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Roger Chartier EI mundo como representacion Historia cultural: entre practica y representacion 5 Introducci6n a una historia de las practicas de lectura en la era moderna (siglos XVI-XVII) Este texto introductorio quisiera hacer el inventario de los cntre- sijos, problemas y condiciones que harfan posible una_historia de la Jectura. Tres polos, ‘por lo general separados por Ja tradicién académi- ca, definirfan su espacio: por un lado, el andlisis de textos, ya sean li- terarios u_ordinarios, descifrados en Sus estructuras, sus Mollvos, sus objetivos;_por otro, la historia de los libros} y més alld, de todos los objetos y de todas las formas que realizan Ta circulacion de lo escrito; por ultimo, el estudio de _practicas que, de manera diversa, se apode- ran de esos objetos.o formas produciendo usas y significaciones dife- renciados, Este enfoque plantea una cuestién central: la de compren- der con cémo, en jas sociedades del Antiguo Régimen, entre los siglos XVI y Xv, la circulacién multiplicada del escrito impreso ha trans- formado las formas de sociabilidad, permitido nuevas ideas y modifi- cado las relacioncs con el poder. Sere De aqul surge la atencién presiada ala forma en que se opera el encucniro entre “el mundo del texto” y “el mundo del lector’, para re- tomar los términos de Paul Ricccur. [1] Varias hipdtesis pueden guiar el trabajo de investigacién. La primera se basa en la operacién de consiruccién de sentido realizada en_la lectura-como un proceso histé- ricaments inado cuyas modalidades y modelos Vania scgun ch dees de on tea doe ae | segunda, considera que las signifi- Caciones de un texto depende de las formas a través de Tas Cualcs cs recibide_y aprapiada por sus lectores (0 widiiores). Estos, de hecho, no sé enfrenian jamds con textos abstractos, ideas separadas de toda malerialidad; manejan ‘0 reciben formas cuyas organizacioncs gobier- nan su lectura (0 su escucha), es decir, su posible comprensién del texto lefdo (0 escuchado). Contra una definicién puramente semantica del texto (compartida incluso por las teorfas literarias mds preocupa- eo 107 das por reconsimuir la recepcidn de Jas obras}, hay que sostener que las formas producen sentido y que un texto adquiere el significada y el eslatulo de inédito en el momento en que cambian Jos disposilivos del _ objeto lipografico que lo propone a Ja lectura, 5 También debemos tener en cuenta que la lectura Siempre cs una © prictica encamada_en gests, espacios, Costu 5. A distancia de la fenomenotogta de [a lectura que borra cualquier modalidad concreta -‘del acto de lectura y Jo caracteriza por sus efectos, postulados como universales (como el uabajo de respuesta al texto que hace que el su- jelo se comprenda mejor gracias a la mediacidn de [a inlerpretaci6n del texto), una historia de las formas de leer debe identificar Jas dispo- siciones especfficas que distinguen fas comunidades de lectores_y las tradiciones de fectura. Esto supone el reconocimiento de varias series de contrasies. En primer lugar, entre capacidades de lectura. La sepa- racién, esencial pero borrosa, entre los alfabetos y los analfabetos no agola las diferencias en Ja relacidn con lo escrito. Todos aquellos que pueden leer los textos no Jos leen de la misma manera y existe una gran diferencia entre los letrados virtuosos y los lectores menos habi- les, obligados a oralizar lo que leen para poder comprenderio, cémo- dos unicamente con ciertas formas textuales o tipograficas. Contras- tes, también, entre normas de leciura que definen, para cada comuni- dad de Jectores, los usos del libro, Jas formas de leer y los procedi- mientos de interpretacién. Contrastes, por ultimo, entre las expectati- vas € imtereses contradictorios que proyectan Jos dislintos grupos de lectores en la practica de la lectura. De estas determinaciones, que re- giamentan las practicas, dependen las formas en que los textos pueden ser lefdos, y lefdos de manesa distinta, por lectores que no disponen de ias mismas herramicntas intelectuales y que no lienen una misma telaci6n con Jo escrito. . “New readers’ make new texts, and their new meanings are a function of their new forms. The claim is no longer for their truth as One might seck to define by an authoritarial intention bul for the lesti- mony, as defined by their historical use.” [2] Asif designé D. F. McKenzie, y con gran agudeza, el doble-conjunto de variaciones, (va- riaciones de las disposiciones del lector, yariaciones de los dispositi- yos lextuales y formales) que debe tomar en cuenta toda historia dese- osa de restituir el significado mévil y plural de los textos. Podemos aprovechar esta constatacién de distintas maneras: scflalando los con- lrasics mds importantes que distinguen distintos modos de lectura; ca- racterizando las practicas m4s populares de jos icctores; prestando 108 , .

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