gran masa de la población
esclava del S u d ; para ningún sitio donde se tratara á mientos de antipatía contra l a raza b l a n c a ; y existen
los negros nada m á s que medianamente. Durante l a gue- numerosos ejemplos de negros que han continuado sir-
rra civil f u é muerto uno de los hijos de mis amos y viendo á sus amos, caídos por un motivo ú otro en l a
otros dos fueron gravemente heridos. Recuerdo el sen- indigencia. Y o conozco el caso de algunos antiguos pro-
pietarios que lograron escapar á l a miseria, gracias al
timiento de tristeza que reinaba entre los esclavos,
dinero, que, durante l a r g o s años, les enviaron sus es-
cuando supieron que el «señorito B i l l y » había muerto.
clavos. Conozco otros antiguos esclavos que han con-
N o era un dolor fingido: era real.
tribuido á los gastos de educación de los descendientes
A l g u n o s de los esclavos habían cuidado del «señori-
de sus amos. Se d a , por ejemplo, el caso de un joven
to B i l l y » cuando e r a n i ñ o ; otros habían j u g a d o con él.
blanco, hijo de un antiguo propietario, á quien el vicio
E l «señorito B i l l y » había intercedido por muchos de
de l a bebida reduce á tal extremo de embrutecimiento y
ellos cuando el intendente ó el amo les azotaban. E l do- de miseria, que da g r i m a : pues á pesar de l a indigen-
lor del barrio esclavo no le cedía en nada al de la «Ca- cia de los negros en aquella plantación, ellos le procu-
sa Grande.» C u a n d o los otros dos señoritos, regresa- ran, desde hace algunos años, todo lo necesario para
ron heridos, la simpatía de los esclavos se aianifestó de poder vivir. Uno le m a n d a el c a f é ; otro el a z ú c a r ; el
muchas maneras. Demostraron tanta solicitud como de más allá un trozo de carne y así sucesivamente. N a -
los parientes p a r a ayudar á cuidar á los enfermos. da de lo que poseen les parece bastante bueno para el
Los hubo que solicitaron velar por l a noche á sus jóve- h i j o del «anciano señor T o m , » que no padecerá jamás,
nes señores. E s t a ternura y este afecto por parte de mientras quede en aquellos lugares alguno de los que
aquellos que gemían bajo el y u g o de l a esclavitud pro- conocieron, poco ó mucho, al señor T o m .
venían de l a bondad y generosidad de su naturaleza.
He dicho que se citaban pocos casos en que un hom-
Cuando los blancos estaban en l a guerra, los esclavos
bre de mi raza haya hecho traición á l a confianza depo-
habrían dado su v i d a por defender y proteger á las mu-
sitada en él. N o hace mucho tiempo, en u n a villa del
jeres y á los niños de l a plantación. E l esclavo designa-
estado de Ohío, encontré á un antiguo esclavo que, an-
do para pasar l a noche en l a «Casa Grande», en ausen-
tes de proclamarse l a abolición de la esclavitud, se ha-
cia de los dueños, era llamado á un «sitio de honor». E l
bía comprometido á p a g a r á su dueño, durante un tiem-
que hubiera pretendido tocar á l a señora de l a casa, jo- po dado, una suma determinada al año, y mientras tan-
v e n ó v i e j a , habría tenido que pasar antes por encima to quedaba en libertad de trabajar como quisiera y por
de un cadaver. N o sé si alguien lo habrá notado, pero quien quisiera. Creyendo que en Ohío se daban los me-
creo que se reconocerá l a justicia que me ampara cuan- jores salarios, allí se dirigió. Cuando l a libertad fué con-
do afirmo que son rarísimos los casos de hombres de cedida á los esclavos como un derecho, debía todavía
m i raza, esclavos ó libres, que hayan hecho traición á la unos trescientos dollars á su dueño. D e hecho, estaba
confianza depositada en ellos. absuelto de toda obligación para con él. Sin embargo,
Puede afirmarse que, en general, antes y durante la este negro hizo á pie el camino hasta V i r g i n i a , donde
guerra, los individuos de mi raza no abrigaban senti-
v i v í a su amo, para entregarle, e n p r o p i a mano, h a s t a p a r a instruir y educar á los que permanecen en l a pa-
el último dollar, comprendidos l o s intereses que d e b í a tria antigua.
todavía. N o digo todo esto p a r a justificar l a esclavitud, n o :
A l contármelo no me ocultaba q u e se sabía p e r f e c t a - fué u n a institución implantada, como todos sabemos, en
mente dispensado de p a g a r su d e u d a ; p e r o habiendo em- A m é r i c a con miras comerciales y egoístas m á s que hu-
peñado su palabra, quería m a n t e n e r l a , porque n u n c a manitarias y m a l d i g o de ella. Pero he querido hacer no-
faltó á ella. N o le parecía posible d i s f r u t a r de l a liber- tar que la Providencia se sirve de los hombres y de las
tad hasta haber cumplido su promesa. instituciones p a r a que se cumplan sus designios. A los
T a l v e z podría inferirse de a l g u n a s cosas aquí con- que me preguntan cómo puedo tener confianza en el
porvenir de mi raza en este país, d a d a s las condiciones
tadas que los esclavos no deseaban l a abolición: esto n o
aparentemente desesperadas, porque atravesamos á v e -
es exacto. N o he visto nunca á u n o solo que no d e s e a r a
ces, les recuerdo las vicisitudes á que nos h a sometido
ser libre ó que quisiera volver á l a esclavitud.
y de que nos ha sacado siempre con bien l a P r o v i d e n c i a .
Con toda m i a l m a compadezco á l a nación ó á c u a l -
quier grupo de individuos bastante desdichados p a r a de- Desde que tengo la necesaria madurez p a r a pensar
jarse atrapar por la zarpa de la e s c l a v i t u d . P e r o h a c e en estas cosas, he creído siempre que á pesar de los crue-
y a mucho tiempo que he dejado de a b r i g a r sentimien- les martirios que le torturaron, el n e g r o sacó tanto pro-
tos rencorosos contra los blancos d e l S u d que nos m a n - vecho como el blanco de l a esclavitud. A l a v e r d a d , no
tuvieron en la servidumbre. N o e s j u s t o hacer á u n a eran los negros los únicos en experimentar l a s funestas
región más responsable que á otra d e l hecho de l a e s c l a - consecuencias del régimen. Esto podía comprobarse cla-
vitud que fué reconocido y p a t r o c i n a d o por el g o b i e r n o ramente en nuestra plantación. T o d o el sistema de l a
esclavitud estaba concebido de tal suerte que el traba-
federal durante muchos años. F o r m a n d o y a , como for-
jo, por r e g l a general, se consideraba como un signo d e
maba, parte de l a vida económica y social de l a R e p ú -
degradación y de inferioridad. E n consecuencia las dos
blica no era cosa fácil para el p a í s deshacerse de u n a
razas reunidas en una plantación trataban d e esquivar-
tal institución. P o r otra parte, c u a n d o , desembarazán-
lo. E n nuestra región el sistema de l a esclavitud ha
donos de todo prejuicio y de toda p a r c i a l i d a d de r a z a ,
contribuido á que desaparecieran en l a raza blanca, l a
contemplamos los hechos cara á c a r a , nos es forzoso
confianza en sí misma y el espíritu de empresa. E l que
reconocer que, apesar de l a c r u e l d a d y l a i n j u s t i c i a d e l fué mi propietario tenía muchos hijos y algunas h i j a s :
régimen, los diez millones de n e g r o s educados, en l a es- pero, que y o sepa, ninguno ha sabido n u n c a adoptar
cuela de l a esclavitud americana, están en mejores con- una profesión ó montar una industria productiva. L a s
diciones, desde el punto de vista m a t e r i a l , i n t e l e c t u a l , h i j a s no aprendían ni á coser, ni á cocinar, ni á gober-
moral y religioso, que los negros d e c u a l q u i e r a o t r a p a r - n a r una casa. L o s esclavos estaban encargados de estas
te del globo. Y esto es de tal m o d o v e r d a d e r o que los ocupaciones; pero no tenían un interés personal en l a
negros de este país, pasados por el período de l a e s c l a - plantación y su ignorancia les incapacitaba para acabar
vitud, vuelven constantemente á A f r i c a como m i s i o n e r o s
ninguna faena de un modo serio y cuidadoso. Como sión de los y a n k e e s , l a plata y otros objetos de valor se
consecuencia, las empalizadas se demolían, las puertas sacaron de l a «Casa grande», se c l a v a r o n en grandes
de los corrales salíanse de sus goznes, las de las casas c a j a s de madera y se confiaron á l a custodia de los es-
chirriaban, los cristales se rompían, el yeso saltaba de c l a v o s de confianza. ¡ D e s d i c h a d o de aquel que hubiera
las paredes sin que se le reemplazara, y el patio se lle- intentado tocar al tesoro c u s t o d i a d o ! L o s esclavos esta-
naba de m a l a yerba. ban dispuestos á darles á los soldados yankees cualquier
D e ordinario había u n a comida especial para los ne- cosa, comida, bebida, trajes, todo, excepto lo que había
gros y otra para los blancos. Sin embargo, en la mesa sido confiado á su custodia.
de los señores faltaban aquella delicadeza y aquella per- A medida que el gran día se acercaba, las canciones
fección en los detalles que hacen de l a home el más eran más frecuentes que de ordinario en el barrio ne-
confortable, el m á s g r a t o y el más atractivo de los si- gro. E r a n m á s atrevidas, m á s b r a v a s y duraban hasta
tios de reposo. P o r otra parte había en los alimentos altas horas de l a noche. L a m a y o r parte de los versos
y otros artículos filtraciones que minaban las fortunas. de estos cantos de l a plantación contenían alusiones á
Cuando se proclamó l a libertad, el esclavo estaba tan l a libertad. V e r d a d es que estos himnos no eran nue-
bien preparado como su amo para comenzar un nuevo v o s ; pero hasta entonces habíanlos cantado cuidando de
género de v i d a , salvo en lo referente á l a instrucción explicar que l a libertad á que aspiraban se refería á la
y al ejercicio de la propiedad. P e r o el propietario de es- otra vida y n a d a tenía que v e r con este mundo. A h o r a
clavos y sus hijos no habían aprendido ninguna profe- se quitaban l a máscara y n o les atemorizaba dar á en-
sión. Inconscientemente se habían penetrado del senti- tender que l a ((libertad», en sus cantos, significaba l a
miento de que el trabajo manual no estaba hecho para del n e g r o aquí, en l a tierra. D u r a n t e l a noche que pre-
ellos. E n cambio los esclavos habían aprendido a l g ú n cedió al g r a n día se participó á los barrios de esclavos
oficio; no se avergonzaban de trabajar y muy pocos se que un acontecimiento extraordinario iba á tener l u g a r ,
negaron á ello. al otro día, en l a ((Casa grande.» P u e d e decirse que na-
Por fin se terminó l a guerra y llegó el día de l a li- die durmió aquella noche: l a espectación era general.
bertad. F u é un día memorable y lleno de incidentes. L o P o r l a mañana, muy temprano, se dió á todos los es-
c l a v o s orden de que se reunieran en l a Casa. Y o me di-
habíamos esperado l a r g o tiempo. L a libertad iba á ser
rigí, por consiguiente, en c o m p a ñ í a de mi madre, de
una r e a l i d a d ; desde hacía a l g u n o s meses, todos los días
m i hermano y de m i h e r m a n a y de un g r a n número de
veíamos soldados desertores que regresaban á sus casas.
esclavos á la habitación de nuestro dueño.
Otros, dados de alta ó cuyos regimientos habían sido li-
cenciados bajo palabra, pasaban constantemente por de- T o d a l a f a m i l i a de éste estaba reunida en la galería
lante de nosotros. « E l telégrafo de la viña» funcionaba de l a casa, los unos sentados y los otros en pié, dispues-
activamente día y noche. L a s noticias y rumores de los tos á hacerse cargo de lo que iba á pasar y de lo que iba
grandes acontecimientos iban pasando rápidamente de á decirse. Había en los semblantes u n a expresión de in-
una en otra plantación. T e m i e n d o una probable inva- terés sincero: de tristeza, tal vez, pero no de amargura.
A l recordar ahora l a i m p r e s i ó n que me produjeron, me
fesión, de dar u n a educación á sus h i j o s ; el cumpli-
parece que no estaban tristes por perder su propiedad,
miento de los deberes sociales y la necesidad de fundar
sino tristes por verse o b l i g a d o s á separarse de aquellos
una Iglesia y mantenerla.
á quienes habían m a n t e n i d o y á los que estaban unidos
N o era n a d a sorprendente que, en el espacio de unas
por tantos vínculos.
horas, se aquietaran los gritos de alegría, para dar lu-
L o que más n e t a m e n t e recuerdo, en relación con este g a r á un sentimiento de profundo abatimiento en las
acontecimiento, es á u n señor extranjero (probablemente chozas de los esclavos. A h o r a que l a habían conquista-
un funcionario de l o s E s t a d o s Unidos), que hizo una do, l a libertad les parecía á muchos de ellos una cosa
pequeña alocución y l e y ó un l a r g o documento; el acta más g r a v e de lo que hasta entonces habían creído.
de l a proclamación, s e g u r a m e n t e . T e r m i n a d a l a lectu- Había negros que contaban setenta y ochenta años.
ra del acta, se nos d i j o que éramos libres y que tenía- Y a no tenían las fuerzas necesarias p a r a crearse una po-
mos el derecho de i r n o s cuando y donde quisiéramos. Mi sición, en a l g ú n l u g a r desconocido, y con dueños des-
madre, que estaba á m i l a d o , se inclinó sobre sus hijos conocidos, dando por hecho que les f u e r a fácil hallar un
y los abrazó m i e n t r a s que l á g r i m a s de gozo le corrían nuevo domicilio. P a r a éstos, l a cuestión de l a libertad
por l a cara. E l l a nos l o e x p l i c ó entonces todo, diciéndo- ofrecía dificultades positivas. Además, había, en el fon-
nos que este era el d í a por el que había rezado tantas do de su corazón un extraño sentimiento de fidelidad al
veces, temiendo que n o l l e g a r a antes de su muerte. «viejo señor» á l a «vieja señora» y á sus hijos, contra
E n los primeros m o m e n t o s hubo alegrías locas, ac- el cual eran impotentes para defenderse. Habían pasa-
ciones de g r a c i a s y f r e n é t i c o s transportes de entusiasmo. do con ellos la mitad de un siglo y no era cosa de poca
N o había en todo esto asomo alguno de animosidad. Al monta pensar seriamente en l a separación. D e ahí que
contrario: los e s c l a v o s estaban conmovidos de piedad se viese á muchos esclavos v i e j o s , salir uno á uno de
por sus antiguos d u e ñ o s . sus viviendas, y dirigirse á hurtadillas á l a «Casa-Gran-
de» p a r a tener con el que hasta entonces había sido su
L a alegría loca d e l o s negros emancipados no duró
dueño, secretas entrevistas, en las que había de quedar
más que un m o m e n t o ; p o r q u e y o pude observar que al
fijado su porvenir.
regresar á sus chozas y a era manifiesto un cambio en su
actitud. L a r e s p o n s a b i l i d a d que la libertad lleva en si
misma, el tenerse q u e a r r e g l a r en adelante solos con
sus hijos, parecía p r e o c u p a r l e s hondamente. S u caso era
el de un niño de diez á once años al que se echa repen-
tinamente al m u n d o , o b l i g á n d o l e á que se baste á sí
mismo. A l g u n a s h o r a s habían sido suficientes para colo-
carles frente á frente á los problemas que l a raza an-
g l o s a j o n a había e m p l e a d o siglos en resolver: el pro-
blema de encontrarse u n domicilio, de escoger una pro-
Como acabo de decir, los más de los negros se ale-
jaron de su plantación, por lo menos algunos días, para
convencerse de que realmente tenían el derecho de ir
donde quisieran y para probar el gusto de la libertad.
Después de haber pasado un tiempo fuera, la mayoría de
CAPÍTULO I I . — M I INFANCIA los esclavos viejos volvieron á sus antiguas viviendas y
establecieron una especie de contrato con sus dueños,
que les conservaron en su propiedad.
E l marido de mi madre, que era padrastro de mi
Hay dos puntos sobre los cuales estuvieron de acuer-
hermano Juan y mío, no pertenecía á los mismos dueños
do todos los negros, apenas proclamada l a abolición de
que mi madre. V e n í a raras veces á la plantación. Re-
la esclavitud: la necesidad de cambiar de nombre y la
cuerdo que le veíamos una vez al año, en los alrededo-
necesidad de alejarse de la antigua plantación, durante
res de Navidad.
algunos días ó durante algunas semanas, para darse per-
fecta cuenta de su libertad. Durante la guerra se escapó en seguimiento de los
ejércitos federales, con los que había llegado, á lo que
Por estas ó las otras razones cada cual se dió c u e n t a
parece al Nuevo Estado de la Virginia del Oeste. E n
de que no convenía, en adelante, llevar el nombre del
cuanto se proclamó la abolición de la esclavitud, llamó
antiguo propietario y muchos se apresuraron á cambiár-
á mi madre á Kanawha-valley (Virginia del Oeste.) Por
selo. Fué uno de los primeros signos de l a libertad. C o
aquellos tiempos un v i a j e á través de las montañas
mo esclavo, un negro no tenía sino un nombre que le
de Virginia hasta la del Oeste no era empresa agrada-
distinguía: Juan ó Susana, por ejemplo. L a necesidad
ble ni mucho menos. Se colocaron en una carreta los
de determinar el apelativo se presentaba raramente. Si
pocos fardos y utensilios que poseíamos; pero los ni-
Juan ó Susana pertenecían á un blanco apellidado «Hat-
ños tuvimos que hacer á pie una gran parte del camino,
cher,» se les llamaba, en ocasiones, Juan Hatcher ó el
es decir, muchos centenares de millas.
Juan de Hatcher. Pero como había en esta denomina-
ción de «Juan Hatcher» ó «el Juan de Hatcher» a l g o Ninguno de nosotros se había visto jamás á larga
que repugnaba á un hombre libre, no pocos cambiaron distancia de la plantación. U n v i a j e de un Estado á otro
sus nombres por los de Juan S. Lincoln ó Juan S. Sher- era, por consiguiente, un acontecimiento. E l instante en
m a n ; la inicial S no hacía aquí las veces de apellido, que nos separamos de nuestros antiguos dueños y de
era lo que los negros llamaban con orgullo su partícu- nuestros compañeros de la plantación, fué solemne.
l a ; una copia ingenua de l a inicial que los blancos Desde aquel día hasta el de su muerte quedamos en
americanos tienen la costumbre de colocar entre su correspondencia con los individuos más ancianos de la
apelativo y su apellido y que es generalmente l a del familia de nuestros amos y luego, continuamos las re-
nombre de su madre. laciones con sus hijos. Nuestro viaje duró varias sema-
nas y la mayor parte de las veces dormíamos al raso y
hacíamos nuestra c o m i d a s o b r e un f u e g o improvisado mi padrastro encontró trabajo para mi hermano Juan y
al aire libre. Recuerdo q u e u n a noche acampamos cerca para mí en una de las fábricas. Con frecuencia me veía
de u n a cabaña de m a d e r a y m i madre quiso encender obligado á acudir á l a labor á las cuatro de l a madru-
f u e g o dentro, para p r e p a r a r l a cena, y extender un jer- gada.
g ó n en el suelo á fin d e q u e pasáramos l a noche. M i iniciación en los conocimientos científicos, se re-
A ú n no había prendido l a l e ñ a , cuando una enorme cu- monta á los tiempos en que trabajaba en u n a mina de
lebra negruzca de un m e t r o y m e d i o de longitud, por lo sal. C a d a embalador de sal tenía escrita en sus tone-
menos, cayó de la c h i m e n e a y se extendió en el suelo. les una cierta cifra. L a de m i padrastro era 18. A l a
Como es natural, a b a n d o n a m o s inmediatamente la ca- terminación de la jornada, el j e f e de los embaladores
baña. F i n a l m e n t e l l e g a m o s a l término de nuestro via- escribía esta cifra sobre cada uno de nuestros toneles;
je, una diminuta v i l l a d e n o m i n a d a Malden, á cinco mi- muy pronto logré reconocerla donde quiera que la viese
llas de Charlestón, l a a c t u a l capital del Estado. y acabé por escribirla, aunque ignorara todas las otras
Constituían l a p r i n c i p a l i n d u s t r i a de esta parte de la cifras y todas las otras letras.
V i r g i n i a las minas de s a l , y l a diminuta villa de Mal- Zahondando con ahinco en m i memoria recuerdo ha-
den estaba emplazada en e l c e n t r o de los hornos. Ya ber sentido siempre un vehemente deseo de aprender á
mi padrastro había e n c o n t r a d o t r a b a j o en una de las fá- leer. Y a desde niño me había dicho que si no lograba
bricas y había alquilado u n a c a b a ñ a para que nos sir- más en l a vida, por lo menos sería lo bastante instruido
viese de habitación. N u e s t r a n u e v a morada no valía para poder leer periódicos y libros. Acabábamos de ins-
talarnos en nuestra n u e v a cabaña de l a V i r g i n i a del
mucho m á s que l a que a c a b á b a m o s de abandonar en la
Oeste, cuando supliqué á m i madre que me procurara
plantación de l a V i r g i n i a ; e n r e a l i d a d , era peor. Nues-
un libro. Cómo ni dónde se lo procuró, no sabría de-
tra cabaña de l a a n t i g u a p l a n t a c i ó n , aunque en un es-
círoslo: lo esencial es que pudo hacerse con un viejo
tado de ruina abominable, e s t a b a situada de tal modo,
abecedario de Webster, de cubiertas azules, que conte-
que respirábamos desde e l l a e l aire libre. Nuestra nue-
nía el alfabeto y algunas sílabas vacías de sentido, tales
va cabaña f o r m a b a p a r t e d e u n a compacta aglomera-
como ab, ba, ca, da. Y o me puse á devorar este libro,
ción de viviendas y c o m o n o había, referente á ellas,
indudablemente el primero que caía en mis manos. Ha-
ningún reglamento de h i g i e n e , l a suciedad en torno de bía oído decir que para aprender á leer era necesario co-
las chozas era con f r e c u e n c i a insoportable. Entre nues- nocer el a l f a b e t o ; traté, pues, de asimilármelo, por to-
tros vecinos los había n e g r o s y blancos, pero estos úl- dos los medios imaginables y sin profesor porque no lo
timos pertenecían á l a c l a s e m á s pobre, más ignorante encontraba. E n aquel tiempo no había, á mi alrededor,
y más abyecta. E l c o n j u n t o e r a estrambótico. La em- un solo hombre de m i raza que supiera leer y yo era
briaguez, el juego, los a t r a c o s , las riñas y l a inmorali- demasiado tímido para dirigirme á un blanco. Sin em-
dad caracterizaban l a v i d a o r d i n a r i a de aquellas gen- bargo, en el espacio de algunas semanas logré conocer
tes. T o d o s los que h a b i t a b a n e n la villa, tenían alguna una g r a n parte del alfabeto. Mi madre compartía ente-
ocupación en las m i n a s d e s a l . Y o era muy joven, pero
64 SALIENDO DE LA ESCLAVITUD..

ramente mis ambiciones y me ayudaba en ellas cuanto solución, porque cada f a m i l i a servía aquel día la mesa
podía. E r a completamente ignorante en materia de le- con lo m e j o r que había en l a despensa. Recuerdo que
tras, pero tenía m u c h a ambición por sus hijos y un y o esperaba siempre con una i m p a c i e n c i a y un apetito
g r a n fondo de buen sentido que le permitía hacer frente notables «el día del maestro» en nuestra pobre cabaña.
á cualquier situación crítica y salir de ella con honor. E s t e hecho de toda una raza que quiere asistir á cla-
Si durante mi v i d a he realizado a l g u n a cosa digna de se por l a primera vez, es un f e n ó m e n o de los m á s inte-
atención, l a debo ciertamente á esta cualidad que he resantes que se hayan presentado n u n c a en la historia.
heredado de mi madre. Unicamente las personas que h a y a n convivido con l a
P o r aquel entonces, y mientras y o me esforzaba en población negra, pueden formarse i d e a exacta del ar-
instruirme, llegó á M a l d e n un joven negro que había dor que las gentes de mi raza m a n i f e s t a r o n por instruir-
aprendido á leer. E n cuanto los negros lo supieron, se se. A c a b o de d e c i r l o ; era u n a raza entera sentándose en
procuraron un periódico y al terminar cada jornada de los bancos de l a escuela. Hubo pocos que se creyeran
demasiado jóvenes y ninguno q u e se creyera demasia-
trabajo, aquel joven se veía rodeado de un grupo de
do v i e j o para aprender á leer. E n cuanto se dispuso de
hombres y mujeres ansiosos de escucharle leer las noti-
maestros, no solamente se colmaron las clases de día,
cias del día. ¡ Cómo envidiaba y o á aquel j o v e n ! Me
sino las de noche. L a ambición de todos los ancianos era
parecía el hombre de l a tierra más digno de envidia y
poder leer la Biblia antes de morir y por eso las clases
el que debía estar más contento con su suerte.
nocturnas contaban con f r e c u e n c i a hombres y mujeres
Entonces comenzábase á discutir sobre la convenien- que tenían cincuenta y hasta setenta y cinco años. T a m -
cia de otorgar u n a escuela á los negros. E s t e asunto bién había escuelas dominicales, creadas desde l a procla-
se llevó el interés de todo el m u n d o ; iba á ser l a pri- mación de l a libertad; pero el p r i n c i p a l de los libros que
mera escuela de aquella parte de la V i r g i n i a para niños allí se cursaban era el abecedario. L a s clases diarias,
negros, es decir, un verdadero acontecimiento. L a difi- las nocturnas y las dominicales r e b o s a b a n ; y con fre-
cultad consistía en encontrar un maestro. Se pensó en cuencia tenían que despedirse alumnos por falta de
el joven de Ohío que leía los periódicos, pero su edad sitio.
no le favoreció. Mientras se buscaba un profesor, se tu-
vieron noticias de otro joven negro de Ohio que había Con l a apertura de l a escuela de l a R a n a w h a valley
sido soldado y que estaba instalado en l a villa. Decíase coincidió la decepción más g r a n d e de m i vida. H a c í a
que tenía buena instrucción y al instante se le con- a l g u n o s meses que yo trabajaba en el horno de sal y
trató como maestro e n l a primera escuela negra. Y co- mi padre se había dado cuenta de que podía reportarle
mo, hasta entonces, no había habido escuela libre para a l g ú n d i n e r o ; de modo que, al abrirse l a escuela, de-
los negros en esta región, cada f a m i l i a consintió en claró que no podía prescindir de mí. E s t a decisión pa-
reció que echaba por tierra todas mis ambiciones y mi
p a g a r mensualmente u n a cantidad determinada, á con-
decepción f u é tanto más cruel cuanto que, desde el si-
dición de que el maestro se hospedase cada día, por
tio donde trabajaba, podía ver pasar á los otros mucha-
turno, en u n a casa. N o era para el maestro m a l a la
chos que felices, se d i r i g í a n m a ñ a n a y tarde á la es- na n a d a con ocultarlos. Había en el despacho de la fá-
cuela. A pesar de todo, r e s o l v í instruirme y , con más brica un reloj. E s t e reloj, como es natural, regía la
ardor que nunca, d i m e á e s t u d i a r el alfabeto en el li- j o r n a d a de trabajo de m á s de cien obreros. A mí se me
bro de cubiertas azules. ocurrió que para llegar á tiempo á l a escuela no tenía
M i madre compartió m i s sufrimientos, trató de con- más que adelantar la a g u j a desde las ocho y media has-
solarme, por todos l o s m e d i o s imaginables, y me ayudó ta las nueve y es lo que hice cada m a ñ a n a , hasta que
á encontrar lo que n e c e s i t a b a . F i n a l m e n t e logré hacer el mayordomo de l a fábrica, notando a l g o anormal, ce-
tratos con el maestro q u e consintió en darme lección rró con llave l a c a j a del reloj. P o r mi parte no había
por l a noche, después d e m i j o r n a d a de trabajo. Expe- querido hacer daño á nadie. Sólo deseaba llegar pun-
rimenté u n a tal satisfacción d e haber logrado aquellas tualmente á mi clase.
lecciones que, creo, h a c í a y o m á s por la noche que los E n l a escuela me encontré frente á nuevas dificulta-
otros estudiando todo el día. L o s beneficios que perso- des. E n primer l u g a r , todos los alumnos llevaban som-
nalmente me reportaron a q u e l l a s lecciones, son una de brero ó gorra y yo no tenía una cosa ni otra. P o r lo de-
las razones que me i n d u j e r o n luego á favorecer la crea- más, no recuerdo haber llevado, hasta entonces, cu-
ción de clases n o c t u r n a s e n H a m p t o n y en Tuskegee. bierta l a cabeza, _y aun creo que ni yo ni muchos de mis
Pero, en m i corazón de n i ñ o , seguía acariciando la compañeros, habíamos pensado nunca en esta necesi-
idea de seguir las clases de d í a y no dejaba pasar oca- dad. Pero, como es natural, viendo cubiertos á mis com-
sión sin defender mi causa. T r i u n f é , por fin, y se me pañeros, y o empezaba á estar violento. Siguiendo mi cos-
permitió asistir á l a e s c u e l a diariamente, durante algu- tumbre, comuniqué mis cuitas á mi madre, quien me
nos meses, á condición d e l e v a n t a r m e temprano, por las dijo que carecía de medios para comprarme un sombre-
mañanas, para t r a b a j a r en e l horno hasta las nueve y ro en una tienda, lo que constituía, por entonces, l a gran
de v o l v e r por las tardes, e n saliendo de l a escuela, á novedad entre los individuos de mi raza, jóvenes ó vie-
t r a b a j a r dos horas todavía. jos ; pero que ella encontraría el modo de satisfacer á
mis deseos. Buscó dos trozos de una tela tejida á ma-
L a escuela estaba á cierta distancia de l a fábrica;)' no, los cosió hábilmente y me puso en posesión de mi
como era necesario t r a b a j a r h a s t a las nueve y las cla- primera gorra, de la que estaba yo más orgulloso que
ses comenzaban á las n u e v e precisamente, me hallé en un monarca.
presencia de u n a seria d i f i c u l t a d . C u a n d o yo llegaba á
l a escuela, las clases habían comenzado siempre y mu- Mi madde me dió, aquel día, una lección que no he
chas veces mi sección h a b í a recitado y a sus lecciones. olvidado nunca y de l a que he hecho todos los posibles
P a r a vencer esta dificultad, c e d í á una tentación por la porque se aprovecharan los demás. A l recordar este in-
que me condenarán, sin d u d a , l a m a y o r parte de las cidente, me ha causado siempre u n a completa satisfac-
personas que me l e e n : pero e s un hecho, y debo men- ción el que mi madre tuviera la fuerza de carácter su-
ficiente para no caer en el ridículo de los que quieren
cionarlo. T e n g o una c o n f i a n z a ilimitada en el poder y
aparentar lo que no son. P o r eso no me compró un
en l a influencia de los h e c h o s . Generalmente no se ga-
68 SALIENDO DE LA ESCLAVITUD. BOOKER T . WASHINGTON

sombrero en el almacén, con lo que h a b r í a hecho creer cimiento, desapareció y se olvidó mi a p e l l i d o ; cuando
á mis compañeros ó á los demás que e r a más rica de lo nuevamente tuve conocimiento de él v o l v í á adoptarlo
que era en realidad. Siempre le h e agradecido que n o y desde entonces he firmado «Booker T a l i a f e r r o W a s -
se creara una deuda comprando un objeto cuyo impor- hington.» Creo que no debe haber muchos hombres en
te no habría podido satisfacer. Desde a q u e l entonces he nuestro país que hayan gozado de un p r i v i l e g i o como
sido dueño de toda clase de sombreros y de gorras, pero el mío para darse nombre á sí mismos.
ninguno me ha causado tanta satisfacción como la go- E n más de una ocasión he tratado de i m a g i n a r m e
rra confeccionada, con dos trozos de trapo, por mi que ocupaba l a posición social de un niño ó de un hom-
madre. bre que desciende de noble y honrada prosapia de ante-
Después he podido comprobar, con h o n d a pena, de- pasados, remontándose á lejanos siglos, y de los que ha
heredado no solamente un nombre, sino u n a fortuna y
bo confesarlo, que muchos de los compañeros que co-
una hacienda familiar que son su o r g u l l o ; pero en el
menzaron llevando sombreros flamantes y que se bur-
fondo he creído siempre que si hubiera heredado estas
laban de mi g o r r a hecha á mano, h a n acabado sus
ventajas, junto con l a de pertenecer á u n a raza más po-
días en un penitenciario, mientras que otros se han que-
pular que l a mía, habría cedido fácilmente á l a tenta-
dado sin dinero para adquirir n i n g u n a clase de g o r r a .
ción de contar sobre mis antepasados y sobre el color de
M i segunda dificultad, en l a escuela, n a c í a de l a ne-
mi piel, en l u g a r de hacer por mi desenvolvimiento
cesidad urgente de escogerme un nombre. D e s d e niño personal todo lo que debía hacer. H a c e muchos años
había respondido al nombre de Booker. A n t e s de ir á l a que he decidido, y a que no tengo antepasados, dejar á
escuela no se me había ocurrido n u n c a q u e pudiera ser- mis hijos un recuerdo del que puedan enorgullecerse y
me útil ó necesario poseer un segundo nombre. Cuan- que les anime á remontarse más alto todavía.
do pasaban lista, noté que todos los niños tenían dos
nombres por lo m e n o s ; los había que se permitían el L a sociedad no debería juzgar al negro y sobre todo
l u j o — para mí excesivo — de un tercer nombre. E s t a - al joven negro, con demasiada precipitación y severi-
dad. E l joven negro tiene que luchar con obstáculos, des-
ba m u y perplejo porque sabía que el m a e s t r o iba á pre-
engaños y tentaciones que son incapaces de imaginar
g u n t a r m e mis dos nombres, siendo así que yo no tenía
siquiera los que no ocupan l a misma situación. U n
más que uno. Cuando me llegó el turno, tuve u n a idea
blanco, lleno de juventud, que emprende u n a obra cual-
luminosa que, á mi juicio había de colocarme á l a altu-
quiera, según la opinión de l a gente ha de t r i u n f a r ;
ra de la situación, y al preguntarme el maestro cuales
mientras que si se trata de un joven negro hay un sen-
eran mis nombres, le respondí f r í a m e n t e : Booker W a s -
timiento de sorpresa cuando no fracasa. E n una pala-
hington, como si hubiera llevado este apellido desde bra, el n e g r o entra en l a v i d a con todas las presuncio-
mi n a c i m i e n t o ; luego, b a j o este nombre se me ha co- nes en contra de él.
nocido.
M á s tarde supe que mi madre me había dado el Sin embargo, l a influencia de los antepasados sobre
los individuos y por lo tanto sobre una raza, tiene al-
nombre de Booker T a l i a f e r r o ; poco después de mi na-
g u n a importancia, á condición de no exagerarla dema-
siado. L o s que no se cansan de señalar las debilidades un joven huérfano á quien m á s tarde dimos el nombre
morales del joven negro y comparan el desenvolvimien- de James B . Washington.- D e s d e entonces f o r m a parte
to del blanco con el suyo, no tienen bastante en cuenta de l a f a m i l i a y no l a ha abandonado nunca.
l a influencia de los recuerdos que flotan alrededor de las Y a hacía a l g ú n tiempo que t r a b a j a b a y o en l a fábri-
casas de las antiguas familias. Y a he dicho que yo no c a , cuando me encontraron t r a b a j o en una m i n a de car-
recuerdo quién era mi abuela. T e n g o y he tenido tíos, bón, explotada principalmente p a r a utilidad de l a fábri-
ca. Siempre he aborrecido el t r a b a j a r en u n a mina de
tías y primos, pero me seria difícil decir dónde se en-
carbón. U n a de las razones que me remueven á ello es l a
cuentran. Y mi caso es el de millares de negros. E l
imposibilidad de ir limpio durante el trabajo y l a difi-
solo hecho de que el blanco sepa que si no triunfa en
cultad de l a v a r s e y arreglarse después de u n a jornada
su empeño compromete l a historia de una familia que
de labor. A d e m á s , para llegar desde l a entrada de l a mi-
se remonta á muchas generaciones, es bastante para
n a á los yacimientos del carbón, e r a necesario recorrer
evitar que sucumba á l a tentación. E l hecho de que el
por lo menos un kilómetro de tinieblas profundísimas.
hombre tenga detrás de sí y á su alrededor una familia, N o creo que se encuentre en parte a l g u n a , u n a obscuri-
cuya historia y cuyas relaciones le llenan de orgullo, es dad tan absoluta como en u n a m i n a de carbón. E s t a ,
un estimulante para vencer todos los obstáculos. estaba dividida en g r a n número de «cámaras» ó compar-
E l tiempo que me concedían para ir á l a escuela era timentos y como yo no pude aprender nunca l a distri-
m u y corto y además iba á ella con mucha irregularidad. bución de estas cámaras, me perdí en ella m u c h a s ve-
P e r o ni esto duró mucho. T u v e que abandonarla com- ces. P a r a añadir horror á l a situación, mi l á m p a r a se
pletamente y consagrar todo el tiempo al trabajo de la extinguía y si por azar m e encontraba sin fósforos, me
fábrica. Nuevamente recurrí á las clases nocturnas. Puedo veía obligado á errar en l a noche hasta tropezar con
afirmar que l a mayor parte de mis conocimientos los ad- alguien. E l trabajo no era solamente pesado sino peli-
quirí de noche después de m i jornada de trabajo. A ve- groso. Constantemente estábamos expuestos á volar bajo
ces me era difícil encontrar un maestro á gusto mío. l a violencia de u n a explosión inesperada ó á morir
Y me aconteció, cuando hube encontrado uno, que tuve aplastados por el desprendimiento de un bloque de pi-
l a decepción de comprender que mis conocimientos igua- zarra. Accidentes de este g é n e r o se sucedían sin cesar
laban á los suyos. Con frecuencia tenía que hacer kiló- y me tenían en perpetua zozobra.
metros de camino para ir á dar mis lecciones. Pero por
tristes y descorazonadoras que fueran las pruebas que Muchos niños, de los más jovencitos precisamente, se
veían obligados entonces — y creo que también ahora —
t u v e que soportar en mi juventud, no hubo un solo día
á pasar g r a n parte de su v i d a en las minas de carbón,
en que abandonara l a resolución que me, había formado
sin poder hacer ningún estudio. Y o he podido compro-
de procurarme una educación á cualquier precio.
bar más tarde, con tristeza, que, por r e g l a general, los
P o c o después de nuestra llegada á l a V i r g i n i a del
muchachos que han comenzado su v i d a en u n a mina de
Oeste, mi madre adoptó, á pesar de nuestra pobreza, á
carbón están atrofiados física y mentalmente. N o tie-
nen más deseo que permanecer indefinidamente en las ritos y de su v a l e r profesional. N u n c a he podido evitar
minas de carbón.
un sentimiento de tristeza con respecto á esas personas
E n aquel tiempo y más tarde, adolescente y a , com- porque creo íntimamente que un hombre no se eleva
placíame en representarme á mí mismo los sentimien- por pertenecer á una raza superior, sino por l a virtud
tos y las aspiraciones de un joven blanco al que nada, real que tenga en sí mismo y que. el porvenir de u n a
absolutamente nada detiene en sus ambiciones y en raza tenida como inferior, no le ha de impedir que se
su actividad. E n v i d i a b a al blanco que no encuentra obs- realce al que tiene un valor intrínseco y personal. T o d o
táculos p a r a ser diputado, gobernador, obispo ó presi- ser perseguido, toda raza perseguida encontrarán con-
dente de l a República, ni en su nacimiento, ni en su suelos infinitos en l a g r a n ley h u m a n a universal y eter-
raza. T r a t a b a de i m a g i n a r m e el m o d o como y o obraría na que quiere que el mérito, b a j o cualquier piel que se
en iguales circunstancias. Me veía comenzando en los esconda, sea reconocido y recompensado. Y lo que aca-
más bajos peldaños de l a escala, p a r a llegar á los más bo de decir no es por llamar l a atención sobre m i per-
altos, á l a cima. sona, sino sobre la raza á la que estoy orgulloso de per-
Confieso que al presente y a no envidio al j o v e n blan- tenecer.
co como le envidiaba entonces. H e comprendido que el
éxito no debe medirse por la posición que se ocupa en l a
vida, sino por los obstáculos que han tenido que vencer-
se p a r a llegar hasta ella. Considerados de esta manera,
el origen y la impopularidad de su raza ponen al n e g r o
en condiciones que no v a c i l o en declarar ventajosísimas,
desde el punto de vista práctico. C o n m u y pocas excep-
ciones, el negro se ve obligado á perfeccionarse más y
á comportarse mejor que el blanco, p a r a que se acepte
su trabajo. Pero de esta lucha que debe sostener, ás-
pera y encarnizada, saca una fuerza y u n a confianza en
sí mismo que nunca tendrán los que se encuentran el
camino llano merced á su nacimiento ó á su origen.
E s c o j a el terreno que quiera p a r a dilucidarlo, siem-
pre prefiero ser lo que soy: un miembro de l a raza ne-
g r a ; y no se me ocurre envidiar á los más favorecidos
de las otras razas. H e experimentado siempre una pro-
f u n d a tristeza al oir á los hombres reclamar derechos,
privilegios y distinciones, sin más razón que la de ser
miembros de cierta raza y abstracción hecha de sus mé-
ambición: ir á Hampton. Noche y día me hostigaba el
mismo pensamiento.
Sin embargo, después de este incidente, continué to-
davía algunos meses trabajando en la mina de carbón.
Oí hablar entonces de un sitio vacante en la casa del
general Luis R u f f n e r , propietario del alto horno y de
la mina. L a señora Viola R u f f n e r , esposa del general,
S C A P Í T U L O I I I . — L A LUCHA era una yankee del Vermont. T e n í a fama de gran seve-
P O R L A EDUCACIÓN, M M M ridad con sus doncellas y sobre todo con los muchachos
que tomaba á su servicio. Nadie permanecía en la casa
más que dos ó tres semanas. Todos la dejaban pretex-
tando su excesiva severidad. A pesar de ello, resolví en-
Aconteció que u n d í a mientras trabajaba en la mina sayar aquel empleo, antes que continuar en la mina de
de carbón, sorprendí l a conversación de dos mineros que carbón; mi madre dió los pasos necesarios cerca de la
hablaban de una g r a n e s c u e l a para negros, situada no señora R u f f n e r y el trato se cerró en veinticinco fran-
cos mensuales.
sé en qué sitio de l a V i r g i n i a . Hasta entonces no había
oído hablar de otra c o s a , e n materia de colegios, que de Había oído hablar tanto de la severidad de la seño-
pequeñas escuelas p a r a niños negros, como las que ra Ruffner que casi tenía miedo de verla y temblaba en
había en nuestra v i l l a . su presencia. No me costó gran trabajo comprender lo
E n la obscuridad m e acerqué cuanto pude á los dos que quería. Quería, en primer lugar, que todo resplan-
hombres que h a b l a b a n . L o g r é comprender no sólo que deciera de limpieza en torno de ella y que todo se hicie-
aquella escuela e s t a b a f u n d a d a únicamente para las gen- ra con prontitud y orden; además, y sobre todo, quería
tes de mi raza, s i n o q u e á los estudiantes pobres, pe- una franqueza y una honradez perfectas en el trato. No
ro con méritos, se l e s d a b a n medios de trabajar pan debía descuidarse n a d a ; todas las puertas y todas las
pagarse los estudios, e n t o d o ó en parte, y aprender í empalizadas debían mantenerse en buen estado. Según
mis cálculos estuve en casa de la señora Ruffner die-
la vez un oficio ó u n a i n d u s t r i a .
ciocho meses antes de mi salida para Hampton. De to-
Oyendo contar e s t a s c o s a s me parecía oir lo más her-
das maneras las lecciones que recibí en aquella casa me
moso que había en e l m u n d o y ni el cielo mismo ofre-
aprovecharon tanto como las que después he recibido.
cía á mis ojos m a y o r e s a t r a c t i v o s que la escuela normal Todavía ahora no veo un pedazo de papel en los alre-
y agrícola de H a m p t o n ( V i r g i n i a ) de que hablaban aque- dedores de una casa ó en la calle, sin que me entren
llos hombres. T o m é e n s e g u i d a mi resolución; me pro- deseos de recogerlo en seguida. N o veo un patio sucio,
puse ir á aquella e s c u e l a , aunque no tuviera la menor sin experimentar la necesidad de limpiarlo, una tabla
idea de dónde estaba i n s t a l a d a , ni cómo podría llegar í que falte en una cerca sin ganas de poner otra en su
e l l a ; todo lo que s a b í a e s q u e me inflamaba esta única
l u g a r , u n a casa con l a f a c h a d a sucia sin querer blan-
ayudó todo lo que p u d o ; pero naturalmente f u é muy po-
quearla, un botón que f a l t e en un traje ó una mancha
co porque t r a b a j a b a en l a mina, donde g a n a b a exiguo
de g r a s a sin que me sea necesario llamar la atención
jornal y la mayor parte de su salario lo entregaba para
de alguien.
subvenir á los gastos de l a casa.
Mi miedo á la señora R u f f n e r trocóse pronto en un
L o que m á s me conmovió en lo referente á este via-
sentimiento de confianza y acabé por considerarla como
je mío, f u é el interés con que me miraban algunos vie-
una de mis mejores amigas. C u a n d o ella se dió cuenta
jos negros. Habían pasado l a m a y o r parte de su v i d a en
de que podía descansar en mí, arregló su conducta en
l a esclavitud y no esperaban v e r el día en que uno de
consecuencia. D u r a n t e los dos inviernos que pasé en su
los suyos abandonara su casa p a r a ir á l a escuela. U n o s
casa me permitió ir á l a clase u n a hora diaria, algunos
me daban u n a pieza de plata, otros algunos céntimos,
m e s e s ; pero l a m a y o r parte de mis estudios los hacía
otros un pañuelo.
de noche, sólo, ó en compañía de maestros que yo mis-
mo me pagaba. E n todos los esfuerzos que hice por mi L l e g ó , por fin, el g r a n día y salí para Hampton. N o
educación, l a señora R u f f n e r me animaba con su simpa- tenía más que un grosero saco de mano con algunas
tía. E n su casa monté y o mi primera biblioteca. Me prendas que había podido procurarme. Mi madre, en
procuré una c a j a de madera, hice saltar una de sus ta- aquel momento, estaba bastante enferma y su salud
pas, coloqué estantes, reuní en ellos cuantos libros de parecía c o m p r o m e t i d a ; y o temía n o v o l v e r l a á ver.
todos los géneros caían en mis manos, y llamé á esto Nuestra separación fué tristísima. Sin embargo, m i ma-
«mi biblioteca.» dre estuvo muy animosa hasta el final. P o r aquel tiem-
po 110 había línea ferrea entre las V i r g i n i a s del E s t e y
Apesar de m i éxito en casa de la señora R u f f n e r yo no del Oeste. N o había trenes m á s que en una parte del
abandonaba mi proyecto de ir al instituto de Hampton. camino y el resto del v i a j e se hacía en diligencias.
D u r a n t e el otoño de 1872 me decidí á hacer los esfuer-
L a distancia entre M a l d e n y H a m p t o n es de cerca
zos necesarios p a r a ponerme en camino, aunque, como
de quinientas millas. N o hacía mucho rato que había
he dicho antes, no tuviera la menor idea de l a situación
salido de casa, cuando me convencí con clarísima evi-
topográfica de H a m p t o n , ni de los gastos que aquel via-
dencia de que iba á f a l t a r m e dinero para p a g a r el via-
j e me ocasionaría. N a d i e de cuantos me rodeaban me
je. Jamás olvidaré una de las a m a r g a s experiencias que
aprobó esta idea del v i a j e á Hampton, excepto mi ma-
entonces adquirí. Habíamos v i a j a d o por l a montaña, du-
d r e ; y ella estaba llena de inquietud, temiendo que me
rante g r a n parte de l a tarde, en u n a v i e j a diligencia,
lanzara á u n a empresa loca. D e todos modos consentía
cuando, y a obscurecido, el carromato se detuvo para ha-
en ello contra su voluntad. E l poco dinero ganado por
cer noche, ante una casa de apariencia v u l g a r , de fa-
mí, había servido para m i padrastro y mi familia, de
c h a d a pobre, pero que se intitulaba hotel. Y o era el
modo que me quedaban solamente algunos dollars para
único n e g r o que había entre los pasajeros. E n mi ig-
comprarme las prendas de vestir más necesarias y ha-
norancia i m a g i n a b a que el hotel estaba allí para per-
cer los gastos indispensables. M i hermano Juan me
mitir que los v i a j e r o s de la diligencia descansaran de
sus fatigas. N i por un m o m e n t o se me había ocurrido
que una diferencia en el color de l a piel, significara tentación era tan g r a n d e que me parecía que hubiera
n a d a en este asunto. ofrecido todo lo que esperaba alcanzar en el porvenir,
por una pierna de pollo ó una fuente de patatas. N o
C u a n d o á cada viajero se le había señalado su cuar-
podía tener u n a cosa ni otra: no podía comer absoluta-
to y todos se preparaban p a r a cenar, me acerqué y o tí-
mente nada.
midamente al hombre que estaba en el despacho. E s
T u v e que andar á través de las calles, hasta media
verdad que vo no podía literalmente p a g a r mi habitación
noche. P o r fin sentí tal extenuación que no pude dar
ni mi comida, pero esperaba conmover hasta cierto pun- un paso más. E s t a b a fatigado, estaba hambriento, esta-
to al p r o p i e t a r i o ; porque, en aquella estación, el frío b a todo lo que queráis, menos desanimado. E n el mo-
de las montañas de V i r g i n i a era intensísimo y yo que- mento en que tocaba los últimos límites de la f a t i g a fí-
ría proporcionarme un abrigo p a r a l a noche. Sin preo- sica, llegué á un punto de l a calle en que l a acera era
cuparse siquiera de si podía ó no p a g a r l e , el hombre de una elevación considerable. E s p e r é algunos instan-
de el despacho se negó redundamente á tomar en conside- tes para convencerme de que nadie me veía, me acurru-
ración mi demanda. F u é la primera vez que comprendí qué contra el borde de la acera y pasé l a noche en el
lo que significaba para mí el color de m i piel. Sin em- suelo, con mi saco por almohada. D u r a n t e casi to-
bargo, l o g r é reaccionar del frío dando grandes pasos al- da l a noche pude oir el ruido que hacían los transeún-
rededor del hotel y así transcurrió l a noche. Me emba- tes sobre mi cabeza. A l a m a ñ a n a siguiente me encon-
razaba tanto el ansia de l l e g a r á H a m p t o n que ni si- tré más descansado, pero tenía un hambre voraz por-
quiera tuve tiempo de g u a r d a r l e rencor al hostelero. q u e hacía mucho tiempo que m i comida no era suficien-
L o g r é llegar á l a v i l l a de Richmond en l a V i r g i n i a , te. E n cuanto se hizo de día, pude distinguir lo que
á unas ochenta y dos millas de H a m p t o n , parte á pie, me rodeaba y advertí que á poca distancia había un
parte en ferrocarril y en c a r r u a j e . C u a n d o l l e g u é á Rich- barco del que descargaban piezas de fundición. Acer-
mond harapiento, hambriento y sucio, era m u y entrada quéme al sitio aquel y pedí al capitán permiso para
l a noche. Jamás había estado en una población g r a n d e ayudar en l a descarga con objeto de g a n a r m e algo con
y esto aumentaba mi embarazo. N o tenía un céntimo en que comer. E l capitán, un blanco, que parecía tener
buen corazón, me lo concedió. T r a b a j é el tiempo nece-
el bolsillo, no tenía amigos ni conocimientos en la .vi-
sario para g a n a r m e el importe de un almuerzo que me
lla é ignorando las costumbres, no sabía adonde ir. Me
pareció, por el recuerdo que he g u a r d a d o de él, el me-
dirigí á distintas habitaciones pidiendo que me a l o j a r a n ,
jor almuerzo de mi vida.
pero todos los propietarios m e exigían dinero y era pre-
cisamente lo que á mí me faltaba. N o teniendo n a d a Quedó tan contento el capitán de mi trabajo que me
más que hacer comencé á pasearme por las calles. E n ofreció emplearme todos los días por u n a suma mínima.
mi paseo distinguí espléndidos escaparates con pollos Acepté de buena gana. T r a b a j é en el servicio del bar-
asados y fuentes de patatas fritas que se ofrecían á m i co durante algunos días. A u n cuando no gastaba en
vista con insinuaciones completamente sugestivas. Y l a comer más que lo indispensable, restábame escaso aho-
rro con que atender á las necesidades de mi v i a j e á n i n g ú n obstáculo en mis esfuerzos para realizar en el
Hampton. A fin, pues, de economizar todo lo posible y mundo cuanto bien pudiera.
de llegar á Hampton á tiempo, continué acostándome
L l e g u é al recinto de la institución, y me presenté
todas las noches bajo l a misma acera que me había
á l a directora para que me s e ñ a l a r a mi clase. Había
dado hospitalidad el día de mi llegada á Richmond.
pasado tanto tiempo sin probar alimento convenien-
Muchos años después de estos sucesos, los negros de la
te, sin bañarme y sin cambiar de ropa que, natural-
villa de Richmond, galantemente, organizaron una re-
mente, le hice una impresión m u y poco favorable y
cepción en mi honor á l a que acudieron más de dos mil
en seguida comprendí que se p r e g u n t a b a interiormente
personas. Esta recepción tuvo lugar no lejos del sitio
si debía admitirme como alumno. N o podía q u e j a r m e si
en que había pasado m i primera noche y , debo recono-
me tomaba por un v a g a b u n d o . D u r a n t e a l g ú n tiempo
cerlo, mi pensamiento estaba embargado por el recuer-
se calló, sin tomar resolución, y y o v a g a b a en torno de
do de aquella acera que me había proporcionado mi
ella, tratando de hacerle comprender lo mejor que po-
primer abrigo, m á s que por l a recepción que se me
día que, al fin y al cabo, era d i g n o de interés. E n este
brindaba aun siendo cordialísima y amable.
intervalo presencié l a admisión de otros alumnos y esto
C u a n d o pude reunir lo que me parecía u n a cantidad acababa de mortificarme 2 porque y o sentía en mi fuero
suficiente para lograr m i objeto, di g r a c i a s al capitán interno que podría cumplir c o m o l o s demás, con sólo
del barco por su bondad y me puse nuevamente en ca- que me sujetaran á cualquier prueba.
mino.
P a s a r o n algunas horas y l a directora me d i j o : «La
L l e g u é á H a m p t o n , sin nuevos incidentes, con dos clase que está aquí al lado necesita barrerse, tome usted
francos y cincuenta céntimos en el bolsillo para comen- u n a escoba y bárrala.»
zar m i educación. E s t e l a r g o v i a j e había sido fecundo Instantáneamente comprendí que aquella era l a oca-
en acontecimientos para m í ; pero l a sola vista de la sión de dar l a medida de lo que v a l í a . Jamás orden nin-
g r a n escuela, construida de ladrillos y de tres pisos, g u n a ha sido recibida con tan p r o n t a voluntad. Y o sa-
me recompensó con largueza de todo cuanto había su- bía barrer porque la señora R u f f n e r me lo había ense-
frido para llegar hasta ella. Si los que dieron los fon- ñ a d o á conciencia, cuando estuve en su casa.
dos para construir aquella escuela, conocieran bien la B a r r í la clase tres veces, luego tomé un trapo y lim-
impresión que me produjo á mí y que habrá producido á pié el polvo cuatro veces. T o d a s las maderas, cada
millares de negros, tendrían suficientes ánimos para banco, cada mesa y cada p u p i t r e sufrieron también
v o l v e r á comenzar sus munificencias. E r a , para mí, el cuatro veces l a misma operación. A d e m á s cambié de si-
edificio más hermoso y más g r a n d e que había visto nun- tio cada mueble y limpié bien los rincones y los arma-
ca. Me sentía revivir al contemplarlo. Comprendía que rios. T e n í a conciencia de que, mi porvenir dependía de
u n a nueva existencia se me preparaba y que mi vida l a impresión que causara en l a Directora con l a limpie-
iba á adquirir u n a n u e v a significación. H a b í a llegado á z a de aquel cuarto. U n a vez terminado mi trabajo, l a
la tierra prometida y resolví no dejarme detener por avisé. E r a una yankee aseada y lista. Dirigióse á la
6
s a l a ; examinó el suelo y los a r m a r i o s ; luego tomó un de l a m a ñ a n a para preparar el f u e g o y repasar mis
pañuelo, lo pasó sobre las m a d e r a s , á lo l a r g o de las lecciones. Durante toda mi permanencia en H a m p t o n y
paredes, por las mesas y los bancos, y, cuando hubo después de mi salida, miss M a r y F . M a c k i e fué una
terminado su inspección sin encontrar la más m í n i m a de mis mejores y más fieles amigas. Sus consejos y sus
partícula de polvo, me d i j o con una c a l m a g r a n d e : exhortaciones me han sostenido siempre, en los momen-
«Creo que podremos aceptar á usted en este estableci- tos más difíciles.
miento.» Acabo de hablaros de l a impresión que me produjo
F u i uno de los seres m á s f e l i c e s de l a tierra. M i exa- el edificio y el aspecto general del instituto de H a m p -
men había consistido en un ejercicio de barrido y ja- ton ; pero nada os he dicho de la impresión más fuerte
más discípulo de H a r v a r d ó de Y a l e ( i ) sufrió examen y más duradera, hecha en mí por un g r a n d e hombre,
de ingreso que le diera una satisfacción más completa el ser más noble y singular que me haya sido dado
que este á mí. H e tenido que s u f r i r después otros mu- encontrar en esta vida. Me refiero al y a difunto general
chos e x á m e n e s ; pero éste fué el m e j o r de todos. Samuel C. Armstrong.
Os he contado las pruebas que tuve que soportar pa- H e tenido la fortuna de conocer personalmente gen-
ra entrar en Hampton. T a l vez h a y pocos que hayan po- tes de gran carácter en E u r o p a y en A m é r i c a , pero 110
dido hacer experiencias tan d u r a s como y o ; sin embar- vacilo en afirmar que no he encontrado nunca un hom-
g o , en aquellos tiempos había centenares de jóvenes bre que, en mi opinión, i g u a l a r a al general Samuel C.
que no ingresaban en H a m p t o n ó en otros estableci- Armstrong. A p e n a s salido de la esclavitud y de las mi-
mientos análogos sin antes soportar pruebas parecidas nas de carbón cuya influencia degradante sufría toda-
á las mías. Muchachos y m u c h a c h a s estaban decididos vía, era un privilegio raro para mí aquel trato directo
á instruirse, á cualquier precio. con un carácter como el del general. Desde l a primera
Mi prueba de barrido en l a s a l a de clase me allanó vez que le vi me causó la impresión de un hombre per-
el camino, para que pudiera acabar mis estudios en fecto. A su lado experimentaba l a sensación de algo so-
Hampton. Miss Mary F . M a c k i e , l a directora general brehumano. T u v e la dicha de conocerle personalmente
me ofreció una plaza de f á m u l o . Acepté de buena ga- desde el día de m i llegada á Hampton hasta su muerte,
na, porque de este modo p o d r í a t r a b a j a r y p a g a r mi y cuanto más le trataba más se agrandaba á mis ojos.
pensión con mi jornal. E l trabajo era penoso y constan- Habrían podido suprimir de Hampton las construc-
te, pero y o perseveré con buena voluntad. T e n í a que ciones, las clases, los profesores y l a enseñanza, dejan-
cuidarme de un gran número de cuartos y me era pre- do á los discípulos el derecho de mantener relaciones
ciso trabajar de noche, aún l e v a n t á n d o m e á las cuatro con el general A r m s t r o n g ; esto sólo hubiera constituido
para ellos una educación liberal. Y á medida que enve-
jezco veo, con más claridad, que ninguna educación
(1) L a s Universidades de Harvard y Y a l e figuran entre las m á s f a -
mosas de las Universidades a m e r i c a n a s . L a p r i m e r a está en C a m b r i d g e ; derivada de los libros ó de los mejores laboratorios,
la s e g u n d a en N e w h a v e n . — ( N . del T . ) . i g u a l a á la que nace del contacto con los grandes ca-
84 SALIENDO DE LA ESCLAVITUD.

á todos los que deseaban ser admitidos. Entonces tu-


racteres. E n l u g a r de e s t u d i a r constantemente en los li-
v o el general la idea de levantar tiendas que podían
bros ¡cuánto más v a l d r í a , en mi opinión, estudiar en
servir de cuartos para dormir. E n cuanto supimos que
los hombres y en l a s c o s a s ! E l general A r m s t r o n g pasó
el general deseaba que algunos de los antiguos adop-
dos de los últimos m e s e s de su v i d a en m i casa de Tus-
tasen las tiendas como residencia durante el invierno,
kegee. Sufría, por a q u e l entonces, de una parálisis que
casi todos nos ofrecimos.
le quitaba el uso de sus miembros y de su voz casi por
E l invierno que tuvimos que pasar en aquellas tien-
completo. A p e s a r de s u enfermedad, trabajaba sin des-
das fué excesivamente f r í o ; sufrimos lo indecible, pero
canso, noche y día p o r l a causa á l a cual había consa-
jamás el general lo conoció, estoy seguro de ello, por-
g r a d o su vida. N o c r e o que n u n c a tuviera un pensa-
que nadie se quejaba. N o s bastaba con saber que le dá-
miento egoísta. I g u a l satisfacción le causaba ayudar á
bamos gusto y que permitíamos que se instruyeran otros
los otros establecimientos del Sud, que sacrificarse por
alumnos. Más de u n a vez, en una cruda noche, soplaba
el de Hampton. Se h a b í a batido contra los blancos del
tan furiosamente el viento, que levantaba literalmente
Sud durante la g u e r r a c i v i l y , sin embargo, nunca le oí
la tienda dejándonos á l a intemperie. E l g e n e r a l tenía
pronunciar u n a p a l a b r a a m a r g a contra e l l o s ; por el la costumbre de visitar las tiendas por l a m a ñ a n a tem-
contrario, se esforzaba constantemente en encontrar l a pranito. y su voz g r a v e y animosa nos fortalecía y nos
manera de serles útil. hacía olvidar toda penuria.
Sería difícil dar i d e a del ascendiente que tenía sobre N o he hablado más que de mi admiración por el ge-
los estudiantes de H a m p t o n y de l a confianza que les neral A r m s t r o n g y , sin embargo, no era único en su gé-
inspiraba al mismo t i e m p o . P u e d e decirse que sus dis- nero ; f o r m a b a parte de una cruzada de hombres y mu-
cípulos le adoraban. P o r lo que á mí se refiere estaba jeres que, llenos de espíritu cristiano, al terminar l a
íntimamente c o n v e n c i d o d e que el general no podía in- guerra, se habían levantado á centenares para entre-
tentar n a d a sin t r i u n f a r . Cuanto pedía tenía que con- garse á l a regeneración de la raza negra.
cedérsele. Cuando e s t a b a hospedado en mi casa, en L a N o se encontrarán en l a historia del mundo, hom-
A l a b a m a , la parálisis l e obligaba á permanecer en un bres y mujeres de corazón más alto, más puro y más ge-
sillón de ruedas, y r e c u e r d o que uno de sus antiguos dis- neroso que los que figuraban en las escuelas de negros.
cípulos solicitó el f a v o r de empujarle, en su sillón, has- P a r a mí la existencia en Hampton era una revela-
ta l a cima de un c o l l a d o alto y en pendiente dura, lo ción constante; me sentía revivir en un mundo nuevo.
que exigía un esfuerzo considerable. E n primer l u g a r , el hecho de comer á horas determina-
Cuando llegó á l a c u m b r e de l a colina, el discípulo, das y sobre un mantel, tener plato, tomar baños y ser-
con el rostro t r a n s f i g u r a d o , e x c l a m ó : « ¡ C u á n t o me com- virme de un cepillo para los dientes y de sábanas para
place haber podido h a c e r algo meritorio por el gene- d o r m i r ; todo esto, era nuevo para mí.
ral antes de que m u e r a ! » Muchas veces he dicho que la más preciosa de las
Mientras y o era d i s c í p u l o en H a m p t o n se llenaron enseñanzas que me proporcionó Hampton, en este or-
los dormitorios de t a l m o d o , que era imposible a l o j a r
den, fué el uso de los baños. A l l í aprendí, por l a pri-
y a mi obra de T u s k e g e e , tuve el placer de trabar cono-
mera vez, que este uso no sólo es bueno desde el pun- cimiento con él y visitarle algunas veces.
to de vista higiénico, sino que inspira al hombre el res-
Otra de mis dificultades era l a de procurarme li-
peto de sí mismo. bros y vestidos. L o g r é que me prestaran sus libros
E n todos mis v i a j e s al Sud y á otros sitios, desde aquellos de mis compañeros más afortunados que podían
que salí de Hampton, he procurado tomar un baño co- comprárselos. E n cuanto á vestidos no tenía ningún
tidiano. N o siempre me fué esto fácil, sobre todo cuan- completo cuando llegué á Hampton. T o d a s ' mis ropas
do me encontraba entre gentes de mi raza que no solían cabían en m i saco. Y esto me preocupaba tanto m á s
tener más que u n a sola cámara por h a b i t a c i ó n ; pero cuanto que el general pasaba revista por sí mismo p a r a
en ese caso me dirigía á cualquier riachuelo de los bos- convencerse de que sus discípulos llevaban limpio el
ques y me hundía en sus aguas. También me he esfor- traje. E r a necesario que nuestras botas estuvieran lus-
zado en dar á entender á los negros que deberían ins- tradas ; que no f a l t a r a un botón en nuestras blusas y
talar un baño en sus habitaciones. que no se v i e r a en ellas u n a sola mancha. L l e v a r un
Durante algún tiempo no tuve en H a m p t o n más qüe único vestido p a r a el trabajo y para las clases y no en-
un par de botinas; cuando era necesario las l a v a b a por suciarlo, era un problema difícil de resolver. L o g r é , no
la noche y las suspendía delante del f u e g o p a r a que obstante, triunfar en mi empeño, hasta el día en que
estuvieran secas por l a mañana. Mi pensión me costa- mis maestros se convencieron de la buena voluntad que
ba seis dollars al mes. T e n í a que p a g a r l o s parte en di- me animaba. Entonces pensaron en hacerme beneficiar
nero y parte en trabajo. C u a n d o llegué á H a m p t o n no de los trajes de segunda mano que habían enviado en
poseía más que cincuenta sueldos y con los raros do- c a j a s nuestros protectores del Norte. A q u e l l a s c a j a s
llars que mi hermano Juan podía enviarme de tarde en fueron l a providencia de centenares de estudiantes po-
bres, que hacían méritos para continuar sus estudios.
tarde me era muy difícil atender á todo. P o r lo tanto,
Sin ellas, no creo que me hubiera sido posible continuar
resolví hacerme indispensable en mi c a r g o de fámulo.
en Hampton hasta el fin.
Y lo logré de tal modo, que al poco tiempo me hicie
ron saber que me dispensaban de toda pensión á cam- Antes de mi llegada á l a escuela no recuerdo haber
bio de mi trabajo. L o s gastos de estudios eran de 70 dormido nunca en una c a m a con sábanas. E n l a época
dollars anuales. N o es necesario decir que yo no podía de mi llegada á Hampton, el establecimiento tenía po-
p a g a r semejante cantidad. Si hubiera tenido que pagar, cos dormitorios y el sitio era escaso. Había, en el pro-
además de mi pensión, gastos de estudio tan considera- pio cuarto que yo, siete discípulos m á s ; casi todos ha-
bles, me habría sido necesario marcharme de Hamp- bían entrado antes. Ignorando y o para qué podían ser-
ton. A instancias del general A r m s t r o n g , uno de sus vir las sábanas, l a primera noche me acosté debajo de
amigos, el señor S. Griffith Morgan de New-Bedford las d o s ; la segunda noche encima, hasta que observan-
(Massachusets), se ofreció á p a g a r mis estudios duran- do á mis compañeros, aprendí l a manera de utilizarlas
te mi permanencia en Hampton. Más tarde, comenzada
y luego, procurando acostumbraime, he hecho aprove-
char á otros de m i experiencia.
Y o formaba entre los alumnos más jóvenes de Hamp-
ton. L a mayor parte de los estudiantes eran hombres ó
mujeres de edad m a d u r a y algunos de ellos contaban
cuarenta años. N o es frecuente el privilegio de vivir en
compañía de trescientos ó cuatrocientos hombres, po- E? C A P Í T U L O I V . — A Y U D O Á
seídos todos del m i s m o afan de ilustrarse. C a d a hora MIS COMPAÑEROS. W< W<
del día estaba c o n s a g r a d a al estudio ó al trabajo. Todos
ellos habían estado bastante tiempo en contacto con el
mundo para saber apreciar la necesidad de la instruc-
ción. Algunos eran demasiado viejos para estudiar en U n a nueva dificultad surgió en mi vida de colegial,
los libros, y apenaba verles esforzarse en vano para al terminarse mi primer año de Hampton. L a mayor
aprender las l e c c i o n e s ; pero suplían con la voluntad lo parte de los alumnos se fueron á pasar las vacaciones
que les faltaba de inteligencia. Muchos otros, además, á su casa. Y o no tenía dinero para volver á la mía y
eran tan pobres como yo, y á la par que con los libros me era necesario irme á algún sitio. Por aquel tiempo
tenían que luchar con la miseria que les privaba de no "había la costumbre de que los alumnos permanecie-
las cosas más indispensables de la vida. Otros tenían ran en el colegio durante las vaciones. Experimenté una
padres ancianos que dependían de ellos y otros, final- profunda tristeza viendo hacer á los demás sus prepa-
mente, eran hombres casados que tenían que subvenir, rativos de marcha. Y o no tenía dinero para ir á nin-
de una manera ú otra, al mantenimiento de sus mujeres. gún sitio.
L a gran ambición que les animaba á todos era pre- Por entonces poseía un traje, que había adquirido no
pararse á luchar por su raza, cada cual en la medida sé como, que era de segunda mano, pero que estaba to-
de sus fuerzas. A su v e z era admirable la abnegación de davía en buen estado. Resolví venderlo para procu-
maestros y empleados. Trabajaban por los estudiantes rarme un poco de dinero con que hacer frente al gas-
noche y día, y no parecían satisfechos más que cuando to del viaje. Y o era bastante orgulloso y, en mi orgu-
podían ayudarles de u n a manera ú otra. llo de muchacho, hacía todo lo posible por esconder á
E l día en que se narre, y espero que será pronto, la mis compañeros mi falta de dinero. Hice sabér á al-
parte que tomaron l o s profesores yankees en la educa- gunas personas de la ciudad que tenía ropa para ven-
ción ele los negros después de la guerra, este capítulo d e r ; y á fuerza de persuación logré que un negro vinie-
constituirá una de l a s páginas más emocionantes de la ra hasta mi cuarto, á ver mi traje para comprármelo.
historia de aquel p a í s . D í a vendrá, y no está lejos, en Después de convencerle cobré ánimos. A l otro día, muy
que todo el Sud sepa apreciar este servicio mejor de lo temprano, vi llegar á mi futuro cliente. Después de
examinar escrupulosamente el traje prenda por prenda
que ha sido apreciado hasta el presente.
y luego, procurando acostumbraime, he hecho aprove-
char á otros de m i experiencia.
Y o formaba entre los alumnos más jóvenes de Hamp-
ton. L a mayor parte de los estudiantes eran hombres ó
mujeres de edad m a d u r a y algunos de ellos contaban
cuarenta años. N o es frecuente el privilegio de vivir en
compañía de trescientos ó cuatrocientos hombres, po- E? C A P Í T U L O I V . — A Y U D O Á
seídos todos del m i s m o afan de ilustrarse. C a d a hora MIS COMPAÑEROS. W< W<
del día estaba c o n s a g r a d a al estudio ó al trabajo. Todos
ellos habían estado bastante tiempo en contacto con el
mundo para saber apreciar la necesidad de la instruc-
ción. Algunos eran demasiado viejos para estudiar en U n a nueva dificultad surgió en mi vida de colegial,
los libros, y apenaba verles esforzarse en vano para al terminarse mi primer año de Hampton. L a mayor
aprender las l e c c i o n e s ; pero suplían con la voluntad lo parte de los alumnos se fueron á pasar las vacaciones
que les faltaba de inteligencia. Muchos otros, además, á su casa. Y o no tenía dinero para volver á la mía y
eran tan pobres como yo, y á la par que con los libros me era necesario irme á algún sitio. Por aquel tiempo
tenían que luchar con la miseria que les privaba de no "había la costumbre de que los alumnos permanecie-
las cosas más indispensables de la vida. Otros tenían ran en el colegio durante las vaciones. Experimenté una
padres ancianos que dependían de ellos y otros, final- profunda tristeza viendo hacer á los demás sus prepa-
mente, eran hombres casados que tenían que subvenir, rativos de marcha. Y o no tenía dinero para ir á nin-
de una manera ú otra, al mantenimiento de sus mujeres. gún sitio.
L a gran ambición que les animaba á todos era pre- Por entonces poseía un traje, que había adquirido no
pararse á luchar por su raza, cada cual en la medida sé como, que era de segunda mano, pero que estaba to-
de sus fuerzas. A su v e z era admirable la abnegación de davía en buen estado. Resolví venderlo para procu-
maestros y empleados. Trabajaban por los estudiantes rarme un poco de dinero con que hacer frente al gas-
noche y día, y no parecían satisfechos más que cuando to del viaje. Y o era bastante orgulloso y, en mi orgu-
podían ayudarles de u n a manera ú otra. llo de muchacho, hacía todo lo posible por esconder á
E l día en que se narre, y espero que será pronto, la mis compañeros mi falta de dinero. Hice sabér á al-
parte que tomaron l o s profesores yankees en la educa- gunas personas de la ciudad que tenía ropa para ven-
ción de los negros después de la guerra, este capítulo d e r ; y á fuerza de persuación logré que un negro vinie-
constituirá una de l a s páginas más emocionantes de la ra hasta mi cuarto, á ver mi traje para comprármelo.
historia de aquel p a í s . D í a vendrá, y no está lejos, en Después de convencerle cobré ánimos. A l otro día, muy
que todo el Sud sepa apreciar este servicio mejor de lo temprano, vi llegar á mi futuro cliente. Después de
examinar escrupulosamente el traje prenda por prenda
que ha sido apreciado hasta el presente.
me preguntó cuánto quería por él. Respondí le que, á dollars,flamante y nuevecito. Aquel hallazgo me llenó
mi juicio, bien v a l í a unos tres dollars. E l precio pare- de alegría. Pero, habiendo tenido lugar en una casa
ció c o n v e n i r l e ; pero c o n l a m a y o r tranquilidad me di- que no era mía, creí de mi obligación participárselo al
j o : «Me quedo con él. A h o r a os daré á cuenta cinco dueño. También él pareció alegrarse mucho pero me
sueldos y el resto cuando lo tenga.» N o es difícil adivi- explicó tranquilamente que, habiéndolo encontrado en
nar el efecto que me hizo esta proposición. su casa tenía derecho á guardarse aquel dinero, y así
Perdí toda esperanza de poderme marchar de Hamp- lo hizo. Debo confesar que aquel golpe fué duro para
ton p a r a encontrar un empleo durante las vacaciones. mí. N o digo que me descorazonara porque no recuer-
M i deseo era ir á a l g ú n sitio donde pudiera trabajar y do haber perdido nunca los ánimos en ninguna de mis
decisiones. Siempre he tomado una resolución con l a
g a n a r m e lo necesario para comprar ropa y otras cosas
idea de llevarla á cabo y nunca he podido soportar á
indispensables. A los pocos días, profesores y alumnos
las personas que constantemente disponen de a l g u n a ra-
habían partido de H a m p t o n y y o me quedé solo y más
zón para poder demostraros que no lograréis vuestros
abatido que nunca.
propósitos. A l revés, aquél que sabe indicarme los me-
Después de a l g u n a s pesquisas inútiles en l a villa y dios de que echar mano para realizarlos, me inspira un
los alrededores, acabé por encontrar un empleo en un profundo respeto. H a c i a fines de aquella semana, f u i á
restaurant de Fortress Monroe. M i salario era apenas ver al tesorero del instituto de Hampton y le expuse
suficiente para p a g a r m i hospedaje. P e r o me quedaba francamente mi situación. N o cupe en mi de gozo cuan-
mucho tiempo entre l a s comidas y por l a noche, que do me aseguró que podría reanudar mis estudios y que
aprovechaba para mis estudios y para dedicarme á la me abriría un crédito hasta que me hallara en condicio-
l e c t u r a ; desde este punto de vista, el verano me fué nes de pagarle. Durante mi segundo año de estudios,
m u y provechoso. continué desempeñando mis funciones de fámulo.
A fines de mi primer a ñ o de colegio debía á la
E s c u e l a diez y seis dollars que no había podido p a g a r e n L a instrucción sacada de los libros no forma sino
un equivalente de trabajo. M i único deseo era encon- l a parte mínima de lo que aprendí en Hampton, L o
trar medio de procurarme esta suma para saldar mi que más profundamente me impresionó, en mi segundo
año de estudios, fué el completo olvido de sí mismos
deuda. L a consideraba como u n a deuda de honor y no
que advertía en los profesores. Me era difícil compren-
hubiera podido tratar de v o l v e r á Hampton sin liqui-
der que pudiera alcanzarse aquel ápice de l a abnegación
d a r l a de antemano. Hice economías por todos los me-
en que sólo se es feliz pensando en los demás. Y antes
dios imaginables, l a v á n d o m e y o mismo la ropa y pri-
de terminarse el año había podido experimentar por mí
vándome de las prendas de vestir más necesarias; ape-
mismo que los más dichosos son, en realidad, aquellos
sar de todo, el verano tocaba á su fin y y o no había reu-
que hacen más por los otros; cosa que me he esforzado
nido aun los diez y seis dollars.
en tener presente durante toda mi vida.
U n día de l a ú l t i m a s e m a n a que pasé en el restau-
Considero también como una de las buenas enseñan-
rant, encontré debajo de u n a mesa un billete de diez
zas que saqué de H a m p t o n , el haberme familiarizado
con l a cría de los animales domésticos, y en especial de fuente constante de goces intelectuales. Se celebraban
las mejores clases de aves. T o d o estudiante que ha po- todos los sábados por l a noche y durante el tiempo de
dido darse cuenta de las v e n t a j a s que se siguen de una m i permanencia en Hampton, no creo haber f a l t a d o á
incubación y de una cría razonadas, no se contentará una sola. P o r el contrario, logré establecer l a costumbre
con especies mediocres. de una nueva reunión. Y o había notado que después de
M i segundo año de estudios me fué sobretodo pro- l a cena, antes del estudio de l a noche, perdíamos ordi-
vechoso para el conocimiento de la B i b l i a , que apren- nariamente veinte minutos en conversaciones fútiles.
dí á apreciar en su justo valor. Debo á miss Nathalie U n o s veinte compañeros resolvimos reunimos para uti-
Lord, profesora en P o r t i a n d (Maine), el amor que ten- lizar este tiempo en discusiones oratorias. N u n c a vein-
go á la Biblia y el uso que hago de ella. Confieso que, te minutos de recreo han proporcionado tanta satisfac-
hasta entonces, me había preocupado p o c o ; desde en- ción ni tanto provecho.
tonces aprendí á amar su lectura no solamente por la A fines de mi segundo año de Hampton, gracias á un
edificación interior, sino por el goce literario. Aquellas envío de dinero de mi madre y de mi hermano Juan,
lecciones me dejaron un recuerdo tan indeleble que, completado por un regalo en efectivo de uno de los
hoy mismo, por ocupado que me encuentre, no dejo maestros del instituto, pude volverme á pasar mis va-
de hacer mi lectura cotidiana por l a mañana, antes caciones en Malden, en l a V i r g i n i a del Oeste.
de comenzar mi labor. L l e g a d o á mi casa, supe que las fábricas para la
extracción de l a sal g e m m a no funcionaban y que l a mi-
Sean cuales sean mis condiciones oratorias, las debo
na de carbón había dejado de explotarse á causa de la
igualmente, en g r a n parte, á miss L o r d . Habiendo ob-
h u e l g a de mineros. P a r e c e que las huelgas se reprodu-
servado buenas disposiciones en mí para este arte, dió-
cían habitualmente cada vez que los obreros tenían al-
me lecciones particulares sobre l a manera de respirar, la
gunos ahorros. Durante la huelga gastaban, natural-
entonación y l a articulación. N u n c a ha tenido atracti-
mente, todos sus recursos; luego, abrumados de deudas,
vos para mí el hablar por hablar. Creo, á decir verdad,
v o l v í a n al trabajo en las mismas condiciones de antes
que n a d a hay tan vano y tan poco satisfactorio como
ó se trasladaban á otras minas, lo que les suponía un
el discutir en público sobre un asunto abstracto. Pero
gasto considerable. E n uno y otro caso, su situación
desde mi más tierna i n f a n c i a he tenido el deseo de hacer
era más precaria al acabar que al comenzar l a huelga.
a l g u n a cosa para el bien de la Humanidad y de hablar
Hasta la época de las huelgas, y o había conocido en
al mundo de esta cosa. L a s reuniones para debates ora-
aquella región mineros que hacían buenas economías;
torios ( i ) que teníamos en Hampton eran para mí una
pero desde que se presentaron los agitadores de profe-
(i) Las sociedades de debates son m u y frecuentes en los Estados
sión. dejaron de ahorrar hasta los obreros más labo-
U n i d o s . C a d a a g r u p a c i ó n de jóvenes, cada escuela ó cada universidad riosos.
tienen su debating society, para ejercitarse en el arte de la palabra.— Mi madre y los otros individuos de m i familia tu-
( N . del T . ) . vieron g r a n contento al verme y especialmente al com-
probar por sí mismos los progresos que había hecho para ver á sus hijos instruidos y en camino de ser algo
en mis dos años de ausencia. L a alegría de todos los en el mundo.
negros del l u g a r , g r a n d e s y chicos, y sobre todo la de P o c o tiempo después de l a muerte de mi madre, era
los más ancianos, era conmovedora. Me vi forzado á extraordinario el desorden en nuestro hogar. P o r mu-
hacer una visita á cada f a m i l i a , á comer un día en ca- cho que se esforzara mi hermana A m a n d a , era demasia-
da casa, y, por todas partes, á repetir el relato de mi do joven para llevar la casa y mi padre no tenía posi-
estancia en H a m p t o n . Me fué preciso, además, hablar ción para alquilar una sirviente. E l desarreglo era tal
en la iglesia, delante de los alumnos de l a escuela, y que unos días comíamos y otros ayunábamos. Más de
en otros muchos sitios. P e r o lo que deseaba con más una vez tuvimos que contentarnos con u n a lata de to-
fervor, es decir, u n a ocupación, no se encontraba en par- mates en conserva y galletas por única comida. Nues-
te alguna. N o había t r a b a j o á causa de la huelga. Mi tros trajes estaban descuidados, y los alrededores de
primer mes de vacaciones se pasó casi entero en bus- nuestra v i v i e n d a acusaban la desolación del abandono.
carme un e m p l e o que me permitiera p a g a r m e mi vuelta Me parece que f u é el período más negro de mi vida.
y los gastos de reinstalación. Mme. R u f f n e r , á la que he nombrado más arriba,
A l acabarse aquel m e s hice una g r a n correría para me recibía siempre con cariño y me ayudó mucho en
este período de pruebas. A l g u n a s semanas antes de ter-
buscarme colocación. M i s pasos no dieron resultado y la
minar las vacaciones me proporcionó ocupación en su
noche se me vino encima antes de regresar á casa. Se
c a s a ; y además jornales que iba á hacer, un poco lejos
me acabaron las fuerzas cuando todavía me faltaba una
de mi choza, en una mina de carbón, me ayudaron á
milla para llegar á ella, no podía dar un paso y tuve
procurarme a l g ú n dinero. •
que detenerme en una choza abandonada para pasar
allí el resto de l a noche. H a c i a las tres de l a madruga- Hubo un momento en que pensé tener que renunciar
á la idea de mi regreso á H a m p t o n ; pero no quería
da mi hermano me encontró dormido en aquel sitio y
abandonar sin lucha un proyecto que había llegado á
me participó lo más dulcemente que pudo que nuestra
echar tales raíces en mi corazón. Necesitaba abrigo pa-
querida madre había muerto durante la noche.
ra el invierno próximo, y tuve que contentarme con
F u é para m í el momento m á s triste y más duro de algunas ropas que mi hermano Juan me procuró. N o
mi vida. Y a h a c í a muchos años que mi madre no goza- tenía, por consiguiente, trajes ni d i n e r o ; pero con-
ba de buena s a l u d ; pero y o estaba lejos de imaginarme, taba con lo suficiente para llegar á Hampton y cuando
al despedirme de ella l a víspera, que no había de verla me convencí de ello, v o l v í á cobrar esperanzas. U n a
más y mi deseo había sido siempre que no muriera vez en Hampton mi suerte estaba asegurada, porque,
sin estar yo á su lado. L o que más me acuciaba, cuan- como los otros años, podía hacerme útil, desempeñan-
do estaba en H a m p t o n , e r a la ambición de crearme una do mi oficio de fámulo y de este modo pasar, sin m á s
posición que me permitiera proporcionar á mi madre gastos, un nuevo año de estudios.
la mayor a l e g r í a y el m a y o r bienestar posibles. Ella
N o faltaban m á s que tres semanas para reanudarse
misma nos había confiado su deseo de vivir lo bastante
las clases, cuando me llegó una agradable sorpresa
atribuirse á dos causas principales: en primer l u g a r al
bajo l a f o r m a de una carta de miss Marie F. Mac-
trato directo con un grande hombre; el general S. C,
kie, l a d i r e c t o r a , m i excelente a m i g a , rogándome que
A r m s t r o n g , que, y a lo he dicho, realizaba, en mi con-
regresara á H a m p t o n quince días antes de la apertura
cepto, el carácter más escogido, más vigoroso y más
de curso p a r a ayudarla en l a limpieza y arreglos que
noble que me haya sido dado frecuentar. E n segundo
tenían q u e hacerse en el colegio. Mi situación se des-
l u g a r el haber comprendido por la primera vez y clara-
p e j a b a por completo. E r a una buena.ocasión de que me
mente lo que la instrucción debía significar para el
abrieran u n crédito en los libros del tesorero. Y salí pa-
hombre.
ra H a m p t o n en seguida.
Hasta entonces y o había compartido l a idea que te-
D u r a n t e dos semanas f u i testigo de un ejemplo que
nían casi todos los negros, según l a cual instruirse quie-
no o l v i d a r é jamás. Miss Mackie pertenecía á una de
re decir proporcionarse u n a vida agradable y fácil y
las más a n t i g u a s y distinguidas familias del N o r t e ; sin eximirse de todo trabajo manual. E n Hampton no so-
embargo, p o r espacio de quince días, trabajó á mi lado, lamente aprendí que el trabajo no deshonra, sino que
l i m p i a n d o v e n t a n a s , sacudiendo muebles, arreglando ca- comencé á amar el trabajo independientemente de lo
m a s ¿ q u é sé y o ? N o habría estado satisfecha si se hu- que reporta en d i n e r o ; por sí mismo, por l a confianza
bieran a b i e r t o las clases sin que todos los cristales de que nos dá en nuestras fuerzas, y por l a independen-
las v e n t a n a s resplandecieran de l i m p i e z a ; y todos los cia que se origina de la aptitud para producir una cosa
años h a c í a este trabajo por sí misma con la mayor necesaria á los hombres. E n Hampton, también por la
alegría. primera vez, comprendí lo que es u n a vida de abnega-
Y o n o p o d í a comprender que una dama de su lina- ción y hasta qué punto el interés por los otros contri-
je y de s u i n t e l i g e n c i a se empleara en oficios tan vulga- buye al propio bienestar.
res p a r a contribuir al enaltecimiento de una raza des-
N o tenía un céntimo en el bolsillo cuando hice mis
dichada, p e r o su e j e m p l o ha bastado después para su- exámenes de fin de curso. Como otros estudiantes de
b l e v a r m e a g r i a m e n t e contra las escuelas para negros Hampton, que se hallaban en idéntica situación, encon-
que no e n s e ñ a n á sus educandos l a dignidad del tra- tré un empleo de mozo en un hotel de verano, en el
bajo. Connecticut; un préstamo me sirvió para trasladar-
D u r a n t e mi último año de estancia en Hampton, ca- me allí. N o me fué necesario largo tiempo para con-
da m i n u t o q u e me dejaban libre mis ocupaciones, lo de- vencerme de mi ignorancia en el arte de servir l a me-
dicaba a l estudio. Q u e r í a hacer estudios brillantes aquel s a ; sin embargo, el dueño del establecimiento me trató
año p a r a figurar en l a lista de honor de los oradores como á un mozo experimentado. A los pocos días me
en la d i s t r i b u c i ó n de premios. L o g r é el éxito soñado confió una mesa donde comían cuatro ó cinco clientes
y en el m e s de junio de 1875 terminaba el curso re- ricos y casi aristócratas. Mi ignorancia del arte de ser-
g u l a r d e estudios en Hampton. T o d o el bien que he v i r era tal que, reprendiéndome ellos agriamente, es-
sacado d e m i s años de pensión en aquella casa, puede capé lleno de miedo dejándoles delante de una mesa
vacía. E s t a conducta me valió el ser retrogradado de y una sociedad de debates oratorios. L o s domingos hacía
mozo de hotel á pinche de cocina. Mientras tanto quise dos «escuelas dominicales»: una, á tres millas de Mal-
aprender á servir l a mesa y me apliqué con tal fervor, den, por l a m a ñ a n a , y otra por la tarde en Malden
que algunas semanas después el dueño me reintegra- mismo. F u e r a de esto, daba algunas lecciones particu-
b a en mis funciones. Mas tarde, viajando, me he dete- lares á muchachos que se preparaban para ingresar en
nido algunas veces en aquel hotel donde había servido el instituto de Hampton. A todos prodigaba la instruc-
como mozo. ción sin preocuparme de remuneraciones y cuando se
A fines de temporada volví á mi casa y me nombra- me presentaba el caso de ser útil á alguien era comple-
ron director de l a Escuela de negros. Aquí empieza el tamente feliz. H a y que hacer constar que, como maestro,
período más dichoso de m i vida. T e n í a l a convicción de el E s t a d o me asignaba un sueldo.
que iba á ser útil á mis conciudadanos haciéndoles co- Mientras hacía mis estudios en Hampton, mi herma-
nocer un ideal de v i d a más alto y tratando de inculcar no mayor me había ayudado con todas sus fuerzas, á l a
á los jóvenes de M a l d e n la idea de que l a instrucción vez que trabajaba en las minas para subvenir á los gas-
no se encuentra en los libros solamente. tos y manutención de toda la familia. E s t e constante
M i labor comenzaba á las ocho de l a mañana y, en trabajo le había privado de instruirse. Mi más ardiente
general, no acababa hasta las diez de l a noche. Además deseo, por lo tanto, era ayudarle á mi v e z ; prepararle
de l a instrucción reglamentaria dada en todas partes, yo para entrar en Hampton y hacer las economías necesa-
ayudaba á mis discípulos á aprender el arte de peinar- rias para que pudiera p a g a r todos sus gastos en l a
se los cabellos, de lavarse las manos y l a cara y de Escuela. T u v e l a satisfacción de lograrlo. Hizo allí sus
cuidar sus vestidos. Esforzábame sobre todo en demos- tres años de estudios y actualmente es director de l a
trarles l a necesidad del baño y del cepillo para los dien- enseñanza profesional en Tuskegee. A su regreso de
Hampton juntamos nuestros esfuerzos y nuestras econo-
tes porque durante toda m i carrera de ensenanza he
mías para enviar igualmente á nuestro hermano adop-
estado y continúo estando convencido de que el cepillo
tivo James á la Escuela. L o logramos también y ac-
para los dientes es uno de los agentes más poderosos de
tualmente es director del correo en Tuskegee. E l año
l a civilización. . , , o. 1877, que fué el segundo de mi permanencia en Malden,
Había tantas personas de l a villa á quienes el de en no se diferenció sensiblemente del primero.
de instruirse, apesar de su labor cotidiana, mordía la,
entrañas, que se impuso l a necesidad de abrir clase P o r aquel tiempo fué cuando funcionaron con mayor
actividad los « K u - K l u x - K l a n . » Estos Klan los formaban
nocturnas. Estas clases se vieron pronto tan concurrida,
unos cuantos hombres asociados con objeto de v i g i l a r
como las de día. Verdaderamente admiraba considerar
la actitud de los negros, sobre todo en materia política.
los esfuerzos de aquellos hombres y aquellas mujere,
E n cierto modo podían compararse á las «patrullas» de
algunos de los cuales contaban más de c i n c u e n t a ^
que yo había oído hablar en mi niñez. L a s «patrullas»
N o solamente atendía y o á las clases de día y
estaban formadas de muchachos blancos que espiaban
de noche, sino que establecí además un salón de lectura
todos los actos de los e s c l a v o s y les impedían trasladar-
se, por las noches, de u n a plantación á otra sin pasa-
porte, ó reunirse en meetings sin la presencia de un
blanco, por lo menos.
L o s «Ku-Klux» o p e r a b a n como las «patrullas» prin-
cipalmente por la noche, pero eran mucho más crueles S¡ C A P Í T U L O V. — Los DÍAS
que éstas. E n el fondo aspiraban á sofocar en el negro DE L A REGENERACIÓN. ^ ^
todo germen de ambición p o l í t i c a ; pero no se limitaban
á esto; incendiaban l a s escuelas y las iglesias y causa- I
ban gran número de v í c t i m a s inocentes. Durante aquel
E l lapso de tiempo comprendido entre 1867 y 1878
período muchos negros perdieron su vida.
puede llamarse en mi concepto, el período de la «rege-
Las atrocidades de aquellas turbas desenfrenadas,
neración.» Comprende el tiempo que pasé como estu-
causaron profunda i m p r e s i ó n en mi espíritu de mucha-
diante en Hampton y como Director de la Escuela en
cho. F u i testigo de u n a escaramuza que tuvo lugar en
Malden. Dos ideas principales privaban por entonces
Malden, entre negros y blancos. Había, en cada campo, ^
en la conciencia de los educandos negros: el apasiona-
un centenar de h o m b r e s ; y muchos de entre ellos fue- miento ciego por los estudios clásicos (griego y latín)
ron gravemente heridos c o m o el general Lois Ruffner, y la ambición de llegar á ser empleados del Gobierno.
el marido de mi buena a m i g a la señora Viola Ruffner.
No era dable esperar que un pueblo del que muchas
E l general R u f f n e r , q u i s o tomar la defensa de los ne-
generaciones habían vivido en la esclavitud y en las
gros y se vió derribado, recibiendo heridas tan graves,
más profundas tinieblas de la ignorancia, comprendiera,
que nunca pudo restablecerse por completo. E l espectá-
desde el primer momento, el verdadero alcance de la
culo de aquella lucha m e arrebató toda esperanza sobre
educación. Durante el período de la regeneración, las
el porvenir de mi raza e n América, y fueron aquellos
clases diurnas y nocturnas en todos los Estados del Sud,
días sombríos, tal vez l o s más tristes de la época de
rebosaban de alumnos de todas clases y condiciones.
mi regeneración. Algunos tenían sesenta y setenta años.. Este deseo de
He hecho alusión á a q u e l triste episodio de la his- instruirse era indudablemente laudable y alentador.
toria de los Estados d e l Sud, únicamente para hacer Pero la idea general que, desgraciadamente, animaba á
notar el cambio que se h a producido desde los tiempos la mayoría de aquellos alumnos era que, una vez ins-
del «Ku-Klux». Y a no h a y rastro de semejantes asocia- : truidos, iban á verse libres de toda preocupación en es-
ciones; su propia e x i s t e n c i a ha caído en el olvido ge- te mundo ó, cuando menos, de todas las fatigas que
n e r a l ; hoy quedan p o c o s sitios, en el Sud, donde la acarrea el trabajo manual. También creían que el cono-
conciencia pública, t o l e r a s e l a existencia de semejantes cimiento, aunque fuese superficial, de las lenguas grie-
g a ó latina, convertían al hombre en un ser casi sobre-
organismos.
todos los actos de los e s c l a v o s y les impedían trasladar-
se, por las noches, de u n a plantación á otra sin pasa-
porte, ó reunirse en meetings sin la presencia de un
blanco, por lo menos.
L o s «Ku-Klux» o p e r a b a n como las «patrullas» prin-
cipalmente por la noche, pero eran mucho más crueles S¡ C A P Í T U L O V. — Los DÍAS
que éstas. E n el fondo aspiraban á sofocar en el negro DE L A REGENERACIÓN. ^ ^
todo germen de ambición p o l í t i c a ; pero no se limitaban
á esto; incendiaban l a s escuelas y las iglesias y causa- I
ban gran número de v í c t i m a s inocentes. Durante aquel
E l lapso de tiempo comprendido entre 1867 y 1878
período muchos negros perdieron su vida.
puede llamarse en mi concepto, el período de la «rege-
Las atrocidades de aquellas turbas desenfrenadas,
neración.» Comprende el tiempo que pasé como estu-
causaron profunda i m p r e s i ó n en mi espíritu de mucha-
diante en Hampton y como Director de la Escuela en
cho. F u i testigo de u n a escaramuza que tuvo lugar en
Malden. Dos ideas principales privaban por entonces
Malden, entre negros y blancos. Había, en cada campo, ^
en la conciencia de los educandos negros: el apasiona-
un centenar de h o m b r e s ; y muchos de entre ellos fue- miento ciego por los estudios clásicos (griego y latín)
ron gravemente heridos c o m o el general Lois Ruffner, y la ambición de llegar á ser empleados del Gobierno.
el marido de mi buena a m i g a la señora Viola Ruffner.
No era dable esperar que un pueblo del que muchas
E l general R u f f n e r , q u i s o tomar la defensa de los ne-
generaciones habían vivido en la esclavitud y en las
gros y se vió derribado, recibiendo heridas tan graves,
más profundas tinieblas de la ignorancia, comprendiera,
que nunca pudo restablecerse por completo. E l espectá-
desde el primer momento, el verdadero alcance de la
culo de aquella lucha m e arrebató toda esperanza sobre
educación. Durante el período de la regeneración, las
el porvenir de mi raza e n América, y fueron aquellos
clases diurnas y nocturnas en todos los Estados del Sud,
días sombríos, tal vez l o s más tristes de la época de
rebosaban de alumnos de todas clases y condiciones.
mi regeneración. Algunos tenían sesenta y setenta años.. Este deseo de
He hecho alusión á a q u e l triste episodio de la his- instruirse era indudablemente laudable y alentador.
toria de los Estados d e l Sud, únicamente para hacer Pero la idea general que, desgraciadamente, animaba á
notar el cambio que se h a producido desde los tiempos la mayoría de aquellos alumnos era que, una vez ins-
del «Ku-Klux». Y a no h a y rastro de semejantes asocia- : truidos, iban á verse libres de toda preocupación en es-
ciones; su propia e x i s t e n c i a ha caído en el olvido ge- te mundo ó, cuando menos, de todas las fatigas que
n e r a l ; hoy quedan p o c o s sitios, en el Sud, donde la acarrea el trabajo manual. También creían que el cono-
conciencia pública, t o l e r a s e l a existencia de semejantes cimiento, aunque fuese superficial, de las lenguas grie-
g a ó latina, convertían al hombre en un ser casi sobre-
organismos.
humano. Recuerdo perfectamente l a admiración y la cibir, cuando supiera leer y escribir, u n a de esas «lla-
envidia que despertó en mí el primer negro á quien oí m a d a s » ; pero no sé por qué no la recibí jamás
hablar un poco en l e n g u a extranjera. C u a n d o se hace el recuento de todos los hombres, ig-
L a mayor parte de los negros que se instruían, se norantes ó instruidos, que profesaban el sacerdocio, se
hacían l u e g o maestros ó pastores (sacerdotes.) Aunque comprende que el número de pastores era más que sufi-
muchos de ellos eran capaces, graves y piadosos, l a ciente "i o conozco una iglesia q u e sobre doscientos
mayor parte profesaban la enseñanza ó el sacerdocio, es- miembros, contaba recientemente diez y ocho pastores,
perando llevar u n a v i d a m á s reposada y fácil. Entre í-ero de todas maneras, repito, que el nivel intelectual del
los maestros había algunos cuya ciencia se limitaba á es- sacerdote ha subido en la mayoría de las comunidades
cribir su nombre. U n o de estos buscaba local por los al- del bud, y creo que, dentro de unos treinta años, el nú-
rededores de nuestra casa y habiéndole preguntado in- mero de los malos disminuirá notablemente. Conviene
cidentalmente qué pensaba enseñar á sus alumnos res- advertir que las «llamadas» y a no son tan frecuentes y
pecto á l a f o r m a de l a tierra, respondió que estaba dis- que cada día crece el número de negros que, al aca-
puesto á enseñar que l a tierra era p l a n a ó redonda, se- bar sus estudios, escogen u n a profesión industrial. E n -
g ú n lo que quisiera l a m a y o r í a de sus clientes. tre el personal de enseñanza es todavía mayor el pro-
P e r o este falso concepto de l a educación se reflejó greso.
principalmente en l a carrera sacerdotal,, que todavía se C o m o el hijo confía en su m a d r e p a r a todo lo que
resiente de él, á pesar de los cambios verificados en la necesita, nuestras gentes del Sud confiaban en el go-
opinión, no tan sólo por l a ignorancia, si no también bierno federal durante el período de su regeneración.
por l a inmoralidad de los que se decían «llamados á E r a muy natural. E l gobierno les había dado la liber-
predicar l a buena nueva.» P u d o notarse que en los pri- t a d ; durante más de dos siglos toda l a nación se había
meros días que sucedieron á la emancipación, todo ne- enriquecido con el trabajo de los negros. Y o no he po-
gro recibía u n a de esas «llamadas á l a predicación» ape- dido perdonarle nunca al gobierno federal el no haberse
nas comenzaba á conocer las letras. E n l a V i r g i n i a del preocupado de asegurar á los negros, desde el mismo
Oeste, donde y o habitaba, el procedimiento era curiosí- día de l a emancipación, los recursos suficientes para
prepararse con más libertad al cumplimiento de sus
simo. E l sujeto en cuestión, recibía de ordinario «la
nuevos deberes cívicos.
llamada» en l a iglesia. C a í a en tierra, como herido de
u n a b a l a y permanecía allí unas cuantas horas sin voz P e r o es fácil criticar y recetar lo que hubiera debi-
ni movimiento. E n t o n c e s corría l a voz de que había do h a c e r s e ; tal vez los que estaban al frente del go-
recibido una «llamada». Si se le ocurría negarse á aque- bierno hicieron lo único que entonces era factible. A pe-
lla inspiración celeste, v o l v í a á caer u n a y otra vez y sar de todo, cuando pienso en aquel primer período de
no le quedaba otro remedio que ceder. Recuerdo que, nuestra libertad, no puedo menos que lamentar el que
deseando sinceramente instruirme, y o me vi atormenta- no se pensara en formular una ley sometiendo el ejer-
do, al principio de mi instrucción, por el temor de re- cicio del voto á l a previa justificación de un cierto gra-
do de instrucción, de u n a porción determinada de pro-
unos cuantos ladrillos que faltaban. Muchas veces les
piedad ó de ambas c o s a s á la v e z ; ley que hubiera
oí decir: «Date prisa, Gobernador.» Picado de curiosi-
sido necesario a p l i c a r i m p a r c i a l y honradamente á las
dad quise informarme sobre l a identidad de aquel go-
dos razas.
bernador y supe, que, en efecto, había ocupado, en un
A u n q u e muy j o v e n , y o sentía que se estaban come- momento dado, el c a r g o de gobernador en el Estado á
tiendo desaciertos en l a dirección de l a cosa pública y que pertenecía.
que aquello no podía p r o l o n g a r s e largo tiempo. Veía
Pero no todos los negros que, por aquel tiempo, fue-
igualmente que l a p o l í t i c a del período de regeneración
ron investidos de altas funciones políticas eran indignos
en lo que concernía á m i raza, descansaba sobre princi-
de ellas. A l g u n o s , como B . K . Bruce, el gobernador
pios falsos y que era artificial y estrecha. Se utilizaba
Pinchback y muchos otros, eran hombres graves, ínte-
l a ignorancia de los n e g r o s p a r a procurar á los blan- gros y útiles. A ú n entre los designados con el apodo de
cos los mejores c a r g o s públicos. P o r otra parte, había car-pet baggers ( i ) los había, como el gobernador B u -
en los Estados del N o r t e , u n partido que, para vengarse llock de l a Georgia y otros muchos, que eran hombres
de los blancos del S u d , o b l i g a b a á los negros á acep- de carácter y prestaron grandes servicios.
tar posiciones que les c o l o c a b a n por encima de sus ene-
F a l t o s por completo de instrucción y de experiencia
migos. E n resumidas c u e n t a s ¿quién, sino el negro, ha-
política, los negros, cometieron, naturalmente, como
bía de resentirse? A d e m á s de que esta fiebre política
cualquier otro pueblo que se hubiera hallado en sus
distraía á los negros d e l o que era entonces más impor- mismas condiciones, yerros enormes. L o s blancos de los
tante para ellos: el a p r e n d i z a j e de los oficios á su al- Estados del Sud siguen creyendo que, si hoy día se les
cance y l a adquisición d e un poco de propiedad. concedieran á los negros derechos políticos más ó me-
T u v e un momento l a f u e r t e tentación de lanzarme á nos restringidos, volverían á caer en los mismos erro-
l a p o l í t i c a ; pero el s e n t i m i e n t o de que podría hacer obra res de entonces. E n mi concepto esta opinión es exa-
más útil preparando u n a raza fuerte por medio de una gerada, porque el negro tiene más experiencia y más
sólida educación á l a v e z intelectual, profesional y mo- instrucción que hace treinta y cinco años, y porque, ade-
ral, me apartó de s e m e j a n t e idea. H e conocido negros, más, ha aprendido, á costa suya, que no puede prescin-
miembros l e g i s l a t i v o s d e los Estados y funcionarios ci- dir del concurso de sus vecinos, los blancos del Sud. E s -
viles, que no sabían l e e r n i escribir y que dejaban mu- toy más convencido que nunca de que el problema del
cho que desear desde e l p u n t o de vista de l a inteligen- porvenir político de mi raza estará resuelto cuando los
Estados, creyendo oportuno modificar su legislación elec-
cia y l a moralidad.
toral, elaboren leyes imparciales y honradas que pue-
N o hace mucho t i e m p o pasaba y o por una de las ca-
dan aplicarse por igual á entrambas razas.
lles de cierta ciudad d e l S u d , cuando oí que varios alba-
ñiles, desde lo alto d e l a n d a m i o donde trabajaban, lla-
(i) Afonos de equipajes; p o r q u e , con una maleta en la m a n o , sin
maban á uno de sus a y u d a n t e s con el nombre de «Go- p r o p i e d a d ni d o m i c i l i o , c a y e r o n sobre el S u d para a p r o v e c h a r s e del
bernador» para d e c i r l e q u e se diera prisa en subirles desorden q u e sucedió á la g u e r r a . — ( N . del T . ) .
M i s diarias observaciones en el Sud me hacen creer parecieran conceder más atención á las apariencias; en
que t o d a otra táctica resultaría injusta para el negro, u n a palabra, no me hacían el efecto de poseer un fon-
p a r a el blanco y para los demás E s t a d o s de l a Unión do tan sólido como los de H a m p t o n ; si tenían mayor
y sería, como l a esclavitud, una iniquidad que habría- conocimiento del g r i e g o y del latín, me parecían, en
mos de p a g a r un día ú otro. cambio, menos al corriente de las verdaderas exigen-
D u r a n t e el otoño de 1878, después de haber enseña- cias de l a vida que, más tarde, en sus hogares, debían
do dos a ñ o s en l a escuela de Malden y de haber prepa- presentárseles. Después de vivir cómodamente dos años
rado p a r a su ingreso en Hampton á mis dos hermanos estaban poco dispuestos para regresar á los distritos ru-
rales de los Estados del Sud, donde toda comodidad
y á v a r i o s jóvenes y muchachas, resolví irme á pasar
faltaba y preferían á esto el empleo de mozos de hotel
unos c u a n t o s meses á W a s h i n g t o n , para continuar allí
ó de factores en los fulmann-cars.
mis estudios. M i estancia duró ocho meses. E l provecho
que s a q u é de aquellos estudios f u é abundante y al mis- Durante m i permanencia en W a s h i n g t o n , la ciudad
mo t i e m p o , g r a c i a s á ellos, entré en relación con algu- estaba atestada de negros de los que una g r a n parte
nos hombres y algunas mujeres de extraordinario ca- acababa de llegar del Sud. Contribuía, en mucho, á esta
rácter. E n aquella institución no se daba ninguna ense- influencia l a idea de que la v i d a allí era fácil. A l g u n o s
ñanza p r o f e s i o n a l , lo que me permitió establecer su se habían procurado plazas inferiores en l a administra-
c o m p a r a c i ó n con l a de Hampton, donde tanta impor- ción ; los otros, más numerosos, esperaban que el Go-
tancia se concede á esta enseñanza. E n W a s h i n g t o n , noté bierno les empleara. Había negros de cierta posición,
que los discípulos eran, más ricos, iban vestidos á la úl- que se sentaban en l a C á m a r a de diputados y uno de
tima m o d a y, en ocasiones, parecían más inteligentes. ellos, el honorable B. K . B r u c e , tenía un sitio en el Se-
nado. T o d o esto contribuía á hacer de W a s h i n g t o n un
L a o r g a n i z a c i ó n de Hampton permitía á ciertos alum-
l u g a r lleno de atractivos para los negros. Estos sabían,
nos c o n t i n u a r sus estudios á expensas de algunas perso-
además, que en el distrito de l a Colombia podían ape-
nas q u e l a administración se encargaba de buscar; pe-
lar á la protección de l a ley. L a s escuelas públicas de
ro, en g e n e r a l , discípulos y discípulas venían obligados
W a s h i n g t o n eran mejores que las de otras partes. Y allí
á s u b v e n i r á sus propios gastos de pensión y á pagar su
pude yo hacer, sobre mi pueblo, un estudio de costum-
m a t e r i a l d e clases, sus trajes y su habitación, y a total-
bres que me interesó vivamente. Si, por una parte, ha-
mente c o n su t r a b a j o , y a parte con su trabajo y parte
bía un contingente respetable de hombres de valer y
con su dinero. E n W a s h i n g t o n l a m a y o r í a de los es- de buenos ciudadanos, comenzaba á dibujarse, por otra
t u d i a n t e s encontraba el modo de hacerse pagar, en parte, u n a clase demasiado numerosa cuya ligereza de
u n a ú o t r a f o r m a , sus gastos personales; en Hampton, espíritu me causaba serias inquietudes. H e visto jóvenes
el e s t u d i a n t e d e b í a bastarse á sí mismo gracias á su negros, cuyas rentas no pasaban de cuatro dollars por
t r a b a j o m a n u a l , lo que era extremadamente importante semana, derrochar l a mitad el domingo, paseando en
para l a formación del carácter. D e aquí que los estu- coche por la avenida de Pennsylvania, para convencer
diantes de W a s h i n g t o n fueran menos independientes, y
á los demás de que eran millonarios; otros, á quienes
el Gobierno pagaba de setenta y cinco á cien dollars men-
suales, llegaban al cabo del mes llenos de deudas; y ,
finalmente, otros que meses antes formaban parte del
Congreso, al perder su empleo, se quedaban en la mi-
seria. Los había que para todo contaban con el Gobier-
n o ; no había ambición en ellos, hubieran querido que
se crearan empleos para su uso particular. ¡ Cuántas ve-
A» C A P Í T U L O V I . — L A RAZA
ces he deseado luego tener el mágico poder necesario
para trasladar á la gran masa de aquella población á NEGRA Y L A RAZA ROJA. ^
los campos y encariñarla con l a tierra, base inmutable
que no engaña nunca, reservorio de la Naturaleza de
donde han arrancado, lenta y penosamente, pero llenas
de seguridad, todas las naciones y todas las razas que Durante mi permanencia en Washington y antes de
debían alcanzar más tarde un grado capital de civili- ella, se había originado un sério movimiento en deman-
zación ! da de que la capitalidad de la Virginia del Oeste, lo-
Y o he visto en Washington que las muchachas, cuyas calizada en W h e e l i n g , se trasladara á otra ciudad más
madres eran lavanderas, aprendían el oficio de sus ma- céntrica. L a Legislatura había designado tres ciudades
dres, y luego, cuando tenían la edad suficiente, frecuen- sobre las cuales tenía que recaer la votación. U n a de
taban las escuelas públicas durante seis ú ocho años. ellas, Charleston, no estaba más que á unas cinco mi-
A l terminar sus estudios tenían, en materia de tocados, llas de Maiden, mi residencia. A fines de mi año esco-
pretensiones muy poco en relación con su estado, por- lar en Washington, tuve la agradable sorpresa de reci-
que sus necesidades habían aumentado en número, mien- bir una invitación del comité de blancos de Charleston,
tras que sus medios no habían crecido en proporción y pidiéndome que hiciera una excursión por el Estado pa-
los seis ú ocho años de estudio habían servido única- ra sostener los intereses de su ciudad. Accedí á la de-
mente para hacerles tomar horror al oficio de sus ma- manda y durante tres meses pronuncié algunos discur-
dres. Con mucha frecuencia era aquello causa de que sos en las diferentes localidades del Estado. Charleston
se perdieran. ¡ Cuánto más prudente habría sido pro- se llevó la victoria y, desde entonces, ha sido sede per-
porcionar á aquellas jóvenes, al mismo tiempo que una manente del Gobierno.
sólida cultura intelectual, en idiomas ó en matemáticas, L a reputación que como orador me conquisté duran-
un oficio del que podrían haber hecho aprendizaje se- te aquella campaña inspiró á muchas personas la idea
g ú n los mejores y más recientes métodos! de inclinarme á la política. Como anteriormente, supe
resistir á aquellas insinuaciones, convencido como es-
taba de poder prestar mayores servicios á mi raza desde
otro terreno. Y a entonces abrigaba la profunda creencia
tudiantes laureados.» N u n c a me habría atrevido á soñar
de que lo que, por encima de todo le interesaba á nues-
con semejante distinción. P r e p a r é el mejor discurso de
tro pueblo, era obtener un poco de instrucción, de habi-
que era capaz, tomando por t e m a : «La fuerza que
lidad industrial y de propiedad, cosas más dignas de
triunfa.»
sus esfuerzos que los engrandecimientos debidos á los
P a r a trasladarme á Hampton y pronunciar este dis-
manejos políticos. Y por lo que á mí propio se refería,
curso, tuve que v o l v e r á hacer el mismo camino que
aunque me reconociera capaz de triunfar en la carrera
había recorrido seis años antes para comenzar mis es-
política, no se me ocultaba que el entregarme á ella ha-
tudios. E s t a vez hice en ferrocarril todo el trayecto y
bría sido satisfacer una ambición egoísta en detrimento
el contraste entre ambos v i a j e s no cesaba de ocupar mi
de un deber ineludible y u r g e n t e : el de trabajar por l a
imaginación. Creo poder afirmar, sin que se me acuse
educación de m i pueblo.
de v a n a g l o r i a , que acontece raramente el que cinco años
Por aquel tiempo, los negros que estudiaban querían
produzcan un cambio tan radical en la vida de un
hacerse abogados ó diputados y las mujeres maestras
hombre.
de música. Pero, en mis adentros, y a sentía yo l a im-
L o s maestros y los discípulos de Hampton me reci-
portancia de otras muchas cosas que debían hacerse an-
bieron con los brazos abiertos. P u d e comprobar que, des-
tes de preparar el camino á los grandes abogados, á
de m i partida, el instituto había sabido ponerse cada
los diputados y á los maestros de música.
día más al alcance del pueblo y de sus verdaderas ne-
E s t o me recordaba l a historia de un negro qué, cesidades ; enseñanza profesional y estudios clásicos,
durante los días de la esclavitud, quería aprender á to- hacían allí reales adelantos. L a escuela no estaba for-
car la guitarra. Dirigióse en consecuencia, á uno de sus mada á imitación de otra n i n g u n a ; todas sus mejoras
dueños, quien no teniendo más que una confianza muy se debían á l a superior iniciativa del general Arms-
limitada en las aptitudes musicales del esclavo, le dijo t r o n g ; dictadas siempre por las exigencias del momen-
así, para apartarle de su i d e a : «Querido Jack, estoy to, tendían únicamente al bien de nuestro pueblo. Acon-
dispuesto á enseñarte yo mismo, á tocar l a g u i t a r r a ; tece con frecuencia que, al civilizar las razas inferiores,
pero te haré p a g a r tres dollars por l a primera lección, misioneros y educadores ceden á la tentación de repro-
dos por la segunda, uno por l a tercera y veinticinco ducir en ellas lo que se ha hecho en otros países si-
céntimos por l a última.» - J a c k le respondió: «Pa- tuados á considerable distancia de l u g a r ó tiempo. E s t o
trón, acepto el trato, pero á condición de que comence- equivale á aplicar á diversos sujetos el mismo sistema
mos por la última lección.» de educación, sin tener en cuenta su estado intelectual,
Apenas t e r m i n a d a mi c a m p a ñ a en favor de Char- ni el fin que se p e r s i g u e ; ciertamente, no pasaban así
leston, recibí u n a nueva sorpresa que me colmó de ale- las cosas en Hampton.
gría. E l general A r m s t r o n g me mandó una carta pidién- T o d o el mundo pareció contento de mi discurso en
dome que asistiera á l a apertura de curso en Hampton l a apertura de clases y con este motivo se me prodiga-
y pronunciara en ella el llamado «discurso de los es- ron elogios alentadores y cariñosos. V u e l t o apenas á
m i casa en l a V i r g i n i a del Oeste, para reanudar mis dolor al abandonarla. L o hice, sin embargo, porque no
clases, recibí otra carta del general A r m s t r o n g , llamán- habría sabiao negarle nada al g e n e r a l A r m s t r o n g
dome á Hampton donde me ofrecía continuar mis estu- E n Hampton, tuve que instalarme con setenta°y cinco
dios, si consentía en encargarme á la vez de u n a parte muchachos i n d i o s ; yo era, entre ellos, el único repre-
de l a enseñanza. Esto acontecía en el verano de 1879. sentante de mi raza. A l principio dudaba de m i capaci-
Y a se recordará que, apenas llegado á l a V i r g i n i a del dad para sacar partido de mis nuevos discípulos.
Oeste, yo había escogido cuatro discípulos inteligentes, Sabía que, en general, el indio se consideraba por
además de mis dos hermanos, y me había ocupado es- encima del blanco y con mucha más razón por encima
pecialmente de ellos con el designio de prepararles para del negro, que se había dejado condenar á la esclavi-
su ingreso en Hampton. L e s admitieron sin dificultad tud, cosa que un indio no habría soportado nunca. P o r
ninguna y les encontraron tan bien preparados que, el contrario, los indios tenían esclavos en los tiempos
apenas llegados á l a escuela, les hicieron saltar buen de la esclavitud.
número de clases. A esto debía ahora el honor de L a idea de hacer obra de civilización entre los in-
ser llamado á Hampton como maestro. E n t r e los jóve- dios de Hampton, había sido generalmente acogida con
nes que había preparado p a r a su ingreso, se encontraba bastante escepticismo. E r a una razón más para que y o
el hoy doctor Samuel E . Courtney, médico famoso de procediera con circunspección, sintiendo todo el peso
Boston y miembro del Consejo de Instrucción en aque- de mi responsabilidad. N o tardé en ganarme l a confian-
lla ciudad. za entera y plena de mis indios, y , me atreveré á de-
Por aquel entonces deseaba, además, el general Arms- cir, su afecto y su respeto. Comprendí que, poco más
trong hacer un nuevo ensayo: l a educación de los in- ó menos como todos los seres humanos, eran sensibles
dios en Hampton. E n general, negábase que los indios á la bondad y rebeldes á l a violencia. Su constante de-
fueran capaces de recibir ni de aprovechar una ins- seo consistía en hacer algo por serme agradables. L o
trucción. que más les contrariaba, era romper con su costumbre
de llevar los cabellos largos, envolverse en mantas de
Sin embargo, el general A r m s t r o n g quería hacer su
lana por único vestido y f u m a r ; pero el americano de
experiencia en g r a n escala. Hizo venir de los Estados
piel blanca no considera como civilizado más que al
del Oeste más de cien indios s a l v a j e s completamente
hombre que viste como él, se alimenta como él, habla
ignorantes y en su mayor parte jóvenes. Me recomendó
su misma lengua y practica su propia religión.
que ejerciera u n a v i g i l a n c i a paternal sobre aquellos mu-
chachos i n d i o s ; y o debía habitar el mismo pabellón que U n a vez en posesión de l a lengua inglesa, tenían los
ellos; mantener la disciplina, cuidar de sus cuartos, de indios l a misma facilidad para aprender un oficio ó se-
sus vestidos, etc. L a oferta era tentadora, pero me ale- guir sus estudios que las gentes de mi raza.
jaba de mi obra en l a V i r g i n i a del Oeste á l a que me E r a verdaderamente conmovedor para mí, ver con
había entregado con tal entusiasmo, que sentí un vivo qué alegría los negros ofrecían sus servicios á los in-
dios. A l g u n o s había que miraban con malos ojos lo que
creían u n a i n t r u s i ó n ; pero eran los menos. Cuando se g r o , puesto que los suyos lo reconocían como tal, pero
les pedía que a c e p t a r a n á los indios como compañeros de una piel tan blanca, que habría engañado al cono-
de cuarto para a c o s t u m b r a r l e s á hablar inglés y á ad- cedor más hábil. E s t e hombre v i a j a b a en un v a g ó n de
quirir costumbres de hombre civilizado, no se negaban negros. Cuando pasó el revisor, quedó p e r p l e j o ; si era
nunca. negro, no quería enviarle al v a g ó n de los b l a n c o s ; si
¿ Cuántas instituciones de blancos habrían acogido en era blanco no quería hacerle la injuria de preguntarle
su seno, con tal c o r d i a l i d a d , cien compañeros de una si era negro. E x a m i n ó l e cuidadosamente, le miró los
raza distinta? Y sin embargo, convendría decir á los cabellos, los ojos, la nariz y las m a n o s ; su perplejidad
estudiantes de l a r a z a b l a n c a que se realzan en propor- seguía siendo l a misma. Finalmente, para convencerse,
ción de lo que hacen p o r realzar á las otras y que cuan- tuvo l a idea de b a j a r los ojos y de mirarle los pies.
to más infortunada y abyecta es una raza, más se en- A h o r a , dije entre mí, v a s á salir de d u d a s ; y, en efec-
grandece el que le p r e s t a su ayoyo. to, el empleado se marchó dejando al negro donde le
Esto me recuerda u n a entrevista que tuve con Fe- había encontrado. Y o me alegré infinito de que m i ra-
derico Douglass. ( i ) M e hablaba éste de un v i a j e suyo za no se hubiera visto privada de uno de sus miembros.
en P e n n s y l v a n i a d u r a n t e el cual se vió obligado, á cau- Creo que puede juzgarse de l a distinción de un
sa del color de su p i e l , á trasladarse al v a g ó n de mer- hombre por su manera de relacionarse con los hombres
cancías, no obstante haber p a g a d o su billete como los de una raza menos favorecida que l a suya. N o hay más
demás. A l g u n o s b l a n c o s fueron á hablarle manifestán- claro ejemplo de esto, que el del antiguo propietario de
dole el sentimiento q u e les causaba ver que le degrada- los Estados del Sud cuando se encuentra en contacto
ban a s í ; pero él se i r g u i ó sobre su maleta, que le servía con sus esclavos de otro tiempo ó con los descendientes
de asiento, c o n t e s t a n d o : «Nadie es capaz de degradar de éstos.
á Federico D o u g l a s s ; al a l m a que está en mí, no le Jorge W a s h i n g t o n , es también, un claro ejemplo de
llega ningún hombre. N o soy y o el degradado por esta lo que digo. Cuéntase de él que encontrándose un día
injuria, sino los que h a n querido hacérmela.» con un negro que le saludó cortésmente, le devolvió el
Y o mismo he sido testigo de un incidente muy cu- saludo. T a c h a r o n su acto de condescendencia superflua
rioso en una región d o n d e l a ley exige todavía la se- y respondió: «Vosotros querríais que un negro ignoran-
paración de razas e n l o s ferrocarriles y que demuestra te y pobre fuera más cortés que yo.»
que, en ocasiones, e s difícil de precisar el límite que Durante m i permanencia en Hampton, mis relacio-
divide una raza de o t r a . nes con los indios me revelaron, más de una vez, los
Tratábase de un n e g r o que era verdaderamente ne- singulares efectos que producen los sentimientos de cas-
ta. Sucedió que uno de los muchachos indios cayó en-
(1) F e d e r i c o D o u g l a s s (1817-1895) era, c o m o B o o k e r W a s h i n g t o n ,
fermo y fué preciso acompañarle á W a s h i n g t o n y pre-
un a n t i g u o esclavo y u n o r a d o r p o p u l a r . F u é un g r a n agitador anti- sentarle al ministerio del Interior para que le firmaran
escla vista.—(N. del T . ) un pasaporte que le permitiera regresar á su «reserva-
tion» ( i ) del Oeste. T o d a v í a entonces estaba yo poco al prepararme á m i obra ulterior de T u s k e g e e . E l gene-
corriente de los usos del mundo. ral A r m s t r o n g había notado que g r a n número de mu-
Y a en el vapor que nos trasladaba á W a s h i n g t o n , chachas y muchachos n e g r o s , llenos de deseo de ins-
tuve buen cuidado de esperar á que l a mayor parte de trucción, no podían satisfacer este deseo por f a l t a de
los v i a j e r o s hubiera terminado su comida, antes de acer- medios con que p a g a r su pensión y adquirir libros. E n -
carme á l a m e s a ; pero, no por eso, el maitre d'hotel tonces concibió l a idea de f u n d a r u n a clase nocturna en
dejó de manifestarme muy cortésmente en cuanto nos relación con el instituto. U n n ú m e r o determinado de
vió aparecer por el comedor, que únicamente el indio alumnos y alumnas podrían ser admitidos en esta clase
podría hacerse servir. Y o me preguntaba de qué modo de noche, que duraría dos horas, sin otra condición que
habría sabido establecer l a diferencia entre nosotros dos, la de trabajar diez horas d u r a n t e el día. C o m o retribu-
dado que casi teníamos el mismo color de piel. Pero ción por su trabajo recibirían un p l u s sobre el precio de
parece que aquel mqitre i'hotel era un experto en la su pensión. L a porción m á s g r a n d e de sus salarios te-
materia. E n H a m p t o n me habían dado las señas de un nía que depositarse en la c a j a de l a escuela y contribuir
hotel de W a s h i n g t o n donde debíamos alojarnos. P e r o á s u f r a g a r sus gastos cuando pasaran á ser alumnos de
también allí se reprodujeron las objeciones: podían alo- la escuela de día, después d e uno ó dos años de asis-
jar á m i p r o t e g i d o ; y o tuve que marcharme á otro tencia á l a de noche. D e este m o d o podrían beneficiar
sitio. de los primeros elementos de instrucción indispensable,
del aprendizaje de un oficio y de otras numerosas ven-
T o d a v í a hube de presenciar algún tiempo después, un tajas del instituto.
hecho análogo. Me encontraba en una ciudad un día en
que toda la población era pábulo de una indignación tan E l g e n e r a l me rogó que t o m a r a l a dirección de es-
grande, que hacía temer algunos linchamientos. L o que ta clase nocturna y así lo hice. E m p e c é con una doce-
había ocasionado aquella agitación, era sencillamente l a na de alumnos y alumnas animosos. Durante el día los
llegada de un hombre de color sombrío que había teni- muchachos trabajaban en l a f á b r i c a de aserrar que po-
do l a audacia de hacerse recibir en un hotel de l a lo- seía l a escuela y las muchachas en el lavadero.
calidad. Pero bien pronto se calmó l a f u r i a popular. Sú- N i los unos, ni las otras tenían l a tarea fácil, pero,
pose que se trataba de un marroquí, que hablaba in- en toda mi carrera: de maestro, no he vuelto á encontrar
glés. E l inocente autor de aquel tumulto juzgó prudente alumnos que me dieran más satisfacción. Estudiaban y
no v o l v e r á hablar inglés en su vida. cumplían con sus deberes dentro de la absoluta perfec-
A fines de m i primer año de permanencia entre los ción. N i por casualidad hubieran abandonado l a clase
indios, me fué ofrecido un c a r g o que siempre considera- antes de sonar l a h o r a ; por el contrario, me pedían mu-
ré como un medio que me envió l a P r o v i d e n c i a para chas veces que les p r o l o n g a r a l a lección. Aquellos dis-
cípulos tenían tanto ardor p a r a el trabajo del día como
(I) Llámase «reservation» á los territorios concedidos p o r el g o - para las lecciones de l a n o c h e ; y o di á su clase el so-
bierno federal á las t r i b u s indias d o n d e éstas viven bajo la protección y
brenombre de «clase de los bravos», sobrenombre que
vigilancia de los a g e n t e s federales.—(N. del T . )
hizo fortuna en el establecimiento y que se le conserva
todavía. Cuando un alumno había asistido por algún
tiempo á mi clase nocturna, recibía un certificado im-
preso, concebido en estos términos: «El infrascrito, cer-
tifica que James Smith f o r m ó parte de l a «clase de los
bravos» y que es un 'alumno bueno y asiduo.»
Los alumnos apreciaban mucho estos certificados que
SS C A P Í T U L O VII.—Mis CO-

contribuyeron poderosamente á la popularidad de las MIENZOS EN TUSKEGEE. ^


clases nocturnas. E n el espacio de algunas semanas, el
número de asistentes había ascendido á veinticinco. Hay,
entre ellos, algunos á quienes nunca más he perdido de
vista y que ocupan posiciones honrosas y útiles en di- Aunque encargado de los indios y de la clase noc-
ferentes partes del Sud. E s t a clase nocturna de Hamp- turna en Hampton, continuaba mis estudios bajo la di-
ton, que comenzó con doce discípulos apenas, cuenta hoy rección de profesores especiales. Uno de estos profeso-
de trescientos á cuatrocientos alumnos, y se ha conver- res era el doctor H. B . Frissel, director actual del Ins-
tido en una de las ramas principales de aquella insti- tituto de Hampton y sucesor del general Armstrong.
tución. E n mayo del 1881, á fines de mi primer año de en-
señanza en la clase nocturna, se me presentó inespera-
damente la ocasión de emprender resueltamente mi ver-
dedera profesión. U n a tarde, en la capilla, después del
servicio acostumbrado, el general Armstrong habló de una
carta que le habían mandado de Alabama, suplicándole
que buscase una persona idónea para encargarse de la
dirección de una escuela normal de negros, que se pre-
tendía fundar en la pequeña villa de Tuskegee, en el
Estado del mismo nombre. Creíase que sólo un blanco
podría reunir las necesarias condiciones. E l general
Armstrong me llamó á parte y, con asombro mío, me
preguntó si me sentía con fuerzas para aceptar aquella
dirección. Respondíle que estaba dispuesto á probarlo.
Entonces escribió á los interesados, diciéndoles que no
conocía ningún blanco que reuniera las condiciones re-
queridas; pero, que podía recomendarles un negro, si
el color no había de ser obstáculo, y , á continuación, da-
hizo fortuna en el establecimiento y que se le conserva
todavía. Cuando un alumno había asistido por algún
tiempo á mi clase nocturna, recibía un certificado im-
preso, concebido en estos términos: «El infrascrito, cer-
tifica que James Smith f o r m ó parte de l a «clase de los
bravos» y que es un 'alumno bueno y asiduo.»
Los alumnos apreciaban mucho estos certificados que
SS C A P Í T U L O VII.—Mis CO-

contribuyeron poderosamente á la popularidad de las MIENZOS EN TUSKEGEE. ^


clases nocturnas. E n el espacio de algunas semanas, el
número de asistentes había ascendido á veinticinco. Hay,
entre ellos, algunos á quienes nunca más he perdido de
vista y que ocupan posiciones honrosas y útiles en di- Aunque encargado de los indios y de la clase noc-
ferentes partes del Sud. E s t a clase nocturna de Hamp- turna en Hampton, continuaba mis estudios bajo la di-
ton, que comenzó con doce discípulos apenas, cuenta hoy rección de profesores especiales. Uno de estos profeso-
de trescientos á cuatrocientos alumnos, y se ha conver- res era el doctor H. B . Frissel, director actual del Ins-
tido en una de las ramas principales de aquella insti- tituto de Hampton y sucesor del general Armstrong.
tución. E n mayo del 1881, á fines de mi primer año de en-
señanza en la clase nocturna, se me presentó inespera-
damente la ocasión de emprender resueltamente mi ver-
dedera profesión. U n a tarde, en la capilla, después del
servicio acostumbrado, el general Armstrong habló de una
carta que le habían mandado de Alabama, suplicándole
que buscase una persona idónea para encargarse de la
dirección de una escuela normal de negros, que se pre-
tendía fundar en la pequeña villa de Tuskegee, en el
Estado del mismo nombre. Creíase que sólo un blanco
podría reunir las necesarias condiciones. E l general
Armstrong me llamó á parte y, con asombro mío, me
preguntó si me sentía con fuerzas para aceptar aquella
dirección. Respondíle que estaba dispuesto á probarlo.
Entonces escribió á los interesados, diciéndoles que no
conocía ningún blanco que reuniera las condiciones re-
queridas; pero, que podía recomendarles un negro, si
el color no había de ser obstáculo, y , á continuación, da-
ba m i nombre. P a s a r o n algunos días y l a respuesta no lación con ella por una v í a estrecha de interés local.
vino. Finalmente un domingo por l a noche, el general E n tiempos de la esclavitud, esta villa era el centro de
recibió un t e l e g r a m a , concebido en estos términos: «Boo- educación para los blancos. P o r consiguiente, me encon-
ker W a s h i n g t o n n o s conviene. Envíelo.» Maestros y dis- tré con un nivel intelectual, entre los blancos, mucho
cípulos de H a m p t o n me manifestaron su alegría y me más elevado que en otras partes. E s verdad que los
felicitaron. negros eran ignorantes, pero no habían caído en la ab-
E n seguida comencé los preparativos para trasladar- yección y el vicio, como suele acontecer con las clases
b a j a s de las grandes ciudades. P o r otra parte, negros
me á T u s k e g e e . H i c e el v i a j e pasando por l a Virginia
y blancos mantenían relaciones cordialísimas. N o citaré
del Oeste, para poder hacer una visita á los míos. Tus-
sino un e j e m p l o : del mayor y más importante almacén
k e g e e era u n a v i l l a de dos mil habitantes, de los cua-
de quincallería de l a v i l l a , eran propietarios un blanco y
les l a mitad pertenecían á l a raza negra. E s t a villa es-
un negro que estuvieron asociados hasta l a muerte de
taba e n c l a v a d a en l a llamada «Black Belt» (cintura ne-
este último.
g r a ) del Sud. P o r allí los negros eran más numerosos
que los b l a n c o s ; l a proporción era de uno á tres y en A mi llegada supe que, un año antes, habiendo oído
los alrededores de uno á seis. hablar algunos negros de lo que se hacía en H a m p t o n ,
M u c h a s veces se me ha pedido que definiera el nom- se habían dirigido por medio de sus diputados, á l a Le-
bre de «Black B e l t . » Y o creo que este término debió em- gislatura de E s t a d o , pidiéndole una subvención que les
plearse en los comienzos para designar una porción permitiera fundar u n a escuela normal en T u s k e g e e . Vo-
del país, cuyo suelo era negro. E n aquella región don- tóse u n a suma anual de dos mil d o l l a r s ; pero me dije-
de el suelo era g r a s o , negro y muy fértil, se necesita- ron que este dinero estaba exclusivamente destinado á
ban muchos esclavos y por consiguiente, los enviaban salarios para los maestros y en el ínterin no había un
allí en g r a n número. Más tarde, y principalmente des- céntimo disponible para l a compra del terreno, l a cons-
pués de l a g u e r r a , se dió al término un alcance exclu- trucción del edificio y la instalación de l a escuela. Mi
sivamente político, designándose con él los Estados en tarea no me parecía del todo f á c i l ; era como sacar un
que los negros están en mayoría. pequeño mundo de la nada. B i e n es verdad que me
A l t r a s l a d a r m e á T u s k e g e e , y o esperaba encontrar- compensaba por completo, ver que los negros rebosaban
me con u n a escuela bien instalada y provista de un ma- de alegría y estaban constantemente dispuestos á ofre-
terial de enseñanza completo. ¡ Cuál no sería mi decep- cerme sus servicios para sacar l a escuela adelante.
ción al v e r que me había equivocado por completo! Me fué preciso empezar por buscar un sitio adecuado
Pero, en cambio, encontré centenares de negros ardien- en qué erigir la escuela. Después de haber recorrido la
do en deseos de instruirse. villa en todas direcciones, no pude hallar n a d a m e j o r
T u s k e g e e era un sitio ideal para fundar u n a escue- que una cabaña en ruinas adherida á una antigua igle-
la. E s t a v i l l a está en el corazón de l a enorme masa ne- sia metodista para n e g r o s ; ambas reunidas formaron
g r a , á cinco m i l l a s de l a línea férrea, y puesta en re- una sala de c l a s e s ; pero l a iglesia estaba en tan mal
estado como l a cabaña, y en ocasiones, cuando daba observar en l a realidad de su vida diaria, porque no
lección á mis discípulos, u n o de los mayores tenía que les avisaba de mis visitas.
aguantar un p a r a g u a s abierto sobre mi cabeza, para que E n los distritos de las plantaciones, las cabañas no
no me inundara l a lluvia. Recuerdo que, m á s de una se componían m á s que de u n a sala grande donde v i v í a
vez, mi cocinera se vió o b l i g a d a á hacer lo mismo du- y dormía toda l a f a m i l i a ; á veces se les añadían los
rante mis comidas. parientes y con frecuencia, gentes extrañas que no te-
E n l a época de m i l l e g a d a á A l a b a m a , los negros se nían lazo ninguno de sangre con l a familia. Más de
apasionaban p r i n c i p a l m e n t e por las cuestiones políticas una vez tuve que salir a f u e r a para dejar que los demás
y querían obligarme á compartir todas sus opiniones. se desnudaran ó para desnudarme y o mismo. Regular-
Parecían desconfiar d e los extranjeros. U n o de ellos, mente me improvisaban u n a c a m a en el suelo ó me
delegado por los demás, p a r a dirigir mi conducta polí- hacían sitio en una c a m a y a ocupada. N o había posi-
tica, me decía, m u y g r a v e m e n t e : «Nosotros queremos bilidad de pensar en hacer su tocado y sus abluciones
que vote usted absolutamente como nosotros. Nosotros en la c a s a ; para ello había que salir al patio, donde,
no sabemos leer todos los periódicos, pero sabemos vo- generalmente, se encontraba lo necesario.
tar y es necesario v o t a r como nosotros. Además, añadía, E n cuanto á l a alimentación, se componía de mante-
nosotros espiamos á los blancos hasta que sabemos por ca y pan de maíz. Me aconteció quedarme á comer en
quién van á v o t a r , entonces votamos en sentido com- casas donde no tenían m á s que pan de maíz y guisan-
pletamente contrario y estamos siempre seguros de ha- tes hervidos. N o se les ocurría á aquellas gentes nutrir-
ber acertado.» se con otra cosa que con estos dos alimentos, compra-
Debo advertir q u e esta manía de votar contra el dos carísimos en l a ciudad, cuando habrían podido re-
blanco, únicamente p o r q u e es blanco, desaparece poco g a l a r s e con las mejores legumbres del país, cogidas en
á poco y nuestros n e g r o s v a n aprendiendo á votar con el suelo que circundaba sus chozas. S u única afición era
arreglo á sus principios y á e l e g i r á aquel á quien de- plantar algodón y no era raro ver crecer las plantas
signa el interés de todos. hasta en las mismas puertas de las viviendas.
Y o llegué á T u s k e g e e en Junio de 1881. P a s é un mes E n las cabañas de aquellas pobres gentes encontré á
buscando el sitio donde instalar l a e s c u e l a ; luego re- veces máquinas de coser, adquiridas gracias á un sis-
corrí l a A l a b a m a p a r a conocer á fondo las costumbres tema de plazos mensuales que elevaban su coste á unos
del pueblo, p r i n c i p a l m e n t e en los campos y por último, sesenta dollars y relojes de lujo cuyo precio era de
me esforcé en hacer p r o p a g a n d a de mi escuela entre doce á catorce dollars. Otra vez, en que f u i invitado á
las gentes que debían proporcionarme sus alumnos. Via- comer en u n a de esas casas, vi con l a sorpresa que es
jaba por las carreteras en un carro ó en un coche ena- de presumir, que siendos cinco los comensales, no ha-
no, arrastrado por u n mulo. Comía y dormía en las bía sobre la mesa, sino un solo tenedor. M i extrañeza
subió de punto cuando v i en l a misma casa un órgano
casas de las gentes d e l pueblo. Visitaba sus haciendas,
que costaba sesenta dollars, pagaderos á plazos mensua-
sus escuelas, sus i g l e s i a s y tenía l a v e n t a j a de poderles
les. ¡ U n solo tenedor y un órgano de sesenta dollars!
modo, excepto el sábado y el domingo. E l sábado lo pa-
Cosa más curiosa todavía. L a s máquinas de coser
saba l a f a m i l i a total ó parcialmente en l a ciudad. Iban
no servían, los relojes no marcaban l a hora y aunque á ella para hacer c o m p r a s ; sin embargo, una sola per-
l a marcaran, l a m a y o r í a de las veces, nadie l a hubiera sona habría podido hacer todas las compras en menos
conocido y en cuanto al órgano, permanecía inactivo de diez minutos, dados los escasos fondos de que podía
porque ninguno sabía tocarlo. echarse mano. P e r o l a f a m i l i a prefería trasladarse á l a
E n t r e estas f a m i l i a s de que v e n g o hablando, pude ciudad por entero, permaneciendo en ella todo un día,
observar que ú n i c a m e n t e en mi honor se sentaban á la husmeando por las calles y perdiendo las mujeres el
mesa para comer, rompiendo, al hacerlo, con las cos- tiempo en f u m a r ó en tomar rapé. L o s domingos, to-
tumbres habituales. E n l a mayor parte de aquellas ca- da l a comitiva se trasladaba á a l g ú n g r a n meeting.
sas, l a m u j e r , al levantarse por l a mañana, ponía un
P o r los lugares que entonces recorrí me encontré,
trozo de carne en l a sartén y un poco de manteca en
con muy raras excepciones, con todas las cosechas
un cazo. C o l o c a b a estos utensilios sobre el fuego, y, diez hipotecadas y con todos los labradores negros llenos de
minutos después, el almuerzo estaba pronto. E l hombre deudas. E l Estado no había podido hacer construir es-
tomaba en l a mano un pedazo de pan y otro de carne y cuelas en el campo, y generalmente l a clase se daba
se les comía yendo al campo. L a mujer se sentaba en en l a iglesia ó en cabañas de madera. M á s de una vez
un rincón p a r a desayunarse y comía algunas veces en advertí que estos colegios improvisados, carecían de
un plato y otras, sirviéndose de l a misma sartén ó del aparatos de calefacción. E n invierno era preciso encen-
c a z o ; en cuanto á los niños, comían corriendo y jugan- der u n a hoguera en el patio y alternativamente, maes-
do fuera de l a casa. E n ciertas épocas del año, cuando tros y discípulos se trasladaban de dentro á fuera y
l a carne escaseaba, e r a un l u j o de que no se permitía de fuera á dentro, según tenían frío ó calor. L o s maes-
gozar á los niños que no tenían ni l a edad, ni las fuer- tros, con muy pocas excepciones, estaban lamentable-
zas suficientes para t r a b a j a r en el campo. mente preparados para l a profesión que pretendían ejer-
Después de almorzar y , por lo general, sin conceder- cer y carecían de v a l o r moral. L a s clases no duraban
le ningún tiempo al cuidado de l a casa, toda la familia más de tres ó cinco meses al año. Hablando con pro-
se trasladaba al c a m p o de algodón. L o s chiquillos, ape- piedad, carecían aquellos colegios de material de en-
señanza, (salvo una grosera pizarra n e g r a ) . Me acon-
nas tenían f u e r z a p a r a aguantar una hocecilla, venían
teció, algunas veces, ver cinco discípulos inclinados so-
obligados á t r a b a j a r ; y en cuanto al que mamaba—por-
bre el mismo libro para estudiar l a lección. Dos de
que generalmente h a b í a uno que mamaba — lo tendían
ellos estaban sentados y aguantaban el l i b r o ; los otros
en el suelo al final d e una hilera de plantas de algo-
dos leían por encima de los hombros de sus compañe-
dón y de esta manera su madre podía cuidar de él mien-
ros y finalmente, el quinto, pequeñuelo y revoltoso, tra-
tras trabajaba. L a s comidas del mediodía y de l a no-
taba de ver a l g o por encima de los hombros de los otros
che, se hacían, poco m á s ó menos, como el almuerzo.
cuatro.
T o d o s los días de l a semana transcurrían de este
Lo que he dicho de l a s escuelas y de los maestros
puede aplicarse á las iglesias y á sus ministros.
Debo añadir que tropecé, en mis viajes, con algu-
nos tipos interesantes. L a siguiente anécdota, dará idea
de la mentalidad de los pobres campesinos, en aquella
época. Pedíle á un negro sexagenario, que me contara
su vida. Me contestó que h a b í a nacido en l a Virginia y 0 CAPÍTULO V I I . — DOY MI
que le habían vendido por l o s años de 1845 en la Ala- C L A S E EN UNA CUADRA Y EN
bama. Cuando le pregunté cuántos fueron los vendi-
UN G A L L I N E R O . ^ ^ ^ ^
dos al mismo tiempo que é l m e respondió: «Cinco, se-
ñ o r ; yo, mi hermano y tres m u í a s . »
A l dar cuenta de lo que v i durante mis viajes por
los alrededores de T u s k e g e e , no pretendo hacer creer
Debo confesar que los resultados de un mes de in
á mis lectores que ú n i c a m e n t e descubrí miserias. Si he
vestigaciones y de viajes, me llenaron de profundo des-
insistido sobre las deplorables condiciones en que en-
aliento. L a regeneración de aquel país me parecía una
contré á la población de T u s k e g e e , por aquel tiempo, empresa superior á mis fuerzas. Estaba conpletamente
es para hacer resaltar m á s claramente los cambios que solo y me decía que lo poco que pudiéra hacer resulta-
después se han operado, no sólo por l a acción de la es- ría insignificante, al lado de lo que debía hacerse. Lle-
cuela normal de Tuskegee, s i n o también gracias á otras gué á preguntarme si mis esfuerzos producirían algún
instituciones. resultado sensible y si valía la pena de intentarlo.
Y o estaba profundamente convencido, (y mi conven-
cimiento aumentó viendo el estado intelectual y moral
de mi pueblo), de que, únicamente con los estudios,
no se lograría nada. Más que nunca comprendí la sa-
bia prudencia del sistema inaugurado en Hampton por
el general Armstrong. V i perfectamente que tomar á
aquellos niños y encerrarlos en l a clase para hacerles
repetir una lección, era perder el tiempo.
Después de haberme entendido con los ciudadanos
de Tuskegee, fijé el día 4 de Julio de 1881 para la
apertura de la escuela en la cabaña y en la iglesia que
se habían adquirido al efecto. Blancos y negros tenían
interés por la fundación de aquella nueva escuela y es-
peraban con impaciencia, el día de su apertura. Por
los alrededores de T u s k e g e e no escaseaban los blancos leer y á escribir. Ambos comprendieron en seguida m i
que miraban con m a l o s ojos este proyecto, porque du- plan de educación, compartieron mis esperanzas y me
daban de que pudiera ser útil á l o s negros y temían so- ayudaron en mis ensayos. N u n c a , en los días difíciles,
bre todo, que r e p r o d u j e r a una escisión entre ambas ra- hice llamamiento á l a generosidad del señor Campdell^
zas. Otros parecían temer que e l negro perdiera todas sin recibir inmediatamente ayuda eficaz. N o creo que
las cualidades que le hacían tan valioso, desde el pun- exista nadie de quien yo hubiera seguido los consejos
to de vista económico, al a d q u i r i r conocimientos; creían y aceptado l a dirección para lo referente á l a escuela de
que los negros habrían de desertar de las haciendas y T u s k e g e e , más voluntariamente que de estos dos hom-
v e í a n bastante difícil procurarse otros sirvientes. bres, el uno antiguo propietario de esclavos y el otro
antiguo esclavo.
Estos blancos, que se o p o n í a n á l a fundación de la
n u e v a escuela, se i m a g i n a b a n a l negro instruido como Siempre he creído que l a extraordinaria fuerza de
un hombre con sombrero de c o p a , monóculo montado carácter del señor A d a m s , nacía de haber podido apren-
en oro, bastón elegante, g u a n t e s d e piel, botas de charol der tres oficios, en los tiempos de l a esclavitud. A u n
y ¿ qué sé yo ? en u n a p a l a b r a ; c o m o un hombre que no hoy día, si alguien que v a á una ciudad en los Estados
querría v i v i r m á s que de su t r a b a j o intelectual. No les del Sud, pregunta por el negro más notable del l u g a r ,
cabía en l a cabeza n i n g u n a o t r a representación del ne- podrá comprobar que le señalan siempre un negro que
gro instruido. aprendió un oficio mientras era esclavo.

E n todas mis dificultades p a r a formar l a escuela y E l día de la apertura de la escuela se hicieron ins-
durante los diez y n u e v e años subsiguientes, encontré apo- cribir unos treinta alumnos. L o s dos sexos estaban re-
y o constante y recto consejo e n dos hombres, que son presentados por i g u a l . L a mayor parte procedían del
mis mejores amigos en T u s k e g e e . A estos dos hombres, distrito de Macón del que era cabeza T u s k e g e e . Se ha-
bían presentado muchos más alumnos, pero el acuerdo
cuyo concurso n u n c a h e solicitado en balde, cábeles la
era no admitir sino á los que pasaban de quince años y
mayor parte del éxito que h e m o s logrado. Uno, el se-
habían hecho de antemano a l g ú n estudio. Entre los
ñor Jorge W . C a m p b e l l , es b l a n c o y en los tiempos de
que admitimos los había, por consiguiente, que y a ha-
l a esclavitud f u é propietario de negros. Otro, el señor
bían estudiado en las escuelas municipales y contaban
L e w i s A d a m s es n e g r o y ha s i d o esclavo. Ellos fueron
cerca de cuarenta años.
los que escribieron al g e n e r a l A r m s t r o n g pidiéndole un
director para su escuela. A l g u n o s maestros se inscribieron en l a escuela al
E l señor C a m p b e l l , n e g o c i a n t e y banquero, había mismo tiempo que algunos de sus discípulos y , cosa cho-
permanecido hasta entonces, a j e n o á las cuestiones de cante, después de sufrir el examen de ingreso, hubo
enseñanza. E l señor A d a m s , es obrero y había sido su- discípulos que pasaron á una clase superior á l a de sus
cesivamente, en los t i e m p o s de l a esclavitud, zapatero, maestros. Muchos de ellos se vanagloriaban de haber
guarnicionero y h o j a l a t e r o . N o había asistido á la es- estudiado enormes libros de títulos rimbombantes; cuan-
cuela en toda su v i d a , pero h a b í a logrado aprender á to más voluminoso era el libro y más l a r g o el título,
más orgullosos parecían de su ciencia. U n o s habían es-
decían haber estudiado. Igualmente observé que las mu-
tudiado el latín, dos ó tres el griego y creían que este
chachas que no vacilaban para señalar en l a esfera la
estudio los realzaba singularmente á nuestros ojos. situación g e o g r á f i c a del Sahara ó de la c a p i t a l de l a
L a verdad es que, durante el v i a j e de que antes os China, no tenían ni la idea más remota del sitio que
he hablado, uno de los m á s desdichados espectáculos debían ocupar en una mesa los cuchillos, los tenedores,
que se ofreció á mi vista, f u é el de un joven que es- el pan ó la carne.
taba sentado en el único cuarto de u n a cabaña de m a -
N o era cosa fácil hacer comprender á un alumno
dera, muy ocupado en estudiar u n a g r a m á t i c a f r a n - que sabía extraer la raíz cúbica y que conocía l a conta-
cesa, mientras que sus vestidos olían á g r a s a , todo bilidad, que debía haber empezado por estudiar la ta-
cuanto le rodeaba se caía de suciedad y su huerto esta- bla de multiplicar.
ba lleno de m a l a hierba.
E l número de los alumnos aumentó cada semana de
Nuestros primeros alumnos gustaban de aprender-
tal modo, que al terminarse el primer mes, éramos
se de memoria reglas muy complicadas de g r a m á t i c a y cincuenta. Casi todos llegaban con la pretensión de no
de m a t e m á t i c a s ; pero ignoraban totalmente el arte de consagrar más que dos ó tres meses á sus estudios;
aplicar las nociones adquiridas á las necesidades d e l a querían ingresar en u n a de las clases superiores, con
vida real. Ponían gusto en convencerme de que eran objeto de haberlos acabado al terminarse el curso.
muy fuertes en aritmética y en contabilidad c o m e r c i a l ;
Y a habían transcurrido las seis p r i m e r a s semanas,
pero muy pronto pude advertir que ni ellos ni sus veci-
desde la apertura, cuando me llegó una n u e v a colega,'
nos, habían tenido n u n c a cuentas con banco a l g u n o . A l mujer de rara inteligencia, miss O l i v i a A . Davidson^
inscribir los nombres de los estudiantes, v i que todos, que más tarde debía ser mi esposa. Miss D a v i d s o n ha-
sin excepción, intercalaban u n a inicial entre su nombre bía nacido en Ohío y había hecho sus estudios en una
y el nombre f a m i l i a r . P r e g u n t é l a significación de esta escuela municipal de aquel Estado. M u y j o v e n toda-
inicial, por e j e m p l o J. en el nombre Jhon J. Johns, vía, oyó decir que faltaban maestras en el Sud. Diri-
y me respondieron que f o r m a b a parte del título de l a gióse, pues, al E s t a d o del Missisipí, para comenzar allí
persona. su enseñanza. M á s tarde, ejerció su profesión en Mem-
L a mayoría de estos estudiantes deseaba adquirir phis. E n el Missisipí, una de sus discípulas enfermó de
conocimientos á fin de mejorar pronto de posición, viruelas. E l pánico f u é tal que en el l u g a r nadie quiso
dedicándose á l a enseñanza. Pero, aparte de estos deta- encargarse de la enfermita. Miss Davidson cerró en-
lles, puedo afirmar que no he conocido alumnos ni tonces su escuela y se instaló á la cabecera de su ais-
alumnas tan llenos de buena voluntad. S i e m p r e esta- cípula, noche y día, hasta su completa curación. Poco
ban dispuestos á hacer lo que se les aconsejara como tiempo después, recien instalada en su casa, para pasar
bueno. Y o deseaba darles, ante todo, una instrucción las vacaciones, asoló á Memphis l a fiebre a m a r i l l a ; fué
sólida, pero sencilla. B i e n pronto pude comprobar que la epidemia más terrible de que se g u a r d a memoria en
desconocían en absoluto las ciencias e l e v a d a s que me el Sud. E n cuanto ella lo supo, telegrafió al alcalde de
Memphis para ofrecerle sus servicios como enfermera, v e n í a n aquellos alumnos no eran á propósito para que
aunque nunca había tenido aquella enfermedad y se les iniciáramos en los cuidados que debían dar á su
exponía al contagio. cuerpo. C o n escasas excepciones, las casas donde vivían
Opinaba, como yo, que una educación puramente a l o j a d o s , no eran mucho más confortables que las que
d e j a b a n en sus distritos. Nuestro deseo habría sido en-
libresca no era suficiente p a r a u n a escuela de negros.
señarles á bañarse, á cuidar sus dientes y sus vestidos,
Había oído hablar del sistema de educación de Hamp-
á tener y mantener limpios sus cuartos. Queríamos que
ton, y , fué á prepararse para ponerse en condiciones
supiesen comer y lo que debían comer. I g u a l m e n t e que
de hacer obra verdaderamente útil en el Sud. Su clara
riamos que aprendieran un oficio y que, con su traba-
inteligencia le v a l i ó l a protección de l a señora doña
jo, su habilidad y su espíritu de economía, pudieran
María H e m e n w a y , de Boston, á cuya generosa amabi-
bastarse á sí mismos, cuando salieran de nuestra escue-
lidad debió el completar sus estudios durante dos años, la. Deseábamos que su atención se fijara en las cosas
en la escuela normal de F r a m i n g h a m (Massachusetts), de l a vida práctica y no únicamente en los libros.
después de haber recibido sus diplomas en Hampton.
E n el momento de salir para F r a m i n g h a m , alguien in- Nuestros discípulos procedían, en su mayor parte,
siiyió á miss D a v i d s o n que, teniendo l a piel tan blanca, de sitios donde la a g r i c u l t u r a era el principal recurso
podría hacerse pasar por b l a n c a en l a nueva escuela, de los habitantes. E n los E s t a d o s del g o l f o de Méjico
lo que sería para ella una v e n t a j a enorme. Sin vacilar se ha podido observar que un ochenta y cinco por cien-
respondió que, b a j o ningún pretexto, quería engañar á to de negros v i v í a n del c u l t i v o de l a tierra. Siendo
así las cosas, nosotros no queríamos que en nuestros
nadie sobre su identidad.
discípulos se atenuara el gusto por los trabajos de los
P o c o después de su permanencia en F r a m i n g h a m ,
campos y que sus deseos les llevasan á la ciudad para
miss D a v i d s o n llegó á T u s k e g e e , adonde trajo nuevas
v i v i r en ella de su cerebro. C l a r o que nuestra voluntad
ideas sobre los métodos de enseñanza que unidas á su
era darles una instrucción que los preparara, en su ma-
naturaleza escogida y á su desinterés sin i g u a l , nos
yor parte, p a r a l a e n s e ñ a n z a ; pero, al mismo tiempo,
prestaron grandes servicios.
deseábamos volverles á e n v i a r á las plantaciones, para
N a d i e ha contribuido m á s que O l i v i a A. Davidson á inculcar á los negros una n u e v a energía y nuevas ideas
echar los cimientos del instituto de T u s k e g e e y á pre- sobre el cultivo de los campos, así como las nociones
parar su éxito. morales, religiosas é intelectuales que desconocían.
Desde los comienzos, nos pusimos de acuerdo sobre
los métodos que debíamos adoptar para l a escuela. Los T o d a s estas cosas y todas estas necesidades, nos
alumnos hacían grandes progresos en el estudio de los preocuparon hasta el punto de obligarnos á tomar nue-
libros y en su desenvolvimiento i n t e l e c t u a l ; pero á nos- os acuerdos ¿ qué hacer ? N o teníamos más sitio que l a
otros nos parecía evidente que, para dejar en ellos una v i e j a cabaña y l a iglesia abandonada, que los negros de
l a ciudad nos habían cedido generosamente. E l núme-
impresión d u r a d e r a , debíamos darles a l g o más que sim-
ro d e alumnos crecía á diario y , cuanto más les veíamos
ples conocimientos ciéntíficos. L o s medios de que pro-
y cuanto más recorríamos los campos, más nos conven- E n mi perplejidad, me armé de todo m i v a l o r y es-
cíamos de que nuestros esfuerzos eran todavía insuficien- cribí á m i amigo el general J. F . B. M a r s h a l l , tesorero
tes para poner remedio á las verdaderas necesidades del del instituto de H a m p t o n ; en mi carta, le e x p o n í a l a
pueblo cuya regeneración esperábamos de nuestros dis- situación y le suplicaba que me prestara doscientos do-
cípulos, preparándoles á ser sus jefes. H a b l a n d o con llars á expensa y riesgo míos. A l g u n o s días después, re-
los a l u m n o s que nos llegaban de diferentes puntos del cibí respuesta suya, manifestándome que no tenía atri-
Estado, nos convencíamos de que l a m a y o r í a , no tenía buciones para hacer préstamos con el dinero pertene-
otra ambición que instruirse p a r a poder prescindir del ciente á l a c a j a del instituto de H a m p t o n ; pero que,
trabajo de sus manos. gustosamente, me adelantaría, de su bolsillo p a r t i c u l a r ,
Pensaban en esto como cierto n e g r o de l a Alaba- la cantidad pedida.
m a que, en un caluroso mediodía del mes de junio, Confieso que no esperaba procurarme el dinero de
cuando trabajaba en su campo de algodoneros, detúvo- este modo y que, á la vez, me sentí lleno de sorpresa y
se bruscamente y levantó los brazos al cielo, d i c i e n d o : de alegría. Hasta entonces no había poseído m á s de
«¡ Señor D i o s ! mi campo está lleno de hierbas, el traba- cien dollars á l a vez, de modo que l a s u m a pedida al
jo es penoso y el sol quema tanto que creo que este general Marshall me parecía u n a cantidad inmensa y
pobre negro está llamado á predicar el E v a n g e l i o . » l a responsabilidad de tener que devolver tanto dinero,
U n o s tres meses después de l a apertura de l a escue- pesaba sobre mí como una c a r g a enorme.
l a y cuando nuestra obra empezaba á llenarnos de in- Me apresuré á hacer el traslado de l a escuela á
quietud, se puso en venta u n a v i e j a hacienda abandona- nuestra nueva propiedad.
da, á un kilómetro de l a ciudad. L a c a s a — ó la «Casa E n el momento en que tomamos posesión de ella,
grande,» como debieron l l a m a r l a — q u e ocupaban los pro- comprendía, como únicos edificios, u n a c a b a ñ a que había
pietarios en tiempos de l a esclavitud, había sido des- servido de comedor, una cocina, una c u a d r a y un viejo
truida por un incendio. Después de examinar el terre- gallinero. Pocas semanas nos bastaron p a r a hacer ha-
no, comprendí que su emplazamiento convendría per- bitables estas construcciones. L a cuadra f u é restaurada
fectamente á nuestra empresa y garantizaría su efica- y utilizada como salón de c l a s e s ; al cabo de a l g ú n
cia y su permanencia. P e r o ¿ c ó m o adquirirlo? E l pre- tiempo tuvimos que pensar también en l a restauración
cio de quinientos dollars, no era ciertamente muy subi- del gallinero.
do ; pero nosotros no teníamos dinero y además, como
extranjeros, carecíamos de crédito en l a ciudad. E l pro- E r a vecino nuestro un negro anciano, al que algu-
pietario consentía en cedernos el terreno á razón de dos nas veces llamaba para pedirle ayuda en mis trabajas.
cientos cincuenta dollars pagaderos al contado y el res- Recuerdo que el día en que le dije que l a escuela crecía
to en el plazo de un año. N o era mucho por l a adquisi- en extensión, que íbamos á necesitar del gallinero y
ción de un t e r r e n o ; pero era demasiado p a r a los que que le agradecería que, al día siguiente me ayudara á
no tenían absolutamente nada. limpiarlo, me preguntó, en un tono lleno de cómica gra-
v e d a d : «i Cómo, maestro? ¿ v a usted á limpiar el gallL
ñero en -pleno día?» A s í dimos muchas v e l a d a s que produjeron una fuer-
Casi todo el acondicionamiento de los nuevos locales te suma. Igualmente abrimos una suscripción en dinero,
fué ejecutado por los a l u m n o s , terminadas las clases de á l a que contribuyeron blancos y negros. E r a conmove-
l a tarde. E n cuanto nuestros edificios parecieron habi- dor considerar los donativos de los negros ancianos que
habían pasado su vida en la esclavitud. U n o s daban
tables, resolví preparar cierto terreno para hacer de él
cinco céntimos y otros veinticinco. Con frecuencia la dá-
campos de trigo. N o t é q u e m i proyecto no era grato á
diva consistía en una manta, ó en cierta cantidad de
los alumnos. N o acertaban á comprender l a relación que
caña de azúcar. A este propósito, me acuerdo especial-
podía existir entre el c u l t i v o d e l trigo y los estudios.
mente de una n e g r a anciana que vino á verme. E n t r ó
Muchos de ellos habían sido m a e s t r o s y se preguntaban
en mi cuarto, andando trabajosamente y apoyándose en
si el trabajo de l a tierra e r a c o m p a t i b l e con su dignidad
un bastón; iba vestida de harapos, pero sus harapos es-
de pedagogos. P a r a d e s v a n e c e r sus dudas cada día, des
taban limpios: «Señor W a s h i n g t o n — me dijo — Dios
pues de l a clase, tomaba y o mi a z a d a y rompía la mar- sabe que he pasado los mejores días de mi vida en l a
cha hacia el bosque. V i e n d o que y o no tenía miedo ni esclavitud. Dios lo sabe que soy tan ignorante como po-
vergüenza de trabajar, ellos se pusieron á l a faena con bre; pero, añadió, no dejo de comprender lo que usted
más entusiasmo. Y todos c o n t i n u a m o s nuestro trabajo y miss Davidson quieren hacer. Comprendo que quie-
hasta que hubimos roturado u n a veintena de mojadas y ren hacer, para la raza n e g r a , hombres mejores y mu-
sembrado un campo de t r i g o . jeres más perfectas. Y o no tengo d i n e r o ; pero aquí le
Mientras tanto miss D a v i d s o n hacía toda suerte de traigo seis huevos que he separado para usted y que
combinaciones para que p u d i é r a m o s pagar nuestro prés- desearía consagrase á la educación de estos jóvenes y
tamo. Ante todo se propuso i n a u g u r a r grandes fiestas de estas muchachas.»
ó «cenas de pago» ( i ) . F u é , en persona, á llamar á
Desde l a fundación de la escuela de T u s k e g e e , he
la puerta de los blancos y de l o s negros de l a ciudad tenido la fortuna de recibir muchos donativos; ninguno
de T u s k e g e e y se hizo d a r por l o s unos una tortada, me ha conmovido tanto como este.
por los otros un pollo, por éste p a n y por aquél tarti
ñas, todo destinado á v e n d e r s e e n l a velada. E r a una
satisfacción p a r a los n e g r o s d a r cuanto tenían; pero
me apresuro á hacer constar que miss Davidson no se
dirigió á una sola f a m i l i a de b l a n c o s sin recibir una
dádiva para l a fiesta, aparte de o t r a s muchas muestras
de interés que prodigaron á l a escuela en diferentes
ocasiones.

D a r i ' r L n ^ H - ' C e n a S ' " 8 u i d a s d e c o n c i e r t o , s o n procedimiento habitual


para reunir dinero en las iglesias a m e r i c a n a s . -(S. del T . )
ellos en la fiesta de Navidad. L a s carcajadas resona-
ban á lo l e j o s ; por todas partes se oían tiros de pistola,
de fusil ó estallido de petardos. Dijérase que por com-
pleto se había perdido de vista el sacro significado de
la fiesta.
Durante aquellas primeras vacaciones de Navidad,
CAPÍTULO IX. D Í A S DE yo me trasladé á una plantación, un poco lejos de la
ciudad, para visitar á sus habitantes. Sus ideas sobre
ANGUSTIA Y NOCHES DE IN-
el significado de aquella fiesta, tan cara y sacratísima
SOMNIO.)^ Y^Y^Y^Y^Y^ para los que viven en tierra de América, eran descora-
zonadoras. E n una cabaña, cinco niños se repartían un
paquete de petardos; en otra, donde se encontraban
unas seis personas, había, para regalar á todo el mundo,
L a primera N a v i d a d que pasamos en la Alabama, dos sueldos de «pan de especies» comprado la víspera,
nos hizo conocer m á s á fondo la verdadera vida del en casa del lonjista. E n otra cabaña dos ó tres peda-
zos de caña de azúcar para toda la f a m i l i a ; finalmente
pueblo.
en otra, un jarro de whisky, de bajo precio, del que abu-
L a N a v i d a d n o s fué anunciada por innumerables vi-
saban largamente la mujer y el marido y este último
sitas de niños q u e llamaban á nuestras puertas, gritan-
era, una de las personalidades de la localidad. Los ha-
do : «los r e g a l o s d e N a v i d a d ; los regalos de Navidad.»
bía que no habían encontrado cosa mejor con que di-
Creo que, entre d o s y cinco de la mañana, debimos re-
vertirse, que unos cuantos grabados con anuncios; otros
cibir unas c i n c u e n t a visitas de este género. Esta cos-
habían adquirido una pistola nueva. Nada, por consi-
tumbre se m a n t i e n e aún, en algunas partes de los Esta- guiente, recordaba en aquellas casas, una fiesta como
dos del Sud. la de la venida al mundo del Salvador. Sólo se notaba
E n los t i e m p o s de la esclavitud la costumbre ?n to- que era fiesta en que el trabajo de los campos estaba in-
dos los E s t a d o s d e l Sud, concedía á los negros una se- terrumpido y en que todo el mundo holgaba alrededor
mana de l i b e r t a d , ó un descanso que duraba mientras de la casa. Por l a noche, durante la semana de Navi-
ardiera el cirio d e Navidad. Los hombres (y general- dad, tenía lugar, en una de las cabañas de la planta-
mente las m u j e r e s ) de color, se embriagaban y todo es- ción, una danza primitiva, en cuyos intermedios se be-
to parecía n a t u r a l . E n Tuskegee y en los alrededores, bía mucho whisky y que no podía acabar sin tiros y cu-
observamos n o s o t r o s que los negros suspendían todo chilladas.
trabajo durante u n a semana á partir de la víspera de
N a v i d a d ; era i m p o s i b l e hacerse servir hasta el día de E l día de Navidad encontré á un viejo negro, uno
Año nuevo. A u n aquellos que no estaban acostumbrados de los numerosos pastores de la localidad, quién trató
á los licores f u e r t e s , juzgaban conveniente abusar de de convencerme de que el trabajo era un pecado para
el hombre, porque Dios l o había maldecido en el Pa- aquel pueblo como por encanto y que no les concernía,
raíso. Y fiel á su doctrina este negro, trabajaba lo me- ni les interesaba.
nos posible. E n aquel momento parecía gozar de una E l solo hecho de haber contribuido á l a adquisición
felicidad suprema porque iba á pasar u n a semana sin del terreno, bastaba para despertar en ellos el senti-
pecar como él decía. miento de que en g r a n parte, l a escuela era también
E n l a escuela, procurábamos dar á los discípulos otra suya. Y o pude comprobar que l a actitud de los blancos
concepción de l a fiesta de N a v i d a d y de la manera de nos era tanto más favorable, cuanto más les hacíamos
celebrarla d i g n a m e n t e ; p u e d o asegurar, sin engañar- comprender que, aunque nos a g r a d a r a contar entre nues-
me, que lo hemos logrado por completo; la fiesta tiene tros amigos á los blancos de Boston, nuestro empeño
una n u e v a significación p a r a ellos y esta significación esencial consistía en atraernos l a amistad de los de
se l a transmiten á aquellos á quienes van á instruir, al T u s k e g e e y que, en resumidas cuentas, no teníamos
separarse de nosotros. otro deseo que prestar, con nuestra escuela, servicios
positivos á todo el mundo.
T e n e m o s l a s a t i s f a c c i ó n de v e r que nuestros estu-
diantes dan, con sus actos de generosidad y de benefi- A ñ a d i r é desde ahora lo que, por otra parte, deduci-
cencia, un c a r á c t e r g r a v e á las fiestas de Navidad y rán mis lectores de cuanto v a y a escribiendo; esto es,
del Día de acción de gracias (1). N o quiero citar otro que el instituto de T u s k e g e e no cuenta, á estas horas
e j e m p l o que el de l a reconstrucción de la cabaña de con defensores más bien dispuestos ni más ardientes que
una pobre n e g r a d e setenta y cinco años y enferma, lle- los blancos de T u s k e g e e , aun incluyendo los del E s t a d o
de A l a b a m a y los de todos los E s t a d o s del Sud.
v a d a á cabo por a l g u n o s d e nuestros discípulos durante
sus vacaciones d e N a v i d a d . Otra vez hice saber en la Desde los comienzos tuve el cuidado de aconsejar á
capilla, que uno d e los estudiantes padecía frío por fal- nuestros discípulos que se relacionaran con sus vecinos,
ta de abrigo y al siguiente día me enviaron dos gabanes sin distinción de color, y que fueran amigos rectos y
para él. leales. También les aconsejé, que siempre que no hu-
biese causa que se lo impidiera, procurasen amparar los
Y a he h a b l a d o de cuánto contribuyeron los blancos
intereses del municipio, consultando á sus amigos p a r a
de T u s k e g e e y d e sus alrededores, á la construcción de
votar.
l a escuela. M i deseo era que l a escuela formara real-
mente parte del m u n i c i p i o en que estaba instalada. No Durante algunos meses, debimos continuar nuestros
esfuerzos para reunir los fondos que reclamaba el pago
quería que las g e n t e s creyeran, al verla, que era una
de nuestra hacienda. T r e s meses habían bastado para
institución f o r a s t e r a , q u e había surgido enmedio de
ponernos en posesion de los doscientos cincuenta do-
llars adelantados por el g e n e r a l M a r s h a l l ; dos meses
(1) E l «Día de a c c i ó n de g r a c i a s » es u n a fiesta, c o m ú n á todos los más tarde poseíamos completa l a suma de quinientos do-
E s t a d o s U n i d o s , q u e s e celebra e l último jueves de Noviembre. Es una llars y podíamos firmar el contrato que nos otorgaba l a
de s u s g r a n d e s fiestas y se s e ñ a l a por los discursos del presidente y de propiedad. Experimentamos una alegría inefable. Y lo
los g o b e r n a d o r e s — ( N . del T . )
que acababa d e completar nuestro gozo era l a conside- do recibí la agradable sorpresa de una muy g r a t a pro-
ración de que habíamos podido procurarnos una insta- prosición que me encantó. U n blanco del Sud, que po-
lación d u r a d e r a , g r a c i a s á los donativos de los blancos seía una fábrica de aserrar madera en los alrededores
y de los negros de T u s k e g e e . A q u e l dinero lo recogimos de T u s k e g e e , vino á ofrecerme todas las maderas de
por medio de fiestas, conciertos y suscripciones diversas. construcción necesarias para l a obra, sin otra g a r a n t í a
que l a promesa de p a g a r l e cuando tuviéramos los fon-
A h o r a era necesario c u l t i v a r l a tierra á fin de sacar
dos necesarios. Y o le confesé francamente que no te-
de ella l a alimentación diaria, despertando en nuestros
níamos entonces dinero á nuestra disposición; pero él
discípulos el gusto por l a agricultura. T o d a s las indus-
insistió, sin embargo, y aceptamos sus materiales así
trias de T u s k e g e e se h a n desarrollado de una manera
que logramos reunir una pequeña suma.
natural y l ó g i c a y s e g ú n las necesidades del momen-
to. Comenzamos por c u l t i v a r l a tierra porque, ante to- Nuevamente miss Davidson dióse á buscar dinero en
l a misma ciudad de T u s k e g e e . N o he visto hombres
do, teníamos necesidad de alimentarnos. Tuvimos lue-
más felices que nuestros negros cuando pensaban en
go que adoptar un sistema de trabajo renumerador por-
aquel nuevo edificio. U n día, en que estábamos reunidos
que muchos de nuestros alumnos carecían de dinero y
para tratar de los fondos que necesitábamos, un anciano
quisimos f a c i l i t a r l e s el que se g a n a r a n con su propio
negro, vino de doce millas de distancia con su carreta,
esfuerzo su pensión anual.
sobre l a que había c a r g a d o un cerdo enorme. Esperó el
E l primer animal q u e poseyó l a escuela fué un ca- oportuno momento en la reunión, se levantó entonces y
ballo v i e j o y ciego que nos regalaron los blancos de la declaró que él no tenía dinero, pero que había cebado
ciudad. A l presente poseemos doscientas cabezas entre dos cerdos hermosísimos y nos traía uno de ellos para
caballos, pollinos, m u í a s , vacas, toros, bueyes, cerca de contribuir á los gastos de l a construcción. Terminó,
setecientos puercos y u n número crecido de carneros y añadiendo: «Todo negro que sienta amor á su raza y
de cabras. respeto á sí mismo, debe traer su cerdo correspondiente
L a escuela aumentaba en número, de tal modo, que, á la próxima reunión.» G r a n número de los asistentes
en cuanto acabamos d e p a g a r l a propiedad, comenza- nos ofrecieron trabajar gratis en l a construcción.
mos la c u l t u r a del suelo, repasamos las construcciones Cuando hubimos apurado todos los recursos que
primitivas y tuvimos q u e pensar en levantar un pabe- podía ofrecernos T u s k e g e e , miss Davidson se decidió
llón más g r a n d e y m á s sólido. Hicimos trazar el plano á emprender un v i a j e para hacer un llamamiento á las
de un n u e v o edificio c u y a construcción debía costamos gentes del Norte. Hizo visitas á domicilio y habló en
unos seis m i l dollars. E l precio nos asustó, pero lo las iglesias, á los niños de las escuelas dominicales y
necesitábamos. E r a cuestión de vida ó muerte y nuestra á otras instituciones. E s t a tarea le era muy penosa y le
obra habría carecido d e utilidad , sino hubiéramos po- creaba con frecuencia todo género de dificultades. Nues-
dido hacer l a e d u c a c i ó n de nuestros discípulos, partien- tra escuela era desconocida; pero miss Davidson sup-j
do de una concepción f a m i l i a r de l a escuela.
A p e n a s f u é conocido mi proyecto en l a ciudad, cuan-
ganarse bien pronto l a confianza de los mejores elemen-
damas de Boston. Dos años más tarde, cuando nuestra
tos del Norte.
obra se había agrandado, y, todavía una vez, atravesá-
Encabezó la primera suscripción, u n a persona de bamos tiempos difíciles y el porvenir se nos presentaba
N e w - Y o r k á l a que miss D a v i d s o n encontró en su via- obscuro por f a l t a de recursos, estas mismas señoras nos
je. Hablaron ambas y l a p e r s o n a (era una dama) quedó enviaron seis mil dollars. Nuestra sorpresa f u é indes-
tan prendada por el r e l a t o que le hizo miss Davidson criptible y aquel don renovó nuestros ánimos. Debo aña-
de nuestra obra, que en e l momento de separarse, le dir que, durante catorce años, aquellas dos amigas nos
entregó un cheque de c i n c u e n t a dollars. Antes y des- hicieron un donativo anual de seis m i l dollars.
pués de nuestro m a t r i m o n i o , miss D a v i d s o n se impuso
Así que pudimos examinar los planos para l a nueva
l a tarea de mantener el i n t e r é s por l a escuela entre las construcción, nuestros alumnos comenzaron á remover
gentes del Norte y del S u d , g r a c i a s á^sus conversacio- l a tierra para echar los cimientos; pero este trabajo no
nes apostólicas y á u n a i n c a n s a b l e correspondencia. Al se realizaba hasta después de las clases de la tarde.
mismo tiempo, llenaba e n T u s k e g e e sus funciones de A l principio no querían resignarse á este trabajo su-
directora y de m a e s t r a ; se ocupaba en un asilo de an- plementario porque habían venido, como me dijo uno
cianos y cuidaba de los n i ñ o s de una escuela domini- de ellos «para hacer sus estudios y no para trabajar con
cal. N u n c a había sido m u y robusta; sin embargo, no sus manos.» Pero, poco á poco, pude comprobar que
era feliz más que cuando sacrificaba todas sus fuerzas cambiaban de opinión y aquel trabajo acabó por mere-
á l a causa que amaba tanto. C o n frecuencia le aconte- cer de todos un alto aprecio. Después de algunas sema-
cía llegar á la noche tan e x t e n u a d a , que le era imposi- nas de ruda labor se habían ahondado los cimientos y
ble desnudarse. U n a d a m a d e Boston, á l a que había pudimos señalar día para l a colocación de l a primera
ido á visitar en cierta o c a s i ó n , me contaba que, no ha- piedra.
biendo podido recibirla en e l acto, l a encontró momen-
Si se considera l a colocación de esta primera piedra
tos después dormida en su s a l ó n .
en el propio corazón del Sud, en medio del B l a c k - B e l t ,
A ú n no estaba terminado el primer pabellón, llama- es decir, en pleno país de esclavos, donde l a abolición
do ((Porter Hall» del n o m b r e del mayor donante, el se- de la esclavitud no contaba más que diez y seis años,
ñor A . H. Porter, cuando s e hizo notar, más que nun- dGnde, diez y seis años antes, todo negro que aprendía á
ca, l a necesidad de dinero. Y o había prometido á uno leer hacía á su maestro reo de l a ley y de la pública censu-
de mis acreedores que en u n a época determinada, reci- ra ; si se considera todo esto, el espectáculo que se ofre-
biría l a suma de c u a t r o c i e n t o s d o l l a r s ; en l a mañana cía á nuestros ojos, en aquel día de primavera, en T u s -
del día señalado no t e n í a m o s ni un dollar en caja. Y a kegee, era de los más grandiosos de la época y en par-
estaba desesperado, c u a n d o , en el correo de las diez, te a l g u n a podía haber hallado igual. E l primer discur-
me llegó un cheque de c u a t r o c i e n t o s dollars que me en- so fué pronunciado por el honorable W a d d y T h o m p -
v i a b a miss Davidson. P o d r í a citar muchos otros hechos son, director de la enseñanza en el distrito. A q u e l l a
del mismo género. A q u e l l a suma l a habían dado dos fiesta había reunido á los profesores, á los discípulos, á
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los parientes, á los a m i g o s y á los funcionarios blancos escuela y sin v a n a g l o r i a , puedo declarar que lo hemos
del distrito, que, a l g u n o s años antes, tenían derecho logrado siempre hasta el presente.
de propiedad sobre los negros, es decir, sobre los que N u n c a olvidaré un consejo que me dió el señor Jor-
ahora se encontraban á su l a d o . T o d o s deseaban dejar g e W . Campbell, el blanco que tuvo l a idea de llamar-
un recuerdo en aquella p r i m e r a piedra. me á Tuskegee. Con su aire paternal me dijo, en nues-
Antes de ver l a c a s a terminada, tuvimos que atrave- tra primera entrevista: «Recuerde usted siempre, W a s -
sar momentos muy penosos. M á s de una vez nos senti- hington, que el crédito es un capital.»
mos á punto de perder toda esperanza viendo que se U n día, en que nos hallábamos en grandísimo apu-
aproximaba el v e n c i m i e n t o de a l g ú n pago sin tener con ro, me dirigí al general A r m s t r o n g y le expuse fran-
qué saldarlo. N a d i e puede i m a g i n a r lo duros que son camente mi situación. Sin vacilar me firmó un cheque,
de soportar, un mes t r a s otro, los trances de una em- cuyo valor representaba todas sus economías persona-
presa como aquella q u e yo h a b í a echado sobre mis es- l e s ; y no fué esta la única vez en que el general vino
paldas sin tener con q u é p a g a r l a . Jamás olvidaré mis en auxilio de T u s k e g e e . Hasta hoy no he tenido ocasión
primeros años de T u s k e g e e y las noches que pasé, re- de publicar este rasgo.
volviéndome en mi c a m a , sin poder dormir, preocupa- Durante el verano de 18S2, á fines del primer año
do por apuros de dinero. Mi responsabilidad era gran- escolar, casé con miss F a n n y M. Smith, de Malden
de, pues se trataba de demostrar que l a raza negra po- (Virginia del Oeste.) E n los comienzos del otoño nos
día fundar un establecimiento y dirigirlo conveniente- instalamos y nuestro hogar fué también el de los maes-
mente. Caer, habría sido herir al mismo tiempo á toda tros de l a escuela que, entonces, eran cuatro. También
l a raza. T o d o estaba contra nosotros. Comúnmente se mi mujer se había ganado sus diplomas en H a m p t o n ;
creía que el éxito n a t u r a l , ciertísimo, si se hubiera tra- y ocupándose activamente en cuanto se relacionaba con
tado de blancos, sería, en nuestro caso, una cosa inau- la escuela, llenaba sus funciones de ama de l a casa.
dita. T o d a s estas consideraciones pesaban sobre noso- Desgraciadamente no la conservé más que dos a ñ o s ;
tros a b r u m a d o r a m e n t e ; á razón de mil libras por cen- murió en Mayo de 18S4, dejándome una hija llamada
tímetro cuadrado, si se me permite la comparación. Portia M. W a s h i n g t o n .

Debo hacer constar, que e n medio de mis angustias M i esposa formaba un solo ser conmigo para todo
y de mis mayores d i f i c u l t a d e s , jamás me dirigí á un cuanto concernía á l a e s c u e l a ; se había consagrado á
blanco ó á un n e g r o de T u s k e g e e sin que al punto nuestra obra en cuerpo y a l m a , pero murió sin sos-
hiciera por mí todo cuanto estaba en su mano. ¡Cuán- pechar toda la importancia que, en lo futuro, había de
tas veces, cuando me l l e g a b a n letras de un centenar de adquirir nuestra naciente institución.
dollars, tuve que d i r i g i r m e á seis personas para que
entre todas, hicieran honor á nuestra firma! Mi prin-
cipal preocupación e r a poner á salvo el crédito de la
Y o alegaba, además, que la mayor parte de nuestros
discípulos que venían de la región de las plantaciones
de algodón, de azúcar ó de arroz, eran pobres, muy po-
bres y no estaban acostumbrados á habitar más que ca-
banas miserables. Claro que habrían preferido insta-
S ¡ C A P Í T U L O X . — U N A TAREA larse desde luego en cómodos edificios; pero me pare-
M Á S DIFÍCIL QUE HACES LA- cía un método preferible hacerles seguir una profesión
D R I L L O S SIN FUEGO, M H. normal y enseñarles, desde luego, á construir sus pro-
pias habitaciones. De antemano podía asegurarse que
íbamos á cometer errores; pero también estos errores
nos serían útiles en lo porvenir. Hace diez y nueve años
Siempre deseé que n o sólo el cultivo de los campos que la escuela normal de Tuskegee existe y este prin-
y los trabajos domésticos, sino también las construccio- cipio mío de hacer construir los edificios por los alum-
nes, fueran en T u s k e g e e , obra de los alumnos. Mi de- nos, ha sido constantemente puesto en práctica. Duran-
seo era hacerles aprender los métodos de trabajo más te este lapso de tiempo se han levantado cuarenta pabe-
perfeccionados, primero, en interés de la escuela y, ade- llones y , exceptuando cuatro, son todos obra de ellos.
más, para despertar en ellos el sentimiento de la utili- Uno de los resultados es que, actualmente, centenares
dad del trabajo y h a c e r l e s comprender su dignidad y su de individuos, esparcidos por el Sud, se han visto en la
belleza. Quería y o que se acostumbraran á no mirar e! necesidad de utilizar las lecciones prácticas que recibie-
trabajo como u n a c a r g a , y que sintieran el amor de! ron á nuestro lado. Tenemos el cuidado de instruirles
trabajo por el trabajo. E n la construcción se utilizabas en todos los grados de este conocimiento, de tal modo,
los procedimientos modernos y aprovechando las fuer- que nuestros discípulos y nuestros maestros son capaces
zas de la naturaleza, c o m o el agua, el vapor y la elec- de construir un edificio en todas las dimensiones; no
tricidad. solamente saben trazar todos sus planos, sino también
Muchas personas combatieron mi idea, sobre todo en ejecutar todos los trabajos é instalar en él todos los
lo que concernía á h a c e r ejecutar los trabajos por los aparatos eléctricos, sin que sea necesario llamar en su
alumnos; pero y o la m a n t u v e tenazmente. Estaba de ayuda á un solo obrero extraño.
acuerdo con l o s que d u d a b a n del éxito de la empresa, De este modo lográbamos también que los discípulos
en que las p r i m e r a s construcciones tal vez no serían tan tuvieran por los edificios, cuidados especialísimos. Más
perfectas como l a s que hubieran ejecutado obreros prác- de una vez he oído á uno de los antiguos decirle á otro
ticos; pero ¿ n o c o m p e n s a b a suficientemente la falta de nuevo que pretendía hacer un desperfecto en el muro ó
comodidad ó de belleza el sentimiento de haber contri- con el lápiz ó con el cortaplumas: «No la maltrates; es
buido á dar á aquellos j ó v e n e s un medio con que bastar- nuestra casa, yo he ayudado á construirla.»
se á sí mismos ? Lo que fué para mí más penoso, en los comienzos.
fué l a fabricación de ladrillos. T u v i m o s que pensar en posesión de algunos millares de ladrillos, se hundió
ello, después de haber organizado el trabajo de l a ha- nuestro horno durante l a noche. E r a el tercer fracaso.
cienda ; teníamos necesidad de ellos para construir y N o tenía ni un dollar, después de aquella tentativa,
no existía fábrica de ladrillos en T u s k e g e e . Y no sola- p a r a renovar los e n s a y o s ; casi todos los maestros opi-
mente los necesitábamos, sino que había demanda ge- naban que debía abandonarse l a fabricación de ladri-
llos. Recordé yo entonces que tenía un r e l o j ; lo tomé
neral de ellos en el mercado.
y me fui á llevarlo á la ciudad de Montgomery, que es-
Y o había compadecido á los hijos de Israel, obliga-
taba cerca, y donde encontré un Montepío. Me entre-
dos á hacer ladrillos, sin f u e g o ; pero á nosotros nos in-
g a r o n , á cambio del r e l o j , quince dolíais que me bas-
cumbía u n a tarea mucho más d i f í c i l ; l a de hacer ladri-
taron p a r a renovar la experiencia. V o l v í á T u s k e g e e y
llos sin dinero y sin experiencia.
con mis quince dollars l e v a n t é los ánimos de mis auxi-
E s t e trabajo era penoso y sucio; por eso me costó liares y volvimos á empezar el cuarto ensayo. E s t a vez
al principio, u n a b r e g a inaudita imponerlo á mis dis- f u i m o s m á s afortunados. C u a n d o expiró el plazo para
cípulos. Aprovecharon principalmente esta ocasión para desempeñar m i reloj, no tenía dinero d i s p o n i b l e ; así es
manifestar el disgusto que les causaba ejecutar á l a vez, que no he vuelto á v e r l o más. Puedo afirmar que no he
el trabajo manual y los estudios. R e a l m e n t e no era muy sentido l a pérdida.
agradable permanecer durante l a r g a s horas en una
balsa con f a n g o hasta l a rodilla y hubo algunos, que, L a fabricación de ladrillos ha llegado á ser una in-
dustria de tal importancia en T u s k e g e e que, el año pa-
disgustados de semejante trabajo, abandonaron la es-
sado, nuestros alumnos fabricaron 1.200.000 ladrillos de
cuela.
p r i m e r a calidad que encuentran compradores en cual-
F u é necesario hacer ensayos en varios terrenos has-
quier mercado. Además, esta industria, ha permitido á
ta encontrar la arcilla necesaria para l a fabricación de
u n a infinidad de jóvenes crearse una profesión que,
los ladrillos. H a s t a entonces yo había considerado esta ahora, ejercen provechosamente en muchas ciudades del
fabricación como u n a cosa f á c i l ; pero pude aprender, Sud.
á costa mía, cuánta habilidad y experiencia se necesita,
L a fabricación de ladrillos me proporcionó ocasión
sobre todo en lo relativo á l a cocción. Después de mu-
de hacer agradables experiencias en mis relaciones con
chos esfuerzos, logramos moldear unos veinticinco mil
las dos razas del Sud. G r a n número de blancos que no
ladrillos: no nos f a l t a b a más que cocerlos, pero l a coc-
sentían por nosotros n i n g u n a simpatía y que no tenían
ción falló, por f a l t a de un horno á propósito. E n seguida
n i n g u n a relación con la escuela, venían á comprar
comenzamos u n a s e g u n d a hornada, que falló también. nuestros ladrillos, porque se habían dado cuenta de que
Los estudiantes se iban desanimando. P e r o muchos maes- eran buenos. Habíamos logrado llenar un verdadero v a -
tros de escuela, que se habían educado en Hampton nos cío en las necesidades del municipio aquel. T o d o s los
ofrecieron sus servicios y g r a c i a s á ellos, pudimos pre- blancos que, hasta entonces, no habían querido creer
parar u n a tercera hornada. L a cocción e x i g í a una se- en la perfectibilidad de l a raza negra, comenzaban á
mana. A fines de l a semana, cuando nos creíamos en
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cambiar de opinión, viendo que, por medio de su traba- al fabricar ladrillos, servicios positivos al municipio. Y
jo, nuestros alumnos contribuían al bienestar y á l a la verdad es que suele andarse con tiento antes de reñir
riqueza general. Nuestro comercio de l a d r i l l o s nos po- con un hombre del que se puede tener necesidad.
nía en relaciones con m u c h a s personas con las cuales A q u e l que, de cualquier modo que sea, l o g r a hacerse
entablamos, á continuación, m á s sólido c o n o c i m i e n t o ; indispensable, acabará por hacer c a r r e r a , tenga como
teníamos intereses c o m u n e s ; nosotros les procurábamos tenga el color de l a piel. S i l l e g a u n hombre á un
lo que ellos necesitaban y por su parte, ellos nos daban municipio bien preparado para d a r lecciones de grie-
lo que á nosotros nos hacía f a l t a . D e este m o d o esta- go, tal vez no encuentre gentes dispuestas á aprender
blecimos relaciones de amistad con los b l a n c o s de l a re- el griego y tal vez nadie comprenda l a utilidad de se-
gión que, bien pronto, se hicieron extensivas á todos los mejante enseñanza; pero seguramente q u e todas las gen-
blancos del Sud. tes, en aquel municipio, tendrán necesidad de ladrillos,
G r a c i a s á su oficio, cada v e z que uno de nuestros de casas y de coches. P o r consiguiente, si el que quería
alumnos ha ido al Sud, ha encontrado el m o d o de ha- iniciarles en el estudio del g r i e g o , p u e d e ante todo sa-
cerse útil al municipio en que v i v í a y el municipio se tisfacer sus necesidades materiales, tal vez las llevará
le ha sentido obligado y en cierto modo, tributario. Así por este camino á pedirle lecciones de g r i e g o , á apre-
han nacido y se han desarrollado relaciones de armo- ciarlas y á aprovecharlas finalmente.
n í a entre ambas razas. E n l a época en que comenzamos á fabricar nuestros
H e observado que hay algo en l a n a t u r a l e z a h u m a n a primeros ladrillos, nos f u é necesario responder categó-
que nos fuerza á reconocer y á recompensar el mérito, ricamente á las enérgicas observaciones de nuestros
cualquiera que sea el color de l a piel b a j o l a cual se es- alumnos que se negaban á ejecutar aquel trabajo ma-
conda. nual que pretendíamos imponerles. C o r r i ó por el Esta-
P e r o el mérito que se demuestra de u n a m a n e r a vi- do, l a voz de que los que quisieran h a c e r sus estudios
sible y concreta, es el que tiene l a virtud m á s poderosa en T u s k e g e e se verían obligados, f u e r a cual fuera su
para disipar, en el acto, los p r e j u i c i o s ; y l a vista de fortuna á aprender un oficio. N o s l l e g a r o n cartas nu-
una casa confortable, construida por un n e g r o , conven- merosas de los padres protestando de q u e se impusiera
cerá más pronto de las capacidades del negro, que una á sus hijos l a obligación de trabajar con sus manos du-
l a r g a discusión encaminada á demostrar que podría ó rante su permanencia en el colegio. Otros venían á pro-
debería construirla. E s t e mismo principio nos ha lleva- testar personalmente y l a mayor parte de los nuevos
do á emprender l a fabricación de coches, carros y ber- discípulos nos traían una carta en l a que sus padres
linas. Actualmente poseemos docenas de v e h í c u l o s y nos manifestaban el deseo de que los d e d i c á r a m o s exclusi-
vamente á estudios intelectuales. C u a n t o s más libros,
servimos de ellos para las necesidades de l a escuela y
cuanto más grandes eran y m á s l a r g o s sus títulos, más
de l a g r a n j a . Son obra de nuestros discípulos y los he-
contentos parecían los padres y los alumnos.
mos fabricado también p a r a l a venta. A l construir nues-
tros coches y al repararlos, prestábamos también, como Estas protestas me inquietaron p o c o ; pero no perdí
ocasión de v i a j a r por todos los rincones del E s t a d o para v e l a suerte de encontrar al hombre más cabal que
hablar al pueblo y para tratar de convencer á los pa- me haya sido dado encontrar en m i vida, el reverendo
dres, de l a necesidad de l a enseñanza profesional. Adoc- Roberto C. B e d f o r d , ' u n blanco de W i s c o n s i n , que por
trinaba, también, de esta necesidad á mis discípulos y á aquel entonces era pastor en u n a pequeña iglesia de
despecho de l a impopularidad del trabajo manual, la M o n t g o m e r y (Alabama.) Hasta entonces no había oído
escuela crecía de tal modo, que á fines del segundo año, hablar de él, ni él, por su parte, me conocía. Aceptó
teníamos cerca de ciento cincuenta alumnos originarios gustosamente el venir á T u s k e g e e p a r a celebrar allí el
del E s t a d o de A l a b a m a y de otros estados vecinos. servicio de acción de gracias. L o s negros no habían
E n 1882, d u r a n t e el verano, miss D a v i d s o n y yo nos asistido nunca á un servicio de este género y lo si-
dirigimos al N o r t e , á fin de reunir los fondos necesarios guieron con especialísimo interés. L a vista del nuevo
para l a terminación del nuevo local. P o r el camino, me pabellón hacía este día memorable para todos.
detuve en N e w - Y o r k , con objeto de pedirle á un perso- E l reverendo Robert C. B e d f o r d entró inmediata-
n a j e influyente de la obra de las misiones, con quien mente á f o r m a r parte de nuestro consejo de administra-
había trabado amistad algunos años antes, una carta ción y durante diez y ocho años, nos ha prestado en ca-
de recomendación. N o solamente m e negó toda reco- l i d a d de miembro de él, importantísimos servicios. Des-
mendación, sino que me aconsejó vivamente que me de el primer momento hizo suyos los intereses y el ho-
v o l v i e r a á casa porque estaba seguro de que fracasa- nor de l a e s c u e l a ; nunca es más f e l i z que cuando puede
rían todas mis tentativas para encontrar dinero y de prestar á nuestra obra a l g ú n servicio, por pequeño que
que apenas si recogería lo necesario para p a g a r m e los sea. E n toda cosa hace abnegación de sí mismo y se
gastos de v i a j e . L e di las g r a c i a s por sus consejos y e n c a r g a de aquello que rechazarían los demás. D e cuan-
continué mi camino. tos hombres he tratado, es el que m á s parece acercarse
D e t ú v e m e primeramente en Northampton (Massa- al espíritu de Cristo.
chussets), donde pasé medio día buscando u n a familia A l g o m á s tarde, hicimos una excelente adquisición,
de negros que quisiera alojarme, convencido como es- en l a persona de un joven, recién salido de Hampton,
taba de que los hoteles me cerrarían sus puertas. Cuan- sin cuyo concurso la escuela no h a b r í a sido lo que es ac-
do me enteré de que no me costaría trabajo ninguno tualmente. Me refiero al señor W a r r e n D o g a n que, des-
hacerme recibir en u n hotel, tuve u n a verdadera sor- de hace diez y siete años es tesorero del instituto y me
presa. reemplaza cada vez que tengo que ausentarme. H a dado
F u i m o s lo bastante afortunados p a r a reunir una can- siempre pruebas de un olvido c o m p l e t o de sí mismo y
tidad suficiente y el «Día de la acción de gracias» del de un tacto exquisito para los negocios, acrecentado de
mismo año, y a pudimos celebrar nuestro primer servi- un juicio tan seguro que l a escuela no se ha resentido
cio religioso en l a capilla del «Porter Hall» aunque el n u n c a de mis ausencias, por mucho que éstas se hayan
edificio no estaba terminado. prolongado. E n todas las dificultades financieras su pa-
ciencia y su fé en el éxito final, son su salvaguardia.
Buscando un predicador para aquel día de fiesta, tu-
A ú n no estaba terminado nuestro primer edificio, absoluto de toda noción respecto al orden con que de-
bían servirlas y de aquí nacían para nosotros constan-
cuando y a pensábamos habitarlo p a r a instalar en él los
tes preocupaciones. N a d a estaba á p u n t o : reinaba un
pensionistas. Pero no p u d i m o s realizar nuestro deseo
desorden absoluto y durante las dos primeras semanas,
hasta mediados del segundo año escolar.
no pasaba comida sin algún incidente desagradable.
N o s llegaban los a l u m n o s de tan lejos y en tal núme-
U n a s veces la carne estaba cruda y otras, abrasada.
ro, que comprendimos c l a r a m e n t e l a inutilidad de nues-
Cuando no habían olvidado l a sal en el pan, olvidaban
tros esfuerzos, hasta que l o g r á r a m o s influir eficazmente el preparar el té. U n a m a ñ a n a , estaba y o en l a puer-
en l a v i d a individual de c a d a uno. ta del refectorio, desde donde podía oir las quejas de
F u e r a de los alumnos y de sus buenos deseos, no los alumnos, aquel día más v i v a s que nunca porque
teníamos n i n g u n a base con q u é abrir un internado. No todo el almuerzo resultó malo. Recuerdo que una de
habíamos pensado en i n s t a l a r u n a cocina, ni un come- las muchachas se marchó de l a mesa para dirigirse al
dor. F o r t u n a que, c a v a n d o l a tierra, podríamos insta- pozo y consolarse, con el agua, del almuerzo que no
lar. en subsuelo, dos piezas q u e sirvieran para el caso. había podido probar. A l llegar al pozo, encontró l a
U n a vez más recurrí á l a b u e n a voluntad de mis dis- cuerda rota y tuvo que prescindir también del agua. N o
cípulos para que llevaran á cabo aquel trabajo de re- sabiendo que y o pudiera oiría, marchóse, diciendo con
moción de tierra. A l cabo d e a l g u n a s semanas teníamos desaliento: « ¡ N i a g u a hay en esta escuela!» N i n g u n a
l o q u e deseábamos; dos l o c a l e s primitivos, pobres y ver- queja me ha conmovido tanto como esta.
daderamente poco c o n f o r t a b l e s á l a vista. E l que hoy
A l g ú n tiempo después de esto, M. B e d f o r d , uno de
los viera creería con d i f i c u l t a d que hicieron entonces
nuestros administradores y un amigo devoto de la ins-
las veces de comedor.
titución, de quien he hablado ya, vino á hacernos una
P e r o no todo se r e d u c í a á poseer una cocina; eran visita. E l cuarto que ocupaba estaba situado encima del
necesarios utensilios y d i n e r o con que comprarlos. Poco comedor y un día le despertó bruscamente u n a v i v a
me importaban las deudas ; teníamos la seguridad de discusión entre dos alumnos que se disputaban una taza
que gozábamos d© crédito p a r a adquirir todo lo necesa- de café. U n o de ellos demostró que durante tres días
rio. Confieso que, por a q u e l entonces, más bien me consecutivos no había podido tomar café y se llevó la
avergonzaba la confianza q u e todos tenían en mí, cuan- victoria.
do y o l a tenía tan escasa. N o era m u y hacedera la coci- A fuerza de perseverancia y de paciencia, logramos
na sin hogar, ni el comer sin platos. A l principio tra- salir de aquel estado de confusión, como acontece siem-
tamos de cocinar á l a a n t i g u a usanza, al aire libre, so- pre con las dificultades, cualquiera que sea su natura-
bre hogueras i m p r o v i s a d a s y en cazos y marmitas de leza y sólo á condición de no abatirse en vista de ellas.
bajo precio. U t i l i z a m o s c o m o mesas los bancos de los C u a n d o recuerdo esta época de nuestra historia, no
carpinteros que t r a b a j a b a n e n l a construcción y nues- me lamento de haberla vivido. Creo que fué para nos-
tra v a j i l l a era tan escasa, q u e m á s vale no citarla. otros un g r a n bien comenzar por obstáculos y dificulta-
Los que tenían á su c a r g o las comidas, carecían en
des. Estoy convencido de lo ventajoso que fué para
nuestros alumnos tener que instalar por sí mismos su
cocina y su refectorio.
No me quejo del local sombrío, mal aireado y hú-
medo que tuvimos que habitar. U n a cómoda instalación
desde el principio, tal vez se nos hubiera subido á la
cabeza en forma de orgullo.No á todo el mundo le es 9 CAPÍTULO XI.—NUESTROS
posible continuar una obra sobre los cimientos echados
ALUMNOS F A B R I C A N SUS CA-
por sí mismo.
MAS A N T E S D E ACOSTARSE EN
Y hoy día, cuando nuestros antiguos discípulos vie-
E L L A S . >V< >V< >%*(
nen á Tuskegee, lo que acontece con frecuencia y ven
nuestro hermoso refectorio, espacioso y bien aireado;
los alimentos apetecibles y bien preparados, productos
cultivados por nuestros alumnos, que se sirven sobre A l g ú n tiempo después hizo época en la historia de
mesas cubiertas de manteles y servilletas de una blan- nuestra escuela, la visita del general J. F . B . Marshall,
cura irreprochable; cuando ven que hay jarros con fio- el tesorero del instituto de Hampton, que no había va-
res en las m e s a s ; cuando oyen en el comedor canto de cilado en prestarnos la suma necesaria para adquirir
pájaros; cuando pueden comprobar que l a comida se nuestra hacienda. Pasó entre nosotros una semana com-
sirve con diligencia y orden perfectos, sin que profieran pleta y realizó una inspección minuciosa. Pareció satis-
una sola queja los centenares de alumnos reunidos, es- fecho de los progresos que habíamos realizado y envió
tos discípulos antiguos me aseguran que no se arre- á Hampton informes muy halagüeños. Después recibi-
pienten de nuestros comienzos y que les parece prefe- mos la visita de miss María F . Mackie, la que, en
rible haber llegado á tan hermoso resultado, poco á po- Hampton me había hecho sufrir el examen de «barri-
co, por medio de un progreso lento y gradual. do»; finalmente le tocó el turno al general Armstrong
en persona.
E n la época de aquellas visitas se hallaba considera-
blemente aumentado el número de los maestros en el
instituto de Tuskegee y casi todos eran antiguos dis-
cípulos del de Hampton. Nuestros amigos de la anti-
gua casa y principalmente el general Armstrong fueron
recibidos con entusiasmo. Todos se sorprendieron agra-
dablemente de los rápidos progresos realizados por nues-
tra escuela en tan poco tiempo. Multitud de negros de
algunas millas á la redonda, hicieron un viaje para
ver al g e n e r a l A r m s t r o n g del que tanto habían oído
hablar. L a a c o g i d a fué tan cariñosa por parte de los Cuanto más lo pienso, más comprendo que son
blancos como por parte de los mismos negros. igualmente perjudiciales á los negros y á los blancos
Durante a q u e l l a visita pude formarme una idea ca- las prácticas que éstos últimos se han creído obligados
bal del carácter del general A r m s t r o n g y de sus senti- á adoptar para privar á los negros del derecho de voto.
mientos p a r a con los blancos del Sud. Hasta entonces E l perjuicio causado al negro es únicamente momentá-
y o había creído q u e el g e n e r a l no podría abrigar más n e o ; pero el atentado á la moralidad del blanco es per-
que sentimientos de animosidad contra los blancos del manente. Más de una vez he podido comprobar que
Sud, que habían sido sus adversarios, y que todo su in- cuando un blanco se vende para anular el voto de un
terés lo r e s e r v a b a para l a causa de los negros. negro, acaba por usar de estos bajos procedimientos en
otras circunstancias de l a vida y y a no solamente
N o tardé en convencerme de que estaba muy lejos
contra el negro, sino contra el blanco mismo. E l que
de sospechar l a g r a n d e z a de alma y l a generosidad de
engaña á un negro no tarda mucho en engañar á un
aquel hombre. E n sus visitas y en sus empresas se des-
b l a n c o ; el que pisotea la ley linchando á un negro hará
cubría una solicitud igualmente v i v a por la prosperi-
pronto lo mismo con un blanco. T o d a s estas conside-
dad de ambas razas. N o abrigaba ningún sentimiento
raciones me llevan á desear que l a nación entera inter-
de odio contra l o s blancos del Sud y , en toda ocasión,
v e n g a para ayudarnos en nuestra lucha contra l a igno-
gustaba de m a n i f e s t a r l e s su simpatía. Su ejemplo fué
rancia que todavía pesa sobre el Sud.
para mí u n a enseñanza que me convenció de que las
grandes almas n o hacen más que profesión de amor; También es digno de tomarse en cuenta el hecho de
únicamente las a l m a s mezquinas pueden cultivar el que el sistema educativo del general A r m s t r o n g gane
odio. C o m p r e n d í también que los que socorren al débil cada día terreno en nuestro país. Hoy día casi no hay
se robustecen á sí mismos y que oprimir á los desdicha- estado en el Sud donde no se dé l a enseñanza profesio-
nal á los hombres como á las mujeres v el honor de
dos debilita á l o s opresores.
esta iniciativa recae por entero sobre el general Arms-
L a conducta d e l general Armstrong me inspiró es-
trong.
tas reflexiones h a c e mucho tiempo y , desde entonces,
Apenas inaugurada la modesta instalación para pen-
he procurado siempre g u a r d a r m e de rebajar mi alma
sionistas, se nos presentaron nuevos alumnos. Durante
hasta el punto de odiar á un hombre, cualquiera que
l a r g a s semanas tuvimos que hacer todas las combinacio-
sea el color de su piel. Creo poder afirmar que en mi
nes imaginables para alimentarles sin tener un céntimo
a l m a ha d e s a p a r e c i d o todo sentimiento de animosidad
y para improvisarles, en un rincón, ropa y camas donde
contra el daño q u e los blancos del Sud han hecho á mi
dormir. A l efecto alquilamos, en los alrededores de l a
raza. H o y día experimento la. misma satisfacción pres-
escuela unas cuantas cabañas. E s t a s cabañas estaban
tando un servicio á un blanco que á uno de los míos.
ruinosas y los estudiantes que las ocupaban se morían
Y compadezco p r o f u n d a m e n t e á los que tienen la eos.
de frío en los meses de invierno. N o cobrábamos más
tumbre de f o m e n t a r prejuicios y odios de raza.
que ocho dollars mensuales por l a pensión de los estu-
II
diantes; tampoco habrían podido p a g a r n o s más. En este
precio iban comprendidos, l a c o m i d a , el hospedaje, la IOS suyos. A esta afirmación puedo responder con un he-
luz y l a colada. Descontábamos d e este precio todo tra- cho. Durente mis diez y nueve años de carrera en Tus-
bajo que les p l u g i e r a hacer y q u e resultara de alguna kegee, no he tenido que señalar una sola palabra ni un
acto irrespetuoso en mis discípulos ó en cualquiera de
utilidad para la casa. L o s g a s t o s de estudio ascienden
las personas que están á mi servicio. Por el contrario,
por año, para cada alumno, á u n o s cincuenta dollars.
las numerosas muestras de consideración de que soy ob-
y esta suma, entonces como a h o r a , nos veíamos obliga-
jeto á cada paso me confunden. Jamás me han visto mis
dos á procurárnosla del modo q u e podíamos.
discípulos c a r g a d o con un libro ó con una maleta, sin
U n precio tan mínimo de p e n s i ó n no podía propor-
precipitarse á descargarme. Si llueve, no puedo salir
cionarnos el capital suficiente p a r a organizar un inter- de mi despacho sin que se me acerque algún alumno
nado en buenas condiciones. E l i n v i e r n o de nuestro se- ofreciéndoseme para aguantarme el paraguas.
gundo año escolar fué e x c e s i v a m e n t e riguroso. No te-
E s t o me lleva como de la mano á hacer constar que,
níamos l a necesaria cantidad de m a n t a s que proporcio-
tampoco en mis relaciones con los blancos del Sud he
nar á nuestros alumnos p a r a g a r a n t i r l e s contra el frío.
tenido que soportar una sola afrenta personal. Los blan-
Durante a l g ú n tiempo c a r e c i m o s también de camas y
cos de T u s k e g e e y de los alrededores llegan á conside-
colchones. rar como un privilegio el demostrarme su considera-
Con frecuencia me acontecía n o poder dormir yo mis- ción, lo que, en ocasiones, les cuesta algún sacrificio.
mo pensando en el frío que d e b e r í a n pasar mis discí- N o hace largo tiempo viajaba por T e j a s , entre D a -
pulos. A veces me levantaba, á a l t a s horas de la noche, llas y Houston. Se había esparcido la voz de oue y o
p a r a ir á verles en sus c a b a ñ a s y confortarles con mis iba en el tren y representaciones de los blancos de todas
p a l a b r a s ; los había que, e n v u e l t o s en l a única manta las estaciones, principalmente los funcionarios de cada
que habíamos podido p r o p o r c i o n a r l e s , se mantenían población, venían á saludarme y expresarme su gratitud
arrebujados cerca del f u e g o p a r a calentarse un poco; por la obra que había emprendido en el Sud.
otros no se acostaban en t o d a l a noche. Una mañana, Más tarde, un día en que me dirigía á Atlanta, sin-
después de una noche h o r r i b l e m e n t e fría, ordené que tiéndome en extremo fatigado tomé un Pullma?i-car.
levantaran el dedo los que h u b i e r a n creído morir he- A l subir al tren, vi á dos damas de Boston á quienes
lados. Hubo tres. Todo esto n o arrancaba una queja á conocía perfectamente. Aquellas damas ignoraban en
los alumnos, que estaban c o n v e n c i d o s de que hacíamos absoluto las costumbres del Sud y , con toda inocencia
por ellos cuanto nos era p o s i b l e . T e n í a n bastante con de alma, me obligaron á instalarme al lado de ellas,
hallarse en condiciones de m e j o r a r su situación y no de- lo que hice no sin a l g u n a vacilación. Apenas me hube
jaban de preguntar á los m a e s t r o s lo que podrían hacer colocado allí, una de las damas encargó cena para tres
para aligerar su carga. personas, lo que aumentó todavía mi embarazo. E l com-
E n diferentes ocasiones he o í d o decir, que los negros partimento estaba lleno de blancos del Sud que no apar-
no respetarían la autoridad r e p r e s e n t a d a por uno de taban sus ojos de nosotros. C u a n d o me enteré de que
habían encargado l a cena busqué un pretexto p a r a cam- m a r c h a de la escuela. A p a r t e de esta información por
biar de sitio, pero fué i n ú t i l ; ambas señoras se empe- escrito, les reúno en la capilla p a r a hablar sinceramente
ñaron en que las acompañara. P o r fin me resigné di- con ellos de lo que conviniere á l a escuela. N o hay reu-
ciéndome: «Lo que es esta vez no me escapo del escán- nión de los estudiantes que me sea más g r a t a ni que con
dalo». m a y o r utilidad secunde mis planes. N a d a aprovecha
tanto á un hombre como sentir, á l a vez, l a resDonsa-
P a r a hacer todavía m á s embarazosa l a situación, una
b i l i d a d que pesa sobre sus espaldas y l a confianza que
de las damas recordó que tenía en su saco de v i a j e un
los demás depositan en él.
té excelente que deseaba ofrecernos y, no queriendo con-
fiarlo á los cuidados del cocinero, se dispuso á preparar- C a d a vez que leo el relato de a l g u n a huelga coro,
lo por sí misma. F i n a l m e n t e se acabó aquella comida prendo m e j o r que las disensiones entre patronos y obre-
que me pareció l a m á s l a r g a de mi vida. Con objeto de ros podrían evitarse, si los primeros adquirieran l a cos-
poner término á la penosa situación, manifesté mi deseo tumbre de hacerse más accesibles á sus obreros y de
de trasladarme al compartimento de fumadores y con- consultarles sobre las decisiones que quisieran tomar ó
templar el paisaje. P e r o durante aquel tiempo alguien las convicciones que abrigan, haciéndoles sentir que sus
había pronunciado mi nombre en el v a g ó n y los pasa- intereses son recíprocos. Unicamente de l a confianza,
jeros me reconocieron. N u n c a he tenido u n a sorpresa puede nacer la confianza. Y esto es todavía más cier-
igual á la que me esperaba en el departamento de fu- to, en el caso particular de l a raza negra. E n cuanto
madores. C a s i todos cuantos se encontraban en él, ciu- les hayáis convencido de que os interesáis por ellos, ha-
dadanos de la G e o r g i a en su mayor parte, vinieron á réis de los negros todo cuanto se os antoje.
estrecharme l a mano y á expresarme su reconocimiento Y o me había propuesto hacer construir por los alum-
por lo que estaba haciendo en el Sud. Y no eran adu- nos, no solamente todos los edificios de T u s k e g e e , sino,
laciones interesadas por su parte, porque todos conocían en lo posible todo el moblaje. T o d a v í a admiro hoy
muy bien que n a d a podían esperar de mí. l a paciencia de aquellos alumnos que dormían en el sue-
lo, esperando que les construyeran una cama, ó que se
Desde mis comienzos quise hacer sentir á los alum-
contentaban con una c a m a sin colchones esperando que
nos que T u s k e g e e no era obra m í a ni de los maestros,
les proporcionaran algo parecido á ellos. A l principio
sino suya p r o p i a ; que debía cada uno de ellos interesar-
teníamos pocos alumnos entendidos en carpintería y
se en l a buena marcha de l a casa tanto como cualquie-
las camas fabricadas por ellos resultaban inconsistentes
ra de los profesores ó administradores, y , principal-
y rudimentarias. Con frecuencia me acontecía, al pasar
mente, que debían considerarme como su amigo y con-
m i revista por las mañanas, encontrar que muchos
sejero, más que como su censor. Deseo que me hablen
alumnos habían preferido dormir en el suelo. ¿ C ó m o
con toda franqueza y sin rodeos de los intereses de l a
procurarnos colchones ? E l problema era difícil de re-
escuela. P i d o á mis alumnos que me dirijan, dos ó tres
solver. F i n a l m e n t e logramos salir del apuro comprando
veces al año, una carta, consignando las críticas, que-
tela barata, con la que fabricábamos enormes sacos que
jas y proposiciones que les sugiera l a organización ó l a
llenábamos de hojas secas de pinos, recogidas en los bos- utensilio. Recuerdo que un día, pasando revista con l a
ques vecinos. Debo añadir que l a fabricación de colcho- directora, recorrimos los cuartos de las m e n o r e s ; en-
nes ha progresado desde entonces y que constituye una tre ellos había uno habitado por tres niñas recién lle-
de nuestras industrias favoritas, en l a que iniciamos á gadas. Cuando les pregunté si tenían cepillo p a r a l o s
algunas muchachas, y llegan á fabricarlos con tal per- clientes me respondió u n a de ellas, mostrándomelo: «Sí,
fección que pueden competir con los fabricados en los señor; ayer nos lo compramos juntas.» N o tardaron en
almacenes ordinarios. D u r a n t e a l g ú n tiempo nos fal- comprender que el tenerlo no bastaba. N o carecía de
taron sillas para los cuartos de los alumnos y para el interés para nosotros el ir comprobando los efectos del
comedor. A guisa de sillas nos servíamos de unos tabu- uso del cepillo para los dientes sobre los grados de c u l -
retes compuestos de tres tablones m a l clavados. P o r lo tura de nuestros discípulos. Con muy pocas excepciones
demás, el moblaje de los cuartos de los alumnos, era observé que podían fundarse esperanzas sobre todo
completamente rudimentario en los primeros tiempos, alumno que, por su propia iniciativa, reemplazaba su
y se componía de una c a m a , a l g u n o s taburetes y, á primer ó su segundo cepillo para los dientes cuando se
veces, una mesa, fabricado todo por ellos mismos. N u n - le deterioraba por el uso. E x i g i m o s siempre una lim-
ca hemos abandonado nuestro principio de hacer fabri- pieza absoluta en los cuidados del cuerpo. Nuestros dis-
car los muebles por los a l u m n o s ; por el c o n t r a r i o ; el cípulos, aun antes de que pudiéramos proporcionarles
número de muebles ha ido aumentando y l a labor mate- sala de baños, aprendían á bañarse con l a misma r e g u -
rial se ha perfeccionado tanto que no d e j a n a d a que desear. laridad con que se come. Muchos de estos discípulos
nos llegaban de los distritos rurales y , con f r e c u e n c i a ,
U n a de mis principales c a m p a ñ a s en T u s k e g e e ha
era necesario enseñarles el modo de acostarse en l a ca-
sido el hábito de la limpieza. E n los comienzos de nues-
m a ; es decir, entre las sábanas y no encima de las dos,
tra obra, y ahora como entonces, no me cansaba de re-
cuando f u i m o s lo bastante ricos para proporcionarles
petir á nuestros alumnos que l a pobreza, la estrechez
dos. Como es natural, me era bastante difícil ense-
y l a penuria son perdonables, pero n o la suciedad. Otro
ñarles á acostarse entre dos sábanas 3 cuando no p o d í a
de los puntos sobre los cuales he insistido siempre es
darles más que una. F u é también necesario enseñarles
el uso del cepillo para los dientes. «El e v a n g e l i o del
á servirse de la camisa de dormir.
cepillo para los dientes» como lo l l a m a b a el general
Armstrong, forma parte de nuestra profesión de fe. P a -
L o que costó m á s trabajo fué acostumbrarles á sus-
ra conquistar el derecho de permanecer en T u s k e g e e ,
tituir los botones que se les caían de los trajes, á remen-
es necesario poseer un cepillo p a r a los dientes y servir-
dar los desgarrones y á quitarse las manchas. P e r o
se de él. Con frecuencia hemos visto llegarnos alumnos
hemos acabado por lograr que estos hábitos de orden
sin otro equipaje que un cepillo para los dientes. Habían
arraiguen p r o f u n d a m e n t e ; que se transmitan de pro-
sabido, por antiguos discípulos nuestros, la importancia
moción en promoción y que muchas veces por l a tar-
que le atribuíamos y, para producir buena impresión
de, al salir de la capilla y pasar revista, lo que se h a c e
en nuestro ánimo, se procuraban, por lo menos, ese
á diario, no se note la f a l t a ni de un solo botón.
bamos nuestra obra. Una vez más, miss Davidson inte-
resó á los blancos y á los negros de T u s k e g e e y los al-
rededores en una nueva suscripción. Estos respondieron
á nuestro llamamiento en la medida de sus fuerzas y
nuestros alumnos., como en los comienzos de Porter
Hall, hicieron el trabajo de remoción de tierras para
echar los cimientos. Y a estábamos acabando casi nues-
E? C A P Í T U L O XII.—BUSCAN- tros recursos cuando la generosidad del general Arms-
DO FONDOS. PÍSK >V< trong se nos manifestó de modo que vino á demostrar-
me, una vez más, cuán por encima estaba de la línea
media de los otros hombres. Una angustiosa ansiedad
acababa de apoderarse de nosotros, viendo que iban á
Y a instalado el comedor, pudimos señalar á nuestras faltarnos los fondos para llevar adelante nuestra cons-
alumnas cuartos en el granero de nuestro primer pabe- trucción. E n aquel momento recibí un telegrama del
llón, que llevaba el nombre de Porter Hall. Pero el general Armstrong diciéndome que fuera á buscarle en
número de discípulos de ambos sexos crecía sin cesar. Hampton para acompañarle un mes en un viaje por el
Fácilmente podíamos acomodar á nuestros alumnos, Norte. Acepté sin vacilar su invitación. A mi llegada,
el general me comunicó su proyecto, que era contratar
aunque fuese en cabañas, fuera de la escuela; pero, en
un cuarteto de músicos y v i a j a r un mes por el Norte
modo alguno, podíamos hacer lo mismo con las discí-
dando, en las grandes ciudades meetings en que los dos
pulas. Pronto nos encontramos frente á una nueva di-
debíamos hablar. Se comprenderá mi sorpresa cuando
ficultad. Necesitábamos otro pabellón, más grande que
supe que los fondos recogidos en esta fiestas no debían
el anterior y que nos permitiera hospedar á nuestros
ser para Hampton, sino que iban destinados exclusiva-
discípulos de ambos sexos. Imponíase la construcción
mente á Tuskegee y que todos los gastos corrían á car-
de otro edificio, que poseyera todas las condiciones ne- go del instituto de Hampton.
cesarias en un internado; celdas adecuadas para las
hembras y comedores capaces para todos los alumnos. E l general Armstrong me dió á entender, sin gran
Trazamos el plano del edificio en cuestión y verifica- derroche de palabras, que de este modo quería presen-
mos que para llevar á cabo las obras debíamos em- tarme á los pueblos del Norte y ponerme en condicio-
plear diez mil dollars. Como de ordinario, nos fal- nes de procurarme fondos para el A l a b a m a Hall. Otro
taban fondos; lo que no nos impidió escoger un nom- cualquiera, de espíritu menos levantado y generoso hu-
bre para el nuevo pabellón; esto podíamos hacerlo, biera temido perjudicar á Hampton haciendo afluir el
aunque no estuviéramos seguros de encontrar los fondos dinero á Tuskegee. E n el alma del general Armstrong
necesarios para construirlo. Acordamos solemnemente lia no cabían sentimientos de mezquina competencia. E r a
marle Alabama Hall, en honor al Estado donde realizá- demasiado buencj para ser egoísta. No ignoraba que, por
medio de sus donativos^ las gentes del Norte entendían cuenta. L a primera, cumplir á conciencia con mi de-
contribuir á l a c i v i l i z a c i ó n de los negros en general y ber, haciendo conocer al público y á las personas á
no al sostenimiento de este ó el otro establecimiento las cuales me dirigía, el fondo y el alcance de la obra;
en particular. Y s a b í a , además, que para darle á Hamp- l a segunda no preocuparme del resultado. E s t a últi-
ton toda su f u e r z a e r a necesario transformarlo en un ma confieso que es la más difícil de observar. N o es
centro de utilidad g e n e r a l , cuya influencia bienhechora muy cómodo, en efecto, aparentar que no se tienen in-
repercutiera en todo el Sud. quietudes, cuando se está en vísperas de importantes
E n cuanto á l o s discursos que y o debía pronunciar vencimientos, sin un dollar en c a j a con que hacerles
en el Norte, el g e n e r a l me dió especialmente un conse- frente. Sin embargo, cada año comprendo m á s hasta
jo que no quiero p a s a r por alto. Creo que es el mejor qué punto los cuidados de dinero consumen nuestras
consejo que se p u e d e dar á un orador. ((Que cada una fuerzas y nos privan de nuestros medios intelectua-
les y físicos, que podrían más útilmente emplearse en
de sus palabras — m e decía — exprese una idea.» He
una actividad más beneficiosa. Mis frecuentes relacio-
tratado de recordar siempre este precepto.
nes con hombres eminentes por su posición ó su fortu-
Dimos c o n f e r e n c i a s en N e w - Y o r k , Brooklyn, Boston,
na me han enseñado que aquellos que más bien han rea-
F i l a d e l f i a y otras g r a n d e s ciudades y en todas par-
lizado se distinguen siempre por una absoluta posesión
tes el general a b o g ó c o n m i g o por l a causa de Tuskegee.
de sí mismos, una calma, una paciencia y una urbani-
Nuestros esfuerzos tendían á reunir las sumas necesa-
dad perfectas. E l modelo más completo de esta clase de
rias para l a c o n s t r u c c i ó n del A l a b a m a Hall y á dar á hombres era, en mi concepto, el presidente Mac-Kinley.
conocer al público n u e s t r a institución. L a empresa re- P a r a llevar á cabo una empresa determinada, estimo que
sultó satisfactoria d e s d e ambos puntos de vista. la condición primera es hacer renuncia de si mismo y
Después de a q u e l l a presentación menudearon mis dejarse arrebatar por u n a causa grande. E l éxito y la
v i a j e s al Norte c o n objeto de reunir fondos. Durante los satisfacción que de ella sacamos están en razón directa
últimos quince a ñ o s he tenido que pasar grandes tem- de la abnegación con que realizamos nuestra obra.
poradas lejos de l a escuela, para procurarme los fondos
necesarios á las crecientes necesidades del estableci- Mi época de colectas me enseñó á juzgar severamen-
miento. H e estado e n condiciones de hacer experiencias te á los que se pasan l a vida condenando á los ricos á
que tal vez r e s u l t e n de alguna utilidad para mis lec- causa de sus riquezas y porque no las reparten con ma-
tores. Muchas v e c e s , infinidad de personas interesadas yor esplendidez. E n primer lugar, los que esto dicen,
en hacer colectas p ú b l i c a s por causas filantrópicas, me no suelen sospechar el gran número de personas que se
han preguntado e l método de que usaba para obtener verían condenadas á l a miseria, si los ricos abandona
l a simpatía y las d á d i v a s del público para mi obra de ran de una vez su fortuna, desorganizando y paralizan-
do las grandes empresas en las que están interesados.
Tuskegee.
Sobre que están lejos de imaginar la cantidad innume-
E n la m e d i d a e n que el arte de pedir puede redu-
rable de peticiones y demandas que llueven sobre los
cirse á reglas, d i r é que solamente dos he tenido en
ricos. Ricos he conocido que recibían, por lo menos, sentarles los hechos con sencillez y dignidad. Esto da
veinte visitas diarias con objeto de pedirles dinero. A todavía mejores resultados que l a mendicidad.
veces me ha acontecido, en mis v i a j e s p a r a reunir fon-
A u n cuando sea una tarea penosa, desagradable y
dos, encontrarme en las casas de las personas á quienes
á la vez llena de f a t i g a , el ir buscando fondos de puer-
me dirigía, con media docena por lo menos, de deman-
ta en puerta tiene sus compensaciones. E s una manera
dantes llegados con el mismo lin. Y aun esas visitas no
de trabar conocimientos con excelentes, m e j o r diré, con
son n a d a al lado de las solicitudes que les llegan por
las mejores almas que puedan encontrarse. Puede afir-
correo. N o puede sospecharse el n ú m e r o de personas
marse que los hombres m á s útiles y de más provecho
que hacen donativos sin darse á conocer. Y o he tratado
para l a sociedad son aquellos que se interesan en l a s
á algunos, reputados por muy tacaños, y que prodiga-
instituciones que tienen por objeto hacer el mundo
ban, en silencio, cada año centenares de dollars sin
mejor.
que nadie tuviera noticia.
U n día, en Boston, visité á u n a dama riquísima. Me
N o quiero citar otro e j e m p l o que el de aquellas dos introdujeron en su antesala y allí me estuve esperando
damas de N e w - Y o r k , cuyos nombres figuran raramente mientras le pasaban mi tarjeta. E n este intervalo el
en las listas de suscripción y á las que nosotros debemos marido de aquella señora llega á su casa, me encuentra
haber podido construir tres edificios en estos últimos en la antesala y me pregunta bruscamente qué objeto
ocho años. F u e r a de éste, han hecho otros donativos á me llevaba allí. A p e n a s le hube expuesto el fin de m i
la escuela. Y no solamente quieren que se aproveche visita me habló tan grosera y violentamente que, sin es-
T u s k e g e e de sus generosidades sino que están constan- perar siquiera l a contestación de l a dama, salí de aque-
temente en busca de nuevas obras d i g n a s de su simpa- lla casa. Continué m i camino y , un poco más lejos, en-
tía y de su apoyo. contré á u n señor que me recibió con una cordialidad
A u n cuando he disfrutado del p r i v i l e g i o de hacer perfecta. Me firmó un cheque de u n a cantidad conside-
entrar en las cajas de T u s k e g e e a l g u n o s miles de do- rable y, sin darme tiempo á que le expresara mi recono-
llars, he evitado constantemente y con empeño lo que cimiento, me d i j o : «Señor W a s h i n g t o n , y o le agradezco
el mundo llama «mendicidad». M u c h a s veces he di- á usted infinito el haberme proporcionado la ocasión
cho á los que quieren oirme que nunca «he mendigado» de servir tan buena causa. E s un verdadero p r i v i l e g i o
dinero y que no soy un «mendigo». Sé por experiencia el poder contribuir á ella y todavía los ricos le queda-
que el hecho de pedir brutalmente dinero á los ricos no mos deudores á usted del trabajo que desempeña por
es buena manera de provocar su generosidad. P a r t o del nosotros». Puedo afirmar, g r a c i a s á mis experiencias
principio de que las gentes que han tenido l a necesaria personales, que la primera categoría de hombres se hace
aptitud para procurarse dinero deben tener también l a cada vez más escasa V que, en cambio, aumenta l a se-
prudencia necesaria para hacer uso de él. E n mi concep- g u n d a ; es decir que los ricos tienden á considerar á los
to el modo mejor de interesarles en una causa es pre- que llegan á pedirles su d á d i v a para obras nobles,
como verdaderos agentes suvos, que les reemplazan cer-
c a de los menesterosos v no c o m o mendigos importunos. tención de legárselos por testamento, pero estimo más
R a r a s veces he recibido un donativo en Boston sin acertado entregárselos en vida. H e g u a r d a d o un exce-
que m i interlocutor me diera l a s g r a c i a s por haberme lente recuerdo de la visita que me hizo usted, hace dos
d i r i g i d o á él, antes que y o t u v i e r a tiempo de dárselas años».
por su generosidad. P a r e c e que, en esta ciudad, se ten- N i n g u n a generosidad me h a proporcionado alegría
g a como un honor el ser solicitado p a r a hacer un dona- más grande que l a experimentada aquel día. E r a el más
tivo. E n parte a l g u n a he encontrado tan desarrollado importante donativo, que hasta entonces, se había he-
este noble espíritu cristiano: sin embargo, he visto dig- cho á nuestra escuela. L l e g a b a oportunamente porque
nos e j e m p l o s de él f u e r a de Boston. Repito mi conven- hacía mucho tiempo que n a d a habíamos recibido, ca-
cimiento de que el mundo se v a acostumbrando á dar. recíamos de fondos y estábamos en l a mayor miseria.
M u c h a s de mis primeras solicitudes fueron desoídas Creo que no hay situación más penosa ni enervante que
y me aconteció recorrer las calles, en las ciudades y l a del Director de una grande institución, abrumado de
los g r a n d e s caminos en el c a m p o , sin lograr recoger un responsabilidades monetarias, cuando falta el dinero y
solo dollar. T a m b i é n me aconteció, después de l a r g a s cada mes es preciso preguntarse de dónde ha de salir.
semanas de decepción y descorazonamiento, recibir im- Otra dificultad agravaba mis responsabilidades y no
portantes donativos de quien m e n o s lo esperaba y no hacía más que acrecentar mi angustia. Si nuestra em-
obtener n a d a de aquellos á quienes me había dirigido presa hubiera fracasado, dirigiéndola los blancos, úni-
con l a firme convicción de que n o me dejarían marchar camente se habría resentido l a educación de los negros
con las manos vacías. y aun de los negros de aquella r e g i ó n ; pero, dirigién-
M e habían dicho, una vez, q u e un hombre que v i v í a dola nosotros, nuestra obra no podía derrumbarse sin
en el c a m p o , á unas dos millas de Stamford (Connecti- arruinar consigo toda esperanza sobre el porvenir de l a
cut), se interesaría en nuestra obra, si le explicábamos raza negra, condenada, por este solo hecho, como re-
nuestra situación y nuestras necesidades. Me puse en fractaria á toda civilización. P o r este cúmulo de cir-
c a m i n o , p a r a ir en busca suya, un día de tempestad y cunstancias, el recibo de aquel cheque me libraba re-
de f r í o , haciendo las dos millas á pie. Después de a l g ú n pentinamente de una angustia que no me dejaba des-
t r a b a j o pude obtener de él una entrevista. Me escuchó cansar hacía y a algún tiempo.
atentamente, pareció interesarse en lo que le contaba, Desde los comienzos traté de hacerle comprender á
pero n o me dió nada. • mi personal de enseñanza que el éxito de la escuela de-
M e separé de él, persuadido de que había perdido pendía, en g r a n parte, de la limpieza, corrección y buen
tres h o r a s preciosas, aunque sin arrepentirme de haber estado higiénico de la casa. L a primera vez que v i al
dado a q u e l paso que consideraba como una obligación. difunto señor Collis P Huntington, el gran propietario
D o s años m á s tarde recibí u n a carta concebida en de líneas ferreas, me entregó dos dollars para el ins-
estos términos: «Le envío á usted adjunto un cheque tituto. Más tarde, algunos meses antes de morir, recibí
de diez m i l dollars p a r a la obra de T u s k e g e e . T e n í a in- de su parte cincuenta mil dollars que vinieron á aumen-
tar el capital de l a escuela. A p a r t e de esto, cada año,
el señor y l a señora Huntington nos hicieron donativos rector de la iglesia de la T r i n i d a d en Boston, suplicán-
no menos generosos.
dole que nos hiciera el sermón acostumbrado. N o pose-
Se dirá que logramos este donativo gracias á nuestra yendo sala suficientemente capaz para contener á toda l a
buena suerte. N o ; contribuyó principalmente á ello asistencia, construímos una vasta tienda con postes re-
nuestro perseverante trabajo. N a d a de lo que en el mun- cubiertos de ramajes. A p e n a s había comenzado á hablar
do merece l a pena de lograrse lo obtenemos sin esfuer- el reverendo D o n a l d , cuando una lluvia torrencial le
zo. N i por un momento se me ocurrió criticar al señor obligo a detenerse, mientras que procurábamos abrigar-
Huntington cuando no me dió más que dos d o l l a r s ; pero le bajo un paraguas.
estaba profundamente decidido á demostrarle que mere- Cuando v i al Rector de la Trinidad, de pie ante el
cíamos donativos más considerables. auditorio, bajo un viejo p a r a g u a s y esperando el fin de
Durante doce años me esforcé en convencerle de l a la lluvia, comprendí toda l a temeridad de mi invitación.
importancia de nuestra obra y tuve la satisfacción de L a lluvia duró poco y el Doctor D o n a l d pudo termi-
comprobar que seguía atentamente los progresos d e nar su sermón que fué excelente á despecho del mal
l a escuela y que sus dones correspondían á ellos. tiempo. U n a vez libre de su ropa húmeda se vio obli-
N a d i e manifestó jamás un interés mayor que el se- g a d o á confesarme que la necesidad de u n a gran capilla
ñor Huntington por nuestra escuela: no solamente nos se imponía en T u s k e g e e ; al día siguiente recibí de dos
proporcionaba dinero sino que prodigaba sus consejos damas que, á l a sazón viajaban por Italia, una carta
en lo relativo á la dirección del instituto como lo hubie- en la cual se me ofrecía la cantidad necesaria para l a
ra hecho un padre por un hijo. construcción de una capilla.
M á s de una vez me encontré en crueles embarazos al N o hace mucho tiempo que hemos recibido del señor
hacer mis v i a j e s de propaganda por el Norte. N u n c a A n d r é s Carnegie la suma de veinte mil dollars para
he querido relatar lo que sigue por miedo de no ser construir u n a Biblioteca nueva. Nuestra primitiva bi-
creído. E r a una m a ñ a n a , en Providence (Rhode Is- blioteca, con sala de lectura, ocupaba un espacio infini-
land) ; no tenía un céntimo para almorzar. A l atravesar tamente pequeño en el rincón de una cabaña que medía
l a calle para visitar á una dama, de la que esperaba al- cinco pies por doce. Me habían sido necesarios diez años
gunos fondos, v i brillar junto á los rieles del tranvía para interesar al señor C a r n e g i e en nuestra obra.
una pieza nueva de veinticinco cents. Cinco minutos más L a primera vez que le vi no manifestó más que un
tarde, á aquella cantidad se le añadía otra que me había ínteres mediocre por la e s c u e l a ; pero y o también esta-
dado la dama en cuestión y que me permitió salir de ba decidido á demostrarle que éramos dignos de su
apuros. protección.
E n cierta ocasión, tuve el atrevimiento de invitar, Pasados diez años de dura labor, le escribí la si-
para u n a de nuestras sesiones de Apertura ie curso, al guiente carta.
Reverendo E . Winchester D o n a l d , doctor en T e o l o g í a ,
creo que nunca una suma parecida haya podido contri-
«15 Diciembre 1900 buir tan eficazmente á l a regeneración de toda una raza.

»Sr. D. Andrés C a r n e g i e . Si desea usted más detalles estoy á su completa dis-


posición.
»5, Oeste, calle cincuenta v nueve
»Suyo obligado,
»New-York.
»BOOKER T. WASHINGTON»
„ S e ñ o r : Conforme al deseo que no hace mucho me
manifestó usted en su p r o p i a casa, me tomo l a libertad P o r el siguiente correo recibí esta respuesta:
de dirigirle por escrito u n a demanda para una biblio- «Será una satisfacción para mí p a g a r los gastos que
teCa
acarree l a construcción de una biblioteca hasta la suma
de veinte mil dollars y me felicito de esta ocasión que
„Nuestra escuela comprende i.roo a l u m n o s ; ochen-
me permite manifestarle el interés con que sigo su gene-
ta y seis empleados y profesores que viven aquí con sus
rosa empresa.»
familias y unos doscientos negros que habitan en los al-
rededores del instituto; todos los cuales utilizaran la A mí me han parecido siempre bien las prácticas
estrictamente comerciales. E n mis relaciones con los
bliblioteca. •
bienhechores de la escuela y en mis funciones de Di-
„Poseemos más de doce mil libros y revistas donati-
rector en T u s k e g e e , he llevado los asuntos comerciales
vo de nuestros a m i g o s ; pero no tenemos sitio adecuado
y los demás, con arreglo á principios que no creo que
donde colocarlos y carecemos en absoluto de sala de el Banco de N e w - Y o r k habría desaprobado.
lectura. Y a he hablado de los donativos importantes que ha
„ L o s alumnos que salen de nuestra escuela se entre- recioído el instituto; pero, aunque sorprenda á muchos
gan en el Sud á diversas profesiones, y los conocimien- e progreso real y continuo de T u s k e g e e no se debe á
tos que los libros les suministrarán pueden ejercer sobre ellos, sino á las ofrendas mínimas, procedentes de per-
ellos una influencia de q u e beneficiará toda l a raza. sonas poco favorecidas de la fortuna. E n mi concepto,
„ L a biblioteca que c o n v e n d r í a á nuestras necesidades el éxito de toda obra filantrópica se debe á esos donati-
e x i - e para construirse l a suma de unos veinte mil do- vos, en apariencia insignificantes, pero oue revelan el
llars Todo el trabajo d e l a construcción, l a fabricación ínteres anónimo de centenares de personas.
de tejas, l a albañilería, l a carpintería y l a cerrajería se N o sé cómo expresar toda mi admiración por los
llevará á cabo por nuestros alumnos. E l dinero que so- ministros de las iglesias, cuya paciencia y cuyo profun-
licitamos de usted t e n d r á l a doble ventaja de proporcio- do ínteres he podido comprobar, á pesar de las peticio-
nar á g r a n númro de nuestros discípulos l a ocasion de nes que a cada instante del día llueven sobre ellos.
hacer aprendizaje de l o s diferentes oficios que compren- Aun sin otras razones para creer en l a eficacia de
de l a construcción de u n edificio y de ponerles en con- una vida cristiana, lo que hace treinta y cinco años se es-
diciones de saldar sus cuentas de pensión con l a escue- ta haciendo por la Iglesia para regenerar la raza ne^ra
l a toda vez que recibirán el pago de su trabajo. * o
habría bastado para convertirme al cristianismo. D e un ter y Peabody (2), tuve que ponerme en relación con dos
modo decisivo, los óbolos procedentes de las escuelas hombres de espíritu escogido, que contribuyeron am-
pliamente á dar impulso á la obra de educación de la
dominicales, de las «asociaciones de acción cristiana»,
raza negra. Fueron estos, el honorable J. L. M. Curry
de las misiones y de l a propia I g l e s i a , han sido l a ma-
de W a s h i n g t o n , agente general de las dos fundacione¡
y o r contribución al despertamiento de la raza negra.
de que he hablado, y el señor Morris K . Jesup, de N e w -
A propósito de estos donativos mínimos, debo men-
Y o r k . E l doctor Curry, oriundo del Sud, es un antiguo
cionar l a costumbre que tienen nuestros alumnos, cuan-
soldado de la Confederación y nadie se interesa como
do y a han salido de T u s k e g e e , de enviarnos u n a cuota
el en el porvenir de los negros ni está más libre de todo
anual. E s t a s cuotas oscilan entre veinticinco cents y
prejuicio de raza. E l día en que le vi, por vez primera,
diez dollars. será un día inolvidable para mí. Iba á verle en Rich-
Acabábamos de comenzar el tercer curso en l u s - mond (Virginia), donde habitaba el doctor, á l a sazón
kegee, cuando tuvimos l a sorpresa de vernos subven- be me había hablado mucho de él con g r a n elogio. Me
cionados, por tres partes distintas, con importantes can- acerqué á él, temblando, á causa de mi juventud y de
tidades que hemos seguido cobrando anualmente hasta el mi inexperiencia. Sin embargo, me recibió con extrema
momento actual. L a primera nos f u é otorgada por el c o r d i a h d a d ; estrechóme l a mano, y, sin soltarla, me
E s t a d o de A l a b a m a que aumentó en mil dollars l a su- hablo de un modo tan alentador y me dió consejos tan
ma anual de dos m i l , votada p a r a subvencionarnos preciosos que tuve la impresión de haber hallado á un
desde el comienzo: más tarde l a subvención creció t o . hombre de absoluto desinterés, cuyo único objeto en la
davía hasta llegar á cuatro m i l quinientos dollars. vida era trabajar por l a felicidad de los demás.
E s t e aumento lo debimos al honorable M. F . Foster,
E n cuanto al señor Morris K . Jesup, tesorero de la
diputado del distrito de T u s k e g e e . L a segunda f u e una
fundación Slater, debo citarle porque nunca he tratado
suma de mil dollars que nos concedía l a fundación Jhon
un hombre que haya prodigado como él su tiempo, su
F Slater ( i ) . N u e s t r a obra debió ganarse las simpatías
dinero y s u inteligencia por la causa negra, á pesar de
de los administadores de esta fundación, porque la suma
sus muchas ocupaciones. A él se debe, en g r a n parte
f u é creciendo gradualmente c a d a año, y en l a actuali- el que, durante los últimos años, la educación profe-
dad cobramos de ellos once mil dollars anuales. L a ter- sional haya adquirido l a importancia que hoy tiene y se
cera subvención l a votó para nosotros l a fundación Pea- vea colocada en el rango que actualmente ocupa.
body. A l principio era de quinientos dollars, pero lue-
g o se ha elevado á m i l quinientos.
(2) Jorge Peabody (1795-1869) era un rico b a n q u e r o y g e n e r o s o
A l solicitar u n a subvención d e las fundaciones Sla- niantropo. S u s obras son innumerables: la que a c a b a m o s de citar en
estas páginas estaba también destinada á la educación de los negros -

~T,) John Slater era un m a n u f a c t u r e r o , g r a n filántropo, q u e estable-


c i ó en 1882 la f u n d a c i ó n Slater (de un m i l l ó n de dollars, para la e d u c a -
c i ó n d e los n e g r o s del S u d . M u r i ó en 1S84.=(N. del T . )
do fueran admitidos á ellas. Estas clases de noche, co-
menzadas así, se han desarrollado de tal modo que hoy
día asisten á ellas cuatrocientos cincuenta y siete alum-
nos.
No hay prueba más decisiva para apreciar la aplica-
ción de un estudiante que este ramo de nuestra ense-
£? C A P Í T U L O X I I . — T R E S MIL
ñanza. Y principalmente porque nos proporciona ésta
KILÓMETROS P A R A UN DIS-
ocasión excelente de apreciar la calidad de un alumno,
$
CURSO D E CINCO M I N U T O S . W atribuyo yo tanta importancia á nuestra escuela noctur-
na. E l que consiente en trabajar diez horas diarias en la
fábrica de ladrillos ó en los lavaderos, durante un
Poco tiempo después de la apertura de nuestro inter- año ó dos, para poder asistir dos horas, á las clases
nocturnas, es un alumno que tiene en sí lo necesario
nado, gran número de alumnos, con méritos innega-
para compensar cuantos sacrificios se hagan por su
bles, pero tan pobres que ni siquiera podían pagar los
educación.
exiguos gastos de pensión, comenzaron á solicitar que
se les admitiera en el instituto. E r a n los solicitantes Después que un alumno ha dejado las clases noctur-
hombres y mujeres. Daba pena negar la entrada á tales nas, asisté á las ordinarias cuatro días de la semana y
candidatos; de modo que en 1884, organizamos una trabaja en su oficio los dos restantes. Además, trabaja
clase nocturna para algunos de ellos. en su oficio durante los tres meses de verano. E n ge-
Estas clases nocturnas se establecieron, siguiendo un neral, cuando un alumno ha soportado victoriosamente
plan análogo al de Hampton, que yo había contribuido la prueba de la escuela nocturna encuentra siempre el
á formar. A l principio acudieron á ellas unos doce estu- modo de acabar el curso completo de sus estudios lite-
rarios y profesionales. Ningún alumno, por rico que
diantes. Unicamente se les recibía en la escuela noctur-
sea, queda dispensado de ejercer un trabajo manual. Y
na cuando no tenían dinero p a r a p a g a r , por lo menos,
de hecho, los cursos profesionales son en la actuali-
una parte de su pensión en la escuela de día. Por otra
dad, tan populares como los literarios. Algunos de nues-
parte se les exigía que trabajasen diez horas del día en
tros mejores alumnos, hombres ó mujeres, comenzaron
algún oficio y que siguieran durante dos horas los cur-
sus estudios en la escuela nocturna.
sos de la noche.
Tales eran las condiciones durante el primero y se- Aun cuando insistamos constantemente en la parte
gundo año de su estancia en T u s k e g e e . Se les pagaba industrial del trabajo de Tuskegee, no por eso desdeña-
una pequeña cantidad, además de su pensión y se con- mos el lado religioso y espiritual. L a escuela es perfec-
vino, en que todo lo que ganaran, excepción hecha de tamente neutra (undenominational), pero perfectamente
una parte mínima, pasaría á los fondos de la escuela y cristiana y no queremos descuidar la educación religio-
sa de nuestros alumnos.
serviría para pagar sus gastos en las clases de día cuan-

U
Demuéstralo nuestro servicio, con sermón; las reu- bhca. E s t a asamblea debía celebrarse en Madison ( W i s -
niones para el rezo; nuestra escuela d o m i n i c a l ; nues- consm.) Acepté la invitación. A decir verdad, aquel
tra «sociedad de acción cristiana» y nuestra (¡unión cris- fué el comienzo de mi carrera de orador.
tiana de jóvenes, además de nuestras diversas organi- L a noche en que hablé ante la Asociación debía de
zaciones de misioneros. haber unas cuatro mil personas en l a sala. Sin habérme-
E n 18S3, míss O l i v i a D a v i d s o n , de quien y a he habla- lo prevenido acudieron gran número de personas de la
do en diferentes ocasiones como de uno de nuestros me- A l a b a m a y algunas de Tuskegee. Estas personas me con-
jores auxiliares del primer momento y á quien l a escue- fesaron francamente que habían asistido á l a reunión
l a debe parte de su fortuna, pasó á ser mi mujer. D u - creyendo oir violentos ataques contra el S u d ; pero que
rante los años de nuestro matrimonio compartió el tiem- les sorprendió agradablemente comprobar que ni una so-
po y sus fuerzas, entre l a f a m i l i a y los cuidados de l a l a palabra agresiva contenía mi discurso. P o r el contra-
escuela. N o solamente continuó trabajando en l a es- rio, hice justicia al Sud por cuantos actos laudables ha-
c u e l a de T u s k e g e e , sino que renovó sus excursiones al bía realizado. U n a señora blanca, que era maestra en
Norte en busca de fondos. E n 1889 murió, después de una escuela de T u s k e g e e , escribió una carta á un perió-
cuatro años de dichosa v i d a de f a m i l i a y ocho de labor dico local en l a que declaraba que estaba sorprendida
tan penosa como gustosa por la escuela. Literalmente y satisfecha viendo como había hecho justicia en mi dis-
se había consumido en el servicio de aquella obra que curso á los blancos de T u s k e g e e por la parte que habían
tomado en l a fundación y en los comienzos de la escue-
había amado tanto y á l a que consagró tan incesantes
la. A q u e l discurso de Madison fué el primero que pro-
esfuerzos. D e su matrimonio l o g r é dos hijos hermosos é
nuncié sobre el problema general de las razas. Los que
inteligentes, B a k e r T a l i a f e r r o y Ernesto Davidson. E l
lo oyeron parecían aprobar mis palabras y l a sinceridad
mayor de ambos, B a k e r , y a ha aprendido el oficio de
con que eran dichas.
ladrillero en T u s k e g e e .
Con frecuencia se me ha preguntado cómo comencé Cuando, por primera vez, llegué á T u s k e g e e , resolví
á hablar en público. E n contestación á esta pregunta fundar allí mi hogar y tomar mi parte de orgullo ó de
debo manifestar que nunca pensé dedicar mucho tiempo humillación en cuanto l a comunidad de las gentes hi-
á la oratoria. Siempre he creído que es más conveniente ciera bueno ó malo, con el mismo título que cualquier
hacer las cosas que hablar de l a necesidad de hacerlas. otro ciudadano de raza blanca. Resolví no decir nun-
ca, en un discurso público, en el Norte, lo que no estu-
P a r e c e que, cuando mi v i a j e con el general Armstrong,
viera dispuesto á repetir en el Sud. Había comprendido
para dar conferencias en el N o r t e , el honorable Tho-
muy pronto que no es manera de convertir á nadie el
más W . Bicknell, presidente de l a Asociación patronal
injuriarle y que generalmente conduce á m á s prontos
de instrucción pública, que asistía á u n a de esas confe-
resultados alabar las buenas acciones que insistir exclu-
rencias, me oyó hablar. A l g u n o s días después me envió
sivamente en los defectos.
una carta, invitándome á pronunciar un discurso en l a
próxima Asamblea de l a Asociación de instrucción pú- A u n q u e practicando por convicción este método, no
he dejado de llamar l a atención en el momento oportuno arrobas por media hectárea. Había llegado á semejante
y en la f o r m a querida, con toda claridad, sobre los de- resultado, gracias á su conocimiento de los abonos quí-
fectos de que el Sud se ha hecho culpable. H e podido micos y á la aplicación de métodos perfeccionados de
notar que hay en el Sud g r a n número de ciudadanos que agricultura. L o s labradores blancos del contorno le res-
aceptan, sin enojo, las críticas sinceras y honradas. P o r petaban y venían á consultarle sobre el cultivo de l a
r e g l a general el sitio adecuado para criticar al Sud patata.
cuando merece que lo critiquen, es el propio Sud y no Y le respetaban y le honraban porque, g r a c i a s á su
Boston. U n ciudadano de Boston que viniere á la A l a - , habilidad y á su inteligencia, había añadido a l g u n a cosa
bama para criticar á su país, creo que no haría tanto á l a riqueza y al bienestar del municipio en que vivía.
bien como el que se quedase en Boston para hacer sus Explicaba, además, en mi discurso, que mi teoría sobre
críticas. la educación del negro no le condenaba para siempre á
E n aquel dicurso de Madison y o afirmaba que l a producir l a m e j o r calidad de p a t a t a s ; pero que si lo-
mejor política á seguir en lo tocante á entrambas razas graba triunfar en este ó parecido terreno, echaría los
era acercarlas por todos los medios honrosos que estuvie- cimientos de una fortuna, g r a c i a s á l a cual sus hijos y
ran á mano y facilitar sus relaciones cordiales en l u g a r sus nietos tendrían el derecho de aspirar á una carrera
de atizar sus divisiones. Sostenía igualmente que los más alta y á un papel de más viso en l a vida.
negros al votar atenderían c a d a vez más á los intereses T a l e s fueron, en resumen, algunas de las opiniones
de su municipio y prescindirían gradualmente de atender que mantuve en el primer discurso que pronuncié sobre
intereses localizados á m i l l e g u a s de ellos. las relaciones de ambas razas. Desde entonces á acá no
E n este discurso decía que el porvenir del negro he encontrado razones que me obliguen á cambiarlas,
dependía de averiguar si por medio de su habilidad, de en lo substancial.
su inteligencia y de su carácter, sabría hacerse tan útil E n mi juventud solía experimentar sentimientos de
á su municipio, que el municipio no pudiera prescindir cólera contra los que denunciaban á los negros y preco-
de sus servicios. Añadía que el hombre que aprendiera nizaban medidas que tendieran á oprimirlos ó á limitar-
á hacer algo mejor que otro, ó á hacer una cosa ordina- les l a libertad del desenvolvimiento integral al que todo
ria de un modo poco corriente, habría resuelto el pro- hombre tiene derecho. A h o r a , cuando oigo á alguien de-
blema de su v i d a independientemente del color de su fender leyes que tiendan á entorpecer el progreso del
piel y , finalmente, que el n e g r o se vería respetado á me- prójimo, no puedo menos de compadecerle. L e compa-
dezco porque á él le han detenido en su desenvolvimien-
dida que se pusiera en condiciones de producir algo ne-
to, porque persigue un empeño vano y porque un día el
cesario al resto de los hombres.
progreso continuo de l a humanidad le hará enrojecer
Citaba el caso de uno de nuestros alumnos que había
avergonzado de su estrechez de miras. T a n t o valdría
obtenido doscientas sesenta arrobas de patatas en me-
tratar de detener la marcha de una locomotora lanzada
dia hectárea de terreno en u n municipio donde l a pro-
á toda máquina arrojándose sobre la v í a , como tratar
ducción corriente era únicamente de cuarenta y nueve
de detener la marcha del m u n d o hacia un m a ñ a n a de Sud. L o que dije pareció que lo recibían con agrado y
inteligencia, de cultura, de habilidad, de libertad, de entusiasmo. Los periódicos de Atlanta comentaron al
simpatía y de bondad f r a t e r n a l . siguiente día mi discurso con benevolencia y se habló
E l discurso que pronuncié en Madison delante de la mucho de él en diferentes partes del país. Comprendí
Asociación Nacional de E d u c a c i ó n constituyó, para mí, que casi había logrado lo que quería: es decir, hacerme
u n a presentación en r e g l a al g r a n público del Norte y oir de las clases directoras del Sud.
desde entonces las ocasiones de hablarle se me presenta- L a s invitaciones para que hablara se hicieron cada
ron á cada momento. vez más numerosas y procedían por igual de las gentes
Sin embargo, deseaba que se me ofreciera una co- de mi raza y de los blancos del Norte. A estos discursos
yuntura para dirigirme á un público del Sud. E n parte consagré todo el tiempo que podía robar á mis trabajos
se me ofreció una, cuando en 1893 se dió en A t l a n t a de Tuskegee. L a mayor parte de los discursos pronun-
(Georgia), el meeting internacional de trabajadores cris- ciados en el Norte iban destinados á recoger fondos pa-
tianos. L a aproveché como u n a útil introducción. Cuan- ra la escuela. L o s que pronunciaba delante de un audi-
do me invitaron á aquel m e e t i n g , yo tenía en Boston torio de negros tendían principalmente á hacerle com-
ocupaciones que parecían h a c e r m e aquel v i a j e impo- prender la importancia de l a educación profesional y
sible. Sin embargo, después de examinar cuidadosamen- técnica como complementaria de la religiosa y literaria.
te mi lista de fechas de conferencias y de visitas por V o y a hablaros, ahora, de uno de los acontecimientos
hacer, vi que podía tomar el tren en Boston y llegar á de m i vida que más interés ha despertado y que ha con-
A t l a n t a unos treinta minutos antes de la hora señalada tribuido más que otro, ninguno á darme una reputación
para mi discurso. Me quedaban, después del discurso, que puede calificarse de nacional. Me refiero al discur-
unos sesenta minutos para t o m a r otro tren en que re- so que pronuncié en l a apertura de la Exposición Inter-
gresar á Boston. Mi invitación para hablar en A t l a n t a nacional de los Estados Productores de A l g o d ó n , en At-
limitaba en cinco minutos l a duración de mi discurso. lanta (Georgia), el 18 de Septiembre de 1895.
E r a cuestión de ver si podía e n c a j a r bastantes cosas en Se ha hablado y se ha discutido tanto sobre este in-
un discurso de cinco minutos p a r a que v a l i e r a l a pena cidente, se me han hecho á propósito de aquel discurso
de emprender aquel viaje. tantas preguntas que espero que mis lectores me perdo-
Sabía que el auditorio estaría compuesto, en su ma- narán si hablo de él con algún detenimiento. E l discur-
yor parte, de la clase más influyente de los blancos de so de cinco minutos de A t l a n t a fué, tal vez, l a ocasión
ambos sexos y que era a q u e l l a una ocasión única para que decidió de mi segundo discurso en el mismo sitio.
hacerles saber lo que tratábamos de hacer en T u s k e g e e E n la primavera de 1895 recibí un telegrama redactado
y hablarles, al mismo tiempo, de las relaciones entre por ciudadanos influyentes de Atlanta y pidiéndome que
ambas razas. Decidí hacer el viaje. Y hablé, durante acompañara á W a s h i n g t o n , á un comité de aquella ciudad
para comparecer ante una comisión del Congreso y so-
cinco minutos, á un público d e dos mil- personas, com-
licitar el apoyo del Gobierno para la futura Exposición.
puesto, en su mayor parte, d e blancos del Norte y del
E l comité se componía de unos veinticinco ciudada-
primera g r a n ocasión que se presentaba, después de l a
nos influyentes de raza blanca de l a Georgia. T o d o s los
g u e r r a civil, para intentar una cosa semejante.
miembros de este comité eran blancos excepto el obispo
Hablé durante unos quince ó veinte minutos y me
Grant, el obispo Gaines y yo. E l alcalde y muchos otros
sorprendió, después de m i alocución, recibir las felici-
dignatarios de l a ciudad ó del E s t a d o hablaron ante la taciones calurosas del comité de l a G e o r g i a y de los
comisión. Les sucedieron en el uso de l a palabra los dos miembros del Congreso que estaban presentes. P o r una-
obispos negros. Mi nombre era el último en l a lista de nimidad el informe de la comisión fué favorable y en
los oradores. Y o no había comparecido nunca ante se- pocos días se votaban los fondos otorgados. E s t e voto
mejante comisión ni había pronunciado jamás un dis- aseguró el éxito de l a Exposición de Atlanta.
curso en l a capital de los E s t a d o s Unidos. E s t a b a m u y Poco después de mi v i a j e á W a s h i n g t o n , los directo-
inseguro de lo que iba á decir y de l a impresión que pro- res de l a Exposición decidieron que convendría, como
duciría. N o recuerdo, en concreto, lo que d i j e ; pero sé homenaje á la raza de color, construir un g r a n pabellón,
que traté de dar á entender, con toda l a seriedad y toda dedicado exclusivamente á mostrar el progreso realiza-
l a simplicidad de que soy capaz, que si el Congreso que- do por los negros desde su liberación. Se decidió ade-
ría hacer algo para suprimir del Sud l a cuestión de m á s que los planos y los trabajos de aquel edificio de-
razas y para establecer una armonía sólida entre ambos bían llevarse á cabo completamente por los negros. Rea-
pueblos, debía cooperar, por todos los medios posibles, lizóse este proyecto: como arquitectura, como belleza,
al progreso material de uno y de otro. y como perfección el pabellón negro igualaba á los me-
D e c l a r é que l a Exposición de A t l a n t a era una ocasión jores de la Exposición.
propicia para que ambas razas manifestaran los progre- F a l t a b a decidir quien debía dirigirlo. L a adminis-
sos realizados desde l a fecha de l a emancipación y al tración había querido encargarme á mí pero tuve que
mismo tiempo una exhortación oportuna para que con- rechazar el c a r g o porque mis ocupaciones en T u s k e g e e ,
tinuaran en su desarrollo progresivo. sobre todo en aquella época, reclamaban toda mi atención
T r a t é de hacer ver que, aunque es cierto que no con- y todas mis fuerzas. A propuesta mía fué nombrado di-
viene privar al negro de su voto por medios fraudulen- rector el señor J. Garland Penn de L y n c h b o u r g (Virgi-
tos, también es cierto que el n e g r o no encontrará nun- nia). Le ayudé cuanto pude y , en resumidas cuentas, l a

l
ca su salvación en una agitación política. P a r a comple- exposición negra resultó lucida y nos hizo honor. L o
tar y autorizar su derecho de voto es necesario que el que más llamó la atención fueron las exposiciones res-
negro se h a g a con buenas cualidades, energía, habili- pectivas de los institutos de Hampton y de Tuskegee.
dad, inteligencia y carácter, sin las cuales el triunfo Y los más agradablemente sorprendidos de este resulta-
de una raza no es más que un fenómeno pasajero. D i j e , do fueron los blancos del Sud.
finalmente, que, otorgando los créditos que le pedía- E l día de l a apertura de l a Exposición se aproxima-
mos, el Congreso haría a l g o de una utilidad duradera ba y los individuos de la junta trataban de ultimar el
y positiva en bien de ambas razas y que esta era la p r o g r a m a de inauguración. A l discutir los números que
debían integrar este programa, creyóse que era justo ins-
cribir entre los oradores un representante de la raza ne-
v e l d e r o \ d e w d 0 V Á R d e C Í r SÍD° 10 A e r a r a
gra, ya que se había concedido á los negros un lugar
tan importante en la Exposición. E r a , al mismo tiempo, verdadero y leal. E n l a invitación que recibí no se ha
una coyuntura propicia para poner de relieve las buenas cía indicación alguna sobre lo que tenía que decir ó te-
relaciones que parecían iniciarse entre ambas razas. m a que callar. E r a esto una gran muestra de confianza
N o faltó quien se opusiera á semejante idea, pero el por parte del comité director, q u e no ignoraba h a s a
comité directivo, compuesto de los hombres más eminen- que punto, una sola palabra pronunciada fuera de lugar
tes y liberales del Sud, la hizo suya y votó la invitación hubiera comprometido el éxito de la Exposición. A l Ss-
de un orador negro para el día de la apertura. Imponía- mo tiempo, yo estaba cruelmente persuadido de que de-
biendo permanecer fiel á la causa de mi pueblo" c l Í a
iiTSl
se enseguida la elección de orador. Después de algunas
discusiones decidióse, por unanimidad, que fuera yo y á " I T 6 1 " ^ f ^ %ereZa « s u l t U ha!
invitarse T n ^ ^ ^ m U c h o s años> v i v i e r a á
los pocos días recibí la invitación oficial. invitarse a un negro á tomar la palabra en circunstan
a a s parecidas Por lo demás quería, en lo s u b ^ t a n c ^ de
Me sería difícil hacer comprender á cualquiera que
no se haya hallado en una situación análoga la respon- S . á l " ? h a C e r , j U S t Í C i a 31 N o r t e > P - hacerla tam!
sabilidad que sentía sobre mí. Y o me acordaba de haber bien a los buenos elementos del Sud
sido esclavo; de haber pasado los primeros años de mi do ^ ? r Í Ó d r 6 0 C l N ° r t e y e n e l habían toma-
vida en las profundidades de la ignorancia y la pobreza, do mr futuro discurso como tema de discusión y. á me-
y pensaba, que tal vez estaba poco preparado para acep- dida que se aproximaba el día, aumentaban las contro-
tar aquella responsabilidad. Algunos años antes, cual-
d e í Sud n o P 1 f 0 Í í r K " r n S Í d e r a b , e " E n t r C l 0 S P--CÜCOS
quier blanco del auditorio habría podido reclamarme del Sud no faltaban los que veían con malos ojos el
como esclavo y , entre mis oyentes, tal vez se encontra- que se concediera la palabra á un negro. Por otra parte
rían algunos de mis antiguos amos.
I S f s o t T p r o p i a s gentes de m i raza iDfinidad de -
E r a , al mismo tiempo, la primera vez — y yo 110 lo sejos sobre lo que tenía que decir. Me preparé para ha-
ignoraba — que se llamaba á un hombre de mi raza para er mi discurso lo mejor que pude, pero á medida que se
hablar desde la misma tribuna en que pronunciaban sus acercaba el 18 de Septiembre sentía decrecer mis áni-
discursos los blancos del Sud, en ocasión de tal impor- mos y cada vez tenía más miedo á un fracaso y á una
tancia. Y se me pedía que hablara delante de un audi- decepción. J

torio compuesto de cuanto encierra el Sud de hombres Había recibido aquella invitación en un momento en
ricos y cultos; es decir: delante de los representan- que los trabajos de la escuela me absorbían más que de
tes de mis antiguos amos. Sabía además que, aparte de ordinario porque el año escolar acababa de empezar.
los blancos del Sud, habría entre mis oyentes buen nú- Una vez compuesto mi discurso, lo releí con mi mujer
mero de blancos del Norte y un contingente respetable según mi costumbre cuando se trata de discursos qué
de individuos de mi raza.
rZZ r?l 16
rado. E R de
R RSeptiembre,
T E S < Y EIIA A P R O B Ó 1 0
la víspera de^ mi salida para
H A W A
A t l a n t a , l a mayor parte de los profesores de T u s k e g e e
lia noche dormí poco. A l otro día repasé cuidadosamen-
manifestaron deseos de conocer lo que había hecho y re-
te mi discurso y, siguiendo una práctica observada ca-
nové ante todos reunidos l a lectura. Aquello me reanimó
da vez que debo hablar en público, me arrodillé para
un poco, porque oídas sus críticas y sus impresiones, me
atraer sobre lo que tenía que decir las bendiciones
pareció que estaban satisfechos. del .benor.
E l 17 de Septiembre salí para A t l a n t a con m i mujer
Igualmente tengo la costumbre de hacerme una pre-
y mis tres hijos. Mis sensaciones creo que debían pare-
paración especial para cada discurso determinado. N u n -
cerse á las de un sentenciado, dirigiéndose al cadalso. c a se dan dos auditorios absolutamente idénticos E n
A l atravesar l a villa de T u s k e g e e encontré á un hombre cada caso concreto me propongo llegar al corazón del
del campo, blanco, v e c i n o nuestro, que me dijo riendo: auditorio, como si personalmente pudiera hablarle apar-
«Washington, hasta a h o r a , ha hablado usted á los blan- te Poco me importa el efecto que podrán causar mis
cos del Norte, á los n e g r o s del Sud ó á nosotros, campe- palabras en un periódico, ó en otro auditorio cualquiera
sinos blancos del S u d ; pero m a ñ a n a tendrá que hablar o en un individuo determinado: el auditorio del momen-
en A t l a n t a , á los b l a n c o s del Norte, á los blancos del to actual absorbe entonces toda mi simpatía, todo mi
Sud y á los negros reunidos. T e m o que se haya metido pensamiento y toda mi voluntad.
usted en un callejón sin salida.» Aquel buen hombre, en
P o r la mañana, m u y temprano, me habían mandado
pocas palabras, había definido m i situación; pero por
una delegación que debía escoltarme en el cortejo al
¡"raneas y acertadas que fueran sus palabras no contri-
dirigirnos al palacio de la Exposición. Formaban parte
buyeron á disipar mis inquietudes.
E n el transcurso de m i v i a j e , hasta A t l a n t a , venían , C o n e ¡ ° a 9 u e I > eminentes ciudadanos negros en sus
coenes y diferentes diputaciones militares de color P u d e
en g r a n número á v e r m e pasar por las estaciones los
notar el empeño con que los comisarios de la Exposi-
blancos y los negros y h a b l a b a n libremente, delante de
ción procuraban que los negros estuvieran bien colocados
mí, de lo que iba á o c u r r i r al otro día. E n A t l a n t a nos
y tratados con atenta urbanidad. E l cortejo empleó unas
esperaba y a una d e l e g a c i ó n . L a s primeras palabras que
tres horas para trasladarse á los terrenos de la Exposi-
hirieron mis oídos al descender del wagón fueron estas,
ción y durante el tránsito el sol nos asaeteaba con sus
de un anciano n e g r o : «He aquí el hombre de mi raza
rayos abrasadores. Cuando, por fin, llegamos al sitio
q u e mañana pronunciará un discurso en l a Exposición.
aestmado, el calor y la sobreexcitación que me agitaban
Iré á oírle...» me hicieron creer, por un momento, que iba á desfalle-
L a ciudad de A t l a n t a estaba literalmente atestada cer sm remedio y empecé á considerar seguro mi fra-
de - e n t e aquellos d í a s ; había forasteros de todos los caso. Al entrar en la sala de fiestas, una rápida ojeada
rincones del país, representantes extranjeros y diputa- me comunico la visión del gran recinto atestado de - e n -
ciones militares y c i v i l e s . L o s periódicos de la tarde pu- te de arriba á abajo, mientras, desde afuera, millares de
blicaban en grandes anuncios los acontecimientos del personas pugnaban todavía por entrar.
siguiente día. T o d o esto acrecentó m i malestar. Aque- L a sala era inmensa y perfectamente adecuada p a r a
alocuciones públicas. M i entrada señalóse por frenéticos
aplausos de los negros y aplausos débiles por parte de
los blancos. Se me había dicho en Atlanta que mientras
unos blancos venían á escucharme por simple y natural
curiosidad, otros acudían con verdadera simpatía, y
otros, finalmente, con la única esperanza de asistir á mi
£P C A P Í T U L O X I V . — E L DIS-
derrota, y con ganas de decir á los que me habían invi-
tado: « ¡ Y a os lo habíamos predicho!» CURSO DE L A EXPOSICIÓN D E
Uno de los miembros del Consejo de Administración ATLANTA, W W W W
de Tuskegee, que es, al mismo tiempo mi amigo perso-
nal, el señor W f f l i a m H . B a l d w i n (J.), era, en aquella
época, director general de los ferro-carriles del Sud y,
casualmeme, se encontraba en Atlanta aquel día. Es- L a Exposición de Atlanta, á la que yo había sido in-
taba tan inquieto por ver cómo me recibirían y el efecto vitado para pronunciar un discurso, como dejo dicho en
que produciría mi discurso que no pudo decidirse á en- el capítulo precedente, abrióse por una corta alocución
trar en la sala y se quedó afuera paseando, hasta que del Gobernador Bullock. Después de otros números inte-
acabó la ceremonia. resantes, entre los cuales recuerdo una plegaria del
obispo Nelson, de la G e o r g i a ; una oda de Alberto H o .
vvell; y discursos del Presidente de la Exposición y de
la señora Joseph Thomson, presidenta del comité de
damas, el Gobernador Bullock me presentó al audito-
rio, en los siguientes términos: «Hoy tenemos entre
nosotros un representante de la actividad y de la ci-
vilización negra.»

Cuando me levanté para hablar, hubo numerosos


aplausos, sobre todo entre los negros. E n la medida en
que ahora puedo recordarlo, sé que una cosa me preo-
cupaba por encima de todas las demás: decir algo que
pudiera contribuir á cimentar la amistad entre ambas ra-
zas y á establecer una cooperación cordial entre sus in-
dividuos. Por lo que se refiere á las circunstancias exte-
riores, lo único que recuerdo es que, al levantarme, vi
millares de ojos ardientemente clavados en mí.
alocuciones públicas. M i entrada señalóse por frenéticos
aplausos de los negros y aplausos débiles por parte de
los blancos. Se me había dicho en Atlanta que mientras
unos blancos venían á escucharme por simple y natural
curiosidad, otros acudían con verdadera simpatía, y
otros, finalmente, con la única esperanza de asistir á mi
£P C A P Í T U L O X I V . — E L DIS-
derrota, y con ganas de decir á los que me habían invi-
tado: « ¡ Y a os lo habíamos predicho!» CURSO DE L A EXPOSICIÓN D E
Uno de los miembros del Consejo de Administración ATLANTA, W W W W
de Tuskegee, que es, al mismo tiempo mi amigo perso-
nal, el señor W f f l i a m H . B a l d w i n (J.), era, en aquella
época, director general de los ferro-carriles del Sud y,
casualmeme, se encontraba en Atlanta aquel día. Es- L a Exposición de Atlanta, á la que yo había sido in-
taba tan inquieto por ver cómo me recibirían y el efecto vitado para pronunciar un discurso, como dejo dicho en
que produciría mi discurso que no pudo decidirse á en- el capítulo precedente, abrióse por una corta alocución
trar en la sala y se quedó afuera paseando, hasta que del Gobernador Bullock. Después de otros números inte-
acabó la ceremonia. resantes, entre los cuales recuerdo una plegaria del
obispo Nelson, de la G e o r g i a ; una oda de Alberto H o .
vvell; y discursos del Presidente de la Exposición y de
la señora Joseph Thomson, presidenta del comité de
damas, el Gobernador Bullock me presentó al audito-
rio, en los siguientes términos: «Hoy tenemos entre
nosotros un representante de la actividad y de la ci-
vilización negra.»

Cuando me levanté para hablar, hubo numerosos


aplausos, sobre todo entre los negros. E n la medida en
que ahora puedo recordarlo, sé que una cosa me preo-
cupaba por encima de todas las demás: decir algo que
pudiera contribuir á cimentar la amistad entre ambas ra-
zas y á establecer una cooperación cordial entre sus in-
dividuos. Por lo que se refiere á las circunstancias exte-
riores, lo único que recuerdo es que, al levantarme, vi
millares de ojos ardientemente clavados en mí.
H é aquí el discurso que pronuncié: del barco amigo no se hace esperar: (¡Echad un cubo
en el sitio en que estáis». Otra vez l a s e ñ a l : (¡Agua,
«Señor Presidente y señores Miembros de l a Comisión:
agua, dadnos agua» dice el barco en desgracia. Recibe
igual respuesta: «Echad un cubo en el sitio en que es-
»Ciudadanos :
táis». Y una tercera, y una cuarta vez, l a misma peti-
»Un tercio de l a población del Sud es de raza negra. ción recibe idéntica respuesta: (¡Echad un cubo en el
N i n g u n a empresa que tienda al bien material, político sitio en que estáis». E l capitán del barco en desgracia,
ó moral de esta parte del país puede menospreciar este obedece finalmente á las indicaciones que se le hacen y
elemento de nuestra población, sin comprometer las pro- arroja un cubo que vuelve á subir rebosante del a g u a
babilidades de éxito. N o h a g o más que interpretar los fresca y clara de las bocas del Amazonas.
sentimientos de l a masa de mi pueblo al deciros, señor »Aquellas gentes de mi raza que sueñan con la emigra-
Presidente y señores Directores, que el valor y l a dig- ción á países extranjeros para mejorar su suerte ó que
nidad del n e g r o americano no han recibido nunca una no aprecian, en su justo valor, la importancia de culti-
sanción más generosa y adecuada, que l a que proviene v a r sus relaciones amistosas con los blancos del Sud,
de l a actitud de los organizadores de esta magnífica E x - sus próximos vecinos, les d i r é : «Echad un cubo en el
posición. E s t a actitud ha hecho más por cimentar la sitio en que estáis; echadlo, ligándoos en amistad,
amistad entre ambos pueblos que cualquier otro aconte- por todos los medios honrosos, con los hombres de
cimiento desde el día de la emancipación. todas las razas que nos rodean. E c h a d l o en l a agri-
»Pero no es esto todo. L a ocasión que aquí se nos ha cultura, en las artes mecánicas, en el comercio, en
ofrecido producirá entre nosotros una nueva era de pro- el servicio doméstico y en toda suerte de profesiones.» Y
greso industrial. Ignorantes y faltos de experiencia co- á este propósito, conviene recordar, cualesquiera que
mo estábamos, no es de extrañar que, durante los pri- sean los otros errores de que el Sud es responsable, que,
en punto á negocios, el negro goza, para todo lo relati-
meros años de nuestra nueva vida, hayamos comenzado
v o al comercio de las mismas v e n t a j a s que los otros ciu-
por l a cima en vez de trabajar en l a b a s e ; que hayamos
dadanos. Y estas ventajas se han demostrado en esta E x -
codiciado un sitio en el Congreso ó en l a legislatura,
posición de una manera indudable. Nuestro g r a n peli-
antes que el l o g r o de l a propiedad ó de l a habilidad in-
g r o sería olvidar, en este salto de la esclavitud á l a li-
dustrial; que l a convención política ó l a elocuencia de
bertad, que la masa del pueblo negro debe v i v i r del
las reuniones públicas hayan tenido, para nosotros, más
producto de su trabajo. Nosotros no debemos ignorar
atractivos que organizar una buena lechería ó dedicarnos
que nuestra prosperidad depende de la medida en que
á l a desecación de pantanos. aprendamos á glorificar el trabajo m a n u a l ; á proceder
»Un barco perdido hace días en alta m a r , descu- con inteligencia y razón en las ocupaciones ordinarias
bre repentinamente la silueta de otro barco amigo. En- de la vida y á distinguir entre las cosas superficiales y
seguida, en el mástil del barco en peligro, aparece una las cosas esenciales, entre las bagatelas frivolas de la
s e ñ a l : (¡Agua, agua, nos morimos de sed!» L a respuesta
existencia y las realidades necesarias. N i n g u n a raza tras madres y , con frecuencia, escoltándolos hasta la
puede prosperar mientras no comprenda que es tan hon- sepultura con lágrimas en los ojos, os l a demostraremos
roso cultivar un campo como escribir un poema. E s en lo porvenir, permaneciendo á vuestro lado humilde-
preciso comenzar á v i v i r por l a base y no por l a cima. mente, pero con una abnegación que n i n g ú n extranjero
N o debemos permitir que nuestras quejas h a g a n per- podría i g u a l a r ; prontos á dar, si es necesario, nuestra
der caminos á nuestros privilegios. vida en defensa de l a vuestra y m e z c l a n d o nuestra acti-
»A los blancos que p a r a procurarle prosperidad al vidad industrial, comercial, civil y r e l i g i o s a con la vues-
Sud, cuentan con l a inmigración de hombres de origen, tra, de modo que se confundan p a r a siempre los inte
de l e n g u a ó de costumbres extranjeras, les diré, si me reses de ambas razas. E n todas las cosas puramente so-
dais permiso, lo que y a he dicho á las gentes de m i raza ciales podremos estar tan separados como los dedos
« E c h a d el cubo en el sitio en que estáis.» E c h a d l o en- pero unidos como la mano en todo lo que es esencial
tre los ocho millones de negros cuyas costumbres co- para el progreso mutuo.
n o c é i s : cuya, fidelidad y cuya afección pudisteis po- »No hay garantía ni seguridad p a r a nosotros más que
ner á prueba en los tiempos en que su traición ha- en el desenvolimiento íntegro de todos. Si en a l g ú n si-
bría podido acarrear l a ruina de vuestros hogares. tio se hacen esfuerzos por impedir l a expansión del
Descended vuestros cubos entre esas gentes que, sin pueblo negro, esos esfuerzos cleben consagrarse por el
h u e l g a s ni motines, han trabajado vuestros campos, po- contrario á estimularlo y hacer ele él un grupo de ciu-
dado vuestros bosques, construido vuestros caminos de dadanos útiles é inteligentes. Esos esfuerzos producirán
hierro y vuestras ciudades, extraído los tesoros de las un interés de mil por ciento. Y serán doblemente ben-
entrañas de l a tierra y colaboran con vosotros para ha- ditos,^ «bendiciendo al que los dé y al q u e los reciba».
cer posible esta m a g n í f i c a representación de los progre- »No hay ley humana, ni divina que nos permita esca-
sos del Sud. S i echáis vuestros cubos entre los hom- par á lo inevitable:
bres de mi raza, ayudándoles y animándoles, como lo
habéis hecho en esta Exposición, p a r a que f o r m e n su «Las leyes de la i n m u t a b l e justicia
espíritu, su corazón y sus manos, veréis cómo ellos com- »atan el opresor al o p r i m i d o ;
prarán las sobras de vuestras tierras, cultivarán las par- »vamos á c u m p l i r nuestro destino, d á n d o n o s la mano
tes incultas de vuestros campos y harán prosperar vues- »tan estrechamente u n i d o s c o m o el p e c a d o y el sufrimiento.»

tras fábricas. Obrando de esta suerte, podréis estar segu-


ros de que, en lo porvenir, como en el pasado viviréis »Cerca de diez y seis millones de brazos os ayudarán
rodeados de las f a m i l i a s más pacientes, más fieles, m á s á levantar vuestra c a r g a ó pesarán sobre ella para impe-
respetuosas de l a ley y m á s ajenas al sentimiento de diros que la remováis. Nosotros constituiremos un tercio
odio que hayan existido nunca. Así como en el pasado de l a ignorancia y del crimen del Sud, ó un tercio
os demostramos nuestra lealtad cuidando á vuestros hi- de su inteligencia y su p r o g r e s o ; nosotros contribuire-
jos, velando á la cabecera de vuestros padres y de vues- mos, en un tercio, á los negocios y á l a prosperidad del
Sud ó seremos urf verdadero peso muerto, un principio
de estancamiento y depresión que retardará cada uno derecho de g a n a r un dollar en u n a fábrica vale infinita-
de los esfuerzos hechos para que a v a n c e el cuerpo social. mente más, en estos momentos, que el derecho de de-
»Señores de la Exposición: en el momento en que ve- rrochar uno en el teatro.
nimos á presentar el resultado de nuestros humildes es- »Para terminar, me atreveré á repetir que nada nos
fuerzos, á esta exhibición de nuestros progresos, no con- ha animado y esperanzado tanto, que nada nos ha acer-
viene que os mostréis demasiado exigentes. Comenzando, cado tanto á l a raza blanca, durante los últimos treinta
hace treinta años con a l g u n a s mantas, algunas calaba- años, como esta ocasión que la Exposición de A t l a n t a
zas y algunas aves (recogidas en fuentes variadas) por nos ha o f r e c i d o ; y humillado, por decirlo así, delante
toda propiedad, recordad que el c a m i n o que hemos tenido del altar que representa el resultado de los esfuerzos de
que recorrer hasta l a invención y fabricación de instru- vuestra raza y de la mía, que hace treinta años entró
mentos agrícolas, carros, m á q u i n a s de vapor, periódicos, con las manos vacías en la v í a del progreso, doy fe de
libros, estatuas, grabados, cuadros, dirección de farma- que, en en el cumplimiento de vuestra tarea para resol-
ver el complejo y capital problema que Dios ha impues-
cias y de bancos, no se ha v i s t o limpio de tropiezos ni
to al Sud, podréis contar siempre con l a ayuda gusto-
de espinas. A la vez que nos enorgullecemos de lo que
sa y paciente de mi raza. N o olvidemos, sin embargo,
venimos á exponer, como resultado de nuestros esfuer-
que, cualquiera que sea el resultado de la exhibición en
zos independientes, no o l v i d a m o s un solo instante que
estos pabellones de los productos del campo, de l a sel-
nuestra parte en esta E x p o s i c i ó n habría quedado muy
va, de las minas, de la fábrica, de las letras y de las
por debajo de nuestras esperanzas, si nuestra educación
artes, muy por encima de estos beneficios materiales,
no hubiera sido objeto de l a constante solicitud no sola-
ha de llegarle el turno á aquel beneficio superior, que
mente de los Estados del Sud, sino, en particular, de resultará, si Dios nos ayuda, de la desaparición de hos-
los filántropos del Norte, c u y a s munificencias forman tilidades regionales, de animosidades y de suspicacias
una corriente inexausta de bendiciones y de exhorta- de raza, de la resolución de administrar una justicia im-
ciones. parcial y de l a obediencia voluntaria de todos á la ló-
»Los hombres prudentes de m i raza comprenden que la gica de la ley. T o d o esto, unido á la prosperidad mate-
agitación por cuestiones de i g u a l d a d social es la mayor rial, contribuirá á inaugurar en nuestro Sud bien amado
de las locuras y que el progreso en el goce de cuantos pri- u n a era nueva de felicidad y regeneración.»
vilegios hemos de obtener un d í a , resulta de una lucha
íntima, ardiente y mantenida, pero j a m á s es efecto de
una coacción violenta y artificial. N i n g u n a raza que po- L o primero que recuerdo, es que luego que hube aca-
sea algo con que contribuir al progreso de los pueblos bado de hablar, el gobernador Bullock atravesó el es-
puede verse herida de ostracismo l a r g o tiempo. E s im- trado para estrecharme l a mano y que otros muchos
portante y es justo que g o c e m o s nosotros de los privile- le imitaron. Recibí tantas y tan cordiales felicitacio-
nes que me vi con apuros para abandonar l a sala.
gios de la ley, pero es todavía m á s importante que es-
Sin embargo, yo no me di cuenta, ni siquiera aproxima-
temos dispuestos á hacer uso d e estos privilegios. E l
damente de la impresión q u e m i discurso había produci- U n a de estas agencias me ofreció cincuenta mil dollars
do hasta l a m a ñ a n a siguiente, cuando f u i al barrio de (250,000 pesetas) ó bien doscientos dollars por noche si
los comerciantes, en la ciudad de Atlanta. A s í que me re- ponía mis servicios á su disposición durante un tiempo
conocieron sorprendióme q u e me señalaran con el dedo determinado. A todas estas comunicaciones respondí que
y que me rodeara una m u l t i t u d de gente que que- l a obra de mi v i d a era T u s k e g e e y que no me proponía
ría estrecharme l a mano. L a cosa continuó durante to. hablar nunca más que en interés de mi escuela y de mi
do el trayecto hasta tal punto que tuve que volverme á raza. P o r lo demás no quería aceptar proposiciones que
m i casa. A l a m a ñ a n a siguiente regresé á Tuskegee. En solamente tuvieran en cuenta mis servicios desde el pun-
l a estación de A t l a n t a y c a s i en todas las estaciones en to de vista comercial.
que el tren se detenía, entre esta v i l l a y T u s k e g e e , en- A l g u n o s días después de pronunciarlo envié un ejem-
contré una muchedumbre de gentes que venían á estre- plar de mi discurso impreso al Presidente de los Estados
charme l a mano. Unidos, el honorable Grover Cleveland. Recibí como res-
L o s periódicos de todas l a s regiones de los Estados puesta estas líneas, escritas de su puño y letra:
Unidos publicaron el d i s c u r s o íntegro y durante dos
meses se refirieron á él por medio de alusiones laudato- «Gray Gables, Buzzard's B a y , Mass., 6 Octubre 1895.
rias. E l señor C l a r k H o w e l l , Director de la Constitución »Booker T . W a s h i n g t o n Esq.
de A t l a n t a telegrafió á u n periódico ele N e w - Y o r k , entre
otras, las siguientes p a l a b r a s : «No exagero diciendo que »Querido señor: D o y á usted las gracias por haberme
el discurso del profesor B o o k e r T . W a s h i n g t o n , tanto enviado un e j e m p l a r del discurso que pronunció en l a
por su v a l o r esencial como por l a acogida que mereció, Exposición de Atlanta.
fué uno de los m á s i m p o r t a n t e s que se hayan pronuncia- »Le doy las g r a c i a s con entusiasmo por haber pronun-
do nunca ante un público del Sud. E s t e discurso fué ciado ese discurso. L o he leído con profundo interés y
una revelación. E s un p r o g r a m a , á partir del cual ne- estimo que la Exposición estaría plenamente justifica-
gros y bláccos pueden unirse haciéndose mutuamente da, aunque sólo hubiera servido para proporcionarle á
justicia.» usted la ocasión de pronunciarlo. Sus palabras no pue-
E l Transcrift de Boston dijo en un suelto editorial: den menos que animar y sugestionar á cuantos quieren
«El discurso de B o o k e r T . W a s h i n g t o n en la Exposición bien á su raza y en cuanto á nuestros conciudadanos ne-
de A t l a n t a parece haber d e j a d o en segundo término to- gros han de encontrar en su discurso u n a nueva espe-
dos los otros acontecimientos y l a m i s m a Exposición. ranza y una nueva razón que les ayuden á conquistar
L a emoción que ha p r o d u c i d o en l a prensa no ha tenido todas las prerrogativas á que su título de ciudadanos les
nunca i g u a l . . » da derecho.

Pronto comencé á recibir toda suerte de proposiciones »Muy suyo,


de agencias de conferencias ó de directores de revistas »GROVER CLEVELAND».
y periódicos, p a r a dar conferencias ó escribir artículos.
Más tarde v i y o á C l e v e l a n d , por primera vez, cuan- U n hombre, cuyas simpatías se ven limitadas por un
do visitó, como Presidente, l a Exposición de Atlanta. A prejuicio de color, no puede entrar en contacto con lo
petición m í a y de otras muchas personas consintió en pa- que hay en el mundo de más noble y elevado. E n mis
sar una hora en el pabellón negro, examinando las diver- numerosas relaciones con los hombres he observado que
sas instalaciones, p a r a dar á las gentes de color que los más felices son los que hacen m á s por los otros y
allí se encontraban, una ocasión de estrecharle l a mano. los más miserables aquellos que hacen menos. También
E n cuanto v i á C l e v e l a n d , me impresionaron su simpli- he observado que pocas cosas ciegan y limitan tanto l a
cidad, su grandeza de alma, y su ruda honradez. L u e g o inteligencia como los prejuicios de color. Con frecuen-
he vuelto á verle con frecuencia, ó en ceremonias públi- cia d i g o á mis alumnos, en mis alocuciones del domin-
cas ó en su casa p r i v a d a de Princeton y cuanto más le go por l a tarde, en la capilla, que, cuanto más vivo, más
veo, más le admiro. C u a n d o visitó el pabellón neero de convencido estoy de que, si algo en el mundo vale l a
Atlanta, pareció entregarse por entero, durante a.quella pena de v i v i r — y llegado el caso, de morir — es la oca-
hora, al pueblo de color. Parecía desear con tanta fuer- sión de hacer á otro hombre m á s feliz ó m á s útil.
za estrechar las manos de u n a pobre anciana n e g r a y L a s gentes de color y sus periódicos parecieron, al
encontrar en ello tanto gusto, como si se tratara de una principio, muy contentos de mi discurso en Atlanta, y
rica millonaria. M u c h o s negros aprovecharon aquella de la acogida que se le hizo. Pero, pasada l a primera
ocasión para hacerle escribir su nombre en un libro ó explosión de entusiasmo y á medida que iban leyendo el
en l a punta de un papel. Pareció hacerlo con tanta aten- discurso impreso, algunos de ellos se preguntaban si ha-
ción y paciencia como si se tratara de firmar un docu- bían sido hipnotizados. Diéronse á decir que yo me había
mento importante del Estado. mostrado demasiado liberal al hablar de los blancos del
Sud y que no me había pronunciado con cuanta fuerza
N o solamente me ha dado muestras en diferentes oca-
creían necesaria en favor de lo que llamaban ellos «los
siones de su amistad personal, sino que siempre le he
derechos de l a raza». Durante a l g ú n tiempo manifestó-
visto dispuesto á hacer cuanto le he pedido por nuestra
se una reacción contra mí, entre ciertos miembros de m i
escuela. L o ha hecho personalmente ó procurándome,
r a z a ; pero, m á s tarde, estos elementos hostiles se fue-
g r a c i a s á su influencia, donativos de otras personas. A
ron convenciendo y vinieron á mi m a n e r a de pensar y
juzgar por mis relaciones con C l e v e l a n d , no creo que
de hacer.
tenga conscientemente ningún prejuicio respecto al co-
lor de los pueblos. E s demasiado g r a n d e p a r a tenerlo. Y y a que estoy hablando de cambios verificados en l a
E n mi trato con los hombres he podido ir comprobando opinión pública, recuerdo que unos diez años después
que semejantes p r e j u i c i o s no existen más que en las gen- de fundado nuestro instituto de T u s k e g e e , pude hacer
tes mezquinas, que v i v e n únicamente para su provecho en este sentido una experiencia que no creo olvidar nun-
personal, que no leen buenos libros, que no v i a j a n , y ca. E l doctor L y m a n Abbutt, pastor entonces de la I g l e -
que no abren nunca sus almas hasta ponerlas en comuni- sia de P l y m o u t h , y al mismo tiempo director del Outlook
cación con las otras a l m a s y con el g r a n mundo exterior. (que se llamaba Unión cristiana), me pidió que escri-
biera una carta p a r a su periódico, dándole mi opinión
sobre la exacta condición intelectual y moral de los pas- j e f e s de la Iglesia ordenaran que se hiciera una infor-
tores negros en el S u d , según mis observaciones persona- macxon s e n a sobre la condición de sus ministros y pas-
les. E s c r i b í la carta, agrupando hechos exactos tal como a r e : los hechos demostraron la razón que me ampara-
los había visto. E l c u a d r o resultaba un poco negro —
d e ? aDtÍgU0S m á s i n f l ^ n t e s obispos
«blanco» debería d e c i r y a que y o soy n e g r o ; — pero no
n^h „ ¿ r a m a S ^ ^ I g l G S Í a m ^ i s t a dijo que mis
podía ser de otro m o d o tratándose de una raza que aca-
palabras habían srdo excesivamente indulgentes Bien
baba de salir de la e s c l a v i t u d , de una raza que no había
pronto a opinión pública habló para pedir una depura-
tenido ni el tiempo ni l a oportunidad de producir un ción del cuerpo sacerdotal. Aunque tal obra esté muv
cuerpo sacerdotal competente. Jejos de realizarse todavía por completo, creo que pue-
L o escrito por m í l l e g ó muy pronto á conocimiento do afirmar sin vanidad, porque muchos ministros de la
de todos los pastores negros del país y las cartas de re- Iglesia me lo han dicho, que mis palabras habían con-
proche que me m a n d a r o n fueron numerosas. Creo que tribuido en mucho á provocar este movimiento destina-
durante todo el año q u e siguió á la publicación de mi d o á levantar el nivel moral del sacerdocio. T u v e la sa-
artículo cada a s o c i a c i ó n ó cada simple agrupamiento t i s f a c e n de recibir la expresión del agradecimiento de
muchas personas que antes me habían criticado por mi
religioso, perteneciente á mi raza, no terminó un solo
franqueza. r
día sus tareas sin condenarme ó sin invitarme por lo
menos á rectificar ó a n u l a r lo que había escrito. Algunas , E 1 c a m b i o d e a c t i t ^ del cuerpo pastoral en lo que
de estas organizaciones llegaron, en sus arbitrariedades, a mi concierne es tan completo, que ahora, no tengo
á aconsejar á los p a d r e s que retiraran á sus hijos de Tus- en ninguna clase de la sociedad, amigos más fervientes
kegee. U n a de estas d e s i g n ó un «misionero» cuyo deber que entre los pastores. L a mejora del carácter y de l a
consistía en s o l i v i a n t a r á los padres contra el Instituto vida de los pastores negros es una de las pruebas más
p a r a que dejaran de enviar á él á sus hijos. E s t e «mi- grandes del progreso de la raza. Mi experiencia, en este
sionero» tenía su h i j o en T u s k e g e e y yo pude comprobar, incidente, como en otras muchas circunstancias de mi
que á pesar de cuanto decía ó aconsejaba á los demás, vida me convence de que, lo único que puede hacerse
él no apartó á su h i j o de nuestro lado. Muchos periódi- cuando se ha dicho la verdad y nos combaten por ello
cos negros y p r i n c i p a l m e n t e los que eran órgano de aso- es permanecer tranquilo y no decir una palabra. Vuestra
ciaciones religiosas se unieron al coro general de conde- razón la demostrará el tiempo.
nación ó demanda de retractación. Mientras la discusión proseguía á propósito de mi
discurso de Atlanta, recibí la carta siguiente del doctor
Durante todo el tiempo que duraron aquellos ataques,
C i l m a n , Presidente de la Universidad John H o p k i n s :
yo no pronuncié u n a sola palabra de explicación ni de
retractación. Sabía q u e estaba en lo justo y que el tiem-
po y l a reflexión del pueblo ratificarían mi escrito. No
transcurrió mucho tiempo sin que los obispos y otros
ción política y el porvenir político de mi raza. Estos re-
«Universidad John Hofkins, Baltimore, despacho del cuerdos de mis experiencias en Atlanta, me p r o p o c o-
»;presidente, 30 Septiembre 1896.

„Querido señor W a s h i n g t o n : ¿ C o n v e n d r í a á usted Z T r i Í h 1 1 ^ haCer'° breVemente" M i " P e n -


que por o demás, nunca he formulado tan explícita-
ser uno de l o s miembros del jurado en l a sección de
Z \ 7 h a dC ^ d tÍem P° en el negro
instrucción pública en Atlanta? En caso afirmativo, büidad r e C l b a . t 0 d ° S 1 0 3 P o l a c o s 1 que su ha
b i h d a d , su caracter y s u riqueza le den dere^ho CreQ
tendré mucho gusto en colocar su nombre en lista. Una
sin embargo que la ocasión de ejercer libremente tales
línea por t e l e g r a m a nos será grata.
»Muy suyo,
r t r v O l P , 0 l l l C O S n O rCSUltará dG imposición exte-
D. — C . GILHAN». 7 Sm° ^ la- ° f r e C e r á esP^»eamente
el propio Sud, protegiendo á los negros en el ejercicio
Creo que esta invitación me sorprendió todavía más de sus derechos. E n cuanto el Sud se cure de l a man a
que l a de h a b l a r en l a apertura de l a Exposición. Como de que se ve forzado por «extranjeros» á hacer lo que
miembro del j u r a d o iba á tener que pronunciarme no no> quiere hacer, creo que se iniciará el cambio en el
sólo sobre los envíos de las escuelas negras sino también
oue eempieza
que l 1 ° P r m í ' D e h e C h ° > >'a W — t r a s d
a producirse.
de las escuelas blancas. Acepté aquel c a r g o - y me pa-
sé un mes en A t l a n t a , cumpliendo con las obligaciones Permitidme que ponga un ejemplo. Supongamos que
que me imponía. E l jurado era muy numeroso compo- algunos meses antes de la apertura de la Exposición' sé
niéndolo sesenta miembros en junto. L o formaban casi hubiera hecho una campaña para lograr que en la I sta
por mitades i g u a l e s blancos del Sud y blancos del Nor- de los oradores y en l a lista del jurado figurara un ne-
te. E n t r e ellos h a b í a presidentes de colegios, sabios re-
nombrados, literatos y especialistas en muchas mate- C r P NoT rnaje/ nUCStra raZa' ^habrfa tenid°
de Atlanta Cre°- ^ f u n d ° n a r i o s Exposición
rias. C u a n d o el j u r a d o , de que y o formaba parte, se de Atlanta hicieron lo que hicieron porque voluntaria-
reunió para organizarse el señor T h o m a s Nelson Page,. mente tuyreron gusto en cumplir con lo que creyeron su
que era uno de sus miembros, propuso que y o fuera deber de recompensar el mérito (al decir de ellos), de
nombrado secretario de aquella sección y la moción fué l a raza negra. D í g a s e lo que se quiera: hav algo en l a
adoptada por u n a n i m i d a d . Cerca de la mitad de los . - n a t u r a l e z a humana, algo que no puede anularse y que
miembros de n u e s t r a sección eran gentes del Sud. Al nos obliga a reconocer y á recompensar el mérito de los
cumplir mis funciones de inspector de los envíos que demás sin tener para nada en cuenta el color de su piel
habían hecho las escuelas de blancos, fui tratado con in- Creo que es un deber del negro - y l a m a y o r parte
variable respeto, y al final de mis trabajos, no me sepa- de estos parecen comprenderlo así, - mostrarse muy
ré sin pena de mis colegas. _ | modesto en sus ambiciones políticas, contando orinci-
Con frecuencia se me pide que me pronuncie más palmente con la influencia lenta pero segura de su ri-
explícitamente de lo que suelo hacerlo sobre l a condi- queza, de su inteligencia y de su carácter para hacer
hombre termina su carrera de deshonra robando ó come-
respetar cada vez más sus derechos de ciudadano. C r e o tiendo otro delito igualmente g r a v e . E n mi concepto
que la concesión de estos derechos se verificará poco á vendrá un tiempo en que el Sud obligará á votar á t -
poco, en progreso lento y n a t u r a l : no es l a obra de un dos sus ciudadanos. Comprenderá que, para un pais
día. N o creo que el negro deba cesar de v o t a r ; es tan es preferible desde todos los puntos de í s t a , g o z a r de
difícil á un hombre aprender sus deberes cívicos dejan- una v i d a sana y vigorosa, que debilitarse en J maraÍ
do de votar, como á un niño aprender á n a d a r , abs-
teniéndose de entrar en el agua. P e r o creo que al Z l T , q T f°rzosaraente de producirse cuando
una mitad de la población no tiene parte ni interés nin-
votar debe constantemente aconsejarse de los hombres g u n o en l a cosa pública.
de inteligencia y de carácter que le rodean.
E n P r i n c i p i 0 soy partidario de un sufragio universal
Y o conozco negros del S u d que g r a c i a s á las exhorta- v libre: pero creo que, en el Sud, nos hallamos en pre-
ciones, al socorro y á los consejos de los blancos han sencia de particulares condiciones que, durante a l g ú n
acumulado propiedad por v a l o r de unos cuantos miles tiempo, justificarían la protección del voto por un censo
de dollars. Estos mismos hombres no acudirían n u n c a á de instrucción ó un censo de propiedad ó por los dos,
los blancos para preguntarles en qué sentido deben vo-
I ? V C Z ; P e r ° ^ q u i e r a que fuera dicho censo debería
tar. Esto me parece poco lógico y esto debería acabar. aplicarse, con estricta justicia á las dos razas.
A l hablar de este modo, no quiero decir que el negro
deba humillarse y votar contra sus principios: porque
desde el momento en que d e j a r a de v o t a r según sus prin-
cipios perdería la confianza y el respeto d e los ciudada-
nos blancos del Sud.
Y o no creo que un E s t a d o deba sancionar leves per-
mitiendo votar á un ciudadano de raza b l a n c a que sea,
á l a vez, indigente é ignorante y arrebatando ese dere-
cho á un negro que se encuentra en las m i s m a s condicio-
nes. U n a ley así no es solamente i n j u s t a ; es peligrosa
como todas las leyes injustas. P o r q u e si uno de sus efec-
tos es espolear al negro p a r a que adquiera instrucción
y propiedad, el otro es corromper al blanco que no tie-
ne ningún interés en salir de su i g n o r a n c i a y su pobreza.
Creo que con el tiempo, g r a c i a s á la inteligencia popu-
lar y al mejoramiento de las relaciones entre ambas ra-
zas cesarán, en el Sud, los f r a u d e s electorales. Se irá
comprendiendo que el b l a n c o que roba el voto de un ne-
g r o , acaba por estafar el suyo á u n b l a n c o y que este
gros en Tuskegee (Alabama), se irguió sobre el estrado
del Auditonum para pronunciar su discurso, cegado por
el sol que iluminaba su semblante con los fuegos de la
profecía, Clark Howell, el sucesor de Henry Brady me
dijo: «El discurso de este hombre es el principio de una
revolución moral en América».

CAPÍTULO X V . — E L SE- E r a la primera vez que un negro pronunciaba en el


CRETO DEL ÉXITO EN E L A R T E Sud un discurso, delante de un auditorio compuesto de
ORATORIO . W W W W W blancos de ambos sexos y en un acto de tal importancia.
Electrizo á sus oyentes de tal modo que un clamor for-

palabr¿ P a r e d d ° ^ m U m b a r de Un trueno> acoSlá sus

Ahora prefiero dejar la palabra al señor J. Creelman, Acababa de sentarse Mme. "Thomson cuando todos los
el conocido corresponsal militar, que asistió á la sesión ojos se clavaron en un negro bronceado, sentado sobre
de Atlanta y dio cuenta de ella al New-York World en el estrado, en primera fila. E r a el profesor Booker T
estos términos, que darán idea del modo como fué reci- Washington, director de la Escuela Normal profesio-
bido mi discurso: nal de Tuskegee, que ocupará desde hoy un lugar pre-
ponderante entre los hombres de su raza. L a orquesta de
Atlanta 18 Septiembre. Gilmore interpretó el Star-Sfangled-Banner y estallaron
Mientras el Presidente Cleveland esperaba en Gray los aplausos. Luego entonó el Dixie y hubo frenéticos
Gables el momento solemne en que hacer brotar la chis- clamores. Acabó con el Yankee Doodle y el entusiasmo
pa eléctrica que debería poner en movimiento todas las tendió á decrecer ( i ) .
máquinas de la Exposición de Atlanta, un Moisés negro, Mientras tanto millares de ojos estaban clavados en
se levantaba ante un auditorio de blancos y pronuncia- el n e g r o : un acontecimiento extraño iba á tener lugar-
ba un discurso que hará época en la historia del Sud: un negro hablaría en nombre de los suyos sin que nadie
al mismo tiempo un cuerpo de tropas negras marchaba, le interrumpiera. A l acercarse el profesor Washington
en un cortejo, con las milicias de la Georgia y de la al borde del estrado, el sol que entraba por las venta-
Luisiana. Desde el discurso inmortal de Henry Grady, nas circundó su frente de fuego. E l negro hizo un mo-
ante la sociedad de la N u e v a Inglaterra en New-York, vimiento por evitar la luz que le cegaba, buscó un sitio
ningún hecho ha demostrado tan elocuentemente el nue- comodo en la tribuna y , por fin, afrontó resueltamente
vo espíritu que hoy día anima al Sud, como la apertura al^sol sin un parpadeo, y empezó á hablar.
de la Exposión de Atlanta.
(1) « S t a r - S p a n g l e t - B a n n e r » es u n o de los h i m n o s nacionales de los
E n el momento en que el profesor Booker T . Was- Estados U n , d o s . - «Dixie» e s el h i m n o regional del S u d . - « Y a n k e e -
hington, director de una escuela profesional nara ne- u o o d l e » es el h i m n o regional del Norte — N . del T .
E r a una silueta i m p o n e n t e : grande, huesudo, mante- ébano y harapiento, agazapado en un rincón de la sala,
níase erguido como u n jefe sioux, l a cabeza noble, la seguía al orador, ardientes los ojos y temblándole el
frente alta, l a nariz r e c t a , las mandíbulas fuertes, l a bo- rostro, hasta el momento en que la suprema salva de
c a firme y v o l u n t a r i o s a , los dientes bellos y blancos y aplausos le arrancó un torrente de l á g r i m a s ; la mayor
los ojos v i v o s : tenía u n aspecto grande y fiero. E l bron- parte de los negros lloraban, probablemente sin darse
ceado cuello era n e r v i o s o y su brazo musculoso se er- cuenta de ello.
g u í a en el aire, m i e n t r a s en l a mano apretaba nerviosa- Después de las últimas palabras del discurso, el Go-
mente un lápiz n e g r o . Sus anchos pies descansaban só- bernador Bullock atravesó rápidamente el estrado y fué
lidamente en el s u e l o ; los talones estaban juntos y las á estrechar las manos del orador. Renovóse la ovación
puntas se echaban a f u e r a , formando ángulo. Su voz era y los dos hombres se encontraron unos instantes frente
c l a r a y sonora: a n u n c i a b a por medio de una corta pausa á frente, dándose l a mano.»
las frases que le interesaba destacar. E n menos de diez
minutos l a m u c h e d u m b r e vióse agitada de un verdadero Después de mi discurso de A t l a n t a , acepté algunas
delirio de e n t u s i a s m o : hubo sombreros por el aire. Has- invitaciones que se me hicieron para hablar en p ú b l i c o ;
ta las bellas damas d e la G e o r g i a se levantaban para principalmente aquellas que me proporcionaban ocasión
aplaudir. de visitar las regiones donde mi palabra podía servir á
Y cuando levantó l a mano, con los dedos separados, l a causa de mi r a z a ; pero siempre á condición de poder
y , hablando á los b l a n c o s del Sud, les dijo, en nombre extenderme libremente sobre l a obra que había empren-
de su r a z a : (¡Podremos, en nuestras relaciones sociales, dido y sobre las necesidades de mi pueblo y sin tenerme
estar, como los dedos, separados unos de o t r o s ; pero jun- que inquietar, como un conferenciante profesional, del
tos como l a mano, p a r a todo lo que es esencial para el éxito monetario.
progreso mutuo» su voz, retumbante fué á estrellarse Desde que hablo en público me pregunto con asombro
como una ola contra l o s muros de l a sala y todo el pú- cómo hay tantas personas que se molesten por venirme
blico, levantado c o m o por ensalmo, aplaudía frenética- á oir. Muchas veces me ha acontecido, al contemplar des-
mente... de l a calle la muchedumbre que invadía una sala de con-
H e oído á los g r a n d e s oradores de muchos países; ferencias donde yo debía hablar, sentirme avergonzado
pero ni el propio Gladstone, habría defendido su causa por hacer perder á tanta gente una hora tan preciosa.
con tanto arte como aquel negro anguloso que se erguía, Hace algunos años tenía que pronunciar un discurso
nimbada l a cabeza p o r el sol, ante aquellos mismos que, ante una sociedad literaria de Madison (Wisconsin).
en otros tiempos, h a b í a n cogido las armas para mante- U n a hora antes de la conferencia cayó una copiosa ne-
ner á su raza en l a esclavitud. Los clamores se hacían vada. Convencido de que no habría nadie en la sala,
cada vez m á s f u e r t e s ; pero l a expresión de su rostro me f u i á ella sin embargo, por c u m p l i r con mi concien-
seguía siendo i m p a s i b l e . cia pero seguro de que no iba á hablar. Encontré la
sala rebosando de auditorio y experimenté *an grande
Mientras tanto u n negrazo enorme, negro como el
asombro que no pude v o l v e r de él en toda la noche.
Hablar únicamente por hablar es, en mi concepto,
C o n frecuencia se me h a preguntado si estoy conmo-
perjudicar á los oyentes y perjudicarse á sí mismo. Y o
v i d o antes de h a b l a r ; h a y quien dice que, estando acos-
creo que no se tiene el derecho de hablar m á s que cuan-
tumbrado á hablar frecuentemente en público, y a no de-
do realmente nos obliga á ello el sentimiento de algo
bo experimentar esa emoción. Confieso que paso siempre
que queremos comunicar á los demás. T o d o el que está
por un momento penoso antes de pronunciar un discur- profundamente convencido de que lo que v a á decir será
s o ; y , á veces, ha sido tan g r a n d e l a tensión nerviosa, útil á un hombre ó á una causa humana, debe hablar,
que he resuelto no v o l v e r á hablar j a m á s en público. y yo creo que, en semejante caso, incluso puede burlar-
E s t a s sensaciones no las experimento únicamente antes se de las reglas de l a retórica. Entonces todos los pre-
de h a b l a r : después de h a b e r pronunciado un discurso ceptos artificiales de l a oratoria son de escasa utilidad.
suelo quedarme con el sentimiento de no haber dicho lo
C l a r o que conviene cuidar las pausas, la manera de
esencial ó lo m e j o r de lo q u e había pensado decir.
respirar y el tono de la voz, pero ninguna de estas cosas
P e r o hay también g r a n d e s compensaciones. Con fre- v a l e tanto como el alma del discurso. Cuando tengo
cuencia esta agitación n e r v i o s a da lugar, algunos minu- que hablar, me gusta olvidarme de las leyes de la g r a -
tos después, á una real satisfacción que me comunica mática y la retórica y me gusta que mis oyentes las
el sentimiento de haber s a b i d o coger á mi auditorio y olviden.
de haber establecido u n a corriente de simpatía entre el
N a d a contribuye á hacerme perder l a cabeza, cuando
público y yo. hablo, como el ver á alguien abandonar su s i t i o . " P a -
D u d o que haya en el m u n d o un goce á la vez físico ra evitarlo, me impongo siempre como un deber el tratar
é intelectual que i g u a l e a l d e l orador que siente al au- de hacer un discurso tan ceñidamente interesante y tan
ditorio completamente á m e r c e d de su palabra. H a y un lleno de hechos v i v o s que nadie pueda pensar en mar-
lazo de simpatía y de u n i ó n , que pone al auditorio en charse. H e podido concluir de mis observaciones que lo
comunicación con el o r a d o r , y que es tan fuerte como que quieren la mayoría de los auditorios son hechos, más
un cordón visible y t a n g i b l e . B a s t a con que haya entre que generalidades y doctrina moral. D a d á los hombres
un auditorio de un m i l l a r d e hombres uno solo cuyas hechos positivos, en forma interesante: ellos sabrán de-
opiniones estén en c o n t r a d i c c i ó n con las mías, ó cuya ducir por sí mismos las conclusiones necesarias.
actitud sea simplemente f r í a , crítica ú hostil para que yo E n cuanto á los auditorios que prefiero pongo por
lo advierta en seguida. C u a n d o he descubierto á mi encima de todos, una reunión de hombres de negocio,
hombre me dirijo l l a n a m e n t e á él y me doy el gusto de inteligentes y despiertos, como se encuentran en las ciu-
reducirle poco á poco. L o q u e , en estos casos me suele dades de N e w - Y o r k , Boston, Chicago y B u f f a l o . Nun-
dar mejores resultados es n a r r a r alguna historieta; aun- ca he visto auditorio más pronto á apoderarse de un mí-
que no suelo contar n u n c a u n a anécdota simplemente por nimo matiz y ni más entusiasta.
el gusto de contarla. E s t e procedimiento es vacío y fri- Durante estos últimos años he hablado ante las prin-
volo y no siempre e n g a ñ a á los que escuchan. cipales sociedades de este género en las grandes pobla-
d o n e s de los E s t a d o s U n i d o s . E l momento oportuno
mente más agradables que un banquete, después del
para hablar á un c e n á c u l o d e comerciantes es después
cual tengo l a perspectiva de pronunciar un discurso.
de u n a buena c o m i d a ; aunque no conozco tortura que
Después de los hombres de negocios, mis preferen-
pueda compararse á l a de u n a comida de catorce pla-
cias van directamente á un auditorio compuesto de hom-
tos, después de l a c u a l t e n g a que hablarse. A cada ins-
bres del Sud de una ú otra raza juntas ó por separado.
tante, mientras d u r a l a c o m i d a , creemos que el discurso
S u entusiasmo y el interés que ponen en vuestras pala-
será un fracaso y u n a decepción. bras son un goce continuo. L o s ((amén» y los «es verdad»
R a r a s veces me a c o n t e c e asistir á una de esas comi- que se escapan á cada momento, de los labios de los ne-
das sin recordar el t i e m p o d e mi infancia, cuando habi- gros, serían un estimulante para el peor de los orado-
taba como esclavo e n m i cabaña de madera, y sin desear res. Viene en seguida en el orden de mis preferencias un
íntimamente volver á e n c o n t r a r m e allí como por ensalmo auditorio de colegiales. H e tenido el privilegio de dar
y gustar, una vez por s e m a n a , l a rica miel que nos traían conferencias en nuestros primeros establecimientos de
de la «Casa grande». N u e s t r o régimen ordinario se com- enseñanza, tales como H a r v a r d , W i l l i a m s , Amherst, la
ponía de pan de maíz y carne de c e r d o ; pero el domingo Universidad de F i s k , la de P e n s y l v a n i a , W e l l e s l e y , la
por l a m a ñ a n a mi m a d r e estaba autorizada á traernos de Michigan, el C o l e g i o de l a Trinidad en la Carolina
un poco de miel ó a l m í b a r de l a ((Casa g r a n d e » ; cuando del Norte y muchos otros.
los tres niños l a v e í a m o s v e n i r , habríamos deseado que A l terminar mis discursos, oía decir, no sin cierta
todos los días fuesen d o m i n g o . Iba yo á buscar mi plato satisfacción, á un g r a n número de personas que venían á
de hojalata y lo presentaba p a r a que me sirvieran en él estrecharme l a mano, que era l a primera vez que llama-
l a golosina a p e t e c i d a ; pero cerraba los ojos, para procu- ban «señor» á un negro.
rarme la sorpresa d e encontrarme una gran cantidad C u a n d o hago un v i a j e que tenga particularmente por
cuando los abriera. U n a vez en posesión de mi fortuna objeto el instituto de T u s k e g e e combino de antemano
inclinaba el plato b l a n d a m e n t e , en todos sentidos á fin una serie de conferencias, en los centros más importan-
de que el espeso l í q u i d o c o l m a r a todo el cuenco: en mi tes de la región que voy á visitar: entonces me dirijo á
candidez infantil c r e í a que así aumentaba mi ración y auditorios de iglesia, á los de escuelas dominicales,
que hacía durar m á s tiempo m i regalo. Estos festines unión cristiana y clubs de ambos sexos. A l g u n a s veces
dejaron tal impresión en m i ánimo que, aun hoy, sería doy, en un mismo día, cuatro conferencias.
difícil convencerme d e que n o hay más miel en un plato Hace tres años, á propuesta del señor M. Morris K .
cuando ocupa todo el cuenco, que cuando sólo llena un Jesup de N e w - Y o r k y del doctor J. L. M. C u r r y , agente
rincón, si puede h a b l a r s e d e rincones en materia de general de l a fundación Jonh F. Slater, los administra-
platos. dores de l a sociedad votaron una suma que debía em-
Mi parte consistía en dos cucharadas de las grandes, plearse en p a g a r los gastos de la señora W a s h i n g t o n y
pero estas dos c u c h a r a d a s d e almíbar me eran infinita- los míos propios, durante un v i a j e de conferencias á los
grandes centros negros, principalmente en los estados
donde la esclavitud había estado e n vigor. Desde hace
tres años consagramos a n u a l m e n t e algunas semanas el mismo corazón del Sud, para negar que l a raza ne-
á esos viajes. P o r l a m a ñ a n a y o m e dirijo á los pasto- gra, á pesar de cuanto quieran decir de ella, está en
res, á los maestros y á los comerciantes : por l a tarde mi buen camino, y se desenvuelve tal vez, con lentitud, pe-
esposa reúne á las mujeres y finalmente por la noche to- ro también con seguridad, desde el punto de vista ma-
mo y o la p a l a b r a en las g r a n d e s reuniones públicas. terial, intelectual y moral. Podría tomarse como ejem-
Casi siempre asisten blancos á e s t a s conferencias. E n plo la existencia de ciertos tipos en la clase b a j a de
Chattanooga (Tennessee), por e j e m p l o , donde logré reu- N e w - Y o r k y j u z g a r por ellos de l a moralidad de la ra-
nir unas tres mil personas, me h a n asegurado que za b l a n c a : pero y a se ve que este no sería un método
había entre mis oyentes ochocientos blancos. Estos via- leal.
jes me han dado más satisfacciones y mejores resulta- A principios del año 1897 recibí una carta rogándome
dos que n i n g u n o de los que h a b í a hecho hasta ahora. que aceptara el pronunciar un discurso dedicatorio del
Gracias á ellos, m i esposa y y o h e m o s podido pene- monumento de Robert Gould Shaw (1), en Boston. Acep-
trar más adentro en los medios n e g r o s y verles de té. N o tengo necesidad de decir quien es Robert Gould
cerca en su v i d a privada, en sus i g l e s i a s , en sus escue- Shaw, ni lo que hizo. E l monumento erigido á su me-
las dominicales, en sus talleres, y en sus prisiones y moria se encuentra en lo alto del jardín público de
hasta en sus antros. Constituyen a s i m i s m o un buen mé- Boston, frente al palacio del gobernador. Se le conside-
todo para apreciar las relaciones q u e existen entre am- ra como una obra maestra de estatuaria; la m e j o r de
bas razas. Y cada vez, después de h a b e r dado estas con- los Estados Unidos.
ferencias, siento crecer mis e s p e r a n z a s en el porvenir de L a s ceremonias que integraban esta fiesta de l a
mi raza. ofrenda del monumento tuvieron l u g a r en la sala de
conciertos de Boston, y la inmensa sala, rebosaba de
Y a sé que muchas veces es f á c i l d e j a r s e ofuscar por
cuanto había en l a ciudad de más escogido y culto.
apariencias y manifestaciones de e n t u s i a s m o momentá- Había en aquel auditorio más representantes del v i e j o
n e o ; pero y a he aprendido á n o detenerme en estas elemento anti-esclavista, que se verán jamás en nuestro
muestras exteriores; me esfuerzo p o r l l e g a r al fondo de país. Presidió l a sesión el honorable Roger W o l c o t t ,
las cosas y recoger informaciones c o n método y sanare por aquel entonces gobernador de Massachussetts y en
fría. Ultimamente he oído afirmar p o r alguien que pre- la tribuna estaban, á su lado, altos funcionarios y cen-
tende conocer las cosas de que h a b l a , que, en toda la tenares de hombres distinguidos. U n suelto sobre aque-
raza negra, considerada en c o n j u n t o , n o hay más allá de lla reunión que publicó el Transcrift de Boston, l a des-
un noventa por ciento de m u j e r e s q u e sean virtuosas. cribirá mejor de lo que yo podría hacerlo:
Jamás se ha dicho mentira más o d i o s a apropósito de una
raza ni aportado un dato más d i f í c i l d e demostrar. (1) R o b e r t G o u l d S h a w , c i u d a d a n o de Boston, que se alistó c o m o
E s necesario no haber estado d u r a n t e veinte años simple soldado en la g u e r r a civil y que fué en 17 de A b r i l de 1869 c o r o -
nel del 54." regimiento de Massachusets, el primer regimiento de n e g r o s
en contacto con la raza negra, c o m o 1 Q he estado yo, en
q u e se f o r m ó en los Estados Unidos.—N". del T .
_ B O O K E R T. WASHINGTON
"
«La nota saliente de ayer tarde en l a hermosa cere-
monia en honor de la fraternidad humana, en la sala coronel Shaw al escultor Saint-Gaudens (i) y á los solda-
de fiestas de Boston, fué el magnífico discurso del di- dos negros del 54o regimiento de Massachussetts á su
rector de la Universidad de T u s k e g e e , Booker W a s - entrada en ,a sala y luego, al aparecer en la tr buna El
higton que en Junio último recibió el último grado de Coronel Henry Lee, del antiguo Estado Mayor d e t ' g o
A . M. CMáster of Arts) de la Universidad de Harvard. bernador André acababa de hacer una alocución lena
Ha sido el primero de su raza al que se le concede tal de noble simplicidad y por medio de la cual abría " a
honor por parte de la más antigua universidad de nues- fiesta, rindiendo homenaje á John. M. Forbes, cuyo si-
tro país, por haber sido «el digno conductor de su pue- tío ocupaba. E l gobernador W a l c o t t pronunció un me-
blo» como dijo el general Wolcott, al presentarle al
público. Fuerte W ^ dÍSCUrS° ^ d ^ d e < ^ r a b a «que el
Fuerte W a g n e r constituía época en l a historia de una
»Cuando el señor Washington se levantó, entre una raza y que marcaba los comienzos de su mayor edad» E l
atmósfera sobrecargada de patriótico entusiasmo y en alca de Quincy había aceptado el monumento, en nombr
la que flotaban banderas militares, el público tuvo la
adivinación instintiva de que se hallaba en presencia de nel Sha 1 °St°n; ñnalmente la hist0ria coro-
nel Shaw y de su regimiento de negros se había repeti-
la justificación viviente del viejo espíritu abolicionista do en términos elocuentes y el cántico «Mis ojos, Señor
de Massachussetts. Aquella personalidad era la encarna-
Booklfí f í g l ° r Í a " a C a b a b a d e entonarse cuando
ción de su v i e j a f e indomable y en su elocuencia, rica
Booker T . Washington se levantó. E l momento no po-
de pensamiento y de fuerza, los antiguos días de lucha,
cha ser más propicio. L a muchedumbre que había per-
y sufrimiento encontraron su recompensa y su corona.
dido aquella calma habitual en los oyentes de concier-
»La decoración, en torno, era de u n a g r a n belleza y tos sinfónicos, vibraba al impulso de una emoción que
de alta significación. Boston, tachado de tan «frío» se no era fácil contener. Y a unas diez veces se h a b í a T
había animado y ardía en el fuego de justicia y de ver- vantado, como un sólo hombre, para aplaudir, lanzar
dad que está en su corazón. Desbordaba la sala de -entes hourrahs y agitar los pañuelos. C u a n d o ' a q u e l ' h o m b r
á quienes nunca se ve en público; familias que de ordi- inteligente, dotado de una voz poderosa y de una piel
nario, en los días de fiesta, se apresuran á ir al camno. completamente negra, comenzó á hablar y á pronunciar
L a ciudad entera, aquel día, festejaba el aniversario de los nombres de Stearns y de Andrew, la emoción fué
la mayoría en la persona de sus mejores ciudadanos, aumentando. Los ojos de todos los oyentes se humede-
hombres y mujeres, cuyos nombres y cuyas vidas repre- cieron cuando el orador, vuelto á los soldados n e g r o T o t
sentan las virtudes amadas de una ciudad. Habían resona-
do en el aire las músicas marciales. L a s oraciones habían d í P F u Z W e m r a d a ' d a V Ó l0S ° j 0 S 6 n eI banderado
del i uerte-W-agner, que sonriendo, levantaba ahora la
sucedido á las oraciones ; aplausos calurosos y prolonga- bandera no abandonada nunca, á pesar de las heridas^ '
dos habían saludado á los amigos y á los oficiales del
(!) Famoso escultor nacido en Dublin en 1848 Unn w x
apreciados en la A m é r i c a boy día.—(N. del T . ) °S ™áS
SALIENDO DE LA ESCLAVITUD...
BOOKER T . WASHINGTON
22 7

y d i j o : «Por vosotros, restos m u t i l a d o s y deshechos del


villa de C h i c a g o , presidido por el señor W . Harper
5 4 .o, que faltos, el uno de un b r a z o , el otro de una pier-
presidente de la Universidad, me invitó á pronunciar
na, habéis honrado este acto c o n vuestra presencia, por
un discurso en la semana del Jubileo. Hice dos discursos
vosotros no ha muerto vuestro c o m a n d a n t e . Y aunque la
en Chicago. E l más importante fué el del día ,6 de Oc-
ciudad de Boston no hubiera p e n s a d o en erigirle este
tubre, en el Auditorium, donde logré reunir el público
monumento, y aunque l a h i s t o r i a hubiera desdeñado el mas numeroso de toda mi carrera de orador. Aquella
recoger sus altos hechos, en vosotros y en la raza leal misma noche tenía que hablar en dos distintos sitios á
que representáis, Roberto G o u l d Shavv tendría un mo- otros dos auditorios diferentes.
numento indestructible.» Calculóse en dieciseis mil el número de personas que
A h o r a fué R o g e r W o l c o t t q u i e n , á l a vez en su nom- . l l e n a b a n a c i u e l ! a ° o c h e el Auditorium y yo creo que un
bre personal y como Gobernador d e Massachussets repre- numero igual quedaba en la calle pretendiendo entrar
sentando las simpatías de su p u e b l o , dio l a señal de la P a r a lograr atravesar las puertas era preciso recurrir
ovación, levantándose p a r a g r i t a r : «Tres aclamaciones á la policía. Esta sesión iba á verse honrada con la pre-
para Boolcer T . Washington!» sencia del Presidente W i l l i a m Mac-Kinley acompañado
E n el estrado se hallaba, e n t r e otros varios, el sar- de todos los miembros del gabinete, de muchos minis-
tros extranjeros, y de numerosos oficiales de la marina
gento W i l l i a m H. C a r n e y , de N e w - B e d f o r d (Massachu-
y del ejercito, muchos de los cuales se habían distin-mi-
ssets), el bravo abanderado n e g r o , que en el Fuer,
do en la reciente guerra. Aquel día los oradores eran,
te W a g n e r , m a n t u v o e r g u i d a s i e m p r e la bandera ameri-
sin contarme á mí, el rabino E m i l i o Q. Hirsch el P a -
cana. A u n q u e su regimiento q u e d a r a diezmado, él pudo
escapar, exclamando después d e l a b a t a l l a : «La ban-
í % ? . h o m 2 P " H ° d n e t t >' e l d o c t o r J ° h n H. Barrows.
dera no ha tocado al s u e l o ! » EXTimes-Herald, de C h i c a g o , habló así de mi discurso-
Aquel día l a tenía en las m a n o s , su bandera y cuan- «Mostró al negro prefiriendo la esclavitud á la expulsión
do yo me v o l v í hacia los s o b r e v i v i e n t e s del regimiento y recordo á Crispus Attucks derramando su sangre en
negro que estaban allí y c i t é e l nombre del sargento los comienzos de la Revolución de A m é r i c a , para d ¡ r á
C a r n e y , instintivamente se p u s o en pie y levantó so- la raza blanca la libertad, mientras el negro continuaba
lemnemente l a bandera. en la e s c l a v i t u d ; narró la conducta de los nebros en
Muchos discursos míos m e h a n dado ocasión de asis- tiempos de Jakson, en la N u e v a O r l e a n s ; trazó un cua-
tir á manifestaciones e m o c i o n a n t e s y halagadoras para dro sobrio y emocionante de los esclavos del Sud, pro-
m í : pero ninguna ha i g u a l a d o e n efecto dramatico á la tegiendo y manteniendo á las familias de sus dueños
del día aquel: durante a l g u n o s minutos, mi auditorio mientras éstos empuñaban las armas para perpetuar l a
estaba fuera de sí. e s c l a v i t u d ; evocó la bravura de las tropas negras en
Cuando las fiestas que s u c e d i e r o n á la guerra hispano- Port-Hudson y en los fuertes W a g n e r y P i l l o u ; y elogió
americana, se organizaron r e u n i o n e s importantes, en el heroísmo de los regimientos negros que bombardearon
honor de la paz, en m u c h a s c i u d a d e s . E l Comité de la el Caney y Santiago, para dar la libertad á los cubanos.
sin considerar l a injusta distinción con que éstos últimos años en la obra de T u s k e g e e debía bastar para justifi-
por ley y por costumbre tratan á los negros en su carme á los ojos de los sudistas más exigentes.
país. P o r lo demás repetía las mismas razones dadas en
«En todas estas c o s a s — d i j o el orador,—mi raza se ha mi discurso de A t l a n t a p a r a disipar los prejuicios de
reservado l a mejor parte.» Entonces hizo un elocuente raza por medio de constantes relaciones comerciales y
llamamiento á la conciencia americana. «En verdad que sociales. A ñ a d í que no acostumbraba á discutir nunca
no habréis oído vosotros la noble historia de l a conduc- lo que ha dado en llamarse «reconocimiento social del
ta heroica del negro en la g u e r r a hispano-americana, negro» y citaba el p a s a j e de mi discurso de A t l a n t a so-
historia que narran por i g u a l el soldado del Norte y el bre esta materia.
del Sud, el exabolicionista y el ex-amo, sin deciros que H a y , en las reuniones públicas, una clase de indivi-
una raza que así consiente en morir por su país, merece duos á la que temo por encima de todo: los chiflados.
que se le permita vivir p a r a é l ! » E n cuanto tropecé con el primero de estos personajes
L a parte del discurso que más frenéticamente pare- aprendí á conocerles desde lejos y á verles venir. L l e -
ció provocar el entusiasmo del público, f u é aquella en van de ordinario, la barba l a r g a y descuidada; su cara
que di las g r a c i a s al Presidente por haber querido otor- es también flaca y l a r g u i r u c h a : visten levita negra. Sus
gar un sitio al negro en l a g u e r r a hispano-americana. ropas y su camisa rezuman g r a s a ; los pantalones for-
E l Presidente estaba en un p a l c o , á l a derecha del man rodilleras.
e s t r a d o ; en el momento en que, vuelto á él, terminaba A continuación de mi discurso de C h i c a g o vino á
mi frase de agradecimiento, estalló una ovación estrepi- abordarme uno de esos personajes cuya especialidad con-
tosa ; el auditorio estaba en p i e ; veíanse agitarse pañue- siste en poseer un remedio para todos los males del uni-
los, bastones y sombreros; no cesando el clamor hasta verso. E s t e pretendía conocer un sistema para conservar
que se levantó el Presidente para saludar. Reprodújose, el maíz durante tres años y , según él, si l a raza negra le
entonces, l a ovación con violencia indescriptible. compraba su secreto, y a los negros no tendrían que pen-
Hubo, en mi discurso de C h i c a g o , algunos puntos sar j a m á s en l a cuestión de raza. F u é inútil todo cuanto
que no fueron exactamente interpretados por la prensa hice por convencerle de que lo que ante todo quería-
del Sud y a l g u n o s periódicos me criticaron con bastante mos nosotros era enseñar á l a raza n e g r a á producir los
dureza. E s t a s críticas duraron semanas enteras, hasta cereales suficientes para el año. Otro de estos chiflados
que el Director del Age-Herald de B i r m i n g h a m (Alaba- pretendía cerrar todos los Bancos nacionales del p a í s ;
ma) me escribió, para pedirme aclaraciones. L e respondí me habló para solicitar mi c o n c u r s o ; estaba seguro de
por medio de u n a carta que pareció contentar á mis crí- que esto zanjaría para siempre la cuestión de razas.
ticos. Decía en ella que era principio mío no decir nun-
E s incalculable el número de personas que están dis-
ca en el N o r t e lo que no pudiera repetir en el Sud y
puestas siempre á acapararos y haceros perder el tiem-
que me parecía que mi abnegación durante diez y siete
po. U n a noche yo había hablado en Boston, ante u n a
numerosa concurrencia. A la m a ñ a n a siguiente me des-
pertaron para entregarme una t a r j e t a , diciéndome que me halle en T u s k e g e e , es discutida y dirigida, por lo
alguien deseaba hablarme. Creyendo que se trataría de que llamamos nuestro Consejo ejecutivo. E s t e Consejo
un negocio importante, me visto precipitadamente y se reúne dos veces por semana. Compónese de nueve
desciendo al salón del Hotel donde encuentro á un hom- personas respectivamente e n c a r g a d a s de un trabajo es-
bre, de rostro inocente y plácido que me dice «Le he oí- pecial de la escuela. P o r eso l a señora B. K . B r u c e ,
do hablar ayer noche y tuve tanto gusto que he venido viuda del ex senador Bruce, f o r m a parte de nuestro Con-
á verle esta m a ñ a n a para oirle hablar otra vez y reno- sejo, en su calidad de directora del internado de alum-
var aquel placer». nas y se ocupa en todo lo referente á ellas. A l lado de
Se me ha indicado con frecuencia que debe serme di- este Consejo ejecutivo hay un Comité de Hacienda, com-
ficilísimo ocuparme de l a dirección de T u s k e g e e , via- puesto de seis m i e m b r o s ; se reúne todas las semanas y
jando tan á menudo como viajo. Responderé á esta indi- decide de los gastos que han de hacerse semanalmente.
cación que, en oposición con el a d a g i o que dice «no ha- Por lo menos u n a vez al mes, hay reunión de profesores
g a s hacer á los demás lo que puedes hacer tú mismo», y ya no hablo de las reuniones menos importantes, como
yo tengo por principio no hacer nunca en persona lo las de las clases bíblicas, las sociedades agrícolas, etc.
que los demás pueden hacer tan bien como yo. P a r a permitirme seguir el buen funcionamiento de la
Nuestro establecimiento funciona maravillosamente, escuela, hemos adoptado un sistema de información eh
aunque falte de él uno de sus administradores. S u per- cuya virtud puedo estar al corriente de los menores de-
sonal, hoy día, comprendidos empleados y profesores es talles del servicio, sea cual sea el rincón del país don-,
de 86 personas. C a d a cual tiene su parte de trabajo tan de me halle. Así me dan cuenta de los alumnos á quie-
precisamente distribuida que el todo marcha solo con nes se les dispensa de asistir á clase y por qué m o t i v o s ;
la regularidad segura de un cronómetro. L a m a y o r í a de de las g a n a n c i a s de l a escuela día por d í a ; del número
nuestros profesores forman parte del instituto desde de litros de leche y de libras de manteca que produce
hace muchos años y están interesados en él con iguales nuestra g r a n j a ; de lo que comen discípulos y profeso-
títulos que y o mismo. E n mi ausencia el señor W a r r e n res ; de si presentan á l a mesa la carne hervida ó a s a d a ;
L o g a n , tesorero del instituto, que hace diez y siete años de si los legumbres se compraron en el mercado ó pro-
está en l a E s c u e l a , desempeña las funciones de Director. vienen de nuestra g r a n j a . L a naturaleza humana varía
L e secundan l a señora W a s h i n g t o n y mi fiel secretario poco de un extremo á otro del globo. Y es mucho m á s
Emmett J. Scott que se e n c a r g a de la mayor parte de cómodo, por e j e m p l o , tomar del saco de arroz el ce-
mi correspondencia y me tiene al corriente de cuanto se ral ya limpio y preparado, que ir á l a tierra de l a
refiere á la E s c u e l a y aun de cuanto ocurre en el Sud huerta y arrancar con personal esfuerzo las patatas que
relacionado con l a raza negra. Son indecibles los servi- luego habrán de pelarse y de lavarse. Sin la obligación
cios que me ha prestado el señor Scott, g r a c i a s á su tac- de dar diariamente cuenta de todo, degenerarían fatal-
to, su inteligencia y su perseverancia. mente todos los servicios.

L a marcha general de la escuela, hálleme y o ó no Se me ha preguntado cómo encuentro tiempo para


mis distracciones y p a r a mi reposo en medio de tantas
creen que he dicho y que probablemente no habré dicho
ocupaciones y á pesar d e las horas que consume mi vida nunca.
pública. A l g u i e n ha l l e g a d o á preguntarme cuáles eran
Hace dos años, por la primera vez en diez y nueve
mis diversiones y mis j u e g o s favoritos. Confieso que esta de trabajo incesante, me concedí unas vacaciones, que,
es una pregunta q u e me embaraza un poco. Por mi por decirlo así, mis amigos me obligaron á aceptar po-
parte, creo que todo h o m b r e viene obligado, por sí mis- niendo en mis manos l a suma necesaria para hacer un
mo y por la misión q u e haya escogido, á constituirse un v i a j e á E u r o p a mi mujer y yo. Como acabo de deciros,
temperamento robusto, y nervios sólidos, que le ayuden y o creo que es un deber nuestro cuidar nuestra pronia
á afrontar las situaciones difíciles y los desengaños. Por salud y encuentro razonable no dejar que se agraven los
lo que se refiere á m i trabajo, hago una distribución pequeños males, único medio de alejar los grandes.
del tiempo, en la q u e todos los deberes cotidianos que- C u a n d o tengo insomnios sé que a l g o anda mal en mi
dan despachados en l a s primeras horas de l a mañana, organismo y en cuanto alguno de mis órganos flaquea
á fin de que no v e n g a n á mezclarse con los nuevos que consulto al médico. Poderse dormir cuando uno quiera
puedan traerme c a d a día. T e n g o por principio lim- y donde uno quiera es un g r a n recurso. Gracias á esta
piar cada noche mi m e s a de todo trabajo de correspon- • facilidad y o he logrado hacer sueños de quince minutos,
dencia y contabilidad á fin de comenzar, á la ma- reposarme un poco en ellos y v o l v e r á la labor tranqui-
ñana siguiente, un d í a enteramente nuevo. D e este mo- lamente.
do soy dueño absoluto de mis días y puedo reglamen. También he dicho que tengo por principio no dejar
tar mis horas de t r a b a j o , en l u g a r de verme tiranizado que las ocupaciones de un día me invadan al siguiente.
por ellas. H a y un g o c e , á l a vez físico, intelectual y H a g o , en este punto, u n a escepción p a r a las cosas en las
moral, en sentirnos dueños de nuestro trabajo, en sus que toma parte el sentimiento: para esto encuentro pru-
menores detalles. L a experiencia me ha demostrado que dente dejar pasar la noche y darme tiempo á consultar
este modo de proceder da al espíritu un ánimo valiente con mi m u j e r ó mis amigos.
y al cuerpo el necesario vigor para mantener al hombre V o y á hablar de mis lecturas. T e n g o poco tiempo pa-
en buena salud. C u a n d o uno l l e g a á amar su obligación, ra consagrarlo á mis lecturas y la mayoría de ellas las
nacen fuerzas i n a p r e c i a b l e s con que llevarla á cabo. he hecho en mis viajes. L o s periódicos son una fuente
Me p o n g o á t r a b a j a r por l a m a ñ a n a , lleno de entu- constante de goce y de recreo para m í ; no tienen más que
siasmo y esperando u n buen día, pero, al mismo tiempo, un inconveniente, y es que leo demasiados. N o tengo in-
no olvido que he d e estar apercibido para todo género clinación ninguna por las obras de pura imaginación y
de eventualidades d e s a g r a d a b l e s : unas veces se ha de- necesito hacer un gran esfuerzo para leer la novela
clarado un incendio e n uno de nuestros edificios, que ha en boga. L a literatura que más me cautiva es l a bio-
ardido totalmente y otras veces un periódico me criti- g r a f í a , me gusta sentir que el héroe cuya vida leo es
ca por algo que he h e c h o ó-no he hecho, por algo que real y que se habla en ella de hechos realizados. No
creo exagerar diciendo que he leído todos los libros y
todos los escritos que hacen referencia á A b r a h a m L i n -
M i jardín es también u n a fuente de placeres para mí,
coln. E n literatura es m i dios y mi maestro.
á pesar del poco tiempo que puedo permanecer en él.
D e los doce meses del año paso, los menos seis, ale-
E x p e r i m e n t o u n a g r a n satisfacción siempre que puedo
jado de T u s k e g e e . S i el vivir tanto tiempo alejado de
sentirme en comunicación con l a t i e r r a ; es decir lejos
Ja escuela tiene sus inconvenientes, no cabe duda que
de todo lo que es artificial ó imitado.
también ofrece sus ventajas. E l cambio de ocupación ya
C u a n d o puedo dejar mi despacho lo bastante tem-
es, por sí mismo, un reposo. U n l a r g o v i a j e en ferro-
prano para concederme media hora de jardinería, expe-
carril l l e g a á serme agradable, si puedo instalarme con
rimento como u n a renovación de fuerzas que me ayudan
comodidad y siempre que no v e n g a á molestarme el
á soportar los contratiempos inevitables en mi acciden-
inevitable individuo que parece encontrarme en todos
t a d a vida. Compadezco á los que no saben extraer como
los trenes, únicamente p a r a tener el gusto de decirme:
y o de la naturaleza fuerza y alegría para vivir.
"¿ E s al señor Booker "Washington al que tengo el honor
de hablar?... Me tome la libertad de presentarme... et- Sin hablar de los establos y de los animales domés-
cétera.» ticos que forman parte de la escuela, y o poseo personal-
mente algunos cerdos y aves de rarísimas especies que
Otro efecto del alejamiento es hacerme olvidar los tengo un gusto especial en cuidar. E l cerdo es mi ani-
detalles insignificantes de la obra y abarcar mejor su mal favorito. Aprecio, por encima de todas, la especie
conjunto. M i s v i a j e s me permiten, asimismo, descubrir Berkshire ó el cerdo P o l a n d - C h i n a .
nuevos métodos de educación y relacionarme con los
Me preocupan poco los j u e g o s : no he visto nunca un
mejores p e d a g o g o s del país.
foot-ball. Soy absolutamente ignorante en materia de
A p a r t e de todo esto debo confesar que el mejor mo- n a i p e s ; no llego á distinguir una carta de otra. A ve-
mento de m i v i d a es el que paso en T u s k e g e e , en el ces m e pongo á j u g a r á l a lotería antigua con mis hijos.
seno de mi familia, por las noches, después de comer, T a l vez el gusto del juego se habría manifestado en
rodeado de m i mujer y de mis tres hijos Portia, B a k e r mí, si durante la i n f a n c i a me hubieran iniciado un
y Davidson. E s el momento en el que leemos ó en el que p o c o ; pero entonces no era posible pensar en juegos.
contamos anécdotas, cada cual por turno. Sólo un paseo
por el bosque sobrepuja en encanto al de estos instantes.
Paseamos, a l g u n a vez, los domingos por l a tarde • en el
bosque estamos en contacto con l a naturaleza m i s m a ;
lejos de los importunos respiramos el aire puro, rodea-
dos de árboles, de arbustos, de flores y de los dulces per-,
fumes que emanan de millones de plantas, mientras en
la distancia suena el cricri monótono de los grillos y
sobre nuestras frentes el canto de los pájaros. E s t e es
el reposo; el verdadero reposo.
L a mayor de mis hijas, Portia, tiene el oficio de cos-
turera: demuestra, además, disposiciones especiales para
la música. Ha hecho sus estudios en Tuskegee y y a ha
comenzado á ejercer la enseñanza.
E l mayor de mis hijos Baker Taliaferro, tiene el
oficio de ladrillero; lo comenzó siendo todavía niño y
SS C A P Í T U L O X V I . — V I A J E Á lo ha ido perfeccionando, á la vez que hacía sus estu-
dios: se ha demostrado habilísimo en él y le ha tomado
EUROPA.
á su oficio un gran cariño. Su ambición es llegar á ser
un arquitecto y un buen ladrillero. U n a de las cartas
que más me ha complacido, es la que me escribió mi
E n 1893, casé con m i s s Margaret James Murray, hijo Baker el año pasado. Cuando en los comienzos del
originaria del Mississipí y a l u m n a laureada de la Uni- verano, salí de vacaciones, hícele saber que desearía
versidad de Fisk ( N a s h v i l l e , Tennessee), que había ve- que consagrase á su oficio la primera mitad del día,
nido á Tuskegee para o c u p a r el sitio de directora del aunque empleara á su antojo todo el resto. Quince días
internado de alumnas. M i m u j e r , comparte en cuerpo y más tarde recibí l a carta siguiente:
alma mis pesados t r a b a j o s de la escuela; y su labor no
se limita á nuestra escuela únicamente: se extiende afue- «Mi querido padre:
ra, preside reuniones p a r a madres de familia y se ocupa »Al marcharte me encargaste que trabajara en mi
en una obra para los n e g r o s de u n a plantación que está oficio medio d í a ; pero yo le tengo tanto cariño á mi
á unas ocho ó diez m i l l a s de T u s k e g e e . Con esta clase oficio que desearía dedicarle el día entero. Además qui-
de obras nos proponemos dos objetos: ayudar á nues- siera ganar mucho dinero; de este modo, al trasladarme
tros pobres hermanos n e g r o s y dar á los alumnos de á otro colegio, tendría lo suficiente para pagar mis gas-
Tuskegee ejemplos p r á c t i c o s sobre la manera de proce- tos de estudios.
der en circunstancias a n á l o g a s , cuando, á su vez, serán T u h i j o , BAKER'».
llamados á realizar obra d e educación.
Mi esposa ha creado también en la escuela un club E l menor de mis hijos, Ernesto Davidson Washing-
femenino en el que se r e ú n e n dos veces al mes todas ton, quiere ser médico. Asiste á clase como los demás
las mujeres del instituto y de los alrededores para de- y aparte de un oficio manual que aprende como todos
batir y dilucidar los a s u n t o s del día. Además, preside sus compañeros, pasa de ordinario una parte del día
lo que se ha dado en l l a m a r «Federación de los clubs en el laboratorio de medicina de la casa y sabe ya
de mujeres negras» en l a región del Sud y preside cumplir con una infinidad de pequeños deberes de su
igualmente el «Comité e j e c u t i v o de la Federación na- profesión.
cional de los clubs de m u j e r e s negras».
Lo que más me desconsuela en mi vida errante, lejos
de l a escuela, es tener que separarme de la familia de si había pensado hacer ese v i a j e a l g u n á vez. L e respondí
este modo. Mi f a m i l i a es lo mejor del mundo p a r a mí. que mis medios no me permitirían satisfacer un deseo
Siempe he envidiado al hombre cuyo trabajo está de este género. N a d a más. Y a me había olvidado de
ordenado de tal modo que le permite pasar las v e l a d a s aquella conversación cuando, a l g u n o s días m á s tarde,
al lado de la familia y creo que esta clase de hombres se me hizo saber que amigos míos de Boston, entre otros
no aprecian en su v a l o r justo el inapreciable privilegio el señor Francis, J. Garrison, habían reunido la suma
de que gozan. Renuncio á explicar el placer que entra- necesaria para que emprendiéramos un v i a j e de tres ó
ña el escapar de las multitudes y de los abrazos, dejar cuatro meses á E u r o p a , mi m u j e r y yo. Se me añadía
de v i a j a r y encerrarse en l a casa con la familia, aunque que no teníamos derecho á negarnos. Y a , un año antes,
sólo sea por unos instantes. el señor Garrison me había hablado de este v i a j e , aun-
O t r a de mis íntimas satisfacciones en T u s k e g e e es que por hacerlo fuera de propósito yo no había presta-
una reunión de media hora en l a capilla, que tiene l u g a r do atención á sus palabras. Pero, ahora, se había deci-
todas las noches, á las ocho y media, y á l a que pueden dido á unir sus esfuerzos á los de aquellas damas y
asistir discípulos, maestros y parientes, p a r a tomar par- cuando me hablaron á mí, todo estaba y a previsto: él
te en el servicio religioso., el último ejercicio antes de había trazado el itinerario y había comprado nuestros
acostarse. Verdaderamente es un espectáculo que confor- pasajes en el vapor que debía transportarnos.
t a l a vista el de un auditorio compuesto de unos mil Estos proyectos fueron tan inesperados y se combi-
doscientos jóvenes de ambos sexos, g r a v e m e n t e reco- naron con tal rapidez que literalmente quedé asombra-
gidos y atentos, y no puede menos que considerarse do al conocer la noticia. Durante diez y ocho años ha-
como un verdadero p r i v i l e g i o el poderles ayudar á vivir bía estado metido en mi obra de T u s k e g e e y no creía
una vida elevada y útil. poder hacer otra cosa en toda mi v i d a . C a d a día la es-
cuela necesitaba más de mí para sus gastos diarios. T u v e
E n la primavera de 1899, recibí una de las mayores
que dar las g r a c i a s á mis excelentes a m i g o s de Boston
sorpresas de mi v i d a . A l g u n a s damas organizaron en el
y manifestarles que mi v i a j e á E u r o p a era para mí una
teatro Hollis street de Boston un reunión pública á be-
cosa materialmente imposible, porque l a escuela no po-
neficio de T u s k e g e e . Congregóse lo más selecto de Bos-
dría vivir pecuniariamente en mi ausencia. Respondió-
ton, blancos y negros. Presidió la sesión el obispo L a u -
seme en seguida que el señor Henry L . Higginson, con
rence. Y o pronuncié un discurso; el señor P a b l o Lau-
otros amigos cuyo nombre no quiero pronunciar para no
rence Dunbar leyó alguno de sus poemas y el doctor
molestarles, se ocupaba activamente en ir recogiendo
W . E . B. du B o i s dió lectura á una memoria que había
la suma necesaria para asegurar l a marcha de la escue-
redactado.
la durante m i ausencia. Entonces me v i obligado á
Debí dar muestras de f a t i g a y al terminarse l a sesión rendirme á discreción: no había excusa posible. Me pre-
una de las damas que la habían organizado, me pregun- paré para l a marcha.
tó, como de pasada, si había estado y a en E u r o p a . A l
recibir mi respuesta n e g a t i v a , insistió para preguntarme T o d o aquello me hacía el efecto de un sueño; no po-
día comprender que se t r a t a r a de un proyecto r e a l ; me
g r a n número de cuestiones vitales para el p o r v e n i r de
costaba trabajo creer que e r a y o mismo el que había de

Ü Ü i S
marcharme á E u r o p a . Y o h a b í a nacido en la esclavitud
y había crecido en los abismos de l a ignorancia y la
pobreza. E n mi i n f a n c i a h a b í a padecido hambre y frío:
no tenía casa. Y a era casi u n hombre cuando gusté por la
, 0 u a r n s o n había dxspuesto todo lo necesario para el
primera vez el p r i v i l e g i o d e sentarme á una mesa para
comer. E l l u j o y el bienestar me parecían entonces co-
sas únicamente destinadas á l a raza blanca. E n cuanto
á E u r o p a , Londres y P a r í s eran, p a r a mí, paraísos de
s u e ñ o ; y ¡ he aquí que yo i b a á disfrutar del inestimable
p r i v i l e g i o de visitar E u r o p a ! N o podía quitarme estos
pensamientos de l a cabeza. limos para N e w - Y o r k ' \ o o 1 YT Tuskegee, sa.
Me preocupaban, además, dos cosas. T e n í a miedo de barcarnos. N u e l t r a M i a p l ^ dlSpUeSt°S á em "
que al conocerse l a noticia d e nuestro v i a j e , las gentes, sus estudios en South í T P °r eDt0nces hací *

wmmm
ignorantes del m o d o en que podíamos llevarlo á cabo, fué á New Y o " y a^stio á T ^
nos creyeran envanecidos y ganosos de darnos importan-
cia. Con mucha f r e c u e n c i a había oído en mi juventud
Scott, mi secretario m i

«odo'PUDEISJ^rrmr 0
^ ^ ^
y de este
E I señor

pronunciar este juicio, á propósito de individuos de mi


raza que habían l o g r a d o t r i u n f a r ; solía decirse que, al poniendo lo necesario s o h r f I m ^ento, dis-
m e j o r a r de f o r t u n a , p e r d í a n l a cabeza y querían imitar
á los ricos. T e n í a y o miedo de provocar iguales críti-
cas. P o r otra parte l a conciencia m e remordía al aban-
donar el trabajo. E r a c a d a v e z m a y o r el que tenía que
realizarse y me parecía m a l tomarme aquellas vaca-
ciones mientras los demás continuaban en l a faena. Yo de l ^ t r t á T s p o r t m , o s era d
i a Kea btar Une, un barco soberbio en verdad P,
había trabajado desde m u y niño y no podía acostum-
brarme á la idea de pasar tres ó cuatro meses sin hacer
n a d a ; para decirlo de u n a vez no sabía cómo empezar
mis vacaciones.
M i m u j e r compartía mis sentimientos; lo que princi- causarnos *
palmente influyó en ella f u é el deseo de procurarme un
reposo, que al parecer me hacía m u c h a falta. Teníamos
tanto más reparo en emprender aquel v i a j e cuanto que
á algunos de nuestros compañeros de v i a j e como el Se-
nador Sewell y E d u a r d o Marshall, el periodista. T e m í L l e g a d o el domingo el capitán me rogó que presidie
un momento que algún pasajero pretendiera humillar- ra el servicio religioso. T u v e que n e g a r m e porque no
nos. Mis temores tenían por origen lo que me habían oy ministro Pero entonces insistieron los pasajeros pa
contado a l g u n o s negros que no habían sido bien tratados
dor'Se S l " F * " " ^ el C O m e d - ^ Se'a
en vapores americanos. Pero, mis temores se desvanecie- dor Sew ell presidio. Después de una travesía de diez
ron viendo l a exquisita amabilidad que nos demostraban
UÍ m i n u t o U n r f : i e T C S p l é n d l d 0 y haberme mareado
desde el capitán hasta el último empleado. L o mismo , , J d e s e A m b a r c a m o s en la interesentante y anti
pudimos observar en todos los pasajeros, sin excepción g u a ciudad de Amberes en B é l g i c a .
de ningún g é n e r o ; había á bordo gentes del Sud que nos E l día siguiente se celebraba una de las numerosas
fiestas del p a i , E r a además un hermoso día de sol
trataron con cordial amabilidad.
A medida que el barco se alejaba del puerto, me iba
o1eada
o j e a d a di
r C óme rt0
dióme *
una sensación de ^novedad
^ >' l a P ™ -
extraordinaria
g a n a n d o u n a inmensa tranquilidad: parecía que se me
L o s campesinos que llegaban cargados de flores para
quitaban de encima, á razón de una libra por minuto,
v e n d e r l a s en el mercado, las m u j L s con sus carritos
todas las preocupaciones, angustias y responsabilidades
de que tiraban los perros, llenos de jarros de l e S e "
que me habían embargado durante diez y ocho anos.
toda a muchedumbre empujándose hacia la catedral
P o r l a primera vez, al cabo de tanto tiempo, respiraba
constituían para mí un espectáculo absolutamente nuevo
con entera libertad y me es imposible explicar el bien-
A nuestra permanencia en Amberes sucedió un via-
estar que me producía esto junto con el encanto de sa-
ber que pronto me hallaría e n Europa. V i v í a como en un Sf° r"°landa C ° n a l ^ U n 0 S a r í c a n o s , entre otros
E d u a r d o Marshall y algunos artistas que habían hecho
sueño.
Gracias al señor Garrison teníamos los camarotes mas dor T n ! \ C ° n n ° S O t r O S - E S t e C ° r t 0 V i a J e f u é - ^ t a -
dor. Contribuyo a su encanto el que lo hicimos por el
confortables del barco. A l segundo día de travesía en-
canal sobre un barco viejo, á antigua u s a n z a ; lo que a
tráronme unas g a n a s tremendas de d o r m i r ; dormí quin-
mismo tiempo ^nos dió pie para hacer observaciones so-
ce horas diarias mientras duró la t r a v e s í a : hasta en- bre las costumbres de los campesinos. D e este modo lle-
tonces no m e di cuenta del extremo de f a t i g a a que g a m o s hasta Rotterdam y aún hasta L a H a y a , donde te-
había llegado y seguí con este régimen durante todo un m a l u g a r entonces l a c o n f e r e n c i a de la paz y donde fui-
mes á m i llegada á E u r o p a . ¡ Qué nuevo era para mi mos admirablemente recibidos" por los representantes
despertarme por l a m a ñ a n a y sentirme libre de toda americanos.
obligación preaisa! N i tren que tomar á hora fija, ni
Me pareció notable H o l a n d a por su agricultura y
cita á que acudir, ni discurso que pronunciar. E r a un
sus grandes rebaños de Holstein. Me llenó de asombro el
cambio notable en l a vida de un hombre que, a veces,
partido que saben sacar allí de un palmo de tierra- no
en una m i s m a noche se había tendido en tres camas
podemos formarnos idea d e esto en A m é r i c a ; creo que
diferentes.
no se pierde un centímetro cuadrado de terreno P o r
otra parte el sólo e s p e c t á c u l o que ofrecían aquellas tres- Unidos. Durante mi permanencia de un mes en P a r í s
cientas ó c u a t r o c i e n t a s vacas hermosas de Holstein pa- el E m b a j a d o r de A m é r i c a , su esposa y otros americanos!
ciendo en l a c a m p i ñ a de v e r d u r a intensa justificaba las tuvieron para nosotros toda clase de amables atenciones
molestias del v i a j e . E n París pudimos v e r con frecuencia al célebre pin-
R e g r e s a m o s r á p i d a m e n t e , por B é l g i c a , no detenién- tor negro, cuyo conocimiento hicimos y a en América
donos m á s que en B r u s e l a s p a r a visitar el campp de O. Tanner. Comprobamos con alegría que se había hecho
W a t e r l o o . Desde a l l í , en un directo, nos trasladamos á un nombre entre los artistas y que gozaba de mucha au-
París, donde el s e ñ o r T e o d o r o Stanton, hijo de Elisa- toridad entre todas las clases sociales. Los amigos á los
beth C a d y Stanton ( i ) había hecho y a , sin tener nosotros cuales manifestábamos nuestra intención de ir á visitar
noticia de ello, t o d o s los preparativos necesarios para en el Luxemburgo el cuadro de un negro, se maravilla-
procurarnos u n a b u e n a instalación. Apenas llegados, re- ban de que tal honor se hubiera hecho á un hombre de
cibimos u n a i n v i t a c i ó n para asistir al banquete del Club color. Han necesitado verlo para convencerse. E l ejem-
de la U n i v e r s i d a d e n París. N o s encontramos en él plo de Tanner volvió á confirmarse en la idea que no
con el expresidente B e n j a m i n Harrison y el arzobispo dejo de predicar á nuestros alumnos de T u s k e g e e y á
Ireland, de paso, entonces por París. E l embajador de todo nuestro pueblo, en la medida en que puede oír mi
A m é r i c a , general, H o r a c i o P o r t e r , presidía el banquete. v o z : todo hombre recoge, tarde ó temprano, sin diferen-
M i alocución p a r e c i ó producir una impresión favorable. cias de color, l a recompensa que merece, cuando l o g r a
separarse de los demás por su valor personal aunque sea
E l g e n e r a l H a r r i s o n tuvo l a amabilidad de consagrar
humildísimo. L o he dicho muchas veces y lo repito
su discurso á m i p e r s o n a y á l a influencia que podría
ahora: creo en el porvenir de mi raza en tanto que mi
producir en el p r o b l e m a d e las razas mi obra en Tus-
raza aprenda á hacer m e j o r que nadie lo que hacen
kegee. E s t a p r i m e r a alocución me valió otras muchas
¡as d e m á s ; ó que sepa prestar servicios de los que l a
invitaciones que t u v e que ir rechazando por no faltar al
Humanidad considera como indispensables. U n senti-
principal objeto de m i v i a j e que era, ante todo, descan-
miento confuso de todo esto me animó en Hampton
sar. Hice u n a e x c e p c i ó n e n favor de l a capilla ame-
mientras hacía mi famosa prueba de barrido.
ricana, donde t u v e como oyentes al general Harrison,
al g e n e r a l P o r t e r y á otros americanos de nota. E n aquel momento sentía perfectamente que mi por-
E l E m b a j a d o r d e A m é r i c a nos hizo una visita de venir dependía de aquella labor y estaba resuelto á con-
atención, pasados u n o s días y nos invitó á una recep- cluirla con tanta perfección que nadie tuviera nada que
ción en l a E m b a j a d a . H a b í a en ella multitud de ameri- decir. E l el Museo de Luxemburgo no se preguntan á
canos y vimos, e n t r e otros magistrados, á los jueces qué nacionalidad pertenece T a n n e r : si es un negro, un
F u l l e r y H a r í a n , d e l T r i b u n a l supremo de los Estados francés ó un alemán. Saben que ha producido a l g o de
que el público tiene necesidad: un cuadro hermoso; la
(t) Joven literato n e g r o que se lia hecho u n a sólida reputación co- idea de que puede tener l a piel de otro color que otros
m o novelista y poeta. — ( N . del T . ) pintores no se le ocurre á nadie. U n a negra que se-
pa cocinar, l a v a r los platos, coser ó escribir un libro confianzas que nunca en el porvenir del n e g r o ame-
mejor que otra mujer y un muchacho n e g r o que sepa ricano.
cuidar caballos, cultivar patatas, hacer manteca, cons- D e París nos trasladamos á L o n d r e s : llegamos en
truir una casa ó ejercer la medicina m e j o r que otro el mes de Julio, en plena season. E s t a b a abierto el Par-
hombre, serán juzgados por lo que h a g a n , y no por su lamento y había multitud de fiestas. E l señor Garrison
color ni por su raza. E n fin de cuentas el mundo acabará y otros amigos nos habían provisto de cartas de presen-
por exigir la perfección en todo y los que puedan ofre- tación y habían escrito á varias personas en I n g l a t e r r a
cer lo mejor serán los preferidos cualquiera que sea su para advertirlas de nuestra llegada. Desde los primeros
raza, su religión ó sus antecedentes históricos. días llovieron sobre nosotros las invitaciones para toda
T o d o el porvenir de mi raza se apoya en una sencillí- clase de fiestas sociales; también recibí algunas de-
sima cuestión. ¿ P o d r á hacerse de tal modo indispensa- mandas de discursos. Me negué á l a mayor parte de
ble en el municipio ó en la región á que pertenece, que estas demandas, alegando mi necesidad de descanso.
su presencia sea necesaria p a r a el bienestar de todos ? T a m p o c o aceptamos más que un reducido número de
E s imposible que un hombre contribuya al bienestar las otras invitaciones. E l reverendo doctor Brooke Her-
material, intelectual y moral de su prójimo sin obtener ford y la señora Herford, á quienes había conocido en
l a recompensa adecuada. E s ley de l a naturaleza huma- Boston, organizaron, de acuerdo con el embajador de
na que no puede dejar de regir indefinidamente. los Estados Unidos, una reunión en E s s e x Hall. Joseph
Choate, el propio embajador, consintió en presidirla.
Me ha sorprendido mucho el prurito del goce y l a
Acudió á ella gran gentío: muchos personajes conocidos
excitabilidad que en tan l a r g a medida parecen caracte-
y miembros del Parlamento, entre otros, James Bryce,
rizar al pueblo francés. Creo que estos trazos están m á s
que pronunció algunas palabras. E l breve discurso'
acusados en ellos que en l a s gentes de mi raza. D e s d e
de introducción del embajador y un extracto del mío
el punto de vista de l a moralidad y de la g r a v e d a d in-
fueron publicados en todos los periódicos de América y
terna no creo que los franceses sean muy superiores á
de la Gran Bretaña. E l doctor H e r f o r d y su señora nos
los hombres de mi color en América. L a s exigencias de
invitaron á una de sus veladas, donde tuvimos la fortu-
l a vida y l a g r a n competencia industrial les han enseña-
na de encontrar reunida la mejor sociedad de Inglate-
do á hacer las cosas con más habilidad y á practicar una
rra. Durante nuestra permanencia en Londres fuimos ob-
economía m á s ectricta. Pero esto puede aprenderlo m i
jeto de las más amables atenciones por parte del embaja-
raza con el tiempo. Desde el punto de vista de l a ve-
dor Choate. E n su casa conocí á M a r k T w a í n .
racidad y del sentimiento del honor no creo y o que el
francés medio sea superior al negro a m e r i c a n o ; por lo E n diferentes ocasiones fuimos huéspedes de l a se-
que se refiere á l a piedad y á l a dulzura con respecto á ñora T . Fisher U n w i n , hija del hombre de Estado Ri-
los animales creo que mi raza le es infinitamente su- cardo Cobden. E l señor y la señora U n w i n hicieron
perior. D e hecho, cuando salí de F r a n c i a tenía más cuanto estaba en su mano para sernos agradables. Más
tarde pasamos cerca de u n a s e m a n a en casa de la se-
nidas, á dos mujeres tan notables y tan diferentes como
ñora C l a r k , la h i j a de J o h n B r i g h t que habita en Street
la rema Victoria y míss Susan B. Anthony (1).
en Inglaterra. A l año s i g u i e n t e l a señora Clark y su
E n la C á m a r a donde tuvimos ocasión de ir algunas
h i j a vinieron á d e v o l v e r n o s l a v i s i t a en Tuskegee. En
veces me encontré con sir Henry M. Stanley, con quien
B i r m i n g h a m nos hospedó el señor Joseph Sturge, cuyo
hable del A f r i c a y de las ventajas que podría tener para
padre fué ardiente a b o l i c i o n i s t a y g r a n amigo de Whit-
los negros una emigración á ella. P e r o aquellas conver-
tier y Garrison. Y o m e c o n s i d e r a b a m u y feliz cada vez
saciones me convencieron de que no había esperanza ni
que podía trabar c o n o c i m i e n t o con alguno de los que
probabilidad a l g u n a de que los negros de América me-
en I n g l a t e r r a habían c o n o c i d o y honrado al muerto ge-
joraran su suerte trasladándose al A f r i c a .
neral W i l l i a m L l o y d G a r r i s o n , y a l honorable Fede-
Muchas veces tuvimos la buena fortuna de vernos
rico D o u g l a s s . L o s a b o l i c i o n i s t a s ingleses con los cua-
invitados por ingleses á sus casas de campo, donde el
les estuvimos en relación n o se cansaban de elogiar á carácter inglés puede manifestarse con entera libertad.
los dos g r a n d e s americanos. H a s t a entonces yo no me L o s ingleses tienen sobre los americanos la ventaja de
había f o r m a d o u n a i d e a e x a c t a del interés con que los saber disfrutar más de la vida. S u vida de familia es
ingleses habían seguido l a c a u s a de nuestra libertad, ni perfecta. T o d o se lleva á cabo con una regularidad irre-
de lo mucho que á ella c o n t r i b u y e r o n . prochable. L a deferencia de los criados por sus dueños
M i m u j e r y y o p r o n u n c i a m o s c a d a cual una alocu- me ha sorprendido tanto más cuanto que en América ni
ción en el club liberal de l a s m u j e r e s en Bristol. Igual- el nombre de dueños se tolera ya. E l criado inglés no
mente f u i invitado á hablar e n l a sesión de fin de cur- aspira á salir de su condición y esto hace que se per-
so del R e a l C o l e g i o de c i e g o s : l a ceremonia tuvo lugar feccione en ella, mientras que al americano no le d e j a
en C r y s t a l P a l a c e y presidía e l d i f u n t o duque de West- perfeccionarse el deseo de convertirse con el tiempo en
minster, uno de los hombres m á s ricos, sino el más rico dueño. ¿ C u á l de los dos sistemas es m e j o r ? N o puedo
del mundo. E l duque, l a d u q u e s a y su h i j a parecieron dar la respuesta.
m u y satisfechos de m i discurso y me lo agradecieron ca-
Hay, además, en Inglaterra un g r a n respeto, en to-
lurosamente.
das las clases sociales por el orden y l a l e y : todo se lle-
G r a c i a s á l a a m a b i l i d a d d e L a d y Aberdeen pudimos v a á cabo con un aplomo y una perfección que me admi-
asistir al C o n g r e s o I n t e r n a c i o n a l d e mujeres que en raban á cada instante. E l i n g l é s se toma mucho tiempo
aquella época se celebraba e n L o n d r e s ; y también gra- para sus comidas y para todo cuanto hace. E s induda-
cias á ella, pudimos ir á v i s i t a r á l a reina Victoria á su ble que á la larga, hace tanta labor como el americano,
castillo de W í n d s o r , donde t u v i m o s el honor de tomar el apesar de su agitación y de su rush.
té como huéspedes de su m a j e s t a d . Formábamos parte Mi visita á Inglaterra me ha hecho conocer mejor á
de u n a d e l e g a c i ó n en la q u e figuraba míss Susan B.
A n t h o n y . N o siempre se presenta l a ocasión de ver reu-
(1) Revolucionaria a m e r i c a n a que ha r e c l a m a d o el derecho del voto
para las mujeres.—(N. del T . )
l a nobleza inglesa y b e aprendido á estimarla. N o creía
(Missouri). E n esta biblioteca encontré una biografía
yo que fuera á tal e x t r e m o querida y respetada de las
de Federico D o u g l a s s que comencé á leer. L o que me
m a s a s ; ignoraba el t i e m p o y el dinero que consagra á
interesó particularmente fué la relación que hace del
las obras filantrópicas. H a s t a entonces había creído que
trato que le dieron cuando se embarcó para Inglaterra.
tiraba el dinero por l a ventana llevando una vida de
Dice que durante todo el v i a j e tenía prohibido entrar en
prodigalidad y fausto.
el salón ó mantenerse en l a puerta. Apenas acababa de
L o s auditorios i n g l e s e s no son los más á propósito
leer esto, cuando recibí á una delegación de pasajeros
para animar á un o r a d o r americano: me fué difícil de ambos sexos que venían á suplicarme les hiciera una
acostumbrarme. E l i n g l é s es de una g r a v e d a d desespe alocución en un concierto que debía celebrarse al otro
rante y , en g e n e r a l , l o t o m a todo en serio. Cuando rela- día. A despecho de estos ejemplos se continuará negando
taba alguna anécdota q u e habría hecho morir de risa á que la antipatía de razas tiende á desaparecer en Amé-
un auditorio a m e r i c a n o , mi auditorio inglés me contem- rica.
plaba tranquilamente sin esbozar siquiera una sonrisa.
Presidió el concierto aquel, el honorable Benjamín
Cuando un i n g l é s o s coge amistad y os abre su cora-
B. Odell, actual gobernador del E s t a d o de N e w - Y o r k .
zón, sabe uniros á él p o r lazos indisolubles ; estoy se-
Aquella tarde tuve el auditorio más simpático que pue-
guro de que no e x i s t e n en la tierra amistades mejores y da soñarse y la mayor parte de mis oyentes eran ciuda-
más duraderas. Y á e s t e propósito quiero contar lo que danos del Sud. Se expuso la idea de hacer una colecta
nos sucedió á n o s o t r o s mismos. Mi mujer y yo fuimos in- para T u s k e g e e : todos contribuyeron con sus dádivas.
vitados á una soiree a u e daban los duques de Suther-
E n París había recibido una carta que me sorprendió
land en S t a f f o r d H o u s e , que tiene f a m a de. ser la casa
y me conmovió profundamente. Los ciudadanos de la
más suntuosa de L o n d r e s , como la duquesa tiene fama Virginia del Oeste y de l a ciudad donde había pasado
de ser la m u j e r m á s h e r m o s a de Inglaterra. Habían acu- mi infancia me escribían lo que sigue:
dido á la fiesta u n a s trescientas personas. Durante la ve-
lada, l a duquesa se m o l e s t ó dos veces para venir á ha-
blarme y me hizo p r o m e t e r que, una vez de regreso en uCharleston (Virginia del Oeste), 16 de Mayo 1899.
T u s k e g e e , le e s c r i b i r í a para enviarle datos y noticias
»Querido señor: un g r a n número de ciudadanos, en-
sobre el Instituto. A s í l o hice. E l mismo año por Navi-
tre los que está lo más selecto de la V i r g i n i a del Oeste,
dad, recibimos su f o t o g r a f í a con su autógrafo. Hemos
han manifestado, de común acuerdo, su admiración ñor
continuado en c o r r e s p o n d e n c i a con ella y sabemos que
usted y por su obra, así como el deseo de que, á su re-
en ella tenemos u n a d e nuestras mejores amigas. Des-
greso de E u r o p a , consienta usted en honrarles con su
pues de tres meses d e permanencia en Europa, nos em-
presencia y hacerles oir su palabra elocuente. Con ver-
barcamos, para el r e g r e s o , en Southampton, á bordo del
dadera alegría le comunicamos la expresión de estos vo-
San Luis. H a b í a e n a q u e l barco una espléndida biblio-
tos y, en nombre de los ciudadanos de Charleston, le
teca que le habían o f r e c i d o los ciudadanos de San Luis
rogamos que nos favorezca con una visita á fin de que
podamos honrar á usted que con su vida y con su obra E s t a invitación que partía del Consejo municipal,
ha hecho tanto en honra de todos. los funcionarios del E s t a d o y de todos los ciudadanos
»De usted muy sinceramente, importantes de ambas razas de l a ciudad donde había
»El Consejo Municipal de la villa de Ckarleston. pasado m i i n f a n c i a y de l a que había salido, algunos
El alcalde, años antes, pobre, ignorante y desconocido, en busca
»W. HERMÁN SMITH». de una educación, esta invitación, digo, á l a vez me
A esta invitación siguióle otra que me enviaban unas llenó de g o z o y me enterneció. ¿ Q u é había hecho y o
para merecer tantos honores ?
cuantas personas cuyas firmas seguían á continuación:
A n u n c i é el día en que contaba llegar á Charleston
«Profesor Booker T. Washington.
y f u i recibido en l a estación por u n a diputación que
»París-Francia.
»Señor: presidía el exgobernador V . A . Mac-Corkle y en la
»Nosotros, ciudadanos de Charleston y de l a V i r g i n i a que figuraban en número igual blancos y negros. Ha-
del Oeste deseamos hacerle saber lo orgullosos qu$ esta- bíase puesto á l a disposición del Comité l a sala del tea-
mos de usted y de l a bella carrera recorrida hasta aquí. tro y l a raza n e g r a tomó parte activa en l a organiza-
Nos sería gustoso poderle dar muestras de nuestra ad- ción de l a v e l a d a . L a sala estába llena de blancos y
miración y de nuestro interés, de una manera m á s negros y entre los primeros había muchos para quienes
efectiva. y o había trabajado, siendo niño. A l día siguiente, el
»Rogárnosle nos dispense el honor de aceptar l a hos- gobernador y su esposa dieron, en mi honor, una soirée,
pitalidad de nuestra v i l l a , á su regreso de E u r o p a , p a r a en el p a l a c i o del gobernador, en l a que estaban repre-
brindarnos la ocasión de oirle y de entrar en relación sentadas todas las clases de l a sociedad. Poco después,
con l a obra que usted dirige, p a r a que podamos contri- los negros de A t l a n t a (Georgia) me hicieron una re-
buir á ella por nuestra parte y para que podamos recibir
cepción presidida por el gobernador del E s t a d o ; tam-
la inspiración de su palabra y de su presencia.
bién en N u e v a Orleans f u é á recibirme el alcalde de
»Sólo esperamos u n a pronta respuesta, indicándonos
l a ciudad. P o r entonces caía sobre mí una lluvia de in-
el día en que podremos desearle l a bienvenida en nues-
tra villa. vitaciones y tenía que rechazarlas casi todas.
»De usted respetuosamente,
» T h e Charleston Daily Gasette; the Dai-
ly Mail Tribune; G . W . ÁTKINSON, gober-
n a d o r ; E . L . BOGGS, secretario del gober-
n a d o r ; M. O. DAWSON, secretario de Esta-
do ; L . M. LAFOLETTE, tesorero; J.-R. TROT-
TER, director de las e s c u e l a s ; E . W . WLL-
SON, e x - g o b e r n a d o r ; JOHN DLCKINSON, pre-
sidente del banco de K a n a w h a V a l l e y ; L .
PRICHARD, presidente del banco nacional de
Charleston, etc., etc...»
neral una recepción con antorchas. Ejecutóse en el acto
la proposición y cuando su coche comenzó á rodar por
terrenos de la escuela, pasó entre dos filas de antor-
chas de pino, mantenidas en alto por un millar de alum-
nos y maestros. E l efecto era tan nuevo y tan sorpren-
dente, que el general no cabía en sí de alegría. Per-
maneció en mi casa cerca de dos meses y aunque casi
g? C A P Í T U L O X V I I . — U L T I -
no podía servirse de su voz ni de sus miembros, apenas
MAS P A L A B R A S . ' ^ C R O K ^ K H ^ . transcurrió una hora sin que imaginara nuevos planes
con que venir en auxilio del Sud. Mil veces me repitió
durante aquellos días que tanto como la de los negros,
le interesaba al país la condición miserable de los po-
Antes de mi salida para Europa, se produjeron en bres blancos del Sud. Aquella visita sirvió para que yo
mi vida algunos acontecimientos que fueron otras tan- renovara mis votos de entregarme por entero á la cau-
tas sorpresas para mí. De hecho, toda mi vida ha sido sa que le apasionaba tanto. Me dije que si él, enfermo
una sucesión de sorpresas. Y o creo que estas inespera- como estaba, todavía era capaz de trabajar, de pensar
das exhortaciones deben llegarle siempre á aquel que y de obrar, no debía yo mostrarme menos enérgico, tra-
se decide á dar todo cuanto puede á cada día de su vi- tando de realizar por todos los medios imaginables, los
d a ; es decir, que se esfuerza en realizar con su con- votos de su corazón.
ducta el máximum posible de vida desinteresada y útil.
A la muerte del general Armstrong, unos meses más
Compadezco al hombre blanco ó negro que nunca ha ex-
tarde, debí el trabar conocimiento con uno de los hom-
perimentado el goce que proviene de haber hecho más
bres más nobles, más desinteresados y más llenos de
útil ó más feliz á otro hombre.
simpatía que he tratado nunca. Me refiero al reverendo
Seis meses antes de morir y aproximadamente un doctor Hollis B. Frissell, hoy director del instituto de
año después de su ataque de parálisis, el general Arms- Hampton y sucesor del general Armstrong. B a j o la di-
trong, manifestó su deseo de visitar Tuskegee todavía rección enérgica y casi perfecta del doctor Frissell,
una vez antes de marcharse para siempre. Aunque no Hampton ha gozado de cuanta prosperidad y utilidad el
podía hacer uso de sus miembros paralizados, sus de- general Armstrong le deseaba. Diríase que el esfuerzo
seos fueron atendidos y le trasladaron á Tuskegee. Los constante de Frissell es ocultar su personalidad bajo
propietarios del camino de hierro local de Tuskegee, la del general Armstrong — permaneciendo en la som-
ciudadanos de raza blanca, se ofrecieron á montar gra- bra, para bien de la causa porque lucha.
tuitamente para hacer el transporte, un tren especial.
L l e g ó el general á los terrenos de la escuela, cerca de Si me preguntaran cuál ha sido la mayor sorpresa
las nueve de la tarde. Alguien propuso hacer al ge- de mi vida, respondería sin vacilar: la carta siguiente
que llegó á mis manos un domingo por l a mañana,
pre la he considerado como una cosa de que es necesa-
mientras estaba en l a verandah de T u s k e g e e , rodeado
rio servirse para hacer el bien. A mis amigos les digo
de m i m u j e r y mis tres hijos:
algunas veces que me alegro de tener a l g u n a notoriedad
cuando puedo utilizarla como instrumento con que prac-
ticar el bien. P e r o no l a considero m á s que como un
«Universidad H a r v a r d , C a m b r i d g e , 28 M a y o 1896. medio de ser ú t i l ; como se considera el dinero por el
bien que nos permite realizar. Cuanto más tratos tengo
»Presidente Booker T. Washington.
con personas adineradas, más me convenzo de que v a n
»Muy señor m í o : L a Universidad de H a r v a r d desea tendiendo á considerar su fortuna como un instrumento
conferirle en l a ceremonia de su apertura, un g r a d o de que Dios ha puesto en sus manos para realizar el bien.
h o n o r ; es costumbre, en l a Universidad, no conferir es- N o entro una sola vez en l a oficina del señor John D .
tos grados más que en presencia de los interesados. Rockefeller (1), que en m á s de una ocasión ha sacado
N u e s t r a apertura tendrá l u g a r este año el 24 de Junio de apuros á T u s k e g e e , sin pensar estas cosas. L a in-
y su presencia nos sería necesaria desde el medio día á vestigación ceñida y minuciosa á que se entrega siem-
las cinco de l a tarde. ¿ L e es á usted posible hallarse en pre hasta asegurarse de que cada dollar que entrega,
C a m b r i d g e , en esa f e c h a ? producirá l a mayor cantidad posible de beneficios — in-
»Crea usted, etc. vestigación tan laboriosa y g r a v e como si se tratara de
CHARLES W . ELIOT». colocar fondos en un negocio — me convence de que
está fuertemente penetrado de su papel de g r a n admi-
H e aquí u n a consagración con l a que no había so- nistrador de l a Providencia.
ñado nunca. N o me cabía en l a cabeza que de ese modo E l 24 de Junio, á las nueve de la mañana, me unía
viniera á honrarme con un diploma una de las univer- al presidente E l i o t , al comité de inspectores de l a Uni-
sidades más antiguas de América. Estaba sentado, con versidad de H a r v a r d y á los otros huéspedes, en el
mi carta en l a mano, los ojos llenos de lágrimas. T o d a sitio indicado, dentro de los terrenos de l a universidad,
mi vida p a s a d a ; mi vida de esclavo en l a plantación, para dirigirnos luego, en procesión al teatro Sanders,
mis trabajos en l a mina, los días en que v i v í a sin co- donde iba á tener l u g a r l a ceremonia de l a apertura y
mida y sin vestido, en que falto de dinero tenía que dónde debían conferirme los grados de honor.
dormir sobre las a c e r a s ; mis luchas para procurarme
Entre los invitados á recibir un grado, se encontra-
una educación; los días de prueba en T u s k e g e e , cuando
b a n : el general Nelson A . Miles ( 1 ) ; el doctor Bell, in-
no sabía de qué lado volverme para encontrar un do-
llar que me permitiera llevar m i obra a d e l a n t e ; el os- (1) Uno de los más ricos comerciantes americanos, presidente del
tracismo y á veces l a opresión de m i raza, todo, pasó poderoso trust de los petróleos; tan c o n o c i d o por sus obras filantrópi-
cas como por sus millones.—N. del T .
por delante de mis ojos y puso el colmo á mi emoción.
(2) General del ejército americano que se ha hecho popular por sus
Y o no había buscado nunca lo que en el mundo se luchas contra los indios.—N. del T .
llama la fama; no me había preocupado de ello. Siem-
*7
1
ventor del teléfono B e l l ; el obispo Vincent y el reve- l a comida de los alumni (antiguos discípulos). N o es
rendo Minot J. S a v a g e ( i ) . Nos colocamos en fila, de- v u l g a r el espectáculo de un millar de hombres que re-
trás del presidente y del comité de los inspectores. E n presentan lo más selecto del Estado, de l a Iglesia, de
seguida, llegó el gobernador de Massachusetts escolta- la Hacienda y de l a Enseñanza, haciendo acto públi-
do de lanceros, y ocupó su sitio en el cortejo al lado co, de lealtad y adhesión á una universidad, con el ar-
del presidente E l i o t . Había en l a procesión muchos dor y el entusiasmo que entonces caracterizaba especial-
otros funcionarios y profesores vestidos con t o g a y bi- mente á los antiguos discípulos de Harvard.
rrete. E n este orden, nos dirigimos al teatro Sanders, Entre los oradores que hablaron después de la co-
dónde, después de los ejercicios de costumbre y de l a mida, figuraban el presidente E l i o t , el gobernador Ro-
distribución de diplomas, tuvo l u g a r l a colación de g e r W o l c o t t , el general Miles, el reverendo Minot J.
los grados de honor. A l parecer, esta parte del progra- S a v a g e , el honorable Henry Cabot L o d g e y yo. CuíLh-
m a es l a que despierta mayor interés en H a r v a r d . N a - do me concedieron l a palabra, dije, entre otras cosas:
die conoce á los agraciados hasta que aparecen perso- «En cierto modo sería una compensación á mi em-
nalmente para recibir los grados de honor. Entonces barazo el creerme digno del honor que me habéis otor-
el público y los estudiantes les aclaman en proporción g a d o . N o me corresponde explicar por qué me habéis
de su popularidad. Durante l a colación de los grados sacado del fondo del Black Belt del Sud y del seno hu-
son considerables la animación y el entusiasmo de l a milde de mi familia, para formar parte en los honores
concurrencia. __ - da esta fiesta. Y sin embargo, permitidme que os d i g a
Cuando pronunciaron m i nombre me levanté y el que una de las cuestiones capitales para el problema de
presidente E l i o t , pronunciando una sobria y b r i o s í alo- nuestra vida americana, es poner en relación los fuer-
cución, me confirió el grado de «Licenciado en letras» tes, los ricos y los instruidos con los pobres, los igno-
(Máster of arts.). L o s que habían recibido grados de ho- rantes y los humildes, haciendo al mismo tiempo com-
nor fueron invitados á almorzar, después de l a ceremo- prender á los unos la influencia vivificante de los otros.
nia por el presidente. Después de almorzar, volvimos á ¿ C ó m o , sino, hacer sentir á vuestros habitantes del Bea-
formarnos en procesión y escoltados por el preboste del con Street, las necesidades y l a miseria de los que vi-
día, obispo W i l l i a m Laurence, recorrimos los terrenos ven en las sórdidas cabañas de las plantaciones de al-
de la universidad y v a r i a s veces fuimos aclamados por godón de A l a b a m a ó de las plantaciones de azúcar de
los estudiantes, recibiendo el yell (2) de H a r v a r d . E l I.uisiana? E s t e es el problema que Harvard ha re-
paseo terminó en Memorial HaR, donde estaba servida suelto no rebajándose ellos, sino levantando hasta ellos
á las masas.
(1) M i n o t J. S a v a g e es u n o de los principales predicadores de la
»Si en lo pasado ha contribuido m i vida á realzar á
d e n o m i n a c i ó n unitariana en los Estados Unidos.-^(N. del T . )
(2) El ycll es un cierto grito tradicional q u e a d o p t a n los estudian- mi pueblo y á mejeftar las relaciones de vuestra raza
tes de los distintos c o l e g i o s ó U n i v e r s i d a d e s y q u e lanzan en los m o - con la mía, os aseguro que desde este momento, me
m e n t o s solemnes para manifestar su alegría ó su e n t u s i a s m o . - ( N . de! T . ) consagraré á l a labor con doble empeño.
»En este mundo, tal como D i o s lo ha dispuesto, no
esfuerzos del antiguo esclavo y por l a obra llevada á
hay más que u n a ley para que triunfen los individuos ó
cabo en bien de su raza.»
las razas. Nuestra nación entiende que toda raza debe
U n periódico de Boston publicaba este suelto:
ser j u z g a d a según l a ley americana. Aplicándola esta
«Al conferir el g r a d o honorario de Master of arts
ley, se conoce si una raza se r e a l z a ó degenera, si triun-
al profesor Booker T . W a s h i n g t o n , la universidad de
f a ó fracasa. N a d a tiene que hacer el sentimiento en
H a r v a r d se ha honrado á sí misma en l a medida, que
este punto. Durante el medio siglo en que vamos á
honraba. L a obra llevada á cabo por el profesor Boo-
entrar y por más tiempo t o d a v í a , si es preciso, m i raza
ker T . W a s h i n g t o n para l a educación, civismo y desa-
quiere que se l a someta á l a d u r a prueba de los princi-
rrollo intelectual del pueblo negro, en los Estados del
pios americanos. Y así se comprobarán nuestra pacien-
Sud, le da derecho á reclamar un sitio entre nuestros
cia, nuestra perseverancia y nuestra fuerza p a r a sopor-
bienhechores nacionales. L a universidad que puede con-
tar la desgracia, resistir á las tentaciones, practicar la
tarle entre sus hijos, á título de estudiante efectivo ú
economía, adquirir habilidad mecánica é industrial y
honorario, debe sentirse orgullosa.»
saber aprovecharlas. A s í se comprobará además nuestra
«Se ha dicho que W a s h i n g t o n es el primero de su
capacidad p a r a luchar y triunfar en el comercio, para
raza en recibir un grado de honor de una universidad
despreciar lo superficial por lo real, lo aparente por
de N u e v a Inglaterra. Esto solo constituye una distin-
l a sustancia, para ser grandes, sin dejar de ser peque-
ción, P e r o dicho grado no se le ha otorgado porque
ños, instruidos permaneciendo simples, elevados en au-
W a s h i n g t o n es hombre de color ó porque ha nacido
toridad, pero en l a voluntad servidores de todos.»
en l a esclavitud, sino porque ha demostrado, en su obra
Como era aquella l a primera vez que u n a universi-
para l a cultura del pueblo en el Black Belt del Sud un
dad de N u e v a I n g l a t e r r a confería un g r a d o de honor
talento y una amplitud de miras que constituyen l a ver-
á un negro, este acontecimiento provocó muchos comen-
dadera grandeza de los hombres, cualquiera que sea el
tarios en l a prensa del país. U n corresponsal de un
color de su piel.»
periódico de N e w - Y o r k , escribía:
Otro periódico de Boston, d i j o :
«Cuando fué pronunciado el nombre de Booker T .
«Harvard es l a primera universidad de N u e v a In-
W a s h i n g t o n y éste se levantó, p a r a recoger su diploma,
glaterra que confiere á un negro un grado de honor.
estalló en l a sala una salva de aplausos sólo compara-
N i n g u n o de los que conocen l a historia de T u s k e g e e y
ble á la obtenida por el soldado y patriota, g e n e r a l Mi-
su obra, puede d e j a r de admirar el valor, la perseveran-
les. Aquellos aplausos no eran aplausos convencionales,
cia y el perfecto buen sentido de Booker T . W a s h i n g -
fríos, de simpatía y a g r a d o ; sino que traducían el en-
ton. Harvard ha hecho lo que debía, honrando al anti-
tusiasmo y l a admiración. Todo el auditorio se asociaba
g u o esclavo, cuyos servicios al país y á su raza, serán
á ellos y pude ver en torno mío semblantes iluminados
con el tiempo honrados en l a Historia.»
de alegría, que atestiguaban sincera admiración por los
E l corresponsal del New-York Times, escribió:
«Todos los discursos fueron acogidos con entusias-
l a bondad de enviar mi tarjeta directamente al presi-
mo, pero el negro se llevó l a p a l m a oratoria y los aplau-
dente y á los pocos minutos, se me hizo saber que Mac-
sos que estallaron c u a n d o terminó su alocución fueron
K i n l e y me recibiría.
prolongados y ensordecedores.»
¿ C ó m o puede un hombre ver á tanta gente, de tan-
A l poco tiempo de comenzar mi obra en T u s k e g e e ,
tas clases, con tantas solicitudes y llevar á cabo traba-
me había prometido á m í mismo, prestar al país tantos
jos tan diferentes permaneciendo, sin embargo, sereno,
servicios con mi escuela, que el presidente de los Esta-
paciente y fresco, como si empezase su jornada al reci-
dos-Unidos, tuviera que v e n i r á visitarla. Confieso que
bir á cada nuevo visitante ? Esto es lo que le acontecía
mi pretensión era t e m e r a r i a ; por eso, durante mucho
al presidente M a c - K i n l e y y nunca he podido explicár-
tiempo, l a guardé dentro de m i corazón sin atreverme á
melo. E n cuanto v i al presidente^ me dió amablemente
comunicarla á nadie.
las gracias por lo que hacíamos en T u s k e g e e para bien
E n el mes de N o v i e m b r e de 1897, di el primer paso
del país. Entonces le expliqué brevemente el objeto de
hacia la realización de mis deseos, obteniendo la visita
mi viaje. Le di á entender que u n a visita del jefe de l a
de un miembro del gabinete M a c - K i n l e y , el honorable
nación, no solamente daría nuevos ánimos á maestros
James W i l s o n , secretario de A g r i c u l t u r a . V i n o á pro-
y discípulos, sino que sería útil para toda l a raza n e g r a
nunciar el discurso en l a inauguración solemne de nues-
en general. Pareció interesarle mi proposición, pero no
tro pabellón de a g r i c u l t u r a que llevaba el nombre de
me hizo ningua promesa de venir á T u s k e g e e , porque
Slater-Armstrong y que era el primer edificio construí-
sus planes para el v i a j e á A t l a n t a no eran todavía defi-
do en grande escala para enseñar l a agricultura á núes
nitivos. Me suplicó que v o l v i e r a á hacerle presente m i
tros estudiantes.
petición, pasadas unas semanas.
Durante el otoño de 1898 supe que el presidente vi-
H a c i a l a mitad del mes siguiente, el presidente ha-
sitaría indudablemente A t l a n t a (Georgia), para tomar
bía decidido definitivamente, asistir al jubileo de la paz
parte en las ceremonias del jubileo de la paz, que debía
en Atlanta. V o l v í á W a s h i n g t o n y le visité para rogar-
celebrarse allí para conmemorar el acabamiento afor-
le que a l a r g a r a su v i a j e hasta T u s k e g e e . E n esta se-
tunado de l a g u e r r a hispano-americana. H a c í a entonces
gunda visita me acompañaba el señor Carlos W . Hare,
diez y ocho años que trabajaba y o en unión de mis
un blanco notable de T u s k e g e e , que voluntariamente se
maestros para tratar de fundar u n a escuela que f u e r a
había brindado á reforzar mi invitación con otra de to-
útil á la n a c i ó n ; resolví realizar un esfuerzo enérgico
dos los blancos de T u s k e g e e y sus contornos.
para obtener una visita del presidente y de su gabinete.
Precisamente pocos días antes de mi segundo v i a j e
F u i á Washington y me dirigí sin pérdida de tiempo á
á W a s h i n g t o n , el país se había conmovido y las gentes
la Casa Blanca. Cuando llegué á ella encontré llenas de
de color estaban descorazonadas á consecuencia de san-
gente las salas de espera y empecé á perder toda espe-
grientas luchas entre las dos razas que acababan de te-
ranza de ser recibido. D e todos modos, tuve ocasión de
ner lugar en diferentes partes del Sud. E n cuanto v i al
hablar al señor J. Addison P o r t e r , secretario del Presi-
presidente, pude comprobar que aquellos desórdenes le
dente y le expliqué mi pretensión. E l señor Porter tuvo
hablan preocupado en alto grado. Aunque aguardaban
para visitarle, g r a n número de personas, me retuvo parativos, vinieron á verme muchas personas para de-
cirme que ellas no se atrevían á obrar por su cuenta
bastante tiempo para hablar conmigo de las condicio-
pero que se darían por dichosas si podían encargarse
nes y del porvenir de mi raza. Repitióme varias veces
de hacer algo, aliviándome en mis ocupaciones. Y de
que estaba decidido á demostrar su fe y su interés en el
hecho, lo que me conmovió casi tanto como la visita de
porvenir de los negros, no solamente con discursos, si-
nuestro presidente, fué l a especie de orgullo que nues-
no con acciones. Cuando le manifesté m i creencia de
tra institución parecía inspirar á todos los ciudadanos
que en aquel momento nada podía reanimar l a esperan-
de A l a b a m a , sin distinción de clases.
za de los míos y el v a l o r de mi pueblo como el hecho de
que el presidente consintiera en hacer un v i a j e de cua- E n la m a ñ a n a del 16 de Diciembre, rebosaba la pe-
renta millas, para pasar algunas horas en una escuela quena villa de T u s k e g e e de una muchedumbre como
de gentes de color, pareció profundamente impresio nunca se había visto allí. L l e g a r o n con el presidente, su
nado. r
esposa y todos los miembros de su gabinete, excepto
Mientras estaba yo con el presidente, un ciudadano uno solo; l a mayor parte de ellos venían con sus muje-
blanco de A t l a n t a , un demócrata, antiguo propietario res 6 con a l g ú n individuo de su familia. Había también
de esclavos, entró en el despacho y el presidente le pre- muchos generales famosos, como el general Shafter y
gunto su opinión acerca de l a oportunidad de un v i a j e el general Joseph W h e e l e r , que acababan de volver de
a Tuskegee. Sin vacilar, el ciudadano de A t l a n t a le l a guerra hispano-americana.
respondió que nada más acertado podía intentarse. Apo- Abundaban por todas partes los corresponsales de
yo además esta opinión, la de un grande amigo de l a los periódicos. L a legislatura de A l a b a m a , debía reunir-
raza negra, el doctor J. L . M. C u r r y . se en sesión aquel día. Resolvió establecer una prórro-
E l presidente prometió que visitaría nuestra escuela g a para poder visitar T u s k e g e e . A l g u n o s momentos an-
el 16 de Diciembre. tes de la llegada del presidente y su séquito, había lle-
g a d o dicha legislatura, llevando á su frente al goberna-
Cuando se supo que el presidente iba á venir, los
dor y á otros muchos funcionarios del Estado.
blancos de la ciudad de T u s k e g e e , que está á una milla
L o s ciudadanos de T u s k e g e e habían adornado profu-
de l a escuela, tuvieron tanta alegría como nuestros
samente la villa desde l a estación hasta la escuela. P a -
alumnos y nuestros profesores. Todos, hombres y mu-
ra g a n a r tiempo, nos decidimos á hacer desfilar toda la
jeres, comenzaron sus preparativos para engalanar l a
escuela delante del presidente. C a d a estudiante lleva-
villa. Formáronse comisiones que debían funcionar de
b a una caña de azúcar con algunos botones de algodón
acuerdo con nuestro consejo de administración, para
abiertos en la extremidad. Detrás de los estudiantes po-
que el distinguido visitante f u e r a dignamente recibido.
día pasarse revista á todos los trabajos de la escuela,
Creo que nunca, hasta entonces, comprendí el interés
presentados sobre carros arrastrados por caballos, por
que los blancos de T u s k e g e e y sus contornos tenían por
muías ó por bueyes. Sobre aquellos carros tratamos de
nuestra institución. Durante aquel período de los pre
representar, no sólo el trabajo actual de la escuela, sino
el contraste entre los antiguos y los nuevos métodos. y en el extranjero como un educador, un g r a n orador y
Por ejemplo, mostramos el v i e j o sistema de lecherías, un verdadero filántropo.»
opuesto al n u e v o ; los viejos métodos de labores al lado E l honorable John D. L o n g , Ministro de Marina,
de los n u e v o s ; las antiguas prácticas de cocina y de dijo entre otras cosas:
economía deméstica comparadas con las nuevas. Estos «Hoy no puedo pronunciar discursos; m i corazón es-
carros emplearon hora y media en desfilar. tá demasiado lleno: lleno de esperanza, de admiración
E n su discurso, pronunciado en nuestra g r a n capi- y de orgullo por mis conciudadanos del Norte y del
lla, acabada de construir por nuestros estudiantes, dijo Sud, de raza blanca y de raza negra.
el presidente, entre otras cosas: »Estoy lleno de reconocimiento y admiración por
«Ha sido, en verdad, un goce inmenso para mí, en- vuestra obra y, á partir de este momento, tendré abso-
contraros bajo tan agradables auspicios y haber hallado luta confianza en vuestro progreso y en l a solución del
ocasión de contemplar con mis propios ojos lo que ha- problema que habéis abordado.
céis. E l instituto normal é industrial de T u s k e g e e , es »En realidad el problema y a está resuelto. Hoy se
ideal en su concepción; goza y a de una sólida reputa- ha desarrollado á nuestra vista un cuadro que debería
ción en el país y no es desconocido en el extranjero. trasladarse al lienzo con los retratos de W a s h i n g t o n y
Y o felicito á todos los que se han asociado á esta em- L i n c o l n para ser transmitido á las futuras generaciones,
presa por l a buena obra que realizan, enseñando á los un cuadro que l a prensa del país debería esparcir de un
alumnos á seguir caminos honrosos y útiles y contribu- extremo á otro del territorio, un cuadro dramático en
yendo de este modo al progreso de l a raza para la cual e x t r e m o ; el presidente de los Estados Unidos, de pie,
ha sido f u n d a d a . sobre esta tribuna; á un lado el gobernador de Alaba-
»Creo que no había podido encontrarse en parte m a y al otro, completando l a trinidad, un representan-
a l g u n a un sitio mejor ni más adecuado para este en- te de una raza que hace solamente algunos años estaba
savo de educación, único en el mundo. H a llamado l a todavía en l a esclavitud,el director del instituto normal
atención y se ha captado las simpatías de los filántropos é industrial de T u s k e g e e .
más avisados, en todas las partes del país. »Dios bendiga al presidente bajo cuyos auspicios ha
»Sería imposible hablar de T u s k e g e e , sin rendir un podido presentarse esta escena á los ojos del pueblo
tributo especial al talento y á l a perseverancia de Boo- americano. Dios bendiga al E s t a d o de A l a b a m a que ha
ker T . W a s h i n g t o n . E l f u é quien comenzó esta empre- demostrado que sabía resolver el problema por sí mismo.
sa y á él le corresponde toda l a gloria. Su entusiasmo Dios bendiga al orador, al filántropo, al discípulo del
y su genio emprendedor han hecho posible, el progreso g r a n Maestro — que, de continuar en l a tierra, le ayu
continuo de la institución y l a han colocado en el gra- daría en su obra — D i o s bendiga á Booker T . W a s -
do de perfección en que hoy día l a vemos. H a conquis- hington.»
tado el merecido renombre de uno de los primeros di- E l Ministro de Comunicaciones, terminó su alocución
rectores de su raza, y es conocido y respetado en el país con las siguientes palabras:
BOOKER T . WASHINGTON

de buen agüero para l a prosperidad futura de su insti-


«En estos últimos tiempos hemos sido testigos de
tución.
grandes espectáculos. H e m o s visto la magnífica gran-
»No me resuelvo á terminar sin asegurarle que la
deza y el éxito magnífico de u n a de las más importan-
modestia de que dió usted pruebas durante toda la fiesta
tes metrópolis del Sud. H e m o s visto desfilar á los hé-
fué comentada en los más halagadores términos, por to-
roes de la guerra. H e m o s visto fiestas con profusión de
dos los que acompañaban en su v i a j e al Presidente.
flores. P e r o estoy seguro de que mis colegas estarán de
»Con mis votos mejores por el progreso continuo de
acuerdo conmigo p a r a declarar que nada hemos visto
su útil y patriótica empresa, reciba l a expresión de mi
tan emocionante ni tan lleno de promesas para el por-
simpatía personal y mis deseos de un feliz año nuevo.
venir como el espectáculo que esta m a ñ a n a se ha ofre-
»De usted devoto,
cido á nuestros ojos.»
A l g u n o s días después del regreso del Presidente á »John Addison Porter
W a s h i n g t o n , recibí l a carta siguiente: »Secretario del Presidente.

»Al presidente Booker T . W a s h i n g t o n , instituto nor-


mal é industrial de T u s k e g e e (Alabama).»
«Palacio del Poder E j e c u t i v o . (Executive Mansión).

»Washington, 23 Diciembre 1899. Veinte años han transcurrido desde que hice en
T u s k e g e e mi primera tentativa en una cabaña ruino-
»Querido señor: T e n g o el gusto de remitirle por este
sa, sin poseer el valor de un dollar en propiedad y no
correo, copia del documento conmemorativo de l a visi-
contando con más de treinta estudiantes. Hoy l a ins-
ta del Presidente á su instituto. E s t a s hojas llevan los
titución posee dos mil trescientas acras de tierra (mil
autógrafos del Presidente y de los miembros del gabi-
ciento cincuenta hectáreas), de las que setecientas son
nete que le acompañaron en su viaje.
anualmente cultivadas por los estudiantes. E n los te-
»Permítame que aproveche esta ocasión para felici-
rrenos de l a institución se levantan, entre grandes y
tarle sinceramente y desde el fondo de mi corazón por el
pequeños, cuarenta edificios. Mientras los estudiantes
g r a n éxito del p r o g r a m a de festejos preparado y eje-
trabajan en los campos ó construyen edificios, hay pro-
cutado bajo sus auspicios durante nuestra permanencia
fesores competentes que les enseñan los m á s recientes
en Tuskegee. C a d a detalle resultó de una manera irre-
métodos agrícolas y todos los oficios que están relacio-
prochable y todos los visitantes que tomaron parte en
nados con l a edificación.
l a fiesta como actores ó como expectadores, experimen-
A l lado de l a enseñanza literaria, científica y religio-
taron l a misma satisfacción absoluta. L a exhibición sin
sa, hay en l a escuela veintiocho clases industriales que
precedente de los alumnos ocupados en sus actividades
funcionan siempre. E n todas estas clases, nuestros
industriales, no sólo fué artística, sino de un relieve
alumnos aprenden oficios gracias á los cuales pueden
inolvidable. E l tributo pagado por el Presidente y por
encontrar una colocación al salir del instituto. E n la
su gabinete á su obra no era exagerado y creo que es
actualidad, el único inconveniente es que nuestros di- un oficio la mitad de su día, para ir adquiriendo la prác-
plomas, son tan solicitados por el público del Sud blan- tica y el amor del trabajo, de suerte que, cuando deje
co y negro, que no podemos servir más que l a mitad de nuestra institución, esté en condiciones de dar ejemplo
las demandas que .se nos hacen. P o r otra parte, no te- con su actividad, á aquellos entre los cuales v i v a .
nemos más que l a mitad de los edificios y del dinero que E l valor de nuestra propiedad es, ahora, de m á s de
se necesita para admitir á todos los negros de ambos trescientos mil dollars (un millón quinientos mil fran-
sexos que solicitan su admisión en l a escuela. cos). Si añadimos á esta suma, nuestro capital, que es
E n lo que llamamos nuestra enseñanza industrial, de unos doscientos quince mil dollars, el valor total de
partimos de tres principios capitales. Ante todo quere- nuestra propiedad, asciende á cerca de medio millón de
mos educar á nuestros alumnos de tal modo, que sean dollars. L o s gastos anuales corrientes, son, en l a ac-
perfectamente adaptables á las actuales condiciones de tualidad, de unos ochenta mil dollars (cuatrocientos mil
vida en el S u d ; es decir que sean capaces de hacer francos.) L a mayor parte de esta suma la recojo cada
precisamente aquello que necesitarán hacer. Queremos, año yendo de puerta en puerta y de casa en casa. N i n -
en segundo l u g a r , que cada alumno, al salir de nues- g u n a hipoteca g r a v a nuestra propiedad, que está á nom-
tra escuela esté en condiciones de ganarse su vida y la bre de un comité de administración anónimo con dere-
de su familia. Y finalmente, queremos que nuestros cho de revisar los actos de l a institución.
alumnos abandonen sus clases con l a convicción arrai- E l número de estudiantes ha crecido desde treinta á
g a d a de que el trabajo tiene su dignidad y su belleza y mi! ciento. Nos llegan de veinte y siete Estados y de
que conviene amarlo, en l u g a r de esquivarlo hipócrita- los territorios de A f r i c a , de Cuba, de Puerto Rico, Ja-
mente. A d e m á s de l a enseñanza agrícola que damos á maica y otros países extranjeros. E n nuestras clases hay
todos nuestros alumnos y de las lecciones de economía ochenta y seis funcionarios y profesores; añadiéndoles
doméstica que reciben todas nuestras alumnas, hemos las familias de los profesores, podemos concluir que en
comenzado á iniciar en l a a g r i c u l t u r a á algunas de es- los terrenos de la escuela vive una población constante
tas últimas. Principalmente les enseñamos la jardine- d e cerca de mil cuatrocientas almas.
ría, la floricultura, la fabricación de l a manteca, la Se me ha preguntado, con frecuencia, cómo podemos
apicultura y el arte relativo al mantenimiento de ani- lograr que una muchedumbre tan numerosa v i v a n re-
males domésticos. unidas con orden, corrección y moralidad. Podemos
Aunque la institución no tenga, en ningún sentido, dar dos respuestas: en primer l u g a r los hombres y las
carácter religioso, poseemos a l g u n a s cátedras, conocidas mujeres que vienen á nuestra escuela buscando una
con el nombre de escuela bíblica de Phelps Hall, en l a educación tienen un buen fondo de seriedad; en segundo
que se preparan algunos estudiantes para el ministerio lugar la actividad constante garantiza el orden.
sacerdotal y para otras formas de acción cristiana, so- L a siguente tabla del empleo de nuestro tiempo lo
bre todo en los distritos rurales. E s digno de observarse demuestra:
que cada uno de estos estudiantes trabaja igualmente en A las cinco de la mañana, toque de campana para
l e v a n t a r s e ; á las 5'50, primera campanada para el al-
Adonde quiera que v a y a n nuestros alumnos, una vez
muerzo ; á las 6, campana para el almuerzo; de las 6'20 á
obtenido su diploma, adviértense desde luego cambios
las 6'50 limpieza de las habitaciones; á las 6'5o c a m p a n a
notables en la adquisición de terrenos, m e j o r a de vi-
para el t r a b a j o ; á las 7*30, estudio de la m a ñ a n a ; á las
viendas, espíritu de economía y nivel de moralidad. Mu-
8'20, c a m p a n a para prepararse á las clases de l a m a ñ a n a ;
nicipios enteros se reorganizan por meclio de esos hom-
á las 8'25, inspección de limpieza y tocado de los a l u m n o s ;
bres y esas mujeres.
á las 8'40, servicio religioso en la c a p i l l a ; á las 8'55, re-
Hace diez años, instituí en T u s k e g e e la primera Con-
creo de cinco minutos para comunicarse las noticias del
ferencia negra. E s una asamblea anual que convoca en
d í a ; á las 9, comienzo de las c l a s e s ; á las 12, fin de las
nuestra escuela unos ochocientos ó novecientos hombres
c l a s e s ; á las J2'i5, c o m i d a ; á la 1, campana para el tra-
y mujeres, pertenecientes á lo más selecto de l a raza y
b a j o ; á l a i'30, comienzo de c l a s e s ; á las 3^0, fin de
que emplean un día entero estudiando las verdaderas
c l a s e s ; á las 5'30, campana p a r a anunciar el fin de los
condiciones industriales, mentales y morales del pueblo
t r a b a j o s ; á las 6, c e n a ; á las 7'io, plegarias de l a n o c h e ;
y haciendo planes de reformas adecuadas. D e esta Con-
á las 7'30, estudio nocturno; á las 8'45, fin del estudio
ferencia negra de T u s k e g e e han salido muchas otras
nocturno; á las 9'2o, primera campanada para acostar-
conferencias locales que se ocupan en la misma tarea.
se ; á las 9^0, campana p a r a acostarse.
Como resultado de estas reuniones, uno de nuestros dele-
Procuramos tener siempre presente que nuestros
gados contó en nuestra última asamblea que en sólo un
alumnos con diploma, darán el tono de lo que v a l g a
municipio, diez f a m i l i a s negras han adquirido casas y
nuestra escuela. Contando los que han concluido sus
las han pagado. A l día siguiente de la Conferencia negra
estudios y los que estaban suficientemente preparados
anual, tiene l u g a r la llamada Conferencia de los traba-
para ejecutar buena labor, cuando los dejaron, podemos
jadores. E s t a la forman profesores que se dedican á la
afirmar con toda seguridad, que hay, actualmente, tres
enseñanza en v a r i a s instituciones del Sud.
mil hombres y mujeres formados en T u s k e g e e para tra-
L a Conferencia negra proporciona á estos profesores
b a j a r en distintas partes del S u d ; unos y otros, con su
una ocasión excelente para estudiar y conocer el espíri-
propio ejemplo, ó con su esfuerzo personal demuestran
tu de las masas.
á l a masa de nuestro pueblo cómo puede mejorar su vi-
Durante el verano de 1900, con el concurso de emi-
da material, intelectual, moral y religiosa. A la vez, po-
nentes ciudadanos de raza n e g r a , tales como el señor
seen un sentido común tan recto y un dominio de sí mis-
T . Thomas F o r t u n e que ha secundado siempre mis es-
mos tan completo, que obligan á creer á los blancos del
fuerzos, organicé l a Liga nacional de comerciantes ne-
Sud en el valor de la educación dada á los negros. Sub-
gros que tuvo su primera reunión en Boston y que
siste, al lado de todo esto, una influencia en ejercicio
agrupó, por la p r i m e r a vez, á un g r a n número de hom-
constante, por medio de los meetings á las madres de
bres de color ocupados en diferentes industrias en las
f a m i l i a y por medio de la obra de plantación, que dirige
diversas provincias de los E s t a d o s Unidos. T r e i n t a Es-
l a señora Washington.
tados se vieron representados en aquella reunión. D e
iS
nuestra primera Asamblea nacional han ido saliendo las
tumbre del lynchaje. Cuando se hallaba en sesión la
ligas locales y las l i g a s de los Estados.
Convención constitucional del E s t a d o de Luisiana, escri-
A pesar de mis ocupaciones como administrador en
bí una «carta abierta» á dicha Asamblea, pidiendo justi-
T u s k e g e e y de las colectas que me veo obligado á rea-
cia para mi raza. Y en todos estos esfuerzos he recibido
lizar para reunir el dinero necesario á la escuela, no
siempre el apoyo caluroso y cordial de los periódicos del
puedo negarme á aceptar, por lo menos, una g r a n parte
Sud y de las otras partes del país.
de las invitaciones que se me hacen para hablar ante au-
ditorios de blancos del Sud, de gentes de mi raza y con A despecho de las señales aparentes y momentáneas
frecuencia en meetings del Norte. E l siguiente recorte que pudieran sugerir l a idea contraria, nunca la situa-
de un periódico de B u f f a l o (Estado de N e w - Y o r k ) de- ción de l a raza negra me ha inspirado más confianza que
mostrará á qué punto llegan mis ocupaciones. E s t a s lí ahora. L a gran ley humana que, á la larga, reconoce y
neas se escribieron con ocasión de un discurso que pro- recompensa el mérito es eterna y universal. E l mundo,
nuncié ante la Asociación nacional de enseñanza en en general, no conoce ni está en condiciones de apreciar
aquella ciudad: la lucha que constantemente se libra en el corazón de
los blancos del Sud y de sus antiguos esclavos para des-
«Booker T . W a s h i n g t o n , el más eminente pedagogo embarazarse de los prejuicios de r a z a ; y y a que ambas
negro del mundo, tuvo estos días una v e l a d a ocupadísi- razas luchan y se esfuerzan de este modo, merecen obte-
ma. L l e g ó á B u f f a l o procedente del Oeste y se hospedó ner la simpatía, el apoyo y la indulgencia universales.
en el Iraquois. A p e n a s había tenido tiempo de cepillarse
cuando tuvo que sentarse á la mesa para cenar. E n se- Mientras escribo las últimas líneas de esta autobio-
g u i d a asistió á una recepción en los salones del Iraquois g r a f í a me encuentro, casualmente, en la villa de Rich-
que duró hasta las ocho. E n este intervalo recibió el sa- mond, en V i r g i n i a , la ciudad que, hace una decena de
ludo de más de cien profesores y p e d a g o g o s de todas las años, era capital de l a Confederación del Sud y donde,
partes dé los Estados Unidos. P o c o después de las ocho, hace veinticinco años, tuve que dormir en el arroyo.
fué conducido en coche al Music Hall y, en hora y me- Hoy soy en Richmond huésped de la población ne-
dia, hizo dos vibrantes discursos sobre la educación de g r a ; vine, invitado por ella para pronunciar un discur-
los negros á un público total de cinco mil almas. E l so, la última noche, ante los ciudadanos de ambas ra-
señor W a s h i n g t o n f u é acaparado luego por una delega- zas, en la A c a d e m i a de música, l a más grande y más
ción de gente de su raza, presidida por el reverendo hermosa sala de la ciudad. E r a la primera vez que hom-
W a l k i u s , que le condujo á una pequeña recepción bres de color recibían autorización para servirse de esta
organizada en su obsequio por los negros.» sala. E l día que precedió al de mi llegada, el consejo
municipal votó una decisión para venir en corporación
T a m p o c o puedo dejar de llamar la atención del Sud á escucharme. L a L e g i s l a t u r a del Estado, compuesta de
y del país en general, por medio de la prensa, acerca de Ja Cámara de diputados y del Senado, decidió también
los asuntos que rozan los intereses de ambas razas. Así asistir en corporación á la conferencia.
lo he hecho, por e j e m p l o , á propósito de l a odiosa eos-
E n presencia de centenares de ciudadanos negros y
de muchos notables de la raza b l a n c a ; en presencia del
Consejo de E s t a d o y de los funcionarios del Estado, pro-
nuncié, pues, mi m e n s a j e : fué un mensaje de esperanza ÍNDICE
y de alegría. Y desde el fondo de mi corazón di las gra-
cias á las dos razas, por aquella acogida que me dispen-
DEDICATORIA.
saban, al regresar al E s t a d o que me vio nacer.
PRÓLOGO ESPECIAL PARA NUESTRA TRADUCCIÓN E S P A S O L A . 9

P R E F A C I O DEL AUTOR -Q

P R E F A C I O DEL TRADUCTOR . . . 13

CAPÍTULO I . E s c l a v o e n t r e los e s c l a v o s . . . . . . . 43

— II. Mi infancia gg

— III. L a lucha por la educación 74

— IV. A y u d o á mis compañeros. . . . . . . 89

— V. Los días de la regeneración ioi

— V I . L a raza negra y la raza roja 109

— V I I . Mis c o m i e n z o s en T u s k e g e e 119
FIN.
— VIII. Doy mi clase en una cuadra y en un galli-

n e r o 127
— IX. Días de angustia y noches de insomnio. . 138

— X. U n a tarea más difícil que hacer ladrillos

sin f u e g o 1 4 g

— X I . N u e s t r o s a l u m n o s f a b r i c a n sus c a m a s an-

tes de acostarse en ellas 159


— XII. Buscando fondos jgg

— X I I I . T r e s mil kilómetros p a r a un discurso de

cinco minutos jgg

— XIV. El discurso de la Exposición de Atlanta. . 197

— XV. E l secreto del éxito en el arte oratorio. . 214


— XVI. Viaje á Europa 236

— XVII. Ultimas palabras. 554


de m u c h o s n o t a b l e s d e la raza b l a n c a ; en p r e s e n c i a del
C o n s e j o de E s t a d o y d e los f u n c i o n a r i o s del E s t a d o , pro-
n u n c i é , pues, m i m e n s a j e : f u é un m e n s a j e de e s p e r a n z a ÍNDICE
y d e alegría. Y desde el f o n d o de m i corazón di las g r a -
c i a s á l a s clos razas, por aquella a c o g i d a que m e dispen-
DEDICATORIA.
saban, al r e g r e s a r al E s t a d o que me v i o nacer.
PRÓLOGO ESPECIAL PARA NUESTRA TRADUCCIÓN ESPASOLA. 9

PREFACIO DEL AUTOR -Q

PREFACIO DEL TRADUCTOR . . . 13

CAPÍTULO I . Esclavo entre los esclavos. . . . . . . 43


— I I . Mi infancia gg
— I I I . L a lucha por la educación 74
— I V . Ayudo á mis compañeros. . . . . . . 89
— V. Los días de la regeneración 101
— V I . L a raza negra y la raza roja 109
— V I I . Mis comienzos en Tuskegee 119
FIN.
— V I I I . Doy mi clase en una cuadra y en un galli-
n e r o 127
— I X . Días de angustia y noches de insomnio. . 138
— X . U n a tarea más difícil que hacer ladrillos
sin fuego 14g

— X I . Nuestros alumnos fabrican sus camas an-


tes de acostarse en ellas 159
— X I I . Buscando fondos jgg
— X I I I . Tres mil kilómetros para un discurso de
cinco minutos jgg
— X I V . E l discurso de la Exposición de Atlanta. . 197
— X V . E l secreto del éxito en el arte oratorio. . 214
— X V I . V i a j e á Europa 236
— X V I I . Ultimas palabras. 554

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