Vous êtes sur la page 1sur 101

2 2 MÍO.

2008

mario arango jaramilio

@1 proceso
del capitalismo
en Colombia

EDITORIAL J. M. ARANGO
Medellín, Colombia
1985
PARTE TERCERA

PERIODO INICIAL DE AC U M U LA CIO N


PRIMARIA DE CAPITALES
Sección Primera
LAS LUCHAS DE COMERCIANTES Y
TERRATENIENTES POR EL PODER
(1781-1849)
LOS COMERCIANTES Y LA REVOLUCION DE
LOS COMUNEROS

1. LOS COMERCIANTES: UNA CLASE CON


PERSPECTIVA HISTORICA

En las sociedades precapitalistas la única forma de capital


existente es la del capital mercantil. Y es precisamente él de­
sarrollo del capital mercantil el que puede llegar a originar el
proceso capitalista propiamente dicho: la actividad manufac-
; türera. f ;
r -t Los diferentes métodos de explotación de las colonias ame­
ricanas, transfirieron al Viejo Mundo las riquezas y el trabajo
|de muchas generaciones indígenas. Pero este proceso de trans­
ferencia de riqueza tuvo sus intermediarios, entre los cuales
sobresalió la clase mercantil, tanto foránea como criolla. Sur­
gió así la clase mercantil neogranadina, que, a pesar de los obs­
táculos físicos y legales y de la prevención que contra ella exis­
tía por parte de los círculos que se consideraban aristocráticos,
se fue abriendo camino y consolidando económica y política­
mente. A partir del siglo 18 los comerciantes se afianzan como
el grupo social con mayor capacidad financiera, Por vía de la
compra o del remate llegan a los más importantes cargos pú­
blicos de la Colonia.
A la consolidación de los comerciantes en el siglo 18 con­
tribuyó la nueva política comercial impuesta por los Borbones
a partir de la década de 1760, que no sólo agilizó el comercio
exterior de las colonias americanas, sino que abrió sus posibi­
lidades hacia nuevos mercados, como ya lo analizamos en la
parte segunda de este libro.
El desarrollo de la clase mercantil neogranadina. tenía cla­
ros fundamentos históricos. En las sociedades precapitalistas
las grandes fortunas tienden a concentrarse en la actividad
mercantil. Lo anterior constituye una premisa para que surja
el modo capitalista de producción. Es decir, que el surgimiento

UMVEX9PAD AKT10QUIA

BHttJOn * A ( KNI*AI
v (Icnarrullo del capital mercantil es un prerrequisito para que
HiKirr/can las relaciones capitalistas. De lo anterior se puede
concluir que hacia las últimas décadas del siglo 18, la única
<lase social de la Colonia con perspectiva histórica era la mer­
cantil.
Pero la clase mercantil no era un conglomerado homo­
géneo. Estaba integrada por dos capas fundamentales. Una, la
capa mercantil vinculada al comercio internacional, la típica
burguesía compradora, que tuvo como polos comerciales funda­
mentales Cartagena y Santa Fe. Otra, los mercaderes, que unían
los centros vinculados al comercio ele importación con los prin­
cipales focos de comercialización interna y, aún, con las más
alejadas regiones del país.
En las condiciones del Nuevo Reino de Granada, la capa
mercantil que tenía, hacia finales del siglo 18, mayor poder eco­
nómico, social y político, era la burguesía compradora. E, igual­
mente, era la que tenía mayor perspectiva histórica. Estaba lla­
mada a jugar un gran papel en el proceso del capitalismo co­
lombiano durante el siglo 19,

2. LOS COMERCIANTES Y EL FRACASO DE LA


REVOLUCION COMUNERA

El equilibrio del modo de producción colonial no se rompió


primero en la contradicción o contradicciones fundamentales:
es decir, en nuestro caso, en las que enfrentaban la Colonia con
los sectores capitalistas (comerciantes y manufactureros) y
esclavistas, con los esclavos, sino en contradicciones secundarias,
como las que enfrentaban a los pequeños productores con el ré­
gimen fiscal colonial, a los indígenas con los terratenientes y
a éstos con la Colonia.
El desarrollo de las anteriores contradicciones determinó
la ubicación geográfica de la revolución comunera y el conte­
nido clasista y político de la misma. Cabe preguntarnos ¿ cuál
fue la participación de los comerciantes en la Revolución Co­
munera?
Como ya lo indicamos, la clase mercantil no era homo­
génea. Los gravámenes impositivos aprobados en 1780 golpearon
duramente la actividad comercial de El Socorro, centro activo
de pequeños y medianos comerciantes vinculados a la comercia­
lización interna. De ahí la ubicación geográfica y contenido
social del movimiento comunero en sus inicios. Pero el movi­
miento comunero fracasó, en gran medida, debido a la no par­
ticipación de la burguesía compradora, que en las condiciones
del Nuevo Reino de Granada, era no sólo 1a, única clase con
perspectiva histórica, sino también la única que estaba en con­
diciones de colocarse a la vanguardia en la lucha por la inde­
pendencia política de Espáña, pues ello le abriría las posibili­
dades de ampliar su radio de acción hacia nuevos mercados,
además de controlar política y económicamente un nuevo Esta­
do. Años más tarde, durante la llamada Revolución de la Inde­
pendencia se comprobarán estos planteamientos. Sin embargo,
¿por qué la burguesía compradora neogranadina no participó
en el movimiento comunero?
Este punto ya lo analizamos detenidamente. Ahora, sim­
plemente, nos limitamos a retomarlo para poder tener una vi­
sión completa de la parábola recorrida por la burguesía compra­
dora colombiana a lo largo de un siglo. En el momento de la
revolución comunera, los grandes comerciantes se encontraban
en un momento de bonanza económica motivada por las refor­
mas' ah comercio exterior introducidas por los Borbones" durante
la década de 1760°). Como consecuencia de dichas medidas se
reactivó el comercio exterior: al momento del movimiento comu­
nero, las exportaciones de oro se incrementaban anualmente a
un ritmo de 2-21/o% , cifra bastante elevada para la época, si
se tiene en cuenta que las condiciones internas e internacionales
no eran las mejores para el mercado del oro. Igualmente, en el
período comprendido entre 1778-1788 las exportaciones espa­
ñolas a la América se multiplicaron por siete.
De los anteriores hechos se concluye que la burguesía
compradora neogranadina de Cartagena o Santa Fe o la clase
comercial antioqueña (ligada al comercio del oro) no habían
jentrado en aguda contradicción con las relaciones económicas
y políticas coloniales. Habría que esperar aún treinta años para
que, como consecuencia de factores internos y externos, se en­
frentara la burguesía compradora con la Corona española.

1. Los cambios en la política comercial se debieron a la decadencia de lu |>ro


ducción minera americana y a la penetración de facto indicia a I"» merendó»
españoles del Nuevo mundo.

/ir.
« « » i i i * » \ \ » * t \ \ y ' » ' » » * * » »
LA BURGUESIA COMPRADORA ENTRA EN
CONTRADICCION CON LA METROPOLI

Las tres últimas décadas del siglo 18 abrieron en el mundo


occidental la vía libre para el liberalismo político y económico.
•En España, en la década de 1780, la Casa de los Borbones
inicia la liberación del comercio internacional; en 1783 culmina
el proceso de la revolución de independencia norteamericana;
en 1789 se inicia la Revolución Francesa, que fue precedida
por el monumental trabajo de los enciclopedistas, cuya obra
culminó en 1772, y por la labor intelectual y filosófica de hom­
bres como Voltaire y Rousseau, cuya muerte en 1778, coincidió
con la expedición por parte del monarca español Carlos III del
Reglamento de Comercio Libre; en 1790 muere el padre de la
economía moderna Adam Smith; para la misma fecha, su con­
tinuador, David Ricardo, tenía ya 18 años de edad.

Las anteriores breves referencias las hemos hecho sólo


para darle un marco internacional al punto de partida de esta
sección, la Revolución de los Comuneros en el Nuevo Reino de
Granada, realizada en 1781. Las condiciones internacionales eran
favorables, pero internamente, la única clase social que hubiera
podido sacar adelante el proceso, la burguesía compradora, no
había entrado en contradicciones con la Metrópoli colonial.
Dicha clase era, teóricamente, la portadora de las ideas libera­
les que comenzaban a conmover al mundo occidental, Pero,
teniendo en cuenta, precisamente, la situación internacional que
vivía España, las condiciones para el desarrollo de su actividad
comercial le eran favorables. Pero estas condiciones no tardaron
en deteriorarse a los pocos años del movimiento comunero, con
el ascenso a la Corona española de Carlos IV en 1788, cuyo
reinado de 20 años significó un marcado retroceso político y
comercial para España y sus colonias americanas. El gobierno
de un monarca decididamente reaccionario como Carlos IV en
el momento en que el mundo occidental se estremecía con revo­
luciones políticas y económicas liberales aceleró en América el
enfrentamiento entre la burguesía y la Metrópoli ibérica.
1. INSUFICIENCIA EN LAS MEDIDAS LIBERADORAS
DEL COMERCIO

La década de 1780 continuó siendo ampliamente favorable


para las actividades del Nuevo Reino de Granada. Un indicio
del poder económico alcanzado por la burguesía compradora
hispanoamericana, a fines del siglo 18, lo representa el hecho
de que una parte del intercambio de las colonias entre sí y aún
de las colonias con el exterior, se efectuaba en barcos propios
de los criollos o de los españoles radicados en América (2>.
El haber permitido en la década de 1770 a los hispanoame­
ricanos la actividad marítima mercante hizo florecer en el Ca­
ribe importantes flotillas. Ospina Yásquez señala que en cuatro
años, de 1787 a 1791 se hicieron una veintena de operaciones
de venta sobre barcos en Cartagena, por un valor unitario que
oscilaba entre $ 3.500 y $ 10.000. Esta última cifra se consi­
deraba elevada para la época. En estas operaciones figuraban
los nombres de grandes comerciantes de Cartagena, y futuros
patriotas, como Rodríguez Torices, García del Río, Manuel Ama­
dor, e t c ... 2
(3) Hacia finales del siglo 18 y comienzos del 19
existían ya en todos los puertos del Caribe importantes flotillas
dedicadas al comercio marítimo.
No obstante el incremento del comercio legal gracias a la
política liberadora de Carlos III, también alcanzó volúmenes
considerables el comercio de contrabando en el Nuevo Reino en
las últimas décadas del siglo 18. Aunque el contrabando había
sido una actividad regular a lo largo del régimen colonial, mo­
tivado en gran medida por los obstáculos al comercio, en el pe­
ríodo que analizamos se incrementó, como consecuencia de la
pérdida aún mayor del poderío comercial español, del desarrollo
mercantil de Inglaterra y de la consolidación de la burguesía
compradora neogranadina.
En la década de 1790 continuó incrementándose el contra­
bando, a costa del comercio legal. Así, a pesar de aumentar las
importaciones provenientes de Europa, las cifras legales dismi­
nuían, pues en el quinquenio 1784-1788 fueron de $ 11.282.779
y en el quinquenio siguiente, 1789-1793, “ disminuyeron” a §
8.263.747. Fenómeno similar aconteció con las exportaciones,
que en el primer quinquenio llegaron a $ 10.800.000 y en el se­
gundo rebajaron a $ 10.200.000. Según cálculos del Virrey Ez-

2. Luis Ospina Vásquez, Industria y Protección en Colombia, 1810-1930, p. 71,


E L La Oveja Negra, Medeliín, 1974.

3. Ospina Vásquez, obra citada, p. 73.


peleta en el período 1784-1793 se realizaron exportaciones de
contrabando por unos once millones de pesos <4b
El comercio de contrabando se intensificó también por las
nuevas cargas tributarias impuestas a finales del siglo 18, y que
deterioraban el carácter competitivo de las exportaciones his­
panoamericanas. A pesar de las continuas solicitudes elevadas
ál rey y al Consejo de Indias, por virreyes y otras autoridades
de la Colonia, los tributos y estancos no fueron abolidos y con­
tinuaron estorbando las exportaciones de cacao, harinas, añil,
azúcar y palo de tinte ls).
En general, el régimen impositivo se hizo más oneroso,
como consecuencia de la situación económica que vivía España
y de las urgencias bélicas frente a la Francia revolucionaria.
Y no sólo eran elevados los derechos de importación a las colo­
nias, sino que las manufacturas españolas habían venido deca­
yendo, y sus productos, malos y caros, no podían abastecer a las
colonias americanas; pero España se obstinaba en obligarlas
a proveerse en sus puertos, en los que, si bien es cierto, se con­
seguía mercancía no española, estaba fuertemente gravada y so­
metida a formalidades numerosas (8>.
i-'-'----- —-- —------ -------------- ------ --- S-----

En resumen, se puede afirmar que aunque en las décadas


de 1760 y 1770 se promovió por parte de la Corona una política
-

liberadora del comercio exterior, ésta a finales del siglo ya no


compadecía con la situación interna de las colonias y las con­
-

diciones del mercado internacional. Esto explica el auge del con­


trabando y la actitud cada vez más antiespañola que fueron
asumiendo los distintos sectores vinculados al comercio. Y este
descontento fue encontrando formas de expresión y canaliza­
ción a través de la intensa actividad intelectual que se desató
-

en el Nuevo Reino de Granada en los últimos lustros del siglo 18.

2. LA APERTURA INTELECTUAL LIBERAL EN EL


NUEVO REINO

Superada exitosamente para la Corona española la Revo-


11lución de los Comuneros, aparece por parte de las autoridades
¡ virreinales un inusitado interés por promover las más variadas
actividades intelectuales, orientadas al mejor conocimiento del
país y a la formación de las nuevas generaciones. Dentro de este

í 4. Alvaro Delgado, La Colonia, p. 167, Ed. CEIS, Bogotá, 1974.


5. Ibidem, p. 167.
, 6. Ospina Vásquez, obra citada, p. 7.

| 149

fe
marco se inscriben acontecimientos como la Expedición Botáni­
ca, el fomento de la educación y la cultura, el nacimiento del
periodismo y el interés por el conocimiento político y filosófico
de la Revolución francesa. Todas estas actividades encontraron
eco en una clase social, que por su naturaleza, está predispuesta
al pensamiento ecuménico: la burguesía compradora.

2.1. La Expedición Botánica,

No cabe duda de que uno de los más grandes acontecimien­


tos acaecidos en la historia colombiana, ha sido la Expedición
Botánica (1783-1813). Promovida por el Monarca Carlos III,
tenía como objetivo central para la Corona un mejor conoci­
miento de sus colonias ultramarinas, a fin de lograr una más
racional explotación económica. Además de la del Nuevo Reino
de Granada, se ■programaron expediciones botánicas para Fili­
pinas, Méjico y Perú.
La Expedición Botánica fue la primera gran actividad cien­
tífica e intelectual que se desarrolló en nuestro medio. Por pri­
mera vez en tres siglos de Colonia un ejército, no ya de solda­
dos ni de encomenderos, sino de científicos, literatos y pintores,
se lanzó a recorrer la abrupta geografía neogranadina para,
descubrir nuestras riquezas naturales. Por primera vez comen­
zó a sistematizarse el conocimiento de nuestra flora, fauna y
mineralogía, Y lo que fue más importante: un núcleo de inte­
lectuales neogranadinos salieron de sus estancias y mansiones
coloniales a conocer el país y sus gentes, a entrar en contacto
con la dura realidad de los indígenas abandonados, de los cam­
pesinos sometidos, de los esclavos de las zonas insalubres y de
un territorio cuyas riquezas permanecían aún inexploradas.
En esta empresa de redescubrimiento del país participa­
ron, entre otros, Francisco Antonio Zea, Eloy Valenzuela, Jorge
Tadeo Lozano, Francisco José de Caldas, Sinforoso Mutis y
José Félix de Restrepo, es decir, lo mejor de nuestra inteléc-
tualidad, y la que, precisamente, jugaría un papel de vanguar­
dia en las primeras jornadas de la Revolución de Independencia.
Como fruto de los trabajos de la Expedición Botánica, Al­
varo Delgado señala que se descubren y benefician varias es­
pecies de quinas, aceites, gomas, resinas, betunes, maderas pre­
ciosas, mármoles, té de Bogotá, canela criolla, ipecacuana, cera
blanca; descubren minas de mercurio en Antioquia y Quindío;
elaboran monografías sobre diversas regiones del país, dejan
manuscritos sobre botánica, mineralogía, meteorología y cua­
dros al óleo de costumbres indígenas. Igualmente organizan
un herbario de veinte mil plantas, más de cinco mil muestras
de minerales, miles de láminas de especies vegetales y anima
les, un semillero y una colección de maderas, corchos y pieles <7'.
n
La empresa dirigida por Caballero y Góngora y José Ce­
lestino Mutis, por su trascendencia y papel remozador, sólo
puede ser comparable, guardadas las distancias, con la enciclo­
pedia de D’Alembert y Diderot. Cada una de ellas conmovió
. * -mr***^ «». IX>7|

las estructuras del conocimiento y contribuyó a desatar pro­


fundos procesos de cambio.

2.2. El despertar intelectual

Desde la década de 1760, bajo el reinado del progresista


Carlos III y del Virrey Manuel de Guisor y con la coordinación
de Francisco Antonio Moreno y Escandón, se inició en el Nue­
vo Reino un plan de estudios para mejorar el contenido de los
programas de los centros de educación de Santa Fe y las prin­
,

cipales ciudades. Según el Virrey Guiror el objeto principal era


el de instruir a los jóvenes “ en las ciencias útiles, ocupados en
disputar las materias abstractas y fútiles, y privados del acer­
tado método y buen gusto que ha introducido la Europa en e'.
estudio de las bellas letras 7
(8)9
.
0
1
Pero sin duda alguna, uno de los hechos de mayor trascen­
dencia acaecidos en las últimas décadas del siglo 18, fue el na­
cimiento del periodismo colombiano hacia 1780, un periodismo
“ crítico y estimulante del progreso de las ciencias y las artes,
en pugna contra el oscurantismo reinante” <9>. El primer ver­
dadero periódico aparece en 1791 bajo la dirección del cubano
Manuel del Socorro Rodríguez. En 1801 lo hace el Correo Cu­
rioso, semanario literario y científico dirigido por Jorge Tadeo
Lozano. Y en los años que precedieron a 1810 aparecen dos pe­
riódicos, el Redactor Americano de Manuel del Socorro Rodrí­
guez, y el Semanario del Nuevo Reino de Granada, de Fran­
cisco José de Caldas. Este último periódico fue un aglutinante
de la intelectualidad santafereña; promovió la creación de la
Sociedad Económica de Amigos del País, bajo el estímulo del
espíritu libre cambista <10>. Aunque aquella SEAP tuvo vida
efímera, constituyó la primera organización gremial promovida
por la burguesía compradora colombiana.

7. Alvaro Delgado, obra citada, pp. 17 0 -1 /1 .

8. Henao y Arrubla, Historia de Colombia, p. 271, Ed. Librería Voluntad, Bo­


gotá, 1952.

9. D elgado, obra citada, p. 172.

10. Ibidem, p. 177.


Por la misma época de 1794, un destacado miembro de la
burguesía compradora santafereña, Antonio Nariño ti'aduce y
publica, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciu­
dadano. Nariño pertenecía a los altos círculos criollos. Ocupó
importantes cargos en la administración colonial, entre ellos
c! de alcalde ordinario de Santa Fe en 1789. Era un hombre
acaudalado, con importantes actividades mercantiles, tanto de
importación como de exportación. Pero Nariño no sólo agitaba
ideas políticas. En noviembre de 1797 dirigió un mensaje al Vi­
rrey Pedro Mendinueta en el cual se refería a la administra­
ción colonial y criticaba la estructura comercial del Nuevo Reino
de Granada, que estaba deteriorando el comercio exterior.
Igualmente, se multiplican en Santa Fe los grupos de estu­
dio y los centros literarios. Sin embargo, del análisis del pensa­
miento político y económico de la burguesía compradora de fi­
nales del siglo 18, se deduce que aún las ideas liberales políticas
y económicas en boga en el Viejo Mundo, aún no habían pene­
trado lo suficiente en la vanguardia de la burguesía comprado­
ra. Su actitud antimetrópoli obedecía más a motivos de defensa
de sus patrimonios comerciales, amenazados por la política mer­
cantil española, que a claras posiciones de tipo político.

3. ANTIOQUIA EN LAS POSTRIMERIAS DEL REGIMEN


COLONIAL

A lo largo del siglo 19 los comerciantes antioqueños fueron


el eje de la actividad exportadora, financiera y manufacturera
del país. Controlaron el comercio del oro, el tabaco y la quina;
financiaron importantes obras públicas; se convirtieron en los
grandes prestamistas del gobierno nacional; fueron los precur­
sores de la banca colombiana; jugaron un papel clave en el mo­
vimiento colonizador antioqueño y sus capitales permitieron
el surgimiento de las primeras manufacturas antioqueñas en
las dos últimas décadas del siglo 19. ¿Cómo llegaron a ser los
comerciantes antioqueños el motor del proceso capitalista co­
lombiano del siglo 19?
Aunque a lo largo de capítulos anteriores de la presente
obra se ha ido señalando' el camino seguido por los comercian­
tes antioqueños, es necesario antes de terminar lo relacionado
con el siglo 18 dejar algunos puntos en claro, ya que entre dis­
tintos autores se ha llevado a cabo una polémica sobre las causas
del “ resurgimiento” antioqueño y el papel jugado por Juan
Antonio Mon y Velarde, quien fue gobernador de Ántioquia en­
tre 1785 y 1788.
En el “ milagro” antioqueño del siglo 19 hay que tener en
cuenta dos fenómenos distintos, aunque con influencia reeípro-
ca: la formación y estructuración a lo largo de la Colonia de
una dinámica clase comercial antioqueña y la colonización de
gran parte del occidente del país por campesinos antioqueños.
Estos dos fenómenos no pueden aislarse el uno del otro, ni mu­
cho menos concederle toda la trascendencia del acelerado cre­
cimiento económico de Antioquia a comienzos del siglo 20 a la
colonización cafetera. Esta, jamás hubiera tenido la trascen­
dencia que tuvo si no hubiera sido por el apoyo comercial de
una clase que fue acumulando riquezas a lo largo del proceso
de comercialización del oro y que, mucho antes del auge cafe­
tero tenía ya importancia nacional, como lo anotamos anterior­
mente. El mercado externo del café contribuyó al afianzamien­
to de su poder económico, pero no fue la causa del mismo.
'Como ya lo destacamos en la parte dos de la presente obra,
la naturaleza minera de Antioquia hizo posible el surgimien­
to de una activa clase comercial que jugó un papel múltiple:
comercializar una dispersa producción minera, abastecer en ví­
veres y vestuario una población que por su naturaleza no reali­
zaba actividades agrícolas o artesanales y servir de acreedores
(agiotistas) a los pequeños y medianos mineros. Pero los co­
merciantes antioqueños llegaron a controlar casi todo el occi­
dente del país y ampliaron su campo de acción con las más va­
riadas actividades de contrabando (exportación de oro, impor­
tación de mercancías, etc. . . ) .
Pero al lado de esta próspera clase mercantil, y de sus
aliados los mineros ricos y medianos, había un extenso cordón
de miseria integrado por mineros arruinados, campesinos con
poca o sin tierra y gentes a quienes había atraído el espejismo
del oro, y que pasado su mejor momento, quedaban a la deriva.
La tierra cultivable no sólo escaseaba, sino que buena parte
de las mejoras, las de las riberas de los ríos, se había deterio­
rado por el ajetreo minero. En estas circunstancias, a finales del
siglo 18 la provincia de Antioquia vivía un momento crítico:
ofrecía el espectáculo característico de los pueblos donde hubo
oro y ya no hay. Es bajo este panorama que el Virrey Caballe­
ro y Góngora nombra al oidor Juan Antonio. Mon y Velarde,
gobernador de Antioquia, cuyo papel y reformas ya analiza­
mos en la segunda parte de esta obra.

4. LA AGUDIZACION DE LA CONTRADICCION
BURGUESIA COMPRADORA-METROPOLI

La crisis entre la burguesía compradora neogranadina so


agudizó no sólo como consecuencia de la insuficiencia en la po­
lítica liberadora del comercio iniciada hacia 1760, sino porque
a fines del siglo 18 se echaron atrás numerosas medidas, como
ir.:i
por ejemplo la libre navegación por el río Atrato, y ya las au­
toridades virreinales eran decididamente antiliberales en ma­
teria de comercio exterior. En su relación de mando, escrita
en 1796, el Virrey don José de Ezpeleta, quien gobernaba el
Nuevo Reino desde 1789, escribía: “ El comercio nacional ma­
rítimo debe fomentarse por medios opuestos a los que han
influido en su decadencia; y siendo una verdad demostrada
que el numeroso Resguardo no alcanza para celar el contra­
bando en las muchas leguas de costa despoblada a Barlovento
y Sotavento de Cartagena, Santa Marta y Riohacha, es indis­
pensable convencerse de la necesidad de cerrar nuestros puertos
a toda comunicación con los extranjeros <u).
Importantes documentos han quedado para la historia de
aquellos años que precedieron al movimiento de independencia
en los que los comerciantes plasmaron su pensamiento. En el
famoso Memorial de Agravios escrito por Camilo Torres en
1809 se declara adverso a la teoría mercantilista practicada por
España en sus colonias, al hacerle ver a la junta central de la
Metrópoli que la verdadera riqueza del Nuevo Reino dependía
del cultivo de la tierra, de la expansión del comercio y no de
las explotaciones mineras <lsd
Posteriormente, en otro documento publicado en septiem­
bre de 1810 bajo el título “ Motivos para reasumir los derechos
de la ciudadanía” , Camilo Torres afirmaba:
“ La pública utilidad se quejaba también de que el gobier­
no había obstruido todos los canales de la felicidad del R ein o...
Cuando España no podía suministrar géneros ni efectos para
el consumo, vio que se cerraron los puertos al comercio de las
potencias neutrales, a pesar de las reclamaciones del Consula­
do de Cartagena, dando lugar al contrabando, y causando al
Erario la pérdida de muchos millones de pesos en los derechos
de aduana; que se prohibió la salida de las canoas para el Cho­
có, causando la pérdida de los comerciantes que tenían acopios
de quinas y frutos, con improbación del Consulado; que cuando
a repetidas instancias del comercio se abrieron los puertos, se
recargó un derecho de un cuarenta y cinco por ciento a los
efectos, dejando seguir el contrabando, y fomentando la mala fe
y la inmoralidad de las costumbres” i113).
2
1
Otro de los héroes de las jornadas del 20 de julio de 1810,

11. Citado por Indalecio Liévano Aguirre, Los Grandes Conflictos Sociales y Eco­
nómicos de Nuestra Historia, T . 3, p. 87, Editorial La Nueva Prensa, S. F.

12. José Raimundo Sojo, El Com ercio en la Historia d e Colombia, p. 22, Bogo­
tá, 1970.

13. Liévano, obra citada, p. 88.


don José Acevedo y Gómez, el “ tribuno del pueblo” , era tam­
bién un destacado miembro de la burguesía compradora santa-
fereña. El 19 de julio, la víspera de los famosos acontecimien­
tos que desataron el proceso de independencia, se quejaba ante
don Antonio Villavicencio, en carta personal, de las cuantiosas
pérdidas que en su actividad comercial le había provocado la
política comercial de la Metrópoli: “Ciento veinte mil pesos,
fruto de veinte años ¡de trabajo, me hizo perder el gobierno
a principios de la guerra con Inglaterra porque no hubo arbi­
trio de que este Virrey no permitiese ni aún el comercio de ca­
botaje, y en tees años las quinas se perdieron y se cayó su esti­
mación en Europa; los cacaos se pudrieron, y los algodones que
el monopolio peninsular me obligaba a. mandar a Cádiz, fueron
presa de un enemigo poderoso en el mar” <14h
Acevedo y Gómez, quien era Diputado del Comercio de
Santa Fe, pertenecía al sector de los más grandes exportadores
de materias primas tropicales, tales como quinas, cacao, algo­
dón, palo del Brasil, añil, etc. ..
Don Antonio Villavicencio, el enviado del gobierno español,
en su informe del 24 de mayo de 1810 al Virrey don Antonio
Amar y Borbón sobre las condiciones del Nuevo Reino señala­
ba, entre los factores determinantes del descontento en la Nue­
va Granada, las dificultades para las comunicaciones terrestres
y fluviales, lo cual impedía el desarrollo del comercio y de la
agricultura. También solicitaba que se abolieran los derechos
de visita a las embarcaciones, registro, almojarifazgo,, recono­
cimiento, y otros impuestos que agobiaban al comercio <15h
Las contradicciones entre la burguesía compradora y la me­
trópoli se agudizaron a finales del siglo 18 y primera década
del 19, no sólo por la política comercial impuesta por España
que lesionaba los intereses de los criollos más destacados (An­
tonio Nariño, Camilo Torres, José Acevedo y Gómez, etc.),
sino también por la protección brindada por la corona a los
gremios del Nuevo Reino, que se materializó en la llamada
“ Instrucción General para los Gremios” , que buscaba someterlos
a un eficaz control por parte del Estado y mejorar el nivel de
las artes. Liévano señala que el poderoso núcleo de los comer­
ciantes importadores del Nuevo Reino inició su ataque frontal
contra la organización gremial de la artesanía y la pequeña ma­
nufactura, utilizando los argumentos allegados contra los gre­
mios medievales por los ideólogos de la burguesia europea.
¿Qué había acontecido con la burguesía compradora neo-
granadina.?

14. Ibidem , p. 97.


15. Sojo, obra citada, p. 23.

inri
El siglo 18, como lo hemos dicho varias veces, marcó el
ascenso económico, social y político de la burguesía comprado­
ra del Nuevo Reino. Y aunque las medidas liberadoras del co­
mercio exterior impuestas por Carlos III le permitieron ensan­
char su radio de acción y el contrabando, especialmente en Car­
tagena, abrió un mercado con grandes índices de rendimiento,
ya al comenzar el siglo 19 la estructura legal y administrativa
del régimen colonial ya no le permitía posibilidades de creci­
miento. De ahí surgió su crítica, velada en un comienzo, y fron- ’’ i
tal luego, contra el sistema colonial español. Crítica que cada
vez era más fuerte, a medida que no sólo se dejaban de realizar
transacciones comerciales, sino que los cambios permanentes
en la política española ocasionaban pérdidas graves en el pa­
trimonio de los comerciantes.
Con este panorama, no es casual que bajo las condiciones
del continente americano y el caos reinante en España con la
ocupación napoleónica, se produjera en Santa Fe el 20 de julio
de 1810 la insurrección promovida y dirigida por la burguesía
compradora.
LA INDEPENDENCIA: ARTICULACION DE AMERICA
A LAS NUEVAS RELACIONES ECONOMICAS
INTERNA CI ONALES

ASCENSO DE LA BURGUESIA COMPRADORA AL


PODER

1.1. Se inicia la guerra de Independencia

En treinta años, de 1780 a 1810, se llevaron a cabo en el


país importantes cambios sociales y económicos. El eje de la
revolución comunera de 1781 se centró en la provincia de El
Socorro, por ser ésta uno de los más importantes centros de
cemercialización interna del país, que se vio afectado por la
nueva política tributaria. A la retaguardia de esta clase mercan­
til interna se colocaron entonces indígenas, campesinos, artesa­
nos y esclavos. Ahora en 1810 la situación era diferente. El eje
del nuevo proceso revolucionario se había desplazado de El So­
corro hacia Santa Fe, 'Cartagena y Popayán. Y había cambiado
también el contenido social del movimiento antihispánico. La
burguesía compradora, que en la revolución comunera no tuvo
ninguna participación, se constituyó en 1810 en la vanguardia
de la inconformidad antimetropolitana. Los grandes importado­
res y exportadores de Santa Fe y Cartagena tomaron las armas
y financiaron el movimiento anticolonial. La mayoría de los
más célebres dirigentes de la causa liberadora eran destacados
comerciantes (Antonio Nariño, Camilo Torres, José Aeevedo
, y Gómez, Manuel Rodríguez Torices, etc. . . ) . Como aliados de
la burguesía compradora participaron los señores terratenien­
tes y esclavistas de Popayán y de otras regiones del país.
La lucha emancipadora de la América Hispana comenzaba
en el momento en que Europa Occidental entraba en una nueva
etapa económica, en la era de la revolución industrial, bajo la
cual cambiarían las relaciones económicas internacionales. No
sólo se incrementaría el intercambio comercial, sino que otor
garía a los nuevos países latinoamericanos elevados créditos
y se realizarían inversiones de capitales europeos en el Nuevo
Mundo. Además, el proceso del cambio se veía favorecido por
factores internacionales eomo el expansionismo militar e ideo­
lógico de la revolución francesa, el predominio en Inglaterra
del liberalismo político y económico de la era victoriana y la
crisis del régimen monárquico español, por la ocupación napo­
leónica y los enfrentamientos entre el Rey Carlos IV y su hijo
Fernando VII.
! El contenido político y económico de aquel primer gobierno
reflejó su composición clasista. Así, el 24 de septiembre de
1810 se dictó un decreto que ponía término al status jurídico
excepcional de las comunidades indígenas y se dispuso la liqui­
dación de la institución de los resguardos. Luego fueron abo­
lidos los monopolios y las reglamentaciones. La primera cons­
titución política, la de 1811, reconoció los derechos civiles y
garantías sociales proclamados en la Declaración de los De­
rechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 (propiedad pri­
vada, libertad individual, libertad de imprenta y de palabra,
igualdad legal, libertad de industria y de trabajo, e t c .. . ) , pero
se admitió la existencia de la esclavitud y como condición para
ejercer el sufragio se señaló la de ser “ varones libres, mayores
de 25 años, padres o cabezas de familia que vivan de su renta ■

y ocupación sin depender de otro” .


El 17 de abril de 1812 se aprobó en Cundinamarea una
segunda Constitución, en la cual se inspiraron la mayoría da
las provincias del país, y que rigió hasta la conquista española
de 1816. Esta segunda Constitución, retornó los principios de
la de 1811 e introdujo un cambio jurídico fundamental: el bi-
cameralismo. Pero en materia económica y social conservó los
mismos principios de la anterior. Solamente en Antioquia se
tomaron medidas tendientes a. la abolición legal de la esclavitud,
porque en dicha provincia, desde hacía tiempo la institución
esclavista había entrado en crisis.

1.2. La 'política fisiocrática de Santander y Castillo- y Rada

En Europa, la vigencia durante los siglos 16 y 18 de los


principios mercantilistas provocó en el siglo 18 fuertes reaccio­
nes en favor de la actividad agrícola, que había decaído debido
a reglamentaciones complejas que entrababan no sólo la acti­
vidad agropecuaria, sino también la manufacturera. Surgió así
en Europa la Escuela de los Fisiócratas, cuyo principal exponen­
te fue el francés Francisco Quesnay, quien expuso^ sus ideas
en la Enciclopedia y en un artículo titulado El Cuadro Econó­
mico (1758). Roberto Turgot, ministro de hacienda de Luis
XVI, se inspiró en los fisiócratas para adelantar muchas de sus
reformas liberales.
La Escuela de los Fisiócratas reviste gran importacia en
el desarrollo del pensamiento económico, pues fue la primera
en tener una concepción global de las ciencias sociales y de las
leyes económicas. Dicha escuela está enmarcada dentro del li­
beralismo agrarista, que, en el siglo 18, buscó la aplicación en
el agro de los principios liberales y la estabilidad social y eco­
nómica del campo a través de buenos precios para los produc­
tos agropecuarios, lo cual conllevaría a la extensión de las tie­
rras cultivadas y evitaría el éxodo de campesinos a la ciudad.
Propugnaron también los fisiócratas por la abolición de las
aduanas interiores, que impedían la libre circulación de los pro­
ductos agrícolas, y de las reglamentaciones de las Corporacio­
nes, que frenaban el desarrollo agrícola e industrial.
Para los fisiócratas sólo la agricultura origina producto
neto. Surgió así un amplio movimiento de retorno a la tierra
y una política económica agrarista liberal, fundamentada en
la libre concurrencia nacional e internacional. Esta política fue
enmarcada dentro de las concepciones generales de los Enciclo­
pedistas: la idea de la libertad, la fe en la razón y en la bon­
dad del hombre.
Hemos hecho este breve bosquejo sobre la Escuela fisio-
erática, porque fueron sus principios los que animaron la po­
lítica económica del primer gobierno republicano, presidido por
el general Santander, cuyo secretario de hacienda (1821-1827)
fue el cartagenero José María del Castillo y Rada, personaje
influyente desde las jornadas de 1810 perteneciente a una de
las más ricas familias cartageneras, vinculada al comercio
exterior. Provisto de una amplia cultura, a la que había lle­
gado a través de su formación universitaria, de las activida­
des mercantiles internacionales y el contacto con el avanzado
pensamiento económico y político europeo a través de la maso­
nería, de la cual fue uno de los más altos dignatarios en nues­
tro país.

Al momento de asumir Castillo y Rada la Secretaría de


Hacienda de la Gran Colombia, la situación fiscal y económica
del nuevo Estado era difícil, pues el país acababa de salir de
un período bélico de nueve años, durante el cual se resintieron
todas las actividades económicas. La recuperación sería tanto
más difícil, en cuanto que el nuevo Gobierno, surgido de la gue­
rra de Independencia, era una alianza de sectores privilegia­
dos, de las clases que en mayor o menor proporción habían
disfrutado del régimen colonial. La guerra, como era obvio,
había no sólo pauperizado a las clases bajas y medias, sino
que también había deteriorado las fortunas de comerciantes y
mineros, cuyos dineros contribuyeron a financiar la guerra,
y terratenientes, cuyas explotaciones agropecuarias sufrieron
no sólo disminución en la producción, sino también en la mano
una plaga — dice Mollien— verdaderamente espantosa que afli­
ge a Bogotá: los pobres, Estos, los sábados irrumpen en la
capital como las hordas en una ciudad tomada por asalto; ase­
dian todas las puertas, ’y para que la piedad se las abra, exhiben
las llagas y las dolencias más repulsivas; grupos de ancianos
conducidos por niños obstruyen todo el día las calles y las en­
tradas de las casas” <2°).
La clase social que se encontraba en una situación más
próspera era, indudablemente, la de los comerciantes. Su acti­
vidad jamás había decaído, y aunque muchos habían sufrido
deterioro en sus fortunas, la misma situación crítica de la agri­
cultura y de los talles artesanales les había abierto nuevos cam­
pos de acción. Sin embargo, su poderío económico no era exce­
sivo para'la época. Mollien señala que “ no hay en Bogotá diez
comerciantes que tengan 100.000 piastras (unidad monetaria
de la época) ; entre las personas que viven de sus rentas no hay
cinco que tengan un capital mucho mayor. Las fortunas más
corrientes son de 5 a 10.000 piastras” <21>.
La situación de las finanzas públicas era poco halagüeña.
La mayoría de los impuestos sobre los cuales se fundamenta­
ba la recaudación colonial se había reducido considerablemente.
Las arcas del tesoro público estaban exhaustas. A principios
de 1823 no había en la Casa de la Moneda de Bogotá más de
7.022 castellanos.
Con este fondo de problemas que hemos descrito somera­
mente, con la burguesía compradora como la clase más influ­
yente política y económicamente y con el instrumento teórico
otorgado por la Escuela de los Fisiócratas, se lanzó José María
del Castillo y Rada a la empresa de la reconstrucción económica
del país.
Para los fisiócratas sólo la agricultura origina el producto
neto. Retomado este principio por Castillo y Rada, en su me­
moria de hacienda de 1826 afirma: “ Debemos partir del prin­
cipio que presenta la agricultura como la primera fuente, así
de la riqueza individual como de la renta pública, para conven­
cernos de que sólo puede ser rico el erario, cuando lo sean los
agentes de cultivo” ('22>.
Pero para desarrollar la agricultura hay que remover obs­
táculos. Castillo y Rada enumera los principales: los diezmos,

20. Ibidem, p. 1S9.

21. Ibidem, p. 192.

22. Luis Eduardo N ieto Arteta, Economía y Cultura en la Historia de Colombia,


p ..6 5 , Ed. Tercer M undo, Bogotá, 1962.

ir.i
<!•■ obra utilizada por los bandos enfrentados. En estas circuns-
landas ora necesaria una “ reconstrucción económica” del país.
La desastrosa situación económica y social del país fue descrita
por el trotamundos francés Mollien quien en 1823 recorrió la
mayor parte de nuestro territorio, consignando sus observacio­
nes, análisis y descripciones en un libro (16>.
La situación de la agricultura era lastimosa. Da pena, dice
Mollien, ver el abandono del cultivo del cacao, del algodón y del
azúcar; la indiferencia en que se dejan crecer, sin cuidado de
ningún género, el café, el añil y el nopal <17). La agricultura se
vio afectada por las conmociones provocadas por la guerra.
Muchas explotaciones agrícolas basadas en el trabajo esclavo
se arruinaron porque los esclavos o se dieron a la fuga u obtu­
vieron la libertad. Por la misma época se agudizaba la lucha de
clases en el campo, por la posesión de la tierra. En su correría
por Santander y Boyacá, Mollien señala que se acusaba a los
indígenas de añorar su antiguo régimen, lo que puede ser cier­
to “ porque antes no se permitía a ningún blanco establecerse
en sus tierras, mientras que hoy ven sus territorios invadidos
por una serie de hombres rapaces” . En el Páramo de Cerinza,
Mollien se encontró las ruinas de un poblado indígena destruido
recientemente. “ Sobre las ruinas de las chozas de los indios
la familia del dueño de la venta ha construido su casa” <18>
Las tradicionales manufacturas del Oriente se encontraban
también en situación crítica. La descripción de Mollien sobre
la localidad de Puente Nacional era valedera para muchos otros
poblados antes prósperos : “ El pueblo está en ruinas. Antes se
fabricaban telas tan estimadas como la del Cocuy, por el brillo
de sus colores; todos los obreros han desaparecido, y las fábri­
cas ya no existen” . Y al describir el estado general de la manu­
factura Mollien señala: “ Salvo en las ciudades de litoral y en
las capitales frecuentadas constantemente por los extranjeros,
el resto del país se encuentra, desde el punto de vista de las ar­
tes y de la industria, en el mismo estado de adelanto que Euro­
pa en tiempos de Fernando y de Isabel. Es un cuadro vivo del
siglo X Y ; las remembranzas de esa centuria se advierten en los
usos, las costumbres y hábitos de las gentes; la industria es tan
rudimentaria como lo era en aquel entonces.. . <19).
La miseria de la postguerra se observaba en Bogotá: “ Hay

16. G. M ollien, Viaje por la República d e Colom bia en 1823, Biblioteca Popular
de Cultura Colombiana, Bogotá, 1944.

17. Ibidem, p. 379.

18. Ibidem, pp. 70-88.

19. Ibidem, pp. 381-382.


los censos, los bienes de manos muertas, la alcabala. “ El diezmo
eclesiástico, dice Castillo y Rada, es el primer obstáculo que
impide sus progresos (de la agricultura) y retarda su pros­
peridad . . . Es un tributo monstruoso. . . Carga pesadísima
que pesa solamente sobre la profesión más útil de la socie­
d a d ...” . El segundo obstáculo señalado es el de los censos:
“ El censo al cinco por ciento es otro de los gravámenes que
oprime la agricultura y uno de los obstáculos que se oponen
a sus mejoras” . No vacila en afirmar Castillo y Rada que el
tercer obstáculo es la amortización eclesiástica (los bienes raíces
rurales de propiedad de las comunidades religiosas y que se en­
cuentran fuera del com ercio). Nuestro primer gran secretario
de hacienda señalaba que “ El cuarto obstáculo que tiene la agri­
cultura es la alcabala que paga el vendedor de una propiedad,
cada vez que se enajena” <23).
El liberalismo agrarista de la escuela fisiócrata tuvo en
Castillo y Rada un brillante exponente: “ Para la prosperidad
de la agricultura se requieren leyes que dirijan al interés indi­
vidual: la acción de las leyes en esta parte debe ser negativa.
Basta que ellas aseguren la libertad, removiendo los obstáculos
que se oponen a su ejercicio” <2
24>.
3
Para la escuela fisiócrata la prosperidad de la agricultura
sólo era posible dentro de un marco de libertad de comercio
nacional e internacional, lo cual provocaría mejores precios para
los productos agrícolas y estimularía la apertura de nuevas tie­
rras para la agricultura. La escuela fisiocrática, como fruto
de un siglo en el que predominaba aún la burguesía comprado­
ra, aunó principios y normas que favorecieron a comerciantes
y agricultores. Esto explica porqué una escuela económica que
aunque desde hacía mucho tiempo no tenía vigencia en Europa,
se convertía en la inspiradora de la primera política económica
del gobierno de la Gran Colombia.
Acorde con los principios señalados, planteó Castillo y Ra­
da la necesidad de remover las trabas al comercio exterior. En
la memoria de hacienda de 1823 decía: “ La ley que establece
los derechos de exportación es un obstáculo para la prosperi­
dad del país y puedo asegurar que disminuye muy considerable­
mente los derechos de importación (25h
Siguiendo los grandes derroteros de 1a. escuela fisiocrática,
se aprobó el 30 de septiembre de 1821 la reforma al sistema
fiscal, introduciendo la contribución directa. “ Los impuestos

23. Ibidem, pp. 66 a 69.

24. Ibidem, p. 65.

25. Ospina Vásquez, obra citada, p. 160.


directos — decía Castillo y Rada— igualan a los -ciudadanos on
la contribución como están en los derechos; y esta igualdad no
es grata ni provechosa a ciertos hombres, que acostumbrados
a no hacer desembolsos en beneficio de la República, quieren
sacar todas las ventajas de la independencia, dejando todas las
cargas a la clase que . nunca pudo evitar las contribuciones y
sobre las cuales pesaron cruelmente las indirectas” (20).
La escuela fisiocrática, aunque animada por una política
que buscaba el desarrollo armónico de la agricultura, el comer­
cio y la manufactura, engendraba una contradicción que Cas­
-íé ■ tillo y Rada ya la vislumbraba en su memoria de hacienda de
1826:
“ Ellas (las aduanas) deben ser consideradas no sólo como
fuente de una renta cuantiosa, sino también como uno de los
medios poderosos de fomentar la agricultura, las manufacturas
y el comercio, y para que su arreglo sea provechoso, es de abso­
luta necesidad conciliar de tal modo estos dos objetos, que el
de aumentar los productos no embarace los progresos de la ri­
queza” 2(27).
6
Como era de esperarse, no hubo posibilidad de conciliar
los intereses antagónicos que encerraba la contradicción entre
el librecambio y el fomento de actividades agrícolas y manufac-
; tureras. Predominó la concepción librecambista. Las trabas que
obstaculizaban el desarrollo de la agricultura y que tan acerta­
damente señaló y cuestionó Castillo y Rada, nunca fueron re­
movidas. La reforma fiscal aprobada en 1821 tuvo una vigencia
de pocos meses. Los cuantiosos empréstitos conseguidos para
adelantar el fomento de la agricultura, fueron destinados a otras
actividades. La burguesía compradora consiguió imponer sus in­
tereses durante los ocho años del régimen santanderista. Y ayu­
dó a su consolidación (solo sería transitoria) la ingerencia
de Inglaterra en la política económica de Colombia a través de
los tratados de comercio suscritos y los empréstitos otorgados.

1.3. Los préstamos ingleses

José María del Castillo y Rada tenía conciencia de que uno


de los problemas más graves que afrontaba el país para su desa­
rrollo agrícola y manufacturero era el de la falta de capitales.
En su Memoria de Hacienda de 1826 señalaba:
“ Los agentes de la producción son las tierras que convidan
al cultivo, porque su feracidad brinda inmensos beneficios; pero

26. N ieto Arteta, obra citada, p. 70.

27. Ospina Vásquez, obra citada, p. 133.

1(i.",
la industria no puede ejercitarse si no hay capitales que la pro­
muevan. Faltan capitales en Colombia, falta por consiguiente
la industria, y debe quedar anulado el primer agente, si no
se procuran capitales efectivos por más que se promuevan los
obstáculos mencionados” <28b
Los capitales se buscaron, recurriendo a los empréstitos •-$
extranjeros, que fueron solicitados a las casas prestamistas in- -flj
glesas, pues desde la Colonia los comerciantes criollos tenían
ya intereses comunes con firmas comerciales inglesas, surgidos
de las actividades legales e ilegales del comercio. Además, no
en vano, Inglaterra envió sus “ legiones extranjeras” a comba- |
tir en la g-uerra de independencia contra España.
Los préstamos llegaron, pero en condiciones leoninas, y los ;
dineros no se invirtieron en empresas económicas. Bushnell re- 1
lata cómo eran aquellos créditos: en la primavera de 1822 : :5
Francisco Antonio Zea obtuvo el primer empréstito externo É
de importancia por la suma de dos millones de libras esterlinas.
El crédito se hizo con un descuento del 20%, o sea que por ;
cada cien unidades prestadas, Colombia solamente recibiría ó
80. La casa prestamista, Herring, Graham and Powels de Lon- «1
dres, retuvo parte de la suma para pagarse algunas obligacio­
nes emitidas por Zea con anterioridad, intereses futuros, comi- ¿
siones, etc. En esta forma solamente un tercio del crédito se
pagaría en efectivo. Sin embargo, no toda, esa suma se entre- 1
gó realmente (29).
Posteriormente, en' 1824, se obtuvo un nuevo empréstito §p
por 4.750.000 libras, es decir, 80 millones de pesos en esa época,
con la firma Goldschmidt and Co. Este empréstito fue negociado
por dos importantes comerciantes antioqueños, los señores Fran­
cisco Montoya y Manuel Arrubla, quienes recibieron cada uno
una comisión de 20.137 libras esterlinas, y el diplomático co­
lombiano Manuel José Hurtado, también comerciante de pro- ¡j
fesión, quien recibió una comisión de 53.137 libras esterlinas. %
Pero este empréstito de 30 millones de pesos, en la práctica
fue sólo de 20, pues una tercera parte representó el pago de
obligaciones contraídas por Zea. Se descontaron otros 5 millo­
nes para el pago anticipado de dos años de intereses, tasa de
descuento, comisiones, etc. De los 15 millones recibidos por el |
gobierno de Santander, la mayor parte se dedicó a actividades
improductivas: pago de “ deuda doméstica” , pago de intereses
de deuda interna (a comerciantes fundamentalmente), pago de
salarios atrasados,, sostenimiento de la. diplomacia y gastos de g

28. N ieto Arteta, pp. 65-66.

29. David Bushnell, El Régimen de Santatrder en la Gran Colombia, p. 136, Ed,.


Tercer Mundo, Bogotá, 1966.
guerra. Para la agricultura — actividad económica que se con­
sideraba como la fundamental en aquella época— solamente se
destinó un millón de pesos, y en la práctica únicamente se apro­
Jgr-
baron partidas por 320.000 pesos, de treinta millones.
Llegó a tales niveles el endeudamiento de Colombia du­
rante el gobierno de Santander, un endeudamiento no produci­
do, que el valor anual de los intereses y amortizaciones de la
deuda eran de 2.1 millones de libras, es decir, la tercera parte
de los ingresos nacionales. La economía nacional seguiría ata­
da al endeudamiento externo. Así, durante el gobierno de Mu-
rillo Toro en 1872, casi 50 años después, cuando el monto de
las rentas nacionales ascendían a $ 4.688.779, se destinaron
3.184.159, casi el 70%, a cubrir la deuda externa. En 1905
sería necesaria una nueva refinanciación de la misma deuda.
Con razón decía Diego Montaña Cuéllar que cien años después
de la independencia los colombianos seguíamos sirviendo la
usura del capitalismo inglés (30).
¿Quiénes, realmente, se beneficiaron con los préstamos in­
gleses?
Ya analizamos cómo las primeras medidas fiscales, del go­
bierno del general Santander se orientaron a la agilización del
comercio interno y externo. Terminado el monopolio de la Co­
rona española sobre el comercio exterior e implantado un nuevo
P régimen de bajos impuestos para las importaciones, éstas cre­
cieron en forma acelerada, especialmente a partir del emprés­
tito inglés de 1824. En 1825 las importaciones superaron am­
pliamente a las exportaciones, dando por resultado una balanza
comercial fuertemente desfavorable. Este déficit persistiría du­
rante la mayor parte del siglo 19. Los préstamos fueron utili­
zados, en gran medida, para compensar el déficit comercial.
El déficit comercial en sí mismo no es un indicador econó­
mico negativo. Lo importante es observar cómo se dilapidaron
las divisas extranjeras provenientes de los empréstitos. Se
abrieron las barreras aduaneras para que entraran manufactu­
ras de todo tipo. Los textileros ingleses inundaron en mercado
nacional propinando un duro golpe a las manufacturas del orien-
7 te colombiano. El mismo ejército que era el principal consumi­
dor de textiles, prefería los productos ingleses. Hasta la agri-
■ cultura se lesionó, pues se permitió la importación de harina
norteamericana, afectándose los cultivos de trigo nacional, que
por entonces abastecían plenamente el consumo interno. La
política del libre comercio llegó a permitir la importación de
Tabaco norteamericano y ron jamaicano, pero debido a los fuer-

1 30. D iego Montaña Cuéllar, Colombia, País Formal y País Real, p. 73, Editorial
Platina, Buenos Aires, 1973.
tes intereses fiscales y económicos vinculados al tabaco, la caña
de azúcar y el aguardiente, se prohibió la importación de taba­
cos y licores. El libre comercio funcionaba mientras no lesio-
naba los intereses de los grandes comerciantes.
En cuanto al contrabando, que había alcanzado cifras altí-
simas durante la Colonia, continuó incrementándose bajo la Re­
pública, a pesar de la liberación del comercio exterior, pues
aún así era una actividad más rentable.
En el campo de las exportaciones, el oro siguió ocupando
el primer lugar. Le seguían renglones como el cacao, el azúcar, ,
el algodón, el arroz y el maíz. La quina y otros productos fores­
tales ya habían perdido importancia.
Los grandes comerciantes de Cartagena que habían mani­
pulado el comercio exterior durante la Colonia quisieron soste­
ner sus privilegios, y lo lograron. Con la República se abrieron
de hecho otros puertos en el Caribe, entre ellos el de Sabanilla,
que quedaba a corta distancia de Barra-nquilla y en las proxi­
midades del río Magdalena, principal vía de comunicación. Sin
embargo, Cartagena a pesar de estar aislada de este último por
la obstrucción del Canal del Dique, hizo que el Congreso de
Cúeuta reconociera el monopolio de Cartagena sobre el comer­
cio exterior, llegándose al extremo de hacer cerrar la navega­
ción del río Atrato que se orientaba al comercio exterior. Y es
que los comerciantes de Cartagena habían sido los precursores
ele la Independencia y habían conservado con Inglaterra nexos
no sólo mercantiles, sino ideológicos. Así, por ejemplo, la pri­
mera noticia que se tiene del establecimiento de la Masonería
en el Virreinato de la Nueva Granada, es a partir del año de
1808, fecha de la fundación en Cartagena de Indias de la Logia'
“ Las Tres Virtudes Teologales” , con Carta Patente expedida
por la Gran Logia Provincial de Jamaica, con sede en Kingston,
de la obediencia de la Gran Logia Unida de Inglaterra con sede :
en Londres, según consta en los archivos del mencionado cuerpo
masónico. La Logia “ Las Tres Virtudes Teologales” fue el cen­
tro de la conspiración revolucionaria de los comerciantes carta­
generos para independizarse de la monarquía española. Los
más prominentes patriotas cartageneros hacían parte de dicha ;
logia: José Fernández de Madrid, José María García de Toledo,
Manuel Rodríguez Torices y muchos otros <31).
A la- sombra de los empréstitos extranjeros se forjaron |
grandes capitales. Por ejemplo, los préstamos del Estado co- :
lombiano eran respaldados con bonos que entraban al merca-
do de los valores en Londres, en donde fueron acaparados
por comerciantes colombianos, con una cotización de sólo el

31- Américo Carnicelli, La Masonería en la Independencia de América, p. 78,


Bogotá, 1970.
f 20 ó el 25% sobre el valor nominal. Los comerciantes, a su
vez, utilizaban estos bonos para pagar con ellos diversos im­
puestos, cotizándolos para estos casos por el valor nominal del
ciento por ciento. Por éste camino se afianzaron inmensas for­
tunas.
Al mismo tiempo que se consolidaba el poder económico
• de la burguesía compradora, se tomaron medidas para hacer
más elástico el interés que había primado durante la Colonia
para los préstamos. Se elevaron considerablemente las tasas de
interés y continuaron vigentes las disposiciones penales para
los deudores insolventes.
Los préstamos ingleses no llegaron solos. Con ellos se
abrieron las posibilidades para la penetración del capital inglés.
El capital extranjero se convirtió en una obsesión para la ad­
ministración del general Santander. Bushnell recuerda que El
Correo de la ciudad de Bogotá, que reflejaba oficiosamente el
pensamiento del gobierno, estaba completamente de acuerdo
con permitir a las factorías británicas que reemplazaran la pro­
ducción colombiana de textiles burdos, y sugería que los colom­
bianos deberían contentarse con acentuar la minería como una
fuente de alternativa de riqueza <323'. Estos eran los primeros

¡
exponentes en el país de la teoría librecambista y de la divi­
sión internacional del trabajo capitalista, que imperaría plena­
mente en la década de 1850. El gobierno fue revestido de pode­
res amplios por el Congreso para otorgar concesiones mineras.
Las minas de esmeraldas, oro, plata y platino fueron entre­
gadas a firmas inglesas (algunas de ellas con participación de
capitales de comerciantes colombianos) para su explotación. Has­
ta el monopolio de la navegación de los ríos Magdalena y Orino­
co fue entregado a empresarios extranjeros. Pero con excep­
ción de algunas inversiones inglesas en minería, estos primeros
intentos de inversión extranjera en Colombia no prosperaron.
Años más tarde, don Florentino González en sus memorias afir­
maría que las inversiones inglesas fueron positivas, porque los
. “ establecimientos ingleses de minas han sido una escuela prác­
tica en que han aprendido muchos, que hoy contribuyen a enri­
quecer la provincia de Antioquia, que es la que más ha prospe­
rado en la Nueva Granada” (3S>.
Con la penetración de los capitales ingleses no sólo se be­
neficiaron los comerciantes, sino que se afianzó aún más el po­
der de los esclavistas mineros, que fueron los socios naturales
de los inversionistas europeos. Este hecho hizo que las preten­
siones de algunos intelectuales liberales sobre la manumisión
de los esclavos no encontraran eco ni en el congreso ni en el

32. Bushnell, obra citada, p. 159.


33- Florentino González, Memorias, .p. 96, Ed. Bedout, Medellín, 1971.
gobierno. Se llegó, inclusive, a señalar la república de Haití
como la inspiradora de la inconformidad de los esclavos. Inclu­
sive, algunos parlamentarios y voceros de la Administración
afirmaron seriamente que Haití había colocado 300 agentes
secretos para tales propósitos, lo que condujo al no estableci­
miento de relaciones diplomáticas con Haití, país que había
contribuido con hombres y dineros a la campaña del Liberta­
dor Bolívar en 1819 (M).

2. LA INDEPENDENCIA Y LAS TRES GRANDES CON­


TRADICCIONES DEL MODO DE PRODUCCION COLO­
NIAL

Para la mayoría de los tratadistas de historia económica


este período (1819-1842) se considera como una simple prolon­
gación de la Colonia. Esta apreciación, sin embargo, falsea el
estudio del proceso económico colombiano, pues, aunque conti­
nuaron sin resolverse las grandes contradicciones de la socie­
dad colonial, este lapso resulta de gran interés para la com­
prensión de la historia económica colombiana del siglo 19, ya
que ascendió al poder político, la triple alianza representada por
comerciantes, terratenientes y esclavistas. Se iniciaría la lucha
de estas tres clases por el predominio del poder, el que lograría
la burguesía compradora en la década de 1850. Sin embargo,
esa lucha sería el elemento determinante de las numerosas gue­
rras civiles nacionales y provinciales, pues el poder político y
militar de la burguesía compradora no era lo suficientemente
sólido en la extensa y compleja geografía colombiana. Ello ex­
plica por qué Colombia fue el país de América Latina que afron­
tó en el siglo pasado un mayor número de guerras civiles. En
Colombia, más que en ningún otro país latinoamericano, el pro­
ceso de unidad nacional fue largo y difícil. Celso Furtado se­
ñala cómo en los países de una economía minera predominante,
como México, Perú y Bolivia, el control de esa actividad era
suficiente para definir el poder estatal; en los países de econo­
mía agrícola, la consolidación del poder estatal dependió de la
apertura de líneas de exportación, la que al favorecer una re­
gión le confería el predominio solare las demás; en Argentina
la posición privilegiada del puerto de Buenos Aires permitió a
la región deUHtoral imponerse como centro de un sistema na­
cional de poder, después de prolongadas guerras civiles (33h En3 5
4

34. Bushnell, obra citada, p. 200.


35. Celso Furtado, La Economía Latinoamericana desde la Conquista Ibérica hasta
la Revolución Cubana/ p. 38, Edi. Universitaria, Santiago de Chile, 1973-
Colombia, por el contrario, el peso, relativamente equiparable,
de varias clases sociales (burguesía compradora, terratenientes
y esclavistas) y regiones imprimió a la lucha por el poder ca­

wutttt U U H U t m m
racterísticas más dramáticas.
Durante los primeros ocho años de vida republicana, la
burguesía compradora, que gobernó a través de la administra­
ción del general Santander, determinó los derroteros de lo que
sería el capitalismo colombiano del siglo 19: un capitalismo que
| se desarrollaría dentro del marco del comercio mundial capita­
lista, de penetración del capital extranjero, básicamente a tra­
vés de empréstitos, y de acercamiento del capital comercial con
los señores de la tierra y los explotadores de minas. La burguesía
compradora estrecharía aún más sus nexos con los proveedores
ingleses, para quienes, ya sin las barreras coloniales, se am­
pliaría el mercado.
Con la Independencia y el ascenso al poder político de los
comerciantes, terratenientes y esclavistas se alejó la posibilidad
de una resolución radical de las tres grandes contradicciones
de la sociedad colonial, que analizamos en la segunda parte
de esta obra. La contradicción Colonia-capitalismo se re­
solvería pasando del monopolio ejercido por España a la liber­
tad de comercio en favor de Inglaterra. La contradicción entre
el gran propietario terrateniente y el campesino sin tierra, so­
metido a formas precapitalistas de explotación, sería enmar­
cada dentro del largo proceso de conversión de la propiedad
colonial en propiedad de tipo capitalista, proceso que aún no
ha culminado. El latifundio se vería reforzado con la vincula­
ción de muchos “ proceres” , cuyas hazañas fueron premiadas
con tierras. Y, posteriormente, importantes capitales mercanti­
les se orientarían a las inversiones agrícolas.
En cuanto a la tercera gran contradicción de la sociedad
colonial, la que enfrentaba esclavistas y esclavos, seguiría tam­
bién el intrincado y lento proceso republicano. El nuevo Estado
tomaría todas las medidas para que el esclavista no se sintiera
afectado en su poder económico en el complicado proceso de
manumisión de los esclavos. Sin embargo, a la postre, el sec­
tor más golpeado económica y políticamente resultó ser el de
los esclavistas.
En estas circunstancias, la Independencia y el proceso eco­
nómico y político que a ella siguió, sirvió para ensamblar el mo­
do de producción colonial dentro de las nuevas Circunstancias
I creadas.
El problema de la producción agropecuaria y la tenencia
| de las tierras se afrontó con una política de “colonización” de
; tierras que no tuviesen título de propiedad. Se expidió la ley de
" colonización de 1823 que determinó la cesión de numerosos con
tratos a compañías de inmigración organizadas para traer al
país colonos europeos. Se fundaron entidades como la Compa­
ñía Nacional de Colonización y la Asociación Colombiana para
la Agricultura, a las cuales se vincularon ricos comerciantes
del país, tales como Manuel José Hurtado, Juan Manuel Arru-
bla, Juan Francisco Martín, Vicente Azuero, entre otros. A
dichas compañías le fueron adjudicadas por el gobierno cientos
de miles de fanegadas. Pero los inmigrantes europeos jamás
llegaron. Sin embargo, las tierras nunca fueron devueltas al go­
bierno nacional. En 1830 (decretos del 17 de enero y del 1? de
febrero) el gobierno facilitó a los particulares la adquisición de
estos terrenos, aceptando para ello como forma de pago docu­ i
mentos de deuda pública <36h
m
Nieto Arteta en su obra “Economía y cultura en la Historia
de Colombia” enumera las principales medidas “ anticoloniales”
tomadas por el gobierno del general Santander:
— La lev del 29 de septiembre de 1821 creó y reglamentó
la contribución directa;
— La ley del 29 de septiembre de 1821 eliminó numerosos
impuestos sobre las exportaciones y los redujo a uno solo llama­
do “ derecho de exportación” ;
— La ley del 5 de octubre de 1821 redujo la parte corres­
pondiente de la alcabala que gravaba la venta de bienes raíces
y la eliminó en el comercio de productos nacionales; :m
— La ley del 10 de julio de 1824 suprimió los mayorazgos,
institución que consistía en que el hijo mayor heredaba de modo
indivisible los bienes inmuebles;
— La ley 22 de 1825 redujo todos los impuestos que se pa­
gaban en los puertos a uno solo denominado “ derecho de consu­
mo” , con el fin
-- de
— favorecer
-- --- --------- el comercio ----------
- ------------ interior;
,
-El decreto del 28 de marzo de 1825 suprimió las medias
anatas.
La ley del 13 de marzo de 1826 disminuyó todos los dere­
chos de importación a uno sólo llamado “ derecho de importa­
ción” ;
— La ley del 19 de mayo de 1826 eximió del pago de diez­
mos algunas nuevas plantaciones.
La mayoría de estas medidas fueron revocadas antes de *
terminar la década de 1820; no produciendo por lo tanto ningún
efecto trascendente. Este retroceso se debió al temporal avance

36. Ospina Vásquez, obra citada, p. 159.


de los terratenientes sobre los comerciantes durante el gobierno
del general Bolívar. Este, a pesar de su formación política y filo­
sófica liberal, se sentía siempre más predispuesto a pactar con
los terratenientes que con los comerciantes. En esta capital, sin
duda alguna, pesaba su extracción de clase. El Libertador perte­
f fif l

necía a una destacada familia propietaria de grandes plantacio­


nes esclavistas en Venezuela.
o
c)
Ud \
- L .'1

Capítulo X

EL FRACASO DEL PRIMER INTENTO


DE MANUFACTURA MODERNA

Como era de esperarse, la Escuela de los Fisiócratas fra­


casó rotundamente, abatido el experimento por las contradic­
ciones entre terratenientes y comerciantes. Al terminar la dé­
cada de 1820, ya parecía claro, afirma Ospina Vásquez, que
no bastaba la libertad política y comercial para hacer nacer la
industria. La de tipo tradicional estaba en franca decadencia
y la de tipo moderno no se había presentado a la cita <37>. Pero
el fracaso de los fisiócratas no llegó solo, con él vino el de los
teóricos criollos que se inspiraron en ellos y el de la clase social
en la cual se sustentaba la burguesía compradora. La ocasión
fue aprovechada por los terratenientes que a través de Bolívar
se apoderaron del control y manejo del Estado. Y en oposición
al librecambismo surgieron las tendencias proteccionistas, que
una vez más se inspiraron en teóricos europeos sin solidez
teórica y con poca acogida en el Viejo Mundo. El nuevo guía
sería el francés Charles Ganilh y su portavoz en Colombia,
el Secretario de Hacienda, José Ignacio de Márquez.

1. EL MERCANTILISMO PROTECCIONISTA

Es imposible comprender la política económica adelantada


■: ■ por la burguesía compradora colombiana a partir de 1847,
inspirada en el librecambismo, sin tener una concepción clara
del período 1830-1845, que estuvo inspirado en el mercantilismo
proteccionista. Destacados analistas de nuestra historia econó­
■ mica, omiten este lapso, y pasan del primer gobierno repu­
...\
blicano (1819-1827) al período iniciado hacia 1850. En esta
j 3 ;:>/ forma, pierde no sólo la continuidad histórica el proceso eco

' .■
nómico, sino que las causas que motivaron la nueva política
librecambista y la consolidación de la burguesía compradora

k ■- 37. Ospina Vásquez, obra citada, p. 179.


l y
i | 6-0
‘II ». ,
en el poder a partir de 1849, no quedan lo suficientemente
dilucidadas. Se da la impresión de que, de un momento a otro,
emerge el movimiento “ revolucionario” encabezado por el ge­
neral José Hilario López, al que casi la totalidad de los autores
otorgan el contenido de Revolución burguesa, que realmente
no tuvo.
Otros investigadores, como el norteamericano William Paul
McGreevey <S81, incurren en el error histórico de subestimar
el período 1830-1845, sin tener en cuenta que los cambios ini­
ciados a finales de la década de 1840 tienen, entre sus expli­
caciones, los fracasos de la política económica inmediatamente
anterior (1830-1845). A la panacea proteccionista siguió la
panacea librecambista. A un gobierno orientado por terrate­
nientes, siguió uno dirigido por la burguesía compradora, que
al igual que el anterior, se inspiró en mediocres teóricos libe­
rales europeos. Pero veamos por qué fracasó el primer gobier­
no de la burguesía compradora, que correspondió a los años
inmediatamente posteriores a la Independencia.

1 .1 . Bolívar: el retorno al sistema fiscal colonial.

Ya vimos que durante el primer gobierno republicano, 1819-


1827, presidido por el general Santander, se consolidó la triple
alianza de la burguesía compradora, terratenientes y esclavis­
tas, bajo la iniciativa de la primera, que practicó una política
de librecambio. La burguesía compradora recubrió las institu­
ciones precapitalistas con un ropaje jurídico liberal y agitó
ideas políticas y filosóficas acordes con la nueva Europa del
siglo 19.
P ero. el gobierno de la burguesía compradora y de los
intelectuales liberales no logró la reconstrucción económica del
país. La libertad de comercio y los empréstitos internacionales
quebrantaron aún más la penosa situación fiscal. En 1826 el
déficit llegó a 3.5 millones de pesos y el país perdió 400.000 li­
bras esterlinas con la quiebra del banquero inglés Goldmith,
fideicomisario del empréstito de 1823. La ayuda económica
prometida a las provincias, arruinadas por la guerra de Inde­
pendencia, no llegó. La agricultura, afectada también por la
guerra, no se benefició ni de cambios estructurales, ni de cré­
dito, y por el contrario, varios renglones sufrieron con la libre
importación de productos agrícolas. Igualmente, una larga se-
' quía la lesionó desde 1821. El sector manufacturero y artesanal
estaba duramente golpeado por la política librecambista. El sis-3 *
8

38. W illiam Paúl McGreevey, Historia Económica de Colombia, 1845-1930, Edi­


ciones Tercer M undo, Bogotá, 1975.
tema comercial impuesto desde Santa Fe quebró también la pro­
ducción manufacturera ecuatoriana. El descontento se genera­
lizó en toda la República. El fervor y entusiasmo de los prime­
ros años de la República había desaparecido. La revolución so­
cial no había llegado. Indígenas, campesinos y negros continua­
ban como en la época colonial, y en muchos aspectos su situa­
ción se había deteriorado. En general, se presentaba una situa­
ción favorable para que los terratenientes y esclavistas canali­
zaran no sólo el descontento de sus clases sociales, sino tam­
bién el de los artesanos, pequeños comerciantes, campesinos e
indígenas.
Con este crítico panorama fiscal y económico, terratenien­
tes y esclavistas tuvieron la oportunidad de afianzar su poder,
aprovechando los fracasos de la política económica del general
Santander y de la burguesía compradora. Se parapetaron a la
sombra del general Bolívar y ío obligaron a ocupar la presi­
dencia de la República, desplazando al general Santander (sep­
tiembre 1827). A Bolívar, quien por los ajetreos de la guerra
no había podido dirigir los destinos del país, le correspondió
asumir la presidencia dentro del marco de las circunstancias
económicas y políticas señaladas. Su gobierno, fruto de una
coalición de terratenientes y esclavistas contra el gobierno de
Santander, sólo podía reflejar los intereses de estos sectores
sociales. Además, como ya lo señalamos, en la extracción de
clase de Bolívar lo inducía siempre a pactar más fácil con los
terratenientes y esclavistas que con la burguesía compradora.
A un caos económico, endosado a un gobierno de concep­
ciones librecambistas, pero moviéndose dentro de marcos eco­
nómicos precapitalistas, sólo podía seguir un gobierno protec­
cionista y formalmente liberal. La correlación de fuerzas socia­
les no permitía en ese momento otra alternativa.
El gobierno del general Bolívar, al igual que los sucesivos
gobiernos liberales del siglo 19, y aún del siglo 20 se preocupó
fundamentalmente por dos aspectos: el fiscal y el arancelario.
Ante la calamitosa situación fiscal, se siguió el camino
más obvio: el retorno total al sistema colonial. Y se tomaron,
entre otras las siguientes medidas: restablecimiento del estanco
del aguardiente; reimplantación de las medias anatas, anuali­
dades y mesadas eclesiásticas, aumento de la parte alículota de
la alcabala, y retorno a los impuestos de capitación sobre indios.
En Bolívar siempre había predominado la mentalidad fis-
calista. Así, cuando en diciembre de 1812 arribó a Cartagena,
entre las causas a las cuales contribuyó la derrota de los patrio­
tas venezolanos estaban las de orden fiscal. “ La disipación
—decía Bolívar— de las rentas públicas en objetos frívolos y
perjudiciales, y particularmente en sueldos de infinidad de ofi-
(•mista*, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provin-
rialos y federales dio un golpe mortal a la República, porque
la obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer papel
moneda, sin otra garantía que la fuerza y las rentas imagina­
rias de la Confederación. . <39>.
Como el librecambismo del gobierno del general Santander
había afectado la producción artesanal y algunos renglones
de la agrícola, se optó por el establecimiento de más altos im­
puestos aduaneros.

1.2. La utopía liberal: 'proteccionismo y conservación de la eco­


nomía precapitalista
*
Aunque el gobierno de Bolívar fue de corta duración, tuvo
la significación económica de haber facilitado el equilibrio en
el poder de terratenientes, esclavistas y comerciantes. El sector
político orientado por el general Santander, que luego retomaría
el poder en 1832, continuaría con esa misma política económica,
fruto de la triple alianza. Durante su primera gestión adminis­
trativa, Santander sirvió a los intereses de los comerciantes.
Ahora, presidía un gobierno orientado por terratenientes, con
inclinaciones proteccionistas.
Así, Santander, padre del liberalismo librecambista, se
tornaba proteccionista y en el mensaje al Congreso de 1833,
decía: “ Merece las meditaciones del Congreso la conveniencia
de reformar las leyes que establecen los derechos de importa­
ción y exportación. Las aduanas han tenido y aún tienen en casi’
todas las naciones el doble objeto de proveer a los gastos pú­
blicos, y de favorecer la industria propia, intereses ambos de
que no podemos prescindir en las presentes circunstancias. Bas­
tante se ha discutido entre los escritores de economía política y
los hombres de estado sobre si las restricciones prohibidas al
comercio extranjero son realmente eficaces para poteger la in­
dustria nacional. El ejecutivo se ve obligado hoy a adoptar la
opinión de hombres experimentados, fundada en el ejemplo
de todas las naciones que han impuesto más o menos restriccio­
nes directas o indirectas, con mayor o menor duración, a los
géneros y productos extranjeros que se producían o podían pro­
ducirse en su territorio. La opinión de la Nueva Granada recla­
ma esta medida en favor de algunos productos agrícolas y de
las nacientes manufacturas que proveen al consumo de las pro­
vincias internas. Y el Ejecutivo cree que es de adoptarse, aun-

39. Simen Bolívar. Documentos, p. 5, Frente de Estudios Sociales, Bogotá, 1970.


que no fuera con otro motivo que para ilustrarnos con la pro­
pia experiencia” (4°).
¿Cómo puede explicarse el cambio de política librecambis­
ta a proteccionista?
La causa se encuentra en la situación desastrosa de la eco­
nomía durante la década del 20, tanto en lo fiscal como en lo
agrícola y artesanal. Durante dicho período había predominado
el librecambio. Alberto Pardo, señala que en 1831, las provin­
cias del Socorro estaban arruinadas. En 1833 la miseria era
general, pues habían decaído todas las producciones agrícolas
y artesanalas. El libre comercio había arruinado las pequeñas
industrias del hierro y de loza que se habían establecido!4
41).
0
La influencia del pensamiento utópico de economistas li­
berales de la época y sus intereses de clase dominante, les im­
pedía determinar las causas de la difícil situación económica
que afrontaba la Confederación Granadina.
Así por ejemplo, José Ignacio de Márquez, secretario de
Hacienda en 1831 señalaba las siguientes causas del colapso
sufrido por la manufactura:
1. La necesidad en que se ha visto Colombia de atender,
con preferencia, a sostener su independencia, para lo cual ha
tenido que crear ejércitos y quitar los brazos útiles a la in­
dustria ;
2. La falta de capitales;
3. La principal, la extensión ilimitada que se ha dado
al comercio extranjero!42).
El secretario de Hacienda de 1831, no andaba totalmente
descarrilado en la señalización de las causas para el derrumbe
de la actividad manufacturera, pero no acertaba (como tampo­
co lo hicieron sus contemporáneos) determinar la fundamental:
el predominio de los elementos precapitalistas en la vida eco­
nómica nacional y la marcada influencia de la burguesía com
pradora, como única fuerza capitalista con peso en el naciente
Estado republicano. La economía política burguesa que había
llegada a los círculos liberales de la Confederación Granadina,
no era precisamente la más apropiada para esclarecer el pro­
ceso económico que vivía el país. De ahí que giraran en torno
del librecambismo y del proteccionismo, como los únicos polos
dentro de los cuales podía moverse la vida económica.

40. Ospina V., obra citada, pp. 191-192.

41. Alberto Pardo, obra citada, p. 200.

42. Ospina V., obra citada, p. 194.


Las concepciones políticas de la época estaban influencia­
das por un teórico, sin mucho vuelo, del neomercantilismo, el
francés Charles Ganilh, a quien hace varias referencias el se­
cretario Márquez en su mensaje de 1831. El señor Ganilh era
un fervoroso partidario del proteccionismo, al que atribuía el
poderío económico de Inglaterra. Y llegó a ser el orientador de
la generación colombiana 1830-45; Marx en el primer tomo
de El Capital hace algunas referencias a este economista neo-
mercantilista, cuyos puntos de vista califica de “ cretinismo”
y “ espantosa jerigonza” <434
h
Pero el proteccionismo que rigió durante el lapso que ana­
lizamos fue incoherente y sin consistencia (como lo era la uto­
pía liberal que lo animaba). Así, por ejemplo, Ospina Vásquez
señala que en el régimen proteccionista de la época, la manu­
factura textilera, especialmente en Santander, que era la más
importante, quedaba relativamente desamparada, porque, en
realidad, lo que se protegía con los derechos aduaneros era la
producción artesanal <44). Y ello era lógico, porque así no se
afectaban los intereses de los grandes comerciantes, cuyos ar­
tículos de importación no competían con la rudimentaria pro­
ducción artesanal, que recaía en gran parte sobre áreas que
desde tiempos de la Colonia, cubrían el mercado interno.

2. FRACASO DEL PRIMER INTENTO DE MANUFACTU­


RA MODERNA

En el período 1830-1845 se realizaron numerosos intentos


para el montaje de diversas manufacturas. En este lapso esta­
blecieron algunas básicas para impulsar un proceso de indus­
trialización. Y los comerciantes inversionistas de entonces esta­
ban bien orientados. Prueba de ello es que se hicieron grandes es­
fuerzos por desarrollar una industria metalúrgica. La siderúr­
gica de Pacho (Cundinamarca) montada en 1824 para explotar
un yacimiento de mineral de hierro, se embarcó en un ambi­
cioso programa de ensanche y modernización a base de equipos
y técnicos franceses e ingleses, llegando a producir 500 quinta­
les diarios en 1835. En 1839 operaba ya un alto horno de 30
pies, que permitía la fabricación de lingotes, planchas de hierro
y masas para molino. Igualmente en Antioquia desde 1833 se
había establecido la primera fundición de hierro, aprovechan­
do el mineral extraído en el Valle de Aburrá.

43. Marx, El Capital, T . I, pp. 77, 428 y 429, edición citada.

44. Ospina V., obra citada, p. 215.


Otro sector básico en un proceso de industrialización, el
químico, también recibió el impulso de los inversionistas nacio­
nales. Desde 1832 los señores Pedro Calvo y Juan Caballero
iniciaron en Bogotá la fabricación de compuestos de plomo.
Igualmente, en 1840 se montó en Bogotá una factoría para fa ­
bricar ácido sulfúrico. El mismo don Juan Caballero promovió
desde 1834 una compañía para fabricar vidrio. Y don Martín
Peralta organizó en 1836 la primera fábrica de papel en el
barrio “ Las Aguas” de Bogotá. Igualmente, en 1832 surgió
en la capital de la República una empresa para fabricar loza,
que llegó a. ser una de las más prósperas el siglo 19. En 1836
los señores Pieschacón, Ramos y Villafradez fundaron en Bo­
gotá la primera fábrica de telas de algodón.
Todas esas empresas lograron constituirse, aunque algu­
nas tuvieron vida efímera, gracias a privilegios concedidos por
el gobierno nacional. Sin embargo, todos estos primeros ensa­
yos manufactureros, que contaron con capitales, y en ciertos
casos aún con avanzada tecnología importada, no lograron so­
brevivir a la década de 1840.
Gabriel Poveda Ramos señala que hacia 1840 Colombia
era con México el país más industrializado de América Latina
y que todavía diez años más tarde, en 1850, en el Brasil había
menos industrias manufactureras y eran de menos importan­
cia <45h -
Diversas explicaciones se han dado al estruendoso colapso
de este primer ensayo de producción manufacturera capitalista
en Colombia.
Gabriel Poveda Ramos en la obra ya citada señala como
causas las guerras y falta de vías. Y Luis Ospina Vásquez sin­
dica a la guerra de 1840 y a la quiebra en 1842 de Judas Tadeo
Landínez, usurero y manufacturero (4 46). Pero las causas reales
5
para el fracaso del primer intento manufacturero capitalista
en Colombia fueron otras. Veamos.
La guerra de 1840 tuvo un carácter formalmente religioso
(protestas por el cierre de unos conventos en Pasto), pero un
fondo económico-político. Los liberales mercantilistas-santande-
ristas avivaron la hoguera en todo el país, pues se consideraban
excluidos de la coalición gobernante. Sería ésta la primera de
las diez grandes guerras civiles que afrontaría el país en el
siglo 19, sin contar más de 20 guerras locales-. El gobierno ganó
la guerra, pero creció su desprestigio, que llegaría al más alto

45. Gabriel Poveda Ramos, “ Historia de la industria en Colom bia” , Revista Tri­
mestral de la A N D l, N " 11, p. 11, Medellín, 1970.
46. Ospina V., obra citada, p. 225.
nivel [tocos años después, en 1849, cuando la oposición santan-
derista-comercial asumiera el poder con el general José 'Hilario
López.
Judas Tadeo Landínez era un abogado dedicado al comer-'’
ció y a la usura. Con el auge de la manufactura, en los últimos
años de la década del 30, se dedicó al acaparimento empresarial. J
Compró fábricas de tejidos y de loza y controló una empresa
elaboradora de hierro. Al mismo tiempo concentró elevadas su­
mas como usurero y prestamista. La situación general que
afrontó la manufactura a partir de 1840 y las consecuencias de
la guerra lo llevaron a la quiebra en 1842. Ospina Vásquez
recuerda que la quiebra de Landínez arrojó un pasivo de 2.1 mi­
llones de pesos, en una época en que el presupuesto nacional
no era mucho mayor. Para entonces aún no funcionaba ningún
banco en el país. Obviamente la querrá de 1840 y la quiebra
de nuestro primer financista y aspirante a gran industrial
afectó la naciente actividad manufacturera,
Y puso a pensar seriamente a nuestros economistas crio­
llos sobre la perspectiva industrial del país. Por ejemplo, don
Mariano Ospina Rodríguez, secretario del interior en 1842,
dejaba traslucir su desilusión ante el fracaso de las nacientes
industrias y de los sistemas proteccionistas. En su memoria
del mismo año, señala que el porvenir de nuestro país está
en la producción de frutos tropicales para la exportación y en
la explotación de minas y metales preciosos <■«)..
Pero, las razones del fracaso de este primer intento repu­
blicano de desarrollo manufacturero son más profundas. Tie­
nen su explicación en la naturaleza misma de la producción
de mercancías. Históricamente, ésta fue el resultado de un largo
proceso social. Estuvo precedida por los avances logrados por
el capital mercantil y se desarrolló dentro del marco de los pro­
cesos de acumulación primaria de capitales (internos y exter­
nos, es decir, expropiaciones en el interior del país y explota­
ción del mercado mundial y. sometimiento de los pueblos colo­
niales), que provocaron la ruptura de las trabas feudales, que
impedían el crecimiento de la producción manufacturera. Este
fue el camino seguido por los países en donde llegó a predo­
minar la producción mercantil. Entre nosotros, este primer
proceso de producción manufacturera se realizó dentro de un
marco de condiciones poco propicias: aún no se había destacado
el proceso interno de acumulación primaria de capitales; en el
conjunto de las relaciones económicas del país predominaba
una economía precapitalista y, en consecuencia, ni siquiera se
encontraba en formación el mercado nacional. En conclusión,
no existían condiciones para el desenvolvimiento de la produc­
ción de mercancías.

Ospina V., obra citada, p. 229.


m u u iin m m u u im
Los fracasos de la política proteccionista'y "manufactu­
rera” de los gobiernos iniciados en 1830 agudizaron las contra­
dicciones económicas, sociales y políticas de 1a. sociedad grana­
dina. Los artesanos se organizaron en clubes políticos llamados
‘‘sociedades democráticas” , que eran apoyados por la intelec­
tualidad santanderista y la burguesía compradora. La produc­
ción agrícola continuaba en descenso. Ni el trigo, ni el cacao,
ni el algodón, ni las quinas, habían logrado recuperar su prís-
jg tina importancia. El comercio exterior se veía afectado pol­
la declinación de las exportaciones. El antiguo grupo santan­
derista iba ganando influencia política.
En la década de 1840 el país continuaba debatiéndose en­
tre las grandes contradicciones de una sociedad precapitalista,
que poco a poco era integrada al mercado mundial capitalista
controlado por Inglaterra.
La burguesía compradora se preparaba a recuperar la di­
rección económica del Estado, que había perdido desde el go­
bierno del general Bolívar. Elaboraría una coherente política
económica para demostrar que el proteccionismo no era la vía
salvadora. Terminaría así la influencia del neomercantilista-
;proteccionista Charles Gahilh, cuyo puesto sería ocupado por
nuevos voceros de librecambio europeo, encabezados por Fré-
deric Bastiat, de quien dijo Marx, por la misma época, que
pertenecía a los economistas que “ excusaban la esclavitud de
los unos porque era la condición del desarrollo integral de los
otros” í4Sh Estos teóricos de librecambio serían los tutores es­
pirituales de la escuela instaurada por Florentino González
en 1847, que daría el marco teórico a uno de los períodos más
dinámicos y controvertidos de nuestra historia económica y
política, que nosotros hemos caracterizado como el de la acu­
mulación primaria de capitales en Colombia.

LA B A N CA R RO TA D E JUDAS TADEO LA N D IN E Z ^ .

Para la mayoría de los hogares bogotanos la noche del


■ 31 de diciembre de 1841 fue una noche amarga, en la que no
se escuchó el "feliz y próspero año nuevo” . Y no era para
. menos: habían entregado sus ahorros, haciendas, casas y co­
mercios a Judas Tadeo Landínez.

y 48. El Capital, T. I, p. 393, Edi. Cartazo.


49- Sobre Judas Tadeo Landínez, ver obra de Mario Arango J., ] udas Tadeo Lan­
dínez y la Primera Bancarrota Colombiana (1842),- Ediciones H ombre N uevo,
Medellín, 1981 y Bancarrota y Crisis, Jorge Ghild y Mario Arango, Editorial Pre-
: sencia, Bogotá, 1984.
El primero de enero de 1842, muy temprano, aún en me-'
din del insomnio, el notable patriota, político e historiador don
.losó Manuel Restrepo consignó en su diario (30) :
“ Ha principiado el año prediciendo calamidades para los
hombres de negocios comerciales de Bogotá. El doctor Judas
'ladeo Landínez. . . ha suspendido sus pagos. Es general la
alarma. Si Landínez quiebra, casi no hay familia en Bogotá
y sus alrededores que no pierda o quede arruinada” .
¿Qué había acontecido en aquella Santa Fe pacata y de
costumbres austeras? ¿Quién era el doctor Judas Tadeo Lan­
dínez?

3.1. Llegan los emergentes


La década que precedió al nefasto acontecimiento se de­
senvolvió bajo el augurio de novedosas actividades mercantiles
y financieras. Así, por ejemplo, en los precarios avisos clasifi­
cados de la naciente prensa capitalina era corriente el ofre­
cimiento en venta de toda clase de bienes muebles e inmuebles.
¿A qué se debía tan inusitada actividad mercantil en un me­
dio propicio entonces sólo para la intriga política y burocrá­
tica? La razón era sencilla: una clase emergente provinciana
llegaba a Bogotá, deseosa de traficiar con todo y de adquirir
las mejores propiedades. Se trataba de personas con alguna
solvencia económica, liberadas de trabas nobiliarias y dispues­
tas a nuevas y audaces empresas. Para los recién llegados se
abrieron posibilidades de surgir, en campos vedados para las
tradicionales familias santafereñas, como la usura y la inter­
mediación financiera.
Entre los provincianos que se instalaron en Bogotá estaba
Judas Tadeo Landínez, nacido en la población boyacense de
Samacá, el primero de mayo de 1804 en el seno de una familia
que alienaba las actividades mercantiles y agrícolas con la
burocracia. Los Landínez provenían remotamente de Italia,
de donde emigró a España una familia judía de apellido Lan-
dini que, posteriormente, bajo la persecución de Felipe II a los
judíos no sólo tuvo que castellanizar sus apellidos sino emigrar
al Nuevo Mundo. Desde muy joven incursionó exitosamente co­
mo comerciante y político. En 1831, hizo parte del Congreso
Constituyente. Luego sería congresista por Tunja durante va­
rios períodos. Gobernador de la Provincia de Pamplona. Direc­
tor de la Renta de Tabaco. Secretario del Interior y de Rela­
ciones Exteriores y hasta candidato a la vicepresidencia de la
República en 1838.50

50. José Manuel Restrepo, Diario Político y Militar. T. III, p. 287, Biblioteca de
la Presidencia de Colom biaj Bogotá, 1954.
3.2. El mago del dinero.

Al retirarse Landínez en 1839 de la Dirección de la Renta


de Tabaco funda con un capital de 22.000 pesos un estableci­
miento mercantil y financiero en la Primera Calle de Comer­
cio de Bogotá, y se lanza a la recepción de dinero a interés y
al préstamo del mismo. Haciendo gala de audacia y genialidad
financieras se asocia con dos de los más fuertes comerciantes
antioqueños: Francisco Montoya y Raimundo Santamaría, para
montar una verdadera empresa de especulación con los vales
del Gobierno, lo cual le reporta grandes utilidades y le aumenta
su prestigio, como lo reconocería el propio Landínez años más
tarde <31) :
“ He aquí las circunstancias que animaron a muchas perso­
nas a confiarme sus intereses, y que a mí mismo me sirvieron
de estímulo para lanzarme a grandes especulaciones’’.
En aquella austera Santa Fe, el boato que rodea la vida
de Landínez lo convierte en un deslumbrante polo de atracción:
“ El mago del dinero habla un lenguaje agradable a todos los
oídos: millones, empréstitos, haciendas de pasto siempre verde
y en sus labios los enredos áridos de unas finanzas incompren-
didas adquieren un sabor amable y delicado” <52>.
#
3.3. Una ballena en el altiplano

Motivado por el prestigio alcanzado y por el acelerado in­


cremento en sus captaciones, Landínez se decide a dar un paso
trascendental: pasar de simple “ intermediario” financiero a
gran banquero. Con don Sinforoso Calvo como socio funda
en abril de 1841 la Compañía de Giro y Descuento, que puede
considerarse como el primer establecimiento con característi­
cas bancarias fundado en el país. Acto seguido inicia en la pren­
sa capitalina una consistente campaña publicitaria para pro­
mover el recién fundado banco. El primer aviso lo publica el
25 de abril de 1841 en la Gaceta de la Nueva Granada en el
cual informa sobre los servicios que presta la institución e in­
vita a las gentes a llevar allí sus ahorros para ganar intere­
ses <33).5
2
1

51. Judas Tadeo Landínez, Crisis Mercantil o manifestación que hace el doctor
Judas Tadeo Landínez d e las causas que han motivado su quiebra en los nego­
cios d e comercio, pp. 4-5. Imprenta de J. A . Cualla, Bogotá, 1842.

52. Joaquín Tamayo, Núñez, Mosquera. José María Plata, p. 342. Biblioteca Banco
Popular, Bogotá, 1975.

53- Gaceta de la Nueva Granada, N 9 502, Bogotá, 25 de abril de 1841.

IM VEUgM D DE ANnOQMA

ttHJOTELA CENTRAL
I'ocoh meses más tarde, en un acto de verdadera audacia
financiera, y aprovechando la reciente liberación de la tasa
dr interés, Landínez decide reconocer a quienes le depositaran
sus ahorros una tasa de interés del 2% menusal, cifra récord
para la época, pues el interés corriente era del Va °: del 1%
mensual. Tan atractiva oferta comenzó a publicitarse en la pren­
sa. bogotana el 19 de agosto de 1841 en destacados avisos (34).
La elevación de la tasa de interés por Landínez desenca­
denó un verdadero furor en Bogotá. Las más variadas enti­
dades sociales llevaban allí sus dineros, incluidas las órdenes
religiosas del Carmen, La Tercera y Santo Domingo, recibiendo
en contraprestación documentos que acreditaban el depósito,
los cuales con un simple endoso comenzaron a circular de mano
en m ano.. Gracias a la confianza que había ganado Landínez
consiguió lo que el Gobierno todavía no había logrado: emitir
papel moneda. El propio Landínez evocaría posteriormente
aquella época <35>:
“ A mí concurrían los que gustaban de aventurar por ha­
cer grandes ganancias, los flacos de capital que querían reme­
diarse pronto” .
Pronto el Banco Landínez alcanzó inmensa popularidad,
y el público deslumbrado la bautizó con el sugestivo nombre
de “ La Ballena” , “ lugar donde se consigue la riqueza sin limi­
taciones ni medida” .

3.4. Un Rothschild criollo

El ánimo especulativo de Landínez contagió a todos, crean­


do un verdadero mundo de ficción económica, de transacciones
en cadena con base en papeles de crédito. Unos lo admiran y
le confían sus bienes. Otros lo vituperan, calificándolo de “ char­
latán” y “ caballero de industria” . Lo cierto es que todos direc­
ta o indirectamente tienen que ver con él. En 1841 don Rufino
Cuervo recibía en París una carta de uno de sus amigos en la
que le narraba <36) :
“ Los negocios de bolsa están aquí en mucho auge. . . Mo­
rales ha vendido todo lo que tiene, y hasta don Ramón de la
Torre se ha despojado de Tilatá; pero admírese usted, don
Francisco Suescún está de bolsista, y sus propiedades han pa-5*6
4

54. El Constitucional de Cundinamarca, N? 1, Bogotá, 19 de agosto de 1841.

55- Landínez, obra citada, p. 36.

56. Angel y Rufino José Cuervo. Vida de Rufino Cuervo y Noticias de su época,
T. II, p. 55, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá, 1946.
gado a poder de Landínez. E¡n fin, esto es otro Londres en mi-
niatura..
Y otros amigos le comentaban a Cuervo en su correspon­
dencia :
• Landínez es el Rothschild de esta tierra.
• Landínez es el hombre del día: maneja dos millones de
pesos.
• Landínez es dueño del comercio y se han puesto las co­
sas de modo que nadie puede hacer un trato sin tocar
con él.
♦ ■
3.5. El Grupo Financiero Landínez

Con la liquidez obtenida y el prestigio de que gozaba su


crédito, Landínez se encamina a las más disímiles y variadas
actividades económicas.
Adquirió, casi siempre a crédito y reconociendo intereses
del 2% mensuales, haciendas en todo el país. Las mejores de
la Sabana y la Cordillera Oriental fueron suyas: Novillero (la
famosa propiedad del Marqués de San Jorge) Tibaitatá, La
Majada, San Pedro, Merinda, La Esperanza, Palo Quemado.
Hato de Funza, Tunjuelo, La Fiscala, Buena Vista, Alto de
Furca, El Salitre, Tilatá. Contreras, Santa Bárbara, San Juan
de Mátima, La Mesa de Juan Díaz, Cayunda, Chaleche, Paime,
Chicaque, El Retiro, La Barrera, San Nicolás, El Vínculo, San
Miguel, Micos, Cerezo, Amborco, Los Siechas.
La naciente industria manufacturera pasó a sus manos:
las fábricas de.tejidos y loza de Bogotá (de ésta era el mayor
accionista don Rufino Cuervo) y la terrería de Pacho, el más
importante establecimiento industrial del país.
Todas las minas de sal cayeron también en sus redes: Zi-
paquirá, Nemocón y Tausa, en la Provincia de Bogotá; Chita
y Chinebaque, en la Provincia de Tunja; Recetor y Pajarito
en Casanare y las de Cocoacho y Gualibito en Chámeza.
El carbón, el más importante combustible de la época tam­
bién atrajo su atención y se hizo propietario de las más im­
portantes minas de la Sabana. '
En Bogotá compraba lo que le vendían a crédito: solares,
casas, tiendas, boticas, hipotecas, pasivos.
Sus numerosos almacenes en Bogotá y otras ciudades del
país representaban una verdadera cadena donde se vendía toda
clase de productos nacionales e importados, integrados a través
de una red de transporte propia. Las mejores recuas de muías
y los mejores arrieros eran suyos.
Incursionó en la exportación de tabaco. Y para completar i
tan amplio imperio económico fundó la primera compañía de
seguros de Colombia.
Que se sepa, una de las pocas actividades en donde no par­
ticipó Landínez fue en la minería del oro. Y ello era explica­
ble: había descubierto algo mejor’ y menos costoso : comprar
propiedades con papeles por él emitidos.
Hubo un momento en 1841 en que el Gobierno Nacional
subsistió por obra y gracia de Landínez: le hacía los présta- J
mos, pagaba en su banco los sueldos oficiales, equipaba las |
tropas. . .
Sus sucursales y agencias se extendieron por todo el país: -.
de Popayán a Casanare y de Tunja al Socorro.
A tal punto llegó su actividad que financió la Primera S
Exposición Industrial realizada en el país, que se llevó a cabo
en Bogotá el 28 de noviembre de 1841.

3.6. El lancUnazo de 1842

Landínez fue el primer empresario colombiano en logizar


una verdadera integración del complejo y variado mundo eco­
nómico. Sus instituciones captadoras y crediticias le servían
para autofinanciar sus especulaciones. Su red mercantil le per­
mitía adquirir materias primas para sus industrias y vender
sus productos, que se movilizaban en su propio medio de trans­
porte. El carbón lo utilizaba en sus factorías de sal y siderur- |¡
gia. Hasta montó la actividad de los seguros para cubrirse de
todos los. riesgos, menos del que nadie presentía, incluido él
mismo: la bancarrota.
El festín financiero provocado por Landínez conllevaba
los gérmenes de su propia tragedia. Hasta la década de 1830 :
la inflación era un fenómeno completamente desconocido en ¡
Colombia, ya que no existían el mundo financiero ni e-1 papel
moneda y escaseaba el medio circulante. Pero a partir de 1837
aparecen los primeros síntomas: en un momento en que el pre­
supuesto nacional apenas superaba los dos millones de pesos,
la deuda pública nacional ascendía a 50 millones de pesos, lo cual
provocó la emisión masiva de documentos públicos al portador, -
que a diciembre 31 de 18391 ascendían a $ 10.905.948. A la
expansión del crédito público se sumaron las millonarias es­
peculaciones de Landínez que colocaron en circulación toda
suerte de instrumentos negociables. La inflación desencadenó
la especulación sobre toda clase de bienes con el objeto de ob­
tener un presunto rápido rendimiento. Se producen inversiore-
desordenadas, se alejan los capitales de las áreas productivas, ’-f
con lo cual se afecta la producción, disminuyéndose el consumo
y elevándose los precios. La inflación se acrecentó aún más
por los efectos de la guerra civil iniciada en 1839.
La inflación llegó a su punto más alto en 1841, provocándose
una fuerte demanda por la tenencia de oro y monedas de alta
ley. En medio de este panorama no sólo disminuyó el flujo de
las captaciones de Landínez, sino que sus acreedores y ahorra­
dores le exigían el pago o devolución de sus ahorros en me­
tálico.
En medio de tan contradictorio panorama, con un sólido
patrimonio, pero ilíquido, sus enemigos personales y políticos,
que no eran pocos, prolongaron la falacia sobre la inminente
quiebra de Landínez. La noticia se difundió rápidamente, crean­
do primero un clima de desconfianza, y luego de pánico gene­
ral. Los ataques y denuncias contra Landínez se arreciaron
en las columnas de los periódicos de aquella época. La angus­
tiosa situación la comentaría el propio Landínez <37>:
“ El tiempo pasaba, los plazos se vencían... Muchos tra­
taban de acortar sus plazos; otros 'de negociar sus obligaciones;
ya no se me presentaba negocio que no tuviese por objeto co­
b r a r ... Vender de contado fincas raíces que producen cinco
por ciento anual es operación difícil en un país donde el dinero
gana el veinticinco por cien to..
Ya a finales de 1841 la confianza pública de que había
gozado Landínez se deteriora completamente. Y en su afán
por cumplir sus compromisos vende propiedades y descuenta
obligaciones con una pérdida de $ 1.500.000.
En medio del pánico general decide entregar el manejo de
sus negocios a un personaje recursivo e influyente, don Ma­
riano Calvo, quien gestiona la salvación de Landínez con el
apoyo del Gobierno y de comerciantes y financistas de Bogotá.
Se acordó inicialmente por parte de uno y de otro otorgarle em­
préstitos que sumaban el millón de pesos. Pero esto provocó
la reacción de sus enemigos, encabezados por Ezequiel Rojas,
el más prestigioso de los jefes liberales de aquellos días que
veía en Landínez el soporte del Gobierno conservador. Se pro­
paló la noticia de que “ la República iba a ser sacrificada a fa­
vor de mis acreedores” , relataría luego Landínez.
En un,último esfuerzo por salvarse de la bancarrota, Lan­
dínez convoca una reunión con sus acreedores el día 18 de fe­
brero de 1842. Pero la reunión -terminó con su detención por
parte del juez que conocía de la causa inciada contra él por
Ezequiel Rojas por quiebra fraudulenta.5
7

57. Landínez, obra citada, pp. 15-35.


Lo que de allí se siguió fue un verdadero terremoto econó­
mico: la bancarrota general que derrumbó el más grande im­
perio financiero económico colombiano del siglo 19. En miles
de pedazos volaron entidades financieras, haciendas, estableci­
mientos comerciales, fábricas, minas y decenas de actividades
que conformaban lo que hoy se llamaría el Grupo Landínez.
La quiebra arrastró en primera instancia a quienes trafi­
caban con dinero, encabezados por el ilustre José María Plata,
que solamente de comerciantes antioqueños había captado $
400.000, y Ramón González. El pasivo de Landínez superó los
dos millones de pesos, en tanto que sus activos alcanzaron sola­
mente medio millón. El monto exacto de su quiebra no se cono­
ce, pero don Salvador Camacho Roldán la estimaba en más de
tres millones de pesos <58)*6
. El monto de la quiebra de José Ma­
0
ría Plata se elevaría al millón y medio y la de Ramón Gonzá­
lez a cerca de $ 300.000. Es decir, sumados los tres más gran­
de intermediarios financieros de la época, la bancarrota llega­
ba a casi cinco millones de pesos, en un año en que el presu­
puesto nacional apenas superaba los dos millones de pesos.
Don Salvador Camacho Roldán recordaría años más tarde
aquella bancarrota con las piafaras <39>:
“ Fue una espantosa catástrofe, semejante a la Law en
Francia” . . . Por su parte, Landínez se limitaría a tratar ele
explicar desde la cárcel, en un pequeño libro, las causas de su
“ inexplicable” bancarrota. Su defensa la terminó con la si­
guiente sentencia <60>: “ Por lo demás, habiendo sido adversa
la fortuna nada tengo que murmurar, quedar pobre en una
quiebra es la suerte destinada a todo comerciante honrado” .

58. Salvador Camacho Roldan. Memorias, pp. 98-99. Editorial Bedout, M edellín,
S. F.

59- Ibid., p. 99.

60. landínez, obra citada, p. 36.


t t t t t U U T T U f t í t í U T t í r
— ..... ......
.—

Sección Segunda

EL PERIODO INICIAL DE LA ACUMULACION


PRIMARIA DE CAPITALES
(1850-1870)

''4 c
f-
* * * I 1 I 1 * I t * * * * * * * * * * » » * » «
Uno de los momentos de mayor trascendencia en el proce­
so del capitalismo en Colombia fue el que se inició en la década
de 1850, pues comportaba todas las características de un pe­
ríodo de acumulación primaria de capitales. En el país, aún
no había producción capitalista, lo que quiere decir, que la acu­
mulación acelerada y violenta que se inició con el gobierno de
José Hilario López fue el fruto de la producción no capitalista
y tuvo como rasgo esencial el divorcio del productor de sus
medios de producción.

1. LA ACUMULACION PRIMARIA Y LA “ REVOLUCION


BURGUESA”

Diversas, interpretaciones se han hecho sobre el período


político-económico que tuvo como epicentro los gobiernos pre­
sididos por los generales José Hilario López y Tomás Cipriano
de Mosquera. La mayoría lo enfoca desde el ángulo de una “ re­
volución burguesa” anticolonial, que se quedó “ corta” en sus
realizaciones. En esto coinciden ensayistas como Luis Eduardo
Nieto Arteta (Economía y Cultura en la Historia de Colombia),
Guillermo Hernández Rodríguez (De los Chibchas a la Colonia
y a la República), Francisco Posada ( Colombia: Violencia y
subdesarrollo), Orlando Fals Borda (La Subversión en Co­
lombia). Alvaro Tirado ( Introducción a La Historia Económica
de Colombia) y William Paul McGreevey (Historia Económica
de Colombia 18U5-1930), entre otros. Sin embargo, a partir de
1850 no se iniciaría ninguna revolución burguesa, porque his­
tóricamente ésta es la antesala de la revolución industrial, que
a su vez es la culminación de un largo proceso de acumula­
ción de capitales y de producción mercantil. Y Colombia en
1850, aún tenía una producción no capitalista.
El período económico de 1850-1870 está enmarcado dentro
de especiales condiciones internas y externas. Internamente, rei
naban las relaciones económicas precapitalistas. En el sector
agrícola predominaba el gran latifundio de economía funda­
mentalmente natural o de subsistencia. La producción minera
se orientaba al mercado internacional. La producción mercan
til manufacturera capitalista apenas si se vislumbraba: unan
cuantas manufacturas trataban de subsistir en un medio hostil
a la producción de mercancías. El artesanado, forma preca­
pitalista de producción, luchaba por no ser arrasado por la
importación de mercancías inglesas. La tributación recaía fun­
damentalmente sobre la producción agropecuaria. En la vida
económica nacional la iniciativa la tenía la burguesía com-
pradora. El país estaba muy lejos de articularse en un mer­
cado nacional.
Externamente, el mercado mundial capitalista de la era
industrial se abría paso agresivamente. Abundaban los teóri­
cos de la escuela económica librecambista, que justificaban la
división internacional de trabajo entre países industriales, pro­
ductores de toda clase de manufacturas y países proveedores
de productos agrícolas y materias primas.
Las circunstancias internas y externas agudizaron la lucha „J
de clases entre sectores coloniales y capitalistas (y en el inte­
rior de cada grupo). Hubo gran agitación política, liberal y so­
cialista.
Pero las luchas de artesanos y manufactureros contra la
política librecambista de la burguesía compradora, la liquida­
ción de los resguardos, 1a. confiscación de los bienes de las
comunidades religiosas y la apropiación de las tierras comuna­
les o ejidos, las reformas fiscales en favor de comerciantes y
terratenientes y la liquidación de la esclavitud sin vulnerar los a
intereses de los esclavistas, no eran síntomas de una revolución .
burguesa. No podían serlo. Aún no había una producción mer- í
cantil capitalista que cuestionara la economía precapitalista a
heredada de la colonia. La producción capitalista, dice Marx,
sólo entra en escena en el momento en que masas de capitales ]
y de fuerzas de trabajo lo bastante considerables se encuentran
ya acumuladas en manos de productores de mercancías <616 b Y
2
esos capitales acumulados no existían en la economía granadi­
na. No sólo para facilitar una producción mercantil capitalista,
sino para que, en las condiciones de la dependencia al mercado
mundial capitalista, hacer viable la activa vinculación del país
a este último, en su calidad de exportador de renglones agríco­
las y mineros e importador de mercancías. La participación de
nuestro país en el mercado mundial y la futura producción
manufacturera sólo serían posibles mediante una rápida acu­
mulación de capitales, en manos de comerciantes, importadores
y terratenientes exportadores. Y los métodos de acumulación
primaria, señala Marx, son todo lo que se quiera, menos materia
para un idilio (S2). De ahí la violencia con que en nuestro país

61. Marx, El Capital, T . I, p. 689, obra citada.

62. ' Ibidem, p, 690.


se arruinó a artesanos e incipientes manufactureros; la ausen­
cia cíe sentimientos para la expropiación de indígenas; la apro­
piación de las tierras comunales sin la intervención del Estado
para impedirlo; el olvido transitorio de los principios cristia­
nos para la confiscación de los bienes de la iglesia católica;
el despojo al Estado de más del 60% de sus recaudos en fa­
vor de terratenientes y comerciantes convertidos en propieta­
rios rurales; el rescate que tuvieron que pagar los esclavos
como precio de su libertad; la baja en el salario real y la pau­
perización de las mayorías nacionales. Todos estos fenómenos
caracterizaron las décadas que siguieron a 1850.
En el período 1850-1870, como consecuencia de este pro­
ceso de acumulación primaria de capitales, se consolidaría en
el poder la burguesía compradora, aliada con sectores terrate­
nientes. Surgirían nuevas explotaciones agrícolas dedicadas a
la exportación: tabaco, añil y posteriormente, café. La insu­
ficiencia en la caracterización del capitalismo colombiano lleva
frecuentemente a cierots análisis equivocados. Así, por ejem­
plo, no es extraño observar que se confunden los procesos de
acumulación primaria con el de acumulación capitalista. Esto
le ocurre, por ejemplo, a Garmenza Gallo en su obra “ Hipótesis
ele la Acumulación Originaria de Capital en Colombia” tesK Ello,
porque parte del preconcepto de que las relaciones económicas
colombianas durante el siglo 19 fueron fundamentalmente pre­
capitalistas, y trata de encuadrar el surgimiento de las rela­
ciones capitalistas colombianas dentro de los esquemas clási­
cos del capitalismo. Colombia, desde el pasado siglo, fue invo­
lucrada al mercado mundial capitalista. Y en su condición de
país dependiente, consumidor de mercancías y exportador de
materias primas, y dominado por una burguesía compradora,
el capitalismo tomaría la senda tortuosa del capitalismo colo­
nial. Los capitalistas comerciales y manufactureros no podrían
ya ser caracterizados con los esquemas clásicos europeos.
Pero el ingreso de Colombia al mercado mundial capitalis­
ta en el siglo 19 determinó también el proceso de acumulación
violenta de capitales, que fue el rasgo característico del período
de 1850-1870. Como consecuencia de este proceso se desarro­
llaría la producción capitalista agropecuaria, surgirían los pri­
meros bancos, se impulsarían las vías de comunicación y, pos­
teriormente, surgiría la manufactura (1880 -1920). Carmenza
Gallo, por el contrario, ubica el período de la acumulación pri­
maria de capitales en las décadas de 1910 y 1920. En la histo­
ria colombiana, éste ya no sería el período de acumulación pri­
maria. Y no lo fue, porque, precisamente, representó el perío-6 3

63. Carmerrza Gallo, H ipótesis de la Acumulación Originaria .h i.ipil.il pti (.'»


lombia, Ediciones H om bre N uevo, Medellín, 1978.
do de la industrialización, que, necesariamente, tiene que ser
posterior a la acumulación primaria. El. período de los años '
1910 y 1920 corresponde al de la acumulación capitalista pro­
piamente dicha.

2. LAS INTERPRETACIONES MORALISTAS DEL


2. PERIODO INICIADO EN 1850,

La historia económica colombiana, y la de la mayoría de


los países atrasados, es una especie de caricatura de la de los
países industrializados, porque se ha desarrollado en las con­
diciones de la dependencia del mercado mundial capitalista.
Los ciclos y períodos histórico-económieos por los que han pa­
sado Europa y Norteamérica, se repiten en los países atrasa­
dos, pero encubiertos y atrofiados, lo cual hace difícil su carac­
terización y estudio.
Igualmente, la historia económica de los países latinoame­
ricanos y de Colombia ha sido abordada en los últimos años por
historiadores norteamericanos, que hacen caso omiso de las
leyes fundamentales que rigen el proceso histórico capitalista.
Para ellos, éste es sólo el resultado de políticas bien o mal acer­
tadas de los gobiernos de turno. Estos historiadores son hábi­
les en el manejo del microscopio, pero incapaces para determi­
nar nuestra ubicación y los fenómenos económicos y sociales
que han determinado el atraso.
Un caso es el del norteamericano William Paul McGreevey
(Historia económica de Colombia 1845 -1930) . Para este autor
el período 1845 y 1850 fue de “ decadencia económica” . Y como
síntomas de esta “ decadencia” McGreevey señala: el descenso
en los niveles de ingreso para varios grupos de la población
colombiana, los problemas relacionados con el uso y la tenen­
cia de la tierra, el descenso en la producción artesanal y las
guerras civiles <646
). Estos hechos no son característicos de deca-
5
dencia alguna, sino representativos del período de acumulación
primaria y violenta de capitales que afrontaba el país. Señala
McGreevey que durante la segunda mitad del siglo 19 “ tuvo
lugar en Colombia un deterioro económico sustancial y gene­
ralizado” , cuya explicación se encuentra en un cúmulo de erro­
res humanos en la formulación de las decisiones gubernamen- .
tales ,63). Esta visión ahistórica del período que nos ocupa,

64. McGreevey, obra citada, pp. 151 y ss

65. Ibidem, p. 152.


conduce a este autor norteamericano a posiciones casi mora­
listas frente a las consecuencias sociales que produjo ía acu­
mulación primaria (proceso que él no esboza), tales como la rui­
na de los artesanos, la acumulación de tierras en poder de
terratenientes y las enormes ganancias obtenidas por los im­
portadores. Estos fenómenos no dependían de una política ofi­
cial, sino que eran la consecuencia lógica del proceso capitalis­
ta dependiente y de la entrada de Colombia al mercado mun­
dial. McGreevey se escandaliza con lo acontecido en esta época
y afirma:
“ En verdad, parece que en Colombia tuvo lugar precisa­
mente una transferencia de US$ 100 de campesino a hombre
rico: el campesino permanece en una situación de hambre mien­
tras que el hombre rico mejora su condición económica. ¿Au­
menta o disminuye el bienestar del país como consecuencia
de este fenómeno? ¿Cómo se verán afectadas las perspectivas
del desarrollo a raíz de esta redistribución?” (68b
Una vez más el señor McGreevey da muestras de un des­
conocimiento casi total de las leyes que rigen el desarrollo ca­
pitalista. En el proceso de acumulación violenta de capitales
no sólo es normal la ruina de los pequeños y medianos campe­
sinos y artesanos, sino la transferencia de bienes e ingresos
de éstos a los campesinos ricos y comerciantes. El divorcio del
productor de sus medios de producción es una premisa funda­
mental para la formación del mercado capitalista. La ruina
de campesinos y pequeños productores amplía el mercado, lan­
zando a la oferta la mano de obra requerida y ampliando el
potencial de los consumidores. Además, “ la naturaleza del modo
de producción capitalista provoca una constante reducción de
la población campesina respecto de la no agrícola” (87).
McGreevey, igualmente, determina la “ decadencia” de este
período por el hecho de no existir índices favorables económi­
cos, excepción hecha del corto período del auge tabacalero y
del incremento de las exportaciones cafeteras, que para él
no están íntimamente relacionadas con el conjunto de hechos
económicos y sociales del país. Y es obvio, que en términos
absolutos, no se registraran índices favorables (aumento del
nivel de vida, mayor empleo, incremento de la producción ar­
tesanal, etc.), porque el país atravesaba un período en el que
se priva a los productores de sus medios de producción para
convertirlos en asalariados. De ahí las expropiaciones, despo­
jos, guerras civiles y concentración de la propiedad, que ca­
racterizan los procesos de acumulación de capitales. El país6 7

66. Ibidem, pp. 160-161.

67. Marx, El Capital, T. 3, p. 634.


comenzó a forjar un mercado nacional, la producción mercan­
til llegó a amplios sectores de la agricultura, los medios de
transporte se impulsaron, nació la banca, los comerciantes
amasaron capitales y se pusieron en contacto con comercian­
tes y productores europeos. Todo este proceso, en su conjunto
fue lo que abrió las posibilidades para el surgimiento de la
manufactura (1880-1920) y la realización de la “ revolución
industrial” colombiana a partir de la segunda y tercera década
del siglo 20. Otro error de McGreevey es el de atribuir a las
guerras civiles del siglo 19 un contenido simplemente ideoló­
gico o político <68h Las guerras internas colombianas del siglo
19 tuvieron profundo contenido social y económico. Así, el
Cauca, centro de la vieja aristocracia latifundista y esclavis­
ta, fue desplazado lentamente como uno de los grandes centros
económicos y políticos del país. Y la respuesta de la nobleza
decadente del Cauca fue la guerra permanente para tratar de
recuperar el poder perdido. Y luego, a finales del siglo, la po­
lítica centralista (que es más burguesa que precapitalista) ori­
ginó los disturbios promovidos por camarillas mercantiles que
habían hecho del federalismo uno de sus bastiones políticos y
económicos.
La activación económica del país a partir de la segunda
década del siglo 20 no sería el período que sigue a la “ decaden­
cia” sino, precisamente, una consecuencia dialéctica del proceso
de acumulación de capitales y de nacimiento de la manufactura
colombiana.

68. McGreevey, obra citada, p. 178.


Capítulo XI

EL TRIUNFO DE LA BURGUESIA COMPRADORA

I ♦

.1. SE ABRE CAMINO EL LIBRECAMBIO

En 1845 llegó a la presidencia de la República el general


Tomás Cipriano de Mosquera, como candidato, de la coali­
ción gobernante de terratenientes y esclavistas. Ascendió en
medio de una difícil situación económica, social y política.
Mosquera, aunque perteneciente a una tradicional familia de
terratenientes caucanos, tenía un gran sentido común y un
conocimiento claro de los grandes problemas del país. Su pos­
terior viaje a Norteamérica, en donde se dedicaría al comercio
con su firma “ Mosquera y Cía.” , la lectura y las experiencias
adquiridas en aquel país, lo colocarían definitivamente del lado
de la burguesía compradora. Pero veamos cómo en su primer
gobierno Mosquera abrió el camino para el triunfo político
de los comerciantes.
El proteccionismo como política económica había fracasado.
Ninguno de los grupos sociales más dinámicos de la Confede­
ración Granadina se encontraba satisfecho con la situación
económica y la orientación económica impresa al Estado durante
los últimos 15 años. Comerciantes y artesanos habían ganado
vasta influencia en la opinión pública, que se encontraba pre­
parada para un cambio. En estas condiciones, el general Moa
quera, al promediar su gobierno buscó reorientarlo, dándole
participación a grupos sociales que no tenían hasta ese rno
mentó poder decisorio. El encargado del viraje fue el señor
Florentino González, secretario de Hacienda, quien representó
los intereses de los grandes comerciantes (burguesía compra
dora). Era un viejo santanderista que inclusive había partid
pado en la conspiración septembrina contra el general üoli
var. Acababa de regresar de Inglaterra en donde habla tenido
oportunidad de conocer en las propias fuentes los nuevos loó
ricos del librecambismo.
Florentino González nació en 1805 en la provincia de El
‘ Socorro, en el seno de una familia de comerciantes. V d
mismo, a su regreso al país en 1845, se dedicó a las actividades 1
mercantiles. Era un fiel representante de los grandes comer­
ciantes ligados al comercio exterior, que desde hacía 20 años
habían perdido la dirección de la política económica estatal.
El proteccionismo, que se había consolidado desde los años 30,
les había restado poder económico y político. A esto se suma­
ba el hecho de que el proteccionismo no había logrado sacar
al país del estancamiento económico, como ingenuamente lo
habían creído sus apologistas. En estas condiciones, no resul­
taba difícil para don Florentino y la burguesía compradora
imponer una política librecambista que - era, además, la que
más le convenía a la nueva Metrópoli, Inglaterra. A esto hay
que agregar que la economía política del Viejo Mundo había
producido los teóricos del librecambismo, que la señalaban como
la política destinada a llevar la armonía y el progreso a todos'
los pueblos dél mundo.
Don Florentino, como los demás economistas burgueses de
su época, también fue colonizado por las teorías del librecam­
bismo, cuyo» fundamento era la división internacional del tra­
ba j o, entre países industrializados ■y países agrícolas y mine­
ros. Pero leamos al propio Florentino en su Memoria de 1847,
como secretario de hacienda, cuando le hacía buen ambiente
a librecambismo: '
“ En un país rico en minas y en productos agrícolas, que
pueden alimentar un comercio cíe exportación considerable y
provechoso, no deben las leyes propender a fomentar industrias
que distraigan a los habitantes de las ocupaciones de la agri­
cultura y minería, de que pueden sacar más ventajas. Los
granadinos no pueden sostener en las manufacturas la con­
currencia de los europeos y los americanos del norte, y las
disposiciones que puedan inducirlos a dedicarse a la industria
fabril, despreciando los recursos que las producciones agríco­
las pueden proporcionarles, no están fundadas en los princi­
pios que debe consultar un gobierno que desea hacer el bien
de la nación que le ha encargado el manejo de sus negocios.
Europa con una población inteligente, poseedora del vapor y
sus aplicaciones, educada en las manufacturas, llena su mi­
sión en el mundo industrial dando diversas formas a las mate­
rias primas. Nosotros debemos también llenar la nuestra, y no
podemos dudar cuál es, al. ver la profusión con que la Provi­
dencia ha dotado esta tierra de ricos productos naturales. De­
bemos ofrecer a Europa materias primas y abrir la puerta a
sus manufacturas, para facilitar los cambios y el lucro
que traen consigo: y para proporcionar al consumidor, a precio
cómodo, los productos de la industria fabril” (69).

69. Ospina V., obra citada, pp. 258-259.


Don Florentino González era, realmente, un hombre e.
tructurado y un gran expositor. Difícilmente se puede encon
trar un mejor compendio del librecambismo, que por entonces
era una de las corrientes predominantes entre los economis
tas burgueses europeos, y que reflejaba muy bien los intere­
ses del capitalismo ya consolidado y libre de cualquier traba
feudal.
El nuevo mentor de nuestros economistas criollos era el
francés Fréderic Bastiat, parte de cuyas obras fueron tradu­
cidas en Bogotá entre 1847 y 1858. Bastiat pertenecía a la es­
cuela de los liberales optimistas franceses, enmarcada dentro
de la escuela clásica, conjuntamente con Jean Baptiste Say.
Bastiat creía encontrar en el mundo económico una armonía
preestablecida y dio a su principal obra el título de Las Armo­
nías Económicas. De él dice el tratadista francés Joseph La-
jugie que era un espíritu poco científico, pues se acogía a los
análisis superficiales, a las afirmaciones gratuitas que nunca
demostraba <70>. Fuertemente influenciado por la escuela libre­
cambista de Manchester fundó en Francia en 1846 la “ Asocia­
ción para la libertad de cambio” y promovió una fuerte cam­
paña panfletaria contra el proteccionismo. Se enterraba así el
proteccionismo, y a sus teóricos y se abría un período de libre­
cambismo en el cual la burguesía compradora, como era obvio,
m tomaría la iniciativa y modelaría el Estado siguiendo la coorde­
nada de sus intereses y los de su socio, la Metrópoli.
En el mismo año de 1847 se tomaron las primeras medidas
tendientes a incrementar el comercio exterior de importación.
Así, la ley 19 de junio de 1847 suprimió los derechos diferen­
ciales que favorecían las mercancías transportadas en bar­
cos de bandera nacional y se unificó en un solo impuesto todos
los derechos y sobretasas que recaían sobre las importaciones.
Cabe destacar que en 1847 había más de 20 barcos con bande­
ra nacional y con una capacidad que pasaba de las 2.000 tone-
das. La cifra y el volumen eran importantes para la época. Con
le medida, la Marina Mercante Granadina declinaría (n >. A
partir de 1847 se sucedería una larga cadena de leyes y decre­
tos tendientes a favorecer el comercio exterior. En dicho año
se expidieron leyes reformatorias del sistema monetario y tri­
butario. Seguirían otras, tendientes a organizar la contabili­
dad nacional y los sistemas de pesas y medidas. Era un claro
indicio de que los comerciantes estaban ya en el poder, y co­
menzaban por hacer todos aquellos arreglos que agilizaran las
transacciones comerciales.7
1
0

70. Joseph Lajugie, Les D octrines Economiques, pp. 21-22, PUF., París, 1965.

71. Ospina V., obra citada, pp. 283-284.


El gobierno de Mosquera - Florentino González abrió el
más amplio juego a los comerciantes y a su grupo político,
el santanderismo librecambista. La agitación social y política
de comerciantes y artesanos se agudizó, lo que abrió las posi­
bilidades de ascenso al poder del general José Hilario López,
quien llegó apoyado por la burguesía compradora y los artesa­
nos, es decir, los grupos sociales que representaban los intere­
ses capitalistas. Estos grupos, cada uno desde el ángulo de sus
propios intereses, cuestionan . las instituciones coloniales. Co­
mienza una época de reagrupamiento político y delineamiento
de lo que serían los futuros partidos políticos colombianos. La
elección de José Hilario López por el Congreso, pues ninguno
de los candidatos obtuvo mayoría en las urnas, ha pasado a la
historia por el ambiente de agitación social y política que la
rodeó. López obtuvo 45 votos contra 30 del señor Rufino Cuer­
vo, candidato de la coalición de terratenientes y esclavistas.
El general José Hilario López nació en Popayán, en 1798, en
una familia vinculada tradicionalmente al latifundio. A los
16 años de edad se incorporó a la guerra de independencia. En
1823 ya era comandante general del Cauca, y desde esa época
adhirió al grupo liberal santanderista, hecho éste que lo condu­
jo a enfrentarse con el general Bolívar y la camarilla de terra­
tenientes y esclavistas que lo rodeaba. Así se fue incorporando
al sector político de la burguesía compradora, que lo llevó a la
presidencia de la república en 1849.
Treinta años después de la Independencia, comerciantes,
manufactureros y artesanos reinician la lucha (contra los sec­
tores precapitalistas y entre ellos mismos) por obtener el con­
trol del aparato estatal. Llegado al poder como vocero de los
diferentes grupos sociales que representaban las relaciones ca­
pitalistas, el general José Hilario López se hace del lado de la
gran burguesía compradora, y emprende la transacción con'
los grandes latifundistas y esclavistas. Los generales José Hi­
lario López y Tomás Cipriano de Mosquera, las figuras más
representativas de ese período, no serían los aceleradores de
una revolución burguesa, sino los representantes de la burgue­
sía compradora que impulsó en el país el proceso de la acu­
mulación primaria de capitales. El proceso del “ cambio” se
extendió hasta la década de 1860, matizado con glopes de Es­
tado y guerras civiles.

2. LA CONTRADICCION CAPITALISMO-COLONIA

La contradicción entre los sectores capitalistas de la so­


ciedad colombiana, básicamente comerciantes, y las relaciones
e instituciones precapitalistas y coloniales era la contradicción
üs
fundamental, agudizada por la participación política de artesa­
nos al lado de la burguesía compradora.
Los artesanos constituían el sector político más activo y
radical (en Bogotá ya se leía a Proudhom y Luis Blanc y se
editaban periódicos como “ El Socialismo” y “ El Comunismo
Social” ). La naciente industria manufacturera, a pesar del de­
terioro que sufrió a comienzos de la década del 40 conservaba
cierta vitalidad. Los talleres artesanales y pequeñas manufac­
turas textileras continuaban suministrando una cuota impor­
tante del consumo nacional. Sobre una población de casi dos
millones y medio, don Miguel Samper estimaba que casi la ter­
cera parte de la población vestía con telas de algodón y lana
nacionales. Rafael Núñez subía la cuota a más del 40% y Sal­
vador Camacho Roldán a las dos terceras partes de la pobla­
ción (72>. Paralelamente a esto, los sastres ocupaban un lugar
destacado en el liderazgo de las organizaciones artesanales (uno
de ellos, Ambrosio López, bisabuelo del ex-presidente López
Michelsen era el líder más destacado).
La producción artesanal de sombreros continuaba pujante
en Santander, Antioquia (Aguadas), Timaná y Suaza, exportán­
dose al Caribe y Estados Unidos. Veamos algunas cifras de ex­
portación: $ 327.504 en 1855-56; $ 503,315 en 1857-58 <73>. En
■ esa época las exportaciones totales fluctuaban entre 3 y 5 millo­
nes de pesos. La fábrica de loza de Bogotá se sostenía, pues
ya había superado algunas dificultades técnicas y sus produc­
tos se vendían. La fábrica de lienzos de Bogotá continuaba en
operación. La ferrería de Pacho seguía funcionando, con una
producción diaria de 32 quintales de hierro. Otras actividades
que tenían algún desarrollo eran las de fósforos, velas, jabo­
nes, cerveza, molinería y polvorería.
Los comerciantes, ligados al comercio exterior desde la
Colonia, constituían un grupo social con gran peso económico
y político. Su influencia les había permitido ser la vanguardia
en la lucha contra España por la independencia.
fe; El comercio exterior era una de las principales activida­
des económicas desde el siglo 17. A su sombra, y especialmen­
te a la del contrabando, se habían hecho inmensas fortunas.
Una vez más los comerciantes tomaban la iniciativa del movi­
miento social y político. Y desde el primer momento, cuando
transaron con el general Mosquera, que era el representante
del latifundio cancano, obteniendo de él la secretaría de hacien­
da para Florentino González, orientaron el proceso hacia el

72. Jbidem, pp. 276-277.

73. Ibidem , p. 279-


entendimiento con latifundistas y esclavistas y la ejecución de
medidas tendientes a consolidar su poder y “ democratizar” el.
latifundio.
La contradicción entre las fuerzas capitalistas y el régimen
colonial vigente se resolvió, a través del proceso de acumula­
ción primaria de capitales, en favor de la burguesía comprado­
ra, sin afectar el poder económico de terratenientes y escla­
vistas.

3. LA APROPIACION DEL TESORO PUBLICO POR


COMERCIANTES Y TERRATENIENTES

Desde el gobierno los comerciantes comenzaron a impulsar


la modernización contable del Estado y emprendieron cambios
en la política fiscal. Serían eliminados impuestos como la al­
cabala, los diezmos, los quintos reales, el impuesto sobre el aguar­
diente, el de hipoteca y registro, el estanco del tabaco. Igual­
mente, se procedió a la descentralización fiscal y se creaba la
. contribución directa. “ La nación se desprendía de rentas im­
portantes en favor de las provincias, pero también se desear-’
gaba sobre ellas una buena parte de sus obligaciones” (74). El
impulsador de la nueva política tributaria y fiscal fue el señor
Manuel Murillo Toro, secretario de Hacienda de la adminis­
tración López, cuya ideología política fluctuaba entre el libera­
lismo librecambista y el socialismo utópico europeo. Con acierto
dice de él Gerardo Molina: “ sus anhelos se colmaban con una
mejor distribución de la riqueza, sin profundizar en el hecho
de que la desigualdad, deriva de que una clase controla los
medios de producción” <73). Pero esa “ mejor” distribución tri­
butaria sería en favor de terratenientes y comerciantes, contra
los intereses del Estado.
Con la reforma fiscal se llevó a cabo pura y llanamente
la más grande confiscación de bienes públicos en favor ele te­
rratenientes y comerciantes. El Estado se privó de más del
60% de sus ingresos, que pasarían a fortalecer las economías
privadas. Cuando se llevó a cabo la supresión de los impuestos
que pesaban sobre el tabaco (1847-48), éstos ascendían a $.
1.200.000, suma equivalente a un tercio del producto nacio-*7 5

74. Ospina V., obra citada, p. 245.

75- Gerardo Molina, Las Ideas Liberales en Colombia, 1849-1914, p. 72, Editorial
Tercer Mundo, Bogotá, 1970.
r
nal (76). La reforma fiscal sería un paso fundamental en el pro­
ceso iniciado de acumulación violenta de capitales.
Se buscó con la eliminación del estanco del tabaco lograr
una mayor producción de la hoja, con lo cual aumentarían las
exportaciones, logrando mayores ingresos fiscales con estas
últimas, compensándose así la disminución de ingresos por otros
conceptos (alcabala, aguardiente, etc.). Y en este sentido, la
medida fue acertada, pues el cultivo se incrementó considera­
blemente y las exportaciones que en el año de 1845-46 eran
de 226 toneladas ascendieron a 5.106 toneladas en 1858-57. Su
valor pasó en el mismo lapso de $ 93.278 a $ 3.092.204 <77h
En cuanto a la nueva política librecambista, ya vimos có­
mo se inició en 1847 con el señor Florentino González. A lo lar­
go de toda la década del 50 se dictarían diversas leyes y decre­
tos regulando la tarifa aduanera, pues la mayor inquietud era
el recaudo fiscal sin afectar el comercio exterior. Los gravámenes
para las mercancías importadas fluctuaban entre el 15% y el
60% sobre el valor de los artículos en los mercados de Europa y
Estados Unidos. De todas formas, rigiendo el principio de la
libertad de comercio, las tarifas del nuevo período fueron in­
feriores a las de los años anteriores. Así, la rebaja de 1847
fue del orden del 25% <78).
La nueva política comercial daría un duro golpe a la pro­
ducción mercantil nacional, que no volvería ya a reanimarse
sino hacia la década de 1880.
Mucho se ha discutido sobre las posibilidades de la produc­
ción mercantil en Colombia durante el siglo 19. Obviamente
ella no dependía únicamente, como ya lo analizamos, de una
simple política proteccionista. Era indispensable romper con
las formas precapitalistas que dominaban la economía nacio­
nal. La burguesía compradora que dirigió el proceso no podía
____ *— *¡¡------- _____— .-------------------- — — s-------------

promover estos cambios, pues se encontraba en estrecha alian­


za con sectores terratenientes que constituían un mercado se­
guro para sus artículos de importación.
La estructura de las importaciones demuestra que su con­
sumo se orientaba fundamentalmente a los sectores altos. En
el período 1854-55 las importaciones se discriminaban así: telas
e hilos de algodón, lana, lino, cáñamo, estambre, $ 1.707.473;
mercería, ferretería, papel y sombreros $ 318.870; licores,
caldos y comestibles, $ 213.388; libros impresos, papel de im-

76. Alberto Pardo, obra citada, p. 294.

77. Ibidem, p. 295.

78. Ospina V ., obra citada, pp. 273-274.


prenta, máquinas y demás efectos libres, $ 103.538, y, sal,
$ 30.538 í79).
Pero la lucha entre la burguesía compradora y sus antiguos
aliados, manufactureros y artesanos no fue fácil. Estos últimos
no eran el grupo débil de la década de 1820, sino que-ya habían
alcanzado un mayor poder económico y una organización social
y política, que era la más avanzada de la época. La influencia
revolucionaria europea de la década del 40 había llegado hasta
los artesanos granadinos, ouienes a través de sus organizacio­
nes gremiales — las “ sociedades democráticas” — se oponían a
la política del libre comercio. Su acción política llevó a la divi­
sión del naciente partido de gobierno entre gólgotas (partida­
rios del librecambio) y draconianos (librecambistas modera­
dos). Es bueno recordar que José Hilario López llegó a la pre­
sidencia de la República gracias al apoyo de las Sociedades
Democráticas, las aue se convirtieron en el medio fundamental
de organización del naciente partido liberal y de apoyo al go­
bierno de José Hilario López. Aníbal Galindo afirma que “ estas
sociedades patrocinadas por el gobierno, y cuyas actas se publi­
can en la Gaceta Oficial, constituían temibles núcleos de fuer­
za organizada para imponerse a la opinión pública y acudir
en defensa del gobierno y del partido en caso necesario” (80).

4. DETERIORO DE LA SITUACION SOCIAL Y AGUDI­


ZACION DE LA LUCHA DE CLASES

La política de librecambio y las reformas fiscales y tri­


butarias, realizadas bajo el gobierno de José Hilario López ini­
ciaron eí proceso histórico de divorcio ¡del productor (artesanos,
manufactureros y pequeños agricultores) de sus medios de pro­
ducción. Como consecuencia se incrementó la concentración de
la riqueza y se desmejoró el nivel de vida de amplios sectores
sociales. Igualmente, las finanzas públicas se deterioraron en
favor de comerciantes y terratenientes.
En 1852 el estado de hacienda era lamentable : a los em­
pleados se les debía seis meses y sea cual fuere el sueldo se les
pagaba solamente 16 pesos por mes. Se aprobó un presupuesto
con un déficit de 8.6 millones de reales (*81). Los artesanos habían
recibido del gobierno de López la esperanza de que sería modi­
ficada la política librecambista, pero se terminó el gobierno

79- N ieto Arteta, obra citada, p. 347.


SO. Ospina V., obra citada) p, 255.
81. Alberto Pardo, obra citada, p. 202.
&

u í u m n u u u u n u u
— como era lógico— sin atender los reclamos de las “ socieda­
des democráticas” .
Para suceder a José Hilario López el partido de gobierno
se dividió alrededor de dos candidatos que representaban los
grupos en pugna. Los librecambistas o gólgotas fueron a las
elecciones con el general panameño Tomás Herrera (en Pana­
má, como en las provincias de la Costa Atlántica, el librecam-
bismo tenía gran acogida en las capas dirigentes, pues eran
regiones para las cuales el comercio internacional jugaba un
papel fundamental). Los draconianos, en donde se amalgama­
ban los librecambistas moderados y los artesanos proteccionis­
tas, lanzaron al General caucano José María Obando, quien
salió triunfador. “ Desde un principio, Obando halagó a las
Sociedades Democráticas, a las cuales dijo que debía su elec­
ción” <828
).
3
Bajo el gobierno de Obando creció la agitación social y se
agudizó el enfrentamiento entre burguesía compradora y arte­
sanos, entre librecambistas y proteccionistas. Aumentó la ca­
restía de alimentos e inclusive hubo que importar 16.000 no­
villos de Venezuela, que costaron $ 160.000 <83). Las relaciones
entre el presidente Obando y el Congreso no marcharon armó­
nicamente. El Congreso eligió como designado ai general gól-
gota (librecambista) Tomás Herrera, el contrincante electoral
de Obando. Los proyectos de ley presentados por los proteccio­
nistas y apoyados por las Sociedades Democráticas, que busca­
ban proteger la producción nacional artesanal, no hacían trán­
sito. La lucha de clases se agudizaba. El cronista de la época
José María Cordovez Moure relata en forma dramática los
permanentes enfrentamientos a lo largo de 1853 y comienzos
de 1854 entre los “ cachacos” y los de “ ruana” . A las salidas
del Congreso, en las corridas de toros, en las festividades po­
pulares, eran frecuentes los choques armados entre grupos de
artesanos y personas de las clases altas. No faltaron los muer­
tos y heridos graves. “ No se podía transitar fuera de las ca­
lles centrales de la ciudad sin exponerse a los lances provoca­
dos por ios obreros, y de las seis de la tarde en adelante era
peligrosísimo encontrarse fuera de casa. Ya el mismo día 8,
a las ocho de la noche, habían apaleado al senador Florentino
González.. <84h Venancio Ortiz relata*85) el sinnúmero de en-

82. Henao y Arrubla, obra citada, p. 682.

83. Alberto Pardo, obra citada, p. 202.

84. Cordovez Moure, Reminiscencias de Santa Fe y Bogotá, p. 233, Compañía


Grancolombiana de Ediciones, Bogotá, S. F.
85. Venancio Ortiz, Historia de la Revolución del 17 de abril de 1854, Banco
Popular, Bogotá, 1972.
frentamientos entre artesanos y personas de las clases altas,
que produjeron numerosos heridos y muertos. Y para tornar

---------------------------------
aún más tensa la situación, los gólgotas abogaban en el Con­
greso por la supresión del ejército regular.
En estas circunstancias, se abrieron las posibilidades para
el golpe de Estado, apoyado por la alianza de liberales draco­
nianos moderados y sociedades democráticas de artesanos. Esta
coalición llevó a la presidencia a uno de los jefes del ejército,
el general draconiano José María Meló, el 17 de abril de 1854.
Meló ofreció la dictadura al Presidente Obando, quien la recha­

- ----------------------------------------------- ----------------------- — —
zó. Se inició un gobierno de clases medias, apoyado por libe­
rales moderados y proteccionistas y artesanos. Un período que
ha sido objeto de diversos análisis, no siempre acertados. El
contenido, perspectivas y posibilidades de la nueva coalición
gobernante sólo es posible determinarlo a través del análisis
de la producción mercantil y del proceso de acumulación pri­
maria de capitales.

-
El general José María Meló había nacido en la ciudad de
Ibagué. Venancio Ortiz en su Historia de la Revolución de
1854 relata que al tiempo de la división de la Gran Colombia
perdió su grado en el ejército, por su participación en la fac­
ción militar que echó por tierra al gobierno de 1830, y desde
entonces permaneció fuera del país, hasta que en 1835 se le
expulsó de Venezuela por haberse complicado en una revuelta.
Vuelto a Colombia, se radicó en Ibagué, hasta que Mosquera
en los últimos días de su administración lo hizo inscribir como
teniente coronel. Su adhesión a la causa que triunfó en 1849
le valió los ascensos hasta llegar a general. El general José
Hilario López depositó en él su confianza haciéndolo coman­
dante general del departamento de Cundinamarca y jefe de
la segunda división del ejército. Obando, bajo su presidencia,
continuó promoviéndolo. Sus relaciones con las Sociedades De­
mocráticas hicieron crecer entre los artesanos de Bogotá su
prestigio.
Capítulo XII

MELO: SOCIALISMO CONSERVADOR


Y PEQUEÑO - BURGUES

1. LA PRODUCCION CAPITALISTA EN LA CONFEDE­


RACION GRANADINA (COLOMBIA)

El alcance de las luchas sociales y políticas de los artesa­


nos en la década de 1850, debe ser enmarcado dentro de las
posibilidades históricas del artesanado como clase social.
Históricamente, la producción artesanal ha precedido a la
manufactura. No es, en consecuencia, una forma de producción
capitalista. Sin embargo, señala Marx, el pequeño cultivo y el
oficio independiente, que son en parte la base del modo de
producción feudal, cuando éste se disuelve se mantienen al lado
de la explotación capitalista (S6). El taller artesanal se va in­
corporando a la producción mercantil capitalista a través de
la manufactura. Los talleres artesanales evolucionaron a la
manufactura por dos caminos; o mejor, la manufactura tuvo
un doble origen: a) concentración de un solo taller de artesa­
nos de diferentes oficios, por cuyas manos debe pasar un pro­
ducto hasta su perfecta elaboración; b) reunión en un mismo
taller de obreros que elaboran cada uno el mismo objeto, y
poco a poco se va introduciendo la división del trabajo.
En el año de 1850 todavía predominaban en el país las
relaciones de tipo precapitalista. Solamente los capitales usu­
rero y mercantil llevaban vida propia. Cabe destacar que el
capital mercantil tenía la forma de burguesía compradora, es
decir, que se encontraba estrechamente ligada al mercado mun­
dial, como importadora de productos terminados, destinados
fundamentalmente al consumo de terratenientes, de esclavistas
y del Estado. El capital mercantil criollo no propiciaba aún el
desarrollo de la producción mercantil nacional (como sí lo ha­
bía hecho en Europa Occidental y Estados Unidos), y como8 6

86. Marx, El Capital, T . I, p. 331, edición citada.


lo haría en Colombia algunas décadas más tarde. El artesanado
nacional continuaba, fundamentalmente, enmarcado todavía den­
tro de una economía precapitalista. Desde la época de la Colo­
nia habían surgido algunas formas de producción manufactu­
rera, pero el conjunto de las relaciones económicas y la política
estatal no habían permitido su consolidación. Durante la Re­
pública y especialmente en las décadas del treinta y del cua­
renta, se registraron numerosos casos de surgimiento de ma­


nufacturas, gracias a la política proteccionista y a la vincula­
ción de algunos capitales comerciales a la producción. Ya vi­
mos cómo se habían montado manufacturas dedicadas a la fa­
bricación de loza, papel, tejidos de algodón, vidrios y cristales,
alcaloides de la quina, fósforos, jabones, velas y cerveza. In­
clusive en la población de Pacho se había montado una side­
rúrgica que alcanzó niveles importantes de producción. Se im­
portaron equipos y se trajeron técnicos ingleses. Sin embargo,
como ya lo analizamos, no se obtuvieron los éxitos esperados.
La producción mercantil criolla no despegó y muchas manufac­
turas se cerraron antes de comenzar la década del 50. Sucum­
bieron, no tanto por la competencia de mercancías europeas,
sino por la ausencia de un medio capitalista en crecimiento.
La consolidación de la burguesía compradora y la plena inte­
gración del país al mercado mundial capitalista de la era in­
dustrial, cerraron las posibilidades de un proceso capitalista
“ clásico” . Para esta época ya Europa había realizado su revo­
lución industrial y la penetración al mercado mundial capita­
lista era más agresiva que en períodos anteriores.
En medio de esta correlación de fuerzas, los oficios inde­
pendientes (sastres, herreros, carpinteros, etc.) y los talleres ,
artesanales que elaboraban algunas manufacturas (sombreros,,
ruanas, telas, etc.) no constituían un sector capitalista que
pudiera realmente cuestionar la economía colonial. En cuanto
a la manufactura, apenas existían unidades aisladas, que no
podían conformar una fuerza social y económica de algún peso.
Esto explica la incoherencia de los planteamientos políticos de
los artesanos y de sus “ Sociedades Democráticas” y la ausen­
cia de programas económicos definidos del gobierno del gene­
ral Meló.

2. EL SOCIALISMO CONSERVADOR. Y PEQUEÑO BUR­


GUES DE LOS “ DRACONIANOS” Y DE LAS “ SOCIE
DADES DEMOCRATICAS”

Ya indicamos que el general Meló llegó al poder como fruto


de una coalición de un sector del naciente partido liberal, deno­
minado “ draconiano” ; y de artesanos, agrupados en las “ Socie­
dades Democráticas” .
/ j u u

Desde la ladmiáistfación presidida por José Hilario López


el liberalismo ge había ido escindiendo en dos grupos: gólgotas
y draconianos. Esta división reflejaba los intereses y concep­
ciones ideológicas de las diferentes capas sociales aglutinadas
en el naciente liberalismo. La gran burguesía compradora y sus
intelectuales, estrechamente ligados al capital y a las corrien­
tes ideológicas burguesas de Europa, transculturizó a nuestro
país esquemas y patrones político-culturales del Viejo Mundo.
Con el liberalismo llegaron las concepciones burguesas sobre
el Estado, las relaciones entre éste y la Iglesia, las libertades
públicas, la descentralización, las elecciones, etc. La gran bur­
guesía compradora quiso recubrir el Estado librecambista y
colonial con un manto político y jurídico liberal. Y en torno
de estos elementos se fue fraguando la división liberal. El sector
más cercano a los intereses de la burguesía compradora, fue
denominado “ gólgota” . Se consideraban los depositarios del
ideario liberal recién importado de Europa. Eran los voceros
del librecambismo y del jacobinismo criollo. “ Los gólgotas se
consideraban cada vez más nítidamente como los personeros
de los núcleos mercantiles, por lo cual exageraban el concepto
de la libertad de industria y comercio” (87>. A los gólgotas se
opusieron los liberales moderados, que temían a un cambio ra­
dical de la sociedad granadina. Eran librecambistas moderados,
amigos del Estado fuerte y centralista. Se oponían a su demo­
cratización, a la separación de la Iglesia del Estado. Eran igual­
mente, furiosamente antisocialistas y anticomunistas, como que
estas ideologías ya se discutían en nuestro medio. A estos libe­
rales se les llamó “ draconianos” . Representaban los intereses
de las capas medias de liberalismo, de los pequeños y medianos
comerciantes y de un sector de la intelectualidad.
La oposición al Gobierno de José Hilario López, quien se
identificaba con los gólgotas, llevó poco a poco a los draconia­
nos a hacer causa común con los artesanos, quienes se oponían
a la política librecambista de los gólgotas. Y como las vanguar­
dias artesanales estaban adoctrinadas en el socialismo proud-
honiano, los draconianos fueron dándole un contenido socialista
a sus concepciones, adaptándolo a sus principios, resultando lo
que Marx y Engels denominaron en el “ Manifiesto Comunis­
ta” el socialismo conservador o burgués. Contemporáneamente a
nuestro proceso, escribían Marx y Engels: “ una parte de la
burguesía desea mitigar los males sociales con el fin de asegu­
rar la perdurabilidad de la sociedad burguesa. Quieren la so­
ciedad existente, pero sin los elementos que la revolucionan y
descom ponen...” . Y como si hubieran conocido el programa
de los draconianos (¡éste aparecería seis años después del ma­

87. Gerardo Molina, obra citada, p. 64.


nifiesto!) Marx y Engels escribieron: ¡Libre cambio!, en in­
terés de la clase obrera; ¡Aranceles protectores!, en interés de
la clase obrera; ¡ Prisiones celulares! en interés de la clase obre­
ra. He aquí la última palabra del socialismo burgués, la única
que ha dicho en serio” (88).
Por su parte los artesanos de Bogotá y de las principales
ciudades del país, así como los intelectuales de la pequeña bur­
guesía, habían sido fuertemente impactados por el movimiento
revolucionario europeo de la década del 40, especialmente la re­
volución francesa de 1848. Esta constituyó una fuente de ins­
piración, hasta el punto de que nuestros artesanos, al igual que
los obreros franceses, planteaban en sus programas la consti­
tución de “ talleres nacionales” para absorber el desempleo crea­
do por la política librecambista.
Por esa época proliferaron en Bogotá periódicos socialis­
tas dirigidos por intelectuales que se planteaban como voceros
de las inquietudes del artesanado. En el “ Alacrán” , periódico
dirigido por dos intelectuales cartageneros radicados en Bogo­
tá, Joaquín Posada y Fernán Piñeros. se insertaban artículos
de esta índole en 1849:
“ Nuestro enemigo es la clase rica, nuestros enemigos reales
son los inicuos opresores, los endurecidos monopolistas, los agio­
tistas protervos. ¿Por qué esta guerra de los ricos contra noso­
tros? Porque ya han visto que hay quién tome la causa de los
oprimidos, de los sacrificados, de los infelices, a cuyo número
pertenecemos; porque son acusados por su conciencia de ini­
quidad; porque saben que lo que tienen es una usurpación he­
cha a la clase proletaria y trabajadora, porque temen que se les
arrebaten sus tesoros reunidos a fuerza de atroces extraccio­
nes y de diarias rapiñas, porque temen verse arrojados de sus
opulentos palacios, derribados de sus ricos coches con que insul­
tan la miseria de los que los han elevado allí con sus sudores
y su sangre; porque ven que las mayorías pueden abrir los
ojos y recobrar por la fuerza lo que se les arrancó por la as­
tucia y la maldad; porque temen que los pueblos desengañados
y exacerbados griten al fin como deben hacerlo y lo harán un
día no lejano: ¡abajo los de arriba! porque saben que el co­
munismo será y no quieren que sea mientras ellos viven, infa­
mes egoístas. . . ” <89).
La intelectualidad pequeño burguesa del medio siglo, im­
portaba las ideas socialistas imperantes en aquella época en
Europa, las de Proudbom, Luis Blanc, y Sismondi, es decir,

S8. Manifiesto Comunista, pp. 51-52, Ediciones Suramericana, Bogotá, 1960.


89. Gustavo Vargas Martínez, Colombia 1854\ M eló, los artesanos y el socialismo,
pp. 25-26, Ed, La Oveja Negra, M edellín, 1972.
las ideas socialistas pequeño-burguesas y utópicas, que iban
<—

sentándolas bases de lo que sería más tarde el “ socialismo cien­


tífico” . Ideologías surgidas en Europa del seno de la pujante
11 clase obrera industrial, llegaban a nuestro medio para ser in-
corporadas, a un movimiento artesanal que luchaba por no
sucumbir ante el avance de las relaciones capitalistas. Pero no
¡ p de las propias, sino de las europeas, que habían integrado
nuestro país al mercado mundial capitalista. De ahí el contenido
contradictorio de su lucha, que tuvo rasgos revolucionarios y
retardatarios. Que anhelara, motivada por las corrientes revo­
lucionarias europeas, una sociedad socialista. Pero al mismo
" tiempo, al actuar dentro de un medio ajeno a la producción mer­
cantil, buscara como sus aliados a sectores retardatarios, como
los grupos sociales agrupados en el movimiento draconiano, que
temían desaparecer con la mayor integración de nuestro país
al mercado mundial capitalista.
La adaptación del socialismo europeo al medio de las “ so­
ciedades democráticas” produjo una forma de lo que Marx y
Engels llamaban en el Manifiesto Comunista el “ Socialismo
Pequeño-burgués” . “ Este socialismo o aspira simplemente a res­
tablecer los antiguos medios de producción y de cambio y con
ellos el régimen tradicional de propiedad y la antigua sociedad,
o pretende volver a encajar por la fuerza los modernos medios
de producción y de cambio dentro del marco de las antiguas
relaciones de propiedad que hicieron y forzosamente tenían que
- hacer saltar. En uno y en otro caso, este socialismo es a la vez
reaccionario y utópico” . Y agregaban Marx y Engels: “ En su
desarrollo ulterior, esta tendencia vino a caer en el cobarde
marasmo que sigue a la borrachera” <9°). El contenido socialista
de las “ sociedades democráticas” y su posterior desenvolvimien­
to demostraron lo acertado del análisis de los fundadores del
socialismo científico sobre el socialismo pequeño-burgués.
La mezcla de las concepciones socialistas “ conservadora”
y “ pequeño burguesa” en el gobierno del general Meló, así como
las bases sociales y económicas sobre las cuales se planteaban,
fueron las causas para el limitado alcance de las medidas eco­
nómicas y sociales tomadas por el gobierno. Con acierto afirma
Luis O'spina Vásquez: “ contrasta el aparato de acción, y la in­
fluencia, con la insignificancia de sus pretensiones en el campo
propiamente económico: protección para la ínfima industria de
unas docenas de sastres, talabarteros y zapateros. Y de hecho
fue poco lo que obtuvieron” 9 (9l).
0

90. Marx y Engels, obra citada, pp. 47-48.

91. Ospina V., obra citada^ p. 255.


3. UNA REVOLUCION SIN BASE M ATERIAL
'
Para los historiadores tradicionales lo acaecido en 1854
“ fue sólo una audaz dictadura militar entronizada por un tosco
soldado” <92)9
. Para teóricos del socialismo latinoamericano el pro­
3
ceso encabezado por Meló “ estuvo a punto de convertirse en la
revolución social de la Nueva Granada” <9sb Para algunos ensa- L
vistas marxistas fue sólo un golpe militarista contra las tesis
revolucionarias del Liberalismo (94).
Con el estudio del gobierno del general Meló ha acontecido
algo similar que con los de López y Mosquera: el análisis his­
tórico se ha tratado de encuadrar en preeonceptos político-ideo­
lógicos. Se ha perdido así la capacidad crítica. Así como el pro­
ceso encabezado por los generales'López y Mosquera no tuvo
un contenido de “ revolución burguesa” , así tampoco el gobierno
del general Meló tuvo la significación y la perspectiva de una
revolución popular.
La coalición de liberales draconianos y artesanos no tenía
perspectiva histórica alguna: era una “ revolución” sin base
material. No podía ser una revolución anticolonial, que abriera
las posibilidades al desarrollo capitalista. De una parte, en el
movimiento melista no participaban los pequeños campesinos,
ni las masas campesinas sin tierra. Artesanos y pequeños comer­
ciantes no podían sacar adelante una revolución burguesa, por
la sencilla razón de que su propio desenvolvimiento no exigía
la ruptura con las instituciones coloniales y precapitalistas, en
el seno de las cuales ellos mismos habían surgido y dentro de
las cuales se mantenían enmarcados. Faltaban los manufactu­
reros y burguesía comercial, las únicas fuerzas sociales que no
sólo podían aportar una base material (capitales y técnica), V
J
sino estar interesadas en la revolución burguesa, motivadas por
su aspiración de ampliar el mercado.
De otra parte, mucho menos aún podía el movimiento me­
lista llevar los gérmenes de una revolución socialista. La coali­
ción draconiana-sociedades democráticas, reflejaba solamente los
intereses de clase de los grupos sociales que la integraban: me­
dianos y pequeños comerciantes y artesanos, que en forma algu­
na podían tener un contenido socialista. Estaba ausente el pro

92. Henao y Arrubia, obra citada, p. 685.

93. Antonio García, La Democracia en la Teoría y en la práctica, p. 86. Ed.


Iqueima, Bogotá, 1931.

94. Anteo, Quimbaya, Cuestiones Colombianas, p. 247, Ed. Suramericana, Bogo-


tá, 1958.
letariado industrial y rural, que apenas sí se vislumbraba en la
sociedad granadina. El movimiento melista, cuyas fuerzas inte­
grantes ni siquiera tenían la capacidad para ser anticoloniales,
menos aun podría abrir un proceso social popular y anticapi­
talista. La revolución anticapitalista no estaba a la" orden del
día, porque la producción mercantil aún no se había desarrolla­
do en la Confederación Granadina.
¿Cuál es, entonces, jsl contenido social del gobierno melista?
En una sociedad como la granadina, sin proletariado y sin
capital industrial y en rápido proceso de integración al mercado
mundial capitalista, los artesanos y la pequeña burguesía co­
mercial liberal, eran en ese momento las únicas fuerzas sociales
que se oponían a la entrada de nuestro país en forma definitiva
al mercado mundial capitalista. Pero el contenido de su lucha
era pequeño-burgués, es decir, no iba, y no podía serlo de otra
manera, más allá de la protección de sus intereses de clase, que
se verían afectados mortalmente por la apertura de nuestra eco­
nomía a la producción mercantil europea. El movimiento melis­
ta fue la última acción política y social de la pequeña burguesía
comercial y artesanal. Su derrota de 1854 fue el triunfo defini­
tivo de la burguesía compradora que veía en el mercado mun­
dial sus grandes posibilidades, como intermediaria entre el ca­
pital mercantil europeo y las aristocracias consumidoras de las
manufacturas impoidaclas.

4. LA UNIFICACION DE LAS CLASES EXPLOTADORAS

El ascenso de la coalición draconiana-artesanal al gobierno,


sirvió para que se produjera el entendimiento entre las fuerzas
coloniales y la burguesía compradora, que procedieron a orga­
nizarse para desalojar del gobierno al general José María Meló.
Latinfundistas, esclavistas y comerciantes hicieron frente co­
mún contra el “ usurpador” .
El 4 de diciembre de 1854, casi ocho meses después del as­
censo al poder, el general Meló libró con sus fuerzas regulares
y las milicias de artesanos la última batalla en las calles de
Bogotá. Militares y artesanos resistieron con heroísmo en casas
y barricadas callejeras. Sucumbieron ante el poderío militar
de las divisiones comandadas por los generales Tomás Cipriano
de Mosquera, José Hilario López y Pedro Alcántara Herrán,
considerablemente mayores y mejor equipadas. En la lucha ha­
bían caído destacados dirigentes del artesanado, tales como el
agitador Camilo Rodríguez, el zapatero José Vega y el herrero
Miguel León. Varios centenares de los más importantes dirigen­
tes de las Sociedades Democráticas serían deportados a trabajos
forzados a Panamá, de donde nunca regresarían. Otros corrie­
ron con mejor suerte y serían indultados, especialmente los jó­
venes intelectuales. Meló, saldría al destierro, en donde encon­
traría la muerte, luchando en México como simple soldado al lado
de las fuerzas nacionalistas de Benito Juárez. La historia oficial
colombiana ha reservado sitios de honor a todos los combatien­
tes de las numerosas guerras civiles del siglo 19. Para los úni­
cos que no ha habido referencia alguna ha sido para los artesa-,
nos y pequeños burgueses del ejército melista, que llevaron a
cabo el único golpe de estado que permitió el ascenso al poder
de grupos sociales ubicados por fuera de la triple alianza de
comerciantes-terratenientes-esclavistas que se disputó el Estado
a lo largo del siglo pasado.
La derrota ele Meló fue el triunfo definitivo del librecam-
bismo, y aceleró la articulación de nuestro país al mercado mun­
dial capitalista y la apertura de nuestras fronteras a los capita­
les ingleses y europeos, y posteriormente norteamericanos. Co­
lombia con el resto de países de América Latina, Africa y Asia,
pasarían a convertirse en el siglo 19 en la retaguardia del ca­
pitalismo industrial europeo y norteamericano.

PEQUEÑA BURGUESIA

Pero el movimiento de Meló, o mejor el triunfo de la coa­


lición burguesía-compradora-terrateniente, y su política libre­
cambista, tuvo un claro contenido económico: la separación de
los productores de sus medios de producción y su conversión
en asalariados. Y como consecuencia, la rápida pauperización
de artesanos, manufactureros y pequeños comerciantes, en favor
de los intereses de la gran burguesía compradora.
En la década del 50 el país vivía un proceso de acumula­
ción primaria de capitales, en las condiciones de un país sin
producción mercantil e integrado al mercado mundial capitalis­
ta. Por eso en nuestro país este proceso de acumulación prima­
ria de capitales, no sería el punto de partida para una pujante
producción capitalista, como sí lo fue en Europa y Estados ü
Unidos. No lo sería porque se realizó, no dentro de unas fron­
teras “ nacionales” , sino en un país dependiente, al que la divi­
sión internacional de trabajo, impuesta por el capitalismo eu­
ropeo estaba con virtiendo en una simple área productora de
materias primas y consumidora de mercancías. Esta acumula­
ción primaria de capitales, sería el instrumento inmediato para
la consolidación económica de nuevos latifundios, destinados al
cultivo de productos de exportación y el afianzamiento de una
nueva aristocracia señorial, surgida de la integración de co­
merciantes y latifundistas. Pero, igualmente, permitiría a fina­
les del siglo 19 el nacimiento de las primeras manufacturas
capitalistas colombianas.
La expropiación de los artesanos revistió una de las formas
más violentas, pues no sólo fueron arruinados económicamente,
sino que cientos de ellos terminaron sus días en trabajos forza­
dos. Los pequeños comerciantes sucumbieron también ante la
arremetida de la burguesía compradora, así como la naciente
manufactura. Don José María Plata, en su memoria de Hacien­
da de 1854, se regocija del colapso causado a los artesanos y
pequeños manufactureros del oriente colombiano por la impor­
tación de textiles.
Decía don José María Plata:
“ Así, ya se ve, por ejemplo, que las provincias del interior
que acostumbraban fabricar gran cantidad de telas ordinarias
y aún groseras, para el uso de la gente trabajadora y para los
pobres de toda clase y sexo, van abandonando ese trabajo para
reemplazarlo por otros más productivos, los cuales han dado
a esos brazos y a esos capitales inversión más lucrativa; los
habitantes que consumían esas telas tan imperfectas, se han
puesto en capacidad de usar otras mejores que reciben del ex­
tranjero, y que un trabajo más afortunado pone a su alcance
con facilidad” <9r,).
Como se puede apreciar, los ministros de hacienda de los
gobiernos que promovían el proceso acelerado de acumulación
de capitales, sabían claramente los objetivos que buscaban con
su política librecambista: arruinar artesanos y pequeños ma­
nufactureros, desplazar capitales y mano de obra hacia la agri­
cultura y fortalecer la burguesía compradora.

6. EL INTENTO DEL CONTROL ESTATAL POR EL


SECTOR LATIFUNDISTA-CLERICAL
4

Los efectos en el campo social de la política librecambista


(gobierno de José Hilario López), el gobierno y derrocamiento
del general Meló (coalición de clases medias y artesanos) y los
enfrentamientos del liberalismo con la Iglesia Católica, abrieron
las posibilidades para la recuperación del poder por parte del9 5

95. José Raimundo Sojo, obra citada, p. 60.


sector latifundista-clerical en las elecciones de 1857. La divi-:
sión del liberalismo entre los candidatos Manuel Murillo Toro
y Tomás Cipriano de Mosquera facilitó el triunfo de Mariano
Ospina Rodríguez, candidato de la coalición latifundista-cleri­
cal. Pero como desde 1853 se había establecido el sistema fe­
deral, el triunfo de Ospina fue precario, pues en varios de los
más importantes Estados prevalecieron gobiernos liberales (Pa­
namá, Santander. Cauca y Boyacá). El conservatismo sólo do­
minaba en Antioquia, Cundinamarca, Magdalena y Bolívar (que
rápidamente caeria en poder de los liberales).
Ospina Rodríguez, llegó al poder con dos banderas funda­
mentales: el centralismo contra el federalismo y la defensa de
la religión católica contra las tendencias liberales y socialistas.
Y detrás de este programa estaban los terratenientes, los escla­
vistas y el clero, que se había sentido lesionado con la política
anticlerical del gobierno de López. El gobierno de Ospina Ro­
dríguez buscó subvertir el orden de los Estados controlados
por los liberales. Hubo rebeliones conservadoras en Santander,
Boyacá y Cauca. Fue el comienzo de la guerra civil. El libera­
lismo se unió en torno del general Mosquera, presidente del
Estado del Cauca, quien se autodenominó “ supremo director
de la guerra” , con el apoyo de los estados del Cauca, Bolívar y
Santander. La coalición latifundista-clerical tendría como jefe
a Julio Arboleda, terrateniente y esclavista del Cauca.
La derrota de los latifundistas en la guerra de 1860-82 sig­
nificaría la consolidación política de la burguesía compradora-
liberal. Pero aunque los terratenientes fueron derrotados polí­
ticamente, su poder económico persistiría, y aün se afianzaría
durante la República Liberal. Unicamente su socio de coalición,
1a. Iglesia Católica, vería afectado su poder económico en el
proceso político-económico que siguió a la guerra de 1880-62.
Capítulo XIII j

EL FORTALECIMIENTO DEL LATIFUNDIO:


EXPROPIACION DE INDIGENAS, DE TIERRAS
COMUNALES Y DE LA IGLESIA CATOLICA

EL PROBLEMA DE LA TIERRA

En las sociedades precapitalistas el trabajo humano recae


fundamentalmente sobre la tierra, que constituye también su
principal fuente de riqueza. En estas circunstancias, la tierra,
no sólo otorga los medios de trabajo fundamentales, garantizan-
d6 el trabajo y la supervivencia de las mayorías, sino que su
■ dominio constituye, una de las.-bases ..del poder-económieoi:y;.^ó-
lítico.
En la parte II de esta obra analizamos el proceso de expro­
piación de la tierra de que fueron víctimas las comunidades
indígenas por parte de los colonizadores españoles. Luego estu­
diamos cómo una de las grandes contradicciones que se desa-
!, rrolló en las entrañas de la sociedad colonial fue aquella entre
• el propietario usurpador latifundista y el indígena despojado
de sus propiedades, a través de las diferentes instituciones co-
I lómales (capitulaciones, encomiendas, e t c . . . ) . Esta contradic­
ción salió a flote con violencia durante la Revolución Comune-
¡ ra, pero tanto en ésta como durante el proceso de independen­
cia continuó sin resolverse. De su solución dependería el surgi-
¡ miento de relaciones capitalistas en el campo y, en consecuencia,
la vinculación de las grandes mayorías al mercado. Sólo así
podrían sentarse las bases para una producción mercantil en
la sociedad granadina. Sin embargo, la contradicción entre el
; propietario latifundista y los campesinos e indígenas sin tierra
no se resolvería por la vía revolucionaria; expropiación del te­
rrateniente. El capitalismo comenzaría su penetración al cam­
po, transformando al terrateniente, lentamente, en capitalista.
Las .relaciones de producción en e! campo estaban enmarca-
f das en dos elementos: de una parte,"eí constante proceso de acu-
f mulacioirde la tierra en manos de terratenientes, en detrimento
| dé indígena^ y campesinos, y de otra, el bajísimo nivel de la
técnica empleada. Durante la Colonia el nivel técnico de la agri­
cultura era muy bajo. Los españoles fueron introduciendo el
arado, los animales de tiro y las semillas europeas, pero en ge­
neral puede afirmarse que predominaron las técnicas america­
nas (sistema de roza y quemas, épocas de siembra, calendario
agrícola lunar, siembra con coa, etc. . . ) . El arado y los anima­
les de tiro no se generalizaron, circunscribiéndose a zonas re­
ducidas, principalmente en la Sabana de Bogotá. Predominaron
también los cultivos indígenas (maíz, papa, yuca, etc. . . ) .
Todavía en la década de 1850 subsistían los métodos coloniales
en la agricultura.

2. LA POLITICA AGRARIA DE JOSE HILARIO LOPEZ

Durante las tres primeras décadas de la República, no se


resolvió la contradicción entre propietarios latifundiseas y cam­
pesinos indígenas.
E! ascenso de la burguesía compradora al poder emJLSáS,
y su consolidación durante Ja. década .deLñí), abrió un período
de. discusión ideológica y política, agudización de Jas ...luchas
de clases, modernización del aparato estatal y r ealización de
algunas reformas de contenido liberal. Objetivamente, las cir­
cunstancias sé presentaban favorablemente para el rompimien­
to de la estructura agraria colonial: había llegado al poder .
la burguesía comercial, apoyada por artesanos y manufacture­
ros. Pero el contenido social y económico de estos grupos socia­
les determinó también el sentido de las reformas agrarias reali­
zadas.
Aunque, históricamente, la burguesía comercial había par­
ticipado en Europa en la lucha antifeudal, que rompió la gran
propiedad latifundista y extendió las relaciones capitalistas
al campo, en nuestro país la burguesía comercial había tomado
la forma de “ burguesía compradora” , es decir, que por su natu­
raleza no estaba ligada a la producción mercantil nacional, sino
a la importación de artículos manufacturados, y a la exportación
de materias primas. Y no podía estar ligada a la producción
mercantil, porque ésta era muy incipiente. El artesano cuando |
produce no tiene como objetivo fundamental el mercado, sino
que lo hace para la satisfacción de sus propias necesidades, no
teniendo como objetivo central la obtención de utilidades. De
ahí que la producción mercantil artesanal no lleve a la ruptura
de las barreras precapitalistas que impiden la ampliación del
mercado. La manufactura granadina era muy débil, y aún
había logrado “ despegar” con vida propia. En la misma década
del 50 sucumbiría.
El predominio de la producción natural sobre la mercantil
incidió en forma determinante sobre la política agraria de los
gobiernos liberales de 1850-1870. Manuel Murillo Toro, el gran
teórico liberal de ese período, hizo las formulaciones más auda­
ces sobre la naturaleza de la propiedad rural. Gerardo Molina
señala que lanzó la tesis, escandalosa para sus contemporáneos,
de que nadie debía poseer más tierra de la necesaria para la
subsistencia y de que el cultivo era el verdadero fundamento
del dominio, lo que hacía necesaria la limitación de la propie­
dad territorial. Pero Murillo Toro no cuestionaba la propiedad
existente, heredada de la colonia. Se refería a las adjudicacio­
nes de baldíos. Y elaboró un proyecto de ley que fijaba las ad­
judicaciones de los mismos en 1.000 hectáreas, que no fue apro­
bado por el presidente López. Murillo Toro tuvo que retirarse
de la Secretaría de Hacienda <m).
Y antes que Murillo Toro, otro gran teórico liberal de esa
época, Ezequiel Rojas, se retiró también de la Secretaría de
Hacienda, por la complacencia del gobierno de López ante la
creciente apropiación de los ejidos por los hacendados (97).

3. LAS REFORMAS AGRARIAS LIBERALES: ACUMU­


LACION PRIM ARIA DE CAPITALES BAJO EL CAPI­
TALISMO-DEPENDIENTE

Si bien es cierto que las relaciones económicas de la socie­


dad granadina no podían cuestionar a fondo la gran propiedad
latifundista, también lo es que hacia ja década de 1850 se ha­
bían agudizado las luchas de clases en el campo, entre campe­
sinos e indígenas contra latifundistas. La presión sobre~Ia tie­
rra' impulsó _en la década de, 1850 el impetuoso movimientTTco-
lqnjzador antioqneño (del cual hablaremos mas adelante) que
causó sinnúmero de enfrentamientos entre colonos y los deten-
tadores de titulos_.de..propiedad. En el Valle del Cauca, por
ejemplo, el enfrentamiento entre campesinos y latifundistas,
fue el fruto de la tendencia de estos últimos a apoderarse de
las propiedades comunales, ejidos. Los desposeídos de los ejidos
organizaron cuadrillas armadas que asaltaban haciendas y da­
ban muerte a sus dueños <9 78h
6

96. Gerardo M olina, obra citada, p. 73-

97. Indalecio Liéyano Aguirre, Rafael N ú ñezt p. 61, Compañía Grancolombiana


de Ediciones, Bogotá, S. F.

98. Liévano Aguirre, obra citada, p. 61.


En la década del 50 había una triple presión sobre la tierra
a) La de los campesinos e indígenas por conservar sus tierras
u ocupar tierras incultas,- pero ya tituladas;
b) La de los terratenientes por apoderarse de las tierras va­
lorizadas, próximas a los grandes centros políticos y admi­
nistrativos, las tierras ejidales y los resguardos de indí­
genas ;
c) La de terratenientes y comerciantes que pretendían apo­
derarse de los bienes rurales controlados por la Iglesia Ca­
tólica.
La solución de estas tres presiones definió el contenido de
la política agraria desarrollada por la burguesía compradora en
el poder. Históricamente correspondería a una etapa del proceso
de acumulación primaria de capitales en Colombia. Y como
la burguesía comercial (compradora) no tenía una actitud re­
volucionaria frente a las formas coloniales de propiedad, se
alió con los terratenientes para realizar las expropiaciones de.
las tierras comunales (ejidos), de las tierras de propiedad de
las comunidades indígenas (resguardos) y de las tierras de la
Iglesia Católica (propiedades de manos muertas).
La política agraria de los gobiernos presididos por López
y Mosquera sólo puede ser comprendida si se le enmarca dentro
del proceso de la acumulación primaria de capitales. De lo con­
trario se pierde el sentido histórico del período, se cae en la
casuística, en el análisis pormenorizado de leyes y decretos;
en posiciones idealistas, que reducen el análisis a las buenas
o malas intenciones de los “ reformadores” , o en el enfoque del
proceso como una revolución burguesa “ a medias” o “ truncada” .

3.1. Los Resguardos

La expropiación de tierras indígenas había sido planteada


desde los primeros años de la República (decreto del 24 de sep­
tiembre de 1810). La guerra y la reconquista española impi­
dieron su ejecución. Posteriormente, en 1821, 1832 y 1843, se
dictaron normas que abrían parcialmente la posibilidad para
el tránsito de la propiedad indígena a manos de particulares,
pero tratando en forma “ paternal” de obligar al indígena a
vivir, durante cierto tiempo mínimo, en su tierra adjudicada,
antes de enajenarla. Pero la ley del 22 de junio de 1850 abrió
el camino ya definitivo para que los indígenas fueran despoja­
dos de sus ancestrales propiedades. Las Cámaras provinciales
fueron autorizadas para permitir la enajenación de las tierras
de resguardo. Abrió el camino la Cámara provincial de Bogo­
tá. En pocos años fueron liquidados los resguardos de la Saba­
na de Bogotá, que ocupaban extensiones considerables, que fue­
ron incorporadas a las grandes haciendas; eran famosos los de
Fontibón por el cultivo de frutales y hortalizas .
Muchos resguardos se encontraban arrendados por terra­
tenientes y comerciantes, pues eran tierras altamente aprecia­
das por sus excelentes condiciones para la agricultura o la pro­
ximidad a los centros urbanos. William Paul McGreevey relata
cómo los indios vendieron sus tierras a los jefes urbanos a
precios ínfimos, surgiendo nuevas haciendas de la desintegra­
ción de los resguardos. Gran parte de las mejores tierras del
interior, pasó rápidamente del poder de pequeños propietarios
a manos de pocos terratenientes <9100). Así, la alianza mereantil-
terrateniente consumaría a partir de 1850 la expropiación de
los grupos indígenas que habían logrado conservar durante la
Colonia sus propiedades. Lo que no terminaron los conquistado­
res españoles lo hicieron los burgueses y terratenientes criollos,
urgidos por la necesidad de capitales para integrarse al mercado
mundial capitalista. No sólo obtendrían inmensas utilidades con
la adquisición a bajos precios de tierras altamente valorizadas,
sino que las vincularían a la producción agropecuaria, para el
mercado interno y para el externo. Ocurrió un fenómeno de pro-
letarización en el sector rural en escala antes no vista en el
país <101>.
Y al igual que en Inglaterra, en donde después de la expro­
piación violenta de los campesinos a fines del siglo 18, se dicta­
ron draconianas leyes contra los vagos y delincuentes, en nuestra
patria se revivieron drásticas normas contra la vagancia. A
su condición de expropiados, los indígenas agregaron la de de­
lincuentes.

3.2. Los Ejidos


i
Los españoles introdujeron a_]a A mérica una institución
feudal europea, de origen germánico, los ejidos o tierras comu­
nales, que eran predios que los .cabildos municipales Organiza­
ban para el beneficio de. toda, la población: pesebreras, pastaje
de ganados, recolección de leña, toma de aguas, etc.. . Desde
hacía años los terratenientes poco a poco se habían ido apode­
rando de las mejores tierras ejidales, pero ahora al amparo de
la ley 20 de abril de 1850 sobre “ Descentralización de algunas

99. Ospina V., obra citada, p. 244.

100. McGreevey, obra citada, pp. 127-130.

101. Ospina V., obra citada, p. 245.


rentas y gastos públicos y sobre organización de la renta nacio­
nal” , presionarían sobre las Cámaras de provincia y los cabil­
dos, para que los ejidos salieran del control municipal y fueran
a fortalecer la gran propiedad terrateniente. Así, con un cri­
terio fiscal se consumó el asalto a las propiedades comunales
en beneficio de los terratenientes tradicionales y de los comer­
ciantes, que comenzaban a vincular sus capitales al campo. Con

— — m — - ..... —...---------- -
medios como éste, los hacendados de las inmediaciones de Cali
comenzaron a cercar todas las tierras que el pueblo poseía, re­
duciendo a callejones las inmensas llanuras y bosques en que
pastaban los ganados y bestias de la multitud y de donde saca­
ban leñas, maderas de construcción y otras materias con qué
trabajar <1<>2d

3.3 El poder material de la Iglesia

El cuadro de expropiaciones del medio siglo, iniciado con


las tierras de las comunidades indígenas y las propiedades co­
munales (ejidos), se completó con el despojo de los bienes de
las comunidades religiosas.
Pero en la práctica, también los expropiados fueron miles
de pequeños y medianos campesinos.
En el siglo 19 las mejores tierras .cultivables se. encontra­
ban en manos de organizaciones religiosas, gracias a la costum­
bre de legar títulos de tierras a la Iglesia y a sus diversas ór­
denes sacerdotales. Igualmente, a través de la acumulación de
hipotecas, la Iglesia ' adquirió mayor control de la propiedad
agraria <1103). Pero la mayoría de estos inmensos" latifundios de
2
0
la Iglesia 'Católica no eran explotados por clérigos o comunida­
des religiosas, sino que habían sido entregados con bajos cáno­
nes de arrendamiento, lo que había permitido a campesinos po­
bres y medianos tener acceso a la tierra. La confiscación de los
bienes eclesiásticos los despojaría de sus medios de trabajo, que
pasarían a manos de terratenientes y comerciantes, para com­
pletar el círculo del proceso violento de acumulación de capita­
les llevado a cabo durante las décadas de 1850 y 1860.

3.4. Eliminación de diezmos y censos

En 1850 y 1851 se dictaron las primeras leyes tendientes


a restarle poder económico a la Iglesia: se suprimieron los diez­
mos y los censos. Estas medidas, aunque "dictadas coñTañimo

102. Liévano Aguirre, obra citada, p. 55.


103. McGreevey, obra citada, p. 130.
fiscalista, a la postre afectarían los recaudos del Estado, Sin
embargo, serían el primer paso para que las propiedades con­
troladas por la Iglesia pasaran a manos de terratenientes y co­
merciantes. Los mayores beneficados ..serían los propios terra­
tenientes, jjue'' se libraban de una carga tributaria (los diezmos)
y 'de un gravamen que obstaculizaba -ei-Iibre intercambio de la
tierra (los censos). Igualmente, estas medidas fueron también
caminos para la acumulación de capitales en manos de terrate­
nientes y comerciantes, en detrimento del Estado, una forma
“legal” de expropiación de bienes públicos.
Con la ley del 20 de abril de 1850, que suprimió los diez­
mos, se propinó un golpe al tesoro público y se libró a los terra­
tenientes de una penosa carga tributaria. El diezmo, décima„par-
te de los ingresos de los propietarios rurales, aunque era una
: contribución de carácter eclesiástico, era recaudada en forma
coactiva por el Estado, gracias al Patronato Eclesiástico here­
dado de la Colonia. Hacia el año de 1850, las rentas nacionales
nó llegaban a los ¡dos millones de pesos, de los cuales unos
250.000 correspondían a los diezmos <104h El Estado “ liberal”
se despojaba de más del 10% de sus rentas en favor de los terra­
tenientes.
Desde los primeros años de la Colonia, los conventos
prestaban a los particulares los dineros legados para la salva­
ción de las almas, pero exigiendo previamente la garantía hipo­
tecaria. En todas las cuentas de conventos que hemos visto fi-
: guran esta clase de operaciones, que era su principal recurso;
si se reduce a pesos de 1968 los censos serían de 1.200 millo­
nes de pesos (105>. A través de los censos la Iglesia logró, pues,
colocar en préstamos inmensas sumas de dinero, y al mismo
tiempo controlar un gran número de propiedades, que se encon­
traban hipotecadas a su favor. Con la ley del 30 de mayo de
1851, se otorgó al poder ejecutivo autorización para redimir los
censos en favor del tesoro nacional, con el fin de arbitrar recur­
sos. Esta ley señalaba que la propiedad gravada en un censo
podía liberarse con el simple pago del 50% del valor total del
censo, en favor del tesoro nacional. El Estado pasaba a reempla­
zar al primitivo deudor. Igualmente, se emitían bonos por el
valor total del censo redimido, para cancelarle más tarde a la
Formalmente, la supresión de los censos buscó liberar las
propiedades gravadas con esta carga y obtener gruesas sumas
de dinero para el erario público. Pero esta medida, al igual que
otras del período que estudiamos, tuvo como objetivo central la
$ iglesia.

Ospina V ., obra citada, p. 246.

Alberto Pardo, obra citada, pp. 258-259.

IMVHfcSQSAD SE AKH0QUU
acumulación de capitales en manos del Estado de terratenien­
tes y comerciantes, en detrimento de los bienes de la Iglesia. Ca­
tólica y de pequeños y medianos campesinos. Entre 1851 y 1855
ingresaron al Tesoro Nacional 764.691 pesos por concepto de la
redención de censos <106h
Con esta operación, el Estado quedaba endeudado con la
Iglesia a la que tendría que reconocerle a través de bonos el
monto total del censo. Esto, sin embargo, no se llevó a cabo
plenamente, pues en 1861 serían confiscados los bienes de la
Iglesia, incluidos los capitales de los censos. En esta forma, el
Estado burgués buscaba nuevas fuentes de ingresos para equi­
librar el déficit producido con la reforma fiscal, que le había
representado la entrega de más de 50% de sus ingresos a terra­
tenientes y comerciantes.
Pero la redención de ios censos no produjo los recaudos es­
perados, Ello quizá porque, debido a lo bajo de los intereses (el
5% anual), no se afectaba considerablemente la rentabilidad
de las haciendas gravadas, y podía ser mejor negocio pagar
indefinidamente un censo que redimirlo totalmente, así fuera
cancelando sólo el 50% del valor total.
Como el Estado no tuvo recaudos fiscales esperados y el
déficit aumentaba por las causas ya señaladas, en 1861 el Esta­
do tendría que buscar nuevos recursos expropiando los bienes
de la Iglesia,
Como los censos eran además, la forma de crédito funda­
mental durante la Colonia, su eliminación constituyó un golpe
al crédito. Por ello no es casual que, contemporáneamente a la
preocupación por abolir los censos, hayan surgido iniciativas
para la fundación de bancos y que éstos se hayan fundado efec­
tivamente en la década que siguió a la de la abolición <107>. De
ese período datan instituciones bancarias como, el Banco de Bo­
gotá, 1870 y el de Colombia, en 1875. La banca solamente surgió
cuando la acumulación de capitales lo permitió y lo exigió. Por
ello, al proceso de acumulación violenta (1850-1870) siguió el
período de nacimiento de la banca colombiana.

3.5. La confiscación de los bienes de la Iglesia

La Reforma Fiscal en favor de terratenientes y comercian­


tes redujo, en más del 50% los ingresos del Estado. Había que
buscar nuevas fuentes de ingresos fiscales. Por eso se eliminaron
los censos, en favor del Tesoro Público. Pero la situación fiscal

106. N ieto Atleta, obra citada, p. 151.


107. Colmenares, obra citada, p. 127.
no mejoró. Y a raíz de la guerra de 1860-61 se deterioró aún
más. Y como la Iglesia Católica se alinderó en el que sería el
bando perdedor, se aprovechó la situación para consumar la ex­
propiación de los bienes de la Iglesia. Se produjo así el decreto
del 9 de septiembre de 1861:
“ Todas las propiedades rústicas y urbanas, derechos y ac­
ciones, usufructos, capitales de censo, servidumbre y otros bie­
nes, que tienen o administran como propietarios o que pertene­
cen a las corporaciones civiles o eclesiásticas y establecimientos
de educación, beneficencia o caridad, en el territorio de los Es­
tados Unidos de Colombia, se adjudican en propiedad a la Na­
ción por el valor correspondiente a la renta neta, que en la
actualidad producen o pagan, calculada como rédito al 6%
anual” .
La expropiación de los bienes de la Iglesia, fue una conse­
cuencia lógica del proceso de acumulación primaria de capitales
porque atravesaba el país. No era el fruto de una simple política
anticlerical o el resultado de una venganza personal. Históri­
camente, así acontenció en Inglaterra en el siglo 16 y en Mé­
xico en 1857. El capitalismo surgió por el camino de las expro­
piaciones de sectores mayoritarios (campesinos, artesanos) y
de algunos grupos privilegiados (Iglesia Católica, sectores aris­
tocráticos) .
J&E1 decreto sobre. “ desamortización de bienes de manos
muertas” de 1861, tuvo_gomo_Qbietivos inmediatos la apropia­
ción, por parte de] Estado, de todos los recursos monetarios que
la Iglesia manejaba a través _de los. censos v j ^ confiscación de
las propiedades rurales y urbanas_eclesiásticas. Con la ley de
1851 sobre censos, el Estado Había reducido a un 50 % su monto
y subrogó al acreedor. Ahora, 10 años más tarde, el Estado
burgués-terrateniente se apoderaba del monto total de los cen­
sos, e igualmente de todas las propiedades de la Iglesia.
La mayoría de nuestros tratadistas, afronta el problema
y los resultados de la desamortización de bienes de manos muer­
tas, como frustración del espíritu del decreto o como una falta
de capacidad del liberalismo para haber consolidado la “ refor­
ma agraria” . Esto obedece a la concepción idealista que ha
predominado en el estudio de nuestra historia que, a partir de
la independencia de España aparece como la suma de procesos
truncados, por la incapacidad de los dirigentes o la traición de
los grupos dominantes. Ello porque se le ha medido con patro­
nos europeos de finales del siglo 18 y 19. El modelo de la revo­
lución burguesa francesa ha servido de patrón para el estudio
de nuestra historia. De ahí han surgido las interpretaciones fal­
seadas. Y la historia colombiana aparece como una permanente
revolución burguesa frustrada, o traicionada. Este enfoque es
el que ha distorsionado también el proceso de 1850-1870, espo
cialmente en lo relativo a los cambios acaecidos en la tenencia
y propiedad de la tierra. Así, por ejemplo, se afirma que “ los
hombres de 1850 no fueron revolucionarios ante el latifundio.
Fueron pusilánimes y temerosos. . . ” (]08>. Igualmente^ McGreevey
afirma: “ los hombres de la generación liberal de 1850, eran
políticos vacilantes y no audaces revolucionarios. . . ” t1
1091
8
0 >.
0
Si las tierras confiscadas por el Estado burgués-terratenien­
te no fueron a parar en manos de campesinos o pequeños pro­
pietario, sino que contribuyeron a la concentración del latifun­
dio en manos de comerciantes y terratenientes, aconteció, por­
que el período histórico por el cual atravesaba el país era el
de acumulación primaria de capitales y no el de revolución bur­
guesa al estilo de Francia de 1789. Y el proceso de acumula­
ción primaria de capitales se caracteriza precisamente por la
concentración de la tierra. Por eso señala Marx “ en la historia
de la acumulación primitiva, todas las revoluciones que sirven
de palanca para el progreso de la clase capitalista en vías de
formación son hechos trascendentes, y sobre todo aquellos que,
al despojar a grandes masas de sus medios de producción y exis­
tencia tradicionales, los lanzan de improviso al mercado del tra­
bajo. Pero la base de toda esta evolución es la expropiación de
los cultivadores” . Y es aún más enfático 'Carlos Marx: “ la pri­
mera condición de la, producción capitalista, es que la propiedad
del suela haya sido" arrancada de manos de la masa’’ 7iñ>).
Los cambios agrarios en Colombia entre 1850 y 1870, no
podían conducir a la parcelación de las grandes propiedades en
favor del pequeño productor, sino que, por el contrario, el pro­
ceso de acumulación compulsiva que afrontaba el país lo con­
ducía a la concentración de la tierra.

4. EL ESTADO: FUENTE DE ENRIQUECIMIENTO

Con la eliminación de los censos, el Estado burgués-terra­


teniente pasó a convertirse en fuente de enriquecimiento. Esta
nueva función del Estado no era un hecho casual, sino un fenó­
meno articulado al proceso de acumulación primaria de capi­
tales en las primeras décadas de la segunda mitad del siglo
pasado. Así- ha ocurrido en la historia del capitalismo.

108. N ieto Arteta, citado y retomado el planteamiento com o válido por Alvaro
Tirado, obra citada, p. 147.
109- McGreevey, obra citada, p. 132.
110. Marx, El Capital, T. 1, pp. 691-747, edición citada.
Entre 1851 y 1861 entraron en circulación volúmenes cuan­
tiosos de documentos de deuda pública a cargo del teso­
ro y a favor de los propietarios (Iglesia, conventos, particula­
res, e t c . . . ) , que devengaban un 6% anual. A partir de 1863
los intereses fueron rebajados al 3% anual. Pero estos docu­
mentos de deuda pública fueron perdiendo poco a poco su valor,
cotizándose en el mercado hasta un 5 % ' y 10% sobre el valor
nominal. Dichos bonos habían sido acaparados por comercian­
te y usureros, quienes se valieron de ellos para comprar las pro­
piedades que el Estado sacaba a subasta pública. El Estado
aceptaba estos documentos sobre su valor nominal. En esta
forma los intermediarios obtuvieron fabulosas ganancias. Los
que remataban eran pocos, y en las actas de remate se ven los
mismos nombres repetidos varias veces. En cuatro departamen­
tos: Cundinamarca, Santander, Tolima y Boyacá, los bienes
desamortizados tenían un valor de unos 86.3 millones, pero so­
lamente fueron vendidos el 5.2%, entre urbanos y rurales iui>.
No sólo los beneficios económicos recayeron en manos de unos
pocos sino que se produjo también un inmenso despilfarro de
los bienes públicos. Narciso González, secretario del tesoro en
1869. informaba: “ la administración de los bienes desamorti­
zados no ha podido regularse en toda la república. . . desapare­
cieron de Casanare pingües cofradías como la ele San Pedro
y Barroblanco. . . las ricas haciendas del Tolima quedaron casi
agotadas durante la guerra. . . en Panamá, un Prefecto volun­
tarioso dilapidó los ricos hatos conocidos con el nombre de “ co­
munes de indígenas de Chiriquí” .. .En Cundinamarca otro Pre­
fecto hizo otro tanto. . . y en todas partes, el pillaje ha contri­
buido al aniquilamiento de las grandes existencias de ganado
que adquirió el gobierno de 1861” (l12).
La confiscación de los bienes de la Iglesia, fue causa para
el enriquecimiento de un reducido número de,usureros "y térra-*-
tenientes, y de empleados públicos que con manejos deshones-
toiTse-apoderaron de cuantiosos bienes públicos. El pillaje v ^
saqueo de los bienes públicos, es uno de los fenómenos conce- 3
mita-ntés a Tá acumulación 'primaría'fie capitales.1
2

111. Alberto Pardo, obra citada, pp. 260-262.

112. íbidem.
r
Capítulo XIV
EL ESCLAVISMO Y LAS NUEVAS
CONDICIONES ECONOMICAS

Sp
1. CIRCUNSTANCIAS EXTERNAS
K-
m.

La suerte que correría la producción fundamentada en el


trabajo esclavo a partir de la década de 1840, estaría determi­
nada por circunstancias externas e internas. Internacionalmen-
te, Colombia estrecharía cada vez más sus lazos de dependen­
cia al mercado mundial capitalista. Internamente, el país entró
a partir de la década de 1850 en un proceso de acumulación
primaria de capitales.
La producción de mercancías excluye el trabajo esclavista.
Es un principio aceptado en el modo de producción esclavista,
el de que deben emplear los instrumentos de trabajo más rudos
y pesados para que su bastedad y peso los hagan más difícil de
deteriorarse <U3>. Pero la producción mercantil exige instru­
mentos de trabajo cada vez más tecnificados y mano de obra
cada vez más calificada, tanto en el sector industrial, como en
el agrícola o el minero. A fines del siglo 18 y comienzos del
siglo 19 Inglaterra había realizado ya su revolución industrial.
Y como consecuencia de ella la producción de mercancías había
alcanzado límites hasta entonces inconcebibles. En estas nuevas
circunstancias el mercado inglés necesitaba ampliar sus límites.
Exigía la creación de un nuevo imperio colonial, en el cual
pudiera ampliar sus mercados y a la vez abastecerse de mate­
rias primas para su industria.
En estas condiciones el Africa, como centro del tráfico
negro, sometida al simple pillaje de comerciantes inescrupulo­
sos,-en su condición de abastecedora de esclavos, no podía cons­
tituir un mercado para el consumo de sus mercancías, ni mucho
menos facilitar el establecimiento de plantaciones para el su-1 3

113. Marx; El Capital, T. 1, p. 230.

2'»n
ministro de productos tropicales. Por eso, a fines del siglo 18,
precisamente cuando culminaba su revolución industrial (a la
que tanto había contribuido el tráfico negrero inglés), Ingla­
terra inició un amplio movimiento interno y externo tendiente
a la abolición del tráfico negrero.
El parlamento inglés aprobó la supresión del tráfico ne­
grero a partir de 1807. Se inició entonces una violenta arreme­
tida diplomática y armada para terminar con el tráfico negrero
de las Costas africanas. El objetivo no se dejó esperar: una
vez que éstas estuvieron “ limpias” de traficantes, Inglaterra
inició la conquista del Continente negro para iniciar así la for­

iSSBÉ
mación de sus colonias. Comenzaría la organización económica
de Africa siguiendo la coordenada de los intereses de la pro­
ducción mercantil inglesa. Igualmente, Inglaterra necesitaba
también eliminar (por los mismos motivos expuestos) el escla-
vismo en sus propias colonias de América. Y los intereses de
la producción mercantil inglesa, la llevaron a “ inmiscuirse” en
la vida doméstica de los países americanos, en los cuales In­
glaterra abogó por la eliminación de la esclavitud, como condi­
ción para establecer las nuevas relaciones diplomáticas y comer­
ciales con los países recién independizados de España.
La Inglaterra de la era industrial, necesitaba ampliar su
mercado al Nuevo Mundo, y ello sólo sería posible si en él pre­
dominaran las condiciones favorables para el trabajo libre, co­
mo fundamento del consumo de mercancías y de producción
ampliada de materias primas de origen agrario y minero. El
trabajo esclavo sólo puede dar origen a economías de subsis­
tencia, pues su productividad es muy baja y el esclavo no con­
sume mercancías.
En el siglo 19 Inglaterra controlaba el mercado mundial.
Era el mayor exportador de mercancías. El primer comprador
de las materias primas originarias de América. A sus casas
prestamistas acudían Estados y comerciantes latinoamericanos
en busca de créditos. Había financiado la Independencia Lati­
noamericana y sus legiones combatieron al lado de los batallones
criollos contra el colonialismo español. Desde comienzos de siglo
pasado, los países latinoamericanos se encontraban, en consecuen­
cia, bajo la dependencia económica y política de Inglaterra. Por
eso pudo exigir a las repúblicas latinoamericanas, como condi­
ción para el reconocimiento de su independencia, el compromiso
de suspender todo tráfico negrero <114).
Y las cosas fueron aún más lejos. En el primer tratado
suscrito entre Colombia e Inglaterra en 1825, ésta se abrogaba

114. Margarita González, “ El Proceso de Manumisión de Colom bia” , revista


Cuadernos Colombianos, N " 2, p. 150, Bogotá, 1974.
el derecho de registrar las naves de bandera colombiana, para
los efectos de impedir el tráfico esclavo; como contraprestación
nuestro país recibía el reconocimiento de Inglaterra. Y unos
pocos años antes, en 1821, el comisionado de su Majestad Bri­
tánica en Colombia, J. P. Hamilton, reportaba a Inglaterra que
la prohibición del tráfico se había incorporado a la ley de julio
de 1821, aprobada por el Congreso de Cúcuta. La nueva posi­
ción antiesclavista de Inglaterra influyó, indudablemente, en
el ánimo de los legisladores de 1821, quienes no sólo prohibieron
el tráfico, sino que estipularon también la libertad de partos
y la emancipación gradual de los esclavos, previa indemnización
a sus propietarios. El historiador J. F. King afirma que el sen­
timiento antiesclavista, de los legisladores de 1821, fue moti­
vado por la esperanza de verse halagados con el favor inglés <llr>'.

CONDICIONES INTERNAS. CONTRADICCION ENTRE


SECTORES TERRATENIENTES

Internamente, la liquidación del trabajo esclavo estuvo en­


marcado en nuestro país por el denominado proceso de acumu­
lación primaria de capitales. Factores de orden económico y po­
lítico. determinaron internamente la oposición a las formas es­
clavistas de producción.
Durante la época de la Colonia el trabajo esclavo, llegó
a ser uno de los pilares de la economía neogranadina, pues la
extracción de minerales preciosos se realizaba, fundamental­
mente, con negros y esclavos. Sin embargo, todo indica que en
las últimas décadas del siglo 18 las importaciones de nuevos
esclavos africanos se hicieron cada vez más escasas y difíciles
(debido a la oposición inglesa), al paso que aumentaban las re­
vueltas, el cimarronismo y las manumisiones, bien fuera por
compra de su libertad que los mismos esclavos efectuaban, o por
cambios de amos y libertades ordenadas por las autorida­
des <U6). Debido a lo precario de las estadísticas resulta difícil
determinar el número de negros libertos en vísperas de la In­
dependencia.
En 1778 el número de esclavos en la Nueva Granada era
de 60.122, sobre una población total de 769.997. Sin embargo,
la importancia de los essclavos no era cuantitativa. En efecto,1
6
5

115. Ibidem. pp. 174-183.

116. Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre Historia Social Colombiana, p. 71,
Universidad Nacional, Bogotá, 1968.
en el decenio 1784-93 las exportaciones fueron- de 21.052.594
pesos, de los cuales los “ frutos” solamente ^valieron 1.843.559
pesos, y lo demás era oro ni7>. Estas cifras no incluyen las ex­
portaciones de contrabando, representadas fundamentalmente en
oro. Y éste era extraído, básicamente con el trabajo esclavo.
Esta situación del comercio exterior seguiría con la misma es­
tructura hasta los años anteriores a la Independencia, cuando
las exportaciones de oro representaban las dos terceras partes
del total <118>. Hasta 1850 las exportaciones de oro significaban
un porcentaje fundamental del volumen total.
A partir de la década de 1850 se iría disminuyendo paula­
tinamente la cuota del oro dentro del volumen de las exporta­
ciones, debido a la decadencia económica del 'Cauca (principal
productor) y al ascenso de nuevos renglones, especialmente los
agrícolas impulsados con el proceso de acumulación primaria
de capitales (1850-1870).
Pero veamos cómo evolucionó la población colombiana y el
número de esclavos, tomando algunos años claves <lla>:

Año Población total Esclavos

1778 769.997 60.122


1825 1.223.598 28.330
1843 1.931.689 26.778
1851 2.243.729 16:468

El descenso de los esclavos, en términos absolutos y relati­


vos, con relación a la población total del país, tuvo diferentes
causas. Entre 1778 y 1825 hay que tener en cuenta la época
anterior a la Independencia y la posterior a ésta. Con anterio­
ridad a 1810 se redujeron las importaciones de negros bozales
como consecuencia de la nueva política inglesa. Posteriormente,
debido a las guerras de Independencia, el número de esclavos
descendió debido a que fueron vinculados a los ejércitos liberta­
dores, en donde encontrarían el camino a la libertad, según lo
dispuso el Congreso de Cúcuta de 1821. La ley de manumisión
de 1821 estipuló también la llamada “ libertad de vientres” , es
decir, la libertad para ios hijos de esclavas nacidos a partir de1*
8
7

117. Ospina V., obra citada, pp. 62-63.

118. Jaramillo Uribe, obra citada, p. 236.

119- Cuadro elaborado con base en Alberto Pardo, obra citada.


la vigencia de dicha ley. Se crearon también juntas y fondos
de manumisión para promover la libertad de esclavos. Sin em­
bargo, estos fondos fueron tremendamente exiguos hasta la dé­
cada del 50, y por lo general encontraron objetos de inversión
distintos a los de la manumisión. Un ejemplo diciente es el si­
guiente : en 1830 se manumitieron en Bogotá apenas 15 escla­
vos y en Antioquia sólo tres <120h Los eslcavistas utilizaron toda
clase de artimañas para hacer nugatoria la “ libertad de vien­
tres” y demás normas que tendían a la manumisión de los es­
clavos.
Según observamos en el cuadro anterior, entre 1843 y 1851
el número de esclavos se redujo considerablemente. Ello, como
consecuencia, del resurgimiento del tráfico negrero hacia 1840,
impulsado por Estados Unidos, España y Brasil. Aprovechando
esta circunstancia, los esclavistas colombianos participaron ac­
tivamente en la exportación de esclavos, especialmente hacia el
Ecuador <121>. Para hacer esto posible se interpretó la ley al
amaño de los esclavistas y se promulgaron normas que facilita­
ron la exportación de esclavos. Los terratenientes del Cauca y
de otras regiones intuían que ya las condiciones internas no
eran las más promisorias para el esclavismo. El gobierno, en el
que los terratenientes ejercían gran iflueneia, se deterioraban
y tocaba a su fin. ¡Había que aprovechar sus últimos años!
Hacia 1850 se consolida en el poder la alianza de la bur­
guesía compradora y algunos sectores terratenientes. El Estado
y la economía del país serían orientados siguiendo sus intereses
y los de la Metrópoli, a la que se encontraban vinculados econó­
mica y espiritualmente. La integración de Colombia al mercado
mundial exigía la acumulación de capitales en manos de la bur­
guesía compradora y de algunos sectores terratenientes. En los
primeros, para servir de vehículo de intercambio con la nueva
Metrópoli; posteriormente, para poder desarrollar nuevas acti­
vidades agrícolas y aún manufacturas.
Hacia 1850 se presentaría una contradicción entre los te­
rratenientes tradicionales (vieja aristocracia agraria), repre­
sentados en los esclavistas caucanos, y los nuevos (incluidos los
aspirantes) terratenientes. Los primeros constituían un grupo
económico y políticamente más poderoso, ya que eran los gran­
des productores de oro, el mayor renglón de las exportaciones
colombianas. Los segundos aspiraban a incrementar la produc­
ción de renglones agrícolas con grandes perspectivas en el mer­
cado internacional. Tenían una concepción económica clara
sobre la producción capitalista, basados en el trabajo asalaria-

120. Margarita González, obra citada, pp. 193-196.

121. Ibidem , p. 202.


<lo, que excluía al esclavo. Ya en 1821 decía Félix Restrepo en el
Congreso: “ Pero no hay que temer esa ruina que en tono tan
melancólico nos anuncian esos sombríos antropófagos (se refie­
re a los esclavistas). Por el contrario, la libertad de los esclavos
es el medio infalible, el único medio por donde pueden florecer
la agricultura y las minas” <122>. Esta contradicción se resolvería
en favor de la coalición de burgueses y terratenientes antiescla­
vistas.
La batalla la perdieron los terratenientes caucanos, ubica­
dos a! margen de la producción mercantil y situados geográfi­
camente por fuera del nuevo eje cómercial-agrícola que surgía
en el país. Su última batalla la libraron durante 1850 y 1851,
en los años en que fueron expedidas las leyes dando por termi­
nada la producción basada en el trabajo esclavista. Con Julio
Arboleda a la cabeza, el “ Viejo Cauca” libró su última batalla.
Fue derrotado. De ahí en adelante el Cauca, que desde la Co­
lonia era el eje económico del país, y durante la República ha­
bía jugado un papel político fundamental, comenzó a pesar
cada vez menos en la vida económica y política nacional.
La eliminación del esclavismo, catastrófico para el Cauca,
no tuvo tal incidencia en otras economías, tales como la de An­
tioquia, en donde el trabajo libre, fundamento de la producción
capitalista, coexistía y se imponía sobre el esclavo. Antioquia,
además, tomaría la senda del capitalismo en el campo, en tanto
que el Cauca continuaría con el viejo latifundio. Cartagena,
el tercer gran centro esclavista, seguiría con su importancia,
gracias al comercio externo.
En 1843 la población esclava se repartía en la siguiente for-
ma, según las provincias: <12s)
Cauca 3.843 Pamplona 775
Popayán 3.523 Mompós 715 -
Buenaventura 3.044 Neiva 510
Antioquia 2.730 Riohacha 411
Chocó 2.496 Mariquita 398
Pasto 2.304 Socorro 397
Cartagena 2.297 Vélez 203
Santa Marta 1.804 Veragua 184
Panamá 1.003 Tunja 37 é i-
Bogotá 802 Casanare 20
Como puede observarse en este cuadro, alrededor del 50 °/o
de la población esclava del país se encontraba en las provin­
cias caucanas. ■■ ■

122. Ibidem, p. 199.

123- Cuadro tomado de Alberto Pardo, obra citada, p. 174.


3. LA “ OPERACION RESCATE” , FUENTE DE CAPITALES

Una de las tres grandes contradicciones de la sociedad


colonial (analizadas en la Parte Segunda de esta obra) era
la que enfrentaba a esclavistas con esclavos. Siempre había aflo­
rado en los grandes procesos económicos y sociales de la vida
granadina (revolución de los comuneros, Independencia, etc. .
Continuaba sin resolver. Obviamente, el desenvolvimiento eco­
nómico del país había llevado la producción esclavista a retro­
ceder en muchos lugares, pero su estructura fundamental aún
subsistía. Ya analizamos las circunstancias externas e internas
que condujeron a la crisis total de las relaciones de producción
esclavista. ^
Pero no hubo una resolución revolucionaria a la contra­
dicción esclavista-esclavo. Ello porque la coalición burguesía com­
pradora-terratenientes estaba estrechamente vinculada a gru­
pos esclavistas. Esto explica que se hubiera optado por el ca­
mino de la indemnización a los propietarios de esclavos. Sólo
el grupo más retardatario de éstos, el del Cauca, que era refrac­
tario al avance de las relaciones capitalistas, saldría perdedor
política y económicamente. Los demás, se involucrarían como
beneficiarios, en el proceso de acumulación primaria de ca­
pitales.
Con el fin de no menoscabar económicamente a los pro­
pietarios de esclavos, se fijaron para la manumisión precios
de 2.000 reales para los menores de 40 años y de 1.500 para
los mayores de esta edad. A partir de la vigencia de la ley del
21 de mayo de 1851 (el primero de enero de 1852), se deter­
minó pagar con vales de manumisión, que se amortizarían anual­
mente. Desde 1850 los fondos de manumisión estaban consti­
tuidos por una extensa gama de recaudos: 1% de las rentas
provinciales, 1% de las sueldos pagados a los empleados pú­
blicos, 1% de los derechos de importación, donaciones de filán­
tropos, etc. . . Y a partir de 1851 un recaudo del 4% sobre las
rentas provenientes de capellanías y fundaciones piadosas. Este
impuesto fue el preámbulo a la confiscación de los bienes ecle­
siásticos en 1861.
Según Salvador Camacho Roldan, la indemnización de los
dueños de esclavos alcanzó a algo más de dos millones de pesos
en billetes sin interés,' que mantuvieron en el mercado un valor
del cincuenta al ochenta por ciento <124).
El trabajo esclavo, en consecuencia, fue abolido por el sis­

124. M encionado por Margarita González, obra citada, p. 239.


tema de “ rescate” , que caracterizó la eliminación de la servi­
dumbre en ciertas épocas del feudalismo europeo, especialmente
en países como la “ Rusia Zarista” . Este sistema se convirtió
en una fuente de capitales para los esclavistas. Estos, además,
obtendrían otra “ compensación” por parte del Estado: la eli­
minación de los impuestos que recaían sobre las explotaciones
mineras, denominados “ quintos reales” .
Y los fondos destinados a la “ indemnización de los escla­
vistas” fueron reforzados con nuevos impuestos a los bienes
de la Iglesia 'Católica, como ya lo vimos. Así, paradójicamente, la
Iglesia Católica, que había sido el gran soporte, “ espiritual”
del esclavismo durante la colonia, terminó en la República finan­
ciando con sus propiedades el pago de la libertad de los esclavos.
Capítulo XV

PAUPERIZACION Y ACUMULACION

Históricamente, el período de acumulación primaria de ca­


pitales ha estado siempre acompañado del fenómeno de la pau­
perización de los más amplios sectores populares. A partir de
1850, y durante el resto del siglo, subirían precios y salarios en
el país, como consecuencia del incremento de la producción y
del comercio exterior. En materia de precios hay muy poca infor­
mación para la década de 1850 y comienzos de la de 1860. Sin
embargo, puede afirmarse que entre 1850 y 1859 se registró un
alza continua en el costo de la vida O25). Entre 1860 y 1868, co­
mo consecuencia de la guerra civil, subió aún más el costo de
la vida. Tomando como base el año de 1864, puede observarse
en. el siguiente cuadro el aumento en el índice de precios en Bo­
gotá 1(126):
5
2

Año Indice de precios Año Indice de precios


de alimentos en de alimentos en
Bogotá Bogotá

1864 100 1884 134


1865 94 1886 127
1878 131 1891 275
1879 117 1892 276
1881 143 1894 353
1882 139 1897 410
1883 126

En el transcurso de 33 años se cuadruplicaron los precios.


Luego, como consecuencia de la guerra civil de fines del siglo
19 y comienzos del 20, el índice de precios ascendería en forma

125. Pardo, obra citada, p. 203.

126. Cuadro tomado de Com pendio de Estadísticas Históricas d e Colombia, M i­


guel Urrutia y M ario Arrubla, p. 85, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, 1970.
acelerada, llegando en 1904 a 7.888. Y hasta 1917 el alza sería
continua. En este año llegaría a 29.910 <127>.
Mientras se registraba tan desmesurada alza en los precios,
el sueldo mensual de empleados en Bogotá pasaba solamente de
$ 33.75 mensual en 1863 a $ 68.24 en 1896; y el de los obreros
en el mismo lapso, de $ 18 a $ 42 <128>. Es decir, mientras los
precios se cuadruplican, los salarios, escasamente se duplica­
ban. En términos generales, los índices más bajos del salario
real se ubican entre 1861 y 1880 <129h Y en el siglo 20, hasta
1917, se registraría un descenso en los salarios mensuales de
empleados y obreros y un incremento desmesurado de los pre­
cios como ya lo vimos.
El proceso de acumulación violenta de capitales iniciado
en la década de 1850 tuvo, al igual que en Europa, una de sus
fuentes en la mayor explotación de las clases trabajadoras.
Pero el cuadro de pauperización se amplió aún más con el in­
cremento de los desempleados y vagabundos, como consecuencia
de la expropiación de indígenas, campesinos y artesanos. Bogo­
tá afrontaba las consecuencias sociales de la pauperización.
En 1867 escribía Miguel Samper: “ Las calles y plazas de
la ciudad están infestadas de rateros, lazarillos, holgazanes y
aún locos. Hay calles y sitios que hasta cierto punto les pertene­
cen como domicilio. . . La noche pone exclusivamente a la dispo­
sición del crimen o del vicio todo cuanto hay de sagrado. Esce­
nas increíbles ocurren a pocos pasos de la Iglesia Catedral (13°).
La expropiación de los pequeños y medianos productores,
conllevó su proietarización o lumpenización. Decenas de miles
de antiguos aparceros y propietarios rurales se transformaron
en proletarios del campo dentro del amplio marco de coloniza­
ción de las regiones templadas y cálidas que se llevó a cabo
durante la segunda mitad del siglo 19. En cuanto a los artesa­
nos, víctimas de la expropiación o del destierro, engrosaron el
ejército de desempleados de las ciudades o se vincularon a las
explotaciones agrícolas. La marcha de Colombia hacia el capi­
talismo había ya cubierto la primera etapa. El mundo colonial
hispano, con sus instituciones y costumbres, comenzaba a que­
dar atrás en las principales regiones y centros económicos y po­
líticos del país.

127. Ibidem.

128. Ibidem, cuadro 7-A.

129. Pardo, obra citada, p. 234.

130. Miguel Samper, La Miseria en Bogotá, p. 10, Universidad Nacional de C o­


lombia, Bogotá, 1969.
La acumulación violenta de capitales desatada por la bur­
guesía compradora a partir de los años 1850 sería el gran acele­
rador del proceso económico colombiano. Como consecuencia, el
país se integraría en forma definitiva al mercado mundial capi­
talista de la era industrial y se acumularían capitales para pro­
mover el surgimiento del capitalismo en el campo, el nacimiento
de la banca colombiana y el establecimiento de manufacturas
capitalistas a finales del siglo 19.

Vous aimerez peut-être aussi