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Para valorar la utilidad según una metodología , comenzaremos analizando qué significa la palabra método.
El origen etimológico de esta palabra se remonta a dos términos griegos: metá (según) y odós (camino). Así, el método
implica guiarse según un camino, es el “procedimiento para hacer algo”,o el “modo de decir o hacer con orden una cosa”.
La metodología es el tratado del método, el arte de aplicar el método o los métodos más convenientes a una actividad
determinada para lograr con mayor perfección y facilidad el objetivo que se busca. Aplicando esto al estudio , podemos decir que
seguir una metodología lo ayudará a no perder tiempo y a alcanzar con mayor plenitud su meta: la apropiación verdadera y
duradera del conocimiento.
El filósofo Collin decía: “No basta con tener buen ingenio, lo principal es usar bien de él. Generalmente hablando, sin
método no se logra nada”.
Practicar los métodos permitirá el nacimiento de “hábitos”, que son disposiciones interiores que se adentran en la persona
y constituyen una segunda naturaleza. Si Ud. logra adquirir hábitos de estudio, podrá aprovechar sus potencialidades y logrará
mejor y más rápidamente los fines que se ha propuesto.
Educación a Distancia. Autor: Martha Menca?
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palabra-claves
simple imagen
(significado rimas
externo) y abreviaturas
Elaboración códigos
Formar redes
De conceptos
Organización identificar
Jerarquizar estructuras
Hacer mapas
Conceptuales
Habilidades organizativas
Habilidades analíticas
Habilidades de comunicación
Habilidades sociales
Habilidades metacognitivas
APRENDER A ESTUDIAR
I. Motivación: Proponerse una meta es algo fundamental y básico para dirigir y mantener el esfuerzo : te
motiva
Concentración: El que algo te resulte interesante o no, depende de ti mismo no de lo que tienes que estudiar.
Piensa positivamente de la asignatura y lograrás que te interese.
Lugar de estudio: Utiliza la mesa de estudio solamente para tu trabajo.
.Coloca la lámpara a tu izquierda para que la luz llegue inclinada y sin interrupciones.
. No emplees el lugar de estudio para ninguna otra actividad ; si quieres leer revistas o escuchar música, te
recomiendo que lo hagas en otro lugar.
. Si tienes que estudiar en otro sitio, por ejemplo en el cuarto de estar, pide a tus familiares que hagan el menor
ruido posible para evitar distracciones.
Tiempo de estudio: Regla de oro: Planifica bien el horario de tu trabajo y cumple con la planificación.
Si no haces un horario perderás mucho tiempo.
Cumple diariamente con el horario que te has marcado.
Sé realista: señala un tiempo para otras actividades que no sean el estudio.
Negocia con el tiempo, no permitas que te lo roben.
Haz un horario de actividades y escríbelo.
Después reflexiona y contesta estas preguntas:
. qué asignaturas te cuestan más y cuánto tiempo les dedicas.
. que signaturas te resultan fáciles y cuántos las estudias.
.cuándo estudias mejor; por la mañana, por la tarde, o por la noche.
.cuántas horas duermes.
. cuánto tiempo dedicas al descanso y cuánto al juego.
V. Eficacia en el estudio:
Escuchar: saber escuchar es estar pendiente de lo que otro dice. Es una actividad, no un descanso.
“Yo creía , yo pensaba... es la manera más elegante de decir no estaba escuchando, estaba distraído . ¿Cuántas
veces repites este estribillo? Es el mejor termómetro de tu falta de atención o desinterés.
Recuerda. Tu capacidad de escucha y atención es la base para el éxito en tus estudios.
Hacer esquemas: Preparar un esquema es, básicamente , un problema de comprensión de relaciones.
Hacer un esquema siempre te obliga a pensar, y pensar es aprender.
Un esquema tiene dos fines:
l) cuando se trata de escribir, sirve para organizar con anterioridad las ideas y poder expresarlas después con
claridad.
2) Cuando se trata de estudiar o leer, ayuda a descubrir las relaciones existentes para, tras analizarlas, comprender
mejor lo expuesto.
Tomar apuntes:
. Anotar títulos globales y parciales.
. Transcribir con exactitud nombres propios, fechas y palabras clave.
.Usar abundantes abreviaturas.
. Eliminar todo lo que sea explicación de adorno.
. Copiar literalmente las definiciones.
Al preparar un examen ten en cuenta lo que supones que te va a preguntar tu profesor y la manera en que suele preguntar. Un
examen es también el arte de adivinar.
El día anterior al examen echa un vistazo rápido a todo lo que has estudiado, anota alguna idea o concepto que aún no tienes bien
asimilado y no trasnoches, pues llegarás cansado al examen y tu rendimiento será inferior. Duerme lo suficiente: las horas que
acostumbras en condiciones normales.
A la mañana siguiente mira de nuevo la materia. No se trata de aprender nada: revisa los puntos anotados el día anterior y mantén
tu mente despierta: antes de emprender un viaje, el conductor pone el motor en marcha, y lo deja algunos segundos para que se
caliente a fin de que después no se cale.
Cuando comiences a contestar el examen:
. Lee primero, todas las preguntas. Asegúrate de que comprendes bien en qué consiste la prueba.
. Ten en cuenta todas las normas que ha dado el profesor, o que están escritas en el ejercicio , para su realización (sobre
todo si se trata de un examen objetivo o de preguntas en forma de cuestionario).
. Asegúrate de que contestes a lo que se te pregunta, sobre todo cuando te piden desarrollar temas o analizar extensamente
datos concretos. Hay alumnos que no contestan a lo que se pregunta, sino a lo que creen que preguntan o tienen una idea en la
cabeza y contestan conforme a ella porque es lo que mejor se saben.
. Hacer bien un examen no siempre consiste en escribir mucho. A veces el escribir mucho proviene de no tener las ideas
claras o no estar seguro de las respuestas. El comentario del profesor será “que hay mucha paja” o que “te han enrollado mucho” y
la nota será menor.
. Expón directamente lo importante y preséntalo de una manera clara y breve (excepto si te han dado otras consignas o se
trata de un ejercicio literario.
. Distribuye bien el tiempo con que cuentas. Concéntrate en el trabajo pero no te apresures ni te pongas nervioso. De vez
en cuando consulta el reloj para no entretenerte en una sola pregunta si tienes muchas que resolver y el tiempo es limitado.
. Escribe con buena letra o, al menos legible. Dejar márgenes, espacios entre preguntas, etc.
. Si viene al caso, haz diagramas , resúmenes, esquemas , dibujos,... Todo ello aclara conceptos y mejora la presentación
creando una actitud inicial favorable en el profesor.
. Al terminar no te desentiendas de lo que has escrito. Revísalo todo con cuidado por si te falta algo: acentos, palabras mal
escritas, redacción confusa, en fin, todo aquello que pueda indicar negligencia.
. Asegúrate de haber escrito tu nombre , curso, fecha, y demás indicaciones pertinentes.
Diez, Enrique. Aprender a estudiar. Cómo prevenir el fracaso escolar. Madrid. Publicaciones ICCE
TEST DE EVALUACIÓN DE LOS HÁBITOS DE ESTUDIO (I)
Consigna: marcar con una cruz la respuesta que corresponda con el fin de determinar los hábitos de estudio a corregir.
Cristalli, MartaG.- Hilda A.Marinelli y Martínez de Pérez, Norma. Metodología de estudio. Técnicas para el aprendizaje
independiente. Bs. As. Marymar, ................
EJEMPLO DE APUNTES POR PALABRAS CLAVE.
Los elementos existentes sobre la corteza terrestre se subdividen en dos grandes grupos: metales y no metales. Todos los
elementos se clasifican según sus propiedades físicas y químicas. Los metales, a diferencia de los no metales, generalmente son
buenos conductores ya sea de la electricidad como del calor. La mayor parte de los metales son maleables, es decir,, pueden ser
trabajados en placas; esta propiedad les falta a los no metales. Algunos metales son además dúctiles, pueden ser trabajados en
delgados hilos; esto, por lo general , no es posible en el caso de los no metales. Los metales son generalmente brillantes , reflejan la
luz, y tienen una alta densidad, diferenciándose también en esto de los no metales.
Notemos que el subrayado hace de guía en la toma de apuntes, ya que identifica las palabras-clave.
Metales:
.buenos conductores del calor
. maleables
. dúctiles
. brillantes
. reflejan la luz
. elevada densidad
No metales : propiedades opuestas.
SERAFINI, María Teresa, “Cómo se estudia. La organización del trabajo intelectual”. Barcelona, Paidós, 1991, págs. 80-88
TEXTO EXPOSITIVO
Por Emilio Sánchez catedrático Departamento de Psicología evolutiva y de la Educación
Universidad de Salamanca
¿Por qué necesitamos enseñar estrategias de comprensión? Al fin y al
cabo, y como sostienen muchos profesores de nuestros días, generaciones
y generaciones de alumnos no han necesitado una ayuda específica para
operar con los textos. ¿Por qué ahora? Esta idea se acompaña muchas
veces de otra igualmente muy extendida: que en vez de avanzar,
retrocedemos. Esto es, que estamos creando, como se advierte desde
muchos medios de comunicación, una generación de «analfabetos
funcionales». Naturalmente, esta segunda idea parecería que debería
movilizarnos a enseñar lo que los alumnos no parecen aprender. Pero, por
paradójico que resulte, quien asiste conmovido a este supuesto naufragio
educativo puede asumir también la idea de que «hay ya demasiados paños
calientes» como para detenerse a enseñar lo que –y es otra idea
generalizada– acaba siendo una colección de obviedades. En otras
palabras, el problema –se nos viene a decir– no está en la enseñanza,
sino en unos aprendices consentidos y un entorno complaciente que les
aparta irresponsablemente del único camino que puede salvarles: el del
esfuerzo, el compromiso, la exigencia…
Por supuesto, cada una de esas ideas tiene una base cierta –como
enseguida veremos– pero entrelazadas en un discurso como el que acabamos
de glosar resultan profundamente erróneas. Veamos por qué es globalmente
erróneo y también qué tienen esas ideas de verdad.
¿Realmente estamos fracasando?
Una primera cuestión que convendría tener muy en cuenta para contestar
esta inquietante pregunta es que estamos ante un reto educativo y
cultural que carece de precedentes. Esto es, nunca antes se había
planteado como «ahora» lo estamos haciendo la posibilidad de enseñar a
toda la población una habilidad tan compleja como lo es el uso de la
lengua escrita. Tal y como hemos argumentado reiteradamente (véase
especialmente en Sánchez, 1996), podemos constatar que, si bien todas
las culturas consiguen –aparentemente sin grandes esfuerzos– que algunos
de sus integrantes logre una competencia total en una actividad (sea,
por ejemplo, la escritura en el caso de los escribas del mundo antiguo)
o que todos sus miembros evidencien algún grado de maestría en un cierto
número de tareas básicas (manejar electrodomésticos, alcanzar algún
grado de alfabetización), resulta, por el contrario, excepcional que una
sociedad proponga a todos alcanzar una competencia plena en un dominio.
Este es, precisamente, el caso de la lengua escrita en nuestros días,
cuando se asume que los alumnos de la Educación Secundaria han de ser
capaces de adquirir nuevos conocimientos leyendo textos ajenos o de
reconstruir sus pensamientos creando otros propios; unos logros que
hasta hace apenas unas décadas eran alcanzados únicamente por una
minoría (cada vez más amplia, eso sí) de la población.
Una manera de visualizar la magnitud de semejantes logros es apelar a
dos figuras históricas que encarnan nuestros ideales educativos sobre la
lengua escrita. La primera de ellas es San Ambrosio de Milán (siglo IV
d.C.), quien despertaba la admiración general por ser capaz de leer
sirviéndose únicamente del movimiento de sus ojos, prescindiendo –como
era entonces habitual– de la oralización. Ocho siglos más tarde,
Averroes se ganó el respeto de los estudiosos occidentales por su
talento «para hacer suyos» los textos –entonces poco conocidos– de
Aristóteles y recibió por ello el nombre, especialmente gráfico para
estas páginas, de «El comentador». Llegados a nuestros días, lo
excepcional es que alguien no haya logrado reunir las dos competencias.
Y así, quienes hoy día no pueden recorrer la página impresa a la
«velocidad de un rayo» pueden ser considerados «enfermos» y quienes no
pueden encarar el aprendizaje de nuevos conceptos («comentar») a través
de la lectura de un texto engrosan las filas del «fracaso escolar».
¿Cuánto cuesta ser un lector experto?
Una idea muy común es que los alumnos adquieren esa mecánica lectora –un
proceso, insistimos en ello, «tonto», minúsculo…– muy rápidamente y que,
en todo caso, su influencia es (o debería ser) despreciable en el
resultado final: la comprensión de lo que se lee. Ahora bien, ¿qué
sabemos al respecto? Los datos reunidos por distintas pruebas de
evaluación (PROLEC, TALE) indican que tanto la precisión como,
especialmente, la rapidez con la que se reconocen palabras van mejorando
paulatinamente a lo largo de la educación Primaria y Secundaria. Mas lo
importante es saber si esas diferencias entre cursos y dentro de un
mismo curso son o no relevantes. Por ejemplo, podría ocurrir que a
partir de cierta edad –quizás en 3º de Primaria– dejaran de serlo: en
semejante situación, unos alumnos leerían más deprisa o con mayor
precisión que otros, pero al final lo que contaría serían otras
habilidades más notables; por ejemplo, su capacidad para entender las
intenciones del autor del texto o para reparar en posibles
inconsistencias (dos habilidades muy tardías, por otro lado). El otro
escenario sería que esas «tontas operaciones mentales» que transforman
ortografía en fonología siguieran siendo determinantes.
Seguramente, la mayor parte de los lectores preferirían la primera
opción, pero lo cierto es que contamos con muchas evidencias de que la
habilidad de los alumnos para reconocer palabras aisladas tiene
repercusiones en lo que obtienen de la lectura de un texto. En uno de
nuestros trabajos esa influencia es apreciable incluso en alumnos de 6º
de Primaria, de tal manera que si comparamos dos alumnos de 6º que
tengan los mismos conocimientos previos, la misma capacidad de memoria y
la misma habilidad para operar con las intenciones del autor, el que lea
más rápido comprenderá un poco mejor. Naturalmente, quien comprende «un
poco mejor» tiene más probabilidades de involucrarse en más experiencias
lectoras, y esto, de rebote, ocasionará «una mecánica lectora más
eficaz» que ahondará las diferencias previas de los alumnos. En
definitiva: «cuanto más, más».
Estos resultados, dicho en otras palabras, muestran que estamos ante un
proceso acumulativo muy prolongado en el tiempo y en el que las
diferencias que se van produciendo entre los alumnos respecto de
cualquiera de las habilidades implicadas (incluso las más elementales o
«tontas») repercuten en los logros globales alcanzados. ¿Somos
conscientes de que nunca antes nos habíamos propuesto que toda la
población se involucrara en un exigente aprendizaje acumulativo que dura
como mínimo diez años? Dicho en otros términos, quizás hayamos
minusvalorado la magnitud de la tarea de universalizar competencias; y
si así fuera, correríamos el riesgo de no entender cabalmente la tarea a
la que se enfrentan los profesores y nuestra cultura en general.
Por supuesto, cuando se hacen públicos los datos del informe del
Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (PISA), tan
citado como mal interpretado, esta serena manera de encajar las
dificultades se ve fácilmente desplazada por una decepción poco menos
que inconsolable. Por ejemplo, el informe PISA muestra que,
efectivamente, un amplio número de escolares de 15 años de los países
integrados en la OCDE está lejos de haber alcanzado los ideales de la
alfabetización. De forma más precisa: sólo un 5% de los alumnos
españoles muestran una capacidad de lectura crítica (un 8% en la OCDE)
¿Aterrador? Peor aún, en Finlandia –casi, casi, el mundo escolarizado
perfecto– lo consiguen sólo uno de cada seis alumnos, esto es, el 15%.
Tantos años escolarizados, tanto esfuerzo dedicado por personas
«educadas», y al final, sólo un 8% de nuestros alumnos alcanza nuestros
ideales (al menos a los 15 años).
Para llegar a ser experto
K. Anders Ericsson ha estudiado la trayectoria que conduce a
violinistas, tenistas o ajedrecistas a la maestría. En esencia, este
autor sostiene que hay tres rasgos que caracterizan esas trayectorias.
1. Es un proceso prolongado. Uno de los resultados más consistentes es
que para llegar a ser expertos en esos dominios se requiere una
experiencia de formación muy prolongada en el tiempo. De hecho,
parece cumplirse aquí la denominada regla de los diez años,
establecida por primera vez en el trabajo pionero de Simon y Chase.
2. Es un proceso muy selectivo. Como resulta notorio, no todos los que
se inician en una actividad alcanzan un nivel de excelencia. Al
contrario, los datos muestran que según se eleva el grado de
maestría exigido, en esa misma medida crecen los abandonos. ¿Se
imaginan a un preadolescente sugiriendo a sus padres: «¡Oye, que lo
dejo!», refiriéndose no al judo o al ajedrez, sino a la lectura y
la escuela?
3. La práctica deliberada. Ya hemos visto que no todas las personas
que se inician en un dominio alcanzan las etapas finales de
maestría. ¿De qué depende entonces el éxito? Para Ericsson (1993)
un factor fundamental es que los aprendices experimenten lo que
Ericsson denomina una práctica deliberada, que en esencia contiene
dos condiciones generales:
El interés del trabajo de Ericsson es haber demostrado que la práctica
deliberada brilla por su ausencia en el caso de aquellos que simplemente
son aficionados. Más relevante aún, la práctica deliberada no sólo es
necesaria para alcanzar niveles progresivos de maestría sino para
mantener o conservar el nivel de maestría que se hubiera alcanzado.
Por Emilio Sánchez Catedrático Departamento de Psicología evolutiva y de la Educación Universidad
de Salamanca
Una segunda idea es que aprender a comprender los textos está doblemente
unido al éxito en el aprendizaje de los contenidos curriculares. En un
sentido, el más obvio, cabe sostener que la competencia para comprender
los textos es un instrumento para aprender: quien mejor lectura
comprensiva tiene, mejor y más aprende acerca de los contenidos
curriculares. Pero también cabe argumentar a favor del otro sentido, es
decir, que la competencia lectora es una consecuencia de ese mismo éxito
académico que lleva a leer más o al menos con más convicción, lo que
facilita que el alumno, al mismo tiempo que adquiere conocimientos,
repare en ciertas propiedades de los textos y de su propio
comportamiento cuando se enfrenta a ellos. Como consecuencia, cabe que
los alumnos aprendan estrategias de comprensión a través de una
enseñanza explícita fuera del contexto del aula, pero, en último
término, esas estrategias habrán de ser útiles dentro de ella y
encontrarán en ella la mejor plataforma para su desarrollo. Llamaremos a
esta segunda idea: contextualización curricular.
La tercera idea, coherente especialmente con la anterior, se refiere a
cómo lograr que la experiencia con los textos tenga un sentido genuino.
En otras palabras, se trataría de hacer lo posible para que la lectura
de los textos esté inserta en proyectos cuyos objetivos últimos resulten
relevantes a los alumnos y para cuyo desarrollo sea necesario utilizar
los textos escritos de una manera comprensiva y comunicativa. Se crearía
entonces una experiencia de sentido, que es vital, dado que estamos
intentando mantener vinculada a toda la población con un proyecto de
formación que ha de durar años. Repárese que en el punto anterior se
hablaba de la necesidad de conectar la enseñanza de estrategias de
comprensión con el resto de la vida del aula, mientras que en éste se
trata de conectar la vida del aula con el resto de la vida.
«Es sabido que la Tierra tiene movimientos como el de rotación y el de
traslación. Pero otros movimientos, definitivamente menos conocidos pero
no menos importantes, son los de precesión, nutación y balanceo».
Sobra advertir que es más difícil reunir visibilidad, contextualización
y sentido, que sólo visibilidad. Y que lo mejor es a veces enemigo de lo
bueno.
En todo caso, es interesante señalar que «aprender» a llevar a cabo este
tipo de actividad mental es más exigente que leer cansinamente el texto:
reclama más compromiso, autonomía, responsabilidad, autoexigencia… Por
esta razón, podemos decir que enseñar a comprender es, en definitiva,
«exigir» más a todos, no menos. La contrapartida a ese incremento de
exigencia es que debemos proporcionar más ayudas iniciales, y entre
ellas, como acabamos de ver, está la de diseñar un contexto que
proporcione una experiencia de sentido que justifique ese esfuerzo de
modelar una determinada estrategia.
Por supuesto, esta experiencia con los marcadores será más valiosa si
los alumnos experimentan que gracias a esa atención renovada al texto es
más fácil afrontar el resto de las tareas escolares. De forma más clara:
la razón más poderosa para reparar en la importancia de conectores o
marcadores como «un segundo problema» (que nos permite saber que ya se
ha expuesto un problema y se van a exponer otros), es que resultan
vitales para intentar comprender asuntos como por qué se hundió el
imperio romano al final del siglo V o se configuró el reino de España
diez siglos más tarde (¡¡dos problemas apasionantes!!). Así, quien
fracasa en la comprensión de esas dos nociones históricas (en parte, sin
duda, por problemas en la lectura) se despega también y sin querer de
las sutilezas del lenguaje escrito, lo que a su vez irá limitando su
capacidad para adentrarse en otras nuevas nociones y le alejará aún más
de los textos. Y más importante aún, conseguir comprender esos
contenidos escolares les sirve para alcanzar objetivos llenos de
sentido.
El resto de las estrategias de comprensión comúnmente propuestas figuran
en el Cuadro I. Por ejemplo, autocuestionarse consiste en hacerse
preguntas uno mismo sobre lo que se ha leído (¿Qué es un calzado
deportivo?, ¿Por qué es bueno que sujeten los tobillos?) y en valorar
qué tipo de preguntas son más relevantes (¿Es igual de relevante
respecto del texto del calzado preguntarnos qué es un calzado deportivo
o por qué es importante que los calzados deportivos sujeten la
articulación del tobillo?). La estrategia de visualizar tiene que ver
con técnicas para representar los contenidos y las relaciones que cabe
establecer entre esos contenidos derivadas del texto: creación de mapas
conceptuales, esquemas, etc. Predecir, como se indica en el cuadro,
consiste en aprender a anticipar qué contenidos son probables atendiendo
a lo leído.
Hemos venido insistiendo en que operar estratégicamente es costoso en sí
mismo. No es algo que se adquiera de un día para otro, sino un tipo de
actividad que necesita ser suscitada diariamente para afrontar las
tareas de la vida escolar. Pese a ello, no deja de llamar la atención la
dualidad de imágenes que emergen de la investigación educativa. Cuando
se trata de proponer nuevas formas de emprender la práctica educativa,
la imagen que se proyecta es que con esas prácticas el alumno se implica
más, está más motivado, es más activo y más autónomo... ¡Un mundo feliz!
Pero cuando se analiza la interioridad de lo que supone ser activo,
implicarse más, estar más motivado..., lo que encontramos es más bien un
alto nivel de atención sostenida, algún grado de renuncia y una fuerte
dosis de autodeterminación. Algún día habría que coordinar las dos
imágenes, pues en caso contrario será difícil que un profesor pueda
interpretar cabalmente lo que acontece cuando se adentra en esa senda
que se le propone: ¡¡puede que de entrada no sea bien recibido!!
Esto nos lleva a una última reflexión. Por supuesto, saber qué se puede
o qué se debe hacer es imprescindible para cambiar la práctica
educativa, pero igual de importante es saber qué es lo que realmente se
hace (esto es: qué es lo que cada uno como profesor hace realmente
cuando utiliza un texto en el aula). La razón es muy sencilla de
entender: para introducir cambios en lo que uno hace debe saber en qué
consiste eso que está haciendo, de la misma manera que para entender un
texto, el lector debe tener presente qué es lo que ya sabe de ese texto.
De igual modo, aunque resulta más atractivo reunir los tres principios
instruccionales de los que hemos hablado (visibilidad, currículo y
sentido), la capacidad de cambio que podemos asumir es limitada y
habremos de conformarnos con dar pequeños pasos. Por esa razón,
deberíamos plantearnos muy seriamente la necesidad de anticipar qué tipo
de cambios son más factibles.
Desgraciadamente, aunque hay un amplísimo número de trabajos en los que
se prescribe cómo se debe enseñar estrategias o proponer experiencias de
aprendizaje llenas de significado y sentido, escasean los que describen
lo que profesores «normales» realmente llevan a cabo respecto de estas
metas, y brillan por su ausencia los que aclaran las dificultades de
quienes intentan dar un paso para ser más reflexivos, estratégicos o
significativos. En estas condiciones el cambio se vuelve difícil incluso
en el caso de que los profesores tengan un empeño real por cambiar sus
prácticas. Hemos llevado a término estas ideas en dos ámbitos
diferentes: el del asesoramiento (Sánchez, 2000) y el de la enseñanza de
estrategias de comprensión (Sánchez, Rosales y Suárez, 1999). Y en los
dos casos, hemos identificado la existencia de obstáculos que dificultan
consolidar los cambios, esos cambios que, por lo que se ve, no nos
cuesta mucho trabajo proponer… a los demás.
Cuadro I
Propuesta comúnmente aceptada sobre qué y cómo enseñar para desarrollar
la comprensión lectora.
Qué enseñar (estrategias)
Predecir
Pensar en voz alta.
Operar con la estructura de los textos.
Visualizar la representación del texto.
Resumir.
Autocuestionarse.
Crear metas de lectura, supervisar y evaluar.
Cómo enseñar (enseñanza explícita)
Definición explicita de estrategias: «Una
predicción es…»
Uso independiente de estrategias.
Situaciones educativas
Leer mucho.
Leer textos por razones auténticas: sentido.
Experimentar diferentes tipos de géneros.
Acompañar la lectura con comentarios de alto nivel
de calidad acerca del texto.
Por Daniel Cassany Profesor Departamento de Traducción y Filología Universidad Pompeu Fabra, Barcelona.
Para prepararse
Muy raramente leemos sin propósito, ignorando el tema del texto o sin
expectativas respecto a lo que encontraremos. Por ello es importante
realizar actividades para contextualizar el texto, activar los
conocimientos previos, anticipar lo que se va a comprender y ofrecer
motivos para leer. Éstas suelen tener dos pasos: en el primero el
docente da datos sobre lo que se va a leer y en el segundo el aprendiz
anticipa aspectos de la lectura:
1. Títulos. A partir de algún título (principal, subtítulo, titulares
periodísticos) el aprendiz explica de qué tratará el texto.
2. Imágenes. A partir de imágenes relacionadas con el texto (portada,
dibujo, foto) el aprendiz explica cómo se imagina el protagonista,
la historia, el escrito, etc.
3. Última frase. Conociendo la última frase (del cuento, de la
noticia), el aprendiz conjetura sobre lo que puede ocurrir para
llegar a este desenlace.
Para comprender
No leemos palabra por palabra, ni línea a línea. Lo corriente es ir a
buscar directamente en el texto lo que nos interesa, saltándonos el
resto. A veces, leemos dos o más veces para hallar cosas diferentes.
Para ello usamos dos estrategias básicas:
Durante la lectura, combinamos estas dos estrategias para dar respuesta
a nuestros propósitos. Primero echamos un vistazo general y luego
escaneamos el fragmento concreto que nos interesa. Es conveniente que
las tareas de lectura faciliten también el desarrollo de estas dos
estrategias. Para ello, es importante: a) formular al aprendiz la tarea
antes de empezar a leer; b) ofrecer primero una tarea sencilla, más
general, para familiarizarse con el escrito; y c) plantear después otra
más exigente, que requiera releer fragmentos concretos. Veamos ahora
algunas técnicas para favorecer el uso de estas estrategias. Este primer
grupo es de respuesta única o cerrada:
3. Relacionar. El alumno relaciona textos breves o fragmentos de texto
(anuncios, descripciones, publicidad) con los dibujos o las fotos
correspondientes (de casas, personas, productos, etc.).
4. Transferir datos. El estudiante realiza un esquema predeterminado,
o lo completa, a partir del contenido del texto. El esquema puede
tener varias formas o tipos: puede ser algún tipo particular de
representación de alguna disciplina, como el diagrama de flujo en
la técnica, la pirámide de edad en sociales, la cronología en
historia, etc. También puede ser un esquema más general, como un
mapa de ideas, un esquema de llaves o uno decimal. Igualmente se
pueden usar mapas de carreteras o desnivel, planos de ciudades o
planos de casas, para describir trayectos y espacios.
3. Expandir el texto. El estudiante hace suposiciones sobre cómo sería
el texto cambiando alguna variable (lugar, momento, situación,
protagonista, etc.). Incluso se pueden hacer tareas más creativas a
partir de frases como: si el protagonista fuera un pato, si lo
ocurrido hubiera pasado en un avión... La tarea permite revisar
indirectamente la comprensión de todo el texto original.
La secuencia más idónea para trabajar en clase todas las técnicas es la
siguiente: a) el aprendiz lee el enunciado; b) individualmente busca en
el texto la respuesta; c) compara su respuesta con la de uno o dos
compañeros, d) se relee el texto conjuntamente para resolver las
divergencias en las respuestas cerradas o para profundizar en las
respuestas abiertas, y e) se comenta brevemente a nivel de grupo clase.
Sin duda, la herramienta más poderosa para fomentar la comprensión es el
diálogo entre aprendices de lector y el docente.
Para releer e interpretar
Sin duda existen varios niveles de comprensión: podemos leer las líneas
(lo literal), entre líneas (lo implícito) y detrás de las líneas (la
ideología o el punto de vista, los valores y los presupuestos). Hoy en
día resulta muy importante alcanzar este tercer nivel de comprensión,
puesto que tenemos acceso a discursos que proceden de diferentes
culturas, lenguas, comunidades, religiones y razas. Este grupo de
propuestas se centra en este nivel y propone al aprendiz que relea el
texto para comprenderlo todavía mejor y para elaborar una interpretación
más fundamentada.
1. ¿Quién es el autor? A partir de la lectura atenta del texto, el
aprendiz debe conjeturar si el autor es hombre o mujer, mayor o
joven, español o de otra nacionalidad, de derechas o izquierdas,
machista o feminista, ecologista, profesional, etc. Si el escrito
es coloquial, el aprendiz también puede inferir la procedencia
geográfica del autor a partir de algunas variantes dialectales.
3. Hacer preguntas. El estudiante debe formular preguntas sobre varios
aspectos del texto: argumentos poco claros, razonamientos
incomprensibles, dudas, etc. Sirve para facilitar el control
metacognitivo sobre la comprensión, puesto que el aprendiz debe
tomar conciencia de lo que no sabe.
4. Textos paralelos. Son textos referidos al mismo hecho o tema, como
una noticia en periódicos diferentes, dos biografías de un mismo
personaje, dos narraciones de un hecho, etc. El aprendiz debe
compararlas e inferir la ideología de cada una, las principales
diferencias, puntos de vista, intereses, etc.
En este tipo de tareas todavía es más conveniente que el aprendiz tenga
la oportunidad de comentar con uno o dos compañeros sus respuestas, para
poder tener diferentes puntos de vista sobre la lectura.
Recursos
Sin duda las tareas de lectura varían mucho según el género y el tema.
Contra la idea homogeneizadora y simplista de que todos leemos siempre
del mismo modo, hoy se postula una visión más social, diversa y
versátil: cada tipo de texto usa el lenguaje de forma particular y en
cada situación leemos de manera diferente. Además de ofrecer al aprendiz
una gama variada de lecturas, es relevante proponer tareas que se
adapten a cada recurso. Veamos cuatro ejemplos, a título orientativo:
1. Prensa. Las diferentes secciones de un periódico o de una revista
ofrecen prácticas lectoras y géneros textuales diversos, que
permiten acercar al aprendiz a la actualidad y al uso más vivo del
lenguaje. El aprendiz puede hacer seguimiento diario de una
noticia, identificar los argumentos a favor o en contra de una
tesis en un editorial o una crítica, rescribir con palabras
corrientes los anuncios breves, buscar metáforas en las crónicas
deportivas, relacionar los iconos meteorológicos con la descripción
escrita, etc.
3. Juegos. Muchos juegos lingüísticos, como los crucigramas, las sopas
de letras, los damerogramas o los jeroglíficos requieren tareas
atentas de lectura, más o menos creativa. No hay que despreciar de
ningún modo el esfuerzo cognitivo y la práctica lectora que supone.
El estudiante desarrolla la lectura intentando resolver estos
juegos, pero también planteando otros nuevos.
4. Internet. Hoy los jóvenes buscan la información que necesitan en la
red. En Internet no hay controles de calidad y rigor como en las
bibliotecas, por lo que la información actualizada y veraz se
mezcla con la imprecisión, la propaganda o la falsedad. Es muy
urgente enseñar a leer críticamente a los chicos en la red: a
descubrir el autor de un recurso, a desconfiar de los desconocidos,
a contrastar los contenidos, a analizar la ideología, etc. También
es importante trabajar los diferentes géneros discursivos
electrónicos (web, chat, foros, correo electrónico, etc.), puesto
que cada uno presenta particularidades relevantes. Los WebQuest son
una buena propuesta para enseñar cooperativamente a usar la red.
Otra idea propuesta por Umberto Eco es la de animar a los
estudiantes a buscar mentiras en la red sobre un tema determinado.
De este modo se van acostumbrando a convivir con la subjetividad y
la falsedad.
Técnicas
Veamos ahora algunas técnicas tradicionales de comprensión lectora que
requieren manipular previamente el texto.
1. Huecos. Rellenar los huecos de un texto es una de las tareas más
conocidas de lectura (cloze, en inglés), pese a que a veces se
concibe como ejercicio léxico o gramatical. En su versión clásica,
los huecos se sitúan azarosamente en cada palabra del texto que sea
múltiple de 12 y se considera acertada cualquier solución que dé
sentido al texto, aunque la palabra propuesta no sea la original.
Además, también podemos preparar tareas con huecos de otro tipo: un
fragmento en el que faltan las últimas letras de cada palabra (e_
u_ lug_ _ d_ l_ man_ _ _ d_ cu_ _ nom_ _ _ n_ qui_ _ _ acord_ _ _
_), un texto en el que falta la última frase de cada párrafo, una
carta en la que falta la introducción y la conclusión. En estos
últimos ejemplos, las tareas de lectura se complementan con
ejercicios de escritura y gramática.
3. Preguntas intercaladas. Una variante sugerente de las preguntas de
comprensión consiste en introducir preguntas en el interior del
texto, que el aprendiz debe responder antes de seguir con la
lectura. Son útiles con cuentos y narraciones que explican una
historia: las preguntas animan al aprendiz a resumir lo que se ha
leído y a anticipar los siguientes pasos de la historia.
Formar lectores
Veamos para terminar algunas tareas de formación del lector, que más
allá de ayudar a comprender un escrito concreto pretenden desarrollar
concepciones más científicas y reales de la lectura. También aspiran a
enseñan algunas estrategias básicas de lectura, que se pueden usar luego
de manera generalizada.
1. Pistas contextuales. El aprendiz intenta comprender un texto en una
lengua desconocida, con alfabeto latino (polaco, checo, sueco),
fijándose en los aspectos formales: tipografía y diseño. Así,
descubre que las palabras más importantes están marcadas
tipográficamente (negrita, subrayado, titular) y que se repiten,
que las ilustraciones ofrecen pistas del tema, que los nombres
propios están marcados con mayúscula inicial, que los titulares
tienen tamaño más grande, etc. De este modo el aprendiz desarrolla
su destreza de inferir datos del contexto gráfico.
2. Fragmentos de texto. El aprendiz debe inferir el tema y las ideas
principales de un texto del que solo se conservan algunas palabras,
una parte del mismo, la primera frase, una primera columna, etc.
Esta tarea sirve para demostrar que no es necesario leer y conocer
todas las palabras de un texto para poder alcanzar cierta
comprensión del mismo. También son útiles y conocidas las tareas en
las que se esconde la parte inferior de las letras, como ahora, y
seguimos leyendo y comprendiendo el texto, lo cual significa que
reconocemos las letras gracias a la parte superior de su forma.
4. Palabras tachadas. El aprendiz debe inferir cuáles son las palabras
tachadas de un texto breve en español, en el que previamente hemos
tachado dos o tres palabras importantes, siempre que aparecen. Para
adivinarlas, el aprendiz debe analizar los contextos en que
aparecen y deducir su posible valor gramatical y semántico. Se
trata de un ejercicio muy útil para enseñar al aprendiz a
comprender palabras desconocidas sin buscarlas en el diccionario.
5. Manejar el diccionario. A partir de dos o tres entradas diferentes
de un diccionario escolar o corriente, el aprendiz debe aclarar el
valor de cada símbolo: de la cifra que indica el cambio de
acepción, de la cursiva usada en los ejemplos, de las abreviaturas
empleadas para conceptos gramaticales, etc. También se pueden
plantear preguntas más generales sobre qué palabras se incluyen en
el diccionario, cómo se ordenan y qué información incluye cada
entrada. Asimismo es importante trabajar con el aprendiz el uso del
diccionario: hacerle ver que solo deben consultarse en el
diccionario las palabras desconocidas cuyo significado no haya
podido ser deducido por procedimientos menos costosos –como los de
la tarea anterior.
ACTIVIDADES PARA MEJORAR LA COMPRESIÓN LECTORA
El artículo propone una serie de actividades para mejorar la comprensión
lectora de los alumnos de Secundaria. En primer lugar, se enumeran
diversas propuestas que tienen el objetivo de mantener la atención.
Otras están concebidas para trabajar conocimientos previos y descubrir
la estructura del texto. Por último, se incluyen actividades
relacionadas con la identificación de las ideas principales de un texto,
la síntesis de la información y la reorganización y reelaboración de
contenidos.
Por Ángel Sanz Moreno Profesor Psicología UNED de Navarra
Presentamos, a continuación, algunas propuestas prácticas que se pueden
realizar con los alumnos en el contexto de un aula ordinaria de
Secundaria. En todas ellas, los alumnos tienen que «hacer algo» mientras
leen. Para leer de forma comprensiva hace falta marcarse un objetivo,
saber para qué se lee.
Actividades para mantener la atención
El lector poco competente suele tener problemas relacionados con el
mantenimiento de la atención a lo largo del texto. A continuación se
describen algunas actividades que se pueden realizar con los alumnos
para que desarrollen este hábito.
1. Valorar la comprensión de cada oración
Se pretende que el lector vaya tomando conciencia al hilo de la lectura
de su grado de comprensión. Al final de cada oración, el alumno pone un
signo (+) si ha entendido, un signo (?) si ha entendido parcialmente y
un signo (–) si no ha entendido. En estos dos últimos casos puede optar
por la relectura de la oración o bien esperar a terminar la lectura y
volver sobre ella. Además, irá subrayando las palabras o expresiones que
no entienda bien.
2. Tomar notas
Actividades para trabajar los conocimientos previos
Ayudan a activar los conocimientos previos del alumno, necesarios para
comprender el texto, y despiertan su motivación para leer el texto
propuesto.
1. Técnica del listado
Antes de leer el texto, los alumnos hacen una lista con sus ideas sobre
el tema. Por ejemplo, a la hora de leer un texto que trate sobre si hay
que disimular o no para facilitar la convivencia, los alumnos podrían
completar (individualmente o en grupos) estos cuadros.
CONVIVENCIA
Cosas que facilitan la Cosas que dificultan la
convivencia. convivencia
DISIMULAR
Razones a favor Razones en
contra
2. La discusión antes de la lectura
El profesor plantea una discusión dirigida que pretende sacar a la luz
las ideas y experiencias más relevantes para la comprensión de
determinado texto. Lógicamente, esta discusión debe ser debidamente
guiada por el profesor con el fin de que las ideas expuestas sean
relevantes para entender el texto que se va a leer. Puede plantearse de
forma complementaria a la actividad anterior.
Actividades para descubrir la estructura del texto
Estas actividades pretenden favorecer un tipo de lectura global y
permiten al lector hacerse una idea aproximada de la estructura y del
contenido de la lectura.
1. Una mirada panorámica al texto
Consiste en leer el inicio del párrafo, algo del medio y el final del
mismo, de tal forma que se pueda «escanear» mentalmente el texto en
pocos minutos. Es un buen procedimiento para acercarnos al texto y
formarnos una primera idea de su contenido.
2. Buscar los verbos que aparecen en el texto
3. Empezar a leer por el final
1. Técnica del «periodista»
2. Identificar el «problema»
3. Representar el texto mediante «mapas conceptuales»
4. Reorganizar el contenido del texto atendiendo a los escenarios
Se pretende relacionar los personajes, las acciones y los escenarios de
las mismas. Es muy adecuada para trabajar textos narrativos, e incluso
expositivos que se desarrollan en distintos escenarios.
Escenario nº Escenario nº Escenario nº Escenario nº
1 2 3 ...
Personajes
Acciones y
sucesos
5. Hacer preguntas sobre el texto
Actividades para la síntesis y la identificación de las ideas
principales
Se usan para trabajar la capacidad de síntesis y la detección de las
ideas importantes. Al hacer una síntesis de un texto el alumno debe
diferenciar lo anecdótico de lo esencial y, en muchos casos, tiene que
elaborar enunciados más genéricos que los del texto leído.
1. Recapitular progresivamente
Segmentar la lectura en tres partes. Al final de la primera, el lector
recapitula (mental u oralmente) y continúa con la segunda y vuelve a
recapitular la primera y la segunda partes. Se inicia la tercera y al
término de la misma se recapitula todo el texto. Suele ser útil contar
con un magnetófono. Si se hace en grupos de tres personas, cada una de
ellas recapitula su parte correspondiente.
2. Eliminar las partes poco relevantes del texto
3. Titular párrafos
Buscar la idea matriz de cada párrafo. Debe buscarse una idea que
abarque el conjunto del contenido. Prácticamente se puede hacer de
distintas maneras: escribir el título con lápiz de punta fina en el
espacio en blanco entre párrafos o en un lateral a modo de «ladillo»; es
posible, también, no escribir en el texto y apuntar en hoja aparte, etc.
Es importante constatar que el título inventado funciona como un
paraguas que cubre las distintas proposiciones del párrafo, o al menos,
las más relevantes.
4. Subrayado y esquema
Tal vez sean las técnicas más aplicadas y sobre las que se han escrito
más manuales, además de ser objeto de múltiples cursos y seminarios, no
sólo en el mundo académico sino también en el sector empresarial. Se
podría decir que son unas técnicas universales. Por su eficacia probada
y simplicidad formal (no así en la práctica), se incluyen aquí también
como una propuesta más que se puede utilizar para aprender a leer
comprensivamente.
LECTURA COMPRENSIVA
La falta de habilidades de comprensión lectora de los alumnos es una
queja común de los profesores. Víctor Moreno propone promover estas
habilidades desde un enfoque interdisciplinar, para que el estudiante
aprenda a leer y a escribir en todas las asignaturas. Así, plantea
algunas actividades que se pueden llevar a cabo en cualquier área de
conocimiento, como el planteamiento de debates, la realización de
resúmenes o esquemas y el trabajo con el vocabulario.
Desarrollo de habilidades interdisciplinares
Actividades comunes
Por Víctor Moreno Escritor. Especialista en Lectura Profesor de Lengua y literatura IES P. Moret
Irubide, Pamplona
Una queja común e interdisciplinar
Por un lado, no existe ningún profesor, sea de ciencias o de letras, que
no se lamente de las dificultades que tienen sus alumnos para comprender
lo que leen.
A pesar de estas afinidades, existe una diferencia cualitativa entre uno
y otro caso. Y es ésta: el profesorado de ciencias sigue anclado en la
idea rancia y secular de considerar que la competencia lectora del
alumnado es tarea exclusiva y excluyente del profesorado de lengua.
En el fondo de esta actitud laten ideas y prejuicios antiguos, productos
directos de una injusta imagen social que mantiene que las ciencias
están por encima de las letras, y que son lo que realmente importa. Pues
un anfólito siempre será más importante que un sintagma, aunque éste sea
endocéntrico.
Los profesores de ciencias parecen decir a los de letras: «Vuestra tarea
específica consiste en prepararnos a los alumnos para que vengan a
nuestras clases siendo capaces de entender y comprender todo lo que
leen; capaces de identificar y organizar las ideas de los textos; y,
también, claro, ¡faltaría más!, capaces de escribir sin faltas de
ortografía».
En realidad, no son solo los profesores de ciencias quienes se encaraman
en esta percha discursiva ingenua. También lo hacen los profesores de
historia, de ética, de filosofía e, incluso, de religión. Aquí todo el
mundo clama contra el mismo profesorado. ¡Es tan reconfortante tener un
chivo expiatorio donde arrojar nuestra insuficiencia profesional!
En consecuencia, es necesario que el profesorado, sea cual su formación,
profundice en el estudio de los procesos de comprensión y expresión del
conocimiento mediante el lenguaje. Es el único camino posible para
erradicar la problemática que tantos quebraderos de cabeza produce en el
profesorado.
En las circunstancias actuales, quizás sea el objetivo de la competencia
lectora el único punto común de intersección que pueda recibir con éxito
un tratamiento interdisciplinar por parte de todos los profesores.
Empleo sistemático de
materiales escritos como
fuentes de información y
de consulta.
Elaboración de resúmenes,
esquemas, síntesis, mapas
conceptuales.
Práctica de la Actividades de debate y
expresión oral discusión.
Exposiciones orales de
temas y trabajos
elaborados por los alumnos
Manejo de las Uso de textos de diversa
principales tipología.
estructuras
textuales Rigor en la construcción
de definiciones,
argumentaciones,
exposiciones,
descripciones de procesos.
Dominio del Reflexión sobre los
léxico términos técnicos
específicos de cada área:
etimologías, sentido,
usos.
Extrapolación a otras
áreas de dicho léxico.
Transcodificaciones
Corrección Rigor en la observacioó n de las normas
ortográfica ortograó ficas.
Evaluación crítica de los
usos ortográficos erróneos
o impropios
Uso de fuentes Uso permanente del
de consulta Diccionario de la lengua.
escrita
Empleo de diccionarios
especializados.
Si convenimos todos en que la lengua es el instrumento de comunicación
por excelencia, también habrá que aceptar que la lengua es
imprescindible para la construcción del conocimiento. Lo que significa
que, si el desarrollo de la capacidad lingüística del alumno es
insuficiente, acabará convirtiéndose en un escollo para todos.
Desde luego, no es habitual que los profesores de ciencias, matemáticas
y sociales, permitan que sus alumnos lean y escriban sobre dichas
materias. Que yo sepa en estas clases no existe un tiempo específico
dedicado a leer y a escribir. Una dejación que contradice el hecho de
que el profesorado de esas materias otorgue tanta importancia decisiva
al aprendizaje de las habilidades lingüísticas; si no, no criticarían
tanto su pésimo desarrollo en el área lingüística.
Conviene repetir que los saberes de cualquier área son recursos que han
de convertirse en instrumentos imprescindibles para resolver problemas
específicos en situaciones también concretas. Porque ¿de qué le sirve al
alumnado saber tanto de esto y de lo otro y, a continuación, no saber
hacer algo con dichos saberes?
El profesorado de ciencias –también el de letras, para qué engañarnos–
reduce su presencia en el aula a decir el conocimiento, y obliga al
alumnado a repetirlo, sea en exámenes o pruebas y controles de todo
tipo. En muy pocas ocasiones, este mismo profesorado da al alumnado la
posibilidad de transformar dicho conocimiento. Y ese, entre otros, sería
el reto.
Actividades comunes
Todo el profesorado trabaja con textos de su especialidad. Sin embargo,
no todo el profesorado se plantea que dichos textos en sí mismos
considerados puedan recibir un tratamiento didáctico. Al contrario, la
mayoría de ellos se utilizan tan sólo como instrumentos de
verbalización. El profesorado los explica una y otra vez y, luego, manda
al alumnado que los reproduzca lo más exactamente posible. Cuanto más
exacta sea la reproducción, mejor nota. En resumen: en muy pocas
ocasiones sirven como plataforma idónea para desarrollar la competencia
lectora del alumnado, una competencia de la que depende que el alumnado
comprenda, interprete, valore, resuma bien y escriba sin faltas… todo
tipo de textos. Todos.
En fin, de las muchas y variadas actividades que pueden hacerse de modo
interdisciplinar me parece oportuno señalar las siguientes:
1. Activar conocimientos previos
Fijarse en el título
Debatir el texto
El alumnado está muy acostumbrado a recibir la información de los textos
como verdad absoluta. Discutir o debatir sus contenidos parece una
osadía. Así, no es de extrañar que reciban los textos con tanta
indolencia y sin ningún atisbo de interés. Y, sin embargo, tanto por la
forma como por su contenido, muchos fragmentos de los libros de texto
presentan muchas lagunas y grietas cognoscitivas. Acostumbrar al
alumnado a entrar en ellos de una manera crítica y creativa ayuda a
desarrollar en ellos, no sólo la competencia lectora, sino también una
mirada crítica.
Leer los textos con el objetivo de debatir su contenido es una de las
tareas higiénicomentales no solo más importantes sino decisivas a la
hora de desarrollar la capacidad de comprender los textos.
Escribir lo que sabemos
Antes de explicar cualquier concepto, siempre es bueno pedir al alumnado
que escriba lo que sabe o piensa que sabe sobre el mismo. Las sorpresas
suelen ser espectaculares. La confrontación desnivelada entre los
conocimientos que se reflejan en el aula da origen a interesantes
debates, en los que los conocimientos se cuestionan y se asientan.
Preguntas dirigidas
Todo texto, por muy tonto que sea, puede sufrir la acometida de una
batería de preguntas. Pero hasta en saber preguntar hay toda una
metodología precisa, que puesta en práctica incidirá en el desarrollo de
la competencia lectora del alumnado. Las preguntas con las que podemos
abordar cualquier texto pueden adquirir las modalidades siguientes:
literales, inferencialesdeductivas, interpretativas, críticas,
valorativas…
2. Trabajo del vocabulario
Es una queja unánime que el alumnado no dispone de un vocabulario
rico, exacto y riguroso. Y no lo tiene ni de las asignaturas que
componen su currículo. Mal síntoma. Esto indica que algo no
funciona en la transmisión y aprendizaje de este léxico que aparece
tan exuberante en los libros de texto. La mayoría se pierde sin que
deje huella en las cisuras del alumnado. Cosa triste, desde luego.
Sólo dos propuestas al respecto1.
Definiciones
Definir no es fácil para ninguna persona, y menos para el alumnado.
Adquirir el esquema mental preciso para enfrentarse a definir cualquier
concepto, incluso de aquellos que no tenemos ni la más remota idea, es
un aprendizaje como otro cualquiera.
En todas las áreas obligamos al alumnado a definir palabras, términos,
conceptos y sistemas.
Intercambio lexical
Dada la endogamia en la que estamos instalados, es muy difícil encontrar
experiencias interdisciplinares en las que se intercambie el vocabulario
de las áreas, con el fin de comprobar si el alumnado es capaz de
extrapolar de una manera exacta y rigurosa un concepto perteneciente a
una determinada rama del saber.
3. Estructuras y esquemas organizativos
Es necesario que el alumnado escriba fragmentos o párrafos en todas las
áreas, siguiendo el modelo de los esquemas organizativos elementales de
los textos expositivos y argumentativos: causaconsecuencia, enumeración
descriptiva, problemasolución, idea principalejemplo, secuencia
temporal, comparación.
Si así se hiciera, seguro que muchos de los problemas de comprensión y
expresión lectora se difuminarían.
4. Visualizar los textos
Una de las quejas más comunes del profesorado es que los alumnos no
saben hacer resúmenes. Normal. Pocos son los enseñantes que se deciden
a enseñarles dicha virguería textual. Sin embargo, todos concitan su
opinión en afirmar que saberlos hacer son decisivos en el éxito
escolar.
La verdad es que hacer resúmenes y esquemas –en definitiva, visualizar
el texto de una manera mucho más funcional y esencial– no es tarea
fácil. De ahí la necesidad de que todo el profesorado se involucre en
dicho objetivo.
Tomar apuntes
Pero no al modo espartano y autoritario. Tomar apuntes es una técnica
que requiere su tiempo. Conviene ir poco a poco. Por ejemplo: se avisa
al alumnado de que se les leerá un texto expositivo sobre la
superstición de la pata de conejo o sobre el feudalismo o sobre las
rocas metamórficas (que ya son ganas de fastidiar). Se les pedirá que,
mientras el profesor lee dicho texto, tomen notas o ideas de dicha
lectura. Y se les especifica: que tomen nota de las ideas que capten de
modo claro y exacto. Terminada la lectura, se pondrán en común. Se
discutirá la pertinencia de las ideas apuntadas y se corregirán los
errores. Finalmente, cada alumno, con sus notas tomadas, elaborará un
texto tratando de imitar al que el profesor acaba de leer. Y se volverán
a leer en voz alta.
Se trata de una actividad que, practicada con cierta asiduidad, ayuda, y
mucho, a desarrollar la atención y, sobre todo, a distinguir qué ideas
merecen la pena ser tomadas y cuáles no; en definitiva, a separar lo
esencial de lo accesorio.
Reducir textos
Muchos textos son abusivos, no sólo por la información que transmiten,
sino por la forma en que lo hacen. Una técnica que ayuda a preparar al
alumnado para hacer resúmenes consiste en proponerles que reduzcan
textos a lo esencial. Lo esencial suele decirse mediante verbos y
sustantivos. Por tanto, la poda de los textos consistirá en tachar
aquellas palabras que no transportan ninguna información significativa,
o, por el contrario, redundante, dado el grado de repeticiones que
contienen.
Resúmenes, esquemas, mapas conceptuales y diagramas
Visualizar el contenido de los textos expositivos y argumentativos
mediante el acomodo de resúmenes, esquemas, mapas conceptuales y
diagramas requiere un conocimiento previo de las distintas estructuras
de ambos textos.
Segundo: seguro que el alumnado, vista la perfección con que su profesor
realiza estas virguerías visuales esquemáticas, ya no tendrá ningún
problema en hacer lo propio. Y si la tiene, pues ya se sabe: el
profesorado vuelve a usar la pizarra y…
5. Transcodificaciones
Las transcodificaciones consisten en trasladar el contenido de un texto
a una tipología textual diferente a la que está escrita. Si es
expositivo, transformarlo en narrativo; si es narrativo, en un poema. Y
así sucesivamente.
Si algo exige la transcodificación de un texto es comprenderlo bien.
Si no, es imposible transformarlo al antojo del transcodificador.
Conclusión
Un planteamiento interdisciplinar, aunque se limite a rozar aspectos
concretos del currículo, exige no sólo un cambio de mentalidad del
profesorado, también lo exige del alumnado, acostumbrado como lo hemos
acostumbrado a vivir las áreas como asignaturas, compartimentadas y
ajenas, y lo que es peor, enfrentadas, a veces, al resto.
(1) Un desarrollo pormenorizado de actividades en esta línea puede encontrarse en mi libro Leer para comprender,
editado por el Gobierno de Navarra, Departamento de Educación, 2003.
PREPARAR UN EXAMEN:
. Disposición personal:
. Cuando te anuncien el día en que vas a realizar el examen prepárate de la
forma que se indica: . comienza a distribuir el tiempo para que puedas repasar la materia: entérate bien de lo
que entra en el examen.
. Sigue el horario normal, sin abandonar las demás asignaturas, pero fijando un tiempo para
repasar la materia del examen.
. Dedica períodos cortos de tiempos para este repaso, pues son más eficaces que las largas
sesiones de estudio.
. Resume y organiza el material que tienes.
. Repasar no significa volver a leer todo como ya has hecho antes ni memorizarlo al pie de la
letras¿. Si lo has estudiado con regularidad y buen método, sólo necesitas consultar las anotaciones,
aprender los esquemas leer lo subrayado en el libro o apuntes.
. No pierdas el tiempo repasando lo que ya sabes.
. Concéntrate en los puntos o cuestiones que no entiendes bien. Consulta con tu profesor o
compañeros las dificultades que encuentres.
. Hazte preguntas , resuelve problemas... sobre lo que tienes más flojo intentando adivinar el
examen que te van a poner.
Al preparar un examen ten en cuenta lo que supones que te va a preguntar tu profesor y la manera en que
suele preguntar. Un examen es también el arte de adivinar.
El día anterior al examen echa un vistazo rápido a todo lo que has estudiado, anota alguna idea o concepto
que aún no tienes bien asimilado y no trasnoches, pues llegarás cansado al examen y tu rendimiento será
inferior. Duerme lo suficiente: las horas que acostumbras en condiciones normales.
A la mañana siguiente mira de nuevo la materia. No se trata de aprender nada: revisa los puntos anotados el
día anterior y mantén tu mente despierta: antes de emprender un viaje, el conductor pone el motor en marcha,
y lo deja algunos segundos para que se caliente a fin de que después no se cale.
Cuando comiences a contestar el examen:
. Lee primero, todas las preguntas. Asegúrate de que comprendes bien en qué consiste la prueba.
. Ten en cuenta todas las normas que ha dado el profesor, o que están escritas en el ejercicio , para
su realización (sobre todo si se trata de un examen objetivo o de preguntas en forma de cuestionario).
. Asegúrate de que contestes a lo que se te pregunta, sobre todo cuando te piden desarrollar temas o
analizar extensamente datos concretos. Hay alumnos que no contestan a lo que se pregunta, sino a lo que
creen que preguntan o tienen una idea en la cabeza y contestan conforme a ella porque es lo que mejor se
saben.
. Hacer bien un examen no siempre consiste en escribir mucho. A veces el escribir mucho proviene
de no tener las ideas claras o no estar seguro de las respuestas. El comentario del profesor será “que hay
mucha paja” o que “te han enrollado mucho” y la nota será menor.
. Expón directamente lo importante y preséntalo de una manera clara y breve (excepto si te han
dado otras consignas o se trata de un ejercicio literario.
. Distribuye bien el tiempo con que cuentas. Concéntrate en el trabajo pero no te apresures ni te
pongas nervioso. De vez en cuando consulta el reloj para no entretenerte en una sola pregunta si tienes
muchas que resolver y el tiempo es limitado.
. Escribe con buena letra o, al menos legible. Dejar márgenes, espacios entre preguntas, etc.
. Si viene al caso, haz diagramas , resúmenes, esquemas , dibujos,... Todo ello aclara conceptos y
mejora la presentación creando una actitud inicial favorable en el profesor.
. Al terminar no te desentiendas de lo que has escrito. Revísalo todo con cuidado por si te falta
algo: acentos, palabras mal escritas, redacción confusa, en fin, todo aquello que pueda indicar negligencia.
. Asegúrate de haber escrito tu nombre , curso, fecha, y demás indicaciones pertinentes.