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Jesús hizo una profunda declaración sobre los niños cuando dijo

a sus discípulos: “Dejad a los niños venir a mí y no se lo


impidáis, porque de los tales es el reino de Dios” (Lucas 18:16).
Aunque los discípulos temían que los niños podían molestar a
Jesús, el Salvador los abrazó y afirmó el valor de ellos.

El sabio rey Salomón dijo: “Herencia de Jehová son los hijos” (Salmos 127:3).
Los adventistas del séptimo día están de acuerdo con esto, por lo que crean un
ambiente que favorece el desarrollo de los niños, por medio de clubes de
jóvenes, campamentos de verano y eventos al aire libre, encuentros
internacionales de jóvenes, programas semanales de Escuela Sabática, viajes
misioneros, Escuelas Bíblicas de Vacaciones, y un sistema educativo de calidad
desde el nivel primario hasta el universitario.

Salomón también ofreció este consejo a los padres: “Instruye al niño en su


camino,
y ni aun de viejo se apartará de él” (Proverbios 22:6). La iglesia apoya a los
padres mediante programas y publicaciones, enfatizando la importancia de la
capacitación temprana de los niños. El enfoque adventista de crianza de los
niños se enfoca en el crecimiento espiritual. Pero también enfatiza elecciones
saludables de estilo de vida y aprendizaje intelectual que lleven al serv icio útil en
la comunidad y el mundo.

Los niños son un don que debe ser devuelto a Dios. Como lo expresó Elena
White, una de las fundadoras de la iglesia: “Los padres y las madres deben
considerar a sus hijos como miembros más jóvenes de la familia del Señor, a
ellos confiados para que los eduquen para el cielo” (El Deseado de todas las
gentes, p. 474).
La tecnología es una herramienta maravillosa, siempre y cuando se use bien, con
moderación y cautela. Los niños en formación son los más influe nciados por las
experiencias que tengan con los dispositivos inteligentes y los juegos tecnológicos.

Por ello, los padres debemos tomar precauciones para asegurarnos de que nuestros niños
no caigan en las garras de personas mal-intencionadas o de información pornográfica,
que no podrán manejar y puede afectarlos de manera negativa.
Hay muchas maneras para proteger a nuestros hijos y, asimismo, es necesario tener
conversaciones claras con ellos sobre lo bueno y lo malo de la tecnología.

Miremos diferentes cosas que los padres pueden hacer para que sus niños y adolescentes
tengan un buen manejo de la tecnología.

1. Limitar el tiempo de exposición a la tecnología en la casa: si ustedes no toman


precauciones ni establecen límites, la tecnología puede acabar con el tiempo en familia.
Los límites incluyen reglas como no tener aparatos tecnológicos dentro de los cuartos de
los niños, nada de tecnología en horas de la comida. Esto se aplica para padres e hijos.
La hora de la comida debe ser un momento de conexión emocional en el cual se
desarrollan diálogos enriquecedores para la familia. La tecnología es una fuerza real en
el hogar. Por eso, si no se ponen límites razonables, acabará dominando el tiempo de
todos.

2. Establezcan tiempos definidos en la semana para el uso de la pantalla. Hay un


aparato, el Kindle Fire para niños que se apaga automáticamente cuando llega al límite
establecido. Si no, usted debe llegar y apagar la pantalla porque el tiempo se cumplió.
Ojalá puedan escribir las reglas de uso de celulares, portátiles y computadores. Lo
escrito siempre tiene más fuerza. Igualmente, deje por escrito las consecuencias de no
cumplir con las reglas establecidas.

3. Otra variable es poder monitorear los contenidos que vean sus


hijos. Afortunadamente, existen en el mercado muchos aparatos que sirven para filtrar
lo que ven los niños. Hay uno muy popular, denominado Disney Circle. Haga una
investigación exhaustiva sobre estos programas, pero, de la misma manera, esté atento a
los contenidos que ven los niños. Una preocupación muy grande que hay hoy en día es
la presencia de personas inescrupulosas que logran convencer a los adolescentes para
que compartan toda su información y luego la usan para traficar con las fotos o
imágenes de sus cuerpos desnudos, etc. Para evitar que esto les suceda a sus hijos
adolescentes, hable con ellos de manera franca e ilustrativa para protegerlos de estos
peligros. Ellos tienen que saber que lo que se pone en las redes sociales es de dominio
público. Las amistades en redes no son iguales a las de la vida real. Es más fácil utilizar
un lenguaje grotesco y grosero chateando que cara a cara.

Quiero que los papás sepan que siempre se puede decir no a algo de la tecnología. Si
siente que su hijo no puede manejar de manera correcta un celular, no se lo dé.

A los 13 años, más o menos, están listos para ello, pero necesitan
supervisión; seguramente su hijo lo va a presionar para que le dé un celular a los once
años, pero no es lo indicado. No caiga en la trampa de la tecnología precoz e inadecuada
para los niños.

Esperemos que los padres reflexionen y tomen cartas en este asunto de la tecnología,
pues es adictiva. Esto lo deben saber tanto padres como hijos. Haga un análisis de cómo
utiliza usted la tecnología y qué tipo de ejemplo está dándole a su hijo. Hoy en día, esto
es de suma importancia, ya que la tecnología es parte esencial de nuestras vidas, pero es
importante tener límites claros sobre ella.
Abuso de la tecnología puede generar depresión y aislamiento en niños
Cómo saber si un niño está listo para tener un teléfono inteligente
El celular antes de los 14 es, sobre todo, un gran debate de familia

ANNIE DE ACEVEDO
Psicóloga y educadora
La importancia de la disciplina en la vida
de un niño

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Una vida disciplinada es fundamental para una vida de éxito.

Pero ¿por qué es tan importante la disciplina? Y ¿de qué

manera esta nos permite construir ciudadanos mejor

preparados y más maduros? De modo más específico: ¿Por

qué la disciplina es esencial para los niños?[1] Quiero

presentar cinco respuestas a esas preguntas.

1. La disciplina es parte de la educación infantil

Inicialmente, la disciplina es parte de la educación, y la

educación en la infancia determina el carácter del adulto. En


ese sentido, la disciplina no es un mero capricho de los padres

o maestros, y sí un componente inherente del proceso

educativo. Además se verá reflejado en la vida joven y adulta,

según leemos en la siguiente declaración:

Las disposiciones y hábitos de la juventud se manifestarán con

toda probabilidad en la edad madura. Podéis doblar un árbol

joven dándole la forma que queráis y si permanece y se

desarrolla como lo habéis doblado, será un árbol deformado,

testimonio constante del daño y abuso recibidos de vuestras

manos. Podéis, después de años de desarrollo, intentar

enderezarlo, pero todos vuestros esfuerzos resultarán

infructuosos. Será siempre un árbol torcido. Tal es el caso de

las mentes de los jóvenes. Debiera enseñárseles cuidadosa y

tiernamente en la infancia, porque en su futuro seguirán el

curso en que se les encaminó en la juventud, sea debido o

indebido. Los hábitos formados entonces se arraigarán y

vigorizarán al crecer y adquirir fuerza el niño, y serán

generalmente los mismos en la vida ulterior, con la diferencia

de que se fortalecerán constantemente.[2]


El proceso de disciplinar es difícil y, por lo tanto, poco

agradable, ya que por momentos se muestra en contra de la

naturaleza infantil que tiende al deseo de libertad ilimitada. La

siguiente cita aclara esa idea:

El descuido de la educación en los primeros años de la vida

del niño y el consecuente fortalecimiento de las malas

tendencias dificulta su educación ulterior y es causa de que la

disciplina sea, con demasiada frecuencia, un proceso difícil.

Tiene que ser penosa para la naturaleza baja, pues se opone

a los deseos y las inclinaciones naturales, pero se puede

olvidar el dolor si se tiene en vista un gozo superior.[3]

Balter y Shreve afirman que, aunque hace algunas décadas

atrás se descuidaba la educación infantil, con los avances

posibilitados por el psicolanálisis se hizo claro que las

experiencias de la primera infancia desempeñan “un papel

significativo y profundo en las relaciones adultas. Por lo tanto,

el temperamento, la edad, las necesidades y el desarrollo de

un niño deberían tenerse en cuenta durante su educación”.[4]


Sin embargo, los beneficios de la disciplina no deben

considerarse solo en términos del futuro. James Dobson, por

muchos años profesor de pediatría de la Facultad de Medicina

del Sur de California, en Estados Unidos, afirma que los niños

crecen “mejor en una atmosfera de amor genuino, circundada

por disciplina racional, coherente”.[5] Y con respecto a la

necesidad de disciplina en el universo infantil, el profesor

Dobson completa:

En días de uso de drogas, inmoralidad, enfermedades de

transmisión sexual, vandalismo y violencia, no debemos

depender de esperanza y suerte para moldear las actitudes

críticas que valoramos en nuestros hijos. La permisividad no

solo fracasó como enfoque en la educación infantil, sino que

ha sido un desastre para quien lo probó.[6]

La disciplina es fundamental en la infancia, para moldear la

vida del adulto. Además, podemos pensar que el deseo de

“libertad ilimitada”, además de ser de naturaleza infantil, niega

la propia noción de la libertad humana. Y, como ya lo hemos

visto, la libertad no es autosuficiencia y ni independencia.


Diríamos entonces, que ese deseo ilimitado que toma control

del ser humano es una forma de esclavitud. Y esclavitud es

justamente lo que el ser humano no quiere, pero a la que corre

peligro de quedar sujeto, pues si bien la libertad permite la no

sujeción (y por eso es libertad), la esclavitud no contempla la

libertad (y por eso es esclavitud).

2. La disciplina prepara al niño para una buena convivencia

En segundo lugar, la disciplina prepara al niño para que pueda

convivir mejor con otras personas. O sea, el niño debe ser

disciplinado porque eso facilita la convivencia social. En este

sentido:

Una de las primeras lecciones que necesita aprender el niño

es la obediencia. Se le debe enseñar a obedecer antes que

tenga edad suficiente para razonar. El hábito debería

establecerse mediante un esfuerzo suave y persistente. De

ese modo se pueden evitar, en extenso grado, esos conflictos

posteriores entre la voluntad y la autoridad que tanto influyen

para crear desapego y amargura hacia los padres y maestros,


y con demasiada frecuencia resistencia a toda autoridad,

humana y divina.[7]

Al hablar sobre los objetivos de la disciplina en el contexto

escolar, Imídeo Nérici afirma que posibilitar una convivencia

social positiva, con el mínimo posible de molestias, en un

ambiente de cooperación y altruismo, es una de las metas a

ser alcanzadas por la disciplina.[8] Y como sabemos que “no

se puede vivir con otras personas sin normas

comunes”, [9] es, entonces, importante respetar las reglas en

el proceso de socialización. Con relación a esto, Victoria

Camps, catedrática de Filosofía Moral de la Universidad

Autónoma de Barcelona, afirma:

La finalidad de las normas es el autodominio, el hecho de que

las normas sean interiorizadas y sea el sujeto mismo quien se

las imponga a sí mismo. A eso le damos el nombre de

“libertad”, que no es la ausencia de normas, sino la aceptación

autónoma y libre de lo que se debe hacer.[10]

En síntesis, convivir con otros exige vivir de manera

organizada, no solo por una cuestión de orden, sino también


para sentirse seguro entre otros y saber a qué atenerse.[11] Y

aunque la libertad no sea un absoluto, “no podría darse si

carecemos de restricciones, que son lo que la hacen

posible”.[12]

3. Un niño indisciplinado no sabe usar su libertad

Un tercer aspecto es que un niño indisciplinado (que vive sin

restricciones) no sabe usar su libertad. O sea, la disciplina

colabora en el aprendizaje del uso de la libertad. El niño

disciplinado aprende a admitir las restricciones que otros le

imponen y, como consecuencia, puede disfrutar más de su

propia libertad. Preste atención a la siguiente cita:

No habiendo aprendido jamás a gobernarse, el joven no

reconoce otra sujeción fuera de la impuesta por sus padres o

su maestro. Desaparecida ésta, no sabe cómo usar su

libertad, y a menudo se entrega a excesos que dan como

resultado la ruina.[13]

Un resultado del mal uso de la libertad es el riesgo de ser

esclavizado por los malos hábitos. La disciplina posibilita que


el niño viva lejos de los hábitos destructivos y se someta a las

orientaciones de las leyes de Dios:

El mayor mal que se le puede hacer a un joven o a un niño es

el de permitirle que se someta a la esclavitud de un hábito

malo. Los jóvenes poseen un amor innato a la libertad: La

desean. Y necesitan comprender que la única manera de

gozar esa bendición inestimable consiste en obedecer la ley

de Dios. Esa ley preserva la verdadera libertad. Señala y

prohíbe lo que degrada y esclaviza, y de ese modo

proporciona al obediente protección contra el poder del

mal.[14]

4. La disciplina ayuda a enfrentar la vida

La disciplina es importante porque ayuda al niño a enfrentar

los problemas que trae la vida. Un niño disciplinado está

siendo preparado para una seria e inexorable realidad que

enfrentará a lo largo de su existencia: la vida le impondrá

disciplina severa y si el niño aprende eso en la infancia, no

tendrá dificultades para vivir una vida adulta responsable. En

ese sentido, creo que es significativa la siguiente declaración:


Después de la disciplina del hogar y la escuela, todos tienen

que hacer frente a la severa disciplina de la vida. La forma de

hacerlo sabiamente constituye una lección que debería

explicarse a todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama,

que obra para nuestra felicidad y que si siempre se hubiese

obedecido su ley nunca habríamos conocido el sufrimiento; y

no menos cierto es que, en este mundo, toda vida tiene que

sobrellevar sufrimientos, penas y preocupaciones como

resultado del pecado. Podemos hacer a los niños y jóvenes un

bien duradero si les enseñamos a afrontar valerosamente esas

penas y preocupaciones. Aunque les debemos manifestar

simpatía, jamás debería ser de tal suerte que los induzca a

compadecerse de sí mismos. Por el contrario, necesitan algo

que estimule y fortalezca, y no que debilite.[15]

5. La disciplina colabora con una vida de éxito

Finalmente, la disciplina permite una vida de éxito. Es porque

“todo error, toda falta, toda dificultad vencida, llega a ser un

peldaño que conduce hacia las cosas mejores y más

elevadas”. De manera que “Por medio de tales vicisitudes han


logrado éxito todos los que han hecho de la vida algo digno de

ser vivido to”.[16] El psicólogo Yves de La Taille afirma que la

existencia de límites restrictivos forman parte de la “buena

vida” y son necesarios para alcanzarla y disfrutarla. En este

caso, la educación y los educadores deben ayudar a los niños

a construir y valorar tales límites.[17]

Los cinco factores mencionados anteriormente deben ser

comprendidos en la perspectiva de que “el objeto de la

disciplina es educar al niño para que se gobierne solo. Se le

debería enseñar la confianza en sí mismo y el dominio

propio”.[18] Por eso, es importante que el niño participe del

proceso disciplinario para aprender a autocontrolarse, pues se

entiende que la persona que solo confía en el juicio de los

demás, tarde o temprano será corrompida y recibirá influencia

negativa.[19] La enseñanza del autocontrol le puede otorgar

autonomía al niño, lo que puede ser decisivo para que ella

aprenda a tomar buenas decisiones, así como a administrar

sus decisiones y a asumir la responsabilidad por ellas.

Disciplina y autonomía
Sabemos que el autocontrol tiene que ver con la autonomía,

porque solo un niño autónomo puede ejercer el autocontrol

adecuado. Y es Paulo Freire quien afirma la importancia de

“estimular la necesidad de autonomía o de autoafirmación a

un niño tímido o inhibido”.[20] Podemos sostener, entonces,

que el niño estimulado adecuadamente puede ejercer

autocontrol. Y eso es fruto del proceso de disciplina.

Por otro lado, el niño que es abandonado a su propia voluntad

tendrá problemas más adelante cuando enfrente pruebas y

frustraciones, porque puede llegar a demostrar el hábito de

actuar por impulso. La impulsividad es uno de los grandes

males que resultan de la falta de disciplina o límites. Lo que

vemos en el siguiente párrafo es una especie de resultado de

una educación que concede “libertad absoluta”, en la que el

niño se comporta como quiere, sin ninguna especie de control:

Es imposible describir el mal que resulta de dejar a un niño

librado a su propia voluntad. Algunos de los que se extravían

por habérselos descuidado en la infancia, volverán en sí más

tarde por habérseles inculcado lecciones prácticas; pero


muchos se pierden para siempre porque en la infancia y en la

adolescencia recibieron una cultura tan sólo parcial, unilateral.

El niño echado a perder tiene una pesada carga que llevar a

través de su vida. En la prueba, en los chascos, en la

tentación, seguirá su voluntad indisciplinada y mal dirigida. Los

niños que nunca han aprendido a obedecer tendrán caracteres

débiles e impulsivos. Procurarán gobernar, pero no han

aprendido a someterse. No tienen fuerza moral para refrenar

su genio díscolo, corregir sus malos hábitos, o subyugar su

voluntad sin control. Los hombres y las mujeres heredan los

errores de la infancia no preparada ni disciplinada. Al intelecto

pervertido le resulta difícil discernir entre lo verdadero y lo

falso.[21]

Un niño sin autocontrol puede ser un niño impulsivo, que no

tiene dominio sobre sus acciones, lo que le puede traer graves

perjuicios, pues no sabrá tratar apropiadamente con su

libertad.

Cuando se habla de disciplina, el propósito no es simplemente

afirmar que la persona debe someterse a un código de


conducta. Lo que se enfatiza es la necesidad de que cada

persona desarrolle el autocontrol para ser capaz de tomar sus

propias decisiones. En este proceso, la escuela y el hogar son

muy importantes y poseen el desafío no solo de ejecutar un

proceso pedagógico, sino también de suscitar un estilo de

vida. Toda esta preocupación va en el sentido de ayudar a

tener cuidado con “la libertad ilimitada permitida a los hijos hoy

en día”, que ha “mostrado ser la ruina de

miles”.[22] Permanece el desafío de que padres y escuelas

practiquen una educación suficientemente autónoma y al

mismo tiempo responsable, ya que es mucho más fácil

defender “viejas o nuevas certezas y decidir, sin matices,

colocar severamente incontables límites o, al contrario,

abdicar para siempre de ese papel”.[23]

De algo podemos estar seguros: la disciplina de manera

equilibrada colabora en el desarrollo de niños y jóvenes

maduros, ya que el niño “que no sabe cuáles son sus límites

de comportamiento, se siente también inseguro y no amado.

Encuentra libertad cuando conoce esos límites con


seguridad”.[24] Este conocimiento personal da como resultado

el autocontrol, posible gracias a una educación que centra su

atención en la libertad humana.

[1] En este artículo, tomo como referencia los escritos y la

perspectiva de Elena de White, pionera de la Iglesia Adventista

del Séptimo Día; ella fue una prolífica escritora, que trató

diferentes temas. Uno de sus enfoques más instructivos es el

que tiene que ver con el tema de la disciplina. Básicamente,

este análisis se basa en su principal libro educativo,

llamado La educación.

[2] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 21.

[3] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 295, 296.

[4] BALTER, Lawrence y SHREVE, Anita. Quem Controla

Quem: Pais ou Filhos? [Quién controla a quién: ¿padres o

hijos?] 2ª ed. Tradução de Lila Spinelli. São Paulo: Saraiva,

1991, p. 10.
[5] DOBSON, James. Ouse Disciplinar [atrévase a

disciplinar]. São Paulo: Vida, 2004, p. 10.

[6] Ibid.

[7] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 287.

[8] NÉRICI, Imídeo G. Didática: Uma Introdução [didáctica:

una introducción]. São Paulo: Atlas, 1992, p. 238.

[9] CAMPS, Victoria. O Que se Deve Ensinar aos Filhos. São

Paulo: Martins Fontes, 2003, p. 90.

[10] Ibid.

[11] Ibid, p. 92.

[12] Ibid, p. 96.

[13] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 288.

[14] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 291.

[15] Ibid., p. 295.

[16] Ibid, p. 296.

[17] LA TAILLE, Yves de. Limites: Três Dimensões

Educacionais [límites: tres dimensiones educativas], p. 61.


[18] WHITE, Elena G. de, La educación, p. 287.

[19] Ibidem, p. 231.

[20] FREIRE, Paulo. Pedagogia da Autonomia [pedagogía de

la autonomía], p. 34.

[21] WHITE, Elena G. de Consejos para los maestros, p. 112,

113.

[22] WHITE, Elena G. de Fundamentals of Christian

Education, p. 63.

[23] LA TAILLE, Yves de. Limites: Três Dimensões

Educacionais [límites: tres dimensiones educativas], p. 65.

[24] DRESCHER, John M. Sete Necessidades Básicas da

Criança [Siete necesidades básicas del niño]. São Paulo:

Mundo Cristão, 1999. p. 81.


¿Qué tipo de mensaje se dirige literalmente a las
mentes abiertas de estos niños y niñas?
83% de todos los programas de televisión contienen violencia, y el 98% de
los dibujos animados presentan acciones de violencia. De hecho cuando sus
hijos están mirando dibujos animados, están observando un promedio de 30
hechos de violencia cada dos minutos. Las películas y los dramas policiales
del oeste no son mejores porque el 97% de ellos contiene violencia. Pero,
¿qué acerca de los niños que no tienen edad suficiente para ir a la escuela?
Hay aproximadamente doce millones de ellos entre tres y cinco años. De
acuerdo a Índice de Televisión Nielsen, estos niños en edad preescolar se
sientan frente a la pantalla del televisor un promedio de 54.1 horas por
semana. Piense en el poder que se ejerce sobre las mentes y emociones dóciles
de estos niños que son casi bebés. Casi el 64% de sus horas de vigilia
observan las tensiones, violencia, y propaganda comercial de la televisión,
vacía, y excitante de los nervios. Nos preguntamos ¿por qué la juventud de
generaciones pasadas parece tener dificultad en adaptarse a la vida real y a la
gente? El Dr. Víctor B. Cline, de la Universidad de Utah, ha calculado que
entre el Kinder y la edad de catorce años, un niño ha sido testigo de la muerte
violenta de más de 13.000 seres humanos en la pantalla de la televisión.
Siendo que los niños de pre-kinder están mirando la televisión el 64% de sus
días, trate de imaginarse de cuántos asesinatos son testigos más allá de los
13.000 ya mencionados. Ningún experimentado veterano que combate
diariamente se acerca nunca a la horrible mutilación y matanza del promedio
diario de la televisión.
Tal vez el estudio más concluyente sobre el tema de la agresión en la
televisión ha sido documentado por Alfred Bandura and Associates (Alfred
Bandura y Asociados), y fue publicado en el Journal of Abnormal and Social
Psychology (Diario de Sicología Anormal y Social). Sus conclusiones fueron
sacadas de la observación de niños normales, evaluados por reacciones de un
grupo de control, puesto frente a escenas de violencia en la pantalla de la
televisión. Su conclusión enfática fue que la agresión filmada eleva la
tendencia agresiva en los niños. Ellos definitivamente imitan la conducta
violenta que ven en los programas de televisión.
En 1969 la Comisión Nacional sobre las Causas y Prevención de Violencia
(National Commission on the Causes and Prevention of Violence) dio un
informe de su exhaustiva investigación. Aquí está la sustancia de sus
conclusiones:
“La superioridad de las evidencias en investigaciones realizadas sugieren
categóricamente… que la violencia en los programas de televisión puede y tiene
efectos adversos sobre el concurso de oyentes, particularmente sobre los niños”.
Uno de los más tristes y obvios resultados de la adicción de los niños a la
televisión es la trágica ruptura de la comunicación con los padres. Durante
esas cinco horas decisivas diarias no hay absolutamente ninguna influencia
recíproca entre padres e hijos. El Dr. D. M. Azimi, presidente del
Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de
Pennsylvania en Indiana, Pennsylvania, cree que los niños pueden ser
alucinados por los espectáculos llenos de violencia, sexo y agresión.
“Interrumpa a alguien que esté mirando la televisión y note el profundo trance en
que se encuentra. Se sentirá molesto con usted por interrumpirle ese estado de
distracción semejante al que produce la droga, pero si le pregunta qué se estaba
diciendo en el programa, no podrá decirle. “Los padres se convierten en
incitadores de sus hijos a mirar la televisión. Muchos niños a muy temprana edad
les
gustaría tener una agradable y estrecha relación con sus padres. Pero sus padres
les dicen: ‘Vayan y miren la televisión. Yo estoy ocupado’… Pronto el hábito los
esclaviza y empiezan a sentarse con ojos vidriosos, en estupor, como ‘clavados’,
frente a la pantalla de la televisión. y una vez que ellos forman ese hábito,
quitárselo sería tan difícil como quitarles una droga”.
Si los padres no protegen a sus propios hijos del incesante asalto emocional de
la televisión, ¿quién lo hará? La industria no se preocupa por los hijos de
nadie. Ellos sólo piensan en una cosa: consumo, negocio. No necesitamos ser
expertos para darnos cuenta que su principal objetivo es apelar a la vanidad, a
la concupiscencia y a la codicia humana. Los sicólogos del mercado dirigen
sus anuncios comerciales a los amplios ojos inocentes que no tienen defensa.
Sin embargo, se propalan clamores espectaculares e hipócritas y la falsedad es
revelada. El infortunado efecto posterior es una actitud corrosiva de cinismo y
desconfianza de parte de la juventud.

¿Se ha dado usted cuenta de las cosas rutinarias que


proyecta el término medio de los programas de
televisión?
Los maestros son generalmente presentados como incompetentes,
desubicados, vengativos. La felicidad viene por la juventud y el sexo. Se
representa el matrimonio como una carretilla pesada, o algo para hacer
ostentación por excitante infidelidad. Los padres son proyectados con
frecuencia como desatinados, de normas anticuadas, sin ninguna autoridad o
habilidad para tomar sabias decisiones. Los mismos fundamentos del hogar y
la sociedad son minados con sutileza por la mayor parte de los programas de
la televisión, incluyendo algunos de los más populares. No sería extraño que
el más grande problema social de la actualidad fuese qué hacer para que la
familia no deje de ser la unidad básica de la sociedad.
ELECCIÓN PERSONAL
Elegimos este tema porque nos parece un tema muy interesante para abordar. Violencia
hay en todos lados y a toda hora.
Es escalofriante ver cómo se prepara un niño para ser inmutable ante la violencia. Cómo se
transforma en el inconciente colectivo a la violencia como algo terrenal y normal.
Los niños son nuestro futuro. Tendríamos que guiarlos bien y cuidarlos.
La educación se está viendo seriamente influenciada por elementos tan comunes que
pueden llegar a pasar desapercibidos.
Los seres humanos tenemos la capacidad de desarrollar nuestra
propia personalidad y lenguaje, aún desde las pequeñas edades.
Poco a poco durante nuestro desarrollo ese lenguaje se ve influenciado por diversos
factores.
La sociedad, por ejemplo, es la encargada de forjar los primeros pasos en
nuestro aprendizaje lingüístico, así como nuestros padres, hermanos, amigos, nos van
dando un pequeño aporte para nuestro propio desarrollo.
La televisión es uno de los factores que más influye en nuestra formación, debido al tiempo
que convive con nosotros; este elemento nos hace variar el lenguaje, personalidad e incluso
el comportamiento. Y este factor es el que nos interesa analizar enfocándonos en su
influencia en los chicos.
Establecer una relación entre la televisión y el comportamiento agresivo de los niños. Sus
efectos pueden ser graves, provocando incluso la muerte.
En los estudios realizados los resultados son realmente aterradores:
- Los niños pasan al menos 4 horas diarios frente al televisor
- Se transmite 23 escenas violenta cada 30 minutos
- Los niños son muy vulnerables. Mientras más actos de violencia ven, más indiferentes se
vuelven a estos.
Si bien los dibujitos parecen inofensivos, son los que mas carga violenta tienen, apenas
están empezando a formar su personalidad, su criterio, su manera de pensar.
La falta de sensibilidad de las escenas violenta en televisión puede hacer que el niño carezca
de reacciones emocionales ante actos violentos en su vida real, e incluso perder
el interés por ayudar a alguien.
La televisión mientras muchos mas estereotipos que la misma vida real, relacionados con la
raza, la sociedad, la cultura, la sexualidad, incluso en cuando a hábitos alimenticios.
El problema radica en que ver la televisión en la actividad en la que los niños se entretienen
mas tiempo, después de dormir, por lo tanto, lo que ven en ella les parece mas normal que
lo que ven en sus casas o incluso en la escuela.
Los chicos no tienen ningún criterio para elegir la programación que les convienen, ya que
no distinguen qué es real y qué es ficción.
Cuando el niño pasa gran parte del tiempo frente al televisor le esta restando momentos a
otras actividades.
Es importante tener en cuenta que los efectos de la TV atacan por igual a los niños, sin
distinguir sexo, nivel socioeconómico o punto geográfico.
Estudios realizados comprueban que los niños que pasan tiempo prolongado frente al
televisor más pesimistas, menos imaginativos, menos empáticos, etc.
Sin embargo, la TV también tiene una cara buena: puede ser una excelente herramienta
para promover la educación y la conducta social del niño.
Con la programación adecuada los chicos podrían tener un seno de desarrollo, aprender
nuevas actividades e incluso ampliar su visión del mundo.
Lamentablemente en nuestro país no se valora este tipo de televisión ya que a los
empresarios de la pantalla chica que no les resulta rentable y porque los padres
de familia muchas veces carecen del conocimiento de la verdadera importancia de una
educación educativa o, de otro modo, ignoran los efectos negativos de la programación de
hoy.
Es evidente que la TV surte un gran efecto en los niños para dejar de hacer o hacer "x" cosa
de un modo u otro.
Para reducir los efectos negativos se aconseja reducir el número de horas frente al televisor,
acompañar al niño a ver su programa favorito, asegurarnos que el contenido del programa
concuerde con los valores inculcados por la familia, hacerle preguntas acerca de su
programa; de esta manera sabremos qué esta pensando y podremos guiarlo de una mejor
manera
La programación infantil siempre ha existido, en menor o mayor medida, con
una calidad superior o inferior.
Las nuevas generaciones ven una programación que no esta hecha para ellos, por lo tanto
un niño no puede aprender los valores que debería en programas para adultos. Los padres
son quienes deben decidir qué pueden ver sus hijos y qué no.
Mientras este decreto estaba en vigencia, les nació un hijo a Amrán y Jocabed, israelitas devotos de
la tribu de Leví. El niño era hermoso, y los padres, creyendo que el tiempo de la liberación de Israel se
acercaba y que Dios iba a suscitar un libertador para su pueblo, decidieron que el niño no fuera
sacrificado. La fe en Dios fortaleció sus corazones, y “no temieron el mandamiento del rey.” PP54 248.1

La madre logró ocultar al niño durante tres meses. Entonces viendo que ya no podía esconderlo con
seguridad, preparó una arquilla de juncos, la impermeabilizó con pez y betún, y colocando al niño en ella,
la depositó en un carrizal de la orilla del río. No se atrevió a permanecer allí para cuidarla ella misma, por
temor a que se perdiera tanto la vida del niño como la suya, pero María, la hermana del niño, quedó allí
cerca, aparentando indiferencia, pero vigilando ansiosamente para ver qué sería de su hermanito. Y había
otros observadores. Las fervorosas oraciones de la madre habían confiado a su hijo al cuidado de Dios; e
invisibles ángeles vigilaban la humilde cuna. Ellos dirigieron a la hija de Faraón hacia aquel sitio. La
arquilla llamó su atención, y cuando vió al hermoso niño una sola mirada le bastó para leer su historia.
Las lágrimas del pequeño despertaron su compasión, y sus simpatías se conmovieron al pensar en la
madre desconocida que había apelado a este medio para preservar la vida de su precioso hijo. Decidió
salvarlo adoptándole como hijo suyo. PP54 248.2

María había estado observando secretamente todos los movimientos; así que viendo que trataban al
niño tiernamente, se aventuró a acercarse y por último preguntó a la princesa: “¿Iré a llamarte un ama de
las Hebreas, para que te críe este niño?” Se le autorizó a que lo hiciera.
La hermana se apresuró a llevar a su madre la feliz noticia, y sin tardanza se presentó con ella ante la
hija de Faraón. “Lleva este niño, y críamelo, y yo te lo pagaré,” dijo la princesa. PP54 249.1

Dios había oído las oraciones de la madre; su fe fué premiada. Con profunda gratitud emprendió su
tarea, que ahora no entrañaba peligro. Aprovechó fielmente la oportunidad de educar a su hijo para Dios.
Estaba segura de que había sido preservado para una gran obra, y sabía que pronto debería entregarlo a
su madre adoptiva, y se vería rodeado de influencias que tenderían a apartarlo de Dios. Todo esto la hizo
más diligente y cuidadosa en su instrucción que en la de sus otros hijos. Trató de inculcarle la reverencia
a Dios y el amor a la verdad y a la justicia, y oró fervorosamente que fuese preservado de toda influencia
corruptora. Le mostró la insensatez y el pecado de la idolatría, y desde muy temprana edad le enseñó a
postrarse y orar al Dios viviente, el único que podía oírle y ayudarle en toda emergencia. PP54 249.2

La madre retuvo a Moisés tanto tiempo como pudo, pero se vió obligada a entregarlo cuando tenía
como doce años de edad. De su humilde cabaña fué llevado al palacio real, y la hija de Faraón lo prohijó.
Pero en Moisés no se borraron las impresiones que había recibido en su niñez. No podía olvidar las
lecciones que aprendió junto a su madre. Le fueron un escudo contra el orgullo, la incredulidad y los vicios
que florecían en medio del esplendor de la corte.

¡Cuán extensa en sus resultados fué la influencia de aquella sola mujer hebrea, a pesar de ser una
esclava desterrada! Toda la vida de Moisés y la gran misión que cumplió como caudillo de Israel dan fe de
la importancia de la obra de una madre piadosa. Ninguna otra tarea se puede igualar a ésta. En un grado
sumo, la madre modela con sus manos el destino de sus hijos. Influye en las mentes y los caracteres, y
obra no sólo para el presente sino también para la eternidad. Siembra la semilla que germinará y dará
fruto, ya sea para bien o para mal. La madre no tiene que pintar una forma bella sobre un lienzo, ni
cincelarla en un mármol, sino que tiene que grabar la imagen divina en el alma humana. Muy
especialmente durante los años tiernos de los hijos, descansa sobre ella la responsabilidad de formar su
carácter. Las impresiones que en ese tiempo se hacen sobre sus mentes que están en proceso de
desarrollo, permanecerán a través de toda su vida. Los padres debieran dirigir la instrucción y la
educación de sus hijos mientras son niños, con el propósito de que sean piadosos. Son puestos bajo
nuestro cuidado para que los eduquemos, no como herederos del trono de un imperio terrenal, sino como
reyes para Dios, que han de reinar al través de las edades sempiternas. PP54 249.4

Comprenda toda madre que su tiempo no tiene precio; su obra ha de probarse en el solemne día de la
rendición de cuentas. Entonces se hallará que muchos fracasos y crímenes de los hombres y mujeres
fueron resultado de la ignorancia y negligencia de quienes debieron haber guiado sus pies infantiles por el
camino recto. Entonces se hallará que muchos de los que beneficiaron al mundo con la luz del genio, la
verdad y santidad, recibieron de una madre cristiana y piadosa los principios que fueron la fuente de su
influencia y éxito.
Los padres que han descuidado las responsabilidades que Dios
les dio, deben hacer frente a ese descuido en el juicio. Entonces
preguntará el Señor: “¿Dónde están los hijos que te di para que los
prepararas para mí? ¿Por qué no están a mi diestra?” Muchos
padres verán entonces que un amor necio les cegó los ojos para
que no vieran las faltas de sus hijos y dejó que esos hijos
desarrollaran caracteres deformados inaptos para el cielo. Otros
verán que no concedieron a sus hijos tiempo y atención, amor y
ternura; su descuido del deber hizo de sus hijos lo que son.—
Testimonies for the Church 4:424. CN 531.1
Padres, si perdéis vuestra oportunidad, Dios tenga piedad de
vosotros, pues en el día del juicio el Señor preguntará: “¿Dónde
está el rebaño que te fue dado, tu hermosa grey?” . . . CN 531.2
Supongamos que llegarais al cielo y ninguno de vuestros hijos
estuviera allí. ¿Cómo podríais decir a Dios: “Heme aquí, Señor, y
los hijos que tú me diste”? El cielo toma nota del descuido de los
padres. Se registra en los libros del cielo.

A los padres que han comenzado mal su enseñanza les digo: no desesperéis. Necesitáis convertiros
cabalmente a Dios. Necesitáis el verdadero espíritu de obediencia a la Palabra de Dios. Debéis hacer
reformas decididas en vuestras propias costumbres y prácticas, conformando vuestra vida a los principios
salvadores de la ley de Dios. Cuando hagáis esto, tendréis la justicia de Cristo que llena la ley de Dios,
porque amáis a Dios y reconocéis su ley como una copia de su carácter. La verdadera fe en los méritos
de Cristo no es una fantasía. Es de la mayor importancia que pongáis los atributos de Cristo en vuestra
propia vida y carácter, y que eduquéis y forméis a vuestros hijos con esfuerzos perseverantes para que
sean obedientes a los mandamientos de Dios. Un “así dice Jehová” debería guiaros en todos vuestros
planes de educación. . . .

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