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No voy a mentir, ahora no me cae bien, pero tampoco mal. Ya no le amo, y menos le
quiero, pero tampoco le odio. No le deseo mal y sí, le deseo que tenga una buena vida.
¿Por qué?
Porque para mí y por mí, no es sano mantener un sentimiento negativo hacia alguien a
quien quise tanto. No es coherente y me aleja de la persona que soy, de quien quiero
ser.
Cuando nos enamoramos, amamos intensamente, nos vemos unidos a la otra persona por
el resto de nuestras vidas, imaginamos un futuro a su lado, cómo sería, qué pasaría. Todo
es perfecto.
Todos nos enamoramos de la persona equivocada, todos deseamos que sea la correcta, y
de igual manera, idealizamos un futuro prometedor con aquella persona que nosotros
creemos que nos hace felices.
Volvería a vivir el sufrimiento de un corazón roto, porque sin él, sin todo lo que viví a su
lado, no sería quién soy ahora.
Sin aprendizaje, autovaloración y amor propio, no podría agradecer nada por lo que
el día de hoy doy gracias.
Si no hubiera vivido esa relación, ahora no podría apreciar el hoy, lo que tengo, con quién
estoy. Sin aprendizaje no hay ganancia.
Gracias porque fui feliz, gracias porque fui triste. Gracias por el aprendizaje.
Amar a la persona equivocada es lo mejor que puede pasarte, porque sabes que la
persona correcta superará el sentimiento.
Y en este momento, yo soy mi persona correcta, aprendí a amarme como no sabía que
podía amar. Aprendí a ser feliz sin depender de alguien, y sólo así, puedo compartir la
felicidad.
Aceptando quién soy, lo que conlleva, con defectos y virtudes, absolutamente todo.
Mi vida no sería igual sin haberlo conocido, aprendí a ser mejor persona. Ninguna
experiencia vale si no has crecido con ello. De lo bueno, y sobretodo de aquellas
desagradables.