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Ante la desolación que sentían sus discípulos al saber que Jesús moriría pronto, él les promete
cinco veces que les envía su Espíritu para que quede con ellos, los guíe, los enseñe y les anuncie
lo que vendrá (Juan 15-17 y 25-26; 15, 26-27; 16, 7-8 y 16, 13-15).El día de Pentecostés, en su
primer discurso como vicario de Cristo, Pedro señala que Jesús tenía que ser exaltado para
convertirse en fuente de vida para todos sus hermanos y que su ascensión a los cielos fue signo
de que llegó al Padre para enviar el Espíritu prometido (Hch 2 14-36).
La presencia del Espíritu Santo fue un consuelo tan grande para los discípulos, que por eso se le llama
consolador. También lo llaman Paráclito, que significa "abogado", pues, al ser Dios mismo, nos conoce bien,
sabe lo que necesitamos y dirige nuestra oración y nuestra vida:
Nos muestra la verdad sobre Dios, nosotros mismos y el mundo en que vivimos.
Nos ayuda a comprender y a vivir la grandeza de la ley del amor.
Nos guía al discernir sobre el bien y el mal, y al elegir nuestro estado y estilo de vida.
Nos defiende del mal y nos ayuda a identificar y vencer las tentaciones.
Aboga por nosotros, presentando al Padre lo que necesitamos en una oración sincera.
REFLEXIONO
Los seguidores de Jesús estamos en excelentes manos. Ábrete a la presencia del Espíritu en ti y revisa los
cinco puntos anteriores, dejándote iluminar y guiar por él. ¡No pierdas nunca la paz interior! ¡El Espíritu de
Dios, el Espíritu de Jesús te acompaña siempre. (Jn 14, 15-17).