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SERIE DE SERMONES BASADO EN LA CARTA A LOS TESALONICENSES

UNA IGLESIA EJEMPLAR PARA NUESTRA CIUDAD


SERMON 2: LO QUE LA IGLESIA DEBE SER
Jorge Betancur

La epístola que Pablo escribió a la iglesia de tesalónica nos muestra el diseño de la Iglesia que Cristo quiere
edificar. Nos habla acerca de varios elementos espirituales constituyentes de una iglesia sana.

En la introducción a esta serie, abordamos una tríada que fundamenta lo imprescindible del cristianismo.

La actividad de nuestra fe, como seguridad de que Dios ha actuado en Cristo para salvar a su pueblo

El esfuerzo de nuestro amor, como expresión presente y experiencia de la relación restaurada entre Dios
y su pueblo.

La perseverancia de en la esperanza, que es la confianza de que el que comenzó tan buena obra la irá
perfeccionando, y que el futuro no los destina a castigo, sino a salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo.

Con esto en mente, el título del sermón de hoy es “Lo que la Iglesia debe ser”.

Lo que somos en Cristo, debe reflejarse en lo que hacemos. En el sermón pasado vimos que eran personas
de fe, amor y esperanza. Hoy vamos a “pesarnos” a la luz de los Tesalonicenses, tanto en lo individual
como en lo colectivo, para ver si obramos de acuerdo a lo que somos.

1 Tesalonicenses 1:4-7 “4 Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección; 5 pues
nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo
y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. 6 Y
vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran
tribulación, con gozo del Espíritu Santo, 7 de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de
Macedonia y de Acaya que han creído.”

En primer lugar, la iglesia debe ser una comunidad en donde sus miembros creen, entienden y viven el
mensaje del evangelio.

El apóstol Pablo nos dice que su evangelio no llego a ellos como meras palabras, sino que en poder
(capacidad), en el Espíritu Santo y en plena certidumbre.

La palabra griega poder “dunamis” significa esencialmente poder para ser capaz.

Cuando habla de poder, está hablando de la capacidad que produce la Palabra de Dios, no están hablando
del poder de milagros, sino que, del poder de transformación de vidas enteras, de un poder que no tiene
nadie más que el evangelio.

Romanos 1:16 “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo
aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.”
Estas palabras del evangelio son potenciadas por el Espíritu Santo. Este poder pudieron verlo en la valentía
y la veracidad con que predicaron en Tesalónica. (Hechos 17:1-7 “El alboroto en Tesalónica”)

¿Cuál es esta salvación que el evangelio tan poderosamente nos provee?

El evangelio es la buena nueva acerca del sacrificio completo que Cristo, con su muerte, ofreció por el
pecado de la humanidad. Es su muerte, sepultura, resurrección y retorno. En eso consiste el evangelio, y
el apóstol Pablo lo entendió y lo explicó mejor que nadie El jamás tuvo vergüenza o temor de confrontar
a cualquiera con el evangelio. (1 Corintios 15:1-11)

¿Somos una comunidad facultada por el Espíritu Santo? ¿Son evidentes el poder y los dones del Espíritu
en nuestra predicación, nuestra evangelización, nuestro ministerio? ¿Son manifiestos el gozo y otros
frutos del Espíritu en nuestra comunión? ¿Estamos abiertos a la dirección del Espíritu?

Es importante observar que la respuesta a estas preguntas no es tan sencillo. El indicador más fiable es la
presencia del fruto del Espíritu y el ejercicio de aquellos dones espirituales que pretenden ser para la
edificación del cuerpo de Cristo.

El poder espiritual no es un distintivo que se aplique a una clase especial de cristianos, sino que es la marca
de todo cristiano que se somete a la Palabra y el Espíritu de Dios.

Sin el poder del Espíritu, estamos condenados a fracasar en la vida cristiana. La obra de santificación es
posible solo por medio del poder del Espíritu Santo obrando en nosotros por medio de Su Palabra.

La obra del poder del Espíritu es la obra mediante la cual Él controla al creyente y le hace vivir una vida
espiritual, la cual se hace evidente con un crecimiento de santidad y madurez cristiana.

El poder del Espíritu en la vida de la iglesia del primer siglo los llevo a ser testigos del carácter de Dios.

Hechos 1:8 “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”

En segundo lugar, la iglesia debe ser una comunidad en donde sus miembros son imitadores del Señor.

El apóstol pablo les escribe a los de tesalónica “v.6 Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del
Señor”.

Aquí se ofrece un cuadro del carácter genuino de la experiencia religiosa de los tesalonicenses. Ellos
habían llegado a ser imitadores.

La palabra griega de imitar es mimeomai y significa; mímica, actuación. Se traduce siempre como imitar
la conducta y la fe.

El verbo se usa en exhortaciones y siempre en el tiempo continuo y activo, lo que sugiere un hábito o
práctica constante.

Pablo se propone él mismo como ejemplo, es más que un patrón; es un modelo autoritativo, que exige
que los lectores se unan en la imitación de Él y también se fijen en aquellos que se conducen de ese modo.

Los tesalonicenses y nosotros hoy deben caminar como él lo hace, pero al hacerlo así, deben obedecer.

Este elemento de obediencia es muy claro en


1 Corintios 4:16-17 “16 Por tanto, os ruego que me imitéis. 17 Por esto mismo os he enviado a Timoteo,
que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que
enseño en todas partes y en todas las iglesias.”

Pablo ha enviado a Timoteo para recordarles a los corintios sus «caminos» en Cristo, no simplemente su
conducta sino sus directrices.

La idea central de esta palabra es aquella persona que constantemente emula y reproduce característica
específica de otra persona.

Es por ello, que los cristianos han de imitar las características de Cristo. El todo de la vida cristiana es la
reproducción del carácter de Cristo. La propia autoridad de Pablo descansa sobre la autoridad superior de
Cristo.

Hebreos 6:12 tiene un énfasis fuertemente activo;

Hebreos 6:11-12 “11 Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin,
para plena certeza de la esperanza, 12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos
que por la fe y la paciencia heredan las promesas.”

Entonces, la pregunta ineludible que debemos responder es ¿Son su vida y sus enseñanzas el modelo por
el cual vivimos o acaso hemos importado (consciente o inconscientemente) algún otro modelo o valores
en nuestra vida y en nuestro pensamiento?

Los imitadores se convierten a su vez en modelo: «de manera que os habéis hecho un modelo para todos
los creyentes en Macedonia y Acaya».

Cristo es la fuente primaria del ejemplo que cada cristiano debe buscar para imitarlo. “Porque ejemplo os
he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15). Debemos aprender a
imitar a Cristo. Cristo nos muestra el camino para cumplir con toda justicia delante de Dios. Debemos
aprender a mirar hacia Cristo cuando se presenta algún dilema y no sabemos qué hacer.

Conclusión

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