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25.673 del año 2003. En Entre Ríos se sanciona el mismo año la ley 9.501 de Salud
Sexual y Reproductiva y Educación Sexual. En este horizonte de transformación de las
normativas abordaremos los debates que focalizan el vínculo entre identidades y prácticas
sexuales, condiciones de igualdad/desigualdad jurídicoinstitucionales y formas de
reconocimiento de grupos y sujetos históricamente discriminados. Las leyes 26.618 de
Matrimonio Igualitario (2010) y 26.743 de Derecho a la Identidad de Género (2012)
señalan, en este sentido, un quiebre histórico.
Se trata aquí de una primera aproximación a la investigación de los efectos de estas
conquistas sexo-políticas sobre el sistema de educación pública en Entre Ríos como
entrada exploratoria al problema de la escuela en tanto productora y ejecutora de políticas
sexuales específicas. Concretamente, vamos a interrogar prácticas, actores, debates,
escenas e iniciativas educativas en la ciudad de Paraná donde la escuela aparezca como
parte de la materialidad a través de la cual construimos sexualidades.
El proyecto involucra tanto el análisis de las políticas de educación sexual inscritas en las
leyes nacionales-provinciales y expresadas en programas y diseños curriculares como el
abordaje de intervenciones educativas concretas en contextos institucionales específicos.
(Resumen del PID-3154-Presentacion del Proyecto)
En esta doble raigambre, entre políticas públicas y agenciamientos ESI, el proyecto de
investigación “Cuerpos, géneros y sexualidades en la escuela…” se propuso historizar y explorar
los movimientos, derivas, corporizaciones de los agenciamientos ESI, junto a la tarea de
reconstrucción histórico-crítica de las políticas públicas de educación sexual integral en la
provincia de Entre Ríos. (Informe final PID-3154)
Cabe destacar que en la provincia, la introducción de epistemologías feministas y de perspectivas
de conocimiento sexodisidente en las instituciones educativas, las curriculas y las políticas de
investigación académica, enfrentan poderosas fuerzas de rechazo, amparadas y legitimadas por
grupos hegemónicos, enquistadas en lugares de poder y toma de decisiones, que configuran
ideologías antiderechos y/o vulneran sistemáticamente garantías y principios democráticos
básicos.
La Iglesia Católica encabeza los rechazos a la ESI y protagonizó la desactivación de la ley
provincial 9.501 de Salud Sexual y Reproductiva y Educación Sexual. Estos ataques se han
articulado con las restringidas políticas estatales que fueron en ese mismo sentido debilitando el
desarrollo de la ESI. Por eso, desde las acciones de docencia, extensión e investigación en la
FCEdu, sostenemos que es urgente atender las novedosas y fuertes demandas por la ESI que,
desde las comunidades educativas, fundamentalmente, desde las organizaciones estudiantiles y la
formación docente, en articulación con el activismo feminsita-lgbtiq+ regional y nacional,
resisten las viejas tradiciones conservadoras del patriarcado en la provincia, como así también,
las nuevas formas de precarización y las políticas neoliberales de maximización de las
desigualdades y exclusiones.
Las conclusiones de nuestro PID-3154 revelan que la desactivación de la Ley Provincial 9.501
de Salud Sexual y Reproductiva y Educación Sexual y la desarticulación y desfinanciamiento del
Programa Nacional ESI, hablan tanto de las resistencias institucionales a la ESI como del
agravamiento exponencial de condiciones sociales y educativas de desigualdad de género y
violencia sexista.
En este sentido, la ESI formula un campo de problemas en el que las disputas entorno a los
procesos de subjetivación, los marcos relacionales e institucionales donde tales procesos se
articulan y desarticulan, no pueden separarse de los impactos cognitivos que tienen los agites
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De ahí la importancia de las redes y frentes por la esi, que se multiplican en el país, y su
necesario fortalecimiento, que habla de posiciones diversas, de conflictos, de disputas… pero
también de un lugar articulatorio, de conversaciones, de permanente discusión pedagógica,
política, teórica, estética. Estar redes propone pensar la esi en los empalmes y conexiones que
desestabilizan el orden jerárquico que pone la teoría por encima de la práctica, el conocido por
encima de lo desconocido, porque esa es una jerarquía que limita la posibilidad inventiva y
vibratoria de las cuerpas. Para la ESI no hay primero acción y después reflexión, o primero
reflexión y después acción, o primero desconocimiento y después conocimiento. No hay un
orden previo, sino agenciamientos necesariamente colectivos, situados y variables.
Tal como quisiera sostenerlo más adelante, en términos de “política de la teoría”, la ESI no
indicaría, entonces, un programa unificado, dotado de formas y contenidos, un guion de
lineamientos curriculares estables y específicos, sino una actitud variable, situacional, nunca
estabilizada, siempre compartida, siempre discutida, de invención de estrategias colectivas contra
las modalidades normativas que hegemonizan los regímenes de inteligibilidad de los cuerpos y
las experiencias sexogenerizadas.
Los estudios culturales, especialmente los que se ocupan de “culturas sexuales educativas”
(EPSTEIN, D.; JOHNSON, R.: 1998, p. 22), hacen hincapié en las modalidades variables,
contradictorias, incoherentes pero persistentes en que la heterosexualidad “pasa desapercibida
como lenguaje básico sobre aspectos sociales y personales; se la percibe como un estado natural;
también se proyecta como un logro ideal o moral” (BERLANT, L., WARNER, M.: 1998, p.
230); de modo que en las escuelas, los medios de comunicación y en múltiples instancias de la
vida social, los contextos –tengan o no una relación visible con el sexo- son colonizados por la
heterosexualidad como una metanarrativa cultural, un régimen de conocimiento incoherente que
modeliza la interpretación y experiencia de los cuerpos, que estructura el currículo y la
cotidianidad de las instituciones educativas, así como el resto de las prácticas sociales, e instala
lo que Sedgwick denomina “epistemología del armario” (ver más adelante) que instituyente un
régimen regulatorio de lo sensible, patrulla la decibilidad, visibildiad y legibilidad de las
subjetividades a través de parámetros punitivos que dibujan fronteras a la posibilidad de pensar y
vivir de otra manera.
La pregunta que se habilita aquí, en función de reflexionar sobre los modos en que la ESI desafía
operaciones de la crítica, es cómo la des-codificación, el desaprendizaje de las formas
heteronormativas del sentir, pensar, mirar, hablar convocan trabajos articulados en las luchas
contra las formas de discriminación basadas en la raza, los privilegios de clase, los criterios de
funcionalidad física o subjetiva, los estándares de belleza, las modalidades adultocéntricas y
otras coordenadas corporizadas de desigualdad social. De modo que la ESI puede presentarse
como una preocupación atenta y colectiva, por alterar situacionalmente las posiciones
subordinadas que ocupamos (aquí la primera persona del plural se vuelve clave crítica) en
condiciones compartidas, mediante una continua interrupción a la producción de normalidades y
su elaboración inestable de binarismo derogatorios.
3. La ESI y la conmoción de los escenarios de normalidad exorbitante
¿Qué “políticas de la teoría” podemos, entonces, imaginar desde la ESI? Esta pregunta implica el
compromiso con las experiencias y modalidades de agenciamiento ESI, interrogando
primordialmente los modos en que conmueven los sentidos de la educación hoy, y las
interpelaciones que producen a las concepciones y reclamos por los derechos humanos. Se trata,
al mismo tiempo, de abordar los aportes teóricos y políticos de las prácticas pedagógica para
pensar la construcción social y cultural de los cuerpos desde las operaciones de la crítica a los
códigos de institucionalización de la normalidad sexo/genérica. Hay allí lugares y gestos de
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(ibid.)-, aunque los privilegios epistemológicos como bases del conocimiento dependen de la
formación de los cuerpos dentro de jerarquías de identidades estables, “cuyo conocimiento se
piensa que brota de la misma identidad”.
La “pasión por la ignorancia” que moviliza a lxs antiderechos requiere un apego igualmente
apasionado a las seguridades normativas del “conocimiento” –no es una falta de conocimiento
sino una forma de “normalidad exorbitante” (BRITZMAN, D. 1998, p. 197). Ambas pasiones
dependen de la insistencia en identidades estables y predecibles que puedan ser así aseguradas,
confirmadas, reafirmadas y jerarquizadas. Un hiperbólico ordenamiento disciplinario, donde la
ignorancia no es neutra o inocente, sino un efecto del conocimiento, el producto de un modo o de
una política de saber. Brtizman propone repensar “el conocimiento de los cuerpos y los cuerpos
de conocimiento” como un escenario de interpelaciones normalizadoras donde se ponen en
juego, política y performativamente, las identidades. Por ello sostiene:
El pensamiento pedagógico debe empezar a reconocer que recibir conocimiento es un
problema para lxs estudiantes y para lxs docentes, particularmente cuando el
conocimiento que ya poseemos (…) funciona como derecho a la ignorancia o cuando el
conocimiento encontrado no puede ser incorporado porque perturba el modo en que el/la
sujetx se imagina a sí mismx y al otrx. (BRITZMAN, D. 1995, traducción propia)
Tradicionalmente la ignorancia está considerada como lo opuesto al conocimiento. En nuestros
imaginarios, la “educación” función como sinónimo de “saber”. En cambio, desesabilizando el
sentido común, pedagogas queer como Britzman proponen comprender cómo la educación
implica y produce desconocimiento, es decir, piensa la ignorancia como producto, como efecto
de ciertos modos de conocer y de ciertas políticas pedagógicas.
Siguiendo algunas sugerencias de Eve Kosofsky Sedgwick, lo que podríamos denominar “las
políticas del armario escolar” (aquello que se silencia, que se ignora, que aparentemente no se
ve), como prácticas epistemológicas, no constan de un campo definitorio coherente, en el que lo
conocido se opone a lo desconocido, lo que se ve se opone a lo que no se ve, lo que se dice se
opone a lo que se calla; se trata en cambio de un modo de regulación de la posibilidad de
nombrar e interrogar la propia experiencia sexogenerizada, una instancia de constitución de la
educación como práctica de heteronormalización de los cuerpos, y por ello un espacio crítico,
habitado por una crisis permanente de fuerzas superpuestas, contradictorias y en conflicto.
La epistemología del armario, entonces, no hace una división binaria entre lo que se dice y lo
que se calla, lo que se muestra y lo que se oculta, sino que intentan “determinar las diferentes
maneras de callar, cómo se distribuyen los que pueden y los que no pueden hablar, qué tipo de
discurso está autorizado o cuál forma de discreción es requerida para los unos y los otros. No hay
un silencio sino silencios varios y son parte integrante de estrategias que subtienden y atraviesan
los discursos.” (FOUCAULT, M.: 1976, p. 37)
Para quienes desarrollamos proyectos de investigación y docencia en ESI resulta igualmente
central atender al hecho de que lo que se calla o se silencia en contextos educativos sea tan
intencionado, performativo, poderoso y relevante como lo que se dice, que analizar la evidente
estupidez de las afirmaciones de quienes se oponen al aborto como derecho, en los debates
parlamentarios, los medios de comunicación, las instituciones sanitaria, el aula académica o
escolar –por nombrar solo algunas instancias de publicidad y solo un tema candente de polémica
sexual.1
1
El mismo recurso al poder de la estupidez y la ignorancia suele presentarse cuando se discuten los problemas
vinculados al placer como derecho, el lenguaje inclusivo, la violencia sexual callejera, el acoso y la violación, la
injuria y el insulto, el humor heterosi-cis-sexista, las infacias maricas, tortas o trans, la actividad sexual
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Cuando tratamos de combatir desde la ESI las perspectivas de conocimiento articuladas por la
heteronormatividad, es decir, al intentar producir conocimiento contra la homolesbotransfobia, la
misoginia, el cisexismo y el machismo, el recurso al saber, la argumentación articulada por
razones, el aumento de la información relevante sostenida desde las mejores tradiciones
científicas, no suele resultar eficaz en términos de una alquímica transformación del prejuicio en
virtud y sabiduría.
Deborah Britzman señala los límites de las prácticas pedagógicas basadas en el aumento de
información, que siguen una estrategia epistemológica aditiva, o de “visibilidad”, que se presenta
como una modalidad necesariamente positiva pero que clausura lo que la lógica del armario deja
implicada en ellas. Puesto que para la autora, no se puede pensar más allá de los límites de un
saber o de las formas heteronormativas del curriculum, pidiendo simplemente que se sumen o
visibilicen las voces marginalizadas, creyendo en un discurso que debe hacerles lugar cuando al
mismo tiempo pude excluir.
Las reformulaciones de este drama, de conocimiento e ignorancia, de normalización y
resistencia, resultan hoy extremadamente significativas, a la luz de cómo se movilizan los
umbrales de des-conocimiento en los debates y exposiciones en torno al proyecto de ley IVE, y
fundamentalmente, en las formas en que es convocada la “educación” en esos debates, como un
agente al que se le otorga un rol central en este drama.
Y es que la crisis de definición que afecta los términos de lo que desde Foucault llamamos “el
dispositivo de sexualidad” (FOUCAULT, M.: 1976, p. 37), no es un acontecimiento reciente,
propio del desgaste del paso del tiempo o de transformaciones causalmente identificables, sino
su modalidad estructural, endémica, inmanente y constitutiva de funcionamiento, incluso aquello
que conforma la singularidad de su “poder” –en cuya genealogía se desarrollaron modernas
funciones e instituciones educativas, y no solamente en tanto estrategias accesorias de controles
complementarios a las sanciones públicas que recaen sobre los cuerpos, sino como tecnología
específica donde se regula, define y disputa el amorfo dominio de “lo sexual” y su
“conocimiento”.
La misma expresión “educación sexual integral”, que utilizamos hoy a partir de la ley nacional
26.150, está llamada a dramatizar, hacer visible e incluso escandaloso el espacio de crisis, de
multiplicación y superposición estructural, entre conocimiento e ignorancia que es propio de la
política epistemológica del armario y toda su indefinida red de producciones normativas.
Se trata, entonces, más que de un intento de separar las líneas, de construir un campo de
problematizaciones alrededor del vínculo entre “ignorancias” y “desconocimientos” en tanto
efectos sistemáticos de específicas políticas sexuales de saber. En este sentido, la propuesta de
valeria flores de pensar las ignorancias como “políticas conocimiento y prácticas de
heteronormalización de los cuerpos” (flores, v.: 2008, p. 18), resulta clave no solo para
reinscribir los saberes que la educación presenta como objetivos, universales y nuetros en
matrices coloniales y regímenes de desigualdad y exclusión articulados por una multiplicidad de
modalidades de opresión, sino para articular contranarrativas que desestabilicen las condiciones
que regulan el ingreso de las subjetividades al campo de lo inteligible.
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9
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