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Tocaven, R. (1992). Psicología criminal. México: INACIPE.

Págs: 77-88

CAPÍTULO VI

INTEGRACION DE LA PERSONALIDAD

Como se ha señalado, la madurez es el perfecto y armomco desarrollo de las principales


tendencias del hombre, misma que tiene como meta u objetivo la integración de éstas. •

Por lo mismo, cuando alguna tendencia se desarrolla excesivamente o, por lo contrario, cuan-
do queda fru strada en su desarrollo, se produce un trastorno en la maduración, tanto ma-
yor cuanto más importa~cia tenga la pretensión para el individuo en cuestión y cuanto más fuer-
te sea la falta de integración de la misma.

Vamos a estudiar por separadQ los trastor nos por exceso y por defecto en el desarrollo de
las principales inclinaciones del hombre; termi naremos con unas notas sobre las dificultades en
la integración.

6.1 DESARROLLO EXCESIVO DE UN AREA

Siguiendo el mismo esquema utilizado a lo largo de esta obra vamos a tratar primero de los
impulsos vitales, luego de las tendencias del yo y finalmente de las altruistas.

A) 1mpulso.s vitales

Son dos los que principalmente pueden desa rrollarse de modo excesivo e invadir así el campo
de la personalidad de modo que impidan la integración de las mismas: el impulso al goce y el
instinto sexual.

l. Impulso al goce

Como dejamos indicado, en el niño domina absolutamente el impulso a gozar; es más, pre-
tende gozar simultáneamente de todo. Poco a po co la educación le va enseñando a sacrificar esos
impulsos (principio de la realidad) por otros valores más altos que pretenda conseguir.

Cuando por diversas razones no se da esta transformación, nos encontraremos ante seres inma-
duros, con ansia de gozar incontrolada e incapa ces de privarse de ningún capricho. Por lo mis-
mo suelen ser también ineptos para un trabajo continuo, y desarrollar una labor de ese tipo.

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Este modo de ser entra sin duda en muchos tipos delincuenciales, especialmente en el grupo
central de delincu~ntes profesionales. Es el deseo de la vida cómoda y fácil, la imprevisión y la
falta de capacidad para sentir la responsabilidad sobre sí mismo y sobre los otros (familiares,
etc.), y especialmente la incapacidad para imponerse sacrificios con el objeto de conseguir metas
a largo plazo.

Por ello no es raro, en este tipo de delincuentes, la falta de continuidad en la época escolar,
el desinterés rápido por estudiar una carrera, por aprender un oficio o desempeñar una profe-
sión. Lo mismo los lleva a dejar fácilmente el hogar familiar, a abandonar el puesto de traba-
jo, etcétera.

Todo lo anterior está muy cerca, por tanto, de lo anormal o al menos de lo marginal y ha
sido recogido en el tipo del psicópata sin frenos ni inhibiciones.

Por otra parte, está también muy cerca de la labilidad· afectiva, nota que señalaremos más
adelante como una de las constitutivas de la personalidad criminal.

2. El instinto sexual

Dado que el tema ha sido tratado 'en numerosos estudios y monografías, y que con frecuen-
cia se utiliza seudocientíficamente, vamos a limitarnos a desglosar algunas notas sobre el asunto.

Ante todo dejemos de lado el problema de la prostitución, porque no constituye en reali-


dad un delito sexual, sino el abuso con fines lucrativos de la tendencia sexual. Por otra parte, se
ha de estudiar detenidamente en otro rubro (delincuencia femenina).

Tampoco nos vamos a ocupar de los que podríamos llamar abusos sexuales sin repercuslOn
criminológica, puesto que no constituyen normalmente un problema social y, por tanto, no inciden
en el campo de lo criminal.

Por lo tanto, centraremos nuestra atención en los casos de sexualidad que produce trastorno
social.

a) Homosexuales

Dentro de los mismos existen dos grandes grupos respecto a su etiología: la homosexuali-
dad congénita, que por tanto tiene en su raíz trastornos normalmente endocrinos; y la homo-
sexualidad adquirida, que es la que se debe a defectos dinámicos, frecuentemente neuróticos, de
la personalidad. Podría aun distinguirse un tercer grupo de homosexuali.dad, la vicariante, que
es la que se manifiesta por las circunstancias (cárceles, etc.) y que cesa al terminar la etapa de
dificultades para la heterosexualidad.

El porcentaje de homosexuales congénitos parece que es muy pequeño; por lo que en la


mayoría de los casos la homosexualidad se debe a diversos conflictos en el desarrollo de la per-
sonalidad, que han hecho de un hombre sexual mente normal, un habitual del homosexualismo.

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Ya se comprende que en el primer caso el tratamiento ha de dirigirse fundamentalmente a
remediar el trastorno fisiológico; mientras que en el segundo hay que someter al individuo a una
psicoterapia profunda, que reconstruya su personalidad.,

b) Violentos

El grupo no es muy numeroso, pero produce gran conmOCIOn, especialmente en los medios
rurales. Sc trata de los casos de verdadera violación, estupro, etcétera.

Suelen algunos autores (Seelig, etc.) prevenir al juez sobre el peligro de falsos testimo-
nios en la presente materia, lo que sin duda es acotado en líneas generales, puesto que espe-
cialmente en temperamentos histéricos se puede llegar a la falsa acusación, y no menos t:ierto es
que en algunos casos lo que fue coito consentido, puede luego tornarse en acusación de violación
o estupro, especialmente cuando la mujer queda embarazada como resultado de ello.

Pero no hay que olvidar que especialmente en caso de niñas de corta edad, y más particu-
larmente cuando el que intenta forzarla tiene notable autoridad sobre ella, se produce la típica
reacción del terror, de inmovilidad, con lo que incluso parece que accede al coito, cuando en
realidad ha quedado (incluso horas después) pe trificada y del todo incapaz hasta de moverse del
lugar donde quedó.

Aberraciones del instinto sexual

Son aquellas en las que el instinto sexual busca para satisfacerse estímulos inadecuados.
Tales como el sadismo, masoquismo, el exhibicionismo, el fetichismo, el travestismo, el frotteu-
rismo, el voyeurismo, la sodomía y la paidofilia.

Por juzgarlo de importancia básica para el cabal conocimiento de nuestra mat~ria haremos
una breve reseña a cada una de las aberraciones sexuales señaladas.

SADISMO

El término se utiliza para describir la des viación sexual en la cual la excitación erótica de-
riva de infligir dolor; la palabra masoquismo se refiere a la perversión en la cual el placer
sexual se logra al sentir dolor. Las dos palabras se combinan con frecuencia en una, sadomaso-
quismo; ya que desde hace mucho tiempo se reconoce que una persona cuyo interés sexual se
dirige hacia alguna de estas actividades es probable que sea también estimulada por la otra. Un
hombre o una mujer pueden tener una inclinación o conducta sexual predominantemente sadis-
ta o masoquista, pero generalmente se encuentran las dos actitudes combinadas, como en los
casos de los individuos de cuyos hombres derivan los términos, el Marqués de Sade y Leopold
Sacher-Masoch.

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De Sade prefería dominar e infligir dolor, mientras Sacher-Masoch deseaba ser golpeado
y subyugado_ Pero éste también podía ser cruel, y De Sade se hacía golpear y golpeaba a su vez.

La imagen popular del sádico como un criminal brutal se aplica sólo a una pequeña mino.
ría en la cual esta tendencia desviante se hace aguda. Existen personajes violentos, psicopáti-
cos, pero el criminal sádico es, afortunadamente, muy raro.

EXHIBICIONISMO

Es la perversión del instinto sexual que consiste en exponer públicamente los genitales. Es
una desviación exclusivamente masculina, porque aunque las mujeres puedan exponer los ge-
nitales en espectáculos de strip tease, lo hacen a requerimiento y para placer de los demás, y
nunca como medio de excitarse ellas mismas. El exhibicioni~mo es con frecuencia compulsivo,
y obliga a repetir el acto a pesar de las penalidades y el tratamiento terapéutico.

La desviación consiste en exponer el pene, generalmente erecto, a personas que pueden ser
mujeres de cualquier edad, pero que aproximadamente en el 50% de los casos tienen menos de
16 años. Esta exposición es seguida generalmente por la masturbación más que por cualquier
acercamiento a las mujeres; y es evidente, por las circunstancias y lugares en los que ocurre
el acto, que la gran mayoría de los hombres que se exhiben no intentan el contacto físico con
las muchachas y mujeres a quienes muestran sus órganos.

El exhibicionista busca obtener una reacción emocional de las mujeres: horror, disgusto o
excitación.

FETICHISMO

La palabra fetiche fue aplicada originalmente a objetos inanimados adorados por los pueblos
primitivos, que les atribuían cualidades mágicas. Este significado se amplió luego hasta desig-
nar cualquier cosa reverenciada irracionalmente.

El término fetichismo se aplica a una desviación sexual en la cual la magia parece residir
no en una persona total, sino en una parte de ésta, en un objeto relacionado con aquélla o en
un sustituto simbólico de la misma. El fetichista siente una atracción sexual compulsiva e irra-
cional hacia un objeto inanimado como un guante, una pantaleta o un zapato, o es fascinado por
cierta parte del cuerpo que no son los genitales, como el cabello, los senos, los pies o las manos.
En algunos casos una deformación o lesión puede ser foco de atracción.

Existen distintos grados de fetichismo, desde la verdadera desviación, en la que el fetiche


sustituye a la persona y es usado para la masturbación, hasta el estado mucho más común en el
que el fetiche sirve simplemente como medio para asegurar una excitación completa del deseo y
la potencia suficiente para cumplirlo.

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TRA VEST ISMO

El travestista halla excitación y desahogo sexual vistiéndose con las ropas que para él re-
presentan la femineidad. La práctica común del travestista masculino es vestirse con tales ropas
y después masturbarse, frecuentemente mirándose a un espejo. Obtiene placer del contacto sexual
de las ropas femeninas, que le dan la misma sensación tierna y acariciante del contacto con un
cuerpo de mujer. Es muy frecuente escuchar de quienes no están familiarizados con esta desvia-
ción la errónea concepción de que el travestismo es una forma de homosexualidad, la realidad
es que el travestismo y la homosexualidad son fenómenos totalmente independientes y sólo una
pequeña parte de los travestistas son homosexuales en sus relaciones físicas.

FROTTEURISMO

Esta desyiación consiste en frotar los genitales contra una mujer, especialmente en aglome-
raciones. Estas acciones aunque desagradables para muchas mujeres no siempre son rechazadas.
Centro de interés son generalmente las nalgas, partes del cuerpo femenino capaces de atraer el
interés compulsivo, fetichístico de muchos hombres, y accesibles en las multitudes, de manera en
que no lo son partes más íntimas. La frotación es rara vez una desviación no acompañada por
otra; tiene poca importancia excepto en los ra ros casos en que es muy compulsiva.

VOYEURISMO O ESCOPTOFILIA

La acción de ver a otra~ personas o a los animales en la actividad sexual está tan difundi-
da, que el voyeurismo sólo es considerado como una desviación sexual cuando se ha convertido en
sustituto de los métodos convencionales de satisfacción sexual.

Los voyeuristas o escoptofílicos, frecuentemente recorren los parques con la esperanza de ob-
servar las actividades de parejas que se acarician o vagan de noche por calles obscuras para
poder atisbar en dormitorios iluminados.

SODOMIA

El uso del orificio anal para fines sexuales no solamente confronta el concepto de des-
viación o aberración: del instinto sexual, sino que para algunas legislaciones es un delito per-
fectamente tipificado. El crimen o aberración consiste en insertar el pene en el orificio anal de
un hombre o una mujer, o tenér cualquier clase de cópula sexual con un animal. En el lenguaje
psicológico lo primero se conoce como sodomía y lo último como bestialidad o zoofilia.

PAIDOFILIA

Este término se utiliza para denominar el amor sexual a los niños, es una desviación que se
presenta en los hombres, tanto heterosexuales como homosexuales. Hay algunas mujeres que

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también prefieren amantes mucho más jóvenes que ellas, pero es raro que una mujer sea acusada
de comprometerse sexualmente con niños de cualquier sexo.

Las acciones sexuales con niños generalmente toman la forma de acercamientos verbales o
exhibición genital o pueden consistir en enamor ar al niño sin un contacto genital específico. En
algunos casos el desviado acaricia los órganos genitales del niño o intenta persuadir a éste de que
manipule los Suyos. La cópula real es ocasional.

La paidofiIfa como verdadera desviación no resulta de un exceso de sensualidad, sino más.


bien del hecho de que no se ha podido hallar satisfacción sexual en una relación adulta. No es
por lujuria, sino más bien por una incapacidad para establecer contacto con personas de su
edad, que los niños pueden llegar a ser el foco del interés sexual de un hombre.

Es claro que en estos casos no solemos encontrarnos ante individuos sexualmente norma-
les. La anormalidad puede ser una etapa de la degeneración de la personalidad (como el exhi-
bicionismo del delincuente senil) o estar anclada en la personalidad como en los restantes ca·
sos reseñados.

Por lo que acabamos de indicar se compren de que los casos de desviación del instinto sexual
necesitan normalmente un tratamiento psiquiá trico o psicoterapéutico.

Como nota final conviene indicar que en la mayoría de los casos, el delincuente sexual no es
un hipersexual, sino una personalidad no debidamente desarrollada. Por esta razón hemos incluido
su estudio en el presente capítulo al hablar de la falta de integración y la personalidad.

Es más, según diversos autores, el delincuente sexual es en muchos casos un hiposexual


que pretende supercompensar su complejo de inferioridad sexual por medio del abuso sexual.

Lo que de nuevo nos confirma la idea de la necesidad de intervención médica y psicológi-


ca para el delincuente sexual.

B) Tendencias del yo

Nos fijaremos brevemente en el deseo de poder, el de estimación y el de venganza.

l. El deseo de poder

Puede distorsionar la integración de la personalidad o porque sea excesivamente intenso, o


porque pretenda una supercompensación del complejo de inferioridad.

En la vida normal se presenta en forma de los pequeños déspotas, que quieren dominar a
cuantos le rodean y que constituyen en ocasiones una seria dificultad para la convivencia fami.
liar, para el grupo de trabajo, etcétera.

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Dentro de las circunstancias normales, raras veces se lanzan dichos temperamentos a graves
delitos. Sin embargo, se conocen casos, rayanos con la anormalidad, de asesinatos familiares, etc.,
debido a un ambicioso sin escrúpulos, que pretende subir o heredar por este medio. Cercano
está el caso del estafador de seguros, que prende fuego a la casa asegurada para cobrar la pri-
ma. y más aún, se encuentra el de aquel que coloca una bomba en un avión, a fin de cobrar el
seguro de un pariente próximo que viaja en el mismo.

Pero es especialmente en circunstancias de emergencia cuando tales sujetos despliegan toda


su peligrosidad social. Porque al encontrarse de pronto con la capacidad de ejercitar el poder sin
casi posibilidad de control pueden convertirse en verdaderos tiranos y cometer los delitos más
horribles, sólo por satisfacer sus más bajos instintos o por desfogar un resentimiento oculto du-
rante años.

2. El deseo de estimación

En su vertiente intelectual es el tipo fanfarrón, que se gloria de lo que jamás hizo. El pe-
ligro mayor se presenta cuando tales tipos van paso a paso encadenándose en sus propias inven-
ciones y terminan en el delito como única salida; o cuando buscan en éste desde el principio el
medio de conseguir renombre.

Como etapa temporal es el caso de la delincuencia juvenil en el período de crisis de la ado-


lescencia.

En el aspecto afectivo da lugar el tipo anterior al del histérico que hemos descrito más
arriba; y que se combina, en todos los modos posibles, con el tipo intelectual necesitado de esti-
mación.

3. El deseo de vindicación

Puede presentarse en dos versiones diversas: la vindicación de una ofensa concreta y la vin-
dicación de una situación estable de relegación, que el individuo considera injusta.

En el primer caso no se trata más que de una perturbación pasajera de la personalidad,


_muy cercano al crimen pasional, que estudiamos más arriba. Es por tanto el segundo caso, que
encuadra plenamente en el capítulo que ahora exponemos.

El tipo del resentido social suele ser poco peligroso en circunstancias normales. Su vertien-
te criminológica suele ser tan sólo la normal en el encolerizado y su mayor campo de trastornos
es el hogar o el sitio en que trabaja; donde prácticamente jamás se encontrará a gusto, ni dejará
estarlo a los demás.

Pero de modo semejante a lo que dejamos indicado al hablar del deseo de poder, cuando
se turba la paz social, adquiere el tipo del resentido toda su peligrosidad criminológica: entonces
puede entregarse con rabia a vengarse en un grupo determinado, al que hace responsable de su

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preterición, toda su amargura. En algunas ocasiones puede llegar a pretender hacer sufrir por
sufrir, a cuantos le rodean.

C,J Tendencias altruistas

El tipo fundamental de desviación en las mismas es el delincuente por convicción, una ver-
sión del cual es el delincuente político.

l. El delincuente por convicción

Es el que se cree obligado a realizar un hecho delictivo en virtud de que sus principios no
están de acuerdo con las valoraciones sociales.

Puede tratarse por tanto de un exceso en sus tendencias normativas o deontotónicas (las
que imponen un deber) ; o en otras ocasiones el exceso se localiza más bien en una tendencia fi-
lantrópica. por la que el interesado se cree obligado a cometer un delito para auxiliar a un ne-
cesitado.

En este último caso podemos encontrarnos ante el bandolero o ladrón benéfico, que comete
el delito para ayudar a los que se encuentran necesitados; pero el tipo pertenece más a los ro-
mances populares, que a la vida real contemporá llea.

2. El delincuente político

Por el contrario en el primer caso estamos ante el delincuente político, tipo que es frecuente
en nuestros días y que presenta características especiales.

A este tipo delincuencial se le dio un trato preferencial en el siglo pasado, porque se con-
sideraba como sujeto progresivo y se le contraponía con el delincuente atávico, como por ejemplo
Ferri, y con él, gran número de autores con una u otra fórmula.

Pero como dichos delincuentes políticos han utilizado el delito común como arma para sus
finE':- (atentados, etc.), la consideración criminológica del tipo ha ido variando profundamente
con el correr del siglo actual.

Especialmente suelen distinguir los autores, cada vez con más cuidado, entre el auténtico
delincuente político y el delincuente común, a qui "n muchas VE'ces emplean los delincuentes políti-
cos como autor material de sus planes.

Por otra parte se distingue, incluso en los tratados de extradición, entre el delito neta-
mente político y el delito común con fines políticos.

En los casos de verdaderos delincuentes políticos hay finalmente que separar entre los hom-
bres psicológicamente normales, que presentan una fuerte acentuación de las tendencias altruis-
tas rayana ya en lo anormal; y los tipos de anormales desde el punto de vista psiquiátrico (espe.
cialmente paranoias), cuyos sistemas delirantes toman como materia el campo político o social.

6.2 FALTA DE DESARROLLO DE UN AREA

Puede dar lugar a diversos tipos de criminalidad, que vamos a exponer, siguiendo de nuevo
el esquema utilizado en Psicología General. Omitiremos, sin embargo, el tema de la vitalidad, por·
que no parece que presente con frecuencia derivaciones crimino genéticas.

A) Tendencia del yo

Puede presentar su verSlOn criminogenética especialmente en dos casos: cuando ntJ hay el
mínimo interés por la conservación de la vida, y cuando falta el deseo de poder y de abrirse ca·
mino en la vida.

l. Falla de instinto de conservación

Su origen puede estar en un defecto congel1lto del individuo en cuestión; pero, más freo
cuentemente, se trata de un problema de formación de la personalidad, que da lugar a una neuro·
sis; sin que falten los casos de amargados por fracasar en la vida. Finalmente, se presentan ca·
sos claramente patológicos, especialmente en los cuadros de depresión endógena.

El tipo de delito más frecuente a que lleva la falta de instinto de conservación es el SUICl·
dio; que aunque no se castigue en la mayoría de los códigos penales, es una plaga de la sociedad
moderna.

Es más, las estadísticas enseñan que con el avance de la vida moderna aumenta el número
de suicidas; especialmente en los medios en don de falta la fe en el más allá. Pero sin duda con·
tribuye a ello, no menos que la falta de religiosidad, la falta de maduración de la personalidad a
. que lleva la desintegración familiar de la vida moderna, y el ritmo de la misma.

Un tipo de mayor gravedad criminológica es el llamado suicidio ampliado; en donde, el


individuo, al no tener interés por seguir viviendo, mata también a los familiares próximos o
seres más queridos, para ahorrarles el sufrir en una vida que para él carece de sentido.

Tal cuadro criminológico se presenta no raras veces en los suicidas por depresión endógena;
especialmente cuando ésta se produce en el tiempo del climaterio viril.

:2 . Falta de deseo de poder

Estamos ahora ante el tipo que no tiene in terés por abrirse camino en la vida, por progre·
sar. Se trata por tanto de tipos apáticos y conformes con poco, que van vegetando por la exis·
tencia sin oficio ni beneficio.

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Normalmente no tienen otra vertiente criminológica que la del mend~go o vago, que carece
de interés por el mañana y por llegar a una posición mejor.

Este cuadro criminológico puede provenir, como en el tipo anteriormente estudiado, de di-
versas causas. Pero no es raro que se debe fundamentalmente al temperamento pasivo y abúlico
del individuo.

B) Tendencias altruistas

Vamos a analizar las que tienen un sentido más intelectual y las que preferentemente son
emotivas; aunque no puede negarse que ambas se entrelazan con frecuencia. En el primer caso
estamos ante el tipo del egocéntrico y en el segundo ante el del que carece de afectividad al-
truista.

l. El egocéntrico

Se trata del individuo que tiene tendencia a referir todo a sí mismo, a querer sentirse el
centro del universo. Debe por tanto diferenciarse del egoísta, término bajo el que más bien
se entiende el individuo centrado afectivamente en sí mismo.

Estudiaremos más adelante este tipo detenidamente; porque el egocentrismo es una de las
cualidades que suelen señalarse como constitutivas de la personalidad criminal.

Digamos ahora tan sólo que dicho espécim en proviene preferentemente de la falta de ten-
dencias altruistas y que esta carencia puede te ner un fondo innato, pero que con más frecuen-
cia se debe a una educación defectuosa, a un de fecto dinámico de la personalidad.

2. La indiferencia afectiva

Consiste en la falta de emociones y de inclinaciones altruistas; el que la padece está do-


minado por la frialdad hacia el prójimo que, por tanto, es una de las formas del egoísmo.

También nos ocuparemos de la indiferencia afectiva al tratar la personalidad criminal,


porque de nuevo es una de las notas que suelen señalar los criminólogos como constitutiva de
dicha personalidad.

También hay que decir respecto a ella que, con mucha frecuencia, se trata de un defec-
to en la educación del individuo, de una falsa estructuración dinámica de la personalidad.
Normalmente estamos ante el caso del individuo que nunca fue querido por nadie y, por tanto,
no ha desarrollado su capaddad emotiva; por lo que, o es frío del todo o se encierra en sí
mismo en perfecto egoísmo. Ya indicamos que tales tipos son los que forman el delincuente
desalmado.

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6.3 DIFICULTADES EN LA INTEGRACION DE LAS AREAS

La integración de un área de la personalidad sohre las restantes puede ser un fenómeno


pasajero o estable. En el segundo de los casos nos encontramos ante las hipótesis que nos han
venido ocupando anteriormente, especialmente ante el desarrollo excesivo de un área que, en
su hip~rtrofia, ahoga a las restantes.

A) Acentuación de un área

Vamos, por tanto, a considerar aquí tan sólo el caso de la acentuación pasajera de un área,
lo que, desde el punto de vista criminológico, da lugar a los llamados delitos de masas.

Se trata en ellos de una consecuencia de los fenómenos que se producen cuando un 'grupo
numeroso de personas se siente invadida por una emoción común. Este hecho es conocido en
psicología como psicología o psicosis de masas y quizás tiene una razón puramente orgánica.
Como vimos, el cerehro humano funciona a hase de corrientes eléctricas de potencial y ritmos
del todo determinados; por lo tanto, induce campos electromagnéticos del todo semejantes a los
de una estación emisora de radio o televisión y que, por lo mismo, pueden ser captados por
otro cerebro cercano si es capaz de estahlecer sintonía.

Este fenómeno que parece ser la base de la llamada transmisión del pensamiento (que en
realidad es transmisión de imágenes más que de ideas) y del hipnotismo o la sugestión, expli-
ca también los fenómenos de masas, puesto que ya vimos que toda emoción se refleja en el
telencéfalo. Por lo tanto, también las emociones son transmisibles de modo semejante a las
imágenes. Por lo que cuando una multitud vihra hajo una intensa emoción, parece claro que
emite intensamente campos electromagnéticos correspondientes a la misma; campos que, sin
duda, influyen en las restantes personas presentes y que terminan por inducir a ese estado de
emotividad colectiva que hemos denominado psicosis de masas.

Sea cual fuere su explicación científica es un hecho indudable que tales fenómenos de ma-
sas existen y que tienen, en ocasiones, su vertiente criminal. Así, por ejemplo, en los casos de
linchamientos y semejantes delitos colectivos en los que posihlemente todos o una gran mayoría
de los participantes ahominarán lo hecho cuando se hayan serenado de la fuerte emoción colec-
tiva que les embargó y que disminuyó notahlemente su capacidad de ohrar con independencia
de los que los rodeahan.

B) Disociación dI(! las áreas

El caso más frecuente y con mayor peligrosidad criminogenética es el de la inautenticidad,


que estudiamos en Psicología General.

Recordamos que se trata de una falta de habilidad de la estructura superior para dirigir el
fondo endotímico, por lo que éste parece independizarse para actuar por su cuenta, mientras
que la estructura superior intenta fingir que lo maneja.

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