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Lo que a mí me faltan son

colores, ¿no te parece? Soy


verde, verde, todo verde. ¡Si
tuviera colores como las
mariposas…!

ORDENAR LA SECUENCIA NUMERANDO DEL 1 AL 3

RESPONDO MARCANDO LA OPCIÓN CORRECTA

EL ESTABA MUY  .
LA O LA LE DIJO FEO.

COMPRÓ LOS SIGUIENTES COLORES


“EL SAPO VERDE”
EL sapo Humberto estaba muy triste. No tenía ni ganas de saltar. Y es que le habían contado
que las mariposas andaban diciendo que él era un sapo feúcho, feísimo y requetefeo.
Feúcho puede ser-dijo Humberto mirándose en el agua de la charca-, pero…. ¡tanto como
requetefeo! Para mí que exageran. Tengo los ojos un poco saltones, eso sí Y la piel algo
gruesa…. ¡Pero tengo una bonita sonrisa!
Después de mirarse un rato, Humberto le comentó a una mosca: _ Lo que a mí me faltan
son colores, ¿no te parece? Soy verde, verde, todo verde. ¡Si tuviera colores como las
mariposas…!
Aunque la mosca no le hizo ningún comentario, el sapo se fue a comprar colores al
almacén de los bichos. Humberto se llevó el azul, el amarillo, el rojo, el rosa, y el naranja. El
verde no, porque ¿para qué va a querer el verde un sapo verde? En cuanto llegó a la
charca, sacó un pincel y empezó a pintarse: una pata, azul; la otra, naranja; una mancha
amarilla en la cabeza; una estrellita roja en el lomo; y el buche, rosa. Cuando terminó, el
sapo Humberto tenía más colores que cualquier mariposa. Cuando las mariposas del jardín
lo vieron, se acercaron a él.

-¡Feo! ¡Requetefeo!- dijo una de ellas tapándose los ojos con las patas. . -Y además de feo,
mal vestido- dijo una mariposa muy elegante. ¡Pobre Humberto! ¡Y él que estaba tan
contento! Tanta vergüenza sintió que se tiró a la charca para esconderse y se quedó un
rato dentro viendo como el agua le borraba los colores. Cuando salió todo verde, como
siempre, todavía estaban las mariposas riéndose como locas. ¡Ver-de! ¡Sa-po-ver-de! –
gritaban. Pero en ese momento, pasó por allí un ave muy hermosa: una calandria tan linda
que las mariposas se callaron para verla bien. La calandria se acercó a la charca para
beber un poco y peinarse las plumas con el pico. Allí vio a Humberto en la orilla, verde,
tristón y solo. Entonces dijo en voz bien alta: -¡Qué sapo tan guapo! ¡Y qué bien le sienta el
verde! Humberto le dio las gracias con su sonrisa gigante, y las mariposas perdieron los
colores de pura vergüenza. Y así se quedaron todo el verano, pálidas, sin color, casi
transparentes.

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