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Los costes de la mala calidad pueden clasificarse en costes de fallo internos y externos.
Se incurre en costes de fallo internos cuando los productos de mala calidad se descubren
antes de ser entregados a los clientes. Entre ellos se pueden señalar:
Costes de desperdicio: costes de los productos de mala calidad que deben ser
descartados, incluido trabajo, material y costes indirectos.
Costes de fallo del proceso: que surgen de la necesidad de determinar por que el
proceso está creando productos de mala calidad.
Costes de ruptura del proceso: derivados de la interrupción del proceso productivo
para reparar el equipo, etc.
Los costes de fallo externos son los que se producen después de que el cliente haya recibido
el producto, y se relacionan fundamentalmente con el servicio al cliente.