Vous êtes sur la page 1sur 16

75

Marxismo y cuestión internacional

V íctor B atta F onsecsa*

Los intentos por analizar las Relaciones Internacionales a partir del marxis­
mo no son nuevos ni escasos. Puede decirse incluso que Marx, Engels, Lenin
y sus continuadores abordaron algunas cuestiones de índole internacional
en sus principales obras y aunque en rigor no dedicaron nunca un trabajo
profundo y especifico al estudio teórico de la política internacional, se acepta
que tuvieron siempre en mente la importancia de la dimensión internacional
o el peso del factor internacional.
La tarea de elaborar una explicación más o menos global de la sociedad
internacional o de la política internacional ha caído en las espaldas del
marxismo contemporáneo. En nuestro país hace algunos años que se ha
iniciado un laborioso trabajo en el seno del Centro de Relaciones Interna­
cionales en tomo al marxismo y su utilidad para el análisis de los fenómenos
internacionales. Esta alternativa surgió tras la revisión crítica de los enfo­
ques tradicionales sobre la sociedad internacional y tiene como finalidad
explicarse lo específico internacional a partir del marxismo y desde el punto
de vista de un país subdesarrollado; intento que busca al mismo tiempo,
romper con la dependencia que se padece en relación con las teorías y modelos
elaborados —con motivaciones político-ideológicas bien claras— en los prin­
cipales centros del capitalismo desarollado, fundamentalmente en Estados
Unidos, Francia e Inglaterra.
La importancia que en los últimos años se ha comenzado a otorgar al
marxismo dentro de los estudios sobre la realidad internacional ha aumentado
constantemente. Esta tendencia no ha estado ausente incluso en los análisis
norteamericanos más recientes sobre los problemas internacionales, análisis
de los cuales se presentan comentarios críticos en este mismo número.
También los autores que abordan la problemática teórica de esta disciplina
desde un punto de vista no marxista, se han visto forzados a tomar en
cuenta el materialismo histórico, aunque sea con el único fin de refutarlo
desde una posición abiertamente anticomunista.1 Resulta evidente que las
* Profesor del Centro de Relaciones Internacionales.
1 Sobre marxismo y Relaciones Internacionales, Marcel Merle analiza a grande*
rasgos los mismos tópicos que Roberto Mesa, aunque desde una posición política muy
cercana al iwticcmunigmo. La problemática relacionada alrededor de la cuestión
colonial y el nacionalismo se plantea en términos que pretenden hacerla aparecer
76

mismas carencias teóricas de los enfoques llamados anglosajones, positivistas o


burgueses,2 han contribuido a acrecentar la importancia y necesidad de es­
tudiar la realidad internacional a partir del rigor científico que puede pro­
porcionar la concepción marxista de la sociedad.
Por otro lado, es oportuno señalarlo, el camino que se ha seguido para
teorizar sobre las Relaciones Internacionales parece que ya no da de más.
Si bien fue fructífero iniciar el trabajo, conceptualizando o buscando la
especificidad del objeto de análisis de la disciplina de las Relaciones Interna­
cionales, en la actualidad ya no lo es. Este trayecto ha contribuido a ahondar
la ya de por sí grave fragmentación de las ciencias sociales y no ha sabido
plantear alternativas para su superación. A lo más que se ha llegado, dada
la complejidad del problema, es a girar alrededor de definiciones concep­
tuales, las cuales forzosamente tienen que ser siempre provisionales, hecho
que ha estancado largo tiempo el quehacer teórico.
Lo más avanzado a este respecto se ha resumido así: “En síntesis lo
que se estudia en la disciplina de las Relaciones Internacionales es el
conjunto de relaciones, protagonistas, fenómenos y procesos que afectan
de manera relevante la dinámica mundial, así como las tendencias que se
infieren de esto último. En forma aún más abreviada, el objeto material
de estudio de las Relaciones Internacionales es la totalidad histórico-
concreta de un mundo en evolución constante; la realidad mundial”.
“En esto reside precisamente la especificidad de las Relaciones Inter­
nacionales por lo que se refiere a su objeto material de estudio. Es la única
como insuperable y sin explicación teórica y política. En Sociología de las relaciones
internacionales, Madrid Alianza editorial, 1978, 460 pp.
En efte mismo sentido es necesario registrar otro trabajo netamente anticomunista:
Adolfo Castels Mendívil, “La concepción marxista de las Relaciones Internacionales”,
Revista de Política Internacional No. 53, Madrid, Instituto de Estudios Políticos,
sept.-oct, 1977, pp. 93-146.
2 Véase: Emilio Cárdenas Elorduy, “El camino hacia la teoría de las Relaciones
Internacionales”. Revista Mexicana de Ciencia Política, núm. 63, F.C.P. y S., 1971;
Víctor Batta y Rosendo Casasola, “La evolución de la disciplina de las Relaciones
Internacionales desde la Segunda Guerra Mundial”. El estudio científico de las rela­
ciones Internacionales, México, F.C.P. y S., 1978; Hans Joachim Leu, Teoría de las
relaciones internacionales, Caracas, Ed. Jurídica venezolana 1978; Roberto Mesa,
Teoría y práctica de relaciones internacionales, Madrid, Taurus ediciones, 1980;
Manuel Medina, La teoría de las relaciones internacionales, Madrid, Seminarios y
ediciones, 1973; Marcel Merle, Sociología de las relaciones internacionales, Madrid,
Alianza editorial, 1978; Antonio Truyol y Serra, La teoría de las relaciones interna­
cionales como sociología, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1973; Stanley H.
Hoffmann, Teorías contemporáneas sobre las relaciones internacionales, Madrid, Edi­
torial Tecnos, 1963; Jaime Isla Lope, et. al., “La incorporación del conocimiento de
Asia al estudio disciplinario de las relaciones internacionales a través de la sociología
histórica”, El estudio científico de la realidad internacional, México, F.C.P. y S., 1981;
Ileana Cid Capetillo, “Reflexiones críticas sobre el surgimiento teórico de la disci­
plina de las Relaciones Internacionales”, Relaciones Internacionales, Núm. 23, México,
F.C.P. y S., octubre-diciembre 1978.
77

disciplina académica que tiene por objeto el estudio de la realidad mun­


dial —una realidad que, sobra decirlo, es cualitativamente distinta a la
suma simple de sus partes.. "Pues bien, el único apoyo óntico-gnoseo-
lógico para tina concepción totalizadora de la disciplina lo encontramos
en el materialismo dialéctico e histórico”.8
Aunque existe un cierto consenso sobre la riqueza que el marxismo puede
proporcionar en el estudio de las cuestiones internacionales, resulta evidente
que se ha avanzado poco en tomo a la elaboración de estudios concretos
sobre este campo. El solo hecho de plantearse este nuevo camino implica,
además de recordar conceptos claves (“La visión de la sociedad internacional
como totalidad concreta permite comprenderla no como algo caótico, sino
como un todo estructurado y dialéctico, en el cual pueden explicarse los
diferentes hechos dialécticamente como partes estructurales del todo” ), entrar
de lleno a dar respuesta a las principales cuestiones internacionales, o
cuando menos a su planteamiento. Julio Sau Aguayo intentó seguir este
procedimiento en un trabajo publicado en el Anuario Mexicano de Relaciones
Internacionales del cual presentamos un comentario critico por separado.
Aún cuando se estanca en los debates tradicionales del marxismo, tiene el
mérito de proponer un “inventario” de los primordiales problemas a los
que debería dar respuesta un enfoque marxista de las Relaciones Inter­
nacionales.4
Resulta ya un lugar común señalar que no existe una teoría marxista
elaborada de la realidad internacional, aun cuando hay en las obras de
Marx, Engels y Lenin suficiente material e ideas sobre la problemática
internacional.
Sería totalmente equívoco afirmar que Marx elaboró una teoría de las
Relaciones Internacionales en el sentido completo, académico con que hoy
día damos contenido a la denominación. Pero, igualmente equívoco, dada
la ausencia de clasificaciones formalistas, sería desconocer o silenciar la im­
portancia que en el pensamiento de Marx tuvo la preocupación por la
política internacional de su época y las relaciones de poder desarrolladas
en su seno.®
En la obra arriba citada, Roberto Mesa presenta una síntesis sobre la
visión global que el primer marxismo —de Marx y Engels— tiene de lo
internacional:
* Luis F. González Souza, “Una concepción totalizador» de las relaciones interna­
cionales : clave para comprender la especificidad e importancia de la disciplina”,
Relaciones Internacionales, núm. 23, oct-dic., 1978, pp. 13, 14 y 20.
* “Marxismo y relaciones internacionales”, Anuario Mexicano de Relaciones Inter­
nacionales, México, ENEP ACATLAN, 1981.
8 Roberto Mesa, op. cit., p. 152.
78

“El Estado, en la visión marxista de la historia., el agente internacional


de los intereses de las clases dominantes; razón por la cual, la lucha del
proletariado contra la burguesía ‘nacional’ no se agota en los límites fron­
terizos estatales”.8
A pesar de la publicación de algunos artículos bastante polémicos sobre el
colonialismo, aparecidos en The New York Daily Tribune, donde se mane­
jan planteamientos considerados como contradictorios con otras teas marxistas,
los estudios sobre la sociedad y el desarrollo del capitalismo en Europa,
contribuyeron a que Marx planteara la idea de la misión internacional o
intemacionalista del proletariado, sintetizado en la conocida cita del Ma­
nifiesto:
Los trabajadores no tienen patria, mal se les puede quitar lo que no tienen.
No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del
poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que
también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida
ni mucho menos con el de la burguesía.7 Para Roberto Mesa la obra de
Marx “confirma no sólo la consistencia científica del planteamiento, sino
también el interés con que Marx y Engcls estudiaron el contexto inter­
nacional de su tiempo”.8
No obstante el poco avance en tomo a la recopilación y sistematización
de los aportes que el marxismo ha hecho a la explicación de los fenómenos
internacionales, el trabajo de Roberto Mesa quizá sea el que más haya con­
tribuido al respecto, a pesar de que a nuestro juicio resulta aún insufi­
ciente.
Por otra parte, pero sin desligarlo de lo anterior, parece haber conscenso
sobre la idea de que una de las aportaciones más importantes en el estudio
de los fenómenos internacionales ha sido el análisis del imperialismo.® En
efecto, en los inicios del presente siglo, cambiaba la caracterización del
capitalismo mundial, el cual comenzaba a manifestar profundas transforma­
ciones engendradas por el proceso de concentración, centralización e inter-
nacionalización del capital. Este hecho exigía al mismo tiempo un análisis
más riguroso sobre el desarrollo del capitalismo y sus consecuencias. Hilferd-
ing publica en 1910 su obra Capital financiero, donde estudia los cambios
* Roberto Mesa, op. cit., p. 153.
7 Marx y Engels, El manifiesto comunista, Madrid, ed. de D. Rjozanof. Trad. W.
Roces, 1974. Citado por Roberto Mesa, op. cit., p. 153.
8 Roberto Mesa, op. cit., pp. 155-156.
* I’eana Cid Capetillo y Pedro González Olvera, “Comparación crítica entre lo»
enfoques clásicos y los actuales del imperialismo. Un acercamiento a la comprensión
de las relaciones internacionales en el sistema capitalista actual, en Estudio científica
de la realidad internacional, México, F.C.P.S., UNAM, Serie Estudios, núm. 65, 1981.
79»

globales del modo capitalista de producción en la era de los monopolios, las-


barreras aduaneras y los conflictos comerciales interimperialistas. Por su
parte, Luxemburgo edita en 1913 La acumulación de capital, donde subraya
el papel predominante de las regiones no capitalistas en el proceso de ex­
tracción de plusvalía, así como la tendencia militarista e imperialista de
las potencias metropolitanas. Bujarin publica La economía mundial y el
imperialismo en 1915 y un año después Lenin presenta su famoso breve
estudio titulado El imperialismo, fase superior del capitalismo, trabajo donde
además de retomar los avances de sus predecesores, inserta ya un análisis
político del imperialismo y la explotación colonial, originado en la carac­
terización del capitalismo como sistema orgánicamente mundial.
¿Cuáles son, pues, las principales cuestiones a las que debería dar res­
puesta una teoría marxista de las Relaciones Internacionales? Sin presentar
una lista exhaustiva, lo cual no es el caso, conviene sin embargo plantear las;
que consideramos instancias centrales del enfoque marxista sobre la realidad
internacional.
Antes de pasar a esto, queremos proponer una ruta de trabajo que puede*
ayuda a desarrollar este enfoque. Se subraya desarrollar porque consideramos
que sólo una postura crítica aún cuando sea acusada de revisionista, puede
contribuir a concretar una teoría marxista de lo internacional. Resulta ya
urgente proceder a examinar la validez de los mismos textos del marxismo
clásico, sin ningún supuesto apriorístico de que son necesariamente correctos.
Tal vez la responsabilidad más apremiante de los marxistas contemporáneos
sea identificar las principales debilidades teóricas del marxismo clásico,
explicar sus razones históricas y teóricas y, lo principal, proponer remedios.
A nuestro juicio, esta ruta de trabajo puede centrarse, por una parte, en-
una revisión crítica del pensamiento marxista clásico y contemporáneo y,
por la otra, en la discusión sobre las principales cuestiones internacionales a>
las que debe dar respuesta la concepción marxista de la sociedad.
La revisión crítica debe abarcar el análisis de las obras de los fundadores
del materialismo histórico, Marx y Engels. Sobre la temática que nos
interesa, importa destacar el por qué Marx, quien fue el único que compren­
dió el movimiento real del modo de producción capitalista —el cual desden
su punto de vista atenuaría y anularía progresivamente las nacionalidades
en un nuevo universalismo—, no logró conceptualizar rigurosamente sobre
lo contrario: que el desarrollo del capitalismo generó, estimuló y reforzó
los nacionalismos. De hecho, los principales acontecimientos políticos ocurridos
en Europa entre 1850 y 1860 estuvieron todos relacionados con luchas na­
cionalistas, obviamente de origen burgués, pero que sin embargo marcaron
el gran cambio observado en el sistema estatal internacional.
Los teóricos marxistas que sucedieron a Marx y Engels fueron los herederos
de estas carencias teóricas sobre la relación nacional-internacional, sobre el
nacionalismo. De hecho, la revisión crítica que proponemos acerca de las
aportaciones del marxismo para la explicación de los fenómenos intemacio-
naies debería incluir —en una investigación rigurosa y a largo plazo— las
obras del Labriola, Kautsky, Plejanov, Lenin, Luxemburgo, Hilferding, Trot-
sky, Bauer, Bujarin, Luckás, Korsch, Gramsci, Benjamín, Della Volpe, Mar-
cuse, Lefebvre, Sartre, Althusser, Colletti, entre otros. Al lado del análisis
•de la obra de estos marxistas europeos, se hace necesaria también la revisión
crítica de los trabajos que tienen como origen y objeto de análisis las zonas
subdesarrolladas del mundo, dentro de los que destacan los trabajos de
Samir Amin, Abdel Malek y algunos teóricos dependentistas latinoamericanos,
como Ruy Mauro Marini, Theotonio Dos Santos, etcétera.
Esta ruta de trabajo puesta a discusión, esta lectura crítica del marxismo
podría contribuir a plantear las cuestiones centrales a las que debe dar
respuesta el enfoque marxista de lo internacional, sistematizando su discusión
en un proyecto colectivo basado en el trabajo común. En resumen, de lo
que se trata es de desarrollar el trabajo teórico sobre dos vertientes: una
encaminada a analizar las principales obras marxistas y sus aportaciones al
estudio de la problemática internacional; y otra enfocada a analizar fenó­
menos internacionales concretos a partir de la teoría marxista de la sociedad.
Nuestro punto de vista es que ambos trabajos teóricos deben ser simultáneos,
debiendo culminar inevitablemente en el planteamiento, primero, y en la res­
puesta después, de las principales cuestiones relativas a la dinámica inter­
nacional.
Las reflexiones que queremos plantear en torno a las cuestiones centrales
que el marxismo debe abordar sobre los fenómenos internacionales son el re­
sultado de una investigación mucho más amplia que tiene como eje el
estudio de la instancia nacional y su incidencia en la política internacional.
Las interrogantes principales que este proyecto trata de resolver serían las
siguientes: ¿Cómo es que llegó a conformarse la actual división del mundo
en Estados nacionales? ¿ Qué es el Estado y cuál es su papel en la configu­
ración de las naciones modernas? ¿Qué diferencia real y conceptual puede
existir entre la nación, el Estado, las nacionalidades y grupos nacionales?
¿Cuál es el papel de las clases sociales en la formación de los Estados
nacionales? ¿Qué es el nacionalismo y cuál es su papel en la actual
política internacional?
Este ensayo no pretende ofrecer soluciones definitivas sobre tan compleja
problemática. Más bien, se propone la modesta tarea de sugerir ciertas lí-
:neas de discusión sobre el marxismo y la cuestión nacional-internacional.
En principio, el análisis teórico, riguroso de lo internacional requiere acep­
tar que el mundo, la sociedad internacional, lejos de estar estructurado por
protagonistas cuyas relaciones entre sí están determinadas por factores ac-
-cidentales, representa una totalidad plurinacional —compuesta no exclusiva­
mente por Estados— determinada por leyes objetivas resultantes de condicio­
nes sociales específicas. Pero requiere también concebir a los principales
protagonistas de la política internacional —Estados nacionales— no como
81

unidades monolíticas, sino como un conjunto de formaciones sociales nacio­


nales inmersas en estructuras de clase específicas.
Otra de las cuestiones vitales que es necesario plantear previo a cualquier
análisis marxista de lo internacional es la contradicción intrínseca del desa­
rrollo capitalista en su fase imperialista. En efecto, el desarrolle del capi­
talismo como modo de producción dominante trajo consigo un poderoso
proceso de integración del sistema capitalista mundial, fundado en el amplio
desarrollo de la concentración, conglomeración, centralización e internacio-
nalización del gran capital monopólico que se cristaliza en la proliferación de
grandes empresas trasnacionales. Lo paradójico es que este proceso de in­
tegración imperialista, en el que las fronteras nacionales no constituyen un
obstáculo insalvable para la actuación de las compañías monopólicas tras-
nacionales, se ha visto enfrentado por otro proceso de carácter claramente
contradictorio: la fragmentación o desintegración del mundo en Estados
nacionales.
René Antonio Mayorga plantea este problema en los términos siguientes:
*5Si bien es evidente que se puede partir del hecho perceptible de que la
economía desborda las fronteras nacionales y crea nuevas y graves tensiones
entre el esquema bajo el cual el mundo está políticamente organizado y el
esquema bajo el que estará en el futuro económicamente organizado —lo
que Robin Murray denomina el problema de la no-coincidencia territorial—,
no es lícito empero, suponer el inminente derrumbe de los Estados naciona­
les y su tácita absorción por organismos internacionales. El panorama que
presenta la problemática de las relaciones entre corporaciones transnacionales
y Estados nacionales es mucho más complejo y revela la existencia de fuerzas
contradictorias que no justifican simplificaciones apresuradas, como la suso­
dicha obsolescencia de los Estados nacionales”.10
Si bien en algún momento se pensó que el desarrollo del capitalismo
atenuaría y anularía progresivamente las nacionalidades en un nuevo uni­
versalismo, de hecho generó lo contrario: estimuló y reforzó los nacionalismos.
Resulta urgente explicar esta tendencia contradictoria del imperialismo,
entre la base nacional de su origen y expansión (que se manifiesta en la
existencia de un mercado nacional y un Estado nacional más o menos inte­
grado en que se apoya tecnológica, económica, financiera, política y militar­
mente para realizar la expansión internacional del capital), y su creciente
intemacionalización (que supone libre movimiento de capitales y mercan­
cías) -11
Con la explicación de este fenómeno se podrán adelantar conclusiones sobre
la problemática relación sntre corporaciones trasnacionales y Estados na­
cionales, como dos de los protagonistas más importantes de la sociedad ínter-
10 René Antonio Mayorga, “Intemacionalización de la economía y Estado nacional”,
Cuadernos Políticos, núm. 21, julio-septiembre 1979, Era, México, p. 52.
11 Theotonio Dos Santos, Imperialismo y dependencia, México, Ediciones Era,
1978, 17 pp.
82

nacional. £1 análisis y discusión de este tercer punto que queremos plantear,


podría contribuir a dar respuesta a la cuestión postulada como básica:
¿Cómo es que llegó a conformarse la actual división del mundo en Estados
nacionales? ¿Cuáles son las especificidades de este proceso en el centro y en
la periferia?, y finalmente, ¿qué papel desempeñan en él el Estado y las clases
sociales?
Previo a esto, conviene acotar lo siguiente: al hablar de la sociedad in­
ternacional y de su estructuración a partir de Estados nacionales o de
formaciones sociales nacionales, no estamos dando por sentado ninguna se­
paración artificial entre los fenómenos internos y los externos o internacio­
nales. Es obvio que existe una estrecha relación entre la política “interna”
—entre la lucha de clases— y la política exterior —la confrontación entre
los aparatos Estatales de las naciones—. Siguiendo este procedimiento me­
todológico elemental, cuando hablamos de la sociedad internacional enten­
dida como una totalidad social plurinacional, el concepto de totalidad deviene
en herramienta para comprender lo internacional como un todo estructurado
y dialéctico a partir del cual puede explicarse racionalmente cualquier he­
cho o conjunto de hechos, como elementos del todo y, por lo tanto, desem­
peñar una doble función: definirse a sí mismo y definir al conjunto, ser al
mismo tiempo productor y producto, determinante y determinado.1*
Sin embargo, trabajando honestamente, pensamos que deben dejarse de
lado las fórmulas fáciles apegadas “fielmente” a los textos clásicos del
marxismo; por ejemplo, ¿cómo trabajar con el concepto de superestructura
política-jurídica?, si las condiciones de nuestro objeto de estudio —lo in­
ternacional— son tan específicas. ¿Cómo estudiar las formas de mediación
estatales y no estatales en donde adquiere concreción la lucha en el medio
internacional? Esta cuestión se vuelve vital si recordamos que el medio in­
ternacional presenta especificidades concretas muy diferentes a las que ca­
racterizan a las sociedades nacionales “cerradas” ; piénsese tan sólo en la
inexistencia de un poder central que juegue el papel que desempeña el
Estado en la sociedad nacional y piénsese también en las dificultades para
identificar la relación entre sociedad civil y Estado en un ámbito donde no
sólo no hay un aparato Estatal central sino cerca de 160. Estas y otras
cuestiones nos llevan a una conclusión lógica: no es posible ni científicamente
riguroso traspasar mecánicamente al ámbito internacional, conceptos marxis-
tas creados para explicar fenómenos eminentemente nacionales.1*
Otra proposición metodológica elemental, esta vez señalada por Marx en
el postfacio a la segunda edición de El Capital recuerda que: “la investi­
gación ha de tender a asimilar en detalle la materia investigada, a analizar
sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo
12 K. Kosik, Dialéctica de lo concreto, pp. 55-61.
13 Esto, sin embargo, no quiere decir que no sea posible analizar bajo una perspec­
tiva mancista lo internacional. Los estudios sobre el imperialismo, h, dependencia y
el desarrollo desigual, son sólo un ejemplo inicial de esta rica posibilidad.
83

después de coronada esta labor, puede el investigador proceder a exponer


adecuadamente el movimiento real”. De acuerdo con esto, es conveniente
abordar, aunque sea en forma breve, el problema de los protagonistas de la
política internacional y el de la caracterización general de la actual sociedad
internacional.
En las últimas dos décadas ha ocurrido en la sociedad internacional una
serie de cambios económicos y políticos que alteran de manera significativa
la visión simplista y estrecha que la presenta dividida en dos bloques de
países inevitablemente opuestos. Estos procesos económicos y políticos que
se manifiestan principalmente a partir de la década de los años 60 haq
propiciado el desplazamiento de la confrontación de bloques como el factor
fundamental de la dinámica internacional. Lo peor de todo es que esta óptica
ideológica y geopolítica basada en el enfrentamiento Este-Oeste ha servida
más que para explicar objetivamente la realidad internacional, para justi­
ficar la política exterior agresiva e intervencionista de los Estados Unidos
hacia varias regiones del mundo.
El surgimiento de nuevos Estados nacionales independientes básicamente
en Asia y Africa, la consolidación del movimiento de no alineación; los.
intentos de organización de bloques de países subdesarrollados (OPEP,
SELA); las revoluciones-guerras de liberación nacional ocurridas en varios
países (Cuba, Vietnam, Angola, Irán, Nicaragua, etc.), el surgimiento de
las llamadas potencias intermedias con intereses en algunos casos opuestos
a los de las grandes potencias; las diferentes concepciones que las naciones
del “socialismo real” tienen del camino para la construcción del socialismo;
el nuevo alineamiento político internacional de la República Popular China; el
enorme potencial económico que ha adquirido Japón y la Comunidad Eco­
nómica Europea, y en general el formidable auge que el comercio inter­
nacional ha presentado al margen de las diferentes idologías de los regímenes
políticos;14 todo esto y algunos otros fenómenos importantes que se nos
escapan, demuestra lo estrecho y dogmático que resulta seguir pensando
a la sociedad internacional en términos maniqueos de capitalismo y socia­
lismo.
14 “Una rápida comparación de las magnitudes de los flujos comerciales entre lo»
años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra y los de la etapa más reciente
muestra cómo paralelamente al declinamiento de la economía estadunidense dentro
del sistema capitalista internacional, se ha dado una elevación en el nivel de inter­
cambio entre las economías centralmente planificadas y los países capitalistas, espe­
cialmente los de Europa Occidental y Japón. En 1961, la importaciones de las
economías centralmente planificadas provenientes de Europa Occidental (en conjunto)
y Japón, tuvieron un valor total de do* mil 490 y 90 millones de dólares, lo cual
representa 15.7 y 0.5 por ciento del total de importaciones de esas economías. Para
1979, en cambio, las cantidades habian aumentado a 33 mil 800 millones en ¡as
importaciones de las economías centralmente planificadas provenientes de Europa
Occidental y a siete mil 490 millones en las provenientes de Japón. Los porcentaje»
que esto representa dentro del total importado pasaron a 23 y 5.1 por ciento”. Arturo
Borja, UNO MAS UNO, 1* de junio de 1981.
«4

Sobre el “problema” de los “actores” o protagonistas de la dinámica in­


ternacional queremos proponer para su discusión una diferenciación inicial,
pero fundamental. Desde nuestro punto de vista, la nación, el Estado y las
clases sociales constituyen los protagonistas reales, históricos, de la sociedad
internacional, puesto que son estos agentes históricos los que con sus acciones
producen y reproducen el movimiento real de la sociedad internacional.
En efecto, utilizando indistintamente términos como país, Estado, nación
o Estado nacional, casi todos los autores parten del supuesto de que el Es­
tado nacional es la forma de comunidad humana más atnplia que se conoce
y que representa el protagonista fundamental de la política internacional.
Para probarlo, basta señalar que en la actualidad el mundo está dividido
o constituido por alrededor de 160 estados nacionales jurídicamente so­
beranos, y que los cambios más importantes producidos en el presente siglo
han observado esta forma de organización político-social. No es ninguna
coincidencia que los pueblos que realizaron a partir de la revolución de
octubre, su revolución socialista, continúen estando organizados en base al
modelo de estado nacional existente. Las guerras de liberación nacional li­
bradas por los países de Africa, Asia, el Caribe y otras regiones del Tercer
Mundo —fenómeno que conocemos como proceso de descolonización—, tu­
vieron también como uno de sus objetivos prioritarios la constitución de un
Estado nacional autónomo que rechazara la dominación política y la explo­
tación económica de las grandes potencias. En ambos procesos (revoluciones
socialistas y descolonización) se preservó la forma de comunidad social que
llamamos nación y la forma de organización política denominada Estado; en
ambos procesos, la participación de determinadas clases sociales resultó
fundamental.
A nuestro juicio, los demás protagonistas de la sociedad internacional
-—organismos internacionales, empresas trasnacionales, asociaciones de carác­
ter militar, político, económico, sindical, etcétera; el individuo (Jefe de Es­
tado y de gobierno)— son entes formales que ejecutan o materializan las
decisiones de las clases sociales y de los Estados nacionales. Respecto a este
punto es importante reflexionar sobre la posible autonomía que puede de­
sempeñar la empresa económica transnacional con respecto al conjunto de
la burguesía del país de origen. En este trabajo se considera al fenómeno
de las transnacionales como las instituciones o formas organizativas —mani­
festación moderna del proceso de intemacionalización del capital— que
aglutinan y representan directamente los intereses de una clase social de
determinada nación, aun cuando dicha clase social (la burguesía) se encuen­
tre en franco proceso de desnacionalización.
Así pues, desechando la visión idealista sobre los actores de las relaciones
internacionales, y profundizando sobre otra cuestión medular que el marxis­
mo debe atacar sobre lo internacional, señalemos que el capitalismo adjudicó
a los individuos una identidad de clase, pero como modo de producción
asentado sobre una realidad histórica y geográficamente dividida en Estados
85

nacionales; el capitalismo también asigna a los individuos un segundo nivel


de identidad: el que los define como miembros de Estados nacionales par­
ticulares.
Elite hecho, y la creciente intemacionalización de las relaciones sociales
—es decir de la lucha de clases-—, subrayan la importancia que representa
el estudio de la estrecha vinculación existente entre el nacionalismo y la
lucha de clases, entre el antimperialisrno y el proceso de construcción del
socialismo.
En tomo a estos temas, Tomashevski es partidario de un particular punto
de vista. En principio, reconoce la importancia que la cuestión nacional tiene
en el análisis do las Relaciones Internacionales:
Los intereses de las naciones y las contradicciones entre ellas imponen
también su huella en el desarrollo de la situación internacional, la política
exterior de los Estados. Entrelazándose en las más distintas combinacio­
nes, influyen muy sensiblemente en la forma y el contenido de las rela­
ciones internacionales en conjunto, de los conflictos internacionales en
particular. El vínculo del problema nacional con el desarrollo de las rela­
ciones internacionales se hace más estrecho aún en la época imperialista
en que, como resultado de la expansión exterior de la burguesía mono­
polista, el problema nacional se ha convertido en nacional-colonial.15
Sin embargo, en rigor Tomashevski no analiza los diversos aspectos del
problema, su conexión con la problemática de la lucha de clases y menos
aún con la política internacional. El principal problema de esta obra es
que se mezclan en ella algunas tesis y categorías irrefutables del materialismo
histórico con otras apreciaciones ideológicas francamente dogmáticas. Por
ejemplo y sobre el tema que nos interesa, se afirma que en el socialismo
“los intereses de la clase gobernante, el proletariado, y los de la nación en
conjunto coinciden”.16 No es el lugar para hacer una crítica a esta posición,
aunque resulta conveniente reconocer que ante la existencia del problema
nacional en las formaciones sociales del llamado socialismo real, en las
sociedades en transición al socialismo, el estudio de estas cuestiones repre­
senta una de las deficiencias del marxismo contemporáneo, pues su expli­
cación no ha sido la más adecuada.
El mismo esquematismo ideológico e igual visión estrecha de la sociedad
internacional que hemos comentado en líneas anteriores aparece cuando
Tomashevski asegura que “la contradicción fundamental de la época actual,
la contradicción entre los dos sistemas, el socialista y el capitalista, abarca
toda la esfera de relaciones internacionales, interestatales y de política ex­
15 d _ Tomashevski, Las ideas leninistas y las relaciones internacionales contempo­
ráneas, México, ed. Progreso, 1974, p. 39.
18 D. Tomashevski, op. cit., p. 39.
86

terior”.17 Sin demeritar la importancia que tiene la confrontación político-


militar de los bloques encabezados por la Unión Soviética y los Estados
Unidos en la política internacional, resulta adecuado cuestionarse sobre la
validez, rigurosidad y flexibilidad de las fórmulas que tratan de determinar
aprioristicamente “contradicciones fundamentales” que inducen de antemano
el rumbo de las investigaciones. Existen en el mundo otras contradicciones
importantes, algunas de las cuales ya se han señalado en este trabajo, que
deben analizarse con rigurosidad. Una de ellas, la prevaleciente entre el
imperialismo y los movimientos de liberación nacional debe observarse a la
luz de la contradicción de clases, es decir, de la lucha de clases, teniendo
presente siempre la contradicción más estructural de todas: capital-trabajo.
En este sentido, resulta muy dudoso que esta contradicción (capital-trabajo)
se exprese mecánicamente en el ámbito internacional en la confrontación
de los bloques socialistas y capitalistas. La historia registra numerosas prue­
bas de incongruencia de la política exterior de la Unión Soviética que de­
rrumban citas de Tomashevski como las siguientes: “Los puntos de vista
teóricos de Lenin sobre las cuestiones internacionales se materializan en la
práctica de la política exterior soviética”.18
Estos esquematismos del marxismo soviético que ha tratado de analizar
las Relaciones Internacionales no quieren decir, de ninguna manera, que
no se pueda acceder al conocimiento de lo internacional por el camino del
marxismo. En este mismo libro de Tomashevski se pueden encontrar ele­
mentos para reflexionar, para investigar sobre este campo. Una de estas
ideas, quizá la que sirve de base a todo el desarrollo del libro sea la que
.sostiene que “las Relaciones Internacionales de esta época se diferencian
cualitativamente de las de la época del dominio indivisible del imperialismo”
... “la existencia simultánea de los dos modos de producción contrarios, el
-capitalismo y el socialismo, la lucha entre ellos en el campo de la producción
material, es decir, la competencia económica de los dos sistemas económico-
sociales constituyen la base objetiva de las Relaciones Internacionales con­
temporáneas, y ‘la contradicción principal de la época’ ”.18
Una tesis totalmente opuesta es la manejada por Silviu Brucan.20 Para
él, el surgimiento del Primer Estado socialista no alteró la estructura de la
sociedad internacional, ni siquiera después de la Segunda Guerra Mundial
con la ampliación del bloque socialista. “El nuevo subsistema aún no ha
alcanzado el punto, previsto por Lenin, que le permita ejercer una influencia
•decisiva en el conjunto de la política mundial”.21
“Por consiguiente, el sistema internacional no ha cambiado en lo funda­
mental; la misma pauta de desigualdad entre naciones, caracterizada por la
ir D. Tomashevski, op. cit., pp. 14-15.
18 D. Tomashevski, op. cit., p. 17.
19 Tomashevski, op. cit., pp. 30-31.
20 Silviu Brucan, La disolución del poder, México, Siglo XXI, 352 pp.
21 Brucan, op. cit., p. 14.
87

politica del poder, el dominio del débil por el poderoso y la explotación del
subdesarrollado por el desarrollado prevalecen aún. De tal manera, la
confrontación entre los dos subsistemas mundiales se ha ajustado a esta
pauta”.*2
Coincidimos completamente con Brucan sobre esta tesis en tomo a la
caracterización general de las Relaciones Internacionales de nuestra época,
aunque no compartimos la manera poco rigurosa como analiza el problema
nacional, el nacionalismo, principalmente en su vinculación con la lucha de
clases. Lo que sí queda claro es que no se ha hecho un análisis riguroso,
profundo, completo de estas dos últimas obras, a pesar de haber sido difun­
didas, leídas y citadas en demasía entre estudiantes y profesores en nuestra
Facultad. Aunque abundan, eso sí, los comentarios circunstanciales, parcia­
les, generalmente orales, sobre estos libros, no se ha realizado un balance
global de su contenido.
Volviendo a la cuestión central sobre la forma en que llegó a conformarse
el mundo en Estados nacionales, queremos plantear, de manera general,
algunas consideraciones para su discusión y desarrollo.28
En principio, la comprensión plena del problema requiere concebir a la
dinámica internacional como una estructura cuyo movimiento se produce no
por factores accidentales, sino como una totalidad plurinacional —compuesta
no exclusivamente por Estados— determinada por condiciones sociales es­
pecíficas. Pero al mismo tiempo, se vuelve indispensable concebir a los prin­
cipales protagonistas de la política internacional, es decir, a los Estados na­
cionales, no como entes monolíticos, integrados, sino como un conjunto de
formaciones sociales nacionales cuya característica fundamental es su cons­
titución a partir de una estructura de clase específica.
Los Estados nacionales en el sentido occidental o céntrico del término,
aparecieron en Europa, y durante los siglos XVIII y XIX se generalizaron
en el mundo a medida que se consolidaban las relaciones de producción
capitalista. Estos conjuntos sociales, son comunidades históricas cimentadas
a nivel de las relaciones económicas en un mercado nacional unificado, y a
través de las relaciones políticas por la existencia de un aparato estatal.
La conjunción de ambos elementos dio como resultado el surgimiento de
lo que hoy se conoce como el Estado nación. De esta forma, puede adelantarse
que el Estado nación constituye el espacio geográfico-histórico indispensable
para que se desarrolle y alcance la hegemonía la burguesía de Francia,
Inglaterra, Alemania y demás países de Europa donde tuvo su origen el
sistema capitalista. Esta hegemonía inicial que la burguesía logra, se ve
acompañada por el establecimiento de las estructuras políticas y territoriales
necesarias para la reproducción ampliada de capital, y para promover al
22 Brucan, op. cit., p. 16.
23 Las principales ideas sobre este punto fueron adelantadas en una potencia presen­
tada en el VII Coloquio Intemacioal de Primavera. Víctor Batta, Notas sobre la
cuestión nacional y las relaciones internacionales.
88

mismo tiempo una cierta “comunidad”, aunque incompleta siempre, de


idioma, cultura, raza, religión, etcétera.
El Estado nacional se constituyó así, en el espacio en el que la aristocracia
decadente y la burguesía comercial en ascenso dirimieron sus contradicciones
y en donde se disolvía el feudalismo y se afirmaba el nuevo modo de
producción y el Estado.21 En El Estado y la Revolución, Lenin, citando a
Engels, recordaba que “al llegar a cierta fase del desarrollo económico,
que estaba ligado necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta
división hizo del Estado una necesidad”, lo que demuestra indirectamente
el importante papel que desempeña la centralización del poder estatal en la
configuración de las naciones.28
Con el surgimiento de los Estados nacionales europeos emerge y se organiza
en el siglo XIX la actual sociedad internacional bajo las siguientes ca­
racterísticas: soberanía de cada Estado, relaciones diplomáticas, derecho
internacional, primeros embriones de instituciones supranacionales o de orga­
nismos internacionales. Más tarde, cuando otros pueblos no europeos ob­
tuvieron la independencia político-formal y la soberanía estatal, a partir
de la descomposición y decadencia de los imperios español, inglés, francés,
italiano, portugués y otros, el Estado nacional siguió siendo la estructura
político-social de referencia. Los movimientos de liberación nacional se han
visto obligados a respetar el “molde nacional” característico de la estructura
internacional prevaleciente, organizado por la burguesía para su provecho.
Así, no obstante que la obtención de la independencia por parte de nume­
rosos pueblos afroasiáticos constituyó una victoria política, oculta en el fondo
el costo de dominación y explotación de este alineamiento nacional con
respecto a la burguesía, puesto que la lucha de clases se encajonó en el
molde o espacio nacional existente. Mientras que el capital lograba, desde
hace muchos años, superar este molde con la fase imperialista, los movimien­
tos de liberación nacional no lo han conseguido.
En estos y otros casos se evidencia la estrecha vinculación existente entre
las luchas de liberación nacional y la lucha de clases, entre el antimperialis-
mo y el proceso de construcción del socialismo, puesto que la construcción
del socialismo está ligada necesariamente con el nacionalismo en virtud de
la existencia de Estados opresores.
Estas reflexiones generales no deben aplicarse mecánicamente al análisis
de la cuestión nacional de las zonas subdesarrolladas del mundo. Es evidente
que la cuestión nacional en los países europeos durante los siglos XVIII y
XIX y la cuestión nacional o colonial del siglo XX, corresponden a épocas
históricas distintas donde las condiciones histórico-sociales que las producen
son también específicas. Que el Estado nación haya sido la estructura po-
24 Ricaurte Soler, Idea y cuestión nacional Latinoamericana, México, Siglo XXI,
1980, p. 16.
28 V. I. Lenin, El Estado y la revolución, Moscú, ed. Progreso.
m

lítico-social de referencia, no quiere decir que la formación de los Estado»


nacionales de las regiones de la periferia haya seguido un procesó lineal único
y que presente las mismas características y elementos constitutivos observadas
en el caso de la configuración de los Estados nacionales europeos. El estudio
de la forma en que se constituyeron los Estados nacionales en las zonas de
Asia, Africa y América Latina debe dejar de lado las posiciones eurocéntri-
cas; es decir, no tiene porque tener como esquema interpretativo, por muy
marxista que parezca, el abstraído de la experiencia histórica europea.
Para su estudio puede partirse de una tesis clara pero necesaria: la divi­
sión de la sociedad o de las formaciones sociales nacionales en clases y lá
división de la humanidad en etnias, naciones y Estados nacionales, tienen:
diferentes orígenes históricos; sin embargo, ambos procesos no pueden aislar­
se, ya que la formación de las naciones, la formación de los Estados nacio­
nales no puede comprenderse cabalmente sin tomar en cuenta el estudio
de la clase o clases que determinan el contenido social y político de estos
procesos de liberación nacional.*® Que la burguesía haya encabezado el
proceso que llevó a la formación de los Estados nacionales europeos, no
equivale a que esto ocurra siempre y en todas partes. Históricamente puede
observarse que el papel de las clases y fracciones de clases en el proceso de
formación de las naciones, en la constitución de los Estados nacionales, es
desigual y se puede explicar sólo a partir del análisis concreto de la for­
mación social de que se trate.
Es evidente que los pueblos de Asia, Africa y América Latina se en­
cuentran separados actualmente por fronteras impuestas en su gran mayoría
en forma artificial a través de un proceso de dominación política ejercido
desde el exterior. Esta dominación, y las especificidades de las formaciones
sociales de la periferia, marcan las diferencias que con respecto a Europa
presenta la configuración de estos Estados nacionales. ¿Cuáles son estas
diferencias o especificidades? Señalamos en principio que el modo capitalista
de producción, así como el trazado de fronteras, fue introducido en estas
zonas desde el exterior, a través de la dominación política, lo que provocó:
1) la sumisión de las formaciones sociales periféricas a las leyes de la acumu­
lación del modo capitalista central que las dominó, y 2) una redefinición del
papel de la periferia en la división internacional del trabajo, es decir, en
el sistema capitalista mundial.
Esto demuestra que la lucha de clases y las alianzas de clase que esto
implica, (los procesos políticos) y que propician el marco político para la
reproducción del sistema, no son principalmente alianzas de clase internas,
“sino una alianza internacional entre el capital de los monopolios dominantes
y sus aliados subalternos”, lo que da como resultado que las relaciones ex­
teriores se constituyan en las fuerzas motrices y determinantes del desarrollo
24 G. E. Glezerman, Clases y naciones, Buenos Aires, Ediciones Estudio, 1976, p. 19.
de estas formaciones sociales.27 Las diferencias que puedan observarse en este
proceso entre las mismas formaciones sociales periféricas, dependerá enton­
ces, de la naturaleza de los modos precapitalistas de producción agredidos
y de la forma de la agresión exterior.
De lo anterior se desprende que existen pocos estudios sobre la cuestión
nacional de los pueblos de Asia, Africa y América Latina, pueblos que en
muchos sentidos comparten las características de los que en forma apresu­
rada Engels calificó como “pueblos sin historia”.28
Sin embargo, si aceptamos que la contradicción entre el imperialismo y los
movimientos de liberación nacional tiene como base a la contradicción de
clases y, más estructuralmente, a la contradicción capital-trabajo, debemos
tener presente el problema que plantea a la hora del análisis y sobre todo a
la hora de la praxis política, saber cómo desprenderse de la dominación ex­
tranjera, cómo liberarse en tanto que nación y cómo construir un Estado
nacional independiente y luchar en el interior y en el exterior de ese Estado
nacional para imprimir al proceso una orientación hacia una revolución de­
mocrática y socialista.
Es claro que el Estado, por muy indepediente que en lo formal aparezca,
es quien otorga las garantías necesarias para que el capital continúe su
proceso desnacionalizador y de agudización de la dependencia; a pesar de
que esto no suponga, sin embargo, el inminente derrumbe de los Estados
nacionales. Queda así señalada, a nuestro juicio, la contradicción más im­
portante a nivel internacional (la contradicción nacional-trasnacional), pues
el imperialismo ha ampliado el campo de batalla de la lucha de clases, éste
sigue estando fraccionado en Estados nacionales.

27 Samir, Clases y naciones en el materialismo histórico, op. cit., pp. 106-120. Sobre
«ate punto puede consultarse también otra obra del mismo autor: La acumulación a
escala mundial (critica de la teoría del subdesarrollo), México, Siglo XX, 1979.
Ver también: Anouar Abdel-Malek, La dialéctica social (La reestructuración de la
teoría social y de la filosofía política), México, Siglo XXI, 1975. Para el análisis
del caso latinoamericano, véase Ricaurte Soler. Ideas y cuestión nacional latinoame­
ricana, México, Siglo XXI, 1980.
28 Román Rosdolsky, Friedrich Engels y el Problema de los pueblos sin historia,
México, siglo XXI, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 88, 1980.

Vous aimerez peut-être aussi