Vous êtes sur la page 1sur 32
mp Ovidio da consejos sobre cémo leer una carta de amor; «Unas palabras escritas en tablillas de abeto sondeardn el vado; que una sit- vienta de confianza escriba ef mensaje, Léelo con atencidn y, al leer- Jo, averigua por sus términos si miente o si te corteja de corazén y enamorado.» Resulta extraordinario. El poeta romano podria ser uno de nosetros. Habla de un problema que podria darse en cualquiet €poca, que parece existir fuera del tiempo. Al leer sobre la Jectura en El arte de amar nos parece oft una voz que nos habla directamente a una distancia de dos mil afios. Pero si escuchamos mas adelante, la voz suena extrafia. Ovidio continia recomendando técnicas para comunicarse con un amante a espaldas del marido: Que la casada terna al marido; que la vigilancia de fa casada sea segura: eso es lo decente y eso mandan las feyes.. Pero, con solo tener una firme voluntad, aunque te vigilen cantos como ojes tenia Argos, los burlards. Verds, ute podrd el guardiin impe- dir que esctibas cuando dispongas del tiempo def aseo; y cuando una cémplice pue- de Ilevarse las tablillas eacritas oculténdolas bajo ¢] ancho corsé, en of tiblo seno; y cuando puede esconder et mensaje sujetandolo a su pantorrila y Hevar las duices pa- jabras bajo su pie calzado? Si el guardidn se precavicse contra estos sistemas, que ta cémplice oftezca sv espalda a tus eserites y eve tus palabras en su cuerpo |, Qvidio, Asx Amatorig, libro TIT, versos 469-72 y 613-26. 177 we 178 . Robert Darnton Se espeta del amante que desnude a la sirvienta y lea su cuerpo —lo cual no es exactamente el tipo de comunicacién que asaciamos hoy a la correspondencia epistolar—. A pesar de su aire de fascinante contemporaneidad, El arte de amar nos catapulta a un mundo que ape- nas somos capaces de imaginar. Para comprender su mensaje debemos conocer algo sobre mitologia romana, técnicas de escritura y vida do- méstica. Deberfamos poder imaginatnos a nosotros mismos como la esposa o el patricio tomano y apreciar el contzaste entre moralidad formal y comportamientos de un munda entregado a la exquisitez y al cinismo en un momento en que se ptédicaba el Sermon de la Monta- fia en una lengua barbara, muy lejos de! alcance de los oidos romanos. Leer a Ovidio es enfrentarse al misterio de Ja lectura misma. Se trata de una actividad a la vez familiar y extrafia que compartimos con nuestros antepasados, aunque nunca sea la misma que ellos experi- mentaron. Podemos disfrutar de la ilusion de salir fuera del tiempo para establecer contacto con autores que vivieron hace siglos, Pero, aunque sus textos hayan llegado hasta nosotros inalterados —cosa vit- tualmente imposible, habida cuenta de la evolucién de su redaccian material y de los libros en cuanto objetos fisicos—, nuestra relacién con ellos no puede ser la misma que la de fos lectores del pasado. La lectura tiene su historia. Pera, ge6mo podemos recuperarla? Podriamos comenzar investigando Ja lista de lectores, Carlo Ginzburg encontré a uno, un humilde molinero friulano del siglo xvi, en los papeles de la Inquisicidn. En el interrogatorio por sospe- chas de herejia, el inquisidor pregunté a su victima sobre sus lectu- ras. Menocchio respondié con una tirada de titulos y comentarios de- tallados sobre cada uno de ellos. Al compatar los textos y los gomentarios, Ginzburg descubrié que Menocchio habia leido una gran cantidad de relatos biblicos, cronicas y libros de viaje del tipo de los que existian en muchas bibliotecas patricias. Menocchio ne se limitaba a recibir los mensajes transmitidos a través del orden social. Leia con beligerancia, transformando los contenidos del material que tenia a su disposicién en una visidn del mundo radicalmente no cris- tiana. Se discute si esta visidn puede remontarse, como pretende Ginzburg, a una antigua tradicién popular; pero Ginzburg demuestra, dn duda, la posibilidad de estudiar la lectura como una actividad practicada por la gente comin hace cuatro siglos 2. ? Carlo Ginzburg, El queso y fos gusanos (Barcelona, 1981). En mi investigacién scbre el siglo xvi en Francia tropecé con un sdlido lector de clase media, Se trataba de un comerciante de La Ro- chelle llamado Jean Ranson, un rousseauniano apasionado. Ranson no sélo.leia a Rousseau y loraba, sino que incorpord las ideas de Rousseau al edificio de su vida cuando monté un negocio, se enamo- 16, se casé y educé a sus hijos. Lectura y vida corrian paralelas, como motivos centrales, en una abundante serie de cartas escritas por Ran- son entre 1774 y 1785 que muestran cémo el rousseaunismo fue ab- sorbido por las formas de vida de la burguesfa provincial bajo el An- tiguo Régimen. Tras la publicacién de La Nouvelle Hélotse, Rousseau habia recibido un torrente de cartas de lectores Como Ranson. Fue, en mi opinién, la primera marea de correspondencia de admiradores en Ja historia de [a literatura, aunque Richardson hubiera levantado ya algunas olas considerables en Inglaterra. El correo revela que los lectores respondfan por toda Francia como lo hacia Ranson y que, ademas, sus respuestas se ajustaban a Jag sdlicitadas por Rousseau en los dos préloges a su novela. Habia ensefiado a sus lectores cémo leetlo, Les habia asignado funciones y les habia ofrecido una estrate- gia pata entender su novela. La nueva manera de leer funciond tan ! bien que La Nouvelle Heloise se convirtid en el mayor éxito de veritas \ del siglo, la fuente individual mds importante de la sensibilidad ro- ; mantica, Actualmente esta sensibilidad est# agotada. Ningun lector “moderno es capaz de llorar sin consuelo a !o argo de los seis voli- » menes de La Nouvelle Heloise como lo hicieron sus antecesores dos siglos ateds, Pero en su tiempo, Rousseau cautivd a toda una genera- cidn de lectores revolucionande la lectura misma 3, . Los ejemplos de Menocchio y Ranson nos hacen pensar que leer y vivir, crear textos y dar sentido a la vida estaban mucho més rela- cionados en la Edad Moderna que lo que lo estén en la actualidad. Pdro antes de saltar a las conclusiones, necesitamos revisar mas archi- vos, comparar los informes de las experiencias de los lectores con las relaciones de lecturas que aparecen en sus libros y, cuando sea posi- ble, con su conducta. Se cree qug Las penas def joven Werther provoca- ron una oleada de suicidios en Alemania. ¢No seria la Wertherfieber un fruto maduro para el andlisis? Los prerrafaelistas de Inglaterra ofrecen ejemplos similares de la imitacidn del arte por Ja vida, un te- * Robert Darnton, «Readers Respond to Rousseau; the Fabrication of Romantic Sensitivity, en: Daratan, The Great Cat Massacre and other Episodes of French Culiural History (Nueva York, 1984}, pags. 215-56.

Vous aimerez peut-être aussi